Ingeniero a profundidad, Enrique Tamez

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Ingeniero a profundidad Enrique Tamez González

2015
Mexicana
Geotécnica
Sociedad
de Ingeniería

Ingeniero a profundidad Enrique Tamez González

SOCIEDAD MEXICANA DE INGENIERIA GEOTECNICA

Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González © 2015, Sociedad Mexicana de Ingeniería Geotécnica, A.C.

Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier procedimiento sin la autorización escrita de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Geotécnica, A.C.

Producción editorial: Helios Comunicación

Edición: José Manuel Salvador García helios@heliosmx.org Tel. 5513 1725

SOCIEDAD MEXICANA DE INGENIERÍA GEOTÉCNICA, A.C.

MESA DIRECTIVA 2013-2014

Presidente

David Yáñez Santillán Vicepresidente Raúl Aguilar Becerril Secretario

Eduardo Botero Jaramillo

Tesorero César Dumas González

Vocales

Guillermo Clavellina Miller

Claudia Marcela González Blandón Renata A. González Rodríguez

Natalia del Pilar Parra Piedrahita Érika B. Valle Puga

CONTENIDO

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PREFACIO PRÓLOGO

Luis Vieitez Utesa Óscar M. González Cuevas

BIOGRAFÍA DE ENRIQUE TAMEZ GONZÁLEZ

Los primeros años Chapingo Primer periodo en la Secretaría de Recursos Hidráulicos Tamez en Estados Unidos Con Casagrande y Terzaghi en Harvard Segundo periodo en la Secretaría de Recursos Hidráulicos Comienzo del profesorado Tamez en ICA Las primeras líneas del metro El Drenaje Profundo

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Actividad en la UAM y transición a TGC

La Catedral Metropolitana La Torre Mayor y la línea 12 El TEO La enseñanza y el gremio Consultor, innovador, independiente Tamez, el hombre

RESEÑAS

Textos de Enrique Tamez

1. Principios generales de diseño y construcción de presas de tierra

2. Undécima Conferencia Nabor Carrillo. “Hundimientos diferenciales de edifcios coloniales en el Centro Histórico de la Ciudad de México”

3. Memoria de la reunión conmemorativa 40 Años de Investigación y Práctica en Geotecnia. “Cincuenta años de Geotecnia en ICA”

4. Ingeniería de cimentaciones. Conceptos básicos de la práctica

Textos de Enrique Tamez con otros autores

5. Quinto Congreso Internacional de Grandes Presas de París, 1955. “Earth dams in Mexico. Design, construction and performance”

6. Manual de diseño geotécnico, volumen 1 7. Manual de diseño goetécnico, volumen 2, capítulo 3 8. La Catedral Metropolitana y el Sagrario de la Ciudad de México. Corrección del comportamiento de sus cimentaciones 9. Catedral Metropolitana: corrección geométrica, informe técnico 10. Diseño geotécnico de túneles

Textos sobre Enrique Tamez 11. Valores mexicanos de la ingeniería. 3, Maestro Enrique Tamez González 12. Enrique Tamez González. Ejemplo a seguir

Traducciones hechas por Enrique Tamez 13. Contribuciones de la mecánica de suelos al diseño y construcción de presas de tierra. Antología

LÍNEA DE VIDA REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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PREFACIO

Este libro sobre Enrique Tamez González, por su trayectoria e invaluable aportación a la ingeniería mexicana, además de su historia de vida por haber sido testigo de los grandes e importantes cambios ocurridos en México durante el siglo XX, es resultado de la decisión de la mesa directiva de la Sociedad Mexicana de Ingeniería Geotécnica, presidida por David Yáñez Santillán, de hacer realidad la iniciativa de Raúl Flores Berrones y Raúl López Roldán, a quienes se sumaron Gabriel Moreno Pecero, Enrique Santoyo Villa y Luis Vieitez Utesa. El aporte de cada uno de ellos fue determinante para la integración de la obra que usted tiene en sus manos.

El libro, realizado por Helios Comunicación, se compone de la edición resumida de una serie de entrevistas que Daniel Moser le hizo al profesor Enrique Tamez. A ellas se sumó la consulta de otras fuentes de información relacionadas con el trabajo de Enrique Tamez, que el lector puede consultar en los apartados de “Reseñas” y “Referencias bibliográficas”. Esta consulta se hizo con un enfoque biográfico antes que técnico.

Aunque por su extensión no se pueden mencionar todos aquí, es obligado al menos agradecer a las direcciones del Centro de Información y Documentación Histórica de la Universidad Autónoma Metropolitana y del Archivo Histórico de la Comisión Nacional del Agua, que aportaron detalles importantes. Una contribución similar se recibió de la Comisión Internacional de Grandes Presas (CIGB/ ICOLD).

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Todo un carácter

Las fotografías de Enrique Tamez en las diferentes etapas de su vida –por ejemplo, las que aparecen en el libro conmemorativo de 2005 por sus ochenta años– retratan muy bien una gran parte de su carácter:

Porte distinguido, frente amplia que da cabida a un gran cerebro, coronada por un cabello ondulado y ahora de un color plateado lustroso. Nariz recta y sobresaliente. Tez blanca, algo rubicunda, y ojos claros –azules, de hecho–, cuya mirada como de águila es capaz de

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otear y, sin vacilación, discernir con toda certeza. De sonrisa fácil y a la vez enigmática. No afecto a los aspavientos ni a los cambios de humor: el suyo es, por lo común, afable y ecuánime, a veces irónico. Estatura media, complexión delgada a fuerte. Sus manos, de huesos no excesivamente largos y recios, acompasan casi siempre su expresión oral. A la manera de un emotivo director de orquesta, elige con esmero sus partituras y les imprime vibrante coloratura a medida que incorpora a los solistas y a todo el ensamble, con quienes ha ensayado incontables veces en aras de la perfección. Posee un espíritu renacentista y una imaginación a lo Julio Verne, y además abarca cualquier tema con su conversación informada, amena y simpática.

Los hilos conductores de la trama y la urdimbre de su variada, vasta y rica vida profesional proporcionan un testimonio inmejorable de su carácter y resaltan su congruencia: aprendió a aprender, con rigor y disciplina, para hacerse ingeniero agrónomo; después, animado por un maestro inolvidable para él, descubrió en las estructuras de represas las primicias de la mecánica de suelos.

Qué mejor que conseguir en Estados Unidos la maestría en Ingeniería civil, y luego nutrirse con las invaluables enseñanzas de quienes en esa época perfeccionaban los cimientos de la nueva ciencia. De Karl Terzaghi obtuvo el interés por la geología aplicada –que más adelante acrecentaría con su amigo Federico Mooser– como descripción racional del origen y comportamiento de suelos y rocas. También aprendió el “método observacional”, que Terzaghi utilizaba para abordar y resolver los problemas prácticos.

Con Arthur Casagrande, Tamez se interiorizó en el Sistema Unificado de Clasificación de Suelos (SUCS) y en el análisis, diseño y construcción de presas de materiales graduados (más concretamente en su compactación), así como en su propio modo de enfrentar y resolver los problemas, estimando, con las herramientas disponi-

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bles, el riesgo que conllevaban las soluciones y que se conoce como “riesgo calculado”. Además, Casagrande despertó en Enrique Tamez el interés por las presas de México y el subsuelo de la capital mexicana que estaban investigando dos brillantes ex alumnos suyos: Nabor Carrillo y Raúl J. Marsal.

Ya de regreso en México, Tamez pronto fue contratado por Raúl J.Marsal en la empresa Laboratorios ICA para seguir en la materia de presas y, asimismo, familiarizarse cada vez con más ahínco en ese singular subsuelo. Después, esta empresa se escindió en el Instituto de Ingeniería, dedicado a la investigación, y Solum, dedicada a la innovación y el desarrollo comercial en mecánica de suelos y cuya dirección técnica asumió Tamez.

Ha sido en dicho subsuelo y en el del poniente y norte de la cuenca de México donde Enrique Tamez ha ejercido lo más valioso de su vida profesional. Sin embargo, no deben menospreciarse sus muy importantes contribuciones al diseño geotécnico en otros ambientes, por ejemplo: inyección a alta presión e instalación de anclas Polensky en el apoyo de la presa Apulco, Puebla, en tobas vitrificadas; empleo de la geosísmica para clasificar la excavabilidad de terrenos en cortes de carreteras; la pantalla flexible para impermeabilizar la cimentación de la presa Las Tórtolas; el canal de navegación y la construcción de pilas en Pajaritos, Veracruz; el abatimiento del nivel de agua freática (NAF) en dunas del puerto del mismo nombre, empleando vacío para el bombeo en zanjas en las que se alojó tubería de drenaje; en el puerto pesquero de Alvarado, también en Veracruz, la densificación de arenas finas y limos sueltos por vibroflotación para evitar su licuación (fenómeno que tenía muy presente debido a las experiencias del sismo de Jáltipan, Veracruz y del terremoto de Valparaíso, Chile); el abatimiento del NAF y la construcción de cimentaciones en el puerto industrial de Lázaro Cárdenas, en Michoacán; la captación de agua en Cola de Caballo; el

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túnel de Loma Larga y el metro en Monterrey, Nuevo León; la solución de cimentaciones sobre suelos expansivos de Querétaro, Querétaro, y de Morelia, Michoacán, y sobre suelos muy compresibles producto del dragado marino en Manzanillo, Colima; el anclaje para evitar el posible volteo y deslizamiento de grandes bloques de granito en una ladera inestable y con presencia de creep en la Panorámica, frente a La Quebrada en Acapulco, Guerrero; la cimentación de la termoeléctrica de Ciudad Juárez, Chihuahua, sobre formaciones aluviales, recientes y antiguas, en las que se necesitó resolver todo tipo de problemas de muestreo e incluso el empleo de lodo por primera vez en una perforación de muestreo en México (antecedente del soporte con lodo de las zanjas para alojar los muros pantalla del metro) para estabilizar las paredes de las perforaciones profundas; en el Alto Amacuzac, el empleo de la fotogeología y su verificación en campo para la localización de posibles proyectos de abastecimiento de agua potable a la Ciudad de México; la construcción de pozos Ranney en el río Papagayo para surtir de agua al puerto de Acapulco, entre muchos otros.

Si se aquilata el singular proceso formativo y de experiencia práctica de Enrique Tamez y el monumental aporte de investigación y datos, al que él contribuyó y que ha quedado plasmado en el libro El subsuelo de la Ciudad de México, publicación de Raúl J. Marsal y Marcos Mazari (1959), así como la comunicación de primera mano que, en recorridos y pláticas, obtenía de Federico Mooser acerca de la geología de la cuenca de México, se entenderá cómo fue adquiriendo la seguridad y la confianza necesarias para enfrentar el tabú de la inviolabilidad del subsuelo de la ciudad en la construcción de túneles para el metro. Más tarde, en la construcción del Drenaje Profundo, se tenía además el plazo perentorio y las dificultades aparentemente insalvables en las que habían estado empantanados por años los contratistas de los túneles.

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Sin embargo, mediante instrucciones claras, precisas y exigentes vertidas en planos, especificaciones, manuales, esquemas y pláticas, con la estricta supervisión del proyecto en campo, incluido el monitoreo del comportamiento de las diferentes fases de la obra, y con el uso de instrumentos idóneos ubicados en sitios representativos de dicho comportamiento –tal como ya lo había hecho en el metro–, fue como Enrique Tamez obtuvo el dominio de los procedimientos constructivos y de su adecuada aplicación en campo, es decir, del control de la constructibilidad apoyada en los modelos geotécnico-geológicos, estructurales, de construcción y de logística. Así, la planeación programada cristalizó en proyecto ejecutivo y finalmente en ejecución de obra con múltiples frentes simultáneos, con el claro fin de respetar el plazo, la operatividad y el precio acordados con las autoridades de la ciudad capital. Se cumplió, y tanto el metro como el Drenaje Profundo continúan dando un servicio indispensable para la movilidad y la salud de millones de habitantes.

Fue indispensable para la estabilidad y seguridad de las excavaciones en el metro:

El colado de los muros pantalla en zanjas ademadas con lodo en las que previamente se ha colocado el emparrillado de acero de refuerzo.

Una longitud de los muros por debajo del nivel de excavación lo suficiente para contrarrestar el pateo y la falla por el fondo.

En ciertos casos, la prolongación de los muros pantalla, sin refuerzo, sólo para interceptar estratos permeables con agua a presión que, por su cercanía al fondo de la excavación, podían hacer fallar éste por subpresión.

El abatimiento previo del nivel piezométrico por debajo del nivel máximo de excavación, principalmente con el auxilio de la electrósmosis, a fin de controlar las expansiones del fondo y mantener o, en su caso, incrementar la resistencia natural del suelo al cortante en el

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fondo de la excavación y en su talud cabecero para evitar la falla de cualquiera de ellos.

Excavaciones en áreas regulares, no excesivamente anchas ni largas, de modo que existiera compatibilidad con el ritmo de avance de las actividades de excavación, conformación del talud cabecero y apuntalamiento de los muros pantalla.

La colocación de los puntales por pares a un lado y otro de las juntas entre los muros pantalla y precargados, según esquemas predeterminados por el análisis de distribución de cargas.

Se perseguía con estos pasos alterar lo menos posible las propiedades físicas y mecánicas naturales del sistema subsuelo y, a la vez, proporcionar el confinamiento y los desplazamientos necesarios en éste mediante la resistencia y deformaciones controladas del sistema soporte (fuerzas de filtración descendentes, juego en las juntas entre muros, apuntalamiento y precarga progresivos y elasticidad del talud cabecero, en contacto con los muros, lo que permite un primer desplazamiento de éstos antes de recibir los puntales y las precargas) con el propósito de redistribuir esfuerzos en el entorno de la excavación y asegurar la estabilidad de ambos sistemas. La interacción suelo-estructura actúa así en favor de la construcción gracias a la planeación, el análisis y el diseño geotécnicos debidamente aplicados.

Por otra parte, el diseño del cajón del metro tiene también la virtud de ser rígido en el sentido transversal, con objeto de soportar las cargas finales y, a la vez, evitar el ovalamiento por sismo; flexible en el sentido longitudinal, a fin de absorber, sin daño, hundimientos diferenciales (muy comunes en las zonas Lacustre y de Transición de la Ciudad de México) y ser capaz de “serpentear” acoplado al subsuelo que le rodea ante el paso de ondas sísmicas; y tener un peso tal (sobrecompensado) para que, con el tiempo, el cajón no tienda a emerger por efecto de la subsidencia presente en el entorno –fenó-

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meno geotécnico estudiado por Nabor Carrillo, Raúl Marsal y Marcos Mazari– ni a hundirse por exceso del peso propio. Comprender y aprovechar dicha interacción también fue un acierto geotécnico en los túneles del Sistema de Drenaje Profundo de la Ciudad de México. En el Emisor Central, el empleo del concreto lanzado en múltiples frentes como soporte primario de la excavación posibilitó la estabilidad. Se necesitó la conjugación de un confinamiento rápido y un desplazamiento acotado del contorno, proporcionados por un fraguado acelerado de la capa inicial y una acción de membrana flexible –de poco espesor, comparada con el vano excavado– que se formaba por delgadas capas sucesivas, compactadas por el martilleo de la mezcla al impactarse a muy alta velocidad capa a capa.

De nuevo, el objetivo era obtener el mejor aprovechamiento de la interacción suelo-estructura para conseguir la estabilidad del que en este caso era un túnel en terrenos formados por erupciones volcánicas, efusiones y flujos piroclásticos de diferentes edades geológicas y grados de alteración y fracturamiento, además de encontrarse, con frecuencia, en ambientes acuíferos con caudales y presiones de agua que harto dificultaban la construcción. Se encontraron, claro está, terrenos no capaces de desarrollar la interacción estabilizadora (fuese por su alto grado de alteración, la presencia en ellos de fallas geológicas, o por contener planos de fracturas favorables al deslizamiento de bloques o al ingreso de agua a presión), por lo que tuvieron que ser mejorados con inyecciones de impermeabilización y consolidación, o, en casos extremos, evitados mediante el desvío del trazo, fuese por haber fallado o porque su posible tratamiento resultaba económica y técnicamente prohibitivo.

Hubo que recurrir a varias prácticas para combatir la infiltración perjudicial del agua subterránea, tales como galerías y túneles piloto, inyecciones a muy altas presiones de lechadas y productos químicos,

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barrenos, drenes y mucho desalojo del agua por bombeo. Este último fue verdaderamente espectacular en el tramo en que se utilizaron bombas sumergibles instaladas en pozos perforados a más de cien metros de profundidad para abatir niveles de agua freática presentes en el valle subterráneo de Tepotzotlán. Se trató de una iniciativa de Enrique Tamez que se aplicó a ese tramo del túnel, que fue el último en quedar concluido de todo el Emisor Central por tener que excavarse forzosamente en arrastres fluviales y aluviales cargados de agua a presión. El trabajo se dio por finalizado en gran medida gracias a dicha iniciativa estratégica y táctica, con la conciencia de asumir un “riesgo calculado”, a la manera de Casagrande. Conviene destacar que la geotecnia que respaldó la ejecución del emisor y de los interceptores profundos siempre se apoyó también en el “método observacional” de Terzaghi.

Enrique Tamez ha vivido fascinado por la tecnología de vanguardia. En el Solum de la Agrícola Oriental y también en su casa, infinidad de veces acompañado por el cariño, amor, inteligencia e intuición de Yolanda, su inseparable compañera, y en muchas de sus noches de insomnio, se ensimismaba pensando en las posibilidades de empleo práctico de la electrósmosis, la electrónica de transistores, la fotografía aérea, la geofísica, la computación, los instrumentos de campo y laboratorio y las máquinas tuneladoras. Es más, en las empresas concebidas y dirigidas en lo técnico por él, se ocupó en construir prototipos y concretar sus ideas, las cuales eran adelantadas para la época de desarrollo que vivía el país. Dan testimonio de ello: Solum, Aerofoto (fotogeología aplicada a proyectos de ingeniería), Geosistemas (fabricación de aparatos e instrumentos para la geotecnia de campo y laboratorio), PSI (computación e informática para ingenieros), ICA Ingeniería (proyectos de desarrollo de infraestructura) y DERNA (perforación de pozos de exploración y

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de bombeo, así como desarrollos hidroagrícolas). Después de ICA, en TGC –creada y dirigida al alimón con Enrique Santoyo–, y aun después de TGC, se ha dado rienda suelta para concretar muchas más ideas que han imprimido un nuevo brío a la geotecnia aplicada, sobre todo a la ingeniería geotécnica. Destacan, por su importancia, las excavaciones y las pilas muy profundas en cimentaciones de rascacielos en el centro de la Ciudad de México; soluciones de nuevos pilotes de control y de elementos enfundados o telescopiados para evitar la fricción negativa o el efecto nocivo de excentricidades de carga; y, especialmente, la restauración de edificaciones afectadas por hundimientos diferenciales (que tanto interesaba al ingeniero Manuel González Flores) mediante la extracción selectiva por subexcavación, y el endurecimiento con inclusiones rígidas de mezclas de fraguado controlado, inyectadas en dirección de los esfuerzos principales por hidrofracturación, de estratos blandos compresibles. La Catedral Metropolitana es su logro más emblemático en este ámbito.

La excavación de túneles en suelos blandos y firmes, con máquinas tuneladoras, ha seguido un desarrollo tecnológico espectacular –en el plano mundial y también en el local– del que siempre ha estado al tanto Enrique Tamez para transferirlo, desarrollarlo y aprovecharlo en la cuenca de México.

Se contaba con experiencias previas: la excavación con escudo de frente abierto ademado del colector Iztaccíhuatl, donde Tamez fungió como asesor y en la cual se registraron asentamientos de 50 cm en superficie, no obstante haber empleado electrósmosis en el bombeo para evitar extrusión y pérdida de resistencia del frente de excavación; y es que hubo falta de fuerza suficiente en los gatos de empuje, de control preciso en el volumen del material excavado, en la guía del escudo y en la fabricación, colocación e inyección de retaque de las dovelas de concreto utilizadas como ademe.

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Parecidas circunstancias se presentaron en el pionero túnel colector 5 de Mayo, donde se utilizó también escudo de frente abierto ademado y, por primera vez, el licuado del suelo excavado para rezagarlo por vía hidráulica. La construcción y fabricación del escudo estuvo a cargo de los ingenieros Jorge Cravioto y Abel Villarreal, quienes también concibieron y construyeron las primeras lumbreras flotadas.

Mejor experiencia se tuvo en el desvío en sifón del colector Obrero Mundial, para dar vía libre a un tramo de la línea 3 del metro. Este desvío se construyó con escudo con frente cortador de aspas oscilantes y con ademe de dovelas de acero. Nuevamente se enfrentaban los problemas de mantener, en las áreas excavadas y en sus soportes, el dominio del confinamiento y de los desplazamientos para obtener una interacción estable suelo-estructura. Lograr ese dominio no fue fácil, como se comenta a continuación.

Vino después el tuneleo de los tramos norte de los interceptores Central y Oriente que desaguan en el Emisor Central. Perforaciones en profundidades tres o cuatro veces mayores que la media de desplante del metro, en la Zona Lacustre y la llamada Zona de Transición del subsuelo de la cuenca, y bajo el NAF. Hubo que aprender de las primeras fallas, que no se hicieron esperar:

Extrusión de arcilla blanda a través de una abertura entre juntas de los muros pantalla de una lumbrera en el trazo del Interceptor Central, que fue resuelta con un cilindro adicional de muros pantalla adosado al original.

Extrusión de arcilla muy blanda por una junta abierta entre dovelas del ademe, la cual, en forma de lodo, invadió en poco tiempo tanto el escudo excavador como la lumbrera próxima a éste en el trazo del Interceptor Oriente, con formación de un gran cráter en superficie y pérdida total de lo ya construido.

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Alud de suelos arcillosos y limoarenosos, poco consistentes, en la Zona de Transición, que sepultó el escudo en el trazo del Interceptor Central con muy acusado descenso de la superficie. A base de inyecciones de consolidación del alud, el escudo –de fabricación inglesa– se volvió a utilizar. Se emplearon otros escudos del mismo tipo: de frente abierto soportado por polines y tupidos de madera, sujetos por gatos frontales; el terreno se atacaba con pico y pala desde plataformas mineras.

En la Zona de Transición tuvo que complementarse el soporte del frente con abatimiento del NAF desde el exterior, con bombas sumergibles instaladas a uno y otro lado del túnel en pozos perforados a profundidades algo mayores (el mismo procedimiento que luego se empleó en Tepotzotlán a una profundidad mucho mayor).

Conforme se excavó más hacia el sur, más cerca del centro de la Ciudad de México, y dentro de la Zona Lacustre, el procedimiento dejó de ser efectivo y hubo que optar por eliminar el bombeo dentro de la zona urbana y presurizar el frente de excavación con aire comprimido, el cual estabilizaba las cada vez más abundantes arcillas blandas pero a costa de sofisticadas instalaciones de presurización, esclusas, cámara médica hiperbárica, así como turnos de trabajo reducidos. Para estabilizar el frente, se hizo necesaria cada vez más presión de aire a medida que se avanzaba, hasta que fue francamente nocivo para los trabajadores continuar laborando a 2,200 m de altitud y 1.3 atm, aproximadamente.

En el Interceptor Oriente, al ser necesaria una presión mayor para mantener el frente, no fue posible emplear el aire comprimido; en cambio, se siguió por un trazo alternativo que quedó ubicado en roca, si bien no fácil de atacar, y por un tramo en cajón tipo metro para conectar con el Gran Canal. Resultó así que se tuvo que esperar una década para continuar el tuneleo en suelos blandos lacustres.

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Enrique Tamez no tuvo nada que ver con las fallas de los escudos de fabricación inglesa que habían sido operados por diferentes contratistas, ya que él era ajeno a ellos; sí mantuvo, en cambio, más cercanía con la falla de la lumbrera del Interceptor Central mencionada antes; pero, en todo caso, dio diagnósticos certeros de lo ocurrido como para sentar las bases de la construcción posterior, dentro del esquema de organización del consorcio TUSA (Túnel, S.A.), en el que tuvo la más alta responsabilidad técnica. También tuvo una responsabilidad similar en el consorcio de empresas hermanas ISTME (Ingeniería de Sistemas de Transporte Metropolitano), el cual proyectó, diseñó y supervisó la construcción del metro de la Ciudad de México. Los organismos oficiales fueron: para el Drenaje Profundo, la DGCOH (Dirección General de Construcción y Obras Hidráulicas del Departamento del Distrito Federal), y para el metro, la Covitur (Comisión de Vialidad y Transporte Urbano del Departamento del Distrito Federal).

En el diseño geotécnico de las cimentaciones y muros de contención de las estructuras y pasos a desnivel del Anillo Periférico de la ciudad capital, entre La Yegüita (hoy Legaria) y el cruce con la avenida Insurgentes, Enrique Tamez tuvo el primer contacto intenso y extenso con la formación geológica conocida como Tarango, formada principalmente por materiales piroclásticos y con abanicos aluviales y fluviales de cañadas de los ríos provenientes del poniente. En años recientes volvería a ese sitio para participar en el diseño geotécnico de las cimentaciones de los segundos pisos a base de pilas.

Es curioso que, bajo aquel primer Anillo Periférico, tuvo que cruzar la línea 1 del metro para conectar con la estación Tacubaya, que en ese entonces estaba en excavación –por cierto, la de mayores proporciones que se hubiera hecho a cielo abierto en la ciudad, con

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taludes prácticamente verticales y sin ademes–. La solución fue en túnel, en el que caben las vías de ida y vuelta, con escudo de frente abierto y, como único revestimiento, anillos de sólo tres dovelas de concreto armado, esbeltas. Estas últimas fueron una solución original en su género, ingeniosamente diseñadas para que, articuladas las dos superiores “a hueso” en la clave, se gatearan contra la inferior y presionaran contra el terreno a modo de presfuerzo después del tiempo suficiente para que se distribuyeran los esfuerzos. Nuevamente encontramos aquí un empleo de lo más eficaz de la interacción suelo-estructura. Años después se empleó –en la línea 7 Norte y en la línea 9 Oriente– escudo de frente abierto de proporciones parecidas, pero con mayor grado de mecanización, provisto de brazos con rozadoras para excavar, pala retroexcavadora, banda transportadora para rezagar y compuertas para el ademe del frente. Todos los escudos antes referidos se diseñaron y fabricaron en México, con puntual asesoría extranjera.

Para la línea 12, en terrenos de la Zona de Transición, así como para el Túnel Emisor Oriente –en un subsuelo parecido en buena medida al del Emisor Central–, se han empleado en fechas recientes y se siguen empleando escudos de última generación totalmente mecanizados en sus actividades principales; son de diseño y fabricación extranjera, de frente cortador con escotaduras por donde entra el producto de excavación, el cual con aditivos y a presión proporciona soporte dosificado al frente de excavación según ésta lo va requiriendo. Estos escudos se conocen como EPB por las siglas en inglés de earth pressure balance, y su desempeño ha sido de muy bueno a malo, según se han ido enfrentando a condiciones geológicas variables y en zonas acuíferas con frecuencia adversas. Enrique Tamez ha estado tan interesado como siempre en semejantes prodigios tecnológicos, y también en los ademes de anillos

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de dovelas de concreto reforzado de muy alta resistencia, llamados pomposamente “universales” porque, con un diseño particular y muy preciso, pueden erigirse en diversas formas alternadas para conseguir sin mayor dificultad las curvas que exige el trazo, al mismo tiempo con la rigidez y flexibilidad necesarias para que el terreno solicite al anillo sólo por compresión. Esta solución ya se lograba en ademes anteriores de anillos de dovelas.

Los primeros escudos de alta mecanización de todas las actividades necesarias para procurar la excavación y el soporte al frente, la rezaga por vía hidráulica y el ademe de dovelas de alta precisión fueron de fabricación y diseño japonés, para cumplir las exigentes especificaciones elaboradas en México. Contra toda previsión de los fabricantes respecto a su vida útil, estos escudos todavía se emplean. El soporte del frente lo proporciona el empuje que transmite la propia cabeza cortadora junto con la presión de bentonita y lodo producido por la agitación y licuación del material de excavación, de ahí que se les conozca como slurry shields. Llegaron para quedarse y romper el vacío tecnológico y circunstancial que se dio al llegar a la frontera de aplicación del escudo de frente abierto soportado por aire comprimido. Con la utilización experta de estos escudos, las arcillas y otros suelos blandos y muy blandos de la Zona del Lago y la de Transición en su parte baja han dejado de estar vedadas a la perforación de túneles, la cual comprende ya no sólo decenas de kilómetros de los túneles interceptores del Drenaje Profundo de la Ciudad de México, sino también de colectores semiprofundos que tributan a dicho drenaje.

