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Los santos

Algunos hombres 8 —los santos— han sido capaces de despojarse de ilusiones y revestirse de Esperanza y han alimentado desde hace dos mil años la Esperanza de otros hombres 9 . Ahí están los santos que la Iglesia sube a los altares, como ejemplos de «vidas heroicas»; casi nunca sus contemporáneos se dieron cuenta de que eran seres excepcionales  . 1 0

La dirección que han seguido todos los Santos sin excepción consiste en esforzarse en todo momento para que el propio vivir se modifique y adapte al vivir de Cristo, sobre todo en la humildad de corazón y en el Amor • . 11

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Un santo expande siempre una atmósfera de santidad a su alrededor que a veces dura siglos • . 12

San Pablo, en sus cartas, toma como sinónimas las palabras «cristiano» y «santo». Y se dirige a los «santos» de Acaya, a los «santos» de Roma, a los «santos» de Corinto, etc. Si hoy viviera entre nosotros, seguramente que sin ningún empacho seguiría dando el nombre de «santos» a sus corresponsales de Navalcarnero, o de San Felíu de Guixols • . 13

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Hoy, si queremos captar la profundidad del pensamiento de Rovirosa, hemos de hacer una lectura inclusiva, y donde él dice «hombre» entender tanto hombre como mujer.

9 Ibidem, p. 460.

10 11 12 13 Ibidem, p. 494. Ibidem, p. 377. Ibidem, p. 394. Ibidem, p. 375.

Siendo esto así como en realidad es, se comprende que el cristianismo vaya penetrando paulatinamente en la historia y en los individuos, y que en sus veinte siglos de existencia su avance se haya manifestado en esa floración de santos, que son la auténtica gloria de la humanidad • . 14

Y he aquí que Jesús permanece entre los hombres hasta el fin del mundo. ¿Dónde está, pues? Está en el corazón de los que lo aceptan tal como Jesús es, de tal manera que su corazón se funde y se confunde con el corazón de Cristo. Está en los santos, en una palabra. Y los santos siguen siendo los grandes triunfadores. ¿Cuáles fueron las armas que dieron el triunfo a Cristo, y cuáles son las armas que siguen dando el triunfo a los santos? Son siempre las mismas: pobreza, humildad y sacrificio. Que no son tres, sino las manifestaciones de una sola: el amor • . 15

La humildad de corazón de Cristo es un puro misterio. Misterio grandioso y sublime que ilumina con luz esplendorosa la marcha triunfal de los santos de su Iglesia • . 16

Cierto que muchos hombres, abusando de nuestra libertad, no nos hemos dejado querer por Cristo, y en esto estriba nuestra infinita miseria; pero no es menos cierto que otros muchos (los santos) han hallado su glorificación por haber entrado libremente en la zona del amor de Cristo, cuyo primer paso consiste en la renuncia total: negarse a sí mismo • . 17

Si uno sigue fielmente a Cristo ya ha triunfado, en este mundo y en el otro, cualesquiera que sean las incidencias y las derrotas aparentes. En el orden individual, los santos constituyen un ejemplo permanente de esta verdad durante los dos últimos milenios. Ellos y únicamente ellos, son los triunfadores. Todos los demás aparentes triunfos no son más que fracasos reales, a plazo más o menos largo • . 18

14 15 16 17 18 Obras Completas. Tomo I, pp. 124-125. Ibidem, p. 143. Ibidem, p. 148. Ibidem, p. 151. Ibidem, p. 156.

