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LETRAS CUEQUERAS: UNA CRÓNICA FRAGMENTARIA

Por Yva N Eltit

Or Genes

En la actualidad dos corrientes teóricas debaten y proponen el origen, evolución y proyección de la cueca. Por un lado encontramos el grupo que adscribe a la genealogía afroperuana, y la otra arista defiende y promueve una posible raíz e influencia ibérica, focalizados en la región de Andalucía, y con uno que otro matiz de Sevilla. En lo personal abordaré el presente artículo desde la primera perspectiva, la afroperuana, como punto de partida, siendo la escuela que me representa en su génesis, lo cual no deja fuera los aportes hispanos y aborígenes, así como su posterior resultado mestizo.

En la remota Lima, capital del Virreinato peruano, las faenas agrícolas y de fuerza pesada eran realizadas por esclavos, los cuales provenían en gran parte desde Sudán (zona atlántica de la cuenca y Golfo de Guinea), y Área cultural Bantú (Angola, el Congo, Zambia, Rhodesia hasta Mozambique).

Muy distante de lo difundido por el ultraconservadurismo histórico, sobre la escasa presencia negra en Chile, poseemos evidencia más que suficiente para demostrar lo contrario. Esos grupos que desembarcaron en Buenos Aires (Argentina), cruzaron la Cordillera de los Andes, convirtiendo al suelo chileno en el corredor perfecto para el intercambio con el Perú, teniendo un rol elemental San Antonio y Valparaíso como puentes para el arribo hasta el puerto de El Callao.

En 1632 la orden jesuita del Río de la Plata (Argentina) publicó “Artes y vocabulario de la lengua Angola”. Los clérigos estaban tan desesperados por establecer un canal de entendimiento con los siervos africanos que le pidieron en persona al papa Urbano VIII (1568-1644), la instalación de una imprenta para una mejor comunicación con los negros, cuyo sentido era para la impresión de folletines y libros que ayudaran a la traducción.

La presencia de esta colonia es reveladora, ellos hablaban bantú y kimbundu (entre otros dialectos), vinculándose con la etimología de la palabra zamacueca, el término “zamba” significa baile, y clueca (estado que manifiesta la gallina en su período de empollamiento), está más que comprobado que los angolanos introdujeron los choncholís y el cajón peruano. Una evidencia concreta y que corrobora la ascendencia afro, es el legado del pintor peruano Francisco “Pancho” Fierro Palas (1807-1879), quien retrató a diversos personajes típicos limeños.

En Chile se cuenta que la zamacueca se practicó en chinganas (espacios de divertimento del pueblo amenizado con gastronomía y música), sin embargo, eran parte de un repertorio variado y mayor, compuesto por danzas como: refalosa, seguidilla, gato, cuando, tonada, cañaveral, entre otras. La evolución de la zamacueca es la chilena. No hay evidencia concreta de la cueca en el siglo XIX, sustentado en obras como “La cañadilla de Santiago: su historia y tradiciones” (1887) de Justo Abel Rosales (1855-1896), o “Historial de la cueca” (1979) de Pablo Garrido Vargas (1905-1982).

Es menester comentar que en el mundo docto la primera composición que la abordó fue “Zamacueca”, del compositor y pianista Federico Guzmán Frías (18271885) en 1856. Se trató de una pieza musical escrita en ¾, intentando igualar el toque del arpa folclórica chilena. A Guzmán se sumaron compositores tanto de música clásica como de salón, entre ellos los chilenos

Manuel Antonio Orrego, María Luisa Sepúlveda Maira (1883-1958), Carlos Riesco Grez (1925-2007), Roberto Puelma (1893-1974), Celestino Caracci, Eustaquio Guzmán, Javier Rengifo (1879-1958); el afrocubano José White (1836-1918); el francés Theódore Ritter (1840-1886); el peruano Claudio Rebagliati (18431909); y el español avecindado en Chile, Antonio Alba Ferré (1873-1949).

