Revista Gatonegro. Edición agosto 2018

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AÑO 3 - AGOSTO 2018 EDICIÓN Nº 18 S/ 3.00






INDIGNACIÓN

Las Fiestas Patrias pasaron con sabor a impunidad y luto nacional

Nuestro país ha sido secuestrado, y tiene anquilosada una gigantesca pústula de corrupción latente en todo el territorio. Sin embargo, explicarnos su existencia es adentrarnos a nuestra historia de forma personal y profunda, hasta lo más lejano de nuestra existencia como nación. Alfonso W. Quiroz, en su libro Historia de la corrupción en el Perú, así como Raúl Porras Barrenechea, José Carlos Mariátegui, Jorge Basadre y Manuel Gonzales Prada nos dan un número enorme de casos y antecedentes en nuestro país, que datan desde la conquista hasta la primera década del siglo XXI. Luis Puente de la Vega Rojas Ilustración: Álvaro Portales

U

no de los antecedentes más antiguos es la malversación de tributos de indios por los corregidores: los indios varones debían pagar anualmente entre 9 a 12 pesos, pero según la ley de entonces, estaban exentos los menores de 18 y mayores de 55 años, así como caciques y monaguillos; sin embargo, los corregidores a base de extorsión y fuerza, cobraban a todo el que pudiesen sin excepciones. Mas allá, para multiplicar sus ganancias, practicaban la doble contabilidad,

es decir, en complicidad con caciques y curas, reportaban un número menor de contribuyentes y se apropiaban de la diferencia entre el tributo cobrado y el oficialmente declarado al virreinato. En ciertos años, bajo la visita de algún representante de la corona, se descubrían estos actos, los cuales eran mandados a juicio, mas muchos de ellos quedaban impunes pues corregidores y otras autoridades locales incluyendo al Virrey, según Quiroz, apelaban a sobornar al juez encargado de la averiguación oficial, una prác-

tica que se ha mantenido incólume hasta hoy. No podemos dejar de hablar del manejo de la minería, sobre todo en Huancavelica, de donde Antonio de Ulloa tuvo que salir previniendo su asesinato, pues como gobernador denunció un incalculable saqueo y fraude sobre los recursos metalúrgicos, muchos destinados al contrabando y otros al usufructo directo de los grupos de poder encabezados por el propio Virrey. Además, la administración interina que lo precedió, de Pablo de la Vega y Bárcena,


había dejado en caos todos los registros, de donde solo se pudo deducir que éste había ganado más de 30 mil pesos de ganancias en “la Tierra del Mercurio”, cuando un oidor en Lima ganaba un máximo de 5 mil en todo un año. Asimismo, las élites malversaban las riquezas y las autoridades permitían las desmesuradas e ilícitas ganancias, pues recibían regalos en forma de barras de plata, sea por el día de su santo, por fiestas de fundación, las patronales y cuando había alguna “dificultad” en su gestión. Corrientes libertadoras Al llegar don José de San Martín parecía haber terminado toda una era de latrocinio, sin embargo, los líderes y caudillos de la emancipación abusaron de la expropiación y del crédito externo e interno con la excusa de la reforma. Por ejemplo, Bernardo Monteagudo, ministro de confianza del libertador, alzó una campaña de recuperación de los bienes peruanos, sobre todo de propiedades agrícolas y urbanas, las cuales fueron vendidas y asignadas en procesos llenos de arbitrariedades, favoritismos y compadrazgos, en beneficio de militares como Antonio José de Sucre, Bernardo O´Higgins, José Rufino Echenique, entre otros, en proporciones y formas que no beneficiaban al pueblo, sino que parecían más “un cambio de manos” que hasta llegaba a perjudicar aún más al “peruano libre”. Lo mismo sucedió en la sierra, con lo cual se catapultó la idea de continuar con el régimen español, pues al menos era un sistema ya conocido y, en algunos casos, menos abusivo. Para empeorar las cosas, el almirante Thomas Cochrane, comandante de la flota libertadora chilena, cuyos servicios navales y gastos habían quedado impagos, se apropió de las reservas de plata en barras que habían sido acumuladas por el gobierno de San Martín, sin importar que durante su campaña había capturado y ya se había beneficiado de naves mercantes españolas y peruanas. El general Simón Bolivar no fue ajeno ni al abuso, la dilapidación, el favoritismo, ni a la expropiación desmedida y arbitraria. Junto a su ministro José Faustino Sánchez Carrión, confiscaron las rentas y expropiaron las propiedades de los últimos nobles españoles y realistas asentados en la fortaleza Real Felipe. Este ministro recibió cientos de hectáreas en recompensa a sus servicios. Por su parte, Bolívar, en un momento de extrema pobreza y endeudamiento fiscal “recibió” en 1826 un millón de pesos en reconocimiento a su labor por vencer el último reducto Español en el Perú. Sin embargo, sus funcionarios eran mal pagados y con esta excusa saqueaban las rentas de provincias y confiscaban propiedades privadas sin dilación, incluyendo las de peruanos. A la cabeza del Gobierno del Perú, Bolívar autorizó a sus oficiales a hacerse de propiedades ajenas, incluso de ornamentos de plata y oro de las iglesias para financiar su campaña militar, no sin antes exiliar o encarcelar a los líderes pro república como el mariscal La Mar, el conde Vista Florida, el canónigo Luna Pizarro y otros

