15 minute read
Vivir en santidad
Vivir así es posible, puesto que bastantes han vivido así contra viento y marea. No es un imposible, al que hay que renunciar «a priori», pues si además de disminuir las dificultades, se aumentan las facilidades, no es ningún absurdo lanzarse por este camino. Particularmente en estos tiempos en que se ha asistido y se asiste a tantos fracasos de sistemas basados en la lucha por la existencia, a veces descaradamente sin Dios, y a veces haciendo servir la idea de Dios como tapadera • . 63
Claro está que los fracasos aparentes (calvarios) del amor de Cristo no son más que esto: aparentes. O si se quiere: externos. Interiormente, cada fracaso so portado por puro amor de Cristo, lleva consigo una mayor plenitud de la unión con él, que es la Paz. Aquella paz que le pertenece en exclusiva, y que el mundo no puede dar. Por esto muchos temen el sacrificio, porque no lo han paladeado nunca. Los que lo han gustado, en cambio (los santos), ¡cómo hablan de él! • . 64
Advertisement
Entre los cristianos de hoy que vivimos en las mismas poblaciones, no hay más comunidad (¡y cuán precaria!) que la de la piedad externa en lo que está mandado. Lo demás (que es casi todo), como todo el mundo. Son muchos, afortunadamente, los que lamentan esto y se preguntan: ¿Qué se puede hacer, si hay que vivir, y vivir entre todos? Cristo clama atronadoramente la respuesta desde hace veinte siglos y no la oye nadie, más que los santos: Amaos los unos a los otros como Yo os he amado • . 65
63 64 65 Obras Completas. Tomo I, pp. 169-170. Ibidem, p. 266. Ibidem, p. 271.
Pero después de Pentecostés, los bautizados conscientes (que si lo son verdaderamente son santos) son el testimonio permanente en la historia del triunfo de Jesús, y proclaman incesantemente que la muerte es la vida y que la vida es la muerte • . 66
El amor del Dios de amor constituye una verdadera novedad cada vez que se manifiesta en sus santos, y el mundo nunca podrá acostumbrarse a él • . 67
Un hecho que, ahora, es para mí evidente, evidentísimo: Jesús es Dios. Y si el hecho de que Jesús es Dios me obliga a creer todo esto, el hecho histórico constante de la existencia de unos santos me muestra claramente que todo este «tinglado» no es solamente una teoría maravillosa, sino una práctica más maravillosa todavía • . 68
En esto tan sencillo consiste el seguir a Jesús. Me doy cuenta de que solamente lo pueden entender (para vivirlo) los «pequeños» que no son otros que los santos, pero que los sabios (los de la recta razón) y los prudentes (los del Derecho Natural) no podemos aceptar • . 69
Han existido (y existen) bautizados que han amado a las personas de su alrededor con una donación total de sí mismos, y tenemos testimonio de ellos en numerosas vidas de santos y por personas que conocemos • . 7 0
Para que se haga la voluntad de Jesús y no la mía, me es indispensable que yo tenga alguna voluntad; si no tengo voluntad alguna, podré pronunciar esta oración pero no la podré vivir, y todo quedará en palabras vacías de sentido. Para hacernos participar de su gloria, Jesús exige que le ofrezcamos conscientemente nuestra nulidad, y así se va renovando constantemente la maravilla del bautismo. Este juntar estiércol y tierra con semillas de vida hace que la santidad de Dios florezca entre los hombres; el gran milagro • . 71
66 67 68 69 70 71 Ibidem, p. 487. Ibidem, pp. 504-505. Ibidem, pp. 527-528. Ibidem, p. 535. Ibidem, p. 541. Ibidem, p. 557.
