Ulrika 56 revista de poesía
Nuevas voces para la poesía iberoamericana Poetas nacidos a partir de 1971
12:00
Primera entrega
0120 7669
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Argentina - Bolivia Chile - Ecuador Perú - España México - Colombia Decano de las VIII Jornadas Universitarias de poesía Juan Gustavo Cobo Borda
VIII
JORNADAS UNIVERSITARIAS DE POESÍA CIUDAD DE BOGOTÁ
Ulrika
Revista de Poesía
Ulrika Editores Licencia Mingobierno No. 00918 ISSN 0120-7669
Director Rafael Del Castillo M. Consejo editorial
Jotamario Arbeláez, Miguel Silva, Luz Mary Giraldo, Juan Gustavo Cobo Borda, Fernando Linero Montes, Samuel Jaramillo, Robinson Quintero Ossa, Evelio José Rosero, Gustavo Adolfo Garcés, Pedro Badrán, Guillermo Martínez González, Armando Rodríguez Ballesteros, John Fitzgerald Torres, Federico Díaz-Granados, Guillermo Molina Morales, Juan Felipe Robledo, Leonardo Cano, David Reinoso D’Jesús, Óscar Pinto Siabatto, Eugenia Gorriño, Rafael Del Castillo. Cuidado de la edición
Óscar Pinto Siabatto, Fundación El Aguijón.
Colaboradores
Colombia Miguel Méndez Camacho, Carlos Satizábal, Joaquín Mattos Omar, Armando Orozco, Eugenia Sánchez Nieto, Luz Ángela Caldas, Sara Del Castillo, Gloria Luz Gutiérrez, Maruja Vieira, Rafael Berrío, Ernesto Durán Strauch, Giovanni Gómez, Rosaura Mestizo, Darío Sánchez Carballo, Claramercedes Arango, Dufay Bustamante, Hellman Pardo, Juan Carvajal Franklin, Javier Rey. Argentina Rodolfo Alonso, Paulina Vinderman, Marcos Silber, Daniel Samoilovich, Osvaldo Picardo, Héctor J. Freire. Bolivia Jorge Carlos Ruiz de la Quintana, Milenka Torrico. Brasil Affonso Romano de Santana. Costa Rica Rodolfo Dada, Oswaldo Sauma, Norberto Salinas, María Montero, Nerina Carmona. Cuba Pablo Armando Fernández, Efraín Rodríguez Santana, César López. Chile Eduardo Llanos, Jaime Quezada, Tomás Harris, Teresa Calderón. Ecuador Edwin Madrid, Iván Oñate, Iván Carvajal. España Luis Miguel Madrid, Jesús Munárriz, Jordi Virallonga, Rodolfo Häsler, Eduardo Moga, Sergio Laignelet, Juan Pablo Roa, Guillermo Molina Morales. Estados Unidos Armando Romero, Juan Carlos Galeano, Mercedes Roffé, Paola Cadena. México Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva, Luis Aguilar, Margarito Cuéllar. Perú Ricardo Silva Santisteban, Luis La Hoz, Enrique Sánchez Hernani, Luis Alonso Cruz. república dominicana Neftalí Eugenia Castillo. Uruguay Washington Benavides, Rafael Courtoisie. Venezuela Juan Calzadilla, María Antonieta Flores, Enrique Hernández D’Jesús. Dirección de arte Gustavo Del Castillo M. Diagramación Vanessa Yepes S. Precio al público: $15.000.oo Los trabajos firmados se publican bajo la responsabilidad de sus respectivos autores, sin implicar necesariamente a la revista.
www.poesiabogota.org info@ poesiabogota.org
Las VIII Jornadas Universitarias de Poesía «Ciudad de Bogotá» es un evento apoyado por el Ministerio de Cultura - Programa Nacional de Concertación cultural.
Contenido
2 EDITORIAL 3
En busca de nuevas voces para la poesía iberoamericana: una punta del iceberg Poesía latinoamericana: un esbozo JUAN GUSTAVO COBO BORDA
4 nuevas voces para la poesía iberoamericana 7 13 17 22 28 33
Poesía argentina del siglo xxi osvaldo picardo
Doce poetas argentinos del S. xxi
Una mirada a la joven poesía boliviana milenka torrico c. Poesía chilena actual selección de tamym maulén
Entregas recientes de la poesía mexicana margarito cuéllar Paseo inmoral: recorrido por la poesía de los autores peruanos nacidos entre los setentata y los ochenta luis alonso cruz
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Cinco poetas limeños
El lenguaje inconforme. Propuestas exploratorias de/en la joven poesía española guillermo molina morales
49 53 antología de los poetas invitados a las VIII jornadas universitarias de poesía 53 Poesía colombiana. Autores nacidos a partir de 1971 rafael del castillo matamoros
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Poemas de: Juan Gustavo Cobo Borda, Lucila Lema, Laura Casielles, Milenka Torrico, Tamyn Maulén, Iván Cruz Osorio, Lucía Estrada, Tamara Mathov, Rodolfo Ramírez Soto, Margarita Losada Vargas, David Reinoso D’Jesús, Marisol Barahona, Dufay Bustamante, Alejandro Cortés González, Omar Garzón Pinto
Índice de autores
Editorial
En busca de nuevas voces para la poesía iberoamericana:
una punta del iceberg Salvo que el tiempo haga lo suyo y la muerte acuda y arrase, puede ser tarea tanto digna de encomio como de desdén la de dedicarse a analizar la producción de los autores de una generación viva para intentar establecer un canon, bien para identificar características comunes según unos parámetros, bien para listar los miembros que a ella pertenecen. Pero mientras los poetas sigan escribiendo será difícil encasillarlos y delimitar las cualidades que los hacen parte de un grupo; de hecho, hay quien piensa que cada poeta es una isla, enigmática e inabarcable, por lo que intentar meter a varios en el mismo cajón con la lupa de la epistemología es tan útil como llenar un balde con una raqueta. No obstante, dicho ejercicio vale la pena si el bastidor deja de ser coladera para ser tamiz y permite empezar a identificar los valores y plumas más sobresalientes de una generación, más aún en el caso de generaciones jóvenes como las de los poetas nacidos en las décadas de 1970, 1980 y 1990. Desafortunadamente, para nadie es secreto hoy que a la crítica literaria poco y nada le interesa la poesía, y la escasa que se ejerce recae en los propios poetas quienes, cegados, alimentados o enconados por amiguismos o compadrazgos, terminan fijando parámetros arbitrarios que de muy poco sirven para fijar un canon. Las VIII Jornadas Universitarias de Poesía se han propuesto empezar a dilucidar cuáles son las nuevas voces para la poesía iberoamericana, es decir, las de los poetas nacidos a partir de 1971, conscientes de que ya se han realizado estimables antologías de generaciones anteriores y que ya se ha avanzado en el establecimiento de un canon para ellas. El ejercicio nos llevó a invitar a poetas de distintas nacionalidades para que analizaran la situación de cada uno de sus países en particular. Empero la tarea
se desbordó y se hizo preciso que esta revista Ulrika 56 fuese tan solo la primera entrega de dichos resultados. Con todo, ya hay cosas en claro: que hay un contexto sociocultural particular para los poetas nacidos a partir de 1971, que empiezan a ser adultos en la década de 1990, que viven en un mundo globalizado, urbano e interconectado, y que esto redunda en sus intereses lingüísticos y temáticos, lo que hace que su propuesta estética sea diferente a la de las anteriores. Estamos seguros de que esta labor iniciada no es definitiva, pero sí de que los resultados obtenidos permitirán establecer puntos de convergencia y contraste, y empezar a desarrollar un estudio serio sobre lo que los jóvenes de Iberoamérica escriben hoy día.
Ulrika
esbozo de la poesía latinoamericana
Poesía latinoamericana:
un esbozo Por Juan Gustavo Cobo Borda
próximamente el Fondo de Cultura Económica publicará una amplia antología de la poesía latinoamericana del siglo xx con selección y prólogo de Juan Gustavo Cobo Borda, decano de las VIII Jornadas universitarias de poesía y doctor honoris causa por la universidad central. Adelantamos dos capítulos de su estudio introductorio como reconocimiento a las raíces de la poesía iberoamericana del siglo xx, que no podemos desconocer en el xxi. «El movimiento de libertad que me tocó iniciar en América se propagó hasta España, y tanto aquí como allá el triunfo está logrado»: así escribía Rubén Darío (18671916) dando inicio a la fiesta de libertad de nuestro idioma. Allí se daba el entusiasmo pero también la pesadumbre. La música y la cavilación insomne. Lo fatal y la canción de otoño en primavera. En 1905 dirá: La torre de marfil tentó mi anhelo; quise encerrarme dentro de mí mismo, y tuve hambre de espacio y sed de cielo desde las sombras de mi propio abismo.
Juan Gustavo Cobo Borda, decano de las VIII Jornadas Universitarias de Poesía 4
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Estos Cantos de vida y esperanza son capaces de conciliar, en «celeste unidad», Eros y Tánatos, Caupolicán y El Quijote, y, claro está, la tarde tropical. Porque él era «un universo de universos» y su alma, «una fuente de canciones», canciones que aún nos emocionan y estremecen, y que aún vivifican el idioma y los poetas que trajinan con sus sílabas. «Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo» escribió en 1900, para abrir el siglo, y continuó: «Y no hallo sino la palabra que huye». La forma que define y la forma que congela. Que encierra en sí el enigma y lo abre al ojo de la lectura. Que apresa y se evade.
juan gustavo cobo borda
El sollozo continuo del chorro de la fuente y el cuello del gran cisne blanco que me interroga. Con la utilería de los jardines de Francia, logró ser un auténtico americano, para hablarnos de Palenque, para increpar la voracidad norteamericana, para llorar de nuevo ante los volcanes de su Nicaragua y el vaho campesino de sus vacas. Había recorrido el mundo y había anunciado la señal de los nuevos tiempos. En 1909, Rubén Darío, corresponsal en Europa del diario La Nación de Buenos Aires, narraba en una crónica la publicación en Le Figaro de París del primer manifiesto futurista firmado por Marinetti. El cisne sería sustituido por el automóvil y la velocidad contagiaba, con impaciencia de telegrama, las fotografías y postales de un mundo vasto desde la ventanilla del avión o la sorpresa mecánica de la torre Eiffel. En 1916, en la editorial argentina Orion, un poeta chileno nacido en 1893, Vicente Huidobro, había publicado su libro El espejo de agua. Allí un poema, titulado «Arte poética», abre los ojos al nuevo estremecimiento trayéndonos recuerdos del porvenir. «Que el verso sea como una llave / Que abra mil puertas». Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra el adjetivo, cuando no da vida, mata. Que pertinente todo ello, aún; y que acertada la definición siguiente: «Estamos en el ciclo de los nervios». Y luego esta constancia, tan fecunda para el trabajo subsiguiente: El vigor verdadero Reside en la cabeza. Por ello su consigna final aún tiene vigencia: Por qué cantais la rosa, ¡oh Poetas! Hacedla florecer en el poema. En diciembre de 1921 y marzo de 1922 Jorge Luis Borges, de regreso de España, publica los dos primeros números de la revista mural Prisma. Allí se pedía «sintetizar la poesía en su elemento primordial: la metáfora». A Prisma seguiría Proa y la eficacia clandestina de las revistas de poesia, por todo el continente. También
Norah Lange
la cosecha de libros, muy capaces de traspasar fronteras y cambiar rutinas, en ediciones minoritarias. Tal el caso de Prismas de Eduardo González Lanusa; Veinte poemas para ser leídos en el tranvía y Calcomanías de Oliverio Girondo, Bazar y Kindergarten de Francisco Luis Bernárdez y La calle de la tarde de Norah Lange, con prológo de Borges, para referirnos solo a la Argentina. Pero el movimiento era continental. No se podía llamar tan solo ultraísmo o creacionismo: eran todos los ismos. El fecundo desorden de la palabra de nuevo sacudida y renovada. Con agitación de cine mudo y desgarrón emotivo de inmigrante que hace del tango –«Cambalache. Siglo xx»– su nueva voz. Así lo escucharemos en Raúl González Tuñón, y en tantos otros. No es raro, entonces, que los 60 números de la revista Voces, aparecida en Barranquilla, Colombia, entre 1917 y 1920, acogiera en sus páginas poemas de Vicente Huidobro y José Juan Tablada. Apollinaire, Reverdy y Max Jacob. José María Eguren, Carlos Pellicer y muchos de León de Greiff. El peruano Alberto Hidalgo y perfiles del mexicano Amado Nervo. Había integración. Debate y vida literaria. Comunicación. Se revisaba el pasado, en la figura de José Asunción Silva, y se anunciaban los nuevos horizontes. La poesía viva y libre ya circulaba por todo el continente americano.
Del campo a la ciudad De «la paz agraria y transparente» habla Jorge Carrera Andrade y esa circunstancia se vuelve a modular tanto en Leopoldo Marechal como en Carlos Mastronardi: ULRIKA 56 |
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esbozo de la poesía latinoamericana
José Gorostiza
lo infinito de la pampa y la dulzura que anida entre árboles que se miran en el agua. Pero ese lenguaje embelesado contrasta con la voz que exalta la embriaguez y el límite, como en Luis Cardoza y Aragón, o que comprueba como en José Gorostiza, «que su hermoso lenguaje se le agosta [...] exhausto de sentido», como en Muerte sin fin. Entre tales dilemas avanza esta poesía, a partir de los nacidos en 1900, ya conscientes de ese siglo que hablará, ante todo, inglés, como en poemas de Nicolás Guillén, pero que vuelve a oponer la música popular del español y su modulación colectiva en todos los poetas de todos los países que se comunican en tal lengua. Tal la alegría de este diálogo múltiple, en prosa y en verso, en su sensualidad e inteligencia, en recreación de la herencia (Cardoza, como Lezama Lima, devora a Góngora) o termina por asumir lo fecundo del silencio. Solo que lo metafísico no cancela lo cotidiano . El ser y la nada, el otro y lo numinoso trascendente puede darse con «monedas, estilógrafos, cucharas» o una misma montaña contemplada por Martín Adán y Pablo Neruda quienes nos dan dos Machu Picchus totalmente distintos. Dos almas, dos espíritus, que lo recubren con sus visiones propias e intransferibles. 6
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Del mismo modo, entre «la hecatombe del amor» y al responder «por cada poro al poderío de tu nombre de mi cuerpo al poderío de tu nombre o poesía» la figura de César Moro se sitúa de lleno en una dramática encrucijada. La del deseo que busca configurar, en un rapto carnal, la belleza de la bestia en su acecho feroz, en su esplendor sin ocaso. «El grito de la sangre», como responderá Xavier Villaurrutia con «el vaho del deseo» y «la fragancia sin nombre de la piel». Pero todo ello tendrá su reverso: lo fantasmal del sueño y la conversión en una helada estatua de mármol al amanecer. En las plazas desiertas de Giorgio de Chirico, el amante solo encuentra el grito de la pérdida, el cuchillo del adiós. El vacío, la soledad y el aburrimiento. Ya no el campo, ya no la paz de provincia con su música de retreta y organillo que dibujaron Eugenio Florit y Eliseo Diego en la provincia cubana, en esa «isla pequeña rodeada por Dios en todas partes», sino la ciudad desangelada por donde se evaden los fantasmas o se amontonan los parias, como lo vio muy bien Jaime García Terrés. Padecemos ahora un habla «empalagosa y vulgar», como lo dijo Ramón Palomares al venir también del campo a la ciudad y descubrir al final de ese despojo, como lo señaló Rafael Cadenas, «solo quedaban los objetos, los firmes objetos». Si Villaurrutia busca crear la rosa «inmaterial», la que no ocupa lugar en el espacio, es porque toda su poesía apunta a ese hueco que ha dejado en el lecho el fantasma que abrazó y se ha vuelto humo. Sombra y negrura. Por ello todos sus poemas pueden llamarse «nocturno». Pero también está allí el juego del lenguaje al otorgar a sus palabras, en sus afinidades de sonido, un carácter exploratorio de búsqueda, de «huella de vocales perdidas», de rastros de ceniza adhiriéndose a inalcanzabes siluetas inmateriales. Pero sí hay una certidumbre: el frío de la soledad, los rasgos que el espejo no refleja, el hielo en que concluye ese ardiente combate. Al final, en la alcoba, solo reina la muerte. Escenario de soledad y naufragios. De ciudad que recorre sabiéndola sumergida en la perplejidad del Dios mismo que la creó y que ahora la abandona, estéril y violenta, donde todos los pecados capitales no se sacian nunca, en bocas voraces que solo consiguen una postrer revelación: amar es al fin una indolencia.
osvaldo picardo
Poesía argentina del siglo xxi
¿Qué hay de nuevo, viejo? Por Osvaldo Picardo
Tengo entre mis manos un ejemplar de un libro de 1995, muy citado en el ambiente de la literatura argentina, Poesía en la fisura, una antología de poetas que por entonces no cumplían los 30 años y que realizó el conocido crítico y poeta Daniel Freidemberg. El antólogo –lo dice en su prólogo– sentía y pensaba que las concepciones de lo «poético» que predominaron hasta los 90 habían cambiado: «un cambio, algo todavía difícil de precisar pero nuevo, una irrupción de otra cosa...». A partir de esa publicación comenzaron –como era de esperarse– los debates y las otras antologías contestatarias, con sus implicancias políticas de la posdictadura y de la crisis socioeconómica del fin de siglo. Algo aleccionador y hasta obsceno nos mueve a recorrer, luego de algunas décadas, las viejas antologías de «poetas jóvenes». La novedad como la juventud siempre tienen fecha de vencimiento, pero el tiempo no es garantía suficiente de nada. Aún deformada por los años, la vigencia de una poética puede que no pierda su brillo si estuvo basada en una necesidad genuina, antes que en el mandato gregario de la escritura de época. Pero, lo más común, es que en las selecciones y recortes aparezcan denominadores y
rasgos coincidentes, representativos y coleccionables, transformando la escritura individual en una escritura colectiva, una maqueta más o menos homogénea, con algunas diferencias de habla y registro de la realidad. Es más lo que brilla por su ausencia que lo que el acto prestidigitador del antólogo pone ante la vista. Todas las épocas tienen la necesidad de antologarse y esa necesidad genera también una manera de leer, de pensar y, digamos, «poetizar». Si podemos ir algo más allá de ese regodeo obsceno de la crítica y del tiempo, veremos, por un lado, un proceso de selección casi natural, aunque no menos arbitrario; es así que nos preguntamos cómo algunos nombres se ignoraron o desaparecieron de la actividad poética y, también, cómo otros pocos se fueron desligando de la escritura colectiva hacia algo más personal. Al mismo tiempo, una lectura transversal, abarcadora de las antologías desde la posdictadura argentina hasta nuestros días, por ejemplo, de los nacidos después de 1970, permite entender por lo menos dos fenómenos: una merma llamativa del público lector y un cambio en la especificidad de lo que llamamos poesía. Entre las antologías que ocupan este segmento cronológico ULRIKA 56 |
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nuevas voces para la poesía iberoamericana
en estos años últimos la lectura de poesía disminuyó aunque haya aumentado el número de autores, Y digo, además, que lo que venimos llamando «poema» mutó –una vez más– hacia otras formas menos específicas y extendidas. –principalmente construido desde Buenos Aires hacia el país–, y que marcaron un mapa de inclusiones y exclusiones, está la ya mencionada Poesía en la fisura, compilada por Daniel Freidemberg (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 1995); Monstruos. Antología de la nueva poesía argentina, compilada por Arturo Carrera (Fondo de Cultura Económica- ICI, Buenos Aires, 2001); Señales de la nueva poesía argentina, compilada por Pablo Anadón (Llibros del Pexe, Gijón, España, 2004); Última poesía argentina, compilada por Gabriela Franco, Eduardo Mileo y Javier Cófreces (Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2008). Y de las más recientes, para contemplar un panorama más completo, son sin duda: La poesía del siglo xx en Argentina. Antología esencial, con prólogo y selección de Marta Ferrari (Colección La Estafeta del Viento, Visor, Madrid, 2010); así como Poesía de pensamiento. Una antología de poesía argentina, con un ensayo de mi autoría (Editorial Endymión, Madrid, 2a edición, 2015). También de muy reciente aparición, 53/70. Poesía argentina del siglo xxi, compilada por Enríquez, Henderson y Orge.1 Veamos por ahora algunos fríos datos estadísticos. Según la Cámara del Libro, al año se lanzan aproximadamente 3.000 títulos de la categoría literatura. La mayor parte son de narrativa y apenas un 4% de poesía, incluida la poesía traducida y las antologías. Esta constante, por lo menos, se mantuvo más de una década y acompañó la producción de los autores nacidos después de 1970, que han sido agrupados con mayor o menor precisión bajo una infinidad de rótu-
los: de los 90, realismo plebeyo, tendencia materialista, líricos y antilíricos, generación cero, etc. No es un secreto que la industria editorial latinoamericana fue concentrándose en grandes corporaciones extranjeras y que este hecho determinó políticas de mercado para el libro. Sin caer en tesis maniqueas e inútiles, también es lógico observar que desde entonces, cierto tipo de literatura –que no califico ni valoro– pasó a protagonizar la industria del libro, desplazando las categorías tradicionales. El descrédito simbólico del género lírico ha ido creciendo hasta entre los mismos poetas. No debería llamarme la atención, entonces, que sean minoría, en el ámbito académico y en el periodismo cultural, críticos que se ocupen de la poesía; son, por ejemplo, muy esporádicos los textos de Piglia, recuerdo por ejemplo, su brillante discurso de apertura en la Feria del Libro de Buenos Aires, en el 2008, en que hace un rescate de la lectura de poesía. Resulta de todo ello –y en defensa propia–, la atomización del mercado, la multiplicación de pequeñas editoriales autoproclamadas «independientes», grupos alrededor de talleres y maestros, recitales, blogs, festivales, etc. Ese exiguo nicho dentro de la producción editorial argentina es un síntoma de una fuerte mutación en la genericidad lírica y en la recepción de la poesía. Digo, para que quede claro, que en estos años últimos, la lectura de poesía disminuyó aunque haya aumentado el número de autores. Y digo además, que lo que venimos llamando «poema» mutó –una vez más– hacia otras formas menos específicas y extendidas. Freidemberg acertaba al decir, en 1995, que se había producido la «irrupción de otra cosa». No es ésta la ocasión para hacer un desarrollo pormenorizado de lo que algunos críticos y poetas han visto como un proceso democratizador del mercado del libro y de consolidación de una poética «nueva»,
1 Para una mayor catalogación bibliográfica, lamentablemente nunca completa, quiero incluir para orientación del lector: Antología de la nueva poesía argentina, compilada por Daniel Chirom, con prólogo de Raúl Gustavo Aguirre e introducción de Cristina Piña (Editores Cuatro, Buenos Aires, 1980); «Breve antología de la poesía argentina actual», compilada por Ricardo H. Herrera (selección y prólogo), en Poesía, Nº 88-89 (Universidad de Carabobo, Venezuela, 1991); 70 poetas argentinos (1970-1994), compilada por Antonio Aliberti –selección y prólogo– (Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1994); Poesía argentina de fin de siglo, compilada por Lidia Vinciguerra, con estudio preliminar de Cristina Piña (Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 1996); Signos vitales. Una antología poética de los 80, selección y prólogo de Daniel Fara (Ed. Martin, Mar del Plata, 2002); Antología 13 poetas, prólogo y selección de Liliana Lukin (Ediciones La Biblioteca, Buenos Aires, 2008); La tendencia materialista. Antología crítica de la poesía de los 90, V. Kesselman, A. Mazzoni, D. Selci –comps.– (Paradiso, Bs As, 2012); 30.30, poesía argentina del siglo xxi, selección y prólogo de Francisco Bitar, Daiana Henderson y Gervasio Monchietti (Ediciones de la Municipalidad de Rosario, 2013).
