La Diferencia entre Invento y Descubrimiento. Poesía (2017). Sergio Marentes

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La diferencia entre invento y descubrimiento P O E S Ă? A

Sergio Marentes

H E B E L


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Sergio Marentes LA DIFERENCIA ENTRE INVENTO Y DESCUBRIMIENTO POESÍA HEBEL

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La diferencia entre invento y descubrimiento P O E S Ă? A

Sergio Marentes

HEBEL ediciones Humus l PoesĂ­a 5


LA DIFERENCIA ENTRE INVENTO Y DESCUBRIMIENTO | POESÍA © Sergio Marentes, 2017. © HEBEL Ediciones Colección Arte-Sana |Poesía Santiago de Chile, 2017. www.issuu.com/hebel.ediciones Diseño y edición: Luis Cruz-Villalobos Imagen de portada: Reuters, NASA, Tim Peake. Qué es HEBEL. Es un sello editorial sin fines de lucro. Término hebreo que denota lo efímero, lo vano, lo pasajero, soplo leve que parte veloz. Así, este sello quiere ser un gesto de frágil permanencia de las palabras, en ediciones siempre preliminares, que se lanzan por el espacio y tiempo para hacer bien o simplemente para inquietar la vida, que siempre está en permanente devenir, en especial la de este "humus que mira el cielo".

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Para Carolina, lรกpiz.

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RemĂ­tanse a la literatura cuando no entiendan la historia. Derecho de la Memoria

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PRELUDIO A UN DESCUBRIMIENTO

Sergio Como danzarín en el trapecio Lúcido y silente Habla de un dios Del que no puede callar Un dios necesario Imprescindiblemente doliente Pues como ya han cantado por ahí Obsesos filósofos Sólo un dios sufriente puede salvarnos Un dios pequeño Perfectamente diminuto y rutilante Aseidad indómita Y pureza de niño Que duda Que teme Pero que ama sin más Así Como flor Como resplandor de rocío.

Luis Cruz-Villalobos Santiago de Chile, primavera 2017

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Búsqueda necesaria para el lector con afán de terminar: dios es un híbrido entre hombre y mujer, el intermedio entre las cosas y los seres vivientes, y no es visto por nadie, ni quiere, ni puede; vaga por el tiempo y el espacio, y a lo largo de toda la historia sin que se nos pueda explicar con teorías o fórmulas matemáticas, pero sobre todo porque no se nos quiere explicar; en resumen, dios erra sin remedio y, a lo mejor, ahora mismo está viéndonos leer esto sin poder evitarlo.

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ALBOR DE LA EDAD

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Cualquier hora de cualquier día y cualquier noche, 15.000’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios no sabe todavía que lo es pero tampoco se lo han negado. Se siente, en una millonésima de segundo, turbado por tanto silencio y lo sacude todo de un empujón como el niño malcriado que quiere ser. Desde aquel día juega a ordenar su propio caos sin lograrlo jamás, sin querer lograrlo jamás.

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Cualquier hora de cualquier día y cualquier noche, 14.700’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios duda de la suerte y el azar por un instante. Justo cuando termina de dudar le viene una voz del infinito que le dice que nazca. Obedece, porque los dioses son así cuando se les sabe dar una orden.

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Cualquier hora de cualquier día y cualquier noche, 4.500’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios salta debido a un reflejo causado por la colisión de las dos masas. Moldea los sobrantes imaginariamente, como todo lo que sabe hacer. Lamenta que la gravedad sea más artista que él, y que haya fabricado dos esferas perfectas para los próximos millones de años.

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Amanecer de cualquier día, 700’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios ignoraba entonces que sería la primera vez, pero mientras duró, se sintió un poco más humano, es decir, más abandonado. De todos los inventos del hombre, el que jamás se apagará será el fuego, pensó.

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Noche de cualquier día, 5’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios sabe que el azar es su propio dios desde entonces. Aunque por momentos, mientras el fuego volaba por el espacio, temió por su vida y hasta creyó que también podría ser su fin, no se le pasó por la cabeza encomendarse a alguien, y mucho menos a algo. Ha de ser por eso que siempre uno de sus ojos está mirando fijamente a la luna.

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Cualquier hora de cualquier día y cualquier noche, 4.500’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios busca dónde poder asentarse por el resto de la eternidad y este lugar caliente y en constante erupción es el adecuado. Aprovecha la soledad imponente para dormir una pequeña siesta que todavía no termina.

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Cualquier hora de cualquier día y cualquier noche, 3.800’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios entrelaza tres de sus cabellos y comprueba lo difícil que le resulta a alguien que, en el catálogo de fabricación, tiene todas las habilidades posibles. Observa las cadenas formarse, como por una mano invisible, por otro dios, y siente celos, y envidia de la buena, de la que no existe.

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Cualquier hora de cualquier día y cualquier noche, 200’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios celebra que ya haya sido hora de un pasatiempo para calmar el aburrimiento infernal que lo persigue desde que recuerda. Llora de la risa luego de comprobar que aquel rompecabezas, además de moverse a su antojo, no tiene más de diez piezas. Es un juego de niños, piensa, y lo deja abandonado para siempre.