Yo, en nombre de mi miseria, me atrevo a pedir a los bautizados conscientes que me escandalicen cada vez más con su santidad, que imiten también en esto al Señor, que nos escandalizó hasta el paroxismo a los de la Sinagoga. Que viviendo el Único Mandamiento nos escandalicen a los débiles, que necesitamos los mandamientos no solo por decenas, sino por millares, y quisiéramos un mandamiento para cada lugar y para cada situación. Que me escandalicen viviendo la libertad santa de los hijos de Dios. Porque a fuerza de no querer escandalizar a los débiles con la santidad de los fuertes, parece que en la Iglesia no estamos ya más que los débiles, con la ley de Moisés a cuestas, y haciendo muchas cosas bonitas que tienen muy poco que ver con el mensaje redentor de Nuestro Señor Jesucristo • . 72
¿Qué ocurrirá con el entusiasmo cuando el que lo suscita es el Amor trinitario? Ocurrirá, ni más ni menos, lo que veinte siglos de experiencia nos muestran que ocurre con los santos, y de lo cual estoy tan lejos • . 73
No cuesta ningún trabajo imaginar que si una empresa productora COPIN • estuviera integrada por santos, desde el cargo de gerente al de peón, los reglamentos, las bases, las normas… serían perfectamente in útiles. Y marcharía a las mil maravillas, sin conflictos sociales, ni lucha de clases, ni intereses contrapuestos, ni… nada más que paz, armonía y comprensión • . 74 75
En el orden individual tenemos a los santos de todos los tiempos como testimonio permanente y vivo de la gran realidad de las paradojas evangélicas. Pero en el orden colectivo todavía estamos al principio de los balbuceos • . 76
Tengo ante mí dos maneras de ser cristiano: una (la buena, la de los santos) consiste en aceptar el vivir de Cristo en mí, renunciando por la muerte bautismal a mi miseria tan cargada de lógica humana; y otra (la de los no santos) es la que pretende que Cristo acepte mi vivir… ¡cómo vive todo el
72 73 74 75 76 Obras Completas. Tomo II, p. 163. Ibidem, pp. 171-172. COPIN: Cooperación Integral. Obras Completas. Tomo II, p. 340. Ibidem, p. 379.
mundo! Todo lo más que le daré serán algunos gestos y algunas palabras distraídas de vez en cuando… • . 77
El reino de Dios no se puede implantar, y mucho menos imponer; hay que buscarlo. El reino de Dios no es de este mundo, pero está en este mundo desde hace veinte siglos, pero no lo vemos ni lo encontramos (y con mayor razón no lo vivimos, excepto los santos) porque no lo buscamos antes que nada • . 78
Para mantenerse en esta conversión no hay más que una regla eficaz, que es la que han acreditado todos los santos que han sido, que son y que serán, y que en su esencia consiste en esto: no traicionar el don de Dios que se recibió en el Bautismo. Porque la fidelidad de los fieles se mide exactamente en la medida que no traicionan… en último término, pues, todo consiste en no traicionar a Cristo para poderse mantener en la línea de la cooperación integral, que no quiere ser otra cosa que la versión humana de la cooperación integral de las divinas Personas • . 79
Se me acusará (con razón si fuera cierto) de que pretendo presentar como una novedad algo que es consubstancial con la vida y la obra de la Iglesia, que no ha dejado nunca de engendrar santos que anteponían el reino de Dios y su justicia a todo lo demás •• . 80
Los que anden en estas tareas pongan su principal atención en su propia vivencia del cristianismo, purificándolo cada vez más, sabiendo que la difusión de nuestra religión no depende del número de los que la pregonan, ni de si hacen esto o aquello, sino de que sean (o no sean) santos. El santo es aquel que vive en Cristo y Cristo vive en él; y su signo es la fecundidad (a base siempre de calvarios previos; no se olvide), mientras que si nuestro vivir no es la santidad de Cristo, todos los éxitos fugaces y aparentes no conducen más que a la esterilidad •• . 81
77 78 79 80 81 Ibidem, p. 379. Ibidem, p. 379. Ibidem, p. 442. Ibidem, p. 445. Ibidem, p. 464.
Cierto que las tareas COPIN son propias de los seglares conscientes de su vocación a la santidad, pero no es menos cierto que esta vocación a la santidad necesita en todo momento la conexión con la Iglesia (con el cuerpo místico) a través del hombre consagrado, del sacerdote •• . 82
La Comunión como meta de la unidad y como punto de partida para la unidad. El círculo se cierra y ahí está nuestra fuerza para realizar aquella unidad que emule la de las Divinas Personas y que el Señor, en la última cena, pedía al Padre para los suyos. Comunión sacramental, para ir a la Comunión vital y Comunión vital para ir a la Comunión sacramental.