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osvaldo picardo
pero traté de delimitar someramente algunos de sus aspectos más evidentes. En primer lugar, un proceso de democratización que logra la reducción del mercado y, en consecuencia, de los lectores es llamativamente contradictorio, por lo menos si tenemos como punto de comparación la experiencia de Boris Spivacow y el Centro Editor de América Latina. Y por último, el género lírico tradicional es históricamente inestable desde Aristóteles hasta nuestros días, por eso mismo hemos leído como «poesía» una inmensa cantidad de formas y composiciones, que van desde el verso medido hasta la prosa poética, pasando por las letras de canciones y la perfomance2. En resumen, lo que llamamos «poesía» o más específicamente «poema», así como lo que leíamos como literatura o poesía, como dice el poeta Martín Rodríguez, casi no existe3. Para ir precisando los límites cronológicos de esta mutación en la poesía, creo que se pueden ver al menos dos momentos: uno que coincidiría con la posdictadura, cuyos principales exponentes son reunidos en Poesía en la fisura y Monstruos; y un segundo momento, con la democracia y sus crisis de representación, donde encontraríamos a algunos poetas que han sido antologados en Última poesía argentina y, recientemente, en 53/70. Un dato importante para tener en cuenta es que este proceso de cambio fue nuevamente hegemonizado por el centralismo porteño y el olvido
de las otras regiones4. Recién Última poesía argentina, del 2008, marca una nueva focalización regional, una preocupación creciente por lo que también estaba pasando fuera del mapa noventista: Buenos Aires, Rosario y Bahía Blanca. Simultáneamente a estos dos momentos, que algunos consideran la continuidad de uno en el otro, se construyeron alternativas no siempre de impugnación o resistencia, sino de diálogo entre la especificidad poética y el inmenso océano de «lo otro», y que a veces comparten alguna antología de ambos lados. En el sector de la impugnación y la resistencia del «lirismo» ante lo «nuevo» (o «antilírico»), podemos encontrar las revistas Hablar de Poesía, editada por el poeta Ricardo Herrera, y Fénix, editada por el también poeta
2 La crítica Josefina Ludmer, en una conferencia del 2006 llamada «Territorios del presente», explica que las diferentes formas en que la compleja red de corporaciones editoriales, que a su vez participan o son dueñas de suplementos culturales, revistas, diarios, radios, canales de tv, productoras y fundaciones que otorgan premios y ayudas, construyen un contexto contemporáneo para la prevalencia de modelos de consumo popular con aspecto realista, globales, políticamente ambiguos e inspirados en un «puro presente». Ante ese panorama, no deja de ser tentador creer que la «poesía» –siempre se le pide mucho– podría ser una forma de resistencia. Pero, dejando a un lado la ingenuidad o la hipocresía, la poesía no importa a este sistema, hasta el punto de dejarla participar dentro del mercado del libro. Ludmer también desarrolla en «Literaturas postautónomas» algo que toca de cerca la cuestión de la mutación del género, al observar cómo la literatura se vuelve menos literaria, es decir, que no importa que sea o no literatura. La inespecificidad del género transforma a los poemas en instalaciones, mezclas y migraciones a diversos soportes, de modo que el lector no puede hacer una valoración literaria o estética. Se lo empuja a participar y a dejar de ser lector. Migra a otro lugar en que se lo incluye dentro del espectáculo, del recital o del texto (cuando lo hay). Estas consideraciones se relacionan con lo que Jacques Rancière llama «el espectador emancipado». Hasta acá la digresión teórica. 3 Martín Rodríguez (Bs. As.,1978) es autor de Maternidad Sardá y Ministerio de Desarrollo Social, y no deja dudas al respecto: «la idea de fin de la poesía o de la literatura es tentadora. Lo puedo decir a partir de una percepción: lo que yo entendí como literatura casi no existe». La poesía instaló diversos discursos no literarios dentro de la poesía y, entre ellos, no faltó el discurso político. El cambio en las representaciones va dejando abandonadas en el camino infinidad de categorías clásicas y vanguardistas, las cuales sirvieron a varias generaciones. Aquel viejo deseo revolucionario de fusionar poesía y vida que sostuvieron las vanguardias se consuma hoy en la espectacularización de lo cotidiano y de lo real inmediato. 4 Remito para entender esta exclusión al artículo de Santiago Sylvester, «El país amputado» (en Revista Ñ, Clarín, 2008; se puede consultar en http://www.bn.gov.ar/media/page/el-pais-amputado.pdf) y también mi artículo «La poesía de entresiglos» (en Cuadernos Hispanoamericanos, No 707, Madrid, 2009). En las provincias del interior se dio otro tipo de relación generacional. En el interior se redescubrieron poetas de la estatura de Bustriazo Ortiz o el de Jorge Leónidas Escudero, y se desarrollaron obras como la de Cristian Aliaga, Graciela Cros, Ariel Williams, Rogelio Ramos Signes, Carlos Schilling, Alejandro Schmidt, Marcelo Leites, Sergio De Matteo, Ricardo Costa, solo para mencionar un puñado de los muchísimos poetas de las provincias. ULRIKA 56 |
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nuevas voces para la poesía iberoamericana
Pablo Anadón; en el anchísimo camino del medio hay otros autores en diálogo con las poéticas de tirios y troyanos. Según el crítico y poeta Martín Prieto5, la fecha de inicio de la «nueva» poesía argentina –haciendo todas las salvedades sobre lo caprichoso de este tipo de datación– estaría ubicada en los poetas objetivistas y neobarrocos de los 80 del siglo pasado: «lo que aún hoy llamamos nueva poesía argentina empieza a comienzos de la década del 80 del siglo que pasó». Aceptando en principio el argumento de Prieto, no cabe dudas de que fue determinante la aparición de la revista Diario de poesía6 y el activismo cultural del objetivismo y el neobarroco en esa etapa de la posdictadura. No se podrá negar que incidieron no solamente en la formación estilística de los jóvenes poetas, sino en la selección y
conformación de una relectura de la poesía argentina y la consecuente reformulación de una tradición nacional «programáticamente» discutida y revisada. A diferencia de los grupos que lo precedieron en la poesía argentina del siglo xx, el objetivismo no tuvo manifiestos. Existió en cambio una prédica con la que marcaron una línea tajante entre lo que era una escritura de época y aquello que no lo era. En ese sentido, irritaron a sectores más clásicos y tradicionales, y generaron una suerte de resistencia a comprender el uso –muchas veces sobrestimado– de la tercera persona, el distanciamiento emocional y la imposición de un tono antilírico. El afán de un realismo llano y seco, producía, es cierto, un estatismo descriptivo donde la exagerada observación de una realidad exterior casi siempre degradada por el capitalismo y la identificación minuciosa y fotográfica, ocupaban todo el texto, sin efecto evidente y sin un plus de sentido. «Paso a nivel en la chacarita» de Fabián Casas (Buenos Aires, 1965) es un ejemplo claro que se tomó como modelo durante toda esa etapa. El poema dice así: «Los chicos ponen monedas en las vías, / miran pasar el tren que lleva gente / hacia algún lado. / Entonces corren y sacan las monedas / alisadas por las ruedas y el acero; / se ríen, ponen más / sobre las mismas vías / y esperan el paso del próximo tren. / Bueno, eso es todo». Solamente el lector avisado puede agregar sentido social y político, así como relacionarlo con William Carlos Williams y su famosa «Carretilla roja» o con Joaquín Giannuzzi y su «Poética». Son
5 Martín Prieto, «Neobarrocos, objetivistas, epifánicos y realistas: nuevos apuntes para la historia de la nueva poesía argentina » (Cahiers de LI.RI.CO, 3, 2007, 23-44). Es interesante releer cómo Prieto explica el punto de inicio de la «nueva» poesía a través de una anécdota de la señera publicación Diario de Poesía, en la que se excluye voluntariamente a Juan Gelman. Recuerda «el hecho de que fue uno de los únicos “grandes poetas” de la segunda mitad del siglo xx cuya obra el Diario de poesía, en sus años dorados, decidió programáticamente no revisitar». 6 En 1986 apareció esta publicación trimestral. Fundado y dirigido por Daniel Samoilovich, la nota editorial del primer número decía que se había «apostado contra la aceptación de las condiciones dadas, contra las letanías sobre la falta de lectores de poesía y a favor de un hacer que en su propio entusiasmo modifique las cosas». Este tabloide publicó 73 números, por más de 20 años, y tuvo en su mejor época una tirada nacional de 5.000 ejemplares.
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osvaldo picardo
textos que necesitan de una nueva comunidad de sentido y de otra clase de recepción. Una de las fuertes características fue su desencanto, como lo demuestra en los 90 la aparición de un libro como Metal pesado de Alejandro Rubio, al que se lo ha calificado de «manifiesto de la decepción de un peronista con el menemismo». Hasta entonces, se hablaba de una vieja disputa entre neobarroco (Perlongher, Kamenszain y el primer Carrera) y objetivismo (García Helder, Casas, Aulicino) que pronto fue superada por una propuesta en que se cruzaron ideas y procedimientos tanto como posicionamientos ideológicos. Esta nueva ola preparó las escrituras de los 90 (Martín Gambarotta, Cucurto o Santiago Vega, Alejandro Rubio, Oscar Taborda, Damián Ríos y Marina Mariasch, entre muchos otros). La operación sobre el lenguaje y el aparato oficial de lecturas conformaron un programa común que fue predicado y replicado hasta el cansancio, aun desde los sectores más reaccionarios que no abandonaron ni supieron reemplazar las categorías de aquellos argumentos. Casi como un ejercicio diario más que como una práctica reflexiva y cuidadosa, la escritura de época impone un lenguaje poético y también una sensibilidad que democratiza o banaliza cualquier distinción entre el lenguaje coloquial y el culto, entre la cultura de masas y la alta cultura. No se trata de esquemas completos, ni siquiera de estéticas del todo durables. Se reconquista el territorio del yo más que autobiográfico, autoficcional en un clima de amigos que se leen y comparten un rato de música, charla y juventud ruidosa. Estas poéticas están planteando de antemano la muerte de la poesía «bella y trascendental», tal como lo expresa uno de sus teóricos, que desarrolla este concepto referido a la tradición lírica que, según
él, ha dejado «ese lugar de silencio, de negatividad en que belleza ya no existe pero persiste su exigencia»7. Esto se corresponde con lo que también fue llamado voluntad «antiprímula» que evita los elementos de la naturaleza y lo campesino, privilegiando únicamente lo barrial y sus márgenes, lo joven y su cronolecto. Última poesía argentina aparece en 2008, y si bien hay muchas semejanzas, se nota un cambio de actitud y una operación distinta y heterogénea sobre el lenguaje y el sujeto que hacen pensar en el inicio de la dispersión de aquellas poéticas de los 90. El libro selecciona argentinos nacidos después de 1977, como un punto de arranque significativo para señalar una etapa generacional de los nacidos y formados durante
Casi como un ejercicio diario más que como una práctica reflexiva y cuidadosa, la escritura de época impone un lenguaje poético y también una sensibilidad que democratiza o banaliza cualquier distinción entre el lenguaje coloquial y el culto, entre la cultura de masas y la alta cultura. y después de la dictadura, «la generación de los hijos de los desaparecidos». El recorte cronológico y geográfico nace de una sospecha de novedad que me permite pensar en lo expresado anteriormente sobre el cierre de la etapa posdictatorial y el inicio de una escritura distinta y sin ruidos de fondo que, como ya dijimos, sonaban más fuerte en Buenos Aires que en el resto del país. Los compiladores son también poetas: Gabriela Franco (1970), Eduardo Mileo (1953) y Javier Cófreces (1957). En un breve y modesto prólogo que no propugna ninguna escuela, hablan del esfuerzo que debieron hacer para seleccionar los 32 poetas antologados de entre más de 300 de todo el país. Sería muy valioso detenerse
7 Edgardo Dobry, en ZurDos. Última poesía latinoamericana (Madrid, Bartleby, 2005, p. 337). ULRIKA 56 |
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en un estudio más pormenorizado que el que podemos hacer ahora, pero señalaré rápidamente algunas coincidencias y diferencias de época. En primer lugar, hay multiplicidad de temáticas y estilos, aunque continúa predominando, no obstante, un realismo icónico en que se dan cita obligada lo degradado y lo trivial, lo rantifuso y kitsch. Y aunque «no hay afán por construir una épica» no se huele aquel gesto/impostura de la década anterior, ni tampoco un rechazo al registro reflexivo o culto. Entre los poetas incluidos se nos revelan algunos nombres conocidos y otros no tanto: Florencia Abadi, Mariano Blatt, Guillermo Bravo, Martín Carlomagno, Soledad Castresana, Javier Foguet, Griselda García, Sebastián González, Laura Lobov, Gabriela Milone, Noelia Rivero, Martín Rodríguez, Victoria Schcolnik, Eugenia Segura, Mariana Suozzo y Guadalupe Wernicke, entre otros.
A la poesía argentina no deberíamos pensarla como una totalidad, sino como una fragmentación de la lengua y de los relatos de la realidad. Su variedad y abundancia dan cuenta de las muchas singularidades del siglo xx, pero sin concretar un conjunto acabado y homogéneo. Un aporte importante de este segundo momento fue la irrupción de una gran cantidad de mujeres con un imaginario propio y una voz que no sólo es personal, sino que participa y demanda por su género. El panorama, a diferencia de los 90, es que se abandona o se aleja la línea fingidamente ingenua de lo que fue «Belleza y Felicidad», un espacio de arte dirigido por Fernanda Laguna y Cecilia Pavón. Esa estética aniñada, como versión «blanda» del realismo «duro» precedente, así como la parodia y el juego, confirmaban la crisis de la experiencia y de la producción artística. Esta otra poesía femenina recupera otro tono y la línea anterior de poetas como Diana Bellessi o Irene Gruss. Asumen una búsqueda más próxima a la experiencia y a sus verdades. Para ir completando el actual panorama, 53/70. Poesía argentina del siglo xxi aparece en el marco del 23 Festival Internacional de Poesía de Rosario y reúne textos de cincuenta y tres autores nacidos en la 12
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década de 1970. Su lectura permite observar la dispersión más que la amplitud del programa inicial. Algunos de sus poetas son Roberta Iannamico (Bahía Blanca, 1972), Walter Cassara (Buenos Aires, 1971), Cristian De Nápoli (Buenos Aires, 1972), Fernanda Laguna (Hurlingham, 1972), Santiago Pintabona (Buenos AIres, 1974), Claudia Masin (Resistencia, 1972), Aníbal Cristobo (Lanús, 1971), Cecilia Pavón (Mendoza, 1973), Francisco Garamona (Buenos Aires, 1976), Sebastián Morfes (Bahía Blanca, 1976), Alejandro Crotto (Buenos Aires, 1978), Analía Giordanino (Santa Fe, 1974), Pablo Katchadjian (Buenos Aires, 1977), Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970) y Gabriela Luzzi (Rawson, 1974), entre otros. Y también online, en el espacio Círculo de poesía, se puede consultar la selección que realizó el poeta, crítico y editor Carlos J. Aldazábal (Salta, 1974), «Otra muestra de poesía argentina», cuyo título ya se presenta como contestatario a lo que él llama una cierta tendencia generacional de «grupo de amigos que, a fuerza de voluntad, quieren representar todas las cuerdas de la poesía nacional desconociendo la realidad pluricultural del país». Entre los seleccionados de su propia generación están Eduardo Atilio Romano (Orán, Salta, 1971), Rodrigo Galarza (Corrientes, 1972), Geraldine Palavecino (Salta,1973), Julián Axat (La Plata, 1976), Elena Aníbali (Oncativo, Córdoba, 1978), Tomás Watkins (Neuquén,1978), Eliana Drajer (Mendoza, 1979) y Tony Salazar (Chaco,1980). A la poesía argentina no deberíamos pensarla como una totalidad, sino como una fragmentación de la lengua y de los relatos de la realidad. Su variedad y abundancia dan cuenta de las muchas singularidades del siglo xx, pero sin concretar un conjunto acabado y homogéneo. Si bien Leopoldo Lugones, Jorge L. Borges, Alejandra Pizarnik o Joaquín Giannuzzi definieron y protagonizaron momentos importantes del siglo, ellos no son sino una muestra de algo que no terminamos de precisar y que, de alguna manera, se fragmenta, multiplica y dispersa después de los años 80 sin solución de continuidad en el siglo xxi. Esto ha contribuido a una inquietante reducción del público lector y de las estrategias de sobrevivencia de un tipo de poesía que se resiste a desaparecer del todo, una poesía abierta y en diálogo, una poesía mutante.
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Doce poetas argentinos del s. xxi Diego Colomba (San Nicolás, Argentina, 1972) Es profesor y licenciado en Letras, y doctor en Humanidades y Artes y periodista. Ha publicado últimamente: El largo aliento (Alción Editora, Córdoba, Argentina, 2016).
En el ojo de quien mira Ahora que la luz pulsa los vibrantes colores solares de la quinta que les sale un sarpullido dorado a los tallos de las trepadoras que vuelan basuritas y pájaros en la penumbra verdosa del naranjo yo aboceto, sin buscarlo, el minuto de un brillo que empieza a corromperse. Y no hay distingos lumínicos para mi propia urticaria, mis picaduras, mis quemaduras del sol en la piel ni para mis moretones, mis costras que supuran, ni para la tripa del ombligo mal cortado que dejo al descubierto. La verdad de mi versión no se resiente, fresca y natural como la digo, en un mundo de impresiones donde nada parece sustraerse a la fuerza de un destino.
Alejandro Crotto (Buenos Aires,1978) Publicó los libros de poemas Abejas (2009), Chesterton (2013) y Once personas (2015). Administra el blog losporquesdelarosa.blogspot.com.ar dedicado a la poesía y la traducción de poesía. Es Licenciado en Letras.
Mediodía Bajo el cielo sin nubes, en la mesa, ahí están: tallarines con salsa de tomates, un pan quebrado y agua, vino.
Ahí está la harina con el huevo y las manos. Ahí está el trigo, las uvas que tomaron sol y noche, y los tomates destruidos, salpicados de queso, el agua limpia. Ahí están: mirá y olé y masticá feliz, devotamente. Una canción tan fría y tan apasionada como el alba Latas, vasos de plástico tirados al azar. Arranca el día; arranca y muestra drástico en la playa vacía el final de la fiesta. En la luz fría, tapado con arena a nuestros pies, el resto carcomido de un tronco humea apenas. Detrás el mar, el ruido opaco de las olas repetido.
Laura López Morales (Villa Dolores, Argentina, 1976) Publicó los cuadernillos de poesía. Su primer libro es También afuera es todo esto (Llanto de Mudo, 2014).
Respirar donde antes hubo un bosque... Respirar donde antes hubo un bosque te deja sin aliento aprendí a caminar entre los tocones talados por eso pierdo el equilibrio deambulo porque no sé esquivar lo que antes estuvo ahí y ocupó un lugar y tuvo un nombre dijiste o insinuaste que hay una voluntad en la ausencia que tuviera cuidado que de tanta frondosidad podrías perderme de vista. ULRIKA 56 |
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Elena Anníbali (Oncativo, Córdoba, 1978) Licenciada en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba. Tiene publicados los libros de poesía Las madres remotas (2007) y Tabaco mariposa (2009).
Madre Mi madre, la Esquiva, la Lejana, la perra blanca con sus tetas de leche, con sus dulces venas azules agigantándose en la noche de la fiebre, trepando las paredes para chupar mis sombras, con su hermoso pico rosa, con todos sus brazos. Mi madre tiene saudade de las ciudades que ha dejado atrás, de donde le viene el cabello negro, suoi occhi de guerra. Viene levantándose desde el poniente, una Galatea de las esferas, que rueda sobre el mundo, que lo impregna brevemente de sus perfumes, y desde entonces, nada existe, sino su raza mezcla de bestia e inglés, nada, sino sus cacerolas trashumantes, sus estropajos, las vendas con nuestras sangres que guarda como sudarios. ¿Será ella, ese violento olor a almizcle que anuncia la mañana? ¿Dónde se anuncia su heredad en mi cuerpo? Y a partir de la pregunta, aparecen las cicatrices, las alas, la sal bajo la lengua, ese como a olor a humo y a calandria, y todo el resto, todo, como una triste Barataria de sueños.
