12. Europa desde el siglo V al VIII

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Historia universal del arte y la cultura Ernesto Ballesteros Arranz

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Europa desde el siglo V al VIII


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radicionalmente se hacía terminar la Edad Antigua en el año 476 d. de J. C., fecha en que muere el último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo. Desde esta fecha hasta el siglo XV se extendía la Edad Media. Pero esta división tradicional ha sufrido muchos ataques en nuestra época por diversos motivos.

Desde el punto de vista económico y social, no se puede decir que el año 476 sea el final de una época, ya que el verdadero colapso de la economía monetaria (que marca el paso económico a la Edad Media) no se produce hasta el siglo VIII, cuando los musulmanes se apoderaron de Sicilia y el Mediterráneo occidental. Esto lo ha estudiado magníficamente Henri Pirenne, considerando que son los musulmanes los que

provocan unas condiciones económicas y sociales diferentes a partir del siglo VIII, porque levantan en el Mediterráneo una barrera insalvable. El «Mare Nostrum», que había sido la gran vía comercial y económica del Imperio romano, se convierte en los siglos VIII-IX en un muro que separa dos civilizaciones diferentes: Cristianismo e Islam. Por lo tanto -dice Pirenne-, el comienzo de la Edad Media debe ponerse en el siglo

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n

Britanos Anglos Sajones

OCÉANO ATLÁNTICO

Reino Franco

Suevos

Eslavos

Lombardos

Bulgaros Avaros

Ostrogodos

MAR NEGRO

Visigodos Imperior romano de Justiniano Vándalos

VIII. Del VIII al XII es la Alta Edad Media y del XIII al XV, la Baja Edad Media. Esta es la opinión más generalizada entre los historiadores que defienden la prioridad de los fenómenos económicos sobre las demás manifestaciones históricas. Para éstos, el período que va del siglo V al VIII -que es el que vamos a tratar aquí- sólo es la prolongación del Imperio romano, y, por lo tanto, pertenece aún a la Edad Antigua. Ya hemos dicho que los escritores convencionales -cada vez menos- suelen atenerse a la fecha límite del Imperio romano de Occidente (476 d. de J. C.) y consideran la civilización del siglo V y los

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MAR MEDITERRÁNEO

nuevos reinos bárbaros como el comienzo de la Edad Media. Nosotros postulamos una nueva Historia que descansa en los pilares más profundos de la sociedad (las creencias o vigencias colectivas), y, por tanto, consideramos que la Edad Antigua acaba con el Cristianismo. Es cierto que el Cristianismo atraviesa una época de germinación y desarrollo (siglos I a III d. de J. C.) en los que no se le puede considerar «creencia colectiva», porque sólo es practicado en focos mediterráneos minoritarios. Pero estos primitivos núcleos cristianos se extienden, como los hongos, por la húmeda y vieja piel del Mediterráneo y provocan una verdadera erupción.

El año 313 d. de J. C. Constantino da la libertad oficial al Cristianismo, por el Edicto de Milán. Esta fecha es el reconocimiento de la idea cristiana como «creencia colectiva», su mayoría de edad. Unos años más tarde, 354 d. de J. C., nace San Agustín, que va a elevar el pensamiento cristiano a la altura de Idea Universal. Teodosio declara el Cristianismo religión oficial del Imperio el año 381. A la muerte de San Agustín (430), el Cristianismo era la creencia dominante en el mundo mediterráneo. Al desentenderse de las cosas materiales, los cristianos dejaron de preocuparse de la autoridad civil, del Estado. Ya San Agustín había dicho


2. Baptisterio de los arrianos (Rávena).

que los cristianos formaban un «Estado espiritual» que nada tenía que ver con los reinos de este mundo: la Ciudad de Dios, cuya realización en la tierra era la tarea de la Iglesia. Los cristianos son incapaces de interesarse seriamente por los problemas del mundo, y, por tanto, jamás se comprometen en política, el asunto más mundano que existe. Pero al decaer el interés por las faenas políticas, el gobierno se desintegra y se muestra impotente. Ya en el siglo IV d. de J. C. la mayoría de los gobernantes del Imperio romano occidental eran bárbaros. Los pueblos del norte de Europa y de las estepas asiáticas fueron los encargados de imponer su autoridad sobre los habitantes del Imperio romano de

Occidente, descompuesto internamente por las crisis ideológicas. En Oriente sucedió una cosa bien distinta, porque el emperador de Bizancio unificó el poder civil y religioso. En Oriente se identificó el Imperio con la «Ciudad de Dios», porque desde el primer momento los emperadores bizantinos tuvieron a la Iglesia bajo su autoridad y la consideraron como un instrumento del Estado. Fue Constantino el que inauguró este predominio, que es una especie de simbiosis histórica conocida por el nombre de «cesaropapismo».

