Senderos de la Realidad
Metamorfosis
H.C. ElĂas
Metamorfosis Los Senderos de la Realidad
Extracto del libro “La Realidad y sus Mitos” ©H.C. Elías
Registro Indautor 03-2015-072909540400-1
Metamorfosis Imaginemos una extensión cúbica de agua en total quietud, luego supongamos que por algo similar a lo que en física se conoce como sobrefusión ese volumen de agua sufre ciertos cambios. Comenzaré por explicar que es la sobrefusión. El agua líquida y el hielo son dos fases diferentes y la transformación de una en la otra se denomina transición de fase. En condiciones de enfriamiento habituales, la cristalización se produce en cuanto la temperatura alcanza cero grados Celsius. Este proceso ocurre suavemente con una lenta liberación de una determinada cantidad de energía llamada calor latente. Existe, sin embargo, un caso particular llamado sobrefusión en el cual las cosas pasan de manera diferente. En un medio ambiente extremadamente estable, un agua muy pura puede enfriarse y alcanzar una temperatura negativa sin solidificarse por ello. Esta situación es, sin embargo, muy inestable y basta con una perturbación muy pequeña en el agua para que la cristalización se produzca instantáneamente con una liberación de calor latente muy rápida. La sobrefusión, se caracteriza esencialmente por la presencia de una enorme densidad de energía en todo punto del volumen de agua. Luego de la más mínima perturbación se produce la transición de fase agua-hielo liberando al mismo tiempo una cantidad formidable de energía y alcanzando finalmente un estado estable, provocando que algunas zonas en su interior se enfríen lo suficiente como para formar pequeñas y diferentes figuras de hielo. Aunque sigue siendo agua, se encuentra en un estado diferente, y en formas limitantes, además el volumen de agua alrededor de cada hielo tiene condiciones de temperatura diferentes, siendo la temperatura más baja la más cercana, incrementándose conforme la distancia aumenta.
En esta analogía el volumen de agua que se extiende sin límite en todas direcciones, representa, con sus reservas, a la Conciencia Divina. La homogeneidad del agua jugaría el papel de la superposición de infinitos estados o historias posibles. Cada forma de hielo la podemos asociar a una conciencia individual. Es interesante notar que su “forma” o individualidad no está totalmente limitada pues a pesar de que un hielo en el agua puede tener forma, ésta constantemente se encuentra en estado de disolución, lo que equivale a un estado de integración. Así en cierto sentido la zona cercana es una especie de extensión del hielo o de la conciencia individual. Mientras la zonas homogéneas del volumen da agua representan la súper posición de todos los estados posibles en onceava dimensión, la zona cercana a cada conciencia individual, por definir una región con participación tanto del ser como de las historias posibles, representa el conjunto de historias más probables. Sabemos de la Teoría de la Relatividad General que la masa le dice al espacio tiempo como curvarse, en tanto el espacio tiempo le indica a la masa como moverse; bajo el principio de fractalidad (como es arriba es abajo), podríamos proponer algo análogo. En tanto la conciencia individual determina sus historias más probables, estas definen el conjunto más factible de experiencias que habrá de experimentar. En el momento en el cual la Conciencia Divina se observa a sí misma es cuando trae a la existencia a las conciencias individuales, lo que en nuestra analogía correspondería a
entrar en un estado de sobrefusión “generando” zonas de baja temperatura que faciliten la formación de diversos hielos o conciencias individuales. Aplicando nuevamente la fractalidad, podemos afirmar que si la Conciencia Divina observa, la conciencia individual por tener su misma esencia aunque en un estado diferente, también es capaz de observar. Esta diferencia de estado le impide observarse a sí misma, pero le permite observar a otras conciencias individuales. Cuando la Conciencia Divina observa, las partes de sí misma que ha observado existen en la Realidad Absoluta Cuando la conciencia individual observa trae a la existencia fragmentos de historias probables de las demás conciencias, conformándose con ellas su realidad relativa. A diferencia de las historias posibles y más probables, que son por llamarlas de alguna forma, “etéreas”, la realidad relativa, producto de la observación de la conciencia individual representa la “materialización” de la historia más probable. La realidad relativa se forma por observación consciente, subconsciente o inconsciente de segmentos de historias más probables de otros seres. La cadena resultante define la realidad relativa del observador, sin embargo, como hemos mostrado, en esencia no tiene nada inmanente de “ella misma”, solo participa su existencia trascendente. A diferencia de la Conciencia Divina, la conciencia individual no puede observarse a sí misma, para existir tiene que ser observada por la Conciencia Divina. Recordemos que una cosa es observar, y otra percibir. Y aún más ¿Por qué sería la conciencia individual capaz de percibir? Si comparte esencia con la Conciencia Divina, para que la conciencia individual perciba es necesario que la Conciencia Divina tenga tal capacidad. Cuando hablamos del mito de la expansión, comente que no hay tal cosa como expansión de la conciencia, sino más bien, se trata de expansión de la capacidad de percibir de la conciencia. Por analogía y acogiéndonos al principio de fractalidad (como es arriba es abajo), la enorme acumulación de energía o algo equivalente a nivel de la Conciencia Divina, provocó un cierto tipo de “expansión”, al igual que ocurriera durante la fase de inflación de nuestro Universo. En otras palabras, esta ¿energía? es la responsable de la expansión de la percepción de la Conciencia Divina y por tanto de cada conciencia individual.
