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El orgullo santo de ser obrero

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Vivir en santidad

Vivir en santidad

Tú ves mi miseria, Jesús; pero te doy gracias [por] estar en medio de la lucha obrera. Solo ella me santifica •• • . 106

Pensando en la manera como el Verbo se hizo carne y en la manera como han encarnado a Cristo los santos, hemos de sentar que: para que Cristo [se] encarne en cada obrero, aprovecharemos todo lo de cada obrero, menos el pecado •• • . 107

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Todo lo que hasta hoy se ha hecho en España con intención de ganar para Cristo a los trabajadores seguramente habrá servido en gran manera para la santificación de los que en ello se han ocupado •• • . 108

Cada día son más numerosos en la Iglesia los que están seguros de que la fuerza de ésta no puede descansar en el volumen de las cuentas corrientes de sus adherentes, sino en el grado de santidad de los fieles •• • . 109

Los que experimentan el orgullo santo de ser obreros católicos, se agrupan en la HOAC, donde su formación se centra en dos aspectos: adquirir espíritu de encuesta y espíritu de hermandad ••• . 110

Obras Completas. Tomo II, p. 231.

Obras Completas. Tomo III, p. 425.

Obras Completas, Tomo III, p. 407. Ese «hasta hoy» hay que entenderlo en su contexto: 1947, en el mensaje que Rovirosa dirige a la I Semana Nacional de la HOAC. (N. del E.).

Obras Completas. Tomo III, p. 441.

Ibidem, p. 446.

La HOAC, como la Iglesia, no puede intervenir directamente en las luchas políticas, sindicales, económicas…, porque no es ésta su misión. Pero debe suscitar santos dentro de su seno para que luchen en grupos idóneos en todos los terrenos donde vean comprometida y en peligro la justicia y la paz de Cristo •• • . 111

Hoy, como en tiempos de san Pablo, las criaturas todas suspiran por la manifestación de los hijos de Dios: los santos. Y la HOAC no quiere ser otra cosa que una escuela de santidad para hombres que después tendrán responsabilidad como conductores de la sociedad •• • . 112

La HOAC necesita santos, muchos santos. No puede contentarse con menos ni yo puedo contentarme con otro ideal inferior. Sé que mis fuerzas no alcanzan para subir el primer peldaño de la santidad, pero mi Padre me ha preparado recursos y me dará la mano y con el subiré a las alturas… si le soy fiel en el camino que me señaló •• • . 113

El compromiso debe ser: proporcionado a las fuerzas y posibilidades del que lo hace. Lo normal no debe ser introducir nuevos actos en nuestra vida, sino nuevos modos de hacer lo que hacemos de ordinario, haciéndolo ya con es píritu evangélico. La santidad no es cuestión de verbos, sino de adverbios •• • . Nuestra cristianización supone el cultivo de la espiritualidad propia de cada uno. Y, por consiguiente, en el seglar, debe ser el cultivo de una espiritualidad seglar, que ha de estar y se ha de santificar actuando en el mundo •• • . 114115

¡Corazón Sagrado de Jesús! ¡Santifica a los obreros! •• • . 116

¿Dónde encontrar, pues, un motivo «santo» para sentirnos orgullosos de ser obreros? ya lo dijimos antes cuando hablábamos del orgullo santo de ser cristianos: solamente podemos enorgullecernos en Cristo de aquello que más y más nos acerca a Cristo, y en tanto [en] cuanto este orgullo se pone

Ibidem, p. 463. Ibidem, p. 474. Obras Completas. Tomo IV, p. 48. Ibidem, p. 63. Ibidem, p. 121. Ibidem, p. 191.

de manifiesto en un mayor amor de gratitud a Dios y en un mayor amor fraterno al prójimo. Para los obreros católicos la fuente de nuestro orgullo santo solo puede buscar su causa y su origen en Jesús •• • . 117 Y a este orgullo lo llamamos «santo» porque no nos conduce a despreciar a los demás, y a avasallarlos, y a oprimirlos, y a vejarlos, sino a amarlos…, como Cristo; a compadecerlos…, como Cristo; a sacrificarnos…, como Cris to; a ser honrados nosotros y a honrar a los demás…, como Cristo. Cristo nos da base y alientos para un orgullo santo al hacernos obreros como Él •• • . 118 La primera «marca» del OAC es la alegría, la satisfacción, el santo orgullo de ser obrero…, como Cristo •• • . 119 Todas las profesiones honestas son instrumento de santificación, indicando que sería gran injusticia que el hombre solamente pudiera santificarse mediante el ejercicio de las profesiones llamadas elevadas. Precisamente la religión verdadera, que es la religión de la humildad, da notorias facilidades para la santificación en las profesiones «humildes» ••• . 120 Los obreros no somos entes abstractos que vivimos fuera del mundo, sino que nuestra santificación se ha de operar santificando nuestra vida concreta —que es precisamente la vida de trabajo—. Para santificarla es necesario estudiar qué es justo y qué es injusto; qué es bueno y qué es malo; es necesario que el sentido religioso impregne y presida el sentido social, pero necesitamos llevarlos conjuntamente ••• . 121 Hay una perfección natural en el hombre, que se denomina «honradez». Y hay otra perfección sobrenatural, que llamamos «santidad». La honradez es el pedestal humano sobre el cual la Gracia eleva la santidad ••• . Un cristiano (un santo) se construye tomando como primera materia un hombre honrado. Esto es lo natural. Lo honrado. Y lo sobrenatural. Lo santo ••• . 122123

Ibidem, p. 262. Ibidem, p. 263. Ibidem, p. 307. Ibidem, p. 318. Obras Completas. Tomo VI, p. 34. Ibidem, p. 551. Obras Completas. Tomo V, p. 553.

