PLEGARIA POR LA DESTRUCCIÓN UNIVERSAL POESÍA Samuel Lagunas
HEBEL
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Samuel Lagunas PLEGARIA POR LA DESTRUCCIÓN UNIVERSAL POESÍA HEBEL
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PLEGARIA POR LA DESTRUCCIÓN UNIVERSAL POESÍA Samuel Lagunas
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PLEGARIA POR LA DESTRUCCIÓN UNIVERSAL | POESÍA © Samuel Lagunas, 2015. © HEBEL Ediciones Colección Arte-Sana | Poesía Santiago de Chile, 2015. www.benditapoesia.webs.com Qué es HEBEL. Es un sello editorial sin fines de lucro. Término hebreo que denota lo efímero, lo vano, lo pasajero, soplo leve que parte veloz. Así, este sello quiere ser un gesto de frágil permanencia de las palabras, en ediciones siempre preliminares, que se lanzan por el espacio y tiempo para hacer bien o simplemente para inquietar la vida, que siempre está en permanente devenir, en especial la de este "humus que mira el cielo".
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Algo asĂ como un pro-logo
Hay que guardarse de la poesĂa como de la peste. O bien escribir con franqueza los poemas. Emil M. Cioran
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Un buen libro de poesía A Samuel Lagunas Un buen libro de poesía No es necesario leerlo completo No es necesario terminarlo definitivamente Nunca se termina de leer Un buen libro de poesía Casi nunca se empieza Un libro de poesía excelente Solo se degusta Mil veces por minuto Eso basta Un buen libro de poesía Es excepcional Y no cansa Y no es necesario terminarlo Ponerle fin Como casi no fue necesario comenzarlo Sin embargo Apareció Allí Rutilante Furtivo Perfecto Imperfectamente perfecto 9
Para ser más precisos Plenamente imperfecto En su belleza Pobre Abrupta Tenue Y recalcitrante Así es un buen libro de poesía Así es Uno Tan escaso Tan urgente Y necesario Como éste.
Luis Cruz-Villalobos Poñén, Chile, invierno 2015
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Reflexiones en torno a la materia de este libro
A veces la poesía debe llegar más lejos que el amor y más lejos que todo Y romper cosas. Monserrat Álvarez 11
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La poesía no salva. Si repites un sortilegio no estás leyendo un poema. No tiene que ver con la belleza, ni con lo sublime, ni con las investigaciones policiacas. Un poema no equivale a una erección, tampoco a la obtención de un doctorado en el extranjero. Un poema puede ser mucho más que eso pero nunca eso. Es triste pero la poesía no es parte de la medicina alternativa. Mientras madre convalecía del cáncer en la cama, yo le recitaba versos del Eclesiastés y nunca mostró señales de recuperación. El poeta no es un pequeño dios, es la señal de tránsito que los automovilistas ignoran en la carretera. La poesía no sustituye a los orgasmos en la madrugada, ni a las citas con los muertos en los sueños profundos, ni a los besos en la boca que una pareja se regala mientras bucea en el Pacífico. Un poema no funda una familia, no gana una batalla. Pudiera parecer injusto pero la poesía no limpia la conciencia. Tampoco la ensucia. La poesía no tiene conciencia. No espera. No busca.
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No sé qué quiere un poema. ¿Nada?, ¿todo? El lenguaje de las líneas poéticas y de los spots publicitarios pudiera ser el mismo pero el primero es incapaz de generar tantos billetes. Para la mayoría, ser poeta no es redituable. Tienes que dedicarte a la docencia, vivir en la casa de tus padres o juntarte con alguien que tenga un trabajo más digno y mejor pagado. Estilista, por ejemplo. El pelo crece, crece, crece. Las palabras no. Conservan su estatura, su longitud, pero se escurren y huelen mal. No es sencillo escribir un poema. Es como, como, como buscar las letras que encajen en las casillas del puzle. Es como encontrar un lugar en un mapa vacío.