El control automatizado, tanto de pérdidas de suelo y desplazamientos en el frente de excavación al presurizar en un ambiente hermético como del alivio excesivo de presiones alrededor del ademe al efectuar inyecciones de retaque oportunas, bien ubicadas y de

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diferentes tiempos de fraguado, ha posibilitado obtener mejores rendimientos y asentamientos mínimos en superficie. Se trata de una interacción suelo-estructura altamente tecnificada.

Los párrafos anteriores tienen el propósito de mostrar lo azarosa que fue la evolución primera de los túneles en la zona urbana de la Ciudad de México. Al comienzo del desarrollo de los slurry shields, Enrique Tamez estaba ocupado en sus muy demandantes compromisos académicos y en el despegue de TGC, pero nunca estuvo totalmente alejado de estos progresos. De hecho, ya en TGC se dio tiempo para la noble tarea de verter por escrito sus experiencias, así como las de su compañero y tocayo Enrique Santoyo. A ellos se acercó el ingeniero José Luis Rangel, quien ha aportado conocimientos y programas de cómputo actualizados para perfeccionar los modelos de análisis y diseño que desarrollan y emplean.

Enrique Tamez ha logrado, como pocos, cumplir la tarea de poner esta ciencia “infusa, difusa y confusa”, como la califican muchos quizá por envidia, al alcance de los estudiantes, de los especialistas y de los ingenieros de la práctica profesional, con las expresiones más elegantes y accesibles, las más razonadas y fácilmente comprensibles que se puedan dar. Léanse, si no, la Undécima Conferencia Nabor Carrillo, “Hundimientos diferenciales de edificios coloniales en el Centro Histórico de la Ciudad de México”, o el libro Diseño geotécnico de túneles, que contiene su tesis de ingreso a la Academia Mexicana de Ingeniería.

La primera es un pormenorizado sustento geotécnico de una obra de fama mundial: la corrección de la Catedral Metropolitana mediante la sustracción selectiva de terreno bajo la cimentación deformada y, además, la reducción de la compresibilidad de los estratos con mayor potencial de subsidencia.

El segundo es la exposición de un modelo mecánico simplificado para el análisis de la estabilidad de túneles excavados en cualquier

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tipo de suelo, desarrollado con base en las experiencias derivadas del Drenaje Profundo y de la construcción de la línea 7 del metro. Esta última, por cierto, fue construida totalmente en subterráneo en la Zona de Transición del poniente que se mencionó antes, así como en la Zona de Lomas. El modelo simplificado tiene, entre muchas virtudes, la de expresar y razonar en cuáles factores de seguridad se apoya o debe apoyarse el diseño para mantener la respuesta, elástica o viscoelástica, del subsuelo adecuadamente alejada de su condición de plastificación o de falla (rotura). Y, en referencia al factor de seguridad, es interesante comentar que en tramos de la línea 1 del metro, en la calzada Zaragoza al oriente de la ciudad, donde se encuentran las arcillas más blandas y compresibles –como se mencionó al hablar de los slurry shields–, se observó y calculó mediante síntomas de comportamiento anormal del suelo que el factor de seguridad con el que se estaba trabajando era cercano a uno. De igual manera sucedió con el factor de seguridad en tramos del Drenaje Profundo.

La vida profesional de Enrique Tamez, por vasta, enriquecedora y original, no es abarcable; mucho menos lo es en un prólogo. Éste no pretende ser más que un modesto bosquejo de esa vida. En ella destaca desde el principio la congruencia de una vocación inquebrantable, compartida generosamente con innumerables personas. Enrique Tamez tuvo la fortuna de formarse con la tutela de los distinguidos creadores de la mecánica de suelos y, además, de desarrollar la geotecnia en su máxima expresión, en una excepcional “cooperativa” de ingenieros y administradores con grandes ideas, innovadores e incansables realizadores de imponentes y complejas obras de ingeniería que impulsaron a México en el mejor momento. Fue un gran formador de grupos de variadas especialidades y disciplinas, en los cuales infundió el propósito de llevar grandes tareas a buen fin, inmejorablemente coordinados, en armonía y con entusiasmo. Tales

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grupos pronto adquirieron la responsabilidad, la capacitación y la autonomía que Enrique Tamez exigía de ellos; de este modo Tamez contó con el espacio de libertad para ejercer con plenitud el buen juicio del ingeniero, que, por su escasez, es el más apreciado.

Todavía activo y muy lúcido, frisando la novena década, Enrique Tamez merece éste y muchos homenajes más. ¿Por qué? Por ser un personaje poco común, con todo un carácter... Por lo valioso que es en todos los sentidos.

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Enrique Tamez González como académico

Imagen: Archivo fotográfco de la UAM en línea.

Las contribuciones de Enrique Tamez González al diseño y construcción de las obras de ingeniería civil más importantes del país son bien conocidas y le han hecho acreedor del reconocimiento de sus colegas tanto mexicanos como extranjeros. Numerosos artículos, ensayos

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y hasta un libro publicado por la Sociedad Mexicana de Mecánica de Suelos en 2005 dan cuenta de sus trascendentales logros y de sus destacados méritos como ingeniero de la práctica profesional. Menos conocida, aunque no menos importante, es su trayectoria como académico, a la cual me referiré brevemente en este prólogo.1

Sus clases de Mecánica de suelos, en la licenciatura de Ingeniería civil en la UNAM, y de Mecánica de suelos aplicada, en la División de Estudios de Posgrado, marcaron la vida profesional de muchos ingenieros que ahora son personajes destacados en la ingeniería mexicana. Prácticamente todos coinciden en que estas clases, amenas, interesantes, de alto nivel académico, definieron su vocación y su posterior ejercicio profesional. Yo tuve la oportunidad de cursar Mecánica de suelos aplicada con el profesor Tamez a principios de los sesenta. Había terminado la maestría en Estructuras, y en el doctorado debía acreditar algunas asignaturas de un campo menor, para el cual seleccioné Mecánica de suelos. Después de llevar los dos primeros cursos teóricos con otros dos grandes personajes de la mecánica de suelos, Eulalio Juárez Badillo y Alfonso Rico Rodríguez, me inscribí al curso de Mecánica de suelos aplicada. Fue toda una experiencia de vida. El profe Tamez llegaba a las clases y nos planteaba un problema real en el cual estaba involucrado en esos momentos, nos lo describía con gran claridad señalando sus aspectos esenciales, nos recordaba las teorías pertinentes para su solución y nos invitaba a pensar en el problema y a proponer soluciones. El resto de la clase, y quizá una o dos clases más, nos la pasábamos discutiendo y analizando las distintas propuestas, así como aquella que se estaba considerando para ser la

1 Nota del editor: En un artículo del autor de estas líneas, incluido en el libro mencionado, se presentan mayores detalles sobre esa trayectoria, los cuales excederían el espacio de este prólogo.

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definitiva. Era como ejercer la práctica profesional en la solución de un problema de gran relevancia, con un grupo de colegas y la dirección de un gran experto.

Cuando recuerdo esas clases, pienso que sólo el profesor Tamez las podía impartir, tenía los conocimientos teóricos, la práctica profesional, la claridad de pensamiento para diferenciar lo importante de lo prescindible, y la facilidad para exponer sus ideas y su experiencia a los alumnos. Por si fuera poco, y en esto también coinciden muchos de sus ex alumnos, era un profesor respetuoso con todos, amable, tranquilo y carismático. Quienes trabajaron con él en el ejercicio profesional comentan experiencias semejantes cuando revisaban algún proyecto o cuando supervisaban alguna obra. Es un maestro nato. Dentro de sus actividades académicas se encuentra también la publicación de numerosos artículos, ponencias en congresos, y libros técnicos y de divulgación. Su producción cubre los temas más importantes de la geotecnia, como son presas, túneles, el metro de la Ciudad de México, edificios históricos, edificios de gran altura y otros semejantes. Sus enseñanzas trascienden de esta manera el salón de clases y alcanzan a un amplio número de estudiantes, así como de profesionales.

En este prólogo quiero hacer énfasis en su papel como funcionario académico durante el tiempo que trabajó en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), tanto porque fue la etapa en que lo traté de manera más cercana como porque creo que es la menos conocida entre la comunidad de ingenieros, a la que ambos pertenecemos orgullosamente.

En el mes de enero de 1974 fui invitado por el doctor Juan Casillas García de León, con quien colaboraba en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, a incorporarme a la UAM como secretario de una de las unidades de la nueva universidad, de la cual Casillas había sido desig -

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nado rector. Esta unidad estaría ubicada en el norte de la ciudad –que en esa época alojaba a la zona industrial más importante del país–, sin que se conociese todavía el lugar preciso; poco tiempo después se definió como la actual Unidad Azcapotzalco. Ya se había acordado que esta unidad se enfocaría en la oferta de carreras de tipo profesional, especialmente ingenierías, de ahí su ubicación. También por esa razón se había designado como su primer rector al doctor Casillas, quien era en ese momento director de la Facultad de Ingeniería de la UNAM. La UAM nació con el sello de una institución innovadora. Algunas de sus características renovadoras estaban plasmadas en su Ley Orgánica, aprobada el 13 de diciembre de 1973 por el Congreso de la Unión. Entre esas características destacan su integración por unidades universitarias “a través de las cuales se llevará a cabo su desconcentración funcional y administrativa”, con competencias para resolver sus propios problemas sujetándose a la propia ley y a las disposiciones reglamentarias; su organización en divisiones y departamentos, establecidas las primeras por áreas del conocimiento, y los segundos, por disciplinas específicas o conjuntos homogéneos de éstas; las competencias de los órganos personales de mayor nivel: rector general, rectores de unidad, directores de división y jefes de departamento; la existencia de órganos colegiados a niveles de universidad, unidades y divisiones en los cuales se tomarían decisiones importantes con la participación de los distintos sectores de la comunidad, y otras más.

Otros elementos, innovadores en su momento, fueron incorporados por los primeros funcionarios universitarios, como las divisiones y departamentos que existirían en cada unidad, las carreras que se ofrecerían, los mecanismos de admisión de alumnos, las características del personal académico que sería contratado y la definición de sus funciones, y otros más de esta naturaleza. Dentro de estos elementos

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quiero mencionar, por su vinculación con el ingreso del ingeniero Tamez a la UAM, uno que se empezó a desarrollar en la División de Ciencias Básicas e Ingeniería (CBI) de la Unidad Azcapotzalco, además del ya mencionado de ofrecer numerosas carreras de ingeniería, tanto tradicionales como novedosas.

Cuando se analizaba cuáles carreras de ingeniería se podrían ofrecer, se pensó en las carreras tradicionales, como Ingeniería civil, mecánica o eléctrica, y en carreras novedosas o innovadoras, como ambiental o Ingeniería física, que en esa época no se ofrecían en ninguna institución de educación superior. De esta manera, se llegaba a un conjunto de aproximadamente diez carreras de ingeniería. Una posible solución era que por cada carrera se abriese un departamento con el mismo nombre, por ejemplo, un departamento de ingeniería civil, otro de ingeniería mecánica, y así sucesivamente. De hecho, este esquema existía ya en alguna institución y es común hasta la fecha. Pero el número de departamentos resultaba demasiado grande y, por otra parte, se quería que los departamentos agrupasen a profesores e investigadores de distintas carreras, con el fin de propiciar la interdisciplina y que hubiese asignaturas comunes a varias carreras impartidas por verdaderos especialistas. Esta idea condujo a plantear un esquema matricial en el que las columnas eran los departamentos, y los renglones, las carreras o licenciaturas. Los departamentos ofrecían asignaturas impartidas por profesores expertos en el tema, y las carreras integraban sus planes de estudio con las asignaturas ofrecidas por los departamentos. De esta manera, había asignaturas comunes a varias carreras, aunque desde luego podía haber asignaturas que sólo estuviesen en el plan de estudios de una carrera. Esta fue una innovación relevante en la organización de la División de CBI de la UAM Azcapotzalco que luego fue adoptada por otras divisiones e incluso por otras instituciones.

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Pues bien, para dirigir esta división en la que se deseaba tener varias carreras de ingeniería, algunas totalmente nuevas, con una organización original en nuestro medio, el rector Juan Casillas se dio a la búsqueda de un ingeniero con sólida formación académica, con amplia y variada experiencia profesional, con un gran prestigio en el ámbito de la ingeniería, con capacidad de liderazgo y organización, y con atributos para integrarse a un grupo de profesionales de distintas trayectorias y especialidades. Enrique Tamez González reunía sobradamente todos esos atributos, por lo que el doctor Casillas lo invitó a incorporarse a la UAM para sacar adelante este ambicioso proyecto académico como director de la División de CBI. El ingeniero Tamez aceptó el reto, inició sus funciones como director el primer día de julio de 1974 y así fue como pasó a formar parte del grupo fundador de la UAM hace ya más de cuarenta años. Para cumplir con el calendario de trabajo, fue necesario un gran esfuerzo de todos los que participamos en esa tarea, entre ellos el ingeniero Tamez, quien dirigía la división más grande de la Unidad Azcapotzalco, a la cual se inscribieron cerca de 500 alumnos en nueve carreras de ingeniería.

Una vez iniciadas las clases, el ritmo de trabajo de la UAM se fue desarrollando de manera regular con el liderazgo del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, primer rector general de la institución. Sin embargo, el 30 de septiembre de 1975 el arquitecto Ramírez Vázquez renunció de manera sorpresiva, y por primera vez se inició un procedimiento para nombrar a un nuevo rector general. Lo inesperado de la renuncia y la falta de experiencia en llevar a cabo los procesos sucesorios en la universidad produjeron malestares e inconformidades en parte de la comunidad, pero finalmente la Junta Directiva designó al doctor Juan Casillas como rector general e inició el proceso de designación de un nuevo rector para la Unidad Azcapotzalco. El 18 de noviembre de 1975, la Junta designó al ingeniero Tamez para ocupar este pues-

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to por un periodo de cuatro años (en la UAM no hay reelección para ningún cargo de órgano personal académico).

Al llegar a la rectoría de la unidad, el profesor Tamez gozaba del respeto y reconocimiento de toda la comunidad de la Unidad Azcapotzalco. Esto le ayudó a restablecer el clima de concordia que se había alterado con motivo de la renuncia del arquitecto Ramírez Vázquez; con su liderazgo, la Unidad Azcapotzalco continuó su proceso de consolidación académica. Durante su gestión se terminaron de elaborar los planes de estudio de todas las carreras, se avanzó en la construcción de las instalaciones físicas de la unidad y en el equipamiento de laboratorios, y se iniciaron acciones de vinculación con empresas de la zona.

Una característica relevante de la UAM es la que se refiere a la integración de cuerpos colegiados y designación de funcionarios académicos. Como antes se mencionó, existen cuerpos colegiados a distintos niveles que están constituidos por funcionarios académicos, representantes del personal académico y representantes de los alumnos; en algunos órganos también hay representantes de los trabajadores administrativos. Durante la gestión del profesor Tamez se presentaron los primeros casos de integración o renovación de cuerpos colegiados, así como de designación de funcionarios académicos.2 No había antecedentes o experiencias para llevar a cabo estos procesos, pero las cualidades de negociación y persuasión de Enrique Tamez fueron decisivas para que se pudiesen realizar sin mayores complicaciones o inconformidades.

2 En un artículo transitorio de la Ley Orgánica se preveía que los primeros órganos personales fuesen designados por los rectores, pero para los siguientes debía seguirse el proceso establecido en la ley.

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Creo que las universidades, en todo el mundo, distan mucho de ser lugares tranquilos y sosegados en los que únicamente se discuten temas académicos de manera muy civilizada. Por el contrario, los conflictos son permanentes y las diferencias entre grupos son enconadas, aunque, hay que decirlo, rara vez se llega a la violencia. Al profesor Tamez le tocó, poco tiempo después de asumir la rectoría de la Unidad Azcapotzalco, uno de los conflictos más serios que ha vivido la UAM: la formación del Sindicato Independiente de Trabajadores (SITUAM). Éste se constituyó como un sindicato de trabajadores tanto administrativos como académicos, lo cual no implicaba ningún problema. Sin embargo, la Ley Orgánica de la UAM establecía que las relaciones laborales debían regirse por el Apartado B del artículo 123 constitucional, aplicable a los trabajadores del Estado, mientras que el sindicato en formación solicitaba que se le reconociese en el Apartado A, aplicable al resto de los trabajadores. La diferencia tenía serias implicaciones, entre ellas el derecho de huelga, que estaba restringido en el Apartado B. El caso es que en la UAM se vivió un ambiente de confrontación que culminó con el estallamiento de una huelga el 16 de junio de 1976, la cual duró 33 días.3

El profesor Tamez asumió en el conflicto una actitud muy mesurada que contribuyó en buena medida a la solución pacífica del problema. Él formó parte del grupo de funcionarios que sostuvo que los aspectos académicos no debían pactarse con el sindicato, y que la negociación entre universidad y sindicato debía limitarse a los aspectos laborales. Desde luego que en algunos casos resultaba

3 El lector interesado en este tema puede consultar el libro Una historia de la UAM: sus primeros 25 años, de Romualdo López Zárate, Oscar M. González Cuevas y Miguel Casillas Alvarado, pp. 473-482, UAM, México, 2000.

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difícil deslindar lo laboral de lo académico, pero la actitud del profesor Tamez, junto con la del rector general –que ya entonces era el doctor Casillas– y otros funcionarios y profesores, fue decisiva para preservar el carácter académico de la institución.

Desgraciadamente, el profesor Tamez se vio obligado a renunciar al cargo de rector antes de terminar su periodo por motivos de salud. Fue su médico quien prácticamente lo forzó a tomar esta difícil decisión. Así que su paso por la UAM fue relativamente breve: renunció el 2 de junio de 1977, poco antes de completar tres años. Sin embargo, en este corto lapso hizo aportaciones importantes a la institución y contribuyó en forma decisiva a la consolidación de ésta como una de las universidades más prestigiadas del país. Quienes convivimos con él durante esta etapa de la UAM lo recordamos con aprecio y gratitud.

La universidad le reconoció los servicios prestados, así como sus méritos académicos y profesionales, en el año de 1995, otorgándole su máxima distinción: el grado de doctor honoris causa. Según la reglamentación, este grado se puede conferir por acuerdo del Colegio Académico a quienes se hayan distinguido por sus contribuciones al desarrollo de las ciencias, de las artes o de las humanidades. El profesor Tamez fue una de las primeras personas en recibirlo.

Agradezco a los organizadores de este homenaje a Enrique Tamez González, en ocasión de su nonagésimo aniversario, la oportunidad que me han dado de reiterarle al profe, a través de estas breves líneas, mi respeto, admiración y amistad, y de felicitarlo por los logros alcanzados en su fructífera vida académica y profesional.

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Ingeniero

Los primeros años

Nacido en 1925, el quinto de seis hijos, Enrique Tamez cursó la escuela primaria en Hidalgo, Tamaulipas, entonces un pueblito de escasos 2,500 habitantes y hoy casi una metrópoli de 90 mil, crecimiento asociado a la construcción de una presa y a la expansión de un pueblo agrícola.

La educación que se ofrecía en Hidalgo llegaba sólo a la primaria. Dos de los hermanos de Enrique Tamez habían dejado la casa para estudiar en Linares y Ciudad Victoria, en una de las escuelas que llamaban “agrícola”, auspiciadas por el gobierno federal, donde se trataba de enseñar las bases de la agricultura tecnificada. El mayor de sus hermanos fue a esta escuela ubicada cerca de Ciudad Victoria, y al terminar sus estudios fue admitido en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo; allí hizo su carrera de ingeniero agrónomo y se especializó en fitotecnia.

Su padre, dueño de la tienda del pueblo, siempre insistió en que debían estudiar y prepararse, pero los medios económicos de la familia eran escasos. Sin embargo, quizá la educación doméstica y el ejemplo paterno influyeran de manera más profunda en la futura actitud profesional de Enrique Tamez que el ambiente de la educación bási-

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Hidalgo, Tamaulipas

Fundada en 1752 con el nombre de Santo Domingo de Hoyos, recibió el nombre de Villa Hidalgo en 1828 en honor de Miguel Hidalgo y Costilla. Sus habitantes se dedicaron desde la fundación al comercio de cebos, pieles y lanas destinados a Veracruz. El comercio se desarrolló gracias a la buena calidad de los pastos de sus tierras, lo que propició la cantidad de ranchos ganaderos que le rodean. Prueba de su carácter agrícola es su tradicional feria de la naranja. Su clima es subhúmedo, semicálido y extremoso. La cabecera municipal se encuentra en los 24º 9’ 18’’ latitud norte y 1º 5’ 12’’ longitud oeste y a 400 metros sobre el nivel del mar. Su extensión territorial actual es de 2,142 metros cuadrados. Colinda con el municipio de Güémez al sur y con Nuevo León al oeste; lo integran 179 localidades. Linares, que se encuentra a 67 kilómetros al norte y a medio camino entre Ciudad Victoria y Monterrey, era la opción lógica para que la familia Tamez se reubicara en busca de mayores oportunidades.

Fuente: Gobierno del estado. http://tamaulipas.gob.mx/tamaulipas/municipios/hidalgo, www.e-local.gob.mx / Imagen: Helios Comunicación

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Monterrey Villa Hidalgo Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González ca, pues uno de sus recuerdos más inmediatos de don Pablo Tamez se refiere a una oportunidad presentada que éste supo aprovechar: No había médico en el pueblo en esos tiempos, entonces, obviamente, las preguntas eran para el señor de la tienda. “Oiga, ¿qué es bueno para tal enfermedad?”; entonces mi padre se dio cuenta de que hacía falta una farmacia, una botica, como se le llamaba entonces, que por lo menos tuviera aspirinas y

bicarbonato de sodio, cosas esenciales... y como él había estudiado principios de medicina en Monterrey en el Colegio Civil, tenía algunos conocimientos, sin pretender ser un médico, pero en un ambiente así, alguien que sepa algo resulta un sabio. De esa manera él pensaba que no sólo había que ayudarlos con recomendaciones, sino también había que tener la medicina para que se la pudieran llevar y usarla... Al rato, claro, le dieron el título de “doctor” en el pueblo, no faltaba más.

Pero el crecimiento de la familia, sobre todo la necesidad de acceder a una educación secundaria, hizo que se trasladase a Linares, Nuevo León; allí Enrique terminó la primaria y cursó la secundaria,

México en 1925

• El Banco de México expide el billete número 1. La inestabilidad política del país había originado diversas crisis de insolvencia tras la guerra de Revolución. Tuvieron que pasar ocho años para que el banco, establecido por la Constitución, se hiciera una realidad a partir del 1 de septiembre.

• En marzo se funda la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa, que sería uno de los principales actores de la Guerra Cristera (1926-1929).

• Se inaugura la primera planta de montaje y acabado de autos en el país, de la compañía Ford. Comienza la construcción de carreteras modernas y desde entonces hasta 1970 la red carretera crecerá a un ritmo promedio de 1,165 km por año.

• Durante la gestión de Moisés Sáenz al frente de la Secretaría de Educación Pública, fundada en 1921, se establece la instrucción secundaria, lo que implica la reestructuración de la enseñanza.

• Tras cuatro años de declive en la producción y exportación petrolera, comienza una época de preferencia del consumo interno que llegaría a su culmen en 1938.

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Ingeniero a profundidad: Enrique

Producto interno bruto de México 1924-2010

Año Población (miles)

PIB real (miles de pesos de 1980)

Var. % PIB nominal (miles de pesos)

PIB per capita (pesos de 1980)

1924 15,039 293,037.0 -1.7 4,633.0 19.5

1925 15,282 311,821.0 6.4 5,239.0 20.4 1926 15,528 329,353.0 5.6 5,469.0 21.2 2010 108,396 8,230,981.2 3.0 10,283,108,759.7 75.9

Fuentes: www.conevyt.org.mx, www.banxico.org.mx, Luz María Uhthoff en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=s1405-22532010000100001&script=sci_arttext, dossa.com.mx

Tabla: www.economia.unam.mx/profesores/aaparicio/Econom%C3%ADa.pdf

que era todo lo que Linares podía ofrecer, siendo ya un pueblo de unos 16 mil habitantes. El mayor de sus hermanos, ya ingeniero agrónomo, trabajaba en la Secretaría de Recursos Hidráulicos en el área de Experimentación Agrícola.

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Chapingo

A principios de 1942, habiéndose pasado el periodo para tramitar su ingreso en alguna preparatoria o escuela vocacional, Tamez presentó sus exámenes de admisión en Chapingo. Interesado en la electricidad y la electrónica, pensó aprovechar ese año estudiando allí, y después tomaría una decisión definitiva: Dada la relación de mi hermano con su vieja escuela, yo pude tener acceso a Chapingo, con la idea de que no iba a poder estudiar lo que a mí me llamaba la atención en ese entonces, que eran las cosas eléctricas –el andar componiendo motorcitos, radios, y esas cosas me entretenía y me interesaba mucho–, y tampoco podría entrar en las escuelas vocacionales del Politécnico, que era el camino para llegar a las escuelas superiores, pues enfrentaba el mismo problema de que ya no había admisión ese año.

Su hermano le explicó que quizá lo más cercano a su interés era la especialidad de Irrigación: una combinación de ingeniería hidráulica, ingeniería civil e ingeniería agronómica, y que en el caso de no interesarle después de cursar el primer año, podía tomar otra decisión. De esta manera se consideró que por lo menos no sería un año desaprovechado; pero, de hecho, Enrique se quedó en Chapingo hasta terminar la carrera.

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“En ese entonces Chapingo era un internado, no había estudiantes externos, vivíamos en la escuela”, rememora Enrique Tamez. Los primeros tres años de la carrera eran prácticamente una preparatoria o una vocacional, ya con tendencia a preparar al estudiante para entrar a la especialización de los cuatro años siguientes –eran siete años de

Hacienda de Chapingo

La palabra Chapingo probablemente viene de las raíces nahuas tzpini (cosa espinosa) y co (lugar). La historia del sitio que hoy alberga a la Universidad Autónoma Chapingo se remonta a fnales del siglo XVII. El dueño original fue el español Antonio de Medina y Picazzo, que la mantuvo nueve años y luego la vendió. La propiedad vio una de sus mejores épocas en manos de la Compañía de Jesús: en casi ochenta años aumentó su extensión de 2,683 a 9,789 hectáreas. Durante la administración de los jesuitas fueron construidos el edifcio principal y la capilla; llegó a ser tan próspera que fue reconocida como una de las haciendas cerealeras más productivas del siglo XVIII.

Tras la expulsión de la Compañía de Jesús de los dominios españoles, la hacienda fue expropiada por la corona y puesta en manos de un particular en 1777. A lo largo de los siguientes cien años la ocuparon diversas familias.

Los cambios de propietario no afectaron su belleza. La casa principal era sólida y espaciosa, construida de mampostería. En la planta alta se encontraban las habitaciones de la familia, tenía un amplio jardín donde los jesuitas habían edifcado la capilla con un cuarto que se usaba como sacristía. Además, disponía de los elementos básicos de una hacienda agrícola: caballerizas, cochera, pajar, corral, gallinero, troje, bodega de aperos, cocina, despensa y cuarto para carbón.

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

estancia–. Pues a Enrique le interesó, le gustó, y no vio la necesidad de andar buscando por otro lado.

La calidad de la enseñanza y la oportunidad de dedicarse de lleno al estudio fueron otros dos factores determinantes. “El programa de materias que se llevaba era muy intenso,” recuerda, “cada año tenía-

Quizá el propietario más recordado de la hacienda es Manuel González, que la compró en 1884 aún siendo presidente de la República y fue un excelente administrador que supo aprovechar todo su potencial. Al poco tiempo de adquirirla encargó a un joven arquitecto, Antonio Rivas Mercado, un plan maestro para la reestructuración de los edifcios. La primera intervención de Rivas Mercado en la hacienda fue la construcción de un nuevo tinacal que, con el tiempo, sería usado como dormitorio para la Escuela Nacional de Agricultura.