Esta Comunión de vida ha estado demasiado olvidada en estos siglos individualistas y solamente los santos la han tenido siempre en honor pero, para el común de los fieles, casi carecía de significado •• . 83
Hay que examinar el influjo del Espíritu en la constitución de un pueblo Santo, como sociedad perfecta, no como individuos perfectos. No dejar camino libre, por parte de los hombres, a la actuación del Espíritu Santo sería la causa que impediría y anularía la posibilidad de una santidad colectiva. La acción del Espíritu Santo sería la causa de una santidad de la sociedad como tal. Sería una acción eclesial, unitiva, constitutiva de santidad de la estructura social como tal •• . 84
Hay que aspirar a una Iglesia totalmente santa, que en este mundo será siempre semejante al cuerpo pasible de Cristo, no al glorioso. Tendrá, pues, manchas •• . 85
Nunca ha faltado ni faltará el pequeño núcleo de fieles (los santos de Dios) que constantemente han mostrado el Camino, la Verdad y la Vida •• . 86
82 83 84 85 86 Ibidem, p. 465. Obras Completas. Tomo III, p. 30. Ibidem, p. 49. Ibidem, p. 49. Ibidem, p. 79
Todos los redimidos por la Sangre de Cristo estamos llamados a la santidad, aunque cada uno de diferente manera: cada santidad individual ha de ser un reflejo y una partícula de la infinita santidad de Dios. Pero en la Iglesia hay dos grandes grupos perfectamente delimitados: los que han recibido el Sacramento del Orden y los que no lo hemos recibido. En términos generales, la santificación de los ordenados se fundamentará en la santificación de los seglares y la santificación de los no ordenados se centrará en la santificación de la sociedad.
La fórmula podrá resumirse así: para la construcción del reino de Cristo se precisan sacerdotes santos que construyan seglares santos, y seglares santos que construyan la sociedad santa. Así desaparecerían todos los peligros de clericalismo y de secularismo. Cada uno a lo suyo •• . 87
La santidad seglar que, en libros, sermones, consejos, nos proponen los eclesiásticos consiste en un ochenta por ciento en la parte preparatoria de la primera Semana de San Ignacio •• : no cometer pecados graves •• . Con el criterio imperante de santidad seglar, puramente preparatoria y pasiva, nada tiene de extraño que muchos espíritus fuertes y recios se sientan defraudados en sus ansias de justicia y de fraternidad y que busquen fuera de la Iglesia lo que en ella no encuentran •• . 88899 0
Es absurda toda mentalidad que quiera establecer categorías de responsables y de irresponsables. Claro está que no todos tienen la misma responsabilidad, pero no es menos claro que cada uno tiene la suya, toda la suya, sobre la que ha de construir su santificación, hasta las últimas consecuencias •• . 91
La dignidad interna (santidad) se regula por el grado de proximidad del cristiano con su modelo: Jesús •• . 92
87 88 89 90 91 92 Ibidem, pp. 154-155. Primera semana de los Ejercicios Espirituales. Obras Completas. Tomo III, p. 155. Ibidem, p. 155-156. Ibidem, p. 156. Ibidem, p. 157.
Dejando de lado los Santos, que han sido la excepción, los cristianos (de Constantino para acá) hemos puesto el acento en salvar el alma con lo que al individualismo terrenal añadíamos el individualismo trascendente •• . 93
Esto que hace el Señor en el bautizado (el gran milagro) pudo hacerlo de forma que después del Sacramento dominara de tal manera la naturaleza divina que en él se recibe, que el bautizado adquiriese una especie de nuevo instinto, que le obligara en todo momento a ajustar su vivir al vivir de Cristo. En una palabra; que los bautizados fuesen santos a la fuerza. Que produjeran flores de santidad con la misma naturalidad con que las abejas extraen miel de las flores. Que los santos fuesen santos de la misma manera que las piedras son piedras •• . 94
Hacer la misma tarea que los demás, pero a la manera de Cristo: ahí está su apostolado y su santificación: no en lo que hacen, sino en cómo lo hacen •• . 95
El cristianismo no puede ser eficaz más que en la medida de la santidad de los que lo propugnan. Cualquier otra consideración, que puede ser muy válida para el «mundo», no lo es para el cristianismo.
Hay que huir del «gigantismo» y de lo aparatoso, que nada tienen que ver con la humildad que Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó y nos inculcó •• . 96
Bien están los técnicos; bien están los organizadores; pero quienes nos son indispensables son los Santos; personas en cuyo corazón reina Dios como único soberano, que todo su esfuerzo se encamina en ser justos a los ojos de Dios. A éstos, a éstos que buscan el reino de Dios y su Justicia, y no a otros, son a los que todo se les dará por añadidura •• . 97
De manera que el que tiene mucho y da a la religión y da a la Iglesia una buena parte de sus bienes, pero el corazón se lo reserva, éste no ha dado
93 94 95 96 97 Ibidem, p. 276. Ibidem, p. 310. Ibidem, p. 321. Ibidem, p. 326. Ibidem, p. 410.