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Cualquier hora de cualquier día y cualquier noche, 65’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios despierta asustado por el golpe húmedo que se oye. Recuerda que soñó que todo lo que pesara más que un niño era destruido para siempre, por los siglos de los siglos. Duda luego de la ubicación de lo que acaba de morir, porque sabe que nada se crea ni se destruye, pero no lo dice, porque un buen mago nunca revela sus secretos.

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Cualquier hora de cualquier día y cualquier noche, 7’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios ignora la cantidad de brotes de hierba que hay ahora mismo en el mundo. Está demasiado ocupado contando los pelos de las cabezas de los hombres que ignoran que debido a ello sus bestias no los abandonarán jamás. Aplaude la sabiduría de las bestias, y la suerte de los hombres.

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SENDA DE LA EDAD

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Mañana de cualquier día, 2.000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios indaga entre sus esclavos cómo fue que a él jamás se le ocurrió que chocar dos trozos del mundo pudiera resultar en la eficiencia y en la eficacia. No recibe respuesta alguna, como es apenas lógico, pero se la imagina, porque así son los dioses con los argumentos.

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Noche de cualquier día, 789.965 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios quiere poder compartir con alguien lo que ve. Sabe que, aunque no tenga la palabra que describa lo que se dibuja en los ojos de aquel híbrido entre hombre y simio, el resto de la humanidad merece saberlo. Piensa luego que más que merecerlo, lo necesita, como todo lo que no es un extremo. Y, mientras reconoce las propiedades curativas de lo que no tienen nombre, se siente más en su hogar. Lo que no sabe dios es que, hasta que la última muerte vele, la humanidad necesitara de aquel artilugio venido de algún lugar del espacio.

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Noche de cualquier día, 200.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios balbucea sus primera palabras y, apenas, le sale una erupción incontrolable. Chorrea baba de su boca que destruye lo que encuentra su paso, como todo lo que producen los dioses.

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Noche de cualquier día, 100.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios trastabilla imitando lo que hizo el primer primate y se compara con estos que, sin saberlo, empiezan el camino de sus vidas, el que nunca se detendrá. Sabe que todo aquel que llegue a algún lugar querrá, sin saberlo tampoco, irse para otro, para querer ir a otro y extrañar otro.

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Noche de cualquier día, 40.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios atraviesa imaginariamente con los valientes aquel puente de hielo recién formado entre los dos continentes. Saborea el hecho de tener que caminar y nada más, el de no mirar atrás ni pensar en otro diferente al uno mismo del futuro, es decir, el del presente.

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Noche de cualquier dĂ­a, 12.000 a. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios distancia las bestias del hombre para dificultarle los deportes. Otorga inteligencia a las presas para parecerlo de por vida, y hasta en la muerte sobre la mesa.

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Noche de cualquier día, 10.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios da como misión cumplida la riega de la peor plaga de la que se tendrá registro en la historia de la humanidad y del mundo. Inventa un nombre para ella, pero luego de pensarlo mejor, con humanidad es suficiente para que sea tan inhumana como ninguna.

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Mañana de cualquier día, 7.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios pone sobre el suelo invisible que lo sostiene una semilla sobrante de su fruta del desayuno. Pisa un poco con su pie descalzo y se queda viéndola crecer. El tiempo es demasiado elástico, piensa cuando se empieza a cansar.

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Mañana de cualquier día, 5.360 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios aplaude la casualidad de la perfección y agradece la perfección de la suerte. Por un momento y por primera vez en su historia se embebe en el infinito del primer círculo imperfecto de la historia. Cuando reacciona, ya es tarde, porque existe una tan bien hecha que no es capaz de encontrarle una sola arista.

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PROTESTA DE LA EDAD

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Mañana de cualquier día, 3.250 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios dibuja con los ojos cerrados, como todo lo que hacen los dioses. Deja que le salga lo que tiene en las tripas y en el subconsciente. Qué fácil es ser dios, dice sin pensar.

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Mañana de cualquier día, 2.600 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios golpea su mano contra su cabeza y se sorprende de la suerte de los dioses: la una se convirtió en herramienta y la otra en arma. Quisiera saber cuál cortarme, piensa mientras le deja la decisión a la suerte. Desde entonces, gobierna con una sola mano, porque no necesita ninguna.

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Algún día, 2.000 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios imagina el secreto detrás de la puerta para necesitar de un artilugio metálico que sólo cede ante otro del mismo material. Usaré una como esa en la puerta del cielo, piensa.

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Mañana de algún día, 700 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios gira su única mano tantas veces como se le ocurre, un número inimaginado de veces hasta que lo considera suficiente para soltar una gota de agua en su palma y verla subir obligada por la gravedad.

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Tarde del 17 de febrero, 234 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios siente un vahído por el mar de sangre que lo cubre casi todo. Y, aunque no diferencia entre la de humano y la animal, no quiere ver más, luego de que un joven de trece años bebe de ella como si fuera agua. Dios pasa saliva con esfuerzo, y el sabor a mar le recuerda que no todo en el mundo tiene solución, así como que nunca es tarde para beber muerte.