Valeria Cervero (Buenos Aires, 1972) Publicó los libros de poemas cadencias (2011) y equilibristas (Colectivo Semilla, 2014), la plaqueta el agujero negro de lo dicho (Colectivo Semilla, 2013) y el libro álbum para chicos escondidas (Ediciones del Eclipse, 2013). Una escama de realidad soporta el peso casi inocente de cruces, atajos, superposiciones, desvíos 14
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se impregna de la humedad de este día absorbe su calor, su vértigo su olor a arena rancia no pide más pretextos que el de la música que apaña cada resto de sí una mínima parte de dicha o desconsuelo parece decir que todavía
Carlos Aldazábal (Salta, 1974) Publicó los poemarios La soberbia del monje (1996), Por qué queremos ser Quevedo (1999), Nadie enduela su voz como plegaria (2003), El caserío (2007), Heredarás la tierra (2007), El banco está cerrado (2010), Hain, el mundo selknam en poesía e historieta (con ilustraciones de Eleonora Kortsarz, 2012), Piedra al pecho (2013) y Las visitas de siempre (2014).
Trilobites Si es por tragedia, alguien debería contar la historia de los trilobites, animales marinos condenados a fósiles, a que nadie humedezca sus mañanas ni recuerde la razón de los abismos. Pero no se trata de escribir lo que se sabe. Aquí la tragedia es no poder despedirse, no poder desear buena ventura, un «que te vaya bien, que todo amaine». No se conocen las rutas de la muerte ni los designios del azar que transforman los restos. No se conoce el rumbo, ni el color, ni la forma. Sólo sabemos lo que supura el ojo, y líquido por líquido, ojo por ojo, es la tragedia la que decora el cuadro: caminata torcida para subir un cerro con fósiles marinos creciendo en sus cornisas. Un caprichoso adiós, que ya no importa.
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Evangelina Aguilera (Mar del Plata, 1977) Profesora en Letras. Dicta desde hace años el taller de escritura «Fernando Pessoa». En el año 2009 publicó su libro Fuga.
Abisal En el muelle hay un hombre que tira un medio mundo, arrastra con poca fuerza y fe y espera. Repite el ejercicio de memoria como quien fuma o como quien recuerda. Con mucha o poca suerte entiende que toda trampa es una red ligera que ha errado en la manera pero es tarde. La idea más oscura flota saca el brazito izquierdo, lo sacude. Si se hunde, mejor. Pero lo llama y esto ya lo sabemos: todo lo bueno está en el fondo.
Analía Giordanino (Santa Fe, 1974) Profesora en Letras. Publicó Fantasmas (Premio Alcides Greca, Ediciones UNL, 2008, narrativa), Nocturna (Ediciones Diatriba, 2009, poesía).
Razones para no hacer manualidades Hay infinidad de pájaros y plantas y árboles de los cuales no sé bien el nombre. De uno de ellos sí lo sé. Sé del ceibo que había en un patio por el que yo corría. La maestra nos enseñaba los viernes a desbrozar. Yo quería ir a carpintería y no hacer puntadas macramé o anudar con hilo sisal.
Me gustaba el olor de la madera balsa y los mimbres en el agua amarillos, verdes, hinchaditos para la trenzada. Una vez entré en la sala de carpintería y vi las manos de los niños y las virutas reposando en la ventana. Vi el olor de las máquinas, del aceite y el calor del torno y los metales. Me pareció que en la otra punta las labores se callaban para poder rodear tanta belleza.
Emilio Teno (Bahía Blanca, 1978) Es librero y letrista de canciones. En 2004, en España, Editorial Renacimiento publicó su primer libro de poemas: El tiempo que nos toca. Su último libro publicado es La noche americana (Ed. Sudaca, 2015).
Das schweigen der sirenen Como el Ulises de Kafka, atados al palo mayor de la soberbia, nos machacamos los tímpanos con la astucia de la cera, confiados en la ciencia del sextante, mientras la belleza ronca de las piedras tiembla un momento justo como antes que sople la tormenta. Lo comprendimos tarde: Todo canto imaginado sólo puede nacer de un silencio insoportable.
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Claudio Archubi (Mar del Plata, 1971) Físico y escritor. Publicó La forma del agua (cuentos, ed. de la Universidad de La Plata, 2010), Siete maneras de decir tristeza (poemas en prosa, Lima, 2011), Sísifo en el Norte (poemas en prosa, ed. Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2012), La casa sin sombra (poema en prosa, Buenos Aires, 2014) y La ciudad vacía (Maldonado, Uruguay, 2015).
El faro El faro es el lugar de todos los poemas. Te das cuenta que nunca lo has visitado. Decides ir esta vez, y mientras te acercas, piensas en tu madre que creció en el puerto. Entrar en el faro es entrar en la infancia de tu madre, te dices, una que dando vueltas se convierte en la tuya. Pero la puerta está cerrada. El faro no funciona porque el motor que hace girar la luz se ha roto. Te quedas parado sobre la arena mirándolo mientras oscurece. La ciudad se va encendiendo, pero el faro no. La ciudad entera es el faro; su luz perdida, tu infancia.
Diego Roel (Temperley, 1980) Publicó: Padre Tótem / Oscuros umbrales de revelación (Libros de Tierra Firme, 2004), Diario del insomnio (Libros de Tierra Firme, 2005), Cuaderno del desierto (Libros de Tierra Firme, 2007), Las variaciones del mundo (El mono armado, 2010) y Los jardines del aire (El mono armado, 2012).
Vía lucis El que Es Sin defecto y Grande me habló a mí, que soy pequeña y triste, para que pueda formar en mi mente letras desconocidas, para que de mi boca salga un verbo nuevo, una expresión más leve, una palabra que atraviese los mares y las islas, que resuene en los últimos términos de la tierra. Sí, yo siempre estuve callada y guardé silencio. 16
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Pero ahora Tu Voz en mí se expande y multiplica como voces de mujer que está de parto, como voces de mujer que está muriendo. Ahora Tu Voz en mí se expande. Cuando pase a través de las aguas del gran Río no me anegarán sus corrientes. Cuando salte en medio de las llamas no me quemaré. El que Es Sin defecto y Grande me habló a mí, que soy pequeña y triste.
Paula Giglio (Córdoba 1988) Lic en Filosofía. Publicó: Ella, naturaleza (Babel, 2012) y En el cuerpo (Dock, 2016).
Principio antrópico Una palabra más y se rompe el equilibrio. El agua líquida no es casual; tampoco la distancia entre el Sol y la Tierra: un poco más acá, y seríamos vapor; un poco más allá, y seríamos de hielo.
Milenka Torrico
Una mirada a la poesía joven boliviana Vista del centro de Cochabamaba con el cerro Tunari al fondo. Foto Wikipedia.
Por Milenka Torrico C. Ilusa de mí sin lámpara de ojo precoz. Blanca Wiethüchter
Hace más de diez años, la poesía joven boliviana empieza a modelarse como tal. En este período una suerte de movimientos poéticos despierta en distintas ciudades del país. Puesto que no existe ningún registro histórico que sistematice este proceso, la relación que elaboro, muy probablemente, peca de incompletitud e imprecisión. Me atrevo a afirmar, sin embargo, que este despertar no fue únicamente poético, sino también narrativo: jóvenes estudiantes de letras o interesados en ella empiezan a crear y a compartir sus escritos con su círculo cercano. Este gesto fraterno y generoso inaugura este viaje. El interés común era la literatura. En ciudades como La Paz y Santa Cruz surgen grupos en torno a las carreras de Literatura y Filología, respectivamente. En Cochabamba, sin un foco universitario de este tipo, fueron los centros culturales los que acogieron este afán escribiente. Proyectos dependientes del Centro Cultural Simón I. Patiño, como Cien de cien letras (revista) y «Calaca» (grupo literario) son, quizás, el principio de esta generación. Algunos de sus integrantes decidieron estudiar Literatura en La Paz y los que se quedaron trabajaron luego con el Área de Letras del
Proyecto Cultural mARTadero, primero reuniéndose como club de lectura y luego participando de talleres de escritura creativa que allí se organizaban. Por aquel tiempo, a iniciativa de tres poetas (Jessica Freudenthal, Benjamín Chávez y Juan Carlos Ramiro Quiroga), se construyó una antología de poesía, Cambio climático (2009), que procuró recoger el trabajo de jóvenes de todas las ciudades de Bolivia. Arduo fue el trabajo de recopilación pues la mayor parte de los escritos eran inéditos; sus formas de publicación habían sido, diremos, efímeras: blogs ya caducos o noches de lecturas poéticas en cafés. Este proceso fue apoyado por YerbaMala Cartonera (El Alto), uno de los instrumentos editoriales que salvó a la poesía joven del anonimato y el silencio: publicó selecciones personales de varios de los antologados en Cambio climático y de otros tantos cuyo trabajo fue posterior a esa publicación. Así también, el proyecto editorial Pasanaku de Sucre trabajó en la publicación de escritores jóvenes de esa ciudad bajo el sistema del juego del cual toma su nombre: se formaba un grupo de autores que aportaban una cuota mensual, por dos años, destinada a un fondo común para la edición bimensual de los trabajos de cada participante, según un cronograma establecido por sorteo. El trabajo de difusión fue importante, se organizaron giras nacionales para promocionar los materiales. ULRIKA 56 |
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Surgió también, en un acto de rebeldía, una editorial independiente a cargo de un grupo de jóvenes de carrera de Literatura de La Paz: «Género aburrido (e insustancial)», que publicó con fondos propios prosa y poesía, en un primer momento, escrita por los estudiantes, y luego editó las colaboraciones de jóvenes escritores peruanos, chilenos, argentinos y ecuatorianos.
«Volcar los ojos hacia el exterior» fue la consigna para abandonar esa escritura sosa y lábil del adolescente sumido en su infierno personal y amoroso. También abandonar palabras que yerran de facilista «profundidad poética»: ser, infinito, nada. Si ya el lenguaje es insuficiente para nombrar la realidad, hay que evitar entramparse en él poniendo su imperfección en evidencia. En Oruro, el colectivo «Perro Petardo» (cuyo nombre homenajea a un perro ícono de la ciudad por participar en marchas, desfiles y el carnaval) y su editorial cartonera «Rostro Asado» se convirtieron en los disparadores de un movimiento cultural en esa ciudad: intervenciones, lecturas callejeras, transmisiones radiales, fueron algunas de sus actividades para «vivir el arte, ya que no se puede vivir de él». Para este momento, el grupo del mARTadero se había consolidado: gracias a la gestión del director y tallerista del área de Letras Juan Malebrán (Chile, 1979), los jóvenes poetas participaron de festivales y encuentros poéticos nacionales e internacionales (Argentina, Perú y Chile). Además de ser publicados por YerbaMala, sus escritos fueron recogidos en la antología f/22 (La Ubre Amarga, 2011). El intercambio cultural y literario se consolidó en la zona transfronteriza y, por supuesto, en el territorio nacional. Puesto que la vida no espera, de aquí en más, coqueteantes, desprendidos o 18
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prendidos aún a alguno de esos proyectos, los recorridos son personales.
ii «Volcar los ojos hacia el exterior» fue la consigna para abandonar esa escritura sosa y lábil del adolescente sumido en su infierno personal y amoroso. También abandonar palabras que yerran de facilista «profundidad poética»: ser, infinito, nada. Si ya el lenguaje es insuficiente para nombrar la realidad, hay que evitar entramparse en él poniendo su imperfección en evidencia. Hay que hacer de esa suma de letras una sensación, «[p]or qué cantáis a la rosa, ¡oh Poetas! / Hacedla florecer en el poema», decía Vicente Huidobro. Mirar el afuera significa ponerse a su merced, admitir su interpelación para, al fin, darle voz a su provocación. Un ojo nuevo, que no deja de ser nuestro, se vuelca a las calles arrobándose ante el extrañamiento. Entonces, ¿hay algo más emotivo que descubrir? Creo que esta es la actitud que domina, a distintas escalas y en variados matices, el trabajo de los poetas jóvenes de mi país. «Lejanos montes / refléjanse en los ojos / de la libélula», dice un haiku de Kobayashi Issa, y asistimos súbitamente a la reducción y apropiación de lo inmenso. Así opera también la escritura: no se trata simplemente de tematizar la referencia cuando hablamos de atender al exterior sino de aprehenderla e hilarla a uno mismo: La Cancha1 se refleja en los ojos de la vinchuca, que ha dejado de ser vinchuca para convertirse en caserita2, la caserita que ahora vende trancapechos […]. Su olor y sabor atraen al borracho que come con su mano meada, que estuvo sobando sus bolas y mocos en la chichería de la anticuchera, aquella que folló el viernes 1 Nombre de un mercado popular de Cochabamba. 2 Apelativo para referirse a las vendedoras.
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con el llokalla3 que no se protegió el pilín, porque le bailaba el condón; el mismo chango que de minero se tomó fotos con gringos por un bizcocho […]. «Ciclo-vía popular», Pablo César Espinoza. El trabajo de Espinoza (1989) es el más cercano al contexto popular: la calle, el mercado, la rutina de las empleadas domésticas, la telenovela. Pero su poesía no deja de ser personal pues la realidad se traduce y toma forma de palabra atravesando el cedazo de sus emociones: la violencia está. El grotesco es la moldura en la que se vierten esas situaciones cotidianas y su exhalación corrupta envuelve el encadenamiento de estas imágenes. En esta misma línea se inscribe Sergio Gareca (1983), quien transforma las realidades más descarnadas o las pretensiones más nobles con su notable irreverencia. Baste decir que ante el entusiasmo y la sonrisa perpetua de una modelo y conductora de televisión anuncia la lectura de un poema «de amor»: Llega el príncipe azul con su botella de ron barato a tirar de los pelos a la pobre rapunsel Portate bien Mamita Un sorbo para el valor y ya puede cerrarle los ojos a puñetazos al rostro de tus ilusiones […] Llega el príncipe azul a patear la puerta los sillones la mesa los niños y otros muebles «El príncipe azul», Sergio Gareca.
3 Muchacho (quechua).
Así como a la cámara y a la presentadora, la poesía de Gareca deja al lector tambaleándose, indeciso entre la carcajada y la circunspección. Lo que nos rodea percute tan íntimamente que no siempre es posible eludir la detonación subjetiva; la onda expansiva acaba por lesionar aquello que en principio nos había herido, pero también a nosotros mismos, como en la inmolación de la granada:
Sergio Gareca
Resulta inevitable cerrar los ojos y repetir «esto no está sucediendo» […] Llegar hasta el retrato siguiente, y encontrar lo que tanto se buscaba: vasos de gelatina preparados tarde de domingo con treinta grados de temperatura el televisor transmitiendo un partido del mundial Italia 90 tener la certeza de que esto será lo más cercano a la sensación de abundancia. «Aceleración», Roberto Oropeza. Un gusto agrio, un color opaco, un ave aciaga ha diseñado una ruta de ida y vuelta y el resultado es la devastación. El trabajo de Oropeza (1986) pone en escena otro matiz de lo que supone «mirar lo externo»: el observador no queda impune, como el ULRIKA 56 |
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Rocío Ágreda
voyeur, no es ajeno a la escena, participa emotivamente. El pretendido objeto nos interpela y quedamos inermes ante lo que nuestra subjetividad proyecta como reflejo. La realidad no es pasiva y bien podemos sorprendernos mirándonos a nosotros mismos (los que somos, los que fuimos) como un acontecimiento. Entonces, volcar la mirada hacia lo externo es mirarse a uno mismo desde el extrañamiento. Así aparece la voz que se autorrefiere: se ausculta, se examina y percibe como si fuera cualquier otro fenómeno: «La boca la tengo encenegada / la diminuta boca en cuya grieta crecía un tornado», dice Rocío Ágreda (1981), y esa percepción parcial y libre de posesivos da cuenta de la ajenidad que puede experimentarse incluso ante lo más propio: el cuerpo. La percepción de lo otro, esa intrusión que no sabemos bien si es nuestra o la del exterior, es la que finalmente nos concede la conciencia de «estar». «[U]n rostro como susurro en mi nuca, como vértigo [hace que me acorrale en mí misma, me otorga la experiencia] del cuerpo contra todo; y las paredes» («Al atardecer», Rocío Ágreda). Observarse a cierta distancia, como si fuésemos el animal del zoológico, permite arribar hacia uno mismo y, ahora sí, darle palabra a nuestra subjetividad admitiendo que estamos limitados, que podemos decirnos pero con incertidumbre:
Ahora que conozco tiempos inhóspitos para cualquier mujer... azucaro mis párpados me arrojo a la tribu de niños zombies oliendo alcanfores de zapatería sueño con las matemáticas severas de no saber decir la palabra no y hay algo ingenuamente hermoso en todo esto y no sé qué «Pajas», Rocío Ágreda. Retornamos de mirar lo externo como se vuelve de un viaje y algo, cercano a lo inefable, ha acontecido: todavía no sabemos pero intuimos. Esta sensación de estar prontos a dar con el arma por la evidencia de la herida puede sumergirnos en la tarea del desentrañar, de indagar y obstinarse en concretar en el lenguaje la conmoción que nos deja la experiencia. Entonces cada imagen escaneada de la realidad, cada porción de exterior que hemos tocado, suscita la reflexión y ensaya una certeza: Pero cuántos han procedido con cautela y aún así se encontraron desprevenidos. Afirmación evidente: en plena juventud urge envejecer y a pesar de ello conservar la capacidad con que miran los niños.
Anahí Garvizu 20
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Milenka Torrico
Asumo la poca sutileza con que se genera experiencia, nadie advirtió el camino equivocado mis pasos llegaron sin aviso como quien sale en busca de frutas y encuentra el desamor. «Paisaje», Anahí Garvizu. El último verso de Garvizu (1992) parece resumir lo que se pone en juego cuando se apuesta por la mirada de lo externo: algo se pierde cuando la pupila incauta registra, ella misma se vacía en lo que observa y ante esta sensación de despojo aparece esa voz que, a manera de un niño viejo, edita la experiencia. El trabajo de esta poeta se caracteriza por un afán constante de hacer contrapunto entre imagen y concepto. Del mismo modo que una ceguera congénita pretende imaginar los colores, la realidad busca enunciarse en la construcción de comparaciones. Tanteamos lo externo y nos sorprendemos tocándonos, pero ajenos a nuestra piel, como cuando acercamos los dedos a nuestro brazo adormecido y no reconocemos el contacto. Descubrimos que también nosotros somos «exterior», somos objeto de nuestra propia percepción y, de este modo, la escritura se revela, esencialmente, ecfrástica. Un acontecimiento puesto en pausa se rehace en la letra y ese acontecimiento puede ser uno mismo. Nos admitimos ajenos al (re)nombrarnos. Fabricarnos como ficción es el efecto más radical y, a la vez, el más auténtico de ese cambio de dirección de la mirada. Iris Ticona (1986) se arrellana en este extremo: en la piel de Sebastián Melmoth, fotógrafo de guerra, ha encontrado una atalaya. Su escritura deviene mirada y hace al lector partícipe de este acto: 24 de agosto de 1964
algo que no logré identificar por la distancia en que me encontraba. El hueste se alejó rápidamente y gritó a viva voz —Melmoth, tome la foto antes que explote. Comencé a sudar y mecánicamente preparé la cámara: uno, dos, tres. Disparé. Segundos después, vi estallar al niño en mil pedazos. Caí al suelo, mientras los hombres reían y comentaban —ahora sí el cuerpo no le va a fastidiar. «Murder is my business», Iris Ticona. Desde la impunidad, el acto de mirar se exacerba: Melmoth es el autor material y el lector es el cómplice, más atrás alguien se observa mirando a través de la retina y el lente de esa voz-personaje. Probablemente tome más distancia pero está más comprometido en el ejercicio de volcar la mirada hacia lo externo. Quizás por eso la poesía de Ticona coquetea con el relato y la epístola: desde su ubicación, la perspectiva es más amplia y va a darle a la imagen poética la extensión y la forma que demande.
Mensaje postal de Sebastián Melmoth (Vietnam, prisioneros de guerra) dirigido a la familia XX.
iii
[...] tengo entendido que el señor XX y su hijo fueron prisioneros por más de tres meses [...]. Me llamaron el día 21 de agosto a eso de las 10:30. Fue entonces que señalaron al infante y me indicaron que tomase una foto de él, antes de… A continuación, uno de los militares se acercó al crío, depositando en su mano
Abruptamente cierro este recorrido porque advierto que también ha sido producto de la ejecución de aquella consigna que supone capturar un fragmento de realidad y asediarlo con la palabra. Quedan pendientes tantos otros que no puedo librarme de la sensación de que es necesario construirme más ojos para seguir mirando afuera y continuar. ULRIKA 56 |
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nuevas voces para la poesía iberoamericana
Poesía chilena actual Antes que proponer un análisis de la joven poesía de su nación, el poeta Tamym Maulén nos propuso un recorrido por las propias palabras de seis jóvenes creadores de su país para que los lectores de Ulrika hagan su propio balance y den cuenta de la salud de las siempre propositivas letras chilenas. selección de Tamym Maulén
Roxana Miranda Rupailaf (Osorno, Chile, 1982) *** País sísmico el que gusta de la trizadura y el temblor como Tú mi sísmico tierra en país ciego nudo desvalido Sísmico Temblor del árbol Hojas esparcidas y mojadas por la lluvia una lluvia que no deja de trizarnos de quebrarnos estos brazos que sostienen mil agujas que son flores que son niños no tan niños y mujeres no mujeres como yo
*** Y nos vamos hacia adentro hacia el fondo de un país que se deshace nos vamos abrazados por el agua Atorados 22
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poetas chilenos, selección de tamym maulén
y deshechos por la sal que nos carcome Nos miramos a los ojos vamos siendo deshaciendo nuestro amor dibujado en una hoja de cuaderno que también se llevó el agua porque todo se lo ha llevado el agua Incluso a mí que me estoy yendo de a poquito Me voy con mis cuadernos con mi amor Sísmica me pongo Y lloro, lloro, lloro Me vuelvo mar pero no quiero irme todavía.
