Hacia una educación inclusiva, erradiquemos la discriminación. Giovanna Sinead Sánchez Inda.
Como sabemos uno de los principales pilares en los que se centra el modelo de educación es la atención de la diversidad, este tiene como finalidad avanzar hacia el pluralismo democrático, es decir al reconocimiento de la diversidad, la aceptación, reconocimiento y tolerancia a la existencia de diferentes posiciones, características o pensamientos. Savater al respecto nos advierte y nos dice que: "Lo que realmente está en peligro hoy es la recurrencia al origen como condicionamiento inapelable de la forma de pensar; dividir el mundo en guetos estancados de índole intelectual, es decir, que sólo los nacionales puedan comprender a los de su nación y que por tanto debe haber una educación diferente para cada uno de estos grupos que los respete, es decir que confirme sus prejuicios y no les permita abrirse y contagiarse de los demás.” Este es un problema que complejiza a la educación, en específico a la tarea de la formación, por lo que se busca construir un modelo de educación para la diversidad en donde el enfoque principal sea la educación para todos, enfatizando en la educación inclusiva. Según la UNESCO (2009) la educación inclusiva es un proceso orientado a responder a la diversidad de necesidades de todos los estudiantes incrementando su participación en el aprendizaje, la cultura y las comunidades y reduciendo y eliminando la exclusión en y desde la educación. Aspira a lograr una educación de calidad para todos asegurando el pleno acceso y permanencia, la participación y los logros de aprendizaje, con especial énfasis en aquellos que, por diferentes razones, están excluidos o en riesgo de ser marginados, constituyendo un impulso fundamental para avanzar en la agenda de Educación para Todos (Booth y Ainscow 2004). En el libro “Barreras que impiden la escuela inclusiva y algunas estrategias para construir una escuela sin exclusiones” de Miguel López Melero, catedrático de