DF: "No es ciencia-ficción: El ciberataque y la civilización tecnológica"

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Diario Financiero - VIERNES 23 DE JUNIO DE 2017

HUMANITAS No es ciencia-ficción: El ciberataque y la civilización tecnológica Por Luca Valera *Profesor de la Facultad de Filosofía y Centro de Bioética de la Pontificia Universidad Católica de Chile

No es ciencia-ficción, es la realidad. El ciberataque es realidad, aunque no presente “materialidad” alguna. En la época de la civilización tecnológica, lo virtual se transforma en real, y, al revés, lo real se trasforma en algo intangible. Y surge así la palabra internet of things: el “internet de las cosas”. Todos somos parte de una red, y lo que hacemos aquí y ahora (hic et nunc, decían los clásicos) puede cambiar la vida de una persona que vive en otra parte del planeta. Este fenómeno recibe varios nombres: los científicos lo llaman “efecto mariposa”; los sociólogos, “globalización digital” o “sociedad líquida”; los filósofos, “ausencia de barreras”. Más allá de los nombres, las nuevas tecnologías y, sobre todo, la “revolución cibernética” implicada en ellas, están cambiando nuestra vida, y, con ella, nuestra visión del mundo. Pero cabe plantearnos la siguiente interrogante: ¿La están cambiando o la estamos cambiando? Solemos inclinarnos

por la primera respuesta, probablemente; la segunda alternativa es algo todavía in fieri. El punto es que debemos cambiar la mencionada visión, y todavía estamos muy atrasados. Los desarrollos científicos y tecnológicos viajan a una cierta velocidad, mientras que nuestra capacidad de interpretación de estos hechos –nuestra capacidad de juicio moral– está totalmente atrasada, como si viviésemos en otra época. Conocemos los hechos –y sabemos todo de todos, porque estamos sobrecargados de informaciones–, pero no los entendemos. Es por esto que los pensadores afirman que el ser humano es un ser obsoleto; obsoleto porque las tecnologías lo están transformando en un ser anticuado frente a sus productos –no es necesario pensar en el “transhumanismo” o “posthumanismo” para darse cuenta de eso–, y también porque nunca es up-to-date con sus reflexiones y sus lecturas de la realidad. Los filósofos, en este sentido, tienen una gran culpa, ya que no se involucran con la actualidad (ya sea ayudando a las personas a interpretar, ya sea ayudándolas a tener un claro juicio de lo que está pasando). La manera de entender la civilización tecnológica es un ejemplo más que claro de lo anterior: nuestro ambiente es un ambiente tecno-

lógico –vivimos en un mundo de productos tecnológicos– y seguimos pensando que dichos productos son algo “neutral” a nivel ético; que nuestra interacción con ellos es algo que cae bajo nuestras decisiones, que podemos prescindir de ellos. Pero no es así. La tecnología no es algo neutral, si la interpretamos como nuestro ambiente de vida. Ya no se puede decir, como solíamos afirmar, “El televisor no es ni bueno ni malo, depende del uso que hacemos de ello”; porque la tecnología no es algo distinto de nuestro mundo de vida: precisamente coincide con ello. Y nuestras acciones no tienen una vida ajena a las nuevas tecnologías, ya que interaccionamos constantemente con ellas. Nos comunicamos a través de las tecnologías (ya no es raro ver un grupo de amigos reunidos en el mismo lugar sin dejar de lado el celular), trabajamos a través de ellas (muchos trabajos son totalmente automatizados), gestionamos nuestros recursos a través de ellas mismas (como ha mostrado el ciberataque, el internet banking puede ser una ventaja o una desventaja)… Y la palabra “wasapear” ha sido reconocida por la Real Academia Española (¡y por el computador! Ninguna línea roja subraya dicho término…). Estamos ignorando, quizás, que las nuevas tecnologías llevan consigo

Sin respeto “Respeto” significa, literalmente, “mirar hacia atrás”. Es un mirar de nuevo. En el contacto respetuoso con los otros nos guardamos del mirar curioso. El respeto presupone una mirada distanciada, un pathos de la distancia. Hoy esa actitud deja paso a una mirada sin distancias, que es típica del espectáculo. El verbo latino spectare, del que toma su raíz la palabra “espectáculo”, es un alargar la vista a la manera de un mirón, actitud a la que le falta la consideración distanciada, el respeto (respectare). La distancia distingue el respectare del spectare. Una sociedad sin respeto, sin pathos de la distancia, conduce a la sociedad del escándalo. El respeto constituye la pieza fundamental para lo público. Donde desaparece el respeto, decae lo público. La decadencia de lo público y la creciente falta de respeto se condicionan recíprocamente. Lo público presupone, entre otras cosas, apartar la vista de lo privado bajo la dirección del respeto. El distanciamiento es constitutivo para el espacio público. Hoy, en cambio, reina una total falta de distancia, en la que la intimidad es expuesta públicamente y lo privado se hace público. Sin distancia tampoco es posible ningún decoro.

También el entendimiento presupone una mirada distanciada. La comunicación digital deshace, en general, las distancias. La destrucción de las distancias espaciales va de la mano con la erosión de las distancias mentales. La medialidad de lo digital es perjudicial para el respeto. Es precisamente la técnica del aislamiento y de la separación, como en el Ádyton (que, recordemos, era el espacio completamente cerrado hacia afuera en el templo griego), la que genera veneración y admiración. La falta de distancia conduce a que lo público y lo privado se mezclen. La comunicación digital fomenta esta exposición pornográfica de la intimidad y de la esfera privada. También las redes sociales se muestran como espacios de exposición de lo privado. El medio digital, como tal, privatiza la comunicación, por cuanto desplaza de lo público a lo privado la producción de información (…). El respeto va unido al nombre. Anonimato y respeto se excluyen entre sí. La comunicación anónima, que es fomentada por el medio digital, destruye masivamente el respeto. Es, en parte, responsable de la creciente cultura de la indiscreción y de la


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