LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX. Vol. II

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1. Autas, actas, actes, actas d’as primers chornadas sobre a traduzión. O papel d’a traduzión en o desembolique d’as luengas: o caso de l’aragonés. Conzello de lo Grau, 1997. 2. Diccionario de las hablas de la Baja Ribagorza Occidental. María Luisa Arnal Purroy. 3. Las hablas de la Alta Ribagorza. Günther Haensch. 4. Fraseología en chistabín. Diccionario de refranes, modismos, locuciones y frases hechas en aragonés del Valle de Chistau. Fernando Blas Gabarda y Fernando Romanos Hernando. 5. Elementos de fonética y morfosintaxis benasquesas. José Antonio Saura Rami. 6. El aragonés de Baixo Peñas. Localidades de Sobrarbe situadas en las faldas de Peña Montañesa. Fernando Blas Gabarda y Fernando Romanos Hernando. 7. Aspectos morfosintácticos del belsetán (aragonés del valle de Bielsa). Chabier Lozano Sierra y Ángel Luis Saludas Bernad. 8. Voces de Aragón. Antología de textos orales de Aragón. 1968-2004. Brian Mott. 9. El aragonés ansotano. Estudio lingüístico de Ansó y Fago. Miguel Ánchel Barcos. 10. Dizionario de terminos cheograficos. Chesús Casaus Parrilla y Pascual Miguel Ballestín. 11. El aragonés nuclear de Nerín y Sercué (Valle de Vio). Artur Quintana i Font. 12. Dizionario aragonés chistabín. Fernando Blas Gabarda y Fernando Romanos Hernando. 13. Aspectos lingüísticos de Tella. Chabier Lozano Sierra. 14. Borrador de un diccionario de voces aragonesas. José Luis Aliaga Jiménez. 15. ARREDOL. Curso d'aragonés. Metodo d'autoaprendizache. Mauricio Delgado,

16 L A S L E N G UA S D E A R AG Ó N E N E L P R I M E R T E RC I O D E L S I G L O V E I N T E VO L . 1 Jo s é L u i s A l i a g a J i m é n e z

AINAS

Este primer volumen sobre LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO VEINTE se circunscribe cronológicamente al periodo comprendido entre 1901 y 1917. En ese lapso temporal se gestaron los textos publicados aquí (en su mayoría, inéditos hasta la fecha; de singular rareza, algunos; y otros, com-plementarios de ediciones anteriores). Al analizarlos se ha colocado el foco de atención en su condición de valiosas piezas integrantes del continuo historiográfico sobre las lenguas de Aragón. Así, el estudio que precede al conjunto documental pretende poner de relieve que la histo-riografía lingüística aragonesa puede entenderse como un relato –fragmentario y en proceso de (de)construcción– cuyos constituyentes más o menos remotos, como los incorporados en los primeros años del siglo pasado, todavía se dejan oír nítida-mente en el momento presente.

PUZ

LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO VEINTE VOL. 1 Inéditos, rarezas y caras B

José Luis Aliaga Jiménez

Contiene mapa de Huesca dividido e n r e g i o n e s fi l o l ó g i c a s (1902) de Benito Coll y Altabás

José Luis Aliaga Jiménez (Pamplona, 1966) es Profesor Titular de Universidad en el Departamento de Lingüística General e Hispánica de la Universidad de Zaragoza. Ha sido, además, Profesor Visitante en la Universidad Nacional de San Luis (Argentina). Su tra-yectoria investigadora se ha desenvuelto hasta la fecha en dos vertientes, principalmente. De una parte se ha ocupado de las relaciones entre la lengua y el género (lingüística feminista). De otra se ha adentrado en la teoría e historia de la lexico-grafía y en la historiografía lingüística, ámbitos en los que ha dedicado especial atención al espacio lingüístico aragonés.


1. Autas, actas, actes, actas d’as primers chornadas sobre a traduzión. O papel d’a traduzión en o desembolique d’as luengas: o caso de l’aragonés. Conzello de lo Grau, 1997. 2. Diccionario de las hablas de la Baja Ribagorza Occidental. María Luisa Arnal Purroy. 3. Las hablas de la Alta Ribagorza. Günther Haensch. 4. Fraseología en chistabín. Diccionario de refranes, modismos, locuciones y frases hechas en aragonés del Valle de Chistau. Fernando Blas Gabarda y Fernando Romanos Hernando. 5. Elementos de fonética y morfosintaxis benasquesas. José Antonio Saura Rami. 6. El aragonés de Baixo Peñas. Localidades de Sobrarbe situadas en las faldas de Peña Montañesa. Fernando Blas Gabarda y Fernando Romanos Hernando. 7. Aspectos morfosintácticos del belsetán (aragonés del valle de Bielsa). Chabier Lozano Sierra y Ángel Luis Saludas Bernad. 8. Voces de Aragón. Antología de textos orales de Aragón. 1968-2004. Brian Mott. 9. El aragonés ansotano. Estudio lingüístico de Ansó y Fago. Miguel Ánchel Barcos. 10. Dizionario de terminos cheograficos. Chesús Casaus Parrilla y Pascual Miguel Ballestín. 11. El aragonés nuclear de Nerín y Sercué (Valle de Vio). Artur Quintana i Font. 12. Dizionario aragonés chistabín. Fernando Blas Gabarda y Fernando Romanos Hernando. 13. Aspectos lingüísticos de Tella. Chabier Lozano Sierra. 14. Borrador de un diccionario de voces aragonesas. José Luis Aliaga Jiménez. 15. ARREDOL. Curso d'aragonés. Metodo d'autoaprendizache. Mauricio Delgado,

16 L A S L E N G UA S D E A R AG Ó N E N E L P R I M E R T E RC I O D E L S I G L O V E I N T E VO L . 1 Jo s é L u i s A l i a g a J i m é n e z

AINAS

Este primer volumen sobre LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO VEINTE se circunscribe cronológicamente al periodo comprendido entre 1901 y 1917. En ese lapso temporal se gestaron los textos publicados aquí (en su mayoría, inéditos hasta la fecha; de singular rareza, algunos; y otros, com-plementarios de ediciones anteriores). Al analizarlos se ha colocado el foco de atención en su condición de valiosas piezas integrantes del continuo historiográfico sobre las lenguas de Aragón. Así, el estudio que precede al conjunto documental pretende poner de relieve que la histo-riografía lingüística aragonesa puede entenderse como un relato –fragmentario y en proceso de (de)construcción– cuyos constituyentes más o menos remotos, como los incorporados en los primeros años del siglo pasado, todavía se dejan oír nítida-mente en el momento presente.

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LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO VEINTE VOL. 1 Inéditos, rarezas y caras B

José Luis Aliaga Jiménez

Contiene mapa de Huesca dividido e n r e g i o n e s fi l o l ó g i c a s (1902) de Benito Coll y Altabás

José Luis Aliaga Jiménez (Pamplona, 1966) es Profesor Titular de Universidad en el Departamento de Lingüística General e Hispánica de la Universidad de Zaragoza. Ha sido, además, Profesor Visitante en la Universidad Nacional de San Luis (Argentina). Su tra-yectoria investigadora se ha desenvuelto hasta la fecha en dos vertientes, principalmente. De una parte se ha ocupado de las relaciones entre la lengua y el género (lingüística feminista). De otra se ha adentrado en la teoría e historia de la lexico-grafía y en la historiografía lingüística, ámbitos en los que ha dedicado especial atención al espacio lingüístico aragonés.



