CASO TRES VIDAS

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ÉTICA, RESPONSABILIDAD SOCIAL Y TRANSPARENCIA

TRES VIDAS

El día de hoy está lleno de recuerdos de mi vida de trabajo y de las personas a quienes he conocido durante mi carrera. Hoy se recibe Javo∗ de licenciado en administración; cuando lo conocí era solo un chamaco de apenas 17 años sin rumbo en la vida... parece que fue ayer. Hoy Javo tiene 40 años, dos hijos en un matrimonio estable y es gerente de ventas. Cuando lo conocí era un mensajero atolondrado, sin miedo a nada y sin un proyecto definido. Supe que venía de un barrio bravo y que su padre era zapatero. Platicando con Javo me di cuenta que su padre había sido alcohólico, y aún cuando había superado el vicio, las consecuencias eran notorias en la calidad de vida de su familia. Javo tenía siete hermanos y todos tuvieron que trabajar desde chicos, pues lo que ganaba el padre no les alcanzaba. A Javo lo conocí por Pepe, el contador en la empresa. Requeríamos un mensajero para el área de ventas y Pepe sabía que Javo necesitaba una chambita para poder ayudar en su casa. Después de entrevistar a Javo le di una oportunidad y entró a trabajar con muchas ganas. Uno de los primeros servicios que le pedí fue que entregara un pedido urgente; confié en él porque me aseguró que sabía manejar. Fue una suerte que llegara bien la entrega, pues un par de días después, mientras Javo suplía al chofer, me di cuenta que no sabía conducir. Su osadía y disposición para aprender pronto, aunque a veces lo metían en aprietos, le fueron de gran ayuda. Cuando un par de años más tarde me había cambiado de trabajo y necesité otro mensajero, le hablé de nuevo a Pepe pues su primera recomendación me había servido de mucho. Pepe me recomendó ahora a Mauricio. El nuevo mensajero resultó ser amigo de Javo, eran vecinos de colonia y habían crecido juntos. Pese a su origen común, poco a poco conocí algunas diferencias importantes. Por ejemplo, Mauricio solía animar los lunes con historias de fiestas que él había transformado en trifulcas cualquier fin de semana. Javo en cambio había dejado atrás los ambientes de violencia. Era curioso que la vida hubiera puesto a dos amigos trabajando conmigo en actividades similares pero en lugares diferentes. ∗

Todos los nombres y apodos han sido cambiados para proteger las intimidades de los personajes.

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Pepe, el contador que me recomendó a Mauricio y a Javo, se había quedado en el anterior trabajo, donde lo promovieron a gerente administrativo. Como los padres de Javo y Pepe eran amigos, ambos se frecuentaban y era así como me enteraba de su vida. En ese momento sabía que Pepe tenía un trabajo estable y bien remunerado y que todo parecía sonreírle en la vida. Hoy me pregunto, a 20 años de distancia, qué hace que unos prosperen y otros no. En ese entonces conocía a tres personas que vivían en un medio social similar, y luchaban por hacerse de un lugar en la vida. Tenían sus diferencias, claro, pues cuando me presentaron a Pepe él ya era licenciado en contabilidad, mientras que Javo y Mauricio eran apenas dos chamacos que todavía iban y venían por la adolescencia. Hoy Pepe está muerto. Mauricio ha estado varias veces en la cárcel, y supe que lo abandonó su esposa por maltrato. En este momento Javo ya ha hecho su protesta como licenciado. A Mauricio, al igual que a Javo, hubo que mandarlo a clases de manejo. Al igual que a Javo se le insistió en que hicieran la preparatoria. A Javo le costó mucho trabajo, pues no era muy dado al estudio, pero me consta que su empeño dio buenos frutos y pudo terminar la prepa abierta. Mauricio, aunque más listo, estaba menos dispuesto al estudio, y cuando lo mandaba a la escuela, me enteraba que no iba, y que el tiempo que le daba lo empleaba en vagar en la colonia. Al pasar el tiempo ambos crecieron y se enamoraron de unas chicas. Mauricio se casó primero y Javo un año después. Recuerdo que poco antes de su boda, Javo me aseguró que algún día terminaría una carrera y sería un buen ejemplo para sus hijos. De manera que no me sorprendí cuando Javo decidió probar fortuna y se fue a trabajar a otra empresa; por tener habilidad para las relaciones públicas y ser muy amiguero se fue haciendo camino. En algún momento terminó como vendedor con una camioneta de reparto a su cargo. La camioneta le era cargada en la mañana y él iba de tienda en tienda colocando producto. Mauricio siguió conmigo. Él era muy amiguero y con bromas se ganaba la estima de sus jefes; sin embargo, conforme tomaba confianza, iba haciendo su trabajo con menor puntualidad, sobre todo los lunes. Una de sus nuevas funciones era recoger la nómina en día de pago. Un día lo asaltaron después de cobrar la nómina en el banco. Llegó golpeado y sin el dinero después de horas de tardanza. Fuimos ese día a la delegación y después de

