GLENDA ROSERO PORTAFOLIO ARTĂ?STICO
Contacto: 0998332770 glemarosan@hotmail.com http://glemarosan.wixsite.com/colectivodosguaguas
Biografía: Artista plástica, pedagoga musical y madre. Nací en Guayaquil, ciudad en la que realicé mis estudios musicales en el Conservatorio Nacional de Música Antonio Neumane hasta obtener el bachillerato en música y post-bachillerato en educación musical. Resido en Quito desde el año 2004, fecha en la que llegué para estudiar en la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador. Me gradué de licenciada en Artes Plásticas en el año 2009 y cursé Maestría en Estudios del Arte en la misma institución. En el año 2015 fundo el “Colectivo Dos Guaguas” en el que exploro el día a día del oficio materno y de la crianza de mis hijos. Mis intereses como artista giran en torno a la reflexión sobre lo cotidiano, en donde cada obra personal se observa como una memoria testimonial de la acción diaria. Me interesa la construcción del relato individual; las narrativas de vidas que obtienen su validación a partir de los pragmático y real. Los trabajos generados en el colectivo responden a registros ilustrados de comportamientos, textos, fotografías y obras en materiales diversos; la versatilidad del material y el lenguaje expresivo corresponde a su importancia como medio de documentación.
“Grilletitos” Fotografía 2016
VOZ Si pudiera ficcionar un poco, dijera que nací callada. Que no lloré; que preferí el silencio. Pero no: supongo que lloriqueé como cualquier recién llegado al mundo lo hizo. Mi madre me cuenta que lloré muchas veces más, que no fui una niña fácil, que di mucha lata; pero yo me recuerdo callada, sin nada que decir, asumiendo mi silencio. Crecí ensimismada; aprendí a elaborar monólogos internos. Aprendí a hablar conmigo, a preguntarme y a contestarme, a felicitarme ante un logro y a criticarme cuando hacía algo mal. Mis diálogos personales eran constantes y crónicos; hasta que descubrí la voz. Descubrí que, al hablar, podía decir, pedir, criticar y reir. Ya había hablado antes, pero era un ejercicio sin mayor dificultad: contar lo que había pasado en el día, confirmar en mis palabras lo que decían mis padres, pedir mi comida favorita por mis cumpleaños y otras instrucciones indulgentes sin mayor dificultad mental. Entonces, un día, mi voz negó. Mis monólogos personales seguían, pero la conclusión la daba en voz alta y no siempre estaba de acuerdo con mi rededor. Grandes problemas se avecinan cuando la niña contradice, ¿verdad? No me voy a referir a mi muda adolescencia; en ella, las contradicciones verbales están a flor de piel. Prefiero que mi historia tome forma a partir de mi decisión de estudiar artes plásticas, después de haber abandonado la escuela de derecho, en la que se me procuraba un futuro brillante como abogada -es que la nena que contradice sabe pelearla-. Aun siendo adulta, no había abandonado mis diálogos silenciosos conmigo misma; si, ya tenía voz, pero yo decidía cuando usarla y cuando no. Analizaba los momentos para una intromisión precisa, y así seguía creciendo, con mi voz contradictoria acechante. Hasta que una condición absolutamente nueva me envolvió: la maternidad. Ahora soy madre de dos pequeños niños, amorosos y ensordecedores. Solo retrocedo un poco para explicar parte de mi proceso, y es que a punta de silencio aprendí a decir las cosas de otra manera. Mis gestos, mis escritos y mis trabajos plásticos lograban mostrar toda la retórica que verbalmente yo omitía. Aprendí a decir haciendo y mostrando. Los diálogos los prefería conmigo y con el material con el que trabajaba para mostrar una idea y así evitaba tenerlos con quien, curioso, miraba mi obra. Finalmente, con una propuesta artística no se discute; se discute con la autora, y ella prefería no hablar.