Como zamacueca se ramificó y dio origen a una serie de bailes de chicoteo, de ellos la zamba que pasaría rápidamente hacia el otro lado de la cordillera de los Andes, ambientándose y cobrando popularidad que ha estado viva hasta la actualidad en Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja, las que conforman el noroeste argentino. Otras variantes del chicoteo fueron el bailecito, la chacarera y la resbalosa, está última inseparable compañera de la zamacueca peruana, pasó a Chile hacia el espectáculo chinganero donde se le aspiró la s y se reemplazó la b, asimilándose como refalosa. Confirmándose aún más el dinamismo de las danzas urbanas, sin una que fuera predominante. Después en el “Programa oficial de las Fiestas Patrias en Santiago” (1910), se describen banquetes, cantos y ceremonias, no hay rastro de danzas en el centenario.

En 1940 con el surgimiento de las quintas de recreo (lugares de divertimento familiar del pueblo), los comensales al son de las vitrolas (equipos que tocaban música a través de discos) interpretaban boleros, tangos, ritmos norteamericanos como onestep y foxtrot, lo último era la cueca. Un antecedente crucial data de septiembre de 1965 cuando se fija el “Primer campeonato de Chile de bailarines de cuecas” en Arica (Región de Arica-Parinacota). Es el punto de partida para difundir y consolidar la imagen del huaso y la china como las figuras hegemónicas de la cueca, estereotipos muy lejos de la realidad, pues estas vestimentas elegantes, refinadas y de elevados costos obedecen a un modelo patronal, más que al roto chileno, donde en vez de promover la chilenidad, se masifica una teatralidad, o “Huasos de departamento” como les denominó el folclorólogo Oreste Plath (1907-1996).

El carácter “nacional”, sería impuesto mediante el decreto nº23 por la dictadura cívico-militar, el 18 de septiembre de 1979. Este hito la uniformó, enterrando otras variantes como nortina, porteña, chilota, por mencionar algunas.

Los Investigadores

La investigación sobre la cueca se inició concretamente en el siglo XX con tres nombres: el dramaturgo Antonio Acevedo Hernández (1886-1962), el historiador Eugenio Pereira Salas (1904-1979), y el compositor y pensador Pablo Garrido Vargas, quienes fueron miembros de la Asociación Folklórica Chilena, hoy Sociedad de Folclor Chileno. La mencionada organización, tuvo tres grupos fundantes: Tradición chilena, que abarcó costumbres, lengua y literatura; Ergología folclórica, conformado por artes plásticas y artesanías; y Música y coreografía populares; este último se dedicó a abordar, reflexionar, tensionar y repensar a la cueca como parte activa de sus reu- niones cada jueves a las 18:30 horas en el auditorio del Museo Histórico Nacional (MHN), por esa época se ubicaba en calle Moneda nº610, hoy Archivo Nacional Histórico.

Es indispensable subrayar que para todos los miembros de la Sociedad de Folclor Chileno, antes y ahora hemos procurado por la democratización del folclor chileno, integrando al pueblo como un igual, proponiéndonos masificar al folclor social, discrepando de la praxis del ultraconservadurismo histórico.

Ha sido un mandato la paridad de género y llevar la cueca en todo orden posible. Evidencias antaño de esto es la presencia de miembros como el escritor y Premio Nacional de Literatura (1974), Sady Zañartu Bustos (1893-1983); los poetas Víctor Castro Barrios (1920-1986), y Andrés Sabella Gálvez (1912-1989); en el caso femenino con ejemplos como Raquel Barros Aldunate (1919-2014), Filomena Salas González (18951964); la propia María Luisa Sepúlveda; o la primera investigadora de la cueca chilena, Emilia Garnham, seudónimo de Emilia Trujillo Escobar (1890-1974), etc.

En nuestros días la continuidad en la Sociedad de Folclor Chileno, la marcan el poeta y abogado Enrique Winter Sepúlveda; la profesora de música Soledad Minio Pinochet; el músico popular Cuti Aste; la historiadora chillaneja Alicia Romero Silva; el cantor popular Lautaro Llancaqueo Frigerio; el compositor, músico y murguero, Héctor Jara Cortés, entre otros.