nada; pero el que no tiene nada y da su corazón, ampliamente, abundantemente, el Señor, con ese corazón generoso hace la obra maravillosa que tiene absortos nuestros ojos, esa obra que son capaces de hacer los hombres santos que conviven con nosotros en los suburbios, en las aldeas y en todas partes. Hay que tener un corazón generoso y un espíritu de entrega •• . Buscando santificarse a sí mismos al laborar intensamente en la santificación de sus hermanos •• . 9899
Mi cristianismo viene medido exactamente en la medida que Cristo encarne en mi persona, y cuanto mayor sea esta encarnación, tanto más me acercaré a la meta de los santos, que son los que pueden afirmar con verdad: «vivo yo, mas no soy yo quien vive en mí, sino Nuestro Señor Jesucristo ••• . 100
Y si —dejando aparte y muy alto la especial y única forma con que Cristo encarnó en el cuerpo y en el alma de su bendita madre— pasamos a considerar los santos de la Iglesia, que todos, sin excepción posible, han encarnado a Cristo, y ésta es la nota que los unifica a todos, vemos que esta encarnación se ha efectuado sin destruir la naturaleza humana de los santos, excepto en una sola cosa: el pecado. La única cosa que estorba la encarnación de Cristo en mi corazón no es mi naturaleza: son mis pecados. Si yo renunciara «de hecho» a todo pecado, el Señor encarnaría en mí, aprovechando mi naturaleza para santificarme: mi fogosidad o mi mansedumbre, mi ciencia o mi sencillez, mi fortaleza o mis enfermedades. Todo lo que no es pecado. Dios lo aprovecha, lo eleva al encarnar en el cristiano que, renunciando a sí mismo, toma su cruz y le sigue •• • . 101
Realmente, ninguna de sus sectas puede ofrecer ni de lejos el espectáculo de una gran aproximación al «espíritu de Cristo», como la Iglesia católica a través de sus santos y de sus sinceros creyentes. Esto trae a mi mente la solución: los Santos. Ciertamente, en el mundo andamos y anduvieron revueltos siempre, dentro de la Iglesia, los santos y
98 99 Ibidem, p. 415. Ibidem, p. 421. Ibidem, p. 424. Ibidem, pp. 424-425.
los que no lo somos, y de tejas abajo formamos una sola agrupación. Solo Dios sabe exactamente, de los que están en su Iglesia, quiénes son los que le sirven con corazón recto, frente a los que viven como si quisieran poner a Dios como tapadera y justificación de sus concupiscencias. Los santos…, puedo seguir el ejemplo de un Calvino o el de un Íñigo de Loyola. Esta es mi disyuntiva: separarme de la Iglesia bajo pretexto de que hay en ella muchos malos o lanzarme con todas mis fuerzas a reparar los defectos con las cualidades opuestas; vencer al mal con la abundancia del bien •• • . 102
Misión de toda la Iglesia es formar cristianos santos •• • . A veces se dice que la misión de la Iglesia es la de formar santos y no caudillos, y es verdad. Pero no menos verdad que el santo tiene que dar testimonio del evangelio en todo momento y en todos los planos. Y hay ocasiones en que algunos hombres, para ser santos, han de prepararse para ser jefes •• • . 103 104
Si alguien dice de mí —delante de mí— que soy un santo, parece que la humildad ha de entrar en juego, y hay que hacer protestas de indignidad y bajeza, diciendo: ¡qué más quisiera yo! Todo lo más que puede aceptarse (parece) es que se tenga una santidad muy pequeña, sin ningún valor. Mi santidad (si estoy en Gracia), es enorme, inmensa, don magnífico y grandioso de Cristo, en la que tengo tan poca parte personal activa que, cuando se busca con una lupa, es dificilísimo encontrar algo. Lo único que puedo hacer es no resistir a la Gracia… pecando; y aun esto no puedo hacerlo con solo mis fuerzas: necesito la ayuda divina. Soy santo, por la Gracia de Dios. Toda mi santidad es participada; la humildad verdadera no niega esto, sino que pone las cosas en su lugar.
Una comparación: se alaba un avión que ha realizado un vuelo extraordinario, y vemos un obrero que se pone todo colorado y confuso, y balbucea que
Obras Completas. Tomo IV, p. 46. Obras Completas. Tomo III, p. 490. Ibidem, p. 517.
la cosa no es para tanto, que no tiene gran importancia, que lo que hacen otros sí que tiene mérito… Cree, ¡infeliz!, que tiene que tomar esta actitud por humildad, porque… ¡como él fue el que quitó las calas al avión en el momento de emprender su vuelo triunfal…! •• • 105
Obras Completas. Tomo V, pp. 375-376.