Las torres-miradores son el mayor emblema de la hacienda y su rasgo más signifcativo. Los fustes de cinco cuerpos y base dodecagonal se aligeran en altura hasta llegar a un tambor rematado con doce almenas, perforado por seis cuadrifolios y rodeado por una reja. El cuerpo del mirador propiamente dicho está defnido por un barandal y doce columnas de fundición formadas de dos secciones, que descansan sobre otra docena de columnas de cantera.

Tras la muerte de González, su hijo se hizo cargo de continuar las mejoras proyectadas por Rivas Mercado hasta los inicios del siglo XX. Sin embargo, en 1914 los terrenos de la hacienda fueron tomados por el Ejército Libertador del Sur, de Emiliano Zapata.

Fue por orden de Álvaro Obregón que la Escuela Nacional de Agricultura se trasladó a la hacienda de Chapingo en la signifcativa fecha del 20 de noviembre de 1923.

Fuente: www.anech-chapingo.org.mx, grandescasasdemexico.blogspot.mx/2014/01/lacasa-de-campo-de-don-manuel-gonzalez.html

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mos entre siete y nueve cursos completos, cuando normalmente se llevaban de cinco a seis cursos en otras instituciones.”

También influyó el haberse hecho de buenos compañeros, el estar tranquilos y seguros de poder dedicarse al estudio sin tener que hacerlo a medias por la necesidad de trabajar para sostenerse. Le seguían llamando la atención los radios y demás aparatos eléctricos: “Yo me atrevía a desarmar un radio y luego a volver a armarlo; a veces no funcionaban los radios que mis compañeros tenían en sus cuartos y yo se los arreglaba.” Como todo se lo tomaba muy en serio, se decidió a estudiar un curso de radiotecnia por correspondencia, lo que le permitió satisfacer su curiosidad intelectual por la electrónica a medida que fue avanzando en los cursos de la que sería su profesión.

Algunos compañeros le retribuían con dinero, que complementaba una especie de beca que la escuela otorgaba a cada alumno semanalmente, “unos 3 o 5 pesos para cualquier gastito, dulces, para pagar

Escuela Nacional de Agricultura y Universidad Autónoma Chapingo

La Escuela Nacional de Agricultura fue fundada ofcialmente el 22 de febrero de 1854, en el Convento de San Jacinto en la actual Ciudad de México. Posteriormente, aún como ENA, se trasladó a la ex hacienda de Chapingo, donde comenzó sus actividades el día 20 de noviembre de 1923. En este proceso de cambio la escuela adoptó el lema “Enseñar la explotación de la tierra, no la del hombre”, que se encuentra plasmado en su Acta de Inauguración.

En 1941 se realizaron cambios muy importantes en relación con la política de admisión de la escuela, pues para ingresar a ella se comenzó a exigir como requisito la culminación de los estudios de nivel secundaria; de esta forma se estableció la preparatoria agrícola de tres años y la especialidad de cuatro años.

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el camión de ida y vuelta a México los fines de semana, el boleto de una función de cine...”; en fin, alguna de esas sencillas disipaciones que eran muy valoradas por los estudiantes.

La escuela tenía seis especialidades, entre ellas la de Fitotecnia, que fue la especialidad de su hermano, y la de Irrigación, cuyo objetivo era el diseño y la construcción de presas y canales de riego ligados a la agricultura. No sólo en el futuro de Enrique Tamez, sino también en el de su natal Hidalgo y, de hecho, en el de México durante el siglo XX, fue de gran importancia esa relación entre la agricultura y la ingeniería civil hidráulica. Sucedió que a Enrique le interesaban los temas, y además le gustaba esa escuela de internado completo, una gran familia de unos 800 integrantes.

Las instalaciones incluían dormitorios, comedor, caballerizas, campos deportivos, todo lo necesario para mantenerse ocupado más allá del estudio. La planta académica estaba integrada por magníficos profesores. Tamez recuerda especialmente a dos: Manuel López

El 30 de diciembre de 1974 el gobierno federal decreta la creación de la Universidad Autónoma Chapingo. El proceso de transformación en universidad culminó en 1978, con la formulación del Estatuto de la Universidad Autónoma Chapingo. En ese año empezó sus actividades con los siguientes departamentos: Preparatoria Agrícola, Bosques, Economía Agrícola, Fitotecnia, Industrias Agrícolas, Irrigación, Parasitología Agrícola, Sociología Rural, Suelos, Zonas Áridas y Zootecnia.

Desde su creación, la universidad ha experimentado un proceso de expansión en cuanto a las diferentes orientaciones de la agronomía, tanto en el nivel de licenciatura como en el de posgrado. Fuente: www.chapingo.mx

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Aguado, su profesor de Matemáticas que se había formado como ingeniero electromecánico y era profesor de esa asignatura en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME), y su profesor de Física Efrén Fierro Camargo.

Del primero de ellos, ya en esta etapa de educación media superior, hay un recuerdo que también parece haber marcado la personalidad de Tamez, quien comenta:

Era muy difícil no aprender de este señor [Manuel López Aguado], tenía una manera muy única de enseñar la matemática; no tuve ningún otro maestro de matemáticas que tuviera ese tacto para manejar las clases y al

Manuel López Aguado

Nació en Morelia el 18 de julio de 1885. Estudió la educación básica en las escuelas ofciales de Coyoacán y Tacubaya y los estudios medios superiores de Ingeniería civil en la Escuela Nacional Preparatoria.

Se desempeñó como docente en las escuelas Nacional Preparatoria, Superior de Comercio y Administración, Nacional de Agricultura (hoy Universidad Autónoma Chapingo), en el H. Colegio Militar y en el Instituto Politécnico Nacional. Impartió las materias de Matemáticas, Mecánica, Cosmografía, Elementos de mecánica y cosmografía, Física, Física experimental, Álgebra, Geometría y trigonometría, Geometría analítica y cálculo, Aritmética y Aritmética razonada. Perteneció a la Sociedad Matemática Mexicana. Hasta 1958 prestó sus servicios en la Biblioteca Central de la UNAM. Ese mismo año fue designado profesor emérito de la Escuela Nacional Preparatoria. Una calle en la Colonia Magisterial en Tlalnepantla lleva su nombre. Fuente: www.100.unam.mx

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

estudiante. No levantaba la voz para nada, y de vez en cuando nos regañaba. Tenía la costumbre de no ponerse al frente de la clase, sino que se sentaba en la primera fla y en un rinconcito junto al pizarrón; siempre hacía pasar a alguno de los alumnos al frente para que desarrollara la clase de ese día bajo su dirección. Eso creaba un ambiente muy motivador... en una de esas veces estaba uno de nuestros compañeros y le tocó un tema con el que no podía, y López Aguado le dice: “¡Ay, hijo, ¿qué te falta aquí en esta escuela?, tienes casa, comida, sustento, enseñanza, hospital; ¿qué más te falta, hijo? Te voy a decir qué te falta: estudiar, ¡haragán!, eso es lo que te falta.” Hasta para regañar era ingenioso y folclórico; lo queríamos mucho, era un maestro muy querido por todos.

A Efrén Fierro Camargo también lo recuerda como una de esas personas a las que era difícil no entenderle, porque explicaba las cosas con suma sencillez, con claridad, haciendo participar al estudiante en la enseñanza.

Enrique Tamez recuerda que Chapingo poseía un excelente laboratorio de hidráulica así como laboratorios de química y física; eran muy importantes la geología y la mineralogía en relación con el origen de los suelos y su constitución desde el punto de vista químico, físico, biológico. En el marco de la ingeniería civil había cursos de Hidráulica y de Estructuras, fundamentalmente aunados a los temas de las propiedades del concreto: diseños de estructuras de concreto y de acero, diseño de presas y canales. Con el tiempo, algunos de los egresados de la especialidad hacían estudios adicionales incluso en la Escuela de Ingeniería y regresaban como maestros.

“El esquema académico era muy interesante”, señala Tamez. “El suelo se estudiaba desde el punto de vista edafológico, y se tenía también un excelente curso de Química orgánica, además de la ingeniería civil y la hidráulica; máquinas eléctricas y de combustión, y una parte

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Alberto Barrios Álvarez

Licenciado como ingeniero agrónomo por la ENA en 1942, en esta escuela fue maestro de varias generaciones de especialistas en Irrigación. Hoy en día hay un busto suyo en la Calzada de los Agrónomos Ilustres de la Universidad Autónoma Chapingo, así como un auditorio que lleva su nombre.

Por iniciativa suya y de los ingenieros Fernando Martínez Sainos, Enrique Espinosa de León y Ramón Fernández González, todos los cuales formaban parte del cuerpo académico del Departamento de Irrigación de la ENA, en 1968 se crea la Asociación de Ingenieros Agrónomos Especialistas en Irrigación. Barrios Álvarez fue el primer presidente de este organismo, antecesor de la Asociación Nacional de Especialistas en Irrigación (ANEI) que surgió en 1988. También dirigió el Congreso Nacional de Irrigación de 1968 en la ENA. Fuente: anei.mx

de mecánica. Estaba, paralela a eso, la parte fundamental de la ingeniería de suelos, las técnicas de cultivo y la relación de riegos y cultivos.”

Para la especialidad de Irrigación se estudiaba la hidráulica con todo rigor. Pocas instituciones había en México con un laboratorio de hidráulica como el que poseía Chapingo, así como materiales de construcción para las obras; los métodos de análisis de todas estas especialidades eran la parte básica de ese arte de la ingeniería civil que se integraba en un programa que tuvo su origen en Francia, donde los egresados eran llamados “ingenieros de la colonia”, ingenieros civiles que debían entender la agricultura de las colonias. Similar consideración a la de sus maestros Manuel López y Efrén Fierro merece en la memoria de Tamez el profesor Alberto Barrios Álvarez, de quien fue ayudante y enlace con los alumnos de años inferiores en Chapingo.

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Ingeniero

En los años superiores de la carrera, Alberto Barrios enseñaba un nuevo curso de Álgebra y geometría analítica. Él, como otros profesores, requería algún ayudante para asistirlos y servir de enlace con los estudiantes, pues no todos los maestros vivían en la Ciudad de México, y muy pocos vivían en Chapingo. Sólo estaban en contacto directo con los estudiantes en la hora de clase, así que hacía falta alguien que pudiera auxiliarlos, alguien que ya hubiera estudiado las materias y que estuviese en condiciones de ayudar a sus compañeros para aclararles dudas entre las clases de determinado profesor. Esa fue la tarea que Enrique Tamez desempeñó como ayudante de Alberto Barrios.

Ya en su etapa madura, Tamez, sin advertirlo, se autorretrata al hablar de Barrios Álvarez, cuya enseñanza califica como de gran sencillez práctica pero sin faltarle el rigor científico, “como sólo podría hacerlo un excelente maestro”.

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Primer periodo en la Secretaría de Recursos Hidráulicos

Terminó Enrique Tamez su carrera en 1948, y un año después ingresó a laborar en el Departamento de Estudios de Ingeniería y Diseño de Pequeñas Obras de Irrigación, en la Secretaría de Recursos Hidráulicos (ésta había sustituido poco antes a la Comisión Nacional de Irrigación). Allí no le fue difícil adaptarse. En ese departamento trabajaba también un maestro que daba clases en Chapingo y que era ingeniero en irrigación: Fernando Martínez Sainos. “Era uno de los profesores brillantes”, relata. “Trabajaba en las cuestiones del diseño, y eso era lo que enseñaba en Chapingo.”

Se encontró además con un grupo de ingenieros civiles jóvenes, aunque ya con experiencia; personas que ya tenían entre cinco y diez años trabajando en el tema de la pequeña irrigación, procedentes casi todos de la UNAM, pero también del Politécnico y algunos otros de universidades de provincia; era un grupo heterogéneo, muy interesante. Allí Tamez conoció a Aurelio Benassini, director de Gran Irrigación, y trabajó por un periodo de año y medio, al cabo del cual se fue a Estados Unidos.

55 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

CNI, SRH, Conagua

El organismo central para la administración del agua en México, la Conagua, es heredera de una gran tradición hidráulica y a lo largo de su historia ha estado integrada por destacados profesionales y especialistas de diversas disciplinas.

En 1926 Plutarco Elías Calles decretó la Ley sobre Irrigación con Aguas Federales, que declaraba de utilidad pública la irrigación de las propiedades agrícolas privadas, siempre que usaran aguas de jurisdicción federal. Para la construcción de obras de irrigación en la República fue necesario formar un órgano administrativo, la Comisión Nacional de Irrigación, que dependería directamente de la Secretaría de Agricultura y Fomento.

Un problema constante para el gobierno era que la venta de agua en localidades del país no se detenía, a pesar de estar prohibida por ley. Sin embargo, la paulatina centralización de la gestión del agua por parte del Estado desarticuló los mercados locales.

El 31 de diciembre de 1946 fue publicada la Ley de Riegos, mediante la cual se pretendía fomentar la construcción y operación de los distritos de riego que se formasen con las tierras de ejidos, la propiedad agrícola privada o los terrenos de propiedad nacional.

La CNI se extinguió en 1946, cuando el gobierno de Miguel Alemán consideró que era importante que hubiese un organismo encargado del aprovechamiento y

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la conservación del agua, para lo que se creó la Secretaría de Recursos Hidráulicos apenas comenzando el año 1947.

La formulación de un inventario de todos los recursos hidráulicos del país, así como de los suelos; la defnición de las políticas para el correcto aprovechamiento del agua potable y de riego, de la generación de energía eléctrica, del drenaje de terrenos con fnes agrícolas, la concesión y la reglamentación de las corrientes, la prevención de inundaciones, así como la creación y el mejoramiento de vías fluviales de navegación eran algunas de las tareas de la SRH.

Organismo

Creación Administración

Dirección de Aguas, Tierra y Colonización, Secretaría de Agricultura y Fomento 1917 Venustiano Carranza

Comisión Nacional de Irrigación 1926 Plutarco Elías Calles

Secretaría de Recursos Hidráulicos 1947 Miguel Alemán Velasco

Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos 1976 José López Portillo

Comisión Nacional del Agua 1989 Carlos Salinas de Gortari

Fuente: www.conagua.gob.mx.

Imagen: Presa de Nezahualcóyotl, Raudales de Malpaso, 1970.

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Tamez en Estados Unidos

En esa época existía un acuerdo de becas de intercambio entre las direcciones de enseñanza de Estados Unidos y de México. Por cada estudiante mexicano que iba a estudiar a aquel país, venía un estudiante estadounidense; era una beca del gobierno que sostenía a un estudiante extranjero mientras que allá una beca equivalente sostenía a un estudiante mexicano.

A principios de agosto de 1951 Enrique Tamez recibió la notificación de que su solicitud de beca había sido aprobada. Por una confusión, Tamez sería enviado a la Escuela de Agricultura de Iowa, una de las mejores escuelas en la especialidad de suelos pero desde el punto de vista agrícola, cuando el interés de Tamez estaba orientado a bordos, caminos, canales y presas de tierra.

Tamez había solicitado estudiar en el Tecnológico de Massachusetts o la Universidad de Illinois, donde a su parecer estaban los mejores departamentos de mecánica de suelos. En el primero, según le explicaron, la matrícula de estudiantes ya estaba cubierta, “apartada”, por 15 años. Respecto a Harvard, que también le atraía, igualmente recibió carpetazo. Al final las únicas alternativas realistas eran Illinois y Michigan, ambas con excelentes programas de la especialidad.

59 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Terminó estudiando en la segunda por suerte: le fue aconsejado trasladarse a la ciudad de Washington toda vez que su solicitud ya había sido aceptada, resultase en la universidad que resultase. En la ciudad capital de los Estados Unidos gozó de un programa de 10 días para reforzar su inglés mientras se definía su futuro; en ese periodo decidió trasladarse a la primera de las dos universidades que respondiera a su solicitud.

Tamez a menudo caracteriza la suerte como un factor positivo en su vida y aprendizaje, sin por ello mostrar asomo alguno de falsa humildad respecto a sus propias aptitudes. La primera respuesta llegó de la Universidad de Michigan, donde lo aceptaban a pesar de haber pasado la fecha límite de recepción. Tres semanas después de instalado en su nueva casa de estudios le fue transmitida la aceptación

Universidad de Michigan (en torno a 1925)

Fue fundada en 1817 gracias a la donación de 777 hectáreas concedidas por los pueblos indios Chippewa, Ottawa y Potawatomi de la región de los Grandes Lagos para crear una escuela en Detroit. Los legisladores de la región planearon la Universidad de Michigania como un sistema amplio de educación pública para todo el territorio.

La universidad se trasladó a Ann Arbor en 1837, el mismo año en que Michigan se constituyó ofcialmente como un estado. Las autoridades de la universidad decidieron instalarla en 16 hectáreas ubicadas en la periferia de la ciudad, que fueron donadas por empresarios locales. En ese primer año de labores la universidad contó con dos profesores y siete estudiantes.

Para 1866 ya era la universidad más grande de los Estados Unidos, con 1,205 estudiantes. En ese tiempo sólo había tres departamentos de enseñanza: medicina, leyes y literatura.

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a profundidad: Enrique Tamez González de la Universidad de Illinois, pero tal como había sucedido al iniciar sus estudios de ingeniería en Chapingo, decidió mantenerse firme en su situación ya estando inscrito, contento y viendo satisfechas sus expectativas en el comienzo de una experiencia formativa que lo marcaría de por vida.

Por supuesto, la vida de estudiante en Michigan era distinta a la de Chapingo, en primer lugar porque en Michigan la convivencia era con estudiantes ya graduados como él. Además, no había régimen de internado; lo que sí había alrededor de la universidad era un buen número de casas de huéspedes que facilitaban ese servicio de hospedaje y alimentación a estudiantes. “La vida era rutinaria”, recuerda Enrique Tamez. “Asistía a clases, visitaba la biblioteca y regresaba a la casa de huéspedes.”

Una segunda sede de la Universidad de Michigan en la ciudad de Flint se fundó en 1956. La siguió una tercera sede en Dearborn, en 1958, construida sobre una propiedad de Henry Ford donada por el grupo Ford Motor Company.

La universidad tiene una larga historia de matriculación de estudiantes internacionales. Aceptó a sus primeros estudiantes extranjeros, uno de México y otro de Gales, en 1847.

Fuente: alumni.umich.edu

Imagen: www.annarbor.com/news/a-retrospective-on-the-university-of-michigans-east-quadrangle-residence-hall, 10b: Entrada sur de la universidad en 1950, poco antes de la llegada de Tamez.

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Ingeniero

La relación entre estudiantes era cordial, de camaradería. La mayoría eran estadounidenses, aunque le tocó compartir con un chileno y un boliviano. La vida social era limitada, pero “la propia escuela promovía con alguna frecuencia reuniones de exhibiciones para propiciar que nos reuniéramos los estudiantes extranjeros en Michigan; era una de las universidades con mayor número de estudiantes extranjeros; había de todo el mundo”.

La beca cubría dos años, pero en un año y medio Tamez había cumplido con todos los créditos. Se había dado cuenta de algo que llama la “tendencia de los estadounidenses a la superespecialización de la enseñanza en las instituciones”. Las universidades estadounidenses contemplan para el estudiante un campo mayor –mecánica de suelos en el caso de Tamez– y un campo secundario. Con la buena base de hidráulica y estructuras que poseía, le ofrecieron quedarse y abundar en ello. No obstante, en esa ocasión decidió irse con la intención de actuar para adquirir experiencia y práctica profesional.

Con un semestre becado por delante, le escribió al profesor Arthur Casagrande pidiéndole ser admitido como su ayudante en su laboratorio de Harvard. Sabía que Casagrande guardaba una relación amistosa con Nabor Carrillo y con Raúl J. Marsal, quienes habían sido sus estudiantes; además, Marsal estaba involucrado en un programa de investigación de las propiedades de las arcillas del Valle de México, y Casagrande quería estar al pendiente de todo ello. Tamez tenía comunicación con Nabor Carrillo, y recuerda:

Carrillo fue mi profesor, pero en ese tiempo también era coordinador del área de investigaciones científcas de la UNAM y andaba recorriendo el mundo. Ese hecho hizo que durante los tres o cuatro meses que duraron esos cursos nos diera tan sólo cuatro clases, pero ¡qué maravilla!, ¡formidable! En ese periodo, una de las clases duró 30 minutos, otras hora y media, y hubo una de dos horas...

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La buena relación que Tamez estableció con Nabor Carrillo fue facilitada por el carácter accesible de éste y por tratarse de un grupo reducido, y a la postre fue la mejor tarjeta de presentación de Tamez con Casagrande.

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Raúl Jaime Marsal Córdoba (Buenos Aires, 1915-Ciudad

de México, 1990)

Licenciado en ingeniería por la Universidad de Buenos Aires. Obtuvo la maestría en el Massachusetts Institute of Technology en 1945 con la tesis Investigation on consolidation and plastic resistance of clays, y tiempo después comenzó el doctorado en Harvard.

Desde 1945, nuevamente en México, se dedicó a la investigación en mecánica de suelos, ingeniería de cimentaciones y presas. Figuró entre los fundadores del Instituto de Ingeniería y de la División de Estudios de Posgrado en Ingeniería de la UNAM. Entre sus contribuciones sobresalen los estudios que el Instituto de Ingeniería recopiló con el título El subsuelo de la Ciudad de México. Se destacan también su labor pionera en múltiples aspectos de diseño y construcción de grandes presas y su aportación a diversas obras de infraestructura hidráulica.

Mereció, entre otras distinciones, el doctorado honoris causa por la UNAM en 1964, el premio Thomas A. Middlebrooks de la American Society of Civil Engineers en 1968 y la designación como investigador emérito del Instituto de Ingeniería en 1978.

Fuente: www.100.unam.mx

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Nabor Carrillo Flores (Ciudad de México, 1911-1967)

Tercer hijo del músico mexicano Julián Carrillo. Ingeniero civil por la UNAM (1939) y doctor en Ciencias por la Universidad de Harvard (1942) con la Beca Guggenheim de la John Simon Memorial Foundation.

En 1946, siendo coordinador de Investigación Científca de la Universidad Nacional, fue invitado por el gobierno estadounidense como observador científco para presenciar la prueba atómica del atolón de Bikini en medio del océano Pacífco, lo que acrecentó su interés por que se desarrollara la tecnología nuclear en México.

Fue una de las primeras personas, si no la primera, en anunciar con bases científcas el peligro de una posible inundación por la pérdida de pendientes del drenaje, así como sus fracturas. Estos postulados se hicieron realidad con las prolongadas inundaciones de hasta dos metros de altura en 1951 y 1953.

Fue rector de la UNAM de 1953 a 1961. Durante su gestión se trasladaron y unifcaron en la Ciudad Universitaria las facultades que estaban repartidas en el centro del Distrito Federal. También en ese periodo se inició la publicación de la Gaceta de la Universidad.

Uno de sus trabajos más reconocidos fue el estudio de rescate de los terrenos del Lago de Texcoco; el objetivo central del proyecto era crear un vaso de captación y de regulación que brindara al mismo tiempo un almacenamiento adecuado y prevención de las inundaciones. Fue nombrado vocal ejecutivo para materializar esa propuesta en 1965, pero desafortunadamente no llegó a verla realizada. En 1971 se creó la Comisión del Lago de Texcoco dentro de la SRH, que le dio continuidad al proyecto.

Fuentes: www.inin.gob.mx/publicaciones/documentospdf/NABOR%20CARRILLO%20

FLORES.pdf, www.apdm.com.mx/archivos/57

Imagen: El siglo de la mecánica de suelos.

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Uno de los más reconocidos ingenieros del siglo XX, conocido ampliamente como el padre de la mecánica de suelos por sus aportaciones a la especialidad, sobre todo entre los años 1918 y 1923.

Sus primeros trabajos profesionales los hizo en Viena. En 1912 decidió trasladarse a Estados Unidos y residió allí por un breve periodo hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, cuando tuvo que regresar a Viena y dirigir un batallón de ingenieros en calidad de ofcial del ejército. El número de subordinados bajo su dirección, inicialmente de 250, aumentó hasta llegar a cerca de mil; el batallón tuvo que ingresar al combate en Serbia y fue testigo de la caída de Belgrado.

Tras esta intensa época, Terzaghi se convirtió en profesor del Colegio Real de Ingeniería de Estambul (en la actualidad Universidad Técnica de Estambul); así comenzó un nuevo periodo fructífero que con el tiempo llevaría a su reconocimiento internacional y en Estados Unidos, a donde regresó en 1925 al aceptar una oferta de trabajo en el Massachusetts Institute of Technology, donde algunos años después trabajó con Arthur Casagrande.

Su dedicación de toda la vida a los principios establecidos en sus propias teorías lo llevó alrededor del mundo para ayudar en la solución de retos ingenieriles: Estados Unidos, Rusia, Alemania y muchos otros lugares después de la Segunda Guerra Mundial. Durante los años del conflicto había consumado el desarrollo de su connotado método observacional.

Fuente: Richard E. Goodman, Karl Terzaghi. The engineer as artist.

Imagen: http://gsl.erdc.usace.army.mil/gl-history/Chap1.htm

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1981)

El lugar de su nacimiento se encuentra en la parte italiana de lo que fuera el Imperio Austro-Húngaro, hoy Eslovenia. En la infancia fue un prodigio del violín, pero a medida que maduraba sus intereses fueron cambiaron hacia la ingeniería, con énfasis en la hidráulica. Conoció a Karl Terzaghi en 1924 en el MIT de Boston, de quien en un principio fue asistente de investigación en un proyecto de consultoría para el U.S. Bureau of Public Roads. A partir de entonces trabajaron juntos en el desarrollo de la mecánica de suelos. Aunque no había recibido el grado de doctor, se convirtió en profesor de tiempo completo en Massachusetts en 1926. En 1932 se trasladó a una cátedra en la Universidad de Harvard. Después hizo el doctorado en Viena con el apoyo de Terzaghi, y posteriormente regresó a Harvard e inició un programa en mecánica de suelos que devendría en el prestigiado grupo de mecánica de suelos de esa universidad y en la realización de la primera conferencia internacional en 1936. Su colaboración con el U.S. Bureau of Reclamation comenzó en los años de la Segunda Guerra Mundial y consistía en desarrollar un sistema de clasifcación de suelos unifcado. Fungió como presidente de la International Society of Soil Mechanics and Geotechnical Engineering (ISSMGE) de 1961 a 1965 y obtuvo el primer Premio Terzaghi de la ASCE en 1963.

Fuente: www.asce.org/PPLContent.aspx?id=2147487314

Imagen: El siglo de la mecánica de suelos.

Arthur Casagrande (Ajdovščina/Haidenschaft/ Aidussina, 1902-Boston,
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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Con Casagrande y Terzaghi en Harvard

Tamez escribió la carta a Casagrande explicándole que era un estudiante mexicano en Michigan y que quería pasar el siguiente semestre ayudándolo en su laboratorio en lo que él decidiera, pues pretendía estar bajo su tutela y aprovechar sus conocimientos. Eulalio Juárez Badillo, quien después sería profesor emérito en la UNAM, también se encontraba en esa universidad y recuerda: Estaba por terminar el primer semestre de mis estudios en la Universidad de Harvard [diciembre de 1952] cuando mi profesor, el Dr. Arthur Casagrande, me pidió que le tradujera una carta que recibió de un estudiante mexicano que terminaba su maestría con el Dr. Housel en la Universidad Ann Arbor, Michigan. Era una carta de Enrique Tamez solicitándole ser admitido en el segundo semestre escolar en Harvard (después me enteré por Enrique que él había supuesto que Casagrande era de origen español).

Casagrande admitió a Tamez como estudiante especial. Las clases apenas empezaban cuando Tamez llegó a Harvard. Casagrande se interesó por saber sobre México y lo que estaban haciendo Raúl Marsal

69 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

y Nabor Carrillo; manifestaba un enorme aprecio especialmente por este último, y un gran respeto por Marsal. Decía: Nabor Carrillo es el mejor estudiante que yo he tenido en toda mi carrera […] Yo he tenido la costumbre de dejar cada fn de semana a mis estudiantes un tema de algo no resuelto para que lo estudien, lo analicen y me presenten la solución que crean adecuada para eso; cada lunes, lo primero que hago es ver qué noticias me traen del problema que dejamos el fn de semana. Cada semana Nabor Carrillo venía no con una, sino con dos o tres soluciones, y cada una de ellas era una idea genial.

Tamez pensó que la obligada presentación duraría unos minutos, pero se extendió durante dos horas de interesante plática. A su parecer, en esa conversación Casagrande también quería percibir qué podía hacer con él, porque ya se había comprometido a aceptarlo como alumno. Al catedrático le interesó cómo se había dado la preparación de Tamez, su experiencia práctica, por qué optó por la mecánica de suelos y qué contacto había tenido con ella en el ámbito mexicano.

