AÑO XVIi
R E V I S T A DE A n t r op ol o gí a y C u lt u r a C r i s t i a n a s / N º 6 8 / A ÑO X V I I
Cardenal Paul Poupard EL CONCILIO VATICANO II, HACE 50 AÑOS Hablan los obispos
¿POR QUÉ UN AÑO DE LA FE?
68
Congregación para la Doctrina de la Fe
HOMOSEXUALIDAD Y CATOLICISMO
HUMANITAS Revista de Antropología y Cultura Cristianas Publicación trimestral de la Pontificia Universidad Católica de Chile La revista HUMANITAS nace de la conveniencia de que la Universidad disponga para el servicio de la comunidad universitaria y de la opinión pública en general, de un órgano de pensamiento y estudio que busque reflejar las preocupaciones y enseñanzas del Magisterio Pontificio (Decreto Rectoría Nº 147/95, visto 2º). DIRECTOR Jaime Antúnez Aldunate COMITE EDITORIAL Hernán Corral Talciani Samuel Fernández Eyzaguirre Gabriel Guarda, O.S.B. René Millar Carvacho Pedro Morandé Court Ricardo Riesco Jaramillo Francisco Rosende Ramírez Juan de Dios Vial Correa Juan de Dios Vial Larraín Arturo Yrarrázaval Covarrubias SECRETARIA DE REDACCIÓN Marta Irarrázaval Zegers CONSEJO DE CONSULTORES Y COLABORADORES Presidente Honorario: S.E.R. Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa. Arzobispo Emérito de Santiago. Héctor Aguer, Anselmo Álvarez, O.S.B., Carl Anderson, Andrés Arteaga, Francisca Alessandri, Antonio Amado, Felipe Bacarreza, Jean-Louis Bruguès, O.P., Rocco Buttiglione, Massimo Borghesi, Carlos Francisco Cáceres, Cardenal Carlo Caffarra, Cardenal Antonio Cañizares, Jorge Cauas Lama, Guzmán Carriquiry, William E. Carroll, Alberto Caturelli, Cesare Cavalleri, Fernando Chomali, Francisco Claro, Ricardo Couyoumdjian, Mario Correa Bascuñán, Francesco D’Agostino, Adriano Dell’Asta, Vittorio di Girolamo, Carmen Domínguez, José Manuel Eguiguren, Carlos José Errázuriz, Jesús Colina, Luis Fernando Figari, Juan Ignacio González, Stanislaw Grygiel, Gonzalo Ibáñez Santa-María, Raúl Hasbun, Henri Hude, José Miguel Ibáñez, Raúl Irarrázabal, Lydia Jiménez, Paul Johnson, Jean Laffitte, Nikolaus Lobkowicz, Alfonso López Quintás, Alejandro Llano, Raúl Madrid, Javier Martínez Fernández, Patricia Matte Larraín, Carlos Ignacio Massini Correas, Mauro Matthei, O.S.B., Cardenal Jorge Medina, Livio Melina, Augusto Merino, Dominic Milroy, O.S.B., Antonio Moreno Casamitjana, Fernando Moreno Valencia, Rodrigo Moreno Jeria, José Miguel Oriol, Francisco Petrillo, O.M.D., Bernardino Piñera, Aquilino Polaino-Lorente, Rodrigo Polanco, Cardenal Paul Poupard, Javier Prades, Dominique Rey, Florián Rodero L.C., Alejandro San Francisco, Romano Scalfi, Cardenal Angelo Scola, David L. Schindler, Josef Seifert, Gisela Silva Encina, Robert Spaemann, Paulina Taboada, William Thayer Arteaga, Olga Ulianova, Luis Vargas Saavedra, Miguel Ángel Velasco, Juan Velarde Fuertes, Aníbal Vial, Pilar Vigil, Richard Yeo, O.S.B., Diego Yuuki, S.J.
Consejo de Consultores y Colaboradores NACIONALES
EXTRANJEROS
Andrés Arteaga: Obispo Auxiliar de Santiago. Profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. (UC) Francisca Alessandri: Profesora de la Facultad de Periodismo, UC. Antonio Amado: Profesor de Metafísica de la Universidad de los Andes. Felipe Bacarreza: Obispo de Los Ángeles, Chile. Carlos Francisco Cáceres: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Jorge Cauas Lama: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Fernando Chomali: Obispo Auxiliar de Santiago. Miembro de la P. Academia Pro Vita. Francisco Claro: Decano Facultad de Educación, UC. Ricardo Couyoumdjian: Profesor del Instituto de Historia, UC. De la Academia de la Historia del Instituto de Chile. Mario Correa Bascuñán: Secretario General de la Pontificia Universidad Católica. Profesor de la Facultad de Derecho, UC. Carmen Domínguez: Abogado, Directora del Centro UC para la Familia. Vittorio di Girólamo: Profesor de la Universidad Gabriela Mistral. José Manuel Eguiguren Guzmán: Fundador del Movimiento Apostólico Manquehue Carlos José Errázuriz: Consultor Congregación para la Doctrina de la Fe. Profesor de la Pontificia Università della Santa Croce. Jesús Colina: Director de Aleteia. Juan Ignacio González: Obispo de San Bernardo, Chile. Raúl Hasbun: Sacerdote de Schöenstatt. Profesor del Seminario Pontificio Mayor de Santiago. Gonzalo Ibáñez Santa-María: Profesor y ex rector de la Universidad Adolfo Ibáñez. José Miguel Ibáñez Langlois: Teólogo y poeta. Raúl Irarrázabal Covarrubias: Arquitecto. Presidente de la Asociación Chilena de la Orden de Malta. Raúl Madrid: Profesor de la Facultad de Derecho, UC. Patricia Matte Larraín: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Presidenta de la Sociedad de Instrucción Primaria. Mauro Matthei, OSB: Sacerdote y monje benedictino. Historiador. Cardenal Jorge Medina: Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Augusto Merino: Cientista político, profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez. Antonio Moreno: Arzobispo Emérito de Concepción. Fernando Moreno: Filósofo, director del programa de Ciencia Política de la Universidad Gabriela Mistral. Rodrigo Moreno Jeria: De la Academia Chilena de la Historia. Bernardino Piñera: Arzobispo Emérito de La Serena. Rodrigo Polanco: Presbítero, profesor de la Facultad de Teología de la UC. Alejandro San Francisco: Profesor del Instituto de Historia, UC. Gisela Silva Encina: Escritora. Paulina Taboada: Médico. Miembro de la Pontificia Academia Pro Vita. William Thayer Arteaga: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Olga Uliánova: Doctora en Historia por la Universidad de Lomonosov, Moscú. Investigadora de la Universidad de Santiago. Luis Vargas Saavedra: Profesor de la Facultad de Letras, UC. Aníbal Vial: Ex rector Universidad Santo Tomás. Pilar Vigil: Médico. Miembro de la Pontificia Academia Pro Vita.
Héctor Aguer: Arzobispo de la Plata, Argentina. Anselmo Álvarez, OSB: Abad de Santa Cruz del Valle de los Caídos. Carl Anderson: Caballero Supremo de los Caballeros de Colón. Jean-Louis Bruguès, OP: Archivista y bibliotecario de la Santa Iglesia. Obispo emérito de Angers, Francia. Massimo Borghesi: Filósofo italiano. Catedrático de la Universidad de Perugia. Rocco Buttiglione: Filósofo político italiano. Cardenal Carlo Caffarra: Arzobispo de Bolonia. Cardenal Antonio Cañizares: Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Guzmán Carriquiry: Secretario de la Comisión Pontificia para América Latina. William E. Carroll: Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad de Oxford. Alberto Caturelli: Filósofo argentino. Cesare Cavalleri: Director de Studi Cattolici, Milán. Francesco D’Agostino: Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Tor Vergata de Roma. Ex Presidente del Comité Nacional de Bioética en Italia. Adriano Dell’Asta: Profesor de la Universidad Católica de Milán. Luis Fer nando Figar i: Fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, Lima. Stanislaw Grygiel: Filósofo polaco. Titular de la Cátedra Juan Pablo II en la Universidad Lateranense, Roma. Henri Hude: Filósofo francés. Ex rector del Colegio Stanislas, París. Lydia Jiménez: Directora General del Instituto Secular Cruzadas de Santa María Paul Johnson: Historiador inglés. Jean Laffitte: Obispo de Entrevaux. Secretario del Consejo Pontificio para la Familia. Nikolaus Lobkowicz: Director del Instituto de Estudios de Europa del Este y Central de la Universidad de Eichstätt, Alemania. Alfonso López Quintás: Filósofo español. Miembro de Número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Alejandro Llano: Filósofo español. Javier Martínez Fernández: Arzobispo de Granada, España. Carlos Ignacio Massini Correas: Catedrático de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Livio Melina: Presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia. Dominic Milroy, OSB: Monje de Ampleforth, ex-rector de Ampleforth College, York, Gran Bretaña. José Miguel Oriol: Presidente de Editorial Encuentro, Madrid. Francesco Petrillo, OMD: Superior General de la Orden de la Madre de Dios. Aquilino Polaino-Lorente: Psiquiatra español. Cardenal Paul Poupard: Presidente emérito del Pontificio Consejo de Cultura. Javier Prades: Rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, Madrid. Miembro de la Comisión Teológica Internacional. Dominique Rey: Obispo de Frejus-Toulon, Francia. Florián Rodero L.C: Profesor de Teología del Ateneo Regina Apostolorum en Roma. Romano Scalfi: Director del Centro Rusia Cristiana, Milán. Cardenal Angelo Scola: Arzobispo de Milán. Josef Seifert: Es Rector de la Academia Internacional de Filosofía de Liechtenstein desde 1986, y desde 2004 en Chile, IAP-PUC. David L. Schindler: Director del Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre Matrimonio y Familia, Washington D.C. Robert Spaemann: Filósofo alemán. Miguel Ángel Velasco: Director de Alfa y Omega, Madrid. Juan Velarde Fuertes: De la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales (1992). Richard Yeo, OSB: Abad Presidente de la Congregación Benedictina de Inglaterra Diego Yuuki, SJ: Ex director del Museo de los 26 Mártires de Japón, Nagasaki.
H U M A N I T A S
H umanitas Nº 68 PRIMAVERA 2012 – AÑO XVII
EL CONCILIO VATICANO II, HACE 50 AÑOS Cardenal Paul Poupard
616
Hablan los obispos ¿POR QUÉ UN AÑO DE LA FE? Ezzati/Chomali/González/Bacarreza/Goic/Contreras/Batres/Stegmeier
644
Juan Jacobo Rousseau UN PADRE ANÁRQUICO Y TOTALITARIO PARA LOS TIEMPOS MODERNOS Gianfranco Morra
652
A 75 años de la Divini Redemptoris LA IGLESIA Y EL MARXISMO Gonzalo Ibáñez Santa María
664
REDESCUBRIR EL SENTIDO DE LA LEY UNIVERSAL Henri Hude
678
Psicología con alma EL ENVIDIOSO, HIJO DE UN DIOS MENOR Giovanni Cucci S.J.
686
Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe SOBRE LAS PERSONAS HOMOSEXUALES
698
CRISIS Y TRANSICIÓN Cardenal Angelo Scola
712
NAVIDAD En palabras de San Agustín y del Beato Juan XXIII
720
Destacamos en NOTAS NUEVAS HOMILÍAS DE ORÍGENES Samuel Fernández
730
EDUCACIÓN Y UNIVERSIDAD Juan de Dios Vial Larraín
735
Destacamos en LIBROS Extractos del libro de Mons. Gerhard Ludwig Müller BENEDICTO XVI Y LA VALENTÍA DE ABRIRSE A LA AMPLITUD DE LA RAZÓN
824
En portada: Vitral del Espíritu Santo en el Altar de la Gloria. Basílica de San Pedro.
Sumario Editorial Notas La Palabra del Papa Panorama Libros Sobre los Autores
607 612 724 746 758 824 842
HUMANITAS
diecisiete años sirviendo al encuentro de la fe y la cultura
HUMANITAS (ISSN 07172168) recoge los trabajos de sus colaboradores regulares, nacionales y extranjeros. Asimismo, de otros autores cuya temática resulta afín con los objetivos de esta publicación. Toda reproducción total o parcial de los artículos publicados por HUMANITAS requiere de la correspondiente autorización, a excepción de comentarios o citas que se hagan de los mismos. Diseño y Producción: Publicidad Universitaria UC Impresión: Ograma Impresores Suscripciones y correspondencia: HUMANITAS, Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, 3er piso, Santiago, Chile. Teléfono (562) 354 6519, Fax (562) 354 3755, E-mail: humanitas@uc.cl Suscripción anual, $28.000; estudiantes, $18.000. Valor por ejemplar, $7.000.
HUMANITAS Sumario n° 68 (octubre- diciembre 2012)
EL CONCILIO VATICANO II, HACE 50 AÑOS, por Cardenal Paul Poupard. El Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII y clausurado por Pablo VI, se desarrolló en cuatro sesiones entre 1962 y 1965, agrupando a 2.300 obispos, con más de 140 congregaciones. Como resultado fueron promulgados 16 documentos: cuatro constituciones, nueve decretos y tres declaraciones. Para Juan XXIII, el Concilio era en primer lugar un encuentro con Dios en la oración; con María, como con los apóstoles en el cenáculo, en la víspera de Pentecostés. Encuentro con el Espíritu Santo, con los obispos, con los hermanos separados provenientes de todas partes, con el mundo entero. La influencia de este gran acontecimiento de la cristiandad es un testimonio de que la Tradición proveniente de los apóstoles no es una materia inerte, sino un cuerpo vivo que se desarrolla en la Iglesia. En Tertio Millennio Adveniente el Papa Juan Pablo II afirmaba: “El Concilio Vaticano II constituye un acontecimiento providencial gracias al cual la Iglesia ha iniciado la preparación próxima del Jubileo del segundo milenio”. En la crisis de civilización de este comienzo de milenio, marcada por la conmoción de los espíritus y el deterioro de las costumbres, la Iglesia responde proponiendo el mensaje del Concilio a los hombres de nuestro tiempo: Cristo es la clave de toda la historia. Su luz ilumina el misterio del hombre, que vale más por lo que es que por lo que tiene y realiza siguiéndolo la plenitud de su vocación de hijo de Dios, fuente de felicidad en este mundo y de alegría eterna. Hoy resuenan las palabras del Gaudium et spes: “El porvenir está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar”. Humanitas 2012, LXVIII, págs. 616 - 641 ¿POR QUÉ UN AÑO DE LA FE? El Santo Padre Benedicto XVI publicó el 11 de octubre de 2011 una Carta Apostólica con el título “Porta fidei”. En ella anunciaba: “He decidido convocar un Año de la Fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II, con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe” (Porta fidei, N. 4). La Carta se publicó doce meses antes del comienzo del Año de la Fe. Se recoge en estas páginas la palabra de ocho obispos chilenos que expresan bien el sentir de la Iglesia chilena en relación con este tiempo de gracia ya iniciado. Humanitas 2012, LXVIII, págs. 644 - 651
H 607
UN PADRE ANÁRQUICO Y TOTALITARIO PARA LOS TIEMPOS MODERNOS, por Gianfranco Morra. La incidencia de las ideas de Jean Jacques Rousseau lo convierte en uno de los padres de la modernidad. A través de tres siglos, sus acciones y sus ideas han sido objeto de decididas exaltaciones y despiadadas polémicas. Rousseau ha sido anatomizado y estudiado en miles de escritos, no menos que Dante y Goethe, señal evidente de que su personalidad dejó una marca. Muchas de sus intuiciones precedieron proféticamente el destino de Europa, desde la Revolución francesa en adelante, y no pocos revolucionarios estaban impregnados de su enseñanza. Los Discursos de Rousseau están animados por la certeza de que la autenticidad y unidad propias de la persona humana sólo son posibles mientras ésta permanece en su estado natural. Por tanto estos valores se han disuelto con la incorporación en una cultura. Esto genera una animadversión ante la sociedad y la historia que se traspasará a los siglos de la modernidad, provocando la sustitución de la amistad con la realidad que caracterizó al mundo griego y cristiano, por una nueva actitud de resentimiento respecto a ella. Las concepciones del pensador ginebrino se han proyectado a la cultura predominante, marcando una aspiración como regla: no debo ser lo que soy y debo ser lo que no soy. Una utopía irrealizable, ya que para él sólo es bueno lo que no existe. Humanitas 2012, LXVIII, págs. 652 - 663 LA IGLESIA, EL LIBERALISMO Y EL COMUNISMO, por Gonzalo Ibáñez Santa María. En 1990 cayó el Muro de Berlín y, poco después, en rápida sucesión, se derrumbaron los regímenes comunistas, incluido el más grande de ellos: el de la Unión Soviética. El éxito que tuvo el comunismo y el hecho de que, al final, parte importante del mundo estuviera dominado por él o le rindiese pleitesía, no constituyeron un episodio más como tantos otros que han jalonado la historia de la humanidad. Como nunca antes, nuestra civilización se enfrentó a un adversario que la desafió en sus bases fundamentales y que estuvo a punto de vencerla, lo cual de hecho hubiera significado un virtual término de la historia. Es decir, con el triunfo del comunismo, la humanidad se vio enfrentada a un riesgo inminente de total destrucción. Y, aunque no pereció en el combate, las heridas que sufrió fueron de tal magnitud que es obligado detenerse a meditar sobre lo que ese fenómeno fue y, sobre todo, acerca de las causas que lo produjeron. Millones de muertos, destrucción de naciones enteras, ruina de acervos culturales, ruina económica, fueron algunas de sus consecuencias. En el aniversario número 75 de la encíclica Divini Redemptoris se hace un recuento de esta realidad histórica, y se reflexiona sobre la postura tomada por la Iglesia frente a ella, una consideración iniciada durante el magisterio de Pío IX y culminada en el pontificado de Juan Pablo II. Humanitas 2012, LXVIII, págs. 664 - 677 REDESCUBRIR EL SENTIDO DE LA LEY UNIVERSAL, por Henri Hude. Es propio del hombre ser un animal político y decidir inteligentemente su acción aplicando una ley política, que es una ley natural y una ley moral. Su libertad no consiste en elegir entre la aplicación y la no aplicación de la ley. Una elección entre el estado de sociedad y el estado natural no podría constituir una libertad racional y digna. El hombre no es realmente libre sino actuando racionalmente, es decir, a partir de un principio, de una ley. Elegir la anomia lo despoja, con la ley, de su poder efectivo de autodeterminación y lo vuelve esclavo de los determinismos, tirano de sus semejantes y prisionero de sus pulsiones. El hombre es un animal racional y social, que tiene lógicamente como ley natural una ley moral universal, que es también su ley política fundamental. Humanitas 2012, LXVIII, págs. 678 - 685
H 608
EL ENVIDIOSO, HIJO DE UN DIOS MENOR, por Giovanni Cucci S.J. La envidia es un extraño vicio porque, a diferencia de los otros, no proporciona ventaja alguna a quienes lo cultivan, y sin embargo a causa del mismo existe una disposición a sacrificar cualquier cosa. La envidia muestra en qué medida el comportamiento humano puede no obedecer a las leyes de la lógica, incluso aquellas aparentemente obvias del utilitarismo y el hedonismo: aquí el placer, si lo hay, es maligno y no lleva a ningún tipo de satisfacción en la propia vida, pues el objeto que satisface el deseo no es tanto la posesión de un bien como la destrucción de un “rival”. El único remedio eficaz para la envidia es dado por el amor y por el compartir, que nacen de la gratitud. Éstos pueden sanar la mirada enferma y distorsionada, recordando el poder del bien otorgado a cada uno, un poder capaz de curar del veneno de la confrontación y devolver al corazón herido el color de la vida. Humanitas 2012, LXVIII, págs. 686 - 697 SOBRE LAS PERSONAS HOMOSEXUALES. Frente a la presencia de problemas derivados de la práctica abierta de la homosexualidad y de las presiones sociales ejercidas por grupos organizados a este propósito, la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, hoy S.S. Benedicto XVI, hizo pública el 1° de octubre de 1986 una Carta a todos los obispos instruyéndolos sobre esta grave materia. Cuando el marco cultural respecto de este problema parecía todavía distinto al de hoy, con más de 25 años de antelación, esta Carta señaló proféticamente que “cuando se introduce una legislación civil para proteger un comportamiento al cual ninguno puede reivindicar derecho alguno, ni la Iglesia, ni la sociedad en su conjunto deberían luego sorprenderse si también ganan terreno otras opiniones y prácticas torcidas y si aumentan los comportamientos irracionales y violentos (n.10)”. Humanitas 2012, LXVIII, págs. 698 - 711 CRISIS Y TRANSICIÓN, por Cardenal Angelo Scola. En este diálogo del Arzobispo de Milán —la arquidiócesis más grande del Viejo Continente— con el entrevistador Aldo Cazzullo, se reflexiona sobre la Iglesia, Europa, la nueva política, el hombre y la cultura de nuestro tiempo. El Cardenal Scola destaca, entre otras consideraciones, que debemos meditar con mucho realismo acerca de la efectiva gravedad de la llamada crisis económico-financiera, atendiendo a que esta “crisis” por sí sola no logra expresar todo lo que está en juego. Lo ocurrido tiene como horizonte la mutación inédita producida tras la “caída de los muros”, pues después del fin de las utopías del siglo XX se sucedieron con gran rapidez cambios inéditos en la historia de la humanidad: la civilización de las redes, la globalización, la mutación de la percepción común de la sexualidad y del amor, la posibilidad de intervenir en el patrimonio genético, los grandes desarrollos de la física de partículas que indaga sobre el origen del cosmos. No basta una interpretación orientada a identificar “recetas técnicas”. Sólo dentro de la dimensión cultural, antropológica, ética, es posible comprender y explicar lo que es la crisis económica y financiera que nos afecta. Humanitas 2012, LXVIII, págs. 712 - 719 Notas “En mi tierra me decían Jeannette”, por Régine Pernoud. A 600 años del nacimiento de Santa Juana de Arco se recuerda la figura de esta gran santa francesa a través de un recuento de testimonios referidos a su infancia, su juventud, y sus visiones, recopilados por la famosa medievalista Régine Pernoud. Así es posible contemplar el rostro de la verdadera Juana que, fallecida a los 19 años, fue capaz como las demás de inspirar el amor, pero decidida, en cuanto a sí misma, a no entregarse a nadie más que a Dios, para responder con fidelidad a un temprano llamado que Él le hizo presente a través del Arcángel San Miguel.
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Nuevas homilías de Orígenes, por Samuel Fernández. El descubrimiento en la biblioteca alemana Bayerische Staatsbibliothek de Munich, de 29 homilías de Orígenes de Alejandría en su original griego, es un hito para los estudios patrísticos. Sobre Orígenes de Alejandría, que vivió entre los años 185 y 254, dijo Benedicto XVI en una homilía de algunos años atrás que “es una de las personalidades determinantes para todo el desarrollo del pensamiento cristiano”. Educación y Universidad, por Juan de Dios Vial Larraín. La educación es el rito de una cultura en la que un cuerpo social se instala históricamente. Es una faena espiritual que determina el paso de las generaciones y renueva la identidad y la vigencia de una forma de vida en la que una nación se reconoce. De ninguna manera una narración ideológica, o una estrategia política o una estructura mecánica a la que uno haya de ceñirse. La educación es vida histórica, juego de la libertad en el destino del hombre. En la actualidad Platón, la Universidad medieval o renacentista, la de Humboldt o Napoleón, no bastan. Han surgido situaciones nuevas a lo menos en tres ámbitos: el de la demografía, el de la tecnología y el de la epistemología. El crecimiento demográfico, el notable desarrollo tecnológico y la indefinida expansión de las formas del saber científico conmueven, desperfilan y confunden la gran empresa de la educación, prácticamente por todo el mundo. Se da lugar a saberes que presumen de ser exhaustivos, pero con mucha frecuencia están huecos; invaden la intimidad ajena, pero nos hunden en la ignorancia de nosotros mismos. Proust en el “Gulag”, por Antonio Spadaro. En 1940 quince mil oficiales polacos fueron encarcelados por los rusos. Entre ellos se encontraba Joseph Czapski, hijo de una familia aristocrática polaca, pintor, crítico de arte, gran lector y conversador brillante. A estos hombres sólo les quedaba la memoria y la riqueza de la cultura, que llevaban en su intimidad y que les fortalecía en su humanidad: ciencia, arte, arquitectura, literatura, historia. Muchos de ellos decidieron luchar contra la degradación espiritual y la decadencia física a través de conferencias sobre sus respectivas pasiones culturales. Czapski hizo revivir para los compañeros de cárcel su lectura personal de En busca del tiempo perdido, la obra maestra de Marcel Proust. El texto de su intervención fue dictado y puesto por escrito, ya que debía someterse a la censura del campo. Cuando dejó Rusia, el autor se lo llevó consigo. Este año acaba de ser publicado por primera vez en lengua española. Humanitas 2012, LXVIII, págs. 724 - 744 LIBROS “Ampliar El Horizonte de la raZÓN. PArA una leCtura dE Joseph Ratzinger – BenedICto XVI” por Gerhard Ludwig Müller (Librería Editrice Vaticana); “Le Concile Vatican II” por Cardenal Paul Poupard (Ed. Salvator), “Les Ancres dans le ciel. L’infratructure métaphysique” por Rémi Brague (Editions du Seuil); “Introduzione alla biopolitica: dodici voci fondamentali” por Francesco D’Agostino (Aracne); “¿Qué es el derecho en la Iglesia?” por Carlos José Errázuriz (Editorial Eunsa); “La familia. Desafío para una nueva política” por Eduardo Herbfolder, Mariano Martínez-Aedo y Lola Velarde (Instituto de Política Familiar); “Nueva Izquierda y cristianismo” por Francisco José Contreras y Diego Poole (Ediciones Encuentro); “Une énigme photografique” por Maurice Blondel (Co-édition Éreme - Musée de la Photographie de Charleroi); “Donde vive la libertad. Una lectura de Romano Guardini” por Mónica Codina (Biblioteca Nueva); “Diagnóstico de la universidad en Alasdair MacIntyre. Génesis y desarrollo de un proyecto antropológico” por José Manuel Giménez de Amaya y Sergio Sánchez-Migallón (Editorial Eunsa); “Un mundo aparte” por Gustaw Herling-Grudzinski (Libros del Asteroide); “Juan de Ávila, un apóstol en camino” por Juan Rubio Fernández (Editorial San Pablo); “Y dar a luz tus luces” por Irma Bettancourt Siggelkow (Ediciones Universidad Católica de Chile). Humanitas 2012, LXVIII, págs. 824 - 841
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La Fe de América T
¿ enemos acaso conciencia, los habitantes de esta tierra americana, que “el 12 de octubre de 1492 [es] una de las fechas más importantes en la historia de la humanidad?”. Muchos indicios hay de que esta conciencia se ha debilitado. Desde luego su celebración, donde se mantiene, ha diluido su significado. ¿Padecemos el síndrome, tan moderno, que afecta a culturas como la europea, de la cual se ha dicho que sus actuales habitantes, a pesar de una riquísima y milenaria tradición, no se reconocen debidamente en ella y no la aman, al menos en la medida de lo que merece serlo? Precisamente quien mismo irguió su potente voz en Santiago de Compostela el año 1982 para llamar a esa Europa a “ser ella misma” —por razones no tan distantes de las que aquí se manifiestan— fue también quien, diez años después, en el Faro de Colón, en Santo Domingo, en la celebración del V centenario de la evangelización de América, poniendo en sus labios las palabras antes citadas acerca del 12 de octubre, agregó: “bendita tierra que, hace ahora quinientos años, recibió a Cristo, luz de las naciones, y fue marcada con el signo de la Cruz salvadora” (Juan Pablo II, 11.X.92, viaje apostólico a Santo Domingo). Quince años después de Juan Pablo II, vuelve Pedro al continente en la persona de Benedicto XVI para iluminar la conciencia de sus habitantes respecto de aquello que esa fe ha hecho germinar en esta tierra. Y refiriéndose concretamente a los pueblos de América Latina y del Caribe dice así: “Del encuentro de esa fe con las etnias originarias ha nacido la rica cultura cristiana de este continente, expresada en el arte, la música, la literatura y, sobre todo, en las tradiciones religiosas y en la idiosincrasia de sus gentes, unidas por una misma historia y un mismo credo, y formando una gran sinfonía en la diversidad de culturas y de lenguas”. (Benedicto XVI, 13.V.07, sesión inaugural de la 5ª Conferencia en Aparecida). “¿Qué ha significado la aceptación de la fe cristiana para los pueblos de América Latina y del Caribe?”, se pregunta luego. “Para ellos ha significado conocer y acoger a Cristo, el Dios desconocido que sus antepasados, sin saberlo, buscaban en sus ricas tradiciones religiosas (…) que ha venido a fecundar sus culturas, purificándolas y desarrollando los numerosos gérmenes y semillas que el Verbo encarnado había puesto en ellas, orientándolas así por los caminos del Evangelio. En efecto, el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura
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HUMANITAS Nº 68 pp. 612 - 614
extraña. Las auténticas culturas no están cerradas en sí mismas ni petrificadas en un determinado punto de la historia, sino que están abiertas, más aún, buscan el encuentro con otras culturas” (Benedicto XVI, Idem).
EDITORIAL
El contexto actual y sus apremiantes desafíos psicológicos y materiales favorece poco la percepción habitual de este marco de realidades; hasta hace a muchos figurarse que las mismas constituyen quizá un escape hacia lo irreal. “¿Qué es esta ‘realidad’? ¿Qué es lo real? ¿Son ‘realidad’ sólo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos?”, nos interpela Benedicto XVI.
La síntesis entre sus culturas y aquella fe cristiana ofrecida por los misioneros, que la sabiduría de los pueblos originarios supo realizar, fue la que dio origen a la rica y profunda religiosidad popular en que se plasma el alma de la América mestiza: la devoción a la Eucaristía; el amor filial a María desde los albores de Guadalupe (“¿no estás bajo mi sombra y resguardo?”, dice ella a Juan Diego); la piedad por el Cristo sufriente y con ello la permanente cercanía con los que sufren; la universal y entusiasta adhesión al Sucesor de Pedro y el local fervor para con los propios santos.
Ciertamente el contexto actual y sus apremiantes desafíos psicológicos y materiales favorece poco la percepción habitual de este marco de realidades; hasta hace a muchos figurarse que las mismas constituyen quizá un escape hacia lo irreal. “¿Qué es esta ‘realidad’? ¿Qué es lo real? ¿Son ‘realidad’ sólo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos?, nos interpela Benedicto XVI. “Aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo (¡por qué América tendría que hacer causa con ellas!, se quejó alguna vez Octavio Paz), error destructivo, como demuestran los resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante y por esto decisiva, que es Dios”. (Benedicto XVI, Idem) Para alimentar nuestra esperanza, esa “gran sinfonía en la diversidad de culturas y de lenguas” sigue sin embargo allí, como aguardando la hora en que pueda expresarse con voz potente en el concierto de las naciones. Reconocen esto, como nuestra realidad esencial, no sólo quienes gozan del don de la fe. Muchos americanos de renombre universal, a veces hostiles con la Iglesia, lo han hecho saber: “la universalidad del castellano (universalidad tributaria de la fe católica, podríamos agregar nosotros) por tenerla, dio cabida a todas las lenguas anteriores al castellano en las Américas (…); las fechas de la independencia
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Para alimentar nuestra esperanza, esa “gran sinfonía en la diversidad de culturas y de lenguas” sigue allí, como aguardando la hora en que pueda expresarse con voz potente en el concierto de las naciones. Reconocen esto, como nuestra realidad esencial, no sólo quienes gozan del don de la fe. Muchos americanos de renombre universal, a veces hostiles con la Iglesia, lo han hecho saber.
son, así, fechas de la lengua que nos une —el español— y de las lenguas que nos diversifican —náhuatl, maya, zapoteco, quechua, guaraní, mapuche” (Carlos Fuentes). Afirmación que rima con el característico lamento nerudiano, que no obstante su queja, exclama reconociendo lo que recibió y lo llevó a las cimas: “…Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras”. Visión realista, no hay para que discutir sus matices, que no obstante empalidece ante el realismo de tono aun superior con que se expresa Octavio Paz: “Se olvida con frecuencia que pertenecer a la fe católica significa encontrar un sitio en el cosmos. La huida de los dioses y la muerte de los jefes habían dejado al indio en una soledad tan completa como difícil de imaginar para el hombre moderno. El catolicismo les hace reanudar los lazos con el mundo y el trasmundo. Devuelve sentido a su presencia en la tierra, alimenta sus esperanzas y justifica su vida y su muerte (…) Sin la Iglesia el destino de los indios hubiera sido muy diverso”, afirma. Cuestión central en nuestra historia que nos trae de nuevo a las palabras del Papa en Aparecida: “La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión: el encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica” (Benedicto XVI, Idem). Para consolidar su identidad cultural, América Latina requiere mirarse a sí misma en sus raíces y ser fiel a éstas, que a lo largo de cinco siglos, habiéndose encarnado en valores cristianos, han dado frutos —no por ser aún insuficientes— preciosos. Ambos pontífices han insistido en la importancia fundamental que en este sentido tienen, en un continente de bautizados, las “voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada, coherentes con sus convicciones éticas y religiosas” que actúen en el ámbito político, comunicativo y universitario; como asimismo el compromiso de los jóvenes “centinelas del mañana (…) sin miedo del sacrificio, sino de una vida sin sentido”.
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C o n f e r e ncias
Cr isti a na s
N o v e nas
M a r ianas
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María y la Fe
R E V ISTA
DE
A ntropologí a
y
Alabastro de la Anunciación, Inglaterra. Ci 1440.
Cult ur a
“Aprendamos de ella, nuestra Madre en la fe, a reconocer en la humanidad de Cristo la perfecta revelación de Dios” (Benedicto XVI, Ángelus, domingo 8 de julio 2012)
1. La fe de María Lunes 12 de noviembre, 19 hrs.
Expositor
2.
La fe de María y la fe de la Iglesia
Lunes 19 de noviembre, 19 hrs.
3. María, nuestra madre en Lunes 26 de noviembre, 19 hrs.
la fe
Antonio Amado Fernández, profesor de Metafísica de la Universidad de los Andes. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de Revista HUMANITAS. Lugar: Auditorio Colegio Francisco de Asís Cerro Catedral Norte 12.150 Las Condes Precio general: $28.000 (incluye suscripción anual a revista HUMANITAS) Precio estudiantes: $ 18.000 INFORMACIONES E INSCRIPCIONES
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El Concilio Vaticano II, hace 50 a単os Por Paul Cardenal Poupard
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Al Concilio Vaticano II acompañó y sobre todo siguió una mutación sociocultural cuya amplitud, radicalidad, rapidez y carácter cósmico no tienen equivalente: el triunfo de los métodos críticos, la invasión de las ciencias humanas, la rebelión de parte de la juventud, la urbanización galopante, la secularización radical, la crisis del magisterio, el desinterés por todo cuanto proviene de una jerarquía, el acaparamiento de las cosas terrenales y la invasión de lo económico.
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«Al clausurar esa primera sesión, el 8 de diciembre de 1962, Juan XXIII agregaba: “Será el nuevo Pentecostés tan esperado”; pero en privado añadía: “Mi parte será el sufrimiento”. Y moría, ofreciendo su vida por el Concilio».
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o recuerdo, era ayer, en ese otoño ya lejano de 1959. Angelo Giuseppe Roncalli había sucedido el año anterior al Papa Pío XII con el nombre de Juan XXIII. El viejo campesino lombardo, que en la sede de Pedro decían ser de transición, heredaba una Iglesia con tranquilas certezas en un mundo que, tras los crujidos de la Segunda Guerra Mundial, aspiraba a disfrutar la vida intensamente.
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Para asombro de todos, acababa de convocar un Concilio. Muchos no sabían ni siquiera de qué se trataba. Y prácticamente nadie lo esperaba. Mis profesores de la Facultad de Teología de Angers estaban convencidos de que a partir de la definición de la infalibilidad del Papa ya no era necesario un concilio. Con su estilo pragmático, el buen Papa Juan, como lo llamaban —y también Juan extramuros—, desmentía la idea. Sería preciso por tanto aceptar la situación. Para algunos, eso era algo difícil. El Papa los ayudaba, sin grandes teorías, mediante numerosas confidencias en privado y en público. Todos mis visitantes en la Secretaría de Estado me decían que en cada audiencia Juan XXIII les hablaba del Concilio en su lenguaje familiar: “Una verdadera alegría para la Iglesia universal de Cristo, eso es lo que pretende ser el nuevo Concilio Ecuménico. En materia de concilio, somos todos novicios. El Espíritu Santo estará ahí cuando todos los obispos se reúnan. ¡Y se verá claramente! Será la flor espontánea de una primavera inesperada. El Concilio no es una asamblea especulativa; es un organismo vivo y vibrante, que abarca al mundo entero; una casa adornada para una fiesta, que resplandece con su decoración de primavera, donde la Iglesia llama a todos los hombres hacia ella”. “El Concilio —decía él, agregando el gesto a la palabra— es la ventana abierta, o también es sacar el polvo y barrer la casa, poner flores en ella y abrir la puerta diciendo a todos: «Vengan a ver. Aquí está la casa del Buen Dios». El Concilio hará subir al Cielo un canto primaveral de juventud”. A los arquitectos les decía: “El Concilio quiere construir un edificio nuevo sobre los fundamentos colocados en el curso de la historia”. A una orquesta: “Será una poderosa sinfonía”. Y a todos: “Produce en todo el mundo una gran esperanza. ¿Qué puede ser un concilio sino la renovación del encuentro con el rostro de Jesús Resucitado? El Concilio es la Iglesia iluminando al mundo a través de los siglos. Sí, luz de Cristo, Iglesia de Cristo, luz de las naciones…” (Ver Documentación católica, T. LIX, 7 de octubre de 1962, No. 1385, El Concilio). Luego tuvo lugar en la Plaza San Pedro la inolvidable procesión de los dos mil 860 padres, provenientes de 141 países; los obispos con mitra blanca, con el anciano Pontífice Papa en intenso recogimiento, como un bloque de oración; la interminable celebración —más de cinco horas en la Basílica de San Pedro— marcada por la extensa e impresionante homilía del viejo pontífice, con una voz sorprendentemente joven, firme y clara, fustigando a los profetas de desgracias y enunciando la famosa distinción entre el depósito de la fe y la forma del anuncio, debiendo éste conservar no obstante el mismo sentido y el mismo alcance. La voz vigorosa resuena aún en mis oídos, marcada por un gesto resuelto: “Será preciso dar mucha importancia a esta forma y trabajar con paciencia, si es necesario, en esta elaboración.
Era ese otoño ya lejano de 1959. Angelo Giuseppe Roncalli había sucedido el año anterior al Papa Pío XII con el nombre de Juan XXIII. El viejo campesino lombardo, que en la sede de Pedro decían ser de transición, heredaba una Iglesia con tranquilas certezas en un mundo que, tras los crujidos de la Segunda Guerra Mundial, aspiraba a disfrutar la vida intensamente.
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Y habrá que recurrir a una manera de presentar la enseñanza que tenga un carácter pastoral”. Al clausurar esa primera sesión, el 8 de diciembre de 1962, Juan XXIII agregaba: “Será el nuevo Pentecostés tan esperado”; pero en privado añadía: “Mi parte será el sufrimiento”. Y moría, ofreciendo su vida por el Concilio. Poco después de su muerte, su sucesor, Pablo VI, recogió ese legado con intrepidez, trayendo nuevamente a tierra, según la gráfica expresión de Jean Guitton, la carabela que quedaba en el cielo. Hierático y con recogimiento, abrió la segunda sesión el 29 de septiembre de 1963, manifestando de manera sorprendente la orientación que daba al Concilio: “Cristo es nuestro principio, nuestra vía y nuestro fin. De él venimos, en él caminamos, hacia él vamos”. La imagen, que empleó con audacia, se convirtió en un leitmotiv: el Concilio trabajará para tender un puente hacia el mundo contempo«El 7 de diciembre de 1965, presidiendo la sesión de clausura, ráneo. Estaban muy impresionados Pablo VI destacaba la generosidad del Concilio en el encuentro los observadores del patriarcado de con “el humanismo laico y profano, que se manifestó en su terrible Moscú con los cuales yo cenaba esa estatura y en cierto sentido desafió al Concilio. ¿Qué sucedió? ¿Un choque, una lucha, un anatema? Eso podía ocurrir, pero no misma noche donde las Hermanas tuvo lugar. La vieja historia del samaritano fue el modelo de la del Convento del Sagrado Corazón espiritualidad del Concilio”». de Angers, en el Janículo. El 7 de diciembre de 1965, presidiendo la sesión de clausura, Pablo VI destacaba la generosidad del Concilio en el encuentro con “el humanismo laico y profano, que se manifestó en su terrible estatura y en cierto sentido desafió al Concilio. ¿Qué sucedió? ¿Un choque, una lucha, un anatema? Eso podía ocurrir, pero no tuvo lugar. La vieja historia del samaritano fue el modelo de la espiritualidad del Concilio. Lo invadió enteramente una simpatía sin límites. El descubrimiento de las necesidades humanas —y son tanto mayores en la medida en que el hijo de la tierra va siendo más grande— absorbió la atención de nuestro Sínodo”. Y al día siguiente, en la Plaza San Pedro resplandeciente con el sol, en un gesto totalmente nuevo en la
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historia conciliar de los dos milenios, el Papa entregaba radiante los mensajes al mundo, a los gobiernos, a los hombres de pensamiento y de ciencia, a los artistas, a las mujeres, a los trabajadores, a los pobres, a los enfermos, a todos los que sufren, a los jóvenes, diciéndoles con calidez comunicativa: “Para la Iglesia Católica nadie es un extraño, nadie está excluido, nadie es lejano”. El Concilio terminaba en Roma y recién comenzaba a través del mundo. Así, el Concilio, al terminar, recobraba la inspiración de su primer gesto, el mensaje dirigido al mundo el 20 de octubre de 1962, sobre el cual Pablo VI pudo decir: “Gesto insólito, pero admirable. ¡Es como si el carisma profético de la Iglesia hubiese explotado repentinamente! Como Pedro, que en el día de Pentecostés se sintió llamado a alzar de inmediato la voz y hablar al pueblo, habéis querido en primer lugar ocuparos no de vuestros asuntos, sino de aquellos propios de la familia humana, y entablar el diálogo no entre vosotros, sino con los hombres”.
«Luego tuvo lugar en la Plaza San Pedro la inolvidable procesión de los dos mil 860 padres, provenientes de 141 países; los obispos con mitra blanca, con el anciano Pontífice en intenso recogimiento, como un bloque de oración; la interminable celebración –más de cinco horas en la Basílica de San Pedro— marcada por la extensa e impresionante homilía del viejo pontífice, con una voz sorprendentemente joven, firme y clara, fustigando a los profetas de desgracias y enunciando la famosa distinción entre el depósito de la fe y la forma del anuncio, debiendo éste conservar no obstante el mismo sentido y el mismo alcance».
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el 15 de septiembre de 1965, Pablo VI crea el Sínodo de los Obispos, decisión sin precedentes en la historia de la Iglesia latina. “El Concilio Ecuménico nos brindó la ocasión de concebir la idea de constituir establemente un consejo especial de obispos con el fin de que, aun después de terminado el Concilio, continúe llegando al pueblo cristiano aquella abundancia de beneficios que felizmente se ha obtenido, durante el tiempo del Concilio, como fruto de nuestra íntima unión con los obispos”.
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A una distancia de 50 años, quisiera rescatar el verdadero rostro del Concilio, inspirándonos en la clave de lectura que nos propuso, desde el comienzo de su pontificado, nuestro Papa Benedicto XVI, en respuesta a las felicitaciones de Navidad de los cardenales, el 22 de diciembre de 2005. Benedicto XVI se preguntó con valentía y sencillez: “¿Cuál ha sido el resultado del Concilio? ¿Ha sido recibido de modo correcto? En la recepción del Concilio, ¿qué se ha hecho bien?, ¿qué ha sido insuficiente o equivocado?, ¿qué queda aún por hacer? Nadie puede negar que, en vastas partes de la Iglesia, la recepción del Concilio se ha realizado de un modo más bien difícil (…) Surge la pregunta: ¿Por qué? Pues bien, todo depende de la correcta interpretación del Concilio o, como diríamos hoy, de su correcta hermenéutica, de la correcta clave de lectura y aplicación. Los problemas de la recepción han surgido del hecho de que se han confrontado dos hermenéuticas contrarias y se ha entablado una lucha entre ellas. Una ha causado confusión; la otra, de forma silenciosa pero cada vez más visible, ha dado y da frutos. Por una parte existe una interpretación que podría llamar «hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura»; a menudo ha contado con la simpatía de los medios de comunicación y también de una parte de la teología moderna. Por otra parte, está la «hermenéutica de la reforma», de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino. (…) Cuarenta años después del Concilio podemos constatar que lo positivo es más grande y más vivo de lo que pudiera parecer en la agitación de los años cercanos a 1968. Hoy vemos que la semilla buena, a pesar de desarrollarse lentamente, crece, y así crece también nuestra profunda gratitud por la obra realizada por el Concilio.(…) Así hoy podemos volver con gratitud nuestra mirada al concilio Vaticano II: si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia”. El 25 de diciembre de 1961, hace ahora cincuenta y un años, el Beato Papa Juan XXIII promulgaba la Bula de indicción del Concilio Vaticano II: “Acogiendo como venida de lo alto una voz íntima de nuestro espíritu, hemos juzgado que los tiempos estaban ya maduros para ofrecer a la Iglesia Católica y al mundo el nuevo don de un Concilio Ecuménico, el cual continúe la serie de los 20 grandes Sínodos, que tanto sirvieron a lo largo de los siglos, para incrementar en el espíritu de los fieles la gracia de Dios y el progreso del cristianismo”. Y nos invitaba a recitar todos los días junto con él su oración
Año de la Fe 2012-2013 El Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII y clausurado por Pablo VI, se desarrolló en cuatro sesiones, en cada otoño, en 1962, 1963, 1964 y 1965, agrupando a dos mil 300 obispos, con más de 140 congregaciones, en cuatro años, y haciendo no menos de 550 votaciones sobre textos elaborados por doce comisiones. Promulgó 16 documentos, es decir, cuatro constituciones, nueve decretos y tres declaraciones.
Pablo VI con su inmediato sucesor, Cardenal Albino Luciani, Patriarca de Venecia.
al Espíritu Santo por el Concilio: “Que la luz y la fuerza del Evangelio se expandan aún más en la sociedad, que la religión católica adquiera más vigor e irradiación misionera, que aumenten un conocimiento más profundo de la doctrina de la Iglesia y una saludable práctica de la vida cristiana y que la Iglesia santa propague el reino del Salvador divino, que es reino de verdad, de justicia, de amor y de paz”. ¿Qué ocurrió? El Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII y clausurado por Pablo VI, se desarrolló en cuatro sesiones, en cada otoño, en 1962, 1963, 1964 y 1965, agrupando a dos mil 300 obispos, con más
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A un cuarto de siglo de distancia de la Constitución conciliar sobre la sagrada liturgia, el 4 de diciembre de 1988, Juan Pablo II publica una Carta apostólica en la cual hace suya la apreciación positiva del Sínodo extraordinario de los obispos reunido por su iniciativa en Roma, en 1985, para revivir el Concilio como experiencia espiritual, verificar lo que ha inspirado en la vida de la Iglesia, profundizar su mensaje y proseguir con su aplicación
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de 140 congregaciones, en cuatro años, y haciendo no menos de 550 votaciones sobre textos elaborados por doce comisiones. Promulgó 16 documentos, es decir, cuatro constituciones, nueve decretos y tres declaraciones. Preciso estos datos porque siempre tenemos la tentación de poner todo en el mismo plano, si bien las constituciones tienen valor permanente, los decretos un alcance práctico inmediato y las declaraciones expresan una etapa en una toma de conciencia. Para dar tres ejemplos, una constitución se dedica a la revelación, un decreto a la formación de los sacerdotes y una declaración a los medios de comunicación social. Son evidentemente realidades de distinto orden. La historia nos permite descubrir que los concilios han sido de gran diversidad. Su raíz humana explica la manera como responden a los problemas de su época: “Los Concilios —decía el 20 de noviembre de 1961 el Cardenal Frings, del cual el joven teólogo Joseph Ratzinger era consultor— son siempre producto de una determinada época en la cual traen la palabra de Dios dándole un nuevo valor de acuerdo con sus necesidades. Ciertamente, lo que dicen es válido para todos los tiempos, ya que la verdad eterna se encarna en las palabras vinculadas con un determinado momento de la historia; pero todos tienen la marca original de la época bien determinada en la cual una situación espiritual igualmente bien determinada exigía que se precisara la formulación de un pensamiento, que se pronunciaran palabras que en lo sucesivo se incorporarían en el patrimonio permanente de la Iglesia, si bien siempre recordarían el momento que produjo ese pensamiento y esas palabras… (citado en Prendre part au Concile, Fleurus, 1962, pp. 179-180)”.
El Concilio Vaticano II Es el Concilio de una Iglesia, que por inspiración del Papa desea renovarse en un mundo nuevo (aggiornamento) para proporcionar ella misma al mundo una imagen más verdadera, como presencia del Evangelio, en el mundo de esta época. Para Juan XXIII, el Concilio era en primer lugar un encuentro con Dios en la oración; con María, como los apóstoles en el cenáculo, en la víspera de Pentecostés. Encuentro con el Espíritu Santo; encuentro con los obispos; encuentro con los hermanos separados provenientes de todas partes, incluso de Moscú; encuentro con el mundo entero. La convocatoria del Concilio fue un gesto espontáneo e imprevisible de Juan XXIII. En la alocución del 25 de enero de 1959, el Papa se vale de una inspiración repentina (subito). Si bien Juan XXIII, por costumbre, simplifica las cosas relatándolas con sencillez, y pareciera que su decisión maduró lentamente, como sin saberlo él, desde los tiempos lejanos en que publicaba las visitas de San Carlos Borromeo a Bérgamo al día
Año de la Fe 2012-2013 Pablo VI entrega el capelo cardenalicio a Joseph Ratzinger.
siguiente al Concilio de Trento, él siempre habla de una decisión que se le impuso en la oración. Así, en su Motu proprio del 5 de junio de 1960, señala: “Inspiración del Altísimo nos parece el pensamiento que desde el principio de nuestro pontificado brotó en nuestra mente, como flor de primavera imprevista, de convocar un concilio ecuménico.” Juan XXIII no tenía un plan preciso. En todos lados pide sugerencias, no sólo a los dicasterios de la curia romana y a los obispos, sino también a las universidades católicas y a las facultades de Teología, y sobre todo pide oraciones: las audiencias de 1959 casi siempre terminan con un llamado a la oración por el Concilio. Para él, precisamente renovándose, poniéndose al día ante el mundo, la Iglesia, manifestando su vitalidad y su valentía, se mostrará en verdad como lo que es, como la Iglesia de Cristo: “Con la gracia de Dios, reuniremos pues el Concilio, y queremos prepararlo considerando lo que es más necesario reforzar y vigorizar en la unión de la familia católica, en conformidad con el designio de Nuestro Señor. Luego, cuando hayamos cumplido esta formidable tarea, eliminando lo que en el plano más humano podría ser obstáculo para una progresión más rápida, presentaremos la Iglesia en todo su esplendor, sine macula et sine ruga, y diremos…: «Ved, hermanos, es la Iglesia de Cristo»”. Para llevar a cabo este exigente programa, el Concilio nos dejó un conjunto de textos impresionante. Al releerlos al cabo de veinte años, el Sínodo extraordinario de los Obispos convocado por Juan Pablo II en 1985 tuvo el mérito de poner de relieve con toda claridad los cuatro pilares fundamentales del Concilio a partir de las cuatro Constituciones dedicadas a los mismos: la Revelación (Dei Verbum), la Iglesia (Lumen Gentium), la liturgia (Sacrosanctum Concilium), la misión de la Iglesia en el mundo (Gaudium et Spes). He aquí, en resumen, lo esencial:
Al mismo tiempo, como reconoce el Papa juan pablo ii, la implementación del Concilio ha tropezado con dificultades considerables. Ciertos fieles han retrocedido a las formas litúrgicas anteriores. Otros han promovido innovaciones fantasiosas, omisiones o añadidos ilícitos y confusiones entre el sacerdocio ministerial vinculado con la ordenación sacramental y el sacerdocio común de los fieles cuyo fundamento reside en el bautismo.
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En su Carta apostólica Tertio Millennio Adveniente, del 10 de noviembre de 1994, el Papa Juan Pablo II, que fue uno de los Padres más jóvenes y también uno de los más activos del Concilio, lo presenta así: “Se trata de un concilio semejante a los anteriores, aunque muy diferente: un concilio centrado en el misterio de Cristo y de su Iglesia, y al mismo tiempo abierto al mundo, contribución que marca la preparación de la nueva primavera de vida cristiana que deberá manifestar el Gran Jubileo si los cristianos son dóciles a la acción del Espíritu Santo”.
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1. En primer lugar, como dice Juan Pablo II en su Carta Apostólica
Novo Millennio Ineunte al concluir el Gran Jubileo del año 2000, el redescubrimiento de la Iglesia como misterio, es decir, como “pueblo unido de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, no podía no incluir también el redescubrimiento de su «santidad», entendida en el sentido fundamental de ser propia de Aquel que es por excelencia el Santo, el «tres veces Santo», con el «llamado universal a la santidad», ese «alto grado» de la vida cristiana común: toda la vida de la comunidad eclesial y de las familias cristianas debe conducir en esa dirección. La Iglesia es misterio de gracia. Cada bautizado es responsable en ella, en su lugar, no sólo de su salvación personal, sino también de la fidelidad de la Iglesia a su misión, para la cual tiene el deber de hacer fructificar su don de gracia, recibido en el bautismo y alimentado por los sacramentos, en especial la Eucaristía, y por la Palabra de Dios. En la Iglesia, todos los ministerios, comenzando por el del Papa, están al servicio
2. La restauración de la liturgia es sin duda alguna el fruto más visible
del Concilio y también el que ha provocado el mayor número de reacciones contrastantes y ampliamente mediatizadas. ¿Qué pretendió el Concilio? Lo cito en su Constitución Sacrosanctum Concilium: “Organizar los textos y los ritos de tal manera que expresen con mayor claridad las realidades simples que representan y que el pueblo cristiano, en la medida de lo posible, pueda comprenderlos fácilmente y participar en los mismos mediante una celebración plena, activa y comunitaria” para “hacer progresar la vida cristiana día a día entre los fieles”. A un cuarto de siglo de distancia de la Constitución conciliar sobre la sagrada liturgia, el 4 de diciembre de 1988, Juan Pablo II publica una Carta apostólica en la cual hace suya la apreciación positiva del Sínodo extraordinario de los obispos reunido por su iniciativa en Roma, en 1985, para revivir el Concilio como experiencia espiritual, verificar lo que ha inspirado en la vida de la Iglesia, profundizar su mensaje y proseguir con su aplicación: “La reno-
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de esta comunión eclesial fortalecida por la educación cristiana, de la cual los padres son los primeros responsables” (Declaración Gravissimum educationis sobre la educación cristiana). Al igual que en siglos anteriores, con los concilios de Trento y Vaticano I, para responder a las nuevas necesidades de la Iglesia, en el Concilio Vaticano II surge un nuevo tipo de obispo —el Concilio definió el episcopado, un sacramento— con los sacerdotes, sus colaboradores y los diáconos —el Concilio restableció el diaconado permanente— al servicio de un nuevo tipo de comunidad cristiana, donde, en medio de los fieles laicos, los religiosos están enteramente entregados a Dios y a sus hermanos mediante la práctica de los tres consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia. La Iglesia de Dios es comunión de iglesias locales cuya catolicidad expresa la riqueza de la unidad. El Papa, como primer jefe, es su garante, con sus hermanos obispos, en la colegiatura episcopal manifestada por la creación de las conferencias episcopales en cada país, los consejos de conferencias episcopales en cada continente, y sobre todo la creación, por Pablo VI, el 15 de septiembre de 1965, del Sínodo de los Obispos, decisión sin precedentes en la historia de la Iglesia latina. Al promulgarlo, el Papa declara de manera significativa: “El Concilio Ecuménico nos brindó la ocasión de concebir la idea de constituir establemente un consejo especial de obispos con el fin de que, aun después de terminado el Concilio, continúe llegando al pueblo cristiano aquella abundancia de beneficios que felizmente se ha obtenido, durante el tiempo del Concilio, como fruto de nuestra íntima unión con los obispos”.
No es la Iglesia la luz de las naciones, sino Cristo, del cual ella debe ser el reflejo y la mensajera, la Iglesia que los cristianos que viven en el mundo actual deben redescubrir en su misterio de fe, para presentarla a los hombres: son las dos grandes constituciones conciliares, la constitución dogmática Lumen Gentium y la constitución pastoral Gaudium et Spes.
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La responsabilidad de la Iglesia es el Reino de Dios, y el Concilio reconoce el carácter específico de las responsabilidades humanas, sobre todo en el plano socioeconómico y político, pero también la doble responsabilidad del cristiano, ciudadano de un Estado terrestre y al mismo tiempo miembro del Cuerpo místico de Cristo (Gaudium et spes, cap. III, n. 33-39).
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Al cierre del Concilio, Pablo VI entrega al filósofo francés Jean Guitton el mensaje a los intelectuales.
vación litúrgica es el fruto más claro de toda la obra conciliar”. Al mismo tiempo, como reconoce el Papa, la implementación del Concilio ha tropezado con dificultades considerables. Ciertos fieles han retrocedido a las formas litúrgicas anteriores. Otros han promovido innovaciones fantasiosas, omisiones o añadidos ilícitos y confusiones entre el sacerdocio ministerial vinculado con la ordenación sacramental y el sacerdocio común de los fieles cuyo fundamento reside en el bautismo. Para remediar la situación, La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó el 25 de marzo de 2004 la Instrucción Redemptionis Sacramentum, que recuerda las normas que se deben observar y los abusos que se deben evitar en la celebración del misterio eucarístico, sacramento de la redención. Por lo demás, en su Instrucción Varietatis legitimae, la Congregación enunció los principios de la inculturación de la liturgia en las diversas culturas. Conservando la unidad sustancial del rito romano, el proceso de inculturación llevado a cabo bajo la autoridad de la Iglesia traduce las exigencias de vida nueva anunciadas por Cristo en la lengua, la música y el canto, los gestos y las actitudes, el arte y la piedad popular. El Papa Benedicto XVI, como somos testigos, no deja de recurrir a todos los medios posibles para una reconciliación con la Fraternidad
3. La primacía de la Palabra de Dios: la Revelación es Cristo preparado
en una historia, el Antiguo Testamento; manifestado en un tiempo histórico, los Evangelios; transmitido en la Iglesia ante todo por la palabra viva de los testigos, y fijado en la Escritura santa de la cual Dios mismo es el autor en la medida en que es Él quien la ha inspirado. Para que el Evangelio se conserve intacto y vivo en la Iglesia, los apóstoles transmitieron a sus sucesores, los obispos, su propio ministerio de enseñanza. Y la Revelación divina se transmitió así en su integridad a través de la santa Tradición y la Sagrada Escritura auténticamente interpretada por el magisterio. La Tradición proveniente de los apóstoles no es una materia inerte, sino un cuerpo vivo que se desarrolla en la Iglesia bajo la asistencia del Espíritu Santo.
4. La apertura hacia todos los que no son miembros de la Iglesia, catalo-
gados hasta ese momento como “de afuera”. En una mirada de fe, la visión de la encíclica Ecclesiam suam de Pablo VI, del 6 de agosto de 1964, de los tres círculos concéntricos —no católicos, no cristianos y no creyentes— los abarca a todos en la voluntad universal de salvación de Dios, a través de Cristo, único Salvador, de una manera que sólo Él conoce, ya que nadie es abandonado por la gracia y cada uno debe seguir a su conciencia, que tiene el deber de iluminar. A nadie se le puede impedir ni obligar a creer, señala la Declaración Dignitatis humanae personae sobre la libertad religiosa. Se crean tres dicasterios para poner en ejecución los decretos conciliares: Unitatis redintegratio, sobre el ecumenismo y las relaciones de la Iglesia con las iglesias orientales ortodoxas —otro decreto, Orientalium Ecclesiarum, está dedicado a las iglesias orientales católicas— y las iglesias y comunidades eclesiales separadas en Occidente; Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con
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San Pío X de Monseñor Lefebvre (ver Gérard Leclerc, Rome et les Lefebvristes, Le Dossier, Salvator, 2009), y al respecto ha liberalizado el uso de la liturgia vigente con anterioridad al Concilio Vaticano II, convertida en “forma extraordinaria” del rito romano, permaneciendo el Misal de Pablo VI como “la forma ordinaria”, mediante el Motu proprio “Summorum Pontificum” del 7 de julio de 2007, con el fin de ofrecer a todos los fieles el uso más antiguo de la liturgia romana, considerada un tesoro precioso que se debe conservar; garantizar y asegurar realmente a quienes lo solicitan el uso de la forma extraordinaria y favorecer la reconciliación en el seno de la Iglesia. La Instrucción de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, del 30 de abril de 2011, titulada Universae Ecclesiae, señala las modalidades de aplicación (ver D.C. del 19 de junio de 2011, No. 2470, pp. 572-578).
El aggiornamento, junto con mantener la fidelidad profunda —y por ser fidelidad profunda— tiene como objetivo ayudar a la Iglesia a cumplir su misión de anunciar el Evangelio por cuanto “las nuevas condiciones ejercen influjo también sobre la vida religiosa (n. 7 § 3)”. De aquí se desprende la importancia de distinguir debidamente las señales de los tiempos y por consiguiente presentar sin traición el anuncio del Evangelio en una cultura impregnada de una gran dosis de ateísmo multiforme.
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Habla Monseñor Loris Capovilla:
“Así decidió el Papa Juan anunciar el Concilio” El momento religioso más gravitante del siglo XX contado a RAI Vaticano por un obispo —el entonces secretario privado de Juan XXIII— que fue testigo del mismo.
“Cuando el Papa Juan anunció el Concilio, no estábamos escondidos en las catacumbas. Los fermentos pululaban. La Iglesia parecía firme en su tarea de guardián del derecho, defensora de la dignidad humana y promotora de la caridad”. Monseñor Loris Capovilla (93 años), desde Ca’ Maitino, en Sotto il Monte, en la provincia de Bérgamo, reconstruye los momentos de la decisión más valiente del siglo XX: el anuncio, el 25 de enero de 1959, de la convocatoria del Concilio Ecuménico Vaticano II. En su Diario del alma, Juan XXIII escribe ese día: “El punto más importante fue la comunicación secreta únicamente a los cardenales del triple designio de mi pontificado: Sínodo Diocesano, Concilio Ecuménico Vaticano II, actualización del Código de Derecho Canónico. Todo bien logrado, lo mantuvo mi permanente comunicación con Dios. Al regreso, la fiesta de los Romanos de San Pablo Extramuros, en San Pedro, inolvidable”. Un Papa de 77 años asombra al mundo con la menos previsible de las propuestas. La convocatoria de un Concilio era una de las intenciones de Pío XII. No se pensaba que tuviese prioridad en los pensamientos de un pontífice ya anciano, destinado más bien a la administración común que a actuar como barquero, como artífice de un nuevo futuro para la Iglesia Católica. Capovilla, quien fuera secretario privado del Papa Juan, compara las fechas y notas del Diario del alma con su propio diario personal. Son las notas de un “humilde secretario”, como se define el Obispo Capovilla, que siente en carne propia el aliento de la historia y del Espíritu. “El anuncio del Concilio no provocó un llamado de campanas a fiesta; invitó en cambio a abrir los ojos ante una preocupante realidad ante la cual era preciso aplicar remedios radicales. El Papa optimista, el Papa sonriente hizo el anuncio después de manifestar explícitamente la triste condición de la humanidad lacerada por la violencia, sacudida por estrépitos de rebelión, tentada a dirigirse a la búsqueda únicamente de bienes materiales, desprovista de libertad, inclinada a quemar incienso para los ídolos de turno”. —Excelencia, semejante decisión debe haber tenido su propia gestación. ¿O fue producto de una súbita iluminación? —La alusión al Concilio aparece por primera vez en las notas personales de Juan XXIII, Papa desde apenas cinco días, el 2 de noviembre de 1958. Y me lo dijo. —¿Cómo fue su reacción? —Fría y adversa. Al recibir la confidencia, el primer impulso fue rechazarla, impulso motivado por el deseo de evitar al Papa recorrer un camino previsiblemente largo y difícil, que parecía inadecuado para el paso de un hombre de casi ochenta años de edad. Yo pensaba que esa
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tarea exigía un hombre menos anciano y una proyección tan larga que parecía irrealizable en el curso de la vida de Juan XXIII. No pensé en ese momento que para llevar a cabo el Concilio de Trento y ponerlo en ejecución hubo dos hombres simétricamente lejanos. —¿Se refiere usted al Papa Pablo V y tal vez a Carlos Borromeo? —Sí. El primero, elegido para el supremo pontificado a los ochenta años; el otro, Carlos Borromeo, Cardenal Arzobispo, de apenas veinticuatro años. Yo pecaba de eficientismo, condicionado por una óptica alterada. El proyecto me daba miedo. Y estuve todo noviembre y diciembre en espera de una ulterior maduración de la voluntad papal. —Hay probablemente una señal en la publicación quincenal de la Pro Civitate Christiana de Asís, en la carta de don Giovanni Rossi. En la carta publicada, se habla de una “cosa bella y secreta” que representará uno de los “más gloriosos lujos del pontificado de Juan”. Es 15 de enero de 1959. —Recuerdo esta carta, pero, mire, hasta el 20 de enero parecía que nada se hubiese aún decidido. Es informado el Cardenal Tardini, Secretario de Estado. ‘Temía —escribe el Papa Juan en su Diario— recibir como respuesta una mueca sonriente y desconsoladora’. Sin embargo, de inmediato el Cardenal —con el rostro blanco y pálido— se expresó con una exclamación inolvidable y gran entusiasmo: ‘¡Oh, oh! Ésta es una idea, ésta es una gran idea’. Usted me preguntó si fue una iluminación súbita. No sé qué decirle. El Papa la justificó así: ‘La idea de un Concilio brotó en mi corazón con el carácter de las reflexiones más espontáneas’. —Vamos al 25 de enero de 1959. Fotogramas de una jornada histórica para la Iglesia Católica. —Después de la misa en casa, el Papa, silencioso y recogido, se dirige a San Pablo Extramuros. Tal vez diez personas saben que al terminar la misa él retendrá a los cardenales en Consistorio en la sala capitular de la Abadía benedictina. Esto tuvo lugar pasadas las 13:00: ‘Venerados hermanos, pronuncio ante vosotros, ciertamente temblando con un poco de emoción, pero al mismo tiempo con humilde resolución de propósito, el nombre y la propuesta de la doble celebración de un Sínodo diocesano para la Urbe y de un Concilio Ecuménico para la Iglesia universal”. Por consideración a los cardenales y obispos residentes fuera de Roma, la publicación del texto se posterga, y no para agregarle, como insinuaron algunos, modificaciones y adendas.
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—Por consiguiente, ninguna consulta de Juan XXIII con los obispados o con sus colaboradores más cercanos, sino más bien un impulso del alma, la exigencia de restituir al Evangelio su elocuencia. —No es necesario buscar otras explicaciones. “Tu voluntad, Señor, es nuestra paz’. Al Papa Juan le encantaba citar esta expresión de San Gregorio Nacianceno. El 25 de enero de 1959 el Papa estaba sereno y recogido; yo, silencioso e intimidado, sugestionado por los nombres y por el anuncio. Estuve cinco horas, desde las 9:00 hasta las 14:00, como en un sueño. Así, el Concilio, como un manantial de agua que brota de la roca vaticana, inicia su recorrido con lentitud y solemnidad. —¿El Papa tenía conciencia del mecanismo que había puesto en movimiento? —Con su decisión, Juan XXIII promovió un hecho del cual era imposible prever todas las consecuencias. El Papa Juan sabía que Dios inspira las mayores empresas. La gracia ayuda a los humildes a encaminarlas y llevarlas a cabo. Dificultades y oscuridad, incomprensiones e impaciencias, temores y timidez no se pueden eliminar de nuestra conducta. No es cuestión de cálculos ni de riesgos. Juan no era temerario. Era hombre de fe. —¿Nunca se afligió el Papa Juan en los meses siguientes? —Hubo cierta aflicción, pero siempre tuvo gran confianza en Dios. Sabía que había divergencias, que luego se resolvían en la caridad y en la obediencia. Era severo y temeroso. ‘Tantum aurora est’, estamos en la primera aurora, dirá en la inauguración del Concilio. Estamos en los inicios de la evangelización; tenemos todavía los milenios por delante. —¿Tenía un punto de referencia, además de naturalmente la Palabra de Dios? —Sí, tenía a Kempis, es decir, La Imitación de Cristo, que consideraba el ‘Quinto Evangelio’ y que lo acompañó durante toda la existencia: Bérgamo, Roma, en Bulgaria, Turquía y Grecia, en Francia, en Venecia y por último en su Cátedra de Pedro. Ese Kempis era el recuerdo tangible del párroco que lo bautizó, don Francesco Rebuzzini. “Y pensar —comentará el Papa Juan— que con este pequeño libro él se hizo santo. Oh, éste será para mí el libro más querido y una de las piedras más preciosas que yo he tenido”. —Fidelidad y renovación. Al cabo de cincuenta años, nos preguntamos si ese impulso del corazón de Juan XXIII ha dado fruto. —Si usted considera a los grandes pontífices que han aplicado el Concilio, se dará cuenta de la calidad de esa intuición. Es ridículo hablar de revolución cuando se describe el camino de la Iglesia. Hay una renovación en la continuidad. Ninguna ruptura con el pasado. Lo ha dicho en cartas claras y con su estilo muy particular Benedicto XVI. La Iglesia nunca ha estado tan unida y compacta. Y millones de personas vienen a Italia porque la barca de Pedro ha atracado en las riberas del Tíber. Hoy más que nunca.
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las religiones no cristianas —el hinduismo, el budismo, la religión musulmana y la religión judía—, y Gaudium et spes, sobre los ateos, agnósticos, indiferentes, no creyentes.
El misterio de la Iglesia: en el mundo y su tiempo En su Carta apostólica Tertio Millennio Adveniente, del 10 de noviembre de 1994, el Papa Juan Pablo II, que fue uno de los Padres más jóvenes y también uno de los más activos del Concilio, lo presenta así: “El Concilio Vaticano II constituye un acontecimiento providencial gracias al cual la Iglesia ha iniciado la preparación próxima del Jubileo del segundo milenio. Se trata de un concilio semejante a los anteriores, aunque muy diferente: un concilio centrado en el misterio de Cristo y de su Iglesia, y al mismo tiempo abierto al mundo, contribución que marca la preparación de la nueva primavera de vida cristiana que deberá manifestar el Gran Jubileo si los cristianos son dóciles a la acción del Espíritu Santo”. De acuerdo con la orientación propuesta por el Cardenal Montini a los Padres del Concilio —previamente presentada a Juan XXIII y aceptada por él— al terminar la primera sesión, se relee, reduce y reorienta el conjunto inconexo de los 70 esquemas preparatorios para presentar el misterio de la Iglesia a los hombres de nuestro tiempo a la luz de Jesús, Verbo de Dios, que resplandece sobre su rostro e ilumina en ella los elementos humanos y divinos, visibles e invisibles, como una realidad de fe, rica de vida, portadora de esperanza y desbordante de amor, ad intra y ad extra. No es la Iglesia la luz de las naciones, sino Cristo, del cual ella debe ser el reflejo y la mensajera, la Iglesia que los cristianos que viven en el mundo actual deben redescubrir en su misterio de fe, para presentarla a los hombres: son las dos grandes constituciones conciliares, la constitución dogmática Lumen Gentium y la constitución pastoral Gaudium et Spes. La Iglesia no es primeramente una estructura institucional, sino un lugar de presencia trinitaria y manifestación en el mundo del agapè trinitario. Es el redil cuya única puerta es Cristo. Es el rebaño del cual él es el pastor que dio la vida por sus ovejas. Es la tierra que Dios mismo cultiva, donde fue plantada como la viña elegida, fuente de vida y de fecundidad. Es el edificio que Dios construye sobre Cristo, piedra angular. Es la residencia de Dios, el tabernáculo donde habita en medio de los hombres. Hecha de piedras vivas unidas por el cemento del amor, es la ciudad santa, la Jerusalén celeste, misterio, sacramento, comunión, anuncio profético de la salvación. Es también a la vez visible e invisible. Una, santa, católica y apostólica, va adelante, según la palabra de San Agustín, caminando entre las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios.
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El Concilio Vaticano II, nacido de una decisión de Juan XXIII, que maduró en el estudio y la oración, quiso rejuvenecer la Iglesia, lo cual para él significaba “aclarar el pensamiento, afianzar la unidad religiosa, avivar el fervor cristiano (25 de enero de 1959)”.
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Existencialmente, la Iglesia se descubre en triple relación: con Dios, es su dimensión original, analizada en los capítulos V y VI de Lumen Gentium; con las generaciones de creyentes (capítulo VII sobre la comunión de los Santos y capítulo VIII sobre la Bienaventurada Virgen María), y con los demás hombres, los cuales no reconocen a Dios —los incrédulos— o a Jesucristo —los no cristianos— o son cristianos permaneciendo en un estado de separación de la Iglesia Romana. Cada capítulo de la Constitución dogmática sobre la Iglesia tiene una prolongación en los Decretos Christus Dominus sobre el ministerio pastoral de los obispos; Presbyterorum Ordinis y Optatam totius sobre el ministerio y la vida de los sacerdotes, y sobre la formación de los sacerdotes; Perfectae caritatis sobre la renovación de la vida religiosa, y Apostolicam actuositatem sobre el apostolado de los laicos. Se crean varios consejos pontificios para poner en ejecución el Concilio: para los laicos; para la promoción de la unidad de los cristianos; para la familia; “Justicia y Paz”; “Cor Unum” al servi-
“Concilio” Romano Parmeggiani, (óleo sobre tabla 1963) colección Istituto Paolo VI, Brescia.
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cio de la caridad universal; para la pastoral de los migrantes y las personas en desplazamiento; para la pastoral de la salud; para la interpretación de los textos legislativos; para el diálogo interreligioso, la cultura y las comunicaciones sociales, este último inspirado por el primer Decreto del Concilio, Inter mirifica, puesto al día por las Instrucciones pastorales Communio et progressio de 1971 y Aetatis novae de 1992. Así, la Iglesia, lejos de ser una totalidad encerrada entre paredes, aparece como un lugar de relaciones: “La comunidad cristiana se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia (Gaudium et Spes, n. 1). Interesa al mundo reconocer a la Iglesia como realidad social y fermento de la historia. De igual manera, la Iglesia reconoce los muchos beneficios que ha recibido de la evolución histórica del género humano (ibid. 44 § 1). “Con su fiel adhesión al Evangelio y el ejercicio de su misión en el mundo, la Iglesia, cuya misión es fomentar y elevar todo cuanto de verdadero, de bueno y de bello hay en la comunidad humana, consolida la paz
Al enfrentar estos problemas, la Iglesia del Concilio Vaticano II sigue viviendo, y su tradición permanente es creación y al mismo tiempo transmisión. Además, sólo transmite renovándose.
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Newman tenía razón. Muchos concilios fueron seguidos de un largo período de debates, ciertamente de confusión en torno a los puntos de doctrina abordados, y también de falta de dedicación a la puesta en ejecución. En su carta del 6 de enero de 2001, Juan Pablo II se preguntaba cómo era realmente la situación cincuenta años después del Concilio Vaticano II. (…)
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«Acordándose tal vez de la vieja ley que recordaba Newman, el 7 de agosto de 1870, a una de las personas con las cuales se escribía: “Debemos recordar que rara vez ha habido un concilio al cual no haya seguido una gran confusión” (Cardenal John Henry Newman, Pensées sur l’Église, Cerf, col. Unam Sanctam, No. 30, p. 112), Juan XXIII agregaba, en la audiencia general del 5 de septiembre de 1959: “No debemos creer, sin embargo, que después del Concilio Ecuménico Vaticano II la paz será perfecta en el mundo. No debemos pensar que la vida en la tierra, a consecuencia de la renovación y el bienestar espiritual, será una especie de anticipación de la permanencia bienaventurada en el cielo. Desgraciadamente, en la existencia siempre estarán presentes las cargas y las angustias propias del peregrinaje terrenal. Sin embargo, habrá más claridad y las almas estarán mejor preparadas y dispuestas para recibir la ayuda del Señor”».
en la humanidad para gloria de Dios (Gaudium et Spes, 76 § 6)”. La Iglesia descubre así, experimentalmente, su misterio: mediante ella, para la cual se ha entregado el Señor, Dios permanece presente en medio de los hombres, no frente al mundo, como un contramundo, sino “en el mundo de este tiempo. Es el único Pueblo de Dios presente en todas las razas de la tierra, pues de todas ellas reúne a sus ciudadanos, y éstos lo son de un reino no terrestre, sino celestial (Lumen Gentium, n. 13)”. De aquí se desprende no sólo una división de las responsabilidades: la responsabilidad de la Iglesia es el Reino de Dios, y el Concilio reconoce el carácter específico de las responsabilidades humanas, sobre todo en el plano socioeconómico y político, pero también la doble responsabilidad del cristiano, ciudadano de un Estado terrestre y al mismo tiempo miembro del Cuerpo místico de Cristo (Gaudium et spes, cap. III, n. 33-39). Entre el mundo y la Iglesia, las relaciones son recíprocas: la Iglesia debe conocer los problemas humanos, y específicamente cada uno de aquellos a los cuales el Documento dedica un capítulo: la dignidad del matrimonio y la familia, el desarrollo de la cultura, la vida económico-social, la vida en la comunidad política, el fomento de la paz, el desarrollo de la comunidad de los pueblos y las mutaciones de la cultura. Quienes tienen la responsabilidad, lo cual necesariamente
La sorprendente actualidad del Concilio El Concilio Vaticano II, nacido de una decisión de Juan XXIII, que maduró en el estudio y la oración, quiso rejuvenecer la Iglesia, lo cual para él significaba “aclarar el pensamiento, afianzar la unidad religiosa, avivar el fervor cristiano (25 de enero de 1959)”. Pero, acordándose tal vez de la vieja ley que recordaba Newman, el 7 de agosto de 1870, a una de las personas con las cuales se escribía: “Debemos recordar que rara vez ha habido un concilio al cual no haya seguido una gran confusión” (Cardenal John Henry Newman, Pensées sur l’Église, Cerf, col. Unam Sanctam, No. 30, p. 112), Juan XXIII agregaba, en la audiencia general del 5 de septiembre de 1959: “No debemos creer, sin embargo, que después del Concilio Ecuménico Vaticano II la paz será perfecta en el mundo. No debemos pensar que la vida en la tierra, a consecuencia de la renovación y el bienestar espiritual, será una especie de anticipación de la permanencia bienaventurada en el cielo. Desgraciadamente, en la existencia siempre estarán presentes las cargas y las angustias propias del peregrinaje terrenal. Sin embargo, habrá más claridad y las almas estarán mejor preparadas y dispuestas para recibir la ayuda del Señor”. Newman tenía razón. Muchos concilios fueron seguidos de un largo período de debates, ciertamente de confusión en torno a los puntos de doctrina abordados, y también de falta de dedicación a la puesta en ejecución. En su carta del 6 de enero de 2001, Juan Pablo II
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está matizado por opciones políticas, son invitados a escuchar a la Iglesia: “La Iglesia, por su parte, que recibió la misión de manifestar el misterio de Dios, de este Dios que es el fin último del hombre, revela al mismo tiempo al hombre el sentido de su propia existencia, es decir, su verdad esencial”. Ciudadanos de ambas ciudades, los cristianos deben cumplir con esmero y fidelidad sus tareas terrenales. El aggiornamento, junto con mantener la fidelidad profunda —y por ser fidelidad profunda—, tiene como objetivo ayudar a la Iglesia a cumplir su misión de anunciar el Evangelio, por cuanto “las nuevas condiciones ejercen influjo también sobre la vida religiosa” (n. 7 § 3)”. De aquí se desprende la importancia de distinguir debidamente las señales de los tiempos y por consiguiente presentar sin traición el anuncio del Evangelio en una cultura impregnada de una gran dosis de ateísmo multiforme (n. 19-22). La Iglesia se esfuerza por compartir sus convicciones de fe en un diálogo leal y prudente con los que no creen en Dios o no profesan religión alguna, cada vez que estos últimos están abiertos a una colaboración sincera.