La corrupción campeó en cada uno de los gobiernos, incluido el de Odría, Morales Bermúdez, Velasco Alvarado, de Fernando Belaunde, mas poco se comparan a los más recientes, como el de Alberto Fujimori”. personajes irreprochables usurpando el poder constitucional hasta 1826, cuando fue obligado a dejar su dictadura. Democracia primitiva La corrupción ha sido una sombra durante todo este periodo, el más basto y conocido de nuestra historia, sin embargo, hay puntos neurálgicos sobre los que hay que recalar: Agustín Gamarra fue nuestro primer presidente de elección popular y en terminar su gobierno, pues todos sus antecesores tuvieron que dejar el cargo al año, en promedio. Su gobierno estuvo marcado por mantener un ejército de apenas 4000 hombres, donde habían más de mil oficiales, dedicados exclusivamente a sus designios —que debilitaban nuestras aún nacientes democracia y economía—, esto además del nepotismo con su esposa Francisca Zubiaga, “Pancha, la mariscala”, quien tenía poderosos lazos con ricos hacendados y harineros a quienes favorecía. En 1850, el gobierno de Ramón Castilla, conocido por abolir la esclavitud, promulgó la Ley de la Consolidación, que consistía en el pago de la deuda interna desde la época de la emancipación peruana. Su sucesor, Rufino Echenique, aprovechando los mecanismos y vacíos de esta ley, en lugar de pagar a la mayor masa posible de gente que había aportado al país en dinero y especies, con una serie de ardides políticos, favoreció a parientes, allegados y amigos, quienes consolidaron fortunas en poco tiempo a costa del erario nacional. Se pagaron exhorbitantes sumas de dinero, incluso a “notables” que no existían, razón por la cual, Castilla encabezó una revolución para sacarlo del poder y volver al gobierno. Guerra del Pacífico A mediados del siglo XIX, Europa pasaba por una de sus peores crisis financieras, sus campos estaban secos y con esto las principales potencias se lanzaron a colonizar tierras en África, Australia y Asia. En este contexto, se descubrieron las cualidades del huano y se empezó a exportar en cantidades que jamás hemos podido igualar. Nuestra economía podía haberse fortalecido, pero se armó un nuevo esquema corrupto que beneficiaba solo a unos pocos: los consignatarios inflaban los costos y subvaluaban las ventas en perjuicio del Estado, hasta el fraude en el pago de la deuda interna y la manumisión de los esclavos, así como la extorsión hacia el gobierno con penalidades si éste no cumplía con los términos, como el caso del

