Discurso pronunciado por Julio S. R. en el Aniversario N° 100 de la Logia Deber y Constancia N° 7

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Julio Sepúlveda Rondanelli: La Pluma de un Maestro Masón Discurso pronunciado en el Teatro Municipal de Santiago con motivo del centésimo aniversario de la Respetable Logia “Deber y Constancia” N° 7


CIEN AÑOS DE MASONERIA SU PRIMER CENTENARIO CELEBRO LA RESPETABLE LOGIA “DEBER Y CONSTANCIA Nº 7” DEL ORIENTE DE SANTIAGO Un siglo de fecunda labor cumplió recientemente la Respetable Logia “Deber y Constancia Nº 7”, de Santiago, dependiente de la Gran logia. Con tal motivo, fuera de numerosas ceremonias internas que alcanzaron un brillo extraordinario, se realizó un acto público en el teatro Municipal, en el que hicieron uso de la palabra el Serenísimo Gran Maestro de la Gran logia de Chile, doctor René García Valenzuela, y el venerable Maestro del Taller “Deber y Constancia Nº 7”, Julio Sepúlveda Rondanelli, cuyos textos entregamos in extenso:

Discurso de Julio Sepúlveda Rondanelli “Serenísimo Gran Maestro; Señoras y señores: El acto público que estamos realizando no es frecuente, dentro de las prácticas tradicionales de la Masonería. Entre las características mas acusadas de esta Institución Universal destacan su formación iniciatica y esotérica. Significa esto que de una parte, la Orden Masónica solo procede a acoger en su seno a quienes escoge y selecciona, los que voluntariamente deben someterse a las pruebas de la iniciación, a cuya simbología atribuye trascendental valor psicológico y moral; de otra parte, cubre sus ritos y deliberaciones con el secreto que impone a sus adeptos. La reunión publica de hoy no es, sin embargo, la primera y estamos ciertos de que no ha de ser tampoco la última. En Chile se rindió homenaje público a los primeros mártires del Cuerpo de Bomberos, que a escasos metros de este escenario fueron purificados por las llamas en 1870. No obstante tratarse del holocausto de los hermanos Tenderini y Quintanilla, la actuación de los masones fue criticada. Mas arrecio el ataque cuando a fines del siglo se tributó póstumo homenaje a Guillermo Matta, político, bombero y masón ejemplar, pero por sobre todo, buen poeta, de quien Domingo Arteaga Alemparte decía que “era el primero por la fecundidad, por la elevación y variedad de su númen”. En estos últimos años, en un ambiente de mayor tolerancia, que es hijo de sus propias luchas, la Masonería públicamente realzo la figura del Padre de la Patria


Bernardo O’higgins, que profesó nuestros principios filosóficos y en 1964 conmemoro los 100 años de vida de la Logia “Justicia y Libertad”, que fue el primer Taller masónico regular establecido en Santiago. Si la opinión publica no es “la suma de las perezas individuales”, como afirma Nietzsche, no solo parece útil, sino que indispensable que la Masonería tome contacto directo con ella. Es lo que se propone hacer el Jefe Nacional de la Orden en los momentos que evocamos el siglo de la fundación de la Logia “Deber y ConstanciaNº 7”. Me dispongo, por mi parte, limitarme solo a sostener que el nacimiento de esta Logia fue un acontecimiento importante para la capital de la Republica; que contribuyó, con algunos de sus mejores miembros. Al Gobierno superior de la Masonería Chilena; y especialmente, que algunos de los elementos que recibieron en sus columnas su formación ideológica, contribuyeron, en gran medida, a la evolución política, jurídica y cultural del país. Cuando la Logia “Deber y Constancia” se fundaba, Santiago parecía continuar durmiendo la prolongada siesta de la Colonia. La inquietud masónica había prendido en Valparaíso, puerto abierto a las brisas refrescantes de la cultura de otras naciones más evolucionadas; en Concepción había encontrado eco la predica de Enrique Pator López, que creaba su primer taller masónico y lo mismo ocurría en Copiapó, cuyo progreso minero corría a parejas con su desarrollo intelectual. José Victorino Lastarria, precursor de estas ideas, escribía en esa época: “es curioso estudiar el modo como se ha modificado el pensamiento y las inclinaciones de la población de Santiago en los últimos 30 años y como se han formado los hábitos que hoy tiene, de disimulo, de apatía, de reservada tristeza, que llama la atención no solo de los extranjeros, sino de los habitantes de las demás provincias. Es necesario que algunos individuos de ésta generación salgan de la capital para notar la diferencia que hay entre Santiago y cualquiera de las ciudades de América y de Europa y aun entre ella y Valparaíso; pero al volver a la ceniza, como dicen, no pueden explicarse la apatía y serenidad de los 120.000 vecinos de Santiago, sino calumniándolos y culpándolos de hábitos que no son sino el resultado de un sistema”. Y agrega el vigoroso intelectual: “Santiago no es lo que debiera, sino lo que su gobierno quiere que sea. Su índole, su genio de población española bajo un cielo ligero y puro y rodeado de una naturaleza alegre y fecunda, debían producir las cualidades que le son inherentes y que resultan no solo en las poblaciones numerosas de la península, sino en las grandes ciudades hispanoamericanas, como Lima, México, Buenos Aires, Montevideo, Bogotá, Valparaíso; pero no es así, sino que por el contrario, Santiago es la excepción entre todas sus hermanas por su espacio moral tétrico y taciturno”. Y concluye su análisis Lastarria, con las


