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Música

DÍAS DE VINILO

POR EDGARD “GALO” UGARTE

Licenciado en Teoría de la Música Universidad de Chile Cantautor, compositor y guitarrista.

Hasta hace pocos años, eran un artículo obsoleto. En plena era digital, todo aquello anterior a ella no era sino recordado como un resabio de un tiempo lejano, de la época de las guerras mundiales y la guerra fría, de los sombreros de copa hasta el cabello desgreñado del rock clásico y las brillantinas del pop ochentero.

Conviviendo con los formatos de reproducción online habría sido considerado un anacronismo y, sin embargo, el disco de vinilo ha vuelto con firmeza.

DEL CILINDRO AL DISCO

Francia, mediados del siglo XIX. Para determinar la frecuencia de un tono musical y para estudiar el sonido y el habla, Édouard-Léon Scott de Martinville desarrolla el fonoautógrafo. En un vidrio ahumado (y posteriormente en un papel ahumado enrollado en un cilindro) logró registrar de forma muy rudimentaria ondas de sonido en ese medio. El 25 de marzo de 1857 patenta su invento, sin sospechar que había creado el primer aparato para la grabación y reproducción de sonido, aunque debido a su precariedad no estaba hecho para ser comercializado. Algunos años después, su compatriota Charles Cros (un hombre con inquietudes disímiles: por un lado, era poeta y

había sido publicado en la Renaissance littéraire et artistique junto a Mallarmé, Villiers y Verlaine, y por otro lado, era inventor), intentó conscientemente llevar a cabo un grabador y reproductor de sonido. Pero a pesar de sus innovadoras ideas, no lograba resultados prácticos y, por ende, comerciales, tal como en 1862, cuando después del experimento de Maxwell con la fotografía a color, Cros estaba tratando de desarrollar un método para la obtención de esta, pero también solo pudo mantenerlo en un ámbito teórico. Por supuesto, tuvieron que pasar muchas décadas después de su muerte para que la fotografía en color lograra ese desarrollo que anheló. Pero eso no es lo que venimos a contar. En 1877, patenta su idea para la reproducción del sonido. Afirmaba que si una membrana provista de un punzón traza un surco por la acción de un sonido, ese surco haría vibrar la membrana cuando el punzón volviera a pasar por el surco, recuperándose el sonido inicial. Es decir, exactamente como funcionarían a la postre los equipos de reproducción de sonido analógico. Sin embargo, ese mismo año, en EE.UU., alguien se le adelantó en llevar una idea similar al ámbito práctico. Nos referimos, por supuesto, a Thomas Alva Edison y su fonógrafo. En dicho artilugio, las ondas sonoras eran transformadas en vibraciones mecánicas mediante un transductor acústico-mecánico. Estas vibraciones movían un estilete que labraba un

surco helicoidal sobre un cilindro de fonógrafo. Para reproducir el sonido se invertía el proceso. Como soporte sonoro, primero se utilizaron cilindros de cartón recubiertos de estaño, más tarde de cartón parafinado y, finalmente, de cera sólida.

No sería hasta 1887, cuando Emile Berliner patenta el gramófono, que comienza a utilizar discos en vez de cilindros. Por la practicidad que significaba esta innovación, a diferencia del cilindro permitía la duplicación en masa del disco y pronto el invento de Berliner desplazó al de Edison.

DE LA RESINA AL VINILO

Es así como, llegado el siglo XX, se genera toda una industria en torno al gramófono y el disco. Con las mejoras realizadas, a este se le habían subsanado todos los problemas iniciales y dejando en el olvido completo al fonógrafo. Se perfecciona el disco, el cual tenía distintos surcos que eran leídos por una aguja y amplificados a través de una bocina. Se fabricaba comúnmente con goma laca, compuesta de resina, añadiéndose en los primeros tiempos a la mezcla un material abrasivo fino para aumentar su resistencia al desgaste. En ellos se podían grabar solo una canción por lado. Medían en un principio siete pulgadas, para ir aumentando a diez y, excepcionalmente, a doce pulgadas, lo que permitía músicas más extensas, y se los hacía girar comúnmente a 78 revoluciones por minuto (si bien, también se usaban otras velocidades). Tenían el inconveniente de que el material era duro y quebradizo, se rompían fácilmente al caer. En 1948 es creado el disco de vinilo, que no tenía estas complicaciones. Pero para reproducirlo, había que crear nuevas tecnologías que eran costosas para la época y que tuvieron que esperar varias décadas, por lo que el disco de goma laca (al que algunos llaman erróneamente de acetato, cosa que en algunos párrafos adelante aclararemos) dominó la escena discográfica hasta los años ’60. Para las obras musicales de larga extensión, se publicaban sets de varios discos, cada uno con un fragmento de la música.