Contrato Dreyfus firmado en París en julio de 1869, con el cual se explotaron nuestras islas y no se cumplió con el pago debido ni con su compromiso de cancelar nuestra deuda externa, mas tuvo varios cambios y, en 1876, sin haber vendido las 2 millones de toneladas de huano acordadas se dio por finalizado. Cuando explotó la Guerra del Pacífico, ya se avizoraba la derrota nacional debido al decrépito estado de nuestras fuerzas militares y a la reconocida superioridad de los recursos navales y terrestres chilenos. En esta situación, después de perderse las primeras batallas, el entonces presidente Mariano Prado Ochoa abandonó el país con una importante suma de dinero con el pretexto de comprar material bélico necesario, mas nunca volvió; quizás este fue su plan desde un inicio o tal vez no, pues en medio de la inestabilidad, Nicolás de Piérola dio un golpe de Estado oportunista y se hizo del poder. En su gobierno, dejó Lima y el resto del país desprotegido debido a sus funestas estrategias militares, despilfarró nuestro erario en la compra de armas (algunas inservibles) a muy altos costos. En medio de la crisis, Piérola encontró excelentes oportunidades para malversar y saquear los fondos nacionales, jamás se rindieron cuentas ni registro oficial del uso de entre 95 y 130 millones de soles durante su dictadura. Cuando todo estaba perdido, huyó y dejó a su exministro, Miguel Iglesias para firmar el tratado de Ancón y ceder Arica y Tarapacá. Luego de derrocar a Miguel Iglesias en 1885, Andrés A. Cáceres, nuestro héroe de la guerra del pacífico, firmó en 1888 el Contrato Grace, dando en concesión por 66 años nuestros ferrocarriles, arteria principal de la explotación minera y base hasta hoy de nuestra economía, al gobierno británico, luego de una serie de debates en el Congreso y de vacar a los legisladores que se oponían a esta explotación desmedida. La República La corrupción alcanzó, por primera vez, niveles altísimos en el segundo gobierno de Augusto B. Leguía (1919 - 1930), quien con una postura populista y de doble discurso, impulsó una política de inversión pública, con la cual sobreendeudó al país con empréstitos de los EE.UU., por los cuales recibía jugosas comisiones junto a su familia, a la que, a su vez, favorecía en licitaciones a empresas fundadas por sus yernos o amigos cercanos, convirtiéndose en el precursor de «roba pero hace obra». Asimismo, compró material bélico defi-


Alberto “el chinito” Fujimori Así, la corrupción campeó en cada uno de los gobiernos, incluido el de Odría, Morales Bermúdez, Velasco Alvarado, de Fernando Belaunde, mas poco se comparan a los más recientes, como el de Alberto Fujimori. Para hablar de “el chinito” necesitaríamos una libro entero, pero solo mencionaremos que en su gobierno (1990 - 2001) se produjo el pico más alto de corrupción de nuestra historia moderna, el cual lo convirtió en el 6to dictador más corrupto del siglo XX. Saqueó las arcas nacionales cada vez que declaraba un territorio en emergencia —sobre todo durante el Fenómeno del Niño de 1998— y cuando habían bombardeos terroristas. Vendió armas del Ejército Peruano a las FARC, y las trasladó en el avión presidencial, así como toneladas de cocaína hacia los EE.UU. Ordenó ejecuciones extrajudiciales a opositores políticos sindicándolos de terroristas, cerró el Congreso, el Poder Judicial y el Ministerio Público, entre otros, reformándolos a su conveniencia; compró la línea editorial de periódicos, radios y televisoras con los cuales armó diversos psicosociales para distraer a la población, y persiguió a los medios de oposición y a sus adversarios con la Sunat; remató el 90% de las empresas estatales a precios ínfimos, de los cuales, 6 mil millones de soles hasta ahora no han sido encontrados; compró y extorsionó a diversos políticos a través de su asesor Vladimiro Montesinos, en la sala del SIN; a pesar de ganar la guerra con Ecuador, cedió Tiwinza; su familia vendió toneladas de donaciones, y para su tercer gobierno, ganó las elecciones con evidente fraude. El resto es historia conocida: fugó al Japón, desde donde renunció por fax; postuló al Senado nipón, y tras perder quizo regresar al Perú ilegalmente por Chile donde fue capturado el 2005 y luego extraditado. Luego de casi 13 años, fue liberado con un “negociado” indulto que terminó por dilapidar el gobierno de PPK.

