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Proceso Constituyente

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Seguimiento Constitucional

CONSTITUCIÓN LAICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

POR EDUARDO QUIROZ SALINAS

ingeniero civil informático y escritor

Tras haber realizado entre septiembre y noviembre del año pasado el proceso de consulta, la Universidad Católica de Chile publicó la primera semana de enero los resultados de su proyecto llamado Encuesta Bicentenario que realizan casi todos los años, con contadas excepciones. ¿Qué es lo relevante de esta encuesta? Principalmente, para efectos del tema que se va a tratar, es que este sondeo es la única fuente formal, a falta de su inclusión en el último censo, que se tiene respecto a los datos que conciernen las religiones en el país y los alcances sobre el modelo de sociedad que se quiere construir o que se anhela. Particularmente, la materia referente a la adherencia a las creencias de turno cobra relevancia pues estamos ya en la mitad del histórico proceso de creación de una nueva Constitución para el país, que pretende recoger el modelo de sociedad actual, con sus nuevos usos y costumbres.

Esta encuesta1 reflejó, nuevamente, una sustancial caída en la adhesión a las religiones católica y evangélicas que corrobora la tendencia no solo en Chile, sino en el mundo, de una secularización permanente y sostenida, coincidente con las alzas en los niveles de educación y cultura, confirmando además la hipótesis de que a mayor educación, menos adherencia a las creencias y/o a lo sobrenatural. Es posible ver en la imagen los resultados de la pregunta ¿qué religión profesa? y ver la caída de fieles al credo católico en tres puntos porcentuales desde la última realizada (2019) y veinticuatro desde el inicio de la encuesta el año 2007. Caso similar, aunque con números menores, es el del set de los cultos protestantes o evangélicos, que marcan una caída de cuatro puntos desde el último registro, que quiebra la leve alza que traía en años anteriores. Sobre ese punto tengo una teoría que expondré en un párrafo siguiente. La pendiente negativa de la curva en ambas es inequívoca de todos modos y juntas hoy suman el 56% de la población. Lejos del 80% que acumulaban al inicio de las encuestas Bicentenario, apenas catorce años atrás.

No solo en la opción de adhesión se ve reflejada esta baja en la sociedad actual, sino además en la confianza que la población tiene respecto a la figura de las iglesias. En particular en el caso de la Iglesia Católica, ante la pregunta si se confía en ella o no, los números son aún más elocuentes, puesto que ni siquiera quienes se declararon pertenecientes

al credo apostólico romano confían en su propia institución. Como se aprecia en la figura, entre los autodenominados católicos (42%), solo un 19% confía en ella. Entre quienes no adhieren a ella, apenas un 6% lo hace. Distinta era la situación en la primera encuesta, donde un 58% de los creyentes católicos confiaba en su iglesia. De todos modos igual la cifra era menor que el 66% declarado. Paradójica situación.

Acorde a la misma encuesta se deriva que principalmente se debe a los casos de pedofilia y abusos que han salido a la luz pública las últimas décadas y que continúan apareciendo. Ese sentimiento es recogido en la pregunta que aparece en la siguiente figura:

Sin dudas la institución católica debe tomar cartas en el asunto y modificar su estrategia o política interna, si es que está en sus intenciones cambiar el rumbo de su percepción en la sociedad chilena y mundial. De todos modos es algo que les concierne totalmente a sus directores y desde el mundo laico, no es mucho lo que se puede realizar, más que observar y opinar.