Diseño sobre portada: Fernando Lasheras

© De la edición y estudio del original, José Luis Aliaga Jiménez

Publicación número 3142 de la Institución Fernando el Católico (Organismo autónomo de la Excma. Diputación de Zaragoza) Plaza de España, 2 E-50071 ZARAGOZA Tlf.: (34) 976 28 88 78/79 Fax.: (34) 976 28 88 69 ifc@dpz.es http://www.ifc.dpz.es Prensas Universitarias de Zaragoza Edificio de Ciencias Geológicas Pedro Cerbuna, 12 E-50009 ZARAGOZA puz@unizar.es © Gara d’Edizions Abda. Navarra, 8 E-50010 ZARAGOZA www.garadedizions.com gara@garadedizions.com Depósito Legal: Z-691-2012 I.S.B.N.: 978-84-8094-063-4 Impresión: Ino Reproducciones Impreso en Aragón-Printed in Aragon


LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO VEINTE VOL. 1. INÉDITOS, RAREZAS Y CARAS B

José Luis Aliaga Jiménez



LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO VEINTE VOL. 1. INÉDITOS, RAREZAS Y CARAS B

José Luis Aliaga Jiménez

Institución Fernando el Católico Prensas Universitarias de Zaragoza Gara d’Edizons Zaragoza, 2012



El interés que mantengo, respecto del discurso, no está dirigido tanto a la estructura lingüística que hace posible tal o cual serie de enunciaciones sino al hecho de que nosotros vivimos en un mundo en el cual ha habido cosas dichas. Estas cosas dichas, en su realidad misma de cosas dichas, no son, como tenemos demasiada tendencia a pensar a veces, una suerte de viento que pasa sin dejar huellas; ellas subsisten, y nosotros vivimos en un mundo que está todo tramado, todo entrelazado de discurso, es decir, de enunciados que han sido efectivamente pronunciados, de cosas que han sido dichas, de afirmaciones, interrogaciones, discusiones, etc., que se han ido sucediendo. En esa medida, no se puede disociar el mundo histórico en el cual vivimos de todos los elementos discursivos que han habitado este mundo y lo habitan aún. Michel Foucault



ÍNDICE Nota preliminar................................................................................................... 11 La cuestión de las lenguas de Aragón a comienzos del siglo veinte (1901-1917) ...................................................... 15 Las lenguas de Aragón en el contexto sociológico de la época .............................. ¿Qué se sabía del aragonés y del catalán de Aragón en torno a 1900? ................... Un silencio clamoroso: el catalán de Aragón ........................................................ Impericia y prejuicio. El imposible renacimiento del aragonés .............................. El problema de la lengua en las instituciones culturales de Aragón........................ Rebuscando en el pasado: la legitimación teórica del regionalismo lingüístico ............................................................................ Una ciencia exótica. Que la lingüística no te arruine una convicción sólida ..................................................................................... Nota final ............................................................................................................ Bibliografía.......................................................................................................... Ilustraciones ........................................................................................................

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Lenguas y academias en la prensa aragonesa (1901). A propósito de Cantas baturras de Gregorio García-Arista ........................ 105 El post scriptum de Cantas baturras, de Gregorio García-Arista ............................. 107 El Mercantil de Aragón ....................................................................................... 110 Diario de Zaragoza .............................................................................................. 112 Diario de Avisos de Zaragoza ............................................................................... 123 El Noticiero......................................................................................................... 137 Textos y testimonios sobre las lenguas de Aragón. Los Juegos Florales de Zaragoza (1901-1904) ............................................. 139 Colección anónima de voces aragonesas, presentada a los Juegos Florales de Zaragoza (1901)........................................................ 141 Colección de voces aragonesas, presentada a los Juegos Florales de de Zaragoza (1902). Mosen Alfredo Llatsé y Mompón ................. 147 Colección de voces alto-aragonesas, presentada a los Juegos Florales de Zaragoza (1903). Apéndice. Benito Coll y Altabás ............. 169 Colección de voces aragonesas, presentada a los Juegos Florales de Zaragoza (1903). Mora de Rubielos. Joaquín Villarroya Casanova ............. 171 9


Colección anónima de voces aragonesas, presentada a los Juegos Florales de Zaragoza (1904). La Almunia de Doña Godina ................. 185 Colección de refranes, modismos y frases usados en el Alto Aragón, presentada a los Juegos Florales de Zaragoza (1902). Benito Coll y Altabás ..................................................................................... 203 Nuevos documentos del Estudio de Filología de Aragón (1915-1917) ............ 271 La Memoria de 1919 ........................................................................................... 273 La Memoria de 1930 ........................................................................................... 278 Colección de voces de Barbastro (fragmento). Nicolás Santos de Otto y Escudero ................................................................. 281 Colección de voces de Berdún. Manuel Martínez .......................................................................................... 283 Colección de voces de Oliete y Alcaine. José María Ramos Loscertales ......................................................................... 285 Colección de voces aragonesas. Bienvenido Royán .......................................................................................... 287 Colecciones de voces de Valjunquera (fragmento). Gregorio Burgués Foz..................................................................................... 291 Colección de voces de Sádaba (Cinco Villas). Policarpo Núñez............................................................................................. 295 Colección de voces de Adahuesca. Mariano Supervía ........................................................................................... 299 Colección de voces del Bajo Aragón (Calanda). Miguel Sancho Izquierdo ............................................................................... 305 Colección de voces aragonesas (fragmento). Fernando de Juan y del Olmo ........................................................................ 311 «Introducción (fragmento)» a la Colección de voces del dialecto alto-aragonés, presentada a los Juegos Florales de Zaragoza (1902). Benito Coll y Altabás.............................. 343 Mapa de la Provincia de Huesca dividido en regiones filológicas, de Benito Coll Altabás (1902)

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NOTA PRELIMINAR Este primer volumen sobre Las lenguas de Aragón en el primer tercio del siglo veinte se circunscribe cronológicamente al periodo comprendido entre 1901 y 1917. En ese lapso temporal se gestaron los textos publicados aquí (en su mayoría, inéditos hasta la fecha; de singular rareza, algunos; y otros, complementarios de ediciones anteriores). Al analizarlos se ha colocado el foco de atención en su condición de valiosas piezas integrantes del continuo historiográfico sobre las lenguas de Aragón. Así, el estudio que precede al conjunto documental pretende poner de relieve que la historiografía lingüística aragonesa puede entenderse como un relato –fragmentario y en proceso de (de)construcción– cuyos constituyentes más o menos remotos, como los incorporados en los primeros años del siglo pasado, todavía se dejan oír nítidamente en el momento presente. Por ello, creemos que nuestro trabajo se presta a varias lecturas. En primer lugar, claro está, como investigación académica que saca a la luz un patrimonio de sobresaliente valor lingüístico y lo interpreta en su contexto histórico. El caudal filológico aragonés se enriquece así con un elenco de textos que se suman a los que se vienen conociendo en los últimos años y a otros de próxima aparición (Enguita, 2009). Tomados todos ellos en su conjunto, ofrecen la impresión de que la etapa inaugural de la filología aragonesa (Lagüéns, 1999: 174-176) resultó más productiva e intensa de lo que se sospechaba hasta hace pocos años. De otra parte, el contenido de este volumen conecta directamente con la controversia actual a propósito del estatuto sociolingüístico y la condición jurídica de las lenguas de Aragón. En el momento de escribir estas líneas se anuncia la inminente reforma de la Ley 10/2009, de 22 de diciembre, de uso, protección y promoción de las lenguas propias de Aragón, en suspenso de facto casi desde su promulgación y con muchas probabilidades de quedar desprovista de todo contenido efectivo. Y este, en esencia, no puede ser otro que el acceso del aragonés y del catalán de Aragón al espacio público. El carácter familiar y folklórico de una lengua nunca ha requerido sanción normativa alguna. La tramitación y posterior aprobación de la Ley 10/2009, así como la anunciada reforma, han hecho aflorar encontradas actitudes y creencias que, en algunos casos, poco tienen de novedoso. Muchas de ellas entroncan con una tradición secular de ideas lingüísticas premodernas y precientíficas recuperadas ahora por ciertos grupos sociológica y políticamente bien identificados, a pesar de que tales nociones parecían abocadas al olvido irremediable durante el primer tercio de la pasada centuria. Claro que la línea discursiva a la que aludimos incorpora ingredientes de cuño más reciente. Por ejemplo, en ella resulta clave el concepto de modalidad lingüística. En su formulación jurídica esta noción se contrapone a la de lengua, como se aprecia en la redacción del artículo 3 de la Constitución española de 1978 y en el articulado de los estatutos de autonomía de los que se ha dotado Aragón desde 1982. Puede presumirse que tras esa fórmula se esconde la voluntad bienintencionada del legislador de dar cobertura a la intervención 11