*** La ciudad es un incendio En medio de esta isla hay un incendio un cabello, un rostro que se quema El olor nos invade, nos persigue Construimos una ciudad en medio de la isla y ahora la lloramos Lloramos el desastre los escombros Las escaleras del deseo Tanto objeto quemado Tanto cuerpo que se ha vuelto negro, Ceniza, Polvo, Aire El agua que nos rodea no podrá apagar todo este incendio
Ernesto González Barnet (Temuco, Chile, 1978)
A veces, cuando voy a misa, me siento un pequeño judío que de ser llamado a leer la Biblia no dudaría en sacarse lentamente los anteojos, probar con un pequeño golpecito el micrófono y cantar The Future de Leonard Cohen.
Con ganas de tomarme una cañita donde se escuchen temas de la vieja escuela, si no se tiene nada que decir se juegue ajedrez y si se tiene algo que decir se diga en una novela o poemario. Y donde las chicas cuando te escuchen apoyen su mano en tu rodilla, descuidadamente.
Hoy, mientras hacía la cola por un helado una pendeja con audífonos me pidió al llegar mi turno que la dejara comprar primero. Tenía la altivez de la niña que se sabe cerca de la adolescencia y que pronto tendrá la capacidad de herir. Sí, le dije, ningún problema, y me puse nervioso cuando se quedó mirando la portada del libro que cargaba: Picnic sobre el hielo, de Andrei Kurkov.
Adoro a la que va escuchando Voulez-Vous de Abba en el auto del papá o pololo y da de lleno contra un lomo de toro y no sólo no baja la velocidad sino que se ríe.
adoro el horóscopo
sobre todo cuando el influjo de la luna es alto, equilibro las aguas del bien y del mal escuchando I Touch Myself de Divinyls y le mando un mensaje de emergencia: ven tú, yo no quiero ir.
(De Como un ojo vaciado por la lluvia, inédito). ULRIKA 56 |
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Pónganme lejos de mujeres que bailan entre ellas que no conocieron el bar Honolulu, que pagan calculadamente la mitad, que prefieren rosas antes que calcetines blancos con corazones rojos, Titanic antes que Bitter Moon y no gritan a todo lo que da los fa de Psycho Killers. Pónganme lejos de las que discuten Yendo De La Cama Al Living o no te hacen un bailecito gratis si suena de fondo Eye In The Sky.
las palabras son hematomas que trituran el deseo
(De Playlist).
la eyección será un lenguaje antiguo e impreciso perdido en los escollos de la mente
Mauro Gatica Salamanca (Arica, Chile, 1974) campo minado: el desierto florido las niñas de mi patria sueñan con arrancarse los ovarios y mear sus óvulos imperceptibles como la gloria que las aguarda sueñan con dejar sus úteros caer en el desagüe verlos hundirse entre la mierda el agua más negra de la memoria se lleva consigo las heridas el nombre de la madre es el olvido el nombre del padre es el olvido las niñas de mi patria sueñan con despoblar la tierra asesinan a sus hijos en sus juegos ficcionan sus muertes entre té y galletitas juegan al doctor con obsesión enfermiza cercenan una a una sus muñecas se abren de piernas sobre la mesa derraman kétchup sobre el mantel (Del libro la comarca: ensayo sobre el desarraigo). 24
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resulta que un día se acabará la erección y la humedad y el nervio y la sangre y todo ese tropel ácido de viseras y huesos de pliegues y coyunturas perderá completamente el sentido –es inevitable el extravío de la carne y su pulsión–
no habrá más penetración que el sonido mismo si es que se percibe como tal y los bits del holograma viral del deseo nos harán babear de ilusión –la tristeza la impotencia del músculo más rojo que el deseo– entonces la memoria pondrá en marcha su engranaje; y con él su saliva que es otro nombre otro semen transparente –otro mecanismo de penetración en reposo– y esa eyaculación espesa transformará todo en recuerdo los hoyos los huecos serán más oscuros que la confusión y tan profundos y tan dilatados que no habrá hueso que no habrá choque ni roce: los cuerpos serán confusos los cuerpos secos y deformes desfasados en el tiempo y el espacio así como los órganos incrustados en la flacidez de la imagen nada existirá en el tacto pues la piel equivaldrá al nombre de la muerte y la performance del músculo sólo será escritura es éste el dominio de los signos invisibles son éstos los imperios de la descomposición (Del libro ex machina).
poetas chilenos, selección de tamym maulén
familia extraviada en el living de la casa la pequeña casa en la pradera debutó con índices de audiencia excepcionales / mi familia no se perdía ningún capítulo / apagaban las luces/ soñaban con el cine la revista americana tv guide clasificó a charles ingalls como el cuarto papá más grande de la tv de todos los tiempos / mi padre no se perdía ningún capítulo / mi padre sólo hablaba en la tanda comercial ...... mi padre no pestañeaba cuando aparecía mery ingalls en escena ....... nellie olson fue coronada como la número tres de entre los diez más engreídos de la televisión .......... / mi hermana no decía nada la serie gira alrededor de charles ingalls / hombre casero y patriarcal / él y su esposa caroline crían a tres hijas // mary - laura - carrie // mi madre miraba la pantalla desde la cocina... mi madre le subía el volumen a la tele para aprenderse los diálogos .............. / nos pedía silencio a gritos el veintiuno de marzo de mil novecientos ochenta y tres la pequeña casa en la pradera tuvo su último capítulo las audiencias desearon no ver más a los ingalls... ))))))))))))))))))))))))))))))))))))))))))))))))))))))))) –el living ya no reúne a nadie– ...para saciar los apetitos, cuatro películas de televisión / basadas en la serie original .............................. (Del libro family values).
David Bustos (Santiago de Chile, 1972) Ejercicio Nº1 En este alicate he encontrado las pruebas los tiros las luces de bengala las pezuñas tus ojos hilos de volantín cabello fractura la hepatitis he encontrado atrofiados los músculos dorsales y abdominales. He encontrado los dientes las tapaduras muebles acumulados y apilados en un rincón de tu esqueleto. He encontrado un meñique un anillo en el anular una escoliosis como S italiana un par de canciones mal bailadas miopía de leer las obras completas de Marx. Una guitarra he encontrado dos cuerdas desafinadas un pañuelo en la parte superior de la guitarra una foto de tu pareja. He encontrado una frase de tu hija en el momento de la detención he encontrado eso una voz de niña una voz que ahora mismo es más gruesa una voz que se acumula en tu oreja como los cristales acumulan el zumbido del viento.
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Ejercicio Nº18
Entre la corteza del árbol una araña lucha con su tela sofocada por el significado.
Angustia: madre de todos los estados de sitio. Hoy el bombardeo ha sido amable no hay que hacer caso a los sesos que derrama tu cabeza las noticias exageran, las extremidades dispersas de una guagua de seis meses entre escombros no son dignas de ser comentadas después de todo de algo hay que morir. Tengo amigos cesantes hace años. Cada día se quejan menos. No hay enfermedad si no hay enfermo. Una ambulancia se pierde esquivando cuerpos entre escombros. El cobre sube de precio el cuero cabelludo de una muchacha de trenzas que andaba chuleando por ahí yace aplastado debajo de una casa. El trabajo es trabajo, la guerra es guerra.
Ejercicio Nº 19 Árboles torcidos que apenas sostienen el peso del fruto. Tronco es raíz con forma de tronco. Rama es raíz con forma de ramas. Fruto es nudo irreductible. Huye de las bombas de racimo que caen sobre la ciudad. –Una ambulancia se pierde esquivando cuerpos entre los escombros–
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Agroglifos en campos de trigo, telegramas en pleno campo de batalla. Un poema ocupa el lugar de una pradera.
Maximiliano Andrade (Santiago de Chile, 1990)
Reventada la carne a quemarropa Habrá que demoler todo recuerdo de un cuerpo intacto Habrá que saquear las cavernas de un templo hecho ceniza hoguera y tez Habrá que incendiar todo rastro de amor Habrá que morir en silencio Las palabras no sufren ni sangran ni palpan están ahí como un objeto como el fuego El cuerpo muere para convertirse en eso que no siente hecho para morir es un objeto un arma
No hay poemas para la ausencia del tacto Achicharrados los huesos se pelan con la fricción de la indiferencia que deja el frío de las costras blandas o las flamas al contacto con todo cuerpo uniforme que se sume a la resistencia guerrillera de la muerte Nadie quiere enfrentarse al dolor la desaparición del propio cuerpo Perderse Mirar a los ojos mientras los ojos se queman
poetas chilenos, selección de tamym maulén
Conquistar territorios de luz con los dedos El paisaje se quema como se quema un libro viejo Un cuadro viejo Un cuerpo desaparecido Las ciudades se incendian como se incendian los ríos montañas y lares Los recuerdos se inmolan como se inmolan las manos puestas al sol en medio del desierto Desaparecer de un lugar no habitado no representa ningún síntoma de rebeldía Escribir sin ningún sentido
*** La poesía es una cuerda floja sostenerse en ella una cuestión de equilibrio entre la palabra y la nada
*** Nadie lee fuego mientras todo se está quemando Difícil escribir poesía en este país de poetas
(De Bonzo).
Jaime Pinos (Santiago de Chile, 1970) *** Su hija le pregunta por qué es poeta Porque me gustan las palabras responde También me gustan las palabras dice ella Pero prefiero los chocolates y los gatos
*** Un poema es una pregunta que no quiere respuesta Un poema es una pregunta que busca otra pregunta Un poema responde una pregunta que no nos hacemos Preguntar está bien Nada se pierde con preguntar
La poesía ha sido aquí demasiadas veces un juego de la inteligencia un asunto de especialistas jerga jerigonza solo eso La poesía ha sido aquí demasiadas veces egoísmo competencia otra carrera de perros solo eso otra carrera La poesía ha sido aquí demasiadas veces una forma de la vanidad una forma de la cobardía Profunda Decepción Pero a veces es bueno que la poesía nos decepcione Cuando eso pase seguir el consejo de M. R. respirar en la experiencia respirar fuera de la poesía (De Documental, inédito).
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Ramón López Velarde
Efraín Huerta
José Carlos Becerra
Entregas recientes de la poesía mexicana Por Margarito Cuéllar
La juventud, una etapa tan efímera Volvemos la vista atrás y ésta se ha ido, dejando una notable carga de nostalgia, sueños, tesis sobre la vida, desvelos, algunas cicatrices, programas de acción, manifiestos personales y algunas líneas escriturales cuyas flechas apuntan al presente o a un futuro que ya pasó. Cuando se es joven se apuesta con arrojo y casi siempre sin precaución. Aunque hay que tener presente que en poesía hay ejecutantes que son jóvenes toda la vida. Hace mucho que se fueron, pero siguen siendo un ícono del ahora. Pienso en Rimbaud y en Jim Morrison, lo suficientemente jóvenes para ser eternos y encontrar seguidores en todos los países y generaciones. Pero pienso sobre todo en cuatro nombres: Nicanor Parra, que a sus casi 104 años 28
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nos marcó, para el siglo xx latinoamericano, con el herraje de la antipoesía. Ciertamente una enfermedad poética notoria y contagiosa. Efraín Huerta, quien sigue recorriendo el entorno urbano de la Ciudad de México y dejando la marca de sus poemínimos en las bardas y en las estaciones del metro. José Carlos Becerra, quien murió lo suficientemente joven para dejar, en versículos formidables, una obra que se niega a extinguir, pero que ya no alcanzó los beneficios de ser joven becario del Fonca en el México de Hoy. Ramón López Velarde, que con sus rimas inusuales de sulfato de cobre, monta aún su caballo brioso de provinciano empedernido, aunque cada vez les dice menos a los jóvenes de hoy. La enfermedad contagiosa de la juventud permite crear una base para el escritor
margarito cuéllar
que vendrá. Yo he impartido muchos talleres a lo largo de más de 20 años. Cuando alguien me pregunta si lo que escribe está bien o mal contesto que eso no importa. O que más bien, a través de la lectura de un texto lo que se advierte son apenas entrelíneas de la obra que vendrá. Si una línea se salva, si hay consistencia, autocrítica y se conserva cerca un cesto de basura para guardar ahí un alto porcentaje de lo que se escribe, probablemente el resultado sea bueno. La literatura es en cierta forma une estado de conciencia. No están los jóvenes obligados a saber qué es la poesía o para qué escriben. Pero sí a indagar en el pasado y en las poéticas del presente, y trazar así una ruta propia. La lectura no estorba. De hecho sin lectura no hay obra propia. Hay atisbos, buenos deseos, impulsos, aunque no necesariamente buenos resultados. Dice Buffalino que los poetas no leen a sus contemporáneos, sino que los vigilan. Algo así sucede en el mundo literario mexicano. Conozco la realidad poética de América Latina y puedo decir que es patente esta tendencia a «vigilar» al «otro».
Impulsos contrarios Octavio Paz ha dicho: «He escrito y escribo movido por impulsos contrarios: para penetrar en mí y para huir, por amor a la vida y por vengarme de ella, por ansia de comunión y para ganarme unos centavos, para preservar el gesto de una persona amada y para conversar con un desconocido, por deseo de perfección y para desahogarme, para detener el instante y para echarlo a volar. En suma, para vivir y para sobrevivir». Las voces de la poesía joven de hoy se siguen alimentando de esos impulsos contrarios y se abren camino muchas veces sin aferrarse a una herencia poética, sino más bien haciendo sus propios moldes con la idea, muchas veces
imposible, de tallar a la luz un producto nuevo.
Los talleres literarios El artesano moldea, intuye, configura. Sus manos trabajan con paciencia lo que su corazón y su cabeza le sugieren. Su recompensa es la venta del producto y la satisfacción del comprador. La madera, el cobre, el barro, la tela, el material reciclado y los materiales más diversos son parte de la materia prima que dará forma a figuras, colores, movimiento. El artesano en este sentido es un recuperador de tiempo. El taller literario no dista mucho del domicilio del artesano, aunque nuevos ingredientes se agregan a esta nueva casa de luz. Paciencia y esmero, se hacen necesarias, terquedad y voluntad también. En este sentido, un taller literario no es: a) Una máquina colectiva para producir textos en serie. b) Agencia de colocaciones de productos literarios supuestamente acabados. c) Oficina de relaciones públicas. d) Club de Toby o Asociación de Amigos Si me Lees te Leo. e) Diván semanal. El taller sería entonces un espacio de libertad, fraternidad y crítica en el que los elementos que componen el texto literario son lo predominante. Sería difícil e inútil, imponer una dinámica única para los talleres. Tampoco es posible especificar el
No están los jóvenes obligados a saber qué es la poesía o para qué escriben. Pero sí a indagar en el pasado y en las poéticas del presente, y trazar así una ruta propia. La lectura no estorba. De hecho sin lectura no hay obra propia. Hay atisbos, buenos deseos, impulsos, aunque no necesariamente buenos resultados. ULRIKA 56 |
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David Huerta
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número de integrantes. Hay talleres de 25 personas y de tres. Está el taller individual en el que el poeta entabla fieras peleas con sus propios fantasmas. Efraín Huerta detestaba la rigidez, el «cuello duro de la creación» y se reía de los escritores con «mañas oficinescas». El taller en soledado es a veces tedioso, pero necesario. El autor de Madame Bovary pasaba días y días corrigiendo, con los nervios de punta, a veces en forma apresurada: «...habría que hacer esto lentamente; descubrir en todas las frases palabras que cambiar, consonancias que eliminar, etcétera, es un trabajo árido, largo, y en el fondo humillante...». Por más dificultades que pase el carpintero, el resultado, tarde o temprano, será una mesa reluciente o una silla pulida, aunque al escritor no siempre se le da lo que intenta escribir. Flaubert insistía: «Voy muy despacio. Me cuesta un trabajo de mil demonios. A veces suprimo, al cabo de cinco o seis páginas, frases que me han costado días enteros. Me es imposible ver el efecto de ninguna antes de que esté terminada, rematada, limada. Es una manera de trabajar inepta, pero ¿qué hacer? Tengo la convicción de que las mejores cosas en sí son las que tacho. Sólo rechazando la exuberancia se logra efecto». El taller del escritor es permanente, y necesario, pienso.
David Huerta ha dicho que la amistad no está reñida con la actitud crítica. Afecto y apoyo mutuo son ingredientes necesarios para el buen estado de la maquinaria de un taller, pero lo que finalmente formaliza el producto es la calidad, y ésta no se da si no hay talento, conciencia plena de que el acto de escribir es necesario y mentalidad abierta para aceptar la imperfección del texto. Regularmente los talleres se dan entre jóvenes. Pero los viejos tallerearon en otras épocas, cuando a sus reuniones les llamaban tertulias. Casi siempre los talleres responden a algún impulso institucional, pero también hay talleres independientes que luego generan grupos, revistas, proyectos editoriales. Es el caso del taller de Juan José Arreola o de los poetas que se reunieron en torno a la revista El Corno Emplumado, Caligrama en Monterrey o la Espiga Amotinada. Veinticinco almas en un taller son multitud y dos es la prueba más irrefutable de que el coordinador ha de quedarse más solo que un tulipán en el desierto o que un vaso de leche en una barra de cantina. La autocomplacencia, la venganza china, las patadas por debajo de la mesa, el chismorreo, desgastan la dinámica de un taller. Lo mismo si se antepone la presentación en sociedad al trabajo artesanal que requieren las sesiones y si el bote de basura –el mejor amigo del escritor– se coloca lejos del alcance del tallerista. Hay y ha habido talleristas que prefieren las cantinas y coordinadores que optan por las bibliotecas de sus casas, como Juan Bañuelos. En el norte de México hay coordinadores enojones, exigentes a más no poder, hipercríticos e inaguantables, pero que saben su oficio y hablan del baile con conocimiento de causa, como Sergio Cordero y Jesús de León. Hubo coordinadores indulgentes, gatunos, paternalistas e histriónicos como Andrés Montes de Oca. Los hubo prendidos, iluminados,
margarito cuéllar
Juan José Arreola
galácticos y expertos como Carmen Alardín. Académicos, de fino bisturí y consejo sabio, como Miguel Covarrubias. Creativos e incansables como Ricardo Yáñez. Hay un tiempo para los talleres en equipo y para el taller individual. Un tiempo para criticar y otro para aceptar las críticas. Tiempo para convivir y fortalecer la amistad y tiempo para difundir lo que se produce en un taller. Aun y que no hubiera un solo taller literario, la ciudad misma es un campo abierto a la exploración. Lo dice Gabriel Zaid en La poesía, fundamento de la ciudad: «...no hay cosa que hagamos que no esté regida, orientada, estimulada por imágenes. La ciudad, como habitación del hombre sobre la tierra, como lugar de convivencia, como centro de producción, como teatro de acción y de expresión, está fundada en concepciones poéticas».
Atisbos Algunas brújulas orientan al viajero que intenta llegar a los territorios más recientes de la poesía. En 2002 apareció la controvertida El manantial latente de Ernesto Lumbreras y Hernán Bravo Varela. Del mismo año es Árbol de variada luz de Rogelio Guedea. Un orbe más ancho (2007) de Carmina Estrada. Al año siguiente Luis Felipe Fabre hizo su apuesta con Divino tesoro, al que siguieron Mar de vértigos de Alberto Trejo (2008) y El oro ensortijado, poesía viva de México de Mario Bojórquez, Alí Calderón, Jorge Mendoza y Álvaro Solís (2009). 20 años de poesía, selección e introducción de Jorge Fernández Granados (2010), agrupa a los jóvenes creadores del Fonca. Daniel Téllez reunió algunas voces en Esas distancias de algo (2010);
Juan Bañuelos
Ricardo Yáñez
lo mismo hicieron Iván Cruz Osorio, Benjamín Morales y Manuel de J. Jiménez en Región de ruina. Generación literaria del Bicentenario (2010) y el arriba firmante, acompañado en la aventura por Luis Jorge Boone, Mario Meléndez y Mijail Lamas en Vientos del siglo (unam, 2012). A quienes les interese una idea más amplia al respecto los remito a «La avanzada del desencanto», publicado en la revista Nexos en mayo de 2012. Las cosas no han cambiado mucho. Sigo pensando que Cabaret Provenza (2008) de Luis Felipe Fabre (1974) es un libro interesante. Que Luis Jorge Boone mantiene también un trabajo constante y siempre en la búsqueda por una expresión poética que no sea necesariamente la voz de la tribu; sobre todo en libros como Galería de armas rotas (2004), Traducción a lengua extraña (2007), Novela (2008) y Los animales invisibles (2010). Óscar de Pablo (1979) y Eduardo Saravia (1977) me parecen poetas que hay que leer. Del primero: Memoria de la noche (2008) e Historia natural de la sombra (2010), y Debiste haber contado otras historias (2006), del segundo. Releí hace poco Se llaman nebulosas (2010) de Maricela Guerrero (1977) y siento que es un libro que aporta, por su exploración al interior del ser, en femenino.