¿Ahora, si la realidad relativa o materializada del observador solo se forma de fragmentos de historias más probables de otros observadores, cómo puede percibirse la conciencia individual a sí misma dentro de su realidad relativa? Dado que su historia más probable también será observada y pasará a formar parte de la realidad relativa de otra conciencia, cuando la conciencia la observe la participación de la conciencia en su realidad relativa provendrá de un fragmento de la historia posible en la que existe dentro de la realidad relativa del otro observador. En pocas palabras, es como si al observar fragmentos de historias más probables de otras conciencias individuales la conciencia que observa se estuviera “viendo” en un espejo. Cada historia más probable observada (realidad relativa) está conformada por información codificada en la que se encuentran pre determinadas las decisiones, pensamientos, sentimientos y acciones que habrá de experimentar la conciencia individual. Al materializarse la realidad relativa, simultáneamente, a manera de dos caras de la misma moneda, se integra la verdad relativa y juntas proveen a la conciencia individual el lente que llamamos ilusión a través del cual será capaz de percibir ese mundo donde la súper posición de infinitos estados deja de ser no diferenciable o similar a nada dando paso a la experiencia, y al conocimiento por diferenciación selectiva (historias más probables). Recordemos que el estado de nada es equivalente a oír simultáneamente una infinidad de sinfonías, canciones y melodías diferentes. La diferenciación selectiva equivale a “silenciar” todo emisor de sonido, excepto uno. Al hacer esto podremos escuchar perfectamente la melodía, pues no habrá ninguna otra que al escucharse simultáneamente la distorsione. Además debido a que emerge con todas sus notas, será fácil pensar que estaban codificadas como información predeterminada en la propia melodía. Cada vez que una conciencia individual observa y percibe una historia más probable dando logar a la ilusión, la Conciencia Divina se conoce más a sí misma. Continuando con la analogía del hielo, si se trata de un hielo no muy “grande”, se rodeará de pocas historias posibles más probables las que percibe simultáneamente aunque parezca que lo hace secuencialmente en el tiempo, pues no requerirá de muchas antes de diluirse en el agua. Pero si se trata de un hielo muy “grande”, necesitara experimentar un mayor número de historias posibles más probables antes de diluirse en el agua.
La disolución del hielo en el agua representa la disolución del yo en la Conciencia Divina. Desde luego esta descripción ni remotamente se acerca al proceso por el cual la Conciencia Divina se observa a sí misma dando lugar a conciencias individuales, las cuales le permitirán conocerse a sí misma. Esto es como tratar de describir el sonido sintiendo solamente su vibración. Sin embargo, y a pesar de tratarse de una representación burda e imperfecta, nos ayuda un poco a entender la aparente metamorfosis que se da en el seno de la Conciencia Divina, al intentar mostrar cómo pasa de ser un todo homogéneo no diferenciado ignorante de todo cuanto realmente es, a la plena comprensión consciente de todo lo que es. El proceso no involucra cambio, sino autoconocimiento. Por esto no se trata propiamente de una metamorfosis aunque desde la perspectiva de la conciencia individual así parezca.
H. C. Elías
Ingeniero Físico con especialidad en física cuántica por la Universidad Iberoamericana (UIA). Ha realizado estudios de Hebreo Bíblico en la Universidad de Jerusalén (en línea). Ha estudiado Sagradas Escrituras, Evangelios Apócrifos, Kabbaláh, Geometría Sagrada, antiguos manuscritos sumerios y egipcios, Hinduísmo, Budismo, Judaísmo, Cristianismo y estudios afines. elias.hiram@yahoo.com.mx