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DIARIO FINANCIERO - VIERNES 15 DE FEBRERO DE 2019
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Humanitas En su sección Libros, revista Humanitas n° 89 recomendó ocho títulos de reciente publicación, reseñas que ya están disponibles en www.humanitas.cl. A continuación presentamos dos de ellas: “Lo dijo el Padre Hurtado”, editado por María Ester Roblero y el P. Samuel Fernández, y “Teoría de género o el mundo soñado de los ángeles”, de Bérénice Levet.
Lo dijo el Padre Hurtado Es conmovedor leer las columnas periodísticas del Padre Hurtado compiladas por primera vez en este libro. Primero, por la crudeza con que san Alberto describe a nuestro Chile de los años 40. Y luego, porque comprobamos que, aunque hayan pasado más de 70 años desde su muerte, muchos de los problemas que describe siguen aquí. El libro logra abrirnos los ojos a otro hecho no siempre considerado: el Padre Hurtado vivió solo 16 años de su vida adulta en Chile, entre 1936 y 1952, cuando murió con apenas 51 años de edad. Pero en ese fructífero periodo publicó diez libros, recorrió Chile dando retiros, ejercicios espirituales y conferencias; construyó el noviciado de los jesuitas en el pueblo de Marruecos (que hoy lleva el nombre del Padre Hurtado), creó el Hogar de Cristo, la ASICH y la revista Mensaje... En medio de esas trabajadas jornadas, escribió estas numerosas columnas periodísticas en los principales diarios y revistas de su época: El Diario Ilustrado, El Mercurio de Santiago y de Valparaíso, revista Margarita, revista Ercilla, además de las publicaciones internas de la Acción Católica y más tarde el Hogar de Cristo. La recopilación de este material comenzó bajo la coordinación del Padre Samuel Fernández en la Universidad Católica en 1999. La edición de “Lo dijo el Padre Hurtado” estuvo a cargo de María Ester Roblero este año 2018. Su mayor mérito radica en la organización de las columnas de modo no cronológico, dando cuenta así de las preocupaciones de san Alberto a su regreso a Chile. En el primer capítulo se presentan las columnas y entrevistas que reflejan su experiencia en la Europa de entreguerras donde estudió hasta convertirse en jesuita; en el
“Lo dijo el Padre Hurtado”, editado por Samuel Fernández y María Ester Roblero. Ediciones El Mercurio. Santiago, 2018, 232 págs.
segundo, aquellas columnas que describen con exactitud y desagarro la situación de Chile; en el tercero, aquellas publicaciones en que relata historias de miseria y dolor; en el cuarto, una serie de escritos en que urge a solucionar el drama de la niñez abandonada y la adolescencia vagabunda; el quinto y el sexto reúnen crónicas y entrevistas acerca de dos de sus grandes obras: el Hogar de Cristo y la ASICH (Acción Sindical Económica y Chilena) y donde rompe el paradigma caridad/limosna para
alzar el de caridad/justicia social. Por último, en el séptimo capítulo, se reúnen escritos sobre su apostolado con jóvenes, la predicación del evangelio de la mano de Cristo Pobre y bajo la protección de María. Uno de los capítulos más impactantes es el 4, titulado “Extrema urgencia en Chile: Los jóvenes vagabundos”. Las columnas allí reunidas demuestran que el Padre Hurtado comprendió muy temprano que el problema de la delincuencia juvenil tenía como raíz el abandono de los niños. Relata como al recoger
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recomienda libros a muchachos casi desnudos debajo de los puentes para llevarlos al Hogar de Cristo, se enteraba que el 95% de ellos había sido detenido alguna vez por carabineros. El Padre Hurtado reconocía en sus columnas los intentos del gobierno por solucionar este drama, pero discrepaba de sus estrategias y reclamaba porque no se tomaban en cuenta las iniciativas privadas. Todo lo que escribe refleja que se había preparado mucho sobre este tema: en 1935 había recorrido numerosas instituciones sociales europeas y en 1945 visitó “La Ciudad de los Niños”, fundada a comienzos de siglo por el sacerdote Edward Flannagan para reformar a niños y jóvenes delincuentes y abandonados. De ahí sacó la idea de las Granjas talleres que creó en Colina y donde puso en práctica lo que había visto y aprendido: priorizar el aprendizaje de hábitos, el desarrollo de habilidades y lo más importante para él, la voluntad de los adolescentes. También resulta sorprendente el Cap. 6 titulado “Fe y Justicia: Mi deseo más ardiente”. El Padre Hurtado nació con el siglo XX, el año 1901, 10 años después que el Papa León XIII escribiera la primera Encíclica Social, Rerum novarum, en 1891, sobre los derechos sociales de los trabajadores. En 1920 un joven Alberto Hurtado supo del surgir de Lenin y después en 1938 de León Trotsky. En este contexto histórico sus columnas reflejan su determinación en 1947 por llevar el mensaje cristiano a los obreros y empleadores. Y que su motivación al fundar la ASICH no fue otra que promover la doctrina social de la Iglesia Católica en Chile. “Lo dijo el Padre Hurtado” es un libro de enorme valor histórico. Pero su gran aporte a los lectores es que logra corregir el recuerdo que debemos tener de san Alberto. Estas columnas nos lo muestran como viajero, post graduado, políglota, emprendedor, innovador… y por supuesto, como un hombre de gran fe que llegó a los altares. MARÍA PAZ VEGA
Teoría de género o el mundo soñado de los ángeles La mayoría hemos “tropezado” con las discusiones sobre género en la opinión pública, más que
“Teoría de género o el mundo soñado de los ángeles”, de Bérénice Levet. Instituto de Estudios de la Sociedad (IES). Santiago, 2018, 184 págs.
