ACERCA DE LA NADA Y EL VACÍO I LA NADA Y EL NOMBRE
H.C. ELÍAS
LA NADA Y EL NOMBRE
H.C. ELÍAS
Extracto del libro Acerca de la Nada y el Vacío ©H. C. Elías REG. INDAUTOR 03-2016-080810504800-01
Primera Revelación Cerré mis ojos, tranquilice mi mente, entoné mi corazón, fue así como me encontré en el fundamento del todo atestiguando la nada, estuve en el evanescente ahí donde la conciencia despierta al autoconocimiento de sí misma. Nada es y sin embargo existe. Sentí a través de cada célula de mí ser la fuente misma de la totalidad inmaterial descubriéndose a sí misma en múltiples formas de manifestación corporal. De pronto la nada descubrió el vació silencioso que en ella moraba, un silencio pletórico de sonidos intangibles e indescifrables, y como tenue bruma que tímidamente va adquiriendo forma comencé a distinguir la vibración estática OM. A ese sublime estado de auto contemplación provocado por el dulce OM siguieron dos sonidos más TAT SAT, el vació recitaba para sí un canto, un hermoso mantra OM TAT SAT OM TAT SAT OM TAT SAT …y observé como este sonido primordial generaba el espacio tiempo por medio de sus resonancias, revelaba intrincados y simétricos patrones geométricos donde la luz se congelaba. Había presenciado el nacimiento de las partículas elementales. Entre aquel torbellino de formas geométricas, sonidos, y luz se distinguía algo que trascendía la forma, algo que era inmaterial y material, un vínculo intangible entre ambas, entonces percibí la geometría viviente y comprendí que el amor divino es el pilar de la existencia. Cuando enfoque mi atención a las formas geométricas fundamentales que danzaban a manera de eternas alabanzas en el vacío, algo como un zumbido comenzó a tomar forma OM TARE TAM SO HA OM TARE TAM SO HA OM TARE TAM SO HA… las resonancias y los patrones geométricos fundamentales se entrelazaban como enamorados fundidos en un interminable abrazo, por afinidad se atrajeron, por amor se unieron, ante mí se manifestaban diversas dimensiones de espacio y tiempo con geometrías de inimaginable belleza, formas vivientes nombradas átomos y moléculas. Por un momento experimente la totalidad silenciosa, el vacío pleno de sonidos y formas danzantes no diferenciadas, el crisol de la realidad. Geometría viviente de luz congelada
dotando de ser lo inmaterial e indeterminado. Y ahí en medio de aquel torbellino de sonidos mántricos, de alabanzas de luz viviente, podía escuchar una voz que reconocía como la conciencia de mi existencia. ¡De pronto una revelación!, todo cuando me rodeaba no era más que el fiel reflejo de mi propio ser, soy geometría de luz viviente, existo y soy conciencia.
Segunda Revelación
Cerré mis ojos, tranquilice mi mente, entoné mi corazón, el vacío comenzó a rodearme y luego un profundo silencio, mi conciencia se abría paso a la nada, nuevamente el sonido OM se prefiguraba en mis sentidos. El OM continuó hasta que no pude distinguirlo y luego, del aparente silencio surgieron cuatro sonidos, OM MANI PADME HUM OM MANI PADME HUM OM MANI PADME HUM… en mi mente un torbellino de imágenes girando intentaban tocar mi corazón, había nada y todo en aquel bullicio de formas, sentimientos y sensaciones se mezclaban, aparente caos conformaba instantes de desconcertante confusión, mi alma desesperadamente trataba de reencontrar el silencio original, pero el torbellino era demasiado fuerte y nada escapa de él, ni siquiera mi conciencia. En medio de la confusión vi un punto de luz del que surgían dos haces que se entrelazaba consigo mismos formando lo que parecían signos vivientes y de ellos se desprendía un nuevo sonido OM NA MA HA SHI VAI YA OM NA MA HA SHI VAI YA OM NA MA HA SHI VAI YA… al escuchar ese mantra y fijar mi percepción en las formas de luz, el bullicio cesó, invadiéndose mi alma de una hermosa y refrescante sensación de paz, las formas no habían desaparecido, se habían congelado, y eran tantas formando un Todo tan perfecto, que parecían nada. Comprendí que toda realidad estaba ahí.