(…) “¡Cuánta riqueza, queridos hermanos y hermanas, en las orientaciones que nos dio el Concilio Vaticano II! Por eso, en la preparación del Gran Jubileo, he pedido a la Iglesia que se interrogase sobre la acogida del Concilio. ¿Se ha hecho?”
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Juan Pablo II diagnostica Con lucidez: “Estamos entrando en un milenio que se presenta caracterizado por un profundo entramado de culturas y religiones incluso en países de antigua cristianización. En muchas regiones los cristianos son, o lo están siendo, un pequeño rebaño (Lc 12, 32). Esto les pone ante el reto de testimoniar con mayor fuerza, a menudo en condiciones de soledad y dificultad, los aspectos específicos de su propia identidad”.
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se preguntaba cómo era realmente la situación cincuenta años después del Concilio Vaticano II. ”¡Cuánta riqueza, queridos hermanos y hermanas, en las orientaciones que nos dio el Concilio Vaticano II! Por eso, en la preparación del Gran Jubileo, he pedido a la Iglesia que se interrogase sobre la acogida del Concilio. ¿Se ha hecho?” Al Concilio Vaticano II acompañó y sobre todo siguió una mutación sociocultural cuya amplitud, radicalidad, rapidez y carácter cósmico no tienen equivalente: el triunfo de los métodos críticos, la invasión de las ciencias humanas, la rebelión de parte de la juventud, la urbanización galopante, la secularización radical, la crisis del magisterio, el desinterés por todo cuanto proviene de una jerarquía, el acaparamiento de las cosas terrenales y la invasión de lo económico. Al enfrentar estos problemas, la Iglesia del Concilio Vaticano II sigue viviendo, y su tradición permanente es creación y al mismo tiempo transmisión. Además, sólo transmite renovándose, de acuerdo con lo dicho por Lacordaire: “Debido a una ley que rige todas las cosas creadas, donde el progreso se detiene, la muerte comienza a introducirse. El régimen de conservación, suficiente para la mayoría de las inteligencias, no es capaz de retener a ciertas almas ardientes” (…) Esta necesidad existe hoy en mayor medida que ayer, en un mundo marcado por la desaparición de los modelos culturales, la crisis profunda de las evidencias y las credibilidades, la dispersión del sentido en los ámbitos compartimentados del saber, la discontinuidad y la contradicción entre las referencias, la impugnación de los sistemas, la sospecha de las representaciones, el rechazo de los dogmatismos sistemáticos y totalizadores. Con lucidez, Juan Pablo II diagnostica en su Carta ya citada: “Estamos entrando en un milenio que se presenta caracterizado por un profundo entramado de culturas y religiones incluso en países de antigua cristianización. En muchas regiones los cristianos son, o lo están siendo, un “pequeño rebaño” (Lc 12, 32). Esto les pone ante el reto de testimoniar con mayor fuerza, a menudo en condiciones de soledad y dificultad, los aspectos específicos de su propia identidad” (n. 36). Uno de los grandes actores del Concilio, el Cardenal Lienart, mostró muy bien que el Concilio era, de parte de Juan XXIII, un llamado al Espíritu Santo para renovar la Iglesia: “El Espíritu Santo, que está en ella, no la deja quedarse dormida en situaciones adquiridas y trabaja sin cesar en renovarla y reanimar su vigor. Por este motivo el Santo Padre ha querido que la Iglesia Católica, en presencia de las necesidades propias de un mundo en plena evolución, no permanezca inmóvil, sino que en medio del Concilio someta a un examen general el estado actual de su organización central y diocesana, de su disciplina interna, de su liturgia y en general de sus usos y métodos de apostolado con el fin de fortalecerse en sus fuentes divinas, alivianar
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su paso desprendiéndose de lo que no le es esencial y presentarse al mundo en su integridad, su pureza y el atractivo vigor de su eterna juventud” (Semaine Religieuse de Lille, 18 de febrero de 1962, citado en Prendre part au Concile, Fleurus, 1962, pp. 67-68). Porque la Iglesia no es un islote aislado del mundo. El Concilio quiso ir al mundo para compartir con el mismo la buena nueva del Evangelio; pero el mundo irrumpió en la Iglesia, y este mundo donde la Iglesia no deja de cumplir su misión es hoy, como señalaba un testigo excepcional, el Cardenal Garrone, en el Sínodo de los Obispos de 1985, “un mundo cuyas transformaciones nos desconciertan en nuestra reflexión”. Porque, para decirlo en pocas palabras, “el mundo del Concilio” desapareció. Mi viejo padre, angevino, campesino y viñador, me confiaba, al final de una larga existencia feliz y laboriosa, que en el curso de su vida había visto más cambios que todos sus antepasados a lo largo de un milenio. Estamos viviendo en una crisis de civilización de la cual mayo de 1968 fue la manifestación espectacular, con el vacío de una sociedad sin alma, el cuestionamiento de los pilares sobre los cuales descansaba la sociedad y la autoridad impugnada tanto en la Iglesia como en la familia y en la ciudad. La caída demográfica de Europa, la expansión del Islam y la amplitud de los movimientos migratorios alteraron profundamente los equilibrios seculares y pusieron en tela de juicio los modelos de crecimiento y de equilibrio social. La crisis, inicialmente bancaria y luego financiera, económica y social, no ha terminado de hacer sentir sus efectos en un mundo donde la globalización de la información instantánea no deja de alterar equilibrios que han llegado a ser frágiles. Tras el optimismo de los sixties, apreciado por los estadounidenses, se produjo un pesimismo generalizado. El equilibrio de los poderes, tan estimado por Montesquieu, entre el legislativo, el ejecutivo y el judicial, se hizo astillas con la presión irresistible de lo mediático. La vida misma se ve amenazada, desde el aborto hasta la eutanasia. La transmisión de los valores, sin los cuales una sociedad se deshace, es difícil de llevar a cabo con las nuevas generaciones, con este planeta de jóvenes que evoluciona en una órbita que los Padres del Concilio no sólo desconocían, sino que ni siquiera podían imaginar, sobre todo Internet, que se aparta diametralmente de las vías milenarias de la educación en la familia, en la escuela y en la sociedad. Hoy es patente una consecuencia imprevisible y del todo impensable para los Padres del Concilio: la vida de muchos hombres, especialmente los jóvenes, su manera de vivir y pensar, no está en absoluto influenciada por este acontecimiento considerable del Concilio, que viví de un extremo al otro, en el cual, por así decir, estuve inmerso en servicio en primer lugar de Juan XXIII, el inspirador; luego de Pablo VI, el timonel; de su sucesor, Juan Pablo II, que fue Padre del
El Concilio quiso ir al mundo para compartir con el mismo la buena nueva del Evangelio; pero el mundo irrumpió en la Iglesia, y este mundo donde la Iglesia no deja de cumplir su misión es hoy, como señalaba un testigo excepcional, el Cardenal Garrone, “un mundo cuyas transformaciones nos desconciertan en nuestra reflexión”. Porque, para decirlo en pocas palabras, “el mundo del Concilio” desapareció.
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La crisis, inicialmente bancaria y luego financiera, económica y social, no ha terminado de hacer sentir sus efectos en un mundo donde la globalización de la información instantánea no deja de alterar equilibrios que han llegado a ser frágiles. Tras el optimismo de los sixties, apreciado por los estadounidenses, se produjo un pesimismo generalizado.
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Concilio, y hoy día junto a nuestro Santo Padre el Papa Benedicto XVI, que lo ha vivido como experto y se esfuerza con valentía, paciencia y perseverancia por superar las rupturas del postconcilio con riesgo de provocar nuevos desgarrones. Esta toma de conciencia, lejos de desmovilizarnos, nos incita a una mayor responsabilidad para poner en ejecución el Concilio que deseaba, de acuerdo con su inspirador e iniciador, el Beato Juan XXIII, compartir la buena nueva del amor de Cristo en el cual todos somos hijos del mismo Padre y hermanos de todos los hombres. El informe final del Sínodo extraordinario de 1985 sobre el Concilio, después de destacar que las señales de los tiempos actuales están marcadas por problemas y angustias aún más graves —hambre, opresión, injusticias, guerras, terrorismo y formas de violencia multiplicadas— es significativo: En la Palabra de Dios, la Iglesia celebra los misterios de Cristo para la salvación del mundo. Es la razón de ser de la Iglesia, su misión propia, más difícil que nunca, como lo ha comprendido muy bien nuestro Papa Benedicto XVI, que en el otoño de 2012 reunirá al Sínodo de los Obispos para la nueva evangelización. La misión es la razón de ser de la Iglesia. Como lo afirma el Decreto Conciliar Ad gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia: “La Iglesia es enteramente misionera”. Así es la actualidad sorprendente del Concilio. A medio siglo de distancia, sombras y luces se manifiestan en un relieve sorprendente: renovación bíblica y litúrgica, responsabilidad eclesial y ecuménica conjunta, actitud de apertura y al mismo tiempo de discernimiento atento con respecto a las otras religiones. Mientras en Europa, junto con el envejecimiento demográfico hay una caída de la práctica religiosa y de las vocaciones sacerdotales y religiosas, las iglesias jóvenes de África, Asia y Latinoamérica dan testimonio de la alegría de la fe, del fervor de la esperanza, del dinamismo de la caridad. Con la traducción de la Palabra de Dios y de la liturgia a lenguas vivas, las vocaciones aumentan, la participación de los laicos en la vida social se afirma, las conversiones se multiplican y la Iglesia llega a ser un polo de atracción tanto para los intelectuales como para el pueblo. Viva y radiante, la Iglesia es mensajera de Buena Nueva. También en Europa no hay lugar donde no se manifieste una sed de Dios, una necesidad de oración, el deseo de una vida evangélica auténtica, la renovación de los peregrinajes, el entusiasmo comunicativo en las JMJ y la creación de nuevas comunidades de vida evangélica y apostólica. En la crisis de civilización de este comienzo de milenio, marcada por la conmoción de los espíritus y el deterioro de las costumbres, la Iglesia responde proponiendo el mensaje del Concilio a los hombres de nuestro tiempo: Cristo es la clave de toda la historia. Su luz ilumina el misterio del hombre, que vale más por lo que es que por lo que tiene y realiza siguiéndolo la plenitud de su vocación de
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hijo de Dios, fuente de felicidad en este mundo y de alegría eterna. Y las palabras del Concilio cantan en mi memoria: “El porvenir está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar” (Gaudium et spes, n. 31). “A medida que pasan los años —declaraba Juan Pablo II el 6 de enero de 2001— los textos del Concilio no pierden nada de su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. Después de concluir el Jubileo siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza” (Novo Millennio Ineunte, n. 57). En cuanto a su sucesor Benedicto XVI, su preocupación principal es poner en ejecución todo el Concilio de manera orgánica, en la continuidad de la Iglesia. En una cultura que todo lo aplana, nos recuerda —y lo ha dicho con fuerza ante sus compatriotas alemanes— que nuestro Padre del Cielo nos llama a vivir como hermanos responsables en la tierra, en la salvaguardia de la creación, el respeto a nuestros hermanos de todas las culturas y religiones, y siendo consecuentes con nuestra identidad propia de cristianos, amigos y discípulos de Jesús. En una cultura del espectáculo permanente y efímero, en la celebración de los sacramentos y en particular de la eucaristía —la Iglesia hace la eucaristía y la eucaristía hace la Iglesia—, la Iglesia debe ayudar a los fieles a interiorizar la fe en la oración y la belleza, de lo cual nuestro Papa da ejemplo incansablemente en sus celebraciones litúrgicas, en Roma y en el curso de sus viajes a través del mundo. En una cultura marcada por las ciencias y las técnicas, y ante la ola de los fundamentalismos, Benedicto XVI insiste semana a semana, en todos sus mensajes —y especialmente en sus grandes intervenciones, como en los Bernardinos, en París, y en el Bundestag, en Berlín—, sobre la importancia del diálogo entre la fe y la razón. En una cultura dividida y como reventada entre el relativismo y el fundamentalismo, Benedicto XVI pide a todos los bautizados, tanto a los laicos como a los sacerdotes, religiosos y religiosas, de acuerdo con la consigna de San Pedro con los primeros cristianos de Roma “dar cuenta con dulzura y respeto de la esperanza que los anima” (1 P, 3, 15). Es el amplio campo abierto por el Concilio Vaticano II, que Benedicto XVI no deja de labrar, y donde nos invita a todos a trabajar con él, que apenas elegido por el Sacro Colegio de Cardenales se presentó a la salida del cónclave, en la Plaza San Pedro, el 19 de abril de 2005, como “un humilde obrero en la viña del Señor”.
El equilibrio de los poderes, tan estimado por Montesquieu, entre el legislativo, el ejecutivo y el judicial, se hizo astillas con la presión irresistible de lo mediático. La vida misma se ve amenazada, desde el aborto hasta la eutanasia. La transmisión de los valores, sin los cuales una sociedad se deshace, es difícil de llevar a cabo con las nuevas generaciones,
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A 50 años del Concilio Vaticano II
Juan XXIII, sobre un texto escrito por Joseph Ratzinger Pocas semanas antes del Concilio Vaticano II, el cardenal Siri invitó a Génova al cardenal Frings, arzobispo de Colonia, para una conferencia sobre la Iglesia en el mundo moderno. El anciano purpurado alemán pidió ayuda a un joven profesor y teólogo de confianza, Joseph Ratzinger, que terminó escribiéndole el texto de la conferencia. Juan XXIII quedó tan impactado que, en una audiencia, abrazó al cardenal Joseph Frings, diciéndole: «Precisamente, éstas eran mis intenciones al convocar el Concilio». El mismo Monseñor Loris Capovilla, secretario particular de Juan XXIII, ha recordado así el episodio en el diario Avvenire:
Algunas semanas antes del Concilio, el cardenal Giusseppe Siri, arzobispo de Génova, invitó al cardenal Joseph Frings a dar una conferencia sobre El Concilio Vaticano II frente al pensamiento moderno. El anciano arzobispo de Colonia la pronunció el 20 de noviembre de 1961, pero, como estaba saturado de trabajo, pidió ayuda al entonces joven profesor Joseph Ratzinger, teólogo de su confianza, quien escribió todo el texto que, después, fue publicado, obviamente, con el nombre del cardenal. Así llegó hasta Juan XXIII, que lo leyó, y, en una audiencia posterior, abrazó al cardenal Frings, diciéndole: «Precisamente, éstas eran mis intenciones al convocar el Concilio». Entonces, el cardenal sintió el deber de revelar al Papa quién era el autor de aquellas páginas. El texto expone las transformaciones profundas que habían ocurrido después del Concilio Vaticano I (1869-1870) y que exigían convocar un nuevo Concilio, basado en los siguientes cuatro factores: • La experiencia de la unidad del género humano. El acercamiento de las distancias y el modo de vida difundido en todo el mundo han dado a la Humanidad una nueva fisonomía, la del progreso técnico al estilo europeo-americano. Esto facilita la misión universal (por tanto, católica) de la Iglesia, pero también le impone el deber —para ser comprendida por la civilización técnica actual— de usar el mismo lenguaje, vaciándolo de su trasfondo materialista, para difundir el mensaje cristiano. La experiencia negativa de las dos Guerras Mundiales creó en el pueblo no cristiano una desconfianza hacia la civilización cristiana y occidental. Ahora bien, mientras esto supone un mayor respeto por la herencia espiritual de cada pueblo, ofrece a la Iglesia ulteriores posibilidades de universalidad: al no pertenecer a ningún pueblo, puede cumplir más eficazmente su misión de paz, que unifica a todos los pueblos en una unidad superior y puede todavía permanecer abierta a las exigencias de la singularidad de los pueblos. De aquí nacen interesantes aplicaciones, tanto en el campo de la liturgia, que debe ser comprendida por todos los pueblos, como en relación a la autoridad episcopal, que universaliza los datos particulares a la luz de la universalidad, que tiene como cabeza Roma. • El poder de la técnica ha modificado profundamente las relaciones entre el hombre y la naturaleza, obra de Dios, y ha dado al mundo un carácter profano, que ha desembocado en un nuevo paganismo. La tarea de la Iglesia será, pues, «volver a exponer al hombre su derecho fundamental y hacérselo comprender de una nueva forma». El siguiente punto precisa en qué modo.
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«Los Concilios —decía el 20 de noviembre de 1961 el Cardenal Frings, del cual el joven teólogo Joseph Ratzinger era consultor— son siempre producto de una determinada época en la cual traen la palabra de Dios dándole un nuevo valor de acuerdo con sus necesidades. Ciertamente, lo que dicen es válido para todos los tiempos, ya que la verdad eterna se encarna en las palabras vinculadas con un determinado momento de la historia; pero todos tienen la marca original de la época bien determinada en la cual una situación espiritual igualmente bien determinada exigía que se precisara la formulación de un pensamiento, que se pronunciaran palabras que en lo sucesivo se incorporarían en el patrimonio permanente de la Iglesia, si bien siempre recordarían el momento que produjo ese pensamiento y esas palabras… (citado en Prendre part au Concile, Fleurus, 1962, pp. 179-180)».
• La fe en la ciencia. Se trata de explicar científicamente todo, también las relaciones humanas más íntimas (informe Kinsey) y el comportamiento frente a la culpa (psicoanálisis). Sin embargo, el hombre sigue siendo el gran abismo, que ninguna explicación científica puede averiguar, con su dolor, su amor, su aspiración al infinito y a Dios. El hombre, a pesar de todo, se siente solo y tiene necesidad de que le enseñen nuevamente a comprender el lenguaje de su soledad. En esta formidable tarea, la Iglesia debe guiarlo en este descubrimiento, abandonando, quizás, algunas de sus formas, dándoles mayor sobriedad en la sustancia y en la forma. • La última característica del mundo moderno viene dada por las ideologías, es decir, los sistemas de pensamiento (especialmente liberalismo y marxismo) que, en las masas, han suplantado a la fe y a la religión, porque ofrecen una explicación del mundo sin exigir la adhesión a las realidades trascendentales. Con todos estos errores, el triunfo de las ideologías explica la aspiración del hombre de hoy hacia cualquier cosa válida. La tarea de la Iglesia será descubrir, bajo las ideologías, los valores eternos y colocarlos en el lugar justo, para que el hombre vuelva a encontrar la fe en sí mismo. Ya que el marxismo es una ideología de la esperanza, de una justicia terrena más profunda, es tarea de la Iglesia presentar la salvación que, en Cristo, se ofrece a la Humanidad, no sólo para la vida eterna, sino también para la terrena. El liberalismo posee un celoso respeto por la libertad, y esto ha hecho más sensible al hombre de hoy: es necesario, pues, devolverle la fe en que, adhiriéndose a la Iglesia, él no pierde su autonomía y en que, así, su búsqueda de la verdad es guiada y potenciada. Mons. LORIS CAPOVILLA Secretario privado de Juan XXIII
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¿Por qué un Año de la Fe? El Santo Padre Benedicto XVI publicó el 11 de octubre de 2011
una Carta Apostólica con el título “Porta fidei” (Puerta de la fe). En ella hacía el siguiente anuncio: “He decidido convocar un Año de la Fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II, con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe» (Porta fidei, N. 4). La Carta “Porta fidei” se publicó así doce meses antes del comienzo del Año de la Fe. Este número de HUMANITAS, que coincide con dicho comienzo, ha querido recoger en sus páginas la palabra de ocho obispos chilenos que expresan bien el sentir de la Iglesia chilena con relación a este tiempo de gracia ya iniciado. En los números sucesivos de la revista, personas representativas de otras instancias del mundo católico —jefes de movimientos apostólicos, superiores de órdenes religiosas, rectores de universidades, mujeres que dan el tono a la presencia femenina en la vida de la Iglesia, etc.— mantendrán viva nuestra inquietud respecto de los diferentes momentos que han de venir en el marco del Año de la Fe y que, sin duda, constituirán un punto culminante en la historia del pontificado de Benedicto XVI. El discurso completo pronunciado por el Santo Padre el recién pasado jueves 11 de octubre al dar por iniciado el Año de la Fe, puede leerse en el sitio de nuestra revista www.humanitas.cl
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El título de la Carta apostólica con que el Santo Padre convoca este año de renovación eclesial introduce la metáfora de la puerta en relación a la fe: Porta fidei. Una puerta que siempre está abierta para nosotros y que introduce en la comunión con Dios, en la Iglesia. La metáfora de la puerta nos sugiere un camino, nos invita a avanzar y nos llama a entrar en una realidad más honda; y todo esto, naturalmente, implica un movimiento. El devenir histórico de la familia humana requiere este movimiento, Ricardo Ezzati porque hoy estamos llamados a dar testimonio de nuestra Arzobispo de Santiago de Chile fe «en condiciones históricas distintas a las del pasado» (PF 4). Por ello, el camino dela fe está siempre inacabado, es decir, siempre es necesario volver a cruzar la puerta de la fe. Esta dinámica implica dos movimientos: uno hacia dentro y otro hacia afuera. El camino hacia adentro implica nuestra renovación como Iglesia. Se viven tiempos difíciles y, por ello, el Año de la Fe nos llama a «una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo» (PF 6). Se trata de un tiempo que nos permite volver a lo esencial y profundizar la fe, en la Palabra de Dios, en la liturgia y en la tradición. También es una ocasión para intensificar la reflexión sobre la fe en un contexto de profundos cambios culturales. Por otra parte, el Año de la Fe implica un movimiento hacia afuera, es decir, misionero. La fe «no es una teoría, sino el encuentro con una Persona» (PF 11), y este encuentro implica una misión, porque la fe es un bien para el hombre, que ensancha el horizonte del ser humano y amplía su vida. Una comunidad eclesial renovada en su fe colabora para que los hombres y las mujeres de hoy accediendo al don de la fe, tengan vida, y tengan vida en abundancia.
Año de la Fe 2012-2013
Entrar en una realidad más honda
La fe en Jesucristo: patrimonio de la humanidad
Fernando Chomali
Arzobispo de Concepción
Benedicto XVI percibe, sumado a grandes cambios culturales, una crisis de fe en muchas personas. Además, la fe es cuestionada en una sociedad que reduce el ámbito de las certezas racionales a los logros científicos y tecnológicos. El Pontífice percibe también que el hombre busca con sinceridad el sentido último y la verdad de la existencia y del mundo, lo que él interpreta como un auténtico preámbulo de la fe. En este contexto nos invita a recorrer el camino de la fe para iluminar la alegría y el entusiasmo del encuentro con Cristo. Encuentro
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que le permitirá al hombre salir del desierto en el que se encuentra y entrar en la vida eterna por Él ofrecida. El Papa, inspirado en el Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, promueve al interior de la Iglesia una profesión de fe madura, fruto de un encuentro personal con Jesucristo que le entregue a cada persona un nuevo horizonte en todos los ámbitos de su existencia. Así, la fe en Jesucristo, que para el Santo Padre es patrimonio de la humanidad, ha de ser confirmada, comprendida y profundizada con nuevo ardor y con nuevo celo. De ahí que surge esta invitación a celebrar en todo el mundo desde el 11 de octubre del 2012, hasta la solemnidad de Cristo Rey del 2013, el Año de la Fe, cuyo fruto será un nuevo impulso a la evangelización, a la profesión pública de la fe y a una mayor preocupación por hacer carne la fe atendiendo a los más necesitados, porque la fe sin obras es fe muerta. Promover iniciativas en favor de anunciar a Jesucristo y suscitar la fe en quienes nos escuchen y reflexionar y profundizar en torno a nuestra propia fe es tarea de todos, tal como lo deja establecido el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe que trata sobre indicaciones pastorales para el Año de la Fe.
Secar la sed del hombre moderno La convocatoria del Papa nos da muchas razones del porqué de un Año de la Fe. Me atrevo a ahondar en una, que se señala en el n.5 de la Carta Porta Fidei. Porque dentro de la Iglesia se ha producido un disenso acerca de algunos contenidos esenciales de la fe. Aquello que fue creído ayer y siempre no es igualmente creído hoy. En materia dogmática, eclesiológica, moral, pastoral, etc. hay un abierto rechazo, en muchos ambientes católicos y teológicos, a lo que la fe enseña. Por eso el Papa quiere que uno de los elementos Juan Ignacio González centrales de este tiempo de gracia sea un renovado estudio Obispo de San Bernardo del Catecismo de la Iglesia y su Compendio, que nos conduzca a una nueva conversión y a volver a aquello que es lo verdaderamente fundamental. Se vuelve a poner ante nuestros ojos el Concilio Vaticano II y su enorme riqueza y fecundidad. Pero en su recta interpretación, según lo que nos enseñó Benedicto XVI en el discurso de diciembre de 2005 a la Curia Romana. Un Concilio que debe ser leído y meditado desde la hermenéutica de la reforma en el espíritu del beato papa Juan XXIII y de Pablo VI, que puede sintetizarse en fidelidad y dinamismo. Estimo que el disenso teológico va muy de la mano con la interpretación rupturista de Concilio, que, como advierte el Papa, corre el riesgo de establecer un quiebre entre Iglesia pre y postconciliar. El Año de la Fe es como una vuelta a las fuentes vivas, para
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secar la sed del hombre moderno de conocer la única Verdad que salva y para que dentro de la misma familia de Dios, convocada en la Iglesia, creamos todos lo que es la verdad comunicada por Dios y transmitida por la Iglesia en plena fidelidad a las fuentes de la Revelación: esas verdades esenciales están maravillosamente expuestas en el Catecismo de la Iglesia. Me han servido mucho las palabras del recién nombrado nuevo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo Mons. Gerhard Ludwig Müller, acerca de la tarea de la Iglesia: «debemos redescubrir y hacer resplandecer de nuevo la fe como potencia positiva, como fuerza de la esperanza y como potencial para superar conflictos y tensiones, y continuar encontrándonos en la profesión común del Dios uno y trino». Tengo el sueño —que con la gracia de Dios puede hacerse realidad— que en este Año de la Fe pudiera llegar a miles de familias cristianas de nuestra patria la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Biblia y el Catecismo de la Iglesia.
Conocer lo que se cree Benedicto XVI considera necesario llamar la atención sobre «una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas» (Porta fidei, N. 2). Afirma que los cristianos «siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común» (Ibid.). Pero constata que la realidad es esta otra: «De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado» (ibid.). ¿Qué ha ocurrido para que el presupuesto de la fe, que antes era el fundamento de «un tejido cultural unitario ampliamente aceptado», ahora resulte Felipe Bacarreza negado? Es necesario responder a esta pregunta para poder Obispo de Santa María de superar la crisis y recuperar la fe como fundamento de la Los Ángeles vida cristiana. En mi modesta opinión, la crisis de la fe tiene su origen en la ignorancia religiosa. Varias generaciones de jóvenes han crecido con la idea de que la fe no exige ningún estudio serio y que emplear el intelecto para conocer los contenidos de la fe es estéril. Existe la convicción de que la fe debe ser algo enteramente espontáneo que apela a las emociones. Que un universitario estudie las materias propias de su carrera se considera normal y deseable, porque le sirven para una vida mejor en esta tierra. Pero que estudie las verdades de la fe, que lo informan sobre la vida eterna en la que supuestamente cree, se considera una pérdida de tiempo. Por poner un solo ejemplo: la gracia santificante es una realidad que se conoce solamente por la fe; pero pocos saben lo que es la gracia y, por eso, no ponen los medios para recibirla y conservarla. Como consecuencia de esa ignorancia, termina por perderse la fe en ella. El Catecismo enseña: «La gracia es una participa-
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ción en la vida de Dios» (N. 1997). El que capta con su inteligencia lo que es la gracia no puede dejar de desearla. Y este deseo hace aumentar la fe en ella. El desinterés por conocer los contenidos de la fe explica la escasa difusión que ha tenido el Catecismo de la Iglesia Católica. Para poner remedio, entonces, a la crisis de fe, que se origina en la ignorancia religiosa, el Santo Padre quiere que en el Año de la fe todos los fieles estudien el Catecismo: «El Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica» (Porta fidei, 11).
Conversión, testimonio y compromiso Quisiera resaltar brevemente lo que me parecen ser las principales líneas doctrinales y desafíos pastorales contenidos en la Carta Porta Fidei del papa Benedicto. La invitación central es “redescubrir el camino de la fe”, entendida como el cultivo de la amistad con Jesús y el encuentro vivo con su Persona. Creer en Él de manera alegre, confiada y llena de esperanza y amor. En ello radica la fuerza y la belleza de la fe, en “hacer resplandecer la Palabra de verdad”, en el Alejandro Goic seno de la Iglesia que es santa y a la vez necesitada Obispo de Rancagua de purificación. Es siempre un camino de constante conversión al Señor y de renovación de vida, a la vez personal y comunitaria. Es también el compromiso de toda la Iglesia hacia la nueva evangelización, que nos urge. Afirma el Papa que “la fe sólo crece y se fortalece creyendo”, y es el desafío de vivir el Año de la Fe con una adhesión al Evangelio que sea consciente, vigorosa y confiada, con una entrega total y plenamente libre a Dios. Pero sólo será posible esta vivencia si la hacemos con un testimonio valiente y creíble, además de un compromiso personal y público. Esta iniciativa de la Iglesia universal nos invita a “redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe”, que nos lleve hacia Jesús, mostrando la alegría y la belleza de vivir la fe y viviendo en verdad la misericordia de Dios, como supieron hacerlo las primeras comunidades cristianas, siendo “signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo”.
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Para un hombre de la Edad Media habría sido impensable concebir una sociedad que se declarara pluralista y autónoma. El Santo Padre Benedicto XVI en su Carta Apostólica Porta Fidei, con un dejo de dolor, nos habla de esta autonomía al constatar que los cristianos de hoy, con frecuencia se preocupan mucho de las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común, pero que muchas veces es negado (PF 2). Cristián Contreras La pregunta que nos surge es la siguiente: Obispo de San Felipe ¿Cómo ser un creyente en un mundo que se ha hecho autónomo? ¿Cómo hablar de Dios en un mundo amenazado por el relativismo ético y moral que pretende justificar los más atroces atentados a la dignidad del ser humano? La respuesta la encontramos en la misma carta del Papa Benedicto XVI. «El hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4,14) El pluralismo es un dato de la realidad que la Iglesia debe abordar desde su dinamismo espiritual e intelectual. El involucionista está fuera del mundo. El cristiano no es del mundo ni está fuera de él, está en el mundo sin ser del mundo. «Hoy como ayer, Jesucristo envía a sus discípulos por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra» (cf. Mt 28,19). Los primeros cristianos, por la fe y sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la Resurrección. Sin lugar a duda, estar en el mundo sin ser del mundo es una realidad que se vive en un clima de tensión. De allí la necesidad de redescubrir la fe desde el don recibido por gratuidad y el compromiso de hacerla crecer con la gracia de Dios y el discernimiento evangélico. Recomenzar desde Cristo estando en el mundo sin ser del mundo requiere de un discernimiento evangélico abierto al diálogo con la posmodernidad donde pareciera que nada es estable, seguro y trascendente. Para este discernimiento en una sociedad secularizada me parece esencial no perder el espíritu crítico. Esta dinámica requiere saber escuchar y dialogar con un interlocutor que suele presentarse como agnóstico o católico a su manera. El mundo necesita de interlocutores que, con la razón y el testimonio de su vida, sean capaces de dar razón de la fe que profesan. Los signos de los tiempos, escrutados desde la Palabra de Dios, deben afianzar la identidad de todo cristiano y fortalecer su fe. Por lo tanto, no debemos tener miedo a las interrogantes del presente. El discípulo de Cristo
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Redescubrir la fe desde el discernimiento evangélico
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debe ser la esperanza en un mundo querido por Dios. La preocupación debe ser no instalarse en un inmovilismo asfixiante que lo único que consigue es sobrevivir en la mediocridad, atrapados por un miedo impropio de quienes creen que Dios es el que hace nuevas todas las cosas. Discernir los signos de los tiempos a la luz del Espíritu es el camino para ponerse al servicio del Reino (DA 34). Una época en cambio exige del creyente una sensibilidad para escuchar a tantos que se sienten solos, abandonados en el camino y sin encontrar en la Iglesia el acompañamiento espiritual o la respuesta a tantas interrogantes que tienen relación con el desencanto y dolor en que se encuentran. Entre estos, los jóvenes. Ellos, por su juventud, tienen más sensibilidad a los cambios y una mayor sintonía con los acontecimientos de la época en que viven. Dar paso al Espíritu que sopla requiere un cambio de vida, un cambio de mentalidad. En palabras del Evangelio, convertirse. La conversión exige recomenzar desde Cristo. Él es el único Señor de la historia en quien es posible cerrar las heridas, abandonar los miedos y mirar el futuro con esperanza.
La familia, núcleo transmisor de la fe Recordando el V Encuentro Mundial de la Familia, realizado en Valencia, España, y cuyo tema se enfocó en “La transmisión de la fe en la familia”, leí con mucho interés la Carta Apostólica Porta fidei del Papa Benedicto XVI, sobre la celebración del Año de la Fe. En ella, el Papa hace alusión a la familia en referencia a los hombres y mujeres que a lo largo de la historia han dado y siguen dando testimonio de su fe. A partir de este punto, destacó el papel preponderante y significativo que le cabe a la familia en el decidor proceso Bernardo Bastres, S.D.B. de transmitir la fe. En ella confluyen las esperanzas de ser Obispo de Punta Arenas el foco que irradie la fe a las nuevas generaciones. Es el niño quien a través de la relación con sus padres empieza a formar parte indisoluble de una tradición familiar. Junto al don de la vida, recibe un patrimonio de experiencias, que los padres tienen el derecho y el deber irrenunciable de traspasar a sus hijos, educándolos en el descubrimiento de su identidad, enseñándoles a ejercitar responsablemente su libertad moral y a desarrollar su capacidad de amar a través de la propia vivencia de ser amados. Sobre todo, a guiarlos en el camino que los llevará al encuentro con Dios. Los hijos crecen y maduran humanamente en la medida en que acogen con confianza ese patrimonio y esa educación que van asumiendo paulatina y progresivamente.
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Tenemos muy claro que la fe no es una mera herencia cultural, sino una acción continua de la gracia de Dios que llama siempre, y también, que es propio de la libertad humana adherirse o no a esa convocatoria. Si bien nadie responde por otro, los padres cristianos están obligados a rendir continuamente una muestra creíble de su fe y esperanza de creyentes. Han de procurar que la invitación de Dios y la buena nueva de Cristo se entronicen con fuerza en la vida de sus hijos y lo hagan con la mayor claridad y autenticidad. Cada familia cristiana es una “comunidad de vida y de amor”, depositaria de la misión de “custodiar, revelar y comunicar el amor como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor, por la Iglesia, su esposa” (Cfr. Familiaris Consortio,17).
La pertenencia a la Iglesia por la fe La convocatoria del Papa Benedicto XVI a la celebración de un Año de la Fe nos invita a los católicos a renovar nuestra adhesión al misterio revelado por Dios en el don de su Palabra, contenida en la Tradición viva de la Iglesia y en la Sagrada Escritura, auténticamente interpretadas por el Magisterio eclesial. La propuesta del Papa de estudiar la Palabra de Dios, los documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica es una indicación de la eclesialidad de la divina revelación y de la fe personal que lleva a creer con la fe de la Iglesia. Francisco Javier Stegmeier La pertenencia a la Iglesia por la fe y los sacramentos Obispo de Villarrica debe expresarse como una adhesión cordial, agradecida y públicamente manifestada. La fe que nos hace conocer, aceptar y vivir el misterio de la Santísima Trinidad y de la Encarnación del Verbo divino es la que también nos lleva a creer el misterio de la Iglesia como un don inmenso del amor de Dios. Por la fe reconocemos que la Iglesia, siendo una institución formada por hombres pecadores, es la Esposa de Cristo, de tal modo que lo que Dios ha unido indisolublemente, no lo separe el hombre. La fe cristiana reconoce a la Iglesia como nuestra Madre y Maestra, de quien hemos recibido todo lo que nos mereció su Esposo, Jesucristo. Ella es el Sacramento Universal de conversión, de salvación, de santidad y de vida eterna para toda la humanidad. Destaco la dimensión eclesial de la fe, porque hemos de alegrarnos de nuestra pertenencia a la Iglesia, ya que el Señor, en y por Ella, nos colma de su gracia, de su alegría y de su paz. De esto son modelos e intercesores todos los santos, destacándose por sobre todos ellos la Santísima Virgen María.
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Juan Jacobo Rousseau
Un padre anárquico y totalitario para los tiempos modernos Por Gianfranco Morra
Rousseau indica a la modernidad el camino de la sustitución de la religión con la ideología política. Sólo en los regímenes totalitarios este camino llega a término, con la persecución de las religiones y la imposición de la religión civil.
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rescientas velitas para uno de los padres de la Europa moderna, nacido en Ginebra el 28 de junio de 1712. Tres siglos, durante los cuales sus acciones y sus ideas han sido objeto de decididas exaltaciones y despiadadas polémicas. Jean-Jacques Rousseau ha sido anatomizado y estudiado en miles de escritos, no menos que Dante y Goethe, señal evidente de que su personalidad dejó una marca. Muchas de sus intuiciones precedieron proféticamente el destino de Europa, desde la Revolución francesa en adelante, y no pocos revolucionarios estaban impregnados de su enseñanza. La reacción romántica se opuso al iluminismo, pero no a Rousseau, que llegó a ser uno de los autores obligados para los Stürmer y los Schwärmer, pero también para el público burgués, que tanto apreciaba el amor sentimental descrito en la novela La nueva Eloísa (50 ediciones); parte no pequeña de sus teorías se realizó de manera casi literal tanto en la modernidad triunfante del siglo XIX como en la cultura posmoderna del siglo XX. Precisamente por este motivo, una reflexión sobre su legado nos permite comprender en profundidad los rasgos todavía prevalecientes en nuestro siglo XXI: no tanto una interpretación “filológica” del ginebrino a través del caleidoscopio del mundo, sino más bien una interpretación “genealógica” del mundo a través de la confusión del ginebrino.
Sociedad como pecado Lo que anima los Discursos de Rousseau es la certeza de que la unidad y la autenticidad de la persona, propias del estado natural, se han disuelto. Una animadversión ante la sociedad y la historia, que pasará a los siglos de la modernidad, caracterizados todos por la sustitución del eros griego y del ágape cristiano, que producían amistad con la realidad, por el resentimiento. El estado de ánimo del moderno es el mismo del ginebrino: no debo ser lo que soy y
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«Con una actitud en que alternaban el masoquismo y el exhibicionismo, se puso a sí mismo como el ejemplo más elevado de esta alienación: “De todos los hombres que he conocido, ninguno era mejor que yo” (Carta a Malesherbes, 1762)». Retrato de Narciso, por Caravaggio.
debo ser lo que no soy. Una utopía irrealizable, ya que para él sólo es bueno lo que no existe. Ya en el primer Discurso estalla la inconciliabilidad entre naturaleza “buena” y civilización “corrupta”: esas ciencias y técnicas consideradas grandes dones para la humanidad por los iluministas “nada han agregado a nuestra verdadera felicidad y han corrompido nuestras costumbres” (DS II, en O 16). El llamado “progreso” es en realidad un retroceso, que produce soledad e incomunicabilidad. Otorga al pecado original el carácter laico de “pecado social”, que no se encuentra al comienzo de la historia, sino dentro de ésta: “Todo está bien al salir de las manos del Autor de las cosas; todo degenera en manos del hombre” (E I, en O 350). Una convicción ya enunciada en 1752, cuando representó la comedia Narciso o el amante de sí mismo”, de la cual es tanto autor como protagonista ideal: “Todos los vicios son propios no tanto del hombre como del hombre mal gobernado” (NA pref., en O 27). El “bellum omnium contra omnes” de Hobbes no corresponde al “estado natural puro”, sino que proviene de la corrupción de la sociedad.
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Una corrupción que los hombres de la cultura, eruditos, literatos y artistas, ocultan y mistifican como positiva. El resorte de esta destrucción de la armonía natural es la propiedad privada, que —nos dice el segundo Discurso— produce la desigualdad, la división del trabajo, el egoísmo y el sometimiento. El único progreso es el retorno a la naturaleza: “La naturaleza hizo al hombre feliz y bueno, pero la sociedad lo corrompe y lo vuelve miserable” (R III, en O 1284). Este primitivismo, que interpreta la historia como decadencia, provocó las protestas de los iluministas, si bien el pesimismo de los Discursos no pretendía ser definitivo, tanto que las obras siguientes procurarán enunciar proyectos de recuperación: en la sociedad (Contrato Social), en la educación (Emilio) y en la familia (La Nueva Eloísa). Esta tendencia rousseauniana explícita hacia un mesianismo secular configura el paso hacia lo que Talmon ha llamado totalitarian Democracy: “La ética religiosa fue sustituida por la moralidad social y laica, permaneciendo el Estado como única fuente y garantía de la moralidad”.
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El contrato social El estado primitivo natural “ya no existe, tal vez nunca ha existido y probablemente jamás existirá” (DD pref., en O 39). No es una realidad, sino una utopía. El “mal social” ya no puede superarse restableciendo la “naturaleza pura”, sino incorporando el ideal de la misma en la sociedad. Esto puede suceder sustituyendo el “pacto inicuo” con un “contrato social” nuevo y positivo, capaz de hacer renacer tanto al hombre auténtico como a la sociedad libre. Rousseau enuncia, adelantándose en el tiempo, una “utopía de liberación”, es decir, un proyecto de salvación del mundo con todas las características de la “teología secular”, y anticipa la idea marxista de revolución, como lo han mostrado Galvano della Volpe (Rousseau e Marx, Editori riuniti, Roma, 1957) y Lucio Colletti (Ideologia e utopia, Laterza, Bari, 1969). La palabra más repetida en el Contrato social es “libertad”, por lo cual Rousseau ha sido considerado uno de los teóricos de la democracia política. Y la finalidad del libro habla en ese sentido: construir una sociedad en que cada miembro es libre precisamente por ser tanto sujeto como objeto de las leyes: “Sometido a las leyes, el pueblo es el Autor de las mismas” (CS II 6, en O 295). Esta coincidencia de la voluntad con la ley no es producto de la “voluntad de todos”, suma de los intereses parciales de las “voluntades individuales”, sino de la “voluntad general”. Una categoría abstracta y alucinada, inventada por él para encontrar una convergencia entre libertad y ley: “una voluntad iluminada y recta, que siempre tiende a la utilidad pública” (CS II 3, en O 290). La democracia en la cual piensa Rousseau es la “directa”, propia de los cantones suizos, que se realiza en la “asamblea de los padres de familia”. Él desprecia la democracia indirecta, única posible en las repúblicas de gran dimensión, o sea, la democracia representativa, en cuanto en ella el ciudadano enajena su libertad en favor de los gobernantes. De esto se desprende un rechazo de todos los instru-
mentos considerados necesarios por la democracia para deliberar y controlar las decisiones: los derechos individuales, incluido el de “resistencia”, la división de los poderes, el pluralismo social, el Estado de derecho. Hay en él una tendencia a un unanimismo absoluto: “No deben existir sociedades parciales y cada ciudadano no debe pensar con su cabeza” (CS II 3, en O 291). Por ser el individuo una nada, la sociedad es un todo. Rousseau ve claramente los errores y la degeneración de la sociedad y además padece por los mismos; pero su proyecto utópico sólo nos libera mediante el totalitarismo, es decir, con un mal aún peor que los anteriores. Eso resulta evidente con sólo considerar el rol que el proyectado Contrato social atribuye a la religión.
La religión civil Las metamorfosis religiosas de Jean-Jacques, ciertamente no conversiones de fe, sino elecciones de oportunidad práctica, están dentro de la convicción jamás descartada de que el cristianismo es una religión nociva para la sociedad y por consiguiente para los individuos en particular. Lo que Rousseau niega es la distinción entre Dios y César, que “rompe la unidad social” (C IV 8, en O 341) y produce individualismo. En las páginas finales del Contrato social, Rousseau distingue cuatro religiones: 1) del hombre, buena pero estéril: un deísmo sentimental, carente de dogmas, ritos y cultos; 2) del ciudadano, parcialmente buena: el culto de los dioses de la civitas; 3) del sacerdote, totalmente malvada: opone el creyente al ciudadano, como en el “cristianismo romano”. Para él, la única religión válida es: 4) aquella que, introduciendo un término afortunado, define como “religión civil” una profesión de fe fijada por el soberano, a la cual los ciudadanos deben adherir: “Si alguien se comporta como si no creyese en ella, sea castigado con la muerte” (CS IV 8, en O 344). Rousseau retoma a Maquiavelo (Discursos, I 13: “Los romanos utilizaron la religión para reordenar la ciudad”) y a Hobbes (De cive, XVII, 28: “Quien está en posesión del poder temporal es jefe del Estado y de la Iglesia”), pero además los supera. Para ellos dos, el Estado utiliza la religión como instrumento para reinar; para el ginebrino, el Estado es la única fuente de los dogmas y de los preceptos religiosos, idénticos a los sociales. La religión civil es, para el ciudadano, Biblia y Código en cuanto le proporciona los criterios de lo justo en la vida individual y social. Rousseau indica a la modernidad el camino de la sustitución de la religión con la ideología política. Sólo en los regímenes totalitarios este camino llega a término, con la persecución de las religiones y la imposición de la religión civil. En los regímenes democráticos, sobre todo en la tradición anglosajona, solamente se adhiere junto a la religión
“Si es una buena cosa saber utilizar a los hombres tal como son, es aún mejor hacerlos ser como es necesario que sean. La autoridad más absoluta es aquella que actúa desde el interior del hombre y se ejerce sobre su voluntad no menos que sobre sus acciones. El hombre debe ser obligado a ser libre”. (J. J. Rousseau)
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ROUSSEAU VISTO POR JACQUES MARITAIN Un reformador religioso Rousseau es un temperamento religioso. Tuvo siempre grandes necesidades religiosas, y hay que decir que existían en él, por modo natural, disposiciones religiosas mucho más ricas que en la mayoría de sus contemporáneos (pero ¿qué valen las más hermosas disposiciones religiosas sin vida sobrenatural?). Por eso, su potente virtualidad religiosa ha actuado en el mundo; por muy ocupado que él esté con su exclusivo yo, por muy lunático y perezoso que sea para haber deseado nunca asumir tal función, Rousseau es, esencialmente en realidad, un reformador religioso. He aquí por qué sólo podía adquirir todo su impulso pasando por la Iglesia, para mejor hurtar las palabras de vida. Manipula, corrompiéndolos, el Evangelio y el cristianismo. Percibió grandes verdades cristianas olvidadas por su siglo, y su fuerza fue recordarlas; pero las desnaturalizó. Su signo, y el de los verdaderos rusonianos, es ser depravadores de las verdades consagradas. Y es que ellos, “venturosos ladrones” también, según el glorioso dicho de Lutero, saben desvincularlas de sus votos. Cuando Rousseau reacciona contra la filosofía de las luces; cuando proclama contra el ateísmo y el cinismo de los filósofos la existencia de Dios, del alma, de la Providencia; cuando contra el nihilismo crítico de su vana razón invoca el valor de la Naturaleza y de sus inclinaciones primordiales; cuando hace la apología de la virtud, del candor, del orden familiar, de la abnegación cívica; cuando afirma la dignidad esencial de la conciencia y de la persona humana (afirmación que, sobre el espíritu de Kant, debía tener tan duradera resonancia), todas éstas son verdades cristianas enarboladas por Rousseau ante sus contemporáneos. Pero verdades cristianas vacías de substancia, de las que sólo existe la brillante superficie, y que caerán destrozadas al primer golpe porque no obtienen ya su ser en la objetividad de la razón y de la fe, ni subsisten sino como expansiones de la subjetividad del apetito. Verdades infladas, desbarrantes, que declaran a la Naturaleza buena bajo todos los aspectos y absolutamente, a la razón incapaz de obtener la verdad y capaz tan sólo de corromper al hombre, a la conciencia infalible y a la persona humana, tan “digna” y hasta tal punto divina, que no puede lícitamente obedecer sino a sí misma. El subjetivismo como ideal religioso Juan Jacobo, en fin, es ya deliberadamente inmanentista —tomo esta palabra en su acepción más general, como expresiva de una tendencia fundamental, más bien que de tal o cual sistema en particular—; según él, Dios sólo se manifiesta al hombre por espontánea exigencia de la naturaleza, por necesidad del sentimiento, por una experiencia inmediata. Así, para él no significan nada la revelación objetiva de una verdad sobrenatural y la fe dogmática. Y se pregunta: “¿Es sencillo y natural que Dios haya ido a buscar a Moisés para hablar a Juan Jacobo Rousseau?” (Carta a Mr. De Beaumont). Este antirracionalista, tan impregnado de los sofismas de la falsa razón (y esto era lo fatal, pues sólo sabía oponer su sentimiento), a la cual hace profesión de despreciar, rechaza así los misterios de la fe porque no son “en modo alguno cosas misteriosas”, sino “absurdos luminosos y palpables de cosas evidentemente falsas” (Carta a D’Alambert). En una carta en que hace la apología del sentimiento religioso y del cristianismo de la naturaleza, escribe: “Os aseguro que todas las fórmulas en materia de fe me parecen, simplemente, otras tantas cadenas de iniquidad, de falsedad y de tiranía” (Carta a Mr. De Bourgoin, 15.I.1769). En cuanto a la conducta moral, la conciencia de cada uno se basta en absoluto y no necesita ningún auxilio o enseñanza, ni divino ni humano, que la ilumine o rectifique. Exclusión de toda heteronomía. La conciencia
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es no solamente regla próxima de nuestras determinaciones libres, contra la cual no es lícito jamás actuar; es incluso infalible, revelación divina de los oráculos divinos, emanada del fondo substancial de nuestro corazón. “Prefiero consultar a ese juez interior e incorruptible, que no pasa por alto nada malo ni condena nada bueno, y no engaña jamás cuando se le consulta de buena fe” (Carta a M.Perdriau, 28.IX.1754). Adviértase que este “instinto divino”, este “juez infalible del bien y del mal que hace al hombre semejante a Dios”, había sido consultado muy piadosamente por Juan Jacobo cuando abandonó a sus hijos. ¡Ah! No dejó de “examinar” este asunto “según las leyes de la naturaleza, de la justicia y de la razón, y según aquellas otras de esta religión pura, santa, eterna, como su autor, que los hombres han manchado, etcétera”. Y el hombre de la naturaleza agrega: “Esta solución me pareció tan buena, tan sensata, tan legítima…” “Si bien me equivoqué en los resultados, nada hay más admirable que la seguridad de alma con que me lancé a ello…” (Confesiones 1, VIII). “Ya sé, le decía Diderot, que en cualquier cosa que hagáis contaréis siempre con la aprobación de vuestra conciencia.” La piedad de Juan Jacobo, ¿puede necesitar la ayuda de un Dios trascendente? El vicario saboyano (N.del E: personaje del “Emilio” del que se sirve para expresar sus ideas propias) “conversa” con Dios, pero no le “reza”. No le pido… el poder de obrar bien; ¿para qué pedirle lo que él me ha dado?” También, cuando Rousseau ruega, es “como los ángeles que alaban a Dios alrededor de su trono” (III Carta de la Montaña), para decirle: “hágase tu voluntad”, a menos que no sea para exclamar, como dice Masson, que ve en esta fórmula la oración-tipo de Juan Jacobo: “¡Oh Dios, ven a mí; háblame, consuélame y merece que yo te proclame!”. Pero, ante todo, hay que entender cuál es el fin último del hombre en la religión rusoniana. Desde luego, llegar a la unión con Dios; pero no porque Dios eleve al hombre a una participación de la vida divina, fijada en él por la visión de su esencia, sino, por el contrario, absorbiendo, reabsorbiendo en nosotros a la Divinidad. Yo, yo, divino yo, siempre yo: siempre es en sí mismo en donde Rousseau quiere la beatitud: “El supremo goce reside en el contentamiento de sí mismo. Estamos en la tierra y se nos dio la libertad precisamente para merecer ese contentamiento…”. “No cabe ser feliz en la tierra sino en la proporción en que uno se aleje de las cosas y se acerque A SI MISMO; uno se nutre entonces con su propia substancia, pero ésta no se extingue jamás” (Carta a Enriqueta de Maugin, 4.XI.1764). “No, Dios de mi alma, jamás te repudiaré habérmela hecho a tu imagen para que pueda ser yo libre, bueno y dichoso como tú” (Fantasías). La beatitud, pues, consiste en ser como Dios, en gozar “no de otra cosa, sino de sí mismo, y de la propia existencia”, en un estado dentro del cual se basta uno a sí mismo como Dios (Emilio I,4). En el paraíso de Rousseau, escribe con acierto Masson (La religión de Rousseau), el mismo Dios se eclipsará discretamente para dejar el sitio a Juan Jacobo. El paraíso con que sueña lo llenará enteramente él mismo, y lo colmará de supremas voluptuosidades con el contentamiento y goce de sí mismo, porque él mismo se sentirá Dios, libre, bueno y feliz como él. “Aspiro —dice— a ese momento en que, librado de las trabas del cuerpo, seré yo mismo, sin contradicción, sin restricción, y no tendré necesidad sino de MI para ser dichoso” (Emilio I, 4). Evidentemente, llegamos con esto al centro de la locura de Juan Jacobo. Y también, al centro del Paraíso de la inmanencia. Párrafos tomados del libro “Tres reformadores”, de Jacques Maritain
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«Una invitación que ciertamente conocía su discípulo Robespierre, cuando en la Convención justificó el Terror con la conocida frase: “Si la base del gobierno popular en tiempos de paz es la virtud, en tiempos de revolución es la virtud más el terror, virtud sin la cual el terror es homicida, terror sin el cual la virtud es impotente”».
Para Rousseau El hombre libre es aquel que acepta todo cuanto impone la voluntad general: “Toda voluntad individual se acomoda con ella. La virtud no consiste sino en esta adecuación de la voluntad particular a la general, es decir, en suma, haced que reine la virtud”.
confesional una “religión en lo civil”. Otras democracias acentúan el rol religioso de la Nación y sacralizan, valiéndose de la terminología religiosa, los hechos de la historia civil: los “mártires de la resistencia”, los “sagrarios de los caídos”, el “altar de la patria”, el “nuevo calendario”, las “fiestas nacionales” y amalgamas parecidas de lo sagrado y lo profano. La Constitución misma resulta ser entonces una especie de “segunda Biblia” (como la llamó un Presidente de la República italiana). Indudablemente, esta tendencia rousseauniana explícita hacia un mesianismo secular configura el paso hacia lo que Talmon ha llamado “totalitarian Democracy”: “La ética religiosa fue sustituida por la moralidad social y laica, permaneciendo el Estado como única fuente y garantía de la moralidad” (Le origini della democrazia totalitaria, Il Mulino, Bolonia, 1967, p. 11; pero ver también L. G. Crocker, Il “Contratto sociale” di Rousseau, Sei, Turín, 1971). Con acertada expresión, Jacques Maritain ha hablado de “mimetismo de la santidad” (J.-J. Rousseau, o il santo della natura, en Tre riformatori, Morcelliana, Brescia, 1967). Podemos decir también, con Augusto Del Noce, que Rousseau, aun cuando siempre hable de Dios y de la inmortalidad, basa su utopía política premarxista en la opción ateística: “No es la negación del pecado la que redunda en la negación de Dios, sino que la negación del pecado, de la caída inicial, es el comienzo de un proceso que conduce al ateísmo” (Il problema dell’ateismo, Il Mulino, Bolonia, 1964, p. 156).
¿Rousseau totalitario? Esto se advierte muy claramente en la condena pronunciada por Rousseau a la libertad de opinión. Rousseau fue víctima de la censura, que condenó y quemó sus obras, y sin embargo, de manera especialmente paradojal, la defiende con decisión como instrumento válido del Estado para controlar los “delitos de opinión”: “La censura mantiene las costumbres, impidiendo a las opiniones corromperse, conservando su rectitud con sabias aplicaciones, a veces además fijándolas cuando todavía son dudosas” (CS IV 7, en O 338). Y hay
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más. Con agudísima previsión, Rousseau intuye una característica de la nueva política: ésta debe aplicarse como rígida y omnipresente “persuasión moral”, también en la diversión, como por lo demás lo hicieran su gran compatriota Calvino, y Platón en Grecia, cuando condenó a Homero al ostracismo por “inmoral”. En la muy extensa Carta a D’Alembert, Rousseau no propone únicamente prohibir todo lo “inmoral y fatuo”, sino sustituirlo con espectáculos socialmente válidos: “Vigilad los placeres de los ciudadanos para volverlos honestos: es la única manera de reanimar su trabajo” (LS, en O 269). La “nacionalización de las masas”, estudiada por G. Mosse en el libro homónimo (Il Mulino, Bolonia, 1971), irá en esta dirección en el siglo XX. Rousseau propone, anticipándose a Gentile, un “Estado ético”, que no adquiere su validez ni de una ley natural ni de la elección de los asociados, sino de la “voluntad general” impuesta por el Príncipe. Según el Discurso sobre la Economía Política, nacido como artículo para la Encyclopédie (V, 337-49), la tarea de los gobernantes consiste en formar ciudadanos fieles, modificándolos en lo íntimo: “Si es una buena cosa saber utilizar a los hombres tal como son, es aún mejor hacerlos ser como es necesario que sean. La autoridad más absoluta es aquella que actúa desde el interior del hombre y se ejerce sobre su voluntad no menos que sobre sus acciones” (DE, en O 105). El hombre debe ser obligado a ser libre. El hombre libre es aquel que acepta todo cuanto impone la voluntad general: “Toda voluntad individual se acomoda con ella. La virtud no consiste sino en esta adecuación de la voluntad particular a la general, es decir, en suma, haced que reine la virtud” (DE, en O 106). Una invitación que ciertamente conocía su discípulo Robespierre, cuando en la Convención justificó el Terror con la conocida frase: “Si la base del gobierno popular en tiempos de paz es la virtud, en tiempos de revolución es la virtud más el terror, virtud sin la cual el terror es homicida, terror sin el cual la virtud es impotente”.
Anticipando una tendencia prevaleciente en la modernidad tardía, Rousseau considera la moral, la política y la educación como un solo proceso. Toda educación es política en cuanto “todo depende de la política” Y moral y política —dice adelantándose a Marx— son lo mismo.
Entre anarquía y totalitarismo La novela pedagógica Emilio, considerada punto de partida del proyecto educativo de la modernidad, se interpreta como un complemento del Contrato social. Rousseau está convencido de que la verdadera educación no puede ser aquella impartida por las congregaciones religiosas, sino únicamente la estatal. Y su modelo es la paideia griega de la polis, especialmente de Esparta. Rousseau comprende el rol básico que en la formación del futuro ciudadano obediente y virtuoso puede ejercer la escuela: ésta debe “alterar su naturaleza, de tal manera que no siga creyéndose uno, sino parte de la unidad, sensible solamente al todo” (E I, en O 353). Pero también sabe que la utopía política aún
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el radicalismo de Rousseau desmitifica el iluminismo. muestra que su salida es ese nihilismo que sus amigos-enemigos philosophes ocultaban detrás de los mitos del progreso, del bienestar y de la filantropía.
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no se ha realizado y que junto con la sociedad corrupta existente hay una escuela también corrupta. Propone entonces un tipo de educación doméstica, en contacto directo con la naturaleza. Emilio es educado en el campo por un preceptor. Es la paradoja de Rousseau: ama de tal manera la futura sociedad perfecta que excluye a los muchachos de la escuela pública, falsa como la sociedad actual. Por el momento, la escuela debe defenderlos de la sociedad. Una educación como la de Emilio, llevada a cabo en privado, pero para convertirlo en un ciudadano. Anticipando una tendencia prevaleciente en la modernidad tardía, Rousseau considera la moral, la política y la educación como un solo proceso. Toda educación es política en cuanto “todo depende de la política” (C IX, en O 977). Y moral y política —dice adelantándose a Marx— son lo mismo. Es motor de la educación el preceptor, que actúa con el discípulo como el legislador en la política, es decir, con métodos autoritarios. Rousseau habla de libertad del muchacho, de autonomía de la conciencia moral, de educación negativa, de “conciencia” (E IV, en O 558). Desea una pedagogía de la libertad, que mantiene a Emilio alejado de todas las superestructuras falsas y las mentiras de la sociedad mediante una educación natural. Sin embargo, la narración de la novela pedagógica está en contradicción con esta premisa. Educar a un muchacho fuera de la sociedad y sin relaciones con los coetáneos es lo menos natural posible. La pretensión misma de dar comienzo a la educación moral y religiosa sólo a los quince años parece ser un proyecto artificioso y contraproducente, precisamente como la religión propuesta, la religión del “corazón” profesada por el Vicario Saboyano (E IV, en O 537-578). Rousseau está en contradicción con su pedagogía de la libertad cuando describe la práctica educativa del preceptor, que en todo momento dirige y condiciona al alumno, guiándolo hacia finalidades políticas prefijadas, de tal manera que la llamada autoeducación parece ser un expediente y un engaño: “El alumno siempre debe creer que es el jefe, mientras usted debe serlo. Debe capturar su voluntad. Ninguna sujeción es tan perfecta como aquella que conserva la apariencia de la libertad. Él debe hacer solamente lo que desea, pero debe desear lo que usted quiere que haga. Debe usted prever cada uno de sus pasos” (E II, en O 419). Los jesuitas, en comparación, sólo eran principiantes. Se puede aceptar fácilmente la propuesta de Rousseau de ver en el muchacho un muchacho y no un hombre en potencia, que el poeta romántico inglés expresará en el conocido verso: “The child is father of the Man” (W. Wordsworth, Intimations of Immortality); pero dicha propuesta se traduce luego por una parte en un anarquismo pedagógico y por otra en un autoritarismo educativo con fines políticos.
«Rousseau distingue cuatro religiones: 1) del hombre, buena pero estéril: un deísmo sentimental, carente de dogmas, ritos y cultos; 2) del ciudadano, parcialmente buena: el culto de los dioses de la civitas; 3) del sacerdote, totalmente malvada: opone el creyente al ciudadano, como en el “cristianismo romano”. Para él, la única religión válida es: 4) aquella que, introduciendo un término afortunado, define como “religión civil”, una profesión de fe fijada por el soberano, a la cual los ciudadanos deben adherir: “Si alguien se comporta como si no creyese en ella, sea castigado con la muerte”».
Son precisamente las tendencias dominantes en la pedagogía actual. Basta pensar tanto en la desescolarización de Ivan Illich (Distruggere la scuola, 1971) y de Lorenzo Milani (Lettera a una professoressa, 1967) como en el estructuralismo determinista de Skinner (Walden due, 1948).
Primitivismo, selvatiquez Rousseau no sólo influyó en la ciencia política y en la pedagogía, sino también en la costumbre social. Sus escritos penetraron en la literatura y produjeron un cambio decidido en el gusto y la moda. Tienden a acentuar en el público culto y menos culto la tendencia hacia el primitivismo, que caracteriza las artes a partir de fines del siglo XIX (exotismo) y precisamente en nuestros tiempos se ha manifestado como una indiscutible tendencia sociocultural. El interés por las civilizaciones primitivas se acentuó en gran medida ya a fines del siglo XVIII (pensemos en Pablo y Virginia, del amigo de Rousseau, Bernardin de Saint-Pierre, 1787, o en Atala, 1801,
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Según algunos, fue un anárquico; según otros, un totalitario. Tal vez unió en sí mismo ambos aspectos para dejarlos como legado al mundo actual, en el cual todo es social y al mismo tiempo todo es fragmento e incomunicabilidad.
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de Chateaubriand), y más aún con las investigaciones antropológicas de la segunda mitad del siglo XIX, coincidiendo con el máximo desarrollo de la conquista colonial europea. Levi-Strauss pudo afirmar que Rousseau es el padre de la ciencia antropológica (J.-J. Rousseau, en Razza e storia, Einaudi, Turín, 1967). La cultura del siglo XIX otorgará privilegio a las expresiones de las civilizaciones africanas y oceánicas incluso en la pintura, la escultura y la música. Es sobre todo en la moda donde es relevante el triunfo del primitivismo. En correspondencia con las teorías posmodernas, se impondrán arquetipos “salvajes” en la vestimenta, para no hablar del carácter bárbaro primitivista del cuerpo: tatuajes, piercings, descarnaduras, anillos, amuletos y tinturas nos conducen nuevamente a las magias primitivas. Los mismos medios de comunicación masiva hacen revivir el “tambor tribal” y la “aldea global” (McLuhan). Las tendencias ecológicas se dirigen a un habitat “no contaminado”, prefieren los alimentos “naturales” y otorgan privilegio a las medicinas “alternativas”. También el sector del turismo otorga privilegio, mientras existan, a los lugares primitivos y salvajes, y a veces los inventa e impone. No es difícil, en todo eso, percibir la influencia del mito rousseauniano del “bon sauvage”.
Desequilibrio y resentimiento No pocos intérpretes de Rousseau han quedado perplejos ante los hechos de su vida: los pequeños robos, la desenvoltura de las relaciones eróticas “à deux”, pero también “à trois” con Mme. De Warens, el ménage con Thérèse Lavasseur, el abandono de los cinco hijos en el hospicio de los Enfants trouvés (“Así enseñaba Platón”, decía), acciones deplorables, a menudo expresión de un doble malestar físico y psíquico. Su salud siempre fue frágil y en los años anteriores a la muerte (1778) desastrosa: afectado por el “mal de la piedra”, debió vestirse de turco para ocultar en público el necesario recipiente. Víctima de una manía de persecución, pasaba de la angustia al delirio. Era incapaz de tener relaciones de amistad y siempre peleó con todos (desde Hume a Voltaire y Diderot). Y siempre careció de medios para sobrevivir, obligado por lo tanto a recurrir a la ayuda de los demás e incluso a engaños para obtener dinero. No han faltado investigadores que han descrito las patologías, a fines del siglo XIX, en clave positivista (genio y locura), y en el siglo XX mediante el psicoanálisis. Rousseau, por lo demás, nunca ocultó su “desequilibrio”, y más bien lo hizo con deleite objeto de análisis introspectivos, no carentes de actitudes pseudomísticas y morbosa autocomplacencia, en los escritos autobiográficos (C, PS, R). Con una actitud en que alternaban el masoquismo y el exhibicionismo,
se puso a sí mismo como el ejemplo más elevado de esta alienación: “De todos los hombres que he conocido, ninguno era mejor que yo” (Carta a Malesherbes, 1762). Y consideraba que la sinceridad con la cual confesaba sus culpas las eliminaba, porque además —decía— el fondo de su alma seguía “no contaminada”. Así como defiende una libertad sin límites, exalta la sinceridad, anunciando una tendencia actual, que la considera más importante que la moralidad (pensemos en André Gide). Con todo, el carácter de Rousseau no es puramente un hecho personal. Él lo transforma y lo eleva a modelo de la futura sociedad. Y ciertamente se encarnó en nuestra sociedad “narcisista” (ver Ch. Lasch, La cultura del narcisismo, Bompiani, Milán, 1981). Podemos decir, con Spaemann, que era un “apátrida” y buscaba una patria en la naturaleza (Rousseau, cittadino senza patria, Ares, Milán, 2009, pp. 15 ss.). En eso también se adelantó al mundo de hoy, caracterizado —digamos con Simone Weil— por el “déracinement” (La prima radice, SE, Milán, 1990). Sin duda, el radicalismo de Rousseau desmitifica el iluminismo. Él muestra que su salida es ese nihilismo que sus amigos-enemigos philosophes ocultaban detrás de los mitos del progreso, del bienestar y de la filantropía. Al llegar al final de su jornada, Rousseau proclama la vanidad de todo esfuerzo social y se cierra en una oscura soledad: “Aquí estoy solo en la tierra, sin otro hermano, ser cercano o amigo fuera de mí mismo. (…) Pobre y desventurado mortal, aquí me encuentro tranquilo en el fondo del abismo, pero impasible tal como Dios” (PS I, en O 1321, 1323). Aun cuando comprendió perfectamente el peligro de la enajenación del hombre en la sociedad moderna, Rousseau no contribuyó en modo alguno a reducirlo y más bien lo acentuó. Según algunos, fue un anárquico; según otros, un totalitario. Tal vez unió en sí mismo ambos aspectos para dejarlos como legado al mundo actual, en el cual todo es social y al mismo tiempo todo es fragmento e incomunicabilidad. Rousseau escribió una obra titulada Confesiones, que a veces se compara con la homónima de San Agustín. Es un error. Agustín “confiesa” en cuanto su conciencia dialoga (cum-fateor) con el foras, el indus y el supra. Rousseau nada confiesa, exhibiendo su vida narcisistamente: el mundo es una naturaleza idealizada como si fuese Dios (“totum bonum”); el hombre es un ser bueno corrompido por la sociedad. Rousseau ama al hombre que ya no se encuentra y odia al que todavía está presente. En cuanto a Dios, es sólo una aspiración sentimental: “Mientras más lo pienso, más me confundo” (E IV, en O 546). Rousseau destruyó una tradición en nombre de una utopía visionaria reprobada por él mismo. Su legado todavía está presente en muchas tendencias de nuestro momento narcisista y nihilista: “Rousseau fue el padre de casi todas las ideologías radicales de los últimos dos siglos” (Spaemann, op. cit., p. 142).
Obras de Rousseau citadas en este artículo:
C = Las confesiones, de 1776, póstuma; CS = El contrato social, 1762;
DD = Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad, 1755;
DE = Discurso sobre la Economía Política, 1755;
DS = Discurso sobre las ciencias y las artes, 1750; E = Emilio, 1762;
LS = Carta a D’Alembert sobre los espectáculos, 1758; NA = Narciso, 1752;
NE = La nueva Eloísa, 1761; O = Obras, Sansoni, Florencia, 1972; PS = Ensoñaciones del paseante solitario, 1776-78, póstuma; R = Rousseau juez de Jean-Jacques, 1776.
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«Para quienes dirigían, importaba muy poco y nada la suerte de los más débiles —los proletarios—, sino sólo desencadenar la fuerza de éstos para hacerse del poder. Lo que sucedió en la Unión Soviética, en China, en Cuba y en tanto otro país que cayó bajo el dominio de las bandas marxistas, no deja lugar a dudas». 664
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La Iglesia, el Liberalismo y el Comunismo En el septuagésimo quinto aniversario de la publicación de la Encíclica Divini Redemptoris Por Gonzalo Ibáñez Santa María
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n 1989 cayó el Muro de Berlín y, poco después, en rápida sucesión, se derrumbaron los regímenes comunistas, incluido el más grande de ellos, el de la Unión Soviética. Una vez apagados los ecos de la estruendosa caída y de los derrumbes consiguientes, se hace imperioso un momento de Así como el comunismo reflexión. El éxito que tuvo el comunismo y el hecho de que, al no surgió por generación final, casi todo el mundo estuviera o dominado por él o rindiéndole espontánea, tampoco puede pleitesía, no constituyeron un episodio más como tantos otros sostenerse que su término se que han jalonado la historia de la humanidad. Como nunca antes, debió a la pura casualidad. nuestra civilización se enfrentó a un adversario que la desafió en Ese término se produjo sus bases fundamentales y que estuvo a punto de vencerla, lo cual porque, contra viento y de hecho hubiera significado un virtual término de la historia, marea, la humanidad produjo porque hubiéramos entrado en tal proceso de autodemolición que, los anticuerpos que al final a muy poco andar, no hubiera quedado sujeto del cual contar una derrotarían a la enfermedad. historia. Es decir, con el triunfo del comunismo, la humanidad En el cumplimiento de esta se vio enfrentada a un riesgo eminente de total destrucción. Y, tarea el aporte de la Iglesia aunque no pereció en el combate, las heridas que sufrió fueron Católica fue fundamental. de tal magnitud que no es posible continuar en el camino de la historia sin detenerse un instante a reflexionar sobre lo que ese fenómeno fue y, sobre todo, acerca de las causas que lo produjeron. Millones de muertos, destrucción de naciones enteras, ruina de acervos culturales, ruina económica, fueron algunas de sus consecuencias… ¿Cómo pudo suceder eso? ¿Qué itinerario siguieron los acontecimientos que nos condujeron a un punto de tanto riesgo como el que vivimos hace tan poco tiempo? Y ¿qué sucedió, sin embargo, que evitó la catástrofe total? ¿Qué fuerzas se desarrollaron entre tanto y, las más de las veces, en medio de enormes dificultades y que, llegado el momento, fueron capaces de enfrentar a ese adversario que parecía invencible; y no sólo de enfrentarlo, sino aun de vencerlo? El comunismo constituyó la última etapa de un largo proceso de descomposición de nuestra cultura, y lo menos que puede pedirse ahora es que nos preocupemos de detectar cuáles fueron los motivos que permitieron que este proceso se desencadenara —lento, al principio; pero, muy acelerado
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al final— hasta casi provocar el colapso de nuestra cultura. La finalidad de estas líneas es esa: al menos constituir un primer paso en este estudio y, a la vez —lo que no es menos importante—, del proceso paralelo en el cual se forjaron las resistencias que, al final, permitieron que nuestra cultura saliera, una vez más, triunfante del desafío al que se vio sometida. Porque así como el comunismo no surgió por generación espontánea, tampoco puede sostenerse que su término se debió a la pura casualidad. Ese término se produjo porque, contra viento y marea, la humanidad produjo los anticuerpos que al final derrotarían a la enfermedad. En el cumplimiento de esta tarea el aporte de la Iglesia Católica fue fundamental.
Fueron los romanos los que llevaron el estudio de lo justo a niveles asombrosamente altos y refinados construyendo así uno de los pilares fundamentales de su imperio y, después, de todas las naciones civilizadas del planeta. Pilar fundamental de lo que se conoció con el nombre de pax romana haciendo así realidad lo que, siglos antes, había proclamado el profeta Isaías: La obra de la justicia es la paz (opus iustitiae: pax).
La civilización cristiana
Nunca ha sido fácil a las personas vivir en sociedad; es decir, organizarse entre ellas para poder vivir más humanamente. Entre las personas hay diferencias individuales, a veces bastante notables, que constituyen puntos de referencia ineludibles a la hora de dar vida a un orden entre ellas. Hay jerarquías que entre ellas deben respetarse si quiere alcanzarse la finalidad de mutua perfección y mutua satisfacción de las necesidades propias de nuestra naturaleza. Y, lo que es más serio, todo este orden social ha requerido siempre de quienes hagan el papel de gobierno; es decir, de que, con imperio, dictaminen el orden concreto de la sociedad en medio de circunstancias siempre cambiantes. En una sociedad humana, pues, ha habido siempre quienes mandan y quienes obedecen. Lo cual ha provocado tensiones, a veces muy agudas y que, en ocasiones, han derivado en francos conflictos en cuya solución la fuerza, por desgracia, no ha quedado ausente. En todo caso, la previsión de estos conflictos y el arbitraje de medidas oportunas para evitar que se tornen inmanejables ha constituido desde siempre una de las precauciones fundamentales de todas las sociedades humanas. Ese ha sido el objetivo de toda la doctrina del Derecho y de la Justicia en virtud de la cual se ha tratado siempre de encontrar qué corresponde a cada uno de los miembros de la comunidad cuando se trata de repartir bienes, tareas, cargas, cargos, penas u honores, de modo que a cada uno se le asigne “lo suyo” y así se asegure la paz social. Ya Aristóteles en la Grecia clásica había señalado la importancia de este factor cuando enseñaba que “La justicia es el lazo que une a los hombres en las ciudades, porque la administración de la justicia, la determinación de lo justo, es el principio del orden en toda sociedad política”1. Fueron, por su parte, los romanos los que llevaron el estudio de lo justo a niveles asombrosamente altos y refinados construyendo así uno de los pilares fundamentales de su imperio y, después, de todas las naciones 1 La Política, Lib. I, cap. 1.
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«Marx y Engels no vacilaron en su empresa: convirtieron en absoluto un fenómeno que no era sino parcial y relativo, como era la lucha de clases, y dedicaron todos sus esfuerzos a atizarla, sembrando el odio, la discordia y el enfrentamiento. No hicieron con ello sino llevar a sus consecuencias extremas los principios del liberalismo».
civilizadas del planeta. Pilar fundamental de lo que se conoció con el nombre de pax romana haciendo así realidad lo que, siglos antes, había proclamado el profeta Isaías: La obra de la justicia es la paz (opus iustitiae: pax). Sobre esta base, las naciones occidentales lograron organizar sus respectivas comunidades y armonizar así, en la búsqueda del interés común, los distintos intereses individuales que, entregados a sus propias dinámicas, hubieran terminado por pulverizar todo rastro de vida en sociedad. Fueron siglos de arduo bregar los que se emplearon en el cumplimiento de esta tarea. Ella, de hecho, comenzó el año 476, cuando la civitas romana se derrumbó tras la embestida de las bandas germánicas venidas del norte. Y no cesó hasta que culminó durante el siglo XIII con el afianzamiento definitivo de los reinos cristianos de Europa. En esa tarea, la Iglesia Católica cumplió, de lejos, el papel más importante. Fue ella la que, con infinita paciencia, logró civilizar a los bárbaros recién llegados, la que trajo la paz entre sus diferentes reinos y banderías, la que produjo en ellos el despertar cultural y el desarrollo de las ciencias, para lo cual creó las escuelas e instituciones necesarias culminando con las Universidades en el mismo siglo XIII. La que dio sentido a todo este esfuerzo por hacer del mundo terrenal un lugar mejor para las personas y, para que, trabajando con este norte, ellas aseguraran el paso a la vida eterna junto a Dios. Por eso, con toda justicia debe decirse que la obra que brotó en esos siglos recibe el nombre de “Civilización Cristiana”. Como lo hemos señalado ya, llevar adelante esta obra de más de ocho siglos significó esfuerzos inauditos y, no pocas veces, ella amenazó ruina por la acción de adversarios externos; por ejemplo, las bandas bárbaras que se dejaban caer de todas partes. Pero, también, por la acción de adversarios internos que minaban la necesaria cohesión y unidad requerida por la índole de esta obra.
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Por otra parte, los desvelos no terminaron cuando se puso cima a la obra durante el siglo XIII. En ese momento, la brillante civilización construida con tanto esfuerzo comenzó su camino por la historia. La de ella ha sido una historia de infatigables y continuos combates para progresar, desarrollarse y expandirse por el mundo, tanto como para defenderse de las fuerzas que, desde un comienzo, intentaron su destrucción, queriéndolo o no. Fuerzas que, como en los siglos precedentes, provenían del exterior del ámbito geográfico donde esa cultura y su civilización se asentaban, pero, asimismo, del interior de ese ámbito y, muchas veces, invocando los mismos fundamentos de éstas. Es una historia larga y repleta de episodios que, en esta ocasión, no podemos detallar. Sólo queremos poner énfasis en las ideas y hechos que desembocaron en el marxismo y que, por esa vía, pusieron en entredicho la subsistencia misma de nuestra civilización.
El Liberalismo y el Marxismo Una vieja obsesión de la humanidad ha sido la de liberarse de las trabas que impone a la voluntad libre de la persona el hecho de tener que sujetarse al juicio de la inteligencia en sus decisiones, la que, a su vez, las fundamenta en el estudio de la realidad o naturaleza de las cosas. Así, por mucho que a uno le guste la comida y la bebida alcohólica, no puede consumirlas desenfrenadamente sin
La Iglesia Católica dio sentido al esfuerzo por hacer del mundo terrenal un lugar mejor para las personas y, para que, trabajando con este norte, ellas aseguraran el paso a la vida eterna junto a Dios. Por eso, con toda justicia debe decirse que la obra que brotó en esos siglos recibe el nombre de Civilización Cristiana.
