Humanitas 70

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Joseph Frings – Joseph Ratzinger EL CONCILIO FRENTE AL PENSAMIENTO MODERNO Hablan las mujeres ¿POR QUÉ UN AÑO DE LA FE? PRESENTACIÓN DE HUMANITAS EN NUEVA YORK

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R E V I S T A DE A n t r op ol o g í a y C u lt u r a C r i s t i a n a s / N º 70 / A ÑO X V I I I

BUSCAR EL CAMINO HACIA EL FUTURO, LLEVANDO CONSIGO LA MEMORIA DE LAS RAÍCES Por Jorge Mario Card. Bergoglio

AÑO XVIII

REEDICIÓN

NÚMERO EN HOMENAJE AL PAPA FRANCISCO Y AL PONTÍFICE EMÉRITO BENEDICTO XVI


HUMANITAS Revista de Antropología y Cultura Cristianas Publicación trimestral de la Pontificia Universidad Católica de Chile La revista HUMANITAS nace de la conveniencia de que la Universidad disponga para el servicio de la comunidad universitaria y de la opinión pública en general, de un órgano de pensamiento y estudio que busque reflejar las preocupaciones y enseñanzas del Magisterio Pontificio (Decreto Rectoría Nº 147/95, visto 2º). DIRECTOR Jaime Antúnez Aldunate COMITE EDITORIAL Hernán Corral Talciani Samuel Fernández Eyzaguirre Gabriel Guarda, O.S.B. René Millar Carvacho Pedro Morandé Court Ricardo Riesco Jaramillo Francisco Rosende Ramírez Juan de Dios Vial Correa Juan de Dios Vial Larraín Arturo Yrarrázaval Covarrubias SECRETARIA DE REDACCIÓN Marta Irarrázaval Zegers CONSEJO DE CONSULTORES Y COLABORADORES Presidente Honorario: S.E.R. Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa. Arzobispo Emérito de Santiago. Héctor Aguer, Anselmo Álvarez, O.S.B., Carl Anderson, Andrés Arteaga, Francisca Alessandri, Antonio Amado, Felipe Bacarreza, Rémi Brague, Jean-Louis Bruguès, O.P., Rocco Buttiglione, Massimo Borghesi, Carlos Francisco Cáceres, Cardenal Carlo Caffarra, Cardenal Antonio Cañizares, Jorge Cauas Lama, Guzmán Carriquiry, William E. Carroll, Alberto Caturelli, Cesare Cavalleri, Fernando Chomali, Francisco Claro, Ricardo Couyoumdjian, Mario Correa Bascuñán, Francesco D’Agostino, Adriano Dell’Asta, Vittorio di Girolamo, Carmen Domínguez, José Manuel Eguiguren, Carlos José Errázuriz, Jesús Colina, Luis Fernando Figari, Juan Ignacio González, Stanislaw Grygiel, Gonzalo Ibáñez Santa-María, Raúl Hasbun, Henri Hude, José Miguel Ibáñez, Raúl Irarrázabal, Lydia Jiménez, Paul Johnson, Jean Laffitte, Nikolaus Lobkowicz, Alfonso López Quintás, Alejandro Llano, Raúl Madrid, Javier Martínez Fernández, Patricia Matte Larraín, Carlos Ignacio Massini Correas, Mauro Matthei, O.S.B., Cardenal Jorge Medina, Livio Melina, Augusto Merino, Dominic Milroy, O.S.B., Antonio Moreno Casamitjana, Fernando Moreno Valencia, Rodrigo Moreno Jeria, José Miguel Oriol, Francisco Petrillo, O.M.D., Bernardino Piñera, Aquilino Polaino-Lorente, Rodrigo Polanco, Cardenal Paul Poupard, Javier Prades, Dominique Rey, Florián Rodero L.C., Alejandro San Francisco, Romano Scalfi, Cardenal Angelo Scola, David L. Schindler, Josef Seifert, Gisela Silva Encina, Robert Spaemann, Paulina Taboada, William Thayer Arteaga, Olga Ulianova, Luis Vargas Saavedra, Miguel Ángel Velasco, Juan Velarde Fuertes, Aníbal Vial, Pilar Vigil, Richard Yeo, O.S.B.

Consejo de Consultores y Colaboradores NACIONALES

EXTRANJEROS

Andrés Arteaga: Obispo Auxiliar de Santiago. Profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. (UC) Francisca Alessandri: Profesora de la Facultad de Periodismo, UC. Antonio Amado: Profesor de Metafísica de la Universidad de los Andes. Felipe Bacarreza: Obispo de Los Ángeles, Chile. Carlos Francisco Cáceres: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Jorge Cauas Lama: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Fernando Chomali: Arzobispo de Concepción. Miembro de la P. Academia Pro Vita. Francisco Claro: Decano Facultad de Educación, UC. Ricardo Couyoumdjian: Profesor del Instituto de Historia, UC. De la Academia de la Historia del Instituto de Chile. Mario Correa Bascuñán: Secretario General de la Pontificia Universidad Católica. Profesor de la Facultad de Derecho, UC. Carmen Domínguez: Abogado, Directora del Centro UC para la Familia. Vittorio di Girólamo: Profesor de la Universidad Gabriela Mistral. José Manuel Eguiguren Guzmán: Fundador del Movimiento Apostólico Manquehue Carlos José Errázuriz: Consultor Congregación para la Doctrina de la Fe. Profesor de la Pontificia Università della Santa Croce. Jesús Colina: Director de Aleteia. Juan Ignacio González: Obispo de San Bernardo, Chile. Raúl Hasbun: Sacerdote de Schöenstatt. Profesor del Seminario Pontificio Mayor de Santiago. Gonzalo Ibáñez Santa-María: Profesor y ex rector de la Universidad Adolfo Ibáñez. José Miguel Ibáñez Langlois: Teólogo y poeta. Raúl Irarrázabal Covarrubias: Arquitecto. Presidente de la Asociación Chilena de la Orden de Malta. Raúl Madrid: Profesor de la Facultad de Derecho, UC. Patricia Matte Larraín: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Presidenta de la Sociedad de Instrucción Primaria. Mauro Matthei, OSB: Sacerdote y monje benedictino. Historiador. Cardenal Jorge Medina: Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Augusto Merino: Cientista político, profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez. Antonio Moreno: Arzobispo Emérito de Concepción. Fernando Moreno: Filósofo, director del programa de Ciencia Política de la Universidad Gabriela Mistral. Rodrigo Moreno Jeria: De la Academia Chilena de la Historia. Bernardino Piñera: Arzobispo Emérito de La Serena. Rodrigo Polanco: Presbítero, profesor de la Facultad de Teología de la UC. Alejandro San Francisco: Profesor del Instituto de Historia, UC. Gisela Silva Encina: Escritora. Paulina Taboada: Médico. Miembro de la Pontificia Academia Pro Vita. William Thayer Arteaga: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Olga Uliánova: Doctora en Historia por la Universidad de Lomonosov, Moscú. Investigadora de la Universidad de Santiago. Luis Vargas Saavedra: Profesor de la Facultad de Letras, UC. Aníbal Vial: Ex rector Universidad Santo Tomás. Pilar Vigil: Médico. Miembro de la Pontificia Academia Pro Vita.

Héctor Aguer: Arzobispo de la Plata, Argentina. Anselmo Álvarez, OSB: Abad de Santa Cruz del Valle de los Caídos. Carl Anderson: Caballero Supremo de los Caballeros de Colón. Rémi Brague: Premio Ratzinger 2012. Titular cátedra Romano Guardini, Universidad de Munchen. Jean-Louis Bruguès, OP: Archivista y bibliotecario de la Santa Iglesia. Obispo emérito de Angers, Francia. Massimo Borghesi: Filósofo italiano. Catedrático de la Universidad de Perugia. Rocco Buttiglione: Filósofo político italiano. Cardenal Carlo Caffarra: Arzobispo de Bolonia. Cardenal Antonio Cañizares: Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Guzmán Carriquiry: Secretario de la Comisión Pontificia para América Latina. William E. Carroll: Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad de Oxford. Alberto Caturelli: Filósofo argentino. Cesare Cavalleri: Director de Studi Cattolici, Milán. Francesco D’Agostino: Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Tor Vergata de Roma. Ex Presidente del Comité Nacional de Bioética en Italia. Adriano Dell’Asta: Profesor de la Universidad Católica de Milán. Luis Fernando Figari: Fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, Lima. Stanislaw Grygiel: Filósofo polaco. Titular de la Cátedra Juan Pablo II en la Universidad Lateranense, Roma. Henri Hude: Filósofo francés. Ex rector del Colegio Stanislas, París. Lydia Jiménez: Directora General del Instituto Secular Cruzadas de Santa María Paul Johnson: Historiador inglés. Jean Laffitte: Obispo de Entrevaux. Secretario del Consejo Pontificio para la Familia. Nikolaus Lobkowicz: Director del Instituto de Estudios de Europa del Este y Central de la Universidad de Eichstätt, Alemania. Alfonso López Quintás: Filósofo español. Miembro de Número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Alejandro Llano: Filósofo español. Javier Martínez Fernández: Arzobispo de Granada, España. Carlos Ignacio Massini Correas: Catedrático de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Livio Melina: Presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia. Dominic Milroy, OSB: Monje de Ampleforth, ex-rector de Ampleforth College, York, Gran Bretaña. José Miguel Oriol: Presidente de Editorial Encuentro, Madrid. Francesco Petrillo, OMD: Superior General de la Orden de la Madre de Dios. Aquilino Polaino-Lorente: Psiquiatra español. Cardenal Paul Poupard: Presidente emérito del Pontificio Consejo de Cultura. Javier Prades: Rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, Madrid. Miembro de la Comisión Teológica Internacional. Dominique Rey: Obispo de Frejus-Toulon, Francia. Florián Rodero L.C: Profesor de Teología del Ateneo Regina Apostolorum en Roma. Romano Scalfi: Director del Centro Rusia Cristiana, Milán. Cardenal Angelo Scola: Arzobispo de Milán. Josef Seifert: Es Rector de la Academia Internacional de Filosofía de Liechtenstein desde 1986, y desde 2004 en Chile, IAP-PUC. David L. Schindler: Director del Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre Matrimonio y Familia, Washington D.C. Robert Spaemann: Filósofo alemán. Miguel Ángel Velasco: Director de Alfa y Omega, Madrid. Juan Velarde Fuertes: De la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales (1992). Richard Yeo, OSB: Abad Presidente de la Congregación Benedictina de Inglaterra.


H U M A N I T A S

H umanitas Nº 70 OTOÑO 2013 – AÑO XVIII

HOMENAJE AL NUEVO PONTÍFICE, PAPA FRANCISCO, Y AL PONTÍFICE EMÉRITO BENEDICTO XVI QUE CONDUJO LA BARCA DE PEDRO EN LOS PASADOS OCHO AÑOS

230

Año de la Fe 2012 - 2013 PASCUA ES ADVIENTO Anselmo Álvarez Navarrete OSB

314

Hablan las mujeres ¿POR QUÉ UN AÑO DE LA FE?

322

EL CONCILIO FRENTE AL PENSAMIENTO MODERNO Joseph Frings – Joseph Ratzinger

332

NEWMAN: ACERCA DE LOS CONCILIOS Y SUS CONSECUENCIAS Ian Ker

356

Presentación de HUMANITAS en Nueva York DEL CONCILIO VATICANO II AL AÑO DE LA FE 2012-2013 Jaime Antúnez Aldunate

370

Destacamos en NOTAS JÉRÔME LEJEUNE Y LA ENFERMEDAD DE DOWN Juan de Dios Vial Correa

384

INFLUENCIA DE MARITAIN EN EL CONCILIO VATICANO II Sergio Fernández Aguayo

389

Destacamos en LIBROS La historia de Francisco, el Papa Argentino EL JESUITA

474 Sumario Editorial Notas La Palabra del Papa Panorama Libros Sobre los Autores

En portada: Papa Francisco, 13 de marzo 2013.