siguientes palabras: “ese despotismo que se ha adueñado de toda una generación, que ha modificado el carácter de un pueblo, que ha aniquilado la actividad de todos los espíritus ha encontrado su primer auxiliar en un clero batallador y propagandista, al cual ha dejado todos los medios y todo el poder que ha necesitado para apoderarse de la conciencia de todos y para dictar la verdad…”Todo ha venido a ser dogma en política y religión. ¿Quién tiene la libertad para examinar esos dogmas?, ¿Tocáis los dogmas políticos?. Sois revolucionario, demagogo, hombre peligroso, enemigo del orden. ¿Tocáis no ya los dogmas católicos, sino las verdades dictadas por los clérigos?. Sois hereje, rojo, condenado, excomulgado…”En presencia de tales sistemas. ¿Quién respira, quien dice esta boca es mía?. El mejor partido es callar, la mejor conveniencia es no tener personalidad: la mejor conducta es disimular: el disimulo, la hipocresía, salvan de esos anatemas y dan prosperidad”. Valerosa misión dentro del ambiente descrito fue el que se impusieron los 10 masones que salidos de la Logia Justicia y Libertad, creada en 1864, se dieron a la tarea de organizar en Santiago su segundo Taller masónico. Una pleyade de jóvenes, libres de prejuicios y de temores, incrementaron pronto sus columnas; algunos de ellos actuaron con singular brillo y mas tarde han sido considerados como figuras de relieve nacional. Entre los fundadores se contaba a José Ignacio Vergara Urzua y Juan Nepomuceno Espejo Bravo; entre los primeros afiliados a Emilio Sotomayor Baeza y Eduardo de la Barra Lastarria; y entre los iniciados: Enrique Mac Iver, Horacio Zañartu, Emilio Orrego Luco, Santiago Mundt, Pedro Lira, Antonio Maria Gallo, Augusto Orrego Luco, José Velásquez, Adolfo Silva Vergara, Washington Lastarria, Benjamín Gaete, Roberto Lecourt, Baldomero Dublé Almeida, Ramón Batista y Pascual Ortega, para nombrar solo algunos del centenar de miembros que tuvo la Logia “Deber y Constancia” en la década del 70. Mas adelante, habría de entregar esta logia a sus mejores hombres para que sirvieran de conductores superiores de la masonería chilena. Para acreditarlo basta con mencionar a los ilustres hermanos: Buenaventura Cádiz, Javier Villanueva, Enrique Mac Iver. Luís A. Navarrete y López, Alfredo Melossi, Hermogenes del Canto y Alejandro Seráni, miembros del Taller, que en diversas épocas presidieron el gobierno simbólico y cuya obra los masones recordamos con sincera gratitud. Detengámonos unos instantes para apreciar el aporte de los hermanos de “Deber y Constancia” a la evolución y engrandecimiento de la Republica. Busquemos parejas de ellos con inclinaciones comunes. José Ignacio Vergara y Juan Nepomuceno Espejo: ambos nacen en Talca; ambos se inician en la Masonería en 1865: los dos se cuentan entre los fundadores de “Deber y Constancia”. Ambos la presiden. Vergara en 1869 y 1872: Espejo en 1875.