Hay un tiempo para los talleres en equipo y para el taller individual. Un tiempo para criticar y otro para aceptar las críticas. Aun y que no hubiera un solo taller literario, la ciudad misma es un campo abierto a la exploración. ULRIKA 56 |
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Los atisbos de la poesía mexicana reciente son eso: rasgos de un rostro no configurado del todo. Los registros se cruzan, se comparten. Las influencias ya no responden necesariamente a un canon nacional y ya no necesariamente ese canon responde al nombre de libros leídos. El barco ebrio de la poesía de ahora navega en blogs como mares, links como ríos, páginas electrónicas como lagos. Los colectivos de poesía, las revistas electrónicas, los paseos en Facebook y en Twitter ayudan a conformar ese mosaico tan amorfo como todo lo que se mueve en estado de ebullición. Los atisbos de la poesía mexicana reciente son eso: rasgos de un rostro no configurado del todo. Los registros se cruzan, se comparten. Las influencias ya no responden necesariamente a un canon nacional y ya no necesariamente ese canon responde al nombre de libros leídos. El barco ebrio de la poesía de ahora navega en blogs como mares, links como ríos, páginas electrónicas como lagos. Los colectivos de poesía, las revistas electrónicas, los paseos en Facebook y en Twitter ayudan a conformar ese mosaico tan amorfo como todo lo que se mueve en estado de ebullición. Portada de Braille para sordos de Balam Rodrigo
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Braille para sordos de Balam Rodrigo es un libro encantadoramente extraño. Lo extraño se liga casi siempre a lo incomprensible, aunque no es este el caso. Encanta porque uno de los temas de este libro es la fotografía, su origen con Daguerre y los alcances de una exponente, Diane Arbus. Homenaje, descubrimiento o un reconocimiento a la forma de ver y de mirar, a la manera de descubrir y de encubrir la belleza de una mujer (Arbus) que termina con una soga al cuello y cuyas imágenes son, para el siglo xx, lo que dice Balam en el título «braille para sordos». Balam Rodrigo (Villa de Comaltitlán, Chiapas, 1974) nos traza un mapa singularísimo en el que se van descubriendo territorios a través de poemas en prosa que hacen las veces de indicadores y que descubren poco a poco los secretos que suele haber dentro de los secretos mismos. Sus espejos giratorios tienen doble y hasta triple fondo, su mirada muestra lo que a simple vista no se alcanza a ver. Hay cantidad de voces de la poesía mexicana que vale la pena leer: Alí Calderón, que ya debe de ser leído como una de nuestras voces mayores, sobre todo a partir de libros como Imago prima (2005), Ser en el mundo (2008) y Las correspondencias (2015); Karen Villeda (Tesauro, 2010, y Dodo,2014); Claudina Domingo (Tránsito, 2011); Christian Peña (Me llamo Hokusai (2015). No quiero cerrar estas notas sin mencionar a Ivan Cruz Osorio (1980), autor de Tiempo de Guernica (Praxis, 2005), Contracanto (Malpaís, 2010) y Dogma (Malpaís, 2016); un autor que entre sus registros poéticos está el de no guardar silencio por nuestros desaparecidos ni por las peculiaridades del lenguaje. Una voz que sin caer en desplantes ideológicos o partidistas busca en las entrañas de su propio país las piezas para armar sus poemas.
luis alonso cruz
Recorrido por la poesía de los autores peruanos nacidos entre los setentas y ochentas 1
Paseo inmoral Por Luis Alonso Cruz
Preliminares
Contexto
He de confesar que la invitación que me hiciera Rafael Del Castillo para participar en las VIII Jornadas Universitarias de Poesía trajo consigo un gran reto: escribir una especie de ensayo –que veo más como un viaje– sobre los poetas nacidos entre los años 70 y 80 del siglo pasado de mi país. La tradición poética que nos precede a los autores peruanos nacidos durante estas dos décadas es muy fuerte: para algunos es como una gran piedra que llevamos a cuestas, en tanto que para otros es un gran respaldo para presentarse al mundo. No podemos desconocer a Vallejo, Verástegui, Eielson, Varela, Watanabe y un etcétera muy nutrido, pero, ¿hay más después de estos nombres?, ¿quiénes y qué cosas se han propuesto desde entonces? Este ensayo-viaje pretende responder estas preguntas de dos modos: el primero, recorriendo la «historia» de los poetas nacidos en ese período, sus movidas y contramovidas, sus aciertos y desaciertos, es decir, la vida misma; el segundo, mediante una muestra de las poéticas referidas. Esta segunda parte es la más difícil pues convergen dos factores: el caracter subjetivo y la disponibilidad de los poetas para «compartir» su arte.
Muchos de los poetas que abordaré alcanzaron la mayoría de edad entre las décadas de 1990 y 2000, lapso en que también desarrollaron sus obras. De allí lo indispensable de contextualizar dicha época. En el primer quinquenio de los noventa Perú tuvo como presidente al outsider Alberto Fujimori, quien introdujo el modelo neoliberal, que conllevó la privatización de muchas empresas estatales y en consecuencia los despidos masivos, y una guerra de inteligencia frontal contra el terrorismo. Los resultados al principio
Jorge Eduardo Eielson
1 Este repaso se circunscribe básicamente a la poesía y los grupos que surgieron en Lima por aquellos años, si bien hago mención a algunos autores de provincia. Para ampliar, invito a leer el artículo de Maurizio Medo, «Y ahora qué pasa, eh? Apuntes sobre la poesía escrita en arequipa», disponible en: http://lasmargenes.blogspot.pe/2016/07/y-ahora-que-pasa-eh-apuntes-sobre-la.html ULRIKA 56 |
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deslumbraron a la mayoría: para 1994 el país tuvo por primera vez, en casi 20 años, crecimiento económico y algo de «paz». Para 1995 Fujimori se reeligió, segundo período en que los vicios ocultos de su mandato anterior salieron a flote: la compra de la prensa y de congresistas, la corrupción, la apuesta por la destrucción de la cultura en la televisión, la re-reelección y las marchas por la recuperación de un espacio democrático –el peruano de a pie manifestaba no querer seguir ensuciándose por culpa de sus gobernantes–. De estos años parte la polarización, vigente aún, entre fujimoristas y anti-fujimoristas. Entrado el año 2000 Perú convulsiona ante el tercer período de Fujimori –que duró de julio a septiembre de ese año–, y tras las protestas del 9 de abril y la difusión de los famosos «Vladivideos»2 se produce la renuncia por fax de Fujimori, lo que haría que el gobierno provisional convocase las elecciones que ganara el candidato opositor, Alejandro Toledo. Con Toledo empieza una sucesión de elecciones «democráticas» casi sin sobresaltos, las que se mantienen hasta hoy. Toledo recibe en 2001 un Perú lleno de incertidumbres: rezagos de las crisis asiática y rusa que golpearon la economía y que empezaron a mostrar el rostro oscuro de la globalización; curiosamente, la salvación vendría del despertar de China, con lo que en 2004 comenzaría una «bonanza» económica sustentada en la extracción de materias primas (básicamente metales), la cual coincidió con una época «dorada» para el consumismo del peruano promedio. Esta «prosperidad» se vería reforzada con la presidencia de Alan García Pérez (su segundo mandato), cuyas políticas en pro de las inversiones mineras desencadenaron episodios lamentables como el Baguazo del 2009 y el famoso caso Conga3. Entre tanto, para los jóvenes fue la época de la masificación de las redes sociales, desde Hi5 hasta Facebook, pasando por Fotolog; y de internet con las primeras cabinas en el barrio hasta el casi omnipresente laptop en cada casa de familia. El internet, la globalización y las redes marcaron la segunda mitad
de la década del 2000, década durante la que el peruano promedio empezó a gozar de interconexión con el mundo, muy a diferencia del peruano de mediados de los noventas que apenas si soñaba con internet. En resumen, el peruano del dos mil era un mundo en sí mismo, mientras el de los noventa aún era una comunidad.
Los noventa Los noventa en Perú fueron de ruptura: tanto en lo político-social como en lo literario se distinguen dos períodos. En el primer quinquenio (1990-1995) resaltan los grupos de poesía, en especial Neon (con Paolo de Lima) y Noble Caterva (Roxana Crisologo y Leoncio Luque), que en cierta manera serían los últimos grupos parecidos a los de los setentas y ochentas, aquellos que giraban en torno a una propuesta ideológica, social y poética (aquí los modelos fueron Hora Zero y Kloaka, de los 70 y 80, respectivamente). Otros grupos que se formaron fueron Estación 32, del que hicieron parte Rodolfo Ybarra y Willy Gómez, grupo ligado a la Universidad La Cantuta, famosa por un incidente que tuvo que ver con el terrorismo4, y el grupo Colina, así como los grupos Geranio Marginal y Vanaguardia. Viviendo los estertores de la poesía al son de las últimas bombas, los miembros de estos grupos, de forma consciente o inconsciente quizá, mostraron voces que no son uniformes estéticamente; es más, comenzaron a reconocer para sí la influencia de poetas anteriores, tanto peruanos como extranjeros, carecían de afán refundador, como sí la tuvieron en otras décadas otros grupos y, en ese sentido, llegaron a ser los primeros antiparricidas (Chueca, 2001). Su modus operandi fueron los recitales, donde se vivía una efervescencia adolescente y juvenil muy potente, una especie de poesía maldita y urbana que daba cuenta de una sociedad que salía de un estado de terror. Pero a mediados de la década de 1990 todo el contexto que había acompañado a los grupos de esos tiempos terminó y ahora parecía que la poesía caía en una apatía que dio pie al surgimiento de un nuevo
2 Los «Vladivideos» son los videos que el asesor de Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos, grababa en la sala del Servicio de Inteligencia Nacional cada vez que realizaba un acto de corrupción a empresarios y políticos. 3 Ambos casos se hicieron famosos por el nivel de represión que ejercieron las autoridades sobre el campesino. 4 La ejecución extrajudicial de algunos estudiantes y profesores sospechosos de ser terroristas y la infiltración de la Universidad La Cantuta con gente del grupo terrorista Sendero Luminoso.
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fenómeno: «el antigrupo» (Bernales, 2005). Este fenómeno se dio al final de la década con Inmanencia (grupo poético surgido de la Universidad Católica en Lima), que intentó un regreso a las vanguardias de principios del siglo veinte: sus miembros sintieron que el discurso de los primeros años de los noventa, un discurso rabioso y muy «punk», se había desgastado y era preciso seguir un nuevo camino: La búsqueda significó devolver a la palabra ese viejo sentido de lo primigenio, de lo rituálico que la sociedad del siglo xx ha optado por olvidar cuando no borrar del mapa5.
La propuesta llevó a que cada uno de los integrantes creara un espacio propio de ritual/recital, lo que hizo que la crítica les pusiera el nombre de «Antigrupo» porque eran un colectivo que se agrupaba no por enarbolar una causa común sino, como diría uno de sus integrantes: En la medida en que el regreso a la palabra fuera la base de nuestro discurso, nuestras propias poéticas podrían desplazarse por las angustias personales de cada uno6. Por otro lado, para hablar sobre Inmanencia como antigrupo, pienso que si asociamos a la idea de grupo la construcción de un liderazgo sobre el que giran los demás integrantes, una posición ideológica, un llamado a la acción política, entonces sí se podría afirmar que Inmanencia era un antigrupo7.
Esta posición se volvería fundamental para los grupos que se comenzaron a formar
en la siguiente década. La independencia de un tema común y la posibilidad de una búsqueda personal pero acompañada por las voces de una misma generación. Esto también se vería reflejado en dejar de lado el estilo conversacional que la poesía peruana venía arrastrando desde los sesenta por búsquedas más progresistas como el neobarroco. Otra característica que hizo importante a Inmanencia es que fue el primer grupo de poesía en tener una inusitada exposición en los medios, lo que hizo que la poesía estuviera de nuevo en el radar, situación que llegaría a su paroxismo en la década siguiente. Mencionemos pues a algunos de sus representantes que en los noventas comenzaron a formar una obra8: Jose Carlos Yrigoyen con El libro de las moscas (Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 1997); Montserrat Álvarez con Zona Dark (Edición de la autora, 1991); Victoria Guerrero con De este reino (Los Olivos, 1993); Florentino Díaz con Inmanencia (Edición co autoral con Enrique Bernales, Christian Zegarra y Carlos Villacorta, 1998); Roxana
El grupo Inmanencia en la movida poética peruana, 1999. Foto http:// lafiestadelfauno. blogspot.com.co
5 Carlos Villacorta «Conversa sobre poesía peruana de los noventas», en: http://lafiestadelfauno.blogspot. pe/2005/12/conversa-sobre-poesia-peruana-de-los.html 6 Idem. 7 Enrique Bernales «Conversa sobre poesía peruana de los noventas», en http://lafiestadelfauno.blogspot. pe/2005/12/conversa-sobre-poesia-peruana-de-los.html 8 Esta revisión se basa en el libro con el cual estos autores arrancan sus carreras literarias. ULRIKA 56 |
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Imagen de elhablador. com No. 18, de Reinhard Huamán Mori.
Crisólogo con Abajo, sobre el cielo (Nido de Cuervos, 1999); Paolo de Lima con Cansancio (Asaltoalcielo ediciones, 1995); Leoncio Luque con Por la identidad de las imágenes (Editorial Noble Katerba, 1996) y Alberto Valdivia con La región humana (Fondo Editorial del Banco Central de Reserva del Perú, 2000)
Los dos mil Muchos de los futuros autores de poesía que habían nacido entre 1980 y 1982 comenzaron a ingresar a las universidades o institutos, la mayoría a estudiar Literatura pero algunos también carreras aparentemente antípodas9. Sin embargo, pervivió algo común para todas las generaciones poéticas del país: la conformación de grupos literarios o poéticos, ya sea al calor de una universidad o de un taller de poesía. Estos grupos, por supuesto, eran muy distintos a los de otras generaciones que que no se formaron en torno a la reivindicación de alguna causa política o social sino que su base era estética, pero no como homogeneización de la voz sino en el compartir lecturas para que luego cada autor forjara su propia voz, en este sentido siguieron la veta iniciada por los «Antigrupos». Entre estos colectivos encontramos a Sociedad de Elefante (Universidad de San Marcos, de Romy Sordómez, José Agustín
Haya de la Torre y Diego Alonso Sánchez), Grupo Magenta, El Club de la Serpiente (Universidad de San Marcos, de Diego Lazarte y Rubén Landeo), Taller de Poesía de la Universidad de Lima (Universidad de Lima, de Bruno Polack, Diego Molina y Mario Pera), Cieno (Pontificia Universidad Católica, de Álvaro Lasso), Coito ergo sum (Universidad de San Marcos, de Miguel Ángel Malpartida) y Colmena (Universidad Villareal, de Alessandra Tenorio y Víctor Ruiz). En torno a la idea de que la unión hace la fuerza, las publicaciones comenzaron a ser la guía de estos grupos en forma de revistas o plaquettes. Surgen publicaciones como Vox Horrísona, Evohé, More Ferrarum, Ginebra Magnolia e incluso aparece un suplemento cultural en el diario oficial del Perú, El Peruano, denominado Identidades, en el cual fue posible la difusión de mucha poesía nueva de los primeros cinco años de la década del 200010. Para la segunda mitad las revistas evolucionaron en páginas web o blogs, siendo las más conocidas El Hablador de Reinhard Huamán y Sol Negro de Paul Guillén, así como el proyecto Urbanotopia de Martín Zuñiga11. La prensa y la crítica recibieron con entusiasmo este alboroto generacional y este renacer de la poesía peruana, a la cual llamaron «Generación del 2000» (Revista
9 Por ejemplo, el poeta Diego Lazarte es abogado, al igual que el poeta Bruno Polack, mientras el autor de estas líneas es ingeniero industrial. 10 Este suplemento fue un caso importante de difusión de la poética de la Generación del 2000 por su ejercicio de crítica académica, además por ser la primera vez que un diario del estado se preocupara por estos temas; esto se logró gracias a su director por aquellos años, Giancarlo Stagnaro. El sumplemento publicó 100 números desde su inicio en el 2002 hasta su fin en el 2006. 11 El blog Urbanotopia nació de manos del poeta cusqueño Martín Zuñiga y su objetivo es la curaduría de la poesía peruana. Viene funcionando desde el año 2006: http://urbanotopia.blogspot.pe/p/que-es-urbanotopia.html
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Caretas, 2000 y 2009)12. También, a diferencia de generaciones anteriores, la mayoría de los miembros de la Generación del 2000 desde muy jóvenes establecieron puentes de comunicación y colaboración con revistas de otras partes de Latinoamérica y Europa mediante la masificación de la Internet. Asimismo, el congreso de literatura «¿Qué hacer con la Literatura?», del año 2002, organizado por la Universidad de Lima, reunió en recitales y ponencias a todos los poetas de dicha naciente generación con autores consagrados como Mario Vargas Llosa, Blanca Varela, Antonio Cisneros, y Mario Bellatín de México, César Aira de Argentina o Iván Carvajal de Ecuador, entre otros. Otros eventos importantes para la Generación del 2000 fueron los festivales «El Patio Azul» de Cajamarca, organizado por el Centro Cultural Antares (2001-2008), y «Novissima Verba»13, organizado en la Universidad Católica por Álvaro Lasso (2002-2006). Con el tiempo esta eclosión de grupos se fue desvaneciendo. Hacia el 2004-2005 (que coincidió con el término de los estudios superiores de muchos de aquellos jóvenes autores) esa «primavera poética» dejó de existir, con lo que se cerró la primera mitad de la historia de esta generación. La segunda mitad de la década sería entonces la de la consolidación de la obra de los autores de los grupos. Allí podemos encontrar a14: Alessandra Tenorio con Porta/Retrato (Campo de Gules, 2005); Bruno Polack con El pequeño y mugroso Polack (Lustra Editores, 2007); Jose Agustín Haya de la Torre con Canto de la herrumbre (Lustra Editores, 2006); Diego Lazarte con Manchas solares (Paracaída Editores, 2007); Víctor Ruiz Velazco con Idus de marzo y Aprendiendo a hablar en la sombras (Lustra Editores, 2005); Miguel Ángel Sanz Chung con Quién las hojas (Editorial
Zignos, 2007); Andrea Cabel con Las falsas actitudes del agua (Mesa Redonda, 2007); Paul Guillén con La transformación de los metales (tRpode, 2006); Cecilia Podestá; y Mario Pera con Preparaciones anatómicas (Lustra Editores, 2009). También hay que mencionar la aparición de la colección Piedra y Sangre de Lustra Editores (2008) que reuniría a trece poetas de la Generación del 2000, más un libro en que se realizó un estudio crítico de la colección, hecho por el poeta de la generación del noventa, José Carlos Yrigoyen, cuyo título nos da un derrotero de lo que él veía en esta nueva poesía «La hegemonía de lo conversacional». En palabras de uno de sus compiladores, el poeta Víctor Ruiz, una de las características generacionales también era la construcción de otro yo poético: Pero esta eclosión de obras no podría haberse realizado sin la aparición de importantes editoriales independientes, sobre las cuales se difundieron estos poetas, eclosión de editoriales denominada «El Boom Editorial», que si bien empezó en el 2001, fue en la segunda parte de la década pasada donde tomó fuerza y también murieron algunas de las mismas15. De ellas, las que han mantenido la senda, tenemos a Lustra Editores de Víctor Ruiz Velazco, Paracaída Editores de Juan Pablo Mejía y Estruendomudo de Álvaro Lasso (esta última más comprometida con la narrativa)16.
¿Conclusión?: post dos mil Si bien la mayoría de poetas nacidos entre los setenta y ochenta formaron parte de las generaciones poéticas del noventa y dos mil, existe un grupo de ellos (principalmente nacidos a mediados de los ochenta) que comenzaron su obra poética en la década del 2010.
12 La televisión también abrió un espacio a esta generación mediante un programa en el canal del estado denominado Vano Oficio (20002008), conducido por el escritor Iván Thays. Allí muchos poetas estuvieron por primera vez ante las cámaras leyendo sus poemas o siendo entrevistados. 13 Sobre la historia del Novissima Verba e imágenes pueden consultarse los links http://novissimahistoria.blogspot.pe/2006/06/historiadel-festival.html y http://novissimacinco.blogspot.pe/2006/10/crnicas-del-novissima.html 14 Esta no es una lista exhaustiva de todos los poemarios publicados en esta década, sino sólo de aquellos que continúan su obra hasta el día de hoy. A este grupo pertenece el autor de estas líneas, período en que aparece su segundo poemario Lumen. Trilogía del espíritu (Nido de Cuervos, 2007). 15 En este grupo se dieron propuestas muy interesantes, como Sarita Cartonera de Milagros Saldarriaga, Álbum del Universo Bacterial de Arturo Higa, Matalamanga de Ezio Neyra y las sobrevivientes Estruendomudo, Paracaída Editores y Lustra. 16 El artículo de Reinhard Huaman hizo en 2007 el siguiente interesante vaticinio: «este boom es tan solo una primera fase puesto que luego vendrá la etapa de las sobrevivientes, de las que satisfacen las exigencias del público al editar cosas buenas. Esas se mantendrán, y las que ahora pueblan la ciudad letrada no quedarán sino para ser mal ejemplo». ULRIKA 56 |
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Afiche del Festival Tea Party 4, 2015, realizado en conjunto por poetas de Perú y Chile.
Podemos decir que como fenómeno poético se les han comenzado a llamar poesía post-200017. Dentro de este grupo destacan Efraín Altamirano y Eduardo Cabezudo, del Grupo Parasomnia; Jhon Martínez Gonzáles con el sello Hanan Harawi; Fiorella Terrazas, Fio Loba y Enidsa Novoa con el Colectivo Ojos de Papel; los poetas cusqueños Jorge Alejandro Vargas Prada y Lena Orduñez que tienen una propuesta poética que mezcla lenguas originarias con el mundo pop de su generación (desde Rihana hasta Muse, pasando por el K-pop); y en Arequipa, Kreit Vargas y Urpi Orihuela. Entre las características más importantes por resaltar de estos poetas es su capacidad gestora. Han tomado la posta y organizado muchos eventos culturales: las ediciones xviii, xix y xx de Enero en la Palabra, el festival Arequipay, el Festival Tea Party, realizado en conjunto con poetas de Chile, el Festival de Poesía de Lima, organizado por Hanan Harawi. También han usado y abusado del soporte tecnológico (libros electrónicos, tumblr, videoblogs, etc.), se hacen conocidos de manera internacional y tejen redes de colaboración poética con otros grupos de Suramérica y más allá; y esta facilidad de conexión permite que poetas del interior de Perú se hagan más visibles, algo que en décadas pasadas recién se ponía en el tapete.
Por último, destaco que esta generación post dos mil es la primera es ser aceptada y valorada por las anteriores. No es vista como algo neófito y mal recibido por ello, sino que es escuchada y tomada en cuenta; de igual forma esa generación valora con respeto a las anteriores. Quizás estamos ante un círculo virtuoso formado por estas tres generaciones que de repente servirán de ejemplo a la siguiente: ¿post post dos mil? Sólo esperemos que tengan un mejor nombre.