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provocarse daño a sí mismo y, con alta probabilidad, a otros; aceptar esa conclusión u otras similares se ha hecho a veces y se hace aún ahora insoportable, más aun cuando provienen de la enseñanza de terceras personas. Pero no enmendamos rumbos y seguimos detrás de la utopía: contra viento y marea, las personas persistimos en el deseo de que nuestras decisiones sean siempre las que deben ser por el solo hecho de ser nuestras, a pesar de que la experiencia a cada rato muestra el profundo error de esta pretensión y los gravísimos daños que ha provocado su aplicación. Esta inclinación constante es la que nos induce a prestar atención y a acoger favorablemente las doctrinas cuyo objetivo es precisamente el de validar esta aspiración; es decir, demostrar que se puede y, más aún, que se debe vivir según ella. En los tiempos modernos, la doctrina que mejor encarna esta aspiración ha tomado el nombre de liberalismo, para subrayar precisamente esta emancipación de la libertad individual de todo orden que no provenga enteramente de ella misma. No es sólo cuestión, por lo tanto, de subrayar la importancia de la libertad para el progreso humano. Ese, desde luego, es uno de los fundamentos de nuestra cultura. El liberalismo busca algo distinto, esto es, hipertrofiar la libertad hasta hacer de ella la medida de su propia rectitud. He ahí su postulado principal que, cuando se aplica sin tapujos, no provoca sino la destrucción de la misma libertad. Es, por lo demás, el sino de toda hipertrofia. El Muro es derrumbado por los berlineses en noviembre de 1989.
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También esta doctrina toma el nombre de racionalismo cuando reconoce la subordinación de la voluntad libre al juicio de la inteligencia, pero desliga a ésta del deber de formular sus juicios de acuerdo a la naturaleza de las cosas que conoce. La inteligencia, en esta hipótesis, no conoce la verdad, sino que la inventa. En definitiva, entonces, sus consecuencias son las mismas que en el caso del liberalismo puro y simple. Éste y el racionalismo no son sino dos caras de una misma medalla. Sucede sin embargo que, si queremos sinceramente aplicar este postulado a todas las personas, lo único que lograremos es desencadenar la peor de las anarquías, pues a la libertad de cada uno no le quedará otra opción que enfrentarse con las libertades de los otros para conseguir sus propios fines. Por eso, aunque esta doctrina presenta sus postulados como dotados de validez universal, la posibilidad de hacer de la libertad de uno mismo la medida de su propia rectitud no llega ni puede llegar a todos, porque la No es sólo cuestión de libertad del otro va a interferir con la mía. Por eso, en el secreto subrayar la importancia de de la propia intimidad, cada uno acaricia la expresión ideal de la libertad para el progreso esta doctrina: para los demás, las reglas de la inteligencia según humano. Ese, desde luego, ya lo hemos expuesto; pero, para mí, liberalismo. Por otra parte, es es uno de los fundamentos evidente que no se podría existir si diéramos rienda suelta a este de nuestra cultura. liberalismo. Nadie puede serlo en absoluto; para vivir y subsistir El liberalismo busca algo no queda más que resignarse a vivir de acuerdo a la naturaleza distinto, esto es, hipertrofiar tal como la conoce nuestra inteligencia; pero quienes adhieren al la libertad hasta hacer liberalismo aceptan esa subordinación con el firme propósito de de ella la medida de su emanciparse apenas se presente la oportunidad. propia rectitud. El liberalismo comenzó a conformarse como doctrina en el mismo momento en que el trabajo por consolidar nuestra civilización alcanzaba su cima; esto es, a fines del siglo XIII y a comienzos del siglo XIV, pero fue durante el siglo XVI cuando adquirió una fisonomía propia. Fue Lutero quien, a partir de 1517, le prestó un sustento de la máxima importancia con su denominada Reforma Protestante. Para Lutero, como se sabe, la salvación depende de la sola Fe y para nada de las obras: Las obras buenas y justas jamás hacen al hombre bueno y justo, sino que el hombre bueno y justo realiza obras buenas y justas…. Las malas obras nunca hacen al hombre malo, sino que el hombre malo ejecuta malas obras… Por eso es sólo la fe la justicia del hombre y el cumplimiento de los mandamientos (De la Libertad Cristiana)*. Ya no hay más criterios objetivos con los cuales medir la bondad o maldad de las conductas humanas. Un criterio tan subjetivo como es la fe que cada uno sienta o pretenda sentir convierte a las personas en buenas y en buenas todas sus conductas. En cambio, si se carece de fe, la persona es mala y su conducta, cualquiera sea ella, pasa a ser mala. * Para Lutero la salvación depende de la sola fe, en el sentido que la justificación del hombre pecador no exige la renovación del hombre interior. El hombre que cree y está convencido de su propia salvación, según él se salva. Las obras, buenas o malas, son compatibles con esa fe salvífica del hombre, que se salva, afirma, porque cree que Cristo no le imputa el pecado. En este sentido, en Lutero se produce un desplazamiento hacia la subjetividad del creyente, escindiendo el don de la fe con respecto a la gracia, que es la que nos posibilita obrar lo que en justicia es bueno y grato a Dios. (Cfr. Francisco Canals: “En torno al diálogo católico-protestante”, Herder, 1967)
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Poco después, aparece la Escuela del Iusnaturalismo Racionalista, para la cual el estado natural de las personas es el de ser verdaderas islas incomunicadas unas con otras. En ese estado, cada persona autodetermina sus propios fines y elige los medios para alcanzarlos. No hay, pues, ningún criterio objetivo de bondad o de maldad, sino de eficacia o ineficacia. Para estos efectos, según Thomas Hobbes (1588-1679), uno de los autores más prominentes de esa Escuela, las personas dispondrían de lo que él denomina un “Derecho de Naturaleza” que vendría a ser la libertad que cada hombre tiene de usar su propio poder como quiera, para la conservación de su propia vida; y, por consiguiente, para hacer todo aquello que su propio juicio y razón consideren como los medios más aptos para lograr este fin (Leviathan, Lib. I, Cap. 14). En fin, Juan Jacobo Rousseau (1712-1778), ginebrino, afirma que la persona en completo estado de libertad es completamente bue- No sorprende que las na. No necesita ni siquiera reflexionar o meditar antes de actuar, teorías liberales fueran porque, siendo libre, su conducta será siempre infaliblemente aprovechadas por los grupos buena. Por eso, su conclusión: Si ésta (la naturaleza) nos ha destinado sociales que disponían a vivir sanos, me atrevo casi a asegurar que el estado de reflexión es un del poder, sobre todo estado contra natura y que el hombre que medita es un animal depravado económico, para así desligar (Discurso acerca de la desigualdad de los hombres, 1753). a la libertad de ellos de toda Estas ideas no cayeron en el vacío. Modelaron la mente de orientación hacia un bien muchos que buscaban con ahínco un pretexto intelectual que común, que en su visión proveyera de un ropaje de dignidad a lo que no era sino puro y aparecía como un obstáculo simple apetito de poder. De hecho, los autores que mencionamos, para alcanzar los intereses y muchos otros en esos siglos –más allá de sus personales inten- privados que los movían. ciones—, operaron como ideólogos de todas estas personas; es Esos grupos formaban parte decir, pensaron precisamente para dar cauce a las ambiciones que de la burguesía que se veía las dominaban. Por cierto, como anotábamos más arriba, ninguna fortalecida con la de entre ellas pensaba seriamente que el liberalismo fuera para Revolución Industrial. todos. Se trataba de quitar a la libertad toda subordinación al juicio de la inteligencia, pero de ninguna manera de proveer a los demás de las herramientas intelectuales que validaran una conducta que podía entrabar el ejercicio de “mi” libertad. Para estos efectos, los teóricos del liberalismo habían ideado la figura de un “pacto social” en virtud del cual las personas concretas habrían cedido sus libertades a una “voluntad general” que, en adelante, vendría a ser la expresión genuina de la voluntad y de la libertad de cada uno. Por eso, en definitiva, quienes tuvieran éxito en la empresa de convertirse en oráculos de la voluntad general tenían asegurado el poder. No fue de extrañar, entonces, que las teorías liberales fueran aprovechadas por los grupos sociales que disponían del poder, sobre todo económico, para así desligar a la libertad de ellos de toda orientación hacia un bien común, que en su visión aparecía como un obstáculo para alcanzar los intereses privados que los movían. Esos grupos formaban parte de la burguesía que se veía fortalecida con la Revolución Industrial. Ellos, por medio de este artilugio del pacto social se aseguraban para sí un poder carente de todo límite. La libertad de ellos podía ahora actuar
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«Pío XI en 1937 dedica su Encíclica Divini Redemptoris a exponer sin contemplaciones las falacias del marxismo y cómo de ellas las principales víctimas eran precisamente los más pobres».
sin ninguna traba y, sólo en la medida en que ellos lo permitieran, los demás podrían hacer uso de sus propias libertades. Estos últimos, en definitiva, se veían reducidos a ser espectadores de cómo el trabajo que ellos desarrollaban producía no para ellos, sino para esos que disponían del poder. No fue de extrañar entonces que, a mediados del siglo XIX, la situación estuviera madura para que se comenzaran a producir estallidos de sublevación intelectual y social. Los principios liberales estaban a punto de dar a luz sus peores consecuencias, pues el pacto social aparecía a los ojos de inmensas mayorías sólo como un pretexto para que unos pocos pudieran apoderarse del fruto del esfuerzo de las grandes mayorías. El marxismo, sin haber sido el primero, fue, sin embargo, el más lúcido, más penetrante y más permanente de esos estallidos. *** Carlos Marx y Federico Engels, en 1848, dieron a conocer su famoso Manifiesto del Partido Comunista en cuya Introducción estampan, entre otras, las siguientes afirmaciones: Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes. … Marx y Engels fueron ideólogos y, para nada, profesionales serios de la historia. Pero, junto con lo anterior, es menester advertir asimismo que estos autores distaban mucho de ser ineptos o mediocres. Ellos conocían muy bien la realidad en la cual estaban inmersos y percibían con nitidez cómo en ella las posibilidades para una aventura como aquella a la cual llamaban, se volvían cada vez más maduras. Por eso, no vacilaron en su empresa: convirtieron en absoluto un fenómeno que no era sino parcial y relativo, como era la lucha de
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clases, y dedicaron todos sus esfuerzos a atizarla, sembrando el odio, la discordia y el enfrentamiento. No hicieron con ello sino llevar a sus consecuencias extremas los principios del liberalismo. En la concepción de éste, el combate por el poder admite todos los medios, sin que nadie pueda hacer cuestión de la moralidad de ellos. Por cierto, los liberales de la burguesía, cuando apreciaron las tormentas que habían provocado, trataron de retroceder buscando mil subterfugios para impedir que se propagara un fuego que ellos mismos habían encendido y atizado; pero dar pie atrás en los principios fue para ellos algo más allá de sus fuerzas, por lo que las consecuencias continuaron produciéndose cada vez más graves y profundas. Que ellas afectaran a los culpables de su génesis no tenía nada de extraño ni de especialmente injusto. Pero afectaron también a los más pobres, modestos y desposeídos. Llegados a este punto, se hace No fue de extrañar que, a menester desenmascarar la falsedad que encerraba el marxismo. mediados del siglo XIX, la Para quienes lo dirigían, importaba muy poco y nada la suerte situación estuviera madura de los más débiles —los proletarios—, sino sólo desencadenar para que se comenzaran la fuerza de éstos para hacerse del poder. Lo que sucedió en la a producir estallidos de Unión Soviética, en China, en Cuba y en tanto otro país que cayó sublevación intelectual bajo el dominio de las bandas marxistas no deja lugar a dudas. y social. Los principios Los pobres fueron esclavizados hasta el infinito y tuvieron que liberales estaban a punto soportar que se llevaran adelante en ellos como conejillos de Indias de dar a luz sus peores los experimentos sociales más aberrantes con tal de satisfacer la consecuencias, pues el pacto megalomanía de sus dirigentes.
La voz de la Iglesia
social aparecía a los ojos de inmensas mayorías sólo como un pretexto para que unos pocos pudieran apoderarse del fruto del esfuerzo de las grandes mayorías.
La Iglesia no podía permanecer indiferente frente a este proceso de demolición a que se veía enfrentada su obra, la civilización cristiana. Su concepción de la vida y del ejercicio de la libertad estaba, sin duda, en franca oposición con las concepciones básicas de las doctrinas que acabamos de reseñar. En definitiva, la firme posición de la Iglesia resultó ser la barrera más eficaz para que las concepciones marxistas —y antes, las liberales— se propagaran aun más de lo que efectivamente lo hicieron. En consonancia con su propia doctrina, que reflejaba en su contenido los rasgos más propios de la naturaleza humana, tanto individual como social, a la Iglesia le correspondía orientar a sus fieles para que mantuvieran una conducta congruente con las exigencias de esa naturaleza y así aseguraran, como lo hemos mencionado, su tránsito a la vida eterna. Desde luego, el Concilio de Trento (1545-1563) fue muy claro en este sentido y procedió a una completa clarificación doctrinal sobre todo respecto a la Reforma Protestante; asimismo, a una reorganización de la Iglesia de modo de prepararla para los difíciles tiempos que se le avecinaban. Con todo, fue a propósito del estallido de la Revolución Francesa en 1789 y de las persecuciones de que la Iglesia fue víctima, que en ella se suscitó una profunda preocupación por la proliferación de estas ideas y por el hecho de que, durante
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el siglo XIX, ellas comenzaron a infiltrar a sectores importantes incluso dentro de las filas católicas, comenzando por la misma Francia. En esta tarea, le correspondió al Papa Gregorio XVI (1831-1846) abrir los fuegos. Él se enfrentó con el movimiento denominado del catolicismo liberal que pretendía demostrar cómo las tesis liberales y aquellas sobre las que se sustentaba el catolicismo no presentaban ninguna contradicción. Fueron famosas sus encíclicas Singulari Nos (1832) y Mirari Vos (1834). Al Papa siguiente, Pío IX (1846-1878), le correspondió asimismo dura tarea. Especial mención merece su encíclica Quanta Cura (1864) y el catálogo de errores que con el nombre Syllabus publicó y condenó a continuación de la mencionada encíclica. Ahí incluye por ejemplo al liberalismo en su versión racionalista cuando éste sostiene que: La razón humana es el único juez de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal, con absoluta independencia de Dios; es la ley de sí misma, y le bastan sus solas fuerzas naturales para procurar el bien En definitiva, la firme de los hombres y de los pueblos. posición de la Iglesia resultó El siguiente Papa, León XIII (1878-1903), continuó en la misma ser la barrera más eficaz senda. Su magisterio es muy abundante, pero en él destaca la para que las concepciones encíclica Libertas Praestantissimum, consagrada precisamente al marxistas —y antes, las tema de la Libertad y del Liberalismo. Al comenzar la encíclica, liberales— se propagaran el Papa define el punto en discusión: La libertad, don excelente de aun más de lo que la Naturaleza, propio y exclusivo de los seres racionales, confiere al efectivamente lo hicieron. hombre la dignidad de estar en manos de su albedrío y de ser dueño de sus acciones. Pero lo más importante en esta dignidad es el modo de su ejercicio, porque del uso de la libertad nacen los mayores bienes y los mayores males. Sin duda alguna, el hombre puede obedecer a la razón, practicar el bien moral, tender por el camino recto a su último fin. Pero el hombre puede también seguir una dirección totalmente contraria y, yendo tras el espejismo de unas ilusorias apariencias, perturbar el orden debido y correr a su perdición voluntaria. Más adelante, vuelve a denunciar al liberalismo racionalista: Ahora bien: el principio fundamental de todo el racionalismo es la soberanía de la razón humana, que, negando la obediencia debida a la divina y eterna razón y declarándose a sí misma independiente, se convierte en sumo principio, fuente exclusiva y juez único de la verdad. Esta es la pretensión de los referidos seguidores del liberalismo; según ellos no hay en la vida práctica autoridad divina alguna a la que haya que obedecer; cada ciudadano es ley de sí mismo. De aquí nace esa denominada moral independiente, que, apartando a la voluntad, bajo pretexto de libertad, de la observancia de los mandamientos divinos, concede al hombre una licencia ilimitada. Por cierto, los Papas percibían con toda claridad cómo la aplicación práctica de los principios liberales se hacía contra el interés de quienes carecían de fuerza para evitar la injusticia: los más pobres y los más modestos de la sociedad. Fue el mismo Papa León XIII el que denunció esta situación en su célebre encíclica Rerum Novarum (1891): es urgente proveer de manera oportuna al bien de las gentes de condición humilde, pues es mayoría la que se debate indecorosamente en una situación miserable y calamitosa, ya que, disueltos en el pasado siglo los antiguos
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«A S.S. Juan Pablo II le correspondió culminar esta tarea. Él conocía muy bien no sólo la doctrina comunista, sino lo que ella significó en términos de esclavitud y pobreza para un país como el suyo, Polonia. Fue precisamente en este país donde la fuerza del cristianismo, expresada en una especial devoción a la Virgen María, logró sobreponerse al ateísmo marxista y derrumbar al régimen comunista». En Varsovia, Juan Pablo II se dirige al general Jaruzelski y sus ministros, en su viaje a Polonia de 1983.
gremios de artesanos, sin ningún apoyo que viniera a llenar su vacío, desentendiéndose las instituciones públicas y las leyes de la religión de nuestros antepasados, el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores. Hizo aumentar el mal la voraz usura, que, reiteradamente condenada por la autoridad de la Iglesia, es practicada, no obstante, por hombres codiciosos y avaros bajo una apariencia distinta. Añádase a esto que no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios. Sin perjuicio de innumerables documentos en el tiempo intermedio, Pío XI, en 1931, cuarenta años después, reitera en su encíclica Quadragesimo Anno una exposición solemne tanto de los problemas sociales que había causado el liberalismo como de los remedios que esa situación exigía. No se les escapaba a los Pontífices que esta situación de marginalidad y de extrema pobreza que afectaba a sectores cada vez más amplios de la sociedad se convertía en caldo de cultivo muy propicio para las fuerzas de la demagogia, entre las cuales destacaba ya desde hacía tiempo la del comunismo. En manos de éste, el remedio iba a ser indudablemente peor que la enfermedad. Por eso, conjuntamente con el desenmascaramiento del liberalismo, ellos también ponían en
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alerta contra este otro peligro. Tan temprano como en 1846, dos años antes de la publicación del Manifiesto del Partido Comunista, Pío IX ya se adelantaba a denunciarlo en su encíclica Qui Pluribus y, desde esa fecha en adelante, las advertencias no hicieron sino multiplicarse. León XIII, en su citada encíclica Rerum Novarum lo había dejado muy en claro: Para solucionar este mal, los socialistas, atizando el odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la nación. Creen que con este traslado de los bienes de los particulares a la comunidad, distribuyendo por igual las riquezas y el bienestar entre todos los ciudadanos, se podría curar el mal presente. Pero esta medida es tan inadecuada Le correspondió al Papa para resolver la contienda, que incluso llega a perjudicar a las propias Gregorio XVI (1831-1846) clases obreras; y es, además, sumamente injusta, pues ejerce violencia abrir los fuegos. Él se contra los legítimos poseedores, altera la misión de la república y agita enfrentó con el movimiento fundamentalmente a las naciones. Se llega así a Pío XI, quien en 1937 dedica su encíclica Divini denominado del catolicismo liberal que pretendía Redemptoris a exponer sin contemplaciones las falacias del mardemostrar cómo las tesis xismo y cómo de ellas las principales víctimas eran precisamente liberales y aquellas sobre los más pobres: Procurad, venerables hermanos, con sumo cuidado las que se sustentaba el que los fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente catolicismo no presentaban perverso, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en ninguna contradicción. terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilización crisFueron famosas sus tiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperasen al establecimiento del encíclicas Singulari Nos comunismo en sus propios países, serán los primeros en pagar el castigo (1832) y Mirari Vos (1834). de su error; y cuanto más antigua y luminosa es la civilización creada por el cristianismo en las naciones en que el comunismo logre penetrar, tanto mayor será la devastación que en ellas ejercerá el odio del ateísmo comunista. A S.S. Juan Pablo II le correspondió culminar esta tarea. Él conocía muy bien no sólo la doctrina comunista, sino lo que ella significó en términos de esclavitud y pobreza para un país como el suyo, Polonia. Fue precisamente en este país donde la fuerza del cristianismo, expresada en una especial devoción a la Virgen María, logró sobreponerse al ateísmo marxista y derrumbar al régimen comunista. El Papa, como se sabe, jugó un importante papel en ese proceso que, después, se extendió a la entonces Unión Soviética y a sus otros estados satélites causando el colapso de aquélla. Pero, también, el Papa se empleó a fondo para impedir que prosperara en el seno de la misma Iglesia un intento de infiltración doctrinaria conocido con el nombre de Teología de la Liberación. Esta había brotado en los países de América Latina de la mano de algunos clérigos que, encandilados por el triunfo de Fidel Castro en Cuba, creyeron que el marxismo señalaba el futuro de la humanidad, hasta el punto de presentar a los postulados de aquél como la única versión válida del cristianismo. Era, según ellos, la única vía para hacer realidad la opción por los pobres que la Iglesia había catalogado como prioritaria.
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El magisterio de Juan Pablo II fue amplio y profundo. Él se expresó en numerosas encíclicas, entre las que destacan, por ejemplo, Redemptor hominis, Dives in misericordia, Laborem exercens, Veritatis splendor, Centesimus Annus… Pero la tarea específica de desbaratar este intento de infiltración le correspondió, bajo su personal dirección y supervisión, a quien entonces era su Prefecto para la Congregación de la Fe, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, hoy S.S. Benedicto XVI, quien en las Instrucciones Libertatis Nuntius (1984) y Libertatis Conscientiae (1986) se encargó de precisar cuán divergentes eran ambas doctrinas. La primera de esas instrucciones se fija como objetivo atraer la atención de los pastores, de los teólogos y de todos los fieles, sobre las desviaciones y los riesgos de desviación, ruinosos para la fe y para la vida cristiana, que implican ciertas formas de teología de la liberación que recurren, de modo insuficientemente crítico, a conceptos tomados de diversas corrientes del pensamiento marxista. No se trata, por cierto, de convocar a los cristianos a una especie de neutralidad frente a los problemas de la pobreza y de la marginalidad. Al contrario, El marxismo dejó tras de sí esta instrucción, como todo el magisterio de la Iglesia, nos insta un reguero de sangre, mucha a no descansar en la tarea de hacer de este mundo un lugar más de ella vertida por mártires digno para todas las personas; pero, asimismo, a no dejarnos cristianos. Fue la sangre de engañar por una ideología como la marxista para la cual… esos mártires la que trajo la La ley fundamental de la historia que es la ley de la lucha de clases victoria. Ahora, corresponde implica que la sociedad está fundada sobre la violencia. A la violencia a las generaciones presentes que constituye la relación de dominación de los ricos sobre los pobres impedir que ella se malgaste. deberá responder la contra-violencia revolucionaria mediante la cual se invertirá esta relación… La lucha de clases es pues presentada como una ley objetiva, necesaria. Entrando en su proceso, al lado de los oprimidos, se «hace» la verdad, se actúa «científicamente». En consecuencia, la concepción de la verdad va a la par con la afirmación de la violencia necesaria, y por ello con la del amoralismo político. En estas perspectivas, pierde todo sentido la referencia a las exigencias éticas que ordenan reformas estructurales e institucionales radicales y valerosas. Poco después de estas instrucciones sobrevino el derrumbe del Muro de Berlín y el colapso del comunismo, con lo cual cesó el entusiasmo de esos clérigos por las ideas marxistas. Una batalla había concluido con una victoria para el cristianismo; otra más en su larga historia. Pero, como las anteriores, obtenida después de muchos esfuerzos. El marxismo, en sus intentos de aplastar la civilización cristiana, dejó, tras de sí, un reguero de sangre, mucha de ella vertida por mártires cristianos, como fueron los de la misma Rusia en 1917; México entre 1929 y 1931; España entre 1936 y 1939; los países de Europa del Este después de la Segunda Guerra Mundial; los países del sudeste asiático; Cuba, China y tantos otros sobre los cuales cayó como cataclismo el infierno de esa ideología. Fue la sangre de esos mártires la que trajo la victoria. Ahora, corresponde a las generaciones presentes impedir que ella se malgaste.
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«La deshumanización se produce de dos maneras: una totalitaria, que transforma a la sociedad en colmena o termitero; otra individualista, que destruye la autoridad, el poder, la ley natural, la amistad y la justicia. En los dos casos, se hablará de estado natural».
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Simon Hantaï, sin título, 1963. Colección Istituto Paolo VI, Brescia.
Redescubrir el sentido de la ley universal Por Henri Hude
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l rol del poder político consiste en hacer cesar el estado natural en sus distintas formas. Si sólo es un poder que logra desarmar a los otros e imponerse, no hemos salido realmente del estado natural. Salimos del mismo porque este poder se define como poder de paz: 1º) imponiendo un conjunto coherente de normas no arbitrarias cuyo respeto preserva la vida del hombre haciendo reinar la paz, y 2º) porque este poder en sí mismo se somete, en la medida que debe hacerlo, conservando su calidad de poder. Esta ley es lo que otorga legitimidad al poder de paz, justifica y requiere la obediencia a la autoridad, constituye la cláusula central del pacto social y llama a todos, incluido el poder, a dar su consentimiento al orden justo así establecido. Semejante Poder merece entonces el nombre de Estado. Por consiguiente, es la ley lo que establece la diferencia entre el mero Poder y el Estado, si bien el Estado debe seguir siendo un Poder. Quien decide es siempre un servidor del Estado o un asociado al Estado, ya que siempre está en posesión de cierto poder de reglamentación en una esfera, y mediante su acción incide en el bien común del cuerpo. Así, tener sentido del Estado no es monopolio de sus grandes servidores. En general, la dignidad y el carisma funcional de quienes deciden provienen del hecho de que en ellos se siente la fuerza del poder y la autoridad de la ley, unidas en el sentido del Estado. Para destacar esta responsabilidad con la ley, adoptamos en primer lugar un punto de vista pragmático y luego un punto de vista más antropológico.
Sin respeto por la ley de paz, la sociedad no funciona. La ley de paz incluye el conjunto de normas cuya aplicación detiene el conflicto o impide su desencadenamiento. Estas normas son en gran medida conocibles por todos con suficiente certeza para la práctica.
I. La ley de paz. El punto de vista pragmático Sin respeto por la ley de paz, la sociedad no funciona. La ley de paz incluye el conjunto de normas cuya aplicación detiene el conflicto o impide su desencadenamiento. Estas normas son en gran medida conocibles por todos con suficiente certeza para la práctica. No son arbitrarias, porque las causas de la guerra son objetivas y las normas se contentan con proscribirlas. Por definición no hay paz sin aplicación de estas leyes. En conjunto, constituyen la ley de paz. Esta ley sirve para determinar los derechos y las obligaciones de los individuos,
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Ahí está la explicación de la mayor parte de las crisis: el estado natural, por definición, no es funcional. Ahora bien, la sociedad liberal ideológica es una sociedad en la cual se reintroduce, con distintos pretextos, una enorme cantidad de estado natural.
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de los grupos y del Estado. Los debates políticos serios abordan la determinación de dicha ley en sus principios y en sus conclusiones en mayor o menor medida alejadas. El respeto por la palabra dada: esto es lo más necesario para la existencia de una sociedad libre. Entre las leyes de paz que comúnmente se enumeran, se sitúa con razón en primer rango el respeto por los contratos, por la palabra dada, por las promesas hechas, incluyendo a los extranjeros. Sin respeto por la verdad de los hechos y por la lógica de las leyes, este respeto en sí mismo no tendría sentido, y sería imposible tener derecho a un proceso equitativo ante un tribunal, que carecería por lo tanto de entidad. Esto es absolutamente central para generar confianza en una sociedad amplia, y por consiguiente para hacer posible la existencia de comunidades políticas o de cooperaciones económicas extendidas más allá de la familia o del clan. Ser fiel a las propias promesas y no mentir es la primera condición de la prosperidad duradera. Si todo el mundo procurase siempre hacer trampas, el juego se detendría. El respeto por los compromisos permite a los miembros de una sociedad constituir libremente un cuerpo y ser creativos en la confianza y mediante la misma. Ser fiel a las propias promesas y no mentir es también un asunto de dignidad personal. Esta fuerza de carácter da solidez y dignidad a las sociedades libres. La corrupción es el nombre del retorno al estado natural, que se produce en primer lugar por la felonía y la mentira. Cuando quien decide haya meditado en estos puntos, nunca más separará con un hacha el derecho y la moral. Si los soldados, los jueces y los policías carecen de moral, el Estado se convierte en un mero poder, que por lo demás, despojado de autoridad, pierde paulatinamente el poder o llega a ser monstruoso. El estado natural y el estado civil son conceptos puros, que hacen posible el análisis de las situaciones. En la realidad concreta, ambos elementos se combinan, y cuando hay demasiado estado natural en la combinación la sociedad está en crisis. Ahí está la explicación de la mayor parte de las crisis: el estado natural, por definición, no es funcional. Ahora bien, la sociedad liberal ideológica es una sociedad en la cual se reintroduce, con distintos pretextos, una enorme cantidad de estado natural. Una vez descartadas arbitrariamente o con motivos insuficientes las nociones de razón y verdad, o de libertad y deber, lo arbitrario llega a ser filosóficamente la norma. Se imagina que se garantiza la libertad de los individuos mientras se está destruyendo toda justicia y toda seguridad, despojando de sentido el respeto por las promesas y el respeto por la verdad de los hechos. Los ciudadanos más honestos son ciertamente la minoría en la norma (de la libertad de transgresión) y ya no se atreven a hablar. Debido a su moralidad, se sienten en estado de inferioridad, a veces de culpabilidad, incluso
ante sí mismos. Además, el poder pasa naturalmente a manos de quienes se sienten más cómodos en la anomia, es decir, aquellos que tienen más pulsiones y menos conciencia. Al final del proceso, los charlatanes y los granujas se encuentran en el poder y la corrupción anula todas las ventajas económicas y políticas de un régimen de libertad. Llega un momento en que todos comprenden que el estado natural no es la libertad, sino su opuesto. Ya es tiempo de volver a encontrar y respetar una ley no arbitraria que prohíba la trampa, castigando a los tramposos, y que sea aplicada por Estados a cargo de esa misión. En eso estamos (2012).
II. El punto de vista antropológico. La ley natural Un punto sobre el vocabulario. Se pregunta por qué hablar de “ley natural” para aludir a aquella que rige el estado de sociedad y no más bien para aludir a aquella que rige el estado natural. El vocabulario de la filosofía política de los siglos XVII y XVIII puede ciertamente prestarse para confusión. Nos hemos planteado en otra parte la pregunta correlativa a propósito de la aparente impropiedad de la expresión “estado natural” aplicada a un animal tan sociable como el hombre, locuaz y deseoso de amistad. ¿Cómo se puede justificar esta expresión “ley natural”? En realidad, el hombre siempre es social, pero la sociedad puede orientarse en el sentido del derecho o en el sentido de la violencia. • La expresión “estado natural” se refiere a un estado social marcado por la violencia, deshumanizado o no humanizado; la expresión “ley natural” se refiere, por el contrario, a un estado social humanizado o que se humaniza o se rehumaniza. • La deshumanización se produce de dos maneras: una totalitaria, que transforma a la sociedad en colmena o termitero; otra individualista, que destruye la autoridad, el poder, la ley natural, la amistad y la justicia. En los dos casos, se hablará de estado natural. • La humanización se produce recíprocamente de dos maneras: o bien se valoriza al “miembro pensante”, al individuo hasta entonces enterrado en el cuerpo social, o bien se reencuentra el cuerpo social, lacerado por el individualismo exagerado. • El individualismo puede haberse, por su parte, exagerado de tres maneras: 1º) con el único fin, comprensible y loable, de preservar la libertad; 2º) con el fin de satisfacer pulsiones injustas o una necesidad de transgredir por transgredir, perversión que se desarrolla sobre un amplio fondo de complejos colectivos; 3º) más a menudo, ambos factores a la vez explican la evolución ultraindividualista, por lo cual existe para quien decide una exigencia de finura y discernimiento.
Una vez descartadas arbitrariamente o con motivos insuficientes las nociones de razón y verdad, o de libertad y deber, lo arbitrario llega a ser filosóficamente la norma.
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Se imagina que se garantiza la libertad de los individuos mientras se está destruyendo toda justicia y toda seguridad, despojando de sentido el respeto por las promesas y el respeto por la verdad de los hechos.
1 Alexander Solzhenitsyn, Archipiélago Gulag, final.
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«La ley del estado natural es: Ley no hay, expresa Solzhenitsyn al final del Archipiélago Gulag [en la fotografía, edición original]. Sin embargo, esta ausencia puede camuflarse también de dos maneras. En períodos totalitarios, se promulgan por decoro leyes sumamente efectivas, que se evita muy bien aplicar. En las épocas de liberalismo ideológico, se erige la anomia en apariencia en ley. Para eso basta una amplia legislación uniformemente permisiva. Un conjunto suficiente de desregulaciones y despenalizaciones tiende evidentemente hacia un límite en el cual equivale, en la práctica, a la abolición de la ley, natural o civil».
En suma, el carácter siempre insatisfactorio de estos vocablos está vinculado con la condición humana concreta, siempre en la encrucijada de los caminos, con su grandeza y su miseria. También tiene relación con los interminables debates sobre la noción de naturaleza. Habiéndose precisado esto, “ley natural” es una expresión muy apropiada. Efectivamente, lo que rige el “estado natural” no es una ley, sino más bien la ausencia de ley, la anomia (o además, como veremos, la anomia camuflada en legalidad permisiva). Si entonces hablamos de ley, nos situamos en el estado de sociedad. El hombre de hecho no es viable ni se desarrolla en plenitud sino en la paz. Su “naturaleza” parece entonces exigir la paz y la sociedad como su medio “natural”. Y como la sociedad requiere esta ley de paz, es apropiado llamarla “ley natural”. La ley del “estado natural” es: “Ley no hay”1. Sin embargo, esta ausencia puede camuflarse también de dos maneras. En períodos totalitarios, se promulgan por decoro leyes sumamente efectivas, que se evita muy bien aplicar. En las épocas de liberalismo ideológico, se erige la anomia en apariencia en ley. Para eso basta una amplia legislación uniformemente permisiva. Un conjunto suficiente de desregulaciones y despenalizaciones tiende evidentemente hacia un límite en el cual equivale, en la práctica, a la abolición de la ley, natural o civil. Asimismo, un conjunto suficiente de normas que disuelvan los vínculos sociales y supriman las autoridades sociales, supuestamente para
liberar a los individuos, tiende hacia un límite preciso, el aislamiento de cada individuo en una burbuja solitaria; pero como nadie es una isla, la sociedad liberal ideológica, transformada en estado natural, deja de ser funcional. Si las cortes supremas, contaminadas por la misma ideología, avalan el retroceso, ya no sirven sino para dar la impresión de que todavía nos encontramos en estado de Derecho y en estado civil. Se puede demostrar el carácter pertinente de la noción de ley natural. He aquí esta demostración, que es convincente, si se quiere arrojar un momento la duda sobre la posmodernidad individualista: En primer lugar, está bastante claro que no se puede funcionar en sociedad sobre la base de lo arbitrario individual rechazando la idea de ley de paz y la sujeción a sus normas. De lo contrario, es el estado natural el que no es viable. Por consiguiente, la ley de paz, no arbitraria, proporcionada por un poder constituido para ofrecerla, significa la condición de la existencia del hombre en sociedad. El poder se define entonces por su función de paz. Esta ley de paz, antes de ser considerada eventualmente ley natural o ley moral, debe considerarse la ley fundamental de la ciudad, su ley política fundamental. El hombre es por lo tanto un animal que tiene la ley de paz como ley política fundamental (primera conclusión). Ahora bien, en segundo lugar, el hombre es un animal social, político. Así, es su naturaleza, independientemente de la manera en que pueda definirse este último término. Por consiguiente, su ley política fundamental es también, necesariamente, una ley natural. Si el hombre es naturalmente político, tiene también naturalmente (fuera del “estado natural”) cierta ley política fundamental en la cual se expresa la condición básica de su existencia social. El hombre es por lo tanto un animal para el cual su ley política fundamental (ver primera conclusión) es una ley natural (segunda conclusión). En tercer lugar, el hombre debe aplicar esta ley política fundamental, que es su ley natural; de lo contrario, se destruye. No la aplica como las estrellas aplican las leyes astronómicas o las moléculas las leyes químicas. Se representa la ley o las leyes que constituyen este Derecho y lo aplica consciente y voluntariamente, como un principio de decisión, es decir, libremente2. Si no lo aplica, también está actuando conscientemente. La ley natural es por lo tanto una ley para su libertad. El hombre ve, por lo demás, que esta ley le prescribe el bien. Efectivamente, ésta ordena al individuo consciente y voluntario tanto respetar la justicia, es decir, la estructura funcional del cuerpo social del cual es miembro, como respetar a la totalidad de los demás miembros. El individuo ve así que esta ley prescribe, en suma, la paz, la conservación en la existencia y el crecimiento integral del cuerpo social y de sus miembros. Esta conservación de la cohesión del cuerpo no es un mero hecho físico. Es concretamente la conservación —y por lo tanto el crecimiento— en
Un conjunto suficiente de normas que disuelvan los vínculos sociales y supriman las autoridades sociales, supuestamente para liberar a los individuos, tiende hacia un límite preciso, el aislamiento de cada individuo en una burbuja solitaria; pero como nadie es una isla, la sociedad liberal ideológica, transformada en estado natural, deja de ser funcional.
2 El hombre no actúa según sus leyes, sino según la representación de esas leyes, Kant.
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Cuando se ha encontrado el cuerpo, el sujeto moral sale de su neurosis y se integra con alegría con su Cabeza, donde ve Naturaleza, Razón, el Señor, el Padre, etc. Imagina una intención divina para la totalidad de la creación, que es como la ley eterna de la misma. (…)
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el alma de los miembros pensantes de una cohesión espiritual, de una firme voluntad de paz, de una rectitud prudente, que se llaman amistad y justicia, y que todo el mundo acepta calificar, de una u otra manera, como valores morales. Esta cohesión responsable apunta también, en el extremo, a la paz universal. La ley natural prescribe así a individuos libres la amistad y la justicia universales. No se ve entonces cómo se llamaría sino bien el objeto de semejante ley. La ley natural prescribe así universalmente el bien a las libertades. Es la definición de una ley moral. Por lo tanto, la ley natural es una ley moral y recíprocamente la ley moral es una ley natural (tercera conclusión). Es preciso agregar (como argumento subsidiario) que la teoría de la ley natural está en concordancia con la hipótesis del “cuerpo constituido por miembros pensantes”, que sirve de axioma básico para la sabiduría política equilibrada. Si la sociedad es un cuerpo formado por miembros pensantes, la obligación impuesta por la ley política fundamental no es la presión de un axioma sobre una conciencia individual encerrada en sí misma. La ley describe y prescribe el comportamiento moral, pero también funcional, de miembros pensantes de una sociedad dotada de un proyecto por realizar y animada por un ideal moral que da sentido a este proyecto, y que es además una condición de funcionalidad de la sociedad. Por ejemplo, decir que no se debe mentir es decir que tenemos como proyecto un estado social de vida humana civilizada en la cual las comunicaciones son verdaderas y sinceras. Y también es cierto que mentir, suprimir la verdad de las comunicaciones, es como suprimir las comunicaciones y el lenguaje mismo, es decir, el vínculo social mismo y la sociedad. Si la ley es un ordenamiento con miras al bien del cuerpo, del cual es parte el bien de los miembros, el hombre la obedecerá también en virtud del amor por sí mismo, por el cuerpo social y por los otros miembros que lo constituyen con él. El respeto por la constitución del cuerpo social es parte de la solidaridad, tanto instintiva como reflexiva, que liga al individuo con el cuerpo, con los demás individuos y con la cabeza del cuerpo. Por otra parte, si se imagina el cuerpo social integrado en el cuerpo universal de la creación, la Divinidad, fuente de la ley, se representará como gobernador y cabeza (trascendentes) de este Cuerpo universal, y por el mismo motivo la relación del hombre con la ley será aun menos árida. Así ocurría con la Ley de Moisés, recibida en el Sinaí: el propósito de Dios, al entregar la Ley a los Hebreos, era constituir un pueblo del cual Él fuera el rey. El sistema de las leyes no hace más que detallar la forma de vida del pueblo establecido en concordancia y comunión con la intención del poder legislativo superior. Cuando se ha encontrado el cuerpo, el sujeto moral sale de su neurosis y se integra con alegría con su Cabeza, donde ve Naturaleza, Razón, el Señor, el Padre, etc. Imagina una intención divina para la totalidad de la creación, que es como la ley eterna de la
misma. La ley natural es entonces una especie de discernimiento inteligente de esa intención, tal como se manifiesta en la existencia misma del individuo, en el seno de un cuerpo social dinámico, constituido por miembros pensantes. Cada uno de ellos es un “yo soy” que juzga, en conformidad con la Verdad y el Bien, que son la ley de su espíritu. La ley natural permite una definición científica del hombre. Es el verdadero fundamento de las ciencias humanas. De hecho ya comprendemos que las leyes políticas (las más fundamentales) del hombre son también, para él, una ley natural y una ley moral. La libertad de deber está vinculada con esta ley natural. No habría transgresión concebible ni libertad de transgresión concebible para un individuo que no tuviese en primer lugar la idea de la ley. La libertad de transgresión presupone por tanto la ley y la libertad de deber. Que el hombre padezca por la ley es un hecho profundo, que está, lejos de ser negativo, lo que requiere una explicación mayor. Por el momento, resumamos: es propio del hombre ser un animal político y decidir racionalmente su acción aplicando una ley política, que es una ley natural y una ley moral. Su libertad no consiste en elegir entre la aplicación y la no aplicación de la ley. Este tipo de elección entre el estado de sociedad y el estado natural no podría definir, en mi opinión, una libertad racional y digna. El hombre no se autodetermina, de manera que no es realmente libre sino actuando racionalmente, es decir, a partir de un principio, es decir aquí, de una ley. Elegir la anomia y la injusticia lo despoja, con la ley, de su poder efectivo de autodeterminación y lo convierte en juguete de los determinismos, tirano de sus semejantes y esclavo de sus pulsiones. Si por consiguiente quiere ser libre, debe estimar adoptar como norma la ley natural, con la condición de que sea racional, y lo es. La ley concuerda plenamente con su deseo de libertad, ya que es para él el medio de lograr autodeterminarse. No tiene importancia que no haya hecho esta ley él mismo, que provenga de la Naturaleza, de Dios o de la Razón, porque lo importante en primer lugar, para que pueda existir autodeterminación, es que la ley esté por encima del individuo, ya que el individuo sin ley es condicionado y condicionable, bamboleado o manipulado, de manera que muy a menudo, haciendo lo que superficialmente le gusta, hace lo que es perjudicial para él y lamentará durante mucho tiempo. Si el individuo es amigable, justo y racional, si tiene espíritu de cuerpo y comprende el propósito de la ley, reconoce que no habría hecho otra ni una mejor si él mismo hubiese debido legislar. Es por lo tanto un sujeto totalmente de acuerdo con la legislación de paz y hace cuerpo con esa fuerza o poder legislativo que lo protege mediante la ley y le proporciona con ésta el medio de producir de alguna manera él mismo su libertad en acto, sometiéndose libremente a la misma. El hombre es por consiguiente un animal racional y social, que tiene lógicamente como ley natural una ley moral universal, que es también su ley política fundamental.
(…) La ley natural es entonces una especie de discernimiento inteligente de esa intención, tal como se manifiesta en la existencia misma del individuo, en el seno de un cuerpo social dinámico, constituido por miembros pensantes.
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«Recordando el título de una película famosa, el envidioso se siente hijo de un dios menor; advierte que su condición de fondo es radicalmente injusta, porque a otros se les han concedido favores y bienes negados a él, y esto provoca su indignación y el deseo de vengarse.(…)» Dibujo a lápiz, Henri de Toulouse-Lautrec, 1899.
de un dios menor Por giovanni Cucci s.J.
Psicología con alma
El envidioso, hijo E
s un extraño vicio la envidia porque, a diferencia de los otros, no proporciona ventaja alguna a quienes lo cultivan, y sin embargo a causa del mismo existe una disposición a sacrificar cualquier cosa. La envidia muestra en qué medida el comportamiento humano no obedece a las leyes de la lógica, ni siquiera aquellas aparentemente obvias del utilitarismo y el hedonismo: aquí el placer, si lo hay, es maligno y no lleva a ningún tipo de satisfacción en la propia vida. La Biblia muestra cómo la envidia nace y se desarrolla dentro de las relaciones íntimas y familiares sin quedar a salvo de la misma las personas más queridas. El libro del Génesis, por ejemplo, asocia con frecuencia la hermandad con la envidia. Pensemos en el episodio de Caín y Abel (Gn 4), en la bendición de Jacob a Esaú, arrebatada a éste con engaño (Gn 27, 1-46), o en la relación resentida de los hermanos de José (Gn 37-50). Estos relatos parecen indicar que la envidia es tanto más intensa cuanto las relaciones entre las personas son más cercanas o estrechas. En el Evangelio, es emblemático todo cuanto ocurre al predilecto del Padre: los prodigios realizados por él provocan hastío y rencor en sus interlocutores, que lo desean muerto (Jn 12, 37-40). Pilato reconoce claramente que Jesús le ha sido entregado por envidia (Mc 15, 10). Para Aristóteles, la envidia se experimenta sobre todo en relación con personas con las cuales se puede entrar en competencia, es decir, situadas de alguna manera en el mismo nivel: “Envidiamos a las personas cercanas en el tiempo, el espacio, la edad o la reputación (…) y a aquellas de las cuales somos rivales. Rivalizamos de hecho con ese tipo de personas; nadie rivaliza con personas que han vivido hace diez mil años o vivirán dentro de diez mil años o ya han muerto, ni con personas que vivan cerca de las columnas de Hércules, y tampoco con personas consideradas muy superiores por nosotros u otros o que las hayamos superado en gran medida, sobre todo en relación con las cosas respecto de las cuales esas personas son tales”1. Es necesaria por lo tanto cierta comunidad de situaciones para envidiar a alguien, exactamente como para el amor y para el odio se requiere cierto conocimiento de la persona, una cercanía de algún tipo.
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En el Evangelio, es emblemático todo cuanto ocurre a cristo, el predilecto del Padre: los prodigios realizados por él provocan hastío y rencor en sus interlocutores, que lo desean muerto (Jn 12, 37-40). Pilato reconoce claramente que Jesús le ha sido entregado por envidia (Mc 15, 10).
1 ARISTÓTELES, Retorica, Bari, Laterza, 1983, 1. II, 10, 1388 a, 5-15.
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la envidia Se alimenta y desarrolla aún más cuando se obtiene el objeto codiciado, porque la rabia que la alimentaba no apuntaba tanto a éste, cuanto a la destrucción del “rival”.
También el psicoanálisis ha explorado con esmero este estado de ánimo. Para M. Klein, la envidia surge muy temprano en el niño. De hecho, éste quisiera asimilar completamente a su propio ser el seno de la madre, que constituye para él la fuente de nutrición, seguridad, vida y calor. Cuando la mamá frustra en cambio sus expectativas, surge en el niño una serie de sentimientos destructivos, vinculados con el hecho de no poder poseer lo que considera un derecho propio. Esta raíz de posesividad exasperada muestra cómo la envidia está estrechamente emparentada con la codicia, los celos y más indirectamente con sentimientos más complejos y abigarrados, como la rabia y la tristeza. Para Klein, la envidia no puede satisfacerse estructuralmente precisamente a causa de la presencia simultánea de la tríada avidezrabia-tristeza. Ciertamente, se alimenta y desarrolla aún más cuando se obtiene el objeto codiciado, porque la rabia que la alimentaba no apuntaba tanto a éste, cuanto a la destrucción del “rival”. Precisamente este elemento destructivo hace ser la envidia un vicio capital y por tanto capaz de generar otras actitudes y comportamientos viciosos en una espiral sin fondo, ya que busca el placer tanto en la destrucción como en la obtención del bien, y esto conduce a la imposibilidad de vivir relaciones afectivas significativas, que requerirían la dedicación al otro y el cuidado del mismo: “El hecho de que la envidia se encuentre en la lista de los siete “vicios capitales” obedece a una razón psicológica muy precisa, y más bien me atrevería a decir que se tiene la sensación inconsciente de que la envidia es el peor de los vicios, porque perjudica y deteriora el objeto bueno que es fuente de vida”2.
¿Qué significa exactamente ser envidiosos?
2 M. KLEIN, Invidia e gratitudine, Florencia, Martinelli, 1985, 32. 3 C. CASAGRANDE S. VECCHIO, I sette vizi capitali: Storia dei peccati nel Medioevo, Turín, Einaudi, 2000, 39; ver CIPRIANO, S., De zelo et livore (CCL III A, 8); GREGORIO MAGNO, S., Moralia, Roma, Città Nuova, 2001, 1. V, 46, 84. En la antigüedad pagana, los rasgos del envidioso están bien descritos por OViDIO (ver Metamorfosi, Milán, Garzanti, 2008, 1. II, 775-782, 796).
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San Cipriano y San Gregorio Magno describieron con precisión la fisonomía típica del envidioso: “Rostro amenazador, aspecto torvo, cara pálida, labios temblorosos, dientes que crujen, mandíbula caída, ceño fruncido, ojos bajos y llenos de lágrimas, manos dispuestas a golpear, extremidades frías, garganta seca: las señales exteriores de la envidia son numerosas, pero todas “débiles” (…). La envidia se manifiesta, pero no se resuelve en la exterioridad: queda un dolor interno que se vislumbra mediante señales que revelan su presencia, pero no constituyen un desahogo”3. Estas características somáticas, todas negativas, reflejan el dinamismo de la envidia, que crece sustrayendo, en una especie de desmentido afectivo del principio de no contradicción. Como un gas, se difunde en el ánimo y lo envenena totalmente, impidiéndole ver y realizar el bien. La envidia presenta como señal inconfundible para su reconocimiento esta mirada de maldad, perversa, pero también ciega por
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cuanto es incapaz de advertir el bien propio y de los demás: “Envidia es in-videre, mirar con mal de ojo (…): el envidioso es una persona que no puede ver bien, que vive en las tinieblas, que se aleja de la luz buscando la sombra”4. También para Dante la envidia es ante todo una ceguera que impide reconocer el bien. Los envidiosos son representados por él como una masa de gente obligada a apoyarse recíprocamente porque sus ojos han sido cerrados por el alambre de la malignidad rencorosa: Y como el sol no llega hasta los ciegos, /lo mismo aquí a las sombras de las que hablo /no quería llegar la luz del cielo; / pues un alambre a todos les cosía / y horadaba los párpados, del modo / que al gavilán que nunca se está quieto5. Bosch, en su famoso cuadro de los vicios capitales, representa el vicio de la envidia mediante una secuencia de miradas llenas de concupiscencia y hastío que los personajes se dirigen recíprocamente, como una cadena de ácido rencor desplegada circularmente, animada por la imaginación. En el cuadro, se ve un hombre que envidia a la mujer de un comerciante, el cual a su vez, lejos de ser feliz, envidia al halcón posado en la mano de un noble, y el noble a su vez lo mira con similar envidia, deseando tal vez a su esposa o su dinero. En todos los personajes está presente la imaginación, el comentario interior que nace de todo lo observado, el motor que atrae la cadena de miradas venenosas. Recordando el título de una película famosa, el envidioso se siente “hijo de un dios menor”; advierte que su condición de fondo es radicalmente injusta, porque a otros se les han concedido favores y bienes negados a él, y esto provoca su indignación y el deseo de vengarse. Por este motivo la envidia no se confunde equivocadamente con el deseo de los bienes de los demás; está más bien dirigida a la destrucción de los mismos. Santo Tomás reconoce esta característica interior de la envidia denominándola tristitia, una consecuencia de la perversión del juicio, debido a la cual el bien ya no produce alegría, sino tristeza, mientras en cambio su desaparición produce alegría: “Por cuanto la envidia es tristeza a causa de la felicidad de otros, en cuanto se entiende como un determinado mal, de esto se desprende que por envidia el hombre tiende a hacer desordenadamente algunas cosas contra el prójimo, y sobre esta base la envidia constituye un vicio capital”6. Así, el envidioso goza solamente con el mal de los demás, y no le importa que su propia condición pueda mejorar, porque se ha vuelto incapaz de gozar del bien. Esta característica paradojal de la envidia se puede ilustrar con una sabrosa historieta: “Uno de esos genios que tienen la irrefrenable costumbre de saltar fuera de una botella permite expresar un deseo a un soberbio, un lujurioso y un envidioso. El soberbio dice que un amigo suyo tiene una casa de campo en las colinas
La envidia presenta como señal inconfundible para su reconocimiento esta mirada de maldad, perversa, pero también ciega por cuanto es incapaz de advertir el bien propio y de los demás: “Envidia es invidere, mirar con mal de ojo (…): el envidioso es una persona que no puede ver bien, que vive en las tinieblas, que se aleja de la luz buscando la sombra”.
4 C. CASAGRANDE S. VECCHIO, I sette vizi capitali..., op. cit., 38. 5 DANTE, Purgatorio, XIII, 67-72. 6 TOMÁS DE AQUINO, S., De malo, q. 10, a. 3; ver Summa Theol., II-II, q. 32, a. 1.
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la envidia no se confunde equivocadamente con el deseo de los bienes de los demás; está más bien dirigida a la destrucción de los mismos. Santo Tomás reconoce esta característica interior de la envidia denominándola tristitia, una consecuencia de la perversión del juicio, debido a la cual el bien ya no produce alegría (…)
de los Costwolds y a él también le gustaría tener una, pero con dos dormitorios más, un segundo baño y un arroyo frente a la misma. El lujurioso dice que un amigo suyo tiene una amante rubia bellísima y él también querría tener una, pero con el pelo colorín, las piernas más largas, un poco más de cultura y más chic. El envidioso habla de un vecino, dueño de una vaca que produce una cantidad enorme de leche excelente, de la cual obtiene la crema más rica y la mantequilla de mejor calidad, y dice al genio: “Quiero esa vaca lechera muerta”7. Esto muestra en qué medida puede resultar perverso el mecanismo de comparación, verdadera razón que impide a la persona estar contenta. El psicólogo Legrenzi, tratando sobre lo que se opone a la felicidad, observa cómo curiosamente el desagrado por lo que no se ha logrado conseguir es mucho más fuerte y duradero que la satisfacción por lo efectivamente obtenido. Esto se manifiesta claramente cuando uno se deja llevar por comparaciones con una actitud mental perversa, pero sumamente común y practicada, de la cual a menudo no se tiene conciencia. Consideremos, por ejemplo, esta situación: “El señor Rossi está en una fila en el cine. Cuando llega a la caja le dicen que es el cliente número cien mil y por lo tanto obtiene cien mil liras en premio. El señor Bianchi está en la fila de otro cine. La persona que está delante de él gana un millón por ser el millonésimo cliente del cine y él obtiene doscientos mil por venir inmediatamente a continuación. ¿Quién es más feliz, según ustedes, el señor Rossi o el señor Bianchi? El dato curioso de esta historieta es que si se la hace leer a los amigos, muy a menudo surge esta consideración: “Rossi será más feliz que Bianchi porque este último sabe que perdió un millón por un pelo”8. Por este motivo, la envidia y la felicidad se excluyen recíprocamente.
El envidioso, verdugo de sí mismo
7 J. EPSTEIN, Invidia, Milán, Cortina, 2006, 38. Texto ligeramente modificado. 8 P. LEGRENZI, Felicità, Bolonia, Il Mulino, 1998, 28. 9 Ver GIOVANNI DI SALISBURY, Policraticus, Milán, Jaca Book, 1985, 1. VII, 24.
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Así, la envidia al parecer contradice la visión hedonista de la vida y la idea de que toda acción se lleva a cabo para obtener un placer. Una fábula moral muestra en qué medida el envidioso puede llegar a hacerse daño: “Un día Dios dijo a un hombre envidioso que le concedería cualquier cosa que le pidiera, advirtiéndole previamente que en todo caso le otorgaría el doble a su vecino. Después de pensar largo rato, el hombre dijo: “Bueno, quiero que me saques un ojo, así tendrás que sacarle los dos al otro”9. Por este motivo, semejante vicio no encuentra atenuantes de tipo alguno ante los Padres, porque su único objetivo es el mal de los demás, resultando ser pura maldad: “Extraño pecado este pecado de la envidia, que no produce placer y alegría, sino puramente dolor e infelicidad. Los otros pecados implican cierto placer, aun cuando
sea temporal e ilusorio: la avaricia tiene en sí misma el placer de la posesión; la ira, el de la venganza; la soberbia, la complacencia en uno mismo; la vanagloria, el elogio de los hombres; la pereza, la recreación del cuerpo y el alma, y la gula y la lujuria pueden ofrecer diversos placeres de la carne. La envidia no, es puro dolor, un pecado sin placer”10. La pena de la envidia reside en esta especie de autocombustión, de movimiento perpetuo de maldad y de dolor. Por este motivo es una pena terrible, sin escapatoria, porque, como la propia sombra, acompaña permanentemente al afectado. Es una auténtica anticipación de la condición infernal. De hecho, la envidia no disminuye, sino que sigue creciendo y atormentando, precisamente como la condenación eterna de la cual habla el Evangelio al destacar, a propósito de quien es condenado, que “su gusano no muere” (Mc 9, 48): el envidioso no se percata de que las flechas que lanza contra los demás vuelven como una especie de boomerang afectivo, desgarrándolo sin piedad.
«Bosch, en su famoso cuadro de los vicios capitales, representa el vicio de la envidia mediante una secuencia de miradas llenas de concupiscencia y hastío que los personajes se dirigen recíprocamente, como una cadena de ácido rencor desplegada circularmente, animada por la imaginación».
La envidia como vicio político y social Es notable el peso de la envidia en las relaciones internacionales: en ella a menudo se ha reconocido la causa principal de las guerras.
10 C. CASAGRANDE S. VECCHIO, I sette vizi capitali..., cit., 38.
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En la sociedad actual, sumamente competitiva, que selecciona sin piedad en la carrera al éxito, la envidia encuentra terreno fácil de desarrollo y prosperidad. Así, los medios de comunicación masiva ponen a la vista personajes posibles de envidiar por la edad, la belleza, la celebridad, el dinero, el cónyuge, los reconocimientos.
11 J. EPSTEIN, Invidia, op. cit., 15 s. 12 P. VILLAGGIO, en Gente Mese, n. 5, mayo de 1988. 13 Ver J. Rawls, Una teoria della giustizia, Milán, Feltrinelli, 1984, 125-129.
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También otros componentes de la vida pública, aparentemente más inocuos y pacíficos, recurren a los mismos mecanismos emotivos advertidos en la envidia. Pensemos, por ejemplo, en la publicidad: ésta recurre, exactamente como la envidia, a lo que no se tiene y tal vez tampoco se desearía si no se viese concretamente en el amigo, el vecino, el pariente, el conocido, la sociedad o el Estado limítrofe: “Toda la industria publicitaria puede visualizarse como una máquina grande y compleja para generar envidia (…). Yo creo que la envidia comienza en los sueños, a menudo cuando son con los ojos abiertos. Uno de los temas más importantes de nuestros sueños está representado por las cosas que no tenemos, no podemos tener y tal vez además no deberíamos tener. Y ésas son también las cosas que los demás suelen tener. ¿Por qué ellos? ¿Por qué no nosotros?”11. En la sociedad actual, sumamente competitiva, que selecciona sin piedad en la carrera al éxito, la envidia encuentra terreno fácil de desarrollo y prosperidad. Así, los medios de comunicación masiva ponen a la vista personajes posibles de envidiar por la edad, la belleza, la celebridad, el dinero, el cónyuge, los reconocimientos. Como confiaba un actor: “La envidia es un componente típico del ambiente que frecuento: el del espectáculo. Las clasificaciones del dinero percibido por las películas, así como los indicadores televisivos publicados en todos los diarios, provocan ciertamente grandes rivalidades y envidias terribles entre los actores. He aquí el punto: mi envidia nace únicamente cuando mis colegas logran tener más éxito que yo. De hecho no puedo envidiar a personas que no hacen el mismo trabajo que yo”12. La medida en que la envidia constituye un peligro sutil e inextirpable, incluso en las más esmeradas elaboraciones de la justicia social, se puede observar a partir del análisis llevado a cabo por el filósofo J. Rawls en su obra Teoría de la justicia. En este texto, él describe de manera compleja y brillante una sociedad capaz de conceder a todos sus miembros las mismas oportunidades y una igualdad de tratamiento por cuanto ninguno de los miembros puede conocer su posición efectiva en la sociedad. Es la famosa hipótesis del “velo de ignorancia”, característico del contrato estipulado por cada miembro con la sociedad antes de entrar a formar parte de la misma13. Y sin embargo, al final de la obra, Rawls reconoce cómo la envidia puede vislumbrarse también en el interior de semejante sociedad, porque se trata de un sentimiento que no nace de una carencia objetiva, sino más bien de una inadecuada evaluación del (supuesto) bienestar de los demás: “Podemos considerar la envidia como la propensión a visualizar de manera hostil el mayor bien de los demás aun cuando el hecho de que ellos sean más afortunados que nosotros en nada reduce nuestras ventajas. Envidiamos a las personas cuya situación es supe-
rior a la nuestra y estamos dispuestos a despojarlos de sus mayores beneficios aun cuando sea necesario para nosotros renunciar a algo”14. Rawls reconoce que la envidia ciertamente no puede extirparse mediante una construcción igualitaria de la sociedad y de los bienes, porque brota del interior de la naturaleza humana y se encuentra en todo tipo de sociedad. Por el contrario, como hemos visto, una concepción igualitaria de la vida puede encontrar su fuente de inspiración precisamente en la envidia: “Sin duda, pueden existir formas de igualdad cuyo origen está en la envidia. El igualitarismo riguroso, la doctrina que insiste en una igual distribución de todos los bienes principales, probablemente proviene de esta propensión”15. Se trata de una objeción notable, especialmente para quienes visualizan la justicia como la virtud fundamental de la vida moral y de la sociedad, y si esto se lleva hasta las últimas consecuencias podría conducir a la disolución del tejido social. “La envidia es desventajosa para la colectividad. Aquel que envidia a otro está dispuesto a proceder de tal manera que ambos se encuentren en una situación peor con tal de que se reduzca suficientemente la diferencia entre ellos (…). La envidia representa un problema para cualquier sociedad que desee ser considerada ecuánime, problema que no es exactamente irrefutable y del cual no es fácil defenderse”16. Imaginemos de hecho cómo podría presentarse un mundo constituido puramente por envidiosos centrados únicamente en la destrucción del bien de los demás: ¿en qué se convertiría la vida social? Sería indudablemente muy desgraciada, triste y solitaria: “En un universo puramente de envidiosos nadie aprende nada, nadie se rebaja a admitir la superioridad de un pensamiento, de una técnica. Cada uno habla solamente para autoafirmarse y escucha a los demás únicamente para descubrir cómo valorizarse a sí mismo”17.
«John Rawls reconoce que la envidia ciertamente no puede extirparse mediante una construcción igualitaria de la sociedad y de los bienes, porque brota del interior de la naturaleza humana y se encuentra en todo tipo de sociedad. Por el contrario, como hemos visto, una concepción igualitaria de la vida puede encontrar su fuente de inspiración precisamente en la envidia».
Para una terapia de la envidia A partir de lo señalado, parece bastante evidente el alcance destructivo de la envidia y el hecho de que es sano ante todo reconocerla con humildad en uno mismo y eliminarla de los criterios propios de evaluación para poder apreciar la belleza de la vida. Es importante reconocer que no hay provecho alguno en ser envidiosos y es una tontería, aun cuando sea espontánea, alimentar la envidia. El “no desear” bíblico significa precisamente “no experimentar envidia”, porque ésta matará a quienes la cultiven. No por azar semejante modalidad envidiosa del deseo es recordada claramente dos veces en la lista de las diez palabras de la vida: “Sea como sea, la envidia es sobre todo un enorme derroche de energía mental (…). Cualquiera sea, nadie logra ver con lucidez el objeto de su envidia, ya que ésta
14 Ibid., 436. 15 Ibid., 439; ver también 438. 16 J. EPSTEIN, Invidia, op. cit., 71 s. 17 F. ALBERONI, Gli invidiosi, Milán, Garzanti, 2000, 44.
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«En el reino de los cielos, se gozará por la alegría de los otros, no tanto por la propia, de manera que no tiene sentido envidiar lo que en sí mismo ya nos pertenece, puesto que la verdadera alegría consiste en ver al otro feliz». El Juicio final, Fra Angelico.
18 J. EPSTEIN, Invidia, op. cit., 119 s.
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oscurece el pensamiento, derrota a la generosidad, impide toda esperanza de serenidad y marchita el corazón, de manera que hay buenos motivos para combatirla y liberarse de ella con todas las fuerzas de la propia mente”18. Es difícil, sin embargo, combatir la envidia sin someter a discusión también sus presupuestos básicos. Una visión de la vida basada en una concepción puramente humanista, caracterizada por el “haz lo
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que sientes y estarás bien”, se encuentra en situación de impotencia ante este vicio y más bien tiene dificultad ante todo para reconocerlo como un mal desde el punto de vista de la vida psíquica. Es importante, en cambio, prestar atención con esmero al curso de los pensamientos, porque la envidia es una planta que se expande en la medida en que uno tiende a replegarse en sí mismo y a reflexionar y murmurar con maldad sobre los demás. De este modo, esa forma de pensamiento tiende a expandirse hasta constituir una obsesión. Exactamente como en el caso de la ira19, mientras antes se reconozca el veneno que está entrando en el propio ánimo, más fácilmente podrá ser combatido. Además, la situación de los otros suele ser mucho más compleja y extraña de lo que querrían hacer creer los juicios apresurados de la envidia. Tal vez esas personas son realmente felices y realizadas como uno piensa o quizás no desean recuperar lo que perdieron en la calle, sobre todo desde el punto de vista de los afectos, de las relaciones, de los intereses, de las posibilidades ofrecidas. Éste es un pensamiento que nada tiene de extraño o visionario. Pensemos, por ejemplo, en el fenómeno conocido con el término downshifting, que surgió hace algunos años en Gran Bretaña y en los Estados Unidos y se difunde cada vez más entre dirigentes y managers que han llegado a la cima en su carrera. Se quisiera proponer esto como una alternativa concreta del arribismo desenfrenado, una forma propiamente tal de anti-hippies. Se trata precisamente de preferir niveles más bajos de empleo, desarrollando profesiones menos remuneradas que antes, pero más humanas, sin esas pesadas cargas que a menudo acompañan a quienes buscan la carrera a cualquier costo, como la depresión, el ansia, el insomnio, la falta de intereses y los conflictos conyugales20. Es como si se reconociese que las cosas realmente importantes para la propia vida estuviesen siempre al alcance de la mano, dejándose de lado para seguir modelos propuestos por la opinión común, por la publicidad, por los medios de comunicación masiva, pero no deseados realmente por la persona. Reconocer lo esencial conduce, al contrario de la envidia, a cultivar el sentido de la sobriedad, evitando perder tiempo, energía y afectos en aquello que no se desea. La actitud interior caracterizada por la sobriedad es por consiguiente un ulterior remedio eficaz contra la envidia, un retorno a la verdad del ser: reconocer las cosas esenciales de la vida, distinguiéndolas de lo que es superfluo y sólo sirve para estimular la vanidad. La sobriedad ayuda a derrotar a la envidia porque combate los otros vicios que la alimentan: la envidia muere cuando mueren las otras pasiones de las cuales ella se nutre: cuando ya no estamos apegados a los placeres, al dinero, a las comodidades materiales, desaparece aquello por lo cual litigábamos y experimentábamos avidez y envidia21.
19 Ver G. CUCCI, La ira, una exigencia pasional de justicia, en Civ. Catt. 2010, IV, 48-58. 20 El término downshifting fue empleado por primera vez en 1994 por el Trends Research Institute de Nueva York para indicar el comportamiento de personas que aceptaban una reducción incluso consistente de sus ingresos a cambio de disponer de más tiempo. Hoy es incluso una voz del New Oxford Dictionary, para el cual downshifting significa cambiar una carrera económicamente satisfactoria, pero estresante, por un estilo de vida menos fatigoso y menos retribuido, pero más gratificante desde el punto de vista personal (…). Para el downshifter, el tiempo es más importante que el dinero y el ocio es un momento creativo que no se desperdicia en consumos inútiles (M. CAVALIERI, « Downshifting , la carrera puede esperar» en la Repubblica, 23 de abril de 2007, 25). Sobre esta temática existe una literatura de referencia cada vez más numerosa: ver, entre los diversos títulos, V. FORRESTER, L’orrore economico. Lavoro, economia, disoccupazione: la grande truffa del nostro tempo, Milán, Ponte alle Grazie, 1997; T. HODGKINSON, L’ozio como stile di vita, Milán, Rizzoli, 2006; P. SANSOT, Sul buon uso della lentezza, Milán, Bur, 2002. 21 D. TESSORE, I vizi capitali, Roma, Città Nuova, 2007, 53.
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El antídoto para la envidia: la gratitud y el agradecimiento
Es importante prestar atención con esmero al curso de los pensamientos, porque la envidia es una planta que se expande en la medida en que uno tiende a replegarse en sí mismo y a reflexionar y murmurar con maldad sobre los demás.
22 ARISTÓTELES, Retórica, op. cit., 1. II, 11, 1388 a, 33 s. 23 TOMÁS DE AQUINO, S., De malo, Milán, Bompiani, 2001, q. 10, a. 1, ad 11.
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Si en el fondo la envidia es una enfermedad de la mirada, es sobre todo en esta dirección que debe proceder su curación, reconociéndose el verdadero punto en cuestión: mejorar uno mismo más que anhelar la ruina de los demás. La envidia de hecho puede transformarse, puede convertirse, como reconocían los autores espirituales, en una santa envidia. Ya Aristóteles, en la Retórica22, distinguiendo entre envidia y esmero, hablaba de la emulación, del proceder para hacer más y mejor que el otro como característica propia de la envidia buena, que por lo tanto conduce a salir de uno mismo y apreciar el bien. La emulación, a diferencia de la envidia pura, no paraliza, sino por el contrario se convierte en estímulo para el bien. Santo Tomás retoma en el mismo sentido la distinción de Aristóteles: quien está animado por el esmero, se prepara a sí mismo para la emulación, para obtener cosas buenas; el envidioso, en cambio, se esfuerza para que el prójimo no las posea, a causa de la envidia. Ciertamente hay envidia cuando alguien se entristece por el hecho de que el prójimo posee bienes que él mismo no tiene; hay emulación, en cambio, cuando alguien se entristece por el hecho de carecer él mismo de bienes que posee el prójimo23. Así, esta observación es importante también desde el punto de vista terapéutico: la cercanía entre ambos sentimientos dice que pueden transformarse uno en el otro, convirtiéndose en un aliado precioso y una ayuda positiva. Para llevar a cabo este paso es de indudable ayuda una perspectiva espiritual y religiosa. En la relación con Dios, uno es ante todo invitado a reconocer que los bienes esenciales que garantizan la calidad de la vida nos han sido asegurados gratuitamente y que la estimación de los mismos no se busca en el reconocimiento de los demás, sino en el testimonio de confianza que Él siempre ha mostrado tener en nosotros en virtud del mero hecho de habernos creado. Al afirmar esto, ciertamente no se pretende sostener que la envidia está ausente en las personas religiosas (pensemos en lo señalado anteriormente en materia bíblica), sino que éstas tienen una posibilidad ulterior de reconocerla como un veneno destructivo y sobre todo que reciben una ayuda adicional para contrarrestarla. Retomando lo observado por Dante en el Paraíso, cuando se ha encontrado el propio lugar en la vida no se experimenta la necesidad de envidiar el modo de vida de los demás porque uno está satisfecho con lo que es y lo que hace, y ayuda a los demás a estar satisfechos. Mientras la envidia surge de un corazón vacío, que insinúa a quienes afecta ser hijos de un dios menor, al responder, en cambio, a la propia vocación se alcanza lo deseado, lográndose el objetivo de la propia
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vida: como advierte Dante, se llega a ser como una flecha que ha dado en el blanco24. Hablar de vocación significa reconocer que la propia existencia no es fruto del azar, del infortunio ni del capricho de los acontecimientos, sino que a cada ser humano le es dado encontrar aquello que busca, rescatando así la armonía entre sus disposiciones naturales y lo que el ambiente le ha ofrecido en bienes y posibilidades; pero si falta esta respuesta, de nada sirve esto porque dichos bienes y posibilidades pasan a ser como una semilla arrojada fuera de su terreno: Si la naturaleza encuentra un hado / adverso, como todas las simientes / fuera de su región, da malos frutos. / Y si el mundo de abajo se atuviera / al fundamento que natura pone, / siguiendo a éste habría gente buena25. También a nivel psicológico se reconoce cómo la gratitud es una actitud estructuralmente abierta a la vida. Para M. Klein, la gratitud está de hecho estrechamente emparentada con el amor y el reconocimiento de la bondad de las cosas, con una mirada gratuita y de satisfacción hacia ellas sin desear forzosamente apropiarse de las mismas. Gratuidad y gratitud, emparentadas entre sí por una similitud incluso etimológica, enseñan a gozar de las cosas, ayudan a vivir relaciones estables y profundas, porque presentan una actitud de benevolencia en relación con las mismas26. La gratitud efectivamente afina la capacidad de amar, de apreciar por tanto la belleza y la bondad de una cosa en sí misma, en una actitud opuesta a la envidia: El amor es ciertamente la medicina que expulsa del corazón el veneno de la envidia27. Bonum diffusivum sui, decían los escolásticos, el bien no puede permanecer solo, su característica esencial es quererse comunicar al mayor número posible de personas, y mientras más se difunde, en mayor medida experimenta deleite. En el reino de los cielos, se gozará por la alegría de los otros, no tanto por la propia, de manera que no tiene sentido envidiar lo que en sí mismo ya nos pertenece puesto que la verdadera alegría consiste en ver al otro feliz. Por este motivo, semejante alegría será infinita porque se participará de la bienaventuranza misma de Dios: La vida eterna consiste en la alegre fraternidad de todos los santos. Será una comunión de espíritus sumamente deliciosa, porque cada uno tendrá todos los bienes de todos los otros bienaventurados. Cada uno amará al otro como a sí mismo y por eso gozará del bien de los demás como algo propio. Así, el gozo de uno solo será tanto mayor cuanto más grande sea la alegría de todos los otros bienaventurados28. El único remedio eficaz para la envidia es por consiguiente dado por el amor y por el compartir, que nacen de la gratitud. Éstos, como un colirio, pueden sanar la mirada enferma y distorsionada, recordando el poder de bien otorgado a cada uno, un poder capaz de curar del veneno de la confrontación y devolver al corazón herido el color de la vida.
Gratuidad y gratitud, emparentadas entre sí por una similitud incluso etimológica, enseñan a gozar de las cosas, ayudan a vivir relaciones estables y profundas, porque presentan una actitud de benevolencia en relación con las mismas
24 El bien que todo el reino que tú asciendes / alegra y mueve, con su providencia / hace que influyan estos grandes cuerpos. / Y no sólo provistas las naturas / son en la mente que por sí es perfecta, / mas su conservación a un tiempo mismo: / por lo que todo aquello que dispara / este arco a su fin previsto llega, / cual se clava la flecha en su diana (DANTE, Paraíso, VIII, 97-105). 25 Ibid., VIII, 139-144. 26 M. KLEIN, Invidia e gratitudine, op. cit., 29. Ver E. EMMONS M. E. McCULLOUGH (eds.), The Psychology of Gratitude, Nueva York, Oxford University Press, 2004. 27 G. CHAUCER, I racconti di Canterbur y, Milán, Mondadori, 2000, 360. 28 TOMÁS DE AQUINO, S., Conf. sul Credo, em Id., Opuscola theologica 2, Turín, Marietti, 1954, 217; ver Summa Theol., II-II, q. 36, a. 2.
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Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe
Sobre las personas homosexuales En vista de la creciente presencia de problemas sociales, morales, educacionales y religiosos derivados de la práctica abierta de la homosexualidad y de las presiones sociales ejercidas por grupos organizados a este propósito, la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, hoy S.S.Benedicto XVI, por encargo especial y con la aprobación del entonces Sumo Pontífice S.S. Juan Pablo II, hizo pública el 1° de octubre de 1986 una Carta a todos los obispos instruyéndolos sobre esta grave materia. Con más de 25 años de antelación —cuando el marco cultural respecto de este problema parecía muy distinto al de hoy— proféticamente esta Carta señalaba que “la justa reacción a las injusticias cometidas contra las personas homosexuales de ningún modo puede llevar a la afirmación de que la condición homosexual no sea desordenada. Cuando tal afirmación es acogida y, por consiguiente, la actividad homosexual es aceptada como buena, o también cuando se introduce una legislación civil para proteger un comportamiento al cual ninguno puede reivindicar derecho alguno, ni la Iglesia, ni la sociedad en su conjunto deberían luego sorprenderse si también ganan terreno otras opiniones y prácticas torcidas y si aumentan los comportamientos irracionales y violentos (n.10)”. La confirmación en los hechos de este contexto y la necesidad para la conciencia cristiana de obrar la caridad en la verdad que hace libres (Jn 8, 32) invita hoy a recordar esas enseñanzas con el fin de evitar sufrimientos que pueden verse agravados por la difusión permanente de doctrinas erróneas.
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1.
E
l problema de la homosexualidad y del juicio ético sobre los actos homosexuales se ha convertido cada vez más en objeto de debate público, incluso en ambientes católicos. En esta discusión frecuentemente se proponen argumentaciones y se expresan posiciones no conformes con la enseñanza de la Iglesia Católica, que suscitan una justa preocupación en todos aquellos que están comprometidos en el ministerio pastoral. Por consiguiente, esta Congregación ha considerado el problema tan grave y difundido, que justifica la presente Carta, dirigida a todos los Obispos de la Iglesia Católica, sobre la atención pastoral a las personas homosexuales.
En la actualidad un número cada vez más grande de personas, aun dentro de la Iglesia, ejercen una fortísima presión para llevarla a aceptar la condición homosexual como si no fuera desordenada, y a legitimar los actos homosexuales. Quienes dentro de la comunidad de fe incitan en esta dirección tienen a menudo estrechos vínculos con los que obran fuera de ella. (…)
2. En esta sede, naturalmente, no se puede afrontar un desarrollo exhaustivo de tan complejo problema; la atención se concentrará más bien en el contexto específico de la perspectiva moral católica. Esta encuentra apoyo también en seguros resultados de las ciencias humanas, las cuales, a su vez, tienen un objeto y un método propio, que gozan de legítima autonomía. La posición de la moral católica está fundada sobre la razón humana iluminada por la fe y guiada conscientemente por el intento de hacer la voluntad de Dios, nuestro Padre. De este modo la Iglesia está en condición no sólo de poder aprender de los descubrimientos científicos, sino también de trascender su horizonte; ella está segura que su visión más completa respeta la compleja realidad de la persona humana que, en sus dimensiones espiritual y corpórea, ha sido creada por Dios y, por su gracia, llamada a ser heredera de la vida eterna. Sólo dentro de este contexto, por consiguiente, se puede comprender con claridad en qué sentido el fenómeno de la homosexualidad, con sus múltiples dimensiones y con sus efectos sobre la sociedad y sobre la vida eclesial, es un problema que concierne propiamente a la preocupación pastoral de la Iglesia. Por lo tanto se requiere de sus ministros un estudio atento, un compromiso concreto y una reflexión honesta, teológicamente equilibrada.
3. En la «Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual», del 29 de diciembre de 1975, la Congregación para la Doctrina de la Fe ya había tratado explícitamente este problema. En aquella Declaración se subrayaba el deber de tratar de comprender la condición homosexual y se observaba cómo la culpabilidad de los actos homosexuales debía ser juzgada con prudencia. Al mismo tiempo la Congregación tenía en cuenta la distinción comúnmente hecha entre condición o tendencia homosexual y actos homosexuales. Estos
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(…) Estos grupos externos se mueven por una visión opuesta a la verdad sobre la persona humana, que nos ha sido plenamente revelada en el misterio de Cristo. Aunque no en un modo plenamente consciente, manifiestan una ideología materialista que niega la naturaleza trascendente de la persona humana.
últimos venían descritos como actos que están privados de su finalidad esencial e indispensable, como «intrínsecamente desordenados» y que en ningún caso pueden recibir aprobación (cf. n. 8, par. 4). Sin embargo, en la discusión que siguió a la publicación de la Declaración, se propusieron unas interpretaciones excesivamente benévolas de la condición homosexual misma, hasta el punto que alguno se atrevió incluso a definirla indiferente o, sin más, buena. Es necesario precisar, por el contrario, que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada. Quienes se encuentran en esta condición deberían, por tanto, ser objeto de una particular solicitud pastoral, para que no lleguen a creer que la realización concreta de tal tendencia en las relaciones homosexuales es una opción moralmente aceptable.
