DF: "La clase dirigente está cada vez más lejos"

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Diario Financiero - VIERNES 18 DE NOVIEMBRE DE 2016

humanitas

Por Marco Dotti *

Miles de personas salieron a las calles de Nueva York después de la noche electoral bajo el grito “he’s not my president”. Pero la rabia del día después, acompañada de los eslóganes radicales de moda, sirve de muy poco y explica todavía menos. Por ejemplo, no explica la razón por la cual casi sesenta millones de americanos eligieron el 8 de noviembre a Donald Trump y su versión del american dream. Entre las “murmuraciones” de las élites decepcionadas y el grito silencioso de una América profunda que espera, más entre tanto pone sus esperanzas en una figura equivocada, ¿de verdad no hay otra opción? Ese grito esconde un malestar radical, que nace del yo y sale a la luz, ¿pero hasta dónde va a llegar, teniendo en cuenta que la política, siempre dispuesta a adaptarse a las instancias financieras, ya no

ENTREVISTA A GIORGIO VITTADINI

“La clase dirigente está cada vez más lejos” sabe escuchar el corazón de un país? Hablamos con Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación por la Subsidiariedad, profesor de Estadística en la Universidad Estatal de Milán, quien conoce bien EEUU. -Profesor Vittadini, francamente, ¿usted se esperaba este triunfo de Trump? - No me lo esperaba. Pensaba que el stablishment americano, que se había puesto del lado de Clinton, desplegaría todos sus recursos en contra de Trump. Recordemos que las cien mayores empresas norteamericanas han financiado a Clinton, todos los grandes periódicos estaban en contra de Trump. Clinton unía el poder de Washington y el financiero. -En el lugar que considerábamos la “izquierda” demócrata se abre ahora una gran vorágine. - No se tiene en cuenta que en Estados Unidos la primera causa de mortalidad por debajo de los 40 años es la sobredosis, que existe un número creciente de suicidios juveniles, una violencia que no deja de crecer, masacres continuas y una tensión racial que está al límite, y no se ha producido polarización en torno a estas cuestiones. Es evidente que hay un poder al que no le importan estos temas, ni el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase media, donde muchos no llegan a final de mes y donde la movilidad

*Redactor de Páginas Digital

vertical se ha reducido considerablemente. La clase dirigente parece estar cada vez más lejos. Y no solo el poder político, también el de la información. -¿La América profunda ya no sigue ciertos puntos de referencia y se rebela? - La costa este y California no son “América” sino una de las dos Américas. La otra es la del centro, el medio oeste y el sur, donde el Bible Belt (“cinturón de la Biblia”) se une con el “cinturón de hierro”, los viejos estados de la industrialización que ahora están en declive. Evidentemente, esta América no está hecha de grandes metrópolis donde se concentra la riqueza, sino de una clase trabajadora que vive de su esfuerzo cotidiano en su realidad local. -Aparte del desastre de Clinton, estas elecciones marcan el fin de la era Obama. - En política exterior, la era Obama ha supuesto una tragedia y ha llevado, también gracias a Clinton, a la destrucción de Libia, al intento de desestabilización en Egipto, al

empeoramiento en las condiciones de vida de Iraq y al intento de acabar con la Siria de Assad. Obama ha promovido una ideología igual y contraria a la de la “guerra de religión” de Bush, y ha tenido efectos igualmente devastadores. Pero creo que ha hecho todo lo que tenía en su mano para intentar resolver la situación económica de su país después de la gran crisis de 2008. Pero está claro que no ha sido suficiente para convencer a la América profunda. -Ante esta situación, ¿el populismo es la única respuesta? - Hay dos respuestas posibles. Una ya la ha mencionado usted y es el populismo al estilo Trump, que vive de extremas simplificaciones y banalizaciones pero es incapaz de decir las cosas como son. Es la misma incapacidad de los demás populismos: me dirijo a tus vísceras y tú me crees. Pero hay una segunda respuesta que el poder no ha buscado nunca en estos años y sigue sin buscar, y es tomar conciencia

Entre las “murmuraciones” de las élites decepcionadas y el grito silencioso de una América profunda que pone sus esperanzas en una figura equivocada, ¿de verdad no hay otra opción?


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VIERNES 18 DE NOVIEMBRE DE 2016 - Diario Financiero

Trump, lo que nos incumbe Por Jaime Antúnez Aldunate

de la complejidad de la realidad. En general, la izquierda mundial ha abrazado el liberalismo capitalista dejando que el mundo de la economía real y del trabajo se fuera a la deriva. Un mundo que ha dejado de cultivar los ideales en los que creer y por los que luchar. Yo no creo en la ideología de Trump, pero creo que la respuesta al populismo no es esta izquierda mundial que, habiendo abrazado el liberalismo, abandonando a Keynes, se aboca al desastre total. -En su primer discurso, Trump se ha presentado casi vestido de neokeynesiano… Cito: “reconstruiremos nuestras autopistas, puentes, galerías, aeropuertos, escuelas, hospitales. Vamos a reconstruir nuestras infraestructuras y pondremos a millones de nuestra gente a trabajar en esa reconstrucción. También nos haremos cargo de nuestros grandes veteranos, que han sido tan fieles y a los que he aprendido a conocer en este viaje de 18 meses”. -Veremos. Ciertamente, la izquierda mundial, que en todas partes ha abrazado lo peor del liberalismo de mercado salvaje, debe preguntarse hacia dónde va. Porque esto no tiene nada que ver con la izquierda, sencillamente el poder financiero se ha comido a la política. Sin duda no se puede hacer frente a un Trump con la altivez de las finanzas ni con la arrogancia de los grandes periódicos insultando a la gente y explicándoles lo que deben o no deben pensar. Hace falta educación y hace falta una economía que esté más cerca de la gente. -¿Cree usted que eso es posible? - Hay que preguntarse qué habría pasado si los demócratas, en vez de caer en las obsesiones de Hillary Clinton, hubieran optado por Sanders. -¿Qué cree que habría pasado? - Creo que Sanders habría ganado. Pero han defendido el poder, sin ni siquiera intentar

