Tormento personajes

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TORMENTO. BENITO PÉREZ GALDÓS. Estudio sobre los personajes.

PERSONAJES

La minuciosidad en la descripción nos lleva a conocer a los protagonistas perfectamente. Así, entendemos fácilmente la forma de ser que tienen los personajes. Por ejemplo, nos fijaremos en el caso de Agustín Caballero: “En el cerebro del tímido surgió un bullicioso tumulto de ideas; palabras mil acudieron atropelladas a sus secos labios. Iba a decir admirables y vehementes cosas, sí, las diría… O las decía o estallaba como una bomba. Pero los nervios se le encabritaron; aquel maldito freno que su ser íntimo ponía fatalmente a su palabra le apretó de súbito con soberana fuerza, y de sus labios, como espuma que salpica de los del epiléptico, salpicaron estas dos palabras: vaya, vaya. Incluso los personajes secundarios están muy bien descritos, y llega a crear algunos muy llamativos, como Marcelina A lo largo del relato el protagonismo de los personajes va cambiando, los personjes se eclipsan o agrandan. Eso es muy claro en Pedro Polo, que pasa de ser un personaje muy secundario a tener un gran protagonismo. La polarización de los personajes en positivos-negativos o buenos/malos no es tan contundente como en sus novelas de tesis; pero si vemos que las simpatías del autor se decantan por personajes como: Amparo, Felipe, José Ido, Agustín, Nones; mientras que tienen un tratamiento negativo: Rosalía, Marcelina o Polo. Es característico de Galdós que sus personajes aparezcan en varias de sus novelas para dar verosimilitud a la historia. Así, podemos ver a muchos de ellos en varios momentos de su vida. Los que son protagonistas en una novela pasan a ser secundarios en otra o viceversa… Algunos de los más importantes personajes de la novela resultan conocidos a los lectores habituales de Galdós, pues tanto la bella Amparo Sánchez Emperador, como su hermana Refugio (ahora huérfanas y en lamentable situación económica), el sacerdote Pedro Polo y su antiguo colaborador en la enseñanza, José Ido del Sagrario, y el viejo discípulo de ambos Felipe Centeno, habían sido en distinta medida también protagonistas de la historia en El doctor Centeno, aparecida solo un año antes, en 1883. Amparo Sánchez Emperador (Tormento): Amparo es presentada desde muy distintas perspectivas. Lo cual hace que el lector tenga una visión múltiple de la protagonista. Para el narrador, Amparo es un ser sin voluntad y víctima de las ínfulas despóticas de Rosalía, muy otro es el parecer de la desenvuelta Refugio, quien considera a su hermana una hipócrita, como da a entender con la ironía «paso a la señorita honrada, al serafín de la casa» (p. 92) o llamándola directamente «hipocritona» (p.107); para Pedro Polo, que bebe los vientos por ella y tiene una gran capacidad de autoengaño, es una mujer esquiva, endurecida y fría,«una piedra, un pedazo de hielo» (p. 136), aunque cree que