Comentarios
Ambas revelaciones implican que la nada dista mucho de serlo, por el contrario, esta pletórica de sonidos, luz y formas en tal cantidad que casi tocan lo infinito. Si escuchásemos una sinfonía no tendríamos problema para identificarla, pero si simultáneamente escucháramos otra y luego otra y así sucesivamente llegaría un momento en que solo podríamos escuchar un único zumbido y con el paso del tiempo, ni siquiera eso seriamos capaces de distinguir, confundiendo tal bullicio de sonido con silencio. Lo mismo ocurriría con la luz y con la forma, la totalidad se confundiría con la ausencia en ambos casos. Todo cuanto hay en la nada existe per se, por lo que algo que no existe en la nada, no existirá jamás. La Nada existe, carece de forma pero comprende toda forma posible, es silencio pero contiene todo sonido posible, es oscuridad pero en ella se encuentra cada luz, es reposo pero es matriz del movimiento, es conciencia viviente no consciente de sí misma descubriéndose desde el reposo. Esto es el origen y sustrato de todo, es todo y está en todo, cada realidad está en ella y ella es cada realidad. La creación no tiene cabida en ella, solo el autodescubrimiento de sí misma. Cada nuevo universo, cada nuevo mundo, cada nueva especie no son resultado de creación alguna, pues existen en sí de manera atemporal, pero su percepción implica un nuevo descubrimiento de lo que la Nada es. ¿Acaso a esta inconmensurable e indeterminada Nada podrá asociársele el apelativo de Di-s? Para responder a tan interesante cuestión comenzare por entender de donde proviene la palabra dios. Di-s proviene del vocablo latín deus y este a su vez de una raíz indoeuropea dyeu cuyo significado es “luz diurna”. Así deus terminó por adoptar el significado de “ser de luz”.
De acuerdo a la raíz de la palabra dios y considerando que se refiere a un ser de luz, y como la nada no solo es toda luz, sino toda forma y todo sonido, resulta claro que la palabra dios no es adecuada para referirse a ella. La Nada es inmaterial y sin embargo es la matriz de la materia, es atemporal y es el origen del tiempo, es amorfa e indefinida y el espacio surge de ella. Pero, ¿si no es posible referirse a la nada como dios ya que es algo más vasto (de acuerdo a la etimología de la palabra dios), de qué manera habrá que referirse a ella? Creo que en este punto debemos recurrir a antiguos libros sagrados y cosmologías pertenecientes a diferentes culturas. En el libro fundamental del Taoísmo, el Tao Te Ching, atribuido a Lao-Tse, podemos encontrar el siguiente texto: Tao es el Origen de todo. Es la Esencia de todas las cosas. Se parece al vacío, pero es omnipotente. Es la Luz Brillante. Tao mora en la Profundidad Primordial. No se puede denominar con nombre humano. Tao es eterno y no tiene apariencia humana. Tao — siendo infinito— es incorpóreo y no tiene rostro. No se puede describir su origen, pues Tao es Primordial. Tao es aquello sobre lo cual el mundo material existe. Tao y su Creación son, en sustancia, Uno. En Tao están aquellos Espíritus que salen de Tao y que son idénticos a este, y todos ellos están unidos en Tao en Uno solo. Tao es igual arriba y abajo. Es lo que nació antes que el cielo y la tierra, lo que vive en la tranquilidad, lo que no tiene forma, lo que reside en todas partes, Ilimitado, Invulnerable, la Madre de todo. En el mito del pueblo nativo americano Hopi, se narra lo siguiente: El Primer Mundo fue Tokpela [Espacio Infinito]. Antes estaba sólo el Creador, Taiowa. Todo lo demás era espacio infinito. No había principio ni fin; no había tiempo ni forma ni vida. Sólo un vacío inmenso cuyo principio y fin, tiempo, forma y vida estaban en la mente de Taiowa el Creador. Entonces él, el infinito, concibió lo finito, y creó a Sótuknang,