“Paciencia” Madera 2015
Desde el inicio de mi etapa materna, en el momento en que supe que iba a ser madre estaba consciente de la responsabilidad de criar un ser humano. Pero de lo que no estaba consciente era de la atenuación de mi mutismo. Desde el momento en que mi primer hijo llegó a este mundo, mis conversaciones silentes acallaron para dar paso a tratar de entender una vida nueva y ajena, a la que debía aprender a comprender a partir de sus gestos, sonrisas y llantos. El sigilo fue exiliado. Llegaron también los consejos, las comparaciones, las normativas de la buena madre, los cánones a seguir, las pretensiones de sacrificio y los amores incondicionales. No me los creí. Aún no me los creo. Después vino al mundo mi hija Amelia: doble destierro. Me encontraba absolutamente incómoda, no lo niego. Pero era imposible hablar sobre esas perturbaciones; imposible en una sociedad en la que los imaginarios sobre maternidad se ejercen a partir de prescripciones marianas en las que el amor al hijo debe entregarse de manera absoluta, en las que nosotras las mujeres debemos sentirnos realizadas al tener un fruto de nuestro vientre. ¿De verdad yo debía entregar todo a mis hijos? No quería entregarlo todo. Mis anhelos nunca fueron criar niños y tener familia, pero si lo hablaba con alguien, el comentario era dirigido de inmediato al único camino que aparentemente se me trazaba: ya los tienes, ahora te dedicas. Mi yo se dilató; mi yo se frenó; pero mi voz comenzó a sonar de nuevo. No quiero ser mal interpretada: el amor que profeso a mis hijos es incomparable al que pude haber otorgado a cualquier otro ser humano. No quiero dirigir mi incomodidad hacia mis niños, sino a ese yo-dilatado con el que tuve que lidiar por mucho tiempo; esa priorización de intereses condicionante de lo femenino en donde se pretende crear un sistema piramidal de ubicación de objetivos. En la maternidad, los desbalances se encuentran en primer orden: a buena madre, poco profesional; a buena profesional, madre despreocupada. Ese cuento de madre sacrificada no me lo aguantaba más. En abril del 2015, nace el “Colectivo Dos Guaguas” con el que intento armonizar mis pensamientos, la crianza de mis hijos y mi profesión. Esta idea surge a manera de bitácora en la que utilizo los elementos cotidianos para enfrentar la ansiedad que me producía la maternidad. Las frustraciones y las limitaciones estaban a flor de piel; el freno que se había producido en mi profesión por mi dedicación al cuidado de una vida ajena/propia acrecentaba mis inquietudes. Volvió la voz; y regresó inconforme. En la bitácora, que muestro abiertamente en la web, hago un día a día de convivencia con mis hijos y con mis fantasmas interiores; convivencia que demuestro con varios recursos como el humor, el sarcasmo o la absoluta contradicción con ciertas imposiciones maternas. Los primeros trabajos que realicé fueron hechos cuando mi primer hijo era aún un bebé: tomé las prendas que habían dejado de quedarle por su rápido crecimiento, escogiendo mis favoritas, y bordé en ellas todos los bocetos de obras o proyectos que no podía realizar por falta de tiempo o espacio para hacerlo. De alguna manera, al bordar, logré simpatizar simbólicamente mi profesión con la existencia de un hijo que sentía que me limitaba en las actividades profesionales. A partir de esta primera acción, la página se ha ido transformando; el crecimiento de mis hijos ha permitido que tome diferentes tintes. De la misma manera, me ha permitido conocer mujeres con la misma sensación de asfixia, pero de voces susurrantes.