Bibliografía Oviedo, E. (2010). Entrevista a Diego Lazarte: «La poesía peruana, se mantiene rica y caudalosa, al igual que el gran río Amazonas», en:
http://ohpalabrasvirgenes.blogspot.
pe/2010_08_01_archive.html Caretas (2009). «Las nuevas voces», en Revista Caretas 5-Marzo-2009 y en: https://piedrasangre.wordpress.com/2009/03/20/coleccion-piedrasangre-revista-caretas-05-03-09/ Escribens, A. (2008). “Manchas solares de Diego Lazarte: una cartografía celeste», en: http:// sol-negro.blogspot.pe/2008/01/manchassolares-de-diego-lazarte-una.html Huaman, R. (2007). «Panorama actual de la literatura peruana», revista La Siega N° 13, Abril 2007, en: http://www.lasiega.org/index. php?title=Panorama_actual_de_la_literatura_peruana Idelfonso, M. (1997). «Historia personal del 90», en: http://www.mundoalterno.com/decimas/ ncolaboracion/miguel_ildefonso3.htm Bernales, E. (2005). «Conversa sobre poesía peruana de los noventas», en http://lafiestadelfauno.blogspot.pe/2005/12/conversa-sobrepoesia-peruana-de-los.html Chueca, L. (2001). «Consagración de lo diverso. Una lectura de la poesía peruana de los noventas». Revista Lienzo, Universidad de Lima, Lima, pp. 61-132, versión electrónica en: http://www.letras.s5.com/lp160105.htm
17 Sobre el post dos mil léase la entrevista al Grupo poético-virtual Poesía Sub 25, realizada por Santiago Vera a raíz de que lo que significa ser llamado poesía joven en la década del 2010. http://transtierros.blogspot.pe/2016/03/poesia-sub25-hay-una-sincronizacion_10.html
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Cinco poetas limeños Bruno Pólack
y yo mismo soy un surco vacío que vieras con que esmero hubo sido regado.
(Lima, 1978) Muchacho mordido por un lagarto Rispondere no a una vita che adopera amore e pietà, la famiglia, il pezzetto di terra, a legarci le mani.
Cesare Pavese
Viento, oh bien, regresa al fruto del canasto al futuro rojo que descansa entre nosotros, en el canasto.
Chico del mundo, si cae España –bueno claro, si cae es tan sólo un decir– digo: si cae, prenderás la estufa de butano y un cigarro/ quisiera ver manchas de sangre como pétalos de rosa sobre la alfombra del vagón. Rezar al Cristo tallado en Cinc que pende de tu cuello/
Y tú, no llores así contra el vidrio, pues si cae, España digo, si cae, ¡exulcerada política diestra! ¡indeseada átona de lengua y atrezzo!
No puedo decir la verdad acerca de ti/ no eres Dios, no eres Antonio, y lo lamento.
¡Cuántos mares señalados en contra nuestra! ¡Cuántos crucifijos incrustados en nuestros corazones! […]
Sin embargo amaba leer mi futuro en la sombra de tus piernas mientras leías a Kipling/ verter mis manos en la palangana de leche, distorsionar tu rostro contrito tras mi botella de vidrio.
Vemos por la ventana los frutos luminosos de la noche/ Para cuando despiertes muchacho, una herida penderá de ti,
Adentro/ frente a ti. Hermoso el mar se levanta por ratos como una serpiente encantada.
(De El pequeño y mugroso pólack, 2007)
Muchacho/ dos puntos, debo admitir que muchas veces en los campos, he fingido. No pude echar nada dentro de los surcos y esmeradamente, con estas manos, los he tapado. Luego he regresado a ti, a la calle del Carmen, con la satisfacción del deber cumplido/
como una insignia.
Las ruedas del beso de Reinaldo Arenas Qué pista habría sido mi pecho para las ruedas humanas de tu beso Reinaldo/ qué campo mi garganta. Qué alta y curva puede ser la madera inflada de tu última camisa/ ULRIKA 56 |
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Vuelan los albatros sordos a la orilla de tu cuerpo desmenuzado en este residuo de tarde, moribundo niño que aún camina (celeste, rojo, violeta, negro y nuevamente celeste). Qué pista habría sido mi espalda para las ruedas humanas de tu beso qué campo la corteza oscura de mis ojos/ árbol nómada. Antorcha incendiada en las olas. Siempre volveremos a no vernos, a no reírnos/ a no amarnos a no hablarnos.
Donde no hay argumento ni sorpresa Para mi extravío, mi flotación, mi perdición Voy cosechando en el cemento fértil Mi propia noción de cauce sin causa qué navegar Porque el río que buscamos nace en nosotros Y se prolonga sin lastre metafórico en las palabras Que nadan como peces en la nada universal Aprendiz de pescadora que no sabe de anzuelos Náufraga con balsa en las aguas del lenguaje Avanzo, iluminada por mi ceguera Estremecida como después de un electroshock Girando como botella borracha mi boca manda Acabar con el juego de las interrogantes
Así como sé de sitios a los que nunca iré, así yo sé de ti.
—¿Qué desborda y qué ahoga cuando el verso no berza? —¿Qué mensaje guarda esta casa de vidrio blindado? —¿Qué orbitas deambulan los ojos para crear la mirada? —¿Qué precisión diamantina acecha la vena para llover la metáfora? —¿Ciudad burbuja o nube de acero habita tu voz? —¿Qué mano gira tu transparencia y la opaca?
(De Tetrameron, 2003)
En este juego... ¿quién responde?
Proa de la ausencia.
(De Esxtrabismo, 2003)
Virginia Benavides (Lima, 1976)
Florentino Díaz (Lima, 1976)
Botella borracha Perdida Como una cirugía para erradicar los sonidos de la agonía Desvío mi trayectoria de bala en pistola de juguete Porque nada es verdad pero tampoco mentira En mi ciudad de manantiales habitada por un loco hidrofóbico Donde arranco mis pasos de su piel alunada Pervirtiendo la crisálida a ser seda en la danza ¿Qué camino lleva el caos disfrazado de mi cuerpo? ¿Qué rastro mudo agota la búsqueda de la palabra? Vértigo amarillo, mediodía incendiado En los espejos ahumados de los cuartos ambulantes 40
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Ajuste de la detonación Para cada momento del día Secuencia de luz Activada Estás en 28.
Activación del sentido [fragmento] a Carlos Villacorta
Anuncio ese tiempo –Sin patria– Con solo la tierra bajo tus pies. Y anuncio también el destello
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De millones de almas libres Navegando al horizonte. Anuncias el despertar del cuerpo Y los cestos con el manjar Y al contento niño cerca. Anuncio la contemplación Y el deseo Libre al fin de jueces y soldados. Anuncias el cielo donde recorres Con tu mirada-alma-lumbre El instante de tu corazón. Anuncio Esta perplejidad y el ocaso de la mente. Un colibrí es ahora aquel viejo león. Lo anuncio. Desde esta silla de tortura, Desde esta piel sin almohada Desde este hospital donde desangro Desde esta prisión afiebrada Lo anuncias. [...] 28 es un número: Una falla en el circuito de la compra venta. 28 son los amantes De una ciudad incendiada. 28 es un asalto de banco, Un abrir los muros, Un saqueo al miedo. 28 es una estrella de madera Sobre una estrella con guirnaldas. 28 es una pintura En tu puerta. 28 es tu amante más tierna. 28 es tu amante más feroz. 28 es una pistola Con balas de pensamientos, luz índigo De sueños, amplios gritos de justicia; Sensuales movimientos al calor de las estrellas. 28 es una detonación Que no hiere, Que no sangra; Y que clama, Llama, ama, Anda.
28 No es un dedo que señala Una franja roja en el calendario. 28 no es un pasaje, Una casa construida con tus manos, Un espacio noble, una manera de ver. 28 es el inicio. 28 es lo no final. 28 es 28. Y un lugar que se grita por la calle Con un álbum 28. Tú celebras en una esquina El pago en tu bolsillo. Estás feliz, plácido, alegre. No hay constelaciones en tus ojos Sólo el catálogo fitness, Lo último en muebles o computadoras Tu nombre es «usuario». Tu tribu es «audiencia». Y ese programa de restaurantes de moda Te da calor Al estómago. Y sufres Por seguir con el traje Último marcbohle de temporada Y no sabes lo que es 28. por el momento
[...] (De 28, 2013)
Victoria Guerrero (Lima, 1971) La casa roja La casa roja es un poema: Tuve un esposo que se fue a la guerra Trajo cosas de ella Cosas antiguas de un saqueo Entre ellas un libro de Anna ULRIKA 56 |
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Anna Ajmátova Todo estaba en ruso Él sabía ruso Era la época Todos querían estar en la guerrilla Escribir poemas Hacer una película Irse a Moscú Yo no hice ninguno Bueno a veces escribía poemas Pero me fui a los Estados Unidos A Nueva Inglaterra Con gran culpa después de todo En las calles de mi juventud Las paredes decían «Yankees go home» Esa era la consigna El inglés machacado a la fuerza El francés fue mi lengua El uniforme gris de escuela mi traje de batalla Y los sueños de la Comuna mi bandera No hice la guerra Ni aprendí ruso ni llegué a Moscú Pero leí a Anna Ajmátova Hablaban francés en San Petersburgo Ciudad de derroche y refinamiento Allí empezó la revolución Allí me perdí con Roxana en la estación del metro De camino a la casa de Dostoievski (El alfabeto cirílico me mareaba) La familia de Anna fue perseguida Asesinado su esposo Se pasaba horas al pie de la cárcel Para visitar a su hijo en Leningrado Igual le pasó a Marina Marina Tsvetáyeva Los hijos muertos El esposo deportado Yo escribo ahora después de un siglo La poesía ha muerto Mi esposo ha muerto Y la casa roja está llena de cosas antiguas Objetos de guerra 42
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Objetos de vida & poesía Mi inglés es absurdo Y los dueños del mundo ya no nos temen (De En un mundo de abdicaciones, 2016)
El ciclista para el que sueña para los ciclistas de corazón
Para el que cierra los ojos a través de la mañana Solo un sueño una magnífica luz ha sido dispuesta para él el soñador el juntaalmas Aquel que se sumerge en la locura bienhechora y se eleva pedaleando en su hermosa bicicleta roja Yo soy una ciclista mediocre –he de reconocerlo– Me angustia pensar en la soledad de los traseúntes En el oblicuo resplandor de la mañana Y en los miles de automóviles que apenas rozan el pavimento Ah mi vieja bicicleta roja comprada un domingo en la Feria del Mauer Park Hace más de quince años podría haber pedaleado por uno u otro lado del Muro y mi sueño se soñaría distinto Para mi guía berlinés soy un permanente fastidio Él va siempre delante mío como un Príncipe indiferente manejando su enorme bicicleta azul –azul como los ojos de mi abuela– No puede entender mi extraña ensoñación ni mi angustia Ha adquirido la confianza del que lleva kilómetros de pedaleo constante Hoy que voy montada en bicicleta Recuerdo el color de sus ojos Su ingreso en la locura Su permanente exilio Cierro los ojos como cuando era niña
poetas peruanos, selección de luis alonso cruz
Suelto el timón Lo dejo a la deriva Caer a tierra es siempre una posibilidad del ridículo o la Muerte Quizá cierta locura materna me humaniza entre tanto cadáver que junté en mi adolescencia Mi centro: La pequeña Lu se ríe de mí Sabe que tengo miedo Y goza y hace fiesta cuando ve la fotografía «Es una bicicleta para niños» –dice
Amanecer de invierno: peces invisibles perturban mis sueños (De Se inicia un camino sin saberlo, 2014)
Variación de Li Po Y nos reímos juntas Y Berlín ya no es más Berlín ni sus perfectas ciclovías Ni sus cientos de museos en honor a la Muerte Hoy es Lima y en Lima no se montan bicicletas tan seguido porque te las roban o te atropellan en cualquier esquina Y no existen museos para honrar a los cadáveres de mis diez, de mis quince, de mis veinte años Mas este poema lo escribí para el que todavía sueña Para el que atraviesa las fronteras feliz e indocumentado Para todo aquel que se rebela contra los asesinos del mundo
No hace poco que nos hemos separado y en mi puerta ya crecen crisantemos silvestres. En la espesura, aves de hielo chillan inmortales y sin descanso nos cuentan sus desdichas. El rocío tenue ensombrece a las luciérnagas; el frío marchita el campo solitario. Mis mangas de seda se han humedecido con mis lágrimas incontenibles ¡y ni el paso del tiempo detiene el río de mi pena!
Variación de Matsuo Bashō Para el ciclista que escribe un poema en cada vuelta de pedal (De Berlín, 2011)
Diego Alonso Sánchez (Lima, 1981)
23. El joven ha salido al bosque muy temprano, incluso antes que el Sol. En la sala principal deja esta nota:
En la cumbre más alta de Yamagata, el templo Ryusyaku levita sobre el vacío. Bien vale andar los siete ri para llegar hasta él, siguiendo la senda del silencio. Ni siquiera las rocas más filudas nos amilanan en la subida, arrancando las raíces de los pinos y robles, tan viejos como la misma montaña. Las primeras nevadas han pintado de invierno la cima, y allí, sobre la roca madre, el templo nos reclama; pero sus puertas están cerradas: la música lejana se ha callado y el viento ya no golpea sobre las tranquilas sombras. Decido dar la vuelta por un risco, para subir por los peñascos hasta el santuario. Cansado frente a la hermosura quieta del paisaje, mi corazón se detiene: Tregua de hielo: ¡quien más que la cigarra perfora las rocas! (De Por el pequeño sendero interior de Matsuo Bashō, 2009). ULRIKA 56 |
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Propuestas exploratorias de/en la joven poesía española
El lenguaje inconforme Por Guillermo Molina Morales
En la actualidad, el diálogo entre poetas de distintas regiones hispánicas, e incluso de diferentes tradiciones lingüísticas, se posibilita gracias al desarrollo de Internet. Esto no significa, sin embargo, que el diálogo sea siempre efectivo y enriquecedor. Al margen de otros factores, el propio exceso de información en la red, habitualmente
Malos tiempos para la épica, antología de poetas españoles nacidos en la década de 1970. 44
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sin filtros de calidad, genera la necesidad de una crítica seria que pueda señalar, y argumentar, las propuestas más interesantes. Desafortunadamente, esta labor, por lo general, no la están cumpliendo las revistas y antologías al uso. Si bien es cierto que para la «generación» anterior sí existen algunas obras críticas notables (señalo, a modo de ejemplo, el trabajo de Vicente Luis Mora, el de Martín Rodríguez-Gaona y el volumen colectivo Malos tiempos para la épica), el proceso de canonización de los poetas nacidos en España en la década de 1980 está siendo francamente desconcertante. Como muestra, dos antologías publicadas en este mismo año de 2016: Re-generación (Valparaíso) y Nacer en otro tiempo (Renacimiento). Ambos recopilatorios, con las debidas excepciones, muestran una nómina de poetas muy decepcionante, en la que se prima el poema endecasílabo insustancial y dulcemente mediocre. Todo muy previsible y aburrido. Es ya casi una tradición en la crítica española denunciar el problema del «amiguismo», y la respectiva réplica en torno al concepto de «resentimiento». Sin dejar de lado esta cuestión, lo cierto es que gran parte
guillermo molina morales
del problema proviene de la pereza intelectual, tal y como se evidencia en los prólogos o epílogos de las citadas antologías. El supuesto respeto de la diversidad, mencionado siempre como si fuera un «mantra» (que, por otro lado, no se cumple realmente en las selecciones de poetas), pretende justificar la desidia crítica. Un ejemplo claro de la «banalidad del mal» es la antología El canon abierto (Visor, 2015), en la que se preguntaba, ante notario, a una serie de académicos, críticos y escritores quiénes eran los mejores poetas en español nacidos a partir de 1970. El resultado se asemeja a una búsqueda en Google: los encuestados votan por los nombres que más suenan, los más publicitados en los círculos cerrados de festivales, revistas, antologías, etc. El hecho de que el poeta más señalado sea el español Fernando Valverde, correcto epígono de la muy discutida «poesía de la experiencia», da buena cuenta del problema. En mi opinión, si algo hay que esperar, e incluso exigir, de los poetas jóvenes es una búsqueda profunda en el lenguaje y en el imaginario. No se trata de reivindicar una nueva vanguardia, por supuesto, sino de algo tan aparentemente obvio como el diálogo honesto con el tiempo en que vivimos. Es decir, evitar la repetición de fórmulas ya gastadas y proponer nuevas formas de nombrar, de entender, nuestro mundo. De hecho, existe un número significativo de poetas jóvenes españoles que lo están intentando, con resultados ciertamente loables, que es necesario dar a conocer. A continuación, nos ocuparemos solamente de cuatro de estos autores, con el objetivo de poder presentarlos más allá del simple nombre. Otras propuestas, no menos interesantes, quedan fuera por razones de espacio, pero recomiendo igualmente su exploración: Unai Velasco (1986), Guillermo Morales Sillas (1986), Carlos Loreiro (1987), Alberto Acerete (1987), Berta García Faet (1988), entre otros.
Es ya casi una tradición en la crítica española denunciar el problema del «amiguismo» y la respectiva réplica en torno al concepto de «resentimiento». Sin dejar de lado esta cuestión, lo cierto es que gran parte del problema proviene de la pereza intelectual, tal y como se evidencia en los prólogos o epílogos de [algunas] antologías. Juan Andrés García Román (1979) El nombre de García Román empezó a conocerse en España a partir de la publicación de El fósforo astillado (DVD, 2008), uno de los mejores libros de la última década. Aquí se produce la representación (literalmente, pues todo el libro toma la forma de apuntes para una obra de teatro) del lenguaje en su lucha por dejar de ser lenguaje, por salirse de sí mismo. En uno de los escasos poemas cortos del conjunto, «Papiroflexia o paz», leemos lo siguiente: Te pasas toda la tarde hablándome de un insecto: Sus élitros, sus membranas, sus ocelos; Intento advertir la relación entre eso y lo que vivimos, Aunque quizás tu poema solo trata de volar. Como en la escultura de Laooconte y sus hijos, las palabras quedan plasmadas en un proceso de ascensión, de búsqueda de la totalidad, que el poeta sabe bien que no podrá alcanzar, y de ahí la ironía. En lugar de darse por vencido, García Román acude a la multiplicación de referencias y de códigos para recrear el entusiasmo, para que las astillas del fósforo vuelvan a iluminar. «Y claro que la mujer / con piernas ortopédicas / no era una sirena», reconoce el primer poema de su siguiente
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libro, La adoración (DVD, 2011). Se produce en esta obra un cambio de propuesta estética: el verso por la prosa, y la simulación de una obra de teatro por la de una narración en capítulos. El deseo es el mismo: «Sí, Sternli, quiero morir de belleza». También, el recurso a diversos autores que le precedieron en la búsqueda (como Rilke y Hölderlin, de quienes es traductor), y un consecuente hermetismo, todavía más exacerbado. Este esfuerzo de elevación, en el que se muestra un fervor poco común en la poesía reciente, dio paso a un tono más desengañado. Un desengaño que no se desarrolla como nostalgia de lo perdido (o lo no-encontrado), sino como juego con la materia intrascendente. Si no es posible ascender a un mundo superior de belleza, al menos podemos recrearnos en la existencia física, en el significante de las palabras. Así, «Mes de febrero de un solo día», cuyo comienzo recuerda al poeta colombiano Luis Vidales: Tlan-tlán tlan-tlán la campana gira como la falda de una mujer mecánica, llamando a sus gallos mecánicos, que sobre los tejados se vuelven para ver cómo el cielo se ha puesto color ponche.
Pablo López Carballo (1983) La propuesta del poeta López Carballo comienza con la asunción del desengaño. Como indica el título de su primera obra, su poética se construye Sobre unas ruinas encontradas. No existe la totalidad unificadora, pero tampoco el deseo de alcanzarla, lo que le diferencia de García Román. La propuesta de López Carballo se basa en la construcción rigurosa de poemas exactos y complejos. Lejos de aparentar una naturalidad
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ingenua en el uso del lenguaje, contemplamos aquí «una vida intelectual incomparablemente más rica, más sutil, más evolucionada», como reza la cita de César Aira con la que abre su último libro. Este libro, de próxima aparición, tiene un título muy significativo: La dictadura de la perspectiva. El énfasis en esta propuesta no recae en lo contemplado, ni en la comunión con la naturaleza, sino en problematizar los efectos de la mirada: Todo se ensombrece cuando lo miro. Definir como reptar en semejanzas. En la carencia permanezco quieto. Coloco estacas y aparece el paisaje. El paisaje, el mundo, es una consecuencia del acto de mirarlo, de nombrarlo. Un relativismo que abre la puerta a la composición libre del autor, es decir, al poema que se justifica por sí mismo, y no por su referencia al exterior. De forma análoga, se ofrece al lector la posibilidad de interpretar de forma creativa los elementos de estos poemas-cuadro, que no buscan la empatía adocenada, el golpe de efecto, sino la participación activa de su mirada. Una vez cerrado el libro, el lector siente el impulso de volver a inventar el mundo. La distancia nos libera: Lo que te propongo excede la fulguración, excluye escaleras y sorpresas de cumpleaños. No cambiaré los títulos a última hora, ni habrá desquicios en puertas. Podemos permanecer afuera entre nuestras cosas.