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González Enrique Tamez y Eulalio Juárez Badillo en el monumento a John Harvard. Abril de 1953.

El estudiante le habló de la Dirección de Pequeña Irrigación y le contó una anécdota de su primer trabajo en la Secretaría de Recursos Hidráulicos: allí le habían encargado hacer el diseño preliminar de una pequeña presa que se iba a construir en Querétaro, y realizar los primeros estudios para después elaborar los planos preliminares. En esa ocasión Tamez consultó a su profesor y compañero de la sala de diseño sobre por dónde comenzar, y éste le respondió que la costumbre era usar proyectos que tuvieran cierta semejanza y se adaptaran a la situación en cuestión.

“Pero cómo voy a adaptar una solución específica para otra distinta, aunque tenga algo en común” fue la respuesta que ahora repetía Tamez a Casagrande, y continuó:

Yo no sé si esto sirve o no, no me satisface a mí mucho el hecho de copiar y sólo ponerlo a escala, no se corresponde con la forma en que me enseñaron a trabajar.

Yo pretendía ir al sitio y ver si alguien de la ofcina de Recursos Hidráulicos de Querétaro me ayudaba para ver la situación, para darme una idea aunque fuese vaga de cómo era la geología del sitio, qué se podía hacer; ver la realidad a la que se supone había que plantear una solución. Me llevó con el director del departamento, un cubano, no recuerdo cómo se llamaba, muy agradable el hombre, y mi interlocutor le dijo:

—Aquí, Tamez quiere la oportunidad de ir y ver el sitio antes de plantear una solución.

—Me parece muy bien, pero lamentablemente no tenemos presupuesto para ese tipo de actividades —respondió el cubano.

—No se preocupe —apuntó Tamez—, yo tomo mi camión; con que allá siquiera haya alguien que me ayude, que conozca el sitio.

El fn de semana tomé mi camión y fui a las ofcinas de Recursos Hidráulicos en Querétaro; había un joven ingeniero que, como yo, también trabajaba haciendo estudios para futuros proyectos, y fuimos al sitio; yo llevaba algunas

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bolsitas para traer muestras del suelo y ver qué tierras había, los materiales que podían usarse para construir la obra, cómo era la geología y cómo era el río: bronco o tranquilo. Regresé con ese material, y llegando planteé ir al laboratorio de la secretaría, que estaba en Tecamachalco, para hacer algunas pruebas y conocer a detalle las propiedades de los materiales de los cuales tomé muestras, para contar con información preliminar fdedigna.

La historia debió ser del agrado de Casagrande por dos motivos: primero, porque se sintió identificado y expresó que también en los ambientes burocráticos que le eran familiares sucedían cosas así. Segundo, por la iniciativa y el carácter del joven ingeniero que tenía enfrente. Al finalizar la conversación, Casagrande entregó a Tamez tres cuadernillos de unas cien páginas cada uno. Eran publicaciones de Raúl J. Marsal: siete años y medio de investigaciones sobre las arcillas, los hundimientos regionales y varios casos reales de cimentaciones en México... En resumen, la experiencia práctica de Marsal

Universidad Harvard

La más antigua institución de educación superior en los Estados Unidos fue establecida en 1636 por la colonia de la Bahía de Massachusetts. Poco después se le puso el nombre que conserva hasta la actualidad en honor a su primer benefactor, John Harvard, quien al morir en 1638 dejó su biblioteca y la mitad de su propiedad a la institución. La estatua de John Harvard aún se yergue en el patio principal y es quizá uno de los emblemas más conocidos de la universidad. La primera generación contó con nueve alumnos y un solo profesor. En la época actual tiene 12 facultades, alrededor de 20 mil estudiantes presenciales y más de 360 mil en los Estados Unidos y otros 190 países.

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Ingeniero

a profundidad: Enrique Tamez González escrita con todo detalle. Casagrande, quien no hablaba español, le pidió a Tamez estudiarlos y traducirlos.

Raúl J. Marsal, además de trabajar en Recursos Hidráulicos, dirigía el Laboratorio de Suelos de ICA. Allí resolvía problemas específicos de construcción para la empresa y al mismo tiempo hacía la investigación necesaria que eso demandaría en un cierto caso práctico, y lo hacía de manera científica. Con base en esos trabajos surgieron las numerosas publicaciones técnicas de ICA sobre los suelos del Valle de México.

El propósito de Casagrande era que Tamez presentara una exposición verbal, en inglés, para él y un pequeño grupo de sus colaboradores y estudiantes, quienes no los habían podido leer por no entender español. Marsal había escrito 14 o 15 informes de experiencias sobre estos temas en México, todos en español. Le llevó a Tamez un mes y medio estudiar, analizar y preparar una exposición en inglés de esos trabajos, y fue su primer contacto con las investigaciones realizadas en el Laboratorio ICA. La traducción fue una experiencia

En la misma década en que Tamez estudió en Harvard, Hellen Keller fue la primera mujer en recibir el grado honorario de la universidad por sus méritos como activista política y oradora, y Fidel Castro fue invitado (1959) del Law School Forum, organización que promueve la discusión de diversos asuntos de tipo legal, social y político.

Fuente: www.harvard.edu/history, www.harvard.edu/historical-facts

Imagen: www.flickr.com/photos/boston_public_library/8358330260/in/photostream

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Ingeniero

extraordinaria. Cada semana, durante el estudio de los trabajos de Marsal, Tamez dedicaba un tiempo a consultar con Casagrande las dudas que surgían.

Casagrande no se guardaba nada; tenía sus ideas y las manifestaba. Tamez aprendió mucho: un estudiante que empezaba a hacerse de conocimientos se veía de pronto en poder de un auténtico tesoro de información sobre el problema del suelo en el Valle de México explicado, dimensionado e interpretado por Raúl J. Marsal, con la participación teórica de Nabor Carrillo, y por si fuera poco los podía discutir con Arthur Casagrande.

El tema era la enorme compresibilidad de las arcillas de la Ciudad de México, que se hunden por la extracción de agua a la que está sometido el subsuelo. En esa época se planteaba por primera vez ésta como la razón por la cual el suelo de la ciudad se estaba hundiendo, y esa fue una notable aportación de Nabor Carrillo y de Raúl J. Marsal. En los estudios de Marsal estaba documentado el tema de las propiedades generales de las arcillas del Valle de México, los detalles del problema del hundimiento regional y su relación con la extracción del agua, así como el futuro de las estructuras. También contenían el tema de las presas de tierra, las experiencias de las cimentaciones y las propiedades del suelo. Era un extracto puro; Tamez comenta que esta fue la primera ocasión en que Arthur Casagrande entró al aspecto cuantitativo y la explicación detallada de los suelos blandos del Valle de México. Tamez recuerda con detalle ese momento: Al fnal de mi exposición, que duró como dos horas y media, yo estaba tranquilo porque nadie se había dormido, así es que me dije, ¡ya la libré! Después de la sesión de preguntas –pues no había sido un monólogo, sino algo interactivo–Arthur Casagrande señaló que siempre había insistido en que en los suelos del Valle de México las cosas hay que verlas con una lupa de este tamaño, al

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a

tiempo que abría los brazos y simulaba una lupa enorme, como de 50 cm de diámetro, y agregaba que en México hablamos de hundimientos de metros, y él en sus clases hablaba de hundimientos de milímetros.

En alguna otra ocasión, Tamez le comentó a Casagrande que había estado en el campo de las presas de tierra y le habló del gran interés que tenía en ellas. Una vez más, Casagrande abrió su cajón y le extendió un escrito suyo publicado en Harvard; un resumen de los conceptos básicos, prácticos, para el diseño de presas de tierra. Era una publicación pequeña, una experiencia invaluable puesta en un cuadernillo de apenas 60 páginas, resumen de su experiencia con cientos de presas en toda la zona Este de Estados Unidos. Junto con esa publicación, le dio también una del Bureau of Reclamation de Denver, el gran centro de diseño y control de construcción de presas en la zona Oeste del país, sobre todo en la región semiárida de sur a

En 1953 la Universidad de Harvard editó el libro Origen y funciones de la mecánica de suelos, una recopilación de los trabajos más importantes de Terzaghi hasta entonces. Este volumen también tiene el subtítulo de Serie de mecánica de suelos de Harvard, pues fue en esa institución donde Terzaghi impartió esa cátedra y tuvo el apoyo y la colaboración de Arthur Casagrande.

Al igual que ellos, Tamez tuvo la oportunidad y el orgullo de ver aplicadas sus investigaciones, conocimientos y conclusiones en el campo casi al mismo tiempo que eran formulados. Imagen: http://www.amazon.com/Origin-functions-soil-mechanics-Harvard/dp/ B0007H0WQ8

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norte. Era la propia experiencia de Arthur Casagrande en presas de tierra, aunque escrita por un discípulo suyo del Bureau, y constituía un tema de discusión en el ámbito mundial.

Tamez siguió tomando los cursos de Arthur Casagrande y al mismo tiempo los que impartía Karl von Terzaghi, inventor de la mecánica de suelos y de quien Casagrande era el mejor colaborador, su mano derecha en el campo del avance en la investigación y de la experimentación. Tamez considera que en México se dio una pareja similar entre Nabor Carrillo y Raúl J. Marsal: el maestro teórico y genial y el colaborador riguroso y profundo.

Terzaghi impartía la asignatura Geology applied to engineering works. Decía: “Vamos a hablar de geología, pero no vamos a hablar de teoría, sino de la práctica de la geología en los problemas de ingeniería”.

“Esa”, dice Enrique Tamez, “también fue para mí una oportunidad que después aprecié en toda su gran dimensión cuando regresé a México y me tocó participar en el primer Sistema de Drenaje Profundo”. Lamentablemente, de los cinco meses en que Tamez estuvo en Harvard, Terzaghi dejó de impartir clases durante un mes y medio por causa de un infarto; lo sustituyó su esposa, que era doctora en Geología.

Un recuerdo significativo de Tamez sobre sus maestros es que, si bien no hubo una relación fuera del ámbito laboral, cada vez que Casagrande venía a México Nabor Carrillo hacía alguna recepción en su casa: “¡Eran veladas geniales!”. Y reconoce tanto en Terzaghi como en Casagrande a dos autoridades en su especialidad, generosos a la hora de compartir sus conocimientos.

Las presas y la controversia seco vs. húmedo

Culminaba el semestre en Harvard, pero a Tamez le quedaban aún dos meses de estancia en Estados Unidos. Como ya había concluido

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allí los cursos de Casagrande y le había mostrado a éste su interés en las presas que no tuvo oportunidad de estudiar en Michigan (Casagrande y Terzaghi eran los máximos responsables de todas las presas del Este de Estados Unidos) le pidió la oportunidad de visitar el U.S. Bureau of Reclamation en Denver, Colorado, y trabajar con las personas de los laboratorios de mecánica de suelos y presas. Casagrande consintió y lo puso en contacto con el Dr. Hilff, ex discípulo suyo al frente del laboratorio de suelos. En esta etapa se enriquecería la amistad de Enrique Tamez con Eulalio Juárez Badillo, con quien emprendió el viaje de prácticas y compartió la visita al Bureau of Reclamation.

El folleto que Casagrande le había presentado anteriormente a Tamez exponía el criterio del Cuerpo de Ingenieros del Ejército. Ahora Tamez recibió un conjunto de folletos interesantes escritos por el Dr. Hilff sobre los criterios del Bureau of Reclamation. Entre ambos documentos encontró una cierta discrepancia que era motivo de discusión en las reuniones internacionales del Comité de Grandes Presas en torno a cómo debían colocarse los suelos y compactarse las tierras en una presa.

El punto delicado de ese asunto era cuál grado de humedad debía tener el suelo para lograr las mejores condiciones del proceso de construcción. El Bureau of Reclamation había tenido algunas experiencias de deslizamientos durante el proceso de construcción de una presa, como consecuencia de un uso excesivo de agua. Así pues, ¿cuánta agua había que utilizar? Existía una referencia, en el estudio de los suelos, que indicaba cómo con diferente contenido de agua se llegaba al máximo de compactación, que es el que se busca en la construcción.

En la experiencia del Bureau of Reclamation se encontró que no había que llegar a la humedad óptima sino quedarse un poco por debajo de ella para tener más libertad de desplazamiento y asenta-

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miento de la presa durante su construcción e impedir el desarrollo de presión en el agua del suelo, porque eso había sido causa de fallas. Así se estableció el criterio del Bureau of Reclamation, conocido como el lado seco de la compactación: 1, 2, 3% por debajo del contenido de agua óptimo. Terzaghi, en las conferencias internacionales, defendía el criterio húmedo, y los del U.S. Bureau of Reclamation, el criterio seco.

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Segundo periodo en la Secretaría de Recursos Hidráulicos

Al terminar su estancia de ocho semanas en el Bureau of Reclamation de Denver, Tamez volvió a México y pasó algunos meses de descanso en Linares con su familia antes de dirigirse nuevamente a la Ciudad de México. Había pedido permiso en la Secretaría de Recursos Hidráulicos para ir a estudiar en Estados Unidos y su intención era recuperar su plaza, además de llevar personalmente a Marsal los saludos que le enviaba Arthur Casagrande desde Massachusetts.

Transmitir el saludo le llevó unos segundos, pero la conversación se prolongó por más de tres horas debido al interés de Marsal en la reciente experiencia formativa de Tamez.

Yo llevaba fresco lo que había aprendido en todo ese tiempo, y se lo pude contar con todo detalle.

—¿Qué piensa hacer? —preguntó Marsal fnalmente.

—Voy a ver si todavía tienen mi plaza.

—No. Ya tiene trabajo.

79 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Raúl J. Marsal, a la sazón asesor en Presas de Tierra para la SRH, le pidió a Tamez unirse a él en un proyecto encargado por el director de Gran Irrigación de la Secretaría de Recursos Hidráulicos, Aurelio Benassini. De este modo, Tamez volvió a la SRH, pero ya no a Pequeña Irrigación sino a Gran Irrigación. Al respecto, recuerda que Benassini veía esa subdivisión de la secretaría en Gran Irrigación y Pequeña Irrigación como algo sin sentido, y lo manifestaba con la expresión: “no hay pequeña ni grande irrigación, hay grandes problemas.”

El proyecto al que se incorporó Tamez consistía en preparar un análisis detallado de la experiencia de varias presas construidas en México en los 30 años anteriores. Con toda la información en su poder, había que analizar cada uno de los casos y hacer un resumen que mostrara las experiencias que esos proyectos habían dejado, es decir, un resumen de la experiencia mexicana en presas. Ese informe se presentaría en el V Congreso Internacional de Grandes Presas, en París en 1955.

Marsal y Tamez visitaron algunas de las obras, especialmente las que habían tenido problemas importantes durante la construcción y que habían sido resueltos. No se pudo visitar todas, pero entre las diez presas cuya información le tocó revisar y repasar a Tamez, desde los estudios preliminares hasta la construcción y el comportamiento, estaba una del río Papaloapan, en Veracruz. Era un ambiente donde el clima húmedo y cálido ha formado una arcilla de color rojizo debido al óxido de fierro que contiene el suelo y de gran espesor, que en nada se parece a la de la Ciudad de México. “Esas arcillas eran el campo donde se iba a poner el material para formar el núcleo central de la presa”, recuerda. “Era impermeable, compactado, tenía buena resistencia, se había estudiado el proceso de compactación y todos los detalles en Tecamachalco, donde estaban los laboratorios de suelos de la secretaría”.

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La humedad excesiva del ambiente era mayor que lo óptimo necesario para lograr la mayor compactación, y en ese tiempo la primera solución era permitir que se oreara, que se secara un poco para bajar el contenido de agua y entonces ya se pudiese compactar con el contenido de agua óptimo.

El problema era que con un clima tan húmedo resultaba imposible construir una presa de tierra con menos humedad que la que tenía en su estado natural; la presa no se podría secar y tendría menos resistencia. Fue necesario cambiar el diseño. Como era lógico, esta situación recordó a Tamez su acercamiento al dilema criterio seco vs. criterio húmedo; de ahí surgió la iniciativa conjunta entre él y Marsal de invitar a Casagrande para obtener su punto de vista profesional, a lo que Benassini accedió.

Las aportaciones de Casagrande fueron muy valiosas. La construcción se calculó para tres años, y el proceso de consolidación resultaría de treinta y tantos años. Por fortuna eso representaba una experiencia inédita y era un laboratorio real donde se verificaba la

Aurelio Benassini Vizcaíno

Nació en la Ciudad de Mexico el 2 de agosto de 1907. En 1927 ingresó a la Escuela Nacional de Ingenieros en el Palacio de Minería, y recibió el título de ingeniero civil en 1932. Su vida profesional la dedicó a la construcción de presas y a otros proyectos relacionados con la hidráulica como las presas Tecamachalco y San Joaquín, en el Distrito Federal.

Fundó el Servicio Hidrométrico del Valle de México. Fuente: genealogia.com.mx

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teoría. Ejemplo de ello fue un caso que le tocó interpretar a Tamez: sorpresivamente, durante el proceso de construcción se presentaron burbujas de gas en la matriz del suelo, por su porosidad, y ese gas, a medida que se colocaba una capa, se iba compactando; el peso de la capas de arriba iba comprimiendo cada una de las inferiores, se comprimía el gas, y llegaba un momento en que ese gas se disolvía en el agua y ya no se comprimía más. Aquí es donde fue útil la experiencia del Bureau of Reclamation; Tamez recuerda: A mí me habían llamado mucho la atención sus ideas y sus criterios de cómo prever y estimar la magnitud, la presión en el agua y la disolución del gas en ella; ese fenómeno estudiado físicamente estaba muy claro en el Bureau.

Y, tras el paso de los años, extrae una conclusión: Ambos criterios son válidos, lo que importa al fn y al cabo es cómo se maneja. El hecho de que en la presa del Papaloapan el asentamiento mayor ocurriese durante la construcción, no después, era simplemente bueno. En tres años ya está 70% del problema resuelto, y la parte de arriba, que no se consolidó, no se va a consolidar más, porque ya llegó a un equilibrio: el tercio superior no alcanzó la saturación. En la parte de abajo quedó todo saturado y durante ese proceso agotó todos los huecos que había, todo el aire.

Estuvieron trabajando un año en la preparación del documento para el congreso de París, como contribución de la Secretaría de Recursos Hidráulicos –que era miembro de la Comisión Internacional de Grandes Presas. Tamez confiesa haberse quedado con las ganas de ir a París. Marsal tampoco fue.

La integración de las experiencias en el Bureau of Reclamation y en el Papaloapan marcó el inicio de una forma de supervisar la construcción de presas en México. Marsal era asesor de la SRH pero también ingeniero de ICA especializado en suelos; en otras palabras,

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Primera página de las memorias del V Congreso Internacional de Grandes Presas de París y de la contribución “Presas de tierra en México. Diseño, construcción y funcionamiento”, de Marsal y Tamez como ingenieros de la SRH.

Portada de la revista Ingeniería Hidráulica en México, de la SRH, en la que apareció el trabajo Principios generales de diseño y construcción de presas de tierra.

el laboratorio de ICA eran sus oficinas, pero desde allí atendía los problemas de Recursos Hidráulicos. De esta manera comenzaron para Enrique Tamez poco más de 10 años en la SRH junto a Marsal.

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De esa época data el que se puede considerar su primer texto memorable. Se trata del estudio Principios generales de diseño y construcción de presas de tierra (que él a menudo identifica como “el librito de presas de tierra”), publicado entre 1963 y 1965 en la revista de la SRH y que posteriormente apareció reunido en 1972 y nuevamente en 1997.

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Comienzo del profesorado

La empresa Ingenieros Civiles Asociados (ICA) tenía la costumbre de reunir cada año a sus ingenieros para hablar sobre sus experiencias en la construcción de edificios, carreteras, autopistas, túneles y presas ante todos los presentes. Como secretario de Marsal, en una ocasión Tamez presentó ante el Grupo ICA un breve resumen de lo que se estaba haciendo en el área de presas. En el Consejo se encontraba Javier Barros Sierra, quien al mismo tiempo era director de la Escuela de Ingeniería. Él invitó a Tamez a hacerse cargo de un curso especial de mecánica de suelos que se comenzaba a impartir en la licenciatura. Algunos años más tarde, en 1959, esa asignatura se convirtió en un curso formal con el nuevo esquema académico de la Escuela de Ingeniería.

Tamez recuerda que Barros Sierra era muy ceremonioso. “Señor ingeniero Tamez”, lo cita de memoria, “tengo un grave problema. Es que en el nuevo plan de estudios la mecánica de suelos se enseña en la licenciatura como un curso especial, adicional; entonces, como ahora los alumnos llevan el nuevo plan, no tengo profesor para darles dicha clase y le quiero pedir a usted que se haga cargo”.

85 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Enrique Tamez aceptó encantado, pero al preguntar si Barros Sierra tenía el programa de la asignatura correspondiente al antiguo plan de estudios, la respuesta que obtuvo fue negativa y a continuación Barros Sierra agregó: “Ése lo hace usted”.

Al comenzar su labor de enseñanza en la Escuela de Ingeniería, Tamez recordó la mentalidad de Alberto Barrios, su maestro de Chapingo, con quien aprendía partiendo de casos concretos. Ya frente a los estudiantes, explicó:

Vamos a trabajar a la inversa. No voy a empezar con explicarles teoría, vamos mejor a estudiar problemas reales, de casos prácticos, y qué mejor que empezar con las cimentaciones, que es lo que todos ustedes van a tener que hacer algún día de estos que ejerzan la profesión. Vamos a analizar casos y en cada uno vamos a presentar los conceptos teóricos necesarios y su aplicación en la práctica; aquí no va a haber más que el examen fnal, así es que todos pónganse a estudiar, lleven sus notas; les doy de referencia los libros clásicos

Javier Barros Sierra (Ciudad de México, 1915-1971) Nieto de Justo Sierra Méndez, fgura protagónica de la transición mexicana hacia la modernidad en el ámbito educativo. Estudió en la Escuela Nacional de Ingeniería y posteriormente hizo la maestría en Ciencias matemáticas también en la UNAM. Posteriormente enseñó geometría y trigonometría en la Escuela Nacional Preparatoria de 1938 a 1944 y cálculo diferencial e integral en la Facultad de Ciencias de 1943 a 1954.

A fnales de 1946 participó como socio fundador de ICA, empresa en la que inicialmente se encargó del área de diseño estructural. En mayo de 1950 se fundó la Gerencia de la Sección de Estructuras, que encabezó y en la que trabajó hasta

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

de Terzaghi y de Ralph Peck. Como esto lleva un orden distinto y un enfoque diferente, también van a encontrar algunas novedades; tomen muchas notas porque eso va a ser su referencia al fn y al cabo.

Resultó una experiencia muy rica con ese grupo de 53 o 54 muchachos que ya prácticamente habían terminado su carrera y debían la materia; algunos incluso ya trabajaban. De ese grupo, cuatro estudiantes no aprobaron sus exámenes. Cuando entrego las calificaciones finales, Tamez preguntó: “A ver, ¿quiénes son los fulanos reprobados?”, y resultó que las caras de esos cuatro le eran casi desconocidas. Nunca, o casi nunca, llegaron a clase; quiere decir que no soy tan injusto reprobando a los que no tomaron el curso. Eso me dio confanza para decir que el método Barrios [por Alberto Barrios], es decir, el entrar por los problemas e irlos apuntalando con la teoría, tiene un gran interés para el estudiante, porque está viendo la realidad, no una teoría más o menos complicada.

1955, cuando fue nombrado director de la Escuela de Ingeniería en 1955 por la Junta de Gobierno de la UNAM. Por petición de Adolfo López Mateos, se encargó de reestructurar la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas a partir de 1957, la cual se escindió para quedar Barros Sierra a cargo del aspecto infraestructural. Se encargó de esa dependencia hasta 1965, y al iniciar el año siguiente fue invitado a dirigir el recién fundado Instituto Mexicano del Petróleo, donde mantuvo como prioridad que la investigación y la industria petroleras estuvieran en manos mexicanas. Tras sólo unos meses tuvo que dejar este cargo para ser rector de su alma mater de 1966 a 1970, periodo que estuvo marcado por los movimientos estudiantiles en varios países del mundo.

Fuentes: Cristina Barros en revista Geotecnia, núm. 232, pp. 8-12; Dulce María Granja Castro, Javier Barros Sierra. Su vida, sus ideas y su obra, 1999 (2006). Imagen: www.100.unam.mx

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Terminado este curso, en una entrevista posterior, Javier Barros Sierra le dijo a Tamez de manera inesperada:

–Ya está su grupo lleno.

–¿Cuál grupo, maestro?

–Pues su grupo, ya está lleno, es que usted es muy taquillero.

–¿No será porque yo soy muy blando con las exigencias?

–No, es que todos los que pasaron con usted están agradecidísimos y resulta que es el primer grupo que se llenó.

Creación de Ciudad Universitaria

En 1943, durante el rectorado de Rodulfo Brito Foucher, se eligió el sitio adecuado para construir la Ciudad Universitaria: el Pedregal de San Ángel, zona de terrenos volcánicos. Durante el rectorado de Genaro Fernández McGregor fue presentada al gobierno federal una propuesta para la Ley sobre Fundación y Construcción de la Ciudad Universitaria, que fue aprobada por el Congreso de la Unión el 31 de diciembre de 1945. Al año siguiente, el rector Salvador Zubirán gestionó la adquisición de los terrenos elegidos, aproximadamente siete millones de metros cuadrados. El concurso interno de anteproyectos de la Escuela Nacional de Arquitectura lo ganaron los arquitectos Mario Pani y Enrique del Moral, a quienes posteriormente se sumó Mauricio M. Campos por haber mostrado desde tiempo atrás gran interés en la construcción del espacio universitario. Para el anteproyecto de cada edifcio se designó un equipo dirigido por uno o dos profesores con la intervención de los alumnos más aventajados, entre ellos Teodoro González de León, Armando Franco y Enrique Molinar. Este proyecto fue ratifcado por la Comisión Técnica Directora constituida por el arquitecto José Villagrán como representante ejecutivo, Alberto J. Flores y Enrique del Moral, directores de las escuelas nacionales de Ingeniería y Arquitectura, respectivamente.

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Tamez confiesa que desconocía la intención de Barros Sierra de hacer permanente el curso, pero también haberse dado cuenta “que funcionaba bien este método que yo llamo el método Barrios, el método inductivo”. Así comenzó su largo profesorado.

El 5 de junio de 1950 se colocó formalmente la primera piedra del primer edifcio: la Torre de Ciencias. La inauguración ofcial del espacio fue el 20 de noviembre de 1952. A partir de 1953 el rector Nabor Carrillo fungió también como asesor en la construcción de algunos edifcios, y en marzo de 1954 dieron comienzo las actividades escolares en el nuevo campus.

Fuente e imagen: http://www.patrimoniomundial.unam.mx/pagina/es/62/creacion-de-ciudad-universitaria Imagen 13cCiudadUniversitaria_actual: Google Earth y www.expoknews.com/de-comoica-se-le-adelanto-un-siglo-a-google-earth/

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Ingeniero

Tamez en ICA

La posición de Tamez en la Secretaría de Recursos Hidráulicos no sólo le abrió las puertas a la enseñanza, sino también a una fructífera labor en ICA. El joven ingeniero hacía las veces de un colaborador directo de Raúl Marsal en todos los frentes. Desde una perspectiva más amplia, el conocimiento y el aprendizaje de la ingeniería mexicana vivía una época de cambios: el mismo año en que Tamez comenzó su segundo periodo de trabajo en la SRH fue el año en que comenzaron las actividades académicas en Ciudad Universitaria, iniciativa de arquitectos e ingenieros mexicanos para la que la participación de ICA fue fundamental. Esta empresa, por su parte, también se preparaba para cambios trascendentes a su interior.

Hacia finales de 1955, Marsal fue nombrado asesor de la construcción del Centro Médico de la Ciudad de México. La resolución de múltiples problemas constructivos allí resultó una valiosa experiencia y también el comienzo de un nuevo paradigma en el trabajo de Enrique Tamez como ingeniero. El relato de un acontecimiento durante esa obra explica al mismo tiempo cómo éste iba confirmando la solidez de sus conocimientos en mecánica de suelos.

