Es un buen tipo mi viejo
Mi Padre, cuando Yo tenía..... 4 años : Mi papá puede hacer de todo. 5 años : Mi papá sabe un montón. 6 años : Mi papá es más inteligente que el tuyo. 8 años : Mi papá no sabe exactamente todo. 10 años : En la época en que mi papá creció, las cosas seguramente eran distintas. 12 años : Oh, bueno, claro,mi padre no sabe nada de eso. Es demasiado viejo para recordar su infancia. 14 años : No le hagas caso a mi viejo. ¡Es tan anticuado! 21 años : ¿Él? Por favor, está fuera de onda, sin recuperación posible. 25 años : Papá sabe un poco de eso, pero no puede ser de otra manera, puesto que ya tiene sus años. 30 años : No voy a hacer nada hasta no hablar con papá. 40 años : Me pregunto cómo habría manejado esto papá. Era inteligente y tenía un mundo de experiencia. 50 años : Daría cualquier cosa por que papá estuviera aquí para poder hablar esto con él. Lástima que no valoré lo inteligente que era. Podría haber aprendido mucho de él. Ann Landers 1
Poema al Padre. Oye negra, ¿Te puedo hablar? ya los chicos se han dormido Asi que, así que deja el tejido que después te equivocas Hoy te quiero preguntar Por qué motivo las madres amenazan a sus hijos Con ese estribillo fijo de ¡Ah, cuando venga tu padre! Y con tu padre de aquí y con tu padre de allá Resulta de que al final al verme llegar a mí Lo ven entrar a Caín y escapan por todos lados Y yo, que vengo cansado de trabajar todo el día recibo de bienvenida una lista de acusados Tú empiezas con tus quejas y yo tengo que enojarme Igual que hacía mi padre al escuchar a su vieja Entraba a fruncir la ceja apoyando a ese fiscal Que en medio del temporal se erigía en defensora Lo mismo que tú ahora que siempre me dejas mal Si los perdono, ¡que ejemplo! ¡es así como los educas! Si los castigo, ¡no tienes sentimientos! A mí, a mí que llegué contento y no tuve más remedio que poner cara de serio Y escuchar tu letanía A mí, a mí que me paso el día pensando en jugar con ellos 2
yo sueño en llegar a casa y olvidarme felizmente del trabajo de la gente y de todo lo que pasa Los hijos son la esperanza y el porqué de nuestras vidas Por eso nunca les digas ¡ah, cuando venga tu padre! No quiero encontrar culpables quiero encontrar alegría que no me pongas de escudo como lo hacía mi madre que consiguió que a mi padre lo imaginara un verdugo El llegaba y te aseguro que se acababan las risas Y en lugar de una caricia o hablarle como a un amigo lo miraba compungido presintiendo una paliza y el pobre que me entendía, sacudiendo la cabeza escuchaba con tristeza lo que mi madre decía Y que él, y que él de sobra sabía Que con éste no se puede, que me pinta las paredes que trajo las suelas rotas, que la calle, la pelota que me saca canas verdes ¡a la cama sin cenar! Aburrido me ordenaba mi madre me consolaba y yo, yo lo culpaba a él a él que había llegado recién de trabajar, cansado y ya lo había yo amargado con todas mis travesuras los hijos nunca analizan el sentimiento del padre porque el brillo de la madre es tan fuerte que lo eclipsa
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sólo le hacemos justicia cuando nos toca vivir a nosotros su problema ay, si mi padre viviera ¡que recién lo comprendo! Y por qué nunca me dijo lo mucho que me quería Si hoy yo sé cuanto sufría al ver enfermo a su hijo Por qué me miraba fijo el primer pantalón largo Y sé que, hasta me habrá besado cuando yo estaba dormido Hoy que todo lo comprendo Por qué no estás a mi lado Por qué no estás ahora para besarte bien fuerte Viejo lindo Y ofrecerte mi cariño a todas horas Ves a tu hijo que llora, pero llora con razón Porque te pide perdón pensando en aquellos días En que ciego no veía que eras puro corazón Déjame negra que llore, es tan lindo desahogarse En fin, veamos, veamos que hacen nuestros Futuros señores. Mira esos pantalones Tápale un poco a la nena Si, si ya sé, no me lo digas Hoy se fué a la calle sola Acuéstate rezongona, mañana, mañana será otro día. Héctor Gagliardi.