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Pero en Occidente, los obispos de Roma, influenciados por las ideas agustinianas de autonomía espiritual, jamás se dejaron tutelar por el Estado. Occidente no permitió la alianza Iglesia-Estado y, en consecuencia, se derrumbó el término más débil de la ecuación, el Estado. Estas fueron las causas de la distinta evolución histórica de los Imperios de Oriente y Occidente. En resumen cualquiera de las mencionadas fechas (313, 354, 381) nos parecería

adecuada para considerar el origen del mundo medieval. El mundo cristiano encuentra una especie de antítesis o limitación histórica en el Islam. Por eso cambian las circunstancias vitales a partir del siglo VIII, cuando el Islam se extiende por el Norte de África y establece sus eternas fronteras con el Cristianismo. Se puede decir que el Cristianismo no se erige como «creencia colectiva» hasta el siglo IV d. de J. C., y sigue creciendo sin descanso hacia el N. y el

3. San Apolinar nuevo (Rávena).

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O. principalmente, y también hacia el Este asiático. Pero en el siglo Vll aparece una idea que se opone a éste y le pone limites de extensión, lo determina: el Islam. Esta idea se extiende por el mundo oriental más rápidamente aún que el Cristianismo. En un siglo (VII-VIII) alcanza la categoría de gran «creencia colectiva» opuesta al Cristianismo. Entonces las circunstancias históricas cambian radicalmente. El hombre cristiano, que hasta el siglo VIII había sido universalista, abierto y amable, se convierte


4. Palacio de Teodorico (Rávena).

en fanático intolerante, y se encierra en su mundo europeo de una manera hermética. Así se desarrolla el feudalismo como el modo de vida colectiva imperante. Por eso el feudalismo no puede concebirse sin conocer el mundo musulmán, y Carlomagno no tiene sentido sino como contraposición del Califa de Bagdad. Esto ya lo señaló Cristopher Dawson en su libro clásico «Los orígenes de Europa», en el que contrapone el Imperio de Carlomagno como una especie de reflejo y antítesis del Califato musulmán. Con todo esto queremos decir que resulta insuficiente la división tradicional de Alta y Baja Edad Media, con la que tropiezan todos los historiadores, y nos parece más certero dividir la Edad

Media en tres partes, correspondientes a los tres tipos de vida dominantes en cada uno de los períodos. Sus límites serían aproximadamente los siguientes: - Siglos IV a VIII d. de J. C. PRIMERA EDAD MEDIA - Siglos IX a XII d. de J. C. ALTA EDAD MEDIA - Siglos XIII a XV d. de J. C. BAJA EDAD MEDIA En la primera Edad Media, el hombre cristiano vive totalmente desinteresado del mundo que le rodea y deja la autoridad en manos de los guerreros que la reclaman. Es la época de los reinos bárbaros primitivos: Ostrogodos, francos, visigodos, vándalos, que vamos a estudiar en este tema.

En la Alta Edad Media, el hombre cristiano, se cierra sobre sí mismo y se enfrenta al hombre musulmán. Por fin ha encontrado algo que merece su interés, por lo que vale la pena luchar: su mundo cristiano, amenazado por los musulmanes. En la Baja Edad Media, el hombre cristiano se preocupa ya por muchas más cosas. Al enfrentarse con el mundo musulmán, lo ha encontrado rico y apetecible en sí mismo. Se preocupa de enriquecerlo y multiplicarlo. Estamos ya en las puertas de la Edad Moderna: el Renacimiento. Siguiendo este criterio, vamos a desarrollar en este tema la cultura y el arte de la Primera Edad Media europea, comprendida entre los siglos IV y VIII d. de J. C.

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5. San Vital (Rávena).

PRINCIPALES ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS Los romanos habían trazado una frontera al Norte del Imperio, que seguía casi exactamente los valles del Rin y del Danubio hasta el Mar Negro (tenían algunos territorios al N. de esta línea, como Dacia, actual Rumania). Este era el «limes», la línea que les separaba de los «bárbaros», los hombres no civilizados del Norte de Europa. En este “limes” mantenían legiones bien adiestradas, fortalezas y torres de vigilancia. El “limes” romano resultó un perfecto valladar contra los bárbaros hasta el siglo III d. de J. C. Hacia el 250 d. de J. C. Ios francos y alamanes rompieron la vigilancia fronteriza, cruzaron el Rin y saquearon Galia e Hispania. Poco después, hacia el 270, hay otra

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invasión bárbara que llega a Hispania y pasa a África. Es la época de Valeriano, Aureliano y Diocleciano. Consigue éste restaurar la disciplina militar y reorganizar el ejército dándole gran eficacia. Pero mucho más importante que estas «invasiones militares» fue la lenta infiltración de los «bárbaros» en el Imperio. Esta fue la auténtica «invasión» y se produjo en virtud de pacíficos compromisos y acuerdos. Por una parte, Roma dio entrada a los bárbaros en las legiones a partir del siglo II d. de J. C. En el siglo IV casi todo el ejército estaba en sus manos. Además, después de unos años de servicio tenían derecho a establecerse como ciudadanos del Imperio y se les concedían unas tierras.

A la segunda generación se abrían camino como funcionarios y conseguían puestos preeminentes en el Estado. Grandes senadores del siglo IV, que desarrollan una colosal influencia en la política, eran bárbaros, tales como Estilicón, consejero de Honorio; Ricimeno, que fue dueño de Roma y del gobierno durante muchos años; Aecio, que dirigía las tropas imperiales contra Atila en los Campos Cataláunicos. Además, también desde el siglo III y de un modo progresivo, los bárbaros (empujados por tribus asiáticas más fuertes) habían pedido permiso para establecerse pacíficamente y laborar los campos, más acá del «limes». Estos campos estaban abandonados por la


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