DF: Edith Stein, la profundidad espiritual, filosófica y heroica de una santa para nuestro tiempo

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Diario Financiero - VIERNES 12 DE OCTUBRE de 2018

HUMANITAS Edith Stein, la profundidad espiritual, filosófica y heroica de una santa para nuestro tiempo Por Luis Mariano de la Maza

La crisis de confianza por la que atraviesa la Iglesia en la actualidad, debido a las graves faltas de muchos de sus miembros, así como la explosiva demanda universal de reivindicación de la dignidad y los derechos de la mujer, invitan a poner la atención en ejemplos señeros de una fe sólida y abnegada al servicio de hombres y mujeres, capaces de un compromiso fiel, lúcido y valiente, que puede llegar incluso hasta el sacrificio supremo por las causas más nobles, tanto desde el punto de vista humano como divino. A través del relato publicado en la sección “Grandes Figuras del Cristianismo del S.XX” de Humanitas n°88, Luis Mariano de la Maza nos muestra la síntesis de la vida y obra de esta mujer canonizada 20 años atrás, el 11 de octubre de 1998, por Juan Pablo II. Presentamos a continuación extractos escogidos; puede leer el artículo completo con todas las referencias en www.humanitas.cl. ***

Formación filosófica y primeros escritos fenomenológicos

Edith Stein nace en el seno de una familia judía el 12 de octubre de 1891, en la entonces ciudad alemana de Breslau, capital de Silesia, que después de la Segunda Guerra Mundial pasaría a pertenecer a Polonia. Su nacimiento coincide con la conmoración del Yom Kipur, día de la expiación, el perdón y el arrepentimiento sincero. Fue la menor de 11 hijos de un comerciante en maderas que murió antes de que ella cumpliera los dos años, por lo que su madre se encargó de dirigir el comercio y educar esmeradamente a sus hijos, de los cuales Edith fue la preferida, entre otros motivos, por la significación religiosa del día en que nació. En 1911, Edith ingresa a la Universidad de Breslau y comienza a estudiar germanística, historia y psicología. A lo largo de toda su vida conservó el interés por esas materias, mostrando especial predilección por los poetas y dramaturgos Friedrich

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Schiller, y Johann Wolfgang Goethe. Pero la lectura de las Investigaciones lógicas de Edmund Husserl, el fundador de la escuela fenomenológica, despierta su vocación por la filosofía, por lo cual se traslada en 1913 a la universidad de Gotinga con Husserl, y llega a ser miembro del círculo que reúne, en torno al maestro, a filósofos como Max Scheler, Adolf Reinach, Hans Lipps y el polaco Roman Ingarden. La fenomenología busca contrarrestar las corrientes naturalistas e historicistas imperantes hacia el fin del siglo XIX y el comienzo del siglo XX, proponiendo un método basado en una nueva concepción epistemológica (no psicológica) de la conciencia como ámbito exclusivo y esencial para la fundamentación de todo saber con pretensión de cientificidad. En 1916 Edith sigue a Husserl a Friburgo de Brisgovia, donde se desempeña como su asistente tras obtener el doctorado summa cum laude con una tesis “Sobre el problema de la empatía”. La empatía es una forma peculiar de acceso a las vivencias ajenas, es decir a lo que ocurre en la subjetividad del otro, que constituye para Edith Stein una condición necesaria para

“He estado siempre muy lejos de pensar que la Misericordia de Dios se redujese a las fronteras de la Iglesia visible. Dios es la verdad. Quien busca la verdad, busca a Dios, sea de ello consciente o no” (carta de Edith Stein del 23 de marzo de 1938).

conocer la unidad de la persona, tanto en el otro como en sí mismo, puesto que para conocerme necesito poder percibir también cómo otros me perciben a mí. Por la empatía, un yo se percata de que el otro está viviendo una experiencia determinada, como una alegría o una pena. Sin embargo, por ser ajena, no vive la experiencia del otro de modo originario, sino que la vive de manera no-originaria. En su tesis, Edith Stein distingue tres momentos o grados de realización de la empatía. El primero es la aparición de la vivencia, por ejemplo, la tristeza que se lee, por así decir, en la cara del otro. La conciencia percibe el fenómeno desde fuera, como a un objeto. El segundo momento es la inmersión en la subjetividad ajena, al punto de ver allí la vivencia del otro como vivencia propia, con lo que se pierde momentáneamente la distinción entre el otro y el yo. El tercer momento es una vuelta al propio yo en el que se recupera la primera distancia, pero impregnada de la inmanencia ajena (Edith Stein, Sobre el problema de la empatía). Siguiendo a su maestro Husserl, Stein sostiene que la vida de la persona se caracteriza por no depender únicamente de relaciones de causa y efecto, como las que se dan propiamente en los fenómenos de la naturaleza, pues es vida espiritual, la cual no se rige por la causalidad, sino por una legalidad esencialmente distinta, que corresponde a la motivación. La motivación se refiere a conexiones de sentido que se viven de manera originaria en la conciencia propia o por empatía en relación con otros sujetos de actos personales: “La motivación es la legalidad de la vida espiritual, el entramado de vivencias de los sujetos espirituales es una totalidad de sentido vivenciada (originariamente o a la manera de la empatía) y como tal comprensible” (Edith Stein, Sobre el problema de la empatía). En otoño de 1918 decide dejar de ser asistente de Husserl, pues comprueba que su deseo de obtener la habilitación para ejercer docencia libre no es posible para una mujer en esos tiempos, independientemente de sus méritos académicos, como se

