Tiempo de Rosas. Poesía (2021). Luis Enmanuel

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L u i s

E n m a n u e l

HEBEL EDICIONES | POESÍA

TIEMPO DE ROSAS

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Luis Enmanuel TIEMPO DE ROSAS POESÍA HEBEL

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Luis Enmanuel

TIEMPO DE ROSAS

HEBEL Ediciones Letheia | Poesía

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TIEMPO DE ROSAS. POESÍA © Luis Enmanuel, 2021. © Hebel Ediciones, 2021. Colección Letheia | Poesía Mendoza - Santiago de Chile. Editora y diseñadora: Matilde Belén Escobar Negri. Imagen de tapa: Augusto Valdés (@gusval7). Qué es HEBEL. Es un sello editorial sin fines de lucro. Término hebreo que denota lo efímero, lo vano, lo pasajero, soplo leve que parte veloz. Así, este sello quiere ser un gesto de frágil permanencia de las palabras, en ediciones siempre preliminares, que se lanzan por el espacio y tiempo para hacer bien o simplemente para inquietar la vida, que siempre está en permanente devenir, en especial la de este "humus que mira el cielo".

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A Nayara,

la caja de música y la pipa de espuma.

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PRÓLOGO

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Es tiempo de escribir. Y ese tiempo siempre es inspirado por esa razón bella que, cada escritor, cada poeta y cada artista, tiene para hacerlo. De ahí, de esa razón, siempre salen los mejores poemas, porque es algo real, tangible... aunque siempre nos lleve a hablar de algo que no podemos tocar, pero que sí podemos sentir. Quizá por eso todo comienza con una nana, para acortar distancias entre el sueño y la vigilia, para convertir en cierto lo soñado. Soñar que Madrid se rinda a los pies de esa realidad, y nosotros miremos la ciudad desde una buhardilla donde jamás habrá humo donde poder ocultarse; el mismo que a veces hace de autoayuda a la par que de suicidio. Pero al que algunos, una vez, nos salvó de todas aquellas cartas de amor por las que morimos, por un par de piernas que se abren y que nos hacen sorprendernos de su belleza. Ahí, justo ahí, sepúltanos la inocencia, en ese río. Ahí, justo ahí, ocultamos la verdad entre los muslos y el suave roce de esa piel desnuda.

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Tal vez es que seamos magos o Silver en otros tiempos. Tal vez el desencanto o la maldita circunstancia. Tal vez, algún día, dejemos de ser todo lo que somos y lleguemos a una isla, allí donde remite la esperanza, donde vayamos hacia adelante, hacia aquellos que se aman. Tal vez por eso cerramos también ese sueño hecho realidad con otra nana. Por eso Luis cuando duerme, sueña. Por eso, es tiempo de escribir. Y con ello, lo intangible se vuelve físico. Los sentimientos se materializan. La primavera vuelve y, a su paso, deja ese aroma inconfundible que solo sabe avisar que: Es Tiempo de Rosas. Es tiempo de amar. Y de que los mejores poemas florezcan, una vez más, en sus manos.

Menchu Romero Poeta y novelista Julio de 2021, Murcia.

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TIEMPO DE ROSAS

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“Déjame entrar Te quiero Menos mal que te quiero…” A la izquierda del roble, Mario Benedetti.

“Son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas” Aquellas pequeñas cosas, Joan Manuel Serrat.

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I. Nana para empezar

En las noches de verano me rodea con sus brazos en un sueño nebuloso. Desperté bajo sudores, con la cama destendida, y pensé en ella. Es terrible adelgazar de soledad bajo una Luna fresca.

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I.

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I.

Dejó su ropa en la meseta por venirse conmigo. De puntillas, conteniendo los dedos, se alejó de su niño de tela para no despertarlo… Yo me apretaba entre sus brazos. Boca nueva, manos locas: como si a la puerta le nacieran sombras. Muchas noches pasaron encima. Todo el cielo volcado en nosotros. Ahora, ella se ha ido; lo mismo, despacito para no despertarme.