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Razones del luto
Oye, todo se deforma con facilidad, se cae tan rรกpido, se vuelve lodo. Chuei Yagi 15
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Ya no más utopías Ya no más utopías: hemos anidado en la podredumbre y los ángeles siguen velando el basurero, no sé cómo soportan el hedor y toleran el terco espectáculo de la masacre. Debe ser por una orden que están destinados a cumplir. Ni siquiera la noche los guarda de la náusea y la lágrima constante: tienen llamas en sus ojos con que escrutan e iluminan las pesadas sombras del universo. Ya no más utopías pero tampoco sobrevivientes al apocalipsis: después de todo, la fidelidad del remanente es también una utopía.
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San José1 a Norma y Jorge A veces la desnudez pierde su erotismo: estás en la cárcel. Han canjeado tu identificación oficial por un código, otro más para tu colección de seudónimos asignados por las máquinas. Hace frío y es imposible vestir aquí la sudadera de lana. Cada paso, cada escalón es una historia diferente: ora la letanía de la madre agobiada, ora el romance atrevido que inició la joven embarazada por teléfono. En la hilera de sexos se abren las casillas. El oficial despeña las órdenes desde el margen. Poner en la mesa los calzones y los calcetines. Hacer dos sentadillas. Dar la vuelta y abrir grande la boca.
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Nombre de sitio donde se ubica el Centro de Readaptación Social del Estado de Querétaro
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“Es procedimiento de rutina”, excusa si le bromeas. No puedes comenzar a vestirte si él no lo autoriza. Alcanzas el último retén. Es mediodía y los rumores circulan, de agonía, de sospecha, de ansia de libertad. Las parejas se abrazan, hacen el amor dentro de la celda y duermen dos o tres horas. No dudan que se aman. A veces el amor pierde su erotismo, su frecuencia, sus cuerpos, su jugosa claridad y todo es penumbra, rejas infranqueables que se abren y se cierran.
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Aplastamiento de los pobres en cualquier lugar del mundo ellos incomodan Lêdo Ivo Te has fijado cómo aplastamos a los pobres. Culturalmente está bien que no compartamos la fila. Somos clientes preferenciales, no somos pobres. Por si fuera poco, está claro que el gobierno no hace mucho por ellos y el sistema económico los execra: suena absurdo pero los vuelve más pobres aún que los sociólogos requieren patentar otras categorías para los más pobres. Las mujeres pobres engendran hijos pobres aunque estoy seguro de que los espermatozoides de los hombres pobres gozan de las mismas posibilidades que nuestros espermatozoides. Inclusive son mejores. ¡Veamos las estadísticas! Los pobres piden un préstamo y se van al futbol a apoyar a su equipo. Los pobres piden otro préstamo y compran una televisión para apoyar a su equipo. Los pobres no son un equipo: discuten 20
por los espacios para dormir. En ocasiones comparten la droga pero la mayoría de las veces cada uno debe hacer lo necesario para obtener su ración. Las mujeres pobres no cuidan los hijos de otras mujeres pobres si no obtienen una ganancia. Un itacate ya es una ganancia. Los hombres rentan a sus mujeres, venden a sus hijos por unos cuantos pesos. Son muy pobres. ¿Te das cuenta de cómo los aplastamos? Pensamos mal de los pobres. Hablamos mal de los pobres. Escribimos mal de los pobres. Los pobres no tienen voz. Nadie se las da. Nadie quiere dárselas. Sólo a Dios le importan sus voces gastadas por la ruina, o al menos es lo que se escucha.
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Billy Graham 2 y la guerra Billy ronda los cien años y ya no camina. Ha fundado una biblioteca donde sepultaron a Ruth su mujer. Si no nos detenemos con lupa en los detalles, ha sido un buen hombre: tiene una amiga lesbiana que se llama Patricia y escribe novelas de misterio. A Billy Graham, lo mismo que a Kaláshnikov, lo persiguen sus fantasmas; aunque no haya patentado ningún arma de fuego, imploraba ante el Todopoderoso la destrucción del comunismo y la muerte de los vietnamitas. Afortunadamente Dios ama a los vietnamitas y no dejó que prosperaran las estrategias militares del predicador.