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Cena familiar Mi padre nunca hablĂł en la cena sin embargo yo escuchaba un rumor de trenes un constante martilleo de polvo y veĂa sus cicatrices orgullosas sobre el mantel sus brazos levantando los muros de su llanto y lo que yo escuchaba era la voz de mi sangre cada noche en la misma mesa Edgar RincĂłn Luna
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Mi viejo Es un buen tipo mi viejo que anda solo y esperando, tiene la tristeza larga de tanto venir andando.
El tiene los ojos buenos y una figura pesada; la edad se le vino encima sin carnaval ni comparsa.
Yo lo miro desde lejos, pero somos tan distintos; es que creciĂł con el siglo con tranvĂa y vino tinto.
Yo tengo los aĂąos nuevos y el hombre los aĂąos viejos; el dolor lo lleva adentro y tiene historia sin tiempo.
Viejo mi querido viejo ahora ya camina lerdo; como perdonando el viento yo soy tu sangre mi viejo Yo, soy tu silencio y tu tiempo.
Viejo mi querido viejo, ahora ya camina lerdo como perdonando al viento; yo soy tu sangre mi viejo. yo, soy tu silencio y tu tiempo. Piero
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Carbón Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir mi Lebu en dos mitades de fragancia, lo escucho, lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces, cuando el viento y la lluvia me mecían, lo siento como una arteria más entre mis sienes y mi almohada. Es él. Está lloviendo. Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor a caballo mojado. Es Juan Antonio Rojas sobre un caballo atravesando un río. No hay novedad. La noche torrencial se derrumba como mina inundada, y un rayo la estremece. Madre, ya va a llegar: abramos el portón, dame esa luz, yo quiero recibirlo antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino para que se reponga, y me estreche en un beso, y me clave las púas de su barba.
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Ahí viene el hombre, ahí viene embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso contra la explotación, muerto de hambre, allí viene debajo de su poncho de Castilla. Ah, minero inmortal, ésta es tu casa de roble, que tú mismo construiste. Adelante: te he venido a esperar, yo soy el séptimo de tus hijos. No importa que hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años, que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto, porque tú y ella estáis multiplicados. No importa que la noche nos haya sido negra por igual a los dos. —Pasa, no estés ahí mirándome, sin verme, debajo de la lluvia. Gonzalo Rojas
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El padre, el hijo y los clavos Un padre entregó a su hijo un puñado de clavos, una tabla, un martillo y le dijo. - Cada vez que tu conciencia te diga que has hecho o dicho algo que no esta bien, clava un clavo en la tabla. Cuando hayas terminado me avisas. A pocos días, el niño llevó al padre la tabla llena de clavos. - Bien dijo el padre, y mientras tomaba el martillo de la mano del niño le daba una tenaza, agregó: - Ahora te propongo otra cosa. Cada vez que estés seguro de haber procedido bien, arranca un clavo. En menos tiempo que le había llevado clavar los clavos, el hijo volvió con la tabla vacía. - Los desclave todos papá, – exclamo con mucha alegría. El padre lo abrazó y le dijo emocionado: - Me siento feliz al comprobar que en tan corto tiempo has logrado compensar tu proceder anterior. Pero si observas la tabla verás que cada clavo ha dejado su huella. Recuérdalo. Lev Tolstoi