Alan García Otra joya de nuestros gobiernos es Alan García, quien lideró diversos escándalos por corrupción en su primer y segundo periodos, además del histórico vínculo que tiene el Apra en el poder judicial y del conocido “carnet aprista” que imperaba al momento de buscar un empleo en el Estado desde 1985 al 90. Alan presumía un falso grado académico de doctor, con el cual firmaba cuanto documento podía, pero esto es pequeño ante los escandalosos hospitales fantasmas, que en inicio valían 23 millones y que llegaban a subir hasta 535 millones, y por los cuales llegó a adelantar hasta el 70% del monto licitado, pero que nunca se construyeron ni existen. Así también, el líder del Apra fue acusado del delito de enriquecimiento ilícito por su presunta participación en un acto de corrupción dentro del Banco de Crédito y Comercio Internacional en 1986, donde dos funcionarios habrían recibido sobornos de tres millones de dólares por depositar parte de las reservas del Banco Central de Reserva en este. Otra terrible acusación, durante su primer gobierno, es por las matanzas en los penales El Frontón, Santa Bárbara y San Juan de Lurigancho, donde los prisioneros ya se habrían rendido luego de amotinarse; algo similar sucedió en su segundo periodo, en el Baguazo, donde en el 2009 murieron 22 policías, 10 civiles y desapareció hasta hoy el mayor PNP Felipe Bazán. Los familiares lo denunciaron por homicidio culposo. Así, más casos adornan su “prontuario”, como los casos de “Agua para todos”, las sospechosas reinversiones en la Carretera Interoceánica, el tráfico de influencias sobre todo en el poder judicial, los sorprendentes decretos de urgencia que quitaron los filtros gubernamentales para las licitaciones en la construcción y mantenimiento de los colegios emblemáticos; el caso Business Track y del Metro de Lima —ambos vinculados a Odebrecht y AG—, los famosos Petroaudios, y por supuesto los Narcoindultos, en los que Alan García entregó más de 5000 conmutaciones de penas y más de 200 indultos a narcotraficantes y miembros del crimen organizado a través de la Comisión de Gracias Presidenciales, encabezada por Miguel Facundo Chinguel, hoy preso en el penal

Ancón II. Odebrecht y más joyitas Alejandro Toledo gestó la Marcha de los 4 suyos, pero luego, como presidente, los escándalos por nepotismo y peculado no le fueron ajenos, menos con Zaraí Toledo buscando ser reconocida como su hija, situación que lo hizo perder parte de su respaldo popular, el cual cayó totalmente luego de sus fotos en el Hotel Melody (burdel). Años después de terminar su gobierno, el caso Ecoteva y la compra de propiedades a nombre de su suegra, con un desbalance patrimonial altísimo, lo llevaron otra vez al ojo de la tormenta, del cual hasta hoy, por sus nexos con Odebrecht (el caso de corrupción más grande en toda Latinoamérica), no se libera, pues pesa sobre él una orden de captura de la Interpol. Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, luego de un pseudo gobierno nacionalista, y tras sus vínculos en el caso Lava Jato y sus agendas, fueron encarcelados y hoy viven en comparecencia. Pedro Pablo Kuczinski hoy “goza” del retiro adelantado en su hogar, luego de tener que renunciar gracias a los pagos irregulares recibidos por el mismo caso, y más con los lobbies que le cobraron factura sobre el final de su gobierno. Hoy, Vizcarra no da la talla —esperemos que esto cambie con su referéndum—, y hasta ahora no ha logrado devolverle la estabilidad a un país que tiene institucionalizada la corrupción. Este mal recién está mostrándose abiertamente, y como hemos podido ver, nos persigue desde antes de nuestra fundación como nación. Los casos Lava Jato, Lava Alan, Lava Keiko, con un Kongreso lleno de títeres dedicados al blindaje de sus líderes y que como prioridad tiene comprar flores, iPads, computadoras y grabadoras sumamente sobrevaluadas están a la orden del día; los jueces supremos corruptos vinculados a políticos que a su vez trafican influencias con delincuentes y narcotraficantes, un Consejo Nacional de la Magistratura podrido, y leyes para amedrentar a periodistas son solo resultado de un sistema que ya mostró su deterioro. Sin embargo, lo cierto es que estamos cosechando aquello que hemos permitido que sea sembrado: la corrupción solo nos traerá más corrupción, ¿o usted qué dice Señora K?