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Billy Graham es un famoso evangelista norteamericano polémico por la cercana relación que ha mantenido con varios de los presidentes estadounidenses (N. del A.). 22
Pero Billy Graham no quiere a los musulmanes y culpa a los judíos por la pornografía en Hollywood. No tiene la culpa de haber nacido en una época donde los odios se acendraron en los corazones ingenuos y en los párvulos maniqueístas. Pesa sobre él, sí, cierta responsabilidad de no leer el Sermón del monte tomando en cuenta las opiniones latinoamericanas o los aportes de Galtung y de Amartya Sen. Pero Dios te perdona, Billy, a Él tampoco le importan los manuales de economía ni los estudios de la paz. Le importan los vietnamitas, los musulmanes, los judíos y la comunidad gay, ésos por lo que tú orabas, Billy, con imprecaciones.
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La vanidad de las tablas la misión de la ley es hacernos conscientes del pecado. Romanos 3,20 I. El Dios solo Hay un Dios solitario que camina a través del universo. No es el dios-aire, el dios-cielo, el dios-sol, el dios-relámpago, el dios-gay, el dios-madre, el dios-terror que apalea a los condenados. Se trata de Dios sin otro sustantivo más que su nombre a secas, esas letras fugitivas que ni siquiera son su rostro, ni su espalda, ni su dedo narrador y fulminante. Eso no lo vuelve ermitaño; más bien, lo multiplica igual que en la sentencia filosófica de la esfera. Aunque no sea la redondez la mejor geometría para establecer paralelismos, sino la longitud evaporada del desierto. II. No harás ídolos Tienen senos grandes o senos pequeños 24
las chicas que me gustan. Pueden hablar cualquier idioma y dedicarse a cualquier cosa. Si no saben hacer el amor, aprendemos juntos. No importa si están casadas, o tienen novio, o si se sienten atraídas por otras mujeres. Yo las sigo mientras sepa que son chicas. Los chicos no me gustan. Ni los animales. Ni los muertos. Ni los niños. Ni las niñas menores de quince. Pueden temer a los insectos como yo e, inclusive, ser más listas que yo, tener un mejor trabajo, ganar concursos literarios y obtener becas para el extranjero. Las chicas que me gustan no necesariamente leen, pero si lo hacen, me gustan más. Son delgadas y no tienen ninguna discapacidad. Saben reír, comer en un restaurante italiano y disfrutar un plato de cecina. No roncan, o roncan muy poco. Me miran a los ojos y mi cuerpo se conjura para ellas. Los dos nos suspiramos si estamos lejos, si estamos cerca los dos nos excitamos. Las chicas que me gustan aparecen en mis sueños y en el vuelco que llamamos 25
pensamiento. Aparecen en mis poemas como lo que son: figuras de cera congeladas. III. No tomarás el nombre en vano La palabra rosa que no tiene en mente la rosa predilecta es solamente un cúmulo de baba y una gesticulación. Nada más el alma conoce las fronteras entre la palabra y su significado. En el cerebro decir estrella es lo mismo que hablar de azúcar, de viento, de memoria, de sombras invidentes. Una palabra muda es un hueco, es un hombre muerto. Anda, poeta, coge las palabras como a un toro hinchado, como a una ramera después de la batalla. IV. Santificarás el reposo Yo puedo beber tu cuerpo, como lo hacen los ojos con el pasado y con las esperanzas: la luz negra, el paraíso desmedido de la imaginación. No se trata de dormir, sino de la ventana oval 26
que atravesamos a rastras y la música de los pies sobre el tiempo roto. Después, el juego de las incertidumbres pesadas, la conciencia a la intemperie, la mirada mística de los ciegos. V. Honra a tu madre Si estuvieras, madre, conmigo todavía empotrada en la cama del cáncer y del veneno, no sé si mi corazón soportaría tu vómito verde, agrio y espeso. Mira el juego, los versos evitan tu nombre porque temen que existas otra vez para morir, prefieren el insuficiente, el apagado trote en círculos sobre la í. Qué tentación, mujer infame, huir, matar tu nada cruel. Llena de llagas y purulentos trapos, poco a poco el hambre, el grito franco sofocó tu alma. Sobre el altar de Dios: tu peso, tus 85 bellos kilos, mamá, que sacrificaste por no sé qué promesa malograda. Ya no puedo respetar 27
tu boca, tus manos, tus ojos amarillos, tu cariñosa voz llorando entre la almohada. VI. No asesinarás Los niños no son las blancas palomitas de la voz popular. Yo he visto cómo arrojan piedras a las aves mientras vuelan o cómo empuñan un arma contra sus profesores. Son unas bestias, los niños, mienten para afianzar su lugar en el mundo y le echan alcohol a la cabeza calva de los secuestrados. También seducen, incitan; las niñas no siempre son unas angelitas, saben jugar con sus mayores y ponerlos bajo sus diminutos pies. Unos a otros se bulean y eso está bien, es una guerra justa si tomamos en cuenta que la infancia es un escudo del diablo y que la hoz de la muerte raja con las encías rosas de su pútrida inocencia. 28
VII. No cometerás adulterio Jesús indica que no cometamos adulterio, está en el evangelio de Mateo V, XXVIII. Dice incluso que no imagines a un chico montándote muy cerca de un río fuerte y solitario, ni a una chica unida a ti por medio del sexo oral o la cópula establecida. No, ni siquiera cuando lees este poema. VIII. No robarás Mucha, muchísima hierba. Un pez en un camino congelado. Desde el tobillo hasta el cuello en un momento de crisis el animal azul sangra suavemente, con pavor3. IX. No dirás falso testimonio / Otra meditación de Gorgias sobre el lenguaje Si ni tú ni el amor existen.