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ha accedido acasarse con Caballero por interés, «sin quererle» (p. 239); Agustín, que se ha enamorado perdidamente de ella, la idealiza cuando le dice «me consta que estoy hablando con la virtud más pura» (p. 165), lo que no deja de ser una manifestación del humor negro del narrador; por último, ella, que se tiene en poco, se sabe «débil» y aunque justifica sus errores del pasado sabe que es indigna de un hombre bueno. De todo lo que se nos cuenta podemos llegar a la conclusión de que, Amparo, es una mujer bella, que atrae a los hombres, es poco inteligente, tímida y sosa ( A menudo se limita a contestar frases tópicas que no permiten a su interlocutor tener una idea clara de lo que piensa). Es una mujer sufrida, trabajadora, a veces alegre, a veces triste, pero sin cambios bruscos de caràcter. Una cosa remarcable es la poca voluntad que tiene. Su indecisión resulta a veces angustiante y llega a hacernos sufrir como lectores. No da la impresión de ser ambiciosa. Su única aspiración es llevar una vida ordenada, cómoda y decente. Aunque no parecere estar obsesionada por el lujo, como Rosalía, le resulta muy atrayente la vida de mujer rica que Caballero le brinda. La posición de Amparo en casa de los Bringas es equívoca. Parece de amistad pero es de servidumbre. Tiene muchas obligaciones y poca remuneración (incluso en el aspecto afectivo). En realidad es una “pariente pobre” que hace de criada.De todas formas, el parentesco es lejanísimo, a través de las madres de Amparo y de Rosalía. El trato de ambos esposos con respecto a la muchacha era muy distinto. Mientras Rosalía procuraba mostrar siempre su superioridad, llegando incluso a ser cruel, a humillarla, don Francisco era más tolerante y benigno. Amparo es en apariencia es un ser carente de interés dramático, difícilmente encasillable desde el punto de vista moral. Pero debemos tener en cuenta que La novela no se llama Amparo, sino Tormento. Amparo es aburridísima. Habla poco, hace cosas poco interesantes. Es un tipo literario tan esclerotizado en la literatura popular que Felipe Centeno se dormía cuando Ido le contaba la historia de las huerfanitas. Su noviazgo con Agustín es tan ñoño que el narrador, con su habitual ironía, nos “ahorra” sus diálogos en varias ocasiones. El personaje interesante es Tormento, y por eso da título a la obra. Ella distingue a Amparo de un modelo falso, guarda su secreto y le presta un pasado inquietante, una verdad incómoda. Ese pasado, que a ella le cuesta tanto revelar no queda aclarado del todo y por ello la imaginación del lector, en este caso, juega un papel muy importante. De este modo, cuando la joven se pronuncia respecto a esto, la verdad es que no se detalla la conversación. No obstante, hay que decir que la novela sí nos permite hacernos una idea aproximada de lo que le haya podido ocurrir anteriormente a la muchacha.


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Por su parte, Amparo va a dudar siempre sobre si revelar su secreto o no. El dolor de la muchacha, que no sabe si hablar de lo que la preocupa o no, es evidente: “Si yo me atreviera -pensaba después en casa de Bringas-. Pero no; segura estoy de que no me atreveré. Ahora sé lo que he de decirle, y cuando lo veo delante, adiós idea, adiós propósito. Soy tan débil, que sin duda me hizo Dios de algo que no servía para nada”. Su inseguridad permanente acaba haciendo sufrir al lector que desea que de una vez se decida a algo. Debemos tener presente que Amparo está condenada ante la sociedad decimonónica por sus relaciones con Pedro Polo. Sin embargo esta flaqueza parece haber nacido más de su agradecimiento hacia Polo que de su pasión, lo cual liga con su buen corazón. No sabemos exactamente lo que decían las cartas que quema Marcelina, en las cuales quedaría reflejado, suponemos, la actitud de Amparo en esta realción. Pero el autor no nos transmite la imagen de una joven dominada por el deseo carnal, lo cual no deja de ser un eximente para la moral de la época. Amparo pecó, pero no es “viciosa”. De hecho Amparo posee las virtudes propias de la heroína de folletín, desde la belleza hasta la pobreza. Es una Cenicienta ideal pero le falta un único detalle: la virginidad. Y la distingue además otra diferencia con respecto a las heroínas habituales que puede parecer menor, pero que como veremos es muy reveladora: aborrece la literatura. La persiguen unas cartas románticas que escribió a Pedro Polo en el pasado y que son la peor amenaza a su destino Agustín Caballero: Pertenece a una familia de comerciantes venidos a menos que tuvo de emigrar a américa. Al volver de América montó casa en Burdeos y Madrid. Cuando aparece en escena es un indiano rico, de cerca de 50 años, "libre" y generoso. Él se considera un hombre de la frontera, del Oeste americano, donde ha pasado largos años entre indios, viviendo casi sin normas. Podemos considerarlo un ejemplo del self made man propio del capitalismo anglosajón. Llevaba barba; una parte de su pelo ya encanecía. En su rostro era donde más se notaban los estragos de la vida dura. De todas formas, era un hombre de constitución física vigorosa. Le preocupaba poco su aspecto externo y su comportamiento social era correcto sin exageraciones ridículas. No es glamouroso y le molesta la hipocresía de la sociedad madrileña de su época. A Caballero le revientan estas señoritas “charlatanas, gastadoras”, de una ignorancia absoluta, que sólo piensan en divertirse. Al regresar a Espña decide que quiere llevar una vida ordenada y a integrarse en la sociedad madrileña. Se enamora de Amparo a la que considera una mujer pobre y honrada, como las heroínas de los folletines (: era una mujer “virtuosa, prudente, modesta, sencilla, discreta” y además “hermosa”.)


