Riego

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2. Tecnología de producción

Además de estos sensores, otros relacionados con el funcionamiento de las infraestructuras hidráulicas, pueden aportar información de gran interés para una óptima gestión integral de las explotaciones. Éste es el caso de los sensores de presión, que, instalados estratégicamente en puntos concretos de redes extensas de distribución de agua a presión, como las que encontramos en muchas comunidades de regantes, pueden facilitar información en tiempo real para el control y gestión de incidencias, como averías (Pérez-Padillo et al., 2020), lo que supone reducir las pérdidas de agua y asegurar que los sistemas de riego funcionen a las presiones adecuadas. La evolución en las técnicas de riego, incorporación de tecnología y sensores, da lugar a grandes volúmenes de información que, más allá de la gestión diaria de las explotaciones, permiten además generar modelos de predicción a mayor escala, mediante su tratamiento basado en técnicas de Big Data e Inteligencia Artificial. De esta forma es posible, por ejemplo, anticipar la demanda de riego, a escala de parcela (González Perea et al., 2018) y de comunidad de regantes (González Perea et al., 2015), y con ello facilitar la gestión de las infraestructuras y la contratación de las tarifas eléctricas, para optimizar los costes en grandes agrupaciones de agricultores. 5.2. Energía verde para el regadío El aumento exponencial en la demanda energética experimentada tras la modernización del regadío, debido en su mayor parte a la presurización de las redes de distribución de agua, se tradujo en un aumento significativo de los costes de explotación para muchos agricultores. Numerosos estudios centraron sus objetivos en la eficiencia energética del regadío, demostrando cómo la detección de puntos críticos y la sectorización podían mejorar sustancialmente la optimización energética del sistema de riego (Fernández García et al., 2013; González Perea et al., 2014). Esto se vio aún más agravado con la subida generalizada de los precios de la energía, lo que despertó un gran interés en la búsqueda de sistemas alternativos de abastecimiento. En un contexto de calentamiento global y cambio climático, esta búsqueda también ha implicado la apuesta por fuentes de energía renovables. La principal de ellas ha sido la energía solar fotovoltaica, la cual se presenta, a simple vista, como una opción con un gran potencial para el sector de la agricultura, ofreciendo energía libre de emisiones de gases efecto invernadero, útil para zonas con y sin acceso a la red eléctrica. Sin embargo, la energía solar es una tecnología directamente dependiente de las variables meteorológicas. En concreto, la producción fotovoltaica depende, principalmente, de la irradiancia, viéndose influenciada también por la temperatura (López-Luque et al., 2015). Esto se traduce en una cierta inestabilidad en la producción de energía, reflejada en altibajos en la producción durante el día, con la aparición de nubes, o la nula producción de energía durante las noches, lo que reduce la libertad del regante. Aun así, la energía fotovoltaica es una de las alternativas a la energía eléctrica y los generadores diésel cada vez más común en la agricultura de regadío, permitiendo abastecer parcial o totalmente la demanda de energía de la explotación. Las soluciones más extendidas en el sector del regadío, para la integración de la energía fotovoltaica como fuente de suministro energético, se basan, principalmente en: (i) la hibridación del sistema con otras fuentes de energía renovable, como la energía eólica; (ii) el

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