91 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Durante la construcción de la cimentación del primer hospital ocurrió un quiebre y hundimiento significativo por una sobrecarga, debido a una planeación no mala sino poco previsora. “Todo eso”, dice Tamez refiriéndose a la ejecución, “estaba dentro de los conceptos teóricos del primer diseño que se hizo y que no era de Marsal... Una experiencia inusual; el suelo es distinto y con otras respuestas, y luego una cosa que parece muy lógica resulta que no lo es tanto”. Con la intervención de Marsal se comenzaron a resolver los problemas; hubo cambios en los criterios, se rediseñó el proceso de construcción con base en los nuevos análisis y definiciones que se obtenían. Desde luego, se modificó también el procedimiento de cimentación en los demás edificios. Además, se tenía el tiempo encima, pues las autoridades habían impuesto como límite el año 1958.

Surgimiento de Ingenieros Civiles Asociados (ICA)

El ingeniero Bernardo Quintana Arrioja sabía apreciar el talento y por eso se rodeó siempre de profesionales altamente capaces. La situación de la economía nacional hacia fnales de la primera mitad del siglo XX propició que Quintana Arrioja tomara la iniciativa de reunir a varios ingenieros civiles de su generación con el objetivo de responder a las necesidades del país. De tal modo surgió ICA, con Quintana como fundador junto con Javier Barros Sierra, Raúl Sandoval y Fernando Hiriart. Poco después, Raúl Marsal fue invitado a formar parte de la empresa. La preocupación de Quintana por conjugar formación y acción lo acompañó durante todos sus años al frente de ICA y él mismo la expresaba en los términos siguientes: Además de repartirse casi por partes iguales la responsabilidad económica, el sector público y la empresa privada mexicana se orientan cada uno a campos de acción perfectamente delimitados, no se interferen ni compiten, sino por el

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El trabajo en esta obra representó un nuevo reto y aprendizaje. Allí Tamez encontró un fenómeno al que llamó, para su propio uso, “paradoja de las cimentaciones compensadas”: la contradicción entre diseñar una cimentación compensada, que en teoría no debería sufrir asentamientos, y la realidad de no poder controlar las expansiones inducidas por el proceso de excavación, que se traducirían más tarde en asentamientos. El fenómeno mereció su atención durante varios años.

Este periodo fue el punto de partida para el ingreso de Tamez al área de cimentaciones de ICA, que se dio por una circunstancia particular: en 1956 se estableció el Instituto de Ingeniería, al frente del cual quedó Fernando Hiriart Balderrama; éste, a su vez, invitó a Raúl Marsal a proseguir allí sus programas de investigación en torno

contrario se complementan en la magna tarea del desarrollo económico del país.

Actualmente la empresa mantiene esta ideología, expresada en la Fundación ICA y en su interés por dar cauce a las inquietudes sociales que se generan desde el inicio de sus proyectos.

Fuente: Revista Geotecnia núm. 233. Imagen: Ofcinas de ICA en la calle de Heriberto Frías en 1947, donde se encontraban los laboratorios de Mecánica de suelos y la ofcina de Raúl J. Marsal. Tomada de ICA, hacemos realidad grandes ideas, 1997.

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al subsuelo del Valle de México. Bernardo Quintana Arrioja donó al instituto buena parte del equipo del Laboratorio ICA. El nuevo órgano de investigación de la UNAM ayudó a que en 1959 la Escuela de Ingeniería obtuviera el rango de Facultad.

Tamez relata que la intención original de Bernardo Quintana era traspasar todo el equipo del laboratorio al instituto. Sin embargo, poco antes de que se desmantelara por completo el laboratorio, el arquitecto José Villagrán, uno de los clientes más importantes de ICA, objetó que necesitaba de la empresa y de su laboratorio para la resolución de problemas específicos. Esto modificó de imprevisto la resolución de Quintana Arrioja, pero ahora se presentaba la necesidad de elegir quién dirigiría la parte del Laboratorio ICA que sería preservada. Marsal escogió a Tamez como su sucesor en ICA, y de tal modo éste ingresó ya de manera formal a la empresa; ambos, Marsal y Tamez, seguían trabajando de manera paralela en la SRH.

Consecuencia de esta reestructuración surge, en el mismo año 1956, la empresa Solum como parte de ICA pero que debía funcionar de manera autosuficiente desde el punto de vista financiero. El primer gerente fue Enrique Tamez, y uno de los objetivos de la nueva empresa era formar nuevos ingenieros en la práctica profesional. Era un laboratorio para consulta y asesoría fundamentalmente en problemas de cimentaciones, aunque había otros relacionados con obras marítimas, presas y edificación en el Distrito Federal. En buena medida, Solum se convirtió en un semillero de ingenieros geotecnistas que desarrollaron su actividad profesional en el ámbito de la construcción. Tamez estaba encargado del área de consultoría, que crecía en demanda pues cada vez ICA hacía más obras de cimentación.

Después de ese periodo, se presentaron otras dos obras de la mayor importancia: por un lado, las primeras tres líneas del metro de

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la Ciudad de México, con 42 km de longitud, en pleno centro de la ciudad y condiciones complejas del subsuelo.

Por el otro lado, la terminación de una infraestructura que ya había sido iniciada pero que presentaba un avance lento, por lo que las autoridades decidieron que se debía acelerar su conclusión. Se trataba de un colector de aguas, el primero de su tipo: el Túnel Emisor del Sistema de Drenaje Profundo. Habían sido construidos las lumbreras y 18 km del túnel; faltaban muchos kilómetros más.

La gerencia de Solum y la participación en ambas obras significó una cierta independencia: aunque la comunicación y consulta profesionales con Marsal continuaron, en adelante ya no se trataba del ayudante o secretario, sino del ingeniero Enrique Tamez González.

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Las primeras líneas del metro

El regente del Distrito Federal, Ernesto Uruchurtu, había recibido propuestas de grupos extranjeros para la construcción del metro, pero también era de peso la experiencia mexicana del subsuelo de la Ciudad de México. Del lado de la propuesta mexicana se encontraban algunos de los expertos más reconocidos del mundo, así como personas y técnicos de alto nivel del metro de París. Al terminar Uruchurtu su periodo en 1966 sin haber tomado una decisión, Alfonso Corona del Rosal la rescató como una propuesta realista respaldada por expertos preparados para el reto. Paralelamente se abrieron opciones de financiamiento negociadas por el ingeniero Bernardo Quintana Arrioja, y se dieron así las condiciones para concretar el proyecto de las tres primeras líneas del metro.

Bernardo Quintana estuvo a la cabeza, pero también de manera especial Ángel Borja, arquitecto que encaró todo el aspecto urbanístico de la obra, su trascendencia e impacto en la situación de esa época. Ellos dos al frente de un grupo selecto de profesionales de

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otras empresas, con antecedentes en la construcción dentro de la ciudad, en excavaciones profundas y en actividades relacionadas con el proyecto, empezaron a plantearse primero un esquema general de las rutas necesarias y adecuadas para satisfacer los problemas más serios del tránsito en el centro de la ciudad y, después de eso, buscar que el costo estuviera dentro de lo factible y los trastornos a la población durante la construcción fueran mínimos. Fue prácticamente un año de trabajo muy intenso de planificación de esta obra, que inició en junio de 1967.

Una de las primeras tareas recayó en la compañía Aerofoto, que había sido adquirida por ICA, contaba con la dirección de Gerardo Lartigue y trabajaba en unión con Solum. Se inició la construcción del metro en la Calzada Ignacio Zaragoza con el sistema tradicional: excavaciones a cielo abierto con el auxilio de la electrósmosis proporcionada por Solum.

Para la zona centro de la ciudad por primera vez se utilizó en México un procedimiento constructivo que se había usado en toda la longitud del metro de Milán algunos años antes y de cuya existencia se supo en México por la publicación de los avances técnicos en los congresos de la época. “Presentada por el profesor Tamez”, comenta Gabriel Auvinet, “una técnica tan sofisticada para la época como la del muro Milán parecía ser de una gran sencillez y sus principios de una lógica implacable”.

Las pruebas de construcción del primer muro Milán se hicieron cerca de un sitio en la colonia Agrícola Oriental que ocupaba Solum para sus laboratorios y talleres. El método inicialmente fue puesto en duda por el respectivo Comité Decisor. Esta duda, a veces incluso expresada como la imposibilidad de construir los túneles necesarios para un transporte subterráneo en la Ciudad de México, se sustentaba en las características problemáticas de las arcillas del subsuelo. Con

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una baja capacidad de carga, estas arcillas son sumamente blandas y tienen una compresibilidad muy variable, lo que puede fracturar e incluso colapsar las estructuras.

Una vez concluido el experimento, el Comité fue invitado al sitio en la colonia Agrícola Oriental. Fue una sorpresa que presidiéndolo asistiera Bernardo Quintana acompañado por otros gerentes de las empresas que integraban el Grupo ICA. Enrique Tamez se encargó de explicar el experimento y sus resultados. Cuando terminó, la reflexión de los decisores motivó un silencio que quizá pareció a los presentes más prolongado de lo que en realidad fue, dada la trascendencia del momento. La exposición de Tamez en aquella ocasión ha sido calificada como magistral.

Por fin Bernardo Quintana rompió el silencio: “Este es el procedimiento. Enrique, vente conmigo para que diseñes la construcción del metro con este sistema...”

Tamez recuerda que al regente Corona del Rosal le interesaba comunicar la idea a los capitalinos y convencerlos de su utilidad. Después de varias reuniones para explicar y justificar el proyecto ante diversos grupos de decisión y de opinión, el regente concluyó diciendo: “Bueno, ingeniero Quintana, ya hemos discutido esto mucho. ¿Cuándo empieza?” Corría el mes de mayo de 1967; haciendo gala de compostura y preparación, Quintana Arrioja respondió que podían estar listos para comenzar en un mes, preguntando en seguida cuál era, entre todas, la opinión del regente en cuanto a la ubicación de las líneas. Corona del Rosal contestó: “¡Ah, qué ingeniero Quintana! ¡Póngalas donde quiera, se le van a llenar!”

Enrique Tamez añade que, más tarde y ya en privado a su equipo, Bernardo Quintana expresaba sorpresa al lado de su satisfacción: “¡Nos sacamos el tigre en la rifa!” Él comprendía cabalmente la magnitud de la responsabilidad que acababan de asumir. Se le asignó a

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Solum la construcción inicial para el metro en el tramo de Isabel la Católica a Salto del Agua, y el eventual éxito en este primer segmento propició que se le asignaran posteriormente otros.

En general, todos los cajones estructurales para alojar las vías del metro fueron construidos con la técnica del muro Milán; prácticamente la totalidad se hallaba en la zona de suelos blandos, así que fue el procedimiento más adecuado. Es cierto que en algunos sitios en particular, por ejemplo en la estación Tacubaya, donde el terreno cambia, se hizo de manera más tradicional; esto se debió a que se podía hacer la excavación con entera libertad: había espacio y el terreno lo permitía. Sin embargo, en más de 95% de la longitud de las primeras tres líneas se utilizó el muro Milán, y las arcillas de la Ciudad de México no se inmutaron.

En 1967 fue necesario integrar un grupo de diseño dedicado a hacer los planos de construcción con perfeccionamientos, cambios y adaptaciones según se iban viendo sobre la marcha. Era el grupo encargado del proyecto definitivo, el que hacía especificaciones y al mismo tiempo el seguimiento de que lo que estaba plasmado en los planos se concretara en la obra y, en su caso, se ajustara según las necesidades que planteaba la práctica.

Este grupo multidisciplinario se llamó Ingeniería de Sistemas de Transporte Metropolitano, S. A. (ISTME) y arrancó con la dirección técnica de Enrique Tamez y con el apoyo de Luis Vieitez Utesa. El trabajo de ISTME incluyó la elaboración de más de treinta mil planos para toda la obra. Eduardo Alegre Dávalos, quien posteriormente sería director de Proyectos Urbanos en ICA, recuerda una decisiva reunión en torno a una localización alternativa del metro en su tramo Zócalo-Bellas Artes. Allí, Tamez expuso con gran claridad la influencia de los diversos factores a considerar; al concluir, le encargó a Alegre Dávalos el plano correspondiente, con una frase por

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demás coloquial: “Alegre”, le dijo, “échese otro dibujito de los que usted saber hacer”. Esto motivó en Bernardo Quintana, presente en la reunión, una significativa sonrisa.

Había grupos de especialistas de todas las ramas involucradas. Se solicitó a la administración del metro de París formar un grupo técnico de cinco personas que acudiera a prestar apoyo técnico, así que el director del metro parisino, monsieur Deru, y sus cercanos colaboradores venían periódicamente a visitar las obras. Aunque poseían toda la preparación básica para entender los suelos mexicanos, para ellos todo resultaba novedoso. La presencia y amable colaboración de este grupo se hizo presente desde antes de la construcción y durante ella, en aspectos muy variados, como criterios de ubicación de las vías, dimensionamiento y distribución de las estaciones según su entorno.

Los retos técnicos que tuvieron que enfrentarse fueron numerosos: uno de ellos fue la construcción a cielo abierto con grandes edificios al lado; trabajar sin afectarlos resultó un enorme desafío. Por otro lado, sobre todo en la zona del Centro Histórico, con cierta frecuencia aparecían restos arqueológicos. La dificultad era no sólo extraer todas las piezas, sino además hacerlo sin causarles daño. Para ello, personal del INAH se incorporó a los grupos de trabajo. Aunado a todo lo anterior estaban los factores cuantitativos: era un proyecto de 42 km de metro, con todo y sus estaciones, instalaciones auxiliares y de operación, en un plazo acotado a tres años y medio.

Hubo varios hallazgos importantes, uno de ellos fue la Coatlicue, nombre que significa “la de la falda de serpientes” y que corresponde a la madre de todos los dioses del panteón azteca. Además, en el cruce de las avenidas Pino Suárez y 20 de Noviembre se encontró un templo completo; evidentemente era de una deidad de menor categoría, y en este caso se le creó un ambiente especial para que permaneciera en su lugar, donde hasta la fecha es preservado.

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Hubo también casos en que se encontraron tubos de drenaje importantes que cruzaban en la ruta del metro, y entonces había que construir una desviación y pasar por debajo creando sifones, tubos de 2.50 a 3 m de diámetro.

Otro de los contratiempos más comunes fue la localización de cables de alta tensión, de 85,000 volts. Por ello, la Compañía de Luz también trabajó en el equipo.

En cuanto a planos completos de redes de drenaje, agua potable, energía eléctrica, prácticamente todos eran de 10 o 15 años atrás como máximo, e información anterior no existía.

La obra del metro constituyó una especie de laboratorio real para comprender ciertos fenómenos y para llevar a la práctica algunas soluciones novedosas, como los puntales precargados cuando se atravesaban las cimentaciones de edificios cercanos; esta es una técnica que en ese entonces prácticamente no era usada en ninguna parte del mundo.

En cuanto al factor sísmico, estaba la experiencia de 1957, pero al respecto existía sólo una recomendación muy elemental. Incluso en el ámbito mundial los criterios para diseño sísmico de las estructuras eran una especialidad naciente.

El esfuerzo de diseñadores y constructores para realizar esas tres primeras líneas del metro, aunado a la habilidad de Bernardo Quintana Arrioja en la dirección de la obra, logró que se terminara a tiempo con el mínimo de trastornos o daños a la superestructura de las zonas de trazo. La subsecuente construcción de las líneas 4, 5 y 6 siguió la tradición de la práctica y los diseños establecidos desde las primeras tres líneas, predominantemente en los suelos de arcilla. El fundamento de esa tradición consiste en que las estructuras toleran el hundimiento superficial gracias a su flexibilidad.

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Más adelante, durante las excavaciones de la estación Hangares y del tramo Hangares-Pantitlán, de la línea 5, donde las arcillas superficiales eran sumamente blandas, se utilizó con resultados favorables el método en un principio polémico de la electrósmosis. Durante la V Reunión Nacional de Mecánica de Suelos, celebrada en 1970 en la Ciudad de México, se presentó una gran discusión entre los ingenieros partidarios de la técnica y sus críticos; Tamez, no obstante, siempre estuvo convencido de su efectividad.

El método de la electrósmosis aplicada al control de las expansiones del fondo fue la respuesta que Tamez encontró a la paradoja de las cimentaciones compensadas. Fue gracias a la influencia de Leo Casagrande, ingeniero geotecnista y hermano de Arthur Casagrande, que se hicieron las primeras pruebas con electrósmosis en México.

Sin lugar a dudas, como dice Carlos Flamand Rodríguez, la más importante colaboración de Enrique Tamez en Solum e ICA fue la utilización de las varias teorías existentes en los años de 1940 a 1960 en torno al sistema de la electrósmosis aplicada a la construcción de proyectos con problemas de excavaciones con profundidades variables; antes de eso no había experiencias semejantes en México ni en muchas otras regiones del mundo. Con toda la información que se pudo reunir sobre el fenómeno electrosmótico se iniciaron las primeras pruebas en el paso a desnivel de Tlaxcoaque (Fray Servando, 20 de Noviembre y Pino Suárez), así como en otros sitios: el Palacio de Hierro en las calles de Salamanca y Durango, el edificio de oficinas de Ferrocarriles Nacionales de México y otros, todos con muy buenos resultados a pesar de las variaciones en área, profundidad, inclinación de los taludes, voltaje aplicado con la corriente directa, dimensión de los electrodos, materiales de éstos, separación entre ellos y demás.

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El Drenaje Profundo

El Sistema de Drenaje Profundo fue una obra en dos etapas; los túneles de los que se iba componer alcanzaban 68 km de longitud, y su construcción se inició en 1967. Hasta 1971, durante la primera etapa, se habían construido tan sólo 18 kilómetros, y el presidente Luis Echeverría puso al frente del proyecto en la segunda etapa a Bernardo Quintana para construir los restantes 50 kilómetros de túnel en un plazo de tres años y medio.

Era un desafío mayúsculo, y la mejor opción desde el punto de vista organizativo fue que cada una de las empresas participantes construyera un tramo; la unidad de criterio la otorgó Bernardo Quintana como presidente del consorcio. Esto dio origen a Túnel, S.A. ( TUSA).

En la etapa anterior a TUSA se habían construido la mayor parte de las lumbreras del Emisor Central, el cual está alojado en las rocas de las sierras de Guadalupe, Las Cruces, Tepotzotlán y El Sincoque, y en las arcillas duras de la formación Requena; se habían construido también seis lumbreras en los depósitos lacustres donde se aloja el Interceptor Central. Los 18 km que ya se habían perforado correspondían al Emisor Central.

105 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Había una experiencia y una información geológica muy completa recabada por Federico Mooser, de la cual los constructores no habían hecho uso hasta entonces y que después pudo corroborarse tramo por tramo.

Curiosamente Tamez ya había estado cerca de Federico Mooser en el ámbito académico y profesional, cuando se conocieron en 1954. Veamos cómo recuerda el geólogo ese primer acercamiento: Se dedicaba [Tamez], así como yo lo veía, a torcer arcillas extraídas de distintas profundidades debajo de la Ciudad de México. Con calma, inteligencia, elegancia y claridad, me explicó cómo las arcillas se componían principalmente de agua, que por eso eran muy compresibles y que a ellas se debía que la ciudad se hundiera.

Nace la empresa Túnel, S.A.

En 1971 se formó la empresa TUSA con la asociación de siete de las empresas constructoras que habían participado en la ejecución de la primera etapa del Sistema de Drenaje Profundo. ICA, como asociada mayoritaria, asumió la responsabilidad total de la obra para concluir en un plazo perentorio los 50 km de la segunda etapa.

Se organizó un pequeño grupo que formó la sección de ingeniería de TUSA, cuya misión era dar apoyo técnico a la superintendencia de la obra en la defnición de procedimientos de construcción y en la programación y control de actividades de la obra. El grupo estaba integrado por Luis Vieitez, en el área geotécnica, Fernando Ramiro Lalana, en las estructuras, Gustavo Bernal en la programación y seguimiento de los avances de la obra y Víctor Hardy en la asesoría de los procedimientos de construcción.

Fuente: “Cincuenta años de geotecnia en ICA”, por Enrique Tamez González. Publicado en Memoria de la reunión conmemorativa 40 años de investigación y práctica en geotecnia, volumen “Los retos geotécnicos del futuro”, tomo II.

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En el caso de la construcción del Drenaje Profundo, fue la investigación levantada por Mooser una base importante que eventualmente se usó como guía de trabajo para excavar el túnel.

El grado de participación de lo que ya en esos años se empezaba a llamar la “mecánica de las rocas” era escaso. Cuando dio inicio el nuevo periodo constructivo, hubo un lapso fundamental de cuatro o cinco meses para encontrar la correspondencia entre la información geológica de Federico Mooser y la realidad, en virtud de que ya había lumbreras y tramos de túnel construidos; allí pudo observarse todo el catálogo de problemas a los que había que enfrentarse.

La empresa TUSA fue la encargada de coordinar la construcción del Emisor Central, y la tarea de Tamez como asesor técnico fue encontrar la relación entre los mapas geológicos de Mooser, la realidad del subsuelo conocido por los túneles ya abiertos y la experiencia vivida por los constructores de la primera etapa.

Con la ayuda de los ingenieros tuneleros se hicieron revisiones y previsiones respecto al procedimiento a seguir. Gracias a esas discusiones se preparó un manual de procedimientos para que todos los involucrados hablaran el mismo lenguaje. Victor Hardy, un ingeniero civil especializado en obras subterráneas, fue uno de los tuneleros protagonistas en ese proyecto.

La construcción del Drenaje Profundo no estuvo exenta de retos y problemas. Los problemas que se presentaron durante la construcción fueron básicamente de dos tipos: por un lado, inestabilidad del frente, que se manifestaba en caídos de muy diferente magnitud, desde pequeños desprendimientos de rocas de la clave hasta grandes flujos de lodo que invadieron unos 200 m de túnel; por otro lado, infiltración de agua freática, cuyo gasto podía variar desde 1 l/s hasta 1,600 l/s en una lumbrera, con 170 m de carga de bombeo.

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Ingeniero a profundidad: Enrique

Hubo que cambiar el trazo del túnel y se perdieron ocho vidas humanas, hecho que reforzó la convicción de prever y prepararse para lo que pudiera suceder, pues se contaba con información valiosa que precisaba lo que se podía esperar. Había que reconocer la importancia de confiar en la información geológica, de tenerla en cuenta a la hora de planear y actuar sobre el terreno. Ese fue el gran aprendizaje en la construcción del Drenaje Profundo, aprendizaje que resultaría de gran ayuda para la construcción del nuevo Túnel Emisor Oriente ya en el siglo XXI.

Un receso activo

Poco tiempo después, Enrique Tamez enfrentó problemas de salud que lo hicieron replegarse un tiempo de la actividad profesional. Cuando se construía la línea 7 del metro fue convocado por el ingeniero Manuel Díaz Canales, quien trabajaba en el área de ingeniería de ISTME, para revisar “algunos problemas con los tepetates”. Habían

Víctor Hardy Contreras (Toluca, 1917-Ciudad de México, 1980)

Su padre, Federico Hardy Earley, vino a México de Inglaterra con la empresa Pearson & Son a construir vías férreas. Víctor Hardy recibió el grado de ingeniero civil por la UNAM en 1945. Comenzó a desarrollarse en el ámbito profesional en la Secretaría de Recursos Hidráulicos cuando ésta era dirigida por Adolfo Orive de Alba; allí alimentó su pasión por las obras hidráulicas de generación y de grande irrigación. Desde 1947 trabajó para la empresa constructora El Águila en obras como la presa Álvaro Obregón en Sonora, los túneles de conducción de la presa Tingambato (que hoy forma el lago de Valle de Bravo) y la construcción de los túneles del acueducto del Lerma a la Ciudad de México.

Fue invitado a unirse a ICA para participar en las excavaciones subterráneas de las presas El Infernillo, La Villita, y como consultor de la CFE para Chicoasén y Pe-

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Ingeniero

traído a un experto para realizar el tuneleo, pero el avance resultaba un poco lento y los programas de tiempo eran muy agresivos.

Tamez había trabajado en terrenos y condiciones muy parecidos durante la construcción del Drenaje Profundo. En esa obra se hacían túneles con la máquina excavadora, se avanzaba unos metros, se ponía una malla, se lanzaba concreto y se proseguía, con la convicción de que las anclas no eran necesarias, pues sólo complementan el concreto lanzado cuando es incapaz de soportar el peso. Recomendó el mismo procedimiento en la obra de la línea 7 y la velocidad de avance se duplicó con ese solo cambio.

A partir de las experiencias con el Drenaje Profundo y la línea 7 del metro, Tamez desarrolló un método de análisis para determinar la estabilidad de las excavaciones subterráneas en todo tipo de suelos. Este método permite realizar el diseño cuantitativo del procedimiento de excavación, así como simplificar el diseño del revestimiento.

ñitas. También como asesor participó en la construcción del Drenaje Profundo de la Ciudad de México y poco después se le encargó el llamado “tramo crítico”, que presentó severos problemas de geotecnia y de aportes importantes de agua subterránea. Después de esta valiosa experiencia continuó en ICA a cargo de estudios para la construcción de presas en Colombia, la construcción del túnel del metro y los emisores Central y Oriente.

Hoy llevan su nombre un curso instaurado por la Asociación Mexicana de Ingeniería de Túneles y Obras Subterráneas y el túnel de conducción de la sierra La Rumorosa en Baja California. Fuente: Comunicación personal con Víctor Hardy Mondragón.

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Actividad en la UAM y transición a TGC

Después de 1975, una vez concluido el Drenaje Profundo, Tamez se separó de ICA por las razones de salud mencionadas. En 1974 el rector de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana, Juan Casillas García de León, lo había invitado a colaborar en la dirección de la División de Ciencias Básicas e Ingeniería, CBI. A esta invitación Tamez respondió que la vida académica de tiempo completo siempre le había parecido un reto interesante y que en el puesto que se le ofrecía podía poner su experiencia como profesional y como administrador al servicio de una labor noble y útil, por lo que aceptaba incorporarse al grupo fundador de esa institución. Asumió el cargo en julio de 1974. Las clases debían comenzar en septiembre, pero la construcción de los edificios se retrasó. Para noviembre, es decir, en tan sólo unos meses, era necesario definir las carreras que se iban a ofertar, contratar a los primeros profesores de todas ellas, elaborar los planes de estudio, diseñar los laboratorios y talleres, seleccionar el material didáctico y demás actividades asociadas; todas ellas recaían en el director. Además, la División de CBI fue creada

111 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

con una estructura matricial de departamentos y coordinaciones de carrera que no se había ensayado en México (el sistema por trimestres sigue siendo un distintivo de la UAM hasta el día de hoy).

A la actividad en la Universidad Autónoma Metropolitana se sumó otra paralela e igualmente exigente. Durante el sexenio de Luis Echeverría (1970-1976) se establecieron lazos con el presidente de un nuevo país surgido de la fusión de Tanganica y Zanzíbar. Este país era Tanzania, y su primer presidente, Julius Nyerere, solicitó asesoría técnica a México para el proyecto de la nueva ciudad capital Dodoma siguiendo el ejemplo de Brasilia. Luis Echeverría le pidió al rector general de la UAM, arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, responder a la solicitud por conducto de los profesores de la universidad. A Enrique Tamez se le encargó la coordinación del grupo multidisciplinario creado para este efecto y que contaba, entre otras personalidades, con el urbanista Roberto Eibenschutz. En noviembre de 1974, a punto de comenzar el periodo académico, el grupo viajó a Tanzania a recabar

Designación como rector de la Unidad Azcapotzalco de la UAM. A la izquierda: Juan Casillas García de León. A la derecha: Enrique Álvarez del Castillo.

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

información para iniciar los trabajos de consultoría. A esto siguieron varias reuniones para informar al presidente, al rector general y a otros grupos de académicos.

En septiembre de 1975 ocurrieron otros sucesos importantes. Ramírez Vázquez dejó la UAM para integrarse a la campaña presidencial de José López Portillo, quien después lo nombraría secretario de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (dependencia que sustituyó a la SOP). En noviembre, cuando Juan Casillas fue nombrado rector general, Enrique Tamez se convirtió en rector de la Unidad Azcapotzalco.

Estos años le resultaron muy agradables a Tamez; estaba haciendo algo que disfrutaba y además tenía la oportunidad de contribuir a una nueva organización educativa. Extrañaba la intensidad y el empeño que requerían las obras de gran magnitud, esa suerte de devoción al trabajo que había experimentado en ICA, pero también veía el otro lado: un ambiente universitario, la colaboración en un proyecto como parte de aquella institución.