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Vence su timidez para declararle su amor y pedirle matrimonio. Toma por tanto el papel de héroe que va a salvar a Amparo (una bella Cenicienta) de su ruina económica y moral., La primera muestra del interés de Agustín por Amparo la encontramos en las entradas que él regala a la familia Bringas para ir al teatro. Cuando Rosalía le pregunta para quién es la tercera, él se limita a hacer un gesto señalando a Amparo, algo que llena de indignación a Rosalía.

Al enterarse del escándalo de Amparo, parece que consigue la excusa perfecta para irse de España a un lugar más acorde con sus ideales liberales, y lejos de sus molestos parientes. De hecho va a tener lo que quiere: la mujer que ama y la forma de vida que le gusta. La decisión de Caballero respecto a lo que ha averiguado sobre Amparo demuestra una curiosa aceptación de los prejucios sociales: Una mujer que no es "·pura" no sirve para el matrimonio, pero sí para el concubinato. Aunque Caballero es lo suficientemente liberal para hacer pública su relaciónSobre Amparo y Agustín tendremos noticias en La de Bringas a través de Rosalía y Refugio. Sabemos que al cabo de un año viven en Burdeos felizmente. Pedro Polo:. De naturaleza fogosa, apasionado y desmedido es la encarnación del personaje romántico y al tiempo la parodia de los excesos de un romanticismo que está pasado de moda. Es víctima de un deseo del que no puede ni quiere desprenderse y es el causante de la ruina moral de Amparo, ya que presumiblemente se aprovechó de su orfandad para seducirla, aunque eso no queda del todo claro. No contento con esto, intentará hacerlo de nuevo cuando se entera de que ella va a casarse. Funciona en el triángulo amoroso como tercero en discordia. Los motivos que llevaron a Polo a ser sacerdote fueron por un lado personales (influencia de su madre y su hermana) y sobre todo, sociales: Ser sacerdote le ayuda a salir de la miseria en que se encuentran él y su familia (como tantos campesinos de la época) No es un ser totalmente negativo Polo, pese a su complicada situación personal, se compadece de Celedonia que parece estar en las últimas. Se muestra, pues, caritativo con la criada Este hombre aparece en la novela para distorsionar la vida de Amparo, y procurarle nuevas angustias, ya que ella se ha prometido con Agustín, y ese hombre, es como una amenaza.


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Pedro Polo, sacerdote roído por el frenesí de su enamoramiento, responde al prototipo de sacerdote sin fe de la época. El personaje del clérigo enamorado aparece en distintas novelas de la época (Los pazos de Ulloa, La Regenta) Encontramos en Pedro Polo rasgos quijotescos que se concretan en las ensoñaciones que tiene cuando, hundido en su soledad y arrebujado en el sillón raído, pasa las horas entregado a imaginarse a sí mismo cumpliendo grandes gestas heroicas CAP XVII Sepultado en el sillón, las manos cruzadas en la frente, formando como una visera sobre los ojos, estos cerrados, se dejaba ir, se dejaba ir... de la idea a la ilusión, de la ilusión a la alucinación... Ya no era aquel desdichado señor, enfermo y triste, sino otro de muy diferente aspecto, aunque en sustancia el mismo. Iba a caballo, tenía barbas en el rostro, en la mano espada; era, en suma, un valiente y afortunado caudillo. ¿De quién y de qué? Esto sí que no se metía a averiguarlo; pero tenía sospechas de estar conquistando un grandísimo imperio. Todo le era fácil; ganaba con un puñado de hombres batallas formidables y ¡qué batallas! A Hernán Cortés y a Napoleón les podría tratar de tú. Después se veía festejado, aplaudido, aclamado y puesto en el cuerno de la luna. Sus ojos fieros infundían espanto al enemigo, respeto y entusiasmo a las muchedumbres, otro sentimiento más dulce a las damas. Era, en fin, el hombre más considerable de su época. A decir verdad, no sabía si el traje que llevaba era férrea armadura o el uniforme moderno con botones de cobre. Sobre punto tan importante ofrecía la imagen, en el propio pensamiento, invencible confusión. Lo que sí sabía de cierto era que no estaba forrado su cuerpo con aquella horrible funda negra, más odiosa para él que la hopa del ajusticiado.