en elevados discursos teóricos. Quien reflexiona al respecto, sin embargo, advierte un buen elenco de interrogantes. ¿No se niega aquí de plano la biología? ¿Y no está esa biología en la base misma de la vida humana en general y de la vida social en particular? ¿No lleva la implementación de este ideario en la educación a la vulneración de los derechos de los padres? ¿No trae también consigo, más temprano que tarde, alguna vulneración de la libertad religiosa? Tales preocupaciones suelen estar en la primera línea de objeciones que circulan en estos debates; ellas se encuentran, sin embargo, conspicuamente ausentes en Teoría de Género o el mundo soñado de los ángeles, el ensayo de la filósofa francesa Bérénice Levet. También Levet “tropezó” en la vía pública con el Género -es ella quien lo personifica con esta mayúscula-. Con tal personificación se refiere a
la teoría que niega toda diferencia relevante entre hombres y mujeres. Más aún: no existen hombres ni mujeres, sino sólo individuos en proceso de autoconstrucción de su identidad. ¿Qué preocupa a Levet de esta manera de comprender la condición humana? La desaparición del erotismo y de la gratitud -he aquí su novedad- constituyen el foco central de su texto. El ensayo de Levet tiene un registro eminentemente polémico. Nos habla de un “desconocimiento y un desprecio fundamental por la condición humana” en el mismísimo “corazón del Género”. Pero su argumento es tan filosófico como polémico. Entiende el conflicto entre partidarios y enemigos del Género no como una oposición entre los defensores de la libertad del individuo a un lado y los del orden natural y divino al otro, sino como un conflicto entre diferentes cosmovisiones.
Conducida por Hannah Arendt, Levet subraya uno de los efectos más profundos de la aplicación del Género, a saber, la pérdida de gratitud. Un regalo implica la existencia de elementos que escapan a nuestro arbitrio. Hay una cierta belleza, desde la que se origina la gratitud, en la recepción de un don que nos sorprende. La propia filosofía germina de la sorpresa por lo dado, que toma la forma de admiración ante el ser que se presenta sin haberlo buscado. Los pensadores del Género, en cambio, introducen no sólo la sospecha nietzscheana, sino también el desprecio y la “rebelión contra todo dato de la existencia, tanto natural como cultural”. Al Género le repugna la idea de que algo pueda escapársele, de que existan aspectos en su propia constitución que no dependan de su voluntad y, más aún, que aquellos datos tengan algún significado relevante que limite la infinitud de posibilidades que cada individuo tiene ante sí. Por ello, la misma noción de naturaleza toma aspecto de violencia, de norma impositiva y dictatorial; y un defensor de la validez e irreductibilidad de lo dado se presenta inexcusablemente como un enemigo de la libertad. El Género quiere creer en un individuo absolutamente causa sui. Ahora bien, o uno es causa de sí mismo desde el principio, o no lo es en absoluto. El ser humano debe “llegar a ser lo que es”, según el corolario de Nietzsche. Así, las normas, los roles asignados y las identidades impuestas lejos de facilitar la tarea, la entorpecen. De ahí la resuelta aplicación de los principios del Género en programas escolares y preescolares. Ante todo, se trata de dejar “florecer” a nuestros niños para que descubran quiénes son, aliviados
de las odiosas cargas impositivas que insistimos en asignarles. Pero “la gran ilusión de nuestro tiempo —señala Levet— es pensar que se puede construir lo que sea a partir de nada. No es la libertad, la originalidad, la inventiva de nuestros niños lo que se favorece al amputarlos de todo lo dado y al abandonarlos a sí mismos”. Y un niño abandonado a sí mismo es, ante todo, un niño abandonado. Levet piensa que, si para poder decir algo debemos ceñirnos a la realidad captada en la experiencia, entonces es necesaria una filosofía que parta desde ella. Levet busca “una réplica que no tome prestados de Dios o de la teología sus argumentos, ni de la neurobiología o de otras ciencias sus motivos”, y recomienda así la fenomenología como filosofía para repensar los “indiscutidos e indiscutibles” postulados del Género. Su marco de referencia es la obra de Hannah Arendt, Maurice Merleau-Ponty y Albert Camus. En ellos encuentra inspiración para recuperar el rumbo de la dialéctica sexual que hemos tenido desde siempre, y que el Género pretende abolir. Como es lógico, este ensayo no busca detenerse demasiado en ninguno de esos autores, ni tampoco en los pensadores del Género, sino más bien proponer un trayecto filosófico que retome la realidad del cuerpo sexuado. Esta filosofía nos abre al riesgo que hoy corren dimensiones tan fundamentales como la gratitud y la experiencia romántica, y nos recuerda no solo que en la discusión sobre el Género se juega más de lo que pensamos; también nos recuerda la enorme insuficiencia del mero rechazo irreflexivo que tantas veces nos guía. GABRIELA CAVIEDES Y MANFRED SVENSSON
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REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y CULTURA CRISTIANA DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
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