diciendo: “Te he creado a ti, la primera fuerza en forma de persona, para llevar a cabo mi plan de vida en el espacio infinito…” Por su parte, el libro Popol-Vuh, libro del consejo de los Mayas Quichés, dice: He aquí el relato de cómo todo estaba en suspenso, todo tranquilo, todo inmóvil, todo apacible, todo silencioso, todo vacío, en el cielo, en la tierra. He aquí la primera historia, la primera descripción. No había un solo hombre, un solo animal, pájaro, pez, cangrejo, madera, piedra, caverna, barranca, hierba, selva. Sólo el cielo existía. La faz de la tierra no aparecía; sólo existían la mar limitada, todo el espacio del cielo. No había nada reunido, junto. … Solamente el agua limitada, solamente la mar tranquila, sola, limitada. Nada existía. Solamente la inmovilidad, el silencio, en las tinieblas, en la noche. El Rig Veda, texto védico (pre-hinduista), tiene su propia versión: Entonces no existían ni lo existente ni lo inexistente, no existía el espacio etéreo, ni el cielo que está más allá. ¿Qué cubría? ¿Dónde? ¿Bajo la protección de quién? ¿Existía el agua, insondable, profunda? Entonces no existía la muerte ni algo inmortal; no existía aparición de la noche, del día. Sólo aquel Uno [ekam] respiraba sin aire, por su propia naturaleza. Aparte de él no existía cosa alguna. En el comienzo sólo existían tinieblas envueltas en tinieblas. Agua indiferenciada era todo esto. Aquel Uno, estando a punto de surgir, estaba [todavía] rodeado por el vacío, nació por el poder de su ardor [ascético]. En el comienzo vino a él el deseo, [de crear] que fue el primer semen de la mente. Buscando en su corazón, gracias a su sabiduría, los sabios encontraron en lo inexistente el vínculo con lo existente [del vacío, la materia].
En cuanto a Egipto la Ogdoida se encontraba en Hermepólis y representaba las cualidades de lo no manifestado. Nun y Naunet lo amorfo o caótico; Kuk y Kauket las tinieblas u oscuridad; Heh y Hehet lo infinito o ilimitado; Amón y Amunet lo escondido o no manifiesto. Distintas cosmologías egipcias coincidían en que al principio de los tiempos sólo existía el Nun, las aguas cósmicas primordiales, y todo era silencio, tinieblas y vacío. Era el caos y el desorden, era el ancestro de todo cuando iba a existir a partir de él. El Nun contenía un formidable poder donde se encontraba la esencia de la Creación. Esta esencia era el principio creador que sentía la vida dentro de sí. Cuando este tuvo conciencia de la vida que llevaba en su seno comenzó a moldearse a sí mismo hasta alcanzar una forma tangible. Se había producido la separación entre el principio creador y el Nun. En la Kabbalah hebrea el Ein Sof se define como lo infinito, sin forma, perfectamente simple e infinitamente complejo, la nada y el todo, oculto y revelado, realidad e ilusión. En los Upanishads (textos sagrados del hinduismo) se señala al Brahman como lo absoluto, que se encuentra en todo el universo, que es la esencia de todo, que transciende a todo, que es inmanente y causa eficiente del cosmos. De todo lo anterior se destacan las siguientes coincidencias, la Nada es el origen y la esencia, es primordial, es la madre de todo y todo está en ella, reside en todas partes, no tiene nombre, se asemeja a un vacío inmenso, infinita, eterna, incorpórea, no tiene forma, no posee tiempo, inmóvil, silenciosa, tranquila y caótica, es oscuridad y luz, perfectamente simple e infinitamente compleja, en ella todo está oculto y es la fuente de todo lo revelado, es realidad e ilusión. Es conciencia descubriéndose a sí misma. No tiene nombre y sin embargo todo nombre está en ella. Es incorpórea y toda materia se manifiesta en ella. El aspecto que vale la pena remarcar es que la Nada no es creadora, pues todo está en ella, sino conciencia descubriéndose a sí misma.