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institucional en escenarios muy dispares. Pero modalidad es un hiperónimo, esto es, un cajón de sastre terminológico que no puede ser más desafortunado desde el punto de vista de la planificación lingüística, habida cuenta de que, en la práctica, ha terminado amparando procesos de atomización dialectal y de secesionismo lingüístico. Por supuesto, la planificación de las lenguas y, en concreto, la planteada en Aragón puede objetarse haciendo uso de un discurso arraigado en los estándares científicos de la lingüística, de la sociología, etc. De hecho, algunos de mis colegas de profesión han articulado razonadas alegaciones con las que coincidimos a grandes rasgos, si bien nos parecen matizables en algunos puntos. Por ejemplo, una de las críticas más frecuentes suele dirigirse contra el llamado aragonés común o unificado, esto es, contra la variedad que en las últimas décadas algunas entidades culturales han propuesto –con discrepancias entre ellas, a veces– como norma supradialectal para los usos formales. Suele rechazarse este modelo por su desviación del habla real y por su carácter artificial o inventado, objeción esta que no nos parece totalmente justificada. Y no porque tales atributos no caractericen al aragonés común, sino porque todo corpus lingüístico planificado es intrínsecamente artificial, un producto elaborado, en definitiva, que difiere cualitativamente de los actos verbales concretos o, como señala Moreno Cabrera (2008: 52), de la lengua real, entendida como «población de competencias lingüísticas que constituyen un sistema adaptativo complejo». Dicho de otro modo, un proceso de codificación (ortografía, gramática, diccionario) de los dialectos altoaragoneses, tomados uno a uno, tampoco daría como resultado otras tantas lenguas naturales (más reales que el aragonés común) sino una pluralidad de estándares igualmente artificiales desde el punto de vista conceptual. De otra índole sería el juicio de idoneidad sobre la base lingüística que inspira la elaboración de un estándar concreto. Nótese cómo, en el caso del catalán de Aragón, quienes rehúsan la norma propuesta no alegan los mismos motivos que en el caso del aragonés común, sino la procedencia exógena de dicha norma. Sin embargo, la intervención fabriana en el catalán y, asimismo, la llevada a cabo por la Academia de la Lengua Vasca en el euskera también fueron impugnadas en su momento por su desconexión del habla real. Si esta propiedad no parece ahora problemática –o lo parece menos– se debe al grado de naturalización adquirido por el catalán y el euskera normativos tras un largo periodo en el que, expresado en términos sociolingüísticos, la planificación del estatus de la lengua ha rendido sus frutos. Quizá no sea improcedente recordar al respecto que, en lo que atañe al español –una de las lenguas más codificadas del mundo–, la naturalización del estándar culto ha alcanzado las cotas más elevadas. De modo que el constructo sociocultural, de dilatada trayectoria histórica, que responde por los nombres de ideal de lengua, lengua normativa, lengua estándar, norma culta, etc., se ha amalgamado casi por completo con la idea del español como lengua natural (Lara, 1991), y no solo entre hablantes no especialistas. En suma, un proyecto de codificación idiomática no resulta rechazable por constar de un conjunto de reglas estables y prefijadas que parecen no corresponderse con una lengua natural, a no ser que se rechace la noción misma de codificación y, por lo tanto, de planificación lingüística. Si se admite la legitimidad de la intervención social en la 12


Las lenguas de Aragón en el primer tercio del siglo veinte. Vol. 1

lengua, cabe cuestionar entonces el encaje de una lengua estándar en unas circunstancias específicas. Y es ahí donde, a nuestro juicio, el aragonés se enfrenta a serios inconvenientes, reveladores, a su vez, de acusadas diferencias respecto de otras experiencias planificadoras más o menos cercanas. Y es que, aun disponiendo de un apoyo institucional decidido –y está por ver que esto ocurra–, la extrema fragilidad del sustento demográfico del aragonés permite vaticinar consecuencias negativas en las adhesiones (lealtad lingüística) que pueda suscitar una variedad codificada, sea esta el aragonés común o un hipotético estándar cheso o ribagorzano, pongamos por caso. Porque la aceptación social de un estándar depende del éxito final de un prolongado proceso de naturalización, el cual requiere, a su vez, una masa crítica suficiente, justo la que no tiene el aragonés. De lo que se viene apuntando se desprenden algunas preguntas relevantes que, creemos, no han obtenido todavía una respuesta satisfactoria. Por ejemplo, ¿qué predicciones pueden realizarse sobre el futuro de una lengua que, como el aragonés, se halla posiblemente muy por debajo del umbral demográfico de viabilidad que permite augurar de manera realista el éxito de una planificación lingüística? ¿Es pertinente en Aragón una política lingüística basada en la ideología monoglósica típica de las sociedades occidentales cuando todos los indicios apuntan, más bien, a comportamientos verbales generalmente heteroglósicos (Del Valle, 2000) y articulados de manera compleja con la identidad social e individual (Espluga y Capdevila, 1995)? Estas objeciones –y otras que, como se ha dicho, han planteado con rigor varios estudios– podrían haberse atendido en un escenario sociopolítico en el que las ciencias del lenguaje merecieran alguna estima entre quienes tienen a su cargo la acción pública. Según tendremos ocasión de mostrar, en este punto asoman también llamativas coincidencias entre el panorama actual y el de la etapa a la que atendemos en el resto del trabajo. Todo lo que venimos diciendo se inscribe en un horizonte de intelección que podríamos denominar clásico u ortodoxo, si se tienen en cuenta los paradigmas interpretativos más habituales de la historiografía y la sociolingüística. Pero las lenguas de Aragón y los múltiples discursos que las configuran se prestan a otras aproximaciones inexploradas, hasta donde sabemos. En este sentido, el análisis de la frontera (lingüística, cultural, etc.) podría abordarse en el marco de algunos desarrollos recientes del pensamiento crítico posmoderno para profundizar en sus valores simbólicos positivos y en su capacidad de generar identidades difusas refractarias al dualismo opositivo. Así, desde una perspectiva histórica, serían útiles algunos de los testimonios manejados en este volumen, como los de Joaquín Costa o de Jean-Joseph Saroïhandy, de cuyos trabajos puede deducirse un acercamiento al espacio fronterizo en cuanto territorio abierto, dinámico y de encuentro. En relación con lo anterior, también merecería la pena reflexionar sobre el espacio lingüístico aragonés a partir de la noción de hibrididad (Gugenberger, 2008) que pone sobre la mesa la superación de las dicotomías entre culturas, lenguas, etc., concebidas por contraposición («o esto o aquello») y su sustitución por la lógica del contacto, el mesticismo y el hibridismo («tanto esto como aquello»). Claro que, dada la correlación de fuerzas, la ruptura con la comprensión de las lenguas como sistemas cerrados e incontaminados debería conjugarse forzosamente con el análisis de las formas en que afecta a Aragón la 13


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glotopolítica del español (Del Valle, 2007). En relación con este último aspecto no faltan testimonios aprovechables del pasado que esgrimimos en nuestro estudio. Agradecemos muy sinceramente al Colegio Mayor Miraflores, depositario del Legado de Juan Moneva, el permiso para la publicación de la serie de documentos que forman parte de la citada colección y cuya procedencia indicamos en el lugar correspondiente. Zaragoza, enero de 2012 José Luis Aliaga Jiménez Universidad de Zaragoza

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LA CUESTIÓN DE LAS LENGUAS DE ARAGÓN A COMIENZOS DEL SIGLO VEINTE (1901-1917)