Vergara Urzua es el primer chileno que sobresale en los estudios de Astronomía; Espejo es el primer periodista que cultiva el género político y literario; ambos son parlamentarios. Espejo es testigo del singular matrimonio de Juan Agustín Palazuelos; José Ignacio Vergara es el Ministro de Justicia que promulga la Ley de Matrimonio Civil, así como las de Registro Civil y Cementerios Laicos. Espejo recibe el ataque implacable de la Iglesia y el Gobierno por haberse publicado, en 1844 en el periódico “El crepúsculo”, que dirigía, el ensayo sobre “Sociabilidad Chilena”. Vergara soporta con estoicismo el ataque del Clero y del Partido Conservador ultra­montano, por su lucha exitosa a favor de la secularización de las instituciones. Ninguno de los dos retrocede, porque “eran combatientes que es como decir hombres”, según el acerto de Goethe. Emilio Sotomayor Baeza y José Velásquez, ambos son militares; ambos del arma de artillería. Actúan juntos en la pacificación de la Araucania. En la Guerra del Pacifico Sotomayor es el Jefe de Estado Mayor del General Escala y, posteriormente, Velásquez es el jefe del Estado Mayor del General Baquedano. Juntos atraviesan los desiertos del norte al frente de sus bizarros batallones. Sotomayor ocupa con su división la ciudad de los virreyes y Velásquez años mas tarde, la ciudad de Arequipa. Ambos lucen sobre sus invictas, guerras, las palas de General de División. ¿No son acaso dos vidas paralelas dignas la pluma del viejo Plutarco?. Eduardo de la Barra y Enrique Mac­Iver son oradores de su Logia y mas tarde sus Venerables Maestros. De la Barra y Mac­Iver se hacen famosos por su elocuencia. Cierto es que De la Barra es ingeniero, profesor, poeta y filólogo y Mac­Iver abogado y parlamentario. Ambos ingresan en plena juventud al naciente partido radical. De la Barra dice: “son radicales, sin necesidad de investidura, cuantos admiten la solución de todos los problemas por la libertad”. Mac­Iver, en la Convención de su partido en 1906, advierte: “Sobran manos para separarnos a los radicales, cuando debieran faltar para abrazarnos a nuestra bandera!”. De la Barra emerge como uno de los oradores mejores de la época con dos discursos, a favor de la libertad de Cuba en un meeting de Santiago en 1865 y por su brindis en Valparaíso a los marinos españoles del buque “Las Navas de Tolosa”. Notable es también su oración fúnebre al borde de la tumba del Almirante Thompson. Mac­ Iver se destaca como orador universitario; muy joven pronuncia su discurso en el Club de la Reforma en 1868; son admirables sus intervenciones en la Cámara de Diputados, donde en 1891 sostiene la acusación al Ministerio del presidente Balmaceda; sus ultimas intervenciones en el senado se destacan por su fervor cívico. De la Barra era orador lírico, de gran vuelo poético; Mac­Iver imprimía a sus intervenciones un sello dialecto, lógico y de claro raciocinio. Ambos atraían a


las multitudes y concitaban la entusiasta admiración de sus auditores. A la hermosura y armonía de sus giros unían una gran cultura y un completo dominio del idioma. Su fama, muy merecida, no ha sido aun eclipsada. Pedro Francisco Lira Rencores y Pascual Ortega. He aquí dos artistas pintores de una misma generación que vieron la luz masónica en Deber y Constancia. Si el primero es considerado el fundador de la pintura nacional, ortega, que le antecede en algunos años, se cuenta entre los mejores pintores de su tiempo. Pedro Lira se inicia en la Logia en abril de 1870 y es un asiduo asistente a las Tenidas hasta que parte a Europa en 1873, a perfeccionar sus conocimientos artísticos. Pascual Ortega toca las puertas del templo a su regreso de Francia en 1875. Ortega y Lira son profesores de pintura y forman una numerosa legión de alumnos. En Chile fueron discípulos de Cicarrelli, quien parece no lograr dejar huella en los jóvenes artistas. En Europa, Ortega fue alumno de Cabanel; Lira de Lelaunay, aunque siempre admiró más a Delacroix, que acababa de morir. Ambos producen sus mejores cuadros en Paris: Lira su “Caín” y Ortega su “Laura”. De Ortega se ha escrito: “una vocación artística muy fuertemente sentida conduce su mano en su obras hay una seria y fervorosa aspiración de belleza, una suave, una delicada melancolía”. Los temas populares salieron dignificados de su paleta. De Pedro Lira hay una abundante literatura. Espiguemos algunas frases: “fue un artista fecundo y de muy variada minerva creadora; su influjo fue mas espiritual que docente; crea a su alrededor una atmósfera de inquietud y de amor por las artes, que fueron decisivas en el desenvolvimiento ulterior de la pintura nacional”. Ambos enamorados de la pintura francesa, conocieron a Demier, Mollet y Corbet y admiraron los poemas de verde y plata de Corot; Lira asiste a los funerales de Manet y ambos vieron surgir la nueva generación representada por Gauguin, Van Gogh y Seurat…. A la distancia le siguen, más que como pintores de su misma escuela, como masones de su misma Logia: Alfredo Melossi y Pablo Burchard. Augusto Orrego Luco y Francisco Puelma Tupper, serán las últimas vidas paralelas que extraemos del viejo historial. A los 21 años se incorporan a la Masonería. Ambos se inician en Deber y Constancia Nº 7 y en ella ascienden hasta maestros. Orrego y Puelma estudian leyes, pero se reciben de médicos. Son profesores distinguidos de la antigua Escuela de Medicina; viajan al extranjero a cultivarse; de regreso escriben artículos de divulgación científica para diarios y revistas; patrocinan fundamentales innovaciones en el campo de la medicina que los destaca como clarividentes. Orrego Luco propicia nuevas técnicas para tratar las enfermedades mentales y Puelma Tupper, progresistas medidas de asepsia y sanitarias. Ambos llegan a la Cámara de Diputados; sobresalen por la firmeza de su pensamiento laico y por su gran cultura. Hablando a nombre de los diputados