Con apariencias de todo lo contrario, los santos han sido los hombres más realistas del mundo; y hasta me atrevo a decir que han sido los únicos hombres realistas • . 19

La corriente victoriosa del amor de Dios que inundó la tierra al estallar el Corazón de Cristo en aquel primer Viernes Santo, sigue ahí, presente en el corazón de los santos, como una antorcha perenne que se van pasando unos a otros • . 2 0

La versión individualista del cristianismo tenía que dejar de lado el Mandamiento Nuevo para poder seguir siendo individualista. Los santos de esta etapa (cuyo fin se inicia ahora) han necesitado ser héroes por partida doble:

1º.  Porelheroísmofundamentalquesiempresignificaelaceptarlamuertemísticabautismalcontodaslasconsecuencias. 2º.  Porelchoque(avecesviolento)conloscristianosdemisayolladesu alrededor,quenolospodíantolerarenvida,aunquedespuéslosveneremos enlosaltares, Milagros» • . 21 cuandoyahemospodidoarreglaranuestrogustosu«Viday

En el catálogo de los santos que veneramos, hay uno que no dio la vida por Cristo (y por esto no se le considera como mártir) pero murió con Cristo. Este es un caso radicalmente único, que jamás podrá repetirse. Esta singularidad da al caso de Dimas unas características tales, que obligan a considerarlo aparte de toda norma • . 22

Una gran parte de las narraciones escritas de la vida de los Santos parecen salidas de las plumas de los autores de los Evangelios apócrifos. Todo son milagros, milagrazos, milagritos, milagrones y milagrines. Por el derecho y por el revés; sin ton ni son. Esto, dicen, es lo que «edifica» a los «devotos». ¡Estamos apañados! • . 23

19 20 21 22 23 Ibidem, p. 241. Ibidem, p. 265. Ibidem, p. 153. Ibidem, p. 320. Ibidem, p. 322.

Pero sí quiero decir que las verdaderas vidas de santos son la bebida más fuerte y más revulsiva que existe bajo el sol. Ningún santo ha sido imbécil, ni memo, ni cretino, ni tonto… Ellos, únicamente ellos, han encarnado al superhombre, que en vano buscaba Nietzsche, ya que su vivir encarnaba el vivir de Cristo • . 24

De la misma manera, si las vidas de los santos tendrían que servir de estímulo para que los débiles llegaran a ser fuertes, movidos por el ejemplo de los que son campeones (TODOS) de la virtud de Fortaleza, también se han invertido los términos, y se presentan como santos por fuerza, que no tuvieron más remedio que serlo, ya que los milagros, los prodigios, las visiones y las revelaciones, los perseguían por todas partes; eran unos «predestinados» • . 25

Cuando un Papa proclama urbi et orbi que un fiel difunto queda incluido en el catálogo de los santos que la Iglesia venera, es el mismo Cristo quien, por boca de su Vicario, afirma que aquel justo se halla en la presencia de Dios en el Paraíso celestial • . 26

Algunos santos han sido «fieles» desde su más tierna infancia; en los demás hay que desglosar su proceso en dos etapas: antes y después de la conversión, y la segunda es la que cuenta en los procesos de canonización • . 27

El conocimiento y el aprecio de los santos, como personas que han luchado heroicamente en la negación de sí mismos, abrazándose a su cruz, y siguiendo las pisadas de Jesucristo, para servir de estímulo a los que estamos comprometidos en la misma lucha, me parece que no cuenta con muchos entusiastas. Si la gente nos acordamos de los santos, no es (me parece) para encontrar un refuerzo en la lucha que debe imponernos la fidelidad al propio Bautismo, sino por su vida y milagros • . 28

24 25 26 27 28 Ibidem, p. 356. Ibidem, pp. 356-357. Ibidem, p. 389. Ibidem, p. 390. Ibidem, p. 397.