El asunto del nombre es algo en lo que vale la pena profundizar pues desde mi punto de vista está vinculado con la magia de transformar lo inmaterial en material, lo incorpóreo en corpóreo, lo amorfo en forma viviente, lo infinito en finito, lo atemporal en temporal, el reposo en movimiento. Es interesante notar que a pesar de que la Nada como tal no tiene nombre, el hombre desde tiempos remotos y quizá en un intento por establecer un vínculo entre lo inmaterial y lo material, lo incognoscible y lo perceptible le asigno uno, así a manera de ejemplo los indios Hopi a la Nada la denominaron Taiowa, los Cheyenne y los Sioux la conocieron como Gitche Manitu o Gran Conexión. En el Hinduísmo le dieron el nombre de Brahman cuyo significado es Expansión. Para el Juidaismo a la nada se le conoce como Ein Sof o Sin Fin. En Egipto tuvo el nombre de Itemu (Atum Ra en griego). Tao en el Taosimo y Ekam en los textos védicos. En diversas culturas se relata que esta Nada, principio inmutable o conciencia absoluta, no es capaz de conocerse a sí misma, sino a través de su poder de revelar lo finito dentro de lo infinito. Ahora voy a reproducir un fragmento extraído del texto cabalístico conocido como Sefer HaZohar o Libro del Esplendor. “Cuando el más misterioso quiso revelarse a sí mismo, primero produjo un punto singular que fue transmutado en un pensamiento, y en éste ejecutó innumerables diseños e innumerables grabados. Luego grabó en la sagrada y mística lámpara un dibujo místico y más santo que fue un edificio maravilloso que surgía de en medio del pensamiento.” “Este es el llamado MI (quién) y fue el comienzo del edificio, existente y no existente, hondamente sepultado, incognoscible por el nombre. Solamente fue llamado MI (quien). Deseó volverse manifiesto y ser llamado por el nombre y entonces se vistió en una vestidura refulgente y preciosa y creó ELeH (estos) y ELeH adquirió un nombre.”
“Las letras de las dos palabras se entremezclaron formando el Nombre completo ELOHIM.” “Mientras aún fue llamado MI fue improductivo (sin cambio), y no trajo a la existencia las fuerzas latentes, pero en cuanto creo ELeH (estos) y asumió su adecuado Nombre, ELOHIM entonces, por el poder de este Nombre, produjo formas acabadas”. De manera similar y como mencioné anteriormente, en la mitología Hopi TAIOWA, el Creador, creó a SÓTUKNANG, sólo diciendo su nombre y comentó: “Te he creado a ti, la primera fuerza en forma de persona, para llevar a cabo mi plan de vida en el espacio infinito…” Análogamente en la mitología hinduista el primer ser creado por el BRAHMAN es el dios creador BRAHMÁ. La nada no puede tener Nombre porque es infinita. Solo lo finito puede ser nombrado ya que el mismo nombre lo es. Por esto los nombres que cada cultura da a la nada son nombres “huecos” pues intentan nombrar lo innombrable. Es así que podemos pensar en tales nombres como etiquetas y no como esencia. Cuando la nada descubre en su esencia infinita lo finito, un nombre surge de ella y es a través del poder de tal nombre que la diversidad contenida de manera indiferenciable en la nada comienza a mostrarse dando lugar al auto conocimiento consciente de la conciencia absoluta. Es así que a estos nombres los hombres de diversas culturas los identifican como su dios. Dado que el nombre es un canal finito a través del cual la nada se manifiesta, el poder del autoconocimiento radica en el nombre mismo. Es por esto que en las diferentes mitologías los dioses son en extremo recelosos en cuanto a revelar su verdadero nombre.