Quienes convivieron con Tamez en aquella época recuerdan que sufría un malestar que no le dejaba dormir. Bien fuera por los compromisos de trabajo, bien una dolencia meramente física, de haber sido interrogado al respecto seguramente habría respondido, como en cierta ocasión lo hizo, que “si no se puede dormir, hay que descansar, que con eso es suficiente”. Pero la disposición mental no siempre vence al cuerpo, y aquejado por problemas de salud, Tamez tuvo que retirarse una vez más a mediados de 1977, antes de concluir su rectorado.

Su paso por la UAM fue relativamente breve, menor de tres años, pero en este lapso hizo contribuciones muy importantes y ayudó a configurar el perfil de la institución, tomando parte activa en asuntos trascendentes como la conformación del sindicato en 1976 y la

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Ingeniero

huelga en junio de ese año que duró 33 días. Casi 20 años después, en 1995, la UAM le otorgó la máxima distinción, el doctorado honoris causa.

Investidura

Tamez nunca dejó por completo el trabajo. Entre 1978 y 1982 asesoró a la filial de ICA, Cometro, con la línea 7 y otros proyectos; esta actividad la hizo de manera independiente. En 1982, dos de sus amigos con quienes había trabajado en ICA, Enrique Santoyo y Práxedes de la Cruz, pensaron en formar otra empresa para ofrecer servicios técnicos: estudios, asesoría técnica y construcción especializada dentro del área de la geotecnia. Tamez fue invitado a participar, y ya que se trataba de una actividad en pequeña escala, decidió aceptar. Así surgió TGC.

Al respecto, Eulalio Juárez Badillo, el ex compañero de Harvard, comenta a manera de broma que “para algunos colegas es Técnicas Geomecánicas de la Construcción y para otros colegas es Tamez González y Cuates.” Santoyo y Tamez se dedicaron al área geotécnica, y

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González como doctor honoris causa por la UAM. 20 de abril de 1995.

De la Cruz a la construcción especializada: de este modo surgieron respectivamente TGC Geotecnia y TGC Ingeniería. Poco a poco se fueron uniendo otros jóvenes recién graduados, que encontraban en la empresa una oportunidad de hacer algo nuevo. De esta manera el equipo creció conforme aumentaba el trabajo. Tamez fue el director de TGC durante 26 años a partir de 1982.

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La Catedral Metropolitana

La Ciudad de México presenta un hundimiento regional que en algunas zonas alcanza valores de hasta 40 cm por año, por lo que, dentro de cinco días que será la clausura de este evento, este auditorio estará 8 mm más abajo de donde estamos ahora; afortunadamente nos quedan 2,200 m para llegar al nivel del mar.

Así parafrasea Luis Bernardo Rodríguez González las palabras inaugurales del VII Congreso Internacional de Mecánica de Suelos e Ingeniería de Cimentaciones, donde Enrique Tamez, ya desde 1969, con su característico sentido del humor aun en los momentos más críticos de su trabajo, se refería a un asunto que absorbería varios años futuros de su atención y que, enfocado en el Centro Histórico de la capital, se convertiría en una verdadera urgencia por tratarse del patrimonio cultural de México.

En TGC se había estudiado el hundimiento diferencial de la Catedral Metropolitana, que ya había acumulado muchos desniveles en la torre poniente, y la inclinación en todo el cuerpo; había torsiones, desplomes de las columnas y los muros, fracturas. La estructura había llegado ya a un estado de deterioro muy importante.

117 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

El tratar de definir con claridad los factores del problema fue una primera inquietud: ¿por qué la torre del poniente hundía más que el ábside? Ambos continuaban hundiéndose, pero la torre lo hacía más rápido, en un orden de entre 2 y 3 centímetros anuales.

El fenómeno comenzó casi desde que se terminó de construir la Catedral. El hundimiento acumulado había llegado ya a 2.5 metros. Además había muchas grietas, lo cual hacía necesario un proceso de mantenimiento constante: en cuanto se abría una grieta, la cerraban y la reforzaban. La Catedral era continuamente atendida para que siguiera funcionando, pero sin haber detectado la causa y la solución más efectiva.

Durante los sismo de 1985 muchas de las grietas existentes en la Catedral se abrieron más. Ello motivó que las autoridades de gobierno a cargo de los monumentos históricos tomaran cartas en el asunto. El arquitecto Sergio Zaldívar conformó un grupo de profesionales para encarar el problema.

En el Valle de México, un edificio se inclina cuando está construido sobre arcillas, generalmente porque la carga suele ser excéntrica y ocasiona ese tipo de comportamiento. Sin embargo, el edificio de la Catedral es muy simétrico, con la excepción del peso de las torres que causan cierta concentración. Que se inclinara hacia el frente resultaba lógico, pero ¿por qué se torcía?, ¿por qué el frente se movía más a un lado que al otro? Esas preguntas fueron el punto de partida para analizar toda la información disponible. Enrique Santoyo trabajó muy intensamente en ese asunto: la recopilación de información, la sistematización de los datos y el análisis de los hechos.

Poco a poco, tratando de desenterrar algo de historia, se llevaron a cabo una serie de exploraciones para definir con claridad cómo era cada uno de los estratos del suelo debajo de la Catedral, incluso bajo los depósitos profundos que son más resistentes.

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Se estudió también el cariz histórico, habida cuenta de que el área fue el gran centro religioso azteca; era necesario comprender la posible influencia de las construcciones de esa época, muchas de ellas muy pesadas, como el Templo Mayor. Había una serie de pirámides pequeñas, medianas y grandes, particularmente bajo el Sagrario; esta sección se había puesto al descubierto para recimentarla mediante la colocación de pilotes de control para detener el hundimiento. Esta obra la había realizado el ingeniero Manuel González Flores, el inventor de lo que llamó pilotes de control, que aún se siguen usando.

En la Catedral había un factor de hundimiento regional causado por la extracción del agua profunda; eso, unido a la historia de cargas anteriores a la Catedral, llevó al equipo a descubrir que había un par de pirámides que pesaban bastante, aunque no tanto como el Templo Mayor. “Lo curioso del caso fue”, refiere Tamez, “que al hacer todas las exploraciones y los sondeos, detectamos que había algo que no estaba identificado por la historia”. Resultó que en el área de la Catedral había habido una construcción pesada que no estaba registrada, y cuando llegaron los españoles ya no existía.

En el proceso, primero hubo que reducir el movimiento diferencial para corregir lo que fuera posible, tarea delicada puesto que se trataba de corregir un monumento histórico que se había ido deformando y reparando continuamente, por lo cual ya tenía una estructura deformada.

Había una deformación endémica que no podría ser corregida, pero sí era posible disminuir el desnivel. Se ideó todo un plan para hacerlo con un procedimiento propuesto por un ingeniero geotecnista italiano que había ofrecido esta solución con la Torre de Pisa: excavar por debajo del edificio para enderezarlo gradualmente.

En México esta solución era conocida porque fue publicada en una revista de la Sociedad Internacional de Mecánica de Suelos. No había

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Ingeniero a profundidad: Enrique

un nombre para ese método, pero el equipo comenzó a nombrarlo subexcavación.

La Catedral no dejó de dar servicio durante el tiempo que duró el proceso de corrección geométrica: se enderezó cuanto fue posible hasta que la estructura misma comenzó a dañarse como consecuencia de ese nuevo movimiento diferencial inverso. Se había logrado corregir más de 80 cm de desnivel con la extracción de tierra, pero llegó el momento en que ya no pudo forzarse más la estructura. Todo ocurrió conforme a lo previsto gracias a un sistema de controles instalados principalmente en el centro, en los elementos más importantes de los arcos y columnas de la zona más afectada. Eran extensómetros que medían cómo se separaba la base de un arco, y medidores de nivel para ver cómo iban progresando las diferencias de niveles; todo eso se graficaba y los movimientos resultaban evidentes, pues las gráficas que representan ese fenómeno son muy ilustrativas. Inmediatamente después de terminar la subexcavación, se tomaron medidas para evitar que los edificios reanudaran las tendencias de hundimiento. Se modificaron las propiedades del subsuelo para lograr que los hundimientos fuesen más uniformes y no se perdieran los avances logrados con la subexcavación. Para ello se realizó un programa de inyección con mortero en los estratos más compresibles del subsuelo. Esta técnica fue desarrollada y ejecutada por TGC con base en experiencias previas de estabilización obtenidas en otros países, así como en los resultados favorables de un proceso de inyección realizado en el Palacio de Bellas Artes y en aplicaciones experimentales que realizó TGC en uno de los edificios de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza de la UNAM.

El trabajo de Tamez y otros en el Centro Histórico fue el tema de la Undécima Conferencia Nabor Carrillo, “Hundimientos diferenciales de edificios coloniales en el Centro Histórico de la Ciudad de México”,

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presentada en Zacatecas en 1992. En esa ocasión el panelista invitado fue John B. Burland con un estudio sobre la inclinación de la Torre de Pisa cuyos detalles complementan los del trabajo en la Catedral Metropolitana.

Al respecto, Gabriel Auvinet señala la impresión que le causó la habilidad con la que Enrique Tamez y sus colaboradores no solamente supieron llegar a una solución satisfactoria en los aspectos conceptuales y prácticos, sino que fueron capaces en todo momento de presentar esta labor en una forma elegante y convincente; y añade que no se ha reconocido en su justa medida la influencia que tuvo este grupo en la solución que se le dio, después de varios siglos de incertidumbre, al problema de la inclinación en edificios patrimonio de la humanidad.

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La Torre Mayor y la línea 12

Otro de los trabajos emblemáticos de TGC fue la Torre Mayor. Los ingenieros estructuristas con especialidad en la dinámica de las estructuras hicieron estudios muy detallados para formular una predicción exitosa, pues el edificio está ubicado en una zona que se está hundiendo por sí sola diferencialmente. Justo donde termina la llamada Zona de Transición está la Zona de las Lomas y la Zona del Lago (suelos blandos); la Zona de Transición es más o menos paralela a la Sierra del Poniente. Esto es importante porque podía moverse el terreno con algunas diferencias, y con base en ello se desarrolló el diseño de la cimentación, incluso el diseño de la serie de pruebas de las pilas, construidas para ser analizadas con instrumentos, determinar cómo se distribuye la carga y cómo van a funcionar en la arcilla que las rodea.

Todos esos detalles fueron planteados primero con información estratigráfica y de propiedades del suelo. Se estudiaron todos los aspectos de la variación de la compresibilidad del terreno en un lado y en el otro, las diferencias de abatimiento de la presión, y en un momento dado apareció la necesidad de colocar pilas con gatos de

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control. Eso se hizo con todo el conocimiento de entonces: se realizaron estudios completos sin limitaciones de costo.

Para esta obra se instaló, por primera vez, una serie de cámaras automáticas en el edificio vecino, que monitoreaban permanentemente el trabajo y transmitían la información a sus dueños en Nueva York, además de conservarla en México.

En ese periodo, Tamez trabajó en TGC y simultáneamente GeoConstrucción (GC). Daba asesoría en ambas empresas, y el siguiente proyecto relevante fue el de la línea 12 del metro. En ese entonces, a la par de la línea 12, Tamez estaba haciendo una serie de estudios para el Túnel Emisor Oriente, el cual se encontraba en la etapa de estudios preliminares.

La línea 12 estaba un poco más avanzada; había ya toda una campaña definitiva de estudios y sondeos a lo largo del recorrido de la línea, el cual tiene una gran variedad de terrenos, desde las zonas rocosas hasta las arcillas en estratos de mayor espesor.

Hubo un concurso para realizar la ingeniería de detalle y la construcción de la línea 12, que ICA ganó. Se formó un comité técnico, al cual fue invitado Tamez. Él puso énfasis en la parte geotécnica, que presentaba una nueva situación; lo estructural en cambio consistía en aspectos más o menos comunes. Tamez ya había participado como asesor de ICA en la integración de los estudios para presentar la propuesta al concurso.

La construcción de la nueva línea del metro representó desafíos diversos, pues se trataba de un catálogo desde el punto de vista de los suelos. Algunos ejemplos son el cruce con la línea 7, que corre a lo largo de la falda de la Formación Tarango, constituida por viejas cenizas volcánicas endurecidas que se meten bajo las arcillas y forman la base de los depósitos. En esa zona, la experiencia de los túneles de la línea 7 que corren al pie del lomerío poniente de la ciudad y

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cuyos suelos están constituidos por tobas y depósitos aluviales fue de una gran utilidad, ya que representó la transición entre el método austriaco de tuneleo y el método mexicano: se avanzó sin anclajes. Otro desafío fue la diferencia de compresibilidad del suelo entre zonas duras del Cerro de la Estrella y la estación Mixcoac de la línea 7.

Las estaciones de la línea 12 se construyeron mediante el método convencional de excavación a cielo abierto, protegidas con muros Milán; entre estación y estación, el túnel se construyó con un escudo de presión balanceada de 10.2 m de diámetro exterior, que mantiene la estabilidad en el frente aplicando presión a través del material que forma la rezaga, el cual se encuentra en una cámara detrás de la rueda de corte. Fue la primera vez que se generaron tramos de túnel entre las estaciones con un escudo cortador.

Una gran ventaja en la construcción del túnel fue que no había interrupciones de tránsito; sin embargo, este problema sí se presentó en la construcción de las estaciones, que tenía que hacerse en la superficie. Para solucionar eso se adoptó el criterio de excavación combinada llamado falso túnel.

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El TEO

De manera simultánea a la línea 12 del metro, Enrique Tamez estaba haciendo una serie de estudios para el Túnel Emisor Oriente, proyecto que se encontraba en la etapa preliminar. De esa obra, que se inició en agosto de 2008, lo que Tamez destaca con mayor énfasis es la transición en México de un tuneleo tradicional a uno completamente mecanizado, con escudos cortadores colocados detrás de los anillos que forman el refuerzo, algunas veces temporal y otras, definitivo.

El Túnel Emisor Oriente es un túnel de 7 m de diámetro y 62.4 km de largo que atraviesa una diversidad de terrenos; tiene capacidad de desalojo de 150 m3/s y 25 lumbreras con una profundidad variable entre 23 y 145 m. Cada una de las lumbreras es una obra importante en sí misma.

Tamez fue invitado a participar en el proyecto por ICA, que formó un consorcio con cinco empresas. Para el estudio geotécnico se hicieron primero los estudios preliminares, con 24 sondeos, y después perforaciones intermedias (hasta 50 sondeos) para entender la estratigrafía de los distintos depósitos del Valle de México. A partir de esta información se fueron planteando métodos de ataque para cada uno de los tramos que presentasen diferencias entre sí.

127 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Todo eso sirvió para hacer la ingeniería preliminar, que permitió plantear los términos más generales del proyecto, su viabilidad técnica y económica, y la estimación de procedimientos, tiempos de construcción y costos probables.

Después vino la ingeniería de proyecto; la información iba creciendo y no presentaba grandes diferencias, salvo en algunos casos, en particular donde se detectaba la presencia de viejos cauces sepultados bajo los grandes depósitos gruesos de ríos que trajeron arenas, gravas y cantos rodados en los últimos 5 kilómetros.

Había tramos muy importantes con presencia de esos materiales; la opinión de los expertos y de los asesores (con experiencias específicas) que fueron invitados a trabajar en ello fue congruente con la obtenida por el equipo del consorcio: con esos materiales y esos suelos no iban a poder funcionar los escudos.

Enrique Tamez admite que las experiencias previas de las líneas del metro y el Drenaje Profundo fueron un apoyo sumamente importante, al grado de definir cuáles aspectos debían estudiarse en la etapa preliminar:

La experiencia local en el primer Drenaje Profundo, y la evolución propia para comprender mejor el comportamiento de suelos duros que permiten construir los túneles con gran facilidad y mayor e fciencia, haciendo trabajar al suelo en lugar de deteriorarlo, es algo pequeño pero muy signifcativo.

Otra experiencia importante que sirvió para el caso del Emisor Oriente fueron las modifcaciones realizadas al famoso “método austriaco” –al que transformamos en método mexicano–, debido a la difcultad de los avances en el tiempo y la necesidad de ser más rápidos...

Toda esa información preliminar resultó útil para definir la factibilidad, la viabilidad técnica y económica para la realización del proyecto, y hacer las primeras estimaciones de costo, tiempo y procedimientos.

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Cuando se asignó la obra al consorcio encabezado por ICA comenzó la tercera etapa, en la que se afinó e incrementó el número de puntos a explorar para tener una mejor descripción de los cambios en las distintas capas (en forma, profundidad y materiales) y sus propiedades. En este punto se hicieron muestreos, pruebas de laboratorio y pruebas en el sitio con distintos métodos; hubo un mejor muestreo e información más detallada. Incluso la planeación de los últimos sondeos se basó en la información preliminar. De su participación en el Túnel Emisor Oriente, Enrique Tamez extrae:

Esa es la forma normal en que se hacen las cosas: se parte de una gran visión que cada vez va siendo más detallada, y van apareciendo cosas que no eran obvias al principio, pero no anulan las primeras etapas; es un incremento de la cantidad y calidad de información que permite a fnar mucho el proyecto de fnitivo.

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La enseñanza y el gremio

“Quienes hemos tenido la oportunidad de estar cerca del ingeniero Tamez sabemos que tiene dos grandes pasiones: la geotecnia y transmitir lo que sabe a quien quiera recibirlo”, comenta Gerardo Lartigue, colaborador en diversas ocasiones a lo largo de más de cuarenta años, y añade: “Quizás sea una exageración, pero como rumor se dice que si vas al cine con él, te dará acertadas explicaciones técnicas sobre escenas de la película.”

La inclinación de Enrique Tamez por la enseñanza explica su prolongada dirección de la cátedra de Mecánica de Suelos en la licenciatura en Ingeniería durante un periodo de 20 años, así como su labor en la UAM entre 1974 y 1977, además del profesorado en esa casa de estudios entre 1982 y 1985.

Cuando el profesor Leonardo Zeevaert dejó su cátedra en el posgrado de la UNAM por cuestiones de salud, Tamez comenzó a impartir la materia de Mecánica de Suelos Aplicada, mientras la teórica la impartía Eulalio Juárez Badillo.

La época en que Tamez comenzó a enseñar marca el inicio de la fusión de la mecánica de suelos con la mecánica de rocas y su conversión en geotecnia. Con Juárez Badillo y Raúl J. Marsal participó

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en la fundación de la Sociedad Mexicana de Mecánica de Suelos en 1957, encabezada por Zeevaert como primer presidente.

La necesidad de crear la Sociedad Mexicana de Mecánica de Suelos (hoy Sociedad Mexicana de Ingeniería Geotécnica) surgió a partir de la existencia de la sociedad internacional con la que los geotecnistas deseaban involucrarse e intercambiar conocimiento y experiencias, la International Society for Soil Mechanics and Geotechnical Engineering (ISSMGE).

International Society for Soil Mechanics and Geotechnical Engineering (ISSMGE)

La Sociedad Internacional de Mecánica de Suelos e Ingeniería Geotécnica tiene su origen en la Primera Conferencia Internacional sobre Mecánica de Suelos e Ingeniería de Cimentaciones (ICSMFE), llevada a cabo en Harvard en 1936, a la cual asistieron 206 delegados de 20 países. Para asegurar la continuidad de esta iniciativa, se creó un Comité Ejecutivo con Karl Terzaghi como presidente y Arthur Casagrande como secretario. Por causa de la Segunda Guerra Mundial, la segunda versión de la Conferencia no tuvo lugar hasta 1948 en Róterdam, y nuevamente fue un éxito, con 596 delegados. Para cuando se efectuó la tercera ICSMFE en Zúrich, en 1953, la sociedad ya estaba frmemente establecida; desde entonces, el evento se llevó a cabo de manera cuatrienal.

En 1981 se estableció un Comité Rector para preservar el enfoque de la sociedad, que seguía creciendo. En 1985 ese comité se convirtió en un Panel que se reúne anualmente, mientras que el Consejo se reúne cada dos años. En 1997 el Consejo aprobó el cambio de nombre al actual, para reflejar de una manera más precisa su campo de actividades.

La ISSMGE experimentó un rápido crecimiento en sus primeras décadas: de 32 sociedades afiliadas y 2,500 miembros en 1957 a 71 sociedades y

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En todo el mundo se daba una situación semejante. Cada vez había más interés y más motivos para involucrarse en la geotecnia; también había mayor intercambio de experiencias por medio de las asociaciones locales y la internacional. Así, este pequeño grupo de cinco o seis personas se reunía periódicamente, cada tres meses; esto fue desarrollándose poco a poco y comenzaron a integrarse nuevos ingenieros a la sociedad, la cual fue creciendo y comenzó a tener más actividad y participación gremial.

16,500 miembros en 1998. El crecimiento de la sociedad se ha correspondido con un aumento de actividades y, sobre todo, el establecimiento de muchos comités técnicos activos y cuerpos especiales.

Fuente: www.issmge.org

Imagen: Detalle de la fotografía grupal de la Primera ICSMFE, de 1936. Destacados, de izquierda a derecha, K. Terzaghi y A. Casagrande. Tomada de gsl.erdc.usace.army.mil/ gl-history/Chap2.htm

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“Nos concedieron el honor de celebrar aquí el VII Congreso Internacional de Mecánica de Suelos. […] Reunidos en el auditorio del Centro Médico con motivo de este congreso, de izquierda a derecha, están Marsal, el doctor [Laurits] Bjerrum, noruego, entonces presidente de la Sociedad Internacional; el secretario de Recursos Hidráulicos en aquella época, yo y el profesor Casagrande”.

El segundo presidente de la SMMS fue Raúl J. Marsal, quien le dio más fuerza a la sociedad porque él mismo participaba en la investigación, en la enseñanza y en la práctica: tenía un campo muy amplio de actividades. Durante la presidencia de Marsal se promovió la idea de que el siguiente congreso internacional se realizara en nuestro país. Casagrande, principal gestor de la ISSMGE, tenía muy clara la idea de que la experiencia mexicana debía ser difundida en todo el mundo, no sólo en Estados Unidos y México; de allí su presencia en ese congreso en particular, que organizaron Marsal y Tamez.

El congreso le dio un impulso a la mecánica de suelos de México, y también una mayor comunicación con los demás países miembros de la sociedad internacional, la cual también se volvió muy activa en la difusión y el intercambio de experiencias.

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Entre 1973 y 1974 Enrique Tamez fue el cuarto presidente de la sociedad, en el momento en el que ésta es reconocida ante la internacional. Tamez era un impulsor de que los jóvenes ingenieros tuvieran oportunidades dentro y fuera de México, así como de la internacionalización de los conocimientos en la especialidad. Gerardo Lartigue lo conoció en enero de 1961 en las oficinas de Solum, y recuerda: “Gracias a su apoyo, diez meses después estaba yo estudiando en el Instituto Politécnico de Grenoble, con la primera beca otorgada por el Grupo ICA en sus entonces 14 años de existencia.”

Uno de los más longevos y constantes intereses de Tamez es la enseñanza de la mecánica de suelos, mitificada por profesionistas de otras áreas como una especialidad de difícil comprensión y únicamente manejable por los especialistas. Esto se traduce en el esfuerzo por traducir y reducir los conceptos y las fórmulas más complejas de la disciplina a conceptos asimilables por cualquier ingeniero proyectista o constructor. Destacan de manera especial dentro de esta tarea los libros Diseño geotécnico de túneles (1997) e Ingeniería de cimentaciones (2001), publicados por TGC Geotecnia.

El afán por enseñar de manera integral la teoría con la práctica le venía a Tamez desde su más arraigada formación como ingeniero, es decir, de ser discípulo directo de Casagrande e indirecto de Karl Terzaghi.

Óscar González Cuevas, quien fuera rector general de la Universidad Autónoma Metropolitana de 1985 a 1989, recuerda cuando se interesó por primera vez, siendo estudiante del doctorado en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, por el curso de Mecánica de Suelos Aplicada:

Me llamó la atención que el curso llevase el califcativo de “aplicada”, ya que casi todos los que había llevado en el posgrado eran predominantemente teóricos. Me pareció atractivo enrolarme en algo diferente, pero me quedé con

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algunas dudas de si realmente íbamos a ver algo práctico en el curso. Desde la primera clase comprobé que mis dudas estaban infundadas. El profesor tenía una muy sólida preparación teórica... pero tenía también una práctica profesional impresionante y sabía, como nadie, llevarla al salón de clase y compartirla con sus alumnos.

Del testimonio de muchos colaboradores e ingenieros mexicanos se extrae que las aportaciones de Tamez a la mecánica de suelos mexicana son imprescindibles e insoslayables.

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Consultor, innovador, independiente

Enrique Tamez cuenta en su currículum con una fructífera experiencia como consultor geotecnista independiente.

Refiriéndose a esta faceta, Juan Jacobo Schmitter explica cómo, durante un proyecto donde se contempló formar varias islas artificiales frente a la costa de la Ciudad de Panamá, se hizo necesario demostrar a los participantes de las audiencias públicas relacionadas con el análisis del impacto ambiental que el cieno del fondo marino, denominado localmente lama, se deformaría bajo el peso de los materiales depositados para formar las mencionadas islas. Esta conclusión en realidad es el comportamiento previsto en la conocida teoría de la consolidación propuesta por Karl Terzaghi. La consolidación expulsaría el agua contenida en los poros del suelo, y esto, como se demostró fehacientemente mediante análisis físicos y químicos, no produciría contaminación del entorno marino, como en su momento pensaron algunos de los asistentes a la audiencia pública. Para realizar esta demostración Tamez diseñó un sencillo y transparente consolidómetro demostrativo que convenció a todos.

137 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Siempre buscando nuevos horizontes de trabajo, Enrique Tamez decidió incursionar en otro momento en la perforación de pozos de agua, para lo cual entre otras cosas inventó un equipo de percusión simple para perforación al que apodaron “el marangútaro”. Un cierto día el muestreador sufrió un accidente y se despeñó en un talud cuando era transportado a un nuevo sitio, y se perdió por completo. Sin embargo, se conserva este ejemplo como muestra de innovación a la que la ingeniería mexicana siempre ha estado y estará convocada debido a diversos factores, entre ellos un marco de restricción económica.

Entre 2001 y 2002 Enrique Tamez asesoró al Grupo ICA en proyectos tan importantes como la construcción del Corredor Sur, en Panamá, además de la cimentación de la Torre Mayor en la Ciudad de México.

Recientemente fue miembro del comité de asesores para el proyecto vial de los segundos pisos del Anillo Periférico y del Distribuidor San Antonio, Ciudad de México.

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Tamez, el hombre

A todas luces Enrique Tamez parece infundido de ingeniería, rodeado de ingeniería. Su profesión parece haber ocupado todos los espacios de su vida. Es un hombre tranquilo; sus pocos ratos libres los dedica a leer y escuchar música.

“Pocas veces me angustio por un problema técnico, que muchas veces es más humano que técnico”, dice mientras recuerda las palabras de Casagrande: “Los problemas de la mecánica de suelos son simples, pero cuando se mete uno en los problemas de los hombres, las cosas se complican.”

En su juventud había hecho amistad con el arquitecto Enrique Elías, hermano de un compañero de estudios de Chapingo. Un buen día Elías le pidió a Tamez unirse a él, su novia y una amiga para ir a bailar. “Por las restricciones de la familia de la novia no la dejaban salir sola, entonces el resultado fue que Enrique [Elías] me pidió acompañarlo, ir a bailar con su novia y otra muchacha...”

Tamez empezó con esa “otra muchacha” una relación que resultó relativamente corta, de un año, al cabo del cual contrajeron matrimonio. “Creo que nos elegimos mutuamente”, añade.

139 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

La pareja vivió la transición entre las viejas costumbres y la modernidad. Ambos originarios del norte de México, sus costumbres y relaciones tenían todos los tintes de las cosas de antes, de los abuelos, pero también respiraban ya nuevas usanzas. En la época en que se conocieron, las mujeres ya tenían más libertades y habilidades. La esposa de Tamez, Yolanda, había estudiado en el Colegio Americano, en un ambiente un poco más liberal que el imperante en la época, y poco después pasó un par de años en Estados Unidos estudiando en la Fitness School.

“Esta es una foto con mi esposa, de cuando teníamos pocos años de casados en 1957; nos habíamos casado en 1954.”