Lo que falta excesivamente son personas que sean «expresión viva» de tales ideas. Faltan santos, en una palabra. La santidad definitiva, sin embargo, no es un hecho (en este mundo) hasta el momento en que se da el último suspiro. Y baste el ejemplo de Judas para ilustrar esto. Lo que hay es la «aspiración operante a la santidad», y sobre ello se construye toda la ascética cristiana. Ahora bien, ¿podemos afirmar que la aspiración a la santidad, con todas las exigencias y sacrificios que ello comporta, es la regla general de los que predicamos las ideas cristianas? Aquí está el fallo. La aspiración a la santidad la hemos sustituido por una aspiración egoísta a salvar la propia alma, cada vez con menos exigencias y mayores comodidades ••• . 124

No solo en esta vida hemos de santificar el alma espiritualmente, sino también el cuerpo corporalmente. En definitiva: El hombre ••• . 125

Ahora es el tiempo que me da Dios —con Su Gracia— para santificarme. Nadie puede ni podrá santificarme ni en pasados ni en futuros, sino en presentes ••• . 126

Cuántos quisieran que no hubiese que luchar para llegar a santos. La lucha es el signo del cristianismo ••• . 127

Sin tensión constante hacia la santidad (esa disponibilidad habitual a la voluntad de Dios), sin Fe profunda, sin humildad que conoce sus límites, sin caridad activa, nuestras palabras corren el peligro de ser con frecuencia más bien obstáculos que simiente ••• . 128

Lo más valioso, lo no material, lo que da auténtico valor al hombre (su santidad), no puede reducirse a número ••• . 129

Ibidem, p. 573. Obras Completas. Tomo VI, p. 96. Obras Completas. Tomo V, p. 626. Ibidem, p. 31. Ibidem, p. 287. Ibidem, p. 312.

No puede haber santidad más alta que imitar a Cristo y vivir plenamente para Él, después de haber muerto (en los muertos no hay relativismo) para el mundo; ni puede plantearse la exigencia de esta santidad más profunda, radical y absolutamente que como se plantea por el Bautismo, realizándose ya en nosotros (ex opere operato, dicen los teólogos) esa misma muerte al mundo y resurrección para Cristo ••• . 130

A través del testimonio y de la acción de estos militantes apóstoles, la Iglesia podrá realizar su labor santificadora en el mundo del trabajo ••• . 131

Hay dos zonas: la de la injusticia y la de la santidad evangélica, separadas por una estrecha frontera, que es la justicia natural que a todo hombre le ma nifiesta la conciencia. El cristiano, dejando atrás esta frontera, ha de situarse en la zona de la santidad, y cuanto más se adentre por esta zona, mejor es.

Esta zona de la santidad empieza en el Decálogo, pero no termina ahí, sino que se extiende indefinidamente. Sus características se hallan contenidas en las Bienaventuranzas ••• . 132

El centro es Dios en la Comunión de los Santos; el otro sentido prolongado conduce al infierno máximo, que es el alejamiento de Dios, y a la soledad infinita, sin encontrar jamás el fin ni el descanso. El peregrinar sobre la tierra, en definitiva, consiste en dar sentido a la marcha: o hacia el centro, y en esto consiste la santificación, o en sentido contrario ••• . 133

Resucitar con Cristo es para todo cristiano vivir íntegramente y en su totalidad las veinticuatro horas de cada día, una vida honrada, santificada por la Gracia ••• . Tampoco se ha de echar de menos tu alegría. Tu santa alegría. Un cristiano siempre encuentra hueco para la sonrisa, aun cuando todavía no haya conseguido lo justo ••• . 134 135

Ibidem, p. 358. Ibidem, p. 361. Ibidem, p. 363. Ibidem, p. 376. Ibidem, p. 428. Ibidem, p. 431.

El misterio de la Iglesia es la continuación histórica del misterio personal de Cristo. Dios vivo y palpitante en el Cuerpo de Jesús de Nazaret; Dios vivo y palpitante en el Cuerpo de la Iglesia.

¿Que esto no puede comprenderse? ¡Claro que no! Esto no puede comprenderse, pero puede creerse. Algunos lo han creído y han sido los superhombres que Nietzsche añoraba: los Santos ••• . 136

«Sentir con la Iglesia» nos exige ponernos en estado de «conversión » permanente. Hay una conversión que es la única que suele considerarse, y significa el pasar de «fuera» a «dentro» de la Iglesia.

Pero cuando se está dentro, todavía no se es santo, sino que, a lo más, se está en camino. En esta Iglesia Militante no hay «santos» en vida, pues sabemos que el que ha estado más cerca de Jesús, como Judas, puede desviarse en el último minuto.

Mientras se vive en la Iglesia Militante hay en cada uno una parte sana, otra cancerosa y otra excrementicia. Para la «conversión» de simple católico en santo es preciso que la parte cancerosa (egoísmo, soberbia, individualismo…) se reduzca hasta desaparecer ••• . 137

En estos momentos de tribulación solo una cualidad ha de dominar todas las otras en quien tenga la máxima responsabilidad en la obra, y es la santidad. Todas las otras cualidades de «vista», «mano izquierda», «dinamismo», «capacidad», «influencia», etc., etc., etc., no sirven de nada sin la santidad ••• . 138

Comprenderá que chocamos frecuentemente, pero nos lo perdonamos todo porque nos queremos en Xto. Y me parece que él me ayuda a santificarme, y yo a él ••• . 139

Ibidem, p. 448. Ibidem, p. 455. Obras Completas. Tomo VI, p. 93. Ibidem, p. 119, refiriéndose a su relación con don Eugenio Merino.

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