Es un fenómeno conocido que, en Cataluña, el devenir de la lengua catalana se entrecruza con el nacimiento del regionalismo y el nacionalismo político contemporáneo durante la Renaixença. Si esto sucedió en el territorio fronterizo con Aragón desde mediados del siglo diecinueve y cobró fuerza, en particular, durante el último tercio de esa centuria, ¿por qué en Aragón, a propósito del aragonés, no es posible describir nada similar hasta un siglo después? ¿Por qué el catalán de Aragón no ha suscitado apenas sentimientos identitarios autóctonos? Es más, ¿por qué se ha negado de modo tan férreo, contra toda evidencia lingüística, la filiación catalana de las hablas orientales de Aragón? En todo caso, en el primer tercio del siglo veinte, ¿se articuló en Aragón algún tipo de relación sociopolítica identitaria, de componente lingüístico, con el territorio? ¿Cómo debe interpretarse el hecho de que, tras un siglo de ciencia lingüística, las posturas políticas conservadoras –regionalistas y españolistas– a propósito de las lenguas de Aragón se asemejen tanto a las expresadas ya en 1901? ¿Cómo explicar que en los Juegos Florales de Zaragoza, entre 1901 y 1905, la intelectualidad aragonesa convoque premios literarios para obras redactadas en asturiano y, al mismo tiempo, ignore (o niegue) la presencia en el Alto Aragón de una variedad románica diferenciada del castellano? Y, si observamos el panorama algunas décadas después, ¿en qué términos (de cultura lingüística) es posible explicar que el mismo año en que se publica una obra clave de la filología aragonesa, como es El dialecto aragonés (Alvar, 1953), vea la luz una antología de textos en la que el mismo sintagma –dialecto aragonés– todavía se identifica con el habla baturra de la literatura costumbrista (Sánchez Pérez, 1953: 12)? Los textos y materiales que se editan aquí atesoran, sin duda, un sobresaliente valor documental y filológico. Pero también contribuyen a comprender los motivos por los que, enfocada la situación en términos sociolingüísticos –de política y planificación lingüística– los principios y planteamientos manejados públicamente en el Aragón del primer tercio del siglo veinte distaron tanto de los que emergieron en el ámbito catalanohablante –en Cataluña, en particular–, en el País Vasco, en Galicia e, incluso, en Asturias. Y en este estudio introductorio nos vamos a detener, en particular, en la interpretación de las informaciones historiográficas y sociolingüísticas de los textos que integran la edición. Damos a conocer en este trabajo el primer volumen de los dos que hemos previsto dedicar a la recuperación de un conjunto de documentos y testimonios bajo el rótulo de Las lenguas de Aragón en el primer tercio del siglo veinte. Ciertamente, el aragonés, el catalán y el castellano de Aragón asoman en ellos en una proporción muy dispar, circunstancia que por sí sola es sintomática de la desigual proyección pública de que gozaron en el Aragón de la época. En lo que sigue trataremos de mostrar cómo, para las elites zaragozanas que controlaban el escenario cultural y político regional en los primeros lustros del siglo pasado, las hablas altoaragonesas eran, como tales, poco menos que desconocidas y el catalán de Aragón, a lo sumo, una realidad incómoda cuya sola mención parecía vedada. En cambio, la intelectualidad zaragozana creyó encontrar en el castellano de Aragón (o, en palabras de García-Arista, en la variedad aragonesa de la lengua española) el sustento idiomático, imprescindible en pleno auge de los nacionalismos de 17


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corte lingüístico, en torno al cual apuntalar su particular versión de la identidad regional. En este panorama hay que contar, además, con la figura de Juan Moneva y Puyol, que planea durante todo el periodo del que nos ocupamos. El singular imaginario lingüístico de Moneva y su concreción en el Estudio de Filología de Aragón condicionó, en buena medida, las posibilidades de que el espacio lingüístico aragonés fuera pensado sobre la base de criterios alternativos. La animada polémica periodística que rescatamos del olvido en el segundo apartado (en particular, la canalizada en el Diario de Avisos) se desató a raíz de unas palabras de Gregorio García-Arista que, al parecer, sonaron originales en los oídos sus coetáneos, como advierte Mariano Urbano en el Diario de Zaragoza el 25 de octubre de 1901. Así, a juzgar por las reseñas de Cantas baturras, nadie reparó en que las provocadoras afirmaciones de GarcíaArista sobre el lenguaje aragonés (léase, castellano regional) llevaban varios siglos circulando en textos literarios y eruditos. Conceptos tales como el casticismo del habla regional y la cercanía de esta a su origen latino; o como el nacimiento y desarrollo simultáneo (no derivado, por lo tanto) del castellano y de la lengua hablada en Aragón pueden rastrearse desde el siglo dieciséis (Monge, 1992-93 [1951] y Aliaga Jiménez, 1994). A pesar de su vasto bagaje cultural y académico, García-Arista se manifiesta en esta materia, en 1901, como un epígono del siglo diecinueve. Sus observaciones impresionistas enlazan de manera mucho más clara con el discurso precientífico de Jerónimo Borao que con las descripciones de Jean-Joseph Saroïhandy o, incluso, con las anteriores de Joaquín Costa. La controversia en la prensa zaragozana alcanza el momento de mayor enjundia, a nuestro juicio, con la intervención de Alfredo Llatsé en el Diario de Avisos y su iniciativa de constituir una Academia para las hablas aragonesas. Al debate en el mismo periódico se suman entonces las voces de José Valenzuela La Rosa, Jorge Roqués, Juan Moneva y otro polemista cuya identidad no hemos logrado averiguar (firma con las iniciales I. A. L.), quien nos regala un divertido artículo, de tono jocoso e irónico a la par que erudito. De modo paralelo, las Cantas baturras de García-Arista son objeto de una reseña en El Mercantil de Aragón, firmada con el seudónimo de «Espátula» y de una serie de cinco artículos en el Diario de Zaragoza a cargo de Mariano Urbano Lanaspa1. En su conjunto forman el cuadro completo de las reacciones que suscitó la aparición de Cantas baturras (y, más concretamente, de su post scriptum) en la prensa aragonesa, en los últimos meses de 1901. Con los anteriores artículos se relacionan indirectamente los dos que estampó 1 Algunos de los comentaristas de Cantas baturras son sobradamente conocidos. Es el caso, desde luego, de Juan Moneva y Puyol (1871-1951), cuya trayectoria vital puede seguirse en las monografías promovidas por su discípulo, Luis Horno Liria (1983a y 1983b), en el homenaje académico que se le dedicó (VV. AA., 1954) o en sus memorias póstumas (Moneva, 1952). Su pensamiento lingüístico y su contribución al estudio de las hablas aragonesas se recoge, en particular, en Aliaga Jiménez y Benítez Marco (2011). Por su parte, José Valenzuela La Rosa (1878-1957) fue un destacado abogado, político y periodista aragonés (dirigió Heraldo de Aragón entre 1906 y 1916) y, por lo que afecta más directamente a este trabajo, un observador del habla regional premiado en los Juegos Florales de 1901 por su colección de voces aragonesas (en coautoría con Luis V. López Puyoles). En la misma edición fue premiado Alfredo Llatsé Mompón, sacerdote y profesor de francés en el Ateneo de Zaragoza, del que pocas noticias más nos han llegado. Volvió a concurrir a los Juegos Florales de 1902 con una aportación lexicográfica, inédita hasta la fecha, que forma parte de este volumen. No nos constan obras de índole lingüística debidas a Mariano Urbano Lanaspa (1877-1960) o a Jorge Roqués González. El primero fue un periodista de dilatada trayectoria que también publicó, con escasa fortuna, alguna novela costumbrista. No corrieron mejor suerte las obritas teatrales de Jorge Roqués. En cuanto al itinerario vital, profesional y literario del turiasonense Gregorio García-Arista Rivera (1866-1946) nos remitimos a las notas biográficas contenidas en un trabajo reciente (Enguita, 2009). Recordaremos aquí únicamente su condición de doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Central de Madrid, donde fue discípulo de Marcelino Menéndez Pelayo, y de funcionario de carrera, como bibliotecario en la Universidad de Zaragoza. Pero sus facetas más conocidas tienen que ver con su activa presencia en la vida cultural zaragozana y española, como periodista y, claro está, como literato y figura destacada del baturrismo.