Ilustración: “Paranoia corrupta”, Pancho Tentáculos

ciente para contentar a la población y a los militares, haciendo ver que era lo último en armamento y que había riesgos potenciales en nuestras fronteras, sin embargo, años más tarde, firmó tratados de paz con Chile y Colombia cediendo parte de nuestro territorio. Además, tenía comprada a parte de la prensa de entonces, y a sus opositores los tenían contra la pared mediante el amedrentamiento, con la amenaza de mandarlos a la cárcel de la Isla de San Lorenzo, como hizo con Jorge Basadre, o cerrar por siempre sus empresas. Según Quiroz, también utilizaba a la Policía Secreta como un arma útil para fustigar, torturar en investigar hasta lo mínimo a la oposición y a quien descubriera sus oscuros planes, en los que él era el beneficiario de miles de millones de soles de obras que valían el doble de lo que en verdad costaban, e incluso los intereses y/o porcentajes que cobraba por ciertos proyectos. En 1930, el general Sánchez Cerro inició una sublevación con la cual fue depuesto y apresado de la Isla de San Lorenzo, hasta dos años después cuando fue liberado mientras agonizaba.


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IDENTIDAD

Muchas veces confundidos, bapuleados o malinterpretados, nuestros emblemas recalan en el corazón nacional

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s difícil ponerse de acuerdo o llegar a un consenso respecto a lo qué es la peruanidad, y más difícil aún, describir cómo se manifiesta y cómo debería cultivarse; dilema aún más complicado cuando caracterizamos al Perú como un país multiétnico, pluricultural y multilingüístico, donde todo acercamiento a una identidad nacional, a una simbología que nos represente a “todos”, parece una afrenta de exclusión y favoritismo en esta tierra arguediana de Todas las sangres. Sin embargo, ahora lo entenderemos como toda forma de manifestación que valora un elemento cultural de origen o asimilación peruana que denote orgullo o afecto, considérese el Caballo de Paso, el Pisco, la Papa a la Huancaína, la Tunantada, la Escarapela y un largo, pero muy largo etcétera que incluye productos, costumbres, creencias, iconografía, distintivos y símbolos; claro que en esta oportunidad nos referiremos solo a éstos últimos, los cuales tienen una particularidad: su uso está normado, es decir, regulado por protocolos que muchas veces se desconocen y conllevan a un uso inadecuado y hasta lesivo. Lo cierto es que todos los Estados establecen una forma simbólica que los diferencia de los demás, la misma que van instituyendo en su legislación y la formalizan ante la comunidad internacional para ser distinguidos; algo así como un “nombre” que aparte de reconocerles una identidad, valida su existencia. Los hay de todas las maneras pensadas: en el escudo de Canadá encontramos un unicornio; en el de Cuba, una llave; en la bandera de Bután, un dragón; y en la de Uganda, una grulla... En el caso peruano, la actual Con-

stitución Política de 1993, en su artículo 49, establece como símbolos patrios a la Bandera, el Escudo y el Himno Nacional; sin embargo, con el tiempo, la forma de representación de cada uno cambió, un cambio que no fue socializado y que trajo confusiones y equívocos aceptados por la recurrente práctica. Por ejemplo, es frecuente que en fiestas patrias (como las que celebramos hace poco) los ciudadanos icen en sus casas el Pabellón Nacional, cuando lo que corresponde es la Bandera Nacional. La Bandera Nacional es el primer símbolo de la patria, el más representativo de la Nación, el más próximo a la población, encarna la unidad, integridad y soberanía nacional. Sobre su origen, es aceptado erróneamente, como un hecho histórico, un cuento, una historia armónica de la imaginación de Abraham Valdelomar que tituló El sueño de San Martín, según el cual, el Libertador dormitó bajo la sombra de una palmera y al despertar avistó una bandada de parihuanas de alas rojas y pecho blanco elevarse hacia el norte, como si estas marcaran el camino hacia la libertad, ideando así la primera bandera peruana, la cual discrepa por su forma cruzada de la actual. En verdad no hay forma fehaciente de saber el origen de los colores de la bicolor. La Bandera Nacional debe ser confeccionada en seda llana de «forma rectangular, compuesta de tres franjas de igual ancho: blanca al medio y roja a los extremos», sin ningún escudo. Mantiene una proporción de tres de largo por dos de ancho, puede ser usada por cualquier ciudadano y en fiestas nacionales debe izarse en cada domicilio. Con motivo de duelo nacional, se iza a media asta. Nunca había sido paseada