AMO Y SEÑOR DE LA CUECA: RODRIGO MIRANDA VALLE

Rodrigo Miranda nació en Santiago el 16 de enero de 1971. Hijo de Álvaro Miranda y Aurora Valle. Se crió en la emblemática población La Legua, comuna de San Joaquín. Siendo autodidacta lleva nuestro folclor chileno en la sangre, desde la cuna, nieto de cesteros, cantores populares y matanceros. Su influencia directa en la investigación y creación es su maestro, el músico y poeta Hernán “Nano” Núñez Oyarce (1914-2005), uno de los fundadores del reconocido conjunto cuequero “Los Chileneros”. Miranda ha creado más de setenta obras. Su trabajo es la combinación ideal entre investigación y creación; no solo hace música, es un artista en todo el sentido de la palabra, capaz de conjugar las letras del pueblo con el profundo sentimiento patrio que emana de sus creaciones, características que poco a poco lo han ido modelando como el principal liderazgo de la chilena, incluso superando y desplazando a muchos de sus antecesores y contemporáneos.

“La chilena o cueca es todo, es alegría, es entusiasmo, es poesía, es canto, es historia. Es un relato cantado en bús queda de la belleza. Es una forma de vida, se trata de pelear la amistad, de decirnos las cosas tal como son, sin aspavientos y compartir la verdadera fiesta chilena”, señala Miranda.

Empezó en la dirección artística como director de la agrupación “Kusimarka”, en voz aymara quiere decir “dicha del pueblo”. Su repertorio se basó en música andina y latinoamericana (1991-1996); participó como músico en las compañías de teatro “De feria” (1994-2002), dirigida por Andrés Pavez, y “El escaño” (2000-2001); integró musicalmente el proyecto “La canción del roble blanco” de Lincoyán Berríos (2001); creó el guión poético proyecto “De la Chimba al Puerto”, Compañía de Teatro Mendicantes, Carnavales Cultu- rales de Valparaíso, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (2008).

Además, Miranda estuvo a cargo de la dirección artística de la grabación del proyecto “De la Chingana a la Picá”, agrupación “Las Peñascazo”, Fondo de la Música (2008) y fue director musical y coautor de la obra “El Valiente Chileno…Vida, Canto y Nación”, ganando un Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes (FONDART) regional (2009), entre muchos otros proyectos vinculados con la difusión de la música y baile nacionales. En 1997 fundó la Agrupación Artística Los Trukeros, siendo su director hasta hoy.

En lo institucional, no solo es el mayor exponente de la cueca, sino que la investigación en esta subcategoría del folclor, eclosiona como nunca con él. Desde 2021 es parte del consejo de la Sociedad de Folclor Chileno, confidencia: “Por un lado es la tremenda admiración y resonancia por el trabajo y legado de Oreste Plath, a quien me acerca su detalla capacidad investigativa y pedagógica, complementado con la sólida relación con el pueblo que como Sociedad tenemos y no hay en otra organización, para nosotros lo popular es el eje de nuestras convicciones, pilar de lo contra canónico”.

Los demás consejeros son: la maestra Karen Plath Müller Turina (presidenta); el compositor Carlos Zamora Pérez (vicepresidente); el profesor y Premio Nacional de Historia (2006), Gabriel Salazar Vergara; la contralto y Premio Nacional de Artes Musicales (2010), Carmen Luisa Letelier Valdés; el antropólogo José Bengoa; el payador Manuel Sánchez; el músico popular Cuti Aste; la profesora de música Soledad Minio Pinochet; la académica Carmen Balart; el folclorista Mario Isidro Moreno; el organillero Héctor Lizana; el psiquiatra Luis Weinstein Crenovich; el genealogista e historiador naval Isidoro Vázquez de Acuña; el guitarrista clásico Luis Orlandini Robert; y el poeta huilliche Leonel Lienlaf.

Hace poco dio cuenta de su talante académico, presentó el nº3 de la Revista de Folclor Chileno en la Biblioteca Patrimonial Recoleta Dominica; y fue panelista de la tercera sesión de la Cátedra Hispanoamericana Oreste Plath, gestionada por la Universidad de Talca y la Sociedad de Folclor Chileno en el foro “Pablo Garrido: El príncipe del jazz y la cueca”, junto al músico-jazzista Pedro Rodríguez, en mayo de 2023.

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