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Diario Financiero - VIERNES 23 DE DICIEMBRE DE 2016
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San Cirilo de Jerusalén
Las dos venidas de Cristo San Cirilo, Obispo de Jerusalén (siglo IV), fue proclamado doctor de la Iglesia por León XIII en 1882. Sus célebres Catequesis constituyen uno de los más preciosos documentos de la antigüedad cristiana. He aquí su palabra siempre actual sobre las venidas de Cristo, cuyo recuerdo se hace fuertemente presente en la espera de la Navidad.
”Juicio final y segunda venida de Cristo”, por Fra Angélico (s. XV).
“Anunciamos la venida de Cristo. Anunciamos no sólo la primera, sino también la otra, mucho más gloriosa que aquélla. La primera se realizó en la humillación, la segunda traerá consigo la corona del Reino. “Porque en nuestro Señor Jesucristo todo presenta una doble dimensión. Doble fue su nacimiento: uno de Dios, antes de todos los siglos; otro, de la Virgen , en la plenitud de los tiempos. Doble su venida: una en la oscuridad y calladamente, como lluvia sobre el césped; la segunda, en el esplendor de su gloria, se realizará en el futuro. En la primera venida fue envuelto en pañales y recostado en un pesebre; en la segunda, estará envuelto en un manto de luz. En la primera, fue despreciado, sufrió la ignominia de la cruz; en la segunda, vendrá lleno de poder y de gloria, rodeado de todos los ángeles. “Por lo tanto, no nos detengamos sólo en la primera venida, sino esperemos ansiosamente la segunda. Y así como en la primera dijimos: Bendito el que viene en el nombre del Señor, en la segunda repetiremos lo mismo cuando, junto con los ángeles, salgamos a su encuentro y lo aclamemos diciendo: Bendito el que viene en el nombre del Señor. “El Salvador vendrá no para ser juzgado nuevamente, sino para convocar a juicio a quienes
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lo juzgaron. Él, que la primera vez guardó silencio mientras era juzgado, dirá a quienes se atrevieron a insultarlo cuando pendía en la cruz: Esto hiciste y callé. “Entonces, vino para cumplir un designio de amor, enseñando y persuadiendo a los hombres con dulzura; pero después –lo quieran o no– necesariamente tendrán que someterse a su reinado. “De aquellas dos venidas habla el profeta Malaquías: Y vendrá a su templo el Señor a quien buscáis. Esto lo dice de su primera venida. “Y de la otra dice: El mensajero de la Alianza que vosotros deseáis. Aquí está, ya viene el Señor todopoderoso. ¿Quién podrá resistir el día de su llegada? ¿Quién permanecerá de pie cuando él aparezca? Porque él es como el fuego de los fundidores y como la lejía que blanquea la ropa. Se sentará como el obrero que funde y purifica la plata. “Y Pablo, en su carta a Tito, nos señala las dos venidas con estas palabras: La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y las concupiscencias del mundo, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús . Mira cómo nos muestra la primera venida, por la cual da gracias, y la segunda, que nos la hace esperar. “Por eso, ahora se nos enseña el objeto de la fe que profesamos, para que creamos en Aquél que subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre, y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin. “Vendrá, por tanto, nuestro Señor Jesucristo desde el cielo; vendrá glorioso en el último día al fin del mundo. Y entonces será la consumación de este mundo, y este mundo que una vez fue creado será totalmente renovado.”
María, Madre de Dios destruido, sitio de refugio para todos los desamparados, por quien ha venido al mundo el que es bendito por los siglos. Por ti la Trinidad ha recibido más gloria en la tierra; por ti la cruz nos ha salvado; por ti los cielos se estremecen de alegría y los demonios son puestos en fuga; el enemigo del alma es lanzado al abismo y nosotros débiles criaturas somos elevados al puesto de honor”.
Y sobre la realidad histórica que se vivía: “No se puede imaginar la alegría de este pueblo fervoroso cuando supo que el Concilio había declarado que María sí es Madre de Dios y que los que no aceptaran esa verdad quedan fuera de la Iglesia. Toda la población permaneció desde el amanecer hasta la noche junto a la Iglesia de la Madre de Dios donde estábamos reunidos los 200 obispos del mundo. Y cuando supieron la declaración del Concilio empezaron a gritar y a cantar, y con antorchas encendidas nos acompañaron a nuestras casas y por el camino iban quemando incienso. Alabemos con nuestros himnos a María Madre de Dios y a su Hijo Jesucristo a quien sea todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”.
Theotokos (la Virgen como “madre de Dios”, entronizada y ella misma trono de Cristo) con ángeles y los santos Jorge y Teodoro. Icono bizantino, ca. 600, procedente del Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí.
Pero Dios quiso nacer de mujer. La persona que nace de María es divina por lo tanto ella es madre de Dios. Su defensa de la verdad le ganó la cárcel y muchas luchas pero salió victorioso. San Cirilo, Arzobispo de Alejandría fue el defensor de la doctrina que proclama a María la Theotokos: Madre de Dios. Esta doctrina fue proclamada como dogma en el Concilio de Efeso (431) que San Cirilo presidió bajo la autoridad el Papa Celestino. Su gran oponente era Nestorio, patriarca de Constantinopla. Al ponerse en duda que María es madre de Dios se ponía en duda la identidad de Jesucristo quien es una persona divina. Por eso San Cirilo no solo aportó a la Mariología sino también a la Cristología. El argumento de San Cirilo: María es la Theotokos, no porque ella existiese antes de Dios o hubiese creado a Dios. Dios es eterno y María Santísima es una criatura de Dios.
Testimonio de San Cirilo al final del Concilio de Efeso: “Te saludamos oh María, Madre de Dios, verdadero tesoro de todo el universo, antorcha que jamás se apagará, templo que nunca será
El texto principal de la decisión del Concilio es la siguiente: “Pues, no decimos que la naturaleza del Verbo, transformada, se hizo carne; pero tampoco que se trasmutó en el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; sino, más bien, que habiendo unido consigo el Verbo, según hipóstasis o persona, la carne animada de alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado hijo del hombre, no por sola voluntad o complacencia, pero tampoco por la asunción de la persona sola, y que las naturalezas que se juntan en verdadera unidad son distintas, pero que de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la diferencia de las naturalezas se destruyera por la unión, sino porque la divinidad y la humanidad constituyen más bien para nosotros un solo Señor y Cristo e Hijo por la concurrencia inefable y misteriosa en la unidad... Porque no nació primeramente un hombre vulgar, de la santa Virgen, y luego descendió sobre Él el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne... De esta manera [los Santos Padres] no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen”.
Concilio de Efeso, Denzinger 111a
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