La dedicación siempre la ha puesto Enrique Tamez en todo lo que hace, y al parecer en muchas ocasiones la exigía de aquellos con quienes trabajaba. El ex presidente de la SMMS (1979-1980) Carlos Orozco y Orozco, recuerda cómo en mayo de 1974 recibió una llamada de Tamez, entonces presidente de la sociedad, para invitarlo a lanzar su candidatura a la vicepresidencia. Aquí conviene usar la

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

expresión de Gerardo Lartigue, quien alegremente señala que el pionero mexicano de la mecánica de suelos en una ocasión lo nombró su ayudante voluntario en el levantamiento fotogramétrico de toda la República.

Fotografía familiar. Centro: Yolanda y Enrique Tamez. En primer plano, de izquierda a derecha: los nietos Enrique, Mayte (sentada en el regazo de Yolanda) y Jaime. En segundo plano, de izquierda a derecha: los hijos Mayela y Adrián y el yerno Enrique Orellana.

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Refiere Carlos Orozco al recordar la invitación de Tamez: Torpemente, le contesté al profesor que si esa candidatura ayudaba a los fnes de la sociedad, yo con gusto lanzaría mi candidatura. No fui muy cuidadoso con mi respuesta y la reprimenda no se hizo esperar: “Mire usted, Carlos”, me dijo, “que yo le diga que los integrantes de la Mesa Directiva tenemos a nuestros candidatos, de ninguna manera signifca que ellos serán los integrantes de la nueva Mesa Directiva; si usted acepta participar, contrae la obligación de luchar y trabajar todo lo necesario para ganar. No malinterprete usted mi invitación”.

Profundamente apenado me disculpé y obviamente acepté.

A pesar de su carácter apacible y su aparente quietud, Tamez se reconoce en algún momento con inquietudes de cocinero (en Linares, su padre tuvo una panadería y un restaurante, donde él ayudaba), además de que nunca perdió su interés por la electrónica.

“Durante la vida como padres, mi esposa y yo diariamente platicábamos de las cosas de la familia; era la costumbre. Ella tenía toda la autonomía y yo apreciaba toda su colaboración.” En la imagen: Enrique Tamez y Yolanda en la hacienda de Atlihuayán.

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Respecto a su papel de padre de familia comenta: “Mis hijos tienen personalidades completamente diferentes, pero siempre me apoyaron mucho. Fueron buenos estudiantes, pero con amistades, caracteres e influencias distintas.” Confiesa que quizá su actitud fue un reflejo de la de su padre, quien nunca insistió en qué debían estudiar sus hijos, pero sí en que debían prepararse y escoger su camino. Con tres hijos adultos, hace memoria de su propio desarrollo en los estudios, en la vida: Hay una serie de eventos que se van presentando en el tiempo, y en cada caso la solución para mi propio futuro encuentra una salida. Hay un momento en que digo: ¿y ahora, qué?, entonces se presenta una condición que casi, casi es una respuesta. Eso digo: creo que he tenido mucha suerte; que cuando me ha tocado tomar decisiones básicas de mi propio desarrollo siempre ha habido una puerta abierta.

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RESEÑAS

DE ENRIQUE TAMEZ

1. (1963-1965) “Principios generales de diseño y construcción de presas de tierra”. IngenieríaHidráulicaenMéxico. México: SRH.

Entre los años 1963 y 1965, la revista Ingeniería Hidráulica en México de la Secretaría de Recursos Hidráulicos (SRH) publicó el trabajo “Principios generales de diseño y construcción de presas de tierra”, de Enrique Tamez. La publicación se hizo de manera seriada en seis ediciones de la revista: volumen XVII números 3 y 4 (1963); volumen XVIII números 1-2 (publicados juntos), 3 y 4 (1964), y volumen XIX número 1 (1965). El trabajo fue recopilado por primera vez como un libro independiente en una edición facsímil de Solum en 1972, con la leyenda “Reproducción del original editado por la Revista ‘IHM’ de la SRH, 1965”. Además de exponer en lo general los aspectos más relevantes de la construcción de presas de tierra, el contenido es específico en lo relativo a los problemas que el ingeniero se podía encontrar a menudo en el territorio mexicano durante el proceso de construcción de ese tipo de presas. Es sumamente exhaustivo en cuanto a documentación

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y diagramación complementaria al texto, y esto tiene la ventaja de mostrarnos hoy en día buena parte de la información con que la ingeniería hidráulica mexicana contaba a mitad del siglo XX y de la formación de Enrique Tamez. Un ejemplo puntual de lo anterior es que, entre sus referencias técnicas, Tamez incluye la tesis doctoral de James L. Sherard, de la Universidad Harvard; Sherard fue también ingeniero de la Sección de Presas de Tierra del U.S. Bureau of Reclamation, donde publicó el artículo “Influencia de las propiedades de los suelos y de los métodos de construcción en el comportamiento de las presas de tierra de sección homogénea”, que Tamez había traducido a principios de los sesenta (véase reseña 13).

Otro personaje que a menudo aparece en la bibliografía es Arthur Casagrande; su estudio Seepage through dams. Contributions to soil mechanics, 1925-1940, publicado por la Boston Society of Civil Engineers, es una fuente importante.

Como ejemplo también significativo, en algunos aspectos es fundamental la contribución de Raúl J. Marsal con Enrique Tamez al V Congreso de Grandes Presas de París de 1955 (véase reseña 5).

El texto íntegro de “Principios generales de diseño y construcción de presas de tierra” fue publicado una vez más en 1997 como parte del libro 40 años de investigación y práctica en geotecnia, volumen “Artículos históricos. Diseño”, tomo II, de la Fundación ICA. El texto es

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presentado con la misma leyenda que la edición de 1972. Los capítulos y secciones contenidos en esta edición de 1997, que se detallan a continuación, son muestra de que se trata no sólo de un completo análisis de técnicas y posibles problemas, sino también de una serie de recomendaciones y una exposición de normas insoslayables para proyectos similares.

Contenido

Introducción

Capítulo I. Nociones preliminares Clasi fcación de los suelos Sistema uni fcado de clasifcación de suelos Propiedades generales de las fracciones de un suelo Pruebas manuales para identi fcación de suelos fnos en el campo Relaciones volumétricas y gravimétricas

Capítulo II. Normas generales de diseño

Tipos de sección Causas de falla de presas de tierra Medidas para evitar la tubi fcación

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Fallas por agrietamiento Medidas preventivas contra agrietamiento Deslizamiento de los taludes Análisis de estabilidad de los taludes Fallas por licuación Recomendaciones para prevenir la falla por fujo Capítulo III. Normas generales de construcción

1. Limpia de la cimentación

2. Excavaciones en los depósitos de acarreo del río

3. Tratamiento de la cimentación

4. Colocación de los materiales en el terraplén Capítulo IV. Estudios geotécnicos previos Obtención de muestras de suelos y rocas Herramientas de muestreo Capítulo V. Conclusión

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2. (1992) Eleventh Nabor Carrillo Lecture. Undécima ConferenciaNaborCarrillo. Con el título “Differential settlements of colonial buildings in Mexico City Historic Center. Hundimientos diferenciales de edificios coloniales en el Centro Histórico de la Ciudad de México”. Contribución invitada: “Te leaning tower of Pisa. La torre inclinada de Pisa”, de John B. Burland. Conferencias dictadas en la XVI Reunión Nacional de la SMMS. Zacatecas, México, 21 de noviembre. 96 pp.

En 1992 se cumplían cien años del descubrimiento que hizo Roberto Gayol, durante la construcción del Gran Canal del Desagüe de la Ciudad de México, del hundimiento del suelo de la ciudad a una velocidad variable entre 3 y 5 cm al año. Se cumplían asimismo 45 años de que Nabor Carrillo demostrara científicamente la pérdida de presión hidráulica por la extracción de agua desde los acuíferos profundos como causa de dicho hundimiento, basándose en la teoría de la consolidación de Karl Terzaghi.

Para cuando ofreció esta lectura ante la ex Sociedad Mexicana de Mecánica de Suelos (hoy Sociedad Mexicana de Ingeniería Geotécnica), el ingeniero Tamez consideraba el Centro Histórico de la Ciudad de México –los edificios coloniales por su valor cultural e histórico, y las obras civiles como el Sistema de Transporte Colectivo Metro, el Sistema de Drenaje Profundo y la Red de Agua Potable por su importancia para el ordenamiento público y urbano– como el punto que ameritaba la atención urgente de los especialistas y del gobierno.

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González
Tamez

Menciona que un “buen número de estas construcciones se encuentran en condiciones críticas de estabilidad y presentan alto riesgo de colapso ante sismo, debido al deterioro estructural que han sufrido.

“Por ello, no obstante ser el hundimiento regional un fenómeno antiguo, su estudio y análisis sigue siendo tema de actualidad, pues a pesar de los grandes esfuerzos realizados no ha sido posible dominarlo, y hoy nos obliga a implementar soluciones urgentes para preservar estructuras dañadas y a replantearnos criterios y estrategias para frenar sus efectos futuros.”

El ingeniero Tamez dividió el texto en tres áreas, que van de lo general a lo específico; así, primero nos presenta el panorama amplio del fenómeno en las dimensiones histórica y social; acto seguido recopila casos específicos de diversas edificaciones en situación de hundimiento, con sus respectivos datos y esquemas ilustrativos; por último, explica de manera gráfica y lo más exhaustiva posible –según la situación se lo permitía– el problema acrecentado del hundimiento a partir de una explotación creciente de los pozos periféricos del Valle de México para el aprovechamiento del agua potable en él. A poco más de veinte años de la conferencia, el lector especializado o que simplemente tenga una actitud de interés general puede juzgar si las proposiciones de Enrique Tamez y otros especialistas han sido acertadas y tomadas en cuenta.

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Puede tomarse como guía la aseveración introductoria de que “las posibilidades de nuevos proyectos para la importación de agua de las cuencas vecinas son cada vez más escasas y costosas, por lo que la reducción de la sobreexplotación del acuífero, solamente por la vía de la importación de agua, se antoja difícil de alcanzar”.

Contenido Introducción

I. Hundimiento regional

Estado actual (Variación del hundimiento con la profundidad, Hundimientos diferenciales)

Hundimientos diferenciales en edi fcios (Centro ceremonial de Tlaltelolco, Templo Mayor azteca, Calle de Moneda, La Catedral Metropolitana y el Sagrario)

II. Casos estudiados en detalle

Iglesia de San Fernando (Comportamiento actual, Estudios geotécnicos realizados, Resistencia al cono eléctrico, Mediciones piezométricas, Variación de la compresibilidad de las arcillas, Asentamientos diferenciales futuros, probables, Recimentación)

Catedral Metropolitana (Hundimientos diferenciales, Variación de la velocidad del asentamiento diferencial, Estudio geotécnico, Trabajos de campo y laboratorio, Zonifcación de la resistencia media al cono eléctrico, Estimación de hundimientos futuros, probables, Trabajos correctivos, Comentario fnal)

Palacio Nacional (Bosquejo histórico, Hundimientos diferenciales, Velocidad de los hundimientos diferenciales, Investigación geotécnica, Variaciones de la estratigrafía y de la compresibilidad, Estimación de asentamientos futuros, probables, Recimentación)

III. Acciones posibles

Corrección de las estructuras dañadas

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profundidad: Enrique Tamez González

Reducción de la sobreexplotación del acuífero (Reducción de la extracción, Aumento de la recarga)

Los próximos 8 años (Ahorro de agua, Riego agrícola, Agua reciclada, Escurrimientos super fciales, Áreas y pozos de infltración, Tanques de tormenta)

Conclusión Referencias

Te leaning tower of Pisa. La torre inclinada de Pisa

Por el profesor John B. Burland

La torre inclinada de Pisa

Historia de la construcción Historia de desplomes

Comportamiento observado de la torre en este siglo Movimiento de la cimentación de la torre Estabilización de la torre

Referencias

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Ingeniero

3. (1996) “Cincuenta años de Geotecnia en ICA”. Memoriadela reuniónconmemorativa40AñosdeInvestigaciónyPrácticaen Geotecnia. Volumen “Los retos geotécnicos del futuro”, tomo II. México: Fundación ICA.

En 1996, como fundador y presidente de TGC Geotecnia, S.A. de C.V., además contar con una significativa trayectoria en ICA, Enrique Tamez hace aquí un valioso recuento de su experiencia en relación con la geotecnia.

El material con que se nutre este texto no es sólo la memoria de Tamez, sino la documentación de los aspectos técnicos más relevantes que lo acompañaron en todos esos años de desarrollo, pues su aprendizaje coincide en gran medida con la evolución de la práctica geotécnica en México.

Tamez aborda aquí varios aspectos técnicos relevantes; sin embargo, el texto es de fácil lectura puesto que el autor es hábil para enseñar de manera accesible y, en este caso, con un enfoque histórico. El autor hace un breve repaso de los aspectos de su propia formación, para volver pronto a su tema central: la participación en ICA y el significativo momento en que nacen, casi de manera simultánea, Solum y el Instituto de Ingeniería de la UNAM (1956). Hay una aclaración importante: Tamez refiere en el título los 50 años de geotecnia en ICA, puesto que ambos, el Instituto de Ingeniería y Solum, nacieron “por partogénesis del Laboratorio ICA, que 10 años antes iniciara sus actividades de investigación y práctica en mecánica de suelos” con la dirección del profesor Raúl J. Marsal.

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González
Tamez

De ese punto de partida Enrique Tamez tiene muy gratos recuerdos. El recuento histórico llega a 1956, y en seguida detalla los proyectos más memorables en que participó Solum. Siempre se exponen los principales problemas encontrados durante esas obras y las soluciones que se les dio, algunas muy novedosas para la época, verdaderas muestras de ingenio.

Finalmente, Tamez concluye esta participación en la reunión conmemorativa de 1996 haciendo un interesante ejercicio prospectivo sobre el futuro que las condiciones de ese momento deparaban a la práctica en geotecnia. Este ejercicio merece especial atención en este siglo XXI.

Contenido

La primera década Los suelos del Valle de México Cuadernos ICA

Las presas de tierra en México El Centro Médico del DF El nacimiento de Solum y del Instituto de Ingeniería El Metro

De Solum se originaron otras empresas El Sistema de Drenaje Profundo del DF Nace TUSA Línea 7 del Metro

El viejo tema del hundimiento regional El Centro Histórico ¿El futuro? Referencias

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4. (2001) Ingenieríadecimentaciones.Conceptosbásicosdela práctica. México: TGC Geotecnia. 573 pp.

Las vivencias en el aula y en la práctica profesional llevaron a Enrique Tamez a la convicción de que es necesario disponer de libros, bien de texto o de consulta y de nivel básico con enfoque práctico, que sirvan tanto a la preparación del estudiante como de consulta para el ingeniero civil o de otras áreas aparte de la geotecnia. De esta manera, el autor espera contribuir, aunque modestamente, a ampliar el conocimiento práctico de esta técnica entre los ingenieros no especializados en ella.

Las tres secciones en que se divide el libro pueden consultarse de manera independiente según el interés del lector. En la primera se describen brevemente los criterios y procedimientos para el estudio y clasificación geológica y geotécnica de rocas y suelos, relacionando las diferentes clases de estos materiales con su aplicabilidad como materiales de una cimentación. Se explican, de manera simple y concisa, los ensayes de laboratorio y de campo empleados en la práctica para la determinación cuantitativa de las propiedades mecánicas cuyos valores sirven de base al análisis del equilibrio y de las deformaciones de cualquier tipo de cimentación.

Desde esta primera parte del libro queda expresada la voluntad del autor de no desviarse únicamente hacia la teoría, sino equilibrar ésta con la práctica, con ejemplos y conocimientos que sirvan en casos reales de construcción. Incluso puede decirse que la base y el motivo

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a profundidad: Enrique Tamez González

de este texto nunca deja de ser esa actividad práctica. De ahí que Tamez comience la sección con una frase de su maestro Karl Terzaghi: “Considero a la geología aplicada a la ingeniería como un antídoto esencial contra un tratamiento demasiado teórico de los problemas prácticos que involucran a los suelos y a las rocas.”

La segunda sección mantiene el principio de apoyarse en ejemplos de casos reales. Con ellos se presentan los modelos mecánicos comúnmente empleados en el análisis y diseño de cimentaciones someras y profundas en diferentes condiciones de suelos. Se resalta la importancia que tiene la determinación confiable de los parámetros representativos de las propiedades mecánicas y de la estratigrafía en los resultados del diseño, lo cual pone de manifiesto la importancia de la calidad de los trabajos de exploración y muestreo en el campo.

La tercera y última sección está dedicada a los procesos en los que las propiedades mecánicas de los materiales geotécnicos deben tomarse en cuenta para alcanzar una terminación exitosa de los trabajos, de manera que las condiciones de estabilidad y las deformaciones inducidas durante la construcción no dañen a las estructuras o instalaciones colindantes ni a la propia estructura.

De nuevo el autor comienza citando a Karl Terzaghi, en un consejo cierto aunque aparentemente mundano: “Cuando tengan que excavar en limos o arenas bajo el agua, quiten el agua... o quítense ustedes.” Con esto se resume la idea de que la supervisión continua

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de los procesos de construcción en el campo es de gran importancia para detectar cualquier heterogeneidad de la estratigrafía o de las propiedades mecánicas de los suelos que no hubieran sido detectadas por los sondeos realizados, y tomar oportunamente las medidas necesarias para la seguridad de la obra.

Parte importante del contenido lo constituyen las numerosas gráficas y diagramas ilustrativos de los casos que se estudian, por medio de las cuales Tamez ejemplifica aún con mayor detalle y claridad los principios teórico-prácticos de la geotecnia en ingeniería.

Contenido

Presentación

Reconocimientos

Sección 1. Bases de geotecnia

Sección 2. Diseño geotécnico de cimentaciones

Sección 3. Diseño geotécnico de procedimientos de construcción

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DE ENRIQUE TAMEZ CON OTROS AUTORES

5. Marsal, Raúl J. y Enrique Tamez (1955). Earth dams in Mexico. Design, construction and performance. Cinquième Congrès des Grands Barrages. París: Comission Internationale de Grands Barrages. Con el propósito de contribuir a la resolución de los problemas que confrontan al ingeniero en la construcción de proyectos hidráulicos, en este trabajo de 1955 de Raúl Marsal y Enrique Tamez se abordan aspectos de diseño, construcción y comportamiento de varias presas de tierra construidas en México por la Secretaría de Recursos Hidráulicos (SRH); los autores ponen énfasis en las dificultades encontradas durante la ejecución.

El texto comienza haciendo un importante señalamiento: hasta 1926, la irrigación en México era desarrollada con un alcance limitado en comparación con las necesidades de la agricultura en el país; el crecimiento de la población y la predominancia de climas semiáridos en áreas muy extensas adecuadas para el cultivo llevó al gobierno a establecer en ese año una organización oficial que se encargara de desarrollar al nivel más alto posible los escasos recursos hidráulicos disponibles. Esa organización era la Comisión Nacional de Irrigación (CNI), que debido a su importancia y magnitud sociales se convirtió

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Tamez

después en un ministerio de Estado, la Secretaría de Recursos Hidráulicos. Marsal y Tamez se presentan como ingenieros investigadores del Departamento de Ingeniería Experimental de esa secretaría. En el texto, los autores hablan brevemente de la enorme cantidad de presas que desde la aparición de la CNI se construyeron en México, y prestan especial atención al tratamiento de cimientos de roca y a las soluciones que se adoptaban cuando una estructura en tierra tenía que ser cimentada en un lecho poroso de gran espesor. Las presas más altas existentes y comentadas en la época alcanzaban los 95 m; para entonces, los ingenieros mexicanos ya habían acumulado algo de experiencia en varias técnicas de construcción de presas, pero la más común por razones económicas y por su adaptabilidad a diversas condiciones de cimentación era la presa de tierra. Con este nombre se agrupan secciones de tierra homogéneas, así como secciones compuestas de un núcleo de suelo arcilloso protegido por cunetas o arcenes de relleno rocoso. De manera condensada se describen la estructura y las características de ocho presas mexicanas (seleccionadas por haber presentado en su momento uno o más aspectos interesantes): Sanalona, Presidente

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Alemán, Álvaro Obregón, Abelardo L. Rodríguez, Solís, Agostitlán, La Vega y Guadalupe.

Uno de los capítulos está dedicado al análisis de estabilidad de taludes, un problema íntimamente relacionado con procedimientos experimentales para determinar la fuerza de corte de los materiales usados en la sección porosa de una presa de tierra. Más adelante se presentan datos estadísticos sobre las propiedades mecánicas de los suelos en los casos analizados.

Marsal y Tamez proponen aquí que la falla en otra presa de tierra de sección homogénea, la de Santa Ana Acaxochitlán, resultaba de gran interés respecto al tema expuesto en el artículo debido a las características de la cimentación y a los materiales usados en el cuerpo principal de la construcción; por último, exponen brevemente la solución adoptada por la SRH para los conductos de la obra de toma de esa presa.

Contenido Introducción

1. Free board and failures due to overtopping

2. Treatment of foundations. Seepage

Abelardo L. Rodríguez dam

Presidente Alemán dam La Vega dam Solís dam Álvaro Obregón dam

3. Stability of slopes

3a. Shearing strength

Sinaloa dam

Presidente Alemán dam

Agostitlán dam

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Ingeniero a profundidad: Enrique

Álvaro Obregón, Solís and La Vega dams

Comparison of mechanical properties Rock- flls

3b. Stability analysis 4. Slope failures 5. Detrimental settlements in earth dams

Guadalupe dam 6.Conduits through earth dams

7. Conclusions

1. Freeboard and failures due to overtopping 2. Treatment of foundations. Seepage 3. Stability of slopes 4. Slope failures 5. Detrimental settlements in earth dams 6. Conduits through earth dams

Bibliography Summary/Résumé

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Este manual es una recopilación de información técnica enfocada a facilitar la labor de los ingenieros proyectistas y constructores de las líneas del metro. Además de éste, otros tres volúmenes que abordan los temas de diseño del metro en túnel, diseño del metro elevado y procedimientos de construcción, respectivamente, completan el propósito de ayudar en el diseño y la construcción de este medio de transporte público arteria de la eficiencia y comunicación urbana en la Ciudad de México.

El capítulo que abre este volumen inicia con una breve descripción de las características geológicas y geotécnicas del subsuelo de la ciudad; continúa con la descripción de las técnicas de exploración previa, muestreo inalterado y pruebas de laboratorio, en forma de fichas técnicas que facilitan su consulta al precisar con detalle los requisitos mínimos para aplicar una técnica de campo, de laboratorio o efectuar el análisis y diseño geotécnico. Cada capítulo de los dedicados al diseño integra procedimientos detallados, metodologías de cálculo, ayudas de diseño y recomendaciones para definir la instrumentación de campo.

La metodología que se propone en este manual para la exploración de los suelos, así como para la determinación de sus propiedades

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González
Tamez
6. Tamez, Enrique, Enrique Santoyo, Federico Mooser y Carlos E. Gutiérrez (1987). Manualdediseñogeotécnico. Volumen I: 1. Estudios geotécnicos, 2. Diseño del metro en cajón. México: Comisión de Vialidad y Transporte Urbano (Covitur). 192 pp.

mecánicas, se debe a Karl Terzaghi y consiste en conocer primero la geología del sitio, después su estratigrafía en detalle y con base en ello proponer el programa de muestreo y pruebas de laboratorio mediante las técnicas más adecuadas a esos suelos. De esta forma intenta evitar lo que Terzaghi llama “fatales malos juicios” de las condiciones del subsuelo, y que en su libro Soil mechanics in engineering (1967) divide en tres categorías:

1. Influencia de la alteración de las muestras en los resultados de laboratorio, así como las diferencias significativas entre las condiciones de las pruebas de laboratorio y las solicitaciones que se le imponen al suelo.

2. Incapacidad para reconocer o juzgar confiablemente las condiciones más desfavorables del subsuelo, compatibles con la información de campo.

3. Comunicación inadecuada entre los grupos de diseño y de construcción; esta situación fácilmente conduce a errores provocados por divergencias en las condiciones inferidas del subsuelo y en los procedimientos de construcción especificados.

Aplicada esta metodología al caso de la Ciudad de México, punto de partida y eje rector de este manual, lleva a admitir que los notables hundimientos regionales provocados por el bombeo profundo y los rellenos superficiales implican una evolución constante de las propiedades mecánicas de

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los suelos. Las líneas del Metro deben diseñarse y construirse adaptándose a este complejo proceso evolutivo de las propiedades de los suelos, que adicionalmente es variable a lo largo de una cierta línea.

Contenido

Presentación

Estructura del manual

1. Estudios Geotécnicos

A. Introducción B. Antecedentes geológicos C. Exploración geotécnica D. Antecedentes geotécnicos

2. Diseño del Metro en cajón

A. Introducción B. Diseño geotécnico C. Recomendaciones geotécnicas D. Supervisión geotécnica

E. Instrumentación de campo

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7. Tamez González, Enrique (1988). Manualdediseñogeotécnico. Volumen 2, capítulo 3. Diseño del metro en túnel. Colaborador: Enrique Santoyo. México: Covitur, Secretaría General de Obras del Distrito Federal. 88 pp.

Las notables características del subsuelo de la Ciudad de México han obligado al desarrollo de mejores procedimientos para el diseño de túneles.

Segundo volumen de la serie Manual de diseño geotécnico, este breve texto dedicado por entero a los túneles para sistemas de metro corrió a cargo de Enrique Tamez. Está dividido en cinco secciones, de las cuales la primera es una introducción general a la construcción de estos túneles con enfoque específico en el caso mexicano.

Tamez hace un brevísimo pero significativo recuento de la historia de esta disciplina, donde afirma que (A) la construcción de túneles en suelos se desarrolló originalmente como “arte de los ingenieros con experiencia” en que el proceso de construcción quedaba necesariamente expuesto a toda suerte de modificaciones, donde la capacidad de improvisación era la mejor herramienta del ingeniero para resolver los problemas. Después, indica el autor, el diseño racional de túneles excavados en suelos lo inicia Karl Terzaghi al establecer los criterios de diseño basados en la experiencia de campo y en la teoría del arqueo.

El contenido de las secciones está dispuesto de manera cronológica, es decir, comienza (B) con el diseño de la obra y el análisis

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

del suelo en cuestión mediante las etapas de trabajo (información, estudio geotécnico preliminar y proyecto preliminar, estudio detallado, etcétera); con esta información inicial se prosigue a establecer criterios cada vez más específicos (C) y al diseño geotécnico (D), fase para la cual el autor ofrece ayudas técnicas para el diseño de túneles en suelos y algunos ejemplos de aplicación (en suelos, en Zona de Lago y en Zona de Transición alta y termina con recomendaciones generales para el diseño y construcción de túneles en la Ciudad de México) además de las características del informe del estudio geotécnico de un túnel. Por último se detalla (E) la instrumentación de campo con las herramientas y los instrumentos gráficos a utilizar en un caso genérico.

Contenido

A. Introducción

B. Metodología de diseño

C. Criterios de análisis y diseño

D. Diseño geotécnico

E. Instrumentación de campo

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

8. Tamez, Enrique, Enrique Santoyo y Alberto Cuevas (1992). LaCatedralMetropolitanayelSagrariodelaCiudaddeMéxico. Correccióndelcomportamientodesuscimentaciones. México: SMMS-Sedesol. 72 pp.

Durante los primeros años de los trabajos de corrección de hundimientos diferenciales de la Catedral Metropolitana, llevados a cabo en la última década del siglo XX, los ingenieros Tamez, Santoyo y Cuevas escribieron este texto que después se complementaría con el informe técnico más completo en 1995 (véase reseña 9). En este

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

breve libro se demuestra la factibilidad de corregir el hundimiento con el método de subexcavación y los avances que con él se tenían hasta finales de 1992.

En la presentación de este volumen el entonces director general de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural, arquitecto Sergio Zaldívar, asevera que con esta publicación se pretendía no sólo dar respuesta a las interrogantes que necesariamente despiertan estas tareas realizadas en el patrimonio de la nación, sino convocar esfuerzos para su salvaguarda, reclamando opiniones técnicas que enriquecieran el proyecto y encauzaran su desarrollo o advirtieran las circunstancias o medidas no asumidas plena o correctamente en la ejecución. Zaldívar asegura asimismo que en las obras prevalece la verificación científica de todas las acciones como prioridad sobre cualquier otra premisa.