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Tarde de cualquier día, 200 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios moldea las cosas en su memoria para que no se queden atrás. Afila las armas que tiene en sus manos para quebrar lo que se solidifica ante sus ojos mientras el hombre duerme. Sueña esa noche que no puede moverse, que se convirtió en una estatua de piedra y que nadie lo notó jamás.

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Mañana del 11 de marzo, 105 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios repliega su legión de demonios entintados. Programa en sus cerebros invisibles todas las palabras conocidas por el hombre, y les desea suerte con todas las páginas en blanco. Qué difícil será para el hombre superar esto, piensa.

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Noche del 111 de diciembre, 45 a. C. según el Calendario Gregoriano

Dios duda de su memoria. Hasta donde recuerda, el último día del año fue hace casi ochenta días, y la gente todavía no celebra con el nuevo año. Piensa que de seguir así, pronto olvidarán su deber de recomenzar cada tanto con la adoración que le mantiene a flote en la memoria de los feligreses.

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Mañana de cualquier día, 46 d. C. según el recién inventado Calendario Gregoriano

Antes que nada, hubo que aclararle a dios que sin esto que mide el tiempo a su antojo y lo mediría en la mayoría del mundo dos mil años después, que no hubiera podido saber cuándo no escribió este libro. Además, que sin esta herramienta, nadie llegaría a saber que él es eterno e inmortal desde que existe el tiempo, como todo lo imaginario.

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Mediodía de algún día, 100 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios saborea la comida futura mientras le otorga más vida y resistencia a los bueyes. Dibuja un animal geométrico aprovechando las rayas frescas en la tierra vieja. Son más matemáticas las bestias que los hombres, piensa.

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Mañana de algún día, 190 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios cuenta los milenios que lleva esperando este momento para poder reservar la aritmética en algún lugar que no fuera su cabeza omnipresente. Marca una pieza en cada fila mientras profiere una maldición a todo aquel que ose alterar su resultado.

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Mañana del 31 de octubre, 358 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios sonríe inconscientemente, casi por primera vez. Sabe que nadie puede quitarle el placer de la soledad. Canta para no llorar, porque el placer sexual no hace parte de sus genes ni hoy ni nunca.

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Tarde del 8 de marzo, 415 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios tacha en un cuaderno un nombre escrito con tinta color sangre. Reformula su estrategia para ser de nuevo el macho dominante del mundo y tener a todas las hembras llenas de él y a todos los machos al margen, para así dejar de preocuparse por la selección, ya que, como ha sido y será siempre, cuando los hombres están obligados a cortejar desde lejos, y junto a otros que los imitan mejorándolos.

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JERGA DE LA EDAD

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Noche del 7 de enero, 1190 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios mira hacia donde apunta el lado afilado de la aguja. Duda si quiere saber si la culpa de la magia es del agua que la sostiene en su espalda, de la tierra, de los dioses o, lo que mĂĄs le aterra, del hombre.

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MaĂąana del 27 de noviembre, 1095 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios choca sus manos y las frota porque sabe que los discursos de sus representantes en la tierra son tan incendiarios cono le gusta. Hoy no es la excepciĂłn, y para celebrarlo, destapa una botella de sangre para bajar las buenas nuevas.

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HOLLÍN DE LA EDAD

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Mediodía de cualquier día, 1440 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios piensa que si se le hubiera ocurrido antes a él imprimir de tal forma, sus seguidores ya serían todos los posibles y, por ende, todos los probables. Lanza una maldición a su inventor y otra a cada uno de los que tendrán en sus manos una fe las producciones infernales de su invención y, con ella, una a cada uno de sus descendientes, por los siglos de los siglos.

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Madrugada del 12 de octubre, 1492 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios comprueba su distracción al haber dejado que unos delincuentes convirtieran el mundo plano en un mundo redondo como una naranja. Confía la suerte de los navegantes a un ave de corto vuelo para que los pierda en las entrañas del agua salada. Las aves son más inteligentes de lo que yo pensaba, piensa sin pensar en lo que piensa.

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Mañana del 21 de enero, 1506 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios espera poder descansar de ahora en adelante. Al fin se ha fundado el ejército que guardará a su representa te en la tierra. Le preocupa un poco su apariencia dócil y juguetona, pero lo tranquiliza que así suelen verse los dioses, y son capaces de todo.

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Mañana del 3 de noviembre, 1564 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios pide que le lleven a su única mano uno de esos árboles miniatura rellenos de carbón para escribir la historia del hombre. Escribe todas las palabras conocidas por él y duda de si fue su culpa o de la herramienta que todo lo trae escrito adentro.

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Noche del 7 de octubre, 1571 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios consuela desde el cielo al nuevo manco con endecasílabos mal hechos. Espera a que la mano que le queda, como lo hacen los dioses mancos, sea capaz de crear algo más grande que él, que el mundo que lo sostiene y que el universo, que no tienen tamaño.

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Mañana del 18 de abril, 1590 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios achica los ojos para ver más allá de los lentes convexos. Pretende decir lo que ve, pero no le alcanza su vieja visión para atravesar al hombre atónito que también observa a través del cristal mágico que acerca lo invisible al ojo humano y lo aleja del ojo de dios.