217 220 384 400 430 474 500


En orden a facilitar el contacto con nuestros lectores y eventuales suscriptores, se pueden consultar los contenidos de este y de los anteriores números de Humanitas en Internet. Dicha información se entrega por medio de resúmenes de cada uno de los trabajos publicados en www.humanitas.cl VER REVISTA DIGITAL

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HUMANITAS

dieciocho años sirviendo al encuentro de la fe y la cultura

HUMANITAS (ISSN 07172168) recoge los trabajos de sus colaboradores regulares, nacionales y extranjeros. Asimismo, de otros autores cuya temática resulta afín con los objetivos de esta publicación. Toda reproducción total o parcial de los artículos publicados por HUMANITAS requiere de la correspondiente autorización, a excepción de comentarios o citas que se hagan de los mismos. Diseño y Producción: Publicidad Universitaria UC Impresión: Ograma Impresores Suscripciones y correspondencia: HUMANITAS, Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, 3er piso, Santiago, Chile. Teléfono (562) 2354 6519, Fax (562) 2354 3755, E-mail: humanitas@uc.cl Suscripción anual, $28.000; estudiantes, $18.000. Valor por ejemplar, $7.000.



D E

E X T E N S I Ó N

2 0 1 3

Fe y Mundo Moderno “La separación entre la fe que profesan y la vida cotidiana de muchos debe ser considerada como uno de los errores más graves de nuestro tiempo” (Gaudium et spes, 43).

A ntropologí a

y

Cult ur a

Cr isti a na s

C U R S O S

1. Fe y razón Lunes 27 mayo, 19 hr. 2. Fe, Caridad y vida moral Lunes 3 junio, 19 hr. 3. Fe y libertad religiosa Lunes 10 junio, 19 hr.

DE

4. Fe

y esperanza

Lunes 17 junio, 19 hr. Antonio Amado, profesor de Metafísica de la Universidad de los Andes. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de Revista HUMANITAS. Lugar: Auditorio 6, Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica (Alameda 390, segundo piso). Precio general: $28.000 (incluye suscripción anual a revista HUMANITAS) Precio estudiantes: $ 18.000 INFORMACIONES E INSCRIPCIONES

Revista Humanitas Centro de Extensión, Pontificia Universidad Católica. Alameda 390, tercer piso. Teléfono: 2686 6519

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Tapicería de la serie del Apocalipsis. Angers.

R E V ISTA

EXPOSITOR


HUMANITAS Sumario n° 70 (abril- junio 2013)

HOMENAJE AL NUEVO PONTÍFICE, PAPA FRANCISCO. A las 20.12 —cincuenta y cuatro minutos después de la aparición de una espesa “fumata” blanca a las 19.06— el Cardenal Protodiácono, JeanLouis Tauran, dio el anuncio a las gentes desde la “loggia” o balcón de la Bendición de la Basílica Vaticana, con estas palabras: “Anuntio Vobis Gaudium Magnum; Habemus Papam: Eminentissimun ac Reverendissimum Dominum, Dominum Georgium Marium Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardinalem Bergoglio, qui sibi nomen imposuit Franciscum”. La Iglesia dio la bienvenida al primer Pontífice hispanoamericano, quien significativamente provenía de la Compañía de Jesús, autora de la evangelización de aquellas tierras. De inmediato, el nuevo Papa marcó la impronta de su pontificado con su nombre y sus mensajes. Humanitas ha querido saludar al Papa Francisco a través de un seguimiento ordenado de las palabras que pronunció al inicio de su ministerio. Junto con ello, se vuelve a publicar el artículo “Buscar el camino hacia el futuro, llevando consigo la memoria de las raíces”, que apareciera en la edición número 47 de Humanitas, cuando el Cardenal Bergoglio era aún arzobispo de Buenos Aires. Humanitas 2013, LXX, págs. 230 - 269 HOMENAJE AL PAPA BENEDICTO XVI, QUE CONDUJO LA BARCA DE PEDRO EN LOS PASADOS OCHO AÑOS. El 11 de marzo de 2013, S.S. Benedicto XVI presentó su renuncia al Papado, después de haber examinado ante Dios reiteradamente su conciencia, afirmando con la visión que caracterizó su ministerio: “Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”. A modo de despedida, Humanitas ha querido dedicar un homenaje al Pontífice Emérito, recorriendo los grandes acontecimientos que rodearon el fin de su pontificado, sus últimos discursos, y las palabras de agradecimiento y adiós que ofrecieron las autoridades de la Iglesia a un Papa que comprendió a cabalidad el espíritu de la modernidad. Humanitas 2013, LXX, págs. 270 - 313

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PASCUA ES ADVIENTO, por Anselmo Álvarez, OSB. La introducción de Dios en la escena humana, por la palabra y la presencia, es el hecho central de la historia. Su motivación es el amor de Dios, estimulado por la situación del hombre, que exige por su parte una acción extraordinaria para restablecer el orden de la creación. El análisis de dicha situación nos lo facilita ante todo la misma palabra de Dios y la teología de la historia. Desde ambas es posible practicar una lectio divina de los acontecimientos humanos, una comprensión de los mismos desde la perspectiva de Dios, tanto para nuestra propia ilustración como para la de los otros. Porque es preciso saber orientar al pueblo de Dios en algo tan decisivo como aprender a leer los signos de los tiempos a la luz de quien es el Señor del tiempo y de la historia, su protagonista central y fuente de toda sabiduría. Humanitas 2013, LXX, págs. 314 - 321 ¿POR QUÉ UN AÑO DE LA FE? En las dos ediciones anteriores de HUMANITAS, ocho obispos y ocho rectores de universidades católicas se expresaron sobre el significado del Año de la Fe. En este número diez representativas del quehacer social y educativo, dan a oir su voz. Humanitas 2013, LXX, págs. 322 - 331 EL CONCILIO FRENTE AL PENSAMIENTO MODERNO, por Joseph Frings y Joseph Ratzinger. Algunas semanas antes del Concilio, el cardenal arzobispo de Génova invitó al cardenal Joseph Frings a dar una conferencia sobre el tema “El Concilio Vaticano II frente al pensamiento moderno”. El cardenal Frings estaba saturado de trabajo, por lo que pidió ayuda al entonces joven profesor Joseph Ratzinger, teólogo de su confianza, para que escribiera el texto de su conferencia. El discurso fue pronunciado por el cardenal el 20 de noviembre de 1961 y publicado con su firma. Fue así como llegó hasta Juan XXIII, que lo leyó y, en una audiencia posterior, abrazó al cardenal Frings, diciéndole: “Precisamente, éstas eran mis intenciones al convocar el Concilio”. El cardenal sintió el deber de revelar al Papa quién era el autor de aquellas páginas. El texto expone las transformaciones profundas que habían ocurrido después del Concilio Vaticano I (1869-1870) y que exigían convocar un nuevo Concilio. Se reproduce en estas páginas la traducción de esta conferencia, hasta hoy inédita en español. Humanitas 2013, LXX, págs. 332 - 355 NEWMAN: ACERCA DE LOS CONCILIOS Y SUS CONSECUENCIAS, por Ian Ker. El Cardenal Newman se anticipó en muchos aspectos al Concilio Vaticano II, especialmente en su eclesiología. Es bien sabido que él fue un pionero solitario del laicado, en medio de la Iglesia altamente clerical del siglo XIX, siendo también muy comentada su visión del episcopado. Sin embargo, hay ciertos escritos de Newman que han sido menos difundidos y que expresan cuidadosamente, en términos escriturísticos y patrísticos, la definición del Concilio acerca de lo que Newman habría llamado “la idea de la Iglesia”. Encontramos aquí la misma idea que Newman había descubierto, cuando aún anglicano, desde sus lecturas de los Padres griegos, quienes veían primariamente a la Iglesia como la comunión de aquellos que han recibido el don del Espíritu Santo en el bautismo. Sus definiciones están en consonancia con Lumen Gentium: “el Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo”, los miembros del pueblo de Dios que “renacen... del agua y del Espíritu Santo”, un “pueblo mesiánico en quien habita el Espíritu como en un templo”. Newman habría predicho con facilidad las consecuencias de desatender a estas visiones fundamentales y exagerar la significación de los capítulos sobre los obispos y el laicado: un excesivo énfasis galicano sobre la así llamada colegialidad, énfasis que ignora el hecho de que la Iglesia es papal tanto como episcopal, y una preocupación con el laicado que ha llevado a un laicismo, que a menudo ha tomado el lugar del viejo clericalismo. Humanitas 2013, LXX, págs. 356 - 369

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PRESENTACIÓN REVISTA HUMANITAS EN NUEVA YORK, por Jaime Antúnez. A fines de enero, la American Bible Society (ABS) convocó dos conferencias con ocasión del Año de la Fe, que se realizaron en su auditorio ubicado en el centro de Nueva York. Las exposiciones fueron realizadas por el director de la revista Humanitas, Jaime Antúnez, y por el teólogo y ex vicedecano de su facultad en la Pontificia Universidad Católica de Chile, Pbro. Rodrigo Polanco. Ambas exposiciones sirvieron de marco para presentar al público neoyorquino las ediciones en idioma español e inglés de Humanitas. Mientras el Padre Rodrigo Polanco profundizó el significado del acto de fe, mostrando cómo éste no es simplemente un acto intelectual, sino que, mucho más hondamente, implica toda la existencia del creyente, Antúnez dictó la conferencia que se reproduce en estas páginas tomando como hilo conductor el pensamiento del teólogo y antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger —hoy Pontífice emérito Benedicto XVI—, para hacer un repaso y análisis de distintos momentos signific ativos, que van desde la convocatoria del Concilio por el Beato papa Juan XXIII al presente Año de la Fe. Humanitas 2013, LXX, págs. 370 - 383. Notas JÉRÔME LEJEUNE Y LA ENFERMEDAD DE DOWN, por Juan de Dios Vial Correa. Se recuerdan en estas páginas la figura del doctor Lejeune y las circunstancias que rodearon sus descubrimientos sobre la enfermedad de Down, que constituyeron grandes adelantos para la medicina y, a la vez, una contribución al tema siempre actual de la defensa de la vida humana.

INFLUENCIA DE MARITAIN EN EL CONCILIO VATICANO II, por Sergio Fernández Aguayo. El pensamiento de Jacques Maritain, laico converso a la fe católica, ha inspirado en el tiempo la reflexión sobre los grandes desafíos que la humanidad enfrenta en el mundo contemporáneo. Aunque fue considerado “sospechoso para los teólogos, porque era filósofo, y para los filósofos, porque su filosofía tenía en cuenta las cosas de la fe”, recibió un amplio reconocimiento e influyó en el Concilio Vaticano II, cuyo 50 aniversario celebramos. CONCILIO Y NUEVA EVANGELIZACIÓN, por Carl Anderson. En la clausura del Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI expresó su esperanza en la influencia del mismo en la vida de la Iglesia: “Que surja una nueva chispa de caridad divina en nuestros corazones, una chispa que avive los principios, la doctrina y las propuestas que ha organizado el Concilio y que, inflamados así por la caridad, realmente produzcamos en la Iglesia y en el mundo esa renovación de los pensamientos, las actividades, la conducta, la fuerza moral, la esperanza y la alegría que ha constituido el objetivo del mismo Concilio”. La experiencia de cincuenta años desde este magno evento aporta un nuevo elemento a estas palabras: la forma en que se recibió el mensaje del Concilio en el tiempo, desde la perspectiva de dos grandes pontífices cuya intención ha sido implementar sus “principios, doctrinas y propuestas”. Humanitas 2013, LXX, págs. 384 - 398. Libros “El Jesuita. La historia de Francisco, el Papa argentino” por Francesca Ambrogetti y Sergio Rubín (Sergio Vergara Editor); “Amare nella differenza” por Sergio Belinardelli y Livio Melina (Librería Editrice Vaticana); “Nunca me he sentido solo” por Joseph Ratzinger-Benedicto XVI (Editorial Romana); “Nell’ Anno della fede” por Joseph Ratzinger-Benedicto XVI (Librería Editrice Vaticana); “Mi Cristiandad” por Joseph Ratzinger- Benedicto XVI (Editorial Planeta); “Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo” por Juan Donoso Cortés (Homo Legens); “Epigramas” por Tomás Moro (Ediciones Rialp); “La democracia en Aristóteles. Los orígenes del régimen republicano” por Oscar Godoy Arcaya (Ediciones Universidad Católica de Chile); “Oráculos de la ciencia” por Karl Giberson y Mariano Artigas (Ediciones Encuentro); “Por Europa” por Robert Schuman (Ediciones Encuentro); “La sfida dell´unità i carisma e la Trinità” por Marc Ouellet (Le Cattedrale di Sophia- Città Nuova); “Iban a la muerte como a una fiesta” por Plácido M. Gil Imirizaldu (Ediciones Encuentro); “Un adolescente en la retaguardia. Memorias de la guerra civil 1936-39” por Plácido M. Gil Imirizaldu (Ediciones Encuentro); “Hacia la luz” por Raúl Irarrázabal (Ediciones Universidad Católica de Chile); “Curso de Metafísica” por Juan Antonio Widow (Globo Editores); “Agustín de Hipona” por Cristoph Horn (Colección IES); “El cuento tradicional chileno. Estudio estético y antropológico. Antología esencial” por Fidel Sepúlveda Llanos (Ediciones Universidad Católica de Chile). Humanitas 2013, LXX, págs. 474 - 498

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Como un huracán del Espíritu Santo "El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres" (Ps. 125)

S

in que mediase ningún signo previo, la Iglesia católica y el mundo entero ha presenciado,

a partir de la renuncia al pontificado romano de S.S. Benedicto XVI el 11 de febrero pasado (ver pp. 270 a 313 en esta edición) —y en un plazo de pocas semanas— el desencadenarse de una procesión de hechos magnos, como en una especie de súbito huracán del Espíritu Santo.