En este trabajo se documenta el estado del edificio y los esfuerzos que se hicieron en el pasado para contrarrestar el complejo de fallas que desde los inicios de la construcción afectaron el monumento. Acto seguido se exponen las bases conceptuales y las demostraciones técnicas para detener el proceso de deformación y para su rectificación geométrica siguiendo un procedimiento para entonces novedoso sobre claros conceptos geotécnicos, y que estaba destinado a convertirse en herramienta de gran aplicación en la conservación futura de edificios sobre suelos blandos afectados por procesos de preconsolidación y hundimientos diferenciales.

El texto viene acompañado de una recopilación exhaustiva de planos y esquemas para comprender mejor el proceso implementado. Por ejemplo en el apartado 4, “Comportamiento de las cimentaciones”, se ofrecen cronológicamente ocho esquemas que detallan la evolución de los asentamientos diferenciales desde 1907 hasta diciembre de 1989 (inicio de los trabajos de Tamez, Santoyo y cola-

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a
Ingeniero
profundidad: Enrique Tamez González

a

boradores). Los investigadores pasan a describir las características del subsuelo, del hundimiento regional y en seguida las medidas tomadas para la corrección. Al final de este periodo se consideró que por lo menos en otras dos ocasiones se tendrían que realizar trabajos de subexcavación, por ello las lumbreras se dejarían habilitadas para facilitar esas actividades.

Contenido 1. Introducción 2. Características generales de las estructuras 3. Recimentaciones de los templos 4. Comportamiento de las cimentaciones 5. Información geotécnica del subsuelo 6. Hundimiento regional 7. Clasi fcación de los pilotes de la recimentación 8. Análisis y medición de los asentamientos 9. Alternativas de corrección al comportamiento de la cimentación 10. Subexcavación experimental en el Templo de San Antonio Abad 11. Proyecto para la subexcavación de la Catedral y el Sagrario 12. Análisis de interacción 13. Conclusiones A. Comportamiento de la Catedral y el Sagrario B. Alternativas de corrección C. Proyecto de subexcavación D. Inicio de los trabajos de subexcavación E. Acciones a largo plazo 14. Reconocimientos 15. Referencias

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Ingeniero

9.

Catedral Metropolitana: corrección geométrica, informe técnico. México: Asociación Amigos de la Catedral Metropolitana de México. 384 pp.

El 11 de abril de 1989, durante una conferencia que se dictaba en el espacio cercano al presbiterio de la Catedral Metropolitana, el agua de lluvia penetró por las bóvedas y causó daños a obras y objetos de arte. Este incidente catalizó la toma de una decisión de gran envergadura respecto a la conservación del inmueble, en vista de que, en aproximadamente medio año, había ocurrido una seria fractura del edificio, seguramente por alguna causa no detectada en tan corto lapso. Pronto se pudo concluir que había ocurrido un asentamiento muy significativo en una parte del edificio.

La solución a este problema se asumió como una tarea que no podía soslayarse o postergarse sin enfrentar sus causas. El grupo de trabajo que tuvo a su cargo las obras de la Catedral Metropolitana se esforzó en dar respuesta a las observaciones y cuestionamientos al proyecto y en analizar detenidamente su contenido y efecto en el proceso de los trabajos. El informe técnico plasmado en este libro es prueba de ello y a la vez un resumen de la orientación de los trabajos emprendidos. Enrique Tamez ya había expuesto con claridad que el problema difería de los conceptos tradicionales en los que se pensaba que, a

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Tamez González
Tamez, Enrique, Enrique Santoyo, Roberto Meli, Roberto Sánchez, Fernando López Carmona, Evangelina Gutiérrez, Hilario Prieto, Jorge Díaz Padilla y Sergio Zaldívar (1995).

cargas sucesivas, las deformaciones deberían resultar mayores. La superficie sobre la que la Catedral está construida presenta diferente respuesta ante cargas iguales debido a que el subsuelo ofrece resistencias y deformaciones con un considerable rango de variación. Por esta causa sufrió hundimientos diferenciales durante su construcción y a través de los años, proceso agravado por la deshidratación de la cuenca.

Por ejemplo, las torres tienen varias correcciones, pues el edificio se inclinaba durante el proceso de construcción. Cuando los muros y columnas alcanzaban la altura de proyecto, los constructores descubrían que se habían hundido y era necesario aumentar su dimensión. Algunas columnas al sur miden hasta 90 cm más de largo que las que se encuentran cercanas a la parte norte, y al cabo de los años debía reducirse la inclinación acumulada.

Durante los estudios que motivaron la redacción de este informe técnico el edificio reveló muchos más daños que los apreciados a simple vista: las torsiones a que había sido sometido en razón de su hundimiento diferencial habían hecho que las grietas proliferaran por bóvedas y muros; eran huellas de reparaciones que se habían intentado una y otra vez y que no habían impedido que el proceso de deformación continuara. Una conclusión trascendente fue que los daños no sólo eran ya graves, sino que irían aumentando de 2 a 3 centímetros por año a medida que el hundimiento diferencial progresara. Se calculó que sin la correcta intervención el edificio presentaría colapsos parciales en los siguientes 25 o 30 años y se perdería del todo hacia el año 2065. El patrón de falla continuaba a pesar de las intervenciones de los años treinta del siglo XX y en concordancia con los planos levantados en 1974. De mérito indudable, aquellas intervenciones no debían ser repetidas (considerándolas desde el punto de vista estructural).

172

El punto de partida de los estudios de 1989 fue la demostración de Enrique Tamez y Enrique Santoyo de cómo los daños se debían a un proceso geológico de consolidación de las arcillas que restaba capacidad de contrapeso a los muros de las capillas y demás elementos que soportan los empujes de las bóvedas y las cúpulas. Pero en el hundimiento incidían también algunos factores externos: la construcción del Metro, su operación, las excavaciones del Templo Mayor y el efecto causado por el colector semiprofundo que se excavó frente a la Catedral por debajo de las calles de Moneda y 5 de Mayo.

El proceso de deformación tenía ya manifestaciones anteriores a 1907 (año en que comenzaron los análisis de Roberto Gayol, primero en señalar que la ciudad se estaba hundiendo), pero es con el incremento demográfico del siglo XX cuando crece la extracción del líquido del subsuelo y el proceso de deshidratación incrementa la deformación por consolidación de las arcillas. Durante los años cincuenta el hundimiento alcanzó los 33 mm/mes y motivó la alarma de maestros como Nabor Carrillo y Raúl Marsal.

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

A partir de los estudios de 1989 se compredió que algo diferente se tendría que hacer. Debido a los sismos de 1985, se abrió una grieta por toda la nave procesional poniente, desde la puerta sur de la fachada principal hasta la puerta norte; estas y otras grietas no fueron interpretadas cabalmente en su causa sino hasta que se determinaron las curvas de velocidad de hundimiento. Cuando las computadoras transformaron las curvas de nivelación en redes, se definió un vasto campo de estudio para la Catedral y otros monumentos. A partir de la gráfica del hundimiento regional, Tamez y Santoyo definieron también las diversas velocidades del hundimiento diferencial en la Catedral. Se concluyó que la Ciudad de México, sujeta a hundimientos inusitados para cualquier urbe de la geografía terrestre, no tenía bancos de nivel confiables, por lo que se construyeron cuatro bancos de 40, 60, 80 y 100 m de profundidad que permitieron precisar los hundimientos regionales.

El proyecto adoptado y descrito en este informe para la corrección geométrica de la estructura consistió en contrarrestar el hundimiento diferencial excavando abajo de aquellos puntos que descienden menos, o sea, las partes que van quedando altas. En el caso de la Catedral, este método ofrecía expectativas alentadoras pero de complejidad: transformar esa superficie en algo parecido a un plano más o menos regular era un desafío, pero era posible gracias a la ayuda que brindaban ya entonces los sistemas de cómputo.

La dirección de los trabajos recibió asesoría de la Facultad de Arquitectura y del Instituto de Ingeniería de la UNAM respecto a las condiciones de esfuerzo características de la estructura, su comportamiento y posibles respuestas a los movimientos inducidos.

La construcción del sistema requirió aproximadamente dos años; consiste en 30 pozos de 2.6 metros de diámetro, algunos abajo y otros en torno de la Catedral y el Sagrario, por debajo de todos los

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rellenos y restos de construcciones, para alcanzar las arcillas de la costra natural en profundidades que oscilan entre 18 y 22 metros. Dichos pozos se revistieron de concreto y en su fondo se dispusieron boquillas de tubo, de 15 cm de diámetro, en número de 50 a 60 a cada seis grados de la circunferencia.

El proceso de excavación empezó en agosto de 1993 y desde el primer trimestre de trabajo se observó una rápida respuesta del suelo y la estructura; en primera instancia, se perseguía anular la deformación de casi 2 mm/mes y provocar una tendencia al cierre de la nave central. Fue alentador comprobar la correspondencia de movimiento de la estructura a la subexcavación. En el momento de aparición de este libro se estaba todavía en los inicios del proceso, cuya duración se había calculado entre 1,000 y 1,200 días de trabajo con el objetivo principal de hacer bajar la zona noreste de la Catedral cerca de 1 m en relación con la torre poniente y, también en relación con ésta, hacer descender la torre oriente alrededor de 60 centímetros.

La Catedral no podía quedar totalmente vertical –nunca lo estuvo–pero sus desplomos eran llevados a condiciones más favorables para resistir los eventos sísmicos del Valle de México. El sistema aplicado dejaba abierta la posibilidad, si la observación así lo aconsejaba, de trabajar posteriormente de manera intensa en la restauración de elementos decorativos, puertas, canceles, esculturas y, al interior, en retablos, pinturas, etcétera, del edificio que constituye uno de los acervos histórico-artísticos más ricos de la ciudad.

Contenido

Presentación

I. Introducción

II. Diagnóstico y proyecto geotécnico

III. Aspectos arquitectónicos y estructurales

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Ingeniero a profundidad: Enrique

IV. Diagnóstico estructural

V. Apuntalamiento estructural

VI. Procedimiento de subexcavación

VII. Respuesta estructural a la subexcavación

VIII. Control de movimientos inducidos

IX. Organización y supervisión

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10. Tamez González, Enrique, José Luis Rangel Núñez y Ernesto Holguín (1997). Diseñogeotécnicodetúneles. México: TGC Geotecnia. 330 pp.

El crecimiento de las ciudades requiere la utilización intensiva del subsuelo para drenaje, transporte y otras instalaciones urbanas. El diseño científico de túneles inició como algo empírico, basado fundamentalmente en la experiencia.

Como consecuencia de los avances en la ingeniería geotécnica en el ámbito mexicano, en este libro se describen técnicas desarrolladas por la mecánica de suelos y la mecánica de rocas con un formato que simplifica su aplicación en el análisis de la estabilidad del frente, la interacción del terreno con el revestimiento, el diseño del revestimiento, los asentamientos, etcétera.

El libro tiene su origen en el trabajo que Enrique Tamez presentó en su ingreso a la Academia Mexicana de Ingeniería en 1984 con el título Estabilidad de túneles excavados en suelos, cuyo contenido a su vez se remonta al modelo para el análisis de estabilidad del frente de túneles excavados en suelos cohesivo-friccionantes. Los conceptos básicos de dicho modelo comenzaron a desarrollarse en 1960 para la construcción de colectores de drenaje en las arcillas blandas de la Ciudad de México en túneles excavados con el empleo de escudos.

Posteriormente, las ideas y experiencias obtenidas en la línea 7 del Metro fueron presentadas en la segunda edición de este libro y también forman parte del Manual de diseño geotécnico de la Comisión

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de Vialidad y Transporte Urbano del Departamento del Distrito Federal, de 1988, volumen 2 (véase reseña 7). Por último, en esta tercera versión de 1997 se añaden los avances obtenidos con el empleo de modelos numéricos basados en el método de elementos finitos aplicado al análisis de esfuerzos y deformaciones de suelos y rocas. Es en el capítulo 3, a cargo de José Luis Rangel Núñez y Ernesto Holguín, donde se abordan las aplicaciones de este método.

El contenido teórico es ejemplificado mediante cinco casos, tres del Valle de México y dos de Monterrey. El texto incluye además seis apéndices sobre el mecanismo de falla en el frente, clasificación de macizos rocosos y análisis de su interacción con el revestimiento mediante las curvas características del medio y del ademe, características del informe del estudio geotécnico detallado para un túnel y nomenclatura especializada.

Este libro es el resultado de un largo proceso de aprendizaje a partir de la oportunidad de participar en la solución de problemas prácticos relacionados con la construcción de más de 90 kilómetros de túneles perforados en toda una gama de suelos y rocas, desde las arcillas lacustres más blandas hasta las riolitas más duras. En palabras de Enrique Santoyo, es una lección del arte de resolver problemas geotécnicos, además de que logra el equilibrio entre la solidez del método científico y la racionalidad del método observacional

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Contenido Prólogo

Reconocimientos

1.Origen, desarrollo y objetivos

2. Mecanismo simplifcado de estabilidad de túneles excavados en suelos, aplicado al diseño y a la construcción

3.Metodología de diseño mediante el método de elementos fnitos

4.Experiencias adquiridas Apéndices A-F

Referencias Índice

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

SOBRE ENRIQUE TAMEZ

11.Fundación ICA (1997). Valoresmexicanosdelaingeniería. 3,MaestroEnriqueTamezGonzález. México. 28 pp.

Este fascículo de la colección Valores mexicanos de la ingeniería comienza con una breve relación biográfica de Enrique Tamez y una exhaustiva revisión de su actividad profesional, desde que en 1954 tomó parte en el diseño hidráulico y supervisión de la construcción de la primera Planta de Tratamiento de Aguas Negras con sistema de lodos activados, en la actual Nueva Sección del Bosque de Chapultepec, hasta su presidencia y dirección general en TGC Geotecnia y TGC Ingeniería a partir de 1982 (con el apoyo de la primera de esas empresas se elaboró y publicó el Manual de diseño geotécnico para las estructuras del Metro). Se menciona también su puesto de coordinador de los estudios realizados por TGC Geotecnia y de la ejecución de los trabajos de subexcavación para la corrección geométrica de la Catedral Metropolitana, entre otros méritos y títulos recopilados durante su vida profesional.

La semblanza de Tamez a cargo de Raúl López Roldán y Juan Casillas García de León es un texto personal pero objetivo desde la perspectiva de dos reconocidos profesionistas que convivieron con Enrique Tamez tanto en el ámbito profesional como en el académico,

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González
Tamez

dos colegas que en diferentes ocasiones, recopiladas aquí, le ofrecieron palabras de respeto y agradecimiento.

En el apartado de aportaciones tecnológicas se hace un resumen de siete aspectos en los que Tamez influyó en el progreso de la ingeniería mexicana de suelos: el diseño y construcción de presas de tierra (desde las experiencias mexicana y estadounidense), investigación sobre los asentamientos medidos en la presa Papaloapan o Miguel Alemán, diseño y construcción de túneles tanto viales como para el Metro, diseño y construcción de cimentaciones (bombeo electrosmótico y muros milán), diseño sísmico de cimentaciones sobre pilotes (que incluye algunas innovaciones propuestas por Tamez), corrección geométrica de la Catedral Metropolitana y el Sagrario y, derivado de esto, la resolución de problemas similares en el Palacio Nacional. En correspondencia con lo anterior, el cuarto y último apartado de este fascículo es un índice bibliográfico de las 16 publicaciones más trascendentes de Tamez entre 1955 y 1995 en materia de mecánica de suelos y geotecnia.

Contenido

I.Curriculum vitae

II.Semblanza del maestro Tamez a.Ing. Raúl López Roldán b.Dr. Juan Casillas García de León

III.Aportaciones tecnológicas

IV.Publicaciones

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12. Sociedad Mexicana de Mecánica de Suelos (2005). Enrique TamezGonzález.Ejemploaseguir. Antología. México. 178 pp.

Semblanza con motivo del octogésimo aniversario del nacimiento de Enrique Tamez. Los numerosos autores que participaron son colegas, discípulos, compañeros y amigos del homenajeado: Eulalio Juárez Badillo, Daniel Ruiz Fernández, Daniel Reséndiz Núñez, Gerardo Lartigue, Guillermo Springall Caram, Carlos Orozco y Orozco (†), Luis Vieitez Uteza, Raúl López Roldán, Luis Miguel Aguirre Menchaca (†), Gabriel Auvinet Guichard, Luis Bernardo Rodríguez González, Juan Jacobo Schmitter, Carlos Flamand Rodríguez (†), Víctor M. San Miguel Rincón, José Luis Sánchez Lazcano, Walter Paniagua Espinosa, Eduardo Alegre Dávalos, Andrés Moreno Fernández, Alejandro Vázquez Vera, Bernardo Quintana, Oscar González Cuevas, Juan Manuel Orozco y Orozco, Roberto Meli Piralla, Juan Casillas García de León, José María Riobóo Martín, Federico Mooser, Guillermo Guerrero Villalobos, Enrique Santoyo Villa, Sergio Zaldivar Guerra, Efraín Ovando Shelley, María del Rocío Sánchez y Sergio Alcocer Martínez de Castro.

La presentación del libro la realizó José Francisco Fernández Romero, y el prólogo lo escribió Gabriel Moreno Pecero.

Daniel Ruiz Fernández no duda en llamar a Enrique Tamez “un formidable promotor de la evolución, del conocimiento en la rama, de la ingeniería de cimentaciones”. Y para apoyar su aseveración, remite a dos aportaciones de Tamez a la ingeniería mexicana: la aplicación de la electrósmosis y la subexcavación de cimentaciones existentes, ambas insertas en la práctica profesional de la geotecnia para mejorar

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

o corregir las condiciones del suelo en apoyo a mantener la seguridad de estructuras monumentales.

“En 1967”, recuerda por su parte Gerardo Lartigue, “se montó un gran operativo en las instalaciones de Aerofoto para recibir al general Alfonso Corona del Rosal [...] Bernardo Quintana Arrioja le presentaría el plan maestro para la construcción y operación del Metro. Una parte importante del proyecto la desarrollaba el ingeniero Tamez, por lo que gran parte del peso de la exposición técnica recayó sobre él, pues en contra del proyecto había pronósticos pesimistas sobre los graves daños permanentes que la obra causaría a edificios e instalaciones por donde pasara su trazo. Su clara exposición sobre los aspectos geotécnicos de la obra fue fundamental para que, al final de esa reunión, el regente autorizara el inicio de los trabajos. Tres décadas y media de operación continua del Metro de la Ciudad de México avalan su clara visión en los estudios y las soluciones adoptadas […], así como su dirección geotécnica durante los años de su construcción.”

Gabriel Auvinet Guichard, presidente del SMMS entre 1991 y 1992, recuerda que “una técnica tan sofisticada para la época como la del muro Milán, que él [Tamez] propuso para construcción del cajón del Metro, parecía ser de una gran sencillez y sus principios de una lógica implacable. En la misma forma, las soluciones propuestas por Tamez para superar los difíciles problemas que se encontraron durante la construcción del Drenaje Profundo de la Ciudad de México parecían naturales y simples.”

Contenido Presentación

Prólogo

Palabras de diversos autores en torno a la vida y obra de Enrique Tamez Disculpas y agradecimientos

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Tamez González

TRADUCCIONES

13. Varios autores (1962). Contribuciones de la mecánica de suelos al diseño y construcción de presas de tierra. México: Secretaría de Recursos Hidráulicos (SRH). 136 pp.

Los seis artículos aquí reunidos fueron tomados de diversas fuentes y publicaciones especializadas provienen de distinguidos investigadores o ingenieros experimentados en la materia de mecánica de suelos y sus aplicaciones prácticas. Las tres décadas previas a esta publicación tuvieron grandes adelantos en este campo de la ingeniería, promovidos por la investigación de las propiedades y comportamiento de los suelos asociada a un desarrollo de bases teóricas suficientemente firmes para abordar los problemas que, en general, se plantean al ingeniero.

Esta recopilación se hizo teniendo en cuenta dos objetivos principales: por una parte, exhibir los fundamentos y las investigaciones más importantes relacionados con el tema, y por otra, destacar las diferentes modalidades en el tratamiento de los problemas que plantea la construcción de una presa de tierra, así como la experiencia ganada al respecto.

Ejemplo de esfuerzo enfocado hacia el primero de esos objetivos es la exposición de Karl Terzaghi acerca del origen y funciones de la

185 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

mecánica de suelos, igual que las notas de Arthur Casagrande que, con magistral claridad, puntualizan los principales aspectos del diseño de obras de este tipo. El artículo de Terzaghi sobresale por su carácter sintético, pues abarca desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la década de los años treinta del siglo XX, en que la Universidad de Harvard organizó la primera Conferencia Internacional de Mecánica de Suelos y Técnica de las Cimentaciones (1936) y la American Society of Civil Engineers creó la división técnica correspondiente.

El segundo artículo incluido en este libro también es de importancia para la especialidad, pues Arthur Casagrande fue un pilar en el desarrollo de la mecánica de suelos. Prueba de ello es que cayera bajo su cargo la organización del congreso de 1936, respecto al cual Karl Terzaghi tenía sus dudas por encontrarse la disciplina en una etapa tan joven. El artículo de Casagrande termina precisamente con una reflexión al respecto, en torno a la cual el lector juzgará si se ha cambiado mucho o no: “Actualmente […] uno tiene la impresión de que el diseño de una presa de tierra está basado 100% en investiga-

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

ciones de mecánica de suelos; pero cuando se tiene la oportunidad de observar cómo se llega en la realidad a las decisiones finales, se da cuenta de que el conocimiento empírico desempeña todavía un papel importante y con mucha razón. Aún existen incertidumbres que no pueden resolverse por pruebas de laboratorio ni por investigaciones teóricas exclusivamente...”

Debido a su extensión original, las versiones aquí presentadas son parciales. Con la aprobación de los autores o instituciones que realizaron los trabajos de referencia, las traducciones de los artículos fueron realizadas por Enrique Tamez, quien en ese entonces trabajaba en el Departamento de Ingeniería Experimental de la SRH.

Contenido

Introducción. SRH

Origen y funciones de la mecánica de suelos. Karl Terzaghi Notas sobre diseño de presas de tierra. Arthur Casagrande Progreso en el diseño y construcción de presas de tierra en los Estados Unidos. Tomas A. Middlebrooks

Control de materiales para terraplenes, por medio de pruebas de laboratorio. F. C. Walker y W. G. Holtz

Presas de enrocamiento. C. E. Lee y Ross M. Riegel

Infuencia de las propiedades de los suelos y de los métodos de construcción en el comportamiento de las presas de tierra de sección homogénea. James L. Sherard

187

LÍNEA DE VIDA DE ENRIQUE TAMEZ GONZÁLEZ

1925 Nace el 11 de agosto en Hidalgo, Tamaulipas. 1948 Obtiene el grado de ingeniero agrónomo especialista en Irrigación por la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo.

1951-1952 Realiza estudios de maestría en Ingeniería Civil en la Universidad de Michigan.

1953 Es admitido como estudiante especial en la Escuela de Graduados de Ingeniería de la Universidad de Harvard. Asiste a cursos de Arthur Casagrande y Karl Terzaghi. Realiza una estancia de ocho semanas en el U.S. Bureau of Reclamation en Denver, Colorado, en la sección de Diseño de Presas de Tierra.

1954-1963 Asesor en Presas de Tierra y Cimentaciones en la Secretaría de Recursos Hidráulicos.

189 Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

1956 Surgen la empresa Solum, S.A. y el Instituto de Ingeniería de la UNAM, a partir de una reestructuración interna en ICA. Tamez es el primer director de Solum.

1956-1994 Profesor de Mecánica de suelos aplicada en la Facultad de Ingeniería, así como en la División de Estudios Superiores y en la División de Educación Continua, UNAM.

1959 Asesor en la construcción de las cimentaciones del Centro Médico del Instituto Mexicano del Seguro Social.

1963-1965 Se publica “Principios generales de diseño y construcción de presas de tierra” en la revista Ingeniería Hidráulica en México, de la SRH.

1967-1970 Director técnico de ISTME, S.A., empresa que realizó los estudios, el diseño y la supervisión de la construcción de las primeras líneas del metro de la Ciudad de México.

1968-1974

Vicepresidente técnico del Grupo ICA, encargado de la Coordinación de Desarrollo Tecnológico.

1971-1974 Director técnico de Túnel, S.A. ( TUSA), empresa encargada de la construcción de la segunda etapa del Drenaje Profundo de la Ciudad de México.

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

1974-1975 Director de la División de Ciencias Básicas e Ingeniería de la UAM Azcapotzalco.

1975-1977 Rector de la UAM Azcapotzalco.

1978-1982 Asesor técnico de Cometro en el proyecto y la construcción de la línea 7 del metro de la Ciudad de México.

1982 Fundador y presidente de Técnicas Geomecánicas de la Construcción (TGC).

1982-1985 Profesor de temas especiales de ingeniería (Cimentaciones) en la UAM Azcapotzalco.

1984 Académico de Número de la Academia de Ingeniería de México.

1987 Nuevamente es asesor para las cimentaciones del Centro Médico, afectadas por los sismos de 1985.

1991-2000 Coordinador de los estudios geotécnicos y de la ejecución de los trabajos de subexcavación para la corrección geométrica de la Catedral Metropolitana y el Sagrario. Miembro del Comité Técnico Nacional para el control y seguimiento de los trabajos de corrección en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

1995 Recibe el doctorado honoris causa por la UAM.

1997 Académico de Honor de la Academia de Ingeniería.

2001-2002 Miembro del Comité Técnico para la revisión del proyecto de la Torre Mayor, Ciudad de México.

2001 Se publica Ingeniería de cimentaciones. Conceptos básicos de la práctica.

2002 Miembro del Comité de Asesores para el proyecto vial de los segundos pisos del Anillo Periférico y el Distribuidor Vial San Antonio de la Ciudad de México.

2006 Miembro del Consejo de Honor de la XXV Reunión Nacional de Mecánica de Suelos e Ingeniería Geotécnica, celebrada en Acapulco, Guerrero.

2008 Asesor para la construcción del Túnel Emisor Oriente y de la línea 12 del metro de la Ciudad de México.

2012-2014 Miembro del Consejo de Honor en la especialidad de Ingeniería Civil, Academia de Ingeniería.

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Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

Ingeniero a profundidad: Enrique Tamez González

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Además de los libros incluidos en el apartado de “Reseñas”, se consultaron los siguientes:

Memorias del IV Congreso Mexicano de Ingeniería de Túneles y Obras Subterráneas 2014. México: AMITOS.

Serie 40 años de investigación y práctica en geotecnia . México: Fundación ICA. 1997.

El siglo de la mecánica de suelos. México: SMMS. 2010.

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Este libro se terminó de imprimir en enero de 2015 en los talleres de Drokers Impresiones de México, S.A. de C.V.

Av. Insurgentes 100 304-O Col. Juárez Delegación Cuauhtémoc 06600, México, D.F.

Se realizó un tiro de 1,000 ejemplares.

Ingeniero a profundidad Enrique Tamez González

Los hilos conductores de la trama y la urdimbre de la variada, vasta y rica vida profesional de Enrique Tamez González proporcionan un testimonio inmejorable de su carácter y resaltan su congruencia: aprendió a aprender, con rigor y disciplina, para hacerse ingeniero agrónomo; después, animado por un maestro inolvidable para él, descubrió en las estructuras de represas las primicias de la mecánica de suelos.

Si se aquilata el singular proceso formativo y de experiencia práctica de Enrique Tamez y el monumental aporte de investigación y datos al que él contribuyó, así como la comunicación de primera mano que en recorridos y pláticas obtenía acerca de la geología de la cuenca de México, se entenderá cómo fue adquiriendo la seguridad y la confianza necesarias para enfrentar el tabú de la inviolabilidad del subsuelo de la Ciudad de México en la construcción de túneles para el metro.

Como rector de la UAM Azcapotzalco, sus cualidades de negociación y persuasión fueron decisivas para que las actividades en la joven institución se pudiesen realizar sin mayores complicaciones o inconformidades.

Entre sus actividades académicas se encuentra también la publicación de numerosos artículos, ponencias en congresos y libros técnicos y de divulgación. Su producción cubre los temas más importantes de la geotecnia; sus enseñanzas trascienden de esta manera el salón de clases y alcanzan a un amplio número de estudiantes, así como de profesionales.

Todavía activo y muy lúcido, frisando la novena década, Enrique Tamez merece éste y muchos homenajes más. ¿Por qué? Por ser un personaje poco común, con todo un carácter... Por lo valioso que es en todos los sentidos.

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