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Mediodía del 17 de abril, 1600 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios agradece a los dioses no tener que haber emitido voto alguno en contra de la sustracción de todo un pueblo. Pero agradece más que haya quién lo represente en la tierra, a su mano dura ya su injusticia legendaria. También que la humanidad tenga memoria de gallina.

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Tarde del 6 de febrero, 1608 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios esquiva la mirada anonadada que mira hacia el infinito del universo atravesándolo. Gira para curiosear qué es lo que le sorprende tanto a quien observa y, como se lo imaginó, queda anonadado con la inmensidad de lo que no puede ver.

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Tarde del 21 de junio, 1633 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios mira para todos lados para comprobar que hacia ĂŠl no viaja ninguna piedra libre de pecado. Y aprovecha el movimiento para asomarse al otro lado del planeta y comprobar que ni siquiera ĂŠl, que tiene todo el tiempo del mundo, puede contar las estrellas.

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INDAGACIÓN DE LA EDAD

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Tarde del 1 de noviembre, 1714 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios toca su frente sudorosa y la siente más caliente de lo normal. Usa todos sus trucos para calcular su temperatura, pero sobre todo para no necesitar de aquel elemento relleno de metal líquido, porque nadie en sus cabales le creería a un metal deshonrado.

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Tarde del 29 de noviembre, 1770 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios bosqueja un hombre perfecto dentro de un círculo perfecto. Agrega otro hombre sobre el anterior pero los brazos y las piernas en diferente posición. Lo borra de inmediato porque ya hace casi doscientos años alguien dibujó eso por primera vez, por única vez.

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Amanecer del 1 de mayo, 1776 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios no sabe por qué, pero cree que las cosas deben tener ese orden. Aunque sabe, como nadie más, que no deba ser así, a todo costo, que la humanidad sin privilegios tenga que pagar con hijos, que es su única moneda. Pero no dice nada porque, como él, operan desde la clandestinidad, creyendo que hacen todo bien con el nuevo orden de las eras.

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Tarde del 30 de abril, 1792 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios abre las puertas del cielo para las primeras víctimas de la complicidad entre el metal afilado y la gravedad. Crea un apartado en su paraíso imagino para también recibir a las nuevas víctimas, que mueren por segunda vez para que el filo del metal no se oxide a la espera de la hora de la justicia.

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Tarde del 23 de abril, 1800 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios rebusca entre los chécheres un juguete viejo para traerlo de nuevo a la vida. Descarta una carta de un niño pobre que le pide un juguete viejo, mientras se pregunta dónde están las cosas cuando más las necesita.

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Mañana del 21 de mayo, 1816 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios aguza el oído para robarse algo del eco ajeno. Fantasea con una estampida de una bestia bípeda que persigue a su presa porque la ama. Tanto tiempo y todavía no me puedo poner su lugar, piensa.

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MaĂąana del 12 de septiembre, 1826 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios truena sus dedos para imitar lo que provoca la chispa que, posteriormente, provoca fuego en miniatura. Lamenta que no se le hubiera ocurrido a alguien cinco mil aĂąos antes, para que se hubiera evitado la primera guerra entre una misma especie, y todas las posteriores.

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Mañana del 28 de agosto, 1834 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios lamenta las toneladas de carne que se pudrieron esperando un juicio de marfil. Pide perdón a las bestias que cayeron en vano y que no fueron usadas completamente por los cazadores, y sí por los gusanos y las moscas.

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Noche del 23 de julio, 1846 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios cuenta los billetes que lleva en su bolsillo, arrugados como la piel del mundo. Separa los más nuevos para tributarse a sí mismo, para diezmarse, y aclara en voz alta, aunque nadie lo oiga, que si hay algo que él sabe hacer es obedecer la ley.

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Noche del 30 de enero, 1848 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios piensa que si tuviera que dibujar la imaginación lo haría con lo que ven sus ojos que, a la vez, es visto por los ojos de un inventor legendario.

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Mañana del 10 de enero, 1863 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios enciende una linterna que cuelga de su mano. Intenta adivinar lo que hay al final del túnel subterráneo y lo que no en medio de la oscuridad. Espero que hayan inventado un freno para el avance tecnológico, piensa cuando deja de estar quieto.

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Todo el día del 8 de diciembre, 1863 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios patea un arcángel que está besándole sus pies con dirección a las puertas de su casa. Alega inocencia, porque así son las reglas del deporte, y porque así son los dioses cuando tienen que comportarse.

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Tarde del 3 de febrero, 1867 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios ensordece al mundo con su silencio ante las explosiones que se olvidarán pronto. Agradece que el futuro todavía no exista, y que el pasado lo haga para siempre.

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Tarde del 30 de mayo, 1867 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios hace la cuenta de los panes que podrían comprarse con todos esos ceros del cheque con que pagan por un trozo gigante y estratégico de tierra congelada. Sabe que para eso inventó el dinero, sí, pero le sorprende también que el hombre lo hubiera descubierto tan pronto.