A manera de ejemplo en la mitología egipcia encontramos un mito respecto del nombre no revelado de Ra. En el Libro del Conocimiento de las Creaciones de Ra se lee a Ra hablando en primera persona. Numerosos fueron los seres que surgieron de mi boca antes de que el cielo hubiera venido a la existencia… Este texto parece insinuar que su poder residía en su propio nombre, motivo por el cual lo guardaba en secreto para que nadie pudiera usarlo. Más adelante en el mismo texto se relata que en cierta ocasión RA tuvo la siguiente conversación con la diosa Isis: Isis: “Si me dices tu nombre secreto, podré hacer uso de mis poderes mágicos y podré sanarte”. Ra: “Yo soy el que hizo el cielo y la tierra. El que creó las aguas, los vientos, la luz, la oscuridad. Soy el creador del gran río Nilo. Yo soy Khepera por la mañana, Ra al mediodía y Tum al atardecer”. Isis: “Tú sabes bien, padre todopoderoso, que esos nombres son conocidos por todos. Lo que yo necesito para curarte es tu nombre secreto”. Luego, como condición para decirle su nombre, Ra le hace jurar que no se lo diría a nadie, ni a dioses ni a hombres, salvo a su hijo Horus. Isis hace su juramento y el conocimiento del nombre secreto, pasó del corazón de Ra al corazón de Isis. En el papiro Bremner-Rhind podemos encontrar una referencia al nombre de Ra: … Yo usé mi propia boca y ‘Magia’ (HkAw) fue mi nombre. Fui yo quien vino a la existencia en (mi) forma, habiendo venido a la existencia en la forma de Jepri.
Continuando con el mismo tema observamos que en varios pasajes de los textos mitológicos podemos encontrar que no solo los dioses, sino que el “surgimiento” de cosas tan variadas como el universo, el mundo y el hombre, han “aparecido” mediante el sólo uso de la palabra, con el simple acto de darles nombre. En la Tora se lee, Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz… Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas… Y fue así. Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. El Enuma Elish lo expresa de la siguiente forma: Cuando ninguno de los dioses había sido llamado a existir, al no poseer todavía nombre, los destinos aún no estaban escritos. El Popol Vuh lo mencionaba como sigue: “…Que la tierra nazca, se afirme”, dijeron. … Así hablaron, por lo cual nació la tierra. Tal fue en verdad el nacimiento de la tierra existente. “Tierra”, dijeron y en seguida nació. En la mitología andina: Viracocha, el Creador de Todo, comienza el proceso de creación de la humanidad tallando en piedra las figuras de los primeros seres humanos (hombre y mujer), que luego va situando en los sitios correspondientes y, a medida que les da nombre, se animan y toman vida. Regresando al mítico Egipto cuenta la leyenda que Ra tenía la capacidad de crear a partir de lo que él nombraba, por lo que nombró a Shu, y los vientos se congregaron por primera vez y comenzaron a soplar. Cuando Ra nombró a Tefnut, la lluvia se hizo presente con sus gotas.
Más tarde nombró a Geb y con solo nombrarlo, se formó la tierra y para hacerle compañía nombró a la diosa Nut, y el firmamento se arqueó sobre la tierra. Cuando quiso coronar a Egipto con el río Nilo, nombró a Hapi. Y el Nilo comenzó a fluir a través de Egipto fertilizando su amplio valle. Ra fue nombrando todas las cosas que existen sobre la tierra y estas se hicieron visibles y crecieron. Así creó la vegetación y los seres vivos a partir del Nun para llenar el vacío de la Tierra. Finalmente les dio nombre a los hombres y a las mujeres, y desde entonces la humanidad pobló la tierra. En la tradición de los nativos de Australia, una leyenda cuenta que las Hermanas Wagilag tuvieron que emigrar de su clan tras haber cometido incesto al no respetar las leyes de la Moiety. Y mientras andaban el camino, ellas iban creando plantas y animales tan sólo nombrándolos. Antes de continuar con este asunto del nombre, haré un paréntesis para hablar acerca de un interesante experimento que en física cuántica se conoce como el experimento de la doble rejilla. Imaginemos que disparamos un electrón a través de una lámina con una rendija, lo que esperamos es que el electrón, que es una partícula, pase a través de esta y choque con la pantalla formando un patrón con la forma de la rejilla, lo cual de hecho ocurre.