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La vieja Celedonia, su criada, ejerce de ama quijotesca y le dice: ¿En qué piensa, pobre señor? ¿No ve que se está secando los sesos? ¿Por qué no pasea, si está bueno y sano, y no tiene sino mal de cavilaciones?... [...] ¿estaba durmiendo? ¿No ve que si duerme de día estará en vela por las noches? Échese a la calle, y váyase a cualquier parte, hombre de Dios; distráigase, aunque sea montando en el tiovivo La famila Bringas: El narrador señala lo ridículo del comportamiento de los Bringas, al mostrar la exageración con que amplifican todo lo relacionado con ellos. El lector percibe que se trata de una familia de clase media, mientras que ellos intentan como si fueran de la alta burguesía. Cuando muestran la casa a su amiga García Grande, todas las alabanzas hacia sí mismos y hacia cómo ha quedado la casa son pocas. Muestran que la modestia no es su virtud predominante, sin darse cuenta de que caen en la ridiculez al afirmar, sin rubor, que se trata de “la más hermosa que hay en Madrid” Galdós comenta de ellos que viven en “áurea miseria”, con este término burlesco imita el tópico de la áurea mediocritas usado en la Antigüedad clásica para aspectos no materiales generalmente. Galdós, con suma habilidad, lo transforma en una expresión que alude a lo económico, no a lo intelectual. La miseria de los Bringas es áurea porque aparenta una situación mejor de lo que es (sin que por eso deje de ser miseria). Otro rasgo de los Bringas es que son simples voceros de lo que oyen en Palacio. Demuestran tener poco criterio. Así vemos que si, el general O’Donnell ha caído en desgracia, es calificado de “indecente”, como comenta la camarilla de la Reina. Mientras que Narváez, que en ese momento detenta el poder, merece sus elogios. Galdós sabía, como muchos de sus lectores, que poca diferencia había entre uno y otro, más allá de las preferencias arbitrarias de Isabel II. El tema de la cursilería de esa familia, especialmente de Rosalía, se desarrollará a lo largo de toda la novela y se explotará todavía más en la novela siguiente La de Bringas cuando ellos sean protagonistas casi absolutos de la historia narrada. Don Francisco Bringas: Bringas es funcionario en unas dependencias del Ministerio de Estado.Es un típico personaje masculino galdosiano,por su personalidad simplona y su carácter bonachón. Tiene más cualidades que su esposa: es comprensivo, cariñoso, amable, buen padre, comedido y económico. El narrador no duda en presentar a don Francisco como contrapunto a su esposa. Si esta trata a Amparo con desabrimiento, él da la cara por la muchacha y pide para ella “tolerancia y benignidad”. Cuando se entera de que Amparo va a casarse con Agustín, en lugar de encolerizarse y lanzar impertinencias, como Rosalía, él reconoce la sabia elección de su primo al escoger mujer modesta y virtuosa.


