Recogió Lubio Cardozo en veinte escritos líricos sus cavilaciones sobre sugestivos espacios de la geografía de Mérida. Nada, por ello, lo contemplativo en sí, el ver sidético, a veces entrecruzado con hilachas de los sueños. Corre también a lo largo de versos el temblor y el temor de la posible desaparición, por culpa del antropofactor, de esos nemorosos verdores.
En Occidente, la estatuaria, la música, la poesía constituyen los nobles aposentos de la “gran casa” del humanus –la “makrós oíkros”-: este excelso Planeta de donde hemos emergido y donde deberíamos caber armónicamente. De igual manera fortalecen los límites justos de la “gran casa” las ciencias de la naturaleza del Hemisferio Occidental: la botánica, la ecología, la geografía física, la geología, la climatología. El Planeta Tierra armó la vida mediante una maravillosa simbiosis: la integración dinámica de cuanto en ella va en un encadenamiento múltiple, recíproco de los simbiontes para sustentar este divino fenómeno.