4. Una de las dimensiones esenciales de una auténtica atención pastoral es la identificación de las causas que han creado confusión en relación con la enseñanza de la Iglesia. Entre ellas se señala una nueva exégesis de la Sagrada Escritura, según la cual la Biblia o no tendría cosa alguna que decir sobre el problema de la homosexualidad, o incluso le daría en algún modo una tácita aprobación, o en fin ofrecería unas prescripciones morales tan condicionadas cultural e históricamente que ya no podrían ser aplicadas a la vida contemporánea. Tales opiniones, gravemente erróneas y desorientadoras, requieren por consiguiente una especial vigilancia. 5. Es cierto que la literatura bíblica debe a las varias épocas en las que fue escrita gran parte de sus modelos de pensamiento y de expresión (cf. Dei Verbum, n. 12). En verdad, la Iglesia de hoy proclama el Evangelio a un mundo que es muy diferente al antiguo. Por otra parte el mundo en el que fue escrito el Nuevo Testamento estaba ya notablemente cambiado, por ejemplo, respecto a la situación en la que se escribieron o se redactaron las Sagradas Escrituras del pueblo hebreo. Sin embargo, se debe destacar que, aun en el contexto de esa notable diversidad, existe una evidente coherencia dentro de las Escrituras mismas sobre el comportamiento homosexual. Por consiguiente la doctrina de la Iglesia sobre este punto no se basa solamente en frases aisladas, de las que se puedan sacar discutibles argumentaciones teológicas, sino más bien en el sólido fundamento de un constante testimonio bíblico. La actual comunidad de fe, en ininterrumpida continuidad con las comunidades judías y cristianas
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dentro de las cuales fueron redactadas las antiguas Escrituras, continúa siendo alimentada por esas mismas Escrituras y por el Espíritu de verdad del cual ellas son Palabra. Asimismo es esencial reconocer que los textos sagrados no son comprendidos realmente cuando se interpretan en un modo que contradice la Tradición viva de la Iglesia. La interpretación de la Escritura, para ser correcta, debe estar en efectivo acuerdo con esta Tradición. El Concilio Vaticano II se expresa al respecto de la siguiente manera: «Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tienen consistencia el uno sin los otros, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» (Dei Verbum, n. 10). A la luz de estas afirmaciones se traza ahora brevemente la enseñanza bíblica al respecto.
Dentro de la Iglesia se ha formado también una tendencia, constituida por grupos de presión con diversos nombres y diversa amplitud, que intenta acreditarse como representante de todas las personas homosexuales que son católicas. Pero el hecho es que sus seguidores, generalmente, son personas que, o ignoran la enseñanza de la Iglesia, o buscan subvertirla de alguna manera. (…)
6. La teología de la creación, presente en el libro del Génesis, suministra el punto de vista fundamental para la comprensión adecuada de los problemas puestos por la homosexualidad. Dios, en su infinita sabiduría y en su amor omnipotente, llama a la existencia a toda la creación como reflejo de su bondad. Crea al hombre a su imagen y semejanza como varón y hembra. Los seres humanos, por consiguiente, son creaturas de Dios, llamadas a reflejar, en la complementariedad de los sexos, la unidad interna del Creador. Ellos realizan esta tarea de manera singular, cuando cooperan con Él en la transmisión de la vida, mediante la recíproca donación esponsal. El capítulo tercero del Génesis muestra cómo esta verdad sobre la persona humana, en cuanto imagen de Dios, se oscureció por el pecado original. De allí se sigue inevitablemente una pérdida de la conciencia del carácter de alianza que tenía la unión de las personas humanas con Dios y entre sí. Aunque el cuerpo humano conserve aún su «significado nupcial», éste ahora se encuentra oscurecido por el pecado. Así el deterioro debido al pecado continúa desarrollándose en la historia de los hombres de Sodoma (cf. Génesis 19, 1-11). No puede haber duda acerca del juicio moral expresado allí contra las relaciones homosexuales. En el Levítico 18, 22 y 20, 13, cuando se indican las condiciones necesarias para pertenecer al pueblo elegido, el autor excluye del pueblo de Dios a quienes tienen un comportamiento homosexual. Teniendo como telón de fondo esta legislación teocrática, San Pablo desarrolla una perspectiva escatológica, dentro de la cual propone de nuevo la misma doctrina, catalogando también a quien obra como homosexual entre aquellos que no entrarán en el reino de Dios (cf. 1 Cor 6, 9). En otro pasaje de su epistolario, fundándose en las tradiciones morales
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(…) Se trata de mantener bajo el amparo del catolicismo a personas homosexuales que no tienen intención alguna de abandonar su comportamiento homosexual. Una de las tácticas utilizadas es la de afirmar, en tono de protesta, que cualquier crítica, o reserva en relación con las personas homosexuales, con su actividad y con su estilo de vida, constituye simplemente una forma de injusta discriminación.
de sus antepasados, pero colocándose en el nuevo contexto de la confrontación entre el Cristianismo y la sociedad pagana de su tiempo, presenta el comportamiento homosexual como un ejemplo de la ceguera en la que ha caído la humanidad. Suplantando la armonía originaria entre el Creador y las creaturas, la grave desviación de la idolatría ha conducido a toda suerte de excesos en el campo moral. San Pablo encuentra el ejemplo más claro de esta desavenencia precisamente en las relaciones homosexuales (cf. Rom 1, 18-32). En fin, en continuidad perfecta con la enseñanza bíblica, en el catálogo de aquellos que obran en forma contraria a la sana doctrina, vienen explícitamente mencionados como pecadores aquellos que efectúan actos homosexuales (cf. 1 Tim 1, 10).
7. La Iglesia, obediente al Señor que la ha fundado y la ha enriquecido con el don de la vida sacramental, celebra en el sacramento del matrimonio el designio divino de la unión del hombre y de la mujer, unión de amor y capaz de dar vida. Sólo en la relación conyugal puede ser moralmente recto el uso de la facultad sexual. Por consiguiente, una persona que se comporta de manera homosexual obra inmoralmente. Optar por una actividad sexual con una persona del mismo sexo equivale a anular el rico simbolismo y el significado, para no hablar de los fines, del designio del Creador en relación con la realidad sexual. La actividad homosexual no expresa una unión complementaria, capaz de transmitir la vida, y por lo tanto contradice la vocación a una existencia vivida en esa forma de auto-donación que, según el Evangelio, es la esencia misma de la vida cristiana. Esto no significa que las personas homosexuales no sean a menudo generosas y no se donen a sí mismas, pero cuando se empeñan en una actividad homosexual refuerzan dentro de ellas una inclinación sexual desordenada, en sí misma caracterizada por la auto-complacencia. Como sucede en cualquier otro desorden moral, la actividad homosexual impide la propia realización y felicidad porque es contraria a la sabiduría creadora de Dios. La Iglesia, cuando rechaza las doctrinas erróneas en relación con la homosexualidad, no limita sino que más bien defiende la libertad y la dignidad de la persona, entendidas de modo realístico y auténtico.
8. La enseñanza de la Iglesia de hoy se encuentra, pues, en continuidad orgánica con la visión de la Sagrada Escritura y con la constante tradición. Aunque si el mundo de hoy desde muchos puntos de vista verdaderamente ha cambiado, la comunidad cristiana es consciente del lazo profundo y duradero que la une a las generaciones que la han precedido «en el signo de la fe».
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«Así el deterioro debido al pecado [original] continúa desarrollándose en la historia de los hombres de Sodoma (cf. Génesis 19, 1-11). No puede haber duda acerca del juicio moral expresado allí contra las relaciones homosexuales. En el Levítico 18, 22 y 20, 13, cuando se indican las condiciones necesarias para pertenecer al pueblo elegido, el autor excluye del pueblo de Dios a quienes tienen un comportamiento homosexual». Grabado de Gustave Doré.
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Como consecuencia se afirma que ella, no siendo verdaderamente libre, obraría sin culpa en estos casos. (…) Se debe evitar la presunción infundada y humillante de que el comportamiento homosexual de las personas homosexuales esté siempre y totalmente sujeto a coacción y por consiguiente sin culpa.
Sin embargo, en la actualidad un número cada vez más grande de personas, aun dentro de la Iglesia, ejercen una fortísima presión para llevarla a aceptar la condición homosexual como si no fuera desordenada, y a legitimar los actos homosexuales. Quienes dentro de la comunidad de fe incitan en esta dirección tienen a menudo estrechos vínculos con los que obran fuera de ella. Ahora bien, estos grupos externos se mueven por una visión opuesta a la verdad sobre la persona humana, que nos ha sido plenamente revelada en el misterio de Cristo. Aunque no en un modo plenamente consciente, manifiestan una ideología materialista que niega la naturaleza trascendente de la persona humana, como también la vocación sobrenatural de todo individuo. Los ministros de la Iglesia deben procurar que las personas homosexuales confiadas a su cuidado no se desvíen por estas opiniones, tan profundamente opuestas a la enseñanza de la Iglesia. Sin embargo el riesgo es grande y hay muchos que tratan de crear confusión en relación con la posición de la Iglesia y de aprovechar esta confusión para sus propios fines.
9. Dentro de la Iglesia se ha formado también una tendencia, constituida por grupos de presión con diversos nombres y diversa amplitud, que intenta acreditarse como representante de todas las personas homosexuales que son católicas. Pero el hecho es que sus seguidores, generalmente, son personas que, o ignoran la enseñanza de la Iglesia, o buscan subvertirla de alguna manera. Se trata de mantener bajo el amparo del catolicismo a personas homosexuales que no tienen intención alguna de abandonar su comportamiento homosexual. Una de las tácticas utilizadas es la de afirmar, en tono de protesta, que cualquier crítica, o reserva en relación con las personas homosexuales, con su actividad y con su estilo de vida, constituye simplemente una forma de injusta discriminación. En algunas naciones se realiza, por consiguiente, un verdadero y propio tentativo de manipular a la Iglesia conquistando el apoyo de sus pastores, frecuentemente de buena fe, en el esfuerzo de cambiar las normas de la legislación civil. El fin de tal acción consiste en conformar esta legislación con la concepción propia de estos grupos de presión, para quienes la homosexualidad es, si no totalmente buena, al menos una realidad perfectamente inocua. Aunque la práctica de la homosexualidad amenace seriamente la vida y el bienestar de un gran número de personas, los partidarios de esta tendencia no desisten de sus acciones y se niegan a tomar en consideración las proporciones del riesgo allí implicado. La Iglesia no puede dejar de preocuparse de todo esto y por consiguiente mantiene firme su clara posición al respecto, que no puede ser modificada por la presión de la legislación civil o de la moda del
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momento. Ella se preocupa sinceramente también de muchísimas personas que no se sienten representadas por los movimientos pro-homosexuales y de aquellos que podrían estar tentados a creer en su engañosa propaganda. La Iglesia es consciente de que la opinión, según la cual la actividad homosexual sería equivalente, o por lo menos igualmente aceptable, cuanto la expresión sexual del amor conyugal, tiene una incidencia directa sobre la concepción que la sociedad tiene acerca de la naturaleza y de los derechos de la familia, poniéndolos seriamente en peligro.
(…) En realidad también en las personas con tendencia homosexual se debe reconocer aquella libertad fundamental que caracteriza a la persona humana y le confiere su particular dignidad. Como en toda conversión del mal, gracias a esta libertad, el esfuerzo humano, iluminado y sostenido por la gracia de Dios, podrá permitirles evitar la actividad homosexual.
10. Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen. Revelan una falta de respeto por lo demás, que lesiona unos principios elementales sobre los que se basa una sana convivencia civil. La dignidad propia de toda persona siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones. Sin embargo, la justa reacción a las injusticias cometidas contra las personas homosexuales de ningún modo puede llevar a la afirmación de que la condición homosexual no sea desordenada. Cuando tal afirmación es acogida y, por consiguiente, la actividad homosexual es aceptada como buena, o también cuando se introduce una legislación civil para proteger un comportamiento al cual ninguno puede reivindicar derecho alguno, ni la Iglesia, ni la sociedad en su conjunto deberían luego sorprenderse si también ganan terreno otras opiniones y prácticas torcidas y si aumentan los comportamientos irracionales y violentos. 11. Algunos sostienen que la tendencia homosexual, en ciertos casos, no es el resultado de una elección deliberada y que la persona homosexual no tiene alternativa, sino que es forzada a comportarse de una manera homosexual. Como consecuencia se afirma que ella, no siendo verdaderamente libre, obraría sin culpa en estos casos. Al respecto es necesario volver a referirse a la sabia tradición moral de la Iglesia, la cual pone en guardia contra generalizaciones en el juicio de los casos particulares. De hecho en un caso determinado puede haber existido en el pasado o pueden todavía subsistir circunstancias tales que reducen y hasta quitan la culpabilidad del individuo; otras circunstancias, por el contrario, pueden aumentarla. De todos modos se debe evitar la presunción infundada y humillante de que el comportamiento homosexual de las personas homosexuales esté siempre y totalmente sujeto a coacción y por consiguiente sin culpa. En realidad también en
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«San Pablo desarrolla una perspectiva escatológica, dentro de la cual propone de nuevo la misma doctrina, catalogando también a quien obra como homosexual entre aquellos que no entrarán en el reino de Dios (cf. 1 Cor 6, 9). En otro pasaje de su epistolario, presenta el comportamiento homosexual como un ejemplo de la ceguera en la que ha caído la humanidad». San Pablo por El Greco.
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las personas con tendencia homosexual se debe reconocer aquella libertad fundamental que caracteriza a la persona humana y le confiere su particular dignidad. Como en toda conversión del mal, gracias a esta libertad, el esfuerzo humano, iluminado y sostenido por la gracia de Dios, podrá permitirles evitar la actividad homosexual.
La cruz constituye ciertamente una renuncia de sí, pero en el abandono en la voluntad de aquel Dios que de la muerte hace brotar la vida y capacita a aquellos que ponen su confianza en Él para que puedan practicar la virtud en cambio del vicio.
12. ¿Qué debe hacer entonces una persona homosexual que busca seguir al Señor? Sustancialmente, estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición. Para el creyente la cruz es un sacrificio fructuoso, puesto que de esa muerte provienen la vida y la redención. Aun sí toda invitación a llevar la cruz o a entender de este modo el sufrimiento del cristiano será presumiblemente objeto de mofa por parte de alguno, se deberá recordar que ésta es la vía de la salvación para todos aquellos que son seguidores de Cristo. Esto no es otra cosa, en realidad, que la enseñanza del apóstol Pablo a los Gálatas, cuando dice que el Espíritu produce en la vida del creyente: «amor, gozo, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí» y aún más: «No podéis pertenecer a Cristo sin crucificar la carne con sus pasiones y sus deseos» (Gal 5, 22. 24). Esta invitación, sin embargo, se interpreta mal cuando se la considera solamente como un inútil esfuerzo de auto-renuncia. La cruz constituye ciertamente una renuncia de sí, pero en el abandono en la voluntad de aquel Dios que de la muerte hace brotar la vida y capacita a aquellos que ponen su confianza en Él para que puedan practicar la virtud en cambio del vicio. El Misterio Pascual se celebra verdaderamente sólo si se deja que empape el tejido de la vida cotidiana. Rechazar el sacrificio de la propia voluntad en la obediencia a la voluntad del Señor constituye de hecho poner un obstáculo a la salvación. Así como la Cruz es el centro de la manifestación del amor redentor de Dios por nosotros en Jesús, así la conformidad de la auto-renuncia de los hombres y de las mujeres homosexuales con el sacrificio del Señor constituirá para ellos una fuente de auto-donación que los salvará de una forma de vida que amenaza continuamente de destruirlos. Las personas homosexuales, como los demás cristianos, están llamadas a vivir la castidad. Si se dedican con asiduidad a comprender la naturaleza de la llamada personal de Dios respecto a ellas, estarán en condición de celebrar más fielmente el sacramento de la Penitencia y de recibir la gracia del Señor, que se ofrece generosamente en este sacramento para poderse convertir más plenamente caminando en el seguimiento a Cristo.
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Al hacer las anteriores consideraciones, esta Congregación quiere pedir a los Obispos que estén particularmente vigilantes en relación con aquellos programas que de hecho intentan ejercer una presión sobre la Iglesia para que cambie su doctrina, aunque a veces se niegue de palabra que sea así. (…)
13. Es evidente, además, que una clara y eficaz transmi-
sión de la doctrina de la Iglesia a todos los fieles y a la sociedad en su conjunto depende en gran parte de la correcta enseñanza y de la fidelidad de quien ejercita el ministerio pastoral. Los Obispos tienen la responsabilidad particularmente grave de preocuparse de que sus colaboradores en el ministerio, y sobre todo los sacerdotes, estén rectamente informados y personalmente bien dispuestos para comunicar a todos la doctrina de la Iglesia en su integridad. Es admirable la particular solicitud y la buena voluntad que demuestran muchos sacerdotes y religiosos en la atención pastoral a las personas homosexuales, y esta Congregación espera que no disminuirá. Estos celosos ministros deben tener la certeza de que están cumpliendo fielmente la voluntad del Señor cuando estimulan a la persona homosexual a conducir una vida casta y le recuerdan la dignidad incomparable que Dios ha dado también a ella.
14. Al hacer las anteriores consideraciones, esta Congregación quiere pedir a los Obispos que estén particularmente vigilantes en relación con aquellos programas que de hecho intentan ejercer una presión sobre la Iglesia para que cambie su doctrina, aunque a veces se niegue de palabra que sea así. Un estudio atento de las declaraciones públicas y de las actividades que promueven esos programas revela una calculada ambigüedad, a través de la cual buscan confundir a los pastores y a los fieles. Presentan a veces, por ejemplo, la enseñanza del Magisterio, pero sólo como una fuente facultativa en orden a la formación de la conciencia, sin reconocer su peculiar autoridad. Algunos grupos suelen incluso calificar como «católicas» a sus organizaciones o a las personas a quienes intentan dirigirse, pero en realidad no defienden ni promueven la enseñanza del Magisterio; por el contrario, a veces lo atacan abiertamente. Aunque sus miembros reivindiquen que quieren conformar su vida con la enseñanza de Jesús, de hecho abandonan la enseñanza de su Iglesia. Este comportamiento contradictorio de ninguna manera puede tener el apoyo de los Obispos. 15. Esta Congregación, por consiguiente, anima a los Obispos para
que promuevan en sus diócesis una pastoral que, en relación con las personas homosexuales, esté plenamente de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia. Ningún programa pastoral auténtico podrá incluir organizaciones en las que se asocien entre sí personas homosexuales, sin que se establezca claramente que la actividad homosexual es inmoral. Una actitud verdaderamente pastoral comprenderá la necesidad de evitar las ocasiones próximas de pecado a las personas homosexuales.
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Deben ser estimulados aquellos programas en los que se evitan estos peligros. Pero se debe dejar bien en claro que todo alejamiento de la enseñanza de la Iglesia, o el silencio acerca de ella, sopretexto de ofrecer un cuidado pastoral, no constituye una forma de auténtica atención ni de pastoral válida. Sólo lo que es verdadero puede finalmente ser también pastoral. Cuando no se tiene presente la posición de la Iglesia se impide que los hombres y las mujeres homosexuales reciban aquella atención que necesitan y a la que tienen derecho. Un auténtico programa pastoral ayudará a las personas homosexuales en todos los niveles de su vida espiritual, mediante los sacramentos y en particular a través de la frecuente y sincera confesión sacramental, mediante la oración, el testimonio, el consejo y la atención individual. De este modo la entera comunidad cristiana puede llegar a reconocer su vocación a asistir a estos hermanos y hermanas, evitándoles ya sea la desilusión, ya sea el aislamiento.
(…) Algunos califican como «católicas» a sus organizaciones o a las personas a quienes intentan dirigirse, pero en realidad no defienden ni promueven la enseñanza del Magisterio; por el contrario, a veces lo atacan abiertamente. Aunque sus miembros reivindiquen que quieren conformar su vida con la enseñanza de Jesús, de hecho abandonan la enseñanza de su Iglesia. Este comportamiento contradictorio de ninguna manera puede tener el apoyo de los Obispos.
16. De esta aproximación diversificada se pueden derivar muchas ventajas, entre las cuales es no menos importante la constatación de que una persona homosexual, como por lo demás todo ser humano, tiene una profunda exigencia de ser ayudada contemporáneamente a distintos niveles. La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, no puede ser definida de manera adecuada con una referencia reductiva sólo a su orientación sexual. Cualquier persona que viva sobre la faz de la tierra tiene problemas y dificultades personales, pero también tiene oportunidades de crecimiento, recursos, talentos y dones propios. La Iglesia ofrece para la atención a la persona humana, el contexto del que hoy se siente una extrema exigencia, precisamente cuando rechaza el que se considere la persona puramente como un «heterosexual» o un «homosexual» y cuando subraya que todos tienen la misma identidad fundamental: el ser creatura y, por gracia, hijo de Dios, heredero de la vida eterna.
17. Ofreciendo estas clarificaciones y orientaciones pastorales a la atención de los Obispos, esta Congregación desea contribuir a sus esfuerzos en relación a asegurar que la enseñanza del Señor y de su Iglesia sobre este importante tema sea transmitida de manera íntegra a todos los fieles. A la luz de cuanto se ha expuesto ahora, se invita a los Ordinarios del lugar a valorar, en el ámbito de su competencia, la necesidad de particulares intervenciones. Además, si se retiene útil, se podrá recurrir a una ulterior acción coordinada a nivel de las conferencias episcopales nacionales.
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Se deberá retirar todo apoyo a cualquier organización que busque subvertir la enseñanza de la Iglesia, que sea ambigua respecto a ella o que la descuide completamente. Un apoyo en este sentido, o aun su apariencia, puede dar origen a graves malentendidos.
En particular, los Obispos deben procurar sostener con los medios a su disposición el desarrollo de formas especializadas de atención pastoral para las personas homosexuales. Esto podría incluir la colaboración de las ciencias sicológicas, sociológicas y médicas, manteniéndose siempre en plena fidelidad con la doctrina de la Iglesia. Los Obispos, sobre todo, no dejarán de solicitar la colaboración de todos los teólogos católicos para que éstos, enseñando lo que la Iglesia enseña y profundizando con sus reflexiones el significado auténtico de la sexualidad humana y del matrimonio cristiano en el plan divino, como también de las virtudes que éste comporta, puedan ofrecer una válida ayuda en este campo específico de la actividad pastoral. Particular atención deberán tener, pues, los Obispos en la selección de los ministros encargados de esta delicada tarea, de tal modo que éstos, por su fidelidad al Magisterio y por su elevado grado de madurez espiritual y sicológica, puedan prestar una ayuda efectiva a las personas homosexuales en la consecución de su bien integral. Estos ministros deberán rechazar las opiniones teológicas que son contrarias a la enseñanza de la Iglesia y que, por lo tanto, no pueden servir de normas en el campo pastoral. Será conveniente además promover programas apropiados de catequesis, fundados sobre la verdad concerniente a la sexualidad humana, en su relación con la vida de la familia, tal como es enseñada por la Iglesia. Tales programas, en efecto, suministran un óptimo contexto, dentro del cual se puede tratar también la cuestión de la homosexualidad. Esta catequesis podrá ayudar asimismo a aquellas familias, en las que se encuentran personas homosexuales, a afrontar un problema que las toca tan profundamente. Se deberá retirar todo apoyo a cualquier organización que busque subvertir la enseñanza de la Iglesia, que sea ambigua respecto a ella o que la descuide completamente. Un apoyo en este sentido, o aun su apariencia, puede dar origen a graves malentendidos. Una especial atención se deberá tener en la práctica de la programación de celebraciones religiosas o en el uso de edificios pertenecientes a la Iglesia por parte de estos grupos, incluida la posibilidad de disponer de las escuelas y de
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los institutos católicos de estudios superiores. El permiso para hacer uso de una propiedad de la Iglesia les puede parecer a algunos solamente un gesto de justicia y caridad, pero en realidad constituye una contradicción con las finalidades mismas para las cuales estas instituciones fueron fundadas y puede ser fuente de malentendidos y de escándalo. Al evaluar eventuales proyectos legislativos, se deberá poner en primer plano el empeño de defender y promover la vida de la familia.
El permiso para hacer uso de una propiedad de la Iglesia les puede parecer a algunos solamente un gesto de justicia y caridad, pero en realidad constituye una contradicción con las finalidades mismas para las cuales estas instituciones fueron fundadas y puede ser fuente de malentendidos y de escándalo.
18. El Señor Jesús ha dicho: «Vosotros conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8, 32). La Escritura nos manda realizar la verdad en la caridad (cf. Ef 4, 15). Dios que es a la vez Verdad y Amor llama a la Iglesia a ponerse al servicio de todo hombre, mujer y niño con la solicitud pastoral del Señor misericordioso. Con este espíritu la Congregación para la Doctrina de la Fe ha dirigido esta Carta a Ustedes, Obispos de la Iglesia, con la esperanza de que les sirva de ayuda en la atención pastoral a personas cuyos sufrimientos pueden ser agravados por doctrinas erróneas y ser aliviados en cambio por la palabra de la verdad. El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el transcurso de la Audiencia concedida al suscrito Prefecto, ha aprobado la presente Carta acordada en la reunión ordinaria de esta Congregación y ha ordenado su publicación. Roma, desde la sede de la Congregación para la Doctrina de la fe, 1 de octubre de 1986. Joseph Card. Ratzinger Prefecto + Alberto Bovone Arzob. tit. de Cesárea de Numidia Secretario
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el cardenal Angelo Scola habla sobre
Crisis y transición
Diálogo de Aldo Cazzullo1 con el Cardenal Angelo Scola, Arzobispo de Milán —a cargo hace un año de esa arquidiócesis, la más grande del Viejo Continente—, donde se conversa sobre la Iglesia, Europa, la nueva política, el hombre y la cultura de nuestro tiempo.
«Cuando hablo de gratuidad, me refiero a la conciencia de que el trabajo productivo y el trabajo financiero, como todos los demás trabajos, poseen en sí mismos una bondad y una belleza que es posible reconocer y poner en ejecución. Pensemos en nuestros artesanos, que tenían el gusto por el trabajo bien hecho, para los cuales la silla debía ser bella en sí misma antes de someterse a la ley de la utilidad justa. Ciertamente, también lo útil tiene valor, pero viene en un segundo momento. La gratuidad así entendida es antídoto de la avidez». Óleo de Henri Matisse
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—Eminencia, en el discurso de San Ambrosio2, y explicar lo que es la crisis económica y usted invita a no hablar siempre y únicamente de cri- financiera. sis, sino de proceso y transición. ¿Qué quiere decir? —Usted ha denunciado la incomprensibi—Por una parte, debemos considerar con mucho realismo la efectiva gravedad de la lidad más bien lingüística que teórica de esta llamada crisis económico-financiera. ¡El hecho crisis vinculada con todos, pero que nadie logra es de tal manera imponente! Sin embargo, en comprender, como si faltaran las palabras para todos estos años siempre he percibido que la indicarla y explicarla. —Sí, he llamado la atención sobre el hecategoría de “crisis” por sí sola no logra expresar todo lo que está en juego. Lo ocurrido, cho de que el hombre de la calle no logra comprender lo que sucede. también a nivel económico Esta distancia sideral entre y financiero, tiene como hoSiempre he percibido el lenguaje económico-finanrizonte la mutación inédita que la categoría de ciero y la gente común, que producida tras la “caída de “crisis” por sí sola no también es protagonista, es los muros”. Después del fin logra expresar todo profundamente injusta. Es de las utopías del siglo XX, lo que está en juego. fundamental que la econono tanto de las ideologías, se Lo ocurrido, también mía y las finanzas vuelvan sucedieron con gran rapidez a nivel económico y a decirnos de qué se están cambios, más que epocales, financiero, tiene como ocupando. Ya no se puede inéditos: la civilización de horizonte la mutación comprender únicamente a las redes, la globalización, la inédita producida tras partir de los golpes que estamutación de la percepción la “caída de los muros”. mos recibiendo. Se requiere común de la sexualidad y del Después del fin de las realmente una interpretaamor, la posibilidad —llena utopías del siglo XX, no ción cultural del fenómede riesgos— de intervenir en tanto de las ideologías, no en la cual se sitúen las el patrimonio genético, los se sucedieron con gran intervenciones de carácter grandes desarrollos de la fírapidez cambios, más que técnico. sica de partículas, que indaga epocales, inéditos. sobre el origen del cosmos —¿Cuáles son las cosas que —pensemos en la llamada “partícula de Dios”—, y luego el “mestizaje”, pueden hacer avanzar la transición? —Yo insisto en el binomio confianza-cohelos flujos migratorios… Obviamente, no estoy en condiciones de evaluar si existe una relación sión. Decir que sólo podemos salir adelante de causa y efecto entre todos estos fenómenos juntos es un poco banal, todos lo repiten. Es y la actual situación de crisis; pero me parece más interesante advertir que ya Adam Smith, claro que, si no situamos la interpretación de el padre de la ciencia económica moderna, el la crisis dentro de este proceso más inédito que teórico de la “mano invisible” que ajusta el epocal, no saldremos adelante. No basta una mercado, escribe que sólo con un lenguaje interpretación orientada a identificar “recetas común es posible persuadir para el cambio, técnicas”. Sólo dentro de la dimensión cultural, es decir, mediante la confianza. Con todo, ya antropológica, ética, es posible comprender Aristóteles consideraba monstruoso hacer 1 Párrafos seleccionados y traducidos de la entrevista del mismo título incluida como inicial en el libro Angelo Scola La vita buona Un dialogo sulla Chiesa, la fede, l amore, la vita e il suo senso. (Mondadori, Milano, 2012). 2 Cf. HUMANITAS 66, pág. 296.
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coincidir la riqueza con la felicidad, cambiar en todo lo construido después de la guerra por el medio por el fin. El mercado debe saber muchos actores sociales. Tengo en mente, por volver a estos elementos fundamentales. Las ejemplo, la vitalidad del movimiento obrero y finanzas deben reconocer que han puesto en del así denominado católico. El progresivo fin terreno fuerzas contradictorias: por una parte, de éstos y otros actores restringió el ámbito de la pretensión de ganancia inmediata, mientras la acción social, económica y política al tecnilas finanzas nacieron para garantizar seguri- cismo en perjuicio de una antropología y una dad para el futuro; por otra, la obsesión por el ética basadas en la narración recíproca, que si anonimato, el círculo vicioso de los subprime. bien suele ser bastante dura, cubre todos los El factor de la “mano invisible” se ha maneja- factores decisivos de lo humano. do en términos inmorales y despreocupados: —Sin embargo, en Italia hemos asistido a un se desmenuza la deuda hasta construir esta especie de cadena de San Antonio, pero en un cambio de giro en la política, al nacimiento de un nuevo gobierno, que marca determinado punto la cadena también el regreso a terreno de se rompe y los últimos pagan los católicos. ¿Cómo juzga esto? el precio más alto. He llamado la atención —La apelación autorizada sobre el hecho de que proveniente del Papa y de los —Usted opone a la degenerael hombre de la calle obispos llamando al comproción de las finanzas el tema de lo no logra comprender miso político no prefigura gratuito. lo que sucede. Esta alquimias partidistas. Es una —Tal vez no he logrado exdistancia sideral entre referencia a la visión antropoplicarme bien al respecto. Éste el lenguaje económicológica propia de la doctrina es un tema sobre el cual la enfinanciero y la gente social católica en su triple cíclica Caritas in veritate aportó común, que también articulación —principios de muchísimo, pero no fue cones protagonista, es reflexión, criterios de juicio, siderada por los mundos de profundamente injusta. directivas de acción—, de la economía y las finanzas. Se acuerdo con la formulación confunde lo “gratuito” con lo “gratis”. Cuando hablo de gratuidad, me refiero de Juan Pablo II, que mientras corregía la teoa la conciencia de que el trabajo productivo y logía de la liberación, lanzaba nuevamente la el trabajo financiero, como todos los demás Doctrina Social de la Iglesia. trabajos, poseen en sí mismos una bondad y —Usted ha destacado la exigencia de sobriedad. una belleza que es posible reconocer y poner en —Sí, pero este tema no se aborda ideolóejecución. Pensemos en nuestros artesanos, que tenían el gusto por el trabajo bien hecho, para gicamente. No se trata ante todo de juzgar los cuales la silla debía ser bella en sí misma cómo consumen los demás, sino a partir de antes de someterse a la ley de la utilidad justa. un compromiso personal proponer, para la Ciertamente, también lo útil tiene valor, pero libre elección de todos, un estilo de vida que viene en un segundo momento. La gratuidad admite la gratuidad y la fraternidad, que hacen la existencia más grata. En la vigilia de así entendida es antídoto de la avidez. la Navidad la Iglesia canta así: “El Altísimo —¿El hecho de que el gusto por el trabajo bien he- viene entre los pequeños, se inclina sobre los cho se haya terminado es una de las causas de la crisis? pobres y salva”. Procuramos recuperar un —Ciertamente, pero no es la única. Pienso argumento ya apreciado por San Ambrosio:
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«Los estadistas que pusieron a Europa en marcha eran hombres que hablaban con autoridad porque en primer lugar estaban implicados en el proyecto en el cual creían. Ahora todo se ha vuelto más complejo». Konrad Adenauer
(1954). Fotografía de Chargesheimer.
todo cuanto tenemos lo hemos recibido y lo tenemos en uso. La propiedad privada no anula este principio, así como no anula el destino universal de los bienes. Es preciso partir de nuevo desde los puntos vivos ya existentes. No estamos en la ruina ni debemos partir de cero. Se trata de favorecer las prácticas virtuosas en curso, en el ámbito del trabajo, de la empresa, de las finanzas. Al respecto, Milán, en virtud de su historia, tiene desde luego autoridad moral para replantear la tarea de las finanzas.
Aristóteles consideraba monstruoso hacer coincidir la riqueza con la felicidad, cambiar el medio por el fin. El mercado debe saber volver a estos elementos fundamentales. Las finanzas deben reconocer que han puesto en terreno fuerzas contradictorias: por una parte, la pretensión de ganancia inmediata, mientras las finanzas nacieron para garantizar seguridad para el futuro.
—¿La política no hace lo suficiente a favor de la familia? —La caída demográfica tiene una connotación trágica para la realidad europea. Es necesario intervenir en ella con políticas decididas. Sin embargo, en el tema de la pobreza y la marginación, no podemos olvidar que las zonas pobres del planeta son todavía las más afectadas por la crisis actual. Debemos decidirnos a conjugar solidaridad con sobriedad de vida, sabiendo acoger las situaciones
de marginación grave que se están produciendo. Para la Iglesia de Milán, pienso en la extensión del fondo Familia-Trabajo mediante la creación de una asociación mutualista estable. Y pienso en el tema de la inmigración, que se enfrenta conjugando la magnanimidad con el equilibrio, porque ambas cosas de hecho no se excluyen.
—Usted ha expresado graves preocupaciones en cuanto a las tensiones que están lacerando a Europa. —En épocas anteriores, los problemas de dialéctica interna se enfrentaban en el espacio europeo mediante la guerra. Ahora los estamos enfrentando con el spread. Esperemos que del spread no se vuelva a la violencia. —¿Teme realmente el retorno a la violencia? —Sí, tengo este temor. No pienso en una guerra dentro de Europa. Temo que los desequilibrios del planeta puedan explotar donde la guerra ya está ocurriendo o intro-
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«Recuerdo una conversación con Augusto Del Noce que me impresionó mucho. El autor de El suicidio de la revolución, profecía no menor, intuyó que la Democracia Cristiana estaba llegando a su fin porque a partir de los años 70 perdió el testimonio y la cultura.»
ducirse en la delicadísima niveles, desde el bautismo en Nosotros, los cristianos, evolución del norte de África, adelante, mostrando en los debemos recuperar cuya actualidad se impone hechos la importancia de la nuestra tarea específica, también para nosotros los fe en la formación de personas la tarea educacional, en europeos. La esperanza posique sepan comprometerse en todos los niveles, desde ble es que todos nos movamos: todos los terrenos, incluso en el bautismo en adelante, la casa se quema. No podemos la sociedad civil. El despermostrando en los perder tiempo con “a mí me tar del compromiso político hechos la importancia toca” o “a ti te toca”. Como directo de los católicos, si se de la fe en la formación ocurre en familia, en caso de entiende debidamente, podrá de personas que sepan necesidad extrema, es preciso constituir un aporte para la comprometerse en todos un despliegue extraordinario regeneración del país. los terrenos, incluso en de energía. Para salir del acPara el Cardenal Scola lo la sociedad civil. tual “atascamiento”, Europa anterior es importante “a debe rescatar lo mejor de su condición de que no se planhistoria. Sólo así se podrá tee en términos de poder”. revitalizar la sociedad civil. Es igualmente Por lo cual señala: necesario un replanteamiento de la política. —Obviamente, no existe una realidad soNo se puede ni se debe renunciar al nivel cietaria en la cual no esté implícito el poder. de guía y dirección que la política posee por Incluso en la familia tiene un peso —¡y a naturaleza. Aquí situaría también la tarea de menudo qué peso!— el poder afectivo entre la Iglesia italiana, llamada a profundizar con el hombre y la mujer, los padres y los hijos. decidido impulso el camino de las últimas Siempre se ha escuchado hablar del poder décadas, desde el Convenio eclesial de 1976 como servicio. El problema es cuál tipo de en adelante. Tenemos el don del magisterio de hombre es puesto en servicio por la sociedad Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Nosotros, los para guiarla, cuál es el que asume un poder. cristianos, debemos recuperar nuestra tarea Al decir lo que quiero decir tal vez no me específica, la tarea educacional, en todos los aprobarán, pero el problema no es la hegemo-
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—¿Está diciendo que en la política hay un déficit nía. El problema del poder no es por ejemplo para nosotros, los católicos, el saber cómo que los técnicos no pueden superar solos? —Ciertamente hay un déficit en la política. podemos volver a tener hegemonía en el país. El problema es vivir el poder en su aspecto de Debemos replantearla en términos radicales. verdad. ¿Y cuál es la garantía de verdad del ¿No le impresiona el hecho de que se hable tan poder? Quienes escuchaban a Jesús decían: poco de la historia reciente? Ya hemos señala“Éste habla con autoridad”, porque lo veían do la relación entre el movimiento obrero y el realmente implicado en lo que decía. Jesús movimiento católico. También los sindicatos pagó en persona. La categoría del testimonio hablan demasiado poco del tema. ¿Cómo es fundamental. Los estadistas que pusieron es posible interpretar los cambios radicales a Europa en marcha eran hombres que ha- sin una referencia a esta historia para poder abrirnos al futuro? Recuerdo blaban con autoridad porque una conversación con Augusto en primer lugar estaban Estoy lejos de subestimar Del Noce que me impresionó implicados en el proyecto en la competencia, el mucho. El autor de El suicidio el cual creían. Ahora todo carácter técnico; de la revolución, profecía no mese ha vuelto más complejo. pero ningún hombre se nor, intuyó que la Democracia Estoy lejos de subestimar mueve ni se arriesga Cristiana estaba llegando a su la competencia, el carácter únicamente en nombre fin porque a partir de los años técnico; pero ningún homde la competencia. El 70 perdió el testimonio y la bre se mueve ni se arriesga motivo por el cual me cultura. Tengo muy presente, únicamente en nombre de la comprometo cada día porque lo he visto en muchos, competencia. El motivo por en mi vida es anterior a el compromiso gratuito del el cual me comprometo cada cada uno de mis roles o movimiento católico y del día en mi vida es anterior competencias: es movimiento obrero: hombres a cada uno de mis roles o el sentido mismo y mujeres que después de un competencias: es el sentido del vivir entendido como trabajo arduo durante todo el mismo del vivir entendisignificado, como meta, día, de noche todavía encondo como significado, como como dirección traban la energía requerida meta, como dirección del del camino. para dar una mano en la gescamino. Lo experimentaretión de los mil campaniles. mos en los días de Navidad. El “Dios con nosotros” cambia el sentido de Administraban el país. Nadie pretende ser la vida. Si Dios está con nosotros, yo vivo de anacrónico. Mas se trata de intensificar el distinta manera. Por ejemplo, el destino uni- gusto, la energía, la pasión por la familia, la versal de los bienes se convierte en contenido consociedad, el campanil, el pueblo. Es muy pronto para emitir un juicio amplio. y criterio de mi elección. Es preciso mirar de manera nueva al hombre y a su ser en relación. Todavía no sabemos cuál será el resultado de Juan Pablo II decía que desde la segunda mi- toda esta situación. Mi atención está dirigitad de los años 60 se inició una gran contienda da a la tarea de la Iglesia y de los hombres sobre lo humanum; pero en esos años todos, de la Iglesia —por consiguiente a lo que me incluso en posiciones opuestas, incluso en la concierne personalmente—, a aquello que la dureza de ciertas etapas que el país atravesó, gran tradición llama el “bonum Ecclesiae”. La sabíamos qué era lo humanum. Hoy debemos expresión, obviamente, no se traduce como “lo que es ventajoso para la Iglesia”. Veamos redescubrirlo, replantearlo.
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más bien qué debe mantenerse y qué debe corregirse. Defender el “bonum Ecclesiae”, libres de toda pretensión hegemónica, significa para los cristianos llevar a todos los ambientes la propuesta del Evangelio, la belleza de la experiencia cristiana en lo cotidiano de la vida asociada. Si esto se vive en su justa forma, tendremos hombres capaces de virtudes no sólo teologales —fe, esperanza, caridad—, sino también cardinales: prudencia, justicia, fortaleza, templanza. Serían bellas virtudes también para un político.
por su cultura, siendo una ciudad visitada por toda la humanidad. En Milán hay más elementos de estabilidad y más posibilidades de apertura, si bien, como en todas partes, se requiere un surplus de relación, de respeto, de narración, de humildad para recibir el relato de los demás, de tendencia al reconocimiento recíproco, para encontrar el acuerdo noble que es el fundamento de la política.
—Usted proviene del movimiento de Comunión y Liberación (CL). ¿No teme que, con casi diecisiete años de poder de Formigoni, y con los problemas y los escándalos, —Usted nació en Lecco, que es Si Dios está con nosotros, CL haya caído en algún exceso? parte de su diócesis, y se formó en yo vivo de distinta — Creo que CL es un feMilán. ¿Cómo fue su reencuentro manera. Por ejemplo, el nómeno educativo eclesial con esta ciudad? destino universal de los formidable cuya importancia —Para mí, Milán es entubienes se convierte en principal reside en la capacisiasmante. Pasé aquí los años contenido y criterio de dad de transmisión entre las de la universidad, y cuando mi elección. Es preciso generaciones de una modaestaba fuera venía muy a mirar de manera nueva lidad persuasiva y vital del menudo. Debo reconocer que al hombre y a su ser en ser cristianos. Todo lo demás, me costó salir de Venecia, que relación. hasta donde he podido ver es un gran don para la humadesde adentro, es decir, hasta nidad; pero la fórmula de mi hace veinte años, siempre se “regreso a casa” es verdadera. Tal vez sea un anticipo del crepúsculo propio consideró en el orden de las consecuencias, de la responsabilidad personal de quienes de la edad… asumían una determinada tarea. Creo que —No diga eso, usted sólo ha cumplido setenta esto ahora es aún más claro, marcado y evidente. No tengo relaciones privilegiadas con años. —En todo caso, no tendré tantos años por el movimiento en comparación con las que delante y siempre será lo que Dios quiera. tengo con las demás realidades asociativas; Creo que Milán tiene una función de protago- pero, por lo que veo y leo, me parece que el nista de primer plano en la salida de la difícil sucesor de don Luigi Giussani se está moviensituación actual. En su historia, el elemento do decididamente en esta dirección: los homtrabajo ya está bien “rodado” a partir del bres que se han comprometido en la política siglo XVIII. En Milán, la tradición industrial presentan ahí su rostro y sobre esta base han es muy distinta al resto del país. Además, el sido y serán evaluados por los ciudadanos. elemento magnanimidad está en el ADN de Conozco a Roberto Formigoni desde que tenía esta tierra, así como su capacidad de acoger. 14 años si bien hace tiempo que nos vemos Milán es una encrucijada de distinta manera rara vez. Si alguien ha sido elegido cuatro que Venecia, más fluida no sólo por el agua, veces consecutivas Presidente de la Región de sino por su configuración, por su historia y Lombardía, debe existir un motivo, y no creo
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comprender bien el principio según el cual el “todo” proviene en primer lugar de la “parte” y la hace ser posible y eficaz. Von Balthasar decía que el fragmento brilla en mayor medi—¿Cómo inició el nuevo oficio de Arzobispo da si está inserto en el todo. Este fragmento, que es nuestra Iglesia ambrosiana, encuentra de Milán? —Se estableció de inmediato una relación todo su esplendor unido a la roca de Pedro: muy positiva con los obispos auxiliares, el en el momento en que se manifiesta, este dato consejo episcopal, los vicarios episcopales, adquiere un carácter cada vez más brillante, los vicarios sectoriales. Tuve un encuentro fascinante. Para resultar persuasivos, debesumamente articulado con los sacerdotes, mos comprometernos con el Señor y con los por encima de habladurías y prejuicios: siete hombres, y seguir bebiendo de nuestra gran tradición. Por algo estamos encuentros zonales; en la aquí hablando de San Ammañana, una asamblea en la Si Dios está con nosotros, brosio. Al leer sus biografías, cual participaron en total alyo vivo de distinta impresiona la actualidad de rededor de dos mil sacerdotes; manera. Por ejemplo, el los problemas abordados: en la tarde, una asamblea con destino universal de los desde la oposición al aborto los responsables de las parrobienes se convierte en hasta la obligación de los quias y de las agrupaciones de contenido y criterio de hijos de ocuparse de los pafieles, en total más de diez mil mi elección. Es preciso dres ancianos y el rol de la personas. En todas las zonas, mirar de manera nueva mujer; desde el tiempo de la celebré la Santa Misa con gran al hombre y a su ser en angustia que padeció hasta afluencia de personas. Pude relación. la claridad con la cual se constatar la solidez, la riquemovió ante el emperador sin za, el involucramiento de la fe mirar a la cara a nadie. Luego con la vida. San Carlos Borromeo. Y para limitarme a los —La diócesis de Milán tiene una tradición de arzobispos, cito a los últimos: los cardenales autonomía en relación con Roma, a veces también Ferrari, Ratti, Tosi, Schuster, Montini, Colombo, Martini, Tettamanzi. Milán tiene grandes de enfrentamiento. —No hablaría de autonomía sino de proporciones, contiene muchas riquezas. Incarácter singular. La tradición ambrosiana dudablemente, también la Iglesia ambrosiana constituye un valor muy grande para la está viviendo una etapa de dificultades y Iglesia universal, para el Papa: nadie la ha transición, pero yo tengo gran esperanza en el puesto jamás en tela de juicio seriamente, futuro. Considero, en todo caso, decisivo que tanto menos en Roma. Milán tiene una gran Milán, como Iglesia y como sociedad, aplique tradición educativa a partir de los oradores el criterio de la pluriformidad en la unidad, de la diócesis, tiene una gran tradición de que permite valorizar todos los factores posipensamiento: el Seminario y la Facultad de tivos en curso. Sólo la vida genera la vida: la Teología, el Instituto Superior de Ciencias vida necesita estructuras, como el hombre el Religiosas, la Ambrosiana, la Universidad Ca- esqueleto, pero ante todo no está la estructura, tólica. Se trata, como siempre en la Iglesia, de sino la vida misma que precisamente hayan sido todos votos de CL. El destino de un político en definitiva lo determinan quienes votan.
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Navidad
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“Bajó Dios con su gracia” Nuestro Señor Jesucristo, queridos hermanos, que ha creado todas las cosas desde la eternidad, se ha convertido hoy en nuestro Salvador, al nacer de una madre. Quiso nacer hoy en el tiempo para conducirnos hasta la eternidad del Padre. Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios; hoy se hace hombre el Señor de los ángeles para que el hombre pueda comer el pan de los ángeles. Hoy se cumple aquella profecía que dice: Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al justo; ábrase la tierra y brote el Salvador. El Creador ha sido creado para que fuera encontrado el que se había perdido. Esto es lo que el hombre reconoce en los salmos: Antes de ser humillado, pequé. El hombre pecó y se convirtió en reo; Dios nació como hombre para que fuera liberado el reo. El hombre cayó, pero Dios descendió. Cayó el hombre miserablemente, bajó Dios misericordiosamente; cayó el hombre por la soberbia, bajó Dios con su gracia. Hermanos míos, ¡qué milagros y prodigios! Las leyes naturales se cambian en el hombre: Dios nace, una virgen concibe sin la intervención del hombre; la sola palabra de Dios fecunda a aquella que no conoce varón. Es al mismo tiempo virgen y madre. Es madre, pero intacta; la virgen tiene un hijo sin intervención del hombre; es siempre inmaculada, pero no infecunda. Sólo nació sin pecado aquel que fue concebido por la obediencia del espíritu, y no por el amor humano o por la concupiscencia de la carne. San Agustín, sermón 13 de Tempore
Oraciones del beato Juan XXIII al Niño Jesús Celeste Niño, Señor nuestro omnipotente que escuchas a cuantos te invocan con recto corazón y conoces incluso las súplicas de los que callan, te damos gracias por habernos llamado hoy a la participación en los santos misterios ofrecidos a nuestras almas, para confirmarnos más y más en la fe, para defensa de nuestra piedad, para perdón de nuestros pecados. Tu nombre fue invocado sobre nosotros. Consérvanos bien unidos entre nosotros y con cuantos están consagrados a ti. Confírmanos en tu verdad por la gracia del Espíritu Santo; revélanos lo que todavía ignoramos, suple nuestras faltas y haz más robusta la fe en lo que sabemos. Conserva incontaminados por el culto de tu altar a los sa-
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Navidad cerdotes, protege en la paz a los reyes y gobernantes, a los magistrados en la justicia, el aire mismo en tranquilidad, los frutos en la abundancia, el mundo en tu omnipotente Providencia. Calma los espíritus belicosos, convierte a los errantes, santifica a tu pueblo, conserva a las vírgenes, custodia la fidelidad en los esposos, fortifica a los castos; confirma a los que acaban de ser iniciados en tu santa doctrina, ilumínanos a todos, haznos dignos de más altas ascensiones y luego prepáranos para la eterna reunión en tu Reino, ¡oh Jesús!, en unión contigo, y con el Padre y con el Espíritu Santo; a ellos gloria, honor y bendición por todos los siglos. Así sea. (Año 1929) *** Dulce Niño de Belén, haz que comulguemos con toda nuestra alma en este profundo misterio de Navidad. Pon en el corazón de los hombres esa paz que buscan, a veces de modo tan violento, y que tú sólo puedes dar. Ayúdales a conocerse mejor y a vivir fraternalmente como hijos de un mismo Padre. Descúbreles también tu hermosura, tu santidad y tu pureza. Despierta en su corazón el amor y la gratitud a tu infinita bondad. Únelos en tu caridad. Y danos tu celeste paz. (Año 1960) *** Señor Jesús, hecho Niño por nuestro amor, seguimos contemplándote en la escena de Belén y reunirnos en torno a ti, junto a María, Madre tuya y nuestra, junto a José, “vir iustus”, y los sencillos y buenos pastores estas flores de nuestras familias cristianas que han acudido hasta aquí desde todo el mundo, y, para nuestro gozo y aliento, te ofrecemos de cada uno el canto melodioso, el corazón puro, el propósito fervoroso y vibrante de hacer honor a la santa Iglesia y a la hermosa tradición de los pueblos de los distintos continentes aquí luminosamente representados. Bendícelos, Jesús, como Nos los bendecimos en tu nombre. Acompáñalos en el camino rico de promesas que se abre antes ellos. Que lleven por todas partes la alegría y la belleza. Que crezcan, a imitación tuya, en edad, en gracia, en sabiduría, delante de Dios y de los hombres. Así sea. (Año 1961)
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NOTAS A 600 años del nacimiento de Santa Juana de Arco
“En mi tierra me decían Jeannette” por Régine Pernoud
Domrémy, el poblado donde
cercana a Domrémy, donde En realidad, las fechas además se encuentra la iglesia nace Juana de Arco, se entodavía están algo principal que agrupa las dos cuentra “en las fronteras” de indefinidas cuando parroquias: “Jeannette (…) Lorena, es decir, en el límite nace Juana, es decir, fue bautizada en la iglesia de entre Barrois y esa provincia muy probablemente en Saint-Rémy, parroquia de ese de Lorena, casi independiente el año 1411 o tal vez en lugar. Su padre se llamaba en esa época, lo que motivará 1412, y de acuerdo con la Jacques d’Arc y su madre Isael apodo de “Juana la buena tradición en la noche de bellette, en vida labradores en lorenesa” en el famoso poeEpifanía, o sea, Domrémy (…). Eran buenos y ma de François Villon. En el 6 de enero. fieles católicos y buenos labrarealidad, las fechas todavía dores, de buena reputación y están algo indefinidas cuando nace Juana, es decir, muy probablemente en el honesta conversación (…) Yo mismo fui uno de año 1411 o tal vez en 1412, y de acuerdo con la los padrinos de Juana”. La gente de Domrémy también es interrogatradición en la noche de Epifanía, o sea, el 6 de enero. En su interrogatorio en Rouen, después da en el mes de enero de 1456 sobre la heroína de declarar que dirá gustosa bajo juramento entonces famosa en todo el mundo conocido. todo lo concerniente a ellos, Juana nombrará La vieron vivir y vivieron junto a ella durante a su padre y su madre: “Mi padre se llamaba dieciséis a diecisiete años, es decir, la mayor Jacques d’Arc y mi madre Isabelle”. Luego, en parte de la existencia de “Jeannette”, fallecida el curso del proceso, que siempre se denomina a los diecinueve años. Se esperaría escucharla “de rehabilitación”, varios testigos interrogados evocar algunos rasgos que permitieran presenen Domrémy darán cuenta también de sus tir su prodigiosa vocación. ¿Era batalladora? orígenes, su nacimiento y su bautizo, entre ¿Un “marimacho”? ¿De inquietante vivacidad? Decepción. Para la gente de Domrémy, Jeanotros Jean Moreau, padrino suyo, un labrador (campesino) de Greux, población muy nette era “como todos”. “Trabajaba gustosa, se
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«El último descendiente legítimo de los Plantagenet deseaba lograr victorias propias en Francia para consolidar su trono, aprovechando para eso el desconcierto de un país cuyo soberano, Carlos VI, se había vuelto loco, lo cual suscitaba en torno al mismo todo tipo de ambiciones.»
ocupaba de la comida de los animales; se hacía cargo gustosa de los animales, de la casa de su padre, hilaba y hacía las tareas de la casa”, declara uno de sus compañeros de infancia, Colin, hijo de Jean Colin. “Hasta el momento en que dejó la casa de su padre, iba al arado y a veces vigilaba los animales en el campo y hacía las labores de mujer, hilar y todo lo demás”, dice su padrino ya citado. “La casa de mi padre era casi contigua a la de Jeannette –cuenta su amiga Marguerite, de sobrenombre Mengette—. Y yo conocía a ‘Jeannette, la Doncella’ porque a menudo hilaba junto con ella y hacíamos juntas las otras tareas de la casa, de día y de noche”. Hauviette, otra amiga, bien conocida por los poemas de Péguy, señala: “Juana era una chi-
ca buena, sencilla y suave. Iba a menudo a la iglesia y a los lugares sagrados (…) Se ocupaba como las demás jóvenes, hacía los trabajos de la casa e hilaba, y a veces, como he visto, vigilaba los rebaños de su padre”. Un rasgo indicado por todos: “Juana iba gustosa a la iglesia y frecuentaba los lugares sagrados”. Eso también lo dice Michel Lebuin, uno de sus compañeros, y como él todos confirman su piedad: “Juana tenía buena conducta, era devota, paciente, iba gustosa a la iglesia, gustosa se confesaba y daba limosna a los pobres cuando podía”. En el curso de las evocaciones, una palabra se repite permanentemente: “gustosa”… “Trabajaba gustosa, se ocupaba gustosa de los animales, iba a menudo y gustosa a la iglesia
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Los borgoñones se declararon a favor del ocupante, ya que en ese momento Francia es un país conquistado desde Normandía hasta el Loira, a partir del desastre de Azincourt, en 1415 (Juana tenía entonces tres años).
«Régine Pernoud, ilustre medievalista francesa, fue miembro del Consejo de Humanitas desde la fundación de la revista hasta su fallecimiento el año 1998. En la fotografía junto al director de Humanitas en el frontis de la catedral de Chartres en 1996».
y a los lugares sagrados, daba gustosa y por amor a Dios lo que tenía… Gustosa. Gustosa”. Eso refleja un dinamismo y una alegría que ciertamente parecen haber caracterizado a Juana en toda su existencia. En cuanto a la participación en los hechos que en ese momento afligen a todo el país, también nos llega un eco. La división entre armagnacs y borgoñones se siente, en efecto, hasta esas regiones fronterizas. Después de hacerlo su duque, los borgoñones se declararon a favor del ocupante, ya que en ese momento Francia es un país conquistado desde Normandía hasta el Loira, a partir del desastre de Azincourt, en 1415 (Juana tenía entonces tres años). Enrique V, el rey de Inglaterra, prosiguiendo con la política de su padre, que destronó e hizo morir a Ricardo II, el último descendiente legítimo de los Plantagenet, deseaba lograr victorias propias en Francia para
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consolidar su trono, aprovechando para eso el desconcierto de un país cuyo soberano, Carlos VI, se había vuelto loco, lo cual suscitaba en torno al mismo todo tipo de ambiciones y rivalidades. Aquellas que hacían enfrentarse unos contra otros a los duques de Borgoña y a los príncipes de Orleans ya habían provocado el asesinato del príncipe Luis de Orleans, hermano del rey, caído el 23 de noviembre de 1407 bajo el puñal de asesinos a sueldo contratados por su primo Juan sin Miedo. Con la invasión, éste se había declarado a favor del inglés, mientras los partidarios de la casa de Francia se reagrupaban bajo la enseña de los Armagnacs, apellido del suegro de Carlos, hijo de Luis de Orleans. El nombre “Armagnacs” destaca la fidelidad y el apoyo constante del sur de Francia al oponerse a los invasores permaneciendo fiel a la dinastía legítima. Y si bien nadie en Domrémy podía imaginar que esas luchas sangrientas algún día serían encarnadas y emprendidas por “Jeannette”, por lo menos se sentían en esas regiones lejanas los contragolpes de la guerra: la gente de Domrémy en general se había declarado a favor del rey de Francia, mientras en la cercana aldea de Maxey los campesinos se sentían “borgoñones”, lo cual prueba que en Francia la división era profunda hasta en los caseríos más pequeños. Así nacían las disputas de las cuales se regresaba “a veces
Santa Juana de Arco en palabras de Benedicto XVI Párrafos de la Catequesis de S.S. Benedicto XVI dedicada a la figura de Juana de Arco, copatrona de Francia junto con Teresa de Lisieux, pronunciada durante la Audiencia General de los días miércoles. 26.I.2011. (Para leer el discurso completo ver Humanitas 62, sección Palabra del Papa, pág. 340) *** Uno de los aspectos más originales de la santidad de esta joven es precisamente este vínculo entre experiencia mística y misión política. Tras los años de vida oculta y de maduración interior sigue el bienio breve, pero intenso, de su vida pública: un año de acción y un año de pasión. *** A diferencia de los santos teólogos que habían iluminado la Universidad de París, como san Buenaventura, santo Tomás de Aquino y el beato Duns Scoto, (…) estos jueces son teólogos a los que faltan la caridad y la humildad de ver en esta joven la acción de Dios. Vienen a la mente las palabras de Jesús según las cuales los misterios de Dios se revelan a quien tiene el corazón de los pequeños, mientras que permanecen escondidos a los doctos y sabios que no tienen humildad (cfr. Lc 10, 21). Así, los jueces de Juana son radicalmente incapaces de comprenderla, de ver la belleza de su alma: no sabían que condenaban a una Santa. *** La liberación de su pueblo es una obra de justicia humana, que Juana cumple en la caridad, por amor a Jesús. El suyo es un bello ejemplo de santidad para los laicos que trabajan en la vida política, sobre todo en las situaciones más difíciles. La fe es la luz que guía ante cada elección, como testificará un siglo más tarde otro gran santo, el inglés Tomás Moro. *** En Jesús, Juana contempla también la realidad de la Iglesia, la “Iglesia triunfante” del Cielo, y la “Iglesia militante” de la tierra. Según sus palabras “es un todo Nuestro Señor y la Iglesia” (ibid., p. 166). Esta afirmación, citada en el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 795), tiene un carácter verdaderamente heroico en el contexto del Proceso de Condena, frente a sus jueces, hombres de la Iglesia, que la persiguieron y la condenaron. *** Este proceso es una página conmovedora de la historia de la santidad y también una página iluminadora sobre el misterio de la Iglesia, que, según las palabras del Concilio Vaticano II, es “al mismo tiempo santa y siempre necesitada de purificación” (LG, 8). Es el encuentro dramático entre esta Santa y sus jueces, que son eclesiásticos.
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Casa de Jeanne en Domrémy.
bien herido y sangrante”. Mosa, cuyo apacible flujo Si bien nadie en Domrémy Por lo demás, no faltan episólo rompen las diversiones podía imaginar sodios guerreros y a la misma de la juventud de la región, que esas luchas Juana —a los catorce o quince en primavera, por ejemplo, sangrientas algún años de edad, puesto que eso cuando cesa de caer la nieve día serían encarnadas ocurre en el año 1428— se y los árboles reverdecen. Así, y emprendidas por la llevarán, en el éxodo de el cuarto domingo de Cuares“Jeannette”, por lo la gente de Domrémy y de ma, en que se canta “Laetare menos se sentían en esas la aldea cercana de Greux Jerusalem” al acercarse las regiones lejanas los hacia Neufchâteau, la ciudad fiestas pascuales, las jóvenes contragolpes fortificada más cercana, a la y los jóvenes van a bailar de la guerra cual todos —animales y pery cantar junto al hermoso sonas— se dirigen con gran árbol llamado “el Árbol de prisa, ya que se han enterado las Damas” o “Árbol de las de que la poderosa fortaleza de Vaucouleurs, Hadas”. Llevan panes y nueces para comer cuyo capitán, Robert de Baudricourt, apoya bajo el árbol, y van a beber a una fuente, la al rey de Francia, será sitiada por el gober- fuente de Rains, cuya agua, según dicen, nador de Champagne, pagado por el duque trae la salud. Es una fiesta tradicional cuyos de Borgoña, Antoine de Vergy. “Todos los orígenes se remontan a un lejano folclor. habitantes de Domrémy huyeron —dice un Al parecer, y a pesar de ese entusiasmo testigo, el cura de una parroquia vecina lla- personal que la lleva a hacer todo “gustosamado Dominique Jacob—, llegaron hombres mente”, Jeannette ha participado poco en esas armados a Neufchâteau y entre ellos llegó distracciones inocentes. “Ahí más canté que también Jeannette, con su padre y su madre, bailé”, dice después de una evocación llena de y siempre en compañía de ellos”. frescura y poesía de las distracciones primaEso ocurre en el calmo paisaje del río verales de su país.
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En realidad, en esa infancia “como todas” cuanto a su persona sino de Dios mismo. Es ocurrió algo que ella misma cuenta con gran la respuesta, a través del tiempo, de la virgen sencillez: “Al llegar más o menos a los trece consagrada, desde la Iglesia primitiva, cuando años, tuve una voz de Dios ayudándome en Inés, Cecilia y Anastasia preferían exponerse al mi comportamiento. Y la primera vez me dio fuego del verdugo o al diente de las bestias en mucho miedo. Y esa voz llegó durante el ve- el anfiteatro que traicionar el don completo de rano, en el jardín de mi padre, alrededor del su persona hecho a Dios, el único por el cual mediodía (…). Escuché venir la voz del lado se sabían llamadas. derecho, hacia la iglesia. Y rara vez la escucho En el ambiente de Juana, una persona sin claridad. Esta claridad viene del mismo presintió su singular destino: su padre. “Mi lado donde se oye la voz. Hay normalmente madre me dijo varias veces –declara ella— una gran claridad (…). Después de escuchar que mi padre le había dicho que soñó que yo, tres veces esa voz, comprendí que era la voz Juana, su hija, me iría con gente armada (…). Y de un ángel (…). Me enseñó a conducirme escuché decir a mi madre que mi padre decía bien, a frecuentar la iglesia. Me dijo que era a mis hermanos: “En realidad, si supiera que preciso que yo, Juana, viniera a Francia…”. debe suceder lo que temo en relación con mi Responde enseguida las preguntas que se hija, preferiría que ustedes la ahoguen. Y si no le hacen: “La primera vez lo hicieran ustedes, yo mismo dudé mucho si era San Mila ahogaría”. Es un sueño pre“Lo vi varias veces antes guel quien venía a mí, y esa monitorio que Jacques d’Arc de saber que era San primera vez t uve muc ho sólo podía interpretar en el Miguel… Ante todo me miedo. Y luego lo vi varias peor sentido: su hija Juana decía que fuera buena veces antes de saber que era iba a ser de esas jóvenes que niña y Dios me ayudaría, San Miguel… Ante todo me siguen a los ejércitos. Además, y entre otras cosas me decía que fuera buena niña el padre y la madre deben pidió venir en auxilio y Dios me ayudaría, y entre haber experimentado una sadel rey de Francia… Y otras cosas me pidió venir en tisfacción al enterarse de que el ángel me hablaba de auxilio del rey de Francia… habían pedido a su Jeannette la pena que había en el Y el ángel me hablaba de la en matrimonio. Era un pretenreino de Francia”. pena que había en el reino diente muy pronto furioso por de Francia”. ser rechazado, que la citó ante “Unos trece años”, dice ella haber tenido el oficial de Toul, pretendiendo que ella le había evocando ese llamado. Así, la primera visión prometido esponsales, lo cual en esa época se debió aparecer en 1424 o 1425. La mantendrá consideraba un verdadero compromiso. Fue un en secreto, sin hablar con nadie, hasta 1428, episodio pasajero que no dejó gran huella en el cuando, no resistiendo más, vendrá al encuen- espíritu de Juana: “Él me hizo citar, y ahí juré tro, en Vaucouleurs, del capitán Robert de ante el juez decir la verdad. Y al final confeso él, Baudricourt, quien defiende obstinadamente dijo claramente que yo no había hecho promesa su fortaleza en nombre del rey de Francia. alguna a ese hombre”. Y Juana agrega que apenas escuchó la voz, Juana es ciertamente una joven como todas, “prometió conservar su virginidad tanto capaz como las demás de inspirar el amor, pero tiempo como quisiera Dios”. Es una respuesta decidida, en cuanto a sí misma, a no entregarse espontánea al llamado de Dios: permanecerá a nadie. El llamado que escuchó la consagra virgen, autónomamente, no dependiendo en únicamente al servicio de Dios.
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El reciente descubrimiento de 29 homilías de Orígenes por Samuel Fernández Pbro.
«Exterior del códice bizantino, Monacensis Gaecus 314,del siglo XII. La inscripción dice simplemente ΟΜΙΛΙΑΙ ΕΙΣ ΨΑΛΤΗΡΙΟΝ (Homilías sobre el Salterio), sin señalar al autor».
El descubrimiento no tuvo lugar en las cálidas
arenas de Egipto, como sucedió en agosto de 1941, en la localidad de Tura, a unos 15 kilómetros del Cairo, cuando se descubrió un fondo de papiros que contenían textos de Orígenes y de otros autores, desconocidos hasta ese momento, sino que fue al interior de una biblioteca alemana donde salieron a la luz 29 homilías de Orígenes, en su original griego, que hasta el momento permanecían inadvertidas. «Orígenes de Alejandría es una de las personalidades determinantes para todo el desarrollo del pensamiento cristiano», afirmó el Papa Benedicto XVI, y agregó que el maestro alejandrino llevó a cabo, en la historia de la teología y del pen-
samiento cristiano, «un cambio irreversible»1. Estas significativas palabras son suficientes para indicar la gran relevancia que tiene Orígenes (185-254) para la tradición cristiana y, a la vez, la importancia del descubrimiento de estas 29 homilías, hasta ahora desconocidas.
Circunstancias del descubrimiento No es fácil encontrar un nombre para describir este acontecimiento: no se trata de un descubrimiento, porque el manuscrito se encontraba dentro de una biblioteca, estaba catalogado y —lo más sorprendente— estaba digitalizado y disponible en internet, con acceso libre, de
1 Benedicto XVI, Audiencia general, miércoles 25 de abril de 2007.
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modo tal que hace años cualquier usuario de La novedad surgió en la mañana del juela red podía ver en alta resolución, y de modo ves santo de este año, cuando Marina Molin gratuito, cada página del manuscrito. Pero es Pradel se percató, poco antes del cierre de la muchísimo más que la simple identificación de biblioteca, que en el códice 314 se encontraba un texto, porque el documento había permane- el original griego de algunas homilías de cido inadvertido para la comunidad científica Orígenes, conservadas en la traducción latina y, en especial, para los estudiosos de Orígenes. de Rufino de Aquileya (realizada a inicios del ¿Cómo se produjo el hallazgo? La Bayerische siglo V). La estudiosa debió esperar varios StaatsBibliothek, situada en Múnich, encargó a días sin poder confirmar su hallazgo, hasta una paleógrafa italiana, Marina Molin Pradel, que después de la Semana Santa, continuanla elaboración de un nuevo do su trabajo, verificó este catálogo de los manuscritos de importante descubrimienEl manuscrito se la biblioteca2. Estos manuscrito. Luego, el patrólogo de encontraba dentro de tos contaban con un catálogo Bologna, Lorenzo Perrone, una biblioteca, estaba anterior, estaban disponibles como experto en Orígenes, catalogado Pero es para la consulta de los estufue llamado a confirmar la muchísimo más que la diosos e incluso podían ser autenticidad de las homilías simple identificación examinados por internet. Tal recién identificadas. de un texto, porque como suele suceder en este La autoría origeniana del el documento tipo de bibliotecas, se conserdocumento está fuera de había permanecido van algunos manuscritos de cualquier duda razonable, inadvertido a la los cuales se desconoce su auporque de las 29 homilías comunidad científica tor. En este caso particular, se en griego, contenidas en el y, en especial, a los trataba del Codex Monacensis códice, cuatro de ellas eran estudiosos de Orígenes. Graecus 314, un códice del siglo conocidas por medio de la XII, que arribó posiblemente traducción latina de Rufino de Constantinopla a Venecia en el siglo XV y, además, se reconocieron algunos pequeños o XVI, y que después de pertenecer a un rico fragmentos de estas homilías, que se conocían banquero alemán, Johann Jakob Fugger (+1575), por medio de breves citas en obras de otros y a Alberto V de Baviera, llegó a la Biblioteca autores antiguos. Todo esto, más el inconfunde Múnich. El exterior del códice indica sim- dible estilo para comentar la Escritura alejan plemente ΟΜΙΛΙΑΙ ΕΙΣ ΨΑΛΤΗΡΙΟΝ (Homilías toda duda acerca de la autenticidad de estos sobre el Salterio) y en su interior dice Homiliae nuevos textos exegéticos. in Psalterium, incerti auctoris. ¿Qué había pasaNo deja de sorprender que, ya en pleno do? No se puede saber con certeza, pero en el siglo XXI, un descubrimiento de esta magambiente bizantino, un ámbito teológicamente nitud haya sido realizado al interior de una adverso a Orígenes, es posible que el códice biblioteca alemana, dotada de recursos y haya sido copiado ex profeso sin el nombre de alta tecnología. Tal como lo afirmó el de su autor: así se conservaba el tesoro de las gran patrólogo italiano Manlio Simonetti en homilías y se evitaban los conflictos. De este L’Osservatore Romano, este hallazgo aviva la modo, pasaron varios siglos en que nadie se esperanza de que las grandes bibliotecas aún interesó por estudiar estas homilías. puedan reservar grandes sorpresas. 2 Los datos del hallazgo y del manuscrito están tomados de una conferencia aún no publicada de L. Perrone, Rediscovering Origen Today: First Impressions of the New Collection of Homilies On the Psalms in the Codex Monacensis Graecus 314 (pro manuscripto).
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El corazón de la obra de Orígenes radica en sus trabajos de interpretación bíblica, marcados por una particular preocupación por la letra del texto como punto de partida de la exégesis espiritual. Nacido en torno al año 185, en Alejandría, desde su infancia fue ejercitado en la lectura de la Biblia por su padre, el mártir san Leónidas. Orígenes (185-254).
La obra origeniana en su contexto El corazón de la obra de Orígenes radica en sus trabajos de interpretación bíblica, marcados por una particular preocupación por la letra del texto como punto de partida de la exégesis espiritual. Nacido en torno al año 185, en Alejandría, desde su infancia fue ejercitado en la lectura de la Biblia por su padre, el mártir san Leónidas. Entonces, en la sociedad alejandrina del siglo III, se producía un rico intercambio entre las élites intelectuales helenísticas, los doctores gnósticos y marcionitas, los judíos helenizados, los cristianos simples, los judeocristianos, etc., todo esto, a veces, marcado por las tensiones de la persecución. Mientras un filósofo anticristiano, Celso, afirmaba que entre los cristianos se decía «No investigues, sino cree»; «mala cosa es la sabiduría de este mundo; pero buena es la necedad»; «¡cree si quieres salvarte, o márchate!»3, Orígenes, en cambio, se comprometía con la tarea cultural de mostrar que la fe cristiana es la más alta
sabiduría. Por eso luchaba con fuerza contra la fe irreflexiva de muchos cristianos que, por una parte, impedía a los griegos ilustrados adherir al cristianismo y, por otra, había impulsado a algunos católicos a unirse a las sectas gnósticas, donde creían encontrar una fe más compatible con la razón. Eusebio de Cesarea relata los logros del maestro: «Muchas personas instruidas, al extenderse a todas partes la fama de Orígenes, acudían también a él con el fin de experimentar la pericia de este hombre en las doctrinas sagradas. Y miles de herejes y no pocos filósofos de los más señalados se adherían a él con afán»4. Así, muchos gnósticos y filósofos griegos fueron acercados a la Iglesia Católica por las lecciones de Orígenes. Algunos de ellos adhirieron incluso hasta el martirio: «Los que procedían de la ilustración y de la filosofía, poco a poco se iban sometiendo a la enseñanza que él daba, y tan sinceramente recibieron de él en el fondo de sus almas la fe en la palabra divina, que también ellos sobresalieron en el momento de la persecución de entonces, de manera que algunos incluso fueron detenidos y acabaron en el martirio»5.
3 Estos textos están transmitidos por Orígenes, en Contra Celso, III,75; I,9; VI,11. 4 Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, VI,18,2 (BAC 350, p. 380). 5 Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, VI,3,13 (BAC 350, pp. 357-358).
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En este contexto, el doctor alejandrino siquiera del más injusto de los hombres». elabora una teología que busca responder Este tipo de fe irreflexiva espantaba a los más ante múltiples desafíos: mostrar que la razón inquietos. En este contexto, Orígenes justifica no es incompatible con la fe, ante las críticas su labor intelectual: de los sabios griegos; afirmar la unidad de la «Si nosotros calláramos, sin presentar contra historia de salvación y del género humano, los gnósticos las doctrinas verdaderas y salante los gnósticos; indicar la relevancia del víficas, ellos se apropiarán de las almas más libre albedrío contra el determinismo ya sea inquietas (lit. golosas), que por falta de aliastral o gnóstico; demostrar la continuidad mento salvífico se lanzan ávidamente sobre los entre Antiguo y Nuevo Testamento, ante los alimentos prohibidos» (Com. Jn., V, fr. VIII). marcionitas; defender la realidad humana de Jesús, el hijo de María, Este texto refleja la preen contra de los docetistas; El núcleo de la tarea ocupación pastoral que imhacer ver la novedad de Jesuteológica de Orígenes pulsa a Orígenes a elaborar cristo, frente a los judeocrisestá descrito en el una exposición del cristiatianos y ebionitas; y señalar Comentario a Juan, nismo intelectualmente resla necesidad del progreso cuando afirma que ponsable, para que los de espiritual y de profundizar los intelectualmente mentalidad más inquieta en la Escritura, ante los crismás inquietos de (las almas golosas) no tertianos simples, para evitar Alejandría, al no contar minen comiendo alimentos una fe irref lexiva. Todos con una presentación prohibidos (las doctrinas estos complejos desafíos, enracionalmente gnósticas). Un interesante frentados simultáneamente, adecuada de la fe texto contenido en una de las probaron a fuego una teolocristiana y al no nuevas homilías muestra que gía que debió responder de poder soportar una la tarea cultural de Orígenes modo simple y radical a los fe irreflexiva (αλογος dio sus frutos: mientras el problemas fundamentales πιστις), han abandonado Comentario a Jua n, obra del hombre frente a Dios. la Iglesia y han temprana, refleja un ambienEl núcleo de la tarea teoaceptado las doctrinas te cultural dominado por lógica de Orígenes está desgnósticas. los gnósticos, estas nuevas crito en el Comentario a Juan, homilías, que provienen del cuando afirma que los intelectualmente más inquietos de Alejandría, al tiempo de la madurez de Orígenes, muestran no contar con una presentación racionalmente el cambio que se había producido durante adecuada de la fe cristiana y al no poder aquellos años: soportar una fe irreflexiva (αλογος πιστις), «Y sabemos esto por experiencia: en nuestra han abandonado la Iglesia y han aceptado temprana edad florecían las herejías y palas doctrinas gnósticas. Por ello, el mismo recían muchos los que se reunían en torno Orígenes se queja de la falta de interés de los a ellas. Todos los que eran inquietos (lit. cristianos más simples por profundizar su golosos) por las enseñanzas de Cristo, al no fe, negligencia que los lleva a pensar acerca encontrar maestros adecuados en la Iglesia, de Dios «cosas que no se podrían pensar ni
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el Evangelio auténtico es más atrayente y más consistente, también desde el punto de vista intelectual, que las herejías. Esperamos que en poco tiempo podamos contar con la edición integral de estas homilías, que está siendo preparada por un grupo de estudiosos italianos, de modo que puedan ser leídas completas, lo que seguramente iluminará muchos puntos de la teología de Orígenes, así como de la teología actual. Pues, sin duda, la teología origeniana, elaborada en medio de tantos Un interesante texto desafíos, enfrentados por su contenido en una de autor con profundidad y gelas nuevas homilías nialidad, sigue siendo una de muestra que la tarea las más atrayentes y fecundas cultural de Orígenes de la teología cristiana y, por dio sus frutos: mientras lo tanto, una luz para nuesel Comentario a tros tiempos. Se comprende Juan, obra temprana, así la exhortación final que refleja un ambiente dirigió el Papa Benedicto cultural dominado XVI en la citada audiencia: por los gnósticos, estas «Os invito a acoger en vuestro nuevas homilías, que corazón la enseñanza de este provienen del tiempo de gran maestro en la fe, el cual nos la madurez de Orígenes, recuerda con entusiasmo que, en muestran el cambio la lectura orante de la Escritura que se había producido y en el compromiso coherente durante aquellos años: de la vida, la Iglesia siempre se renueva y rejuvenece».
a causa del hambre [de doctrina] imitaban a los que, en una hambruna, comen carne humana. Ellos se separaron de la doctrina sana y se adhirieron a cualquier doctrina y se reunieron en escuelas. Pero cuando la gracia de Dios hizo brillar una enseñanza más abundante, día tras día las herejías decayeron y sus supuestas secretas doctrinas fueron puestas a la luz y denunciadas como palabras blasfemas, impías y ateas» (Hom. Sal., 77, f. 233r). Tal como lo había señalado en el Comentario a Juan, la fa lta de maest ros que pudieran ofrecer un cristianismo armónico con la razón humana había sido la causa del auge de las herejías. Por el contrario, la decadencia de las herejías provino de la presentación de la enseñanza auténtica del Evangelio, suscitada por la gracia de Dios. Estos párrafos, de alg ú n modo, describen la vida de Orígenes, que no sólo ha sido testigo, sino impulsor de este proceso. Así, se confirma la convicción origeniana de que
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Educación y Universidad por Juan de Dios Vial Larraín
«Chile puede enorgullecerse de haber tenido Universidad ya en el siglo XVII, aunque el Reino de Chile pudo gloriarnos de la de Salamanca o de Alcalá. En todo caso podemos mirar con republicana satisfacción a la Universidad de Chile, que fue la de Bello. Esa Universidad fue el foco de una cultura nacional y de una sociedad abierta al saber. Por mucho tiempo ni siquiera ejerció docencia, pero sí investigó científicamente y cumplió una elevada función social».