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Versos de Luna Miguel, Rogelio Saunders, Yeats, Kavafis, Trakl y Apollinaire.
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Si yo no sé cómo cortar tu cerebro, tu corazón y tus vísceras de manera que él amor y tú surjan y logren sobrevivir. Si yo no puedo decir nada sobre el amor ni sobre ti, ¿para qué escribo? Escribo para mentir. X. No codiciarás Cuando los viejos quieren un lugar en el autobús de pasajeros, ponen su cara de cansados y de miserables. Buscan decir eso que ya sabemos: a sus hijos no les importan, ni a sus nietos. Son viudos o viven como si lo fuesen: saben prever pero no entienden la dinámica posmoderna del transporte público. “En sus tiempos…”, siempre hablan de esos ayeres frugales y benedictinos. Las mujeres embarazadas pretenden 30
abrirse paso con su bulto en el vientre. Qué lástima que utilicen el embrión como pretexto para su comodidad. No es ése el gesto de una buena madre, es la urgencia de un ser humano de tirarse un flato, de reposar sus pies: le hormiguean, ya no aguanta los zapatos. ¿Y qué decir de aquellas combinaciones de lisiados y seniles? El camión es un infierno de cacharros, abrojos y cenizas donde todos somos extranjeros y en esa imputada orfandad nos hermanamos hasta el odio.
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Otra palabra del profeta las variantes de esta salmodia son infinitas por lo tanto yo no les he dicho nada. Rogelio Saunders Como un trabalenguas de neologismos, como un tarareo conceptual al estilo Les luthiers las palabras del profeta se atan y desatan en medio de la luz. Tiene sus pies hinchados y ya no es nada más que esa estera donde Dios posa sus talones. ¿Qué quiere decirnos el profeta? Las volutas de humo reptan su pelo. Está ardiendo y le duele el escozor de los carbones. Muere en efigie. Muere en cuerpo. Muere en alma. Muere en todo ese platonismo bipartita que nos hemos tragado. Y está solo. Deambula entre los fonemas y sus variantes, entre los múltiples significados de ese esperma divino que son sus palabras. 32
Salvedades
without light nothing is visible. Tom Mandel 33
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Hacer un poema Hay veces en que el poema suena como a búsqueda, como a que algo no cuajó en la factura: una línea de tizne, un hueso roto, un vestido de polvo sobre el color húmedo del óleo, la sangre y la basura sobre el feto. No sabemos si culpar a la gramática, a la postura del alma o al tiempo que hemos perdido viendo el campeonato de futbol y leyendo memes en el internet. Aunque quizá la preocupación sea exagerada, pues el poema se las ingenia, entre el disco duro, las hojas de papel, el ruido sobre tus ojos. Y camina.
