DF: "La apasionante vocación del maestro"

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Diario Financiero - VIERNES 3 DE NOVIEMBRE DE 2017

HUMANITAS Gabriela Mistral:

La apasionante vocación del maestro Por Elena Sánchez Cerda

Gabriela Mistral, “artesana de la pura palabra escrita y aprendiz de la hablada”, según su propia expresión, es conocida generalmente como una gran poetisa, sin embargo su actividad desborda con amplitud y profundidad la poesía. Resulta provechoso descubrir otros ámbitos en los cuales ella se destacó, en este caso como participante en el quehacer educacional. La Universidad de Valparaíso recientemente publicó (2017), en cuidada edición, “Gabriela Mistral. Pasión de enseñar. Pensamiento Pedagógico” El libro se disgrega en cinco capítulos: Poética de la educación; Visión rural y humanista; Íntima; Experiencias pedagógicas; Testimonios sobre Gabriela Mistral. Enriquecen los textos transcritos, varios inéditos, un excelente prólogo a cargo Cristián Warnken y Pedro Pablo Zegers, quien también efectuó la investigación y recopilación, más las ilustraciones de Roser Bru, Premio Nacional de Artes Plásticas, una cronología pedagógica y una bibliografía. En Chile, don Roque Esteban Scarpa recopiló y publicó “Magisterio y Niño” (1979) donde reunió muchos de sus textos de reflexión educacional. La nueva publicación viene a ampliar aquella anterior. Lucila Godoy Alcayaga (18891957), su verdadero nombre, más que profesora, docente, instructora, expositora o preceptora, fue una verdadera educadora. Practicó y pensó la educación. Se inició a los 14 años (1904) como ayudante de la Escuela de la Compañía Baja, cercana a La Serena. Continuó como inspectora en el Liceo de Niñas de La Serena y luego como maestra en la Escuela de la Cantera y en la Escuela de Cerrillos, próximas a Coquimbo. En 1910 fue nombrada profesora en la Escuela de Barrancas, comuna actual de Pudahuel, en los aledaños de Santiago. Al año siguiente partió al Liceo de Traiguén como profesora interina de Labores, Dibujo, Higiene y Economía doméstica. Poco permaneció en el sur pues el mismo año fue trasladada al Liceo Femenino de Antofagasta como profesora de Historia e Inspectora General. En 1912 fue nombrada Inspectora General y Profesora de Historia, Geografía y Castellano en el

Liceo de Niñas de Los Andes, donde permaneció varios años. El Ministro de Instrucción Pública, don Pedro Aguirre Cerda, la designó, en 1918, profesora de Castellano y Directora del Liceo de Punta Arenas. Un nuevo cambio de domicilio le significó su nombramiento como Directora al Liceo de Temuco, ciudad donde conoció a Pablo Neruda. Finalmente volvió a Santiago en 1920 en calidad de Directora fundadora del Liceo de Niñas N° 6, entonces recientemente constituido. Este recorrido por el país le permitió conocer a los alumnos de distintos lugares, cooperar con su desarrollo y evaluar el sistema educativo imperante. La dura y noble tarea diaria en la sala de clases le confirió una experiencia difícil de alcanzar de otra manera. En su docencia debió sobreponerse a constantes dificultades, prejuicios y turbulencias por su carencia de estudios formales. En una carta a don Pedro Aguirre Cerda le dice: “mi único amigo profesor, entre el gremio enemigo mío por excelencia” (p.177). Pensó también la educación y en buena medida se formó a sí misma en esta dimensión. Prueba de ellos son sus escritos, conferencias, cursos y otros, tanto en Chile como en el extranjero. Luego de dejar la docencia, partió a México en 1922 invitada a colaborar en la Reforma educacional de dicho país. Tiempo después se publicó, también en México, un libro –“Lecturas para mujeres”- destinado a la enseñanza del lenguaje, seleccionado y recopilado por ella. En 1927 viajó a Europa y participó en el Congreso de Educadores realizado el Locarno, Suiza, y en el Congreso de Protección a la Infancia en Ginebra. En Estados Unidos ofreció cursos y conferencias en establecimientos

La enseñanza debe unirse a la belleza, la dimensión poética es inherente a la educación: “Cuando yo he hecho una clase hermosa me quedo más feliz que Miguel Ángel después del “Moisés”.

de Educación Secundaria, Barnard College de la Universidad de Columbia y Middlebury College en Vermont. Ella misma confiesa: “yo dejé la enseñanza hace muchos años, pero como el oficio pedagógico es una vocación vertical y no un mero asunto de cargos y sueldos, nunca cesé de perseguir en librerías los libros nuevos y novedosos del oficio” (p.193). Variados temas, vinculados a la educación, toca en los textos: el oficio docente, la escuela, la universidad, América, la cultura, los estudios clásicos, la educación rural, el amor a la patria, la instrucción de la mujer, el lenguaje, el libro, el folclor, las profesiones, las bibliotecas. Tres aspectos referiré con más detención: su concepción del maestroeducador; la ligazón palabra-imagen en la enseñanza; su estimación por la ruralidad. La historia de Chile es abundante en reformas educacionales. Hemos recibido fuertes influencias extranjeras y no siempre su aplicación se ha realizado con la debida purificación y adaptación. Seguimos, hoy en día, en tiempos de reformas y sería muy conveniente fijar el foco en los profesores, quienes cooperan con las familias en la educación de niños y jóvenes. Las mallas curriculares, los planes y programas, las evaluaciones, los formularios a llenar, las encuestas son importantes, pero más que ellos es el educador-maestro: un ser relevante, testimonio y ejemplo de persona con vocación y dedicado a servir a sus alumnos. La cultura pedagógica junto a la ética y la estética configuran al maestro. Los encargados de formular las reformas o proyectos educacionales a futuro harían muy bien en leer este libro y asimilar su iluminación. Gabriela Mistral considera la tarea del maestro en un lugar muy alto: “Nadie puede negar ni aun discutir que la profesión de enseñar tiene un subido rango humano”, es “un magno ejercicio” (p. 106), requiere “amor al oficio” (p. 107), es “un servicio divino” (p.22). La maestra es “un ser doble, hecho de saber y de amor, es una pura maravilla” (p. 237), “un recitado de fórmulas y teorías muertas no basta para merecer la divina palabra de maestro” (p. 280). Educar es promover y guiar el desenvolvimiento de las personas para que durante su itinerario existencial se acerquen más y mejor a su plenitud. Involucra ayudar al educando con el propósito que ad-


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