en color negro por las calles, esto debido a que la población está asqueada de la corrupción destapada —aunque en realidad ya sabíamos bien esto— en el Poder Judicial y el Consejo Nacional de la Magistratura. De ésta se desprenden dos «emblemas patrios»: cuando a la Bandera Nacional se le agrega, en el centro blanco, el Escudo Nacional se denominará Bandera de Guerra, y cuando se le adicione el Escudo de Armas, se le nombrará Pabellón Nacional, entendiendo que el primero es de uso policial - militar y, el segundo, para entidades públicas. Respecto al escudo, el actual es el segundo, el mismo que representa los reinos de la naturaleza: la vicuña, el árbol de la quina y una cornucopia que derrama 25 monedas de oro. Está flanqueado por un Estandarte y una Bandera Nacional, además de tener una corona plana y cerrada de laurel como timbre. Una divisa derivada es el Escudo de Armas, el cual se diferencia por estar flanqueado por una rama de palma y otra de laurel, el que observamos en el anverso de las monedas. Se ha popularizado la historia que a éste último le faltan dos hojas en la rama de palma, que representarían los territorios perdidos en la guerra con Chile: Arica y Tarapacá, pero en realidad no “faltan” sino que tiene dos ramas de palma con las «puntas quebradas». Algo importante que recordar es que el primer escudo llevaba el lema nacional «Renació el sol del Perú», que no se volvió a reconocer y que podría ser instituido de generarse la iniciativa y voluntad. Erróneamente circula en las redes sociales —donde todo se difunde, pero nada se valida—, como lema nacional «Firme y feliz en la unión», frase


Su uso está normado, es decir, regulado por protocolos que muchas veces se desconocen y conllevan a un uso inadecuado y hasta lesivo”. que se encontraba en la primera moneda del Perú. El lema chileno, «Por la razón o la fuerza» es uno de los más polémicos. La letra original del Himno Nacional le corresponde a José de la Torre Ugarte y la melodía a José Bernardo Alcedo, aunque se ha determinado que la primera estrofa es apócrifa, razón por la cual se ha extendido el entonar la sexta. También es una historia no oficial, que es considerado el segundo Himno Nacional más bello, solo después de la Marsellesa (Francia). En 1901 se convocó a su reforma: el “Cantor de América”, José Santos Chocano, se haría del triunfo con una letra que no desplazaría al Somos Libres ya enraizado en los peruanos: Si Bolívar salvó los abismos / San Martín coronó la altitud; / y en la historia de América se unen / como se unen arrojo y virtud… La escarapela es un «distintivo patrio» de uso personal, exclusivo en las fiestas de independencia. Confusión histórica originada cuando Simón Bolívar, en 1825, estableció la necesidad de oficializar el escudo de armas, pabellón, estandarte, bandera y escarapela como formas que nos pudieran distinguir, pero aquella vez, todos estos elementos fueron considerados símbolos, pues no existían los protoco-

los de hoy. En realidad, los símbolos inicialmente se usaron solo para establecer la “pertenencia” a un grupo, una especie de insignia que nos decía quién era amigo o enemigo. Con el tiempo, desarrollaron un sentimiento de “identidad” que se convirtió en el eje de una unidad expresada en sentimientos como el nacionalismo o patriotismo, los que deben ser fomentados, sostenidos y perpetuados por el Estado, pues nadie nace amando al Perú, sino que es un sentimiento que tiene que desarrollarse.



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