María Salgado (1986) El deseo de superar los límites del lenguaje se manifiesta de forma más radical en la obra de María Salgado. Su creatividad no se limita a la escritura, sino que explora diferentes formatos escénicos y audiotextuales. Sin duda, la crítica debería empezar a reconocer estos «nuevos» espacios de producción, que intentan insertarse de forma coherente con las formas de recepción actuales, en las que el libro es tan solo una opción más. Incluso cuando se decide por la transmisión impresa de su obra, Salgado trabaja para ofrecernos una experiencia visual que incluye diferentes recursos
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María Salgado
de diseño y tipografía, haciéndolos significar mucho más allá del ornamento. Otro punto de partida en la obra de Salgado es la reflexión sociopolítica, casi siempre relacionada con problemáticas actuales. De esta manera, la poeta logra ser un excelente ejemplo que demuestra la oportunidad, e incluso la necesidad, de reunir ambas exploraciones: al fin de cuentas, no puede haber cambio social si no hay un cambio en la forma de percibir la sociedad, esto es, en los lenguajes que la expresan. ready (arrebato Libros, 2012) se puede entender como una experiencia de la extranjería. El rechazo de una identidad monolítica y, al mismo tiempo, la sensación de orfandad, pero también de apertura hacia múltiples posibilidades, articulan la escritura del libro. Ciertamente, esta «temática» es común a otros poetas jóvenes, que expresan su desorientación, sus vivencias en diferentes entornos, o aquellas de los inmigrantes en España; la diferencia de Salgado es que, en su obra, no se produce una reflexión endecasílaba sobre estos aspectos, sino que, de forma consecuente, el propio proceso de escritura se concibe como extranjero: hace que pulsa pul sos de un mensaje que no es su yo Su libro más reciente, Hacía un ruido. Frases para un film político (Contrabando, 2016) radicaliza el trabajo experimentado en ready. El libro se presenta como un collage de fragmentos de muy diversos orígenes, en el contexto de las luchas sociales de los últimos años y los lenguajes con que se expresan o se enmascaran. Como anuncia el título, el conjunto se concibe como un «ruido», es decir, como la yuxtaposición de «trozos» de lenguaje (de poetas, periódicos, personas de la
calle, políticos, paredes, wikipedia, etc.) no sometidos a un orden discursivo lógico. En esto se diferencia claramente de la tradición de «poesía social» española, a menudo lineal y maniquea, simplista. Ciertamente, Hacía un ruido (no solamente el libro, sino toda la experiencia multimedia de work in progress, de proceso nunca terminado) merece una atención mucho mayor de la que podemos dedicarle en estas líneas. Que sirvan, al menos, para señalar el interés de un trabajo riguroso y potente que, por fortuna, escapa sin miedos de la estética de la mediocridad más publicitada en España.
Ángela Segovia (1987) Existen puntos comunes entre la obra de Salgado y de Ángela Segovia. En una entrevista reciente, esta última autora declaraba su interés por «el poema que desborda el papel». Además, el título de su último libro, La curva se volvió barricada (Uña Rota, 2016), nos induce a pensar en la reivindicación política. Un último punto en común entre Salgado y Segovia: en ambos casos, los referentes principales parecen venir de Latinoamérica y, de hecho, es evidente la desconexión con la poesía española reciente, al menos la más conocida. Para entender la propuesta de Segovia, ya que sería muy artificioso aislar un fragmento de su libro, copiaremos una nota al pie de carácter teórico (pero entendida como parte de la obra total): a la lengua como un flujo de ritmos sin sentidos, se opone la luz de la claraboya, como un ovni sin voluntad. el tipo de silogismo que le gusta practicar es el que tiene una herida. La herida del silogismo es tan grande que acaba por sustituirlo. La herida se llama: cansancio de significar.
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Miriam Reyes
Cansancio (y desconfianza) del lenguaje tradicional, por lo tanto, y exploración de la herida, de las grietas, las periferias del orden discursivo que sostiene un mundo profundamente injusto. Es en este sentido que «la curva», la complejidad del lenguaje, se convierte en «barricada», en acto de resistencia política. Por ejemplo, en la secuencia «típicos ríos europeos, cuencas y lo que llevan dentro», el lector puede percibir la desolación, desespero y violencia que sufren unas personas en viaje por la periferia de Europa. La complejidad del discurso impide saber con claridad si se trata de judíos enviados a campos de concentración o refugiados sirios huyendo de la guerra, tal vez porque en ambos casos los mecanismos de exclusión, y el dolor que producen, son similares. Además, Segovia evita el alivio de la catarsis: el lector no puede aferrarse a una resolución sentimental, y esto le obliga a seguir vagando en una «fragilidad salvaje».
Conclusión Las cuatro propuestas que aquí hemos presentado muestran las posibilidades de los discursos incómodos y comprometidos, al margen de la línea «oficial» de epígonos correctamente mediocres. Posiblemente, el punto común de todas estas propuestas, y de otras que no hemos tenido espacio de comentar, sea el trabajo riguroso con el lenguaje, ya sea en búsqueda de la belleza total (García Román), en la problematización de la perspectiva y la mirada (López Carballo) o en la resistencia política en los márgenes del discurso occidental (Salgado y Segovia). Esperamos que este breve artículo fomente el interés por estas propuestas y, en general, por una poesía no conformista. 48
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Coda Aprovechamos este espacio para presentar dos poetas españolas que visitan las VIII Jornadas Universitarias de Poesía «Ciudad de Bogotá». Miriam Reyes (1972), artista de carácter multidisciplinar, produjo un impacto en la poesía española con la publicación de Espejo negro (DVD, 2001), en el que utiliza un tono desgarrado de apariencia confesional en poemas de gran potencia expresiva. Siguieron dos libros publicados en Hiperión (Bella durmiente y Desalojos), hasta llegar al más reciente: Haz lo que te digo (Bartleby, 2015), en el que explora la identidad a través del cuerpo y el deseo con un lenguaje que sigue siendo «feroz». Por su parte, Laura Casielles (1986) se dio a conocer con Los idiomas comunes (Hiperión, 2010), en el que se busca un lenguaje para expresar la experiencia del amor y de la extranjería, que tal vez sean una misma. Coincide con Reyes en la preocupación por la identidad, pero en Casielles parece construirse desde lo externo, desde lo social. En este sentido, Las señales que hacemos en los mapas (Libros de la Herida, 2014) enfrenta al sujeto poético con la otredad, lo que pone en cuestión las categorías recibidas y enriquece las posibilidades de un mundo complejo y abierto: «haya memoria del asombro en las costumbres del encuentro».
Laura Casielles
rafael del castillo matamoros
Poesía colombiana
Autores nacidos a partir de 1971
Por Rafael Del Castillo Matamoros La mayoría de las prevenciones que existen en torno al lenguaje de la poesía se derivan de la poca o nula asunción de riesgos o búsquedas independientes por parte de profesores y «críticos» comprometidos con esta forma de comunicación artística. La gran mayoría de ellos, instalados en la comodidad de lo que llaman «canon», hacen oídos sordos a todo lo que no haya sido refrendado machaconamente por ellos mismos de la mano de sus «vacas sagradas». La comodidad o el temor a equivocarse, la poca fe en un propio criterio, la pereza de cultivar y desbrozar con tino lo que está en saludable crecimiento, hacen de los «estudios literarios» un mausoleo del que están proscritas hasta nueva orden las manifestaciones de la vida con sus tanteos, errores y tropiezos, que es lo que precisamente hace más alto y humano a un texto poético llamado a trascender. Sólo aquellos pocos que se atreven al discurso ensayístico están en condiciones de mantener un diálogo enriquecedor con lo que acaba de nacer para dar cuenta de todo lo que vive, incluidos los profesores y los «críticos». La poesía es lenguaje desencadenado, es lo primero que debo decir cuando alguien me pide que le enumere las «reglas» para escribir poesía. Así, si se habla
de un lenguaje desatado por los poetas que empezaron a cultivar el «verso libre» entre finales del siglo xix y principios del siglo xx, tendríamos necesariamente que dar por sentada la existencia de los tiempos del lenguaje encadenado. Con todo, visto que los grilletes no lograron doblegar la condición humana en los esclavos ni lograrán hacerlo con los hombres y mujeres avasallados por la injusticia y la represión propias de cada tiempo, la persistente resistencia a un «lenguaje encadenado» vino a constituirse ante todo en la manifestación sublime del carácter indomeñable que subyace en el alma del artista.
La comodidad o el temor a equivocarse, la poca fe en un propio criterio, la pereza de cultivar y desbrozar con tino lo que está en saludable crecimiento, hacen de los «estudios literarios» un mausoleo del que están proscritas hasta nueva orden las manifestaciones de la vida, que es lo que precisamente hace más alto y humano a un texto poético llamado a trascender. De esta perspectiva es desde la que se justifica la vigencia de la poesía inaugural de los hombres: cargados de reglas y grilletes justificados por la presencia de una música que por su propia dinámica muchas veces deviene en «sonsonete», los primeros poetas dieron cuenta del ULRIKA 56 |
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Víctor Gaviria, Fernando Linero Montes y William Ospina, poetas homenajeados por el FIPB durante los años 2015, 2016 y 2017, respectivamente.
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auténtico espíritu de los hombres, que no es otra cosa que el espíritu de la libertad: desde el reconocimiento al heroísmo épico de los fundadores de pueblos y sociedades; desde la soledad y la locura; desde el humorismo y la ironía, los poetas de todos los tiempos han enfrentado la muerte cotidiana, la reglamentación, la regulación o el estatuto, aplicados a una condición tan múltiple, libre y creciente como es la que asiste al «ser humano». Sin embargo, por el mero hecho de denominar «verso libre» a las opciones adoptadas para un texto que se pretende poético, no podemos decir que dicho texto esté asistido por el «lenguaje desencadenado» propio del poema, pues así como se rompen grilletes tangibles y sonantes, también se deben saber enfrentar las trabas y barreras que imponen las ideologías y sus intereses particulares, las costumbres, las modas, los imperativos económicos. Todos ellos se empeñan en envilecer el lenguaje de la poesía, en encadenarlo de nuevo: lo prosaico contra el ritmo (porque el verso libre no implica la desaparición de lo musical); la ausencia de una adecuada consonancia que permita la cesura o partición de cada verso, sobre la base de elementos psicológicos y otras razones de peso signifi-
cativo y musical, cuya ignorancia da origen a prosas recortadas aleatoriamente, lejos de esa partitura delicada, precisa y significativa que agradece el lector. Empeñados también en el envilecimiento del lenguaje poético estarían ciertos estandartes de la estupidez como el lugar común o el estereotipo, cuando no la tranquilizadora banalidad, enfrentando al cuestionamiento, la originalidad y la lucidez del creador. Estos son los parámetros bajo los que se arriesga la apuesta que hacemos en torno a ciertas voces de la poesía colombiana escrita por autores nacidos a partir de 1970. Y pese a que un tal tipo de reduccionismo es cuando menos cuestionable, nos lo permitimos aquí sobre la base de que es posible constatar que la mayoría de sus predecesores inmediatos ya tuvieron su oportunidad de levantar la voz para ser escuchados. El tiempo y sus lectores ya han tomado nota a su respecto y sin falta saludarán como poeta al que lo es: al esencialmente amigo, al familiar, al necesario. Hablaríamos así, para apenas citar los de la generación inmediatamente anterior a las que nos ocupan, de autores nacidos entre mediados de la década de 1950 y la de 1970, como Víctor Gaviria o Fernando Linero (poetas homenajeados por el Festival Internacional
rafael del castillo matamoros
de Poesía de Bogotá, en 2015 y 2016, respectivamente), a William Ospina (cuya vida y poesía será celebrada en ese mismo sentido en 2017, durante la vigesimoquinta edición de dicho certamen); más Robinson Quintero Ossa, Gustavo Adolfo Garcés y Nelson Romero, o más jóvenes aún como Sergio Laignelet o Juan Pablo Roa, para no mencionar a todos los que el «rigor» o el «establecimiento» académico o editorial (comercial) nos exigiría; todos ellos comprometidos con la consolidación de un legado perdurable que les lleva (sin perder su norte en la poesía) a enriquecer la experiencia escritural con el cine, la música y el pensamiento libre que supone el ensayo. Y así como lo reciente y la tradición inciden en el poema con sus luces y sus sombras, el carácter humano trae consigo los matices y los rasgos individuales que terminan de configurar el perfil de un momento dado y de quienes lo habitan: el de las generaciones de poetas colombianos que nos ocupan y preocupan aquí estará signado por el surgimiento o la proliferación de carreras universitarias de «escrituras creativas», con pre y posgrados que en su particular dinámica académica inducen a un peligroso pendular entre la vocación de poeta, la del dramaturgo y la de narrador, ese paso indeciso de tanto y tanto mediocre. No es plata común un Borges que se mueve con solvencia entre la narración y el poema o un Shakespeare en su ir y venir entre la poesía y la dramaturgia. Abundan sí los casos de grandes maestros que empañaron su obra con incursiones desafortunadas que no congeniaban bien con una dicción consecuente con su particular forma de ver y habitar el mundo (propia, personal, característica). Estas carreras universitarias, al igual que la mayoría de los concursos literarios, promulgan el surgimiento de «obras poéticas» prefabricadas, producto de tesis (un poema es por naturaleza antitético, lleva la antítesis
Estas carreras universitarias [de escrituras creativas], al igual que la mayoría de los concursos literarios, promulgan el surgimiento de «obras poéticas» prefabricadas, producto de tesis (un poema es por naturaleza antitético, lleva la antítesis consigo), o de filiaciones forzadas a otras «disciplinas» [...] cuando no el recurso a la simple enumeración de filias personales. consigo), o de filiaciones forzadas a otras «disciplinas» de las ciencias: la filosofía, la antropología, la sociología, la entomología, la botánica... cuando no el recurso a la simple enumeración de filias personales en torno a pintores y corrientes artísticas, filósofos, poetas o músicos de rock, etcétera, a la postre sin duda exuberantes pero aun así carentes de auténtica pasión. Es posible que, ante este panorama, sean quizás los talleres de literatura una respuesta legítima sobre la base de su casi absoluta e innegable lejanía de todo tipo de intereses utilitarios: los costos de una carrera universitaria se revierten en la obtención de un diploma que nos permite el acceso a un trabajo remunerado. El que oficia el ejercicio del taller literario, en cambio, ni otorga ni recibe ese tipo de prebendas: es un pensador y un creador desinteresado que se afina cada vez más en la medida en que se cuestiona en qué ámbito cabría poder encontrarse la verdadera exaltación del artista y no la brillantez artificial del snob. Está de más decir que una vez vistos los imperativos reales que mueven a un aspirante a escritor se podría ver con cierto tino el desenlace posible para cada particular aventura que se emprenda en tal sentido. El tiempo y su lector son quizás las dos variables fundamentales que
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Lauren Mendinueta, Darío Sánchez Carballo y Sandra Uribe Pérez.
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ayudan siempre a detectar la sinceridad de una voz y a partir de allí su proyección y su sentido. De una y otra de esas vertientes proceden los creadores que se sugieren aquí, en sus matices particulares. Para el efecto nos hemos remitido a poetas nacidos entre 1971 y 1980, con cuando menos un libro publicado, incluidos todos en las más importantes antologías de poesía colombiana; vigentes, visibles y activos en torno a sus compromisos como editores, directores de taller, escritores creativos titulados y con licencia para titular, impulsores de eventos y de festivales; varios de ellos contando ya con seguidores entusiastas y fieles allende las fronteras nacionales y todos, en cualquier caso, apasionados y empeñados resueltamente en la consolidación de una voz necesaria y por lo mismo perdurable. Por estas y otras razones podríamos considerar como la punta de ese iceberg irisado que es la poesía colombiana escrita por autores nacidos a partir de 1971 a Sandra Uribe Pérez (1972), Rodolfo Ramírez Soto (1973), David Reinoso D’Jesús (1970), Federico Díaz Granados (1973), Darío Sánchez-Carballo (1975), Óscar Pinto Siabatto (1976), Alejandro Cortés González (1977), Lauren Mendinueta (1977), Henry Alexander Gómez (1978), Saúl Gómez Mantilla (1978), Giovanny Gómez (1979), Lucía Estrada (1980) y Dufay Bustamante, entre no muchos más.
Y si los asimilamos a la imagen de «punta del iceberg» es por su indiscutible compromiso y poder de convocatoria entre sus pares generacionales, cualidades que en algunos de ellos se desdoblan y repercuten incluso en destacados autores que les preceden. En lo que atañe a los jóvenes poetas que gravitan entusiastas en torno a los proyectos e iniciativas desarrolladas por los autores relacionados, no podríamos dejar de mencionar a Santiago Espinosa, Hellman Pardo, Jorge Valbuena, Ómar Garzón Pinto, Alejandro Vergara, Angye Gaona, Margarita Losada Vargas, Fadir Delgado, Diana Carolina Daza o Catalina González. Poemas de algunos de los aquí mencionados hacen parte de la muestra antológica de los invitados a las VIII Jornadas Universitarias de Poesía, dando prioridad a aquellos que o no se han publicado en Ulrika, o no lo han sido hace mucho. A poetas como Darío Sánchez-Carballo, Giovanni Gómez o Alejandro Vergara invitamos a leerlos en el número 55, así como a Federico Díaz-Granados, de quien presentamos una nota sobre su reciente libro Las brisas del instante en el número 54. De algunos más, pero de todos también, invitados a las VIII Jornadas y no incluidos en esta breve muestra, pueden leerse poemas en www. poesiabogota.org, en el entendido de que muy seguramente, dentro de poco, podrán leerse también en estas páginas.
antología
Antología de Invitados a las viii jornadas universitarias de poesía «ciudad de bogotá» por motivos de espacio, presentamos aquí una escueta muestra del nutrido grupo de poetas extranjeros y nacionales convocados. a algunos de ellos, como fernando linero montes, guillermo molina morales o luis alonso cruz, puede leérseles en las revistas ulrika 55 y anteriores.
Juan Gustavo Cobo Borda Decano de las VIII Jornadas [Bogotá, 1948] De su libro Doctor Kafka Doctor Kafka, X
Contrato de prestación de servicios
Vencido, sin fuerza en las piernas, a una frustración se añade otra, a una fascinación un rechazo, a un lenguaje, un bloque de silencio.
Acepto ser musa. El poeta, por su parte, se compromete a exaltar la reposada madurez de mi belleza. (Cuanto mira lo desvirtúa). El haber sobrevivido por medio siglo entre crisis de desaliento y euforias un tanto histéricas me hacen estar presta para las responsabilidades del cargo. Me alegra recibir el homenaje imperecedero de la palabra (tan falaz, tan efímera, tan ruin). ¿Qué tengo para ofrecer a cambio? El juego perpetuo de atracción y rechazo. De rigor y libertinaje. Cuanto anhelo es que me respeten hasta que yo misma conceda que me irrespeten en el desafuero, la impudicia y la dulce exaltación. Habrá, claro está, días libres y vacaciones pagadas.
Y al no poder continuar, la dureza del sobreviviente. Página manchada de absurdas direcciones e inútiles teléfonos. Lo que no empezó ha terminado. En la estéril gimnasia de la terapia con bandas elásticas y pelotas de caucho se cansa también el poema.
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Lucila Lema
[Comunidad Kichwa, Ecuador, 1974] Sinchi mama
Mujer guerrera
Tamya warmi pakarimuni Ninan warmi shamuni. Aychalla, pankalla. Mana pipa makipi wataytukushka Kuyaylla chumpikunawanlla pillurishka. Ñuka samaypash tamya yaku urman shina Wakakun. Ñuka aychapash pukushka ñawpa urkukuna Shina, munaylla. Ñawpa mamakunapa ushay katimushka Chinkarishka ayllukunapa puma aya tarimushka. Ñuka hatun mamami chayamushka, Tamyashina, runtushina, yakushina purikun Mishki shimikunata apamushpa Kunkarishka takikunata uyachishpa. Paymi samushka Paypakaman, may ninan millay warmi kashka.
Amanecí lluvia, abundancia, libertad Atada solamente por los chumpi Que dan forma femenina a mi cuerpo, Suena igual que el aguacero mi respiro. Mi cuerpo montaña de los antepasados en florecimiento. En mi alma, el alma de uno de mis finados: alma jaguar, que siempre me encuentra. Es mi abuela que ha venido, como agua de lluvia, trayendo noticias de las mujeres canciones por miles de años calladas. Es ella, muy dentro Mujer guerrera en demasía.
Muskuy
Sueño
Kunan hatun tayta mamakuna chinkarishkapi, pi, imata kani nishayari. Punchayakukpi wacharishka warmichu kani, haykamanta kawsarik, chinkarik kushni llantuchu kaniyari. Rukukuna sakishka mankakunapa mana chinkarishka allpachu kaniyari. Wayrapash kuyashka, urku laya warmichu kaniyari. Killu wallka, yana, yura anaku chuakushka muskuychu kani. Wañushkakunapa yachayta hapisha. Ñuka shina wañunakuk ankakunapa, shuk wiwakunapa yachayta nishpa purikchu kani. Mana kashpaka, kay tutapash tikramushka, ñuka muskuyllatachu kaniyari. Kawsakunimi, kawsanakunchikmi nishpa hawamanta urmakuk mutyachikuk yakuchu kaniyari.
Ahora que no están los abuelos, quién se supone que soy yo. Mujer nacida en la primera luz, ser con cuerpo de humo, que es un instante y el otro es nada. Una parte de la arcilla que ellos dejaron y no se hizo polvo. Hembra con caderas de montaña que enamora al viento. Sueño cubierto de collares amarillos y anacos de dos colores. Nieta pretendiendo aprender de los muertos, de los silbos de las aves, de los gritos de los animales que están muriendo igual que yo. O soy mi propio sueño, que ha vuelto a vivir otra noche más, repitiéndome a mí misma: la agonía ya se fue. He vuelto, hemos vuelto a vivir como gota de agua que baña desde lo alto.
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antología
Laura Casielles
[Pola de Siero, Asturias, España, 1986] La levedad del pájaro
La historia interminable
Aprender la levedad del pájaro. Sacar los pies del nido y encontrar que fuera el mundo es limpio y el cielo es amplio y no nos queda nada por lo que valga la pena no amar.
Todas nosotras, Ícaro, lo entendemos bien. Intentábamos alcanzar el amor y acabamos, siempre, con las alas quemadas.
Aprender la levedad del pájaro. Respirar. Sentir cómo pasa el aire por todas las esquinas del cuerpo, lo más parecido a volar que puede hacer una mujer como yo, con el corazón pegado a tierra. Desafiar la gravedad como quien desafía una norma, aprender la levedad del pájaro. Olvidar que las cosas pesan y echarlas al aire, quedarse quieta y ver cómo les nacen alas. Lo más parecido a volar que puedo hacer, yo que tengo los pies de plomo. Aprender la levedad del pájaro.