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Mañana del 10 de marzo, 1876 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios tose para entorpecer el oído virgen de la distancia al otro lado del teléfono. Escupe luego una tormenta de truenos sobre los herejes y se promete a sí mismo no repetir palabra ni condenado, a menos que este repita pecado.

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Mañana del 17 de septiembre, 1895 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios baila lo que el azar le dicta. Golpea su única mano contra su única pierna para llevar el ritmo y, porque sabe que ya todo fue, para que el sonido no nazca muerto en el vacío que es él sin que alguien lo visite.

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Mañana del 06 de abril, 1896 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios rememora las primeras competencias entre simios y juega a serlo. Sabe que es más fácil parecer que ser, así como es mejor espectar que competir para salir ileso y con opiniones.

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Mañana del 24 de agosto, 1899 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios selecciona los mejores libros de la historia para hacerlo llegar al alcance del recién nacido. Otorga, además, el don de las lenguas al crío, para que no le cueste demasiado convertirse en un semidiós. Ojalá nadie se entere de que no le di vida eterna a sus ojos y sí a sus noches, dice sonrojándose.

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MaĂąana del 11 de marzo, 1902 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios moja su mano con saliva para que no se tropiece con la piel. Hace llover sobre ĂŠl y, aprovechando la sal y el dulce del agua, la lame a la vez que la escupe. La mujer es el lobo del hombre, piensa.

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Noche del 29 de abril, 1903 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios cuestiona a la muchacha que confecciona con pasión una pieza única e inédita para que su sexo superior no cuelgue impúdico como el del macho.

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Mañana del 17 de diciembre, 1903 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios contradice lo que pensó antes de ver un pájaro de madera, hecho por el hombre, alzar vuelo y sostenerse unos segundos en el aire, como lo hace una cría torpe. Y su instinto materno le hace derramar una sola lágrima gigante de emoción de ver dos dioses trabajando, y otra de vergüenza, por haber llegado tarde, otra vez, a donde nadie lo había llamado.

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Tarde del 16 de mayo, 1908 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios golpea su cabeza por errar en el encubrimiento del combustible que acaba de aflorar de las entrañas de la tierra en forma de dinosaurios derretidos. Cruza los dedos para que no se enloquezcan los hombres tras su búsqueda, que guarda secretos abismales que ni siquiera él conoce.

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Madrugada del 15 de marzo, 1912 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios suspira aliviado, ya nadie dudará de su poder. Además, piensa, no volverán a retarlo a vencer al hombre por un buen tiempo.

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Mañana del 28 de junio, 1914 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios ignora aquel proyectil, pero apenas si lo percibe, como está enseñado a hacerlo desde que recuerda. Distrae su pensar con lo que nace, que bien sabe que le viene como clase de aritmética, de geografía, de religión, de política y hasta de biología. Esto tampoco es mi culpa, dice resignado al silencio de su voz.

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Noche del 24 de diciembre, 1922 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios lamenta no tener un banco adonde consignar sus ahorros para pagar la ganga del dos por el precio de uno. Agradece la oportunidad futurista de vender la carne viva para que no se pudra del hambre, como sus madres que lo ensordecen con sus plegarias.

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Tarde del 11 de marzo, 1923 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios mide la distancia entre las trece letras para auditar la obra. Propone en voz alta que sean menos, pero nadie le presta atención por el momento. Reza para que así sea, y para que esas nueve letras se recuerden más que las cuatro de su nombre, que sólo lo son cuando el avión va en picada o cuando la carne está por dejar de saltar.

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Tarde del 20 de mayo, 1923 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios borra de su lista de deseos la comunicaciĂłn desde cualquier lugar del mundo. Pregunta con su voz gruesa quiĂŠn es capaz de llamarlo para saber lo que se siente. Agradece su soledad, y su falta de interlocutor torpe con la incomodidad ajena.

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Tarde del 25 de marzo, 1925 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios recrea el primer momento en que una familia se juntó para compartir el calor y los secretos del día. Atesora lo que le hace sentir el silencio al comer, y procura no lanzarse a imaginar lo que serán las familias a partir de la inclusión de una pantalla hipnótica en cambio del fuego.

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Mañana del 11 de febrero, 1929 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios mira para todos lados y comprueba que no hay testigos. Sonríe porque el paisaje será perfecto para quien se agolpe a esperar a cada uno de sus sucesores.

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Tarde del 1 de mayo, 1931 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios observa el mundo desde la cima y concluye que todo el mundo se puede resumir en esa ciudad y desde esa terraza. Nombra simbĂłlicamente a sus fabricantes como representantes suyos y de la torre de babel en la tierra por los siglos de los siglos.

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Noche del 24 de diciembre, 1931 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios lee el manual para hacer nidos en un árbol falso. Prevé las hordas de padres haciendo lo mismo para que sus hijos, y todos los hijos, no les saquen los ojos por la falta de adornos para colgarle a lo que estuvo vivo y que pronto dejará de estarlo.

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MediodĂ­a del 17 de junio, 1939 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios suspira mientras el plomo vuela hacia el hueso. Lamenta haber tenido que verlo por Ăşltima vez, como lamenta tener que verlo todo sin poder mejorarlo, o evitarlo siquiera.