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un día muy largo al fin pudimos levantar el acta, misma que enviamos al seguro para reclamar el monto de lo robado. La pérdida no ascendió a más del deducible. Los problemas de puntualidad de Mauricio se hacían más frecuentes, hasta que llegó el día en que tuve que regresarlo a su casa porque llegó borracho. Fue la primera vez, pero estaba muy lejos de ser la última. El gerente administrativo por aquel entonces le había tomado afecto y le perdonaba todo, hasta que un día llegaron unos judiciales y se lo llevaron. El mismo gerente administrativo lo ayudó a salir de la cárcel; todos estábamos sorprendidos. Mandé llamar a Mauricio a mi oficina. Después de un rato de plática, me contó que se lo habían llevado por problemas con su esposa. — Ire inge....le pego porque no me late que nomás esté ahí en la casa. — O sea que te demandó por lesiones... — Sí, ¿usté cree? Esas cosas son de familia y pa que se queden dentro. O usté dígame qué tenía que ir con su papá a denunciarme. — ¿Has estado tomando, verdad Mauricio? Y ya tomado siempre te pones violento, de seguro. Dime ¿por qué no tratas de dejar el alcohol? — Trato inge, incluso ya ve que hasta estuve jurado y no aguanté, pues los cuates me jalan duro. — ¿Eres alcohólico de plano? ¿Sientes que tu cuerpo te pide alcohol para sentirse bien, si no te entra ansiedad? — No, no es eso. La verdad que lo que me gusta es la baraja y ahí pus nos tomamos algunas copas — ¿De la jugada sí te has hecho vicioso? — Vicioso, vicioso no, pero sí me gusta mucho. Cuando quiera dejaré de jugar, en serio. — ¿Por qué no te alejas de esos cuates que te llevan al alcohol? Sin duda todos esos moretones que a veces tienes se relacionan con ellos, ¿verdad? Mauricio, date cuenta que los verdaderos amigos no te muelen a golpes, ni te bajan tu dinero. — Sí inge, voy a tratar, se lo prometo por mi mamacita que no vuelve a pasar.