Mientras tanto, el vinilo se utilizaba para guardar archivos radiales, por su mayor capacidad de minutos, ya que las estaciones de radio sí solían tener a su disposición aparatos que podían reproducirlos, los cuales no eran aún accesibles a nivel masivo. Este formato, además de permitir un tiempo de escucha más largo, debido a que disminuye su velocidad de rotación de los 78 rpm a los 33 rpm (33 y un tercio, para ser

más exactos), ofrece otra ventaja importante: es más flexible y, por lo tanto, no se quiebra con facilidad como los de goma laca. Por supuesto, también son más livianos. Pero, si bien a principios de los ’50 los primeros vinilos de larga duración (LP) ya fueron lanzados comercialmente, hubo que esperar a los años ’60 para que el vinilo pudiera apoderarse del mercado musical al comenzar a producirse a un nivel masivo la tecnología que permitía utilizarlos. La mayor novedad fue el concepto del LP, que permitió reunir una gran cantidad de canciones en un solo disco. Aunque existían otros formatos de vinilo como el EP -más pequeño y con menor número de canciones-, el LP fue el que abrió nuevas perspectivas en cuanto a la creación musical, sobre todo en la música popular: al soportar un número considerable de canciones en un solo disco, dio origen al “álbum conceptual”, aquel en el cual no había solo una colección de canciones sueltas, sino que estas se hallaban relacionadas entre sí, algo que fue aprovechado sobre todo en el ámbito del rock. Esto significó que el disco no era ya solo un medio de reproducción sonora, sino que además sería poseedor de un “arte”, es decir, de un concepto de diseño que se vería reflejado en la apariencia del disco, en la carátula e, incluso, en el “librillo” que algunos LP empezaron a incluir con la letra o gráficas relacionadas al concepto del trabajo musical y otros datos. Por supuesto, no toda la música grabada en vinilo contemplaba esa modalidad, pero aun así esto fue un punto de quiebre en la historia de la industria musical.

También cabe destacar al disco de acetato, nombre que muchos asignan erróneamente a los viejos discos de goma laca. El disco de acetato, a diferencia del vinilo, se usa para realizar grabaciones, con una variante que se usa también de matriz para el copiado posterior en discos de vinilo. Es decir, la música primero se grababa en uno de acetato (o se pasa la grabación hecha en grabadores de cinta o alambre a este) para posteriormente copiar en vinilo. No se usan para ser reproducidos en tocadiscos. Generalmente son de aluminio por dentro, con un recubrimiento fino de goma laca o acetato de nitrocelulosa. Este recubrimiento plástico liso es cortado por un estilete para hacer los surcos.

DE LA CINTA A LA ERA DIGITAL Y LOS REPRODUCTORES WEB

A la par que el vinilo iba en ascenso, en 1962 se crea el casete, un soporte también de naturaleza analógica, pero que utilizaba cinta magnética. En un principio, se utilizaba para dictados y no para música, por sus muchas deficiencias sonoras, como exceso de

ruido. Pero durante los ’70, mientras el vinilo reinaba en gloria y majestad, se comenzó a perfeccionar el casete, agregándole más material metálico a la cinta para ir reduciendo ruido. También ya en 1963 se había creado el primer grabador de cinta y en los ’70 ya se comercializaban varios modelos de este. Con la década del ’80 llega el reinado del casete, el cual compartió con el vinilo, pero al que terminó desplazando en varios países, sobre todo del tercer mundo, gracias al menor coste de producción y, por tanto, de venta, a lo práctico de su pequeño tamaño y a la invención de la radio casetera portátil primero y luego, del walkman. También permitió que grupos ajenos a la industria discográfica pudieran realizar sus producciones de forma más casera (sobre todo aquellos pertenecientes a la llamada “contracultura”). En los ’90, llega la era digital, y con ella la irrupción del CD, que a finales de esa década desplaza por completo al casete y al ya desde hace tiempo moribundo vinilo, por su eliminación más efectiva del ruido y por la mayor cantidad de decibeles que podía obtenerse al reproducirlos. Ni siquiera la creación de cintas digitales (que a diferencia de las analógicas utilizan código binario) como el DCC y el DAT pusieron salvar al casete de su declive.

