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1. Introducción a la robótica agrícola
1. Introducción a la robótica agrícola
Puede resultar extraño, aunque cada vez menos, que dediquemos un capítulo de esta colección a hablar de robots para el campo, pero si analizamos las publicaciones científicas, sesiones en congresos, novedades en ferias y las notas de prensa difundidas por empresas líderes del sector durante la última década, encontramos a la robótica como protagonista junto a temáticas afines como la agricultura de precisión, la digitalización y la inteligencia artificial. Pese a las ideas preconcebidas que residen en nuestra memoria, la mayor parte de ellas provenientes del cine y la literatura, definir lo que es un robot no resulta nada fácil. Según Jordan (2016), hay tantos tipos y formas de robots que no ha sido posible llegar a un enunciado universal, siendo muchas las definiciones, y gran parte de ellas basadas en la aplicación particular del que las define. Sin embargo, sí es posible llegar a un consenso en el que podemos hablar de máquinas avanzadas con la facultad de percibir el entorno con sensores, procesar esa información sensorial para tomar decisiones, y ejecutar acciones mediante diversos actuadores. Es, por tanto, necesario, afinar un poco más en el concepto de robot agrícola tal como lo vamos a entender en este capítulo.
A pesar de que ha habido muchos intentos a lo largo de la historia para automatizar mecanismos, baste como ejemplo el fascinante ingenio de Ramón Llull en el siglo XIII para mecanizar el razonamiento mediante sus ruedas lógicas (Russell y Norvig, 2003), los primeros robots, tal como los entendemos hoy en día, hicieron su aparición en los años cincuenta para la industria automovilística, solicitándose la primera patente en 1954 y concediéndose en 1961. Estos inventos pioneros de la robótica eran máquinas estáticas que operaban en entornos cerrados y seguros, y que basan su funcionamiento en la repetición precisa de una rutina de trabajo. Sin embargo, la producción agraria mayoritariamente ocurre en entornos abiertos y amplios donde el desplazamiento de los vehículos es una necesidad. Es obvio que los robots industriales de las cadenas de montaje ofrecen ventajas muy limitadas en agricultura, a excepción de casos concretos en invernaderos o viveros donde brazos robóticos se han utilizado para trasplantar o injertar plantas, como por ejemplo crisantemos y geranios (Kondo et al., 2011), pero hay un tipo de robot estático que merece mención aparte por ser el robot más extendido en el entorno rural: el robot de ordeño. Aun así, los robots de ordeño suponen un caso muy particular dentro de la producción agropecuaria, y el hecho de que permanezcan inmóviles elimina gran parte de los retos a los que se enfrentan los robots de campo, objetivo de este capítulo. Por tanto, vamos a entender la robótica agrícola como la siguiente etapa dentro de la mecanización agraria, por la cual al necesitar las máquinas agrícolas ser más eficientes y no poder aumentar su tamaño, tienen que ser más inteligentes. Pero, ¿qué significa ser inteligente cuando nos referimos a un ente inanimado? He aquí un término omnipresente que puede generar bastante confusión entre neófitos cuando lo aplicamos fuera del entorno humano, donde se da la inteligencia verdadera, pero que en nuestro caso particular podemos enunciar sin que quede atisbo de ambigüedad. Una máquina o vehículo inteligente, como lo es un robot, es una máquina dotada de técnicas de inteligencia artificial con el objetivo de automatizar algunas de sus funciones primordiales. Este grado de automatización puede ser ligero, como el seguimiento del brazo de descarga de una cosechadora para no desparramar grano fuera del remolque recolector, o sofisticado, como el guiado automático de un tractor en una parcela de contorno irregular. La inteligencia artificial es una disciplina que se inició en los años cincuenta del siglo pasado y hoy en día está bien asentada, con infinidad de aplicaciones útiles para controlar vehículos agrícolas, como por