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por las mismas fechas otro diario zaragozano (El Noticiero), sin firma el primero de ellos y escrito bajo seudónimo el segundo («Juan Vulgar»). Ambos se hacen eco de la iniciativa puesta en marcha por Antoni M.ª Alcover en Mallorca para conseguir la compilación léxica integral del dominio catalán, empresa que se observa como estímulo y ejemplo para dar continuidad al proyecto lexicográfico gestado en los Juegos Florales zaragozanos desde 1901. De los certámenes floralistas de Zaragoza proceden, precisamente, los documentos editados en el siguiente apartado, fechados entre 1901 y 1904 y conservados en el legado de Juan Moneva y Puyol. Todos ellos han permanecido inéditos hasta la fecha, si se exceptúa la porción de voces y refranes de estos repertorios que pasaron a integrar el Vocabulario de Aragón (Aliaga Jiménez, 2004). La colección anónima de 1901, con casi trescientos artículos, se presentó al mismo certamen de los Juegos Florales en que resultaron premiadas las contribuciones de Benito Coll Altabás (1902a), de Alfredo Llatsé (1902a) y Luis López Puyoles y José Valenzuela La Rosa (1902)2. Son más de setecientas entradas las que aporta Alfredo Llatsé en su colección de 19023. Con todo, merece la pena subrayar el interés historiográfico del prólogo que la encabeza, habida cuenta de la escasez de testimonios similares en la época. Sumados a este preámbulo de 1902 el artículo del Diario de Avisos y el prólogo de 1901, Alfredo Llatsé aporta un considerable caudal de noticias con las que tasar las ideas que sobre el espacio lingüístico aragonés circulaban entre la burguesía ilustrada en el cambio de siglo. Por su parte, Joaquín Villarroya Casanova contribuye en los Juegos de 1903 con una cifra superior a los cuatrocientos artículos lexicográficos, resultado de sus pesquisas en Mora de Rubielos. El manuscrito ha llegado hasta nosotros sin firmar, tal como se presentó al certamen, pero ha sido posible identificar al autor gracias a la referencia que aporta Soria Andreu (1995: 95, n. 209) sobre la autoría escondida tras la cita latina de la primera página4. Al igual que el fechado en 1901 es también anónimo el repertorio léxico de La Almunia de Doña Godina, distinguido con una mención honorífica en los Juegos de 1904 (Soria Andreu, 2 Estas últimas se reunieron en una publicación al año siguiente (El Diccionario aragonés. Colección de voces para su formación, Zaragoza, Imprenta del Hospicio Provincial, 1902; reedición en López Susín, 2009). Pero si bien la compilación de Coll (Colección de voces usadas en La Litera) y la de López Puyoles y Valenzuela La Rosa (Colección de voces de uso en Aragón) se imprimieron en su integridad (preámbulos y léxico), de la aportación de Llatsé solo se editó el prólogo. El léxico propiamente dicho permaneció inédito y, al parecer, extraviado irremediablemente. Hay que descartar por completo que la colección de 1901 editada en este volumen y enviada a los Juegos bajo el lema «Virgilio», sea la misma que elaboró Alfredo Llatsé, quien presentó la suya con el lema «La lengua castellana está compuesta de avenidas de otras lenguas o dialectos». Aparte de las mencionadas, todavía se presentó una quinta colección lexicográfica al certamen de 1901, asimismo extraviada, bajo el rótulo «Pa tú y pa mí». Se reproducen más abajo las ilustraciones en las que se lee tanto la relación de obras presentadas como el fallo del jurado de los Juegos Florales de 1901. El documento original del que proceden las ilustraciones se conserva en el legado de Moneva y Puyol. 3 En la portada del manuscrito una mano ajena ha añadido el nombre de Llatsé. No hay motivos para dudar de la autoría porque, en efecto, Llatsé presentó una colección al concurso de 1902, en el que obtuvo una mención honorífica, como el año anterior (Soria Andreu, 1995: 86, n. 187) y porque la disertación que la precede contiene claras concomitancias con el prólogo de Llatsé, de 1901, al que nos referimos en la nota anterior (Llatsé, 1902a). Por otro lado, el texto de Llatsé de 1902 presenta anotaciones posteriores y atribuibles, con toda seguridad, a su paso por el Estudio de Filología de Aragón, entidad que dispuso de él como indicamos más abajo. Las adiciones –básicamente localizaciones geográficas superpuestas a las ya aportadas por Llatsé– las hemos señalado con un asterisco en nuestra edición. Véase un ejemplo en la ilustración correspondiente. 4 Joaquín Villarroya eligió un breve texto en latín (Feci quod potui; faciant maiora potentes) como lema identificativo de su contribución. Poco más se sabe de este autor. Era natural de Épila (Zaragoza) y maestro de escuela. Probablemente se encontraba ejerciendo su profesión en Mora de Rubielos (en el prólogo advierte que no ha nacido en la provincia de Teruel) desde donde se trasladó a la Escuela superior de Tudela, en 1903.

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1995: 97, n. 215). Consta de unas cuatrocientas cincuenta entradas pero, como sucede con la aportación de Llatsé, también sobresale en este manuscrito el breve y enjundioso ensayo sobre el estatuto lingüístico del habla de Aragón. Mención aparte requiere la fenomenal contribución del abogado literano Benito Coll Altabás (Binéfar, 1858-1930) quien, en otras circunstancias sociopolíticas algo más propicias, podría haber representado respecto del aragonés un papel similar al desempeñado por A. M.ª Alcover para el catalán5. En cambio, su labor se asemeja mucho más claramente a la de Juan Junquera Huergo, autor de una Gramática asturiana fechada en 1869, pero inédita hasta 19916. Coll Altabás nos proporciona en sus trabajos algunos de los escasos y valiosos testimonios que, a principios del siglo veinte, se ocupan con conocimiento de causa y lucidez de la realidad trilingüe de Aragón. Merece la pena recapitular y dar cuenta, siquiera con brevedad, de la significativa aportación al aragonés de Benito Coll y situar en su preciso contexto la que aquí se edita por vez primera. Ya se ha mencionado la Colección de voces usadas en La Litera, con la que obtuvo el premio en los Juegos de 1901, cuya publicación (Coll Altabás, 1902a) mereció una reseña muy favorable de Ramón Menéndez Pidal (1903). Poco antes –al menos entre diciembre de 1901 y mayo de 1902 (Viudas Camarasa, 1983)– se había carteado con el propio Menéndez Pidal, catedrático ya por entonces de la Universidad Central de Madrid, quien solicitó el auxilio de Coll para recabar datos lingüísticos del Alto Aragón. Benito Coll obtuvo tres premios más en los Juegos Florales (Soria Andreu, 1995: 86, n. 187 y 95, n. 209). En 1902, por partida doble en temas diferentes, con su Colección de voces del dialecto alto-aragonés y con la Colección de refranes, modismos y frases usados en el Alto-Aragón; y en 1903 con la Colección de voces alto-aragonesas. En cuanto tales, estos tres manuscritos han permanecido inéditos hasta la fecha7. En este volumen hemos incluido la compilación de refranes y modismos de 1902 (mil trescientas entradas), el apéndice de la colección de voces de 1903 (treinta artículos adicionales) y el mapa geolingüístico de Huesca, integrado en la Colección de voces del dialecto alto-aragonés (1902). La razón de ello es que las colecciones de voces de 1902 y de 1903 ya fueron publicadas por el Estudio de Filología de Aragón, por entregas, en el Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza entre 1918 y 19238. En cambio, la colección de refranes nunca se imprimió; además, el 5 La impronta zaragozana del regionalismo literario aragonés se hace patente en la omisión de Benito Coll de la nómina de intelectuales invitados por el Diario de Avisos a polemizar sobre las ideas lingüísticas de García-Arista. En el artículo del 25 de noviembre de 1901 se solicita la colaboración de, entre otros, J. Valenzuela y A. Llatsé por haber sido «premiados en los recientes Juegos Florales», certamen en el que B. Coll superó a ambos con la obtención del único premio previsto en las bases (A. Llatsé, de una parte, y J. Valenzuela y L. V. López Puyoles, de otra, recibieron sendas menciones honoríficas). A la figura de Benito Coll se le ha dedicado recientemente alguna atención (Romeu, 2010). 6 Se trata de una de las múltiples concomitancias en el devenir histórico del asturiano y del aragonés, a las que tendremos ocasión de volver durante el desarrollo de este estudio. La Gramática asturiana se encontraba depositada en la biblioteca de la Fundación Menéndez Pidal, junto con dos manuscritos lexicográficos de Junquera Huergo. Todos ellos llegaron a manos de Ramón Menéndez Pidal en 1909, remitidos por Bernardo Acevedo (Junquera Huergo, 1991 [1869]). 7 Todos ellos se han conservado en el legado de Moneva y Puyol. Fueron aprovechados por el Estudio de Filología de Aragón y, parcialmente, volcados en el Vocabulario de Aragón (Aliaga Jiménez, 2004). Benito Coll conservó, al parecer, una copia de todos ellos en su biblioteca particular, a tenor de la noticia que proporciona Viudas Camarasa (1983: 23). 8 Aunque no fueron dadas a conocer para los estudios dialectales hasta la edición de Aliaga Jiménez y Arnal Purroy (1999), ya que no constan referencias bibliográficas que las citen antes de esa fecha. El Estudio de Filología de Aragón cambió el título de las colecciones y renombró la fechada en 1902 como «Colección de voces aragonesas. Tomo II» y la datada en 1903 como «Colección de voces aragonesas. Tomo I». No es esta la única discrepancia entre los manuscritos originales de Benito Coll y la edición del Estudio de Filología de Aragón (y, por lo tanto, entre aquellos y la reedición de Aliaga Jiménez y Arnal Purroy, 1999). Pueden apreciarse otras diferencias, no muy cuantiosas quizá, pero significativas, como