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Mediodía del 23 de junio, 1939 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios lee una carta que no es para él. Viola la privacidad de un hombre de paz y la vida pública de uno de guerra. Espera ser enlistado en el ejército del uno o del otro. Ejercita de paso su lengua, para ser capaz de pedir permiso y perdón.

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Mañana del 16 de octubre, 1939 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios se toma la cabeza porque está a punto de quedar en evidencia. Lamenta no haber silenciado a los gobernantes en las tablas de los mandamientos. Si siguen así, piensa, sabrán que cualquiera que esté fuera de la tierra podrá ser dios sin ley ni dios.

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Noche del 14 de octubre, 1942 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios llora de tristeza, pero no porque en las calles hayan soldados ensañándose con ancianas y niños indefensos, sino porque, dentro de todo su reino, olvidó desaparecer el lápiz con el que aquella niña empieza a escribir su diario.

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Mañana del 2 de febrero, 1943 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios se pregunta por la fórmula matemática para calcular el número de bajas por si el día del juicio final alguien se lo preguntara. Sabe que algunos afirman que fueron más de cuatro millones y otro que menos de un millón, pero lo hace con algo de pereza porque sabe que los que preguntan de más no tienen espacio en el reino de los cielos.

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Mañana del 18 de febrero, 1943 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios escucha con atención el discurso de fuego. Aplaude cuando tiene que aplaudir y calla cuando así lo indica el protocolo. Está convencido que lo que se necesita es la guerra total porque el mundo se le salió de las manos y ya no hay quién lo limpie. Ya vendrá alguien a limpiarlo luego de la guerra, piensa mientras aplaude al orador.

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Mañana, tarde y noche del 6 de agosto, 1945 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios ve el hongo gigantesco y siente cómo su pecho salta de la emoción ante una imagen tan artística. Agradece que haya sido sembrado en un pueblo sin dioses de carne, pero sobre todo, lejos de los vencedores de la guerra.

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Mañana, tarde y noche del 9 de agosto, 1945 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios cree que la maldad de la humanidad no puede empeorar más aún luego de otra de sus obras de arte mudo. Llora como cuando un niño es visto por sus padres, porque sabe que no es visto sino por nadie. Sabe que no puede hacer gran cosa, ni que puede hacer mínima cosa, y vuelve a llorar.

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Mañana, tarde y noche del 15 de agosto, 1945 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios prepara sus bendiciones para los perdedores, con todo su amor los consuela desde más arriba del cielo. Se sorprende de que ya todos estén muertos y ninguno esté a su lado, como los moribundos que se creen él y su padre.

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Mañana, tarde y noche del 24 de octubre, 1945 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios deleita sus ojos con las curvas de tantas caligrafías, aunque sabe que más tienen que ver con la euforia que con la finura de la tinta. Prepara una fiesta para celebrar la unión del mundo mientras planea matar al otro medio para dar de comer.

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Mañana del 31 de mayo, 1945 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios pierde la cuenta de los caminantes. Se distrae con el olor a sangre y alimentos podridos que chorrean de la boca de los niños. Piensa que si fuera capaz, desgranaría su piel para que cada uno comiera algo mejor que la basura de la guerra. Se pregunta si hizo algo mal, si es culpable, porque no lo recuerda.

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Madrugada del 20 de junio, 1947 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios no sabe a cuál de los cuatro hombres uniformados mirar por más de un segundo. Apostaría, si tuviera con quién, que cada uno podría pasar el resto de su vida en silencio con tal de no perder. Es en estos momentos, piensa, en que me gustaría ser otro.

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Noche del 30 de enero, 1948 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios hace silencio un minuto por respeto a los dioses de carne. Muere en silencio en honor a los hombres que vencen imperios sin disparar una bala. Resucita pronto, porque sabe que los hombres que van a la guerra se encomiendan a ĂŠl y tiene mucho trabajo por no hacer.

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Mañana del 14 de mayo, 1948 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios chasquea los dedos de su única mano por casi lograrlo. Dobla las puntas del cuaderno en el que enumera. Pensaba, piensa, que la última guerra ya había sido, pero con la humanidad nunca se sabe, como con los dioses.

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Noche del 11 de junio, 1948 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios cuenta las veces que algo vivo regresó del reino de los cielos y le sobran un par de dedos de la mano. Reconoce que ninguno que lo haya logrado haya sido de gran ayuda para su obra. Qué inútil resulta para la historia que el cielo sea un destino y no una frontera, piensa.

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Mañana del 17 de junio, 1950 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios posterga el pago de sus deudas con la humanidad gracias a la tarjeta de plástico calientita que sostiene el hombre en su mano. Agradece que él exista alguien capaz de un engaño tan grande como lo negro del universo.

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Tarde del 26 de agosto, 1950 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios pide a domicilio uno de esos para poder controlar el mundo desde su sillĂłn blanco. Agrega otro al pedido para tener uno de repuesto. Con el albedrĂ­o nunca se sabe, dice.