Todos los santos que la Iglesia propone a nuestra veneración nos transmiten algún mensaje parcial de la santidad total que reside en Jesucristo. La Santísima Virgen ocupa un lugar especialísimo, que destaca desorbitadamente sobre todos los demás Santos de Dios • . 29

Los santos son un ejemplo y un estímulo inapreciables para mantenernos en la buena senda y perseverar en el amor • . 3 0

Vemos el santo (y cualquiera de ellos es prototipo completo) viviendo en armonía con todo el universo y con todos los hombres, aun con aquellos que le persiguen y maltratan. El universo le viene exactamente a su medida y todos los seres de la creación le son motivo de gozo para alabar y dar gloria a Dios. Si la salud le es un don magnífico de Dios, también le es una caricia de Dios la enfermedad; así la prosperidad como la adversidad, el crédito como la difamación, todo son notas que se conjugan en su cántico fervoroso a la gloria de Dios, creador de tanta belleza y de tanta bondad. El dolor y el sacrificio le aparecen como los instrumentos maravillosos de la restauración del mundo en Cristo; restauración a la que Dios le llama, ¡oh, prodigio!, no como simple espectador de tanta grandeza, sino como colaborador. ¿Pudo soñarse jamás en tal exaltación? • . 31

Los santos…, sí; ciertamente. Veo muy bien que mi dilema no puede ser: dentro o fuera de la Iglesia, ya que fuera nada existe que encarne en verdad el «espíritu de Cristo». El dilema (dentro siempre de la Iglesia) será: con Cristo y los santos o con los que venden, entregan, disfrazan, azotan y matan a Cristo. Los santos… ahora voy comprendiendo por qué hay tan poca afición a profundizarlos. Es más, mediante una influencia colectiva podemos algunas veces llegarlos a reducir a meras imágenes, entonces los modelos que seguimos ya no son los santos muertos gloriosamente y que la Iglesia canonizó, sino otros santos vivos que canonizamos nosotros y resultan modelos artificiales.

29 30 31 Ibidem, p. 400. Obras Completas. Tomo II, p. 408. Obras Completas. Tomo III, p. 26.

Los santos… ¡sí y mil veces sí! esos y únicamente esos son y deben ser mis modelos. Y mi mejor familia. Y mi orgullo. Y mi ejecutoria.

Los santos… Quiero ir, quiero acercarme, quiero estar con ellos. Lo necesito. ¿Habría de ir con los injustos, con los hipócritas, los vivi dores, los mercaderes del templo…? No hay otra solución. Tanto Jesucristo como los santos tuvieron que convivir con ellos, y de ellos recibieron su mejor corona de espinas. Pues si quiero con toda mi alma cantar las alabanzas divinas junto con Cristo y sus santos, ¿qué argu mento podré manejar para no querer seguir el camino que TODOS ellos anduvieron? Ciertamente, la cosa siempre ha sido así, y segura mente siempre será [así].

Los santos…, esos son los que han adorado a Dios en espíritu y verdad. Confundidos entre malhechores y con malhechores, Dios los levantó porque no fueron malhechores. Ya voy comprendiendo que, por desgracia, mi afán de santidad se orienta a que me «canonicen» los hombres, más que a obtener la simpatía de Dios. Por eso no quisiera mezclarme con los «malos» para que no se equivoquen los que tienen que canonizarme… • . 32

Los santos…, aunque hubieran sido antes pecadores (y grandes pecadores algunos) llegaron a ser luego como espejos claros y diáfanos del cuerpo místico de Cristo, y así los miraré, los estudiaré y los imitaré.

Ahora veo claramente lo que vengo buscando en este cursillo nocturno: acercarme a un ideal de santidad. Sé bien que el proceso de la propia santificación es problema fundamentalmente de mi correspondencia a la Gracia; pero estoy seguro de que la unión fraterna entre cristianos, con sentido intenso de cuerpo místico y bajo la eficacia de la Jerarquía y de la comunión de los santos, es un elemento de gran fuerza que Dios me entrega para que mi santificación sea «católica » auténticamente, frente al pretender «santificarme» egoísticamente, para mí solo, únicamente para darme la gran vida por toda la eternidad, sin acordarme de los demás • . 33

32 33 Obras Completas. Tomo IV, p. 47. Ibidem. p. 48.