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desprende de un informe que redacta el propio Husserl: “Si la carrera académica estuviera abierta para las damas, ella sería, desde luego, la persona recomendada en primer lugar y más calurosamente para las oposiciones a cátedra”. (…) ***

Espiritualidad de la cruz

Cuando el 15 de abril de 1934 Edith Stein toma el hábito de monja en el Carmelo de Colonia adopta el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz. El nombre de Benedicta, obedece al reconocimiento de las gracias recibidas en la abadía benedictina de Beuron, que había visitado a menudo, sobre todo en Semana Santa. También es significativa la inclusión en su nombre de la Cruz. Ello obedece a la actitud típicamente teresiana de entrega completa a Dios mediante un amor que se vacía de sí mismo a fin de dejar sitio para la vida de Dios. Este vaciarse progresivo para permitir que Dios actúe en nosotros no tiene nada que ver con una despersonalización o un cierre del alma a las tribulaciones del mundo para autocomplacerse en determinados sentimientos religiosos, sino todo lo contrario. Así lo muestra el ejemplo de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, que supieron comprender las necesidades de su tiempo y promover una profunda reforma del Carmelo en el siglo XVI. (…)

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Teresa Benedicta trabaja en este libro hasta el mismo día de su detención por los nazis. En 1938 había sido trasladada, por su seguridad, desde el monasterio de Colonia, en Alemania, al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda, donde la acompaña su hermana Rosa, que también se había bautizado en la Iglesia Católica. El 24 de julio de 1942 se lee en todas las iglesias católicas de Holanda una carta pastoral de los obispos en la que condenan la persecución y deportación de los judíos. Como represalia, el comisario del Reich ordena la deportación de todos los judíos católicos. El 2 de agosto la Gestapo se lleva a Edith Stein junto con su hermana y las deporta a Auschwitz, donde el 9 de agosto son asesinadas en la cámara de gas. Este final no la toma por sorpresa, pues ella misma, fiel a su vocación al misterio de la Cruz y solidaria con su pueblo ultrajado, se había ofrecido a Dios como víctima sacrificial por su pueblo judío y por la paz. El 26 de marzo de 1939 escribió a su priora: “Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, ofrecerme al Corazón de Jesús como víctima propiciatoria por la paz verdadera: que el poder del Anticristo, si es posible, se derrumbe sin una nueva guerra mundial, y que pueda ser instaurado un nuevo orden de cosas.”

Una característica de la experiencia interior de Dios es la “noche oscura de la fe”. Para encontrar a Dios, el místico recorre un camino de obscuridad, pobreza y humillación, y después de terminar con todo asomo de autocomplacencia y arrogancia, el fuego purificador de Dios lo convierte en “llama de Dios viva” (Humanitas 88, p.390)

Los testimonios recogidos de sobrevivientes del holocausto que vieron a Teresa Benedicta en alguna de las estaciones de su camino a la muerte dan cuenta de la serenidad y grandeza con que lo enfrentó, dando consuelo y tranquilizando sobre todo a las mujeres y a los hijos de madres desesperadas que ya no eran capaces de atenderlos. La síntesis de la vida y obra de esta mujer santa permite apreciar las muchas razones por las cuales constituye un ejemplo luminoso para el creyente de hoy, pues su testimonio inspira y aporta orientaciones en diversos ámbitos: por una parte muestra la amplitud de la auténtica identidad católica, capaz de dialogar en forma acogedora e integradora con distintas formas de espiritualidad, como la teología escolástica, la mística carmelita y benedictina, la religión judía y toda búsqueda sincera y profunda de la

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verdad. Asimismo, es un ejemplo de la capacidad de diálogo entre tradiciones filosóficas aparentemente tan disímiles entre sí como la fenomenología y el tomismo, en las que además sabe complementar equilibradamente la dimensión puramente intelectual con la dimensión afectiva y volitiva. No menos importante es su frecuente referencia a la literatura, la poesía y el arte, que le confieren un sentido humanista e interdisciplinario más amplio y rico a sus reflexiones filosóficas y teológicas. Pero no se limita a la reflexión, sino que muestra lucidez profética y compromiso con múltiples y diversas causas sociales y religiosas: defensa política y pedagógica de los derechos de la mujer, atención como enfermera a las víctimas de la guerra, profesora, monja, mártir de la fe. Todos estos elementos confluyen en su canonización y nombramiento como co-patrona de Europa el año 1998, y se resumen en las palabras que Juan Pablo II le dedicara con ocasión de la ceremonia de beatificación en Colonia, el 1 de mayo de 1987: “Nos inclinamos profundamente ante el testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein, hija extraordinaria de Israel e hija al mismo tiempo del Carmelo, sor Teresa Benedicta de la Cruz; una personalidad que reúne en su rica vida una síntesis dramática de nuestro siglo. La síntesis de una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo aún hoy...; síntesis al mismo tiempo de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios.”

humanitas@uc.cl

HUMANITAS

REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y CULTURA CRISTIANA de la pontificia universidad católica de chile

Revista HUMANITAS

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