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Tarde del 15 de octubre, 1951 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios perdona al hereje que pretender detener la gestación descontrolada de las feligresas. Lamenta el momento en que el viejo mundo supo que había que inventarse uno nuevo y lo descubrió.

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Todas las horas del 3 de noviembre, 1957 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios ladra en ruso para ver si asĂ­ sĂ­ logra que alguien lo oiga. Patalea en arameo para comprobar que el problema no es la lengua sino la especie. Reconoce ante nadie que las piedras son la suya, y su lengua materna es el silencio.

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Mañana del 20 de julio, 1958 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios toca su pecho para comprobar que sigue galopando. Lamenta no haber sido él quien implantó la máquina allí. Quién habrá sido el genio, piensa.

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Madrugada del 1 de enero, 1959 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios voltea a ver a los ricos del norte. Transfiere a sus cuentas bancarias todo el oro del mundo mientras reza para que no se molesten con el reino de unos pocos muertos de hambre, unos muchos saciados de libertad.

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Tarde del 16 de mayo, 1960 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios esquiva los rayos que vienen de todos lados cono luciérnagas infernales. Persigue con su única mano una roja que va y viene sin poder controlarlo. Nada de lo que supe hasta hoy me preparó para no tener el control de mí mismo, dice. Pero no tengo por qué controlarme, piensa, ni que mi soledad tuviera límites.

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Todas las horas del 12 de abril, 1961 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios calcula la cantidad infinita de trámites que se requieren para cambiarle la nacionalidad a aquel hombre. Lee un diccionario del ruso al inglés mientras reza un padrenuestro para que nadie salga vivo de esta empresa del demonio de irse del único planeta que ha sido capaz de inventar.

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Noche del 11 de junio, 1962 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios estudia todos los mapas a los que tiene alcance. Los traza con su único dedo índice por todos lados. Se reprocha no haber ordenado mejor a los que construyeron el sitio, aunque sabe que ningún orden de dios podría garantizar que los elegidos sean los más adecuados.

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MaĂąana del 17 de abril, 1963 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios lamenta ser asexuado. Agradece a la vez poder ser lo que quiera ser sin tener que demostrarlo ni probarlo. Piensa en lo poco humano que es dividir y en lo divino de fusionar.

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Tarde del 22 de noviembre, 1963 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios oculta la sangre que salpicó en su túnica mientras aspira el humo del rifle de precisión que acaba de rugir. Posee el cuerpo de la viuda nueva para que alguien lo oiga confesar la identidad del asesino, pero no es capaz de emitir palabra, como suele suceder con los dioses cuando vienen al mundo a lo que sea.

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Tarde del 11 de junio, 1963 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios aplaude la valentía de la carne que no salta mientras se aza a fuego alto. Duda si el ser inmóvil que lo sostiene por todo su cuerpo está al su nivel, o se trata de un dios de dioses que está, por supuesto, por encima suyo y le debe respeto y, cómo no pensarlo, miedo infinito.

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Mañana del 28 de junio, 1963 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios detiene el tiempo muchas veces durante el discurso. Transcribe las mejores frases y las memoriza. Por si algún día tengo que orar en público, piensa.

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Todas las horas del 20 de julio, 1969 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios calcula el peso del hombre que parece haberse alivianado al pisar aquella arena blanca. Rebusca en su memoria la fĂłrmula para que los pies de los hombres se sostengan sobre la planicie de la tierra y descubre aterrorizado que no todos los horizontes son iguales.

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Tarde del 16 de agosto, 1977 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios señala con su único índice a los extraterrestres que se llevan el cuerpo de aquel rey. Grita a los cuatro vientos que no se está muriendo, pero los cientos de millones de gritos de los aficionados a la música sólo oyen el eco de lo que todavía canta el recién desaparecido.

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Mañana del 4 de julio, 1978 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios alega ser el único capaz de saber en dónde está cada quién y cada cosa. Como siempre, nadie le presta atención ni le refuta, para así darle la razón.

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Mañana del 8 de diciembre, 1980 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios tapa su boca para ahogar el grito. Lamenta que la música lo esté reemplazando tan rápido, pero agradece que se siga teniendo oportunidades de gobernar por unos años más. Así deben de morir los dioses de carne, piensa, y sigue con sus planes para el futuro.

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Noche del 11 de marzo, 1983 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios procura evitar el alumbramiento ensanchándole la cabeza al cachorro, además de desplegarle las orejas hacia los lados. Aplaude luego el valor y la fuerza de la madre que, contra el pronóstico médico, lo lanza al mundo sin ayudas químicas ni quirúrgicas. Sólo falta que escriba un libro y lo cuente burlándose de mi existencia, piensa, si es que antes puedo probarla. Castiga entonces al cachorro aturdido con el mundo con el lastre de la poesía mientras este hace pensar a la audiencia que será cantante.

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Noche del 14 de junio, 1986 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios pellizca su único brazo para comprobar que ni está en un sueño ni se ha muerto. Toca la pared del laberinto que lo rodea, la siente y la acaricia para no soltarla nunca, porque sabe que esa esa es la única manera de, mientras camina, salir algún día de él.

