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LOS HÉROES

UNA REFLEXIÓN SOBRE ESTA “MANÍA” DE ELEGIR A LOS DESTACADOS DE CADA AÑO POR LA QUE PULULAN MERKEL, MANDELA Y HASTA SÓCRATES.

TEXTO FERNANDO SCHWARTZ ILUSTRACIÓN JACOBO PÉREZ-ENCISO

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LA HUMANIDAD TIENE LA MANÍA DE IDENTIFICAR HÉROES a los que adorar de forma más o menos intensa por un periodo específico de tiempo. Al menos una vez al año, vamos. Como no parece que seamos capaces de decidir por nuestra cuenta a quién admirar o a quién identificar como ejemplo a seguir o (atención) a denostar, trasladamos la selección a árbitros de un criterio supremo, como si solo ellos fueran capaces de decidir e indicarnos a qué dioses debemos venerar, al menos durante los doce meses restantes. Como si esperáramos a oír la voz de un comité de especialistas, una especie de jurado del Nobel o del Princesa de Asturias, para poder decidir sin angustia quién merece nuestra adhesión entusiasta. Claro que una cosa es el personaje del año y otra bien distinta son las gentes que han destacado en sus respectivas disciplinas.

Para personaje del año solemos esperar a una voz autorizada, que suele ser el Time Magazine, que le dedica una portada, generalmente con una meritoria ilustración de su rostro. Parece ser que la designación es el resultado de intensas discusiones en la redacción. Me propongo hacerlo yo conmigo mismo y a solas.

Una advertencia: ¿por qué el personaje del año no puede ser una figura permanente, la estatua de mármol de un Sócrates de dos mil años, de una Victoria de Samotracia sensual y apropiadamente desprovista de cabeza? Ambos están siempre presentes en nuestras vidas. ¿Qué me impide consagrar a un héroe y mantenerlo ahí para siempre? ¿No puede ser el personaje de mi vida? Como si yo hubiera decidido instalarlo en mi Jerusalén particular, en el bosque de los Justos de las Naciones.

He pensado largo y tendido, he discutido con fuerza contra mí mismo y he llegado a una conclusión que se me antoja imbatible: el personaje del año es el personaje de todos los años. Nelson Mandela, Madiba, el hombre que lo fue todo en Suráfrica (y en gran parte del resto del mundo): analfabeto hasta la adolescencia, luego abogado, amigo, luchador, comunista, cristiano, líder de la resistencia frente al apartheid, amante a veces fiel, jardinero, jugador de fútbol en la prisión de la isla de Robben, negociador e implacable antagonista hasta conseguir doblegar a todo un gobierno racista sin más armas que la paciencia, la dignidad y la obstinación. Y un cuarto de siglo encerrado en una celda.

Pues no es por todo esto que ha sido elegido como personaje del año. Lo ha sido por una cosa más sencilla e infinitamente más dura: haber sido torturado, perseguido, despreciado y encerrado durante casi tres décadas para salir después de la cárcel con una sonrisa, sin ánimo de revancha ni de venganza. Para que el pueblo de sus amigos y enemigos se reconciliara. Un héroe de la humanidad.

Claro que, por otra parte, GENTLEMAN, que es mucho más sensato, atribuye sus estrellas a quienes han destacado en sus respectivas disciplinas. Hay donde elegir y todos vienen avalados por una interminable ristra de premios, de balones de oro, de Oscars, de guías Michelin, de Ondas, de premios nacionales de esto y aquello. Algunos sorprenden por inimaginables o sencillamente desconocidos; un buen ejemplo es el Nobel de Literatura de este año, un tanzano al que casi no conocía su propio editor (con el que quedan en el tintero algunas decenas de monstruos literarios –¡que Le Carré haya muerto sin el Nobel! –, por más que el premio fuera diseñado en origen para escritores prometedores). ¿Qué más puedo decir? Hay un inexcusable personaje político del año: Angela Merkel, la química que vino del Este y conquistó todo un continente. En el otro platillo de la balanza se encuentra por derecho propio Donald Trump, un idiota defraudador que casi lleva a Estados Unidos a la pérdida de libertad. Elijan qué es mejor: la inteligencia bondadosa o la maldad analfabeta. Los dos visten fatal.

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