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II. Memoria de las distancias

Cuando regresan los días como palabras en boca más certeras que el rayo, pienso en la vuelta alegre a los relojes. Al instante en el que fui criado por Ternura. Lunes a Martes eras, tal vez, una visión de pelo corto. Una palabra de otra seña. Por qué si no habré amado sin pedirlo. Por qué si no querrá escapar la chica triste -de juventud cansadaque nunca salvarás. Porque tienes la cara limpia y los dedos fríos. Porque a la luz de una distancia eres capaz de conjurar el agua

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y derramar por el camino la sangre tibia que me falta. De qué otra forma habría sabido que la espera es larga, y no tan larga si te pienso.

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III. Madrid a tus pies

El cielo devorando donde el cuerpo pierde forma. Si no quisiera desvivirme por los días que presiento habría congelado el insolente bastoncillo que restringe los faroles de la noche. Uno vaga con manteles de fantasma. Ni la pureza del viento, ni los errores ardientes, ni las rapsodias del cáliz pueden confundirme. Bajo la luz de una garganta ácida revuelven las cajitas del armario en busca de un colgante que el invierno regalaba. Es posible caminar a los adentros. Que la vida ampare sus carencias. Es posible que una bestia encarcelada no permita los horrores del futuro.

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IV. No se fuma en la buhardilla.

Tira del perrito. Llévalo a tu pecho, hija mía. Corriendo se te escapa. donde ronda la Luna, donde ronda el silencio. Ya no eres niña ni yo el hombre que fui nunca. Tira del perrito y llévalo contigo hasta el final. Aviso para que llores. No podré sostenerte cuando abras los ojos al final de la escalera.

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V.

“Pero es tu soledad la que puebla mis noches”* Alguien habla detrás de la pared. El viento abre la boca con su calma. Escucha sin oír al niño bueno que abraza al otro yo de hace bastante. Pero al rato caigo hacia la vida. Hacia los meses de inútiles palabras donde la soledad espera en el bolsillo. Vuelve a aparecer ese recuerdo y en medio de la tarde pienso en ti. Cuándo acabará…

*“Tu compañía”, Roque Dalton.

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VI. Autoayuda

Con una pieza dorada espero lo que el tabaco de menta y las cada vez menores cantidades de alcohol suponen que he perdido. La serie de este mes ha consentido que mis ojos ya no existan, que dejaran su camino hace bastante (no sé cuándo). Más de un año entre fiestas y paredes que me arropan como rebelde sin causa han afectado a la primavera. Todos los consejos de la web me vienen grandes, y tengo que confiar en mi poquísima experiencia para arreglar conflictos del primer mundo. El oro de mis rizos ha tomado formas imposibles, y pensar todo en voz alta

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es una causa sin remedio. Una pieza dorada que germina en el fondo de mis sueños. En el fin de toda raza. Siento decirle que difiero. Ella tendrá los ojos muertos. Yo sigo viviendo igual que hace tres años, cuando perdí la cabeza por una carta de amor.

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VII. Ocupado por la sombra

Los jóvenes caminan en agujas plateadas del ensueño. Vertical, bajo seda y almohadones, reposan los cabellos con brutal misericordia. -Piernas que se abren cuando el bombillo fluorescente gana vidaTras la ventana, un campanario viejo por el aire tiembla con la tristeza de su verbo. Extraña sensación imaginar a los que tienen frío. Es la hora en que reclamo oscuridades para unir escrupulosamente el hilo de mi voz a las agujas y dejarme sorprender por la belleza.

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VIII. Sueña mi felicidad

Sea niño, Luna o cualquier cosa llegan todos soñolientos al encuentro, y augurado por uniones de esperanza supervisan las estrellas sin mirarlas. Compañeros de la tierra, extranjeros del exilio, vuelven, abatidos, en respeto a lo que eres, en respeto a lo que buscan. Paso al frente, la nodriza guía huellas de luz baja suspendiendo el epicentro con la nuca. Vieja que desdobla su postura -Antes „que Arriba esté muy cerca-. Recreo, distracciones, qué feliz será tu mano cuando en ella las heridas desvanezcan bajo el golpe sumiso de las vendas. -Pasen, negreros, pasen, voy a lavaros los pies aunque mi espalda sea roja-

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IX.