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Estudio de Filología de Aragón (EFA) omitió el apéndice que completa el inventario de 1903 en las entregas del Boletín zaragozano y pospuso la estampación del mapa filológico altoaragonés hasta la publicación del Diccionario aragonés9, el proyecto emblemático del EFA. No cabe duda sobre la relevancia lingüística de este singular documento. Se trata, salvo error por nuestra parte, de la primera muestra, propiamente dicha, de cartografía lingüística de Aragón y, muy probablemente, de la Península Ibérica. Y Benito Coll la llevó a cabo en una fecha bien significativa: el mismo año de 1902 en que Jules Gilliéron, fundador de la geografía lingüística, dio a la imprenta el tomo inaugural del primer atlas lingüístico, el Atlas linguistique de la France10. Todos los textos que agrupamos en el apartado cuarto comparten su vinculación al Estudio de Filología de Aragón11. Esta institución publicó en sendos fascículos las memorias de las actividades desarrolladas durante 1915 y 1916, sus dos primeros años de andadura (EFA, 1916 y 1917). Al igual que las ahora editadas, fueron redactadas por Moneva y Puyol y proporcionan informaciones valiosas sobre los trabajos, fines y aspiraciones de la entidad. La primera de las incluidas en este volumen (EFA, 1919) se hace eco, en esencia, de las labores desempeñadas por el Estudio desde octubre de 1916 hasta diciembre de 1919. La otra memoria (EFA, 1930) contiene una apretada síntesis de la trayectoria del Estudio desde su creación, en 1915, hasta padecer la primera suspensión, en 1925, por parte de la Diputación nombrada durante la dictadura de Primo de Rivera. Este informe de 1930 sirvió para poner al corriente a la Diputación de Zaragoza, renovada tras la caída del dictador, de los logros de la primera etapa del EFA y de las necesidades futuras de la entidad. Pero los planes para retomar los proyectos inacabados y acometer otros nuevos se vinieron abajo con la proclamación de la Segunda República, que trajo consigo una nueva mudanza de cargos en la Diputación en 1931 y la supresión irreversible del Estudio. El resto de documentos contienen repertorios lexicográficos inéditos12, salvo en el caso de la colección de Fernando de Juan y del Olmo, que se imprimió en el Boletín de la Asociación de Labradores de Zaragoza13. En cuanto a la extracción lingüística del léxico, pusimos de relieve en Aliaga Jiménez y Benítez Marco (2011: 21-22). Todo ello aconseja una edición de la Colección de voces del dialecto alto-aragonés (1902) y de la Colección de voces alto-aragonesas (1903) a partir de los manuscritos originales. 9 Así se lee en una nota añadida por el Estudio de Filología de Aragón (por Moneva y Puyol, en realidad) al prólogo de la «Colección de voces aragonesas. Tomo II» (vid. Aliaga Jiménez y Arnal Purroy, 1999: 91). No obstante, Moneva había planeado en un principio la publicación del mapa en el Boletín, junto con la colección de 1902, según se lee en la Memoria del EFA de 1919, editada aquí. Por otro lado, en el estudio de Aliaga Jiménez y Arnal Purroy (1999: 31), a partir de los datos ofrecidos por Coll, se bosquejó una reconstrucción del mapa, que resultó bastante aproximada, salvo en lo referido al cuadrante noroeste de la provincia, para el que Coll no ofrecía, al parecer, límites dialectales. Ahora sabemos que esta zona quedaba incluida en el Sobrarbe, que lingüísticamente se extendía, para Benito Coll, desde el río Cinca hasta la frontera noroccidental de Huesca con Navarra y Zaragoza. 10 A juzgar por el contenido de una de las misivas de Menéndez Pidal (circa enero de 1902) Benito Coll le hizo llegar una copia de este mapa u otro plano similar (Viudas Camarasa, 1983: 237). El fragmento textual que precede a nuestra edición del mapa ha sido transcrito directamente del manuscrito original, esto es, del prólogo de la Colección de voces del dialecto alto-aragonés (1902). Ello nos ha permitido subsanar algunas erratas y rectificar otras diferencias textuales entre el manuscrito y la versión de Aliaga Jiménez y Arnal Purroy (1999) basada, como se ha indicado, en la del Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza. 11 Las dos Memorias de actividades del EFA se encuentran depositadas en el Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza. Las colecciones de voces han sido editadas a partir de los originales custodiados en el legado de Juan Moneva y Puyol. 12 No han visto la luz en cuanto tales documentos, aunque el léxico que encierran fue aprovechado en parte para la redacción del Vocabulario de Aragón (Aliaga Jiménez, 2004). 13 De las colecciones que fueron editadas provisionalmente por el Estudio de Filología de Aragón para conoci-

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predominan los materiales entresacados del castellano regional de Aragón. Así ocurre con los acopiados por Fernando de Juan, que en su conjunto carecen de adscripción geográfica, aunque menudea la localización de acepciones en La Almunia de Doña Godina. El breve fragmento anónimo que precede al resto de colecciones pertenece, con toda seguridad, a Nicolás Santos de Otto y Escudero, habitual colaborador del EFA, que aportó voces de Barbastro14. Por su parte, dos consejeros del Estudio cooperaron con voces de localidades turolenses de habla castellano-aragonesa. Se trata de José M.ª Ramos Loscertales y su colección de Oliete y Alcaine y de Miguel Sancho Izquierdo y su contribución sobre el léxico de Calanda15. Con el mismo ámbito dialectal castellanoaragonés, ya en la provincia de Zaragoza, se relaciona la aportación de Policarpo Núñez sobre el habla de Sádaba (Cinco Villas). Los rasgos lingüísticos vinculados al aragonés patrimonial aparecen con más frecuencia en el léxico de Adahuesca (Somontano de Barbastro) recopilado por Mariano Supervía. Pero, por lo que nos revela este repertorio, el habla de dicha localidad, en 1916, no forma parte ya del romance autóctono. En cambio, de la breve pero relevante aportación de Manuel Martínez sobre Berdún emerge una variedad de filiación claramente altoaragonesa, como confirma el excepcional testimonio lingüístico de la nota manuscrita que M. Martínez le dirige a Moneva. Algo parecido puede afirmarse de la mayor parte de la colección remitida al EFA por Bienvenido Royán, que deja entrever una variedad de aragonés, localizada en Loarre, relativamente ajena, a juzgar por los datos que aporta, a la interferencia del castellano16. En este conjunto de manuscritos debe destacarse, finalmente, la presencia de una muestra del catalán de Aragón, concretamente de Valjunquera, aportada por Gregorio Burgués Foz17. miento público, la de Fernando de Juan y del Olmo fue la única que no apareció en un boletín oficial y, asimismo, la única cuyo contenido resultaba desconocido para la bibliografía especializada hasta la presente edición. Ignoramos si se conserva otra copia distinta de la empleada en este trabajo. Tampoco nos consta que su contenido se haya descrito en otra investigación. Los materiales de Fernando de Juan se imprimieron en el Boletín de la Asociación de Labradores de Zaragoza, dirigido por Eugenio Lascorz y Labastida (la Asociación estaba presidida por Francisco Bernad y Partagás). Esta revista distribuyó doce entregas de la Colección de voces aragonesas de Fernando de Juan, en sendos cuadernillos mensuales, durante los meses de octubre y noviembre de 1916 y desde enero a noviembre de 1917, excepto en el mes de mayo. Quedó inconclusa al llegar a la entrada merar. Sobre la edición y reedición de las otras colecciones divulgadas por el EFA en los boletines oficiales de Zaragoza y Huesca, véase Aliaga Jiménez y Benítez Marco (2011: 62-63, n. 88). 14 No ha resultado difícil determinar la autoría de este fragmento a partir de su cotejo con los datos proporcionados por el Vocabulario de Aragón (Aliaga Jiménez, 2004) y los Libros diarios de trabajo del Estudio de Filología de Aragón (Aliaga Jiménez y Benítez Marco, 2011). 15 En el manuscrito de la colección de M. Sancho Izquierdo el copista del EFA ha tachado algunas entradas, que transcribimos precedidas de un asterisco. En el interior de algunos artículos ha suprimido también informaciones parciales que aquí encerramos entre comillas angulares simples (< >). 16 En la documentación del EFA no consta que Bienvenido Royán contribuyese con otros materiales o con los «estudios concienzudos» a los que alude en la nota de acompañamiento inserta en su colección. Puede presumirse que manejaba algunos rudimentos de lingüística o, cuando menos, de fonética. Y al mismo tiempo que él mismo no era hablante de aragonés. Véanse las entradas xartica o xo, xis. 17 En cuanto a la biografía de los autores, son bien conocidas las trayectorias de Miguel Sancho Izquierdo (18901988) y José M.ª Ramos Loscertales (1890-1956). El primero, natural de Calanda, fue catedrático de derecho en la Universidad de Zaragoza, de la que también fue rector durante el franquismo, y mantuvo durante toda su vida una destacada actividad política. Por su parte, Ramos Loscertales, nacido en Zaragoza, desempeñó la cátedra de Historia de España en la Universidad de Salamanca y asimismo fue rector de dicha universidad, cargo del que dimitió tras la proclamación de la Segunda República. Igualmente estuvo vinculado a varias universidades, como catedrático de derecho, el barbastrense Nicolás Santos de Otto y Escudero (1886-1955), quien, además, desempeñó diversos cargos políticos y de representación social. Nos constan muchas menos noticias del resto de colaboradores. Por ejemplo, sabemos que Gregorio Burgués Foz, natural de Valjunquera, fue magistrado de tribunales en varias ciudades españolas. Su esposa, Felipa Molins, fue también colaboradora externa del EFA, al igual que Pilar Rebullida, consorte de Miguel Sancho Izquierdo (Benítez Marco, 2010).