Aprovecharé este espacio para entregar brevemente mi teoría respecto al punto de inflexión en la curva de adherentes a los cultos evangélicos, que comenté inicialmente. Si bien los cultos protestantes, a diferencia de su vertiente católica dentro del cristianismo, venían al alza los últimos seis años, sus continuas participaciones públicas en sendas reyertas políticas que se han dado en el país los últimos años les han debilitado ante la opinión pública y ante sus propios adherentes que, quizá más conocedores que sus pastores del laicismo y sus beneficios, vieron en ello un oportunismo que no tiene relación alguna con su búsqueda y les defraudó en su camino espiritual. De hecho, no son pocos los dirigentes de las distintas variedades evangélicas que postularon, con igual de dispar éxito, a cargos de elección pública e incluso en la última elección presidencial formaron una coalición que terminó en la segunda vuelta: El Frente Social Cristiano. Independiente de que, por el bien del laicismo, hayan perdido estrepitosamente en la votación más masiva tras la vuelta a la democracia, el daño al Estado Laico ya está hecho y sumamos un nuevo quiebre. Espero que hayan entendido que mezclar política y religión, por más que se vea tentador, electoralmente hablando, como el caso Bolsonaro, es en el corto, mediano o largo plazo un

despropósito para sus propios credos, para el país y finalmente, como señalé, un atentado al Estado Laico. De ello pueden revisar algo en El Tren del Laicismo [Quiroz, 2020].

En resumen, la sociedad está cada día más secularizada y es posible revisar esos números a nivel país, continental y mundial en el sitio Pew Research [https://www.pewresearch.org/topic/religion/] además de artículos y estudios al respecto. Del mismo modo, la tendencia es observable en otro sitio especializado en estos estudios, WIN-Gallup International [https:// www.gallup-international.com/home]. Sobre la secularización hay, además de números y estadísticas, variados estudios y en alza año a año, como lo reconoce Phil Zuckerman en uno de sus libros: “... se debe reconocer que una cantidad significativa de escritos y estudios académicos se ha dedicado de hecho al tema de la secularización, el proceso histórico por el cual la religión se debilita, se desvanece o pierde su dominio hegemónico o trascendencia pública.” [Zuckerman, 2010], quien ha dedicado su vida académica al estudio del secularismo en EE.UU. y el resto del mundo.

Como se ha visto en lo expuesto, las frías cifras son irrefutables y hablan de una sociedad que se aleja a pasos agigantados de las creencias locales de turno y de antiguas instituciones formadoras de opinión, leyes y normas morales, hoy se les ve relegadas como un actor secundario e incluso terciario en el curso de la sociedad, ante el avance de la ciencia, el alfabetismo y escolarización, la cultura, la tecnología y el humanismo o, dicho de otro modo, ante la entrada de la racionalidad por sobre las creencias. Como bien dice Pinker, no es menor el trabajo realizado por nuestra humanidad en esta corta existencia: “Homo sapiens significa ‘homínido sabio’ y en muchos sentidos, nos hemos ganado el epíteto específico de nuestro binomio linneano. Nuestra humanidad ha datado el origen del universo, ha sondeado la naturaleza de la materia y la energía, ha descifrado los secretos de la vida, ha desentrañado los circuitos de la conciencia y ha hecho una crónica de nuestra historia y nuestra diversidad. Hemos aplicado estos conocimientos a potenciar nuestro florecimiento, mitigando los flagelos que empobrecían a nuestros antepasados durante la mayor parte de nuestra existencia”. [Pinker, 2022]. Con este panorama es inexorable que la Convención Constituyente deba discutir la incorporación del Estado Laico en sus artículos y promueva la toleran-

cia y la neutralidad del Estado en sus apartados. De hecho, el concepto de Estado laico está presente en las iniciativas populares que se han levantado y estas requieren un quórum de quince mil firmas para ser discutidas en las comisiones respectivas. Les invito además a revisar las iniciativas 47386 y 54566 que tratan sobre el Estado Laico y la educación en un Estado Laico respectivamente. Además de esta loable fórmula de iniciativa popular, están las propias de varios miembros de la Convención que, conocedores de las bondades de un Estado Laico formal y neutral, las han planteado desde su rol de constituyente. Conocidas y públicas son las que plantean Agustín Squella, Patricia Politzer, Jorge Baradit y algunos otros constituyentes desde sus conocimientos al respecto.

