Toda la producción artística de la corte española durante el siglo XVII está marcada por dos hechos fundamentales que condicionan la marcha de la pintura, tanto en el modo como en la intencionalidad de su representación: la monarquía absoluta y la Contrarreforma, desembocando en un arte que, por excelencia, es religioso y cortesano.
Texto de Ernesto Ballesteros