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A diferencia de los manuscritos procedentes de los Juegos Florales, conservados en su redacción original, algunos de los emanados del Estudio de Filología de Aragón nos han llegado a través de una copia transcrita por uno o varios redactores del EFA, lo que se corresponde con lo que sabemos del procedimiento seguido en su taller lexicográfico. Los Libros diarios de trabajos del Estudio informan con cierto detalle de cómo las colecciones se transcribían en pliegos sueltos a partir de las papeletas cumplimentadas por los colaboradores y facilitadas a estos previamente por el EFA (Aliaga Jiménez y Benítez Marco, 2011). Esta labor tenía por objeto salvaguardar las cédulas originales en el fichero y, de paso, allanar el camino para la reproducción de las colecciones en los boletines oficiales. De los repertorios manuscritos del EFA editados en este volumen, son originales los de Bienvenido Royán, Manuel Martínez, José M.ª Ramos Loscertales y Policarpo Núñez (que firma con el anagrama Opracilop); a un copista debemos, pues, la transmisión de las recopilaciones de Nicolás Santos de Otto, Miguel Sancho Izquierdo, Gregorio Burgués y Mariano Supervía18. Creemos que la condensada presentación del contenido de este volumen viene a explicar el subtítulo elegido (Inéditos, rarezas y caras B), que tomamos en préstamo, como se habrá advertido, de la terminología aplicada a ciertas producciones discográficas. Con ello se quiere poner de relieve, por un lado, el carácter singular –casi de coleccionista y raro, en definitiva– de la mayoría de los documentos editados aquí. De otra parte, permite subrayar su faceta –su lado o cara– complementaria respecto de contribuciones anteriores19. Y, claro está, el epígrafe puntualiza el hecho de que buena parte de los textos se llevan a la imprenta, por primera vez, en la presente edición. Las lenguas de Aragón en el contexto sociológico de la época Dado que si prescindimos de matices, la reflexión lingüística en Occidente hunde sus orígenes en la Antigüedad clásica, en cada etapa de esta disciplina, como de cualquier otra, es posible señalar hitos, ideas dominantes, o figuras destacadas. Con todo, no parece exagerado afirmar que el primer tercio del siglo veinte es un periodo crucial para comprender el devenir posterior de las lenguas de Aragón (y, en general, de las lenguas minoritarias de España). En lo referido, concretamente, al aragonés y al catalán de Aragón se inaugura, durante los años indicados, un acercamiento propiamente científico, no sin vacilaciones y prolongados periodos con escasas novedades. Al mismo tiempo, en De Bienvenido Royán conocemos únicamente el dato que él mismo facilita (cura de Used, Arcipreste de Daroca). Y Manuel Martínez, natural de Berdún, es el médico de Canfranc cuando despacha su contribución en octubre de 1915. Existe algún indicio de que Fernando de Juan era natural de La Almunia de Doña Godina. El nombre de esta localidad se cita varias veces en su colección y, además, existe (o existió) una fundación con el nombre de Fernando de Juan y del Olmo, radicada en la mencionada localidad. Por último, no podemos aportar ningún dato biográfico de Policarpo Núñez ni de Mariano Supervía. No hay indicios de que este último, natural de Adahuesca, guarde relación con el obispo de Huesca, del mismo nombre, nacido en Tauste. 18 Hay que notar que algunas copias se han conservado fragmentariamente, como la de Nicolás Santos de Otto y la de Gregorio Burgués, al igual que ocurrió con la impresa de Fernando de Juan. En total componen un más que notable corpus lexicográfico en el que sobresale el concurso de Fernando de Juan (mil trescientos artículos). Alrededor de doscientas cincuenta entradas pueden leerse en los catálogos de Miguel Sancho Izquierdo y Gregorio Burgués Foz, y doscientas en el de Mariano Supervía. Menos cuantiosas son las compilaciones de Policarpo Núñez y José M.ª Ramos Loscertales (cincuenta y cuatro entradas, cada una) y las de Nicolás Santos de Otto, Manuel Martínez y Bienvenido Royán, cuyos textos acogen, en su conjunto, unos cien lemas. 19 Pueden verse, al respecto, Aliaga Jiménez (1998, 1999-2000 y 2004); Aliaga Jiménez y Arnal Purroy (1999); Aliaga Jiménez y Benítez Marco (2011) y Benítez Marco (2010).

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esa época y considerada la cuestión en el contexto peninsular, el aragonés y el catalán de Aragón vivieron una etapa clave para su implantación social, esto es, en relación con la posibilidad de haber adquirido (o de haber recuperado, si se vuelve la mirada al pasado medieval) un estatuto sociolingüístico no subordinado, como ocurrió con otras lenguas de España. En cambio, la modalidad del castellano hablada en Aragón fue objeto de un cultivo y atención desconocidos anteriormente. Se potenciaron al máximo sus elementos distintivos e, incluso, el imaginario popular y literario le atribuyó otros que no la singularizaban desde un punto de vista lingüístico. La clase dominante se apropió de ella para respaldar su proyecto político. Incluso se acometió su inventario lexicográfico a gran escala –entremezclándola, eso sí, con el aragonés y con el catalán de Aragón– aunque muchos de los materiales acopiados entonces hayan visto la luz bastantes años después y otros permanezcan todavía inéditos. Las reflexiones que vamos a desgranar a propósito de la documentación editada en este volumen se circunscriben a los años comprendidos entre 1901 y 1917, en consonancia con las fechas que acotan la elaboración de los propios textos aquí publicados20. Estos se agrupan, a su vez, en torno a segmentos temporales bien delimitados. Así, la polémica generada por las ideas lingüísticas de García-Arista se localiza en los últimos meses de 1901, al menos en lo referido a su repercusión en la prensa21. Porque el debate se prolongó durante algún tiempo al hilo de la propuesta lanzada por Alfredo Llatsé en el Diario de Avisos sobre la creación de una Academia para el aragonés, en su artículo del 28 de noviembre de 1901. Así, la misma cuestión se retoma un año después, en los Juegos Florales de 1902, con la sobresaliente aportación de Benito Coll Altabás; y más adelante, en los de 1904, según se aprecia en los preliminares de la anónima colección de voces de La Almunia de Doña Godina (vid. infra)22. Entre 1901 y 1904 están fechadas las colecciones lexicográficas presentadas a las ediciones de los Juegos Florales de Zaragoza celebradas en esos años. Aparte, claro está, del valor documental del léxico, los refranes y la fraseología contenidos en ellas, los manuscritos sobresalen por las exposiciones justificativas que encabezan algunos repertorios. Allí se nos proporciona una información valiosa para calibrar las ideas, conocimientos y actitudes lingüísticas de la época, así como el grado de difusión de las escasas publicaciones atingentes al espacio lingüístico aragonés que merecen el calificativo de científicas, conforme los parámetros de la investigación académica de entonces23. 20 Queda, pues, para un segundo volumen el grueso del análisis de los datos relativos a la segunda mitad (19181936) del lapso temporal indicado en el título de la presenta monografía (primer tercio del siglo veinte). Lógicamente, la contextualización de los testimonios examinados obligará en algunas ocasiones a sobrepasar esos márgenes cronológicos. Por otro lado, aunque las memorias del EFA (1919 y 1930) exceden los límites temporales indicados, hemos optado por no desligarlas del resto de textos del Estudio para preservar su unidad documental. Además, la primera de ellas, como se ha señalado más arriba, comprende también el año de 1917. 21 Al parecer, el debate en torno a la variedad aragonesa de la lengua española –según la denominación empleada por García-Arista– se trasladó a la prensa a partir de la controversia suscitada en los círculos intelectuales zaragozanos por el post scriptum de Cantas baturras. Así lo indica, por ejemplo, Mariano Urbano, en sus artículos del 25 y 31 de octubre de 1901 en el Diario de Zaragoza. 22 Debido a su interés reproducimos más abajo, en este mismo estudio, los fragmentos en que Benito Coll tercia en la cuestión de la Academia del aragonés. Para más detalles nos remitimos a la edición de Aliaga Jiménez y Arnal Purroy (1999) y al análisis más reciente de Aliaga Jiménez y Benítez Marco (2011: 18-23). 23 Que hasta 1904 podían reducirse, básicamente, a las aportaciones –breves y parciales, aunque no por ello menos relevantes– de J. J. Saroïhandy, R. Menéndez Pidal, A. M.ª Alcover y, con matices, J. Costa. Volveremos más abajo sobre ellas.