Sin lugar a dudas, será un preciado e intenso debate el que se dará al respecto, pues aún considerando que en la actualidad estamos lejos de un Estado Laico formal, remarcando que en nuestra actual Constitución y leyes solo está garantizada la libertad de culto, debido a que está ausente la necesaria neutralidad del Estado respecto a las creencias, las evidencias de laicismo en la sociedad y su conocimiento en algunos de los integrantes de la constituyente son ostensibles. De hecho es justamente esa importante característica, la neutralidad del Estado, la que se fue mermando en el tiempo y nos alejó de lo obtenido en la Constitución de 1925 debido a que, constitución y decretos mediante, alteró su situación la dictadura en su período pero que ahora, tras el inédito plebiscito al respecto que registró casi un 80% de la población pidiendo una nueva Carta Magna, la actual Convención Constituyente tiene la oportunidad de restaurar. La garantía que involucra el dejar explícito en la nueva Constitución que Chile es un Estado Laico, es grande y permitirá y promoverá ARTÍCULO 1

Francia es una República indivisible, laica, democrática y social, que garantiza la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, sin distinción de origen, raza, religión y creencias. Su organización es descentralizada. La ley favorecerá el acceso igualitario de mujeres y hombre a los mandatos electorales y cargos electivos, así como a las responsabilidades profesionales y sociales.

la necesidad de rehacer leyes y decretos que están reñidos con el laicismo. La calidad de él, es decir, la laicidad, es un factor medible y necesario, cada vez más, tanto en Chile como en Latinoamérica [Blancarte, 2011] y en el mundo. La oportunidad está al alcance de la mano. No podemos desperdiciarla. Francia debería ser nuestro modelo para el primer artículo. Parafraseando a Comte-Sponville, el Chile del siglo XXI será un Estado Laico... o no será.

En el útimo tiempo se ha denunciado a sacerdotes que han cometido abusos sexuales contra menores de edad, ¿Ud. cree que estos abusos son cosa del pasado y ya no se cometen, se siguen cometiendo aunque menos que antes o tadavía se cometen igual que antes?

Base: total muestra

Seguimiento Constitucional

GRAN LOGIA DE CHILE PARTICIPA EN CONVENCIÓN CONSTITUCIONAL

POR JULIO MUÑOZ VILLA, Abogado y Cientista Político RODRIGO LILLO ASTORGA, Abogado

Uno de los temas sensibles en un nuevo marco institucional de un país que pretende dar pasos hacia una modernización en sus relaciones sociales y en el desarrollo de las legitimas aspiraciones espirituales de la población es avanzar hacia mayores estándares de laicidad. Es por ello que en el marco de las audiencias públicas convocadas por la Convención Constitucional a efecto de oír a la ciudadanía y organizaciones, la Gran Logia de Chile expuso sus puntos de vista y propuestas particulares ante la “Comisión sobre Principios Constitucionales, Democracia, Nacionalidad y Ciudadanía” de la señalada Convención. Los planteamientos sobre “Principios Constitucionales” correspondieron a Julio Muñoz Villa, en tanto que los relativas a “Estado Laico” a Rodrigo Lillo Astorga. A continuación, en nuestras palabras, lo que en esencia allí se expresó.

Una Constitución Política se eleva como norma fundamental de una determinada comunidad, porque funda un “Nosotros”, como manifestación de un acto de unidad política. Un “Nosotros” sustentado en lo jurídico-político. Así, desde lo jurídico, la Constitución como expresión de ese “Nosotros” se blinda de una fuerza superior y vinculante respecto de las demás normas del ordenamiento jurídico. Mientras que desde lo político, la Constitución al fundar una unidad política, y determinado su poder, en un ejercicio nuevamente jurídico, regula su organización y funcionamiento, instituyendo los mecanismos para un actuar libre y democrático. Dicha unidad política se expresa mediante altos principios, valores e ideas, que ese “Nosotros” proclama respecto a la naturaleza, el ser humano, la sociedad y el Estado. A estos últimos altos principios y valores, directrices esenciales para el orden social, político y económico de un Estado, la sociedad y cada uno de sus integrantes, denominamos principios constitucionales. Fundamentales para la determinación del sentido y alcance de los preceptos constitucionales oscuros o contradictorios y luz y guía

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