La educación es el rito de una cultura en la que un cuerpo social se instala históricamente. Ella va a decidir el paso de las generaciones y a renovar la identidad y la vigencia de una forma de vida en la que una nación se reconoce. Eminentemente es una faena espiritual. De ninguna manera una narración ideológica, o una estrategia política o una estructura mecánica a la que uno haya de ceñirse. La educación es vida histórica, juego de la libertad en el destino del hombre. Un primer momento del proceso educativo corre a cargo del mundo en torno, del hogar, HUMANITAS Nº 68 pp. 735 - 739
del paisaje nativo, de la vida misma. Las primeras experiencias, las inclinaciones naturales, los sentimientos elementales, ahí brotan, y se siembran. Esta dimensión inolvidable de la infancia estará siempre latente en la edificación del ser personal. La infancia es un nuevo código genético. A partir de ese momento inicial de la vida y en el curso de dos décadas, se suceden tres etapas rígidas del sistema educativo. A la primera vagamente se la ha llamado preescolar, definiéndola, pues, en función de la etapa siguiente, no de sí misma. De la segunda
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se ha dicho que es secundaria, una palabra cultura universal que trata de la educación, úlentre numérica y peyorativa. Prefiero la de timamente arraigada en el saber del alma. Las mi tiempo: Humanidades. Ambas deberían ideas griegas van a culminar, en la Edad Media conducir a la Universidad, a estudios ahora cristiana, con la fundación de la Universidad, de la que Santo Tomás de Aquino es un emblellamados superiores. Una vía que de lo previo pasa a lo secun- ma. En ella surge el conflicto entre la Facultad dario para saltar a lo superior, resulta poco de Artes, que es prácticamente la institución atrayente. Casi el itinerario pedagógico al que educativa nacional, que imparte el trivio y el cuadrivio, es decir, las disciuno pareciera estar condenaplinas del lenguaje y de las do. No algo que se disfruta. La educación es el rito matemáticas y las Facultades En la educación ha de hacerse de una cultura en la profesionales que incluyen la camino al andar, como decía que un cuerpo social se Medicina, el Derecho y la Teoel poeta Machado. Y esto instala históricamente. logía. El Renacimiento intentó reclama una íntima energía Ella va a decidir el paso restaurar filológicamente las espiritual que imprima en el de las generaciones y formas clásicas de la cultura alma la figura duradera de una a renovar la identidad griega y latina. Y en el mundo vida personal. y la vigencia de una moderno la Universidad de Una expresión, esta vez forma de vida en la que Humboldt y la de Napoleón excelente, que en los últimos una nación se reconoce. plantean tesis distintas. El tiempos se ha escuchado, Eminentemente es una primero, dentro de la deriva parece entrar a pensar en esa faena espiritual. De del idealismo alemán del que dirección: se habla de calidad ninguna manera una Kant y Hegel son figuras emde la educación. Pero ¿cuál narración ideológica, o blemáticas, concibe la Univeres su significado, cuáles sus una estrategia política sidad como el centro de una recursos, su estilo? ¿Se ha o una estructura cultura del espíritu, del cual reflexionado, acaso, sobre mecánica a la que la técnica está excluida. Para esto? Porque no se trata de uno haya de ceñirse. ser alojada en otra institución improvisar palabras, que pueLa educación es vida que se definirá como técnica. den tornarse lemas vacíos. Ni histórica, juego de la La escisión, sin embargo, no de caer en la falacia, a la que libertad en el destino resiste el tiempo y tanto en nos acostumbrara el marxisdel hombre. Alemania como en los Estamo, de confiar demasiado en dos Unidos las instituciones infraestructuras, porque de ellas todo se generaría. Argumento endeble, técnicas vuelven al redil, convertidas en Unientre evolucionista y voluntarista. Un proyec- versidades de primera magnitud. Hay en eso to nacional de educación debe tener una idea una fuerza gravitacional muy significativa. A inspiradora de fondo. Sin ella se tantea, se dan su vez Napoleón, fastidiado con los ideólogos de la Sorbonne, clausura la Universidad de Papasos de ciego. En la historia de nuestra cultura la edu- rís e intenta sustituirla con Les Grandes Ecoles cación ha sido asunto de gran envergadura de sentido puramente profesional que, una y trascendencia. Basta rememorar el famoso vez más, recuperan en su respectivo ámbito el diálogo que Platón escribió en el siglo IV antes tradicional estilo. Hoy Platón, la Universidad medieval o de Cristo, y que lleva como título La República, texto clásico del pensamiento filosófico y de la renacentista, la de Humboldt o Napoleón, no
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bastan. Han surgido situaciones nuevas a lo solo fabrican espuma; invaden la intimidad menos en tres ámbitos: el de la demografía, ajena, pero nos hunden en la ignorancia de el de la tecnología y el de la epistemología. nosotros mismos. Miremos, por último, aunque sea por el El crecimiento demográfico, el notable desarrollo tecnológico y la indefinida expansión ojo de la llave, el mundo de las ciencias. En de las formas del saber científico conmueven, la época moderna, las ciencias son el sistema desperfilan y confunden la gran empresa de nervioso de la educación. Sus conceptos artila educación nacional, prácticamente por culan lo que sería la totalidad del saber; pero todo el mundo. Demos una mirada a estas montados a veces sobre hipótesis que tardan siglos en reconocerse que son nuevas circunstancias. falsas. Su complejidad es hoy Ortega y Gasset bautizó A las técnicas enorme y confusa. Esos faros a la primera la “rebelión de industriales del de la educación parpadean. las masas”. Desde Malthus, siglo XIX siguen las La física reconoce hoy una la explosión demográfica llede la sociedad del materia oscura de infinitas divaría a la sociedad humana, conocimiento, que son mensiones, unos hoyos negros caminando por sus propios principalmente técnicas capaces de aniquilarlo todo, pies, en dirección al precipide la comunicación. inclusive la luz, una disparada cio. Una de las pocas voces Ellas parecen venir expansión del universo, una optimistas que recuerdo fue como anillo al dedo partícula que recién daría la de Teilhard de Chardin, un para la educación. Pero la clave de la masa de otras verdadero místico de la dinálo que han logrado partículas, es decir, de la mamica social, un creyente en la fabricar, hasta teria en el universo. El cerebro dignidad del hombre. Pues ahora, es, más bien, humano, órgano capital de bien, este fenómeno social una fantástica selva nuestra vida, profusamente invasivo busca, muy legítimaartificial, un mundo explorado en los campos de la mente, justificarse a través de virtual al que los niños biología y la medicina desde la educación e integrarse así a son quienes mejor se los materialistas de fines del las jerarquías de la sociedad. ajustan, lo que resulta siglo XIX, hasta un Cajal y un Con la técnica ocurre algo muy sugestivo.(…) Eccles en el siglo XX, mantiene similar. A las técnicas indussu incógnita principal: ¿qué es triales del siglo XIX siguen las de la sociedad del conocimiento, que son el pensamiento, la inteligencia y el alma huprincipalmente técnicas de la comunicación. mana, un producto del cerebro o un espíritu? Ellas parecen venir como anillo al dedo para El teorema de Gödel, en la lógica matemática, la educación. Pero lo que han logrado fabri- ha mostrado el carácter indecidible de los siscar, hasta ahora, es, más bien, una fantástica temas deductivos, de cuyo cuerpo no resulta selva artificial, un mundo virtual al que los posible eliminar la contradicción. Einstein niños son quienes mejor se ajustan, lo que llegó a llamar a las leyes de la Naturaleza los resulta muy sugestivo. Estas técnicas pueden pensamientos de Dios. En el mundo humano y demasiado en algunos campos superfluos, y social, la situación es más grave. Si en el campo demasiado poco en otros esenciales. En ellas de las ciencias naturales y matemáticas se está todo pareciera quedar a la vista de todos; los ante preguntas bien planteadas, en lo que toca saberes que forjan presumen de exhaustivos, a la estructura de la sociedad humana, nos pero con mucha frecuencia están huecos y hallamos más bien ante respuestas fatigadas,
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que se leen en libros del siglo XVIII, La riqueza voluntad correccional, en el escenario de una de las naciones de Adam Smith, que orienta la política entre odiosa y gastada, para responder economía y del siglo XIX; El Capital de Marx, a un pliego de peticiones incoherente y, aun, que impregnó las política del siglo pasado. Osci- mal intencionado. A la hora de justificar en profundidad ese lamos, pues, entre la mano invisible y el partido comunista. Finalmente en el campo religioso, en género de medidas, de darles un sello ético, buena medida la ausencia de Dios de una parte todos coinciden en traer para su lado una pade la humanidad, la abandona a vivir de leyes labra que Aristóteles proponía para humanizar abstractas, como quería Kant, o del desarreglo la justicia: equidad. Noble palabra, pero que no habla de educación. Si se eliminara toda de los sentidos, que predicaba Rimbaud. Pero si la Universidad Adolfo Ibáñez me injusticia en un estado equitativo, el problema de la educación pudiera ni ha hecho el honor de invitarsiquiera haberse planteado. me a este encuentro sobre la (…) Estas técnicas pueden La equidad misma puede ser educación y la universidad, demasiado en algunos convertida en remedio para no podría, en las actuales circampos superfluos, todos los males y, en su uso incunstancias en nuestro país, y demasiado poco en discriminado, no pasar de ser quedarme en consideraciones otros esenciales. En una cataplasma ideológica. pertenecientes a la historia ellas todo pareciera Chile puede enorgullecerse del problema, pese a que quedar a la vista de de haber tenido Universidad tampoco sería correcto ignotodos; los saberes que ya en el siglo XVII, aunque el rar los hilos que entretejen forjan presumen de Reino de Chile pudo gloriarhistóricamente el problema, exhaustivos, pero con nos de la de Salamanca o de creyéndose el buen salvaje mucha frecuencia están Alcalá. En todo caso podede Rousseau. Otra manera de huecos y solo fabrican mos mirar con republicana eludir la cuestión es hundirla espuma; invaden la satisfacción a la Universidad en las aguas estancadas de la intimidad ajena, pero nos de Chile, que fue la de Bello. guerrilla política, en la incahunden en la ignorancia Esa Universidad fue el foco pacidad de decir algo que no de nosotros mismos. de una cultura nacional y de sea sumarse al coro disonanuna sociedad abierta al saber. te que hoy se escucha. Temo que el peso de la noche, del que hablan Por mucho tiempo ni siquiera ejerció docencia, nuestros historiadores, se haya descargado por pero sí investigó científicamente y cumplió una una centuria sobre la educación nacional. Hoy, elevada función social. Permítaseme ir más allá y sin ser ni pelo que se advierte, es un vago utopismo, o un conservantismo pragmático. Pedir a la vez la dagogo, ni sociólogo, ni político, aventurar condonación de una deuda y la sustitución del algunas opiniones de aficionado, de buen modelo económico mundial resulta ridículo. salvaje quizá, encarando las etapas que antes Tampoco limitarse a reordenar unas piezas y distinguí en nuestro sistema educacional. barajar el naipe está a la altura del problema. Rescato primero la función educativa del hoAcreditaciones, superintendencias, valoriza- gar en el momento inicial de la vida, que no ción diferenciada de las notas, des-munici- me parece previo, sino fundamental. Este es, palización —y otras— pueden ser fórmulas ciertamente, un problema social decisivo en válidas y útiles dentro de una negociación de el mundo actual y no hay que eludirlo. Puede buena fe. Pero muestran más bien una pura ser el principio de transformación de nuestra
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sociedad. Tarea de gran magnitud, claro, no un suelo sólido para la dignidad humana. menor que la de la trasformación de nuestra El cortocircuito de la educación se da hoy economía que pudo hacerse con inteligencia, entre la Escuela y la Universidad: la primera esfuerzo y dolor. Para hacer del hogar un ám- intenta capacitar para la segunda y la segunda bito educativo hay que empezar por crearlo. termina repitiendo a la primera. No es necesaUn padre ausente y una madre que soporta el rio dar miniaturas de divulgación de todas las peso de los hijos, que trabaja para eso y convi- ciencias. Esto es de un positivismo podrido. ve con otro, es un hogar quebrado; ya sabemos Hay que dar a fondo las disciplinas formativas qué sale de ahí. Hay que recuperar la célula básicas de la inteligencia, del saber y la cultura, social, y para eso, rescatar el tiempo de los de un modo personal. Para esto bastan tres dispadres para el cumplimiento de su primordial ciplinas y cuatro años de estudio muy intenso función educativa, gracias a y variado. Simultáneamente, la cual los primeros educados una formación práctica para Si la etapa inicial de van a ser ellos mismos. Esto capacitar en las técnicas básila educación ha de no lo pueden hacer ellos: hay cas de la vida contemporánea, tener como centro que dárselos, es la primera a título formativo, humanístiel Hogar, la Escuela tarea de una educación nacioco, no utilitario. ha de tenerla en la nal. Los padres no deben ir a Si la etapa inicial de la eduCiudad. No ser un edificio las instituciones educativas cación ha de tener como centro cerrado, parecido al a dejar a sus hijos, sino éstas el Hogar, la Escuela ha de tede los regimientos venir al hogar con sus recurnerla en la Ciudad. No ser un y las cárceles, sino sos técnicos y personales. edificio cerrado, parecido al de un espacio abierto de No solo profesores y visitalos regimientos y las cárceles, cultura, en donde los doras sociales, muchas otras sino un espacio abierto de jóvenes cumplan tareas personas de muy diversos cultura, en donde los jóvenes específicas, y participen medios pueden enrolarse en cumplan tareas específicas, y de una vida comunitaria esta misión. La sociedad no participen de una vida comude índole espiritual, sana si no es capaz de curarse nitaria de índole espiritual, quiero decir en sí misma, pero para esto quiero decir estética, política, estética, política, cada cual tiene que saber qué moral, religiosa. moral, religiosa. hacer, no en un régimen miliCreo que la etapa final, la tarizado, sino en un ejercicio Universidad, bien pudiera libre y bien planeado de la responsabilidad bifurcarse. Establecer, de un lado, Facultades social. La televisión y la radio, una batería de profesionales con rango universitario, y autextos de estudio apropiados, el film, el teatro, tonomía propia, que, además, alojen carreras la música, la danza, los videos, el twiter, etc., cortas de estudios técnicos en el área de la disetc. son medios a la mano de una gran em- ciplina. Entonces la Universidad, en su sentido presa nacional educativa de nuestro pueblo. esencial, pudiera simplemente ser el foco de No solemnicemos demasiado las cosas, des- una cultura intelectual superior mediante la prendámonos de reliquias, pero seamos fieles investigación pura y la docencia más alta en a los bienes del espíritu, a los grandes ideales. todos los campos del saber. La misión ha de ser ser sencilla, concreta, Eso es todo, a mi entender. Gracias a la Unialegre, gratificante, noble. Debemos empezar versidad Adolfo Ibáñez por permitirme este por dar a los niños y jóvenes de la patria breve sueño a la orilla del océano.
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Literatura y libertad
Proust en el Gulag por Antonio Spadaro, S.J.
En 1940, quince mil oficiales polacos fueron deportados a los Gulag soviéticos; entre ellos Joseph Czapski. Para luchar contra la propia degradación moral, organizaban turnos de “conferencias” sobre su respectiva pasión cultural. Czapski revivió para los compañeros de cautiverio su lectura personal de En busca del tiempo perdido de Proust. Este libro acaba de ser publicado en español1 por lo que este comentario del director de La Civilita Cattolica constituye una primicia.
1940 : Quince mil oficiales polacos son encarcelados por rusos, en primer lugar en el campo de Starobielsk y luego en los de Pawliszcew y Griazowietz. Entre ellos se encuentra Joseph Czapski. Nacido en 1896 en Praga, hijo de una familia aristocrática polaca, fue pintor, crítico de arte, gran lector y conversador brillante, vigoroso enfant terrible. Después de la invasión de Polonia por las tropas alemanas fue encarcelado por los rusos el 29 de septiembre de 1939 para luego ser liberado en 1941. Junto con otros 450 oficiales, se libró por
azar de la horrible y gigantesca masacre de Katyn, perpetrada por la policía soviética. La experiencia del encarcelamiento fue dramática: promiscuidad, hambre, enfermedades: Todavía veo —escribe Czapski— a mis compañeros amontonados bajo los retratos de Marx, Engels y Lenin, extenuados al cabo de una jornada de trabajo en el frío, con temperaturas que llegaban a los cuarenta y cinco grados bajo cero1. A estos hombres sólo les quedaba la memoria y la riqueza de la cultura, que llevaban en su intimidad como fortaleza inexpugnable de
1 J. CZAPSKI, Proust contra la decadencia. Conferencias en el campo de Griazowietz. Ediciones Siruela S.A. 2012. 128 págs.
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humanidad: ciencia, arte, arquitectura, litera- vi la mirada furiosa del guardián de mi prisión tura, historia. Así, muchos de ellos decidieron soviética detenerse a través del ojo de la cerraluchar contra la degradación espiritual y la dura, en el grupo de miserables que sonreían decadencia física de manera singular: tendrían alegremente, hambrientos y sin embargo inconferencias sobre sus respectivas pasiones quebrantables, capturados, pero conservando culturales para hacer triunfar la fuerza de la aún la fuerza y el sabor de la libertad3 (p. 84). vida. ¿Cómo habrá sido ese helado refectorio de un ex convento transformado en campo de El libro y las alas de la libertad concentración, donde los prisioneros comían y debatían sobre argumentos muy lejanos a En particular, Czapski hizo revivir para los la miseria en que vivían? Y así —recuerda compañeros de cárcel su lectura personal de Czapski— el doctor Ehrlich, un En busca del tiempo perdido, apasionado bibliófilo de Lvov, la torrencial obra maestra de La experiencia del nos contó con poco común senMarcel Proust4. El texto de encarcelamiento tido evocativo la historia del su intervención fue dictado y fue dramática: libro; la historia de Inglaterra puesto por escrito, ya que depromiscuidad, hambre, bía someterse a la censura del y la historia de las migraciones enfermedades: “Todavía campo. Cuando dejó Rusia, el de los pueblos fueron objeto veo —escribe Czapski— autor se lo llevó consigo. Por de las conferencias del revea mis compañeros esto también nosotros poderendo Kamil Kantak de Pinsk, amontonados bajo los mos leerlo ahora5. Czapski ex redactor de un diario de retratos de Marx, Engels hizo reaflorar de la memoria Gdansk y gran admirador de y Lenin, extenuados al esta obra inmensa y la ofreció, Mallarmé; el profesor Sienniccabo de una jornada de enriquecida por su propia ki, del Politécnico de Varsovia, trabajo en el frío, con relectura personal, a sus comnos habló de la historia de la temperaturas pañeros. Sólo podía contar arquitectura, mientras el teque llegaban a los con sus propios recuerdos, caniente Ostrowski, autor de un cuarenta y cinco grados libro excelente sobre alpinismo reciendo de toda posibilidad bajo cero”. y protagonista de numerosas de recurrir al texto. Czapski expediciones al Tatra, en el conoció la obra proustiana Cáucaso, y a las cordilleras, nos habló de Amé- porque, enfermo de fiebre tifoidea, estuvo rica del Sur (p. 16 s.)2. obligado a permanecer en cama durante todo Gustaw Herling, uno de los escritores pola- un verano, condición favorable para descubrir cos contemporáneos más grandes, ha visto en esa obra que le provocaría un asombro que esta iniciativa el secreto de la fuerza interior de jamás lo abandonaría en el curso de su vida. los polacos: Las conversaciones referidas tan Ciertamente, ahora la que para Proust es una fielmente por Czapski, los debates, lecciones, marquesa puede convertirse en su relato en una oraciones cantadas en coro, las celebraciones duquesa, un conde puede convertirse en barón de fiestas, todo da testimonio de la resistencia y un almuerzo en una cena; pero, más allá del polaca. En diversas oportunidades yo mismo detalle, la substancia tiene un inmenso valor. 2 Leyendo las palabras de Czapski, vuelven a la mente muchas imágenes de la gran literatura, hasta las del escritor Ray Bradbury en su libro The Fireman. 3 G. HERLING, “Nota sobre Joseph Czapski”, en J. CZAPSKI, La morte indifferente…, op. cit., 84. 4 Ver “Marcel Proust e la sapiente bellezza della lettura”, en Civ. Catt. 1998, II, 480-485. “Marcel Proust y la sabia belleza de la lectura”, en HUMANITAS 14, pág. 267. 5 J. CZAPSKI, La morte indifferente…, op. cit. Las páginas citadas en el texto se refieren a este volumen.
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Los libros de Proust —y lo reconoce el mismo fusión de miradas, asumir su capacidad de Czapski— de inmediato parecen libros de otro visión, dispuesta a captar significados, imágemundo, con un arte pomposo, ultra-burgués, nes, riquezas de armonías, así como a destacar y un esnobismo rancio (p. 26). El oficial polaco todos los detalles dramáticos y cómicos de un revive esos ambientes y esas atmósferas: la evento hasta en los momentos más trágicos de habitación del escritor tapizada con corcho, el la vida. He ahí el secreto de Proust: el “deseo universo de los salones aristocráticos… Así, de conocer y comprender los estados de ánimo de hecho, escribe Edith de la Héronnière en su más diversos, una capacidad de descubrir en breve, pero intensa introducción: “Imaginad lo el hombre más vil los gestos nobles en el límite que podía representar evocar el refinado mun- de lo sublime, y en los espíritus más puros las reacciones más mezquinas”. do de los salones del faubourg Así, su obra actúa en nosotros Saint-Germain de fines del Czapski hizo revivir “como la vida filtrada e ilumisiglo XIX en el contexto de un para los compañeros nada de una conciencia cuya campo de concentración. Es de cárcel su lectura precisión es infinitamente posible imaginar el espíritu y personal de En busca más grande que la nuestra” la capacidad de estos hombres, del tiempo perdido, (p. 62). La página proustiay también “la figura larga y la torrencial obra na es por lo tanto un lugar sutil de Czapski (medía dos maestra de Marcel donde el conocimiento de la metros), su manera instintiva e Proust. El texto de su realidad, de la vida, asume un impetuosa de relatar, haciendo intervención fue dictado poder no común y un discergestos amplios y agitando en y puesto por escrito, ya nimiento aguzado. el aire sus manos enormes” (p. que debía someterse a Y es así como el genio de 8). La interpretación del oficial la censura del campo. Czapski no percibe discontipolaco entra en las venas del Cuando dejó Rusia, nuidad real y profunda alguna texto. Derriba toda apariencia el autor se lo llevó entre la Recherche y el gulag, de vanidad, aplicando una proconsigo. Por esto también hasta el punto que las páginas funda penetración psicológica nosotros podemos más bellas de su relación están y espiritual en los giros del ánileerlo ahora. dedicadas a las correspondenmo proustiano, preguntándose cias profundas, percibidas por cuál puede ser la esencia de su creación: “La lenta y dolorosa transformación él con intuición espiritual, entre Proust y Pascal. del individuo pasional y absolutamente egoísta Czapski tiene conciencia del hecho de que esta en un hombre que se entrega totalmente a una forma de aproximación asombraría a muchos obra que lo devora, lo destruye viviendo de su lectores proustianos, quienes más bien podrían sangre misma, es un proceso con el cual todo sentirla como paradojal. De Pascal se conocen creador se enfrenta. ‘Si el grano no muere’…” ciertamente la actitud profundamente religiosa y la índole ascética: para este hombre, devorado (p. 31). Czapski descubre así a un artista dispuesto por el anhelo de lo absoluto, era inaceptable a percibir asociaciones y metáforas en todas cualquier concesión sexual. Proust, por el conpartes. No es el hecho puro y simple lo que trario, parece ser para muchos el prototipo de la obsesiona a Proust, sino “las leyes secretas que sensualidad, aquel que sabía gozar de todo de lo rigen, es el deseo de aclarar los engranajes manera apasionada y refinada. Son por consisecretos y menos definidos del ser” (p. 45). Leer guiente dos figuras aparentemente opuestas. Sin a Proust significa entonces realizar con él una embargo, Czapski prueba ampliamente la cerca-
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Son profundamente tocantes y bellas las nía de ambos espíritus. Ante todo proporciona una prueba enteramente de la parte del lector. dos páginas finales sobre la muerte de Proust: Si es verdad que nunca se menciona la palabra “No podía no comprender que en su estado de “Dios”, y parece que todo puede encontrarse salud el esfuerzo enorme y febril que le exigía en los miles de páginas de la Recherche salvo la completar su obra precipitaba la muerte; pero búsqueda de lo absoluto, en favor en cambio había tomado su decisión, esto no le preocupaba de lo efímero, no obstante lo cual —escribe y realmente había llegado a ser indiferente ante Czapski— y más bien “tal vez precisamente por la muerte” (p. 74). Quería estar hasta la muerte esto, semejante apoteosis de todas las alegrías al servicio de lo que para él representaba lo absoluto, es decir, su creación pasajeras de la vida nos deja en artística: “Y también los dos la boca un ‘pascaliano’ sabor a últimos volúmenes (El tiempo ceniza” (p. 64). recobrado) están entretejidos El sentido de la vanitas imcon lágrimas de alegría, si pregna toda apariencia de bien son el himno de triunfo alegría. La vanidad de las del hombre que ha vendido relaciones mundanas, tan catodos sus bienes para adquirir rentes de categoría; la vanidad una sola perla preciosa y ha sodel orgullo aristocrático, que pesado todo lo efímero, todas en definitiva no distingue la Czapski hizo reaflorar las penas y toda la vanidad verdadera finura de estilo del de la memoria esta obra de los placeres mundanos, de esnobismo vulgar; la vanidad inmensa y la ofreció, la juventud, de la fama, del de la juventud y de la belleenriquecida por su propia erotismo, en comparación con za, representada por Odette, relectura personal, a la alegría del creador, de este mujer sensual y fatal, que en sus compañeros. Sólo ser que construyendo cada la vejez aparece como idiota, podía contar con sus frase, hilvanando y volviendo arrinconada en el salón de la propios recuerdos, a hilvanar cada página, está en hija mientras observa atónita, careciendo de toda búsqueda de lo absoluto que desconcertada, el mundo feroz posibilidad de recurrir nunca alcanza completamente supuestamente lúcido; la vanial texto. y que por otra parte es imposidad y la vacuidad de los seres ble alcanzar” (p. 64 s.). famosos, e incluso la vanidad La tensión proustiana hacia lo absoluto no es del amor: el amor más grande del protagonista de la Recherche es Albertine, y sin embargo explícitamente religiosa. Muchas expresiones cuando él se entera durante un viaje a Venecia suyas revelan, sin embargo, la tranquila alegría de la muerte repentina de la amiga, apenas le de encontrar una escritura capaz de “salvar” presta atención porque otra lo ha conmovido del pecado, que consiste en la pesadez de un por un breve instante. Vanidad de vanidades, vínculo con la tierra advertido como contrario a la naturaleza humana. Se trata de una salvación todo es vanidad. Proust, leído por Czapski, parece alguien estética realizada en la sublimación artística, que que ha sabido cantar profunda e integralmente permite concentrar los ojos del alma en lo bello y la seducción de la vanidad. Sin embargo, preci- en lo verdadero. Czapski, inmerso en la oscurisamente determinando la vanidad en todos sus dad y el tormento del gulag, tan cercano a la posiaspectos resplandecientes, ha logrado hacernos bilidad de una muerte atroz, parece sumamente sensible ante todo llamado a una trascendencia. ver claramente la íntima nada.
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en la memoria, precisamente esa memoria involuntaria que era, según Proust, la única fuente de creación artística. Excava por lo tanto en las profundidades de sí mismo para recobrar imágenes, situaciones, hechos, confiando en su propia relación con el texto. La obra vive en él, La obra vive en el lector y su significado toma cuerpo en un contexto ¿Cuál es entonces el sentido de este peque- deshumanizado. Precisamente esta “inhabitación” de la obra genera el gesto ño libro? Es la custodia de un crítico. Si la obra no vive en la significado profundo: el arte conciencia de quien la lee, el ayuda a vivir y en particular Proust, interpretado comentario crítico resulta ser permite salvar a la humanidad por Czapski, parece algo exterior o sin más supery el gusto de ser interiormente alguien que ha sabido fluo, fútil. Leyendo la Recherlibres, incluso bajo la tiranía cantar profunda che, Czapski se lee a sí mismo, más áspera. Es la lección de E integralmente sitúa la obra dentro de una la gran literatura. Comenta la seducción de la relación singular y la actualiza así el autor: “La alegría de vanidad. Sin embargo, en el contexto, en sí mismo poder participar en una emprecisamente absurdo, de un campo de presa intelectual que podía determinando la vanidad concentración6. Czapski hace demostrarnos que todavía en todos sus aspectos éramos capaces de pensar y comprender que si no vive en resplandecientes, ha reaccionar ante realidades del el territorio de la vida y de sus logrado hacernos espíritu que nada tenían en significados, la literatura está ver claramente la destinada a desaparecer. El común con nuestra condición íntima nada. crítico que se hace guiar por de ese momento transfiguraba sus intuiciones y por su estilo ante nuestros ojos esas horas transcurridas en el gran refectorio del ex con- de aproximación al texto tendrá interés en una vento, esta extraña escuela clandestina donde literatura que posea la íntima calidad de la vida. Liberado después de suscribirse el acuerdo revivíamos un mundo que nos parecía perdido entre los gobiernos de Rusia y Polonia en 1941, para siempre” (p. 18). En realidad, en estas páginas está en juego se traslada al París de Proust, donde se dedica algo aún más sutil: el sentido de la lectura y de al arte, pintando y escribiendo: ésa será una la crítica literaria. El crítico es sustancialmente condición, una situación de vida capaz de un lector que lee por “profesión”. Él “profesa” revelar —como comentó con precisión De la lectura. Czapski ofrece un modelo. Él habla la Héronnière— la “vanidad del mundo en de un libro que no tiene a su disposición, re- relación con el esfuerzo infinito por enconcordemos. No puede citarlo a la perfección ni trar la palabra justa detrás de la cual está lo indicar sus páginas y volúmenes. Debe confiar indecible” (p. 11). En Proust no encuentra la trascendencia de la fe, sino del arte; pero también ésta es suficiente al menos para hacer comprender que todo ídolo mundano es vanidad.
6 Para comprender bien esta visión de la crítica, es muy útil leer La coscienza critica, una recopilación de ensayos de Georges Poulet (Génova, Marietti, 1991). Escribe Poulet: es como si “a partir del momento en que me encuentro “poseído” por mi lectura me pusiese a compartir el uso de mi conciencia con ese ser que he procurado definir y que es el sujeto consciente oculto en el centro de la obra. Él y yo comenzamos a tener una conciencia en común. (…) Yo soy conciencia sorprendida ante una existencia que no es mía y que sin embargo experimento como si fuese mía. Esta conciencia sorprendida es la conciencia crítica: conciencia del lector, conciencia de un ser al cual es dado comprender como propio algo que ocurre en la conciencia de otro ser” (p. 241).
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La Palabra del Papa
LA fe, LA esperanza y LA CARIDAD se ENTRELAZAN María “vivió con fidelidad ejemplar y custodió en lo más íntimo de su corazón las palabras de Dios a su pueblo, las promesas hechas a Abrahán, Isaac y Jacob, convirtiéndolas en el contenido de su oración: en el Magníficat la Palabra de Dios se convirtió en la palabra de María, en lámpara de su camino, y la dispuso a acoger también en su seno al Verbo de Dios hecho carne. La página evangélica de hoy recuerda la presencia de Dios en la historia y en el desarrollo mismo de los acontecimientos”, señaló S.S. Benedicto XVI en la homilía de la Santa Misa que festejó la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María al Cielo.
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l 1 de noviembre de 1950, el venerable Papa Pío XII proclamó como dogma que la Virgen María «terminado el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial». Esta verdad de fe era conocida por la Tradición, afirmada por los Padres de la Iglesia, y era sobre todo un aspecto relevante del culto tributado a la Madre de Cristo. Precisamente el elemento cultual constituyó, por decirlo así, la fuerza motriz que determinó la formulación de este dogma: el dogma aparece como un acto de alabanza y de exaltación respecto de la Virgen santa. Esto emerge también del texto mismo de la constitución apostólica, donde se afirma que el dogma es proclamado «para honor del Hijo, para glorificación de la Madre y para alegría de toda la Iglesia». Así se expresó en la forma dog-
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mática lo que ya se había celebrado en el culto y en la devoción del pueblo de Dios como la más alta y estable glorificación de María: el acto de proclamación de la Asunción se presentó casi como una liturgia de la fe. Y, en el Evangelio que acabamos de escuchar, María misma pronuncia proféticamente algunas palabras que orientan en esta perspectiva. Dice: «Desde ahora me felicitarán todas la generaciones» (Lc 1, 48). Es una profecía para toda la historia de la Iglesia. Esta expresión del Magníficat, referida por san Lucas, indica que la alabanza a la Virgen santa, Madre de Dios, íntimamente unida a Cristo su Hijo, concierne a la Iglesia de todos los tiempos y de todos los lugares. Y la anotación de estas palabras por parte del evangelista presupone que la glorificación de María ya estaba presente en el
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Pero, ¿por qué María es glorificada con la asunción al cielo? San Lucas, como hemos escuchado, ve la raíz de la exaltación y de la alabanza a María en la expresión de Isabel: «Bienaventurada la que ha creído» (Lc 1, 45). Y el Magníficat, este canto al Dios vivo y operante en la historia, es un himno de fe y de amor, que brota del corazón de la Virgen. tiempo de san Lucas y que él la consideraba un deber y un compromiso de la comunidad cristiana para todas las generaciones. Las palabras de María dicen que es un deber de la Iglesia recordar la grandeza de la Virgen por la fe. Así pues, esta solemnidad es una invitación a alabar a Dios, a contemplar la grandeza de la Virgen, porque es en el rostro de los suyos donde conocemos quién es Dios. Pero, ¿por qué María es glorificada con la asunción al cielo? San Lucas, como hemos escuchado, ve la raíz de la exaltación y de la alabanza a María en la expresión de Isabel: «Bienaventurada la que ha creído» (Lc 1, 45). Y el Magníficat, este canto al Dios vivo y operante en la historia, es un himno de fe y de amor, que brota del corazón de la Virgen. Ella vivió con fidelidad ejemplar y custodió en lo más íntimo de su corazón las palabras de Dios a su pueblo, las promesas hechas a Abrahán, Isaac y Jacob, convirtiéndolas en el contenido de su oración: en el Magníficat la Palabra de Dios se convirtió en la palabra de María, en lámpara de su camino, y la dispuso a acoger también en su seno al Verbo de Dios hecho
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carne. La página evangélica de hoy recuerda la presencia de Dios en la historia y en el desarrollo mismo de los acontecimientos; en particular hay una referencia al Segundo libro de Samuel en el capítulo sexto (6, 1-15), en el que David transporta el Arca santa de la Alianza. El paralelo que hace el evangelista es claro: María, en espera del nacimiento de su Hijo Jesús, es el Arca santa que lleva en sí la presencia de Dios, una presencia que es fuente de consuelo, de alegría plena. De hecho, Juan danza en el seno de Isabel, exactamente como David danzaba delante del Arca. María es la «visita» de Dios que produce alegría. Zacarías, en su canto de alabanza, lo dirá explícitamente: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo» (Lc 1, 68). La casa de
En la Asunción vemos que en Dios hay espacio para el hombre; Dios mismo es la casa con muchas moradas de la que habla Jesús (cf. Jn 14, 2); Dios es la casa del hombre, en Dios hay espacio de Dios. (…) En Dios hay espacio para el hombre, y Dios está cerca, y María, unida a Dios, está muy cerca, tiene el corazón tan grande como el corazón de Dios. Zacarías experimentó la visita de Dios con el nacimiento inesperado de Juan Bautista, pero sobre todo con la presencia de María, que lleva en su seno al Hijo de Dios. Pero ahora nos preguntamos: ¿qué da a nuestro camino, a nuestra vida, la Asunción de María? La primera respuesta es: en la Asunción vemos que en Dios hay espacio para el hombre; Dios mismo es la casa con muchas moradas de la que habla Jesús (cf. Jn 14, 2); Dios es la casa
María, uniéndose a Dios, unida a él, no se aleja de nosotros, no va a una galaxia desconocida; quien va a Dios, se acerca, porque Dios está cerca de todos nosotros, y María, unida a Dios, participa de la presencia de Dios, está muy cerca de nosotros, de cada uno de nosotros.
La Inmaculada de Alonso Cano (s. XVII) Catedral de Granada.
del hombre, en Dios hay espacio de Dios. Y María, uniéndose a Dios, unida a él, no se aleja de nosotros, no va a una galaxia desconocida; quien va a Dios, se acerca, porque Dios está cerca de todos nosotros, y María, unida a Dios, participa de la presencia de Dios, está muy cerca de nosotros, de cada uno de nosotros. Hay unas hermosas palabras de san Gregorio Magno sobre san Benito que podemos aplicar también a María: san Gregorio Magno dice que el corazón de san Benito se hizo tan grande que
toda la creación podía entrar en él. Esto vale mucho más para María: María, unida totalmente a Dios, tiene un corazón tan grande que toda la creación puede entrar en él, y los ex-votos en todas las partes de la tierra lo demuestran. María está cerca, puede escuchar, puede ayudar, está cerca de todos nosotros. En Dios hay espacio para el hombre, y Dios está cerca, y María, unida a Dios, está muy cerca, tiene el corazón tan grande como el corazón de Dios. Pero también hay otro aspecto: no sólo en Dios hay espacio para el hombre; en el hombre hay espacio para Dios. También esto lo vemos en María, el Arca santa que lleva la presencia de Dios. En nosotros hay espacio para Dios y esta presencia de Dios en nosotros, tan importante para iluminar al mundo en su tristeza, en sus problemas, esta presencia se realiza en la fe: en la fe abrimos las puertas de nuestro ser para que Dios entre en nosotros, para que Dios pueda ser la fuerza que da vida y camino a nuestro ser. En nosotros hay espacio; abrámonos como se abrió María, diciendo: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra». Abriéndonos a Dios no perdemos nada. Al contrario: nuestra vida se hace rica y grande. Así, la fe, la esperanza y el amor se combinan. Hoy se habla mucho de un mundo mejor, que todos anhelan: sería nuestra esperanza. No sabemos, no sé si este mundo mejor vendrá y cuándo vendrá. Lo seguro es que un mundo
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que se aleja de Dios no se hace mejor, sino peor. Sólo la presencia de Dios puede garantizar también un mundo bueno. Pero dejemos esto. Una cosa, una esperanza es segura: Dios nos aguarda, nos espera; no vamos al vacío; él nos espera. Dios nos espera y, al ir al otro mundo, nos espera la bondad de la Madre, encontramos a los nuestros, encontramos el Amor eterno. Dios nos espera: esta es nuestra gran alegría y la gran esperanza que nace precisamente de esta fiesta. María nos visita, y es la alegría de nuestra vida, y la alegría es esperanza. Así pues, ¿qué decir? Corazón grande, presencia de Dios en el mundo, espacio de Dios en nosotros y espacio de Dios para nosotros, esperanza, Dios nos espera: esta es la sinfonía de esta fiesta, la indicación que nos da la meditación de esta solemnidad. María es aurora y esplendor de la Iglesia triunfante; ella es el consuelo y la esperanza del pueblo todavía peregrino, dice el Prefacio de hoy. Encomendémonos a su intercesión maternal, para que nos obtenga del Señor reforzar nuestra fe en la
María, unida totalmente a Dios, tiene un corazón tan grande que toda la creación puede entrar en él, y los exvotos en todas las partes de la tierra lo demuestran. María está cerca, puede escuchar, puede ayudar, está cerca de todos nosotros. vida eterna; para que nos ayude a vivir bien el tiempo que Dios nos ofrece con esperanza. Una esperanza cristiana, que no es sólo nostalgia del cielo, sino también deseo vivo y operante de Dios aquí en el mundo, deseo de Dios que nos hace peregrinos incansables, alimentando en nosotros la valentía y la fuerza de la fe, que al mismo tiempo es valentía y fuerza del amor. Amén. (Castelgandolfo, 15-VIII-2012)
reina es título de confianza, de alegría, de amor “En la serenidad o en la oscuridad de la existencia, nos dirigimos a María, encomendándonos a su continua intercesión, para que podamos obtener toda la gracia y misericordia necesarias para realizar nuestra peregrinación por los caminos del mundo”, señaló S.S. Benedicto XVI durante la meditación de la audiencia general de los días miércoles en la fiesta de Santa María Reina.
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oy es la fiesta de la Santísima Virgen invocada con el título de «Reina». Es una celebración de reciente creación, aunque sea antiguo el origen y la devoción: fue establecida por el Venerable Pío XII, en 1954, al final
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del Año Mariano, fijando la fecha en el 31 de mayo (cf. Carta Encíclica Ad caeli Reginam, 11 octubre 1954: AAS 46 [1954], 625-640). En esta ocasión, el papa dijo que María es Reina más que cualquier otra criatura por la elevación
La Santísima Virgen de Alonso Cano (s. XVII). Detalle de óleo, Budapest, Szépmüvészeti Múzeum.
de su alma y por la excelencia de los dones recibidos. Ella nunca deja de otorgar todos los tesoros de su amor y su preocupación por la humanidad (cf. Discurso en honor a María Reina, 1 de noviembre 1954). Ahora, después de la reforma postconciliar del calendario litúrgico, se colocó a ocho días de la solemnidad de la Asunción para hacer hincapié en la estrecha relación entre la realeza de María y su glorificación en cuerpo y alma junto a su Hijo. En la Constitución sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, leemos lo siguiente: «María fue asunta a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo» (Lumen Gentium, 59). Es esta la raíz de la fiesta de hoy: María es Reina porque está asociada de modo único a su Hijo, tanto en el camino terreno, como en la gloria del cielo. El gran santo de Siria, Efrén el Sirio, dice, acerca de la realeza de María, que viene de su maternidad: ella es la Madre del Señor, el Rey de reyes (cf. Is. 9,1-6) y nos muestra a Jesús como vida, salvación y esperanza
nuestra. El Siervo de Dios Pablo VI recordaba en la Exhortación apostólica Marialis Cultus: «En la Virgen María todo es referido a Cristo y todo depende de Él: en vistas a Él, Dios Padre la eligió desde toda la eternidad como Madre toda santa y la adornó con dones del Espíritu Santo que no fueron concedidos a ningún otro.» (n. 25). Pero ahora nos preguntamos: ¿qué significa María Reina? ¿Es solo un título junto a los otros?, la corona, ¿un ornamento como los demás? ¿Qué quiere decir? ¿Qué es esa realeza? Como ya se ha indicado, es una consecuencia de su ser unida al Hijo, de su estar en el cielo, es decir, en comunión con Dios; Ella participa en la responsabilidad de Dios por el mundo y del amor de Dios por el mundo. Hay una idea corriente, común, sobre el rey o la reina: que sería una persona con poder y riqueza. Pero este no es el tipo de la realeza de Jesús y de María. Pensemos en el Señor: la realeza y el ser rey en Cristo está tejido de humildad, de servicio, de amor: es sobre todo servir, ayudar, amar. Recordemos que Jesús fue proclamado rey en la cruz con la siguiente inscripción escrita por Pilato: «rey de los Judíos» (cf. Mc. 15,26). En ese momento sobre la cruz se demuestra que Él es rey; ¿y cómo es rey?,
María es Reina más que cualquier otra criatura por la elevación de su alma y por la excelencia de los dones recibidos. Ella nunca deja de otorgar todos los tesoros de su amor y su preocupación por la humanidad. María es Reina porque está asociada de modo único a su Hijo, tanto en el camino terreno, como en la gloria del cielo.
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sufriendo con nosotros, por nosotros, amando hasta el final, y así gobierna y genera verdad, amor, justicia. O pensemos también en otro momento: en la Última Cena se inclina para lavar los pies de los suyos. Por lo tanto, el reino de Jesús no tiene nada que ver con el de los poderosos de la tierra. Es un rey que sirve a sus siervos; así lo ha demostrado en toda su vida. Y lo mismo vale para María: es reina en el servicio a Dios, a la humanidad, es la reina del amor que vive el don de sí misma a Dios para entrar en el plan de salvación del hombre. Al Ángel le dice: He aquí la esclava del Señor (cf. Lc. 1,38), y canta en el Magníficat: Dios ha puesto los ojos en la humildad de su sierva (cf. Lc. 1,48). Nos ayuda. Es reina justamente amándonos, ayudándonos en nuestras necesidades; es nuestra hermana, sierva humilde. Y así hemos llegado al punto: ¿cómo ejercita María esta realeza de servicio y de amor? Velando por nosotros, sus hijos: los hijos que se dirigen a Ella en la oración, para agradecerle o para pedirle su maternal protección y su ayuda celestial, tal vez después de haber perdido el camino, oprimidos por el dolor o la angustia por las tristes y agitadas vicisitudes de la vida. En la serenidad o en la oscuridad de la existencia, nos dirigimos a María, encomendándonos
Hay una idea corriente, común, sobre el rey o la reina: que sería una persona con poder y riqueza. Pero este no es el tipo de la realeza de Jesús y de María. Pensemos en el Señor: la realeza y el ser rey en Cristo está tejido de humildad, de servicio, de amor: es sobre todo servir, ayudar, amar.
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El reino de Jesús no tiene nada que ver con el de los poderosos de la tierra. Es un rey que sirve a sus siervos; así lo ha demostrado en toda su vida. Y lo mismo vale para María: es reina en el servicio a Dios, a la humanidad, es la reina del amor que vive el don de sí misma a Dios para entrar en el plan de salvación del hombre. a su continua intercesión, para que podamos obtener toda la gracia y misericordia necesarias para realizar nuestra peregrinación por los caminos del mundo. A Aquel que gobierna el mundo y que tiene el destino del universo en sus manos, nos dirigimos con confianza, por medio de la Virgen María. A Ella, desde siglos, se le invoca como celestial Reina de los cielos; ocho veces, después de la oración del santo Rosario, es implorada en las Letanías lauretanas como Reina de los Ángeles, de los Patriarcas, de los Profetas, de los Apóstoles, de los Mártires, de los Confesores, de las Vírgenes, de todos los Santos y de las Familias. El ritmo de estas antiguas invocaciones y oraciones diarias como la Salve Regina nos ayuda a comprender que la Virgen Santísima, cual Madre nuestra al lado de su Hijo Jesús en la gloria del cielo, está siempre con nosotros, en el devenir diario de nuestra vida. El título de reina, entonces, es título de confianza, de alegría, de amor. Y sabemos que aquella que tiene en sus manos en parte el destino del mundo, es buena, nos ama y nos ayuda en nuestras dificultades. Queridos amigos, la devoción a la Virgen es un elemento importante de la vida espiri-
tual. En nuestra oración no dejemos de acudir confiados a Ella. María no dejará de interceder por nosotros ante su Hijo. Contemplándola a Ella, imitemos la fe, la plena disponibilidad al amoroso plan de Dios, la generosa acogida a Jesús. Aprendemos a vivir de María. María es
la Reina del cielo cerca de Dios, pero es también la madre cercana a cada uno de nosotros, que nos ama y escucha nuestra voz. Gracias por su atención. (Castelgandolfo, 23-VIII-2012)
alguno puede estar cerca del tabernáculo y al mismo tiempo estar lejos del Dios viviente Homilía de Benedicto XVI en la misa de clausura del XXXVI encuentro anual del «Ratzinger Schülerkreis», seminario de verano de los antiguos discípulos universitarios del Santo Padre.
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n el Deuteronomio encontramos “la alegría de la ley”. Ley no como un vínculo, como algo que nos quita la libertad, sino como un regalo, un don. Cuando los otros pueblos miren hacia este gran pueblo —así dice la lectura, así dice Moisés—, entonces dirán: ¡Qué pueblo sabio! Admirarán la sabiduría de este pueblo, la equidad de la ley y la cercanía del Dios que está a su lado y que le responde cuando es llamado. Es esta la alegría humilde de Israel: recibir un don de Dios. Esto es diverso del triunfalismo, del orgullo, de lo que viene de sí mismo: Israel no está orgulloso de la propia ley, como Roma podía estarlo del derecho romano en cuanto un don hacia la humanidad, como Francia quizás con el “Código Napoleón”, como la Prusia del ‘Preußisches Landrecht’, etcétera, obras del derecho que reconocemos. Sino que Israel sabe: esta ley no la hizo ella misma, no es el fruto de su genialidad, es un don. Dios le ha mostrado qué cosa es el derecho. Dios le ha dado sabiduría. La ley es sabiduría. Sabiduría es el arte de ser hombres, el arte
de poder vivir bien y poder morir bien. Y se puede vivir y morir bien solamente cuando se ha recibido la verdad y cuando la verdad nos indica el camino. Ser agradecidos por el don que nosotros no hemos inventado, pero que nos fue dado como don y vivir en la sabiduría: aprender, gracias al don de Dios, a ser hombres de manera recta. El Evangelio nos muestra entretanto que existe un peligro —como se dice directamente en el inicio del párrafo [leído] del Deuteronomio—: “No agregar, no quitar nada”. Nos enseña que con el pasar del tiempo, al don de Dios se añadieron aplicaciones, obras, costumbres humanas, que creciendo esconden lo que es propio de la sabiduría donada por Dios, al punto de volverse un verdadero vínculo que es necesario romper, o lleva a la presunción: ¡nosotros lo hemos inventado! Ahora pasemos a nosotros, a la Iglesia. Según nuestra fe, de hecho, la Iglesia es Israel que se ha vuelto universal, en la cual todos se vuelven, a través del Señor, hijos de Abraham;
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Israel que se ha vuelto universal, en el que persiste el núcleo esencial de la ley, sin las contingencias del tiempo y del pueblo. Este núcleo es simplemente Cristo mismo, el amor de Dios por nosotros y nuestro amor hacia Él y por los hombres. Él es la Torah viviente, es el don de Dios para nosotros, en el cual ahora recibimos todos la sabiduría de Dios. En el estar unidos en Cristo, en el “caminar juntos” en el “con-vivir” con Él, aprendemos nosotros mismos cómo ser hombres de la manera justa, recibimos la sabiduría que es verdad, sabemos vivir y morir, porque Él mismo es la vida y la verdad. Conviene, por lo tanto a la Iglesia, como a Israel, estar llena de gratitud y de alegría. “¿Cuál es el pueblo que puede decir que Dios le está así de cerca? ¿Qué pueblo ha recibido este don?”. No lo hemos hecho nosotros, nos fue donado. Alegría y gratitud por el hecho que lo podemos conocer, que hemos recibido la sabiduría del vivir bien, que es lo que debería caracterizar al cristiano. De hecho en el cristianismo de los orígenes era así: el ser liberado de las tinieblas, de ir a ciegas, de estar en la ignorancia. ¿Qué soy? ¿Por qué existo? ¿Cómo tengo que seguir adelante? El haberme vuelto libre, el estar en la luz, en la amplitud de la verdad. Esta era la conciencia fundamental. Una gratitud que se irradiaba entorno y que unía así a los hombres en la Iglesia de Jesucristo. Pero también en la Iglesia existe el mismo fenómeno: elementos humanos se añaden y conducen a la presunción, al así llamado triunfalismo, que se exalta a sí mismo en vez de dar la alabanza a Dios; o al vínculo, que es necesario cortar, romper y triturar. ¿Qué debemos hacer? ¿Qué tendríamos que decir? Pienso que nos encontramos justamente en esta fase en la cual vemos en la Iglesia solamente aquello que hacemos nosotros mismos y que nos arruina la alegría de la fe; que no creemos más y no osamos decir más: Él nos ha indicado quién es la verdad, qué es la verdad; nos ha
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Sabiduría es el arte de ser hombres, el arte de poder vivir bien y poder morir bien. Y se puede vivir y morir bien solamente cuando se ha recibido la verdad y cuando la verdad nos indica el camino. mostrado lo que es el hombre, nos ha donado la justicia de la vida recta. Nosotros estamos preocupados por alabarnos solamente a nosotros, y tememos vincularnos por reglamentos que serán un obstáculo en la libertad y en la novedad de la vida. Si hoy leemos —por ejemplo—, en la Carta de Santiago: “Sois generados por medio de una palabra de verdad”, ¿quién de nosotros podría alegrarse de la verdad que nos ha sido donada? Nos viene enseguida la pregunta: ¿Cómo se puede tener la verdad? ¡Esto es intolerancia! La idea de verdad e intolerancia hoy están casi fusionadas entre ellas, y así no logramos creer de hecho en la verdad, o hablar de la verdad. Parece estar lejos, parece algo que es mejor no utilizar. Nadie puede decir: tengo la verdad —esta es la objeción que hay—, y justamente nadie puede tener la verdad. ¡Es la verdad que nos posee, es algo viviente! Nosotros no somos sus poseedores, sino más bien estamos aferrados por ella. Solamente si nos dejamos guiar y mover por ella permanecemos en ella, solamente si somos, con ella y en ella, peregrinos de la verdad, entonces está en nosotros y para nosotros. Pienso que tenemos que aprender nuevamente este “no tener la verdad”. Así como no podemos decir: ‘mis hijos son una posesión mía’, porque en realidad son un don y como don de Dios nos fueron dados para una ta-
rea, así no podemos decir: ‘tengo la verdad’, sino más bien: la verdad vino hacia nosotros y nos impulsa. Tenemos que aprender a dejarnos mover por ella, hacernos conducir hacia ella. Y entonces brillará de nuevo: si ella misma nos conduce y nos compenetra. Queridos amigos, pidamos al Señor que nos dé este don. Santiago nos dice hoy en la lectura: no tienen que limitarse a escuchar la palabra, hay que ponerla en práctica. Esta es una advertencia sobre la intelectualización de la fe y de la teología. Es un temor que tengo en este tiempo cuando leo tantas cosas inteligentes: que se transforme en un juego del intelecto en el cual “nos pasamos la pelota”, en el cual todo es solamente un mundo intelectual que no compenetra ni forma nuestra vida, y que por lo tanto no nos introduce en la verdad. Creo que estas palabras de Santiago se dirigen justamente a nosotros en cuanto teólogos: no solamente escuchar, no solamente el intelecto. ¡Dejarse formar por la verdad, dejarse guiar por ella! Recemos al Señor para que nos suceda esto y que así la verdad sea potente, sobre nosotros, y que tome fuerza en el mundo a través de nosotros.
Nos enseña el Evangelio que al don de Dios se añadieron aplicaciones, obras, costumbres humanas, que creciendo esconden lo que es propio de la sabiduría donada por Dios, al punto de volverse un verdadero vínculo que es necesario romper, o lleva a la presunción: ¡nosotros lo hemos inventado!
Esta es una advertencia sobre la intelectualización de la fe y de la teología. Es un temor que tengo en este tiempo cuando leo tantas cosas inteligentes: que se transforme en un juego del intelecto en el cual “nos pasamos la pelota”, en el cual todo es solamente un mundo intelectual que no compenetra ni forma nuestra vida, y que por lo tanto no nos introduce en la verdad. La Iglesia ha puesto la frase del Deuteronomio: “¿Dónde hay un pueblo en el que Dios esté así cercano como nuestro Dios está cerca de nosotros, cada vez que lo invocamos?”, en el centro del Oficio Divino del Corpus Domini, y le dio así un nuevo significado: ¿dónde hay un pueblo en el cual su Dios esté tan cerca como nuestro Dios lo está con nosotros? En la eucaristía esto se ha vuelto plena realidad. Claro que no es solamente un aspecto exterior: alguno puede estar cerca del tabernáculo y al mismo tiempo estar lejos del Dios viviente. ¡Lo que cuenta es la cercanía interior! Dios se puso tan cerca que Él mismo es un hombre: ¡esto nos debe desconcertar y sorprender siempre y cada vez! Él está tan cerca que es uno de nosotros. Conoce al ser humano, el “sabor” del ser humano, lo conoce desde adentro, lo ha probado con sus alegrías y con sus sufrimientos. En cuanto hombre me está cerca, cerca “al alcance de mi voz”, tan cerca que me escucha y que puedo saber: Él me oye y me escucha, aun si no fuese como yo me lo imagino. Dejémonos llenar nuevamente de esta
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Pidamos al Señor perdón por nuestra indiferencia, por nuestra miseria que nos hace pensar solamente en nosotros mismos, por nuestro egoísmo que no busca la verdad, pero que sigue la propia costumbre, y que muchas veces hace parecer al cristianismo solamente como un sistema de costumbres. alegría: ¿dónde hay un pueblo en el cual Dios esté tan cerca, como Dios lo está de nosotros? Tan cerca al punto de ser uno como nosotros, de tocarme desde adentro. Sí, de entrar dentro de mí en la Santa Eucaristía. Un pensamiento de por sí desconcertante. Sobre este proceso, san Buenaventura ha
utilizado una vez en sus oraciones de Comunión, una fórmula que impresiona, que casi asusta. Él dice: Señor mío, ¿cómo se te pudo ocurrir entrar en la sucia letrina de mi cuerpo? Sí, Él entra dentro de nuestra miseria, lo hace conscientemente y para compenetrarnos, para limpiarnos y para renovarnos, para que a través de nosotros, en nosotros, la verdad esté en el mundo y se realice la salvación. Pidamos al Señor perdón por nuestra indiferencia, por nuestra miseria que nos hace pensar solamente en nosotros mismos, por nuestro egoísmo que no busca la verdad, pero que sigue la propia costumbre, y que muchas veces hace parecer al cristianismo solamente como un sistema de costumbres. Pidámosle que entre, con poder, en nuestras almas, que se haga presente en nosotros y a través de nosotros, y que así la alegría nazca también en nosotros: ¡Dios está aquí, y me ama, es nuestra salvación! Amén. (Castelgandolfo, 5-IV-2012)
EL PELIGRO DE UNA FALSA RELIGIOSIDAD “Las palabras de Jesús en el evangelio contra los escribas y los fariseos nos deben hacer pensar también a nosotros”, señaló el Santo Padre al introducir el rezo del Angelus el domingo 2 de septiembre.
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n la Liturgia de la Palabra de este domingo surge el tema de la Ley de Dios, de su mandamiento: un elemento esencial de la religión judía e incluso de la cristiana, donde encuentra su pleno cumplimiento en el amor (cf. Rom. 13,10). La Ley de Dios es su palabra que guía al hombre en el camino de la vida, lo libera de la esclavitud del egoísmo y lo introduce en la «tierra» de la verdadera
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libertad y de la vida. Por eso en la Biblia la Ley no es vista como un peso, como una limitación que oprime, sino como el don más precioso del Señor, el testimonio de su amor paterno, de su voluntad de estar cerca de su pueblo, de ser su Aliado y escribir con este una historia de amor. Así ora el israelita piadoso: «Me deleito en tus preceptos, / no olvido tu palabra. (...) Llé-
vame por la senda de tus mandatos, / que en ella me siento complacido» (Sal. 119,16.35). En el Antiguo Testamento, es Moisés quien en el nombre de Dios transmite la Ley a las personas. Él, después de un largo viaje a través del desierto, en el umbral de la tierra prometida, proclama: «Y ahora, Israel, escucha los preceptos y normas que yo les enseño, pónganlas en práctica, a fin de que vivan y entren a tomar posesión de la tierra que les da Yahvé, Dios de sus padres» (Dt. 4,1). Y aquí está el problema: cuando el pueblo se establece en la tierra, y es el custodio de la Ley, es tentado de poner su seguridad y su felicidad en algo que ya no es la palabra del Señor: en los bienes, en el poder, en otros «dioses» que en realidad son vanos, son ídolos. Por supuesto, la Ley de Dios permanece, pero la regla de la vida ya no es lo más importante; se convierte más bien en un revestimiento, en una cobertura, mientras que la vida sigue otros caminos, otras reglas, intereses a menudo egoístas de individuos y de grupo. Así, la religión pierde su verdadero significado que es vivir en la escucha de Dios para hacer su voluntad —que es la verdad de nuestro ser, y así vivir bien, en la verdadera libertad—, y se reduce a la práctica de usanzas secundarias, que satisfacen más bien la necesidad humana de sentirse bien con Dios. Y es esto un riesgo grave para cualquier religión,
En la Biblia la Ley no es vista como un peso, como una limitación que oprime, sino como el don más precioso del Señor, el testimonio de su amor paterno, de su voluntad de estar cerca de su pueblo, de ser su Aliado y escribir con este una historia de amor.
Así, la religión pierde su verdadero significado que es vivir en la escucha de Dios para hacer su voluntad —que es la verdad de nuestro ser, y así vivir bien, en la verdadera libertad—, y se reduce a la práctica de usanzas secundarias, que satisfacen más bien la necesidad humana de sentirse bien con Dios. que Jesús encontró en su tiempo, pero que se puede verificar, por desgracia, incluso en el cristianismo. Por lo tanto, las palabras de Jesús en el evangelio de hoy contra los escribas y los fariseos nos deben hacer pensar también a nosotros. Jesús hace suyas las palabras del profeta Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres» (Mc. 7, 6-7; cf. Is. 29,13). Y luego concluye: «Dejando el precepto de Dios, se aferran a la tradición de los hombres» (Mc. 7,8). El apóstol Santiago, en su carta, advierte contra el peligro de una falsa religiosidad. Les escribe a los cristianos: «Pongan por obra la palabra y no se contenten solo con oírla, engañándose a ustedes mismos» (St. 1,22). La Virgen María, a la que nos dirigimos ahora en oración, nos ayude a escuchar con un corazón abierto y sincero la Palabra de Dios, de modo que oriente nuestros pensamientos, nuestras decisiones y nuestras acciones, todos los días. (Castelgandolfo, 2-IX-2012)
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PANORAMA VIAJE APOSTÓLICO DE BENEDICTO XVI A LÍBANO (14-16 de septiembre de 2012)
Amigo de Dios y de los hombres
“El Papa apareció sonriente y emocionado al bajar del avión, en el aeropuerto internacional de Beirut, donde lo recibieron dirigentes libaneses, entre ellos el presidente de la República, Michel Suleimán —único cristiano jefe de un Estado árabe— y numerosos dignatarios religiosos y diplomáticos”.
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Encuentro con los jóvenes en la explanada frente al patriarcado maronita de Bkerké.
Una fila de hombres curtidos, de edad avanzada, con los ropajes que indican sus respectivas tradiciones. Cada uno de ellos llega frente al Papa, muy cerca, rostro con rostro, para recibir de sus manos un ejemplar de la Exhortación Ecclesia in Medio Oriente. Benedicto XVI se detiene con cada uno, les mira dulcemente a los ojos, les estrecha las viejas manos, cruza con ellos palabras que no recogerán las crónicas. Son los Patriarcas de sedes antiquísimas, celosos de su memoria de martirio y de gloria, y también los presidentes de las conferencias episcopales de Turquía y de Irán, países en los que la fe cristiana representa hoy apenas el grano de mostaza del que habla la parábola del Evangelio. No les entrega un dietario sobre cómo ser cristiano en Medio Oriente y no morir en el intento. No es el plan estratégico de una empresa desesperada, sino la mirada llena de inteligencia y pasión de los pastores de un pueblo muy probado, una mirada, un abrazo y una invitación apremiantes: ¡permaneced en la tierra de vuestros padres, sed testigos del crucificado, construid junto a vuestros conciudadanos la paz basada en la justicia y el perdón! Minutos antes una apoteosis de cantos y banderas había dejado paso a la profundidad y fervor de la ce-
lebración litúrgica. Una vez más, como hace más de veinte siglos, Pedro ha tomado la palabra. Pero ya no es el pescador instintivo, tan presto a confesar una verdad que no alcanzaba a entender como a protestar indignado ante el Maestro porque su camino producía vértigo. Ahora la voz de Pedro conoce ya, a través del dolor y del amor, que «decidirse a seguir a Jesús, es tomar su Cruz para acompañarle en su camino, un camino arduo, que no es el del poder o el de la gloria terrena, sino el que lleva necesariamente a la renuncia de sí mismo, a perder su vida por Cristo y el Evangelio, para ganarla». El Evangelio del día afirma que Jesús se lo explicó a los suyos «con toda claridad». La misma claridad que ha desplegado Benedicto XVI en sus cuarenta y ocho horas en tierra libanesa. Los cristianos de Medio Oriente no pueden hacerse vanas ilusiones: no serán las potencias occidentales, ni los medios de comunicación, ni la astucia tan típica de la zona los que aseguren su futuro. Como Jesús, ellos sólo ponen su confianza en Dios que los ha llamado a esta misión y en la compañía de toda la Iglesia. Esa compañía que sólo el Papa, con su sacrificio personal, su lucidez y su fe patente, podía encarnar estos días. Había llegado a Beirut en plena fiesta de la
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Exaltación de la Santa Cruz, incómoda referencia para muchos. Y en la basílica de San Pablo en Harissa, al firmar el documento fruto del Sínodo, quiso decir en voz alta el drama de sus hermanos: «Toda la Iglesia ha podido escuchar así el grito lleno de angustia, y percibir la mirada de desesperación de tantos hombres y mujeres que se encuentran en situaciones humanas y materiales difíciles, que viven fuertes tensiones con miedo e inquietud, y que quieren seguir a Cristo, que da sentido a su existencia, a pesar de que muy a menudo se ven impedidos de hacerlo». Más de uno se descubrió con los ojos llenos de lágrimas al escuchar al Sucesor de Pedro que ésta no es la hora de una derrota (tan fácil de anotar con las contabilidades del mundo), sino la hora de «celebrar la victoria del amor sobre el odio, del perdón sobre la venganza, del servicio sobre el dominio, de la humildad sobre el orgullo, de la unidad sobre la división». Ese es el lenguaje de la cruz gloriosa, subraya el Papa, la locura de la cruz: «saber convertir nuestro sufrimiento en grito de amor a Dios y de misericordia para con el prójimo; saber transformar también unos seres que se ven combatidos y heridos en su fe y su identidad, en vasos de arcilla dispuestos para ser colmados por la abundancia de los dones divinos, más preciosos que el oro». Delante del Papa están todos, han llegado del
hermético Irán, de la lejana Armenia, del inquieto Egipto en transición, del martirizado Irak, de la Siria que se desangra y de Jerusalén, la Iglesia madre. Y junto a ellos, en respetuoso silencio y con semblante amistoso, los jefes de las comunidades sunní, chiíta, alawí y drusa. Viejos y conocidos vecinos raramente confortables, pero allí estaban, asintiendo al apremio dulce y severo del obispo de Roma: construid la paz, no permitáis que el veneno de la violencia contamine vuestra religiosidad, desenmascarad la mentira del fundamentalismo. Ante los líderes políticos y los representantes del mundo de la cultura, Benedicto XVI realiza un fuerte llamamiento a respetar la libertad religiosa. «Profesar y vivir libremente la propia religión, sin poner en peligro su vida y su libertad, ha de ser posible para cualquiera. La pérdida o el debilitamiento de esta libertad priva a la persona del derecho sagrado a una vida íntegra en el plano espiritual». Y advierte que no basta una mera tolerancia, que no elimina las discriminaciones, sino que a veces incluso las reafirma. También advierte de la falsedad de una convivencia basada en la marginación de la apertura religiosa del hombre, porque sin ella no puede encontrar respuestas a los interrogantes de su corazón sobre el sentido de la vida y la manera de vivir moralmente, y así se hace incapaz de actuar con
El Papa con los patriarcas y obispos de Oriente Medio tras la firma de la Exhortación apostólica en San Pablo, Harissa.
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Benedicto XVI durante el acto religioso en la Catedral de San Pablo de Harissa, Beirut, Líbano.
justicia y de comprometerse por la paz. En el Líbano multiconfesional, encrucijada de caminos entre Oriente y Occidente, Benedicto XVI ha vuelto sobre uno de sus temas esenciales: la convivencia, la vida buena, no puede sostenerse ni sobre el fundamentalismo que pugna por dominar al Islam ni sobre el laicismo agresivo que tantas veces asoma la cara en las democracias europeas. Hace falta una nueva comprensión y valoración de la libertad religiosa y de su proyección social y política, y quizás Líbano puede ser un buen laboratorio para esto. El encuentro con los jóvenes ha sido un motivo de especial alegría para el Papa. Ha sido la documentación
carnal de dos mensajes muy centrales en la visita: los cristianos no deben temer al futuro, sino que deben implicarse en su construcción, y la amistad cívica entre musulmanes y cristianos es posible y constituye una palanca para construir otro tipo de convivencia en Oriente Medio. Recordemos que mientras miles de jóvenes de ambas religiones aplaudían al Papa, la violencia instigada por los islamistas se extendía por toda la región. Hace falta una gran tarea educativa y de convivencia para que esta semilla germine en el tiempo, pero no existe otro camino. Volvamos a la escena del principio. Tras la dicha límpida de estos días toca volver a casa, a los barrios
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Jóvenes musulmanas saludan a Benedicto XVI.
donde los cristianos sienten la tentación de encastillarse para defender una magra cuota de seguridad, a la difícil convivencia, al desafío de ser protagonistas de una historia que por estos días vuelve a parecer un volcán. Los hombres que desfilan frente al Papa son herederos de una milenaria historia de testimonios heroicos, de sufrimientos sin cuento, llevan en la cara y en el alma las cicatrices de sus respectivos pueblos. «¡No temáis, pequeño rebaño!», les había dicho Benedicto XVI pocas horas antes. No es sólo cuestión de sentimientos, Pedro ha venido para señalar una tarea, un camino. Y hay mucho por hacer: fortalecer la unidad y el testimonio común, abandonar actitudes meramente
defensivas, mejorar la formación de los laicos, arriesgar en un diálogo siempre difícil (pero que también da frutos) con los musulmanes sencillos, con el «Islam del pueblo», como gusta decir el cardenal Scola. Cedros y olivos han flanqueado las etapas de este bello viaje, la majestad y el frescor de una presencia que es toda una promesa para esta tierra, y el aceite de la acogida, de la amistad y del compartir. Ambos necesitan ser regados y podados con sabiduría y paciencia. Como ha hecho Benedicto XVI sin cálculo ni reserva. Vino como amigo de Dios y de los hombres, y todos han debido reconocer que en medio del cotidiano marasmo informativo ha sucedido algo verdaderamente nuevo. JOSÉ LUIS RESTÁN
«No temas, pequeño rebaño» (Lc 12,32) y acuérdate de la promesa hecha a Constantino: «Con este signo vencerás». Iglesias de Oriente Medio, no tengáis miedo, pues el Señor está verdaderamente con vosotras hasta el fin del mundo. No tengáis miedo, pues la Iglesia universal os acompaña con su cercanía humana y espiritual. Discurso de Benedicto XVI en la firma de la exhortación postsinodal ‘Ecclesia in Medio Oriente’ - HARISSA, viernes 14 septiembre 2012
El emperador romano, Constantino Magno, mirando la aparición de la Santa Cruz, la cual le llevó a su conversión. Con ella, vio la frase: “In Hoc Signo Vinces” (Con este signo vencerás).
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Patriarca de Antioquía: Visita del Papa fue histórica para todo Medio Oriente
El Patriarca de la Iglesia Católica de rito Maronita de Antioquía, Su Beatitud Bechara Boutros Rai, afirmó que el viaje del Papa Benedicto XVI a Líbano ha sido un evento realmente histórico, divino y providencial para los cristianos de Oriente Medio. En una entrevista concedida a Radio Vaticana, el Patriarca Rai explicó que la visita ha reforzado la fe y las ganas de demostrar a Oriente la importancia y el valor social de los católicos. «Todos los cristianos de Oriente Medio hemos escuchado muchos comentarios sobre este viaje y nos hemos sentido alentados: Han entendido que los cristianos no son una minoría, sino que son la presencia de la Iglesia, de la Iglesia Universal. Queremos, por tanto, dar gracias al Señor, porque nos ha mandado este evento histórico y divino a través de la persona del Papa, a través de todo lo que ha dicho y hecho», dijo. «Yo personalmente, junto a todos los libaneses, doy gracias al Señor por este evento histórico, pero también providencial», agregó. Ante la inestabilidad que afecta Medio Oriente, el Patriarca Rai consideró que la visita del Papa ha sido como un soplo de aire fresco para continuar en la búsqueda de la convivencia y la paz entre musulmanes y cristianos.
El Papa ha cambiado los ánimos. Antes de la visita, «los libaneses, así como los cristianos de Oriente Medio, se sentían como al borde de un precipicio: comenzábamos a perder las esperanzas y comenzábamos a olvidarnos de que hay un papel que jugar», expresó. Líbano es uno de los pocos países de Medio Oriente donde los poderes políticos están divididos por diferentes confesiones, convirtiéndose así en estandarte de convivencia entre cristianos y musulmanes. Para la autoridad maronita, las palabras del Papa, la Exhortación Apostólica y las celebraciones en Líbano «hicieron renacer en los libaneses, musulmanes y cristianos el valor de este país, la convivencia que es el mensaje que se espera del Líbano, y de su misión en Oriente Medio, y por qué el Líbano se distingue de todos los demás países. Han entendido su valor». «Todas las ceremonias, todos los encuentros fueron hechos a favor de todo el Líbano, de los cristianos y de los musulmanes. Lo mejor que podemos recordar es aquello que ha dicho el Papa al despedirse de los libaneses en el aeropuerto: ‘Vuestro calor y vuestro corazón me han dado el deseo de volver’. Este es un gran mensaje, y un hermoso testimonio del Pontífice», concluyó.
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Los católicos superan la mitad de la población en el Líbano La oficina de prensa de la Santa Sede dio a conocer las cifras oficiales del país que recibió al Vicario de Cristo en su 24° Viaje Apostólico fuera de Italia. El Líbano tiene una superficie de 10.400 km², poblada por 4 millones 39 mil personas, que conforman una densidad de 388 habitantes por km². Los católicos son poco más de la mitad de la población, en un número que alcanza los 2 millones 148 mil, es decir, 53,18 creyentes en Cristo por cada 100 libaneses. Los obispos son 53 y las jurisdicciones eclesiásticas 24, entre las cuales están distribuidas 1.126 parroquias y 39 centros pastorales. Para cumplir con su apostolado, la Iglesia católica cuenta con 1.543 presbíteros, de los cuales 840 son del clero diocesano y 703 de órdenes y congregaciones religiosas. A esto se suman 33 diáconos permanentes y 47 religiosos no sacerdotes (hermanos, novicios, profesos temporales), además de 2.650 religiosas profesas y 2 miembros consagrados de institutos laicos. El trabajo se completa con 2.301 misioneros laicos y 483 catequistas. Según las cifras presentadas por el organismo vaticano, cada sacerdote tiene a su cargo 1.392 fieles, mientras los operadores pastorales pueden llegar a 298 cada uno.
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En el caso de las vocaciones al presbiterado, hay actualmente 62 seminaristas menores y 390 son los seminaristas mayores, entre estudiantes de filosofía y teología. Esto hace un estimado de 9,66 seminaristas mayores por cada 100.000 habitantes y de 18,16 por cada 100.000 católicos. Otra cifra a analizar en positivo es que la Iglesia católica libanesa tiene 25,28 seminaristas mayores por cada 100 sacerdotes. Al ser un país árabe donde la libertad religiosa se ejerce con dignidad, hay una amplia labor educativa que suman 647 escuelas católicas entre el nivel inicial y primaria (219.490 alumnos). También se cuentan 229 escuelas distribuidas entre media inferior y secundaria (140.297 alumnos), y 31 centros de educación superior, ya sean institutos o universidades (37.393 estudiantes). Hoy que algunos conflictos alcanzan al país de los cedros, los entes eclesiásticos o religiosos atienden sin pausa un alto número de centros caritativos y sociales, entre los que se cuentan 30 hospitales, 168 centros médicos ambulatorios y 39 casas de acogida, sean estas para ancianos, inválidos o menores. También tiene a su cargo 63 orfelinatos y/o asilos nido, 22 consultorios familiares y centros para la protección de la vida, y 28 centros especiales de educación o reeducación social.
Encuentro del Santo Padre con los jóvenes en la explanada, frente al Patriarcado maronita de Bkerké.
YouCat: el don de la fe
Catecismo de los jóvenes en el Líbano El papa Benedicto XVI distribuyó copias de una traducción árabe del Catecismo juvenil durante su visita al Líbano. Los primeros ejemplares de YouCat en árabe fueron distribuidos el 15 de septiembre, en el encuentro del santo padre con los jóvenes en la explanada del Patriarcado maronita de Bkerké. El coordinador del encuentro juvenil, padre Toufic Bou Hadir, dijo que este libro de 300 páginas «ha inspirado a muchos de los jóvenes en el mundo árabe», incluso antes de su traducción a su lengua nativa. Y agregó: «El libro YouCat —en su edición en árabe— se distribuye como un regalo personal del papa a todos los jóvenes participantes en el evento, de manera similar a lo ocurrido en Madrid el año pasado». La Fundación pontificia internacional Ayuda a la Igle-
sia Necesitada ha apoyado con los costos de impresión de los Catecismos en árabe, habiendo previamente ayudado con la impresión de 700.000 ejemplares del YouCat en siete idiomas, para la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid en agosto de 2011. La edición en árabe de YouCat fue preparada por un equipo de traductores que trabajaron bajo los auspicios del Departamento de la Juventud del Patriarcado Maronita en el Líbano y fue impreso también en este país. En su prólogo al YouCat, que contiene respuestas a 527 preguntas sobre la fe católica, el papa Benedicto XVI dice a los jóvenes: «Este Catecismo no fue escrito para hacerte un favor. Y no va a hacerte la vida más fácil, ya que exige de ti una vida nueva».
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¿Por qué un Año de la fe?
El derecho de Dios
¿Por qué un Año de la fe? La pregunta no es retórica y merece una respuesta, sobre todo ante las grandes expectativas que se están registrando en la Iglesia para ese acontecimiento. Benedicto XVI dio un primer motivo cuando anunció la convocación: “La misión de la Iglesia, como la de Cristo, es esencialmente hablar de Dios, hacer memoria de su soberanía, recordar a todos, especialmente a los cristianos que han perdido su identidad, el derecho de Dios sobre lo que le pertenece, es decir, nuestra vida. Precisamente para dar renovado impulso a la misión de toda la Iglesia de conducir a los hombres fuera del desierto —en el que a menudo se encuentran— hacia el lugar de la vida, la amistad con Cristo que nos da su vida en plenitud (Homilía, 16 de octubre de 2011: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 23 de octubre de 2011, p. 7). Esta es la intención principal. No permitir que caiga en el olvido el hecho que caracteriza nuestra vida: creer. Salir del desierto que lleva consigo el mutismo de quien no tiene nada que decir, para restituir la alegría de la fe y comunicarla de manera renovada. Por tanto, este año se dirige en primer lugar a toda la Iglesia para que, ante la dramática crisis de fe que afecta a muchos cristianos, sea capaz de mostrar una vez más y con renovado entusiasmo el verdadero rostro de Cristo que llama a su seguimiento. Es un año para todos nosotros, para que en el camino perenne de fe sintamos la necesidad de apresurar el paso, que a veces resulta lento y cansado, y dar un testimonio más incisivo. No pueden sentirse excluidos quienes tienen conciencia de su propia debilidad, Ilustración página izquierda:
Detalle Juicio Final. Alabastro inglés (s. XV).
que a menudo toma las formas de la indiferencia y del agnosticismo, para encontrar de nuevo el sentido perdido y para comprender el valor de pertenecer a una comunidad, verdadero antídoto contra la esterilidad del individualismo de nuestros días. De todas maneras, en la carta apostólica “Porta fidei” Benedicto XVI escribió que esta “puerta de la fe está siempre abierta”. Esto significa que todos debemos sentirnos estimulados positivamente sobre el sentido de la vida y sobre las grandes cuestiones que nos golpean, sobre todo en nuestros días, por la persistencia de una crisis compleja que aumenta los interrogantes y eclipsa la esperanza. Plantearse la pregunta sobre la fe no equivale a alejarse del mundo; más bien, hace tomar conciencia de la responsabilidad que se tiene hacia la humanidad en esta circunstancia histórica. Un año durante el cual la oración y la reflexión podrán conjugarse más fácilmente con la inteligencia de la fe, cuya urgencia y necesidad cada uno debe sentir. De hecho, no puede ocurrir que los creyentes sobresalgan en los diversos ámbitos de la ciencia, para hacer más profesional su compromiso laboral, y tengan un conocimiento débil e insuficiente de los contenidos de la fe. Un desequilibrio imperdonable que no permite crecer en la identidad personal y que impide saber dar razón de la elección realizada. Rino Fisichella Presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización
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Se inaugura Sínodo de la Nueva Evangelización
Benedicto XVI: Un nuevo dinamismo para el redescubrimiento de la fe
En una solemne ceremonia, el domingo XXVII del tiempo ordinario (7 de octubre), en la plaza de San Pedro, Benedicto XVI proclamó doctores de la Iglesia a san Juan de Ávila, sacerdote diocesano, y a santa Hildegarda de Bingen, monja profesa de la Orden de San Benito. El santo padre presidió la celebración eucarística que abre la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema «La nueva evangelización para la transmisión de le fe cristiana». Con el papa concelebraron los padres sinodales y los obispos de las conferencias episcopales española y alemana. En la ceremonia de proclamación de los nuevos doctores, enmarcada en la celebración eucarística, estuvieron presentes 62 obispos españoles, de los que hay que destacar los prelados de las diócesis que vieron
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nacer, morir y asistieron a la evangelización de san Juan de Ávila: los de Ciudad Real y Córdoba, especialmente. También de la Conferencia Episcopal española: su presidente, cardenal Rouco Varela, el vicepresidente, monseñor Blázquez Pérez, y monseñor González Montes, presidente de la Comisión para la Doctrina de la Fe. Autoridades civiles en representación de España y los lugares relacionados con el «apóstol de Andalucía», asistieron a la celebración. Tras la impresionante procesión, animada por el canto de las letanías de los santos, en una plaza ornada con austeridad, destacaban los tapices de los dos nuevos doctores: san Juan de Ávila, con capa de quien anduvo muchos caminos, la cruz, iglesia al fondo, y una pluma de escritor, compartía espacio con la nueva doctora
alemana: santa Hildegarda, con una leyenda: profetisa, y en la mano la pluma de escritora. El cardenal Angelo Amato, acompañado esta vez por dos postuladoras, en unas palabras introductorias, consideró este momento como la «antífona» del Sínodo de los Obispos. Las postuladoras, una laica (por san Juan de Ávila) y una religiosa (por santa Hildegarda de Bingen). María Encarnación González, vestida con la tradicional mantilla, postuladora de la Conferencia Episcopal española y del doctorado de san Juan de Ávila, leyó la motivación para considerar al santo español modelo inspirador de la nueva evangelización. El cardenal pidió públicamente a Benedicto XVI la proclamación de san Juan de Ávila y santa Hildegarda de Bingen como doctores, considerándolos «testigos de una fecunda búsqueda de la verdad». Tras la solemne proclamación por Benedicto XVI, toda la plaza rompió en aplausos. Al inaugurar el Sínodo de la nueva evangelización para la transmisión de la fe, el papa subrayó la presencia en el mismo, que durará tres semanas, de otra Iglesias y comunidades eclesiales cristianas. Centró la reflexión de su homilía en dos puntos principales: partiendo de la lectura de la Carta a los Hebreos de la liturgia de hoy, llamó la atención de los participantes hacia Jesucristo, crucificado y glorioso, punto central de toda evangelización.