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Para mi padre Cuantas cosas son necesarias decir antes que sea demasiado tarde. Escucho tanta gente sufrir del recuerdo, del instante no queriendo admitir, aceptar lo irreparable, lamentos, gritos, dolor, sin ni siquiera ya escucharse, por eso hoy quiero escribir. Escribir para mi padre que lo tengo hoy aquí, y reparar lo irreparable… Yo siempre pienso en ti, mi viejo inolvidable, y hoy te digo te amo. Gracias por ser mi padre… Los recuerdos de niño, de cuando te veía gigante, y hoy que soy adulto…. Te veo aún más grande. Por eso hoy te digo… ¡Te amo padre… antes que sea demasiado tarde! Autor desconocido
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Algo sobre la muerte del Mayor Sabines V De las nueve de la noche en adelante, viendo televisión y conversando estoy esperando la muerte de mi padre. Desde hace tres meses, esperando. En el trabajo y en la borrachera, en la cama sin nadie y en el cuarto de niños, en su dolor tan lleno y derramado, su no dormir, su queja y su protesta, en el tanque de oxígeno y las muelas del día que amanece, buscando la esperanza. Mirando su cadáver en los huesos que es ahora mi padre, e introduciendo agujas en las escasas venas, tratando de meterle la vida, de soplarle en la boca el aire... (Me avergüenzo de mí hasta los pelos por tratar de escribir estas cosas. ¡Maldito el que crea que esto es un poema!) Quiero decir que no soy enfermero, padrote de la muerte, orador de panteones, alcahuete, pinche de Dios, sacerdote de penas. Quiero decir que a mí me sobre el aire...
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VI Te enterramos ayer. Ayer te enterramos. Te echamos tierra ayer. Quedaste en la tierra ayer. Estás rodeado de tierra desde ayer. Arriba y abajo y a los lados por tus pies y por tu cabeza está la tierra desde ayer. Te metimos en la tierra, te tapamos con tierra ayer. Perteneces a la tierra desde ayer. Ayer te enterramos en la tierra, ayer.
IX Te fuiste no sé a dónde. Te espera tu cuarto. Mi mamá, Juan y Jorge te estamos esperando. Nos han dado abrazos de condolencia, y recibimos cartas, telegramas, noticias de que te enterramos, pero tu nieta más pequeña te busca en el cuarto, y todos, sin decirlo, te estamos esperando.
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XV Papá por treinta o por cuarenta años, amigo de mi vida todo el tiempo, protector de mi miedo, brazo mío, palabra clara, corazón resuelto, te has muerto cuando menos falta hacías, cuando más falta me haces, padre, abuelo, hijo y hermano mío, esponja de mi sangre, pañuelo de mis ojos, almohada de mi sueño. Te has muerto y me has matado un poco. Porque no estás, ya no estaremos nunca completos, en un sitio, de algún modo. Algo le falta al mundo, y tú te has puesto a empobrecerlo más, y a hacer a solas tus gentes tristes y tu Dios contento. XVI (Noviembre 27) ¿Será posible que abras los ojos y nos veas ahora? ¿Podrás oírnos? ¿Podrás sacar tus manos un momento? Estamos a tu lado. Es nuestra fiesta, tu cumpleaños, viejo. Tu mujer y tus hijos, tus nueras y tus nietos venimos a abrazarte, todos, viejo. 13
¡Tienes que estar oyendo! No vayas a llorar como nosotros porque tu muerte no es sino un pretexto para llorar por todos, por los que están viviendo. Una pared caída nos separa, sólo el cuerpo de Dios, sólo su cuerpo. XVII Me acostumbré a guardarte, a llevarte lo mismo que lleva uno su brazo, su cuerpo, su cabeza. No eras distinto a mí, ni eras lo mismo. Eras, cuando estoy triste, mi tristeza. Eras, cuando caía, eras mi abismo, cuando me levantaba, mi fortaleza. Eras brisa y sudor y cataclismo, y eras el pan caliente sobre la mesa. Amputado de ti, a medias hecho hombre o sombra de ti, sólo tu hijo, desmantelada el alma, abierto el pecho, Ofrezco a tu dolor un crucifijo: te doy un palo, una piedra, un helecho, mis hijos y mis días, y me aflijo. Jaime Sabines 14
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