I. El primer papa latinoamericano, un padre jesuita La elección el día 13 de marzo del arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge Mario Ber-

goglio, sacerdote de la Compañía de Jesús, como primer Pontífice Romano que proviene de

nuestro continente —pasada la primera sorpresa que golpeó a tirios y troyanos— comenzó en seguida a constituirse en un reencuentro de la cristiandad iberoamericana con una voz

entrañable y conocida: la de quien le entregó el Evangelio a través de una siembra de siglos,

hasta hacer de este subcontinente, como lo dijo la Conferencia de Puebla, una cultura de sustrato católico. Desde su aparición en el balcón de la basílica de San Pedro, a través de sus

gestos y palabras en aquel expectante momento y en los días sucesivos, podemos decir que la Iglesia que peregrina en esta parte del mundo ha sentido de nuevo en los oídos del alma una voz, la del Padre Bergoglio, en la que resuenan los saludables y añorados ecos de los padres

Pedro Claver, José de Anchieta, Ruiz de Montoya y demás misioneros jesuitas del Guayrá en Paraguay, de Chiquitos en Bolivia, de California en el norte y de Chiloé en el sur de América, de los que evangelizaron y murieron por la fe en Canadá, y Brasil, en Nahuelhuapi y Elicura,

por no decir la de nuestro Alberto Hurtado Cruchaga, grandes apóstoles de la familia religiosa fundada por San Ignacio —y en la que sirvió Francisco Xavier— que proveyeron su ADN

a esta raza. Una entrega del Evangelio, ha explicado el mismo Padre Bergoglio en sus Meditaciones para religiosos (1982), “sin racionalismos ni ingenuidades sino con una fuerte

apoyatura intelectual armonizada con la fidelidad a la Revelación y al Magisterio”, muy lejos

por lo tanto de otras voces “no exentas de indiscreto vanguardismo”, como las que obligaron a Juan Pablo II a manifestar fuertes reservas a sus hermanos de orden.

H 220

HUMANITAS Nº 70 pp. 220 - 229


EDITORIAL «Francisco sostiene la Basílica de San Juan de Letrán». Fresco del Giotto (Asís).

H 221


Se sabe, y se ha comentado repetidas veces desde su elección en el Cónclave de marzo,

que el Cardenal Bergoglio tuvo fundamental participación en la redacción del Documento

de Aparecida, carta magna en materia de Doctrina Social de la Iglesia para Latinoamérica

y nuevo empuje a la evangelización del Continente. Dos meses después de concluida dicha Conferencia, el entonces arzobispo de Buenos Aires autorizó a Humanitas la traducción y

edición de un trabajo suyo presentado en Italia por la Pontificia Universidad Lateranense

—“Buscar el camino hacia el futuro, llevando la memoria de las raíces”— que reconocía ser un resumen de su magisterio como cabeza de la principal arquidiócesis argentina, y que al

comienzo de este número reproducimos de nuevo como homenaje al Papa Francisco. Inmediatamente se descubre en sus líneas un claro y profundo desarrollo de la doctrina relativa

a la “subjetividad del individuo”, expuesta por Juan Pablo II en la encíclica Centesimus

Annus, que el autor recoge también, de manera muy explícita, en su libro Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro (1998). Su crítica al socialismo real se traspone ciertamente

a todos los mecanicismos que reducen en su humanidad al hombre contemporáneo, según se desprende de la premisa principal: “La negación de Dios priva del valor supremo, del

fundamento esencial a la persona y la induce a organizar el orden social prescindiendo de

la dignidad y responsabilidad que debe asumir. Este ateísmo que se pregona tiene íntima

relación con el racionalismo iluminista, en el que la concepción de la realidad del hombre se traduce en forma totalmente mecanicista”.

Para esta América morena, azotada por múltiples vendavales que colocan en juego seria-

mente su identidad más profunda, el huracán del Espíritu que lleva a la cátedra de Pedro a un obispo nacido en Argentina —nación a tantos títulos fuertemente representativa de lo mejor de la identidad latinoamericana— repone de inmediato, en todas nuestras poblacio-

nes, el muchas veces desvaído vínculo nutricio con la sede de Roma. La sola consideración, por ejemplo, de que el sucesor de san Pedro conoce desde su interior lo que ha llamado, con respecto a Buenos Aires, las oscuras nuevas formas de “esclavitud” en que viven millones de personas en las grandes urbes continentales, otorga sin duda una fuerte luz de esperanza en medio de ese duro exilio, que fortalece la fe católica de estos pueblos.

Su presencia en Roma y su cercano acompañamiento de las realidades continentales

constituye por su parte un aviso a las dirigencias políticas, sociales y económicas latinoame-

ricanas, en la dirección de lo expresado por Benedicto XVI en el n°3 de la encíclica Caritas

in veritate a propósito del “fideísmo”. En el clima de pragmático antiintelectualismo que invade a estos sectores, donde cunde la ignorancia respecto de las categorías esenciales de

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EDITORIAL Iglesia San Javier en las Misiones Jesuitas, de Chiquitos, Bolivia.

una cultura humanista —en particular la cristiana— vale pues la pena una pronta autointerpelación: ¿será posible sostener por mucho tiempo más la fe católica en un esquema

apenas devocional, ajeno a veces casi por completo, en la realidad práctica, a las categorías propias de la cultura cristiana en temas de derecho a la vida, de familia, de justicia equitativa y distributiva, por mencionar sólo algunos?

La libertad con que obraron siempre ante los poderes del mundo los santos sacerdotes y

misioneros jesuitas, antecesores del ahora Papa Bergoglio; la libertad con que asimismo él obró como arzobispo ante dichos poderes, aquella con la que también se ha expresado desde un primer

momento para decir que la Iglesia no es una ONG y que se centra, ora y sirve a Jesucristo, su Señor, o cae en la mundanidad que es terreno del padre de las tinieblas —palabras en que

resuena el tan silenciado discurso de las “dos banderas” de San Ignacio—, configura un mensaje que puede recogerse o quizá presumirse que no se escucha, pero que es inequívoco: la Iglesia es de Jesucristo y ni siquiera lo es de Pedro, como recordó Benedicto XVI después de renunciar, por lo que las reformas y renovaciones a que apelan tantas voces ajenas a ella, sólo pueden apuntar y tener por respuesta una creciente fidelidad al Evangelio, a la milenaria enseñanza de la Iglesia y al fervor apostólico en orden a la transmisión de la fe católica.

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II. El Pontífice de la Iglesia universal El nuevo pontífice ha sido el primero en dos mil años que adopta el nombre de Francisco,

elección relevante y llena de significado simbólico si se piensa que el santo de Asís es, en el

consenso universal de los fieles, quien más lejos llevó la sequela Christi, llegando a parecerse al Señor incluso físicamente, también por sus estigmas. La imagen suya que lega la historia

es la de quien, en plena revolución cultural del siglo XII, sustenta la fe católica a través de su

santidad y ruptura con el mundo, pero siempre desde la Iglesia —como lo subrayó Benedicto XVI— y en plena fidelidad a los pontífices Inocencio III y Honorio III, quien aprueba las

constituciones de la orden franciscana. Un conocido fresco del Giotto nos muestra hoy el sueño del papa Inocencio que ve a Francisco sosteniendo los muros de la basílica lateranense que

amenaza ruina, reflejo del estado general de la sociedad de su tiempo. El nombre de Francisco

nos recuerda, pues, la envergadura de la crisis contemporánea y el deber frente a ella de quien porta el don de la fe, precisamente el apremiante llamado realizado por Benedicto XVI en la

Carta Apostólica Porta fidei, con la que convoca al Año de la Fe, el que habrá de concluir en la festividad de Cristo Rey del Universo, en noviembre próximo. No todos, entre tanto, entienden esto de igual manera. También al tenor de las interpretaciones de dudoso origen que propala la prensa mundial

—como sucedió durante el Concilio, con alto riesgo de confusión para los fieles— muchas de las palabras que escuchamos con insistente frecuencia para caracterizar el momento actual

de la Iglesia y el inicio de un nuevo pontificado —renovación, transparencia, modernización,

etc.— se insertan emocionalmente en una dinámica de cambio, sobre todo rupturista, el de la “hermenéutica de la ruptura”, en nada distinta de aquella que denunciara Benedicto XVI en

su discurso anual a la Curia el año 2005, contrastándola con la “hermenéutica de la reforma en continuidad”, camino apropiado para seguir adelante con la tarea del Vaticano II, que precisamente el Año de la Fe viene a conmemorar.

Observado en la perspectiva de los fenómenos de larga duración, este conmocionante

momento que ha vivido la Iglesia al comenzar el año 2013 debería entre tanto apreciarse, sobre

todo, como otro episodio de su largo diálogo con la modernidad. Dicha dialéctica arranca, más explícitamente, de la primera mitad del siglo XIX, con el papado de Gregorio XVI y la encíclica Mirari vos. Liberalismo, positivismo, fideísmo y muchos otros ismos que fluyen del iluminismo agnóstico o ateo fueron abordados en toda su hondura y complejidad por el

magisterio de ese pontífice, como lo harían luego, en línea de continuidad, el beato Pío IX,

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EDITORIAL El sueño del papa Inocencio III: “Éste vio en sueños que la Basílica de San Juan de Letrán, la iglesia madre de todas las iglesias, está derrumbándose y que un religioso pequeño e insignificante apuntala con sus hombros a la iglesia para que no caiga. Es interesante notar, por una parte, que no es el Papa el que ayuda para que la Iglesia no caiga, sino un religioso pequeño e insignificante, que el Papa reconoce en Francisco cuando éste le visita. (…) es importante observar que san Francisco no renueva la Iglesia sin o contra el Papa, sino en comunión con él”. (Benedicto XVI: San Francisco de Asís, el “icono vivo” de Jesús Audiencia General del 27 de enero de 2010). [Fresco del Giotto, Asís].

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León XIII, san Pío X y una sucesión ininterrumpida de papas hasta hoy, sin dar lugar a una modificación en los criterios de fondo. Cambios los hubo, ciertamente, derivados de las

circunstancias que acompañan el período histórico en que se desarrolla ese debate: diferentes

serán, por ejemplo, las circunstancias condicionantes del mismo durante la guerra de la unificación italiana que implicará la pérdida de los Estados Pontificios por parte de Pío IX, de aquellas otras predominantes en el contexto del ralliement de León XIII o de la posguerra

mundial y el Concilio Vaticano II. No obstante, si bien los modos se transforman conforme

a las distintas situaciones, la cuestión de fondo permanece la misma. Prueba muy elocuente de esa permanencia la vemos, por ejemplo, cuando se atiende a lo apuntado por Joseph

Ratzinger en el sentido de que el “modernismo” teológico, que tan arduamente debió com-

batir san Pío X en la primera década del siglo XX, se sumerge entonces y reaparece más tarde en la crisis del postconcilio, en los años sesenta y setenta, debiendo Juan Pablo II y Benedicto

XVI acometer la tarea de clarificar la verdad comprometida por sus errores (cfr.”Situación

actual de la fe y de la teología”, por Joseph Card. Ratzinger, en Humanitas n°6, abril-junio 1997 p.280; y en Humanitas edición especial Habemus Papam, mayo 2005, p.30).