Quiso distinguir claramente Benedicto XVI, al hacer un recorrido histórico por los momentos de la historia eclesial, en que se generó un dinamismo evangelizador que respondía a los signos de los tiempos, qué entiende por nueva evangelización, diferenciándola de la cotidiana u «ordinaria» y de la misión «ad gentes». Aunque las tres modalidades se complementan y benefician mutuamente. El santo padre señaló que, a partir del Concilio Vaticano II, se produjo un nuevo dinamismo de evangelización al que diversos papas llamaron «nueva». La nueva evangelización, dijo Benedicto XVI, se dirige preferentemente a aquellas poblaciones que, habiendo sido evangelizadas, se han alejado de la Iglesia y no siguen la praxis cristiana. trata de suscitar en ellas un nuevo encuentro con el Señor. El otro punto en el que se detuvo Benedicto XVI fue: el matrimonio. En sí mismo, dijo el papa, es ua «una buena noticia» para el mundo de hoy. No es casualidad, dijo el papa, que el matrimonio, tal como lo entiende la Iglesia católica, está ligado a la fe. Relacionó directamente la crisis de fe actual con la crisis del matrimonio. Se puede leer el texto de la homilía íntegra en: www. humanitas.cl (Información redactada para Agencia Zenit por Nieves San Martín)
Sínodo de la Nueva Evangelización La homilía pronunciada por S.S. Benedicto XVI el domingo 7 de octubre en su inauguración y todas las principales noticias referidas al Sínodo de la Nueva Evangelización, podrán leerse en el slide correspondiente en la portada del sitio www.humanitas.cl
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Desnaturalizaciones de la fe
L a fragilidad humana
uno e indivisible el desigLa Resurrección. Alabastro inglés (s. XIV). nio salvador de Dios. No suele mezclar elementos es posible, católicamente espurios en actividades de suyo nobles y por lo mismo positivas. Eso puede hablando, creer en la Santísima Trinidad y rechazar los suceder también con la fe. Cuando se desnaturaliza, Sacramentos o aceptar sólo algunos de ellos; creer en es decir cuando pierde su verdadera esencia, se ob- la humanidad de Cristo, pero rechazar su divinidad; tiene, como resultado, una caricatura deforme que ya creer en el Evangelio, pero rechazar a la Iglesia como no puede cumplir con su función en la vida humana instrumento de la salvación. La utilitarización de la fe mira a Dios y a sus dones orientada hacia Dios. Anotemos algunas de esas distorsiones, unas más solamente como un recurso en situaciones angustiosas graves que otras, pero todas nocivas, y en ciertos casos o difíciles, como algo de lo que se puede o debe echar mano sólo en ciertos momentos pero de lo que se puebastante radicales. La incredulidad y el agnosticismo son actitudes de prescindir en otros en los cuales otras soluciones que cierran el paso al acto de fe, juzgándolo imposible parecen suficientes, y cuando se acude a Él, no se lo y haciendo de la duda permanente e insoluble una es- ve como el centro y punto de referencia para toda la pecie de muro incompatible con la fe. No llegan hasta vida, hasta en sus detalles cotidianos, sino como una el límite de rechazar positivamente la fe en Dios y en solución a un determinado problema, pero sin mayor el mundo sobrenatural, como es el caso del ateísmo, compromiso de la vida en su globalidad. Mirar a Dios pero no ven la posibilidad de afirmar con certeza lo solamente como un recurso es rebajarlo al pobre nivel de un instrumento y olvidar que nuestra relación con Él que trasciende la experiencia sensorial. La parcialización de la fe consiste en establecer es, ante todo, una relación de vida y de amor. Una fe temblorosa mira a Dios como quien puede divisiones en el objeto de la fe, admitiendo partes de él y negando o desinteresándose de otras. La fe católica, infligirnos duros castigos por nuestros pecados y sitúa como lo indica esta palabra que significa totalidad e la propia existencia en un ambiente de temor. Una tal integridad, constituye una unidad indivisible, como es actitud desconoce la fundamental afirmación cristiana
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de que “Dios es Amor” (1 Jn 4, 16), y que nuestra respuesta a su amor no puede ser sino la de amarlo. Si el temor tiene alguna cabida en el horizonte cristiano, es en la medida en que lo único realmente temible es no amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas nuestras capacidades (ver Dt 6, 5; Mt 22, 37; Mc 12, 30; Lc 10, 27), porque amar es Su verdad y también la nuestra. La superstición viene a ser un sucedáneo de la verdadera fe, atribuyendo a cosas, objetos o situaciones un poder que no poseen y que sólo pertenece a Dios. En el fondo la superstición tiene alguna semejanza con la idolatría y es vecina a las prácticas mágicas. En las actitudes supersticiosas existe una errónea tentativa de sustituir la confianza en Dios y en su amor misericordioso, con el uso de símbolos o amuletos que serían más eficaces que la bondad omnipotente de Dios, lo que significa tener de Él una idea muy mezquina. Las expresiones de la religiosidad popular no son de suyo manifestaciones supersticiosas, sino la consecuencia de la encarnación del Verbo de Dios, que quiso asumir las realidades materiales para hacerlas instrumentos de sus designios de salvación, los que conciernen al hombre en la integralidad de su ser, compuesto de espíritu y cuerpo. Las prácticas adivinatorias son también expresión de flaqueza y debilidad de la fe, ya que se orientan a conocer ansiosamente el porvenir, desconfiando de la providencia de Dios y de su amorosa sabiduría que hace que “todo coopere al bien de los que aman a Dios” (Rom 8, 28), e imaginando que los seres humanos podríamos estar en mejores condiciones para enfrentar los avatares del futuro si supiéramos anticipadamente lo que nos depara. Naturalmente, nada tiene que ver con las prácticas adivinatorias o con el ocultismo el legítimo recurso a los procedimientos técnicos y científicos que nos permiten prever los cambios atmosféricos o el desarrollo de las patologías: son valiosos progresos de la humanidad, realizados con las capacidades que Dios dio al hombre y que se inscriben en su designio de llamarnos a colaborar con sus obras. Queda aún por examinar un hecho que quizás no cabe exactamente bajo la denominación de “desnaturalización” y que podría calificarse como fe frágil o fe superficial o fe mal fundada y es el caso de personas que, ante escándalos o conductas reprobables de
cristianos y aun de pastores de la Iglesia, dicen “perder la fe”. ¿Acaso esos cristianos fundan su fe en la conducta de seres humanos y falibles? No puede ser así: nuestra fe cristiana y católica tiene como cimiento sólido y seguro la palabra de Dios contenida en las Sagradas Escrituras y en la Tradición apostólica, y fielmente transmitida por el Magisterio auténtico confiado por Jesús a los legítimos pastores de la Iglesia, el Obispo de Roma, el Papa, cabeza visible del cuerpo eclesial, y a los Obispos en comunión jerárquica con él. Nuestra fe es adhesión firme y total a la palabra de Dios y no puede depender de las lamentables falencias de los miembros de la Iglesia, las que ciertamente empañan la santidad del Cuerpo de Cristo, pero no pueden cuestionar la absoluta verdad de la fe ni poner en duda la misión de la Iglesia de anunciar el Evangelio, de comunicarnos la gracia a través de los santos Sacramentos y de conducir pastoralmente a los discípulos de Cristo en la vida eclesial y hacia la vida eterna. No podemos sino lamentar los pecados que hacen presa de los miembros de la Iglesia, pero el legítimo dolor que causan, así como el daño que ocasionan, no pueden hacer vacilar nuestra fe en Dios, en su palabra de Verdad, y en la Esposa de Cristo, que es la Iglesia, y que, por la acción del Espíritu Santo, es instrumento y lugar visible de la obra salvadora de Jesús. Ante la realidad del pecado es preciso orar por la conversión de los que los cometen, sin excluirnos por cierto a nosotros mismos y reparar su daño con más amor a Dios y al prójimo. * * * El camino de la fe implica una progresiva purificación. Nuestra fe, por la gracia de Dios, debe ir creciendo en profundidad y necesita ir despojándose de no pocas imperfecciones que son como las manchas de la superficie de un cristal que impiden percibir a través de él una imagen nítida, sin deformaciones ni oscuridades.
CARDENAL JORGE MEDINA ESTÉVEZ Párrafos finales del libro “Reflexiones acerca de la fe” (editado por el obispado de San Bernardo), que puede leerse también en www.humanitas.cl en banner AÑO DE LA FE
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Universidades católicas y nueva evangelización
En el mundo que sufre un vacío de ideas La Pontificia Universidad Juan Pablo II de Cracovia otorgó al Cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone , el doctorado “honoris causa”. Presentamos extractos de la “lectio magistralis” que pronunció el purpurado.
Frente a lo que Benedicto XVI llama una “pérdida preocupante del sentido de lo sagrado”, ha parecido necesario proponer una “nueva evangelización” (cf. Carta apostólica Ubicumque et Samper, 21 de septiembre de 2010, con la que se instituyó el Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización), es decir, una renovada propuesta de fe. Aunque el término “nueva evangelización” no aparece en Pablo VI, su realidad está muy presente en sus escritos, especialmente en la importante exhortación apostólica Evangelii nuntiandi sobre la evangelización en el mundo contemporáneo (cf., en particular, nn. 52 y 56). (…) Con gran evidencia, el Pontífice actual la ha inscrito a su vez entre las perspectivas prioritarias de su misión. (…) Analicemos el papel de las universidades católicas en este contexto de nueva evangelización. Están implicadas al menos por tres razones fundamentales. La nueva evangelización se caracteriza por un anuncio claro y explícito de Cristo. “No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios”, escribió Pablo VI en la Evangelii nuntiandi (n. 22). (…) Ahora bien, este anuncio forma parte de la misión de las universidades. Es lo que afirma el importante párrafo con que se concluye la charta magna de las universidades católicas, que es la constitución apostólica Ex corde Ecclesiae: “Según su propia naturaleza, toda universidad católica presta una importante ayuda a la Iglesia en su misión evangelizadora. Se trata de un vital testimonio de orden institucional de Cristo
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y de su mensaje, tan necesario e importante para las culturas impregnadas por el secularismo o allí donde Cristo y su mensaje no son todavía conocidos de hecho. Además todas las actividades fundamentales de una universidad católica deberán vincularse y armonizarse con la misión evangelizadora de la Iglesia: la investigación realizada a la luz del mensaje cristiano, que ponga los nuevos descubrimientos humanos al servicio de las personas y de la sociedad; la formación dada en un contexto de fe, que prepare personas capaces de un juicio racional y crítico, y conscientes de la dignidad trascendental de la persona humana; la formación profesional que comprenda los valores éticos y la dimensión de servicio a las personas y a la sociedad; el diálogo con la cultura, que favorezca una mejor comprensión de la fe; la investigación teológica, que ayude a la fe a expresarse en lenguaje moderno” (n. 49). (…) A veces para las universidades católicas presentes en los países de tradición cristiana es fuerte la tentación de la secularización: cancelando el aspecto confesional, minimizan los signos de su identidad católica, reduciéndola a un humanismo consensual y el cristianismo a un conjunto de valores. Al contrario, siguiendo la línea de Juan Pablo II, el Pontífice actual afirma que “el hecho de ser “católica” no rebaja en absoluto a la universidad, sino que más bien la valora al máximo” (Discurso en la inauguración del 85º año académico en la Universidad católica del Sagrado Corazón, Roma, 25 de noviembre de 2005: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 2 de diciembre de 2005, p. 5).
Una segunda razón explica la importancia y el papel de las universidades católicas en el marco de la nueva evangelización. Una intuición central del pontificado de Pablo VI cuyos pasos han seguido Juan Pablo II y Benedicto XVI, es que, para encarnarse, la fe debe pasar a la cultura. Después del primer anuncio (kérygma) y de la catequesis, la fe está llamada a impregnar progresivamente las culturas, pero sin identificarse jamás con ellas. Por otra parte, el Evangelio se anuncia a hombres que forman parte de una cultura, de modo que dicho anuncio debe pasar a través de esa cultura. Por eso, como observaba Pablo VI, “lo que importa es evangelizar, no de una manera decorativa, como con un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces” (Evangelii nuntiandi, 20). Las universidades católicas tienen como misión servir de puente entre la fe y la cultura. (…) Observaba ya Pablo VI que, “para la Iglesia no se trata solamente de predicar el Evangelio en zonas geográficas cada vez más vastas o en poblaciones cada vez más numerosas, sino de alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación” (Evangelii nuntiandi, 19). (…) Me vienen a la mente las fuertes palabras de Pablo VI, al afirmar que “el mundo se encuentra en un lamentablemente vacío de ideas” (Populorum progressio, 85). La Universidad, especialmente la católica, ¿acaso no debe ser el lugar de pensamiento que tanto necesita el mundo? Esta es una gran verdad, porque una de las principales razones de la crisis que afecta hoy a toda la sociedad y a cada sociedad es una visión muy limitada y fragmentaria de la realidad: a menudo analizada en términos exclusivamente económicos o sociales, esta crisis no se comprende en sus dimensiones culturales y espirituales. Al contrario, ¿no debería ser la Universidad el lugar donde estas diversas perspectivas se entrecruzan y se funden, en el respeto de sus propias epistemologías? Por tanto, si la Universidad agrava esta situación concreta, favoreciendo la fragmentación y la separación de los saberes o enseñando un enfoque meramente operativo con respecto a la realidad, traiciona su misión.
En su discurso en Ratisbona, Benedicto XVI recordó su experiencia de profesor, según la cual “todas las especializaciones a veces nos impiden comunicarnos entre nosotros” (Discurso en la Universidad de Ratisbona, 12 de septiembre de 2006: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 22 de septiembre de 2006, p II). Al actuar así, la Universidad traiciona su propia vocación: “La Universidad, por su parte, jamás debe perder de vista su vocación particular a ser una universitas, en la que las diversas disciplinas, cada una a su modo, se vean como parte de un unum más grande. ¡Cuán urgente es la necesidad de redescubrir la unidad del saber y oponerse a la tendencia a la fragmentación y a la falta de comunicabilidad” (Discurso a los participantes en el encuentro europeo de profesores universitarios, Roma, 23 de junio de 2007: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 6 de julio de 2007, p. 18). Pues bien, una de las vocaciones de la Universidad católica consiste en este diálogo incesante entre las diversas disciplinas, comenzando por el diálogo entre la fe y la razón. Para expresarlo con palabras del Pontífice actual, estas instituciones deben ser el lugar de una razón ampliada y enriquecida. (…) Por último, lo que vale para la Universidad Católica en su conjunto, vale de modo singular para la Facultad de Teología, que debe ser su corazón.(…) Universidades Católicas y nueva evangelización forman parte de la misión profética de la Iglesia. En un Mensaje para la Jornada mundial de las misiones, Juan Pablo II afirmó que “la Iglesia… se proyecta hacia el tercer milenio, asumiendo con renovada energía su misión fundamental de “evangelizar”… Es decir, el anuncio a los pueblos, que hace descubrir quién es Jesucristo para nosotros” (Mensaje para la Jornada mundial de las misiones de 1986, 18 de mayo de 1986, n. 3: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de octubre de 1986, p.II). Del mismo modo, la Universidad católica será fiel a su identidad eclesial si también ella sigue siendo o se convierte de nuevo en una Universidad “esencialmente misionera”. TARCISIO BERTONE Cardenal Secretario de Estado
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Benedicto XVI: Del Catecismo para los jóvenes (Yucat)
“Cuando Israel estaba en el momento más difícil de su historia Dios no llamó en su auxilio a los grandes y apreciados, sino a un jovencito llamado Jeremías. Jeremías se vio superado por la tarea: “¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven” (Jer 1,6). Pero Dios no cambió de idea: “No digas: Soy demasiado joven, porque tú irás adonde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene” (Jer 1,7). “Los bendigo y rezo cada día por todos ustedes”. JMJ 2013 Se buscan voluntarios para la Jornada
Párrafos finales del Prólogo de Benedicto XVI al Catecismo para los Jóvenes (Yucat) distribuido en la JMJ 2011 de Madrid. La lectura del Catecismo es una de las recomendaciones para el AÑO de la FE. Sus ejemplares están disponibles en Librería San Pablo y otras en Santiago.
“Tienen que saber qué es lo que creen. Tienen que conocer su fe de forma tan precisa como un especialista en informática conoce el sistema operativo de su computadora, como un buen músico conoce su pieza musical. Sí, tienen que estar más profundamente enraizados en la fe que la generación de sus padres, para poder enfrentarse a los retos y tentaciones de este tiempo con fuerza y decisión. Necesitan la ayuda divina para que su fe no se seque como una gota de rocío bajo el sol, si no quieren sucumbir a las seducciones del consumismo, si su amor no quiere ahogarse en la pornografía, si no quieren traicionar a los débiles ni dejar tiradas a las víctimas. “Y cuando se dediquen con empeño al estudio del Catecismo, quiero darles aún un último consejo: Sepan de qué modo la comunión de los creyentes ha sido herida profundamente en los últimos tiempos por ataques del enemigo, por la entrada del pecado incluso en lo más interno, en el mismo corazón de la Iglesia. ¡No lo tomen como pretexto para huir del rostro de Dios! ¡Ustedes mismos son el Cuerpo de Cristo, la Iglesia! Introduzcan el fuego nuevo y lleno de energía de vuestro amor en la Iglesia, por más que algunas personas hayan desfigurado su rostro. “En la actividad, no sean negligentes; en el espíritu manténganse fervorosos, sirviendo constantemente al Señor” (Rom 12, 11)
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Cuando falta menos de un año para el inicio de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Río, los organizadores siguen recibiendo solicitudes de jóvenes y adultos que desean dedicar su tiempo como voluntarios del maxi evento en la ciudad carioca. Para ser voluntario es necesario tener al menos 18 años y no hay límite para los adultos. Los organizadores están estudiando también la posibilidad de aceptar a jóvenes a partir de los 16 años que tengan la autorización de los padres. Los voluntarios se ponen a disposición del comité organizador ofreciendo su colaboración gratuita para la preparación y realización del evento en sus diversas fases. Ya muchos voluntarios están trabajando, si bien la mayor parte iniciará su colaboración algunas semanas antes de la ceremonia de apertura, o sea que deberán llegar a Río al menos unos 15 días antes. La inscripción está abierta también para congregaciones, movimientos y comunidades religiosas que quieran participar en la Feria de las Vocaciones, que tendrá sede en el barrio Urca, en la plaza General Tiburcio, desde donde parte el funicular que lleva al Pan de Azúcar, una de las mayores atracciones turísticas de la ciudad. “Cuando los jóvenes lleguen a la JMJ, verán las in-
signias de la Feria de las Vocaciones, con los mensajes de los santos que les llevará a interrogarse sobre su vocación”, explicó el diácono Arnaldo Rodríguez, uno de los responsables de la preparación pastoral del evento. “Habrá un palco para conciertos, prédicas, momentos de oración y un lugar para reflexiones”. Y serán preparadas también grandes carpas para la adoración del Santísimo Sacramento, para las misas y para el sacramento de la confesión. La finalidad de la Feria —prosiguió Rodríguez— no es “para satisfacer la curiosidad de los jóvenes”, sino “un evento clave” de la JMJ, para que cada uno pueda discernir la propia vocación. “Las congregaciones, seminarios diocesanos y comunidades rezarán con los jóvenes. Mostrarán no solamente su carisma particular, sino también la ocasión de encontrar al Señor”, dijo. Para mayores informaciones escribir a: feiravocacional@rio2013.com Y los interesados en inscribirse como voluntarios pueden hacerlo en: www.rio2013.com/es/voluntarios La JMJ Río 2013 se puede seguir en: www.rio2013. com/es www.facebook.com/jornadamundialdelajuventud
pascual, nos condujiste por medio del Espíritu Santo al encuentro filial con el Padre. Los jóvenes, que se alimentan de la Eucaristía, te oyen en la Palabra y te encuentran en el hermano, necesitan tu infinita misericordia para recorrer los caminos del mundo como discípulos misioneros de la nueva evangelización. ¡Oh Espíritu Santo! Amor del Padre y del Hijo, con el esplendor de tu Verdad y con el fuego de tu amor, envía tu Luz sobre todos los jóvenes para que, impulsados por la Jornada Mundial de la Juventud, lleven a los cuatro rincones del mundo la fe, la esperanza y la caridad, convirtiéndose en grandes constructores de la cultura de la vida y de la paz y los protagonistas de un nuevo mundo. ¡Amén!»
Dios en las Olimpíadas de Londres La Virgen María y el «Padre Nuestro»: el agradecimiento de los olimpistas
Oración oficial Jornada Mundial de la Juventud Río 2013
Con el fin de preparar a los fieles de toda la Iglesia universal, así como a los participantes que se darán cita en Brasil, los organizadores de la Jornada Mundial de la Juventud Río 2013 han hecho pública la oración oficial para esta gran cita juvenil, a desarrollarse en la capital carioca del 23 al 28 de julio del próximo año, y que contará con la presencia del Santo Padre. Ofrecemos a continuación la plegaria a los lectores: «¡Oh Padre! que enviaste a Tu Hijo Eterno para salvar el mundo y elegiste hombres y mujeres para que, por Él, con Él y en Él proclamaran la Buena Noticia a todas las naciones. Concede las gracias necesarias para que brille en el rostro de todos los jóvenes la alegría de ser, por la fuerza del Espíritu, los evangelizadores que la Iglesia necesita en el Tercer Milenio. ¡Oh Cristo! Redentor de la humanidad, tu imagen de brazos abiertos en la cumbre del Corcovado acoge a todos los pueblos. En tu ofrecimiento
El equipo femenino de vóleibol brasileño junto a todo el comando técnico se unió de rodillas en la cancha para pronunciar un emocionante «Padre Nuestro» como agradecimiento por su victoria en la final de las Olimpíadas de Londres 2012. El 11 de agosto el equipo brasileño logró su segunda medalla de oro consecutiva, al vencer por 3 sets a 1 a su similar de Estados Unidos. En esta oportunidad y en agradecimiento a Dios había prometido recorrer el Camino de Santiago en España.
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Luego de la victoria, las jugadoras y el equipo técnico se pusieron de rodillas y recitaron el Padre Nuestro. «Quiero agradecer a Dios (…) en nuestro equipo la base es la superación», dijo la atacante Jaque. El entrenador José Roberto Guimarães por su parte agradeció a Dios y a su familia: «mi esposa hizo muchas promesas para mí, promesas que me toca ahora cumplir. «Recé mucho, nunca recé tanto en mi vida. Nunca pedí tanto. Tengo ahora que cumplir mi promesa», dijo el entrenador y añadió que le «gustaría ser un gran escritor para narrar una historia linda como esta, pero no tengo la capacidad, creo que sólo un escritor grande podría escribir esta historia: ese fue Dios». Por su parte la atleta etíope Meseret Defar protago-
nizó uno de los momentos más emotivos de las Olimpíadas de Londres 2012 cuando al cruzar la meta en la final femenina de los 5.000 metros planos y hacerse de la medalla de oro, sacó de su pecho una imagen de la Virgen María, la mostró a las cámaras y se la puso en el rostro en un momento de intensa oración. Defar, cristiana ortodoxa, encomendó su carrera a Dios con una señal de la cruz y completó la distancia en 15:04:25, venciendo a su compatriota y tradicional rival Tirunesh Dibaba, quien llegó como favorita de la prueba. Con lágrimas de emoción, Defar mostró al mundo la imagen de la Virgen con el Niño Jesús en brazos que la acompañó en todo el recorrido
Exposición “Luz al interior”. Arte y vida en el claustro
piezas exclusivas de otras instituciones, como el Museo del Carmen de Maipú y el Museo Histórico Nacional, y colecciones privadas chilenas. La muestra exhibe además de pinturas y obras de arte, mobiliario y objetos, con diferentes espacios, como la capilla, el comedor (refectorio), los corredores, los dormitorios (celdas) y otros espacios propios de los conventos. La exposición se exhibió en la sede de la Corporación Cultural de Las Condes, Serie El Alabado, Escuela Quiteña (s. XVII). antigua casona que también es del peRecientemente la Municipalidad de Las Condes junto a ríodo colonial y da cuenta de este período histórico. “La su corporación cultural y la Corporación del Patrimonio idea es recrear en pleno siglo XXI un espacio de tiempo Religioso y Cultural de Chile presentaron una interesante en que la vida, el ritmo y los valores eran otros. Los exposición sobre los espacios interiores de un monas- monasterios de claustro son espacios detenidos en terio de clausura femenino. el tiempo, pero aun así continúan vivos, albergando a La muestra toma como referencia el Monasterio de hombres y mujeres empeñados en la trascendencia la Santísima Trinidad de Clarisas Capuchinas, orden espiritual de la humanidad y que desde su posición religiosa que llegó a Chile en 1727 y que trajo consigo contribuyen a enriquecer nuestra cultura e identidad. desde Lima un valioso patrimonio artístico, compuesto Queremos que aquellos que asistan a la exposición se por pinturas, tallas y objetos realizados por los principa- sumerjan en esa atmósfera y que capten el espíritu de les artistas coloniales del continente. Muchas de esas esa época”, señaló Francisco Javier Court, director de obras se incluyen en el montaje, complementándose con la Corporación Cultural de Las Condes.
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Aleteia.org Una red de redes católicas
Jesús Colina, Director de Aleteia.
De los siete mil millones de personas que hay en el mundo, dos mil millones se encuentran conectadas con internet; de ellas, 750 millones están bautizadas. En el motor de búsqueda Google, la palabra Dios da un resultado de 25 millones de entradas; sobre Jesús son 25 millones y el término Iglesia registra 37 millones. Para dar respuestas profundas sobre estos temas, ha sido creada en internet la red Aleteia.org, destinada a compartir temáticas y dialogar sobre asuntos de fe, vida y sociedad, destinadas a todos aquellos “buscadores de la verdad”. El fundador de Aleteia y ex director de Zenit.org, Jesús Colina, indicó que cuando se buscan las respuestas sobre Dios, Jesús, etc. en internet, los primeros sitios que indican los motores de búsqueda, como Google, suelen ser los de credos cristianos no católicos. Para responder a ese desafío haciendo escuchar la voz de los católicos, se ha pensado en organizar una red, una propuesta: “unámonos en una misma red”. Aleteia es promovida por la Fundación para la Evangelización a través de los Medios, creada para unir esfuerzos y dar una respuesta al llamamiento de Benedicto XVI a una nueva evangelización. “Más de mil entre instituciones y televisiones ya han adherido a Aleteia —dijo Colina—, entre ellas Catholic. net, la televisión francesa KTO, la oficina de prensa del Opus Dei, Radio Notre Dame de París y su red, y tantos otros medios”. Aleteia no es un órgano institucional, sino una red. No es un Facebook ni un Twitter católico, sino que allí se comparten los contenidos sobre cuestiones de fe
publicados en los sitios web, que por supuesto podrán también estar en las redes sociales. Los formatos son cuatro: preguntas y respuestas, video, librería on line, y noticias producidas por dicha red. “Queremos ser un megáfono, no queremos algo cerrado, sino abierto, allí donde está la gente”, indicó. Davide Le Jaune, director técnico ejecutivo de Aleteia, explicó que “en las redes sociales habrá un logo con el pez, y apretando dicho botón se podrá conectar un artículo del sitio a unas 60 redes sociales; además del artículo se podrá ir al sitio web desde donde fue tomado”. Añadió que “el trabajo en conjunto hará crecer el tráfico de usuarios, lo que en internet es fundamental para dar visibilidad a los contenidos”. Es posible ponerse en contacto también con los autores que crean los contenidos, y los comentarios irán a los otros medios de la red, lo que supone un sistema innovador. Hay un equipo editorial que trabajará en seis idiomas con la tarea de ver que los contenidos respeten la visión católica, pues esta es la línea editorial; siempre respetando las diversas sensibilidades existentes en la Iglesia, y con la colaboración de personas de gran espesor cultural. Andrea Salvati, que proviene de la parte marketing de Google, recordó que en internet es posible conocer particulares exactos sobre una red o página web, como cuántas veces fue clicado un artículo o visto un video. Salvati atribuyó la falta de resonancia de algunos sitios católicos al poco tráfico que tienen, lo que no los sitúa en los primeros sitios de los motores de búsqueda. Y añadió que el flujo de datos no es indiferente cuando se habla de un producto en internet. Se irá desde el aumento del tráfico, que se traduce en estar en los primeros puestos de los buscadores de noticias, a la publicidad y a la venta de algunos productos, sin excluir las donaciones, y AdEthic será el network de publicidad que trabajará para Aleteia. Participaron también en la presentación Oliver Bonassies, Bruno Riviere de Precourt, miembros del comité de control, y el sacerdote Paolo Padrini, miembro del consejo de administración. Este último indicó que las utilidades de la publicidad se usarán en obras de beneficencia
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EN EL Á M BITO DE
HUM A NITAS
CARTA DEL PREFECTO DE LA CONGREGACIÓN PAR A EL CLERO, CARDENAL MAURO PIACENZA
El Prefecto de la Congregación para el Clero, S.E.R. Cardenal Mauro Piacenza, señala que “es necesario —cosa que su Revista promueve y publica— que la claridad de la luz universitaria llegue a todos los confines de la cultura con el trasfondo de un verdadero humanismo cristiano, que incida profundamente en la apertura hacia el camino de la fe, virtud que, por deseos del Santo Padre, vamos a profundizar y a vivir con fuerza intelectual y espíritu apostólico durante el AÑO DE LA FE, que está a punto de iniciarse”.
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CARTA DEL presidente del pontificio consejo de la nueva evangelización, monseñor rino fisichella
El Presidente del Pontificio Consejo de la Nueva Evangelizcaión, S.E. Monseñor Rino Fisichella destaca “la calidad de la revista, así como la profundidad y diversidad de los enfoques en ella vertidos”, al tiempo que anima “a seguir trabajando en este campo de la cultura cristiana”.
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EN EL Á M BITO DE
HUM A NITAS
Cartas enviadas por los arzobispos de Nueva York, Cardenal Timothy Michael Dolan; de Washington, Cardenal Donald Wuerl, y los obispos de Phoenix, Monseñor Thomas J. Olmsted, y de Youngstown, Monseñor George V. Murry, S.J., en agradecimiento por la edición en inglés de revista HUMANITAS.
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Downside, Abadía Benedictina.
Curso de Verano Oxford: Center for Faith & Culture
Junto a Clare Asquith Condesa de Oxford el R.P. Ian Ker, Dom Aidan Bellenger Abad de Downside Gerard Kilroy, André P.Gushurst-Moore y Stratford y Léonie Caldecott, el director de Revista HUMANITAS participó en Oxford y en la Abadía de Downside, cercana a Bath, Inglaterra en un curso de verano que se desarrolló entre el 7 y el 21 de agosto. Partiendo de las primeras raíces del cristianismo en las islas británicas, recorriendo los períodos de más álgida confrontación, profundizando en el Movimiento de Oxford y en el “revival” católico a que dio lugar en el siglo XX, el curso contó con la dedicada participación de personalidades muy reconocidas en su especiali-
dad. Entre ellos Lady Asquith, autora del reconocido estudio sobre la presencia del catolicismo en la vida y en la obra de William Shakespeare, “Shadowplays”. Asimismo del connotado especialista en la obra de John Henry Newman, profesor de la Facultad de Teología de Oxford, R.P.Ian Ker. Tanto los organizadores así el profesor Stratford Caldecott, director del Center for Faith & Culture y miembro del Consejo para la edición en inglés de HUMANITAS como los profesores guías y los participantes en el curso celebraron con entusiasmo la difusión de Revista HUMANITAS en inglés a través de su versión digital enteramente gratuita (www.review.humanitas.cl).
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EN EL Á M BITO DE
HUM A NITAS
Saludos enviados a revista HUMANITAS por el Cardenal Angelo Scola, Arzobispo de Milán.
Rímini: XXXIII Meeting por la Amistad entre los Pueblos El casi millón de personas que visitaron la Feria de Rimini entre el 19 y el 25 de agosto, con ocasión del ‘Meeting’ anual convocado allí por Comunión y Liberación (CL), tuvieron como motivación inspirativa una frase de Don Giussani que convida a caminar por la vida sin temor a las corrientes intramundanas adversas: La natura dell’uomo è rapporto con l’infinito (La naturaleza del hombre es un vínculo con lo infinito). En su mensaje inaugural, dirigido al obispo de Rímini, S.S. Benedicto XVI, tomando base en esa frase del fundador de CL, reparó en que «hablar del hombre y de su deseo de infinito significa, en primer lugar, reconocer su relación constitutiva con el Creador». La tensión hacia el infinito «es indeleble en el corazón del hombre», insistió el Papa, y aun cuando «niegue o rechace a Dios, no desaparece esa sed”. El problema surge en lo que Benedicto XVI llamó «búsqueda desesperada y estéril, de falsos infinitos» los hay muy fuertes y difundidos con grandes medios en nuestros días, como la droga, la sexualidad desordenada, etc.
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o incluso en “cosas buenas que Dios ha creado como caminos que conducen a Él”, que “a menudo corren el riesgo de ser absolutizadas y por lo tanto convertirse en ídolos que reemplazan al Creador». Esto obliga, señaló el Pontífice, a «seguir un camino de purificación, un camino de conversión del corazón y de la mente”, eliminando “todas las falsas promesas de infinito que seducen al hombre y lo convierten en un esclavo». En un intenso programa que se iniciaba a las 11 AM para concluir a medianoche, los cientos de miles de concurrentes que a diario ingresaron al recinto de la Feria de Rímini, pudieron escuchar en el ‘Meeting’ conferencias de expositores de primer nivel provenientes de diversos países, oír de viva voz el testimonio de personalidades públicas tanto italianas como internacionales, asistir a grandes espectáculos de música, danza y teatro, apreciar y adquirir ediciones recientes de las principales editoriales del mundo vinculadas con este evento, así como admirar exposiciones temáticas sobre Dostoievski, el Bicentenario de la Independencia
norteamericana, la edificación de la Catedral de Milán, el trabajo desarrollado por la Compañía de las Obras, etc. todas ellas configuradas en torno a la afirmación del vínculo humano con el sentido del infinito. El director de Revista HUMANITAS gozó de la calurosa hospitalidad de los miembros de CL durante dos días, pudiendo apreciar el conocimiento que existe de la revista y de su sitio web, bien como la generalizada simpatía con este proyecto editorial. Las palabras pronunciadas por Benedicto XVI en su mensaje al ‘Meeting’ habían señalado que “desde el momento en que el Verbo se hizo carne, se ha eliminado la distancia insalvable entre lo finito y lo infinito: el Dios eterno e infinito de Dios ha dejado su cielo y ha entrado en el tiempo, se ha sumergido en la finitud humana». La experiencia vivida por quien tuvo el privilegio de concurrir a este Encuentro así como por los miles de voluntarios de todas las razas, naciones y pueblos que entusiasta y gratuitamente
se ofrecen cada año para mantener en grato orden una aglomeración humana de tal magnitud, dan una perfecta noción de cuán real y palpable puede ser en ciertos momentos y lugares aquella última aseveración de Benedicto XVI en su mensaje. J.A.A.
• A través del sitio www.humanitas.cl puede ingresarse a la página del ‘Meeting’ en su versión de agosto pasado e informarse en detalle. Nuestra revista publicará a lo largo de los meses próximos, en versión completa o resumida, algunas de las exposiciones que tuvieron lugar en la ocasión. En esta edición de la sección Panorama entregamos un resumen de la conferencia del teólogo Javier Prades, cercano colaborador de estas páginas, que expuso para los asistentes el significado de la frase de Don Giussani que dio sentido a este ‘Meeting’: “La naturaleza del hombre es un vínculo con lo infinito”
Javier Prades La naturaleza del hombre es relación con el infinito
La desproporción entre realidad y deseo es la que impulsa al hombre a una búsqueda sin confines. Es precisamente esta más o menos consciente relación con el infinito la que pone en movimiento a los hombres de todo tiempo, también en esta época dominada por la horizontalidad. El tema del Meeting de este año, La naturaleza del hombre es relación con el infinito, estuvo inspirado en una frase de don Luigi Giussani y la conferencia central del mismo tema fue confiada al Pe. don Javier Prades López, uno de los más ilustres hijos espirituales de Giussani. El 21 de agosto, ante una abarrotada sala de la Feria de Rímini (doce mil personas, sin contar a quienes siguieron la conferencia por las maxipantallas exteriores), el teólogo español, rector de la Universidad de San Dámaso
de Madrid, fue sin vacilar a las raíces de la universal y bíblica pregunta: ¿quién es el hombre para que cuides de él? (Sal 8). Inevitables los paralelos entre la tradición y la mo-
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dernidad en torno al decisivo interrogante, pero Prades tuvo éxito en el no fácil intento de eludir tal dualismo, citando a don Giussani, sin descuidar otros nombres menos previsibles pero igual de significativos. «La eterna disociación entre realidad y deseo —explicó el rector de San Dámaso— desde siempre atribula y hace penar al hombre. Cada uno de nosotros debe aceptar que la vida que le espera es demasiado limitada para que se puedan albergar en ella todos aquellos deseos que llevamos dentro». El drama del hombre que desea demasiado —tanto más cuando logra realizar todos sus propios deseos o gran parte de ellos— es la pérdida del sentido de sus pensamientos y sus acciones: se convierte en un hombre incapaz de verdadera experiencia, por tanto no tiene sustancialmente nada que decir. El anhelo de infinito es más o menos manifiesto en todos pero nadie lo ha percibido nunca en modo más nítido que quien ha tenido la experiencia personal de Jesucristo, el Dios hecho hombre, el infinito que ha entrado físicamente en la finitud de la vida y de la muerte. Una metáfora de la tensión hacia el infinito es la del horizonte que, como argumentaba el escultor Eduardo Chillida, «es inalcanzable» y, si nosotros avanzamos, se desplaza. Por su naturaleza, «el horizonte es la patria común de todos los hombres». El escritor Ernesto Sábato se detiene sobre similar concepto de «absoluto», extrayendo consecuencias no muy diversas: la necesidad de absoluto es «una nostalgia de algo a lo que nunca he llegado», decía Sábato, y con esta nostalgia «confrontamos toda la vida». Don Giussani, por su parte, formuló la categoría de la «experiencia elemental», es decir aquel «conjunto de exigencias y evidencias originales con las que el hombre se ve proyectado a confrontar con todo lo que existe». Estamos ante un anhelo y una inquietud a los que sólo Jesucristo puede dar respuesta, siendo su Resurrección «el primer y fundamental acontecimiento en el que el punto de fuga se hace experiencia del hombre». Porque en la realidad «el punto de fuga es el índice de un más allá, este más allá se ha convertido en carne y huesos». Si una barca, acercándose al horizonte, se hace cada vez más pequeña (como dicen las populares «Sevillanas del adiós»), don Giussani explicaba que la novedad del cristianismo consiste en lo contrario, es decir el horizonte que, sorprendentemente, se acerca al hombre.
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Es de tal manera rompedor el cristianismo, el infinito que se asoma a la historia de cada uno de nosotros, que es imposible reducirlo a pura experiencia subjetiva, confinada al ámbito personal, como pretenderían las ciencias naturales y sociales actuales. El cristianismo debe por tanto afrontar la puesta en cuestión de la mentalidad contemporánea de tres asuntos fundamentales e irrenunciables: la unicidad del hombre en cuerpo y alma; su intrínseca constitución sexual como hombre y mujer; la plenitud del hombre en la sociabilidad natural. Sobre el primero de los tres asuntos citados, sin embargo, está la sorprendente respuesta que proporcionan las neurociencias, que ponen en crisis «una explicación del hombre puramente inmanente, de tipo material, incapaz de dar cuenta del enigma del hombre». Podemos conocer por tanto a Cristo, máxima expresión humana del Infinito manifestado en la tierra, y podemos conocerlo mejor en la mendicidad. «El verdadero protagonista de la historia es el mendicante: Cristo mendicante del corazón del hombre y el corazón del hombre mendicante de Cristo», afirmó Prades hacia la conclusión de su intervención. Seminario en la UC Juan Pablo II y la opción por los pobres
El Instituto ResPública organizó, por segundo año consecutivo, un seminario para reflexionar sobre el tema de la pobreza en Chile a la luz del mensaje del Beato Papa Juan Pablo II. La convocatoria atrajo a un importante grupo de jóvenes que se reunieron en la Pontificia Universidad Católica de Chile el 13 de agosto pasado, para fortalecer su compromiso de colocar la palabra del Evangelio en acción. El Rector de esta Casa de Estudios, Dr. Ignacio Sánchez Díaz, pronunció las palabras de apertura del seminario señalando “Resulta esperanzador, porque justamente es la energía de la juventud la que le da nueva vida a nuestra sociedad con su participación activa en la gestión social destinada a responder a los requerimientos de los más necesitados en el país. “La pobreza en nuestros tiempos ha ido cobrando nuevas formas y los pastores de la Iglesia nos invitan a escuchar la voz del Evangelio para comprometernos en la solidaridad y en el amor con quienes más nos necesitan. Resulta preocupante conocer los niveles de
pobreza que se viven en el país. Los estudios sociales nos entregan cifras en las que, muchas veces, nos cuesta encontrar una persona detrás de ellas. El llamado de hoy es a colocarle rostro a esas cifras. “La juventud chilena ha demostrado su sensibilidad social a través de distintas iniciativas y organizaciones solidarias, como es el caso de ResPública, cuyos integrantes se han comprometido a contribuir al desarrollo de la sociedad chilena a través de la
promoción de principios fundados en la dignidad de la persona y en la integración social. “De una u otra forma, ellos están trabajando para influir en los factores económicos, sociales, culturales, políticos y humanos con el fin de hacer llegar a la sociedad el fermento del Evangelio de Cristo frente al tema de la pobreza en el Siglo XXI, tal cual lo plantea Su Santidad Juan Pablo II en las llamadas encíclicas sociales: Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus”.
VIA CRUCIS en la UC Obras pintadas por artistas nacionales
Catorce artistas nacionales fueron invitados a realizar en técnica libre una obra para representar cada una de las 14 estaciones del Vía Crucis. Esta interesante exposición fue presentada en la sala Blanca del Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica de Chile, entre los días 14 de septiembre y 27 de octubre. Los artistas Gonzalo Cienfuegos, Andrés Vio, José Basso, Paz Lira, Concepción Balmes, Teresa Larraín,
Ximena Rojas, Catalina Mena, Malú Stewart, Isabel Saa, Maite Izquierdo, Ximena Mandiola, Teresa Gazitúa, Tatiana Lastarria, son los creadores de este Vía Crucis que con gran profundidad y recogimiento lograron formar un conjunto que se convirtió en una profunda oración. La presentación de cada estación del Vía Crucis iba acompañada del texto bíblico correspondiente y una reflexión del autor.
Hoy clavo mi perdón: “Nos detienen en la vía de la cruz. Extienden tu abrazo. ¡Claven! Espectador soy de aquel gran misterio: dolor transformado en amor. El olvido deshace amarras, pero cada clavo es la férrea imagen atravesada por siempre en el vivo telar de mi alma. Cada golpe ensordecedor me recuerda que sólo tú eres la dócil víctima traspasada por mi redención. Cada grito de sufrimiento inmensurable es mi nombre pronunciado con infinito amor”. Jesús es Crucificado, obra de Maite Izquierdo.
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Proceso de beatificación Jérôme Lejeune, padre de la genética moderna
En abril pasado se cerró en la catedral de Notre Dame (Francia) la fase investigativa del proceso de beatificación del médico e investigador francés Jérôme Lejeune, padre de la genética moderna y mundialmente reconocido como descubridor del síndrome de Down. En 2004, Fiorenzo Angelini, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, solicitó el inicio del proceso, a diez años de la muerte del científico, que fue abierto en 2007. Años antes, en 1997, Juan Pablo II, en la Jornada Mundial de la Juventud de París, fue a rezar ante la tumba del que consideró su amigo y llegó a ser el primer presidente de la Academia Pontificia para la Vida. Lejeune soñaba con curar el síndrome de Down. Para ello creó una fundación en Francia dedicada a la investigación y tratamiento no sólo de este mal, sino también de otros síndromes de enfermedades mentales genéticas. Este centro continúa hoy su trabajo y cuenta además con un comité que ayuda a diferentes grupos en todo el mundo. En 1969, pese a que era muy considerado en todos los centros de investigación del mundo, se le cerraron repentinamente todas las puertas, ya que fue claro en mostrar su postura contra el aborto en ese tiempo en que se iniciaron las campañas abortistas en Europa y Estados Unidos. En el libro «Life is a Blessing: a biography of Jerome Lejeune» (La vida es una bendición: una biografía de Jérôme Lejeune), su hija Clara cuenta que el rechazo a su postura contra el aborto fue a tal extremo que nadie se interesó cuando hizo su descubrimiento. En 1971 realizó un discurso en el National Institute for Health y después de esto mandó un mensaje a su esposa en que dijo: «hoy perdí mi Premio Nobel». En el discurso se refirió al aborto diciendo: «Ustedes están transformando su instituto de salud en un instituto de muerte».
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Oración para pedir la beatificación de Lejeune
«Oh Dios, que creaste al hombre a tu imagen y lo destinaste a compartir tu Gloria, te damos gracias por haberle dado a tu Iglesia el profesor Jerôme Lejeune, eminente servidor de la vida. Él supo poner su penetrante inteligencia y su fe profunda al servicio de la defensa de la vida humana, especialmente de la vida en gestación, en el incansable empeño de cuidarla y sanarla. Testigo apasionado de la verdad y de la caridad, supo reconciliar, ante los ojos del mundo contemporáneo, la fe y la razón. Concédenos por su intercesión, según tu voluntad, la gracia que te pedimos, con la esperanza de que pronto sea contado entre el número de tus santos. Amén».
Con aprobación eclesiástica, Mons. André Vingt-Trois, Arzobispo de París. Se ruega comunicar las gracias recibidas a: Postulación de la Causa de beatificación y canonización del Siervo de Dios Jérôme Lejeune Abbaye Saint-Wandrille, F-76490 Saint-Wandrille, Francia. Caballeros de Colón Hispanos en EE.UU. deben hacer respetar sus valores en elecciones
Carl Anderson, el Caballero Supremo de los Caballeros de Colón, señaló en un artículo escrito para ACI Prensa que los hispanos católicos deben hacer respetar sus valores, como la libertad religiosa y la defensa de la vida y la familia, durante las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos. En el texto titulado “Cómo pueden los hispanos transformar la política en Estados Unidos”, Anderson afirma que los millones de latinos en ese país no pueden decidir su voto, en el mes de noviembre, considerando solamente el tema de la inmigración,
un tema con el que ya han sido manipulados antes. El Caballero Supremo señala en el texto que “el pensamiento convencional y la política, como de costumbre, ofrece a los votantes hispanos nada menos que un pacto faustiano en el que votan por las mismas promesas que ya han escuchado antes sobre la inmigración de parte de candidatos cuyas acciones políticas los ponen fundamentalmente contra los valores fundamentales de la comunidad hispana”. “Para los hispanos que votaron solamente sobre el asunto de la inmigración hace cuatro años, los resultados no han sido lo que esperaban. No se ha propuesto una reforma integral de la inmigración y tampoco se ha implementado”, añade. Tras recordar que el 60 por ciento de latinos considera malo el aborto, Carl Anderson subraya que los valores de la vida y la libertad religiosa “están bajo un asalto federal sin precedentes”, debido al mandato abortista de la administración Obama que obliga a las instituciones católicas a comprar seguros para sus empleadores que cubran fármacos abortivos, la esterilización y la anticoncepción. Luego de señalar que muchos políticos son “abiertamente hostiles a sus valores”, Anderson indica que los católicos hispanos no tienen que verse obligados a “someter sus valores en la frontera”, sino que deben “exigir que los políticos apoyen políticas que aseguren que las futuras generaciones de inmigrantes hispanos a los Estados Unidos encuentren un país que apoye sus valores”. “Forzar a los inmigrantes a someter sus valores en la frontera —como ocurre cada vez más— es no multiculturalismo, es lo opuesto a eso”, precisa Carl Anderson resalta luego que “trabajar para ordenar la inmigración, pero ignorando otros asuntos, es la ruta más corta posible a la destrucción de la cultura hispana y los valores. Los hispanos merecen algo mejor y deben exigir algo mejor, y sus valores –no sólo su presencia– deben ser la base para su voto”. Como dijo el Papa Benedicto XVI en 2009, “normalmente son las minorías creativas las que determinan el futuro, y en este sentido la Iglesia Católica debe entenderse a sí misma como una minoría creativa que tiene una herencia de valores que no son cosas del pasado, sino realidad muy viva y relevante. La Iglesia debe actualizarse, estar presente en el debate público, en nuestra lucha por un verdadero concepto de libertad y paz”.
Los católicos, concluye el Caballero Supremo, “en Estados Unidos necesitan hacer exactamente esto y los hispanos están bien ubicados para ser la minoría creativa dentro de la minoría creativa católica”.
El Camino de Jesús Peregrinación en Tierra Santa
La tierra de Jesús es visitada cada año por muchísimos peregrinos, quienes encuentran en los lugares santos una inspiración para sus vidas. Son espacios que admiran por su simplicidad y también por la estrechez en que quiso nacer, y donde eligió vivir el Redentor de la humanidad. Y a pesar de que diversos factores ampliamente conocidos no traen aún la paz a Jerusalén, la Iglesia católica, a través de sus instituciones, trabaja para que la visita del peregrino a Tierra Santa sea una verdadera fuente de renovación y pueda, dos mil años después, seguir atrayendo al creyente de a pie. El padre Arturo Díaz LC, quien trabaja en el Instituto Pontificio Notre Dame de Jerusalén, el cual ofrece un itinerario histórico-espiritual de tres días a los peregrinos: desde Nazaret a Cafarnaúm, el “Camino de Jesús”, señala: hacer esta peregrinación es revivir la apasionante invitación de Jesús a seguirlo. En este caso, ir tras sus huellas, recorrer sus caminos, contemplar sus paisajes, encontrar a su gente. Todo esto, sin duda, comporta una experiencia única, transformante. Te hace revivir el evangelio. Te adentra en la figura de Cristo. En una palabra: te hace ser más cristiano”. En youtube puede verse un interesante y explicativo video de esta peregrinación: www.youtube.com/watc h?v=u84S50ICle0&feature=email.
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Jesús esposo
El canal de noticias CNN Chile ha hecho gran caudal de un papiro del siglo IV en el cual se lee: “Jesús les dijo: mi esposa…”, afirmando que este hallazgo podría probar que Jesús fue casado. En realidad, no hay que recurrir a un indicio tan tenue para atribuir a Jesús la condición de esposo. Lo hacen abiertamente y con bastante profusión los textos del Nuevo Testamento y toda la tradición católica. En efecto, cuando preguntan a Jesús por qué sus discípulos no ayunan, él responde: “¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? Mientras tengan consigo al esposo no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces ayunarán, en aquel día” (Mc 2,19-20). No sólo Jesús mismo asume el rol de esposo, sino también otros se lo atribuyen. Juan el Bautista niega ser el esperado diciendo: “El que tiene a la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del esposo. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3,29-30). Podrían citarse muchos otros textos, pero baste con agregar que la conclusión de toda la Escritura es este diálogo: “El Espíritu y la esposa dicen: Ven… Sí, vengo pronto… Amén. Ven, Señor Jesús” (Apoc 22,17.20). La metáfora del amor esponsal que reclama Jesús de toda su Iglesia y también de cada fiel particular —amor total, exclusivo, fiel, indisoluble y fecundo— la toma del Antiguo Testamento, donde se usa para describir la relación de amor entre Dios y su pueblo. El primero en usar esa metáfora es Oseas: “Y sucederá aquel día —oráculo del Señor— que ella me llamará: «Marido mío», y no me llamará más: «Baal mío»…Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho en amor y en compasión, te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás al Señor” (Os 2,18.21-22). Es retomada por Isaías y Jeremías: “El Señor se complacerá en ti, y tu tierra será desposada. Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su esposa se gozará por ti tu Dios” (Is 62,4-5). Consecuentemente la idolatría es llamada prostitución. ¿Habría que discutir acaso que Dios estuvo casado con Israel? Verdaderamente sorprende que un canal como CNN Chile haya hecho tanto eco de una interpretación tan falsa. En la vida de Santa Rosa de Lima (1586-1617), leemos que el Niño Jesús le dijo: «Rosa de mi Corazón, yo te quiero por esposa». ¿Habría que discutir, a propósito de este hallazgo, acaso que el Niño Jesús estuvo casado con ella? Honestamente, se esperaría mayor seriedad y profesionalismo en la transmisión de noticias de carácter religioso. + FELIPE BACARREZA RODRÍGUEZ Obispo de Santa María de Los Ángeles
Tercer congreso de Familia Familia para Todos
El 10 de noviembre, desde las 09:30 hasta las 17:00 horas, se realizará el Tercer Congreso de Familia, que en esta oportunidad tendrá al salón Fresno de la Pontificia Universidad Católica de Chile como sede del encuentro. Se debatirán diversos
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temas, que tendrán al de la Familia como eje principal. Nueve instituciones se unieron para dar vida a este Congreso que busca fortalecer a la Familia chilena desde diferentes perspectivas y experiencias, donde, además, se compartirán ideas sobre políticas públicas, educación y matrimonio. El Congreso se dividirá en tres partes. La primera de ellas se denominará «Familia y Políticas Públicas”. En la segunda parte se abarcará el tema «Familia y
Educación»; promete ser una de las más llamativas, considerando que la educación es una de las situaciones que más controversia generan por estos días en la sociedad. Se revisará la historia de la educación en Chile junto con propuestas para mejorarla, enfatizando el rol de los padres en la educación parvularia. El panel final abordará el tema «Familia y Matrimonio». Más detalles sobre la programación www.humanitas.cl (ver Cursos y conferencias) Informaciones e inscripciones 3542152 / www. congresodefamilia.cl Academia Internacional de Filosofía Oferta de estudios en colaboración con Arquidiócesis de Granada
La Academia Internacional de Filosofía —centro universitario de posgrado fundado en 1985 por Juan Pablo II— abrió un campus en Granada en 2011 en colaboración con la Arquidiócesis de Granada. Su oferta de estudios en Granada incluye un Ph. D. en Filosofía (programa bilingüe español-inglés) en el que participan profesores de reconocido prestigio, procedentes de diversas universidades del mundo. Este año impartirán docencia en el centro los profesores doctores Josef Seifert (International Academy of Philosophy, IAP), Wojciech Grygiel (Universidad Juan Pablo II, Polonia), Balázs Mezei (Universidad de Buda¸ pest, Hungría), Mátyás Szalay (IAP), Czesław Porebski (Universidad de Cracovia, Polonia), Juan Miguel Palacios (Universidad Complutense), Aaron Riches (Instituto de Teología “Lumen Gentium”), Feliciana Merino Escalera (IAP) y Marcelo López Cambronero (IAP), entre otros. También se ofrecen, con el mismo grado —y a través del mismo profesorado—, títulos propios en Filosofía Realista, Estética y Teoría del Arte, Filosofía Política y Filosofía de la Religión. Los estudios se realizan en el edificio del Seminario Mayor de Granada y están abiertos a todas las personas interesadas, si bien el título de Ph. D. en Filosofía sólo puede ser cursado por alumnos que estén en posesión del Máster oficial que permite el acceso al doctorado o título equivalente de su país de origen.
Científicos, ciencia y Dios
La interesante polémica sobre el origen de la vida se ha proyectado en esta página, como era lógico, hacia temas aledaños, como el del Dios creador. Parece claro a estas alturas que nuestra ciencia (biológica, física, astrofísica) no puede afirmar ni negar la existencia de Dios, que está fuera del alcance del microscopio o del telescopio, de la bioquímica o del acelerador de partículas. Ella pertenece por derecho propio a la filosofía y a la fe. No obstante, la ciencia misma, como conocimiento racional de ciertas leyes de la naturaleza, cuando se la mira en perspectiva filosófica puede darnos por sí sola un indicio que apunta a la inteligencia creadora del mundo, justamente porque ella descubre en el seno de la materia esas entidades inteligibles que llamamos leyes. Estas últimas implican, en efecto, que el mundo está estructurado de una manera inteligente. Dicho de otra manera: que «existe una correspondencia profunda entre nuestra razón subjetiva y la razón objetiva de la naturaleza», es decir, entre la razón que poseemos nosotros como sujetos racionales y la razón (o inteligibilidad o legalidad) que está en las cosas, y que expresan las leyes científicas de la materia y de la vida. ¿Serían posibles las ciencias sin este parentesco radical entre una y otra razón? Concluyo con el autor de la frase que cité entre comillas: «Así resulta inevitable preguntarse si no debe existir una única inteligencia originaria, que sea la fuente común de una y otra». El autor de esta poderosa sugerencia es Benedicto XVI, un teólogo, que en este caso no razona como tal (no habla de un misterio de fe), sino como el filósofo que por añadidura es, y que por eso mismo puede vislumbrar en la ciencia lo que de ella queda fuera y no dentro de microscopios y telescopios. J. MIGUEL IBÁÑEZ LANGLOIS *Artículo publicado originalmente en el El Mercurio 4.X.12
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Homosexualidad y Catolicismo
L a ocasión de un seminario desarrollado en la Universidad de Oxford permite medir en su rico espectro de circunstancias históricas, morales y doctrinales el impresionante fenómeno que algunos han llamado “camino de los anglicanos a Roma”. Como es sabido, este proceso tiene su inicio alrededor de 1833 con los famosos “Tracts for the Times” que representaron las posiciones del Movimiento de Oxford liderado por el clérigo anglicano de vasta reputación, capellán de esta Universidad, John Henry Newman. Lo que comenzó entonces siendo un reclamo por la desintegración teológica y moral vivida al interior de la comunidad cristiana anglicana condujo luego a Newman a la convicción de que la sucesión apostólica no habitaba en la Iglesia de Inglaterra. Su “camino a Roma” —a siglo y medio de lo que vemos ocurre hoy a muchos herederos de su causa— llevó al clérigo anglicano al sacerdocio católico, luego al ingreso como religioso al Oratorio de San Felipe Neri, al capelo cardenalicio que le concedió el Papa León XIII (origen de su muy célebre Biglietto Speech) y finalmente a la beatificación de su persona, consagrada el 2010 por Benedicto XVI en Birmingham, ciudad donde Newman vivió y está enterrado. De León XIII a Juan Pablo II esta andadura romana de los cristianos anglicanos ha ido en constante crecimiento, acentuándose en el período del segundo de estos papas y, sobre todo, en los siete años del pontificado de Benedicto XVI, quien la ha ordenado canónicamente a través de la Constitución Apostólica “Anglicanorum coetibus”. Concurren visiblemente a la aceleración de este proceso el agravamiento de controvertidos problemas doctrinales y morales. Entre los primeros, la ordenación de mujeres. Entre los segundos, la ordenación de clérigos homosexuales y de algún obispo de esa condición. Indudablemente, desde el liberalismo religioso denunciado por el Biglietto speech de Newman, al estado de cosas que los fieles anglicanos tienen hoy ante sus ojos, se avanzó hacia un abismo. Mas, paralelamente, ellos han podido también ver cómo, navegando igual en las aguas turbulentas de la modernidad, la Iglesia católica ha conservado siempre su consistencia, sea en el ámbito de la fe como en el de la moral. Por lo concerniente a la cuestión homosexual, foco más actual de controversias, los anglicanos ven que su jerarquía, a diferencia de la católica romana, ha sido incapaz de fijar parámetros. Esta, mientras tanto, a través de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por mandato de Juan Pablo II y con la firma de su entonces prefecto, Cardenal Joseph Ratzinger, ya en octubre de 1986 emitía una Carta a todos los obispos del mundo en la cual, haciéndose cargo de una declaración del pontificado de Pablo VI (1975) que distinguía entre tendencia homosexual y actos homosexuales (“intrínsecamente desordenados” y reprobables), añadía que “la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral”. Esto es, “la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada”(n.3). Las ausencias, flaquezas y omisiones puestas a luz por Newman en el siglo XIX, evidentemente cobran hoy su precio entre los anglicanos. Dichos vacíos harían desde luego imposible que
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esa jerarquía estuviese hoy a la altura de una formulación antropológico-bíblica sobre la homosexualidad como la que se lee en la mencionada Carta de 1986. Allí, en efecto, se muestra que, existiendo una evidente coherencia dentro de las Escrituras sobre el comportamiento homosexual, la Iglesia, sin basarse en frases aisladas, puede recoger de su hermenéutica bíblica un fundamento sólido e ininterrumpido para formular su enseñanza. Mientras la teología de la creación, en el libro del Génesis, entrega así un punto de vista fundamental sobre el problema —incluida la historia de Sodoma y el indudable juicio moral que allí se expresa contra las relaciones homosexuales— con el mismo telón de fondo, en el Nuevo Testamento, San Pablo aborda el tema en una perspectiva escatológica. Quien obra como homosexual “no entrará en el reino de Dios” (1 Cor 6,9); el comportamiento homosexual es un ejemplo de la ceguera en que ha caído la humanidad y una grave desviación de la idolatría (Rom 1, 18-32). En consecuencia de lo cual la Iglesia, obediente al Señor que la ha fundado y enriquecido sacramentalmente, declara sin ambages que “una persona que se comporta de manera homosexual obra inmoralmente” (n.6-7), y es sólo la verdad en la caridad y la confianza en la cruz lo que puede capacitarla para practicar la virtud en cambio del vicio (n.12). Deplorando siempre que las personas homosexuales sean objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas, con gran sentido previsor, la Declaración de 1986 ponía en guardia respecto de tácticas manipuladoras que, identificando cualquier reserva a la homosexualidad con “discriminación”, buscarían conformar la legislación de los países con la concepción propia de estos grupos de presión (n.9). Más aún, observando seguramente lo sucedido en comunidades como la anglicana, se advierte acerca de quienes dentro de la comunidad de fe incitan en esta dirección, manteniendo estrechos vínculos con los que obran fuera de ella, personas que, “aunque no en un modo plenamente consciente, manifiestan una ideología materialista que niega la naturaleza trascendente de la persona humana”(n.8). Cuando la Carta expresa que “se deberá retirar todo apoyo a cualquier organización que busque subvertir la enseñanza de la Iglesia, que sea ambigua respecto a ella o que la descuide completamente”, está anunciando precisamente lo que la Santa Sede acaba de obrar con relación a la Pontificia Universidad Católica del Perú donde, entre otros, se da también el caso de querer “mantener bajo el amparo del catolicismo a personas homosexuales que no tienen intención de abandonar su comportamiento homosexual” (n.9). En este “camino de los anglicanos a Roma”, también Roma ha sacado experiencia de los problemas que a ellos aquejan. JAIME ANTÚNEZ ALDUNATE *Artículo publicado originalmente en El Mercurio 22.VIII.12
* En página 698 de esta edición puede leerse la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre las personas homosexuales.
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¿Puede un abogado católico patrocinar una demanda de divorcio?
El 6 de julio de 1535 fue ejecutado por decapitación Sir Thomas More, anterior Lord Canciller de Enrique VIII y prestigioso abogado, juez, literato (el genial autor de Utopía) y humanista, amigo de Erasmo de Rotterdam. Fue condenado por Alta Traición al rehusarse a jurar la Ley de Supremacía que declaraba que el Rey de Inglaterra era la cabeza de la Iglesia, negando toda autoridad al Papa y a los Concilios ecuménicos. Esa ley no fue si no la consecuencia de la negativa de la Santa Sede de acceder a los deseos de Enrique Tudor de declarar nulo su matrimonio con Catalina de Aragón para poder casarse con Ana Bolena. En el fondo, Tomás Moro se negó a aprobar la disolución de un matrimonio que sabía válido y, como tal, indisoluble. Todos lo sabían: Enrique, los jueces, los nobles y el pueblo. El mismo Moro después de haber sido sentenciado pudo decir: “Yo sé bien por qué causa me habéis condenado. Es porque jamás he querido consentir en la materia del matrimonio del Rey” (The Paris New Letter). Mucho han cambiado las leyes en esta materia en el ámbito occidental. Ya no es necesario hacer una revolución religiosa como la de Enrique VIII para lograr divorciarse de su cónyuge. Las leyes civiles admiten el divorcio sin mayores restricciones, y cada vez más fácilmente. No ha cambiado, sin embargo, la convicción de la Iglesia Católica de que, más allá de consideraciones religiosas, todo matrimonio es vitalicio, de lo que se concluye que las leyes estatales que permiten su aparente disolución civil son injustas y no obligan en conciencia. Es más, existe el deber de no recurrir a ellas y de evitar hasta donde sea posible su nociva operatividad. Si se toma conciencia de la grave injusticia del divorcio y del sistema legal que no sólo lo permite, sino que con frecuencia lo incentiva y estimula, con todos los daños psicológicos, económicos y sociales que se causan a los mismos cónyuges, a los hijos y a toda la sociedad, se comprende por qué un abogado católico debiera rechazar involucrarse de cualquier modo en la consecución de este objetivo. Esta afirmación se extiende a cualquier persona que, no siendo católico o incluso no creyente, tiene la convicción de que el compromiso conyugal es para toda la vida y no puede disolverse por decreto judicial. El deber de no cooperar profesionalmente con el divorcio supone que se trate de un matrimonio válido
Proyecto de uniones homosexuales Protesta episcopal en Escocia
Un gesto simbólico, pero elocuente y eficaz. El cardenal Keith O’Brien, arzobispo de Edimburgo y presidente de la Conferencia episcopal escocesa, ha suspendido la comunicación directa con el Gobierno escocés en señal de protesta por el apoyo que este está ofreciendo para la introducción en el país de normas que legalicen las uniones del mismo sexo. El cardenal ha rechazado una invitación para discutir la cuestión, dejando eventuales coloquios a los funcionarios. El Gobierno escocés ha decidido cambiar la ley
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en vigor a pesar de no contar con respaldo de la opinión pública. El Ejecutivo se había comprometido este año a llevar adelante un proyecto de ley sobre el tema y ha indicado que las primeras ceremonias con personas del mismo sexo podrían tener lugar a inicios de 2015. El cardenal O’Brien, respecto de la propuesta de legislación del “matrimonio” homosexual en Inglaterra y Gales, vuelve por tanto a alzar su voz en defensa de la sociedad civil. Su posición no debe calificarse de
y excluye asumir la calidad de abogado del demandante o de las partes que quieren el divorcio por mutuo acuerdo. No se aplica, en cambio, al abogado que defiende al cónyuge demandado por divorcio y pide en reconvención la separación judicial o la nulidad del vínculo (habiendo causales para ello). Incluso es lícito al abogado que defiende el matrimonio, limitarse a rechazar el divorcio, aun sabiendo que la ley no le permite evitarlo, y pedir una compensación económica adecuada para el cónyuge que sufrirá la disolución del vínculo conyugal por voluntad del demandante y así atenuar uno de los perjuicios de la decisión de su consorte de desahuciar el compromiso asumido en su día para toda la vida. ¿Y qué decir de los procuradores o abogados que no pueden elegir sus causas y están obligados a aceptar aquellas que les entregan otros? Me refiero básicamente a los abogados de turno y a los egresados que realizan su práctica en las oficinas de la Corporación de Asistencia Judicial dedicadas a asuntos de familia. En estos casos, debe aplicarse la teoría de la cooperación formal con el mal, que permite colaborar con una injusticia siempre que se hayan puesto todos los medios para evitarlo, que haya intención recta y que el perjuicio que se sufriría de no colaborar sea grave y proporcionado al mal que se causará (el divorcio). En cuanto a poner todos los medios para evitarlo, sugiero a los postulantes de la práctica que expresen que, por razones de conciencia, no pueden patrocinar demandas de divorcio, por lo que estarán dispuestos a aceptar en compensación otras causas en materias diferentes. Esto debiera ser expresado en el formulario de postulación y luego conversado seriamente con el abogado jefe. Es difícil que, si se observa que se trata realmente de una cuestión seria de moral personal, una petición tan razonable sea desechada. Si así lo fuera, igualmente el postulante preguntará a quienes le piden un divorcio si realmente ese es el camino que quieren adoptar, y si no les conviene un arreglo de separación convencional o una separación judicial. Todo esto puede requerir un esfuerzo adicional, salirse de lo usual, incluso soportar alguna expresión dura, incomprensiva y hasta de mofa. Entonces, el ejemplo de Tomás Moro, que soportó la confiscación de todos sus bienes, más de un año de cárcel, un juicio injusto y finalmente la pérdida de su propia vida, servirá para comprender que, en verdad, a nosotros se nos pide bastante poco para no comportarse como cómplices de una legislación que sabemos inicua. HERNÁN CORRAL Este artículo fue publicado originalmente por su autor en Derecho y Academia
El Cardenal Keith O’Brian saluda a Benedicto XVI.
exclusivamente católica, sino de esencialmente civil. El purpurado se erige como baluarte de la razón y del sentido común. El Gobierno escocés pone en marcha una consulta sobre las uniones entre personas del mismo sexo, preguntando a la opinión pública si el “matrimonio homosexual” se debe introducir en Inglaterra y Gales. “Espero ha dicho el cardenal que sean muchos los que respondan y reflexionen sobre la posibilidad de firmar la petición de sostener el matrimonio tradicional”.
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Teresa de Calcuta El Vaticano recuerda los 15 años de la muerte de la fundadora de las Misioneras de la Caridad
Los quince años de la muerte de madre Teresa de Calcuta fueron recordados el 5 de septiembre pasado en Roma, con una misa celebrada en la antigua iglesia de Santa María della Navicella. La solemne liturgia fue presidida por el cardenal Angelo Comastri, Vicario general de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano, en un templo que estuvo abarrotado de devotos y discípulos de la fundadora de las Misioneras de la Caridad. “Hace 15 años falleció madre Teresa. No obstante, su recuerdo está muy vivo porque los santos dejan su huella”, indicó a Zenit el cardenal Comastri. “Todas las falsas grandezas —prosiguió el purpurado— se apagan. Madre Teresa dijo una vez que la historia es el incinerador de todos los orgullos, pero como ella era humilde, aún su recuerdo está vivo y su ejemplo nos fascina”. Concluyó recordando que “el ejemplo de Madre Teresa es importante en la Iglesia, particularmente ahora que Benedicto XVI ha proclamado un Año de la Fe. Todas las crisis en la Iglesia tienen su raíz en una crisis de fe. Lo ha dicho en muchas oportunidades el papa y madre Teresa lo ha repetido muchas veces”, subrayó el vicario del santo padre. En la misa, después de la comunión, una religiosa de las Misioneras de la Caridad recordó que “el mensaje de Madre Teresa a cada uno de nosotros es que el creador tiene sed de tu respuesta de amor”. Y añadió: “La madre nos exhortaba a nosotras como religiosas: quiéranse las unas con las otras como Dios nos ha amado, porque el amor es el fundamento del sentido de la vida y donde hay amor está Dios”. Al finalizar la celebración, fueron expuestos dos ostensorios con reliquias de la Madre Teresa, para que los fieles presentes pudieran venerarlas, mientras que dos religiosas entregaban una estampa con una medallita y una frase de la beata albanesa radicada en la India. El padre Biran Kolodijchuk, postulador de la causa de canonización de la beata fundadora, señaló: “Estamos
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esperando el milagro que servirá para su canonización. Nos llegan muchos indicios, y cada año se verifica algún caso importante que evaluamos. Si bien esperamos uno suficientemente fuerte y sólido para presentarlo al proceso, tenemos confianza de que llegará. “Es necesario recordar —continuó el postulador— que para obtener un milagro que sea útil al proceso que lleve a proclamarla santa, tenemos que rezarle a Madre Teresa. Ella debe interceder, Dios tiene que hacer el milagro, pero además es necesario que las personas que lo recibieron nos informen de lo sucedido para que sea estudiado y presentado a los debidos comités científicos. Son 5.080 las Misioneras de la Caridad existentes a esta fecha, distribuidas en 765 casas alrededor del mundo. En Roma tienen 7 casas y en toda Italia llegan a 21. Reconciliación iglesias eslavas Acuerdo entre la Iglesia católica polaca y la ortodoxa rusa
“Las Iglesias y las naciones necesitan ‘maestros’ que prediquen y vivan según la verdad libre de la coloración ideológica. Necesitan la verdad del Evangelio predicada con amor. El primer Maestro de la Iglesia es Jesucristo, que no ha evitado presentar algunos interrogantes difíciles. Los tiempos actuales exigen valientes testigos y profetas que ven las amenazas y llevan al mundo la potencia de Dios, mostrando la salvación de la conversión en Cristo, único Salvador del hombre”. Este fue el núcleo del discurso del arzobispo Jozef Michalik, presidente de la Conferencia Episcopal polaca, dirigido al Patriarca de Moscú y de toda Rusia, Kirill I, durante la reunión de las jerarquías de la Iglesia católica en Polonia y de la Iglesia ortodoxa, que tuvo lugar el 16 de agosto, en la sede del Secretariado del Episcopado polaco en Varsovia. En una visita de cuatro días a Varsovia, el patriarca Kirill I firmó con el arzobispo Michalik un mensaje común
a los pueblos polaco y ruso. Un hecho sin precedentes. Nunca antes ha existido un documento común de las Iglesias ortodoxa y católica. “Si hoy el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa —añadió el arzobispo—, la gran Iglesia de más de mil años de historia, de los grandes santos y de los mártires, quiere junto con la Iglesia católica en Polonia, dirigir un mensaje pastoral a los fieles de ambas Iglesias y a todas las personas de buena voluntad, este paso se convierte en un gran testimonio de fe”. Este, prosiguió, “No es sólo un gesto, sino una preocupación común para el mundo en el que vivimos, para confirmar la fidelidad al Evangelio y a la ética, es decir, a la vida de fe según la ley de Cristo”.
El presidente de la Conferencia Episcopal polaca subrayó que la Iglesia ortodoxa en Rusia es “fiel a su predicación del Evangelio de Cristo, ama a su pueblo y lo defiende con valor del peligro de la modernidad mal entendida, del progreso liberal” y de todas aquellas situaciones “donde falta la sensibilidad de la presencia de Dios”. “Qué alegría —exclamó para concluir el prelado— que hoy podamos orar juntos a Jesucristo, que nos asegura su presencia, donde dos o tres están reunidos en su nombre” (cfr Mt 18, 20). Con un augurio final: “Que podamos desarrollar esta oración por toda la humanidad junto con María Madre de Dios, y que esta unión con Cristo en la oración sea una fuente de esperanza para completar nuestras tareas”.
EE.UU. Crossroads culmina travesía pro-vida y contra el aborto
Más de 40 jóvenes que recorrieron durante 4 meses estados de Estados Unidos culminaron el 11 de agosto la 18º travesía pro-vida y contra el aborto llamada Crossroads, en la que difundieron la urgencia de defender la vida humana de toda persona, especialmente la de los no nacidos. En declaraciones a ACI Prensa desde Washington en donde culminó el recorrido, Jim Nolan, director nacional de Crossroads, señaló que «aunque las caminatas han concluido, aún necesitamos seguir y dejar que el Señor haga su trabajo, que siga la misión de transformar la cultura de la muerte en una cultura de la vida». Crossroads se inició este año el 19 de mayo. En su recorrido visitaron cientos de iglesias y se reunieron en las afueras de decenas de clínicas abortistas en donde rezaron y ofrecieron consejería pro vida. El recorrido de este año tuvo un momento trágico cuando el 20 de julio el joven inglés de 20 años de edad Andrew Kentigern Moore fue atropellado en las afueras de Indianápolis, lo que le ocasionó la muerte. El tío del joven, Paul Brilliant, se unió al grupo de su sobrino y terminó la caminata en su lugar. Crossroads sólo auspiciaba a un grupo de caminantes en Estados Unidos cuando se inició en 1995. Este año han sido 4 los grupos en Estados Unidos. Por otra parte en España, también en el marco de la iniciativa ‘Aborto cero’, los participantes han recogido unas 80.000 firmas, que junto con las firmas de otras asociaciones, serán presentadas en el Congreso para apoyar la propuesta de ley del ministro de Justicia, Alberto
Ruiz-Gallardón, en esta materia. Los jóvenes pro-vida, de entre 16 y 30 años, han recorrido durante 45 días, en los meses de julio y agosto, diversas localidades de la geografía española para hacer llegar a la sociedad su mensaje. Esta iniciativa pretende alcanzar el millón de firmas para la fecha en que se tramite el anteproyecto de la normativa que reformará la legislación del aborto en España. Esta es la primera vez que la marcha, nacida en Estados Unidos en 1995, se celebra en España y Santana calcula que durante su peregrinación han mantenido contacto directo con unas 300.000 personas. Los participantes coinciden al calificar la experiencia como «increíble» y al mostrarse «muy satisfechos con el respaldo ciudadano», según han indicado ellos mismos a Europa Press. Concretamente, el asturiano Álvaro Gutiérrez ha afirmado que no se esperaba «un movimiento pro-vida tan vibrante, fuerte y alegre», una idea que también comparte la sevillana Miriam Gómez, quien ha destacado que todos lo «están dando todo por la vida». Estas caminatas también se han realizado en Irlanda y Canadá.