Fig. 1
Pero a los físicos, que siempre están buscando la manera de complicarse la vida, se les ocurrió algo “y ¿si en vez de una rendija ponemos una segunda rendija al lado de la primera, que pasará? Si el electrón como creemos es una partícula se observaran en la pantalla dos líneas paralelas con la forma de la rejilla, al disparar un haz de electrones unos pasaran por una y otros por la otra”, pero ¡oh sorpresa!, lo que se observó en la pantalla fue un patrón de interferencia como el de las ondas.
Fig. 2
Fig. 3 Entonces dijeron, “tal vez después de pasar las rendijas lo que ocurre es que unos chocan con otros y se forman ese tipo de patrones”, así que decidieron repetir el experimento pero ahora disparando un electrón a la vez esperando que unos pasaran por una rendija
mientras que otros lo harían por la otra formando el esperado patrón en la pantalla, dos líneas de impacto paralelas (figura 2), pero que creen, ¿listos para oír algo verdaderamente sorprendente?, eso no ocurrió ¡volvió a aparecer el patrón de interferencia! (figura 3).
Fig. 4 Esto solo podía explicarse si el electrón simultáneamente pasaba por una rendija, por la otra, por ambas o por ninguna, y cual suponen que fue la expresión de los físicos cuando se toparon con esto, sin duda dijeron, “¿de qué rayos está hecha la materia?” Estos resultados los llevaron a concluir que el electrón se comportaba como una superposición de ondas de probabilidad. ¿Y qué significa eso?, bueno sino son capaces de comprenderlo plenamente no se preocupen, los físicos de ese tiempo tampoco tenían la menor idea de lo que esto significaba. Pero sigamos con el experimento, entonces decidieron poner un instrumento de observación cerca de las rendijas para ver cómo era posible que un mismo electrón pasara simultáneamente por ambas rendijas, por una, por la otra, o por ninguna y lo que descubrieron fue que si el electrón era observado el patrón que se obtenía en la pantalla ya no era un patrón de interferencia, sino que era el que originalmente se había esperado
bajo la suposición de que el electrón se comporta como partícula, el de dos líneas paralelas bien definidas (fig. 2). Que implica esto, que cuando el electrón no es observado se comporta como onda de probabilidad y cuando es observado, como partícula de experiencia. En otras palabras el observador y lo observado no son independientes, sino que están entrelazados. Así de acuerdo a la física cuántica las posibilidades o estados posibles se materializan solo mediante la participación de la conciencia mediante la observación. Ahora, retomando el asunto del nombre, los dioses a través de la pronunciación del nombre eran capaces de materializar posibilidades o estados posibles de la nada. Es claro que desde una perspectiva cuántica la pronunciación del nombre no era otra cosa que el ejercicio de la observación consciente por parte del aspecto finito de la conciencia o dios. Lo anterior tiene importantes y profundas implicaciones, la primera es que observar y pronunciar un nombre, es decir, generar un sonido finito cuyas armónicas específicas son capaces de materializar la indeterminada nada son equivalentes. La segunda es que la nada dentro de sí se fractaliza en unidades finitas de conciencia con poder a través del nombre y esto es válido no solo para aquellos entes denominados dioses, sino también para todo ser consciente. El nombre es así la forma que tiene la conciencia absoluta o nada de descubrirse a sí misma. Toda conciencia finita posee un nombre no revelado el cual puede o no conocerlo la entidad consciente, pero es en ese nombre en donde radica el poder ser materializada y de materializar cada posible realidad.