Al comenzar el nuevo siglo y con la Internet ya extendiéndose a nivel global, con el mercado musical ya regido por el CD, el cual al ser grabable con un ordenador, permitía que el usuario incluyera en él listas de canciones a placer, surgen las primeras plataformas para reproducción musical en línea donde los artistas podían subir ellos mismos su música: en 2003, se lanza Myspace. En 2007, Bandcamp. En 2008, Soundcloud. Ello permitió que muchos solistas y agrupaciones nuevas se dieran a conocer, no necesitando del formato físico o, al menos, no dependiendo ya completamente de él. Como era de esperarse, todo derivó en una crisis en la industria discográfica, pues los artistas ya no dependían de intermediarios, como los sellos discográficos. Sin embargo, la industria no se quedaría de brazos cruzados. En 2006, se había creado en Suecia la plataforma Spotify, lanzada en 2008, aplicación empleada para la reproducción de música vía streaming, y en ella los alicaídos sellos vieron la oportunidad, pues permite una periódica monetización y también distintas cuentas y suscripciones. Si bien, no es comparable a la vieja dinámica que la industria de los sellos había mantenido durante décadas.

EL RENACIMIENTO

Con la “era” Spotify, llega el reinado de las listas de reproducción. Ordenadas por temas, por artistas, por

estilos y hasta por países, se termina prescindiendo de escuchar un álbum completo, como antaño se hacía. La gente comenzó a acostumbrarse a escuchar solo canciones sueltas o listas de canciones de distintos álbumes e incluso de distintos artistas.

Aún no se conocen a ciencia cierta todas las razones. Puede que sea simplemente la nostalgia, la búsqueda de sonoridades ya olvidadas, el retomar la escucha del disco completo o incluso a veces mero esnobismo. El asunto es que desde el 2007, al principio muy lentamente, ha renacido el interés por el disco de vinilo, muy potente a partir de la década pasada. Si bien el CD otorga un sonido más limpio, quizás son justamente las imperfecciones sonoras del vinilo, con ese dejo de “calidez” auditiva, lo que ha causado esa atracción. También la revalorización del “arte” del disco, que en un vinilo, al ser mucho más grande que el CD, permite ser apreciado con mayor lujo de detalles, además de permitir la inclusión de distintos insertos que otorgan información que en los CD se perdía por problemas de espacio. Y con esto, surgieron las tiendas especializadas en la venta exclusiva de vinilos, seguidas de la venta online también especializada. Además, la recuperación de los viejos tocadiscos que alguna vez fueron desechados, seguido de la fabricación de nuevos a precios cada vez más económicos. Artículos aún de lujo, pero que concitan cada vez mayor interés incluso fuera del mero coleccionismo. El 2020, de hecho, las ventas del vinilo a nivel mundial superaron a las del CD, alcanzando casi mil millones de euros. En el primer semestre del año pasado, se vendieron 17 millones de discos de vinilo en Estados Unidos, generando 450 millones en ingresos minoristas, casi el doble de 2020, según la Recording Industry Association of America. En Reino Unido, hubo 4,8 millones de ventas, un incremento del 10% a causa de la pandemia.

INDUSTRIA ARTESA

Sin embargo, la demanda del vinilo está superando la capacidad industrial necesaria para sostenerla. La dependencia de máquinas de prensado de décadas de antigüedad puede mermar esta alza que se ha venido registrando. En 2017, Sony volvió a abrir su planta de prensado japonesa después de treinta años. Pero la pandemia cerró muchas plantas durante un tiempo, y los obstáculos en la cadena de suministro global han ralentizado la producción de todo lo que se necesita, desde el cartón y cloruro de polivinilo -el material con el que están hechos los discos- hasta los álbumes terminados. La clave está en lo que están logrando algunos sellos especializados, independientes e, incluso, la confección artesanal. Esto a pesar de que algunas discográficas importantes están pagando a las prensas de vinilo más grandes del mundo para que comprometan sus máquinas solo con sus pedidos. Pequeñas fábricas han recuperado viejas máquinas que los grandes sellos desecharon una vez que el CD se impuso rotundamente. Por otra parte, los alemanes y checos nunca desecharon sus máquinas, sobre todo gracias a los subsidios gubernamentales. La República Checa, junto con Polonia, solía ser un productor de vinilo clave para la Unión Soviética. Y hablando de este último extinto país, en las épocas de mayor precariedad, se ideó allí la costumbre de fabricar vinilos flexibles a partir de viejas radiografías. Esa idea ha sido retomada ahora en occidente por algunos sellos independientes que utilizan dicho material de desecho y los están fabricando de forma artesanal. Para concluir, en medio de una era que se encamina cada vez más a lo virtual, el sonido de una aguja pasando por un surco y que suavemente lee sus sinuosidades para reproducir sonidos, es una experiencia sensorial que nos vuelve a anclar con muchas cosas que nos son esenciales como seres humanos.

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