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Martini y la sinfonía dramática de la Iglesia
«En la Iglesia las diferencias de temperamento y de sensibilidad, lo mismo que las diversas interpretaciones sobre las urgencias de cada tiempo, expresan la ley de la comunión: la pluriformidad en la unidad». Son palabras del arzobispo de Milán, Ángelo Scola, durante el funeral de su predecesor en la cátedra de San Ambrosio, el Cardenal Carlo María Martini. Y en medio de la cascada, a veces poco armoniosa, de imágenes y de palabras que ha provocado la muerte del purpurado jesuita, me parece que constituyen la orientación más serena y decisiva para ponderar una figura tan potente como controvertida. Martini ha sido sobre todo un creyente en Jesucristo, un hombre de Iglesia a la que ha servido con lealtad. Y no es decir poco, ya que a través de páginas enteras dedicadas a su alabanza en algunos medios, apenas se encuentra rastro de esa raíz sin la que toda su vida se hace incomprensible. La paradoja es que un hombre tan celebrado por la gran prensa (en tiempos en que ésta dispensa la hiel a manos llenas cuando se trata de la Iglesia) haya tenido que convivir toda la vida con una imagen que no le correspondía en absoluto. Para muchos de los que ahora le aplauden Martini habría sido el gran antagonista, la otra cara de la moneda, el anti-Papa, el hombre siempre incómodo con la propia Iglesia en la que había nacido y que le había llamado a las responsabilidades más altas. Pero la realidad es testaruda. Cuando tenía 52 años y era rector de la Universidad Gregoriana, Juan Pablo II lo eligió para regir una de las diócesis más importantes del mundo. Era muy joven, apenas tenía experiencia pastoral y no era un secreto que su visión de las cosas no era coincidente en varios aspectos con la de un Papa que, sin embargo, nunca dejó de confiar en él, incluso cuando algunas de sus tomas de posición públicas podían interpretarse como una discrepancia, discreta o clamorosa. Martini no ha sido un «extraño» al curso eclesial de los últimos treinta años, más bien ha sido un protagonista evidente, mimado por unos y discutido por otros, pero siempre en su casa. Mucho se ha hablado también de su relación con Joseph Ratzinger, antes y después de la llegada de éste a la sede de Pedro. Eran coetáneos y les unía su condición intelectual, su pasión por el diálogo y su deseo de encontrar una reconciliación entre la Iglesia y lo mejor de la modernidad. Además, y éste es un hecho documentado, se profesaron siempre mutua estima y respeto, dentro de sus análisis y propuestas discrepantes. Mientras Martini cultivó sobre todo los debates éticos e institucionales y centró en ellos su batalla por la renovación de la Iglesia, Ratzinger siempre se apasionó por la naturaleza del acontecimiento cristiano y centró su mirada en la relación fe-razón como clave para una nueva modernidad que salvaguardase la razón y la libertad como camino hacia el Misterio. Ambos reconocían que la Iglesia se puso a la defensiva en algunos temas a partir de la Ilustración y compartían la certeza de que esa ruta era estéril a la larga. Pero mientras
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Martini realizaba una lectura plomiza de los últimos doscientos años de vida eclesial, Ratzinger desarrollaba su tesis newmaniana de la renovación en la continuidad y reclamaba una apertura mutua y una purificación recíproca entre fe y razón moderna. No se trata de decir que todo ha sido un camino de rosas. La sinfonía de la Iglesia se compone a lo largo de la historia con disonancias y dolores, con tensiones que sólo la misericordia y el perdón que obra la gracia de Dios pueden resolver en un impulso constructivo. Y en esto Martini ha dado y ha recibido. En su largo protagonismo ha cosechado críticas ciertamente amargas y no pocas veces injustas; pero a su vez ha causado también dolor, por ejemplo cuando ha impugnado públicamente la Humanae Vitae, aquella encíclica que costó sangre, sudor y lágrimas a Pablo VI, esa encíclica que Benedicto XVI considera profética, precisamente una expresión de auténtica modernidad cristiana. En todo caso el cardenal Martini es mucho más que la caricatura de intelectual enfadado con su Iglesia, que nos han transmitido estos días los que siguen acariciando la pretensión de controlarla desde las cabinas de mando del poder mediático, económico o político. La ironía del Espíritu Santo ha querido que sea precisamente el Cardenal Scola (caricaturizado también por algunos como el anti-Martini) quien trace su verdadero perfil, el que vale definitivamente para la Iglesia: el de un pastor atento a la realidad contemporánea, dispuesto a acoger a todos, apasionado por el ecumenismo y el diálogo interreligioso, siempre en busca de caminos de reconciliación por el bien de la Iglesia y de la sociedad civil. Evidentemente todo esto lo hizo con su propio estilo, con su personalidad y su temperamento que no le ahorraron choques y amarguras, no pocas desde la orilla de quienes se empeñaron hasta el final en instrumentalizarle. Pero todo eso debe verse ya con una serena piedad desde la Jerusalén celeste que siempre anheló transitar. JOSÉ LUIS RESTÁN
www.annusfidei.va Lanzado el sitio internet del Año de la Fe Desde agosto pasado, el sitio internet oficial del Año de la Fe por parte del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. está disponible en italiano e inglés. Es de destacar aquí el calendario del Año de la Fe (11 octubre 2012- 24 noviembre 2013) que será regularmente puesto al día por el dicasterio. Entre los documentos de reflexión y profundización que ofrece el sitio están el Catecismo de la Iglesia Católica, las Actas del Concilio Vaticano II, las catequesis de Benedicto XVI sobre los apóstoles,
sobre los Padres de la Iglesia, la oración, teólogos medievales, las grandes mujeres de la Iglesia. Cuenta también con varias presentaciones del Año de la Fe. Del sitio se puede descargar la partitura del himno oficial Credo, Domine, compuesto para el Año de la Fe. Así mismo, el logo que representa la barca de la Iglesia con un sol al fondo que evoca la eucaristía. www.rio2013.com/es/saca-tus-dudas/ inscripciones Manual de Inscripción de Peregrinos para JMJ 2013 Los interesados en inscribirse a participar en la XXVII Jornada Mundial de la Juventud,
en Río de Janeiro, pueden revisar el ‘Manual de Inscripción de Peregrinos’ en el portal oficial de la JMJ 2013. Allí se han resumido todas las orientaciones para preparar a los grupos de la mejor manera. Según la directora del Sector de Inscripciones de la JMJ, hermana Shaiane Machado, “estas podrán ser realizadas a través de un responsable (denominado “responsable principal”) y aparte de este, habrá un “segundo responsable”. Los grupos deberán tener un número máximo de 50 peregrinos, incluyendo a los responsables. Los grupos más grandes deberán ser subdivididos en subgrupos de hasta 50 personas, que podrán estar vinculados entre sí a través de un grupo principal.
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Mons. Héctor Aguer: Iglesia enseña que actividad política y caridad van unidas
El Arzobispo de La Plata (Argentina), Mons. Héctor Aguer, criticó a los líderes locales y nacionales por no resolver juntos los problemas básicos de la población, debido a rivalidades ideológicas o intereses particulares que les hacen olvidar que la actividad política y social va de la mano con la caridad. “Los conflictos son inevitables en una sociedad, pero están para ser resueltos y no para agravarlos de un modo intencional”, señaló el Prelado durante el programa televisivo Claves para un Mundo Mejor, en agosto pasado. Mons. Aguer dijo “cuesta creer y aceptar que quienes están enfrentados políticamente, o los agentes sociales que sustentan posiciones diversas acerca de la realidad, no puedan coincidir en ciertas cuestiones objetivas, básicas, referidas a las necesidades inmediatas de la población”. El Prelado dijo que esta situación se debe al enfrentamiento de intereses particulares y a una ideología del conflicto según la cual “el desarrollo de una sociedad depende, precisamente, de la agudización de los conflictos”. “La Doctrina Social de la Iglesia proporciona una interpretación teológica de este mal del encono que agrava los conflictos. Si un observador objetivo puede advertir que se verifica esa fractura en la vida de la sociedad, la Doctrina Social de la Iglesia nos invita a interpretarla teológicamente”, indicó. En ese sentido, el Arzobispo de La Plata recordó que “la división exacerbada, el continuo enfrentamiento, la discordia, tienen su origen en la ruptura originaria que es el pecado, la raíz profunda de todos los males”.
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“La ruptura del hombre con Dios se proyecta en la ruptura del hombre con su prójimo, que ya no puede considerarse un hermano. Entonces la vida social queda entregada a la dialéctica destructiva que impide la concorde resolución de los conflictos”, señaló. En el caso contrario, indicó, está el mandamiento del amor cuya proyección social, cultural y política es “capaz de inspirar todas las relaciones humanas, de purificarlas y elevarlas, de tal manera que este criterio del amor, del amor recíproco, constituya una sólida base de la dedicación de los distintos agentes sociales y políticos a la búsqueda del bien común”. En ese sentido, recordó que la Doctrina Social de la Iglesia enseña que “el significado profundo de la convivencia civil y política no surge inmediatamente del elenco de los derechos y deberes de la persona. Esta convivencia adquiere todo su significado si está basada en la amistad civil y en la fraternidad”. El campo de la amistad, señaló, promueve el desinterés y desapego de los bienes materiales, así como la donación y la disponibilidad interior a las exigencias del otro. “La amistad civil, así entendida, es la actuación más auténtica del principio de fraternidad, que es inseparable de los de libertad y de igualdad”, afirmó. “De paso podríamos concluir recordando que para la Doctrina Social de la Iglesia la actividad política y la actividad social están tan vinculadas con la caridad que se habla, sin más, de caridad social, de caridad política. Aquí está el principio clave. A partir de aquí, entonces, ¿qué acuerdo no es posible para resolver aquellas cuestiones objetivas, básicas, que hacen al bienestar de la población?”, finalizó.
Cristiada. La película
La película Cristiada, próxima a estrenarse en Chile, se ubica en el momento más dramático —épico, diría Jean Meyer— de la persecución religiosa en México (19141938), como fue el levantamiento armado de campesinos y rancheros llamados «cristeros» (1926-1929). En esta se narra la historia de un puñado de hombres y mujeres que, por diversos motivos, se ven obligados a defenderse por las armas de un gobierno cínico y autoritario, decidido a arrebatarles lo más preciado de sus derechos y existencia. Largos años de sacrificios por defender algo que apenas entonces se empezaba a comprender y que ahora definimos como libertad religiosa, cimiento firme de un Estado realmente laico y de una democracia sustantiva. El cine es un arte narrativo que requiere de cuatro elementos básicos: historia, guión, fotografía y actuación. En este caso, el equilibrio entre sus partes logra una película de excelencia, con gran ritmo, sin baches, falsas pretensiones o estridencias. La armonía alcanzada conforma una narrativa capaz de penetrar en la mirada, rostro y corazón de personajes representados brillantemente por Andy García, Peter O´Toole, Santiago Cabrera, Rubén Blades, el niño Mauricio Kuri, Eva Longoria y Karyme Lozano. No estamos ante una película de guerra, si bien éste es su contexto, sino ante una historia de gran humanidad, entrañable. Como buen cine de pretexto y subtexto histórico, logra respetar, de manera sobresaliente, la verdad de los personajes en los cuales descansa la narración, al tiempo de mostrarnos su profundidad arquetípica, sin traicionar el contexto espacial y temporal que le da sentido. Se trata de una combinación difícil de alcanzar, sin
la cual el drama degenera en simple documental. Como historiador, me lleno de gratitud. Estamos ante una película que logra mostrar la grandeza del drama humano en personajes que, muy lejos de la edulcorada santurronería, se muestran como gente de carne y hueso, llenos de dudas y esperanzas. No existen estados morales puros, sino dramas de seres que, lejos de ser juguetes de los caprichos de las fuerzas del bien y del mal, se debaten entre la gracia que se les ofrece y el pecado que los limita, sin más ropaje que sus conciencias y sin más arma que su cruda libertad. Seres capaces de asumir sus decisiones hasta las últimas consecuencias y apurar el cáliz de la heroicidad o del martirio, que no siempre coinciden, o malamente renegar para beber la repugnante pócima de la mediocridad. En el momento culminante de la película se nos revela un cuestionamiento provocador. Es claro que un hombre puede empuñar las armas para defender su derecho y hacerlo con justicia; pero con esas mismas armas, ¿será capaz de salvar la fe que con arrojo defiende? ¿O bien serán los más frágiles, machacados por los engranajes del poder, quienes salven al hombre que ha empuñado las armas con tanta justicia? Las preguntas nos contemplan desde el Gólgota y se cuelan entre las páginas de Cervantes, Shakespeare, Greene, Dostoievski, Tolstoi y O´Brien, entre muchos más, como ahora entre las imágenes de la película Cristiada. JORGE E. TRASLOSHEROS Páginasdigital
Joven actor de Cristiada: “Católicos debemos defender libertad religiosa”
Mauricio Kuri, el joven actor que interpreta al mártir mexicano José Luis Sánchez del Río en la película Cristiada, está convencido de que los católicos deben ponerse de pie para defender la libertad religiosa.
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En diálogo con ACI Prensa, Kuri señaló que él quisiera hacer lo mismo, «porque defender lo que uno cree es la cosa más cool», y alentó a los católicos de todo el mundo a defender la libertad religiosa, como hicieron los fieles de México durante la Guerra Cristera. «Lo que está sucediendo ahora mismo con la Iglesia y el ataque a la libertad religiosa es algo que sucederá al final de los tiempos. Creo que si te pones de pie y dices ‘soy católico y no me avergüenzo de serlo, y estoy orgulloso de serlo’, y lo defiendes, entonces eres una magnífica persona». Para el joven actor, participar en el rodaje de Cristiada «me ha acercado a mi religión, porque (Sánchez del Río) es un personaje realmente fuerte». «Al principio él es sólo un niño travieso. Incluso hace una broma al Padre de la iglesia, pero se puede ver su transformación en sus creencias, y al final él es un mártir», señaló.
Kuri explicó que el Beato José Luis Sánchez del Río es «un mártir cristero, y fue beatificado por el Papa». En su opinión, lo más importante fue que «este personaje existió. Fue una persona real». Kuri tiene una medalla del joven mártir que porta siempre en su cuello. Sosteniéndola y señalando la imagen que hay allí, explica «esta es su foto real. Es el verdadero José Sánchez del Río, y tenía catorce años. Yo tengo catorce años». El joven mexicano se sintió particularmente impresionado por la fuerza y belleza de la transformación que se vuelve tan visible en el momento del martirio de José Luis Sánchez del Río. Kuri señaló que, así como el Beato José Luis Sánchez del Río, «podemos ser cristeros ahora mismo. Podemos defender no sólo nuestra fe, sino nuestra libertad»
Histórico catedrático de ex PUCP:
La Universidad es de la Iglesia En el contexto de la suspensión por la Santa Sede del derecho al uso de los nombres “pontificia” y “católica” a la ex PUCP, reproducimos el parecer de uno de sus más prestigiosos académicos “históricos”.
El prestigioso doctor José Agustín de la Puente Candamo, catedrático de la ex Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) durante más de 60 años, aseguró que en esta casa de estudios, desde su fundación «lo fundamental es esa vinculación radical con la Iglesia, es parte de la Iglesia y es creación de la Iglesia». En una entrevista concedida a ACI Prensa, De la Puente Candamo, con la lucidez y la experiencia de sus 90 años de edad a cuestas, señaló que las distintas autoridades, profesores y estudiantes de la ex PUCP «podemos pensar distinto en muchos temas, pero no en lo que es nuestra partida de bautismo». «La universidad no existiría si se retira esa fidelidad al pensamiento católico, no sólo al pensamiento, al pensamiento y a la vida», precisó el connotado historiador. «Pueden pensar otras personas de otro modo, pero la historia y la verdad de la universidad católica es lo que yo he expresado. Si se le quita la fidelidad al pensamiento católico la universidad no existe, porque ha nacido para eso, sería otra universidad», indicó luego. Al explicar la intención del fundador de la ex PUCP, el P. Jorge Dintilhac, quien fuera su maestro y amigo, De la Puente Candamo dijo que el sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones buscó evitar que sus entonces alumnos del colegio La Recoleta de Lima, al salir «perdieran su formación cristiana en ambientes que difundían otros pensamientos». «La intención es esa, claramente apostólica. Él fundó la universidad no por un razonamiento intelectual más o menos impreciso o preciso, sino la fundó por una intención apostólica, ese fue el meollo de la universidad», señaló.
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El catedrático, que comenzó a ejercer la docencia en esa casa de estudios en 1947, dos años después de egresar de la misma, recordó que el P. Dintilhac «no era el hombre que en el sentido frívolo de la palabra se dice un hombre brillante; era un hombre humilde, de pocas palabras, sencillo en su comportamiento pero muy fiel a su pensamiento íntimo». Precisamente, recordó, la fundación y el crecimiento de la universidad se explica no por la obra de una persona o de un grupo Doctor José Agustín de la Puente Candamo. de personas, sino por la fidelidad a una idea y la fecundidad de esta. De la Puente Candamo subrayó que la ex PUCP «no es una universidad católica por una adhesión genérica a la concepción cristiana de la vida, sino por una adhesión institucional muy concreta que la liga a la Iglesia como persona». El catolicismo con el que fue fundada la universidad «no es un catolicismo llamemos abstracto, vago, genérico, sino es el catolicismo expresado por la Iglesia misma como doctrina y como institución». El experimentado docente que aún dicta en la universidad y que fuera amigo de José de la Riva Agüero, el mayor benefactor de la ex PUCP, indicó que en el caso de esta universidad «el ser católica no es un adjetivo sino es un sustantivo central que expresa un pensamiento orgánico, en una actitud ante la vida». El prestigioso historiador desmintió el argumento de que ser una universidad pontificia reste autonomía a la universidad, pues «la Iglesia no es ajena a la universidad, es la inspiradora y es parte de la universidad». «La autonomía de la universidad que se defiende es frente al Estado. Pero la fidelidad a la institución que la inspiró, como es la Iglesia, y que la acogió desde el primer momento y la hizo suya, no es violación de la autonomía», señaló. «La Iglesia no viola la autonomía de la universidad porque es parte de la universidad, parte intelectual, parte espiritual. La universidad es otra persona jurídica, pero la Iglesia es el origen y la finalidad de la universidad», dijo. De la Puente Candamo también descartó que una universidad católica restrinja la libertad de pensamiento de sus alumnos, pues «no era un convento ni lo es tampoco». «¿En qué se distingue la universidad liberal de la universidad confesional? La universidad liberal no confiesa un pensamiento, presenta al alumno todo el esquema del pensamiento en los distintos campos de la cultura. La universidad católica hace lo mismo, pero presenta su pensamiento como el eje de su vida, eso es lo que distingue», explicó. De la Puente Candamo indicó que mientras «la universidad liberal no se adhiere a un pensamiento, la universidad católica no sólo se adhiere sino que hace suyo el pensamiento católico, pero siempre con la base del respeto a la libertad».
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Francia ¿Prohibido rezar?
«La oración no es ajena a la vida social». Lo sostuvo el cardenal arzobispo de Lyon, Philippe Barbarin, refiriéndose a la ‘Oración por Francia’, rezada el 15 de agosto en todo el país. Con motivo de la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, la Conferencia de Obispos de Francia propuso a todas las parroquias del país una «oración universal» por Francia. Aunque esta oración no es algo nuevo —fue introducida en el siglo XVII por el rey Luis XIII, quien consagró el país a la Virgen María el 15 de agosto de 1638—, este año la iniciativa ha generado mucho debate. De las cuatro intenciones de oración: por los ciudadanos afectados por la crisis, por los gobernantes, por las familias y por los niños y los jóvenes, ha sido esta última la que ha llamado la atención, porque invita a rezar para que los niños «puedan disfrutar al máximo del amor de un padre y una madre». La intención de la oración en cuestión ha sido interpretada como dirigida contra el ‘matrimonio’ de personas del mismo sexo y la adopción de niños por estas —prometidos en la campaña electoral por el nuevo gobierno—, y por lo tanto una intromisión injustificada de la Iglesia en la agenda política. Ya en una entrevista publicada el 13 de agosto en el sitio web del diario Le Figaro, el cardenal Barbarin explicó el significado de la oración. «Orar por el compromiso de los esposos, por los niños y los jóvenes» son intenciones que «se elevan espontáneamente en el corazón de los creyentes», dijo. Además, «la laicidad no prohíbe la oración», añadió Barbarin, ya que Francia no
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es una «tiranía», en la que hay que «someter nuestros ritos y nuestras fórmulas bajo el mando del ‘pensamiento único’». «Si la oración es ante todo un acto espiritual», tiene también una «dimensión política». «Nada podría ser más natural que orar por tu propia familia, por tu propio país», dijo el arzobispo de Lyon, ya que no se puede «hacer caso omiso de los problemas de la vida social, y menos aún de los sufrimientos de los hombres». Mientras que la Iglesia es tratada a veces como «un felpudo en el que se limpian los pies», «lo que sugieren estas reacciones —y, paradójicamente, nos alegra—, es que algunas personas parecen tener miedo de la oración». Por lo tanto, la oración «¡es poderosa!», reflexionó Barbarin. Según el cardenal, la oración por Francia llega en un «momento de crisis». «Es una crisis de la civilización querer socavar el matrimonio, que siempre ha sido una realidad maravillosa y frágil». A través de la oración, el creyente dice que «la fuente última no está en la autoridad política», continuó Barbarin, quien invitó al poder político para ver claramente «lo que depende de él y lo que está más allá… ¿Cambiar el matrimonio y la familia? No estoy seguro de que esto dependa de la autoridad del parlamento», dijo. Para el cardenal, el papel del gobierno es el de «garantizar la salud, la educación, la distribución de los bienes, el transporte, la seguridad, y sobre todo la paz». Nuestro gobierno tiene «una gran responsabilidad hacia el equilibrio de la vida social, en el mejoramiento de nuestras condiciones de vida». En tiempos de crisis, que parecen dejar poco margen de maniobra para los gobiernos, la tentación es «encontrar desviaciones en temas llamados ‘sociales’», advirtió el cardenal. En el diario La Croix, este 18 de julio, el cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París y presidente de la Conferencia de Obispos de Francia, después de un encuentro personal con el presidente de la República, François Hollande, dijo que «el matrimonio no es una forma para reconocer la autenticidad de los lazos entre dos personas que se aman», sino «una institución social para asegurar la mejor educación de los niños».
El Papa a Obispos de Francia “Defender vida y familia no es retrógrado sino profético”
Notre-Dame de Chartres Resurge la decoración original de la catedral
En un discurso a los Obispos de Francia que estuvieron
semanario francés Paris Match, en el último número de agosto dedica un dossier al más grande trabajo de restauración en Francia, una obra de proporciones enormes «financiado con más de quince millones de euros, que valen la pena», escribe Frédérique Féron en su artículo. La noticia ha sido recogida por el diario vaticano L’Osservatore Romano, en su edición del 27-28 de agosto. «Una gigantesca estructura metálica —la define el capataz Pierre Salanon—, compuesta de veinte mil piezas, es la que ha permitido llegar con los andamios hasta los 33 metros de altura del coro» y a los restauradores cuidar de las ventanas y paredes «ennegrecidas y agrietadas como la piel de un viejo paquidermo». Bajo una capa de una pulgada de tierra, ha resurgido la decoración original del siglo XIII «pintada por artesanos medievales en ocre pálido y blanco, sobre el fondo gris de la piedra, y conservada intacta en el ochenta por ciento de la superficie pintada». Lo explica así el arquitecto Patrice Cavel: «los colores claros debían contribuir a desmaterializar los muros de la catedral, iluminándola con una luz divina». Pero la piedra nunca había dejado tanto espacio al vidrio, afirma Féron, tratando de sintetizar todo el encanto de la fuente de colores que se vierte en el visitante, a través de los 2.500 metros cuadrados de imágenes transparentes que cubren las 173 ventanas. Los visitantes apenas notan la placa conmemorativa que recuerda la primera peregrinación de Charles Péguy a esa ciudad y, sin embargo, es del poeta francés la descripción más bella de este palacio de luz: «He aquí el lugar del mundo donde todo se vuelve fácil», escribe en la primera de sus Prières dans la Cathédrale, titulada Prière de résidence («Oración de residencia»).
en Roma en visita ad limina, en septiembre pasado, el Papa Benedicto XVI señaló que defender la vida y la familia «no es para nada retrógrado, sino profético». El Santo Padre resaltó «la interdependencia entre el desarrollo de la persona y el desarrollo de la sociedad misma y del hecho que la familia, que es el fundamento de la vida social, se ve amenazada en muchos lugares, por una concepción defectuosa de la naturaleza humana». «Defender la vida y la familia en la sociedad no es para nada retrógrado, sino profético, ya que conlleva la promoción de valores que permitan el pleno desarrollo de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios», afirmó. Benedicto XVI explicó que en este campo «tenemos un verdadero desafío que afrontar» y recordó lo que ha escrito en la encíclica Sacramentum Caritatis: «El bien que la Iglesia y toda la sociedad esperan del Matrimonio, y de la familia fundada en él, es demasiado grande como para no ocuparse a fondo de este ámbito pastoral específico. Matrimonio y familia son instituciones que deben ser promovidas y protegidas de cualquier equívoco posible sobre su auténtica verdad, porque el daño que se les hace provoca de hecho una herida a la convivencia humana como tal». Las palabras del Papa tienen especial resonancia cuando en Francia el presidente François Hollande ha ofrecido legalizar las uniones homosexuales y cuyo debate se realiza actualmente. Esta medida ha recibido el rechazo de los Obispos que además promovieron, a nivel nacional, una gran jornada de oración por la vida y la familia el pasado 15 de agosto y que se han seguido manifestando a favor del auténtico matrimonio. En su discurso a los prelados, el Papa recordó que Francia «tiene una larga tradición espiritual y misionera, hasta el punto de que fue calificada por el Beato Juan Pablo II como ‘educadora de los pueblos’ Los desafíos de una sociedad ampliamente secularizada nos llaman ahora a buscar una respuesta con valor y optimismo, ofreciendo con audacia e inventiva la novedad permanente del Evangelio».
El gótico de la catedral de Chartres brilla de nuevo: el
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Doctorado Honoris Causa Joaquín Navarro-Valls, vocero de Juan Pablo II
El martes 2 de octubre la Universidad Santo Tomás otorgó en el Aula Magna de su Casa Central el grado de “Doctor Honoris Causa en Ciencias de la Comunicación” al Dr. Joaquín Navarro-Valls, en consideración al gran aporte realizado en el cargo de Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede durante el período 1984-2006. En respuesta de agradecimiento el Dr. Navarro-Valls dictó una clase magistral relatando episodios inéditos de la vida del Beato Juan Pablo II que conoció de su propia experiencia. Laicos insustituibles Para hacer de África el Continente de la esperanza
África está llamada a ser “el continente de la esperanza”, escribe Benedicto XVI en el mensaje dirigido al cardenal Stanislaw Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, con motivo del Congreso de los Laicos Católicos de África, que se desarrolló en Yaoundé (Camerún) del 4 al 9 de septiembre y cuyo tema es: “Testigos de Jesucristo en África hoy. Sal de la tierra... luz del mundo”. La esperanza, afirma el Papa, “indica el horizonte luminoso que se abre ante los ojos de la fe”, no obstante los numerosos problemas espirituales y materiales del continente y de la misma Iglesia africana. “Incluso los valores tradicionales más valiosos de la cultura africana —observa— hoy se ven amenazados por el secularismo, que causa desorientación, rupturas en el tejido social y personal, exasperación del tribalismo,
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violencia, corrupción en la vida pública, humillación y explotación de mujeres y niños, crecimiento de la miseria y el hambre. A esto hay que añadir la sombra del terrorismo fundamentalista que recientemente ha puesto en su objetivo a las comunidades cristianas de algunos países africanos”. A pesar de ello, los pueblos del continente cuentan con “una gran cantidad de recursos espirituales, preciosos en nuestra época: el amor a la vida y a la familia, la alegría y el gusto por compartir, el entusiasmo de vivir la fe en el Señor”. “!Nunca dejéis —prosigue el Santo Padre— que la sombría mentalidad relativista y nihilista que afecta a varias partes del mundo, abra una brecha en vuestra realidad! Acoged y difundid con fuerzas renovadas el mensaje de alegría y esperanza de Cristo; un mensaje capaz de purificar y fortalecer los grandes valores de vuestra cultura (...) Hacer de África el ‘Continente de la Esperanza’ es un compromiso que debe orientar la misión de los fieles laicos africanos de nuestra época”. Esa misión “surge de la fe, don de Dios, que debe ser acogido, nutrido y profundizado porque ‘no podemos aceptar que la sal se vuelva insípida, y la luz se mantenga oculta’ (...) En esta obra de transformación de toda la sociedad, hoy tan urgente para África, los laicos tienen un papel insustituible (...) Mujeres y hombres, jóvenes, ancianos y niños, familias y sociedades; toda África espera a los ‘embajadores’ de la Buena Nueva: fieles laicos de las parroquias (...) de los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, enamorados de Cristo y de la Iglesia, llenos de alegría y gratitud por el bautismo que han recibido, valientes constructores de paz y heraldos de la esperanza auténtica”
La presencia diabólica en la mentalidad contemporánea Es un fenómeno de gran profundidad, complejidad y perversidad. Se trata de la acción del demonio que condiciona la vida tratando de socavar la fe del corazón de los hombres. De hecho, hay una presencia diabólica ciertamente en la mentalidad que domina nuestra sociedad, una mentalidad sustancialmente atea, diabólica en el sentido de decir: si se quita a Dios, el hombre se realiza plenamente. (…) El poder que la Iglesia tiene sobre el demonio, que es el mismo poder que tenía Cristo, forma parte integral de su misión y se expresa como diaconía de la verdad y diaconía de la caridad. Por eso se trata de dar una claridad de juicio sobre la presencia del mal, del demonio, en la normalidad de la vida cultural y social, y acompañar a aquellos que son agredidos por el poder del demonio con un amplio y significativo camino de caridad, a cuyo término en ciertas situaciones está, de hecho, el exorcismo. (…) Presente en cualquier ámbito, la fenomenología de las sectas ha sido minuciosamente examinada durante el curso por su incesante crecimiento tanto respecto a la variedad como al número de adeptos. Y si bien no todas las sectas son específicamente satánicas, los relatores las han definido en su conjunto como diabólicas por naturaleza, ya que, bajo un manto de secreto, su único fin es a veces sólo explotar a la persona vulnerable, privándola de su libertad —que es destruida, dañando así la familia y la sociedad—, pisoteando sus derechos, imponiéndole un modelo estricto de existencia, encerrándola en una estructura totalizante, llevándola a un aislamiento social y afectivo y, por eso, a una despersonalización a través de numerosos abusos más o menos evidentes. (…) El sentido religioso no tiene nada que ver con las sectas. Éstas, a lo sumo, lo instrumentalizan, también en su logrado acercamiento a los jóvenes, muchos menores de edad. A estos factores se añade, además, la fascinación que el satanismo ejerce en los adolescentes. Los satanistas propiamente dichos no son numerosos, pero —también a través de Internet— está muy difundida la cultura satánica, donde no es rara la instigación a la violencia y el suicidio. El sustrato de todas estas tendencias es la búsqueda del poder que penetra por todas partes, que impulsa la pretensión de sacar determinados beneficios de una situación de alejamiento de Dios. Con raíces precisas en la dictadura del relativismo, en la crisis de las relaciones interpersonales en un panorama hiper-tecnológico, en la exaltación del subjetivismo, en el delirio de omnipotencia que hace de la persona un dios. Monseñor Luigi Negri Obispo de San Marino-Montefeltro De L’Osservatore Romano
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Gerhard Ludwig Müller
Prefecto a corazón abierto
“La fe comienza con encuentros personales, empezando por los padres, los sacerdotes, los amigos, en la parroquia, en la diócesis, en la gran familia de la Iglesia universal... y jamás debe temer la confrontación intelectual, porque no tenemos una fe ciega... es una relación personal con Dios que porta consigo todos los tesoros de la sabiduría... Deseo a todos tener una experiencia como la mía: identificarse de manera sencilla y no problemática con la fe católica y practicarla. Es bellísimo». Quien así habla es Gerhard Ludwig Müller, el nuevo Prefecto de Doctrina de la Fe recién aterrizado en sus nuevas estancias romanas. En esta primera gran entrevista publicada por L’Osservatore Romano (ver texto completo en www.humanitas. cl), Müller habla a corazón abierto, con el equilibrio y la ausencia de complejos tan típicos del catolicismo renano. Y se refiere a la huella romana en el corazón de la antigua Germania, especialmente visible en torno a Mainz. «Es algo que nos ha dejado huella», reconoce, quizás refiriéndose al mito de la oposición instintiva de los alemanes frente a Roma. Después describe con sencillez la educación recibida de sus padres (él, obrero de la Opel; ella, ama de casa). Una propuesta clara, sin estridencias ni exageraciones, un crecimiento tranquilo dentro de una fe alegre y sencilla que tenía que ver con todos los aspectos de la vida. Interesa y mucho descubrir esta «melodía» de la fe en la trayectoria del Prefecto. «La fe se caracteriza por una máxima apertura... nuestra razón finita siempre está en movimiento hacia el Dios infinito... Siempre podemos aprender algo nuevo y comprender con mayor profundidad la riqueza de la Revelación, jamás podremos agotarla». Es la concepción dinámica que caracterizó al beato Newman y que también encarna el Papa Ratzinger, que el pasado 15 de julio decía en el Ángelus que «en Jesús Dios ha dicho y dado todo, pero dado que Él es un tesoro inagotable, el Espíritu Santo jamás termina de revelar y de actualizar su misterio. Por ello la obra de Cristo y de la Iglesia no retrocede nunca, sino que siempre progresa». Quizás un mensaje a coro para los miembros de la Fraternidad de San Pío X y su visión congelada de la Tradición. Naturalmente Müller habla también de su nuevo oficio y reconoce el peligro de que el ruido generado
“Jesús de Nazaret” Benedicto XVI concluye la trilogía
El Papa Benedicto XVI terminó la tercera entrega de su trilogía sobre la vida de Cristo, que se llamará “Jesús de Nazaret y los Evangelios de la Infancia”. La fecha de publicación se dará a conocer después de que «Jesús de Nazaret», escrito originalmente en alemán por el
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por las polémicas de grupos «escorados a la izquierda o a la derecha» «nos haga perder de vista nuestra tarea principal: anunciar el Evangelio de Jesucristo como respuesta a las grandes preguntas del hombre de nuestro tiempo». A Müller no le arredra la polémica y sostiene sin ambages que la visión secular e inmanentista es radicalmente insuficiente. En un pasaje de la entrevista plantea «a los ateos o a los enemigos de la Iglesia que se pregunten con espíritu de autocrítica si ellos mismos tienen medios de salvación que ofrecer al hombre de hoy». Por el contrario la Iglesia debe «redescubrir y hacer resplandecer de nuevo la fe como potencia positiva y como fuerza de la esperanza». Había curiosidad por el famoso asunto de las simpatías del nuevo Prefecto hacia la Teología de la Liberación, cuestión que ha hecho correr ríos de tinta. Y de nuevo demuestra su estilo franco y directo: «un chico católico de Mainz tiene la pasión social en la sangre, y me siento orgulloso de ello». Narra su encuentro con Gustavo Gutiérrez en Perú y su comprensión por la inquietud sobre cómo hablar del amor y de la misericordia de Dios ante el sufrimiento de tantas personas a las que falta el alimento, el agua, y que no saben cómo ofrecer un futuro a sus propios hijos. Una pregunta seria a la que se han ofrecido respuestas acertadas y erróneas, que el Magisterio de la Iglesia ha debido discernir. Evidentemente Müller rechaza la mezcolanza de la auto-redención marxista con la salvación que Dios nos ofrece, pero valora el esfuerzo de mostrar cómo la fe es un factor decisivo para el verdadero desarrollo. Algo que él ha experimentado personalmente sobre el terreno en África y en América, y no con la mera reflexión intelectual. Un último apunte de esta amplia y sustanciosa entrevista lo dedicamos a su relación con Benedicto XVI, que ha sido para él un punto de referencia seguro y más aún, «un amigo paterno». Cuenta que cuando en el 68 se publicó la «Introducción al cristianismo» de Ratzinger, él y sus compañeros lo absorbieron como esponjas, porque en muchos ámbitos eclesiales reinaba la incertidumbre. En ese libro «la profesión de fe de la Iglesia viene expuesta de modo convincente, analizada con ayuda de la razón y explicada con maestría». De hecho el vínculo entre fe y razón es la clave de toda la obra teológica de Joseph Ratzinger y seguramente del pontificado de Benedicto XVI. Habemus Prefectum, pero no solo. Un gran colaborador cerca del Papa, un testigo de la fe amiga de la razón, y un hombre que no teme las embestidas de su tiempo. JOSÉ LUIS RESTÁN Páginasdigital
Papa Benedicto XVI, sea traducido a varios idiomas. La primera parte de la trilogía “Jesús de Nazaret, del bautismo en el Jordán a la Transfiguración”, se publicó en 2007, y se centró en eventos de la vida adulta de Cristo y el ministerio público. La segunda parte,
subtitulada “Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección” y publicada el 2011, se focalizó en la última semana de vida de Jesús. Ambos volúmenes fueron publicados en siete idiomas y en edición e-book, y superaron el millón de copias vendidas.
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Premio Ratzinger 2012
El ‘Nobel’ de Teología a Rémi Brague, historiador francés, y a Brian E. Daley, jesuita estadounidense
Los dos ganadores del Premio Ratzinger 2012 son un filósofo e historiador del pensamiento, Rémi Brague, y un teólogo y patrólogo, Pe. Brian E. Daley s.j. El resultado fue anunciado a fines de septiembre por el cardenal Camillo Ruini, presidente del Comité Científico de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, y por el presidente de la misma, monseñor Joseph A. Scotti, durante una presentación en la sala de prensa de la Santa Sede. «El propósito de la Fundación es centrar el debate de la cuestión de Dios —dijo monseñor Scotti—, del Dios vivo». Y recordó las palabras del Papa en su homilía de Pascua de este año: «La oscuridad realmente amenazante para el hombre es el hecho de que él, en verdad, es capaz de ver e investigar las cosas tangibles, materiales, pero no puede ver a dónde va y de dónde viene». Y que «la oscuridad sobre Dios y la oscuridad sobre los valores son la verdadera amenaza para nuestra existencia y el mundo en general». «Rémi Brague es, en mi opinión —indicó el cardenal Ruini—, un verdadero filósofo y al mismo tiempo un gran historiador del pensamiento y de la cultura, que combina la fuerza especulativa y la visión histórica de fe cristiana y católica, sin complejos”. El padre Brian Edward Daley «es un gran historiador de la teología patrística, pero también un hombre muy ocupado en la vida y misión de la Iglesia, que combina el rigor científico ejemplar con una pasión por el Evangelio». Monseñor Scotti, por su parte, precisó que “La creación del Premio Ratzinger quiere presentar ante la opinión pública la cuestión de Dios», una de las tres actividades del trabajo ordinario de la Fundación. Las otras dos son las becas de estudio que la Fundación ofrece a los doctorandos en teología, así como los congresos de alto valor científico que la Fundación promueve. El año pasado en Bydgoszcz, Polonia, se celebró el primer congreso patrocinado por la fundación en el que participaron 32 universidades de Europa. Este año, el segundo congreso se celebrará, poco después de la entrega del Premio Ratzinger, del 8 al 9 de noviembre. Más de 90 universidades se han adherido y el tema antropológico será: «Qué es lo que hace que el hombre sea hombre». «La Fundación contará —señaló el obispo Scotti— con la estrecha colaboración de la Universidad Católica de Río de Janeiro y del compromiso generoso de los Heraldos del Evangelio. A ellos les manifiesto públicamente mi gratitud y agradecimiento por los esfuerzos realizados hasta ahora».
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Interrogado por un periodista sobre los Heraldos del Evangelio, monseñor Scotti recordó una entrevista en la que el Papa «se quedó sorprendido por la frescura de esta realidad que evangeliza». Precisó que hoy están no sólo en Brasil y puso ejemplos de su presencia en Italia. Los Heraldos, añadió, «son parte de la realidad eclesial que sabe vivir una fe intensa y sencilla, donde la sencillez no significa banalidad, sino completa sintonía con el Papa, con la reflexión teológica y profundizando constantemente». Sobre el interés que ha despertado el premio Ratzinger también entre los jóvenes estudiantes de teología, monseñor Scotti reportó como un indicador que de las 32 universidades que habían adherido a comienzos de este año ahora han llegado a 90, siendo grande la cantidad de contactos epistolares que se ha tenido con jóvenes y personas interesadas en el tema.
Persecución religiosa La Iglesia en Camboya es una Iglesia mártir
María Lozano entrevistó a monseñor Enrique Figaredo Alvargonzález SJ, prefecto apostólico de Battambang en Camboya, para el programa semanal de radio y televisión «Donde Dios llora», producido por la Catholic Radio and Television Network, en conjunto con la fundación pontificia de caridad católica Ayuda a la Iglesia Necesitada. —Usted entró en el noviciado de la Compañía de Jesús a los 20 años en Madrid. ¿Por qué y cuándo fue el cambio a Camboya? —Yo buscaba un encuentro con Dios, y bueno, lo tuve en mi noviciado y lo tuve cuando estaba estudiando filosofía. Pero cuando acabé la carrera económica, mi razonamiento era que quería poner los rostros a esos números que había estudiado en la carrera, así que le dije a mi provincial que quería ser voluntario para refugiados y aprender de esas personas. Pensé que los refugiados eran los que me iban a enseñar cómo es ese Jesús, ese Cristo sufriente. —Usted llega en septiembre de 1985 a Camboya que estaba en guerra. ¿Cuál fue su primera impresión?
—Bueno, primero miedo, muerto de miedo. Cuando fui a los campos de refugiados fue una odisea. Había que pasar cinco controles militares y cada vez que pasabas un control militar, las cosas se hacían más, como más oscuras: los militares vestidos de negro, poco sonrientes, te pedían tus papeles de una manera muy violenta. Cuando llegué a la puerta de campo de refugiados, eso nunca lo olvidaré, se abrió el paso a nivel y entramos. De repente: vi niños, muy mal vestidos, descalzos, ¡pero alegres! Recuerdo mucha alegría, vida… vida, vida en plenitud aunque vivían encerrados en un campo de refugiados, digamos como prisioneros de guerra. —Camboya es un país de una mayoría budista, o sea que en estos campos de refugiados, la mayor parte de la gente también es de religión budista, ¿no? —Sí, sí, mayoritariamente budistas. Por supuesto que hay católicos, pero pocos. Además la guerra se encargó de que desaparecieran. Mucha gente fue asesinada: sacerdotes, obispos, todo el mundo… En los campos quedaba como un pequeño resto de Israel, de cristiandad, pequeñas familias, muchas veces sin
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cabeza de familia. En la mayoría era una viuda, a veces no había ni esa cabeza de familia, eran hijos de católicos pero sin gran formación y ellos también requerían una ayuda especial. —En la ceremonia de toma de posesión de la Prefectura Apostólica, hubo una superviviente que dio su testimonio y habló de la iglesia de Camboya como “una iglesia que en los últimos 30 años había sido una iglesia de lágrimas y sangre”. Se refería a la persecución de los Khmer rojos de Pol Pot, a lo que está usted haciendo referencia... ¿La iglesia de Camboya es una iglesia mártir? —Sí, es una iglesia mártir. La iglesia de Camboya fue arrasada totalmente. Todos nuestros líderes,
como le decía antes, los obispos, los sacerdotes, las religiosas, los muchos catequistas fueron asesinados. El que no fue asesinado murió de hambre o de enfermedad y la comunidad quedó muy mal. Hoy en día tenemos dos sitios en Camboya en donde nos acordamos de los mártires. El 7 y el 8 de mayo nos acordamos de ellos. Pero en la memoria de estos mártires también crecemos en fe, porque han sido personas que murieron con la fe viva. El obispo Paul Tep Im Sotha, primer prefecto apostólico de Battambang, al que yo sucedo, dos días antes de morir celebró una misa, dio la bendición a todos y les dijo: “malos tiempos vienen, cuidad de vuestra fe, cuidad la fe de unos a otros”. Se acabó la misa, salió en coche y lo asesinaron. El obispo Joseph
Católicos perseguidos en China
«¡Madre, salva a la diócesis!» En China, cada 24 de mayo, la Iglesia celebra la fiesta de María, Auxiliadora de los cristianos, una antigua advocación que cobra especial relevancia en los lugares donde los católicos son perseguidos a causa de su fe: lugares como China, donde, a pesar de que los fieles de muchas diócesis viven en la clandestinidad, miles de católicos peregrinan al santuario de Nuestra Señora de Sheshan para pedirle su amparo a la Madre. Y ella responde: obispos presos que escapan casi milagrosamente de la cárcel, comunistas que piden bautizarse...
Shangái, 1868. El ejército de Tai Ping lleva a cabo una matanza brutal de cristianos, para instaurar en China un régimen herético. El obispo de la diócesis, monseñor Languillat, corre a una capilla en la montaña de Sheshan, donde se venera una imagen de María, Auxiliadora de los cristianos, e implora: ¡Madre, salva a la diócesis! Allí hace un voto: si la Iglesia en Shangái no es destruida, construirá una basílica en honor de María Auxiliadora. Inexplicablemente, las tropas de Tai Ping no atacan Shangái. Desde entonces, millones de peregrinos veneran a María en Sheshan, la única basílica de China. No había pasado un siglo, cuando la Revolución comunista de Mao volvió a instaurar el terror, y la vida de los católicos chinos quedó, hasta hoy, marcada con el signo del martirio y de la persecución. El santuario de Sheshan sufrió graves desperfectos en los años 50 y, aún hoy, la policía lo mantiene bajo control y vigilancia. Pero, como en 1868, la Madre sigue cuidando de los hijos del Padre. Juan es un sacerdote chino, cuyo nombre real no podemos revelar por los motivos que enseguida comprenderá el lector. Tras formarse en seminarios clandestinos, huyó de China para terminar su formación en Europa y volver algún día, de incógnito, como sacerdote. Él cuenta que «la Virgen ayuda mucho a los cristianos de China. En las diócesis del sur hay más libertad, pero en el norte la Iglesia es perseguida:
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Chhmar Salas, de Phnom Penhg fue nombrado obispo cuatro días antes de que los Jemeres Rojos entraran en Phnom Penhg; su obispado fue en los campos de los arrozales… —…Que eran como campos de concentración, hay que explicar eso, ¿verdad? —Eso es, y en esos campos de concentración él ejercía de pastor y visitaba a los católicos. Rezaba y celebraba la eucaristía con muchísimas limitaciones, pero lo hacía. Cuidaba de su gente como una persona pobre y terminó muriendo de hambre y de enfermedad. Después de su muerte, su cruz pectoral la recogieron sus padres, y la gente se reunía a rezar en torno a la cruz pectoral del obispo Salas.
—Un testimonio que a usted le debe dar mucha fuerza ahora que si bien ya no es —gracias a Dios— una iglesia mártir, aún sigue siendo una iglesia que sufre necesidad… —Así es. Después de Pol Pot vino un régimen comunista pro-vietnamita que hizo sufrir mucho a la gente, que no dio libertad religiosa, por lo que la gente siguió padeciendo y sufriendo en pobreza y sufriendo por libertad. Y, bueno, la memoria de todos nuestros mártires nos da mucha fuerza porque los hemos visto entregándose en el sufrimiento, y nuestros católicos también han pasado por muchísimo sufrimiento y hoy dan testimonio con su vida.
no hay curas, ni Eucaristía, y los fieles sólo pueden rezar el Rosario para mantener su fe y su comunidad, casi siempre clandestina». En medio de las purgas, palizas, reclusiones y persecuciones que han causado miles de mártires, el auxilio de María es tan necesario como constante: «Mi obispo estuvo preso en un campo de trabajo. Él pedía a la Virgen cada día que, si ella le quería fuera, le ayudase a escapar; y si le quería en la cárcel, le ayudase a evangelizar. Un día, otro obispo preso, medio paralítico, y él se encontraron junto a un muro de la cárcel, sin vigilancia. No saben cómo, pero ambos pudieron saltar —incluso el paralítico— y huir. Él dice que les ayudó María». Ya fuera, el obispo llegó a la ciudad en el tractor de unos jóvenes, buscó escondite en las casas de sus fieles y, aunque le ayudaron, nadie le escondió. Tuvo que pernoctar en el bosque y, a primera hora, subió a un autobús. En ese momento, la policía registraba las casas de los fieles y cerraba las carreteras. Sólo un autobús salió de la ciudad: el del obispo. Tras su huida, el prelado fundó seminarios clandestinos y santuarios marianos. El padre Juan explica que «la Virgen hace presente a Jesús en China. Hace unos años, una comunista entró en casa de un matrimonio católico, vio una imagen de la Virgen de Sheshan y preguntó quién era esa señora. La pareja le habló de la Virgen, de Cristo, del Evangelio, y quedó fascinada. Preguntó dónde podía ir a rezar y le mandaron a Sheshan. Fue en peregrinación, se curó de una enfermedad que tenía y, al bajar, pidió el Bautismo. Hoy es responsable de una parroquia y da catequesis». María, auxiliadora de los cristianos, sigue ayudando a China. José Antonio Méndez Alfa y Omega
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Oración La Carta del Papa a los católicos chinos, de 2008, concluía con esta oración a la Virgen. Benedicto XVI pedía que, cada 24 de mayo, la Iglesia orase de forma particular por China: Virgen Santísima, Madre del Verbo encarnado y Madre nuestra, venerada con el título de Auxilio de los cristianos en el santuario de Sheshan, a la que se dirige con devoción toda la Iglesia en China; venimos ante ti para implorar tu protección. Mira al pueblo de Dios y guíalo con solicitud maternal por los caminos de la verdad y el amor, para que sea siempre fermento de convivencia armónica entre los ciudadanos. Con el dócil Sí pronunciado en Nazaret, aceptaste que el Hijo eterno de Dios se encarnara en tu seno virginal, iniciando así en la Historia la obra de la Redención, en la que cooperaste con solícita dedicación, dejando que la espada del dolor traspasase tu alma, hasta la hora suprema de la Cruz, cuando en el Calvario permaneciste junto a tu Hijo, que moría para que el hombre viviese. Desde entonces, llegaste a ser, de manera nueva, Madre de todos los que acogen a tu Hijo Jesús en la fe, y lo siguen tomando su cruz. Madre de la esperanza, que en la oscuridad del Sábado Santo saliste al encuentro de la mañana de Pascua con confianza inquebrantable, concede a tus hijos la capacidad de discernir, en cualquier situación, incluso en las más tenebrosas, los signos de la presencia amorosa de Dios. Señora nuestra de Sheshan, alienta el compromiso de quienes, en China, en medio de las fatigas cotidianas, siguen creyendo, esperando y amando, para que nunca teman hablar de Jesús al mundo y del mundo a Jesús. En la estatua que corona el santuario, muestras a tu Hijo al mundo con los brazos abiertos en un gesto de amor. Ayuda a los católicos a ser siempre testigos creíbles de este amor, manteniéndose unidos a la roca de Pedro sobre la que está edificada la Iglesia. Madre de China y de Asia, ruega por nosotros ahora y siempre. Amén.
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Laos Arresto por conversión de 300 personas al cristianismo
El líder cristiano Bountheung fue arrestado recientemente por las autoridades policiales de Laos, acusado de “haber convertido a 300 laosianos a la fe cristiana”. En la región, muchos creyentes sufren habitualmente abusos contra su libertad religiosa por las autoridades locales, que consideran como religiones aceptables solamente al budismo, el brahmanismo y el animismo, mientras que el cristianismo es considerado una “religión extranjera”. Según informó la agencia vaticana Fides, Bountheung fue detenido por las autoridades en el distrito de Khamkerd, donde reside, en la parte central del país, luego de ser citado dos veces en agosto para ser interrogado sobre la conversión al cristianismo de 300 laosianos en su poblado, en mayo de este año. La orden de arresto contra el líder cristiano también implica su expulsión de la aldea en la que radica y presiona a los 300 recién conversos al cristianismo a renunciar a su fe para poder seguir viviendo en el poblado. La ONG Human Rights Watch for Lao Religious Freedom denunció que la orden de arresto contra Bountheung viola el derecho a la ciudadanía del líder cristiano y el derecho a afiliarse libremente a cualquier religión, tal como lo garantiza la Constitución de Laos. En Nahoukou, otra aldea del país, Tongkoun Keohavong, líder laico de la comunidad cristiana del pueblo, ha sido interrogado por las autoridades para que explique las razones del crecimiento del cristianismo en su pueblo. Tongkoun Keohavong explicó que desde febrero de 2012 más de 30 aldeanos abrazaron la fe cristiana, ejerciendo su derecho a la libertad religiosa. A pesar de esto, las autoridades ordenaron que él y los otros creyentes renuncien a su fe e interrumpan sus reuniones de culto, bajo amenaza de ser expulsados de su pueblo.
Libertad religiosa Decenas de miles protestan por plan de educación en Hong Kong
Ante las diferencias, la Iglesia en Hong Kong ha señalado que espera llegar a un acuerdo con las autoridades para implementar los cambios de manera aceptable para las partes. Secretario para las Relaciones con los Estados El Estado de Derecho requiere un sistema jurídico basado en el derecho natural
Decenas de miles de ciudadanos en Hong Kong protestaron contra el “plan nacional de educación” que ha generado gran preocupación en la Iglesia Católica así como en los líderes de otras religiones. El pasado 29 de julio, los manifestantes portaban pancartas en las que se leía “lavado de cerebro” y “control del pensamiento” y a favor de “un país, dos sistemas”, en relación a los acuerdos entre Hong Kong y China, mientras marchaban entre Victoria Park y la sede de gobierno. La policía estimó un total de 32 mil manifestantes, mientras que los organizadores de la marcha dijeron que congregaron a un grupo de alrededor de los 90 mil. Se pudo observar a padres de familia, niños, maestros y otros preocupados por el contenido del curso de “educación nacional y moral”. El pasado 18 de julio, líderes católicos rechazaron las presiones del Consejo de Educación de Hong Kong para adaptar las escuelas en el año 2012-2013, ya que el nuevo programa contiene la “educación patriótica”, un claro “ultranacionalismo”, y los aspectos pro-comunistas de China. Junto a la diócesis católica de Hong Kong, las escuelas luteranas y anglicanas también rechazaron la propuesta. El plan será obligatorio desde el año 2015 para los colegios de educación secundaria. Antony Yip Sing-piu, asistente de los obispos, señaló según los medios locales que las escuelas católicas no introducirán el plan “en la forma en que ha sido propuesto”.
El arzobispo Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los estados, intervino el 24 de septiembre pasado en la reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York dedicada al Estado de Derecho en el ámbito nacional e internacional. En calidad de delegado de la Santa Sede en la LXVI asamblea ordinaria de la ONU, el arzobispo pronunció un discurso del que presentamos un resumen. “La convocatoria de una Reunión de Alto Nivel sobre el Estado de Derecho —teniendo en cuenta los viejos y nuevos desafíos a los que nos enfrentamos— brinda la oportunidad de reafirmar la voluntad de buscar soluciones políticas, aplicables a nivel mundial, con la ayuda de un sistema jurídico firme y enraizado en la dignidad y la naturaleza de la humanidad, es decir, en el derecho natural”. “Se trata del mejor camino si queremos realizar los grandes proyectos y el propósito de la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos que siguen siendo relevantes mediante los diversos tratados sobre los derechos humanos, sobre el desarme, así como en la codificación de los grandes principios del derecho internacional y en la recopilación y los progresos en las normas del derecho humanitario”. “Será posible avanzar siempre que —además de trabajar con organismos cada vez más especializados, también en materia económica y financiera— las Naciones Unidas sigan siendo un punto central de referencia para la creación de una verdadera familia de las naciones, en la que el interés unilateral de los más poderosos no prevalezca frente a las necesidades de los más débiles. Progresaremos en este sentido si la legislación en ámbito internacional se basara en el respeto de la dignidad de la persona, partiendo de la centralidad del derecho a la vida y a la libertad religiosa”.
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Exposición Monacatus: 17ª edición de Las Edades del Hombre, en Oña (Burgos)
A solas con el Solo
La vida monástica es una corriente silenciosa que alimenta la vida de la Iglesia casi desde sus comienzos. La Fundación Las Edades del Hombre ha hecho de ella el eje de su decimoséptima edición, Monacatus, que permite al visitante acercarse a la intimidad del claustro y contemplar a los monjes en el silencio fecundo de su Ora et labora. Es una vuelta al origen, al claustro, a la escondida vida de oración y silencio que nutre la fe de la Iglesia desde hace siglos. Después de haber peregrinado por distintas ciudades y catedrales de Castilla y León, y tras haber mostrado sus tesoros artísticos en Amberes y cruzar el Atlántico hasta Nueva York, la decimoséptima edición de Las Edades del Hombre vuelve la mirada a la vida monástica con Monacatus, la exposición que se inauguró en junio pasado, en el monasterio de San Salvador de Oña (Burgos), y que estará abierta hasta el 4 de noviembre. La muestra nace con la intención de expresar el significado teológico y eclesial de la vida religiosa, y permitir al visitante adentrarse en el Ora et labora que mueve la vida diaria de los monjes. Así, nos podemos encontrar con la pila bautismal de la iglesia de Abia de las Torres, del siglo XIII, como signo de la entrada en la vida de la Iglesia; o con una Anunciación de Pedro Berruguete, que muestra a la Virgen María como el principal modelo de consagración al Señor; o una Piedad del monasterio de las benedictinas de Sahagún, que penetra en la soledad de María, Virgen de los Dolores y Madre de la esperanza al mismo tiempo, espejo de contemplación para la vida religiosa. Una de las obras maestras de la muestra es la Oración en el Huerto, de Francisco de Goya, una tabla que el pintor elaboró en sus últimos años, cuando los sufrimientos padecidos le acercaron a la entrega de Cristo en Getsemaní, a solas con la voluntad del Padre. Un motivo similar es el Agnus Dei, de Zurbarán, que expresa con una singular fuerza simbólica la mansedumbre de Jesucristo ante la Cruz. La exposición también tiene una mirada para los testigos. Así, nos encontramos con varios modelos de vida eremítica, como San Juan Bautista en el desierto, de José de Ribera, o San Jerónimo, de Alonso Berruguete, dotado de toda la expresividad manierista de uno de nuestros principales escultores del siglo XVI. También El Greco está presente en la muestra, con su Alegoría de la Orden de los Camaldulenses. Monacatus muestra también interesantes documentos como la Biblia de Burgos, la Regla de San Benito conservada en el monasterio de San Isidro de Dueñas, o un códice de San Millán de la Cogolla, en el que aparece, por vez primera, la palabra Castilla. Más información: www.lasedades.es J.L.V. (Alfa y Omega)
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Cardenal Rouco Varela Primer aniversario de la JMJ-Madrid El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, al cumplirse el primer aniversario de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en la capital española, dirigió al Santo Padre una carta muy personal, en la que le manifiesta su gratitud por la visita, así como por las actitudes de cercanía y de orientación que tuvo con los jóvenes. Reproducimos el contenido íntegro de la carta, fechada el 13 de agosto de 2012. Beatísimo Padre: Al cumplirse el primer aniversario del gran acontecimiento de gracia que fue la Jornada Mundial de la Juventud, en nombre propio, en el de mis obispos auxiliares y en el de toda la diócesis, me complace agradecerle una vez más el haber escogido la sede de Madrid para este encuentro mundial de jóvenes, que puede ser comparado con una generosa siembra del evangelio en el corazón de los dos millones de jóvenes que participaron. En aquellos días del 18 al 22 de agosto, Vuestra Santidad, como Vicario de Cristo, fue el encargado de sembrar la verdad evangélica en el corazón de los jóvenes que secundaron la llamada de Cristo para vivir la gracia del encuentro con él en la comunión de la Iglesia. Nunca olvidaremos, Santo Padre, vuestra dedicación y entrega al servicio del Evangelio, y vuestra
XIV Congreso Católicos y Vida Pública “Un nuevo compromiso social y político”
La Fundación Universitaria San Pablo-CEU, obra de la Asociación Católica de Propagandistas, está organizando el XIV Congreso Católicos y Vida Pública, bajo el título Un nuevo compromiso social y político y como subtítulo Del Concilio Vaticano II a la Nueva Evangelización. El Congreso tendrá lugar los días 16, 17 y 18 de noviembre de 2012 en la sede de la Universidad CEU San Pablo, Madrid. En el programa se señala que “A los cincuenta años del Concilio Vaticano II, a la luz de su doctrina y del constante Magisterio pontificio que la ha confirmado, enriquecido, actualizado, estamos dispuestos a asumir un nuevo compromiso social y político en respuesta a la llamada con que en estos momentos se nos urge a una nueva evangelización”.
afabilidad y cercanía haciéndose todo con todos, como diría san Pablo, para hacer de cada uno de los jóvenes, un amigo del Señor, arraigado y edificado en él mediante la firmeza de la fe. Por todo ello, Santo Padre, le damos infinitas gracias. Y en estos días, de modo especial, haremos más viva aún Vuestra Persona en medio de nosotros y daremos gracias al Señor porque en el Vicario de Cristo nos ha dejado la certeza de la permanencia y estabilidad de la Iglesia que camina en este mundo hacia el encuentro definitivo con el Señor. Cuente, Santidad, con nuestra oración por vuestro ministerio de Sucesor de Pedro, con nuestro afecto entrañable y sincero y con nuestra fidelidad a quien nos preside en la Caridad. De Vuestra Santidad devotísimo hijo, + Antonio María Cardenal Rouco Varela Arzobispo Metropolitano de Madrid
Como parte de las numerosas actividades que se realizarán esos días habrá un especial homenaje a la figura del Beato Juan XXIII al cumplirse el cincuenta aniversario del inicio de los trabajos del Concilio Vaticano II, que va a ser el eje fundamental de los temas que se van a desarrollar en el Congreso. Con este motivo, CEU Media ha realizado un reportaje en el pueblo natal del Beato Juan XXIII, Sotto il Monte (Bérgamo, Italia), en el que se ha incluido una entrevista con monseñor Capovilla, que fue secretario del Papa Roncalli, en la que nos ofrece un testimonio inolvidable sobre la decisión del Pontífice de convocar el Concilio y acerca de los trabajos que se desarrollan en tan magna reunión hasta el fallecimiento del Beato, animándonos a todos a contribuir a la Nueva Evangelización. (Ver en esta edición entrevista a Mons. Capovilla, pág. 642).
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La celebración de los funerales
La santidad y la belleza de la vida de la Iglesia se manifiestan de un modo especial en las comunidades parroquiales. En ellas, la vida humana queda dignificada de forma sobre-humana por el Bautismo (nacimiento), por la Eucaristía (memorial de la Pascua y anticipo del Cielo), por los demás sacramentos, por la catequesis, por los funerales (muerte) o por la atención caritativa a pobres y a enfermos. En esta ocasión, quiero fijarme especialmente en los funerales, que congregan en el templo a tantos fieles, parientes, amigos y vecinos, en un momento de especial profundidad humana. No todos son creyentes, ni todos practicantes. Sin embargo, en alguna medida, todos intuyen el misterio de la Iglesia, Esposa de Cristo, cuando recuerda como Madre la muerte de uno de sus hijos. De ahí que debamos celebrar las exequias litúrgicas con el mayor esmero y devoción. Mucho colaboran a ello los coros parroquiales, a quienes hemos de agradecer su preciosa participación en la liturgia. Nuestro mayor agradecimiento es para los sacerdotes, que una y otra vez bendicen y santifican, con los ritos litúrgicos de las exequias, la muerte de sus feligreses. No nos cansemos de celebrar funerales, aunque sean muy numerosos en algunas parroquias y en ocasiones parezca que nuestro trabajo no es apreciado. «Hacedlo todo para la gloria de Dios» (cf. 1Co 10,31). Si aquello que debemos hacer lo hacemos poniendo toda nuestra atención y nuestro amor por aquellos que Dios nos ha confiado, no caeremos en una rutina vacía y agobiante, sino que cada vez celebraremos las exequias con más esperanza y gozo espiritual. Empero hay algo que me preocupa hace tiempo en relación con este tema y que no debo ocultaros. La semana pasada me escribía un diocesano refiriéndome algunas expresiones que venía oyendo en predicaciones de funerales, como «nuestro hermano ha muerto y ha resucitado», «goza ya de Dios en el cielo», y otras semejantes. «¿Son correctas esas frases?», me preguntaba, «¿son católicas?». Y añadía su extrañeza por el hecho de que muchas veces en los funerales se da gracias a Dios por el difunto, pero pocas se pide por él, por su purificación final y por su salvación eterna. Responderé a estas preguntas recordando el Credo y ateniéndome a lo que enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, que es también mi enseñanza como obispo y la de todos los obispos católicos en comunión con el Papa. —Muerte y resurrección no son simultáneas. Así lo enseña la fe de la Iglesia, formulada desde el principio. «Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo» (Flp 3,20-21). Habla el Apóstol de la segunda venida de Cristo, la última y definitiva. Entonces se realizará la resurrección de los muertos, en el último día, en la Parusía, que ciertamente no se ha producido todavía. Así lo enseña el Catecismo: «Por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado, reuniéndolo con nuestra alma. Así como Cristo ha resucitado y vive para siempre, todos nosotros resucitaremos en el último día» (Catecismo, nº 1016). La resurrección de la carne en el último día, que va más allá de la simple inmortalidad del alma, es algo tan importante que San Pablo sufrió gustoso las burlas de los atenienses por defender esta verdad de fe (cf. Hch 17,32-34). Sigamos nosotros hoy su ejemplo.
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—“Todos tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir cada cual por lo que haya hecho mientras tenía este cuerpo, sea el bien o el mal” (2Cor 5,10). Ésta es la fe siempre confesada por la Iglesia, que el Catecismo hoy declara: «Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre» (Catecismo, nº 1022). Si olvidamos esto, vaciamos de sentido la pasión y muerte de Cristo, que ha tomado en serio nuestros pecados, y hacemos vanas sus propias palabras en el Evangelio (cf. Mt 25,31-46). —El purgatorio existe, gracias a Dios. Y digo «gracias a Dios» pues no pocos vamos a necesitarlo, si por la misericordia de Dios morimos en su amistad pero aún necesitados de purificación. «Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación [son las «benditas almas del purgatorio»], sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo» (Catecismo, nº 1030). Es algo que se entiende muy bien, si se explica adecuadamente, pues todos somos conscientes de que, en nuestro estado actual, tenemos muchos apegos, vicios, etc. que nos separan de Dios y que necesitamos purificar para entrar verdaderamente en el cielo. Dios mismo tendrá que quitarnos nuestros harapos y ponernos el vestido de fiesta necesario para el banquete eterno. —Debemos ofrecer sufragios en favor de las benditas almas del purgatorio. Así lo ha enseñado la Iglesia desde sus inicios, en toda su tradición litúrgica y en varios Concilios: «Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos» (Catecismo, nº 1032). También esto es algo que el pueblo cristiano siempre ha entendido perfectamente, y nosotros hoy no debemos ocultarlo. La unión de los bautizados en Cristo es tan fuerte, que ni siquiera la muerte puede romperla. Por lo tanto, nuestras oraciones siguen beneficiando a los hermanos que aún se encuentran en la purificación del purgatorio (purificatorio), al igual que ellos interceden por nosotros. No es pequeño el consuelo que en esta verdad pueden encontrar aquellos que han perdido a un ser querido. No nos avergoncemos de la Palabra divina, siempre enseñada fielmente por la Iglesia, Madre y Maestra. Si queremos que el edificio de nuestras vidas personales y comunitarias se fundamente en la fe de la Iglesia, y no en la opinión de algunos, debemos «perseverar en la enseñanza de los apóstoles» (Hch 2,42). Aunque un ángel del cielo nos anunciara otras doctrinas, no debemos creerle (cf. Gál 1,6-9). Jesucristo concedió su autoridad a los apóstoles y ahora el Papa y los obispos hemos de seguir confirmando en la fe católica a nuestros fieles. Atrevernos a comunicar la verdad a nuestros hermanos es la acción que mejor expresa el amor y el respeto que por ellos tenemos. + FRANCISCO PÉREZ GONZÁLEZ, Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela
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Bicentenario
El evangelio, según Charles Dickens
Charles Dickens escribió, en 1846, un librito, de apenas cuarenta páginas, titulado La vida de Nuestro Señor, dedicado a sus hijos con el propósito de ser leído en familia durante las Navidades. No presenta a un Jesús preocupado sólo por los pobres y los niños, ni se queda sólo en la filantropía humanista, rasgos a los que, a menudo, se sigue reduciendo hoy al autor de Oliver Twist. Charles Dickens, nacido el 7 de febrero de 1812, es un novelista asociado a la bondad y a la compasión, que emergen con fuerza entre fábricas y oficinas siniestras, regentadas por personajes inhumanos que no dudan en sacrificar a sus semejantes para satisfacer sus ambiciones e intereses. En su época, gozó del favor incondicional del público, dispuesto a conmoverse o a indignarse ante la suerte de sus jóvenes protagonistas, los Oliver Twist, Nicholas Nickleby, David Copperfield, Pip Pirrip, dignos de admiración porque saben plantar cara a la adversidad, sin avergonzarse de sus lágrimas. Aquellas historias no sólo tenían el objetivo de la denuncia social, sino que, además, pretendían demostrar que el mal no sale siempre vencedor, pese a que las apariencias pudieran mostrar lo contrario en la Inglaterra del liberalismo manchesteriano, incapaz de distinguir las diferencias entre pobres, holgazanes y enfermos. Años después, las modas cambiantes y los críticos literarios quisieron relegar al escritor a la galería del sentimentalismo, aunque Chesterton rebatiera apasionadamente esas tendencias y señalara que aún quedaba un largo camino para agotar a Dickens. ¿Desencantado con el hombre? Hoy, al cabo de dos siglos, se nos quiere ofrecer la imagen de un novelista más áspero de carácter, más amargo en sus opiniones y más desencantado de la condición humana. El Dickens que cree en el bien y en el mal está siendo arrastrado por las corrientes de la ambigüedad moral, el pesimismo existencial o el cientificismo determinista. El escritor, prematuramente envejecido y enfermo de los últimos años, agotado por la titánica labor de conquistar el mundo por la escritura, y proclive a las manías y supersticiones que acechan a un trabajo desarrollado en soledad, da pie a algunos para arrebatar a Dickens la condición de cristiano. Su principal argumento es el interés del escritor por el unitarismo, una creencia que, en su afán de subrayar la unicidad de Dios, niega la divinidad de Cristo y desemboca en un deísmo que aleja a Dios de los asuntos terrenos, y todo ello compatible con un humanitarismo cordial que nos invita a portarnos bien con los demás, pero que no tiene que agradecer a nadie su efusión de buenos sentimientos. Nos pondrían el siguiente ejemplo: el avaro Ebenezer Scrooge cambia de conducta en la noche de Navidad, al mirar dentro de sí mismo; y, en las imágenes de los demás, propuestas por los tres espíritus visitantes, las consecuencias de sus acciones u omisiones. Scrooge pasa de malo a bueno, pero no de ateo a cristiano.
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La vida de Nuestro Señor Es sabido que las injusticias que padeció en su juventud, influyeron en las críticas de Dickens a las religiones organizadas, pues retrató con tonos sombríos a clérigos de la Iglesia anglicana, a la que él mismo pertenecía, y fue incapaz de comprender la naturaleza de la Iglesia católica, pese a sus viajes a Italia, una tierra que sólo supo ver con la estética formalista y distante de tantos de sus compatriotas. Pero no se puede afirmar con rotundidad que ese espíritu crítico pretendiera llevarse por delante, ni el valor de las Sagradas Escrituras ni el reconocimiento de Cristo como Dios, algo que sí harían los unitaristas que, en su afán de liberarse de los dogmas, solían caer en el lodazal de los espiritualismos para unos pocos iniciados. Por el contrario, Charles Dickens escribió, en 1846, un librito titulado La vida de Nuestro Señor, con el propósito de ser leído en familia durante las Navidades, costumbre mantenida durante años. Sólo después de la muerte de su último hijo, sus descendientes autorizaron su publicación, en 1934. Quien tenga acceso al texto descubrirá que el autor no está describiendo un Cristo filántropo, cuyas buenas acciones y milagros se agotan en el mero hecho de ayudar a los demás. En este evangelio según Dickens, Cristo da continuas muestras de compasión por los pobres y los niños, al igual que el novelista en sus libros, pero no se nos brinda la imagen de un Jesús que sólo se dirige a los pobres, a pesar de que pobres son sus apóstoles. Según el escritor, esa elección respondió a que «los pobres supieran que el cielo se había creado para ellos, al igual que para los ricos». Por lo demás, en diversos pasajes se califica a Jesús de Nuestro Salvador, «el que enseñó a la gente a amar a Dios y a esperar ir al cielo después de la muerte», y recuerda la necesidad del perdón. Tampoco faltan en esta obra las apariciones de Jesús resucitado y la Ascensión, que ponen en evidencia a un Dickens cristiano, al resguardo de las limitaciones de un filantropismo sentimental. ANTONIO R. RUBIO PLO Alfa y Omega
CARTA PASTORAL “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”
Al cierre de esta edición, el 27 de septiembre pasado, fue dada a conocer la Carta Pastoral “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile” que firman los miembros del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago; Alejandro Goic, obispo de Rancagua; Gonzalo Duarte, obispo de Valparaíso; Horacio Valenzuela, obispo de Talca, e Ignacio Ducasse, obispo de Valdivia. Puede leerse el texto completo en www.humanitas.cl en banner Puntos de referencia en una sociedad quebradiza.
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Nueva evangelización Diez plazas para diez mandamientos
“Diez plazas para diez mandamientos” es el título de la iniciativa promovida por el movimiento “Renovación en el Espíritu Santo”, inaugurada el 9 de septiembre pasado, en la romana Piazza del Popolo. Se trata de una serie de encuentros de evangelización que tendrán lugar a lo largo del año en las ciudades italianas de Nápoles y Verona el 15 de septiembre, y en el 2013 se hará lo mismo en Turín, Palermo, Bari, Cagliari, Florencia, Génova, Milán y Boloña. Con ese motivo el Papa envió a los participantes en la iniciativa un video mensaje, proyectado en las pantallas gigantes de Piazza del Popolo. “¿Qué sentido —se pregunta el Santo Padre— tienen estas Diez Palabras, en el contexto cultural de hoy en el que el secularismo y el relativismo pueden llegar a ser los criterios de cada elección y en nuestra sociedad que parece vivir como si Dios no existiera? Nosotros respondemos que Dios nos dio los mandamientos para educarnos a la verdadera libertad y al verdadero amor, para que podamos ser verdaderamente felices. Son un signo del amor de Dios Padre; de su deseo de enseñarnos el correcto discernimiento entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso, entre lo justo y lo injusto. Son comprensibles para todos y, precisamente, porque fijan los valores fundamentales en normas y reglas concretas, cuando el ser humano las pone en práctica puede recorrer
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la senda de la verdadera libertad (...) que conduce a la vida y la felicidad”. “Por el contrario, cuando en su existencia el ser humano ignora los mandamientos, no sólo se aleja de Dios y abandona la alianza con Él: también se aleja de la vida y de la felicidad duradera. El hombre abandonado a sí mismo, indiferente a Dios, orgulloso de su autonomía absoluta, acaba por seguir a los ídolos del egoísmo, del poder, de la dominación, contaminando la relación consigo mismo y con los demás y recorriendo, no senderos de vida, sino de muerte. Las tristes experiencias de la historia, especialmente del siglo pasado, son una advertencia a toda la humanidad (...) Jesús lleva a su plenitud el camino de los mandamientos con su Cruz y Resurrección; lleva a la superación radical del egoísmo, del pecado y la muerte, con el don de sí mismo por amor. Sólo la acogida del infinito amor de Dios, la confianza en Él, el seguir el camino que ha trazado, dan un significado profundo a la vida y abren un futuro de esperanza”, concluye el video mensaje. La Renovación Carismática Católica es un movimiento eclesial en Italia que cuenta con más de 200.000 miembros, reunidos en cerca de 1.900 grupos y comunidades. Para conocer la iniciativa (en italiano): www. diecipiazze.it
THE CHESTERTON REVIEW La revista del Instituto G. K. Chesterton para la Fe & Cultura Seton Hall University
“G. K. Chesterton fué uno de los más brillantes escritores del siglo XX. La revista The Chesterton Review mantiene su pensamiento presente de manera poderosa. Recomiendo esta revista a todas las personas que creen en Dios —o a los que les gustaría” —Paul Johnson
PARA ORDENAR UNA SUBSCRIPCIÓN DE LA CHESTERTON REVIEW: English Edition:
http://secure.pdcnet.org/chesterton/The-Chesterton-Review
Edición en Español:
http://www.ediciones-encuentro.es/libro/the-chesterton-review-en-espanol-5.html
Edizione en Italiano:
http://www.lindau.it/schedaLibro.asp?idLibro=1293
Edicion em Portugués:
http://secure.pdcnet.org/chesterton-portugues/The-Chesterton-Review-em-Português
Edicion en Français:
http://secure.pdcnet.org/chesterton-francais/The-Chesterton-Review-en-Français
Oficina Editorial 400 South Orange Avenue, South Orange, NJ 07079 973 275 2431 — chestertoninstitute@shu.edu — www.shu.edu/go/chesterton
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500 años de la Capilla Sixtina
El Credo, en imágenes
Cuatro millones de turistas al año visitan los Museos vaticanos para entrar en uno de los espacios sagrados más impresionantes de todos los tiempos. Durante un rato, su mirada descansa en una obra de arte monumental, una colección de frescos que rodea al visitante con las pinceladas de algunas de las principales figuras de la Historia del arte, sobre todo del irrepetible Miguel Ángel Buonarroti, quien recibió el encargo del Papa Julio II de decorar la bóveda y el ábside (la construcción de la Capilla fue ordenada por el Papa Sixto IV, de quien toma su nombre). Pero lo que hizo Miguel Ángel fue algo más que llenar de color unas paredes vacías. Su mano nos guía a través de un recorrido que explica nuestra vida cotidiana, amenazada por el pecado y la muerte, y la enriquece con la esperanza en la vida eterna. Así, veinte metros por encima del visitante, en los nueve recuadros centrales de la bóveda, Miguel Ángel representó distintos pasajes del Génesis, desde la Creación hasta la Caída del hombre, pasando por el Diluvio y el nuevo renacer de la Humanidad con la familia de Noé. Se abre ante los ojos la primera y la segunda Creación, el nacimiento y el Bautismo, que nos introduce en la vida de la Iglesia. El hombre, en Adán, es creado a imagen y semejanza de Dios —Miguel Ángel lo representa lleno de una humanidad asombrosa—, pero, tras la caída y la expulsión del Paraíso, los cuerpos de los primeros padres se muestran envejecidos, consecuencia del pecado; en Miguel Ángel, el cuerpo es el reflejo del espíritu, espejo del alma. Sin embargo, la carne está salvada, porque todo el que está en Cristo es una nueva Creación. Tras el Bautismo, que se hace presente en los frescos de la bóveda bajo el signo del Diluvio y la salvación de Noé y su familia, el hombre puede ya esperar en la resurrección de la carne y caminar en una vida nueva; y el Arca es la Iglesia, refugio de los hombres y cobijo de pecadores. Toda la Capilla está poblada de numerosas figuras denominadas ignudi, hombres desnudos de una presencia extraordinaria. Si, tras el pecado, Adán y Eva se cubren para ocultar su desnudez, estas figuras rescatan la primera mirada de Dios sobre el ser humano, cuando todo era muy bueno. Un sacramento de la vida cristiana Pero el centro de toda la Capilla Sixtina es, sin duda, la figura de Cristo como Juez de vivos y muertos. Se trata, en expresión de Juan Pablo II, de un «Cristo insólito», con toda «la gloria de su humanidad», que atrapa la mirada del visitante al contemplar el Juicio Universal que se despliega tras el altar mayor de la
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Capilla. Todo en Él es quietud, en contraste con el torbellino de actividad que se despliega alrededor: ángeles que despiertan a los muertos con trompetas, esqueletos que van asumiendo la nueva carne a medida que avanza la resurrección de los muertos, numerosos santos y mártires que pueblan el cielo... Más abajo, el mítico Caronte, con su barca, que hace más fácil el paso de la muerte hacia el infierno, mostrando su destino a los condenados. Y, en lo más alto de todo el fresco, bien visibles, los símbolos de la Pasión de Cristo: la columna donde lo flagelaron, los dados con los que se repartieron sus vestidos, la corona de espinas..., y la Cruz, para subrayar cuál es el camino para llegar al Cielo. También hay dos libros, sostenidos por ángeles: el más pequeño contiene los nombres de los salvados; y el más grande, el de los condenados, porque estrecho y angosto es el camino que conduce a la Vida. Junto a Cristo, la Virgen María, y es de notar cómo algunas de las figuras que ascienden al Cielo lo hacen agarradas a un instrumento poderoso: el rosario, del cual tiran dos ángeles hacia arriba. Todo el Juicio Final de la Capilla Sixtina se revela así como una imagen visible de nuestro Credo, pues, como señaló Juan Pablo II, «en cierto sentido, es como un sacramento de la vida cristiana, pues en ella se hace presente el misterio de la Encarnación». Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
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Libros Benedicto XVI y la valentía de abrirse a la amplitud de la razón
Porqués de la dictadura del relativismo Acaba de ser presentado el libro Ampliar el horizonte de la razón* del arzobispo y nuevo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons. Gerhard Ludwig Müller. Reproducimos, tomados de la traducción realizada por L’Osservatore Romano, pasajes de uno de los capítulos que publica el texto de la intervención de Mons. Müller en el congreso “Del lógos de los griegos y de los romanos al Lógos de Dios.” (Milán, Universidad Católica del Sacro Cuore, 3 de noviembre de 2011).