Por esto cada observación no es más que la pronunciación de dicho nombre que opera a manera de código de la conciencia para materializar una posibilidad vinculada a la esencia del ser. De esta suerte el nombre no es otra cosa que la esencia del yo soy. La realidad es un reflejo del ser y la esencia de este está codificado en un grupo finito de armónicas de sonido o nombre desconocido, pues ¿quién además de un dios es capaz de conocerse a sí mismo plenamente?, si el ser desconoce su esencia, desconoce su nombre. Pero como la esencia del ser no depende del pleno autoconocimiento siempre está presente reflejándose en la realidad que materializa mediante la observación. Resumiendo, la realidad materializada es un medio de autoconocimiento de la conciencia absoluta mediante el reflejo de la esencia de cada conciencia finita codificada en un nombre oculto. Y este es justamente el proceso al que la física cuántica denomina observación. Ahora es clara la razón por la cual en el relato egipcio acerca de Isis y Ra él no quería revelar su nombre oculto, pues al hacerlo cualquiera que lo supiera no solo tendría el poder de auto conocimiento o “creación”, sino que al conocer el código de su esencia, Isis y cualquiera que lo supiera podría ejercer transformaciones en su ser. Vayamos al Salmo 82:6 donde se lee textualmente “Yo dije: Vosotros sois dioses”. Y luego en el Evangelio de Juan 10:34 leemos, Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Toda conciencia finita consciente es digna de ser llamada dios en tanto posee la habilidad de observar a través del código secreto de su nombre oculto los nombres ocultos en la Nada para materializarlos en su realidad. Sin embargo no debemos perder de vista que este es el contexto en el cual se utiliza la palabra “dios”.
Hay nombres que representan una integración más completa o congruente de la esencia del ser por lo que su nombre tiene más poder de revelación para el autoconocimiento de la nada. El poder del dios codificado en su nombre depende del nivel de congruencia en su esencia. Nuevamente regresando a las Sagradas Escrituras vale la pena notar que siempre que el Di-s de la Biblia habla en primera persona nunca dice por Mí, sino que por amor de mi Nombre, por el poder de mi Nombre, etc. Hasta aquí tenemos un grupo de armónicas sonoras (Nombre) que son capaces de materializar las posibilidades indefinibles de la nada en diversas realidades, pero no son los únicos sonidos con poder, existen aquellos que son conocidos como mantras. El mantra es una palabra sánscrita que tiene como objetivo relajar e inducir a un estado de meditación ya sea a quien lo pronuncia o a quien lo escucha. La palabra está conformada por 2 expresiones “man” que significa “mente” y “tra” que expresa “liberación”.
En la meditación, el mantra es una combinación de sonidos de palabras, silabas o grupo de ellas que liberan la mente de lo material o de la experiencia mundana. Asimismo, el término mantra identifica al conjunto de versos y prosas que son consideradas como una oración que sirven para alabar a los dioses. Cada mantra se repite constantemente de forma rítmica. En este punto creo que vale la pena profundizar en este asunto de la alabanza. Desde la antigüedad los dioses han demandado alabanza, ¿será por vanidad o arrogancia?, yo creo que no. El asunto es mucho más profundo que eso. Recuerdo que cuando era joven y mis padres me llevaban al templo el pastor nos decía que en el “cielo”
nuestra única actividad sería la continua alabanza de Di-s. Cuando escuche esto pensé, vaya asunto, si el cielo es así de aburrido más vale reconsiderar la idea de irme allá. ¿Qué es entonces lo que realmente implica la alabanza? Bueno la respuesta es sencilla, pero no simple, la alabanza es un conjunto de sonidos cuya vibración permite a la conciencia finita entonarse con la nada y ser ella, sentir su magnificencia, conocer su omnisciencia, compartir su omnipotencia, ser parte de su omnipresencia, en otras palabras ser nada. Y esto se logra entrando en resonancia con la deidad de medio paso (dios) cuyo nombre se alababa para lograr la re- integración consciente con la nada. Es por esto que el mantra debe repetirse constantemente de forma rítmica para lograr un estado de conciencia alterado en resonancia con alguno de los nombres revelados de la nada o dioses. En otras palabras tenemos dos tipos de sonidos ambos finitos, el primero es el nombre que define la esencia del ser y a través de su pronunciación sin repetición materializa una realidad y el segundo el mantra, conformado por una o varias palabras que forman cadenas de sonidos cuya rítmica repetición nos conectan con el infinito de realidades indiferenciadas que son la esencia de la nada. El mantra nos permite ser parte de lo oculto en la nada; el nombre le arranca sus misterios revelándolos para sí misma.