“¡Pero cómo es odiosa /la débil luz primera!”* En la bola de cristal sereno, -cuya nieve florece como espinasganaste la atención del laberinto al que no ayudas con la esperanza de su ruina. El minotauro ordena y cataloga tus anhelos en archivos de piedra enmohecida. No es, quizás, un animal cobarde, un poco-hombre que se orina con delirios, fraccionando la verdad en hojas rotas; más bien un cura que pelea con su angustia,

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una chica que desprecia la ternura, un eco bajo el agua de tu voz. Mano diestra del espejo en tierra negra, adviertes cómo pasa el arcoíris antes de ser algo; cómo deja tras de sí el relámpago de sangre que te da los buenos días.

*“Aunque amanezca”, Fujiwara no Michinobu.

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X.

Ahora, que anuncia tu piel una abertura sobre el aire que desprecia con barbárica soberbia el cristal inmaculado, quisiera dar entrada al escondite que ha otorgado el agua. Despiertan con el Sol las plantas secas. Llega a mis oídos el cabello de una escoba; apurando el movimiento que impedía los segundos. Define, por los dos, el término caído entre la nada y tu presencia al evitar el caos. Traza con lápices de ángel un principio que socorra al menos liberado. El papel está vacío o, al menos, eso dicen. Y hablando de infortunios que arrebatan el hechizo de las peores formas:

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sé del viaje que has tomado, aunque de él no hables. Sé del humo, que de la puerta escapa, cuyas preguntas guardo. Exiliada por la niebla hacia otro día, el cuello peregrino de tu nube refugia entre los brazos un retorno como el cielo. En el aire sin cabeza pájaros de ahora y flores ambarinas tocan puerto. El agua escapa, corre la nube. Porque llega luz me siento vivo.

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XI.

“y entonces sólo un sorbo de café nos amiga en su dulzura con la tierra”*. Sepultada la inocencia a las orillas del río, Y muertas ya: tiniebla, nube, venda como un gato, busco si es probable el entramado que ocasiona el aire. En efecto, nadie siente, nadie ha oído, que tras horas de vacío en los rincones ponga la casa su identidad más tierna. Y, sin embargo, lo aseguro, después de todo, la balanza presenta sus respetos; noche obesa, día ingrávido, hoja en blanco. Es cuestión de caminar lo suficiente. El café ya está servido. Las burbujas en el pelo dejan suelto el aromático esplendor de la rutina. Errantes los colores, salmodia entre los dientes ignorando el mal carácter.

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Un marido ha degustado los recreos de este mundo.

*“El sitio en que tan bien se está”, Eliseo Diego.

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XII.

Largo fue el sendero de mi pecho en el abismo. Su universo frente al cielo, astros que desangran las cortinas a otra nada. Ahí estuve, encerrado como niño en el séptimo redondo bajo el trono de un caudillo que negaba ser mi padre. Largo fue el sendero, digo ahora que las ramas concibieron, abdicaron, perdonaron -creo- sí aguantaron los renglones de su entorno para mí. Qué diría el santo padre si una boca de serpiente confundiera nuestro Edén con el pasado. Qué diría si el pasado clavara sus amarres en los árboles de Dante. Qué diría si dijera que mi vida es diferente, aunque a veces el abismo pida un beso.

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XIII. Humillado

“Clemencia es una palabra que se usa poco…”* Es difícil no creer en el infierno cuando vives una noche como aquella. Más que noche, revoltijo, desvarío de las crueles decisiones. Su aire, casi aliento en la estación purísima, gira un globo desde el vaso hasta una esquina. Eran cuatro, y más personas que no abrieron su apetito a la caja de algodones. Eran cuatro y uno menos… -Barro, agua, aire, nada-Barro, agua, aire, nadaLa escasa autoridad que padecía en el proyecto de futuro cae a oídos de una estaca sobre manos conocidas.

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Manos de ternura. Manos curativas. -Barro, agua, aire, nada-Barro, agua, aire, nadaCuatro ovejas, dos y dos, tenían el reencuentro al yo perverso que revienta sin indulto a los culpables. -Barro, agua, aire, nada-Barro, agua, aire, nadaSatisfecho el terremoto de Gautier, recrearon la piedad con simpatía y hormigón en las costillas. El desierto fue arrancando gajos verdes a los pies de aquella casa, y brotaron desengaños como espinas de pescado. Es difícil no creer en el infierno. Muy difícil. -Barro, agua, aire, nada-Barro, agua, aire, nada*“Caracol Beach”, Eliseo Alberto.

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II.

