Primera experiencia dentro del jardín de niños.
Me tocó observar en el jardín de niños “Juan Escutia” en Fresnillo, Zacatecas. La primera jornada de observación fue el 14 y 16 de octubre, prácticamente fue mi primer acercamiento con los niños de nivel preescolar, me sentía con nervios porque tenía la impresión de que no soportaría el estar ahí. Al entrar al jardín mis nervios se controlaron, la directora es una persona muy amable que nos recibió con mucho entusiasmo. Inmediatamente me mandó al grupo de 2° C, me sorprendí al darme cuenta de que era un maestro educador llamado José Francisco, jamás en mi vida había visto algo así; fuera de eso, el maestro fue amable, me trató bien e hizo que me acoplara a las actividades del grupo. Al momento de que los niños iban entrando mostraban un poco de miedo al verme, para que no se sintieran así y comenzaran a acoplarse les daba los buenos días, les sonreía con el propósito de que ellos respondieran de la misma manera. En algunos ratos me salía del salón para observar a los demás niños, noté que ellos son felices estando en el jardín porque andaban corriendo de un lado a otro, saltaban, iban a los juegos con sus compañeros, no les daba miedo caerse, y si sucedía, simplemente se levantaban. Cuando lonchaban la gran mayoría de los niños no traía algo nutritivo, era muy común verlos con galletas y un jugo, una bolsa de Sabritas o no llevaban nada. Los niños que traían un desayuno algo equilibrado llevaban un sándwich, un vaso con leche; a otros les llevaban lonche al jardín como unas gorditas de frijoles, unos tamales, claro acompañados de su vaso de leche. Son niños que compartían lo que traían, no con los compañeros, pero si con los maestros. Cuando me ofrecían les decía que no, pero el educador me enseñó que no debemos negarles nada porque es lo que se les está enseñando, por lo tanto cada vez que me ofrecieran tenía que tomar un pequeño pedazo de su lonche. Cuando salían al recreo se dispersaban por completo, jugaban con niños de otros salones, si uno se caía lo levantaban entre todos y lo llevaban con el maestro. Para el segundo día me invitaron a jugar con ellos, no les pude negar porque me sentí afortunada de que ellos tomaran la decisión de invitarme a mí, así es que simplemente acepté. Les fascinaba estar en el sube y baja, y tenían sus técnicas para subirse de manera que no se fueran a lastimar.
Había varios niños a mi alrededor, e incluso el maestro me estaba observando como jugaba con ellos. Cuando alguien me hablaba se iban junto conmigo y después regresábamos al área de juegos. A la hora de salida se despedían de beso diciéndote: hasta mañana maestra . Pienso que con estos dos días que estuve ahí me di cuenta de que realmente quiero ser educadora, fue hermosa la experiencia que viví y me decidí a seguir con mi carrera. La segunda jornada fue el 25, 26 y 27 de noviembre, sabía que regresaría al mismo grupo con el que ya había estado, pero, al llegar al jardín me di cuenta de que estaba otra maestra en el salón, estaba un poco confundida, ya después pensé que sería bueno tratar con otro gurpo. Llegó la directora y me indicó que estaría en el grupo de la maestra Araceli, tenía el 1er grado, los niños más pequeños en todo el jardín. Conforme fueron llegando, los niños se asustaban porque estaban en otro salón, a parte tenían otra maestra con ellos, en pocas palabras, estaban confundidos. Hice lo mismo que la vez pasada, sólo con algunos me resultó. Entramos a clase, pero comencé a sentirme rara porque los niños no hacían caso, tenías que ir por ellos y sentarlos, tomando en cuenta de que a los 5 minutos se volverían a levantar. Las actividades de la maestra fueron raras las que resultaron, es entendible ya que eran niños de 2 y 3 años, como quien dice sólo querían jugar y no trabajar. Comencé a estresarme porque no se tenía un control con ellos, se les tenía que alzar la voz todo el tiempo con el riesgo de que comenzaran a llorar. Siendo sincera, anhelaba la hora de la salida, no me veía trabajando con un grupo de primero, creía que era difícil, pero, esa perspectiva cambio. Cuando lonchaban la gran mayoría traía comida, era normal verlos con sus burritos de frijoles, fruta, yogurt, su vaso de leche. Era rarísimo el niño que traía galletas y jugo, a lo mucho eran 5, me di cuenta de que eran niños que los procuraban más sus mamás, cuidaban lo que comían, casi todos llevaban lonche y ya no tenían que preocuparse por llevarles algo al jardín. Algo si cambio con ellos, no compartían, eran muy egocéntricos, personalistas, peleaban mucho con sus compañeros, si alguien tomaba algo que no le pertenecía se enojaban y atacaban. A la hora del recreo unos andaban solos, otros se iban con niños de otros salones, en pocas palabras, no se juntaban con ellos mismos. Ésta jornada me dejó por experiencia
que no siempre tendrás niños que sean atentos, o simplemente no siempre trabajarás con niños de 4 a 6 años, con todo se tiene que vivir, con todo se tiene que aprender, y yo aprendí que los niños menores son con los que se puede empezar desde un principio, sentir esa felicidad de que todo lo han aprendido de uno, que todo lo que hacen es porque tienen un modelo a seguir y es por ello que tienes que ser un buen maestro para no perjudicar a esos niños tan pequeños que prácticamente son el futuro del país. La tercera jornada fue el 1, 2 y 3 de diciembre, en ésta me regresaron con el grupo de 2°, los niños no recordaban mi nombre, pero eso cambio. Noté que estaban mucho más controlados que antes, compartían con sus compañeros, eran más abiertos al hacer las cosas, convivían más como grupo que eran, casi no peleaban, al contrario, se llevaban mucho mejor. El regresar al grupo me enseñó que todo se puede lograr, si se logró que se educaran, entonces, se podía con todos, claro que en un determinado tiempo, pero las metas se pueden alcanzar si sólo no lo proponemos. Éstos días platicaba más con los niños, o mejor dicho, ellos me contaban sus anécdotas, no les podía negar el escucharlos porque sería una falta de respeto por parte mía, por lo tanto me sentaba con ellos a platicar, claro que yo también les contaba lo que preguntaran, no me negué a nada, simplemente me acoplé a ellos. Puedo decir que ser educadora es lo que realmente deseo, siento que en verdad tengo la vocación para hacerlo, y claro, es mi nueva meta, así es que tengo que alcanzarla
Con amor y cariño María Goretti Jiménez López.