Geografía política Los doctores llevan siglos equivocándose: el corazón se sitúa más bien a la derecha, tiende siempre a posturas conservadoras. No sé por qué, pero he visto más de mil ejemplos, lleva a la gente a decir casa, mío, patria. El corazón no tiene sitio fijo pero tiende, ya digo, a la derecha. No importa lo que pienses. Él cree en la propiedad y llora por celos, busca estabilidad, lo olvida todo por una certeza falsa de calor; defiende el país, la familia, y en cuanto te descuidas se lanza a veleidades con anillos. Y ahí nosotros, siempre en lucha por demostrar que sigue estando, como afirman los latidos, a la izquierda.
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Milenka Torrico
[Cochabamba, Bolivia, 1987] Outside En la casa de mis padres hay gritos (de mi madre) hay platos rotos y niños muertos. En la casa de mis padres hay una adolescente reprimida, una compulsiva y otra anoréxica. En la casa de mi padres hay yogurt natural hay tv cable y se asilan huérfanos. En la casa de mis padres hay una neurótica hay una bailarina, una modelo y también un desertor. En la casa de mis padres hay pájaros mutilados hay divorcios, hay amantes y asesinatos con pastillas y con gas. En mi casa hay barbies pelonas y una muñeca con queloides en el rostro. En mi casa hay una niña con nombre de puta, complejos de puta y comportamiento suicida. En mi casa hay una colección de ex-amigas de sus test de embarazo y de sus hijos en formol. En mi casa hay un álbum de auto-fotos hay anfetaminas, diarios escritos al revés y un muñequito roto. 56
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En mi casa hay seis perros locos y hay una hora entre las doce y las tres en la que salen a perturbar la ciudad.
El jet set del 87 decoro lo que pueda verse herido bajo las luces Gladys González
El jet set eleva la barbilla huyendo de lo vulgar, ni sus pupilas ni su voz tocan lo que no merece, se impacienta ante los ancianos, los down, los mendigos, los tontos, los que lloran, los que se besan conoce el dolor y sólo aprieta los dientes, no se duele de quien gime y se inclina, camina sobre tacones blandiendo la punta de la nariz contra la violencia del viento se complace en la palabra no, en la palabra nunca, se goza en la sensación de vacío, no muere de hambre o de amor no tiene madre, no tiene muertos, no tiene hijos que lleven el primer nombre de su padre, no tiene hijas a quienes perfumar y peinar los cabellos. son niñas que amaban las paredes, las tijeras, el espacio debajo la cama, son locas cortopunzantes no tiemblan de frío o de miedo, no necesitan luz, dueñas de sí y del resto, se desbordan en el odio y saben de tortura y desaparición no tienen piernas para huir, brazos para asirse ni boca para gritar, ellas no temen, no caen, no piden auxilio. Las chicas del jet set mueren a los 40, sin cortes, sin moretones, sin proyectiles, víctimas de la asfixia de su propio ego.
antología
Tamym Maulén
[Santiago de Chile, 1985] No tengo trabajo
No hay que escribir palabras
No tengo trabajo. Mi trabajo es salir de noche Llegar borracho a casa Y ser un signo de interrogación En la vida de mis padres. Mi trabajo es despertar atrasado Desayunar las sobras del almuerzo En un rincón escondido del patio Y preguntarme allí cómo es posible Que exista un tipo como Whitman. Mi trabajo es dormir la siesta Mi trabajo es mirar el techo Mi trabajo es bendecir la maleza Mi trabajo es faltar a la universidad Para conversar con los muertos Los muertos que viven en los libros Los libros que a veces no son libros Mi trabajo es decirte no tengo trabajo Excepto morirme un día de estos ¡Bum! Explotar en un fuego artificial Sabiendo que viví mi vida en un engaño Pero en un engaño señores Un engaño distinguidas damas Un engaño que me he inventado yo.
No hay que escribir palabras Abrazos puños sonrisas y golpes Cachetadas flores llantos moretones No palabras nunca palabras ¡No hay que escribir palabras! Hay que pintar grafitis feos en el muro más bello del barrio. Si verdaderamente son palabras las palabras Tienen que hacerle ¡paf! al corazón ¡Pum! al rostro ¡splash! al egoísmo La poesía es todo menos yo La poesía es todo menos shhhhh Silencio, no hay que escribir palabras ¡Crash! Explosiones y bombas ¡Bang! Balazos que levanten muertos Versos que traigan paz Donde sólo había batallas Poeta, poemas hacemos todos ¡Milagros es lo que falta! Ofrecer pan donde no exista hambre El mantel tiene que estar con vino ¡Mánchalo siempre poeta! No hay que escribir palabras ¡No escribas palabras! Ríe o llora pero de verdad Con eso basta y sobra.
El gran aprendizaje El gran aprendizaje de la vida Consiste en saber que no eres distinto No vales menos que un abrazo Ni más que un plato frío de lentejas no eres diferente Todos somos la misma mierda Ergo, no hay que creerse cuentos El niño es el padre del hombre Ver la vida como lo que es: Un par de trastos sucios arriba del mantel floreado y plástico que tú decides si limpias o no.
Mi padre nos enseña a orinar Mi padre nos enseña a orinar Saca su pene gigante y oscuro Y la orina cayendo Es el sonido más hermoso Que jamás he oído.
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Iván Cruz Osorio
[Tlaxiaco, Oaxaca, México, 1980] Andrés Bello Navegué toda la noche con la mirada fija en los días por delante, con el miedo apretado en los puños. Algo de la Tierra que dejé atrás ha labrado mi sombra y mi abismo, y aún no sé de qué patio, de qué puerto sin brillo partí con los sueños desvanecidos. Pero sé que no habrá regreso, porque nadie vuelve para atizar los rescoldos de su propia ceniza.
Simón Rodríguez Qué curioso el garbo de los muertos que hacen trompetillas y confunden su aliento con el olor de los nardos. ¿Te acuerdas de Elena María detrás de las vidrieras? Cuando la vida quería brotar de las manos y no había apuro alguno en el odio ni en las balas. Había obreros tiznados de aventuras, hortelanas livianas que suspiraban nuestro nombre con todo su cuerpo, y monarcas fulleros quemados en la noche de San Juan. Yo conocí a una duquesa que amó a Franz Ferdinand, que entre los dulces acordeones de Austria le rozaba los codos a meseras tullidas ante la mirada de morfina de los insurrectos. Cuando estuvo muerta con un agujero en la frente, todos rieron de sus vírgenes rompehuelgas, y de los ahorcados del primero de mayo que iban sucios a la insurrección socialista. Alguien dijo que Grace Kelly era más hermosa, pero nadie le hizo caso.
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Qué tristeza esa noche en que las usinas moscovitas preparaban las banderas rojas, y en el Volga había pistoleros de manos en el bolsillo y dedos ágiles, pero Nicolás II lo desmentía mientras se frotaba ajo en el cuello. Yo conocí a Túpac Amaru con los miembros arrancados, con su voz húmeda de sones y montañas derribar trincheras y tabernas de burgueses de orejas puntiagudas. ¿Te acuerdas de Elena María detrás de las vidrieras? Había niños con marionetas y una única función para entretener el desamor. Yo conocí a Túpac Amaru y a sus manos de devastación y dije Nosotros somos los mismos de ayer, arrebatados de fervor, arremolinados frente a ustedes que son polvo, llenos de nostalgia de las cosas que no van a suceder, enamorados del corazón pasajero de mujeres tristes. Pero nadie me escuchó. Quiero acordarme de su alma pícara de trapo, del baile de los niños incas y su muerte injusta. Qué curiosa profesión la de los caídos, que entornan las puertas, hacen mimos en la nuca con los dedos y tienen un silencio verdaderamente vivo.
antología
Lucía Estrada
[Medellín, Colombia, 1980] El círculo del poema Cada poema abre otro silencio, recorre las estancias últimas de la palabra para volver al todo. Se precipita en el vacío después de circular de mano en mano, de labio en labio hasta que no queda ningún vestigio de la sangre que acuñó su moneda. Cada poema un desafío al ojo atento en el instante justo de la caída.
Éxodo Aquello que no ha sido tuyo, la palabra que pudo ser y escapó del poema, la mirada vuelta hacia el muro que te separa de la otra orilla, el gesto efímero, las visiones suspendidas en el vacío bajo un sol de mercurio, es lo que ahora llevas contigo en la huída: tu equipaje. Tras la nube de fuego, en el polvo, volverás a tu centro.
Zelda Sayre Como no vendrás a la cena de mis muertos, ni sabrás para quién cavo esta tumba, pongo desde ya bajo tu lengua, la hostia viva de mis alucinaciones. Cada quien tomó su camino, de izquierda a derecha
el más profundo. Cada quien siguió atado a la cinta mortal de su locura. Escribe para que no vuelvan, que yo comeré y beberé, como Alicia, el rojo resplandor de la fiesta, mientras el mundo termina de cerrarse sobre mí. No te asombre si nuestras palabras no son las de antes, si nuestro destino, tal como se construye, nos golpea el rostro y nos hiere y nos deja completamente ciegos. ¿Qué hacer cuando ellos nos empujan? Esa legión de ángeles ebrios, terribles como el rostro que se refleja por última vez. No tardes. Ya nadie nos espera.
*** Sólo un gesto para saber que todo se corresponde, que no estamos en orillas opuestas. Que todo nos viene de nombrarlo, de creer en lo que no se conoce, en lo que juzgamos niebla y abismo. Que todo huye de la muerte y así va por el mundo. Que la vida es lo que siempre queda al final de la página: ese temor de sabernos, de insistir en el vacío que se deja entre una línea y otra para señalar lo imposible. ULRIKA 56 |
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viii jornadas universitarias de poesía
Tamara Mathov
Rodolfo Ramírez Soto
[Buenos Aires, Argentina]
[Bogotá, Colombia, 1973] Desparramados Cambiaron los síntomas, volvió la fiebre y ahora mi cuerpo es el cuerpo de otro que funciona peor. Soy parte de esta marea de gente desparramada, tengo la garganta intoxicada por el quitapulgas transgénico que, dicen los diarios, se oculta en los filtros de los cigarrillos industriales; la espalda deforme, mitad sobre un sillón, mitad sobre alguna rodilla amputada que tuvo la suerte de quedar allí y no aquí, doblada hasta estrujarse tanto que la sangre es sólo un recuerdo de la tierna infancia de las ocho de la noche; la cintura apretada por el pantalón vintage que en el espejo del baño me quedaba tan bien; yo aplastada, apretada, atontada por químicos radioactivos que hacen metástasis descontrolada mientras pienso en la paranoia post googleo de síntomas sospechosos que al final siempre son en algún tipo de cáncer. Yo en ese mundo de patológica, triste y silenciosa autodestrucción, sentada frente a un tipo al que no le veo la cara pero que es Fabián: es Fabián escondido detrás de cuatro mil capas de vergüenza. La imagen borrosa de Fabián, licenciado, experto, doctor de la pose pensativa, se pasa el dedo índice por la comisura de los labios, se peina un bigote inexistente, mueve la cabeza a destiempo de la música mientras yo, asfixiada, me zambullo en el frasco de mermelada que hace de vaso y está lleno de cerveza caliente. Sobre los pedazos de cuerpo, las colillas de hace mil años despedazadas hasta esparcir parocardiovascular por todos lados, con la voz rasposa de garganta enferma, una cabeza emerge de entre todas las cabezas para decir: micrófono abierto: lo que se quiera: cualquier cosa que se quiera. Y entonces de tan libres apenas podemos respirar. A mi tercer intento por incorporarme Fabián todavía peina la nada. Trastabillo sobre el minúsculo trapecio de parqué, intento que mis zapatos no sorprendan los dobladillos de las polleras de colores: envidiable equilibrio profesional hasta que, amplificada, la voz de micrófono de Fabián cubre las quejas de los cuerpos mutilados y tropiezo. Nado hasta la escalera que tiene, en el último escalón, un charco amarillento que fluye por el sócalo hasta el núcleo del desparramo y salgo de este subsuelo que pretende ser bar hacia la calle. A lo lejos, Fabián hace de Fabián pero suena ajeno y habla del alma y habla del cuerpo. El frío de agosto en la cara, enfermedad de humo en la garganta, en los oídos la sordera, y, por todos lados, simulacro. 60
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Génesis de gusanos Busco los recuerdos el lugar los ojos los amores las amantes. Todo aquello que fui y que ya no está en la memoria todo por lo que luché todo lo que creí todo, todo lo estoy buscando todo y todo lo tengo perdido sólo quedan cinco segundos para el cerebro y un cuerpo que empieza a oler mal.
El pastor Apaciento monumentos. Rumio con ellos el vacío. Algo dicen sus miradas en silencio; algo que sabía y ya no entiendo. ¿Cómo llegamos a quedar así de quietos? Llevo un rebaño de nombres olvidados.
El caminante Tengo el paso que doy y la esperanza del próximo. Lo demás es viento contra el cuerpo. Me distraigo peleando con lo invisible y perdiendo.
antología
Margarita Losada Vargas [Neiva, Colombia, 1983]
David Reinoso D’Jesús
[Bogotá, Colombia, 1974]
Sospecha
Pesca nocturna
el mar bien adentro debe ser como el abismo que cargo en las entrañas
Un borracho orina el andén
inquietante y calmo a veces pero agresivo y devastador
¿Qué pez trata de pescar? ¿De qué profundidades emerge ese hilo ambarino? ¿Qué muerde la carnada en las aguas de concreto?
de repente
Carpa de gitanos Terribilis Nunca tuvimos una casa por ejemplo respirar esta falta de aire ver cómo las palabras se enredan en las líneas de la mano y no tocan el papel o sentir que el aliento se agota justo antes de acabar el verso
El origen del objeto la araña no teje la red une los puntos de la ausencia para darle una forma a la nada
Cargamos paredes en vendajes las cargamos lisiadas por el destierro Somos una versión impecable de Caín Nuestra carpa es el primer lugar donde nace la ausencia y el último donde muere el recuerdo Buscamos un paraje dónde partir el pan el lugar donde se aferran los ladrillos será la tumba.
Libreta de apuntes Tengo algunos pájaros sin pico y patas otros con alas deformes, a todos ellos les limpio las jaulas en las mañanas.
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viii jornadas universitarias de poesía
Marisol Barahona
Dufay Bustamante
[Bogotá, Colombia, 1992]
[Pereira, Colombia, 1985]
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Imagen
Ciento cuarenta poemas para mediodía no son suficientes para diez cigarrillos
Cuando las hojas secas ruedan dirigidas por el viento el oído ve un baile de garras.
Ataja este cuerpo que solo respira versos y nicotina Contiene esta tristeza que es más grande que la lluvia Detiene una mujer gris que baila de vez en cuando Con sombras que desaparecen o se esconden a medianoche.
Una puta en un confesionario Pido perdón por existir por ser mujer por permitir pasar almas en el medio de mis piernas por enamorar a tanto hombre y olvidarlo en vísperas de un amanecer por amamantar tanta boca y calmar tanta pasión regada, y en las aceras mermar el hambre que se sostiene de esquina en esquina.
Nervalina He aquí lo que vi: una mujer subía al segundo nivel yo deliraba al otro lado de la pared Ella subía con un paquete entre brazos con un vestido amarillo marchito Era la muerte con el rostro de mi madre joven cantando esta canción: Ha pasado la muerte El tarareo de su canción me ha dejado claro Canción que sólo saben los que van de su lado.
Al filo y en la cúspide Marginado en la altura de la forma no se llame al hombre. No sea por un día. ¡No pise el frío!
Patología Arqueología del tiempo Seremos los únicos que haremos de la nomenclatura citadina un poema de amor Lo que fuimos escrito en el asfalto lo desvanece el agua lluvia. 62
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En mi garganta llueve a diario, ruge la noche en la respiración de cada noche he guardado un frío, el alucinante color… otros dicen que tengo tos.
antología
Alejandro Cortés González [Bogotá, Colombia, 1977]
Omar Garzón Pinto
[Bogotá, Colombia, 1990]
Ofrenda del abismo
Más grande que el río es el hombre
Para un nacer de alas el acero deber cortar la carne y arrojar el cuerpo
Sí, lo sé. Llegará el momento en que mi voz no tenga asidero. Mis dedos flotarán a la deriva desnudando a los náufragos y mis huesos tratarán de hacerse luz de Luna entre los ríos. Faltará mi cuerpo, faltará mi sombra en el paso de las horas pero mis palabras ya sin carne, sin angustias, prevalecerán.
No es el cielo quien otorga el vuelo Es la caída.
A Javier Heraud
Para sobrevivir la casa La casa está cerca de un lago que ya secaron y de un paradero al que los buses dejaron de venir Cerca está la vía férrea por la que nunca vimos pasar el tren Nacimos en hospitales que ya no existen Nos perdieron las calles cuando cambiaron de nombre Desconocimos el colegio cuando cambió de dueños Cuesta ubicar con precisión la casa de los primeros amigos Recordar la anterior fachada de la iglesia o cómo era el columpio que colgaba del árbol antes de que la tentación de los edificios lapidara la infancia del barrio Un amigo que ya no visito decía que la casa de un hombre debe estar cerca de todo lo que le habita A nuestra casa la que tiene en la ventana el cartel de una inmobiliaria la rondan las demoliciones la sobrevive este poema y la habita todo lo que perdimos.
Un poeta es un satélite en constante caída Sé que caeré y también sé que mi cuerpo se convertirá en ausencia derrotada. Aun así, estoy tirado en el suelo intentando unas líneas victoriosas que se unirán al reclamo irremediable de una muchedumbre en una plaza. Habré ganado entonces porque caí como cualquiera pero nunca me callé nunca habitó silencio en mí menos hoy que como última victoria le grito tu nombre a las paredes agujereadas y mucho menos hoy que como última conquista humedezco mi agitado pecho con el rojo de tus labios y mi garganta con el invisible néctar de tu lengua. Mueren dos veces aquellos que no dicen nada al momento de su siembra y aquellos que no pudieron caer boca arriba para encontrarse con tu rostro antes que el frío abrazo de la muerte en la espalda. A Leonel Rugama ULRIKA 56 |
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Índice de autores Juan Gustavo Cobo Borda
Tamym Maulén
(Bogotá, Colombia, 1948)
(Santiago de Chile, 1985)
Poeta, periodista y diplomático. Sus más recientes libros de poesía son: El espléndido adiós (1998), La musa inclemente (2001), Por Saron-PenagosSantander (2002), Mirar con las manos (2006), Poemas ilustrados (2008), La patria boba (2008), Fiebre (2009), Los poetas mienten (2009), Acosado animal (2010), Poesía reunida (2012), Poesía: última trinchera (2014), Doctor Kafka (2015).
Luis Alonso Cruz
Guillermo Molina Morales
(Lima, Perú, 1981)
(Zaragoza, España, 1983)
Poeta y narrador. Ingeniero Industrial de la Universidad de Lima, con maestría en Gestión del Conocimiento por la Universidad de León de España. Entre sus libros de poesía se cuentan: Lumen, trilogía del espíritu (2007); Radio futura, dentro de la Colección «Piedra y Sangre» (2008); Osario de criaturas perplejas (2014) y La música del hielo (2015).
Osvaldo Picardo
(San Luis Potosí, México, 1956)
(Mar del Plata, Argentina, 1955)
Rafael Del Castillo Matamoros (Tunja, Colombia, 1962)
Poeta y editor, director-fundador de la revista Ulrika y del Festival Internacional de Poesía de Bogotá, director del Taller de Poesía del cual se derivan las Jornadas Universitarias de Poesía. Libros de poesía: Canción desnuda (1985), El ojo del silencio (1985), Entre la oscuridad y la palabra (1991), Animal de baldío (1999), Pirómana (2002), Palabras escuchadas en un café de barrio (2006), Aires viciados (2007), Sanos consejos a una prostituta y otros aires viciados (2009-2010) y Malgenio (México, 2016).
Ulrika
Revista de Poesía | ULRIKA 56
Trabaja actualmente como docente e investigador en varias universidades de Bogotá. Como poeta, sus principales obras publicadas son Estado de emergencia (2013) y Epilírica (2008), con los que ganó, respectivamente, el IX Premio internacional de poesía «Claudio Rodríguez» y el XI Premio internacional de poesía joven «Antonio Carvajal».
Margarito Cuéllar Poeta, narrador y periodista. Licenciado en periodismo y maestro en artes. Entre sus libros: Tambores para empezar la fiesta (1992), Plegaria de los ciegos caminantes (2000), Cuaderno para celebrar (2000), Ecuatoriales (2006), Noticias de ninguna parte (2007), Arresto domiciliario (2007), Estas calles de abril (2008) y Las edades felices (2013).
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Estudió Filosofía en Chile y Letras en Argentina. Ha publicado los libros de poesía SHHHHH (Ediciones Felicita Cartonera, Paraguay, 2010) y PAF (Ediciones PorNos, Argentina, 2011). Es creador del LEA (Laboratorio de Escritura de las Américas), iniciativa desarrollada en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Paraguay, México. Es creador del sello editorial PorNos
Poeta, ensayista y crítico; profesor de literatura. Dirigió la revista La Pecera (2001-2009). Entre sus libros: Apenas en el mundo (1988), Dejar sin ventanas la verdad (1993), Quis, quid, ubi. Poemas de Quintiliano (1997), Una complicidad que sobrevive (2001), Mar del Plata (2005), Pasiones de la línea (Poemas de Nicolás de Cusa) (2008) y Mar del Plata seguido de Otros Lugares y Viajes (2012).
Milenka Torrico camacho (Cochabamba, Bolivia, 1987)
En 2009 publicó su poemario Preview, con segunda edición en México en 2015. En 2010 ganó el primer y segundo lugar en el concurso de poesía «Blanca Wiethüchter» de la Universidad Simón I. Patiño. Forma parte de La Crítica y el poeta (colección de ensayo sobre poesía boliviana). Estudia Literatura en la Universidad Mayor de San Andrés y escribe su poemario Mirar el árbol como una piedra, de próxima aparición.
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