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Desde la gestión pública, social y comunitaria, teniendo en cuenta un enfoque

su baja disposición al cuidado, la exposición a escenarios públicos o conglomeraciones para cumplir su papel de proveeduría (irrupción de las medidas de aislamiento), no utilizar tapabocas de manera adecuada, ni realizar el lavado de manos periódicamente como muestras de virilidad. A su vez, es probable que sean las mujeres quienes asuman el cuidado de los hombres enfermos por ser una práctica naturalizada para ellas, generando mayor carga en trabajo no remunerado y menos posibilidades de participar en actividades remuneradas.

Número de suicidios en Nariño desagregados por sexo con corte a julio 2020.

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27

12

Hombres

Mujeres

El campo emocional de los hombres y su cuidado es generalmente vinculado a la intimidad, cualquier asomo de expresión de esta privacidad es considerada como síntoma de debilidad y fragilidad masculina. Una de las emociones más aceptada socialmente para los hombres es la ira, y por ello, en muchas situaciones utilizan la violencia para gestionar los conflictos. Esta situación propia de las masculinidades hegemónicas podría estar generando tensiones emocionales en los hombres que podría evidenciarse desde las cifras de suicidio desagregadas por sexo; de acuerdo a los reportes del Instituto Nacional de Medicina Legal, en Nariño, entre enero a julio del año 2019 se reportaron 41 casos en hombres y 7 en mujeres, en el mismo periodo durante el año 2020 se reportaron 27 casos en hombres y 12 en mujeres. Aunque el número de casos disminuye para los hombres se evidencia que se mantiene la proporción de suicidios en hombres sobre las mujeres, lo que indica el riesgo que experimentan en relación con la ausencia de cuidado mental y emocional.

Frente a la salud sexual y reproductiva como una práctica de cuidado, se evidencia de acuerdo a la ENDS que, durante el 2015, el 87,9% de los hombres nariñenses y 85,9% de las mujeres que se encontraban en una relación de pareja, utilizaban métodos anticonceptivos. Sin embargo, el 79,8% de las mujeres y el 81,9% de los hombres reportaron la utilización de métodos modernos de planificación como la esterilización femenina y el implante anticonceptivo. “El porcentaje de métodos de planificación relacionados con la fisiología del hombre no alcanza el 7%, lo cual indica que, si bien un porcentaje alto de hombres encuestados planifican, la mayoría utiliza métodos que no involucran su propio cuerpo sino el de la mujer” (OBGN, 2020).

El bajo involucramiento de los hombres en el cuidado de la salud sexual a nivel personal y de pareja, ha sido promovido a su vez, por los enfoques de las políticas y programas públicos que han vinculado a las mujeres como actoras principales en la prevención de ITS y embarazos no planificados, y es por esto también un reto para el estado involucrar a los hombres en acciones particulares para que se vinculen como actores de cambio y liderazgo en torno a la sexualidad y la reproducción, lo cual puede repercutir positivamente en prácticas de autocuidado y la corresponsabilidad en los cuidados de hijos e hijas, a partir de decisiones más conscientes e informadas. Se evidencia entonces, que la masculinidad hegemónica atenta contra el bienestar de los hombres mismos, de su propia corporalidad, salud mental y emocional, para reafirmar la hombría. Una masculinidad de cuidados involucra el reconocimiento del cuerpo de los hombres como sujeto de derechos, en busca del bienestar físico, mental y emocional.

04 /// Masculinidades y economía del cuidado.

Las mujeres han ingresado lentamente al ámbito público y económico fortaleciendo el modelo de producción, sin embargo, la doble carga que recae en ellas por asumir el cuidado doméstico y a su vez participar en el mercado laboral, ha afectado su calidad de vida. La contingencia por COVID-19 no ha sido ajena a dicha realidad, inclusive las cargas hacia las mujeres se han incrementado significativamente y de manera desproporcional en esta emergencia, profundizando las desigualdades. Es por eso que estrategias para el reconocimiento, la reducción y la redistribución de los cuidados entre la familia, la sociedad y el estado, son prácticas necesarias para reducir las brechas de desigualdad y aportar al desarrollo de las regiones.

Para comprender mejor este fenómeno, es necesario conocer algunos datos y cifras frente al uso del tiempo y condiciones de empleabilidad. En Nariño, durante el 2018 (OBGN, 2020) el 50% de las mujeres y el 27% de los hombres se encontraban en condiciones de desempleo, indicando una significativa brecha de 23 puntos porcentuales.

Ahora bien, de la población que se encuentra ocupada en Nariño, el 5% de los hombres y el 4,5% de las mujeres cuentan con vínculo laboral formal, y el 8% de hombres junto con el 7% de las mujeres con vinculación como independientes, con afiliación a seguridad social, esto hace evidente que además de las limitaciones para que las mujeres accedan al mercado laboral, cuando lo hacen, no gozan de las condiciones laborales óptimas en comparación con los hombres, sumado a ello la reproducción de estereotipos tradicionales de género en el ámbito laboral que promueven la discriminación y violencia hacia las mujeres limita mucho más su desarrollo y autonomía económica.

La división sexual del trabajo fortalecida por los estereotipos tradicionales de género, es un factor que impide que las mujeres accedan a cargos que representen mayores ingresos. Durante el año 2018, (OBGN, 2020) el índice de segregación ocupacional indica que las mujeres están vinculadas a cargos de cuidado como empleadas domésticas (97), trabajadoras familiares sin remuneración (3) y trabajadoras en servicios generales (4), mientras que en cargos superiores como empleadoras (0,3), conductoras de maquinaria y servicio de transporte (0,18), cargos de dirección o funcionaria superior (0,57) aparecen infrarrepresentadas, indicando que estos cargos son ocupados principalmente por hombres, reafirmando las brechas laborales existentes y desigualdades en oportunidades y derechos en el mercado laboral.

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