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I. Celestina en otros tiempos

En mis párpados abiertos veo como duermes y tu forma y tu silueta son como prefiero. Cierra los ojos, eres mío, y yo soy tuya si los abro. Ciérralos y sueña. La guitarra de mi casa te acaricia los pies, las almohadas te reciben a mis brazos. Oye, si prefieres, mi canción de enamorada como yo te siento en las caricias de mi espalda. Eres mío, eres mío, canto por lo bajo de la noche, Eres mío y lo pronuncio sin complejos ni amarguras, ocultando la verdad entre los muslos y en el suave roce de tu piel desnuda. Ya la vida no me importa, he perdido a mis amigos mi familia anda perdida en los años de mi infancia. Estoy sola. Estoy presa. Estoy ciega, y te miro:

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en tus ojos cerrados haces nuestra vida, en mis ojos abiertos la recreo. -Espera nuevos días, cielo. Espera buena suerte ya verás que toca, ya verásEres mío, y yo soy tuya, aunque viva a duras penas; yo soy tuya. Y tú eres mío.

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II.

Tal vez sea hora de creernos vulnerables. Han caído, como flores las visiones que me ataban al destino para verte, al fin, con otros ojos. El otoño desangrado nos quedaba muy atrás y el invierno muy adentro en esa lluvia de años. A dónde irá la madrugada con sus últimas palabras, a dónde el horno, los manteles, el cacao entre tus labios. A dónde, la farola del barranco que salvaba a los amantes de los cuervos. Fuera de las horas que vivimos engañados dando alma a no sé cuántas alegrías procuré que la distancia me ayudara a que nos vieras como antes. Felices y perdidos, invencibles. De ahora en adelante, nuestra luz es una sola.

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Será la madre que bendiga el pan o el cuchillo que lo parta en dos. Y si el destierro me llevara lejos de tus manos blancas, no olvides recordarnos por las cosas que no diste cuando salieron de la tierra nuevas flores.

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III. El payaso y el mago

Arderá la memoria en el presente. Dormirá el corazón en el pasado. Con ánimo y nostalgia he perdonado el roce del payaso que no siente. Por no sentir ni el peso de su frente mojada por el gato reflejado por eso no está muerto ni enterrado. Rugirá en el rincón donde se siente. Cuando bailas en mi alma, bailarina no existe nadie más, solo tu sombra esclavizada ante el coro y el reclamo. Bailarás sobre mi agua cristalina con tu eco hechizado que me nombra. Bailarás, bailarina, yo te amo.

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IV. Silver en otros tiempos

Tu soledad, al fin, espesa bruma llena de sol la playa y la corriente. Palacio negro con el mundo al frente. Barco en golpe de mar como la espuma. La soledad del capitán y el frío desterrados como un reloj constante como un reloj que sigue fascinante la marcha de sus pies sobre el navío y así va navegando mar adentro, barco arriba, hacia el primer olvido hombre que ayer en la memoria ardía. Un sueño de bondad ocupa el centro El rencor en las olas ha caído y ser feliz retorna como el día.

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III.

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I. a. N y a. S

La oficina de registro cierra sus ventanas por las aves cuellinegras que frecuentan el camino. El agravio más profundo, dice el jefe, coge aire para mejor sentirnos. Llegan noticias de mis años vulnerables… Las aspas van girando débilmente -con presencias del buen tiempo van girando, van girando…Entre la sombra que dejamos pasa un gato procurando los anhelos del futuro que no logro concebir por la distancia. Pongo en su lugar una taza de gramíneas y el gato escapa horrorizado, No te acercas, no te beso, no me dices al oído cosas lindas. Otra vez no… Cada día veo menos y despierto, apenas, sin ganas de vivir ¡histérico! frustrado, con la certeza de que ya no quiero verte.

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Corre la sombra, llegan noticias que me incordian. Los recuerdos de una luz que disminuye desgarrando por mis venas como agujas de Sol sobre la espalda. Han cerrado la oficina de registro y los nombres y las fechas y los más pequeños desatinos aparecen de repente. No queda nada, bróder, ya no queda.