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1. Autas, actas, actes, actas d’as primers chornadas sobre a traduzión. O papel d’a traduzión en o desembolique d’as luengas: o caso de l’aragonés. Conzello de lo Grau, 1997. 2. Diccionario de las hablas de la Baja Ribagorza Occidental. María Luisa Arnal Purroy. 3. Las hablas de la Alta Ribagorza. Günther Haensch. 4. Fraseología en chistabín. Diccionario de refranes, modismos, locuciones y frases hechas en aragonés del Valle de Chistau. Fernando Blas Gabarda y Fernando Romanos Hernando. 5. Elementos de fonética y morfosintaxis benasquesas. José Antonio Saura Rami. 6. El aragonés de Baixo Peñas. Localidades de Sobrarbe situadas en las faldas de Peña Montañesa. Fernando Blas Gabarda y Fernando Romanos Hernando. 7. Aspectos morfosintácticos del belsetán (aragonés del valle de Bielsa). Chabier Lozano Sierra y Ángel Luis Saludas Bernad. 8. Voces de Aragón. Antología de textos orales de Aragón. 1968-2004. Brian Mott. 9. El aragonés ansotano. Estudio lingüístico de Ansó y Fago. Miguel Ánchel Barcos. 10. Dizionario de terminos cheograficos. Chesús Casaus Parrilla y Pascual Miguel Ballestín. 11. El aragonés nuclear de Nerín y Sercué (Valle de Vio). Artur Quintana i Font. 12. Dizionario aragonés chistabín. Fernando Blas Gabarda y Fernando Romanos Hernando. 13. Aspectos lingüísticos de Tella. Chabier Lozano Sierra. 14. Borrador de un diccionario de voces aragonesas. José Luis Aliaga Jiménez. 15. ARREDOL. Curso d'aragonés. Metodo d'autoaprendizache. Mauricio Delgado,

Este primer volumen sobre LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO VEINTE se circunscribe cronológicamente al periodo comprendido entre 1901 y 1917. En ese lapso temporal se gestaron los textos publicados aquí (en su mayoría, inéditos hasta la fecha; de singular rareza, algunos; y otros, com-plementarios de ediciones anteriores). Al analizarlos se ha colocado el foco de atención en su condición de valiosas piezas integrantes del continuo historiográfico sobre las lenguas de Aragón. Así, el estudio que precede al conjunto documental pretende poner de relieve que la histo-riografía lingüística aragonesa puede entenderse como un relato –fragmentario y en proceso de (de)construcción– cuyos constituyentes más o menos remotos, como los incorporados en los primeros años del siglo pasado, todavía se dejan oír nítida-mente en el momento presente.

16 L A S L E N G UA S D E A R AG Ó N E N E L P R I M E R T E RC I O D E L S I G L O V E I N T E VO L . 1 Jo s é L u i s A l i a g a J i m é n e z

AINAS

PUZ

LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO VEINTE VOL. 1 Inéditos, rarezas y caras B

José Luis Aliaga Jiménez

Contiene mapa de Huesca dividido e n r e g i o n e s fi l o l ó g i c a s (1902) de Benito Coll y Altabás

José Luis Aliaga Jiménez (Pamplona, 1966) es Profesor Titular de Universidad en el Departamento de Lingüística General e Hispánica de la Universidad de Zaragoza. Ha sido, además, Profesor Visitante en la Universidad Nacional de San Luis (Argentina). Su tra-yectoria investigadora se ha desenvuelto hasta la fecha en dos vertientes, principalmente. De una parte se ha ocupado de las relaciones entre la lengua y el género (lingüística feminista). De otra se ha adentrado en la teoría e historia de la lexico-grafía y en la historiografía lingüística, ámbitos en los que ha dedicado especial atención al espacio lingüístico aragonés.


1. Autas, actas, actes, actas d’as primers chornadas sobre a traduzión. O papel d’a traduzión en o desembolique d’as luengas: o caso de l’aragonés. Conzello de lo Grau, 1997. 2. Diccionario de las hablas de la Baja Ribagorza Occidental. María Luisa Arnal Purroy. 3. Las hablas de la Alta Ribagorza. Günther Haensch. 4. Fraseología en chistabín. Diccionario de refranes, modismos, locuciones y frases hechas en aragonés del Valle de Chistau. Fernando Blas Gabarda y Fernando Romanos Hernando. 5. Elementos de fonética y morfosintaxis benasquesas. José Antonio Saura Rami. 6. El aragonés de Baixo Peñas. Localidades de Sobrarbe situadas en las faldas de Peña Montañesa. Fernando Blas Gabarda y Fernando Romanos Hernando. 7. Aspectos morfosintácticos del belsetán (aragonés del valle de Bielsa). Chabier Lozano Sierra y Ángel Luis Saludas Bernad. 8. Voces de Aragón. Antología de textos orales de Aragón. 1968-2004. Brian Mott. 9. El aragonés ansotano. Estudio lingüístico de Ansó y Fago. Miguel Ánchel Barcos. 10. Dizionario de terminos cheograficos. Chesús Casaus Parrilla y Pascual Miguel Ballestín. 11. El aragonés nuclear de Nerín y Sercué (Valle de Vio). Artur Quintana i Font. 12. Dizionario aragonés chistabín. Fernando Blas Gabarda y Fernando Romanos Hernando. 13. Aspectos lingüísticos de Tella. Chabier Lozano Sierra. 14. Borrador de un diccionario de voces aragonesas. José Luis Aliaga Jiménez. 15. ARREDOL. Curso d'aragonés. Metodo d'autoaprendizache. Mauricio Delgado,

Este primer volumen sobre LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO VEINTE se circunscribe cronológicamente al periodo comprendido entre 1901 y 1917. En ese lapso temporal se gestaron los textos publicados aquí (en su mayoría, inéditos hasta la fecha; de singular rareza, algunos; y otros, com-plementarios de ediciones anteriores). Al analizarlos se ha colocado el foco de atención en su condición de valiosas piezas integrantes del continuo historiográfico sobre las lenguas de Aragón. Así, el estudio que precede al conjunto documental pretende poner de relieve que la histo-riografía lingüística aragonesa puede entenderse como un relato –fragmentario y en proceso de (de)construcción– cuyos constituyentes más o menos remotos, como los incorporados en los primeros años del siglo pasado, todavía se dejan oír nítida-mente en el momento presente.

16 L A S L E N G UA S D E A R AG Ó N E N E L P R I M E R T E RC I O D E L S I G L O V E I N T E VO L . 1 Jo s é L u i s A l i a g a J i m é n e z

AINAS

PUZ

LAS LENGUAS DE ARAGÓN EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO VEINTE VOL. 1 Inéditos, rarezas y caras B

José Luis Aliaga Jiménez

Contiene mapa de Huesca dividido e n r e g i o n e s fi l o l ó g i c a s (1902) de Benito Coll y Altabás

José Luis Aliaga Jiménez (Pamplona, 1966) es Profesor Titular de Universidad en el Departamento de Lingüística General e Hispánica de la Universidad de Zaragoza. Ha sido, además, Profesor Visitante en la Universidad Nacional de San Luis (Argentina). Su tra-yectoria investigadora se ha desenvuelto hasta la fecha en dos vertientes, principalmente. De una parte se ha ocupado de las relaciones entre la lengua y el género (lingüística feminista). De otra se ha adentrado en la teoría e historia de la lexico-grafía y en la historiografía lingüística, ámbitos en los que ha dedicado especial atención al espacio lingüístico aragonés.


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