Con todo, pero en un sentido bien diferente del que se hace creer a través de los medios

de comunicación masivos, el actual momento podría también constituir, a su modo, un hito

cualitativa y decididamente nuevo, distinto y tal vez hasta distante de aquel centenario pro-

ceso dialéctico entre Iglesia y modernidad. Lo podemos visualizar si sopesamos, por ejemplo,

la envergadura de la tarea desarrollada en la Europa de fin del siglo XX y comienzos del XXI, a través de 34 años, por los dos últimos papas. Primero por el beato papa Juan Pablo

II, cuyo largo y magno pontificado dio honda consistencia antropológica a ese continuum magisterial de más de un siglo —fortalecido y enriquecido ya entonces con nuevas catego-

rías de análisis entregadas por el Concilio— transformándose él, primer Papa polaco, en la piedra angular de un mundo que dejó atrás 75 años de comunismo, principalmente en

Europa. Luego, por Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, uno de los teólogos más eminentes

de su siglo, cuyo recorrido no omitió ninguno de los principales areópagos del orbe contemporáneo, iluminando desde allí a todos los responsables del gobierno de los pueblos, con argumentos siempre fuertes, nacidos de una amplitud del “Logos” a la que nunca se cansó

de convidar y de la que siempre dio vivo y personal testimonio. Bastaría a la luz de esto, y tan sólo considerándolos a ellos, concluir que a lo largo de las tres gravitantes décadas que

abarca su período, muy difícilmente pudo estar el orden natural y divino mejor ilustrado, lo cual de suyo reivindica la gloria de Dios.

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EDITORIAL

No obstante lo arriba señalado, y paradójicamente, el tiempo transcurrido en ese casi cuarto

de siglo que va de la caída del Muro de Berlín hasta hoy —período coincidente con el despliegue magisterial referido— muestra también a los ojos de cualquier observador, en su dinámica social y moral, un espacio que en realidad ha sido más devastador para la fe de los pueblos

cristianos de Occidente, que lo que fueran 75 años de opresión comunista en Rusia y otras

partes del planeta, incluso considerados los perniciosos efectos que su desafío significó para la

libertad religiosa, cultural y política de muchos pueblos de la tierra. Pareciera así, fijando la

mirada en el orden causal inmediato, que dada la dureza de las posiciones ideológicas de sesgo anticristiano adoptadas hoy por los establishment mediático y político del primer mundo –donde

remedando “al acusador” se pretende que la Iglesia esté siempre sentada en el banquillo y tenga que dar justificación de su existir— se haría de momento inoficioso continuar en aquel más que

centenario debate. El sesgo militantemente radical de ciertas esferas dirigentes laicistas implica

a menudo que éstas ya no den atención a un diálogo de fondo acerca de lo que sea realmente la

modernidad. (cfr. “Benedicto XVI, el papa de la modernidad”, pp. 272 - 275). Debilitado en sus fuerza demográfica —cuando otrora fue un surto inagotable de reclutamiento en todo orden

de actividades—, en la actualidad ese mundo desarrollado mira además, sin saber bien qué hacer, una invasión poblacional y cultural proveniente de Latinoamérica, de África y de Asia,

que en el primer caso el escritor norteamericano Samuel Huntington calificó de “reconquista”,

pero que de cualquier modo va a camino de un mestizaje de civilizaciones, cuyo futuro abre interrogantes de muy diverso tipo, incluso religiosos, sin duda también con aspectos positivos. He aquí entonces que, mientras la Iglesia se empeñaba por más de siglo y medio en de-

sarrollar y actualizar siempre su magisterio para iluminar los desafíos de un orbe que se

enriquecía materialmente pero que reducía cada vez más su horizonte espiritual –contribuyendo a este dramático contraste dos cataclismos de dimensiones jamás conocidas, como las dos guerras mundiales con sus causas y secuelas ideológicas—,otros espacios geográficos

florecían a su alero o maduraban antiguas siembras. Es el caso de África, por lo primero, y de América, por lo segundo.

Habría así, por estas vías, llegado el momento preparado por la Providencia para la elección

del primer sucesor del apóstol Pedro proveniente de tierras iberoamericanas. ¡Con qué fuerza profética resuenan en este sentido las palabras del beato Juan Pablo II al arribar en 1992 a

Santo Domingo, para inaugurar la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano: “El 12 de octubre de 1492 es una de las fechas más importantes en la historia de la humanidad”! (cfr. “La Fe de América”, editorial Humanitas n° 68, octubre – diciembre 2012).

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Abrazo de San Francisco y Santo Domingo. Pintura sobre tabla. Museo de Santiago, Paraguay.

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EDITORIAL

III. Sentire cum Ecclesiae Con el transcurrir de los días y las semanas el pueblo cristiano va modulando en el lenguaje

comunicacional de la sociedad global, la imagen hasta ahora poco conocida de su pastor. Se cruzan de norte a sur y de este a oeste del planeta diversas figuras, textos e impresiones que buscan, en un genuino sentire cum Ecclesiae, entender desde la fe los signos del momento que se vive.

Para unos, los tres pontífices que ha regalado Dios a su Iglesia representan, cada cual, una de

las virtudes teologales: Juan Pablo II la esperanza, Benedicto XVI la fe, Francisco la caridad. Para otros, la Iglesia ha encontrado su carta de navegación en las agitadas aguas de este

nuevo milenio, acudiendo a la inspiración que le entregan dos de sus carismas más queridos

y más relevantes en la historia, ambos de hondo sentido fundacional. San Benito, primero, con su orante contemplación y su labora que dispone la tierra para que broten los frutos, y se transmitan la fe y la sabiduría que otorgan los cimientos a una civilización. Luego, san

Francisco, cuyo testimonio kerygmatico de amor a Dios y a las criaturas, sostiene a la Iglesia y afianza la fe de los pueblos en medio de la turbulencia y la crisis.

Todo parece indicar que después de la inmensa tarea de profundización en las doctrinas del

Concilio Vaticano II llevadas adelante por sus inmediatos antecesores, con el Papa Francisco ha soplado la hora del kerygma. En el afecto filial y en la oración nos unimos a él corde

magno et animo volente, llenos de entusiasmo con sus gestos y palabras. Estos, como

en Francesco, el icono del que tomó su nombre, trasuntan siempre un hondo amor a todo el espectro de la creación, en cuyo corazón figura el hombre, misterio que, como enseñó el

Concilio, “solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado”, Jesucristo, centro del cosmos y de la historia (cfr. Juan Pablo II, encíclica Redemptor hominis n° 1 y 8).

Santiago de Chile, viernes 19 de abril de 2013. A un mes del solemne inicio del pontificado de S.S. Francisco

JAIME ANTÚNEZ ALDUNATE Director Revista HUMANITAS

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13 marzo 2013

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Papa Francisco

Habemus Papam Franciscum A las 20:12 —cincuenta y cuatro minutos después de la aparición de una espesa «fumata» blanca a las 19:06— el Cardenal Protodiácono, Jean-Louis Tauran, dio el anuncio a las gentes desde la «loggia» o balcón de la Bendición de la basílica vaticana, con estas palabras:

ANNUNTIO VOBIS GAUDIUM MAGNUM, HABEMUS PAPAM: Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum Georgium Marium Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardinalem Bergoglio qui sibi nomen imposuit Franciscum

HUMANITAS Nº 70 pp. 230 - 269

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BENDICIÓN APOSTÓLICA URBI ET ORBI Hermanos y hermanas, buenas tardes. Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja. (Padre nuestro. Ave María. Gloria al Padre). Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, os pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para que el Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí.... Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descanséis.

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Balcón central de la Basílica Vaticana. Miércoles 13 de marzo de 2013.


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14 marzo 2013

“Caminar, construir, confesar, siempre con la cruz de Cristo” Palabras del Santo Padre Francisco en la Santa Misa Pro Ecclesia con los 114 cardenales electores y los conclavistas, celebrada el 14 de marzo a las 17:00 en la Capilla Sixtina. La primera lectura ha sido el cántico del profeta Isaías que comienza con las palabras “Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor” y prosigue con las célebres frases: “Será el árbitro de las naciones, el juez de los pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra”. Después, se ha leído la primera Carta de San Pedro dedicada al sacerdocio común de los fieles que dice: “También vosotros, como piedras vivas, sois edificados como edificio espiritual para un sacerdocio santo” y exhorta a ser “linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido en propiedad, para que pregonéis las maravillas de Aquel que os llamó de las tinieblas a su admirable luz”. El Evangelio ha sido el relato que de la Confesión de Pedro hace San Mateo, cuando Cristo pregunta a los discípulos: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo? y a la respuesta de Pedro:

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Papa Francisco

“Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”, Jesús contesta: “Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. En su primera homilía como Papa y hablando en italiano, sin leer ningún texto, Francisco ha observado que las tres lecturas tienen algo en común: “el movimiento. En la primera de ellas, el movimiento es camino; en la segunda el movimiento está en la construcción de la Iglesia; en el Evangelio, el movimiento está en la confesión. Caminar, construir, confesar”. El Pontífice ha recordado que lo primero que Dios dijo a Abraham fue: “Camina en mi presencia y sé perfecto. Nuestra vida es un camino. Cuando nos detenemos, hay algo que no funciona. Caminar, siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con la perfección que Dios pide a Abraham”. “Construir —ha dicho—, Edificar la Iglesia; se habla de piedras: las piedras son consistentes; pero son piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre la piedra angular que es el Señor mismo”. “Confesar.... Podemos caminar cuanto queramos, podemos construir tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, no vale. Nos convertiríamos en una ONG filantrópica, pero no seríamos la Iglesia, esposa del Señor. Cuando no andamos, nos detenemos... retrocedemos. Cuando no se construye sobre las piedras, ¿qué pasa? Nos pasa lo mismo que a los niños cuando hacen castillos de arena en la playa: terminan cayéndose porque no tienen consistencia”. Y, citando a León Bloy, el Santo Padre ha afirmado: “El que no reza al Señor, reza al diablo”, porque “cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del demonio”. “Caminar, edificar, construir, confesar. Pero no es tan fácil, porque cuando se camina, se construye, se confiesa, a veces hay sacudidas, hay tirones, que no son movimientos propios del camino porque nos hacen retroceder”. En el Evangelio, ha proseguido el Papa, “incluso Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: “Tú eres Cristo, el hijo de Dios vivo. Yo te sigo, pero no hablemos de la Cruz. Es algo que no tiene nada que ver... Te sigo, sin la Cruz”. Pero “cuando caminamos sin la Cruz, cuando construimos sin la Cruz y cuando confesamos a un Cristo sin la Cruz... no somos discípulos del Señor: somos mundanos; somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor”. “Y yo quisiera que todos, después de estos días de gracia, tengamos el valor; sí, el valor, de caminar en presencia del Señor, con la Cruz del Señor, de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor que se derramó en la Cruz; y de confesar la única gloria: a Cristo crucificado. Y así, la Iglesia irá hacia delante. Deseo para todos nosotros que el Espíritu Santo y la oración de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo”.