Otro de los puntos que trato en mi trabajo como artista es la crianza. A partir de las distintas reflexiones que he realizado con mi obra del “Colectivo Dos Guaguas” he logrado comprender que el criar hijos es un acto político y no doméstico, por la simple razón de que estamos criando gente; quienes estamos a cargo de la crianza otorgamos universos para la convivencia. Rechazo los tintes domésticos que puede tener esta actividad debido a que devienen de la naturalización del estado materno con respecto a la condición femenina en donde el parir, el criar, el amamantar, entre otras actividades, forman parte del conjunto de imaginarios de aquello que se cree que es de exclusiva obligatoriedad de las mujeres. No solo somos libres de escoger si queremos ser madres o no, sino que también somos libres de decidir la manera en la que llevamos la maternidad, siempre y cuando seamos conscientes de que es una actividad que repercutirá en una vida ajena: nuestros hijos. La crianza se transforma en un acto político por el hecho de originarse en lo privado, pero transcender hacia lo público, es decir, en el momento en que convivimos todos en un mismo espacio. Finalmente, me uno a las palabras de Pabla Pérez, quien en una entrevista para el libro “Maternidades subversivas” de María Llopis, rechaza la categoría social en la que se ha convertido la mujer-madre. Las directrices sobre la maternidad en Latinoamérica nos han querido convertido en seres sin errores, nos hablan de amores incondicionales hacia nuestros hijos y presionan por colocar nuestros sentires en segundo lugar y no estoy dispuesta a eso. Soy madre y también tengo voz; y mi voz sigue negando. Glenda Rosero Andrade
OBRAS “Como si fuera grato criar a un niño. Es hermoso, pero de grato nada. Es hermoso y puede hacer feliz. Pero no es grato. Cuesta sueño, preocupaciones, sustos, fatigas y sacrificios”. Natalia Ginzburg
“El lugar de la ansiedad” “-Doctor, ¿está seguro de que no es un mioma? –No señora. Usted está embarazadísima”. Y así comenzó este asunto. Comenzó una etapa en la que mi cuerpo ya dejaba de ser mío. En la que debía cuidarme de hacer cosas que pudieran perjudicar al niño que llevaba dentro, en la que ya no consumiera alimentos porque me causaban asco y en la que intenté hacer mi vida normal sintiendo que tenía un cartel que decía “pon tu mano en mi barriga”, fingiendo sonrisas dulces y colmada de bendiciones ajenas y buenos augurios. Comenzó algo que yo pretendía que tuviese fin; el embarazo se acaba a los nueve meses y listo, otra vez con mi vida, pensaba yo. Pero en todas las conversaciones que tuve con experimentadas madres, con amigas que ya tenían sus hijos o con solteras anhelantes de ser mamás, nunca, ninguna, ni de manera sarcástica me dijo que esto era una cosa realmente complicada. En fin, estaba embarazada y aquel asunto, que al principio no se reflejaba más que en un papel que decía “positivo”, en una prueba casera guardada por no-se-qué intervención sentimental de mi parte y en una pantalla llena de imágenes de textura grumosa que solo aquel que me anunció que estaba embarazadísima entendía (con la respectiva felicitación del ecografista), poco a poco se volvía real: mi vientre creció de una manera que jamás pensé que pudiera crecer. Y no solo eso; dentro de él se movía algo. Sin miedo a sonar cursi, podría decir que fue en el momento en que lo sentí moverse, que sentí la vida. No la había sentido antes; sabía que vivía, sabía que existía, que mi cuerpo ocupaba un lugar en el espacio y en el tiempo; sabía que debía estudiar y que para comer debía trabajar; pero no, la vida no la había sentido hasta ese momento. ¿A quién se le confiesa que el miedo y la incertidumbre crecen de manera proporcional al vientre? Cuando intentaba explicar mi temor a varias amistades lo simplificaban pensando que me refería al temor del momento del parto: el dolor, la herida y sobretodo, el temor de que algo llegase a salir mal y afectara al producto que saliera de mi interior. Pero no era ese mi miedo: sin querer sonar egoísta, mi temor se enfocaba en mí. En mi cuerpo, en mis planes, en mi vida. Es difícil dudar en voz alta cuando se trata de la maternidad. Es reprochable ante los demás demostrar tu inseguridad ante la situación. La incomodidad que genera la condición materna es condenable. Poco a poco, después de dar a luz, me di cuenta que el nacimiento de mi hijo no ahuyentó los temores; al contrario, los acrecentó. Esas fotos de madres sonreídas con hijos limpios y angelicales que vemos en revistas y redes sociales son solo una cara de la moneda. Y de la otra cara casi no se habla. Con respecto a la maternidad, hay que decir las cosas como son. Hay que decirlas claras y sin anestesia. Este asunto es duro y las ganas de abandonar el barco pasan infinidad de veces por la cabeza. No se lo dice, no se lo acepta, pero se lo piensa. Vamos, sí que se lo piensa –con el inmediato y respectivo arrepentimiento por esos malos pensamientos-. Los reproches internos empiezan y las frustraciones se vuelven cotidianas. Pero se aprende a lidiar con eso y a alivianarlos con las sonrisas de los hijos. Esas mismas sonrisas que te recuerdan que cada paso debe ser pensado dos veces, que cada decisión consultada con la almohada, que los riesgos se deben disminuir al mínimo porcentaje y que tu vida, lamentablemente, ya no goza de soberanía.
