Documento Final Comisión Desendeudamiento e independencia económica

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Documento de trabajo Comisión “Desendeudamiento e independencia económica” La deuda pública es un tema que atraviesa vivamente la historia argentina con singular fuerza. Desde el préstamo de “Baring Brothers” gestionado por Rivadavia en 1822 hasta la cancelación total del BODEN 2012 el pasado 3 de agosto, puede trazarse una línea muy clara respecto a cuáles han sido las políticas serias y responsables y cuáles fueron políticas desastrosas que terminaron en crisis severas. Del lado “serio” y “responsable” tenemos al más rancio liberalismo económico criollo que hipotecó con absoluta irresponsabilidad los activos del Estado en negocios desastrosos para el interés público pero muy beneficiosos para las arcas privadas de los negociadores, los propios bancos, los asesores financieros y colocadores de la deuda. No olvidemos que los procesos de mayor endeudamiento argentino en las últimas décadas fueron entre 1977-1981 y 1989-2001, momentos en los cuales el timón de la economía estaba en manos de fanáticos del liberalismo económico que poseían una visión tecnócrata según la cual los problemas del país residían en la excesiva participación del Estado en el mercado, por lo que sometieron al país a un sistema financiero internacional evidentemente perverso y poco transparente que incluso ahora ni siquiera puede explicar por qué sus dogmas y recetas se contradicen con la realidad. Ambos procesos tuvieron inicios y resultados similares: apertura y desregulación financiera que llevaron a fuerte endeudamiento externo de los sectores público y privado y subsiguiente default, fuga de capitales, crisis cambiaria y financiera, bruscas devaluaciones y el mayor desbaratamiento del aparato industrial y de la función del Estado como organizador de las relaciones económicas y sociales, todo en búsqueda de una esquiva competitividad económica que nunca entendió que la verdadera racionalidad productiva consiste en cuidar y generar empleo, porque siempre es preferible pagar temporalmente un precio mayor por un producto y no importarlo a costa de desempleo local. De esta forma, en 2001 nuestro país se convirtió en la máxima expresión del fracaso del modelo liberal, de la inviabilidad del conocido dogma de la “teoría del derrame” como solución para los problemas de índole social donde en teoría el crecimiento económico fluiría descendentemente sin intervención del Estado. Era claro que esta escuela del pensamiento, dirigida desde afuera, estaba agotada y daba señales de una fuerte crisis como resultado de la aplicación de las políticas de ajuste. La mayor crisis económica que tuvo nuestro país en doscientos años fue principalmente una crisis de deuda. Los números hablan por sí solos: el pago de intereses de la deuda pública (sin hablar de cancelación de capital) representaba 21,9% de los ingresos tributarios; casi uno de cada cuatro pesos que recaudaba el Estado Nacional debía destinarse al pago de intereses, mientras que paralelamente caía el salario, las jubilaciones y el gasto público. Luego de la devaluación de 2002, la deuda equivalía a un año y medio del PBI. ¡La deuda en moneda extranjera equivalía a 10 veces las reservas del Banco Central! ¿Cómo podía así crecer el país? Sin embargo, a partir de 2003 indudablemente comenzó una etapa totalmente distinta que la podemos ubicar del lado de las políticas verdaderamente serias y responsables. Así como el General Perón rechazó más de una vez en su primera y segunda presidencia el ingreso del país al FMI y el endeudamiento externo, una característica central del proceso económico que se vive desde los gobiernos de Néstor y Cristina es el desendeudamiento. Independientemente de lo dicho por los críticos y vende patrias, por los que preferirían ver una Argentina derrotada antes de reconocer sus propios errores, los números y resultados económicos respaldan al Gobierno Nacional. Gracias al agresivo proceso de reestructuración, a


la cancelación total de los compromisos con el FMI (9.500 millones de dólares) y a la estatización de los fondos acumulados en las AFJP actualmente la deuda pública total sólo representa aproximadamente cinco meses de la producción nacional y en 2012 el pago de intereses equivaldrá a apenas 5% de la recaudación tributaria. Además, casi la mitad de la deuda pública total está en manos de organismos públicos (situación también inusitada en nuestra historia reciente), lo cual otorga mayor grado de libertad a la política de crédito público. A diferencia de antes, el endeudamiento del Estado actualmente constituye una clara inversión social, ejes básicos para la generación de riqueza y para igualar oportunidades. En ese mismo sentido, ondeando en alto la bandera de la soberanía económica, el Gobierno Nacional dio vuelta a la ecuación pagando la última cuota del BODEN 2012, culminando una etapa nefasta para nuestro país. Clausurar este capítulo que tantos sinsabores trajo a miles de compatriotas también es reivindicar a la política porque demuestra que orientando el Estado hacia donde tiene que actuar es posible la felicidad del pueblo. El pago del BODEN está lejos de ser un hecho económico, es un símbolo de esperanza en el nuevo tiempo que vive nuestro país. Con su cancelación, el Gobierno Nacional demostró que estamos en condiciones de salir adelante sin necesidad de ajustarnos a recetas impuestas desde afuera; que al mismo tiempo que pagamos deudas en nuestro país siguen bajando las tasas de desempleo y se mantienen las políticas universales que reconocen a los individuos como sujetos de derecho y que es posible apostar a la inclusión social. Es imposible resumir la cantidad de reivindicaciones y avances que experimentamos los argentinos en poco menos de 10 años. Pensar en la Asignación Universal por Hijo, el Programa Conectar Igualdad, la construcción de más de 1380 nuevas escuelas en todo el país, la construcción de 20 nuevos hospitales, nueve universidades nacionales nuevas, un sistema solidario de jubilaciones y pensiones que otorga dignidad a millones de jubilados, entre tantos logros, nos hace sentir orgullosos. ¡Los que dicen ser “serios” y “responsables” fundieron el país no una sino varias veces! Y además, continúan dando cátedra en los medios hegemónicos “sugiriendo” al gobierno que debería “volver a los mercados”, que deberían volver a endeudarse para pagar vencimientos corrientes porque “en el mundo nadie cancela deuda con reservas”. Afortunadamente, el pueblo argentino ya está acostumbrado a estos cantos de sirena y sabe a dónde llevan esas políticas “modernas” de hacer “lo que los países serios hacen”, por eso apoya con fuerza a la Presidenta Cristina. El pueblo argentino entiende que para que el país crezca con justicia social no es necesario ir a los mercados internacionales de crédito (hoy enloquecidos), lo que da una enorme libertad a las decisiones de política económica basadas en intereses nacionales y populares y no en los de los centros financieros, porque más que un fin en sí mismo, la independencia económica es una condición esencial para alcanzar la felicidad del pueblo. Sobre todo, el pueblo respalda a la Presidenta Cristina en su forma de pensar el mundo en argentino, desde un modelo propio de Proyecto Nacional que convoca a poner manos a la obra para defender la Patria. A sumar, no a dividir con críticas estériles, a avanzar para no retroceder y a apoyarnos mutuamente para construir una Argentina más justa.


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