Verónica Murguía (Introducción) Escrito por Banco del Libro Entre la producción de libros para niños y jóvenes mexicanos, destaca la obra de una escritora e ilustradora llamada Verónica Murgia. Su interés por los clásicos y la Edad Media se traduce en estupendas adaptaciones para niños y obras que son una interesante y sinuosa relectura del Medio Evo. En sus novelas, los jóvenes pueden entrar en contacto con algo original dentro del universo de la fantasía. Por ello, tenemos el agrado de contar para esta sección con su texto Sobre Auliya, donde nos habla del génesis de esta novela. Verónica Murguia cursó estudios en Artes Plásticas e Historia. Además de ser escritora e ilustradora de libros para niños, ha sido columnista en varias revistas. También dicta clases sobre literatura infantil y juvenil en la escuela de la Sociedad General de Escritores de México. Actualmente es colaboradora del suplemento La Jornada Semanal del periódico La Jornada, donde tiene una columna llamada “Las rayas de la cebra”.
Sobre Auliya Escrito por Verónica Murguía A pesar de que soy el tipo de novelista que desconfía de la palabra inspiración, y que estoy convencida de que para escribir bien lo que hay que hacer es trabajar sin cesar, el origen de Auliya, mi primera novela, fue un sueño. Me da un extraño pudor decirlo porque siento que me acerca a una suerte de magia, y yo, en la magia, aunque está presente en absolutamente todo lo que escribo, no creo. En 1986 hice un viaje a Zacatecas, una región desértica del país, y la visión de la tierra yerma me perturbó muchísimo. Acostumbrada al ruido y los colores de la ciudad de México, una de las más grandes del mundo, el aparente vacío, el silencio y la falta de árboles me produjeron mucha desazón. Durante la primera noche del viaje, reconfortada por el rumor de un arroyo —minúsculo y precioso para los lugareños—, soñé que iba al mar, yendo por el río. Al llegar al mar, un mar azulísimo que seguramente es el Caribe mexicano de mi infancia, entraba en él y un pelícano me caía en los brazos. Al mirar alrededor me daba cuenta que muchos ríos se vaciaban en esa zona de mi sueño, unos mansamente, otros, caudalosos y anchos, con estruendo. Con la lógica absurda de los sueños, deduje que el mar y la tierra habían tratado de fecundarse mutuamente pero que había sido inútil. Que hasta la intervención del cielo, en forma de lluvia, la vida no había sido posible. Que la voz de la sirena era irresistible porque hablaba por los peces que van por el mar en silencio y que todo eso era un secreto. Al despertar lo escribí, lo medio dibujé, y al llegar del viaje lo guardé en mi buró. Lo he preservado celosamente de la interpretación del psicoanalista y nunca antes lo había vuelto a contar con su forma original. Como una semilla dio origen a la novela.