“Carrusel” Cerámica 2017
Ustedes se creen ese cuento de la familia feliz, de la casa perfecta y sin errores? pues yo no... Hice esta alfombra con clavos -el número que le da el título es literal-. Bienvenidos a mi casa. Límpiense los zapatos antes de entrar.
“22.000 clavos” Clavos/pintura 2017
“Los adversarios” Cerámica 2017
“Nudos” Bordado 2017
“Quisiera” Móvil de madera 2016
Cuando tuve a Sergio, mi primer hijo, sentí que varias cosas se quedaron inconclusas. Viajes y anhelos profesionales comenzaron a aplazarse. Mi tiempo se dilató y aprendí a tener paciencia y a retomar las cosas poco a poco con un ritmo distinto. Comencé a planificar llenándome de quisieras...
¿Qué es el colectivo? Hace casi siete años nació mi primer hijo, Sergio. Ahora, desde hace dos años, nos acompaña Amelia. Durante el tiempo en que he ejercido mi maternidad a tiempo completo he intentado realizar proyectos y propuestas vinculadas con mi profesión de artista. Decir que ha sido complicado es poco. En realidad, podría decir que he logrado ejercicios de supervivencia y que en todos y cada uno de ellos, mis hijos me han acompañado, ya sea de manera presencial –como cuando uno trabaja talleres y entre los asistentes se encuentran mis hijos porque no tengo con quien dejarlos- hasta con la búsqueda de estrategias metodológicas para lograr culminar una obra aprovechando sus horas de sueño o distracción. La propuesta de mi colectivo de-a-uno utiliza como soporte o materiales de creación aquellos objetos que han formado parte del ejercicio de mi maternidad. Las ropas favoritas de mis hijos que conservaba como recuerdo de su crecimiento desde que nacieron, los juguetes reciclados, las actividades que realizo con ellos y una representación mía en un muñeco o “doudou” forman parte de mi proyecto. He decidido mostrar mis inquietudes, mis temores y jugar con ellos. Mostrar a la maternidad como aquella actividad que actualmente condiciona cada paso que doy, y que incluso podría decir, que los limita. El trabajo del “Colectivo Dos Guaguas” es una bitácora de maternidad. Suena descabellado, pero no lo es. En ella muestro una situación con la que tuve que conciliarme y para lograr hacerlo han sido necesarios seis años. En ella deposito mis dos oficios llegando a integrarlos y, por qué no decirlo, a reconciliarlos. Me valgo de aquellas acciones que, como madre, hacía de manera natural como guardar la ropa de mis hijos para tener un recuerdo de su crecimiento o buscar un elemento que me permita distraerlos para dedicarme a realizar alguna labor personal. Estos actos, que realicé desde que nació Sergio y a los que se integró después Amelia, son cómplices de querer encerrar el tiempo, pero de la misma manera, son intentos de consensos con mis objetivos personales y con mi profesión. Intento desterrar la maternidad idealizada y acudo a la rutina para confrontarla con aquello que, en ocasiones, sentí interrumpido. El Colectivo Dos Guaguas es un proyecto personal que construye narrativas íntimas. Construyo a partir de nuestras experiencias y vivencias e incluso utilizo objetos y materiales que formaron parte de su existencia. En la obra “doudou matriz”, por ejemplo, me valgo de la necesidad de encontrar un objeto que remplace mi presencia. Precisamente, el doudou es un objeto transicional que permite al niño conectarse con el mundo a partir de la madre. En mi “doudou matriz” me represento, de manera literal, en una muñeca de trapo a la que visto y coloco accesorios similares a los que yo uso utilizando mi propia imagen como un objeto de transición y significante de mi presencia/ausencia. Me remplazo ante mis hijos conmigo misma y les permito utilizarme lúdicamente a sus antojos.