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II. El desencanto

En esta hora llega el Sol como cristales En esta hora las naranjas están dulces. Eras, lo recuerdo, una boca antes del cielo (buen amigo). Y entonces llegó esta hora. Bajos los huesos de una noche veo la ciudad en agua clara llevando la ceniza de esta tierra; la ceniza de esta hora. Mala suerte cuando abrieron los altares y el Dios que nadie quiere visitó a los prisioneros en la reja de su pecho. Un cuerpo ingrávido, inútil, sin “adentro” para los buenos tiempos sería más que bueno reteniendo a los demonios que visitan los contornos de este sueño y evitar que venga Dios a devorarme con su culpa. Era una hora de cristales rotos en los que verse era imposible como llorar en las manos de mi padre.

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Los ancestros de la lluvia regalaron sus ofrendas en honor a los que viven para algo. En un pueblo, una ciudad, la hierba crece y me abandona en el sofá donde mastico la tristeza como un perro. ¿Quién podrá contar una experiencia como esta? ¿Quién podrá decir con buena cara que esta hora ha sido buena? Pregúntale, cariño, a lo que fuimos hace días.

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III. La maldita circunstancia

“La maldita circunstancia del agua por todas partes me obliga a sentarme en la mesa del café”*. Si dejo mi esperanza en buenas manos sabré que sigue viva. El color artificial de las bombillas es todo lo que he visto en una casa retenida por abuelos en despojo de su encierro. Falta poco, no me llega, la vida del extraño afable, la despistada ausencia que fácilmente evoco cuando duermo. Dios no mira hacia los astros ni establece algún retrato que envejezca por nosotros; y creerse abandonado es tan sencillo como perder un año en el encuentro con la Tierra. De nuevo los espectros del agobio trivializan a la muerte con su cálido horizonte. Una isla que habré visto en mis peores altibajos si de ellos consiguiera descubrir algo brillante.

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Pero eres tú, amiga de los buenos rostros la que sirve como techo del abismo. Quién señala tu garganta. Quién el hombre en los contornos. Quién se atreve a figurarnos como ascuas de una historia. Recreaba el acertijo en una tarde tan vulgar como cualquiera que se incline a las persianas para ver el aire. Ofreciendo el firmamento a la penumbra llueven rastros enlodados, y granizan las caídas que retuercen a las nubes como trapos. Una extraña circunstancia va creciendo entre los días menos raros. Y es el día quién rehace los pasos inminentes del futuro embriagando mis anhelos con la certeza de que pronto vuelva el hambre; remitiendo la esperanza de una isla para siempre hacia delante como aquellos que se aman.

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Que repita antes del alba lo que puedo repetir con solo verla.

*“La isla en peso”, Virgilio Piñera.

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IV. Nana para acabar

“I need some sleep you can´t go home like this”*. ..Y esta Luna se presenta en el ocaso de mi vida y me pide que resista, …ya no puedo, ya no puedo, dile tú que ya no puedo. Los amantes pasajeros se han fugado a las estrellas a pedirme resista, …ya no puedo, ya no puedo, diles tú que ya no puedo. Mis abuelos han bajado de las nubes o las piedras obligando a que resista, …ya no puedo, ya no puedo, diles tú que ya no puedo.

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Ve mi pobre ausencia con la miel del paraíso donde esperan las pisadas a que vuelvas otro día. Cría niños, llega alto, ama siempre, ama a otro, pero ama. Consuélate, mi vida: te he querido como a nadie. He visto la mañana entre tus brazos he probado las esquinas de tus labios te he cogido de la mano como un niño que recuestas a dormir con tus palabras. Fuiste mía, y ya no eres; pero fuiste mía. Anímate, preciosa: la vida es tierna si la miras.

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…yo te quiero yo te quiero dile a todos que te quiero.

*“I need some sleep”, Eels.

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Luis Enmanuel, nació en Cuba en 1998. En 2012 viajó a España, residió en Gran Canarias y, actualmente, vive en Madrid. Estudió Lengua y Literatura en la Universidad Rey Juan Carlos y en la Universidad Complutense de Madrid. Es autor del poemario Eso me ofende, la novela Tanto que decirse (ediciones Atlantis, 2020), y de diversas aportaciones en antologías tales como: Y lo demás es silencio, Versos en el aire y Universo de libros II. Oficia de director y colaborador de la revista Desnuda: proyecto universitario para jóvenes artistas, co-fundador y jefe de guion de Desnuda Films, una productora independiente situada en Madrid, creadora de los cortometrajes: La Tourné, La Piedad y Paraíso.

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