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Joven que espera a Dios entre las llamas en memoria de las víctimas de la violencia en México Cualquier muerte es una llama, es hule encendido tatuado entre los ojos, entre los pies cansados por la fatiga de esperar a otro Dios que nos aplaque la ira, el lloro, el escozor de morir también en un nombre que se olvida, en una historia que es nada mas un cadáver perdido en los alteros de documentos oficiales, de basura, de cenizas comidas por el río. Ya no sé si queda la esperanza de que las nubes sean la casa definitiva de los muertos (los vivos eternamente). Ya no sé (aunque digan las encuestas que Dios existe) cuánto se preocupa por este hedor, esta masacre de bocas avinagradas, de clavos hirviendo que perforan nuestra carne. ¿A ti, Señor, que te fascinan los números, el siete, el seis, el ciento cuarenta y cuatro, qué te dice 43? Cualquier muerte es una llama y esta humanidad se calcina 36
entre gritos que se elevan en el humo hasta tus atrios: tocan tu timbre, rompen tu ventana, buscan tu cuarto, tumban la puerta y te has ido. O nunca has estado allá, Señor, sino también tú sufres en este país ¡de tumbas abiertas y vacías!, en este ardor de fuegos que nos acercan, que nos abrasan.
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La canción de la hechicera Pero algunos dijeron: Belcebú, el propio jefe de los demonios, le da a éste el poder… Lucas 11,15 “Sus ojos son cirios pascuales que alumbran el camino al infierno”. Otras cosas cuentan de ella pero yo no las creo. Melinda vende sortijas en la esquina del mercado. Tiene los bucles sucios porque duerme a la intemperie. Dicen que es una hechicera pero yo no lo creo. Ayer le pregunté sobre sus dedos, son ágiles y finos para jugar al tetris pero quería saber si servían para el piano, la flauta, o la guitarra. Melinda casi no dice ninguna palabra.
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Cuando en el parque la vemos jugando, la rodean los perros y las aves. Lo que pasa es que carga bisteces, pan y los comparte. Prefiere no sentirse sola. Tiene once años y sus críticos aseguran que no ha envejecido, que por eso es una bruja. Yo no les creo. Melinda me lleva a caminar por los baldíos donde los pobres tienen sus casas. Son páramos tristes, devastados por el aire enfermo de las fábricas cercanas. Ella no sabe que son así: tiene ríos en sus palabras y flores de miel, criaturas insospechadas. Confiesa que vive con Dios en un rincón del paraíso. Yo le creo.
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Las manos y el juego nadar, nadar, nadar como desesperados 60 metros: sólo entonces no sabremos dónde comienza el agua ni dónde acaba el cuerpo. Ulalume González de León Tú y yo somos inocentes porque decidimos consagrar nuestras manos al amor. Cuando nos conocimos el futuro lucía como la bruma sostenida por el mago: solamente un juego en el que avanzar sin tomarnos tan en serio las despedidas. Porque estamos juntos, amor, y nuestras manos están atadas con sus dedos. No pueden estar de otro modo: se necesitan para el siguiente movimiento de la trama. Decápodos que han inaugurado nuestro bestiario, las manos tejen sombras en la cara y en la piel que cubre el corazón. Aunque envejecen como nosotros, saben pasarla bien: a veces merodean, a veces se instalan en el lugar preciso, se encajan allí como si fuesen la bala del asesino. Ellas no han empuñado armas blancas para la liquidación, son mansas 40
y un poco torpes nuestras manos; no se acostumbran a pisar el mismo cuerpo, lo que convierte su vida en una empresa constante, llena de descubrimientos. Son ingenuas, debemos aceptarlo, y es que no tienen cerebro, no poseen la angustia de nosotros. Nuestras manos juegan, juegan, juegan, como los ni単os en las secuelas de las inundaciones. a Ruth, a sus manos
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El monje que vendió su ferrari El monje que vendió su ferrari no fue feliz, Señor. Caminó por horas hasta llegar al monasterio. Tú no estabas en el sol aunque él creyó verte en los rayos que martirizaban su cabeza calva y en su hermana la tierra cuyos guijarros atravesaban con furia la planta de sus pies. Señor, si tú hubieses tenido un ferrari lo habrías canjeado por una o dos camionetas, recogerías a los niños enfermos y los llevarías a los hospitales, albergarías en el asiento trasero a las mujeres golpeadas, masajearías sus pies y les contarías algunos chistes para que recuperaran la sonrisa. Porque tú no estás en el dolor, Señor, no te quedaste en la cruz maldita de la profecía. La apatía es más fácil, Señor, el escapismo al más allá. Perdónanos. Sólo el grito de la memoria puede prevenir otras torturas.