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La intervención final de don Francisco, cuando se presenta en casa de Amparo o las mentirijillas que le suelta a su mujer tras la despedida final en la estación, le muestran como un personaje sin malicia, feliz de ver felices a los demás. Tal comportamiento provoca el afecto que le profesa Amparo. Sin embargo no deja de ser un personaje simplón que tiene poca personalidad, se aprovecha de los enchufes y le sigue el juego a su esposa en el deseo de aparentar; aunque él más racional se pase el día contando y administrando el poco dinero que tienen. En La de Bringas le veremos más obsesionado por la riqueza y más ridículo frente a la consumista Rosalía. Rosalía Bringas: Rosalía es bastante más joven que su marido. Aunque no es protagonista su descripción psicológica no es menor a la de Amparo. Su personalidad se desarrolla a partir del CAP XXVII . La caracterización que hace Galdós de ella es totalmente negativa. Vive frustrada pensando que por su linaje y belleza debería brillar en sociedad y tener una vida propia de la alta burguesía. Estas ínfulas aristocráticas se descubren desde el principio, cuando en el momento de la mudanza tiene una actitud altiva, desesperada por estar “rodeada de gente inútil”. Rosalía estaría encantada de poder quitarle diez años al primo Agustín y ponérselos a su hija y así hacer una boda a su gusto. Se marea sólo de pensar qué ocurriría si su hija hubiera nacido en 1851; en tal caso ahora tendría dieciséis años y sería una muchacha casadera. Pero su cerebro disparatado, casi sin ser consciente de ello, va aún más allá: llega a imaginar qué pasaría si su marido falleciera súbitamente. Ella lo sentiría en el alma, pero a los dos añitos del luctuoso hecho se casaría con el “salvaje”. Ya se encargaría ella de afinarlo, de civilizarlo. Así sus hijos tendrían una posición. Su frustración la hace ser una completa déspota con Amparo y tenerle una profunda envidia. La situación se vuelve extrema al enterarse de la boda entre Amparo y Agustín, por eso cuando se entera de la pasada relación de esta con Polo le falta tiempo para contarlo El germen de la miseria moral de Rosalía y su afán por el lujo ya están en Tormento pero se verá con más precisión en la siguiente novela de Galdós del año posterior: La de Bringas. En esta obra vemos que acaba arruinándose a causa de un despilfarro constante y acaba vendiéndose por dinero. Rosalía es la que representa mejor el modelo al que las clases dominantes aspiraban, que es el que difundía la literatura folletinesca. Ellos como mucha gente de clase media hace suyos los principios de la nobleza. El propio Galdós se encarga al principio de la novela de presentarla apropiadamente:Para esta señoras había dos cosas divinas: el Cielo, o mansiónde los elegidos, y lo que en el mundo conocemos con el lacónico sustantivo de Palacio.


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Joaquinito Bringas El chico es estudiante de Derecho, y se entretiene con un amigo “jugando” a ser abogados o políticos, algo que, según reconoce con ironía el narrador, es una “ambicioncilla puramente española”. Deja claro también que los dos muchachos son unos ignorantes absolutos en materias comunes como la gramática o la geografía. Don Francisco está encantado con estas dotes oratorias de su hijo Joaquinito, pues piensa convertirlo en un “funcionario inteligente” nada más acabar la carrera, gracias a las buenas relaciones con la familia Pez (símbolo de la burocracia que sobrevive a los cambios políticos). Isabelita Bringas: Es una niña y los padres tienen claro que su porvenir está en una buena boda, pero si quiere ser un buen partido, debe tener cuanto antes maestro de francés y de piano, como toda muchacha de la “buena sociedad”. Refugio: Es un personaje femenino interesante, aunque no tiene un papel muy protagonista en Tormento. Los atractivos de Refugio descansan en un físico particular: un “rostro blanco y diminuto”; una dentadura con un diente de menos que daba “cierta gracia picante” a su cara, a pesar del bozo de su labio superior; y, sobre todo, un “seno harto abultado”, que llamaba la atención. Según la visión actual tiene muchos valores positivos. Posee coraje y no es nada hipócrita; al contrario, representa un tipo valiente de mujer que le tocó vivir en una sociedad con normas morales de folletín. Ella se rebela contra los sermones y prédicas huecas de su hermana. Refugio, es muy realista y sabe la situación de las mujeres pobres y solteras como ellas “ No prediques, que eso no conduce a nada. ¿Por qué es mala una mujer? Por la pobreza... Tú has dicho: «si trabajas...». ¿Pues no he trabajado bastante? ¿De qué son mis dedos? Se han vuelto de palo de tanto coser. ¿Y qué he ganado? Miseria y más miseria... Asegúrame la comida, la ropa, y nada tendrás que decir de mí. ¿Qué ha de hacer una mujer sola, huérfana, sin socorro ninguno, sin parientes y que se ha criado con cierta delicadeza? [...] ¿Qué muchacho decente se acerca a nosotras viéndonos pobres?... ¿Hay debajo de las tejas quien dé dinero por darlo, por hacer favor, por caridad pura?... No, hija; a mí no me vengas con hipocresías... Refugio, se cansó pronto de la protección que le daba Rosalía que en realidad las hacía trabajar de criadas sin apenas pagarles y además se las daba de generosa. Refugio es relajada en sus costumbres y derrochadora. Aparece como una mujer sincera, y primaria que es consciente que nunca saldrá de la pobreza llevando una vida honesta. Su trabajo de modelo de pintores deja entrever a qué se dedicará en el futuro. A las críticas de Amparo, que, como hermana mayor, pretende imponerle moralidad, Refugio contesta con ironía mordaz, aludiendo genéricamente a ciertos aspectos de su vida pasada. Se trata de una nueva reticencia del