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15 marzo 2013

“Como el buen vino, que mejora con los años, nosotros ancianos, demos a los jóvenes la sabiduría de la vida” Encuentro del Santo Padre Francisco con todos los miembros del Sacro Colegio, electores y no electores, en la Sala Clementina. “Valor, hermanos: Probablemente la mitad de nosotros está en la vejez. Y la vejez, se dice, es la sede de la sabiduría de la vida. Los viejos tienen la sabiduría que les da el haber caminado mucho. Como los ancianos Simeón y Ana en el templo cuya sabiduría les hizo reconocer a Jesús. Demos esta sabiduría a los jóvenes: como el buen vino, que con los años se vuelve todavía mejor, demos a los jóvenes la sabiduría de la vida”. Así habló el Papa Francisco a los cardenales en su primer encuentro con todos los miembros del Sacro Colegio, electores y no electores, en la Sala Clementina. El pontífice improvisó varias veces durante su discurso, como cuando ha informado a los purpurados de que uno de ellos, el cardenal Jorge Mejía, había tenido un infarto y estaba ingresado en una clínica romana. “Su salud es estable —ha dicho— y manda saludos para todos”. El Papa había escuchado antes las palabras de saludo, en nombre de todos los miembros del Colegio cardenalicio, del Decano, Angelo Sodano: “Demos

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Papa Francisco

gracias a Dios Nuestro Señor. Es la invitación litúrgica que nosotros, los Padres Cardenales, nos dirigimos recíprocamente, entre los “seniores” y los “juniores”, para agradecer al Señor el don que ha hecho a su Santa Iglesia dándole un nuevo Pastor... Sepa, Santo Padre, que todos nosotros, sus cardenales, estamos a su entera disposición buscando formar con Usted el Cenáculo Apostólico de la Iglesia naciente, el cenáculo de Pentecostés. Procuraremos mantener ‘la mente abierta y el corazón creyente’ como Usted ha escrito en su Libro de Meditaciones." En su discurso, el Papa Francisco ha afirmado que el encuentro quería ser “casi una prolongación de la intensa comunión eclesial”, experimentada durante el Cónclave. “Animados por un profundo sentido de responsabilidad y alentados por un gran amor por Cristo y por su Iglesia —ha recordado— hemos rezado juntos, compartiendo fraternalmente nuestros sentimientos, nuestras experiencias y reflexiones. En este clima de gran cordialidad han crecido el conocimiento y la apertura mutuas”. Y, de nuevo improvisando, ha añadido que esos sentimientos eran “buenos porque somos hermanos. Algunos me han dicho que los cardenales son los sacerdotes del Santo Padre y yo creo que la cercanía y la amistad nos sentarán bien a todos“. “Precisamente la cercanía y la apertura nos han facilitado la docilidad a la acción del Espíritu Santo, el Paráclito, el protagonista supremo de toda iniciativa y manifestación de fe”. Y de nuevo, dejando los papeles del discurso, ha añadido: “Es curioso: yo pienso que el Paráclito da todas las diferencias en las Iglesias y parece como si fuera un apóstol de Babel. Pero, por otra parte, es eso lo que forma la unidad de estas diferencias no en la homogeneidad, sino en la armonía. Me acuerdo de un Padre de la Iglesia que lo definía así: “Ipse harmonia est”. Este Paráclito que nos da, a cada uno, carismas diversos, nos une en esta comunidad de Iglesia que adora al Padre, al Hijo y a él, al Espíritu Santo”. El Santo Padre recordó el período del Cónclave, “lleno de significado no solo para el Colegio Cardenalicio, sino para todos los fieles. En estos días hemos sentido muy de cerca el afecto y la solidaridad de la Iglesia universal y también el interés de tantas personas que, incluso sin compartir nuestra fe, miran con respeto y admiración a la Santa Sede”. Asimismo expresó su agradecimiento a todos los cardenales por su cooperación en la guía de la Iglesia durante la Sede Vacante, desde el cardenal Angelo Sodano, Decano del Colegio Cardenalicio, al Camarlengo, cardenal Tarcisio Bertone, y al cardenal Giovanni Battista Re, “que ha sido —ha dicho el Papa— nuestro jefe en el Cónclave”. “Pienso con profundo afecto y con gratitud en mi venerado predecesor, Benedicto XVI, que en estos años de pontificado ha enriquecido y vigorizado a la Iglesia con su magisterio, su bondad, su guía, su fe, su humildad y su mansedumbre que permanecen como patrimonio espiritual para todos”. Y ha señalado que “como tantas veces, con sus enseñanzas y, por último, con su gesto valeroso y humilde, nos ha recordado Benedicto XVI, es Cristo el que guía a la Iglesia por medio de su Espíritu. El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, con su fuerza que vivifica y une hace un solo cuerpo de muchos: el Cuerpo místico de Cristo”.

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“No cedamos nunca al pesimismo, a la amargura que el diablo nos propone cada día —exclamó—, no cedamos al desaliento. Tenemos la firme certeza de que el Espíritu Santo da a la Iglesia, con su hálito potente, el valor de perseverar y también de buscar nuevos métodos de evangelización, para llevar el Evangelio hasta los extremos confines de la tierra. La verdad cristiana es atrayente y persuasiva porque responde al deseo profundo de la existencia humana anunciando de forma convincente que Cristo es el único Salvador de toda la persona y de todos los seres humanos. Este anuncio es tan válido hoy como lo fue al principio del cristianismo, cuando tuvo lugar la gran expansión misionera del Evangelio”. “Ahora volveréis a vuestras sedes para continuar con vuestro ministerio enriquecidos por la experiencia de estos días, tan cargados de fe y de comunión eclesial. Esa experiencia, única e incomparable, nos ha permitido comprender en profundidad la belleza de la realidad eclesial, que es un reflejo del esplendor de Cristo resucitado: Un día miraremos el hermoso rostro de Cristo resucitado”.

16 marzo 2013 Apartes del discurso del Santo Padre ante la prensa mundial

Comunicar Verdad, Bondad y Belleza

“Vaya un agradecimiento especial a quienes han sido capaces de observar y presentar estos eventos de la historia de la Iglesia, teniendo en cuenta la perspectiva más justa en la cual deben ser leídos, en aquella de la fe. Los acontecimientos de la historia casi siempre exigen una lectura compleja, que a veces también puede incluir la dimensión de la fe. ¡Los acontecimientos eclesiales no son ciertamente más complicados que los políticos o económicos! Ellos, sin embargo, tienen unas características de fondo particulares: responden a una lógica que no es principalmente aquella de las categorías, por así decirlo, mundanas, y es por esta razón que no es fácil interpretarlas y comunicarlas a un público amplio y variado. La Iglesia, de hecho, al ser sin duda también una institución humana, histórica, con todo lo que conlleva, no tiene una naturaleza política, sino esencialmente espiritual: es el Pueblo de Dios, el Santo Pueblo de Dios, que camina hacia el encuentro con Jesucristo. Solo poniéndose en esta perspectiva, se puede tener plenamente sentido sobre cómo actúa la Iglesia católica. Cristo es el Pastor de la Iglesia, pero su presencia en la historia pasa a través de la libertad de los hombres: entre estos, uno viene elegido para servir como su Vicario, Sucesor del Apóstol Pedro, pero Cristo es el centro, no el Sucesor de Pedro: es Cristo. Cristo es la referencia fundamental, el corazón de la Iglesia. Sin Él, Pedro y la Iglesia no existirían ni tendrían razón de ser. Como ha dicho en varias ocasiones Benedicto XVI, Cristo está presente y conduce a su Iglesia. En

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Papa Francisco En el Aula Pablo VI, ante los seis mil profesionales de la comunicación que trabajan en la Santa Sede, así como a periodistas y comunicadores sociales que cubrieron el inicio del pontificado. 16 marzo 2013.

todo lo que sucede, el protagonista es, en última instancia, el Espíritu Santo. Él ha inspirado la decisión de Benedicto XVI por el bien de la Iglesia; Él ha dirigido en la oración y en la elección a los cardenales. Es importante, queridos amigos, tomar en cuenta este horizonte interpretativo, esta hermenéutica, para centrarse en el corazón de los acontecimientos de estos días. De aquí nace un renovado y sincero agradecimiento por los esfuerzos de estos días particularmente difíciles, pero también una invitación a conocer más y más la verdadera naturaleza de la Iglesia, y también su camino en el mundo, con sus virtudes y sus pecados, y conocer las motivaciones espirituales que la guían y que son los más auténticos para entenderla. Tengan la seguridad de que la Iglesia, por su parte, reserva una gran atención a su valioso trabajo; ustedes tienen la capacidad de recoger y expresar las expectativas y las exigencias de nuestro tiempo, de proporcionar los elementos para una lectura de la realidad. Su trabajo requiere estudio, sensibilidad, experiencia, al igual que muchas otras profesiones, pero implica una especial atención de frente a la verdad, a la bondad y a la belleza; y esto nos hace especialmente cercanos, porque la Iglesia existe para comunicar justamente esto: la Verdad, la Bondad y la Belleza «en persona». Debe verse claramente que estamos todos llamados, no a comunicarnos a nosotros mismos, sino esta tríada existencial que conforman la verdad, la bondad y la belleza”.

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17 marzo 2013

«Si Dios no perdonase todo, el mundo no existiría» Palabras del Papa Francisco a las cerca de 200.000 personas reunidas en la Plaza de San Pedro para el rezo del primer Ángelus. “Hermanos y hermanas, buenos días. ¡Después de la primera reunión del miércoles pasado, hoy de nuevo puedo saludar a todos! ¡Y estoy feliz de hacerlo en domingo, en el día del Señor! Esto es hermoso e importante para nosotros, cristianos, reunirnos el domingo, saludarnos, hablarnos como ahora aquí, en la plaza. Una plaza que, gracias a los medios de comunicación, tiene la dimensión del mundo. En este quinto domingo de Cuaresma, el Evangelio nos presenta el episodio de la mujer adúltera, a la que Jesús salvó de la condena a muerte. Nos conmueve la actitud de Jesús: no escuchamos palabras de desprecio, no escuchamos palabras de condena, sino sólo palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión. «Tampoco yo te condeno. ¡Vete y ya no vuelvas a pecar!» ¡Oh, hermanos y hermanas, el rostro de Dios es el de un padre misericordioso, que siempre tiene paciencia! ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros? ¡Eh, esa es su misericordia! Siempre tiene paciencia: tiene paciencia con nosotros,

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Papa Francisco

nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si sabemos volver a Él con el corazón contrito. «Grande es la misericordia del Señor». Luego continuó: “En estos días, he podido leer un libro de un cardenal ­— el Cardenal Kasper, un teólogo muy competente, ¿eh?, un buen teólogo— sobre la misericordia. Y me ha hecho mucho bien ese libro, pero no penséis que hago publicidad a los libros de mis cardenales, ¿eh? No es así, pero me ha hecho tanto bien, tanto bien... El cardenal Kasper decía que sentir misericordia, esta palabra cambia todo. Es lo mejor que podemos oír: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace el mundo menos frío y más justo. Necesitamos entender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso, que tiene tanta paciencia... Recordemos al profeta Isaías, que afirma que aunque nuestros pecados fuesen color rojo escarlata, el amor de Dios los convertirá en blancos como la nieve”. A continuación comentó: “¡Es hermoso, lo de la misericordia! Recuerdo, cuando apenas era obispo, en 1992, llegó a Buenos Aires la Virgen de Fátima y se hizo una gran misa para los enfermos. Fui a confesar, a aquella misa. Y casi al final de la misa me levanté porque tenía que administrar una confirmación. Vino hacia mí una mujer anciana, humilde, muy humilde, de más de ochenta años. La miré y le dije: «Abuela —porque allí llamamos así a los ancianos—abuela, ¿se quiere confesar?» «Sí», me dijo. «Pero si usted no ha pecado...» Y ella me dijo: «Todos tenemos pecados»... «Pero el Señor ¿no la perdona?» «El Señor perdona todo», me dijo, segura. «Pero, ¿cómo lo sabe usted, señora?». «Si el Señor no perdonase todo, el mundo no existiría». Me entraron ganas de preguntarle: «Dígame, señora, usted ha estudiado en la Universidad Gregoriana?», porque esa es la sabiduría que da el Espíritu Santo: sabiduría interior de la misericordia de Dios. No olvidemos esta palabra: ¡Dios nunca se cansa de perdonarnos, nunca!”. El Papa, poniéndose en el lugar del sacerdote, ha improvisado un diálogo: «Entonces, padre, ¿cuál es el problema?». «Bueno, el problema es que nosotros nos cansamos de pedir perdón! Pero Él nunca se cansa de perdonar; somos nosotros los que , a veces, nos cansamos de pedir perdón. Y no tenemos que cansarnos nunca, nunca. Él es el Padre amoroso que perdona siempre y cuyo corazón está lleno de misericordia para todos nosotros. Tenemos que aprender a ser más misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen María, que ha tenido en sus brazos a la Misericordia de Dios hecho hombre».

