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Salud & Mente x Psic. Ross González

PODEMOS VER ESTAS HERIDAS EN DISTINTOS ASPECTOS DE NUESTRA VIDA. Quizás aparecen en nuestras relaciones, en emociones que nos es difícil controlar, o en los pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos. Es importante recordar que TODOS tenemos estas heridas. No tenemos que haber tenido una infancia sumamente dolorosa para que estén. Surgen a partir de cualquier experiencia difícil, porque tuvimos padres imperfectos y porque no hay manera de salir ilesos de nuestros primeros años de vida. Si bien cada persona tiene tendencias o patrones particulares según lo que ha vivido, existen 5 heridas de infancia principales que podemos tener en distintas formas o intensidades. A continuación, hare una breve explicación de cada una junto con sus mecanismos de defensa, a lo que les llamaremos máscaras. Les invito a hacer una reflexión.

EL RECHAZO Y LA MASCARA DE RETIRADA La herida del rechazo es muy profunda, pues le hace sentir a uno que su “derecho a existir” está siendo rechazado. Un ejemplo claro son los bebés que no son bienvenidos cuando su concepción no es buscada por los padres. Se activa incluso en el vientre materno. La herida se activa, sobretodo en la relación con el padre del mismo sexo. Este sensación de rechazo no significa necesariamente que tu padre te rechazara, pudiera significar que tu interpretaste una o varias experiencias como si fueran un rechazo de tu persona. Los niños que construyen la máscara de retirada para no sentir el rechazo, son niños que viven en un mundo imaginario, son niños calmados que no hacen demasiado ruido y pasan desapercibidos.

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Ya como adultos, nos puede llevar a desarrollar patrones como: Buscar la perfección, tratar de no equivocarse y nunca ser criticados. Ser complacientes, evitar desagradar a las personas para que nunca se molesten. No ser auténticos en sus relaciones, en el intento de buscar agradar pueden tender a adaptarse mucho a las personas para ser queridos. Les cuesta creer que alguien se pueda fijar en ellos e incluso enamorarse de ellos. Normalmente sabotean o minusvaloran sus propios éxitos, pues no se sienten merecedores.

EL ABANDONO Y LA MASCARA DE DEPENDENCIA Las situaciones que pueden despertar la herida del abandono son: cuando la madre debe ocuparse de su recién nacido bebé. El otro hijo puede sentirse abandonado. Si los padres trabajan todo el día y no tienen tiempo para los niños (Padres ausentes). Si el niño tiene que estar en cama en el hospital sin entender qué le ocurre y no está acompañado. Si el niño tiene que quedarse en casa de un familiar durante un tiempo alejado de sus padres. Normalmente la herida del abandono se reaviva con el padre de sexo opuesto. En ocasiones quien sufre de abandono también sufre de rechazo (con el padre del mismo sexo).

Quien sufre de abandono siente que no tiene suficiente alimento afectivo. Para no sentir esa carencia afectiva, se construyen la máscara de la dependencia. Los dependientes piensan que nunca serán capaces de valerse por sí mismos, y que necesitan a alguien en quien apoyarse. Tienen una gran necesi-

Sanar las heridas emocionales de la infancia no es una tarea fácil. Venimos de patrones que hemos tenido por años, por lo que no los vamos a cambiar en un segundo.

dad de sentirse aceptados, estando más preocupados por cómo los ven que por cómo se sienten en una relación. Pueden minimizar la importancia de las personas en su vida: ya que por miedo a que los dejen, fingen que las personas en su vida no les importa tanto, les da igual si están o si no quieren estar. Incluso, pueden tener la tendencia a salir de una relación de manera anticipada, por miedo a que la otra persona los deje.

LA HUMILLACIÓN Y LA MASCARA MASOQUISTA La herida de la humillación se despierta en el niño cuando este siente que alguno de sus padres se siente avergonzado de él, o tiene miedo que se pueda sentir avergonzado porque se ha ensuciado, porque no guarda las formas sociales, o porque va mal vestido, etc. El niño se siente degradado, comparado, mortificado o avergonzado a nivel físico de “hacer” o “tener”. Uno puede sentirse culpable sin sentirse avergonzado, pero quien se siente avergonzado también se siente culpable. La humillación se despierta por ejemplo, cuando el niño escucha a su progenitor contándole a otra persona lo que ha hecho el niño. Ejemplos: Cuando la madre descubre al niño tocándose los genitales y le grita: “¿¡No te da vergüenza!?”. O cuando el niño ve a su padre desnudo y éste rápidamente se tapa, el niño aprenderá a tener vergüenza de su propio cuerpo. El niño se siente humillado y acosado si siente que sus padres controlan sus movimientos, dejándole poca libertad. Para no sentir la herida, el niño desarrolla la máscara masoquista. Con esa protección, el niño aprenderá a castigarse a sí mismo (humillarse) antes de que lo hagan otros.