radicales, Puelma Tupper decía en 1882, refiriéndose a las leyes sobre Registro y Matrimonio Civil y Cementerios: ”Con su aprobación, habremos dado el último golpe a nuestro común enemigo, que nos molesta en nuestro nacimiento, en la constitución de la familia y, aun después de nuestros días, en la puerta de los cementerios…”. Y cuando en el debate parlamentario un culto diputado conservador apostrofó a Orrego Luco gritándole: “ Ud. como masón tiene una mente endemoniada”, Orrego Luco se limitó a replicarle con la serenidad de sus aceradas convicciones: “Agradezco a la Divina Providencia que me ha permitido beber en la fuente diabólica el néctar que da fuerza al espíritu, tranquilidad a mi conciencia y luz a mi inteligencia; señor, es para mi un alto honor ser un modesto masón”. Orrego Luco es además connotado escritor y Puelma Tupper domina siete idiomas. Ambos mueren en 1933. Innecesario parece, señoras y señores, insistir en destacar la influencia que una élite tan selecta de espíritus superiores proyecto en todos los ámbitos del pasado siglo. Y en el presente ¿Por qué está más fresca su imperecedera huella, habremos acaso de silenciar los nombres de tres políticos que, después de formarse en nuestras filas, llegaron al Senado de la Republica?. Son ellos José Maza Fernández, Pedro Fajardo Ulloa y Marmaduque Grove Vallejos. Maza, dirigente universitario, arrebata el capelo cardenalicio a Monseñor Sibilia: como Ministro de Justicia, promueve la Reforma Constitucional de 1925y creada la Asamblea de las Naciones Unidas, es el primer latinoamericano que la preside. Fajardo es el médico de los pobres, durante 4 periodos consecutivos dirige nuestra Logia: Líder y Jefe del viejo Partido Demócrata ocupa Ministerios y es elegido Senador por Santiago en 1924, con la primera mayoría. Marmaduque Grove, es niño, cadete de Marina, pasa después a la Escuela Militar, egresa como oficial de Ejército y termina su carrera castrense como jefe Superior de la Aviación. En su azarosa vida política no se puede, discutir ni su idealismo, ni su fervor popular, ni su valentía, de todas las horas. Al mirar hacia atrás, hacia el pasado, no tememos convertirnos, como la mujer de Lot, en estatua de sal. Creemos como Jaspers, “que estamos en el tiempo, atravesando el tiempo”. De ese pasado extraemos enseñanzas para el presente y fuerza y vigor para las luchas del futuro. ¡ Los ideales de la Francmasonería no mueren, no pueden morir, porque quienes les dieron vida, supieron darle una intención eterna!.


Ortega y Gasset escribía allá por la década del 20: “amar la verdad es sentirse llevado imperiosamente a descubrirla, a inventar nuevas certidumbres, a vencer la concuspicencia del propio corazón”. Por esa verdad que no siempre se alcanza por la justicia social imperando sobre la tierra, por la fraternidad y la paz entre todos los hombres de buena voluntad, por la libertad y la belleza que dignifican el genero humano, habremos de librar nuevas jornadas. Los masones de Chile y del mundo no deseamos que la humanidad detenga su marcha hacia un creciente progreso. Por el contrario deseamos estimular las grandes transformaciones mediante el acatamiento de estos principios. Que las normas de conducta que de ellos emanen sean, alguna vez, validas para todos los hombres, en cualquier lugar de la tierra. Serenísimo Gran Maestro; señoras y señores: Hubiera querido, desde lo mas intimo de mi ser responder a la privilegiada distinción que significa poder evocar el centenario de la Fundación de mi Logia Madre, con un estudio mas profundo, vestido con la galanura del buen decir. Si no lo he logrado dejo constancia al menos, de la orgullosa emoción con que he pronunciado estas palabras y procurado poner de relieve la consecuencia que mantuvieron entre su pensamiento vigoroso y la magnitud de su obra. La pleyade de personalidades que fueron y son nuestros hermanos de Logia. ¡Inclinémonos ante la apasionante sugestión de la enseñanza y desparramemosia cual simiente fecunda en la mente renovadora y generosa de la juventud!. Que las nuevas generaciones sigan cosechando, como nosotros, de su siembra maravillosa”.



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