Eje temático 2: Nuevos estudios del arte rupestre en general, de la revisión historiográfica e historia de la investigación de Colombia y América. HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN EN COLOMBIA: PROCESOS AUTÓNOMOS Y HETERÓNOMOS. Guillermo Muñoz C.1, 3, Ricardo Muñoz C. 1, 4, Judith Trujillo T.1, 3, Carlos Rodríguez M.1, 2, Oscar Hernández M.1, 5, Yaneth González1, 6 1
GIPRI, Colombia; 2Maestría Cuaternario y Prehistoria UTAD, Portugal; 3PhD Cuaternario, Materiales y Culturas UTAD, Portugal; 4Maestría Estudios Hispanoamericanos Universidad London, Canadá; 5 Maestría Historia, Universidad Javeriana, Colombia; 6Geografía, Universidad Nacional, Colombia; gipricolombia@hotmail.com
En Colombia se iniciaron los registros y las interpretaciones del arte rupestre desde los años cincuenta del siglo XIX. Estos sistemas de descripción y los temas de interpretación fueron pioneros. Los cambios políticos determinaron un tipo especial de nuevas formas de documentar y nuevos procesos de interpretación. Finalmente, las influencias de las investigaciones europeas ampliaron el marco estrecho de los trabajos nacionales pero produjeron al tiempo una manera tradicional de realizar los estudios, determinando, en síntesis, la pérdida de información. Este comportamiento bien podría ser tenido en cuenta para los estudios en otras áreas de América, pues al final los investigadores observaban tipologías y no trabajaban con las peculiaridades de cada zona, descubriendo su lenguaje y su singularidad.
“Pero la india les explicó que lo más temible de la enfermedad del insomnio no era la imposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacia una manifestación más crítica: el olvido. Quería decir que cuando el enfermo se acostumbraba a su estado de vigilia, empezaban a borrarse de su memoria los recuerdos de la infancia, luego el nombre y la noción de las cosas, y por último la identidad de las personas y aun la conciencia del propio ser, hasta hundirse en una especie de idiotez sin pasado (…) Con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. Fue al corral y marcó los animales y las plantas: vaca, chivo, puerca, gallina, yuca, malanga, guineo. Paco a poco, estudiando las infinitas posibilidades del olvido, se dio cuenta de que podía llegar un día en que se reconocieran las cosas por sus inscripciones, pero no se recordara su utilidad. Entonces fue más explícito. El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban dispuestas a luchar contra el olvido: Ésta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que herviría para mezclarla con el café y hacer café con leche. Así continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita. En la entrada del camino de la ciénaga se había puesto un