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narrador que deja en suspenso a los lectores sobre el motivo real de estas alusiones malintencionadas. La degradación moral de Refugio empieza en esta novela. En La de Bringas ya la veremos instalada como prostituta de lujo y vendedora de objetos franceses. En esa última novela de la trilogía es notable un largo diálogo que mantienen Refugio y Rosalía, cuando esta última desesperada acude a pedirle dinero. Refugio se venga verbalmente de Rosalía, ya que le tiene mucha manía por la arrogancia con que la trató a ella y a su hermana. José Ido del Sagrario: es un personaje habitual en el universo galdosiano aparece también en Fortunata y Jacinta, El doctor Centeno y Lo prohibido, entre otras. Es maestro y tenedor de libros entre otros oficios. En Tormento vemos que no le van mal las cosas y todavía conserva la cordura. Se nos muestra como escritor de folletines, que era un proyecto que explicó en las últimas páginas de El Doctor centeno. Desde el principio sabemos que está escribiendo una novela inspirada en la vida de Amparo y Refugio, su hermana. Esta novela, dentro de la novela, será uno de los recursos literarios que explotará Galdós Felipe Centeno: ya había aparecido anteriormente en El doctor Centeno. Su admiración por Amparo se remonta a entonces. Ahora la fortuna le sonríe gracias a su nuevo amo. La trilogía se iniciaba con su historia y acaba siendo un elemento importante en Tormento, ya que evita el suicidio romántico de Amparo al cambiar el cianuro por una medicina inofensiva y es por tanto artífice del transgresor final de la novela. Doña Marcelina Polo: Es la hermana del padre Polo. Es una mujer dura, amargada, falsamente religiosa y virtuosa, es una vieja solterona que culpa totalmente a Amparo de la relación que mantuieron ella y su hermano, descargándolo a él de responsabilidad. Cuenta a Rosalía que tiene dos cartas de Amparo dirigidas a Polo, con esta intervención se precipita el final de la novela. La imagen preferida del narrador para referirse a Marcelina consiste en compararla con una talla o un bajorrelieve de madera, de caoba en concreto. Tanto su hermano como el propio Nones la comparan asimismo con un palo o poste. Tal insistencia tiene como fin describirnos a alguien inexpresivo, sin alma, con un carácter seco, sin sentimientos. Su obstinación es enfermiza y se pone de manifiesto cuando visita a su hermano y huele a "hembra" y sospecha que hay una mujer, pese a que él se lo niega; se aposta durante horas delante de su casa para sorprenderla. En la entrevista con Caballero muestra su hipocresía al decir que sus principios le impiden ocuparse de acciones ajenas, algo claramente contradictorio con


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sus hechos y sus palabras. La frase “no quito ni doy reputaciones. Pero quiero saber, quiero saber, quiero saber...”, con esta insistencia machacona (“hasta doce veces o más” la repite, según el narrador) sintetiza su feroz curiosidad. Vemos que, a pesar de su religiosidad ostentosa, se demuestra que Marcelina carece de caridad (p. 260) Marcelina es incapaz de quedarse, como su hermano, a auxiliar a Celedonia. Solo entra un momento a verla, pero reconoce que asistir a enfermos, curar a llagados y limpiar heridas es algo para lo que no tiene estómago. Según ella, también se ayuda a los necesitados rezando por ellos. El padre Nones: Es un sacerdote que desempeña una importante labor social con su trabajo. Es la única persona que ayuda a Pedro, intentando salvarlo de sí mismo. El padre Nones ha sido testigo de los principales acontecimientos históricos de la época. Es un hombre curtido que ha pasado por experiencias tan duras como auxiliar a ciertos condenados a muerte. Cuando Polo le explica su historia, sin omitir nada, Nones reacciona con toda normalidad, tomando la palabra y afirmando que “no hay nada nuevo bajo el sol”. Le recomienda vida nueva, cortar por lo sano y poner tierra por medio. Añade que debe confiarse “a la voluntad y al tiempo”. En consecuencia, lo manda una temporadita al campo, a la finca de un sobrino suyo, a trabajar duro, como un campesino más. Pasado un tiempo, si Nones considera que está curado,intercederá para que le devuelvan las licencias eclesiásticas y para que le consigan un curato en Filipinas.


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