Como adulto, puede llevar a desarrollar patrones como: Tener dificultades con el disfrute, sentir miedo frente a las emociones agradables, quizás pensar que no lo merecen o que habrá una consecuencia. Tener baja autoestima, sentir que no merecen cosas buenas, que no tienen valor o que son inferiores a los demás. También, puede aparecer una tendencia narcisista para compensar la baja autoestima. Tener dificultades con el autocuidado, no sentirse merecedores de autocuidado, lo que se puede evidenciar en una falta de atención a sus cuerpos y necesidades emocionales.

LA TRAICION Y LA MASCARA DEL CONTROLADOR Suele darse esta herida con un padre (del sexo opuesto al suyo) con quien hay una fuerte atracción o lazo de amor. Eso significa que la dependencia con el padre del sexo opuesto es muy fuerte, y en sus relaciones futuras esperarán mucho de su pareja esperando recibir lo que no recibieron de su padre/madre. En sus relaciones les costará comprometerse por miedo a ser decepcionadas (traicionadas). De niño/a se sintió traicionada por el padre de sexo opuesto cada vez que ese padre no mantenía su palabra o promesa, o cada vez que no cumplía sus expectativas de “padre ideal”. Para no sentir la herida de traición, la personalidad construye la máscara del control. Como adultos puede llevar a desarrollar patrones como: Control, tener el deseo de influir en la vida de los demás, en sus decisiones y en su conducta. Percepción negativa de los demás, Quizá asuma precipitadamente que los demás tienen malas intenciones. Percepción negativa y pesimista del mundo, puede asumir que el mundo es un lugar inseguro, complicado y que va a tener experiencias negativas frecuentemente. Les gusta tenerlo todo bajo control. Llegan antes a los lugares, les gusta planear el futuro, son muy exigentes con los demás (pero no tanto consigo mismos), y encuentran difícil delegar y confiar en los demás.

LA INJUSTICIA Y LA MASCARA DEL RIGIDO Sufrimos de la herida de injusticia cuando sentimos que no somos apreciados por nuestro verdadero valor, cuando no nos sentimos respetados o cuando creemos que no recibimos lo que merecemos. También sufre esta herida quien cree que recibe más de lo que se merece. La herida se suele activar con el padre del mismo sexo. Si sentíamos que ese padre no expresaba sus sentimientos con nosotros, sufrimos una relación “fría” y superficial con el/ella, lo cual nos limita a podernos expresar y ser nosotros mismos. Si el padre del mismo sexo era además autoritario, crítico y estricto, la herida es mayor. De pequeño quien tiene esta herida siente que es más apreciado por lo que hace que por lo que es. La reacción de la persona que sufre la herida es disociarse de sus sentimientos, como forma de sentirse protegidos y no vulnerables. Para ese fin construyen la máscara de la rigidez.

Como adultos, puede llevar a desarrollar patrones como: Miedo a perder el control: buscando mantenerse controlados a toda costa. Que todo les salga bien y no generar problemas. Dureza: exigir demasiado a su cuerpo. Quizás no evidencien el sentirse mal, el estar cansados, así como el tener dificultades emocionales. Pueden querer mostrarle al mundo que todo siempre está bien. Búsqueda de poder y logro, al haber recibido afecto cuando lograba algo, puede mantener esta tendencia, teniendo expectativas muy altas para ellos mismos.

Sanar las heridas emocionales de la infancia no es una tarea fácil. Venimos de patrones que hemos tenido por años, por lo que no los vamos a cambiar en un segundo. Tenemos condicionamientos que están tan profundos en nosotros que no se van a ir de un momento a otro porque los razonemos o porque los entendamos, pues sanar es un trabajo diario. Es un trabajo de notar cuando algo nos afecta o molesta, ver a qué situación pasada nos lleva, darnos espacio de sentir nuestras emociones y elegir responder distinto. Recuerda que solo sanamos cuando sentimos, y lo que resistimos, persiste. Y cuando finalmente nos conectamos, validamos y procesamos el dolor es cuando las cosas realmente cambian.

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Psic. Rossana González Cervera Tel: 9991-29-51-40

Psic. Rossana González Cervera psic_rossanagonzález

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