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Negación de sitio No la luz fulminante que se toca, ni el hallazgo de los muertos redivivos; no el juicio de los dos caminos ni la espléndida faz del Pantocrator; no el eclipse acumulado de la vida ni el páramo lleno de monzones; no la constatación de un equilibrio ni mucho menos los lobos amarillos; no la falta de sonidos ni el chirriar obsceno, lastimoso; no el túnel que se corre solitario ni las sombras que impiden la partida; no la nada ni la provisión de todos los volúmenes de historia universal; no la sed que crepita, ni el silencio sino aquel enigma que prosigue. 43
Los justos heredarán la tierra Los justos heredarán la tierra y no precisamente los testigos de Jehová ni algún múltiplo de doce sino los mancos, los invidentes y los que han perdido los pies en la batalla con los reyes del aire, con las potestades de este páramo insólito en el que nos tocó (¡ya no más, Señor!) estar vivos. Al final, son los injertos los que quedarán en el árbol aunque también las ramas originales. La verdad es que no sé a qué te refieres cuando aseveras que los justos heredarán la tierra y que los frutos revelarán a los escogidos. No sé.
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Hip贸tesis del fin
no hay tiempo para las grandes pasiones. Juan Carlos Bautista 45
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Una carta de amor en medio del apocalipsis otra vez a Ruth Mi cuerpo fue tu sombra en las horas de amor y en las de duelo. No era sólo compañía sino esa parte de ti, que era tu cuerpo. Nunca estuvimos solos, el hilo del amor nos recogía en medio de la ciudad violenta y el odio embravecido. Peatones, fugitivos de la muerte nos amamos en la cama y en la arena, en mi espalda y en tu espalda sembrábamos la ingenua esperanza de la resurrección. ¿Oyes cómo el viento exhala? Están volviendo los espíritus a su cuerpo y tú y yo, amor, nos vamos yendo con estas manos tercas que aprendieron a batirse en ruegos por el mundo. Mira cómo las palabras nos recuerdan ese tiempo en que vivimos como una sombra y un cuerpo, apenas ayer, apenas hoy, hace un segundo, todavía.
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Cambio de camiseta Si por un momento Dios tomara partido por los animales y las piedras, incluyendo los restos fósiles, el petróleo y las innumerables plantas de las casas, sería lo más justo; si, por un momento, Dios tomara partido por las palabras y cada letra de los libros empuñara una espada, nosotros las aplastaríamos igual que asqueles en la baqueta; entonces, ellas horadarían la suela del zapato y en esas rayas del pie que no dibujan ningún destino encontrarían el muro débil, treparían cada vena, cada órgano y todo en nosotros lo vaciarían de significado.
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El diluvio Tú dijiste, Señor, en ese tiempo remoto de la primera lluvia que ha quedado en todas las historias; tú dijiste, Señor que el agua no sería más un vehículo de destrucción; incluso lo juramentaste con un arco en las alturas, aseguran los hebreos, aunque bien pudo haber sido como cuenta Gilgamesh: un hombre, hoy perdido en la geografía, sabe el secreto. O quizá fue aquel error doméstico de la moledora que con sus uñas acariciaba el cielo; o esos primeros seres de madera, gigantescos, que ya no sobrevivieron. Pero el fuego, Señor, todavía es una alternativa, o la furia de las placas de la tierra, o el hambre, tal vez la sequía, pero no más la guerra. ¿Recuerdas al rey que mató a Urías? “Mejor que tus manos nos destruyan al craso horror de la tortura humana”.