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Madrugada del 26 de junio, 1986 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios borra en su memoria el calificativo de mayor y lo pone junto a lo que ve para guardarlo mientras estĂŠ vigente. Agrega la mitad de mil a esto, con el agravante de la falsa bondad de declararlo accidente.

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Mañana del 22 de junio, 1986 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios celebra su primer gol, y no le apena que haya sido con su única mano hábil. Siente brotar el líquido en su boca a la vez que cien mil lo hacen con él y, como un dios obediente, no puede controlar lo que hace su cuerpo, mucho menos explicarlo. De inmediato se prepara para reponer su falta y, contra todo pronóstico, marca el gol del siglo. Que este valga por dos, piensa.

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Tarde del 5 de junio, 1989 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios calcula la cantidad de fracturas en el cuerpo del hombre si el tanque de guerra le pasa por encima. Bendice el espíritu del valiente que protesta con su sola presencia, aunque sabe que no sirve para nada, y lo ubica en el podio de la premiación simbólica de los más valientes de la historia.

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Noche del 9 de noviembre, 1989 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios quiere sacarse los ojos y conservarlos en formol, pero se dice a sí mismo que va a esperar un trozo más, con cada pequeño muro que cae se extiende su alegría. Se debate entre el morbo sucio de querer congelar el momento y vivirlo gota a gota. Sabe que cada lágrima que hay tiene su propia historia.

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Noche del 11 de febrero, 1990 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios aplaude como lo hacen los millones de manos en todo el mundo. Sabe que no todos los días, y que quizá sólo uno, atraviesa las rejas un hombre que encarnó la libertad sin su permiso ni su bendición.

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Tarde del 30 de abril, 1993 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios perdona su incapacidad para llegar con antelación al futuro. Estudia la lección para no quedarse pronto atrás, cono es su costumbre desde que fue inventado.

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Mañana del 23 de febrero, 1997 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios cruza los dedos para que el mundo no se entere de que él fu el primero en repetir algo. Procurando no expresar sus emociones, intenta ver las diferencias que nadie ve, a lo mejor por la emoción o porque no las hay. Vuelve a cruzar los dedos y piensa que se acerca su fin definitivo.

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MaĂąana del 11 de septiembre, 2001 d. C. segĂşn el Calendario Gregoriano

Dios deja de hacer sus deberes como el resto de mortales. Ase sus herramientas con fuerza para empezar a reconstruir el mundo. Observa a los demĂĄs no hacer nada y se siente a gusto de, por fin, haber enseĂąado.

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Noche del 25 de junio, 2009 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios interroga a sus soldados sobre el cumplimiento de las órdenes impartidas por él en el hecho específico de indultar de mortalidad a los hombres irrepetibles. Piensa que si murió fue porque se lo merecía o porque lo necesitaba, pero se muerde la lengua por hereje.

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Mañana del 28 de febrero, 2015 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios pregunta en voz alta quién fue capaz de semejante descuido. Responde de inmediato y guarda silencio, cree, por el resto de la eternidad.

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Mediodía del 20 de enero, 2017 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios se aguanta las ganas de gritar, de celebrar su victoria. Sabe que pocas veces en lo que tiene de vida ha podido ser espontáneo y no pensar en lo que digan los demás. Aunque no todo puede ser perfecto, como siempre, no todos pueden estar tan felices como él. Aunque le basta con que uno de ellos, uno de los siete mil millones que no están a gusto, sienta que es el único dios posible.

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LOBREGUEZ DE LA EDAD

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Noche del 25 de febrero, 2029 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios lamenta que todos los avances intangibles de la humanidad se vean sepultados por los instintos primarios que afloran gracias a la estimulación por parte de los que manejan los hilos del espectáculo del séptimo arte. Aprovecha para leer y mirarlo de reojo. No necesito sino medio ojo, piensa.

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Noche de cualquier día, 3.000 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios busca por todos lados las huellas de los dioses bípedos y no las encuentra. Planea cómo volverlos a inventar y a fabricar, porque ya no recuerda lo único que supo hacer, aunque fuera mal hecho.

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Noche de cualquier día, 15.000’000.000 d. C. según el Calendario Gregoriano

Dios olvida que lo es porque alguien lo negó. Se siente atarantado por tanto silencio y lo sacude todo de un empujón como el niño malcriado que quiere ser. Desde aquel día juega a ordenar su propio caos sin lograrlo jamás, sin querer lograrlo jamás.

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Sergio Marentes. Bogotá. Director técnico de la Revista Rostros Latinoamérica y Editor general de la editorial digital Rostros Editores, ambas del Grupo Rostros. Es colaborador periódico de diferentes medios Hispanoamericanos con aforismos, poemas y relatos de diferentes tipos. Ha publicado el libro de relatos «Los espejos están adentro» y seis libros de poemas («Un bicho cayendo con épica agonía», «De un marzo los días todos», « Leyes mudas de la mano alzada», «Error binario del huevo de oro», «Nuevos cantos mañaneros, desafinados y mudos» y 156 «Disentir de las paredes en blanco») reunidos bajo el título «Segunda poesía del poeta menos poeta».


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