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Aunque estaba consciente de que su situación requería ayuda, y no sólo buena voluntad, decidí confiar en él. En lo que pudimos le ayudamos para salir del problema de la demanda de su esposa, y él nos decía que ya se portaba bien. Poco después, de nuevo se apareció una patrulla que quería llevarse a Mauricio. La peor sorpresa fue que lo arrestaron por el robo de la nómina. Las averiguaciones hechas por la policía lo señalaban como el ladrón. Luego supimos que aquel día cobró la nómina sin novedades, pero cuando se encontró a sus amigos de jugada se puso a apostar hasta perder la nómina de la fábrica. Los golpes con los que regresó a la empresa fueron cortesía de sus “amigos”. Cuando me enteré de la verdad era de la opinión de despedirlo, pero el gerente administrativo le dio una oportunidad más después de hacer pagar lo robado. Estaba empeñado en hacerlo un hombre de bien y dedicaba a hablar con él largas horas. No resultó ser una oportunidad, fueron varias y las cosas iban de mal en peor. La esposa lo abandonó con su hijo, pues pasaba largas horas jugando cartas; se gastaba ahí todos sus sueldos y cuando no, llegaba borracho y le pegaba. El gerente administrativo acabó despidiéndolo aún cuando sabía de él porque le iba a pedir prestado hasta que un día dejó de ir. Más tarde nos enteraríamos por Javo que acabó en la cárcel culpado por robo y de ahí ya tampoco Javo supo de él, pues abandonó a su familia y a sus amigos de siempre. Javo regresó a trabajar con nosotros, pues se sentía más a gusto; me platicó sus planes de retomar sus estudios, hablé con los dueños y le dieron el apoyo en tiempo y dinero para que lo hiciera. Habían pasado 10 años desde que lo conocí, había estado tres fuera de la empresa, tenía ahora dos hijos y una buena esposa. Le tomó 10 años más hacer su carrera, pero hoy se gradúa de licenciado en administración y tiene a su cargo la gerencia de ventas. Yo, que lo he visto de cerca por todo este tiempo, sé de qué pata cojea, pero con todo me siento muy orgulloso de que con sus propios esfuerzos y aprovechando las oportunidades, por fin hoy se reciba de licenciado. En medio de la alegría del examen profesional de Javo, me vinieron a la mente estos recuerdos. Pepe corrió una suerte trágica. A diferencia de Mauricio y Javo, él ya era Contador Público y Gerente de Administración cuando lo conocí. Ya tenía la vida hecha o bastante bien armada: casado, profesionista, con oportunidades para crecer... Pero a él le dio por las mujeres, era muy enamoradizo. Me contó que comenzó como un juego;

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jugando empezó a salir con una secretaria de la empresa, primero empezó a darle aventones a su casa, luego se iban a comer juntos y la invitaba cafecitos de camino a su casa hasta que terminaron como amantes. Como era de esperarse, la secretaria se embarazó; ella dejó la empresa al poco tiempo y no la volví a ver nunca. Todo esto pasaba con el desacuerdo de la familia de ella, mientras que los amigos le hacíamos ver a Pepe lo nefasto de su situación. Él se separó de nosotros poco a poco; me daba la impresión de que sus problemas lo ahogaban. Varias veces intenté hacerle ver que cambiaba lo más por lo menos, pero Pepe siempre tenía una excusa para su comportamiento, y pensaba que podía salirse con la suya, que estaba a sólo un paso de solucionar todos sus problemas. Sus soluciones, desde luego, eran sólo paliativos. Hasta que un día, hace cinco años, me buscó Javo para contarme que habían encontrado a Pepe asesinado de bala en su coche en la calle donde vivía la secretaria. Pepe había llevado por varios años una vida doble. Dejó tres hijos, dos del matrimonio y uno sin apellido. Nunca encontraron al asesino, y como no le quitaron ni un peso, pensamos que fue una venganza de celos. ¿Qué hace que la vida de unos se logre, y la de otros no? Javo y Mauricio eran amigos, habían crecido juntos y en su juventud recibieron las mismas oportunidades; uno termina en la cárcel y otro logra una familia, un trabajo bueno y una carrera. Por otro lado, alguien que viene del mismo medio, pero que recibió la oportunidad antes, la tira por la borda y le acaba costando la familia y su vida. ¿Cuánto influye tener diferentes amigos, diferentes medios sociales, diferente inteligencia? La colonia donde crecieron los tres era en efecto brava, pero los tres cayeron en empresas similares, tuvieron oportunidades y apoyos iguales. ¿Qué hace la diferencia? ¿De qué dependen las diferentes respuestas ante la vida? Lástima que hoy no tengamos dos graduaciones y tres gerentes.

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