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19 marzo 2013

Inicio del ministerio petrino del obispo de Roma

Santa misa, imposición del palio y entrega del anillo del pescador Homilía del Santo Padre Francisco en Plaza de San Pedro el martes 19 de marzo de 2013. Solemnidad de San José Queridos hermanos y hermanas Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la solemnidad de san José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado, y es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud. Saludo con afecto a los hermanos Cardenales y Obispos, a los presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos. Agradezco por su presencia a los representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como a los representantes de la comunidad judía y otras comunidades religiosas. Dirijo un cordial saludo a los Jefes de Estado y de Gobierno, a las delegaciones oficiales de tantos países del mundo y al Cuerpo Diplomático. Hemos escuchado en el Evangelio que «José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer» (Mt 1,24). En estas palabras se encierra ya la la misión que Dios confía a José, la de ser custos, custodio. Custodio ¿de

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quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha señalado el beato Juan Pablo II: «Al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo» (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1). ¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús ¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le pidió a David, como hemos escuchado en la primera Lectura: Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu. Y José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación. Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios. Y cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen «Herodes» que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer. Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad

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en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura. Y aquí añado entonces una ulterior anotación: el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura. Hoy, junto a la fiesta de San José, celebramos el inicio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, que comporta también un poder. Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata? A las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar. En la segunda Lectura, san Pablo habla de Abraham, que «apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza» (Rm 4,18). Apoyado en la esperanza, contra toda esperanza. También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor; es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza. Y, para el creyente, para nosotros los cristianos, como Abraham, como san José, la esperanza que llevamos tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo, está fundada sobre la roca que es Dios. Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado. Imploro la intercesión de la Virgen María, de san José, de los Apóstoles san Pedro y san Pablo, de san Francisco, para que el Espíritu Santo acompañe mi ministerio, y a todos vosotros os digo: Orad por mí. Amén.

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Miles de fieles en la misa de inicio del pontificado de Francisco Aproximadamente 200.000 fieles participaron en la misa de inicio del pontificado del Papa Francisco La ceremonia de ‘inicio del ministerio del obispo de Roma’ comenzó a los pies de la tumba del apóstol San Pedro, debajo del altar central de la basílica. Allí el Papa Francisco bajó acompañado por los patriarcas y jefes de las iglesias orientales católicas, cuatro de los cuales cardenales, quienes tomaron los símbolos que el pontífice recibió durante la misa: el anillo del Pescador y el palio y el evangeliario, y se dirigieron hacia el exterior de la basílica mientras el coro entonaba las letanías Laudes Reges que piden la ayuda de los tantos papas santos. El cortejo salió a una plaza en donde la multitud los esperaba con gran entusiasmo, agitando cientos de banderas, muchas de países latinoamericanos y del país de origen del Papa Bergoglio.

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El cardenal protodiácono, Jean Louis Tauran, el mismo que anunció el habemus papam, le dio al Santo Padre el palio, la vestimenta de lana blanca con cruces rojas, el mismo que usaba Benedicto XVI. El anillo del Pescador, de plata dorada, se lo entregó el cardenal decano, Angelo Sodano. Y seis cardenales pronunciaron el “Tu es Petrus”, mientras se inclinaban ante el Papa en acto de obediencia en nombre del Colegio de Cardenales. A partir de ese momento, concluidos los ritos de inicio del pontificado, el Papa Francisco celebró la misa, en honor a san José, el santo que se festeja este 19 de marzo. Concelebraron todos los cardenales que están en Roma, los patriarcas y arzobispos orientales no cardenales, el secretario del Colegio de Cardenales y los generales religiosos: el de los franciscanos menores, Padre José Rodríguez Carballo —que es el presidente de la Unión de los Generales—, y el de los jesuitas, Padre Adolfo Nicolás Pachón, que es el vicepresidente. Unos 500 sacerdotes distribuyeron la comunión entre los miles de fieles. El Papa bendice y le pide a la multitud: “Recen por mí”. Las principales delegaciones presentes fueron: Por parte de las Iglesias y denominaciones cristianas: 33 delegaciones (14 orientales, 10 occidentales, tres organizaciones cristianas, y otros). Hay que señalar la presencia del patriarca ecuménico Bartolomé I; Catholikos armenio Karekin II de Etchmiadzin; del Metropolitano Hilarión del Patriarcado de Moscú; muchos Metropolitanos; el Arzobispo anglicano de York, John Tucker Mugabi Sentamu; el Secretario del Consejo Mundial de Iglesias, Fykse Tveit, etc. Muy importante la delegación judía (16 miembros. Representantes de la Comunidad Judía de Roma; Comités judíos internacionales; el Gran Rabinato de Israel, World Jewish Council, Anti-Defamation League). También hay delegaciones musulmanas, budistas, sikh y jainistas. Participaron también las delegaciones procedentes de 132 países. Hubo seis soberanos reinantes (Bélgica, Mónaco). 31 Jefes de Estado o de Organizaciones Internacionales (Austria, Brasil, Chile, México, Canadá, Polonia, Portugal, Unión Europea), tres Príncipes herederos (España, Holanda, Bahrein), 11 Jefes de Gobierno (Alemania, Francia, el vicepresidente de Estados Unidos) y también hay delegaciones encabezadas por primeras damas, vicepresidentes, vice-primeros ministros, presidentes del Parlamento, ministros, embajadores, otros dignatarios.

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Un iberoamericanista habla del primer Papa latinoamericano

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Guzmán Carriquiry

Firmeza y ternura. Quien conoce bien al Papa Francisco describe con estas dos palabras su carácter, que lo guiará en su ministerio también en las difíciles situaciones de gobierno que pronto tendrá que asumir para la reorganización de la Curia romana. “Será ciertamente muy libre e independiente en sus decisiones, pero tampoco actuará de manera traumática”, explica el prof. Guzmán Carriquiry, uruguayo, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, el primer laico en cubrir un encargo que normalmente estaba ligado al título de Arzobispo. Su amistad con el Arzobispo Bergoglio tiene muchos años. Una antigua amistad con él le permite confirmar que todos los gestos del nuevo pontífice no son una pose ni tienen algo de rebuscado: “No realiza gestos demagógico para proyectar una determinada imagen al mundo: él es exactamente así, como persona y como pastor, y continuará siéndolo”. —Jorge Mario Bergoglio, el primer papa latinoamericano de la historia. ¿Qué tipo de novedad expresa esta decisión del Colegio Cardenalicio? —“Ha sido escogido un argentino, un latinoamericano, ciudadano y propulsor de nuestra ‘patria grande’. Con la elección del Arzobispo de Buenos Aires, América Latina —región cada vez más emergente en la escena mundial— ha dado a la Iglesia Universal lo mejor de sí misma, ha restituido al centro del cristianismo el tesoro de la tradición católica que le llegó hace 5 siglos a través de la primera evangelización de los misioneros europeos, profundamente inculturada en la historia y en la vida de nuestros pueblos. Si en nuestras naciones hay actualmente un sano y legítimo orgullo por este hecho, las Iglesias de América Latina deben demostrarse dignas del puesto en el que las ha colocado la Providencia. Una exigencia que se puede plasmar en dos campos, entre otros: la misión continental y la solicitud apostólica universal”.

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—El primer reto de este pontificado es ciertamente el de la nueva evangelización. ¿Está listo el Papa Francisco para afrontarla con decisión? —“Ciertamente. Buenos Aires, la gran Diócesis de la que fue Arzobispo hasta hace pocos días, es una ciudad cosmopolita gigantesca, la más atenta a las corrientes del pensamiento europeo, con la mayor densidad intelectual y cultural de América Latina. Ha sido también teatro de uno de los más grandes movimientos nacionales y populares de inspiración cristiana. Hay, por una parte, un enraizamiento del cristianismo en el pueblo, y por otra se manifiesta en pleno el proceso de secularización típico de Occidente. En el compromiso pastoral, siempre cercano a su gente, el Card. Bergoglio tuvo que afrontar cotidianamente todos estos fermentos, y lo hizo fundándose en la radicalidad evangélica, dialogando constantemente con quien sea y con un discernimiento cristiano con visión de futuro. Además, su contribución fue decisiva para el evento más importante de la Iglesia latinoamericana, es decir la V Conferencia General de su Episcopado en Aparecida (mayo de 2007), toda centrada en el discipulado misionero por el bien de los pueblos. El padre Bergoglio no teoriza sobre la nueva evangelización, la hace”. —En efecto, la dimensión del encuentro y del diálogo se ha podido ya observar como una de sus principales actitudes. —“Esta es una de las razones por las que está bien preparado para ser Pastor al servicio de la Iglesia universal, pero también de una humanidad en búsqueda de sentido. En Argentina, cuando hacia alguna declaración pública, todos lo escuchaban. Y los diversos líderes religiosos —ortodoxos, evangélicos, pero también hebreos e islámicos— normalmente apoyaban sus posiciones, pues reconocían la autoridad moral y la credibilidad de sus intervenciones.” —¿Cuáles podrían ser las coordenadas de su magisterio pontificio? —“La luz de sus ojos es la Evangelii Nuntiandi. Su invitación esencial será la de ser discípulos en el encuentro y el seguimiento de Cristo. ¡Una Iglesia evangelizada y evangelizadora! Buscará, por lo tanto, comunicar el Evangelio a la manera de Francisco, con humildad y con franqueza, lleno de celo apostólico. Privilegiará además la vía de la religiosidad popular, con particular atención a la devoción mariana. Además, no dejará de realizar viajes apostólicos para encontrarse con hombres y pueblos allí donde están, pues sabe que su mejor apostolado es el que realiza ‘cara a cara’, de persona a persona, en la relación viva entre el Pastor y su pueblo.” —¿Y en lo que respecta al ámbito moral? —“Defenderá a capa y espada los principios fundamentales de la doctrina cristiana pero no buscará un enfrentamiento ‘muro contra muro’; más bien destacará la belleza de la experiencia cristiana, de la que se siguen las normas morales, y las hacen al mismo tiempo más comprensibles. En ocasiones pronunciará palabras duras pero siempre con una actitud de misericordia que distingue netamente el mal, el pecado, de aquellos que yerran, y éstos no como objeto de condena sino como personas abrazadas por un amor que cambia la vida haciéndola más verdadera, más humana. Ya comenzamos a ver un mo-

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—¿Deberíamos estar también atentos a los nuevos clamores sobre la esperanza en medio de un mundo desorientado, violento e injusto? —“No dudo de que continuará alzándose, ahora con resonancia mundial, su voz profética, que pone a fuego toda forma de explotación y de exclusión, solidaria con los pobres, los necesitados, los sufridos, los preferidos del amor de Dios. Su pontificado se coloca más allá de ‘la caída del imperio totalitario del socialismo real’ y de las contradicciones y la iniquidad del neoliberalismo capitalista alimentado por la utopía del mercado autorregulador. ‘Los ingentes problemas y retos de la realidad latinoamericana —escribía el Card. Bergoglio en el prólogo de mi libro “Una apuesta por América Latina”— no se pueden afrontar ni resolver reproponiendo viejos comportamientos ideológicos tan anacrónicos como dañinos, o propagando sub-productos culturales decadentes del ultraliberalismo individualista y del hedonismo consumista de la sociedad del espectáculo’.”

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vimiento de atracción hacia la Iglesia por parte de muchos que, por diversos motivos, estaban un poco alejados.”

—¿Cuáles son las características de su espiritualidad? —“Confiarse constantemente a la oración, una gran austeridad personal y un fuerte sentido de penitencia, que no reducen, y más bien refuerzan un espíritu jubiloso y cordial en la convivencia. Se levanta muy temprano por la mañana y dedica largo tiempo a la oración antes de la Misa. Su serenidad proviene sin duda de su entrega confiada a Dios.” —¿Tiene alguna devoción particular? “El padre Bergoglio introdujo a mi familia en la devoción a San José. Además, ella se manifestó claramente en la homilía de inicio de su pontificado. También Santa Teresita del Niño Jesús ocupa un lugar muy importante en su vida espiritual. Cuando se encuentra frente a decisiones difíciles las deja madurar en la oración y en el discernimiento. Invoca, antes que nada, la ayuda de la “Virgen desata-nudos”, pero se confía también a Santa Teresita diciéndole: ‘No sé qué vas a hacer, pero al menos dame una señal de que me has escuchado’. Y el pedido, como hacen todos los devotos de la patrona de las misiones, es la de encontrar en el curso de la semana, en alguna parte, una rosa blanca como confirmación de su atención.” —Primero la Misa solemne en la Basílica de San Pedro presidida por el Papa Benedicto XVI, el 12 de diciembre de 2011, por la conmemoración del bicentenario de independencia de los Países latinoamericanos; luego el Congreso “Ecclesia in America”, un año después, en torno a la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe; ahora la elección de un Papa latinoamericano… ¿La Comisión para América Latina está de fiesta? “Está de fiesta toda la catolicidad, pero América Latina de manera singular. Oremos para que resuenen siempre en el corazón del Papa Francisco las palabras que Nuestra Señora de Guadalupe dirigió a Juan Diego: ‘Que no se perturbe tu rostro, tu corazón […] ¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto y en el cruce de mis brazos?’”