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n la lección de Ratisbona Benedicto XVI puso nuevamente de relieve la síntesis de fe y razón y de libertad y amor. Cuatro conceptos que hoy un mundo secularizado querría reclamar para sí, al tiempo que no reconoce a la Iglesia el derecho de presentarse como fuente de una vida sensata de la sociedad. Quien no cree en Cristo como único mediador de salvación alardea de la propia apertura mental y capacidad de tolerancia, acusando a la Iglesia de constricción de las conciencias y de imperialismo espiritual. Pero esta tolerancia elevada a absoluto en una visión pluralística del mundo decae si se trata del cristiano y de su opción de fe. Detrás de todo esto se oculta a menudo la idea de que el hombre sólo puede llegar a un conocimiento más profundo de manera uni-
dimensional, puramente inmanente. Lo no visible queda confinado al campo de la psicología o de la mitología, como modelo de superación subjetiva de una realidad insostenible, y por ello no se le atribuye ninguna existencia real. No existe, por consiguiente, ninguna pretensión de verdad, una medida última, un Dios. Pero, ¿cómo es posible emitir, con una actitud agnóstica, ese juicio tan apodíctico? Nace así la dictadura del relativismo, de la que hablaba el cardenal Ratzinger en la apertura del cónclave del que saldría como Benedicto XVI. El relativismo aplicado a la verdad no es sólo un razonamiento filosófico, sino que desemboca inevitablemente en la intolerancia respecto a Dios. Los enunciados centrales sobre Dios, Jesucristo, la Iglesia, se consideran, como mucho, una sub-
* Mons. Gerhard Ludwig Müller. Ampliare l’orizzonte della ragione. Per una lettura di Joseph Ratzinger - Benedetto XVI (Ciudad del Vaticano, Librería Editrice Vaticana, 2012, 77 páginas)
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cultura de un reagrupamiento religiosamente motivado. Dios se convierte en un «ideal» utilizable para la edificación o la pedagogización de los hombres. Jesucristo se convierte en un «caso» particularmente adecuado para servir de modelo a la moral de la sociedad, y la Iglesia es una libre unión (como la asociación) de personas con las mismas opiniones subjetivas en materia de religión. Aquí hay que buscar los motivos por los cuales los temas religiosos se convierten en tabúes en la esfera pública; y también los motivos por los cuales el mensaje cristiano y la Iglesia son excluidos del debate político. La Iglesia, se dice, está constituida por personas motivadas religiosamente, que sin embargo no poseen ningún derecho de intervención y participación en la configuración del mundo. Están sujetas a un paradigma cultural limitado, que sin embargo por lo general no es vinculante, sino que más bien entra en la esfera de la subjetividad individual y colectiva. También por la idea que la teología cultiva de sí misma, esta valoración de la fe no queda sin consecuencias. ¿Constituye aún una genuina investigación sobre Dios con los auspicios de la razón, o solamente un programa al que se dedican algunos de sus miembros? El liberalismo relativista como forma agente del pluralismo no puede tolerar que Dios se haya revelado efectivamente al hombre, pues en ese caso se debería admitir que el hombre no es la medida de todas las cosas, sino que se debe al amor divino que otorga libertad. El liberalismo relativista, que absolutiza el placer y el lucro, se contrapone al hombre eucarístico, que debe a Dios su propia existencia y redención, y participa de la libertad y de la gloria de los hijos de Dios. ¿Puede tener éxito un mundo sin Dios? Este interrogante no se plantea en un nivel puramente teórico. Es necesario vincularlo a la premisa de que Dios existe y que nosotros lo separamos de lo que es su propiedad. No se trata, por lo tanto, de la cuestión de si Dios existe o no, sino del neto rechazo de su presencia. Quien reconoce que Dios es el quicio y el eje de su
propia vida, con frecuencia es objeto de burla no por el hecho de que no exista un Dios al que podríamos dirigirnos, sino porque se desearía desterrarlo conscientemente de la realidad. Una razón ilustrada se proclama Dios y sugiere que el hombre se basta a sí mismo. Pero nuestra profesión de fe contiene ya el germen de un encuentro con Dios orientado según la razón humana. Razón y racionalidad no son conceptos incompatibles con la fe, aunque este es el reproche recurrente que hace la modernidad pluralista y relativista. Nosotros, en cuanto seres racionales, somos concebidos de manera tal que no escondemos a Dios ante la razón. Él la ha creado, él es el Lógos omnicomprensivo, en suma el único que puede guiarnos hacia la experiencia y el conocimiento. El hombre se piensa a sí mismo y piensa el mundo, y piensa su motivo trascendental que da origen a todo. Emplea su propia razón. Pero, ¿cómo puede la razón pensarse a sí misma sin hacer referencia a Dios? El pluralismo relativista y el laicismo salen al encuentro de ese hombre que querría vivir sin Dios para no tener que sujetarse a reglas, reglas que sin embargo derivan precisamente del hecho mismo de ser hombre. Un debate sin este punto de referencia desquicia al hombre. Porque ya no existe una base capaz de mostrarle quién es él, en sustancia. Sin el dominio liberador de Jesucristo, lo que constituye esencialmente al hombre se transforma en una farsa. Privado de consistencia, él se transforma en un monstruo, terror de quienes no son capaces de defenderse. Los ejemplos están a la vista de todos: los millones de abortos, la investigación con células madre embrionarias y la eutanasia. Precisamente por esto, el mundo necesita una razón que no sea sorda respecto a lo divino. El Lógos divino asumió la naturaleza humana en Jesucristo. Esta es la fe que la razón enseña a comprender; esta es la razón que llega a la fe; esta es la libertad que actúa según la conciencia. MONS. GERHARD LUDWIG MÜLLER Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe
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Introducción a la biopolítica En esta nueva obra* nos ofrece perspicaces y sugerentes reflexiones en torno a la valoración y la “gestión pública” de la vida humana. El lector no debe esperar, sin embargo, un discurso similar al que suelen presentar los manuales o tratados de bioética. Su vía de adentrarse en la problemática es de sorprendente originalidad, tanto en la forma de la exposición como en el contenido de ella. El libro sirve finalmente para advertir los peligros de la situación actual y decidir cómo luchar contra la ideología del poder sobre la gestión de la vida humana. Una lucha, que aunque no garantice necesariamente el éxito, resulta imprescindible.
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n esta nueva obra, el conocido filósofo del Derecho y Presidente Honorario del Comité Nacional de Bioética en Italia nos ofrece perspicaces y sugerentes reflexiones en torno a la valoración y la “gestión pública” de la vida humana. El lector no debe esperar, sin embargo, un discurso similar al que suelen presentar los manuales o tratados de una disciplina que, aunque nueva, ya cuenta con cierta trayectoria y tradición: la bioética. El libro pretende introducir en esta novedosa problemática, pero lo hace con sorprendente originalidad, tanto en la forma de la exposición como en el contenido de ella. La primera innovación es de carácter formal y está anunciada en el título. El libro no está dividido en capítulos, sino en voces ordenadas alfabéticamente. Se asemeja así a una pequeña enciclopedia o diccionario, con la diferencia de que cada una de las entradas tiene la sustancia y la extensión de un artículo monográfico. Así partiendo por “Aborto” y terminando por “Vida” se recogen los grandes temas que
plantea la bioética, ya sea en sus fundamentos o en sus aplicaciones más polémicas: Autonomía, Bioética, Biotecnología, Homosexualidad, Persona, Técnica, y también otros que resultan más inesperados como Fragilidad, Desnudez o Evolución. A esta originalidad formal, se añade la argumentación que se desarrolla de un modo también poco tradicional. El autor rechaza la idea tan divulgada de que los problemas bioéticos pueden resolverse sobre la base de identificar ciertos principios, de los cuales se deducen las respuestas a las interrogantes planteadas por la aplicación de la tecnología a los procesos vitales. Tampoco pretende volver, sin más, al discurso propio de un iusnaturalismo clásico o tomista que no sería comprendido por quienes están inmersos en la cultura de la posmodernidad. Su propósito es develar y poner de manifiesto las incoherencias, contradicciones e injusticias que la ética consecuencialista o más bien relativista del pensamiento posmoderno produce en el tratamiento de las cuestiones más fundamentales
* Francesco D’Agostino, Introduzione alla biopolitica: dodici voci fondamentali, Editorial Aracne, Roma, 2009, 208 págs.
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de la vida humana. Por ejemplo, en la discutida cuestión de la legalización del aborto hace ver cómo lo que parece una liberación de la mujer se convierte en un cambio de percepción antropológica de la maternidad: “llamada por la naturaleza a asumir el rol de dar la vida, es inducida a atribuirse a sí misma el rol de quien pretende ser juez de la calidad de la vida” (pág. 18). Para la homosexualidad expone que la mayor dificultad es que en el reclamo del reconocimiento jurídico de las uniones de personas del mismo sexo confluyen dos tendencias ideológicas que son diferentes: la liberacionista, que busca la legalización del matrimonio homosexual como un medio para lograr que el Estado deje de intervenir en la familia y esta sea considerada un hecho meramente privado, y la liberal, que aboga no por sacar al Estado de la familia sino admitir que no existe un modelo preferente para construirla y que, como en materias de fe y religión, debe existir un pluralismo que incluya todas las preferencias y estilos de vida. Ambas tendencias parten del supuesto de que no es posible elaborar un discurso objetivo sobre la persona humana, lo que lleva a negar que el derecho tenga por misión ser un instrumento al servicio de la comunicación interpersonal (y no de los intereses meramente individuales). Concluye que jurídicamente las uniones entre homosexuales no pueden tener reconocimiento porque no son una comunicación en el sentido en que ella puede tener relevancia para el derecho (pág. 162). No se trata de desmerecer o despreciar formas de relación, sino de distinguir aquellas que pertenecen al ámbito de lo privado (entre las cuales se encuentra la amistad por ejemplo) y las que deben regularse mediante su institucionalización pública, como en el caso del matrimonio. Esta relevancia pública que es la que incumbe al derecho reside en que el matrimonio posee como finalidad estructural “la reglamentación del ejercicio de la sexualidad para garantizar el orden de las generaciones” (págs. 163-164).
Paradójicamente, el autor parece poner los fundamentos de la dignidad y del deber de respeto de toda persona humana, no en su poder ni en su inteligencia, sino en su “fragilidad”. Es cierto que hay seres humanos que son más vulnerables y que merecen mayor protección, pero en último término todo ser humano es una realidad impregnada de fragilidad porque está irremediablemente destinado a morir. El ser humano es humano en cuanto mortal. Por ello cuando los esfuerzos médicos y terapéuticos intentan ir contra este dato fundamental, en el sueño de librar al hombre de su innata fragilidad, lo están privando de su propia naturaleza (pág. 134). Central en la obra es el análisis que se hace del término “Biopolítica”, que no por accidente ha sido elegido como parte del título del libro, con preferencia sobre el más conocido de bioética. Con la biopolítica el autor no quiere referirse simplemente a la regulación jurídica, que es adoptada por los órganos políticos, para traducir en normas las conclusiones de la reflexión bioética. Designa con este término lo que cree está sucediendo en nuestra época y que sería la gestión y administración de la vida biológica por parte del poder, entendido este no como la estructura estatal sino como “toda práctica colectiva de carácter autorreferencial” (p. 56). Este poder se justifica a sí mismo, como mera praxis, sin referirse a la objetividad de la realidad y su intrínseca normatividad. Para la biopolítica la humanitas no es un presupuesto, sino un producto de la praxis. Afirma que un ejemplo de esta privación de sentido de lo humano y de su consideración sólo como instrumento biológico se advierte en el fenómeno de los campos de concentración nazis. Según D’Agostino no son los totalitarismos los que han generado la biopolítica, sino que ha sido ésta la que los ha precedido y de alguna forma los ha ayudado a consolidarse. Pasados los totalitarismos, la biopolítica ha sabido mantener su vigencia bajo otras formas culturales. ¿No es algo parecido a
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lo que pasaba en los campos de concentración lo que puede suceder o incluso está sucediendo hoy, en los institutos y laboratorios en que científicos e investigadores, en nombre del progreso, están manipulando la vida humana, animal o híbrida? La destrucción periódica de miles de embriones que han quedado como sobrantes después de técnicas de reproducción asistida, más allá de cualquier verificación de su vitalidad (como ocurre en el Reino Unido), es también una muestra del poder de la biopolítica que no necesita otra justificación que la práctica. En este trasfondo, se entiende cómo se genera y avanza el movimiento «animalista», ya que no se encuentra ninguna base para distinguir entre la vida humana y la vida no humana. El autor entrega diversas claves que a su juicio son necesarias para “deconstruir” los paradigmas
de la biopolítica: considerar el bios como algo privado y no político, evitar emplear en las cuestiones biológicas el discurso de los derechos individuales y reivindicar la fragilidad como principio antropológico fundamental. Con todo, el autor no se muestra muy esperanzado de que la superación de la cultura de la biopolítica nos conduzca a una sociedad más justa y humana, así como la lucha contra una dictadura no garantiza por sí misma el advenimiento de la democracia (pág. 72). Con esta prevención, el libro sirve para advertir los peligros de la situación actual y decidir cómo luchar contra la ideología del poder sobre la gestión de la vida humana. Una lucha que aunque no garantice necesariamente el éxito, resulta imprescindible.
El Concilio Vaticano II
por el Concilio: 4 constituciones, 9 decretos y 3 declaraciones. Mostrando en cada página una gran versación en la materia, puede fácilmente subrayar lo esencial, poner de relieve lo que ha sido motivo de discusiones y resolver con conocimiento de documentos y circunstancias históricas, a la vez que establecer oportunas relaciones con documentos emitidos por los pontífices que siguen a los Papas del Concilio, Juan Pablo II y Benedicto XVI, de los que fue estrecho colaborador. Particular importancia reviste una introducción de cerca de treinta páginas donde quedan armónicamente entrelazadas desde la convocatoria conciliar de Juan XXIII en 1962 a la “hermenéutica de la reforma” formulada por el actual Papa en su discurso a la Curia romana de finales del 2005. En ellas —apuntando siempre a la comunión en la Iglesia— se desmitifica con prudencia la imagen que hace ver estas asambleas en el pasado como reuniones de máxima concordia. No ha sido así y los concilios siempre han tardado muchos años en ser plenamente asimilados por el pueblo católico. En un contrapunto que abarca siglos, recuerda por ejemplo que si un día hubo que guardarse de prácticas judaizantes (Concilio de Jerusalén), se tuvo siempre en vista no afectar lo esencial, la salvación por la fe y no por la
Cardenal Paul Poupard Ed. Salvator, París 2012 185 páginas
El presente libro es una edición revisada, actualizada y aumentada de otro publicado por el mismo autor en 2004 con el título Découvrir le concile Vatican II. En doce capítulos Poupard sitúa el contexto histórico y resume el contenido de los 16 documentos promulgados
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Hernán Corral Talciani
Ley; así también hoy puede celebrarse en francés o en latín, pero no tiene ningún sentido hacer de la Eucaristía, misterio de unidad, un caballo de Troya en plena ciudad de Dios… Un Concilio no puede ser leído en abstracto, sino en la comunión viva de toda la Iglesia, lo que incluye la de todos los siglos: “Jamás autosuficiente por sí solo, un concilio se inscribe en la continuidad de la Tradición viva de la Iglesia. Más aún, es notable cómo muchos concilios se completan y se matizan recíprocamente”. Punto importante en esta introducción es la referencia a la Carta Apostólica Tertio Millenio Adveniente (n.18) de Juan Pablo II, donde el recordado Pontífice pone de relieve el hecho providencial que fue el Concilio en orden a la preparación del Jubileo del segundo milenio. En la Conclusión leemos recuerdos personales relativos a situaciones que tensionaban fuertemente las opiniones en el inmediato postconcilio y la importancia de la iniciativa de Juan Pablo II que convoca en 1985 al Sínodo extraordinario de los obispos, donde se explicitan con toda claridad las cuatro constituciones conciliares, columnas del Vaticano II. Los párrafos finales nos ponen frente a la importancia del llamado de Benedicto XVI a un nuevo Año de la Fe —y en razón “de una profunda crisis de fe” (Motu proprio Porta fidei)— que se inaugura este año 2012 en la conmemoración de los 50 años de la apertura del Concilio y del 20° aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, uno de sus mayores frutos. Jaime Antúnez Aldunate
¿Qué es el derecho en la Iglesia? Carlos José Errázuriz Editorial Eunsa Pamplona, 2011 172 págs.
Aparece en castellano el primer y tercer capítulo del manual Corso fondamentale sul diritto nella Chiesa I, con el deseo del autor de que su lectura contribuya a comprender y amar el derecho en la Iglesia. Siguiendo la fecunda escuela de J. Hervada (con toda la tradición occidental que él representa), el derecho es la búsqueda de lo justo. Se trata entonces de examinar cómo la búsqueda de lo justo se da en la Iglesia. Para ello no debe olvidarse ni la identidad de la Iglesia (el
conocimiento del ser de la Iglesia) ni la adecuada concepción del derecho. “Para que esos intentos den frutos válidos es necesario no perder de vista el ser del derecho. Así como existe el peligro de buscar inútilmente el derecho eclesial fuera de la esencia de la Iglesia, existe también el riesgo contrario de identificarlo sencillamente con esta esencia, como si éste no correspondiera a una dimensión intrínseca y específica de la misma esencia” (p.47). Se expone, entonces, la Iglesia de Cristo: Iglesia como comunión e Iglesia como sacramento, sosteniendo que la salvación de las almas es la suprema ley en la Iglesia, pero añadiendo que no es sólo el fin lo que une Iglesia y derecho, sino también el modo en que se desarrolla dinámicamente la ordenación jurídica a tal fin: “La sacramentalidad del derecho eclesial pone de manifiesto precisamente la intrínseca relación entre la observancia de aquello que es justo en la Iglesia y la realización de la misión salvífica” (p.57). Se explica el derecho divino y cómo éste comprende el derecho natural, por lo que el derecho canónico es en parte derecho divino, natural y positivo y en parte derecho humano y por ello la canonística se halla vitalmente ligada a la teología, pero siendo siempre ciencia jurídica. Es muy útil la explicación sobre el derecho canónico en la vida del cristiano y de la Iglesia, aspecto que para los fieles permanece a menudo desconocido (p.65-75). Llama positivamente la atención cómo el autor une la justicia pastoral con la caridad pastoral: “lo que el canonista, en cuanto jurista, intenta saber es cuáles son las relaciones existentes en la Iglesia y por tanto cuál es la solución justa que hay que dar a las cuestiones planteadas por la vida pastoral” (p.75). Errázuriz insistirá en varias ocasiones en el realismo jurídico: “Pero el derecho no se identifica con las normas generales, contra lo que se piensa con frecuencia. La configuración jurídica debe llegar a la situación concreta y al sujeto singular” (p.97) y va a explicar detenidamente el binomio justicia–equidad (p.114 y s). de una sabia manera. Quizá la parte más árida para el fiel corriente es la referida a la configuración del derecho en la Iglesia, pero el autor tiene la gentileza de dar numerosos ejemplos que aliviaran el camino de los que no siendo estudiosos del derecho, quieren sin embargo unir fe y razón. De todo este muy valioso aporte, destinado a despertar el amor y el servicio al Señor y su Iglesia, considero “magistralia” las páginas dedicadas a la interpretación de la ley eclesiástica (p. 124-139).
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He visto en cada párrafo no solo al respetado jurista, sino al sacerdote ante todo. Quien lo lea, docto o indocto, dará gracias a Dios por este regalo de la caridad de su inteligencia. Jorge Enrique Precht Pizarro Adquirir vía Internet en www.eunsa.es
La familia. Desafío para una nueva política Eduardo Herbfolder, Mariano Martínez-Aedo y Lola Velarde Instituto de Política Familiar Madrid, 2011 221 págs.
Los autores son presidente, vicepresidente y presidente europea del Instituto de Política Familiar, organismo internacional civil, de carácter independiente, fundado en el año 2001 en Madrid. El libro es el fruto de un trabajo de reflexión e investigación de 10 años acerca de la situación de la familia en España. Los autores se hacen una serie de preguntas que se relacionan con indicadores de la familia muy preocupantes: ¿Es España un país en vías de extinción? ¿Es un país de ancianos y de niños? ¿Quiebra el Estado de Bienestar? ¿España se deshilacha? ¿Los hogares se vacían? Los autores concluyen que “España es en la actualidad una sociedad envejecida, sin niños, con hogares solitarios, con cada vez menos familias y cada vez más rotas e insatisfechas (pág. 55). Enseguida, los autores analizan la evolución de la política familiar en ese país. Después de un cuidadoso examen se concluye que España es el país que menos protege a la familia de los 27 miembros
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de la Unión Europea (junto con Bulgaria y Polonia). La política familiar ha sido dispersa, fragmentaria y dirigida casi exclusivamente a los componentes individuales de la familia y no a la familia como unidad fundamental en la sociedad. Según los autores “la familia queda así marginada como objeto legítimo de tratamiento directo y protector por los poderes públicos” (pág. 76). Hay 11 ideas sobre la familia y la vida que están destruyendo la naturaleza, la esencia y la conciencia de los deberes de la familia: el fracaso de la institución familiar; la relativización de la familia; la privatización de la familia; la definición del concepto de familia; el planteamiento del matrimonio estable como una utopía; el matrimonio exclusivamente como un contrato; el divorcio como solución de las crisis matrimoniales; la relativización del concepto de ser humano; el menosprecio de la maternidad; el raciocinio de que los hijos no tienen derechos y la creencia de que la educación moral de los hijos corresponde al Estado. En España la legislación sobre la familia se modificó vertiginosamente en los últimos 20 años. Casi 20 leyes han transformado la cosmovisión de la persona, la vida y la familia. En la segunda parte de la obra los autores procuran redescubrir la familia analizando su importancia hoy, las funciones sociales de la familia y sus perspectivas hacia el futuro. Las prioridades para una política familiar en la España del siglo XXI es el contenido de la tercera parte de la obra. En las necesidades y problemas de las familias españolas se estudia el tema de la vivienda, la libertad para elegir el número de hijos, el cuidado y la orientación de los hijos, los gastos en educación, la conciliación de la vida laboral y vida familiar y la estabilidad familiar. A continuación se presentan 101 medidas de apoyo a las familias. Termina la obra con el papel de la familia en el siglo XXI. El Anexo 1 de la obra aporta la evolución de los principales indicadores de la familia en España, datos obtenidos por el Instituto de Política Familiar a partir de cifras del Instituto Nacional de Estadísticas de España. Los gráficos muestran el brutal envejecimiento de la población en España entre 1980 y 2010, la evolución negativa de la maternidad, el aborto como principal causa de mortalidad y el desplome en el número de matrimonios. El libro, a pesar de estar referido a la realidad española, tiene una increíble similitud con la realidad chilena. Gran parte de las reformas a la legislación familiar chilena han sido copiadas o sus ideas fundamentales
tomadas de la legislación española. Algo parecido se está produciendo con las legislaciones sobre la familia en otros países latinoamericanos. Por todo lo anterior, el libro es de gran interés para entender la crisis familiar en España y en numerosos países que hemos seguido muy de cerca las desastrosas políticas y legislación sobre el aborto y la familia española. Por otro lado, el libro desarrolla 101 medidas de apoyo a las familias que abren nuevas luces de cómo promover eficazmente la familia como institución y su estabilidad. Algunas de las medidas no son aplicables a la realidad chilena y tal vez de otros países latinoamericanos, pero en general nos ofrecen ideas bastante geniales para favorecer a la familia y a la vida. Arturo Yrarrázaval Adquirir vía Internet www.ipfe.org
Nueva Izquierda y cristianismo Francisco José Contreras y Diego Poole Ediciones Encuentro Madrid, 2011 270 págs.
Como lo señala en el prólogo Jaime Mayor Oreja (ministro del interior en España durante el gobierno de Aznar), hoy somos testigos de un profundo debate cultural marcado, en palabras de Benedicto XVI, por “la tiranía del relativismo”. Por ello este libro, que comprende la compilación de estudios independientes realizados por los autores —que ordenados en diversos capítulos en la presente edición consigue una línea temática central—, constituye un interesante aporte al debate sobre
los apremiantes desafíos que la civilización cristiana occidental enfrenta por amenazas nacidas y cultivadas en sus entrañas. El libro de Contreras y Poole intenta dar respuesta —basándose en una interesante revisión crítica filosófica que inspira al laicismo y relativismo posmoderno— al motivo por el cual la Iglesia católica es el blanco de cuestionamientos provenientes de algunos sectores políticos. Ya en el prólogo se plantea así que, luego del fracaso de su propuesta política y económica en el siglo 20, la “nueva izquierda” ha sustituido los cánones revolucionarios socioeconómicos de antaño por una revolución moral-cultural. Ello explicaría, entonces, que el debate se desplace al plano cultural, donde los nuevos campos de batalla son la vida, la familia, el papel de la religión en la vida pública, entre otros. Al hombre se le despoja de su sentido de creatura, pues se le entiende más bien como un producto del azar y, en calidad de tal, es manipulable y moldeable mediante la ciencia. En el primer capítulo, Francisco José Contreras se adentra en las razones por las cuales la “nueva izquierda” ataca a la Iglesia a través de nuevos discursos ideológicos que exigen al Estado fomentar políticas públicas basadas en ideologías de género, feministas y antifamilia. Diego Poole —en el segundo capítulo— define el relativismo y muestra cómo ha sumido al hombre en la duda y le ha privado del conocimiento de la verdad. A su vez, Francisco José Contreras, en el tercer capítulo, revisa cómo el pensamiento filosófico occidental se ha despojado de la razón, fundamento, junto a la fe, del pensamiento cristiano. Mediante numerosas y completas notas a pie de página, los autores apoyan sus planteamientos a través de una revisión de autores y obras que permiten visualizar cómo el pensamiento occidental ha ido derivando en lo que el Papa define como una crisis de la verdad, cayendo en un cientificismo donde lo verdadero es solo aquello que es científicamente demostrable en una “autocastración de la razón”. En la medida que la religión renuncie a la razón, se abren las puertas al liberalismo, al fundamentalismo y a otras manifestaciones de intolerancia. La sociedad hoy desconfía de los criterios objetivos de comportamiento. “Más allá de la ciencia no hay verdades, solo opiniones, actitudes”. Se produce entonces —dice Contreras— una subjetivización y emotivización, pues sólo caben sentimientos y elecciones privadas. Ya no existe una verdad, sino verdades y de allí que sean las mayorías y el consenso quienes determinen lo correcto. Pero ello no
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conduce, como suele afirmarse, señala Poole, hacia una mayor tolerancia, sino que, por el contrario, se generan más bien intolerancias, como la xenofobia, por una necesidad de autodefinirse ante la crisis de identidad que produce la pérdida de parámetros morales. Para Contreras, “si las ideas de ‘Dios’ y ‘verdad’ salieron del pensamiento occidental al mismo tiempo… sólo podrán volver a entrar en él también juntas”. Al respecto, el autor hace referencia —en una extensa nota a pie de página— a Spaemann y su proposición sobre “Dios como variante de la verdad”. Añade que “intuimos que, si algo es verdad, lo será para siempre” y pone como ejemplo el rescate de los 33 mineros chilenos en 2010. Europa es la máxima expresión de este proceso cultural secular y relativista. En el cuarto capítulo del libro, Contreras se detiene a evaluar la situación espiritual de la Europa contemporánea, la que puede convertirse en la “primera sociedad atea de la historia”, lo que se evidencia en una serie de manifestaciones que el autor enumera, como la descristianización que se observa en la brusca caída de la tasa de observancia religiosa, con un predominio de la indiferencia religiosa e incluso del hostigamiento anticristiano que no se da en otros países occidentales como Estados Unidos, donde aún la población mantiene mayoritariamente su fe. El síntoma más relevador fue la oposición a incluir en la constitución europea toda referencia a las raíces cristianas del continente, lo que ha derivado en un vacío normativo y de sentido. La sociedad europea enfrenta hoy graves desafíos derivados de la crisis demográfica, el aborto masivo, la disminución de los matrimonios, las rupturas familiares, la supremacía de la ingeniería bioética, el relativismo a ultranza. Es una civilización que ha caído en la autocrítica exacerbada, culposa, que no se siente capaz de defenderse ni de emprender la defensa de ciertos principios, pues ya no cree en ellos. De allí que, escribe Contreras, el choque de las civilizaciones no provenga de aquellos que temen a una Europa cristiana misionera, sino más bien es respuesta a la influencia de un Occidente ateo. El nuevo embate ideológico al mundo cristiano solo puede ser resistido y revertido —al decir de Benedicto XVI— por aquellas “minorías creativas”, conscientes de que el debate se ha ubicado en el plano cultural, como tan bien lo explicita el presente libro. Francisca Alessandri Adquirir vía Internet en www.ediciones-encuentro.es
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Une énigme photografique Maurice Blondel Co-édition Éreme - Musée de la Photographie de Charleroi Barcelona, 2005 192 págs.
M aurice Blondel (1861-1949) es un importante filósofo francés. Nace en Dijon dentro de una familia católica y vive de acuerdo a sus creencias. Pasa sus vacaciones en una propiedad familiar campestre y es en ella donde redacta su famosa tesis doctoral: La Acción, ensayo de una crítica de la vida y de una ciencia de la práctica (1893). Contrae matrimonio con Rose Royer y de esta unión nacen tres hijos. Muere en Aix-en Provence. Su itinerario temporal se desenvuelve en un ambiente intelectual de personalidades vigorosas y con una fuerte presencia del positivismo, cientificismo y agnosticismo. El desenvolvimiento de su pensamiento lo lleva a afirmar que el hombre no se satisface ni se basta a sí mismo. En esta situación la intención de Blondel es construir una filosofía que dé sentido a la vida y explique las aspiraciones insatisfechas del hombre. Su discurrir lo lleva a elaborar un pensamiento que, por su propia lógica interna, se oriente hacia la trascendencia religiosa. El orden natural aspira, se abre y se perfecciona en lo sobrenatural. El estudio de la acción, de sus exigencias y dinamismo se le presenta como el camino apropiado para cumplir su propósito. Las ideas blondelianas producen controversias
y encuentran partidarios y opositores, tanto en el campo de la filosofía como de la teología católica. Me correspondió descubrir el pensamiento de este filósofo francés en las clases de Filosofía Moderna del Presbítero Jorge Hourton P. en la P. Universidad Católica. Este sacerdote y luego obispo también lo dio a conocer en dos publicaciones en la Revista Finisterrae: La filosofía de la acción de Maurice Blondel (1961) y La filosofía religiosa de Maurice Blondel (1962). Además tradujo dos de sus obras: “El punto de partida de la investigación filosófica” y “Exigencias filosóficas del cristianismo”, publicadas por la Editorial Herder (Barcelona, 1967). Esta vinculación con este autor me condujo a realizar mi memoria para optar al título de profesora de filosofía en torno a un aspecto de su pensamiento, el que dice relación con su filosofía de la educación. El libro “Maurice Blondel. Une énigma photographique” no podía dejar de sorprenderme al descubrir otra faceta de su quehacer. En él se muestra parte de la interesante obra fotográfica del filósofo y lleva a develarlo como una persona de carne y hueso, poseedor de una rica vida familiar, admirador de su entorno e inmerso en la vida cotidiana. Además contribuye a derribar el mito del filósofo como un ser encaramado en una torre de marfil, ajeno a la realidad diaria, sin afectos ni emociones y que mira el mundo desde arriba. Sin duda la publicación de las imágenes ayudará a comprender mejor al ser humano que está detrás de la ejecución de actos filosóficos y estéticos. El libro comentado se publicó con ocasión de la primera exposición de fotografías del filósofo en el Musée de la Photographie de Charleroi en 2005, donde están depositados los documentos fotográficos que guardaban sus descendientes y quienes cooperaron con su recopilación. Ellos cubren un período de alrededor de veinte años (1895 a 1915). Blondel nunca habló públicamente de su actividad fotográfica y sus imágenes sólo fueron conocidas por su familia y sus amistades. Las fotografías, en blanco y negro, incluidas en la publicación son 95. Sus temas son diversos: retratos de personas tanto individuales como en grupo, paisajes, animales, actividades laborales, autorretratos. Dos estudios preceden a las fotografías: “La mirada y la Reflexión”, a cargo de Jean Leclerc,
Director del Centro de Archivos de Maurice Blondel en la Universidad de Lovaina y, “Une énigme photographique”, escrito por el historiador Carl Havelange donde analiza las características y la calidad de las fotografías: “misteriosas, intensamente atractivas”, “imágenes a la vez comunes y magníficas” (p. 13). Ellas manifiestan “la libertad, la fecundidad y el rigor fotográfico” (p.33) del autor y provienen de una mirada estética que excede los criterios de un fotógrafo aficionado y doméstico. Para Havelange las imágenes reproducidas son “fotos de familia, pero sin serlo; fotografías de un aficionado experimentado, pero sin compartir verdaderamente la cultura del aficionado a finales del siglo diecinueve; fotografías de autor, pero sin un autor que se reivindique como tal; fotografías donde prevalece una intención artística, pero sin ninguna filiación verdadera con la tradición de la fotografía artística; fotografías documentales —ellas tienen la calidad y el rigor—, pero sin un proyecto documental que no sea el de la esfera de lo íntimo; fotografías hechas con mucha maestría, tanto desde el punto de vista de la composición y de la luz, pero sin ninguna pretensión de obra maestra… Fotografías que en su tiempo no se parecen exactamente a nada esperado ni verdaderamente conocido; fotografías que, sin carecer evidentemente de ataduras, parecen salir constantemente del cuadro de su época” (p. 29). ¿Existe un nexo que enlace la labor filosófica y el trabajo fotográfico, las palabras y la mirada? El historiador Havelange propone una pista: la necesaria adhesión de la filosofía y del arte al mundo sensible, so pena de desvirtuarse, sería un núcleo de unión entre ambas actividades humanas. “La misma pasión por lo sensible en el texto y la imagen, y la misma voluntad de hacerlo inteligible. Este acuerdo entre lo sensible y lo inteligible está evidentemente en el corazón de la filosofía de la acción, como está en el corazón de las mejores imágenes de Maurice Blondel (p. 49). Termina el libro con un homenaje escrito por el abogado Felipe Blondel a su abuelo. Elena Sánchez Correa Adquirir vía Internet en www.ereme.net
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PREMIO RATZINGER 2012:
Les Ancres dans le Ciel: l'infrastructure métaphysique "Rémi Brague es, en mi opinión -indicó el cardenal Ruini- un verdadero filósofo y al mismo tiempo un gran historiador del pensamiento y de la cultura, que combina la fuerza especulativa y la visión histórica fe cristiana y católica, sin complejos”. (Palabras del Cardenal Ruini, Presidente del Comité Científico de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, al otorgar el Premio Ratzinger 2012).
Este libro* proviene de un ciclo de conferencias que el autor diera en Barcelona el año 2009, en francés, después traducido al catalán. Brague es un filósofo dueño de una notable erudición en estos campos, que sabe manejar de una manera certera, aguda y sencilla desde sus estudios de los años 80: Du temps chez Platon et Aristote y Aristote et la question du monde hasta sus trabajo más recientes sobre el pensamiento medieval, donde luce un extraordinario conocimiento no solo de pensadores cristianos sino de un judío como Maimónides, por ejemplo, o de los aristotélicos árabes. Otro tanto cabe decir de su conocimiento de la literatura: son notable sus referencias en este libro, por ejemplo, a Dostoïevski, Conrad, Artaud, Novalis o Rimbaud. El libro deja muy a la vista su carácter original: una serie de conferencias que abren un abanico de cuestiones llamadas a un posterior desarrollo que el autor anuncia en el Avant-propos. El punto de partida, o su infraestructura, como dice el autor, está en la metafísica, desde la obra de Aristóteles hasta su desarrollo moderno que llega a Leibniz y Kant y a planteos contemporáneos de Heidegger o Bergson. Este esquema, dice el autor, podrá resultar muy técnico al no filósofo, pero “ridículamente sumario” al filósofo. El adverbio ridículamente no pasa de ser una ironía, pues en su brevedad es posible apreciar formulaciones de gran precisión y sagaces observaciones sobre relaciones entre pensadores cristianos e islámicos —por ejemplo, Duns Scoto y Avicena— o interpretaciones, por ejemplo, de las Críticas de Kant y su metafísica de la praxis. De esa visión esbozada del desarrollo de la metafísica, el libro pasa a penetrantes reflexiones sobre la doctrina medieval de la convertibilidad de las nociones trascendentales —especialmente ser y bien— y por ende a las relaciones entre entendimiento y voluntad que desembocaran en el nihilismo nietzscheano y el sentido de su “voluntad de poder”. Dicha infraestructura se proyecta, a juicio del autor, en la idea moderna de autonomía y del origen de la sociedad humana situado en el contrato social que tanto puede operar en Hobbes, en la defensa de la monarquía, como en Rousseau y el espacio cerrado de la democracia moderna, que reaparece en la idea de justicia de Rawls. Finalmente remite a dos gravísimas consecuencias éticas que aparecen en el suicidio individual, postulado ya desde ideas muy antiguas, hasta el suicidio colectivo que la humanidad tiene hoy en su mano no solo por las armas de destrucción nucleares que posee, sino por el rechazo a la procreación, que ya denunciara Rousseau o que llevara a Alejandro von Humboldt a decir que consideraba el matrimonio como un pecado y la procreación como un crimen. A primera vista pudiera pensarse que hay en esta serie de conferencias un abanico demasiado ancho de temas y tesis; y, en cierto modo, así es; pero si tal modo fuera nada más que producto de una brillante imaginación intelectual, pudiera desconfiarse. Pero, lo cierto es que se trata de un discurso rigurosamente coherente de un saber muy rico. Juan de Dios Vial Larraín Adquirir vía Internet en www.seuil.com
* Remi Brague, Les Ancres dans le ciel. L’infratructure métaphysique, Editions du Seuil, Paris, 2011, 144 págs.
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Donde vive la libertad. Una lectura de Romano Guardini Mónica Codina Biblioteca Nueva Madrid, 2011 248 págs.
El título de este libro sobre Romano Guardini es bello y expresivo, pero se queda corto respecto a la amplia panorámica que nos ofrece la autora del sugestivo pensamiento de mi admirado maestro de la universidad de Munich. Guardini nos presenta las inmensas posibilidades que se abren al hombre cuando aprende a ser libre en vinculación a los valores, al bien, a la verdad, en definitiva a un Dios que se define como amor. Con razón cita la autora el opúsculo Sólo quien conoce a Dios conoce al hombre (cuya versión española —no del todo lograda— lleva por título Quien sabe de Dios conoce al hombre), porque en él expuso Guardini su idea básica de que sólo abriéndonos al conocimiento de Dios vislumbramos nuestras posibilidades y nuestra capacidad real de desarrollo. El mismo Guardini me indicó que en esa conferencia —pronunciada en uno de los famosos “Katholikentag” alemanes— se halla el núcleo de todo su pensamiento. Se trata de un pensamiento relacional, ni subjetivista ni objetivista. Por eso insiste Guardini (sobre todo en Mundo y Persona) en la idea de que el espíritu del hombre enferma cuando éste se aleja de la verdad, del amor, de la justicia… En varias páginas luminosas deja claro la autora este carácter relacional del pensamiento de Guardini. “El misterio no se presenta para que el hombre lo resuelva y de este modo lo haga desaparecer, sino para llegar a un acuerdo con su verdad, viviendo en ella” (p. 73). Esta apertura esencial del hombre tiene su origen en
la “llamada creadora de Dios” (p. 98). Según Guardini, Dios creó las cosas mandándoles existir; creó al hombre llamándole a la existencia. “Dios, al crear al hombre libre, lo constituye persona. La libertad, don de Dios, capacita al hombre para corresponder al amor y sólo se explica por el amor de Dios que está en el origen de la creación” (p 102). Esta concepción del hombre culmina en la imagen del “paraíso”, expuesta por Guardini en diversos lugares, sobre todo en Verdad y orden I (Cristiandad, Madrid 1960, págs. 59-133) y, sobre todo, en La existencia del cristiano (BAC, Madrid 1977, págs. 114-173). El estado de paraíso es un estado gozoso de interrelación —en concordia y buen entendimiento— con el Creador. Es el ámbito de vida que se forma entre Dios y el hombre cuando éste entiende su libertad como “libertad creativa”, como la capacidad de crear una vida en relación de amor y obediencia a Dios. Guardini utiliza dos términos para designar ese “ámbito de vida”: El “medio” o entorno vital, y el “mundo de segundo grado”. Tal vez para obviar la significación biológica que tuvo en principio el término Umwelt (movilizado, sobre todo, por Hans Driesch), aduce Guardini en La existencia del cristiano el concepto de mundo de segundo grado, el entorno vital que cada uno configura para desarrollar su personalidad conforme al ideal de su vida. “De aquí se deduce que, si bien el concepto de paraíso parte de la idea de un territorio, pasa luego a la de un estado o modo de ser. De forma que podemos decir que ´paraíso´ es el ´medio´ del hombre que es tal como Dios lo quiso y creó; es el ´medio´ del hombre que vive en el acuerdo original con Dios, en la gracia del principio” (Cf. La existencia del cristiano, p. 101). La autora subraya con acierto la importancia que, según Guardini, encierra la “pérdida del paraíso” para la recta comprensión de la existencia humana. Tal pérdida suscita el sentimiento de melancolía, la nostalgia por el estado originario de autenticidad. (Cf. La existencia del cristiano, p. 133). Sobre la relación entre la capacidad creativa y la melancolía —sentimiento que Guardini conoció y vivió a fondo— puede verse su breve y denso ensayo Vom Sinn der Schwermut (Sobre el sentido de la melancolía), M. Grünewald, Maguncia 1983. Existe una buena versión en la revista Humanitas. A lo largo del libro de la profesora Codina resalta la claridad con que Guardini veía y vivía el nexo entre la libertad creativa humana y los amplios horizontes que nos abre la verdad. Esta intuición constituye el secreto de su fecunda labor pedagógica al frente del Movimiento
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de Juventud alemán: “Al principio hubo una explosión de vitalidad. Por afán de ser veraces, los jóvenes se liberaron de la rigidez de los mayores para modelar libremente su propia personalidad. Luego se percataron de que el sentido más profundo de esta vitalidad no viene dado por el capricho sino por la disciplina. No se trata, pues, de un nuevo romanticismo de la vivencia y el sentimiento, sino de la decisión de vivir a base de la verdad y la realidad” (Cf. Liturgische Bildung, Castillo de Rothenfels, junto al Main, 1923, p. 72). Yo añadiría de buen grado que la claridad del pensamiento la debe Guardini, en buena medida, a su capacidad de intuir los diversos niveles de realidad y de conducta en que podemos movernos. No llegó a exponer este tema de forma sistemática, pero desde sus primeras obras supo analizar las distintas experiencias humanas a la luz de la lógica del nivel a que pertenecen. Alfonso López Quintás Adquirir vía Internet en www.bibliotecanueva.es
Diagnóstico de la universidad en Alasdair MacIntyre. Génesis y desarrollo de un proyecto antropológico José Manuel Jiménez de Amaya y Sergio Sánchez-Migallón Editorial Eunsa Pamplona, 2011 362 págs.
E ste interesante texto que se ha publicado hace pocos meses en España tiene por objeto sostener que el diagnóstico que realizara el filósofo escocés
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Alasdair MacIntyre sobre la filosofía moral moderna, puede aplicarse también a la universidad, y a eso se habría dedicado el Profesor de Notre Dame en los últimos años de su itinerario intelectual. El mencionado diagnóstico, como recordará quien haya leído Tras la virtud (After Virtue: A Study in Moral Theory), que en español vio la luz en Editorial Crítica (Barcelona, 1987), afirmaba que la filosofía moral contemporánea era presa de un gran desconcierto, que se contagiaba a todo el ethos social, y para cuya solución proponía el regreso a una concepción global antropológica y cosmológica, como la aristotélica. MacIntyre percibiría, según los autores, de modo análogo, en la universidad contemporánea los mismos síntomas de fragmentación que en las sociedades modernas. Para conseguir este objetivo, los autores dividen su trabajo en cuatro capítulos. El primero de ellos versa sobre el desarrollo, la aplicación y la evolución del proyecto expuesto en Tras la virtud; cuestión que sirve de marco general para la explicación de la tesis del libro. El segundo busca determinar cuáles son los principales éxitos de dicho proyecto. El tercer capítulo, por su parte, se adentra en la formulación de algunas críticas al mencionado proyecto; y sólo el capítulo cuarto aborda el problema de la formación universitaria según MacIntyre. En este sentido, sólo el último apartado responde al título de la obra; las páginas anteriores constituyen más bien un resumen del pensamiento del autor, de factura —en opinión del suscrito— bastante preparatoria, y destinada a un público lego. Si bien los autores repiten varias veces lo mismo, y se dan vueltas y vueltas en torno a las mismas cuestiones, el texto puede resultar útil para adquirir un resumen de las ideas del pensador comunitarista sobre la universidad y el liberalismo que se hace presente en ella, según su propio diagnóstico. La importancia que concede a la unidad de la vida y de la acción humana es el punto de partida de su crítica a una formación universitaria disgregada, carente de teleología e incapaz de dar respuesta a las grandes cuestiones existenciales del hombre y de las sociedades contemporáneas (p. 224). El origen de esta fragmentación se encontraría en el fracaso del proyecto ilustrado de encontrar principios morales universales con los que todos pudieran estar de acuerdo, dando lugar al individualismo. Estos principios de individualismo y liberalismo (definido éste como la teoría que niega un acuerdo sobre cuál es el bien del hombre)
habrían afectado a la universidad contemporánea, que ya no sería de dar consistencia ni unidad a los vínculos entre las diferentes dimensiones sociales. Lo característico de la universidad liberal es que desacredita toda tradición que no sea la suya propia (p. 226), permitiendo la proliferación de bienes heterogéneos y la aparición de un “yo” emotivo, desperfilando las tradiciones que contienen valores sustantivos. Atendiendo a la manera en que la caracteriza, puede afirmarse que MacIntyre llama “liberal” a la que asume postulados posmodernos. Sin la integridad de la formación en la verdad, la sabiduría se ve excluida de los objetivos pedagógicos, y la educación debe elegir entre la formación cultural o el mero entrenamiento profesional (p. 228). La consecuencia para el autor es que la filosofía moral queda relegada de las aulas, siendo ella la que permitía el acuerdo fundamental de toda empresa educativa (p. 231), cuando es ella la que debería iniciar la reconstrucción moral, por decirlo así, del proyecto descrito en Tras la virtud. El libro desarrolla las razones de por qué, a juicio de MacIntyre, la universidad liberal no es una institución educativa en un sentido pleno y moral: la formación que ofrecería supondría un desacuerdo ilimitado entre autores, y se habría convertido en simples colecciones de información ordenadas de modo sistemático, para el único beneficio de almacenamiento y referencias. El libro que comentamos aborda también los textos más recientes del autor, donde se hace evidente su preocupación por la actual formación humanística (p. 264). MacIntyre reitera la necesidad de una labor integradora de los saberes por parte de los centros universitarios, que otorgue su verdadero sentido a la brutal especialización que observa en las universidades norteamericanas (p. 273). La tesis del profesor de Notre Dame —que sigue de cerca los trabajos de Newman— es que resulta necesario formar a los alumnos para que comprendan que las ciencias particulares permanecen incompletas mientras no sean iluminadas por el saber filosófico. Dentro del pensamiento filosófico, las universidades católicas deberían plantearse en continuo diálogo con la obra de Santo Tomás de Aquino, para quien la formación universitaria no consistía en aprender una disciplina, sino en enfocar más bien todo aprendizaje en el fin más perfecto: la comprensión de lo que nos rodea (p. 312). Como corolario, MacIntyre estima que la educación filosófica se encuentra, a su vez, incompleta, si
no es iluminada con una visión teológica, que tiene el papel culminativo de toda enseñanza. En síntesis: la obra en referencia constituye una introducción utilísima al pensamiento general de MacIntyre, con especial atención a su concepción de la universidad contemporánea —mezcla de fragmentación y cientificismo— y su propuesta destinada a recuperar, por el contrario, la idea de una universidad centrada en la unidad y jerarquía de los saberes, presididos por la teología. Esto es lo que lleva a considerar que “no es exagerado afirmar que la universidad católica es capaz de ofrecer, por tanto, un grado mucho mayor de sabiduría que el resto de las universidades interesadas seriamente en el aumento del saber” (p. 341). Raúl Madrid Adquirir vía Internet en www.eunsa.es
Un mundo aparte Gustaw Herling-Grudzinski Libros del Asteroide Barcelona, 2012 339 págs.
No deja de ser curioso que el libro que comentamos haya permanecido tanto tiempo en el anonimato en idioma español, considerando que el texto original fue publicado, en polaco, en 1953. En francés sufrió una verdadera conspiración del silencio por más de treinta años. Tras una larga demora, y felizmente, la obra comenzó a publicarse en diversos lugares, incluso en Rusia y Polonia después de la caída de los regímenes comunistas en la última década del siglo XX.
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El libro refleja la vida en un campo de concentración soviético, narrado de manera autobiográfica y sin excesos por una de los millones de personas que pasaron por el Gulag en la Unión Soviética. Ahí se vivía, en palabras del autor, “día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, sin alegría, sin esperanza, sin vida” (p. 66). La razón por la que Gustaw Herling-Grudzinski había llegado a la cárcel era ridícula: intentó cruzar a la Unión Soviética desde la zona polaca ocupada por los nazis en 1940, y su apellido parecido al de un mariscal alemán fue motivo suficiente para considerar que desarrollaba actividades de espionaje. En el campo de concentración aprendió leyes que no se podían olvidar si no se querían pasar días peores en los presidios. La primera, propia del régimen soviético, era que toda persona era potencialmente enemiga, que no hay gente inocente. Otro aspecto crucial era comprender rápidamente “las leyes inmutables de la esclavitud” (p. 266): el amo siempre tiene razón, las rebeliones son inconducentes y castigadas, el trabajo y sus condiciones son definidas por un tercero y no cabe apelación, hay que rendir hasta la última gota de sudor y sangre, se come el mínimo posible que permita conservar a los esclavos con vida… y nada más. Había numerosos aspectos grotescos en las cárceles del régimen, que van apareciendo casi de manera natural con el paso de las páginas. Así ocurre, por ejemplo, con el caso de la delación, de la que todos son víctimas y en la que todos pueden caer, por presión, hambre o simplemente vicio. El mejor amigo de un momento puede ser tu delator días después, y con ello abrir el camino a una mejor posición, aunque detrás quede el aumento de condena o la muerte del acusado verdadera o falsamente. El autor sugiere cambiar los cánones de evaluación moral de las diversas situaciones, porque en el Gulag el hambre puede llevar a cualquier cosa, como la locura, la prostitución por un mendrugo de pan, el robo o la ya mencionada delación. Y, por cierto, no pueden dejar de mencionarse las mafias al interior del presidio, que imponen reglas, violan mujeres y ejercen un poder paralelo temible. Pero también aparecen algunas experiencias que narran lo mejor del ser humano, como ocurrió en otras circunstancias análogas tan habituales en la primera mitad del siglo XX, particularmente en los mundos dominados por los regímenes nazi y comunista. El presente libro está cruzado por temas y personajes habituales en obras de este tipo de autobiografías en los campos de concentración, como ilustran El hombre en busca
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de sentido de Viktor Frankl, víctima del régimen nazi, o Un día en la vida de Iván Denisovich, obra de Alexander Solzhenitsyn ambientada en campos soviéticos. Un preso notable era el joven comunista Kostylev, quien cometió el error de aprender francés, fascinarse por la literatura en esa lengua —Balzac, Flaubert, Stendhal, Constant—, lo que le hizo sentirse en un cuento de hadas, cayendo “enfermo de añoranza de algo indefinido” (p. 102). Fue el comienzo de su perdición política. Pero en el barracón del campo, la suerte y su decisión personal le llevaron a leer día y noche, como modesta expresión de una lejana libertad. Otro personaje fascinante era el profesor Boris Lazarovich, detenido y condenado a diez años por organizar un salón literario en Moscú donde se leía literatura polaca. El autor de Un mundo aparte lo considera uno de sus maestros, tanto por el cariño que le demostraba a su improvisado alumno, como por la tenacidad con que día a día le impartía lecciones donde conversaban de libros y filosofía, de ideas y de la vida. No podemos dejar de mencionar a Sadowski, un viejo bolchevique que había ido a parar a la cárcel en medio de las purgas, quien a pesar de las decepciones y de su propia situación seguía fiel a los ideales que habían triunfado en la revolución de 1917. Un día le confesó a Gustaw las razones de su fidelidad: “si dejara de creer también en esto, no tendría ya por lo que vivir” (p. 255). A pesar de la dureza del trato y de la vida en general, había algunos momentos en que se podía pensar que los hombres seguían siendo humanos. El lugar que ilustraba eso con más precisión era el hospital, especialmente por el esfuerzo de médicos y enfermeras por ofrecer una atención más agradable a quienes sufrían día a día en los bosques, en un régimen de esclavitud, con jornadas de doce o quince horas de trabajo, con apenas unos minutos de descanso y con las calorías mínimas para subsistir como alimento. Esa dramática situación llevó a muchos presos a la automutilación, que los enviaba a una hospitalización temporal que les permitía un descanso y gozar de algún trato humano en medio de la podredumbre, aunque esa acción fuera calificada como “sabotaje” por las autoridades: para las víctimas del sistema se trataba de un escape mínimo en medio de tanto sufrimiento. No podemos dejar de mencionar un aspecto notable de la obra, y sobre todo de la vida de Herling-Grudzinski: su lectura apasionada y repetida de Apuntes de la casa muerta, de Dostoievski, libro que llegó a sus manos “por
otros presos y en absoluto secreto” (p. 209). De él deriva el título del libro y también la convicción de repetir la historia del gran escritor ruso de fines del siglo XIX. No admiraba tanto “su capacidad para describir el sufrimiento inhumano”, sino que “entre el destino esbozado por él y el nuestro no había existido nunca la más pequeña interrupción” (p. 220). Odiaba y amaba el libro, sufría con él y con su propia existencia y por primera vez llegó a pensar en el suicidio. Pero también aprendió de Natalia Lvovna, quien le prestó el libro y se lo pidió de vuelta, que la lectura era liberadora y que en Dostoievski, a pesar de todo, podía haber una curiosa nota de esperanza. Una impactante dicotomía comienza a marcar el final de la obra en medio de una Europa dividida entre las fuerzas de Hitler y las de Stalin: en uno de sus lados, millones de esclavos soviéticos rezaban por que los liberaran los ejércitos hitlerianos; en el otro, los millones de víctimas de los campos de concentración alemanes aún con vida ponían sus últimas esperanzas en el Ejército Rojo” (p. 240). La reflexión es de un hombre de Polonia, el país que más sufrió por el pacto RibbentropMolotov de 1939; por la dominación nazi y los campos de concentración, y que después fue dominada por los comunistas tras la “liberación” de 1945, en otra de las dramáticas paradojas del siglo XX. Gustaw, agotado y angustiado, decidió hacer una huelga de hambre, como si eso fuera a provocar algún efecto positivo entre sus torturadores. En la práctica, lo llevó al Mortuorio, donde llegaban los presos que prontamente morirían, por su situación física deplorable e irreversible. Poco después, ante el cambio de las condiciones políticas entre Alemania y la URSS, ahora invadida por sus antiguos aliados hitlerianos, HerlingGrudzinski abandonó la cárcel el 19 de enero de 1942. La vida no sería fácil ni propiamente libre, ya que pasaba del campo de concentración al territorio normal de la Unión Soviética, donde pronto comprendería que seguía vigilado –como lo estaban todos–, que no encontraría amabilidad en el camino, que la venganza y la delación eran parte de la vida cotidiana fuera de la casa muerta. Pero había que seguir viviendo, mantener la fe en la dignidad humana, y darse un largo tiempo para escribir, en polaco, un libro que tendría que ser “leído en todo el mundo, tanto por lo que es como por lo que dice”, como lo resumió Albert Camus. Alejandro San Francisco Adquirir vía Internet en www.librosdelasteroide.cl
Juan de Ávila, un apóstol en camino Juan Rubio Fernández Editorial San Pablo Madrid, 2010 180 págs.
“L loro porque pierde la Iglesia de Dios una gran columna”, dijo Teresa de Jesús al morir el maestro Juan de Ávila. Hoy, cuando el Papa lo nombra doctor de la Iglesia, la figura de San Juan de Ávila, patrono del clero secular español, despierta renovado interés como lo muestra este libro de Juan Rubio Fernández. Respetado por San Ignacio y Santa Teresa, maestro de san Francisco Borja y san Juan de Dios, amigo de fray Luis de Granada, quien fue el primero en relatar su vida, Juan de Ávila fue un exponente singular del Siglo de Oro español. Nadie, quizás, supo tanta teología como él, pero además de estudioso e intelectual, fue un predicador incansable, fundador de colegios, director espiritual y “ojeador” de vocaciones, como él mismo se decía, mortificado y pobre, paciente enfermo durante los 15 últimos años de su vida. Joven estudiante de derecho en Salamanca, se convirtió repentinamente a una vida de oración y búsqueda de Dios, cuando se hallaba en una fiesta “de toros y cañas”. Dejó sus estudios de las “negras leyes”, según propia expresión y vivió tres años de oración y penitencia en una pieza de su propia casa de Almodóvar convertida en celda. Estudió teología en Alcalá, se ordenó sacerdote y se preparó como tantos a embarcarse a América, pero cuando estaba en Sevilla, listo para el viaje, su amigo
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Fernando Contreras lo convenció de que hacía más falta en Andalucía. Desde entonces y hasta que lo derribó la enfermedad su historia será un continuo peregrinar por las ciudades andaluzas, predicando y convirtiendo gente, enseñando, fundando colegios, dando dirección espiritual… salvo un año que pasó preso en la cárcel de la Inquisición, calumniado por envidiosos de su talento. En este libro se describe muy bien el aspecto de las ciudades, Sevilla, Córdoba, Jaén, Granada, Baeza y el ambiente de la época, con gente muy fervorosa y apasionada, brotes de herejía, nacimiento de nuevas espiritualidades, aires de reforma. Juan de Ávila ayudó a discernir su vocación a muchos y encaminó a tantos de sus discípulos y colegiales a la Compañía de Jesús, que se pensó que él mismo se haría jesuita. Se lo distingue también como escritor. Su libro “Audi filia” es un clásico de la mística española. Escribió dos memoriales para el Concilio de Trento, al cual no pudo asistir por estar ya muy enfermo y es uno de los posibles autores del hermoso soneto “No me mueve mi Dios para quererte…” De él se han escrito muchas biografías y estudios. El que ahora publica la editorial San Pablo tiene el mérito de presentarlo como un maestro para el siglo XXI, siendo a la vez un genuino representante del siglo XVI. Elena Vial Adquirir vía Internet en www.sanpablochile.cl
Y dar a luz tus luces Irma Bettancourt Siggelkow Ediciones Universidad Católica de Chile Santiago de Chile, 2005 155 págs.
“En un mundo como el que vivimos hoy, la poesía, por su índole, se ha hecho un bien escaso y, generalmente, la encontramos cargada de presencia devastadora, muchas veces autodestructiva, reflejo de una humanidad sin esperanza, abrumada por la contingencia”. Comienzos del prólogo del libro de Irma Bettancourt, poeta laureada con el Primer Premio, en su tercera versión del “Concurso Nacional de Poesía Mística”
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convocado por la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Mientras leíamos “tacto a tacto” este poemario de bellos versos y exactas palabras, nos venían a la mente recuerdos del niño que fuimos —“Angel guardián”—, lecturas bíblicas de múltiples pasajes, desde la creación del mundo, pasando por el Éxodo y los Profetas, los libros de la Sabiduría, el Cantar de los Cantares, el libro de Job, el Evangelio con la Cruz de Cristo al centro, y su Santa Madre representada en el último poema (pág 143) a manera de una torre —Torre de Marfil— (letanías) a quien se “trepará por Ella” por lo tanto diciéndole a Jesús, “no podrás rechazarme”. La autora, aparte de sus lecturas religiosas, nos aventuramos a pensar que experimenta en lo personal grandes arideces, vacíos y sequedades, reflejadas artísticamente en esta obra sufrida y trabajada. “Perdóname Jesús” (pag. 35): el poema nos impulsa a aceptar nuestros propios dolores, enfermedades y tedios, y a ofrecerlos. También nos invita a bendecir a nuestros enemigos. “oren por los que les insultan y les maltratan” (cap. 5, vers. 44 San Mateo). La poeta cumple con el Evangelio amándolos y escribiendo un sencillo (a la manera de un niño) pero profundo poema místico de oración por los que maltratan a Cristo, que asimismo son nuestros enemigos a quienes Él perdona en la Cruz y nosotros en oraciones en las cuales somos salvos rogando por ellos. “¿Sabes, Señor? Me gusta que hayas muerto./ Benditas las espinas/ y benditos los clavos y el madero,/ tálamo de amor/donde me amaste/”— y continúa: “Benditos los insultos/ y las burlas./ ¡Perdóname, Jesús!/ Es…/…que así me salvaste”. “Reencuentro” (pág 37): la autora se dirige al
encuentro de Dios en las flores, las aves del campo y sus trinos. Aquí brota el amor de Dios, que ella siente “en aromas y gorjeos inefables, / es que Tú / floreciste / para amarme”. Varios poemas van eslabonando la cadena de luz de Irma Bettancourt con estas luces; de ahí el título del libro tan bien puesto. En “Lamentable demencia” (pág. 38): la búsqueda de Dios se hace patente: “en cada senda”, “el vestigio de tu Huella”. Sabemos que cada calle de la Ciudad de Dios (San Agustín) está impregnado siempre por el “Soplo Vital de tus Alientos”. Cada huella del camino lleva la impronta del Señor: “imposible silenciar”. “Sin Ti ¿a quién iríamos?”, como le dijo San Pedro a Cristo. Ningún filósofo, aunque sostenga la muerte de Dios —“absurda pretensión”—, ni tampoco ningún bardo, aunque quiera reemplazar a Dios por la poesía —“vano intento”—, serán capaces de acallar tu Presencia”. El poema es un grito de fe segura e inamovible que descansa en Adonai. “Algo bueno he tenido en esta vida” (pág. 46); reconócelo al fin! /… Y ha sido el añorarte / día a día/. Cortos versos que nos recuerdan el Salmo: “una cosa pido al Señor: habitar tu Casa por años sin término”. “Porque tuve hambre” (pág. 49): “Me transformé en cielo, Jesús./ En cielo para Ti./ El tenía tus ojos, / y le di.”/. La poeta ve en el hambriento a Jesús, y le da de comer, por lo tanto accede al cielo. “Y extrañé tu pobreza”. (pág. 50). Se le escapa, se le deshace Jesús en silencio, como a la Madre Teresa de Calcuta se le “escondió” el Señor por cincuenta años, pero ninguna de las dos se rinde ni dejan de buscarlo. “Alumbramiento” (pág. 70): la “partícula de Dios” no es más que un Big-Bang en miniatura surgido de la “Boca de Dios”, misterio que nunca se resolverá. Sólo el alumbramiento de un poema místico puede quitarle la oscuridad a la Nada y encender la claridad del Todo. Después que el angélico Santo Tomás de Aquino terminó su monumental Summa Teológica se le apareció Jesús, quien le dijo: “Estoy muy complacido con lo que has hecho: ¿deseas pedirme algo? Santo Tomás respondió: “Quiero llenarme de Ti Señor”. Según “Alumbramiento”, la autora quiere beber el Agua Viva del pozo hasta saciarse, aunque ella se encuentre vacía y sin carisma. La poeta es la samaritana que no deja pasar a Cristo de largo y añora que Él Siempre vuelva a darle
de beber de esa Agua Viva, que sólo la da Dios y que es Cristo mismo. “Entre la sexta y la nona” (pág. 86) se denominan las horas entre las cuales fue crucificado Nuestro Señor en el monte Calvario. “El monte huele a traiciones / huele a perdón / huele a Ti”. Nos lleva al Evangelio recordando eso de: “Judas ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”. Cabe señalar cómo el texto principia inundando los alrededores con el perfume de un árbol —el romero— y va reiterando los buenos olores del perdón y el amor que es Cristo mismo que redime —“huele a Ti”— yuxtaponiéndolos a las tinieblas, los demonios y la muerte —siniestros olores— para finalizar felizmente diciendo: “Huele a Vida” / huele a Ti”, o sea el exquisito perfume de la Vida Eterna y el Paraíso de Nuestro Señor. Señalamos que se hace muy difícil en poesía la idea de perfumar algo, más aún si se trata de una elevación mística como la que aquí Irma Bettancourt logra. “Vértigo” (pág. 81) nos remite al pasaje del Evangelio (Cap. 14-V 29-31). Pedro camina sobre el mar hacia Jesús. El Apóstol pierde la confianza y se empieza a hundir. El Señor le tiende la mano. En “Vértigo”, la poeta interroga a Cristo, siempre de manera mística y bella: ¿por qué Él no se fija que las aguas de la vida, la tormenta de las olas o la tempestad de la existencia, producen un gran temor, a veces insuperable?, pero si Él mira y toca al pecador, este caminará triunfante y sin miedo. Muchos salmos y lecturas bíblicas entrelíneas contienen estos versos, que nos mueven a estimular la memoria en relaciones y analogías teológicas especialmente con el “Libro de los libros”, y otros afines. Las “Rimas” numeradas de la 1 a la 5, son dignas de destacar por su musicalidad, su buen manejo del idioma y el diálogo extenso con Nuestro Señor, que Irma Bettancourt demuestra tener a lo largo de todo el libro. Creemos que si el mundo busca sendas diversas a fin de llenar el vacío existencial atiborrado de objetos materiales inconducentes, también nos complace el alma y nos da una profunda alegría, leer con detención este libro, nacido de los hondos pozos del espíritu humano. Marcelo Jarpa Fabres Adquirir vía Internet en www.ediciones.uc.cl
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Sobre los Autores CARDENAL PAUL POUPARD. Presidente emérito del Pontificio Consejo de Cultura y del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS.
RÈGINE PERNOUD. Historiadora francesa, célebre medievalista. Falleció en 1998, habiendo sido miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS desde su fundación.
OBSIPOS CHILENOS EN EL AÑO DE A FE Mons. Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago Mons. Fernando Chomalí, arzobispo de Concepción Mons. Juan Ignacio González, obispo de San Bernardo Mons. Felipe Bacarreza, obispo de Los Ángeles Mons. Alejandro Goic, obispo de Rancagua Mons. Cristián Contreras, obispo de San Felipe Mons. Bernardo Bastres, obispo de Punta Arenas Mons. Francisco Javier Stegmeier, obispo de Villarrica
SAMUEL FERNÁNDEZ. Sacerdote diocesano. Ex decano y profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Miembro del Comité Editorial de revista HUMANITAS.
GIANFRANCO MORRA Catedrático de Sociología de los Procesos Culturales en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Bolonia. GONZALO IBÁÑEZ SANTA MARÍA. Abogado y profesor de Filosofía. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS. HENRI HUDE. Filósofo francés. Ex rector del College Stanislav, París. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista Humanitas. GIOVANNI CUCCI. Sacerdote jesuita. Redactor de la revista italiana La Civiltà Cattolica. El presente artículo fue originalmente publicado en el Nº 3855 de esa publicación. CARDENAL ANGELO SCOLA. Patriarca de Venecia del 2002 al 2011 y actualmente Arzobispo de Milán. Ex Rector de la Pontificia Universidad Lateranense. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS.
COMITÉ EDITORIAL DE HUMANITAS
JUAN DE DIOS VIAL LARRAÍN. Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 1997. Ex rector de la Universidad de Chile. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Miembro del Comité Editorial de revista HUMANITAS. ANTONIO SPADARO S.J. Crítico literario. Director de La Civiltà Cattolica. AUTORES EN PANORAMA Y LIBROS CARDENAL TARCISIO BERTONE. Secretario de Estado Vaticano
CARDENAL JORGE MEDINA ESTÉVEZ. Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino.
RINO FISICHELLA. Presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización. LUIGI NEGRI. Obispo de San Marino-Montefeltro
JAIME ANTÚNEZ ALDUNATE. Director de revista HUMANITAS HERNÁN CORRAL. Comité Editorial de revista HUMANITAS.
JOSÉ LUIS RESTÁN. Periodista español. Redactor de Páginas Digital.
RAÚL HASBÚN. Sacerdote. Consejo revista HUMANITAS.
Jaime Antúnez. Director de Revista HUMANITAS. Doctor en Filosofía. Miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Hernán Corral. Doctor en Derecho. Ex decano y profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes. Samuel Fernández. Doctor en Teología. Ex decano y profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Director del Centro de Estudios Padre Alberto Hurtado. Gabriel Guarda O.S.B. Abad emérito del Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad de Las Condes. Premio Nacional de Historia 1984. Miembro de número de la Academia de la Historia, del Instituto de Chile. René Millar. Doctor en Historia. Ex decano de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la P.U.C. y profesor titular del Instituto de Historia. Miembro de número de la Academia de la Historia, del Instituto de Chile. Pedro Morandé. Doctor en Sociología. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la P.U.C. Miembro de de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales y miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Ricardo Riesco. Doctor en Geografía. Rector de la Universidad San Sebastián. Francisco Rosende. Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Católica de Chile. Master of Arts en Economía, Chicago. Juan de Dios Vial Correa. Ex Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ex Presidente de la Pontificia Academia para la Vida. Miembro de Número de la Academia de Ciencias del Instituto de Chile. Juan de Dios Vial Larraín. Ex Rector de la Universidad de Chile. Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 1997. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Arturo Yrarrázaval. Doctor en Derecho. Ex Decano de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
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HUMANITAS Revista de Antropología y Cultura Cristianas Publicación trimestral de la Pontificia Universidad Católica de Chile La revista HUMANITAS nace de la conveniencia de que la Universidad disponga para el servicio de la comunidad universitaria y de la opinión pública en general, de un órgano de pensamiento y estudio que busque reflejar las preocupaciones y enseñanzas del Magisterio Pontificio (Decreto Rectoría Nº 147/95, visto 2º). DIRECTOR Jaime Antúnez Aldunate COMITE EDITORIAL Hernán Corral Talciani Samuel Fernández Eyzaguirre Gabriel Guarda, O.S.B. René Millar Carvacho Pedro Morandé Court Ricardo Riesco Jaramillo Francisco Rosende Ramírez Juan de Dios Vial Correa Juan de Dios Vial Larraín Arturo Yrarrázaval Covarrubias SECRETARIA DE REDACCIÓN Marta Irarrázaval Zegers CONSEJO DE CONSULTORES Y COLABORADORES Presidente Honorario: S.E.R. Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa. Arzobispo Emérito de Santiago. Héctor Aguer, Anselmo Álvarez, O.S.B., Carl Anderson, Andrés Arteaga, Francisca Alessandri, Antonio Amado, Felipe Bacarreza, Jean-Louis Bruguès, O.P., Rocco Buttiglione, Massimo Borghesi, Carlos Francisco Cáceres, Cardenal Carlo Caffarra, Cardenal Antonio Cañizares, Jorge Cauas Lama, Guzmán Carriquiry, William E. Carroll, Alberto Caturelli, Cesare Cavalleri, Fernando Chomali, Francisco Claro, Ricardo Couyoumdjian, Mario Correa Bascuñán, Francesco D’Agostino, Adriano Dell’Asta, Vittorio di Girolamo, Carmen Domínguez, José Manuel Eguiguren, Carlos José Errázuriz, Jesús Colina, Luis Fernando Figari, Juan Ignacio González, Stanislaw Grygiel, Gonzalo Ibáñez Santa-María, Raúl Hasbun, Henri Hude, José Miguel Ibáñez, Raúl Irarrázabal, Lydia Jiménez, Paul Johnson, Jean Laffitte, Nikolaus Lobkowicz, Alfonso López Quintás, Alejandro Llano, Raúl Madrid, Javier Martínez Fernández, Patricia Matte Larraín, Carlos Ignacio Massini Correas, Mauro Matthei, O.S.B., Cardenal Jorge Medina, Livio Melina, Augusto Merino, Dominic Milroy, O.S.B., Antonio Moreno Casamitjana, Fernando Moreno Valencia, Rodrigo Moreno Jeria, José Miguel Oriol, Francisco Petrillo, O.M.D., Bernardino Piñera, Aquilino Polaino-Lorente, Rodrigo Polanco, Cardenal Paul Poupard, Javier Prades, Dominique Rey, Florián Rodero L.C., Alejandro San Francisco, Romano Scalfi, Cardenal Angelo Scola, David L. Schindler, Josef Seifert, Gisela Silva Encina, Robert Spaemann, Paulina Taboada, William Thayer Arteaga, Olga Ulianova, Luis Vargas Saavedra, Miguel Ángel Velasco, Juan Velarde Fuertes, Aníbal Vial, Pilar Vigil, Richard Yeo, O.S.B., Diego Yuuki, S.J.
Consejo de Consultores y Colaboradores NACIONALES
EXTRANJEROS
Andrés Arteaga: Obispo Auxiliar de Santiago. Profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. (UC) Francisca Alessandri: Profesora de la Facultad de Periodismo, UC. Antonio Amado: Profesor de Metafísica de la Universidad de los Andes. Felipe Bacarreza: Obispo de Los Ángeles, Chile. Carlos Francisco Cáceres: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Jorge Cauas Lama: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Fernando Chomali: Obispo Auxiliar de Santiago. Miembro de la P. Academia Pro Vita. Francisco Claro: Decano Facultad de Educación, UC. Ricardo Couyoumdjian: Profesor del Instituto de Historia, UC. De la Academia de la Historia del Instituto de Chile. Mario Correa Bascuñán: Secretario General de la Pontificia Universidad Católica. Profesor de la Facultad de Derecho, UC. Carmen Domínguez: Abogado, Directora del Centro UC para la Familia. Vittorio di Girólamo: Profesor de la Universidad Gabriela Mistral. José Manuel Eguiguren Guzmán: Fundador del Movimiento Apostólico Manquehue Carlos José Errázuriz: Consultor Congregación para la Doctrina de la Fe. Profesor de la Pontificia Università della Santa Croce. Jesús Colina: Director de Aleteia. Juan Ignacio González: Obispo de San Bernardo, Chile. Raúl Hasbun: Sacerdote de Schöenstatt. Profesor del Seminario Pontificio Mayor de Santiago. Gonzalo Ibáñez Santa-María: Profesor y ex rector de la Universidad Adolfo Ibáñez. José Miguel Ibáñez Langlois: Teólogo y poeta. Raúl Irarrázabal Covarrubias: Arquitecto. Presidente de la Asociación Chilena de la Orden de Malta. Raúl Madrid: Profesor de la Facultad de Derecho, UC. Patricia Matte Larraín: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Presidenta de la Sociedad de Instrucción Primaria. Mauro Matthei, OSB: Sacerdote y monje benedictino. Historiador. Cardenal Jorge Medina: Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Augusto Merino: Cientista político, profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez. Antonio Moreno: Arzobispo Emérito de Concepción. Fernando Moreno: Filósofo, director del programa de Ciencia Política de la Universidad Gabriela Mistral. Rodrigo Moreno Jeria: De la Academia Chilena de la Historia. Bernardino Piñera: Arzobispo Emérito de La Serena. Rodrigo Polanco: Presbítero, profesor de la Facultad de Teología de la UC. Alejandro San Francisco: Profesor del Instituto de Historia, UC. Gisela Silva Encina: Escritora. Paulina Taboada: Médico. Miembro de la Pontificia Academia Pro Vita. William Thayer Arteaga: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Olga Uliánova: Doctora en Historia por la Universidad de Lomonosov, Moscú. Investigadora de la Universidad de Santiago. Luis Vargas Saavedra: Profesor de la Facultad de Letras, UC. Aníbal Vial: Ex rector Universidad Santo Tomás. Pilar Vigil: Médico. Miembro de la Pontificia Academia Pro Vita.
Héctor Aguer: Arzobispo de la Plata, Argentina. Anselmo Álvarez, OSB: Abad de Santa Cruz del Valle de los Caídos. Carl Anderson: Caballero Supremo de los Caballeros de Colón. Jean-Louis Bruguès, OP: Archivista y bibliotecario de la Santa Iglesia. Obispo emérito de Angers, Francia. Massimo Borghesi: Filósofo italiano. Catedrático de la Universidad de Perugia. Rocco Buttiglione: Filósofo político italiano. Cardenal Carlo Caffarra: Arzobispo de Bolonia. Cardenal Antonio Cañizares: Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Guzmán Carriquiry: Secretario de la Comisión Pontificia para América Latina. William E. Carroll: Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad de Oxford. Alberto Caturelli: Filósofo argentino. Cesare Cavalleri: Director de Studi Cattolici, Milán. Francesco D’Agostino: Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Tor Vergata de Roma. Ex Presidente del Comité Nacional de Bioética en Italia. Adriano Dell’Asta: Profesor de la Universidad Católica de Milán. Luis Fer nando Figar i: Fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, Lima. Stanislaw Grygiel: Filósofo polaco. Titular de la Cátedra Juan Pablo II en la Universidad Lateranense, Roma. Henri Hude: Filósofo francés. Ex rector del Colegio Stanislas, París. Lydia Jiménez: Directora General del Instituto Secular Cruzadas de Santa María Paul Johnson: Historiador inglés. Jean Laffitte: Obispo de Entrevaux. Secretario del Consejo Pontificio para la Familia. Nikolaus Lobkowicz: Director del Instituto de Estudios de Europa del Este y Central de la Universidad de Eichstätt, Alemania. Alfonso López Quintás: Filósofo español. Miembro de Número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Alejandro Llano: Filósofo español. Javier Martínez Fernández: Arzobispo de Granada, España. Carlos Ignacio Massini Correas: Catedrático de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Livio Melina: Presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia. Dominic Milroy, OSB: Monje de Ampleforth, ex-rector de Ampleforth College, York, Gran Bretaña. José Miguel Oriol: Presidente de Editorial Encuentro, Madrid. Francesco Petrillo, OMD: Superior General de la Orden de la Madre de Dios. Aquilino Polaino-Lorente: Psiquiatra español. Cardenal Paul Poupard: Presidente emérito del Pontificio Consejo de Cultura. Javier Prades: Rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, Madrid. Miembro de la Comisión Teológica Internacional. Dominique Rey: Obispo de Frejus-Toulon, Francia. Florián Rodero L.C: Profesor de Teología del Ateneo Regina Apostolorum en Roma. Romano Scalfi: Director del Centro Rusia Cristiana, Milán. Cardenal Angelo Scola: Arzobispo de Milán. Josef Seifert: Es Rector de la Academia Internacional de Filosofía de Liechtenstein desde 1986, y desde 2004 en Chile, IAP-PUC. David L. Schindler: Director del Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre Matrimonio y Familia, Washington D.C. Robert Spaemann: Filósofo alemán. Miguel Ángel Velasco: Director de Alfa y Omega, Madrid. Juan Velarde Fuertes: De la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales (1992). Richard Yeo, OSB: Abad Presidente de la Congregación Benedictina de Inglaterra Diego Yuuki, SJ: Ex director del Museo de los 26 Mártires de Japón, Nagasaki.
AÑO XVIi
R E V I S T A DE A n t r op ol o gí a y C u lt u r a C r i s t i a n a s / N º 6 8 / A ÑO X V I I
Cardenal Paul Poupard EL CONCILIO VATICANO II, HACE 50 AÑOS Hablan los obispos
¿POR QUÉ UN AÑO DE LA FE?
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Congregación para la Doctrina de la Fe
HOMOSEXUALIDAD Y CATOLICISMO