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Zombis y resucitados ¿En un mundo más estricto no seríamos fantasmas? Marco Antonio Montes de Oca “Matamos a sus seres queridos”, me dice el hombre del otro lado de la línea. ¿Y si se trata de mi padre? No se preocupe por el complejo edípico. Su padre ya está muerto: es un zombi. ¿Y si la que ha regresado de la tumba es mi madre? Asegúrese primero de que se trata de un zombi y no de un resucitado. ¿Algunos consejos? Si su familiar volvió del supermercado y quiere morderle el pescuezo, no lo dude: es un zombi. Si su familiar fue sepultado hace tres años y ha regresado a casa pidiendo un poco de agua, piénselo un poco: puede tratarse de un zombi cortés que necesite el líquido vital para tragarse un trozo de su carne. 50
Si su familiar fue enterrado hace quince años y toca la puerta de su habitación y su silueta está nimbada de luz, cierre la puerta, apague el foco, vuelva a encenderlo, abra la puerta y si el fulgor persiste, puede ser un resucitado. Para estar completamente seguro de la naturaleza del redivivo, necesitará arriesgarse (ni modo), y, como oveja en el antiguo sacrificio, ofrecerle el cuello. Si el pariente en cuestión lo ignora, no tiene de qué preocuparse, se trata de un resucitado. De lo contrario, no habrá remedio: usted se convertirá en un zombi. Los resucitados pueden, a la larga, ser buenos aliados en la lucha en contra de los zombis: ya no vuelven a morir, su carne no expide olores ni sabe a nada (un zombi curioso lo ha verificado). Lo difícil es convencerlos de tomar las armas, los resucitados suelen ser tipos bastante mojigatos y pacificadores. Si su padre, su madre, su consorte, su mejor amigo o alguno de sus allegados toma estas actitudes, dese por muerto, más bien, por zombi. O métase un tiro, arrójese de un puente sobre el río con la esperanza en que Dios lo resucite 51
antes, mucho antes, de que los zombis localicen su cuerpo y lo despierten. Porque, seamos sinceros, en el futuro la historia se repetir谩 con zombis y resucitados. Usted y yo, unidos por este cord贸n de ondas y esta carne moribunda, neutra, fantasma, solamente estamos de paso.
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Consejos avanzados para la invasión extraterrestre No tenga miedo. Los extraterrestres no son humanos ni han registrado cada uno de los eventos de nuestra historia en sus computadoras. Si me lo preguntan, yo creo que no tienen computadoras. Los extraterrestres no usan su memoria. Son islas que carcomen la galaxia, igual que el moho en la comida. Cuando llegue la hora del encuentro, no tenga miedo. No introducirán objetos en sus partes vergonzosas. Procure entablar una relación basada en la franqueza. Es posible que escuchen nuestros pensamientos y no les gustará saber que estamos mintiendo. Si le apuntan con un arma (puede ser un lápiz, una hoja de árbol o un vegetal) no les diga hippies ni se burle con alaridos. Agradezca que no lo tiene encañonado una pistola de átomos o una mano sin dedos. Cuando sienta que su vida está en riesgo, no tema. Ordene sus ideas, 53
evite las maledicencias o las súplicas de “paz”. Al acercarse a usted o a sus hijos, los extraterrestres lo harán en silencio, vendrán como las gotas de agua que no escuchamos en el sueño. Ya sé que nos preocupa el dolor que sus ataques puedan infligirnos, la furiosa novedad de sus instrumentos punitivos. No se preocupe. En un par de días habrán acabado con todo. Pero no tenga miedo. Los extraterrestres no son humanos.
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Posibilidades en la teosfera porque si yo te amo y tú me amas tal vez no todo esté perdido. Raúl Zurita Dios nos vigila. De eso estamos seguros. Madre cantaba una canción para que yo durmiera: El mundo de Dios, el mundo de Dios, lo hizo por ti, lo hizo por mí. Yo no lograba que el sueño se posara sobre mis ojos: tenía una pesadilla recurrente: la carcajada del diablo. No sé qué tan normal sea que un niño sueñe con el diablo. Yo lo veía, mofándose de mí. Era, hoy admito las similitudes, el mismo diablo que acecha al perro Pluto: fofo, grotesco, rojo. Despertaba llorando y mi abuelo comenzaba a orar a Dios. Él siempre fue así, un hombre de fe y de palabras. Yo lo quise, cuánto lo quise, pero ya no lo recuerdo. En ocasiones me dan tantas ganas de conversar con él sobre la teología de Karl Barth o la ética de Bonhoeffer, cuentan que era muy inteligente. No todo está perdido, otro mundo es posible. Madre tenía una canción para los velorios: Más allá del sol, más allá, del sol, 55
yo tengo un hogar. Cuándo, cómo, dónde. No son esas las preguntas adecuadas. Yo sé que no interesan las preguntas. Señor, yo te propongo que el fin sea ahora; mañana, si tú quieres. El mundo es tuyo, el mundo es tuyo.
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