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El anillo del Papa Francisco Esta es la historia del anillo del pescador que llevará el Papa Francisco en el dedo anular de la mano derecha. El arzobispo Pasquale Macchi (fallecido en 2006), secretario personal de Pablo VI, conservaba el molde de un anillo fabricado por el artista Enrico Manfrini para el pontífice, que representaba a San Pedro con las llaves. Manfrini había hecho también diversas medallas y objetos de arte para el pontífice de la Populorum Progressio. Ese anillo no se fundió nunca en metal y, por tanto, Pablo VI no se lo puso, ya que llevaba siempre el anillo encargado con motivo del Concilio Ecuménico Vaticano II. Monseñor Macchi donó el molde, junto con otros objetos, a monseñor Ettore Malnati —que fue uno de sus colaboradores—, el cual hizo fabricar un anillo de plata dorada partiendo del molde de cera. Ese anillo, junto con otros de diverso tipo, fue propuesto al Papa Francisco por el Maestro de Ceremonias, monseñor Guido Marini, gracias a los buenos oficios del cardenal Giovanni Battista Re. El Papa Francisco eligió este anillo, de plata y no de oro, como su “anillo del pescador”.

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En los rasgos, esenciales, el Papa Francisco ha decidido conservar su escudo anterior, elegido desde su consagración episcopal y caracterizado por una sencillez lineal. Sobre el escudo, azul, se hallan los símbolos de la dignidad pontificia, iguales a los que deseó el predecesor, Benedicto XVI (mitra entre llaves de oro y plata, entrelazadas por un cordón rojo). En lo alto se refleja el emblema de la Orden de procedencia del Papa, la Compañía de Jesús: un sol radiante y llameante con las letras, en rojo, IHS, monograma de Cristo. Encima de la letra h se halla una cruz; en la punta, los tres clavos en negro. En la parte inferior se contempla la estrella de ocho puntas, como las 8 bienaventuranzas y la flor de nardo. La estrella, según la antigua tradición heráldica, simboliza a la Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia; la flor de nardo indica a san José, patrono de la Iglesia universal. En la tradición iconográfica hispánica, en efecto, san José se representa con un ramo de nardo en la mano. Al incluir en su escudo estas imágenes el Papa desea expresar su especial devoción hacia la Virgen Santísima y san José.

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El escudo

El lema El lema del Santo Padre Francisco procede de una homilía de san Beda el Venerable, sacerdote (Hom. 21; CCL 122, 149-151), quien, comentando el episodio evangélico de la vocación de san Mateo, escribe: «Vidit ergo Iesus publicanum et quia miserando atque eligendo vidit, ait illi Sequere me (Vio Jesús a un publicano, y como le miró con sentimiento de amor y le eligió, le dijo: Sígueme)». Esta homilía es un homenaje a la misericordia divina y se reproduce en la Liturgia de las Horas de la fiesta de san Mateo. Reviste un significado particular en la vida y en el itinerario espiritual del Papa. En efecto, en la fiesta de san Mateo del año 1953, el joven Jorge Bergoglio experimentó, a la edad de 17 años, de un modo del todo particular, la presencia amorosa de Dios en su vida, advirtiendo, después de una confesión, la llamaba a la vida religiosa a ejemplo de san Ignacio de Loyola. Una vez elegido obispo, monseñor Bergoglio, en recuerdo de tal acontecimiento, decidió elegir, como lema y programa de vida, la expresión de san Beda miserando atque eligendo, que también ha querido reproducir en su escudo pontificio.

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Una reflexión sobre la realidad Latinoamericana del arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco, publicada por Humanitas n° 47 en julio de 2007

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omo se indica en el editorial de este número de Humanitas, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo entonces de Buenos Aires, tuvo fundamental participación en la redacción del Documento de Aparecida, resultado de la 5ª Conferencia Episcopal de Latinoamérica y el Caribe, en mayo del 2007. Dicho documento es reconocido como verdadera carta magna para la nueva evangelización del continente y como una proyección actualizada de la Doctrina Social de la Iglesia para toda Latinoamérica. Dos meses después de concluida dicha Conferencia, el Cardenal autorizó a Revista Humanitas la traducción y edición de un trabajo suyo presentado en Italia por la Pontificia Universidad Lateranense —“Buscar el camino hacia el futuro, llevando la memoria de las raíces”— que reconocía ser un resumen de su magisterio como cabeza de la principal arquidiócesis argentina. Con profundo agradecimiento a su autor, para alegría de nuestros lectores y principalmente como homenaje de afecto al Papa Francisco, lo reproducimos de nuevo en las páginas de esta edición. Se han mantenido el mismo el formato y las ilustraciones con que apareció en Humanitas 47 (julio – septiembre 2007).

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Buscar el camino hacia el futuro, llevando consigo la memoria de las raíces POR JORGE MARIO CARD. BERGOGLIO

SOMOS PARTE DE UNA SOCIEDAD FRAGMENTADA QUE HA CORTADO SUS LAZOS COMUNITARIOS. ESTA REALIDAD SE DEBE A UN DÉFICIT DE MEMORIA, CONCEBIDA COMO LA POTENCIA INTEGRADORA DE NUESTRA HISTORIA, Y A UN DÉFICIT DE TRADICIÓN, CONCEBIDA COMO LA RIQUEZA DEL CAMINO ANDADO POR NUESTROS MAYORES. (…)

El presente texto fue publicado en italiano por la revista Nuntium de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma, como parte de una serie dedicada a cada uno de los cinco continentes. La reflexión del autor y arzobispo de Buenos Aires, a quien agradecemos la autorización para reproducirla en Humanitas, ha sido aquí resumida, desde su versión original en castellano, dejando fuera las partes más directamente referidas a la Argentina.

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Esta reflexión no pretende ser original. Recorro las cosas que sobre el tema he escrito en estos siete años como Arzobispo

I. UN PENSAMIENTO QUE TENGA MEMORIA DE LAS RAÍCES Para comenzar se nos pide anchura de corazón; una mirada amplia que una el presente desde la “memoria de las raíces” y que se dirija al futuro, donde maduren los frutos de una obra. Algo así como la mirada del caminante que verifica dónde está, de dónde viene y hacia dónde se dirige. Una mirada que “hace camino”, constructiva y que se vuelve fecunda en el don; una mirada que se anima a alejarse de toda contemplación narcisista o de la compulsión posesiva de quien sólo busca el propio interés y, en lugar de servir a su patria, se sirve de ella. Por ello, si queremos aportar algo de reflexión, comencemos por el humilde “hacernos cargo” de la realidad, de la historia, de la promesa. El presente es un momento de crisis global y complexiva. La naturaleza de la crisis es global porque comprende una hermenéutica, una forma de entender la realidad. Esa realidad somos nosotros como nación en movimiento, como obra colectiva en permanente construcción, e incluye tanto la dimensión espacial como temporal, el lugar y el tiempo donde nuestra historia se encarna. La crisis nos interroga acerca del rumbo que llevamos y acerca del rumbo que se extiende por delante. La respuesta requiere, ante todo, una reflexión realista acerca de la naturaleza de los vínculos que unen a nuestra comunidad. Ante la crisis profunda, la Providencia nos da una nueva oportunidad, que es a la vez un desafío. El desafío de constituirnos en una comunidad verdaderamente justa y solidaria, donde todas las personas sean respetadas en su dignidad y promovidas en su libertad, en orden a cumplir su destino como hijas e hijos de Dios. Nuestra nación se encuentra ante la encrucijada histórica de elegir en el presente un


Papa Francisco «Dimensión del desarraigo: espacial, existencial y espiritual. Junto a la discontinuidad ha crecido también el desarraigo. Lo podemos ubicar en tres áreas: espacial, existencial y espiritual. Se ha roto la relación entre el hombre y su espacio vital, fruto de la actual dinámica de fragmentación y segmentación de los grupos humanos. Se pierde la dimensión identitaria del hombre con su entorno, su terruño, su comunidad. La ciudad va poblándose de “no-lugares”, espacios vacíos sometidos exclusivamente a lógicas instrumentales, privados de símbolos y referencias que aporten a la construcción de identidades comunitarias. (Obra de William Blake).»

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(...) ESTO IMPLICA LA RUPTURA Y DISCONTINUIDAD DE UN DIÁLOGO INTERGENERACIONAL SOBRE LAS INQUIETUDES Y PREGUNTAS QUE UNEN AL PASADO CON EL PRESENTE Y A ÉSTE CON EL FUTURO. ESTA DISCONTINUIDAD DE LA EXPERIENCIA GENERACIONAL PROHÍJA TODA UNA GAMA DE ABISMOS Y RUPTURAS: ENTRE LA SOCIEDAD Y LA CLASE DIRIGENTE Y ENTRE LAS INSTITUCIONES Y LAS EXPECTATIVAS PERSONALES.

«Aquí entroncamos con la crisis de la modernidad y los cuestionamientos a la razón. El desencanto frente a las promesas de la modernidad ha provocado el surgimiento de múltiples verdades y sentidos fragmentarios, parciales, particulares y desarraigados. Un pensamiento que se mueve en lo relativo y lo ambiguo, en lo fragmentario y lo múltiple, constituye el talante que tiñe no sólo la filosofía y los saberes académicos, sino también la cultura “de la calle”. Es la época del pensamiento débil». (En la fotografía, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires).

rumbo que retome las raíces constitutivas y nos lleve hacia un futuro que nos incluya a todos. Nos encontramos ante una realidad que nos muestra los resultados de un modelo de país armado en torno a determinados intereses económicos, excluyente de las mayorías, generador de pobreza y marginación, tolerante con todo tipo de corrupción y generador de privilegios e injusticias. Esta situación es consecuencia de una crisis de las creencias y los valores que fundan nuestros vínculos sociales. Ante esto, debemos emprender una tarea de reconstrucción.

La experiencia de la orfandad

Y, como punto de partida fenoménico, quiero referirme a la experiencia de orfandad que es común en la vivencia de toda nuestra sociedad. Esta experiencia se caracteriza por tres dimensiones: a) Dimensión de la discontinuidad de la memoria, relacionada con el tiempo y la historia. Discontinuidad: pérdida o ausencia de los vínculos en el tiempo y el entretejido socio-político que constituye a un pueblo. Somos parte de una sociedad fragmentada que ha cortado sus lazos comunitarios. Esta realidad se debe a un déficit de memoria, concebida como la potencia integradora de nuestra historia, y a un

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déficit de tradición, concebida como la riqueza del camino andado por nuestros mayores. Esto implica la ruptura y discontinuidad de un diálogo intergeneracional sobre las inquietudes y preguntas que unen al pasado con el presente y a éste con el futuro. Esta discontinuidad de la experiencia generacional prohíja toda una gama de abismos y rupturas: entre la sociedad y la clase dirigente y entre las instituciones y las expectativas personales. b) Dimensión del desarraigo: espacial, existencial y espiritual. Junto a la discontinuidad ha crecido también el desarraigo. Lo podemos ubicar en tres áreas: espacial, existencial y espiritual. Se ha roto la relación entre el hombre y su espacio vital, fruto de la actual dinámica de fragmentación y segmentación de los grupos humanos. Se pierde la dimensión identitaria del hombre con su entorno, su terruño, su comunidad. La ciudad va poblándose de “no-lugares”, espacios vacíos sometidos exclusivamente a lógicas instrumentales, privados de símbolos y referencias que aporten a la construcción de identidades comunitarias. Al desarraigo espacial se le unen el existencial y el espiritual. El primero vinculado a la ausencia de proyectos. Al romperse la continuidad con los lugares y con la historia, el hombre pierde herramientas que le permiten constituir su identidad y su proyecto personal. Se pierde la dimensión de pertenencia a un tiempo-espacio y esto afecta su dimensión identitaria, pues ésta es tanto sus raíces y su memoria como su proyecto de desarrollo personal. La pérdida de las referencias espaciales y las continuidades temporales va vaciando también la vida del habitante de la ciudad de determinadas referencias simbólicas, de aquellas “ventanas”, verdaderos “horizontes de sentido” hacia lo trascendente, que se abrían aquí y allá, en la ciudad y acción humana. Se pierde el sentido de la trascendencia y por lo tanto el desarraigo alcanza también la dimensión espiritual. Así entonces, discontinuidad generacional y política, y desarraigo espacial, existencial y espiritual, caracterizan aquella situación que habíamos llamado, más genéricamente, de orfandad. c) La caída de las certezas. Muchas de las certezas básicas que sirven de apoyo a la construcción histórica se han diluido, caído o desgastado. La patria, la revolución, incluso la solidaridad, tienden a ser vistas con curiosidad, burla o escepticismo. La pérdida de las certezas alcanza también a los fundamentos de la persona, la familia y la fe. Esta caída de las certezas, de pérdida de referencias, es de carácter global, se da a nivel mundial, constituyéndose en una nueva certeza del pensamiento contemporáneo.