“Bocetaje” Bordado 2015
“Doudou matriz” Tela 2015
“Ekeka” Cerámica 2012
“Guaguas” Cerámica 2016
PERLAS El desorden, los gritos, las peleas y el llanto infantil contrasta con mi necesidad de silencio, espacio y trabajo. Sin embargo, a ojo de lupa, no hay por qué impermeabilizar el muro que separa mi necesidad de trabajar con mi etapa materna. Finalmente, mi oficio trata de movilizar reflexiones así que ¿Por qué no reflexionar sobre esto que me está condicionando tanto? Cada perla/evento está documentada con un dibujo.
“Mitologico doméstico” Dibujo A3 2017
Perlas Serie de dibujos A5 2017
OBRA PSEUDO-PERSONAL
Entre los varios trajines en los que ando metida, Sergio me pregunta que para qué voy a dejar una obra al museo. –“Para participar y ganar”le dije. –“Para hacerte famosa mami?”. –“Si, para hacerme famosa hijo”. Sergio sonrió planeando decirles a sus amigos de la escuela lo famosa que es su madre.
“Storyteller” Impresión digital/lápiz de color 2017
“Procesos técnicos” Cerámica/madera 2017
“Para viajar a Oz” Cerámica 2017
“Yacimiento” Cerámica 2009
“Consideración Noumeno” Metal 2010 Premio Único Bienal de Escultura San Antonio de Ibarra
“S/T” Cerámica 2015
“Dominio” Mármol 2009
“Vista frontal” Cerámica 2013
CURRICULUM VITAE GLENDA ROSERO ANDRADE Artes Plásticas Docente en la Universidad Central del Ecuador (Facultad de Artes Plásticas, área de Escultura y Cerámica) E-mail: glemarosan@hotmail.com Tel: 02- 2431698 / 0998 332770 C.I. 0915856421 Fecha de nacimiento: 20 de enero de 1981 Lugar de nacimiento: Guayaquil EDUCACIÓN •
Magister en Estudios del Arte Universidad Central del Ecuador
2016
• Licenciada en Artes Plásticas Universidad Central del Ecuador Facultad de Artes, Especialización Escultura Cerámica
2009
•
1999
Post- bachillerato Educación Musical – egresada Conservatorio Nacional de Música Antonio Neumane – Guayaquil
EXPOSICIONES (Escultura – Cerámica) Alianza francesa, “10 Mujeres 10 Palabras”, Quito Salón Nacional de Artes Plásticas “Magdalena Dávalos” Exposición de Inauguración Galería Pro Galery Exposición “Dando la cara”, Sede La Multinacional, Quito. V Festival Papelito no mas es, Exposición “RURAL”, Proyecto “Circuito cerrado” II Exposición FAUCE, CAC Centro de Arte Contemporáneo Encuentro AME, Arte Mujeres Ecuador Proyecto de Escultura Urbana Quito Jardín de Quindes, Boulevard Naciones Unidas, Quito I Muestra de Arte Erótico Espiritual Contemporáneo, Espacio Vacío, Guayaquil I Simposio de Escultura en arena, Playas General Villamil, Guayas II Salón de Junio, El Oro, Machala III Bienal Nacional de Escultura San Antonio de Ibarra, Ibarra VI Salón Nacional de Arte El Ejido, Casa de la Cultura Núcleo Pichincha, Quito Exposición de Egresados, Facultad de Artes Universidad Central, Quito IX FAAL, Museo Municipal de Guayaquil Fundación Leonidas Ortega Moreira, Guayaquil Municipio de Cayambe Área de la Mujer Nela Martinez, Casa de la Cultura Núcleo del Pichincha BECAS, PREMIOS Y DISTINCIONES • Condecoración “Oswaldo Guayasamín” Municipio de Quito al colectivo “Quito Jardín de Quindes” • III Bienal Nacional de Escultura San Antonio de Ibarra Junta Parroquial San Antonio de Ibarra Premio Único • FAAL, Festival de Artes al Aire Libre M.I. Municipalidad de Guayaquil, Museo Municipal de Guayaquil Segundo Premio, Género Escultura • Ministerio de Cultura Ganadora Fondos Concursables para la creación artística Proyecto Terigium
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