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Diario Financiero - VIERNES 21 DE OCTUBRE DE 2016
humanitas
El realismo cristiano de Guardini Por Massimo Borghesi*
Recientemente se conoció la noticia de que la arquidiócesis de Munich y Freising ha abierto la causa de beatificación de Romano Guardini. La apertura oficial del proceso debería hacerla en el término de un año el cardenal Reinhard Marx. Constituye un evento muy especial, porque en cierta forma sella la continuidad ideal que une, con la evidente diversidad de estilos, al Papa Benedicto y al Papa Francisco. En efecto, Guardini fue el pensador ítalo alemán que marcó la formación intelectual y espiritual tanto de Ratzinger como de Bergoglio. Jorge Mario Bergoglio estuvo varios meses en Alemania en 1986, en la Facultad de Filosofía y Teología Sankt Georgen de Frankfurt, con el propósito de escribir una tesis doctoral sobre
Guardini. Posteriormente debió abandonar el proyecto, pero no tanto como para olvidarlo. Bergoglio volvió después en varias ocasiones sobre su trabajo, sobre la idea guardiniana de la vida como oposición polar que encontramos en el centro de algunos pasajes fundamentales de la Evangelii Gaudium. La admiración y el aprecio que el pontífice actual nutrió siempre por el testimonio cristiano y el pensamiento de Guardini sin duda no son extraños a la decisión de comenzar el proceso de beatificación. Un regalo de Francisco -quizás el más grande- a su predecesor. ¿Cuál es entonces, desde el punto de vista cristiano, el elemento de fondo del pensamiento guardiniano, el más actual, que explica el hilo rojo que une a Ratzinger con Bergoglio? La historicidad de la fe entendida como resultado del “encuentro con la realidad”, con la carne de Dios en la carne del mundo. Guardini nació en Verona el 17 de febrero de 1885 y su familia se trasladó a Alemania un año después. Aquí se ordenó sacerdote en 1910
y en 1924 fue nombrado profesor de Filosofía de la Religión y Visión del Mundo Católico en la Universidad de Berlín, cátedra que fue suspendida por el régimen nacional socialista en 1939. En la posguerra volvió a la enseñanza en la Universidad de Tubingen y posteriormente en Munich, donde falleció el 1 de octubre de 1968. En el contexto del pensamiento cristiano Guardini se consideraba alguien que “camina solitario” (einzeganger), un outsider que escapaba
El poder como obediencia El hecho de que el hombre tenga un poder y en su ejercicio experimente especial satisfacción no constituye un aspecto excepcional de la existencia, pero está o al menos puede estar vinculado con sus actividades o con sus condiciones habituales, incluso aquellas que a primera vista no parecen tener relación alguna con el carácter del poder. Evidentemente, todo acto del proceder o del hacer, del poseer o del gozar genera una conciencia inmediata de disponer de un poder. Se puede decir lo mismo de todos los actos vitales. Toda actividad en la cual se explique la inmediatez vital es ejercicio del poder y como tal es advertida… Podría decirse algo análogo del ejercicio del conocer. En sí mismo significa la capacidad de penetrar con la mirada y el intelecto en aquello que es; pero quien conoce experimenta la fuerza que del conocer obtiene. Siente el “tomar conciencia de la verdad” y esto puede transformarse en un sentir “ser dueño de la verdad”. (…)
hombre. Después del relato de la creación del mundo, se lee en el primer capítulo del Génesis:
A IMAGEN DE DIOS Para un conocimiento más profundo del poder, es importante lo que dice la Revelación sobre su naturaleza. Encontramos los supuestos básicos del mismo ya al comienzo del Nuevo Testamento, donde se habla de lo esencial del destino del
Para empezar, entonces, se dice que la naturaleza del hombre es distinta en comparación con los demás seres vivientes. Es creado como todo ser viviente, pero de manera especial, y precisamente a imagen de Dios. Está hecho de tierra, de la tierra donde crece el alimento del hombre, pero
Dijo Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra; que mande en los peces del mar y en las aves del cielo, en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la tierra”. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. Después los bendijo Dios con estas palabras: “Sed fecundos y multiplicaos, henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra” (Gn 1, 26-28). Y en la segunda narración de la creación se lee: Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente (Gn 2, 7).
en él vive un soplo del aliento divino. Por este motivo, está inserto en el complejo de la naturaleza, pero al mismo tiempo se encuentra en una relación inmediata con Dios y por lo tanto puede adoptar una posición ante la naturaleza. Puede ejercer su imperio sobre ésta, y -más aún- debe hacerlo, así como debe ser fecundo para hacer de la tierra la habitación de su descendencia. La relación del hombre con el mundo se desarrolla luego en el segundo capítulo y precisamente desde el punto de vista que ya hemos señalado, es decir, que el hombre debe llegar a ser dueño no sólo de la naturaleza, sino también de sí mismo; debe tener fuerza no sólo para el trabajo, sino también para la propagación de su propia vida: Se dijo luego Yahvé Dios: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Y Yahvé Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada (Gn 2, 18-20).