Los santos deberían ser nuestros modelos, los ejemplos que nos arrastrarán hacia la santidad y perfección de que ellos fueron portadores…

Pero el hecho de que las Vidas de Santos que corren por ahí, cortadas todas ellas por el mismo patrón y enmarcadas en una fantasía, no concebibles en nuestra mente, hasta el punto de que a todos nos los pintan nacidos de padres buenísimos, que hacían la señal de la cruz sobre la teta de la nodriza que los amamantaba, que durante toda su vida fueron ejemplo de niños buenos, que obraron gran cantidad de milagros, hace que en nosotros se forje la idea de que estos santos estaban determinados por Dios para ello, y ellos no tuvie ron más que seguir la senda que Dios les iba marcando, y que nosotros no llegaremos jamás a la santidad, ya que no estamos predestinados para ella. Y no es así. Los santos que están en el cielo exigen lucha constante y permanente contra los tres enemigos del alma. Ellos lucharon hasta el fin, permanentemente, obteniendo esa recompensa divina en gracia a su perseverancia. Ellos no tenían unos angelitos que continuamente les estaban diciendo: por ahí no es, es por este otro lado, sino que toda su vida fue lucha, lucha, lucha • . 34

Y los santos no son imitables. El único imitable es Cristo, que es en quien los santos han basado su santidad y no en otro santo anterior a él. Nosotros, pues, hemos de basar nuestra santidad en Cristo y no en tal o en cual santo • . 35

La cara de los santos se suele representar rodeada de un halo luminoso. Ello se debe a que han pasado por el mundo con su cara «de verdad», y, entonces, la cara del hombre refleja limpiamente la cara de Dios. Y resplandece, como es natural • . 36

Dios ha permitido que no falten santos, que van contra corriente • .

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Todos los santos son así: tenían espíritu de pobreza • . Los dones del Espíritu Santo se juntan a los que son pobres de espíritu, que es lo que explica

34 35 36 37 38 Obras Completas. Tomo V, pág. 28 Ibidem, p. 29. Ibidem, p. 579. Ibidem, p. 38. Ibidem, p. 41.

las grandes maravillas que han hecho todos los santos • . El que aspira a la santidad va deshaciéndose de lo necesario para llegar a lo indispensable. Es el sentido de pobreza • . 394 0

Teniendo lo indispensable, la señal de los santos, tener espíritu de pobreza, es verlo todo para Dios, en vez del egoísta, que todo lo ve para él • . 41

Cuando aparece alguien fiel a su Bautismo (es decir, fiel a la vocación a la santidad) no suele provocar la persecución de la masa, sino la de la selec ción, como sucedió con Cristo mismo. Lo que sabemos de los santos canonizados, en casi todos, confirma lo que acabamos de afirmar. La selección los enaltece apoteósicamente después de muertos, pero mientras vivieron… • . 42

Hay, así parece, un confusionismo trágico: que cuando alguien se refiere a la Iglesia histórica con el deseo de afinarla y desear una mejor semejanza a la Igle sia eterna, se levantan en seguida voces de todas partes con gritos e imprecaciones acusando de enemigos de Cristo y de su Iglesia a los que anhelan la Iglesia eterna y quieren purificar la Iglesia histórica. Los Santos, particularmente los reformadores, son los que mayormente han sufrido esta suerte de epidemia • . 43

Hay la actitud de los cristianos —los santos—, que consiste en darse sin medida a los hombres y a los grupos humanos, sin preocuparse de lo que pueda recibirse como compensación o como correspondencia • . 44

El hombre sin la Gracia lucha contra todo y contra todos…, menos contra su propio pecado y lo que favorece su pecado. El santo, en cambio, colabora con todo y con todos…, menos con sus propias concupiscencias, contra las que lucha sin descanso veinticuatro horas cada día, mediante el arma divina de la Gracia y contra el pecado del mundo • . 45

39 40 41 42 43 44 45 Ibidem, p. 42. Ibidem, p. 43. Ibidem, p. 44. Obras Completas. Tomo III, p. 90. Ibidem, p. 92. Obras Completas. Tomo V, p. 231. Obras Completas. Tomo III, p. 26.

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