parecer defensores de la justicia social, y esto ha supuesto su fin. -¿Cree usted que existe una tercera solución? - No sé si de izquierdas, de derechas o de centro, pero creo que la recuperación solo es posible partiendo de la iniciativa de los individuos y de las realidades sociales y económicas, con un sistema de subsidiariedad y participación del Estado en la economía. En este tiempo el premio Nobel de economía James Heckman también ha hecho una gran crítica a la escuela americana, diciendo que no ha afrontado el impacto de las dimensiones humanas en el saber y en la economía, sino que ha hecho de la neutralidad eficientista y mecánica su pensamiento dominante. Una escuela que no es capaz de generar sujetos realmente conscientes y críticos. Además, Wall Street no es el centro del mundo, y la gente ya no puede más. Por este motivo, la verdadera respuesta es la recuperación de una educación del yo, de los vínculos, de los ideales, de la reconstrucción “desde abajo”. -Un poco de justicia social no le vendría mal a esta izquierda que se ha olvidado de ella… - La izquierda de Kennedy en los años sesenta era, si queremos, muy estatalista y utópica, pero al menos tenía en el centro la cuestión de la justicia social. Obama lo intentó con la reforma sanitaria, pero con resultados dudosos que han pesado mucho sobre la clase media, que ya había sido bastante penalizada en esta crisis. -¿Qué espera usted ahora? - Francamente, no espero mucho de Trump. Espero que, como todos los presidentes, se tranquilice. No estoy por los ímpetus populistas en ningún lado. Pero hace falta una respuesta que no sea la superioridad despreciativa de los círculos culturales radicales de moda, a los que la gente termina respondiendo con sorpresas como esta.

El “remecerse” del mundo provocado por la elección de Trump, más que un fenómeno que tenga su causa en la persona del candidato electo, es una consecuencia y, sobre todo, un hecho político y social de significación muy fuerte y de radiación global. No es vano considerarlo, pues a todos nos incumbe. Desde luego la polarización extrema que lo ha hecho posible, deja muy atrás en la historia la unión poderosa con que esa gran nación, los Estados Unidos de Norteamérica, emergió como centro del mundo y emblema de la libertad luego de la Segunda Guerra mundial. Gobernada entonces por demócratas y republicanos como Roosevelt, Truman y Eisenhower, causa estupor comparar el cambio, de ayer a hoy, en la estatura de las dirigencias. La gravedad de los problemas de aquellos tiempos, que tuvieron un alcance “mundial”, no es hoy menor si se los compara, siendo que los actuales se desarrollan en la gravitante e ineludible órbita de la globalización, cuestión que los hace muchísimo más complejos y de repercusión inmediata en todo el planeta. Es de la esencia humana no perder la esperanza en la posibilidad de recapacitar. No obstante, cuando el resentimiento se instala como la clave del actuar político, principalmente entre las potencias del mundo, cabe evidentemente temer lo peor. Más aún, porque

Cuando el resentimiento se instala como la clave del actuar político, principalmente entre las potencias del mundo, cabe evidentemente temer lo peor.

este resentimiento, entre otras cosas, opera de modo contagioso. Así lo muestran muchos ejemplos históricos. Fue otro gran paladín de la libertad, contemporáneo de esos grandes estadistas norteamericanos, quien con el mayor brillo, lucidez y fortaleza supo hacer ver esto en el recién pasado siglo XX. Sufrió dramáticamente las consecuencias de lo que antevió, pero logró vencer. En efecto, cuando terminada la Primera Guerra mundial, herida por la derrota y por las condiciones que se le impusieron, Alemania hacía del pensamiento de Spengler y de las mil y tantas páginas de “La Decadencia de Occidente” (1917) -fundada en intuiciones, escrita con lenguaje algo desaforado y cargada de “furor teutonicus”- el libro más leído y comentado en ese culto país, entre los vencedores de la primera contienda se alzaba la voz de Winston Churchill, advirtiendo que con el resentimiento de las naciones había que tomar sumo cuidado. Las corrientes políticas, las mismas que luego cederían hasta el delirio ante la amenaza en ciernes, no lo escucharon. En el contexto alemán, desde una República de Weimar desconcertada y amenazada interiormente, se alzó entonces la voz del resentimiento personalizada en un líder de convicciones breves y fanáticas -esencialmente fundadas en conceptos de raza- que llevaría ese teutonismo, a través del Tercer Reich, al mayor paroxismo de la historia conocida. Joaquín Fermandois ha apuntado certeramente que “da entre risa y pena observar a algunas derechas a lo largo del mundo simpatizar con Trump” y ha explicado por qué. La simpleza no es patrimonio exclusivo de ningún sector y de ninguna época. También en Chile hubo ilustres próceres del Partido Conservador Unido, por no decir la mayoría, que frente la sombra de la Unión Soviética estaliniana, veían en el pangermanismo nazi una luz. Podremos luego saber hasta dónde, en este nuevo contexto, llegará el resentimiento como fenómeno político. Pero cabe ya intuir lo grave y destructivo que sería para las derechas, de cualquier nación de Occidente -ya tan menguadas en todo contenido esencial-, hacer de la de Trump su propia victoria.

* De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales, Instituto de Chile.

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REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y CULTURA CRISTIANA de la pontificia universidad católica de chile

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