LA PÉRDIDA DE LAS REFERENCIAS ESPACIALES Y LAS CONTINUIDADES TEMPORALES VA VACIANDO TAMBIÉN LA VIDA DEL HABITANTE DE LA CIUDAD DE DETERMINADAS REFERENCIAS SIMBÓLICAS, DE AQUELLAS “VENTANAS”, VERDADEROS “HORIZONTES DE SENTIDO” HACIA LO TRASCENDENTE, QUE SE ABRÍAN AQUÍ Y ALLÁ, EN LA CIUDAD Y ACCIÓN HUMANA. (...)

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Aquí entroncamos con la crisis de la modernidad y los cuestionamientos a la razón. El desencanto frente a las promesas de la modernidad ha provocado el surgimiento de múltiples verdades y sentidos fragmentarios, parciales, particulares y desarraigados. Un pensamiento que se mueve en lo relativo y lo ambiguo, en lo fragmentario y lo múltiple, constituye el talante que tiñe no sólo la filosofía y los saberes académicos, sino también la cultura “de la calle”. Es la época del pensamiento débil.

Globalización y pensamiento único (…) SE PIERDE EL SENTIDO DE LA TRASCENDENCIA Y POR LO TANTO EL DESARRAIGO ALCANZA TAMBIÉN LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL. ASÍ ENTONCES, DISCONTINUIDAD GENERACIONAL Y POLÍTICA, Y DESARRAIGO ESPACIAL, EXISTENCIAL Y ESPIRITUAL, CARACTERIZAN AQUELLA SITUACIÓN QUE HABÍAMOS LLAMADO, MÁS GENÉRICAMENTE, DE ORFANDAD.

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Con la experiencia de la orfandad y el desarraigo, las mujeres y los hombres pierden sus puntos de referencia con su lugar y con su tiempo, las raíces desde las cuales se paran y miran su realidad. Surge el relativismo como horizonte de la convivencia social y del quehacer político. La pérdida de las certezas nos pone frente a un grave desafío sociopolítico. Este desafío, según Juan Pablo II, “es el riesgo de la alianza entre democracia y relativismo ético, que quita a la convivencia civil cualquier punto seguro de referencia moral, despojándola más radicalmente del reconocimiento de la verdad. En efecto, «si no existe una verdad última —que guíe y oriente la acción política—, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto»” (Veritatis Splendor 101; cita de Centesimus annus, 46). Y, parece una contradicción, pero asumiendo el horizonte relativista, la globalización, en su forma actual, fomenta el desarraigo, la pérdida de las certezas, uniforma el pensamiento y elimina la diversidad constitutiva de toda sociedad humana. Su poder disgregador reduce a las personas a su dimensión económica y la capacidad de acción transformadora sobre la realidad se reduce a un rol de consumidores de mercancías. La globalización es una palabra cargada de significación homogeneizante. Se tiende a marcar una sola línea de pensamiento, una sola línea de conducta, una sola línea de supervivencia, y lo que está detrás de todo esto es una única dirección cultural de la existencia. Una globalización que, en su aspecto negativo, nos despotencia de nuestra dignidad humana para hacernos bailar en la zaranda de la caprichosa, fría y calculadora economía de mercado. Y frente a este proyecto que nos gregariza quitándonos lo propio, la Iglesia nos incita a poner en común aquello que nos diversifica, es decir, el carisma personal de cada uno, la pertenencia personal de cada uno a grupos, a partidos políticos, a organizaciones no gubernamentales, a parroquias, a diversos sectores. Esa particularidad que nos


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diversifica, la Iglesia nos pide que la pongamos en común para que de esa diversidad, el mismo Espíritu Santo que nos regaló la diversidad, nos regale la unidad plurifacética. Nada más alejado de lo hegemónico tanto de un proyecto globalizante, que uniformiza y elimina la diversidad como de un relativismo atomizador y despersonalizante. Esto también debe leerse en la dirección inversa: ¿cómo puedo dialogar, cómo puedo amar, cómo puedo construir algo en común si dejo diluirse, perderse, desaparecer lo que hubiera sido mi aporte? La globalización, como imposición unidireccional y uniformante de valores, prácticas y mercancías, va de la mano con la integración entendida como imitación y subordinación cultural, intelectual y espiritual. Entonces, ¿cuál es el camino?: ni profetas del aislamiento relativista, ermitaños localistas en un mundo global, ni descerebrados y miméticos pasajeros del furgón de cola, admirando los fuegos artificiales del Mundo (de los otros) con la boca abierta y aplausos programados. La dinámica es más rica y más compleja. Los pueblos, al integrarse al diálogo global, aportan los valores de su cultura y han de defenderlos de toda absorción desmedida o «síntesis de laboratorio» que los diluya en «lo común», «lo global». Y –al aportar esos valores– reciben de otros pueblos, con el mismo respeto y dignidad, las culturas que les son propias. Tampoco cabe aquí un desaguisado eclecticismo porque, en este caso, los valores de un pueblo se desarraigan de la fértil tierra que les dio y les mantiene el ser, para entreverarse en una suerte de mercado de curiosidades donde «todo es igual, dale que va... que allá en el horno se vamo a encontrar». El actual proceso de globalización desnuda agresivamente nuestras antinomias: un avance del poder económico y el lenguaje que lo asiste, que —en un interés y uso desmedido— ha acaparado grandes ámbitos de la vida nacional; mientras —como contrapartida— la mayoría de nuestros hombres y mujeres ve el peligro de perder en la práctica su autoestima, su sentido más profundo, su humanidad y sus posibilidades de acceder a una vida más digna. Juan Pablo II, en su Exhortación Apostólica “Ecclesia in America” se refiere al aspecto negativo de esta globalización diciendo: «...si la globalización se rige por las meras leyes del mercado aplicadas según las conveniencias de los poderosos, lleva consecuencias negativas: ...la atribución de un valor absoluto a la economía, el desempleo, la disminución y el deterioro de ciertos servicios públicos, la destrucción del ambiente y de la naturaleza, el aumento de la diferencia entre ricos y pobres y la competencia injusta que coloca a las naciones pobres en una situación de inferioridad cada vez más acentuada...» (nº 20). Junto a estos problemas, planteados ya en el plano internacional, nos encontramos también con una cierta incapacidad de

ENTONCES, ¿CUÁL ES EL CAMINO?: NI PROFETAS DEL AISLAMIENTO RELATIVISTA, ERMITAÑOS LOCALISTAS EN UN MUNDO GLOBAL, NI DESCEREBRADOS Y MIMÉTICOS PASAJEROS DEL FURGÓN DE COLA, ADMIRANDO LOS FUEGOS ARTIFICIALES DEL MUNDO (DE LOS OTROS) CON LA BOCA ABIERTA Y APLAUSOS PROGRAMADOS.

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VOLVEMOS AL NÚCLEO HISTÓRICO DE NUESTROS COMIENZOS, NO PARA EJERCITAR NOSTALGIAS FORMALES, SINO BUSCANDO LA HUELLA DE LA ESPERANZA. HACEMOS MEMORIA DEL CAMINO ANDADO PARA ABRIR ESPACIOS AL FUTURO. COMO NOS ENSEÑA NUESTRA FE: DE LA MEMORIA DE LA PLENITUD SE HACE POSIBLE VISLUMBRAR LOS NUEVOS CAMINOS.

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encarar problemas reales. Entonces, a la fatiga y la desilusión parecería que sólo se pueden contraponer tibias propuestas reivindicativas o eticismos que únicamente enuncian principios y acentúan la primacía de lo formal sobre lo real. O, peor aún, una creciente desconfianza y pérdida de interés por todo compromiso con lo propio común que termina en el “sólo querer vivir el momento”, en la perentoriedad del consumismo. Esta actitud fomenta una cierta ingenuidad valorativa. Y vivimos un momento histórico en el que no nos podemos permitir ser ingenuos: la sombra de una nube de desmembramiento social se asoma en el horizonte mientras diversos intereses juegan su partida, ajenos a las necesidades de todos. La primacía de lo formal sobre lo real es funcionalmente anestésica. Se puede llegar a vivir hasta en estado de “idiotez alegre” en el que la profecía arraigada en lo real no puede entrar; la sociedad vive el complejo de Casandra.

Hacer memoria del camino para abrir espacios al futuro

Volvemos al núcleo histórico de nuestros comienzos, no para ejercitar nostalgias formales, sino buscando la huella de la esperanza. Hacemos memoria del camino andado para abrir espacios al futuro. Como nos enseña nuestra fe: de la memoria de la plenitud se hace posible vislumbrar los nuevos caminos. Cuando la memoria no está abierta al futuro es un simple recuerdo que, si totaliza el ambiente, nos puede atrapar en una nebulosa proustiana. Si, en cambio, se intelectualiza, configura el caldo de cultivo para toda clase de fundamentalismos. La memoria conlleva siempre la dimensión de promesa que la proyecta hacia el futuro. Cuando, en el presente, hacemos memoria, entonces afirmamos lo real de nuestra pertenencia a un pueblo que camina y —a la vez— la proyección hacia adelante de ese camino. Ante la crisis vuelve a ser necesario respondernos a la pregunta de fondo: ¿en qué se fundamenta lo que llamamos «vínculo social»? Eso que decimos que está en serio riesgo de perderse, ¿qué es, en definitiva? ¿Qué es lo que me «vincula», me «liga», a otras personas en un lugar determinado, hasta el punto de compartir un mismo destino? Permítanme adelantar una respuesta: se trata de una cuestión ética. El fundamento de la relación entre la moral y lo social se halla justamente en ese espacio (tan esquivo, por otra parte) en que el hombre es hombre en la sociedad, animal político, como dirían Aristóteles y toda la tradición republicana clásica. Esta naturaleza


«La caída de las certezas: Muchas de las certezas básicas que sirven de apoyo a la construcción histórica se han diluido, caído o desgastado. La patria, la revolución, incluso la solidaridad, tienden a ser vistas con curiosidad, burla o escepticismo. La pérdida de las certezas alcanza también a los fundamentos de la persona, la familia y la fe. Esta caída de las certezas, de pérdida de referencias, es de carácter global, se da a nivel mundial, constituyéndose en una nueva certeza del pensamiento contemporáneo». (Obra de William Blake)

social del hombre es la que fundamenta la posibilidad de un contrato entre los individuos libres, como propone la tradición democrática (en versiones tantas veces opuestas, como lo demuestran multitud de enfrentamientos en nuestra historia). Entonces, plantear la crisis como un problema moral supondrá la necesidad de volver a referirse a los valores humanos, universales, que Dios ha sembrado en el corazón del hombre y que van madurando con el crecimiento personal y comunitario. Cuando los obispos repetimos una y otra vez que la crisis es fundamentalmente moral, no se trata de esgrimir un moralismo barato, una reducción de lo político, lo social y lo económico a una cuestión individual de la conciencia, sino de señalar las valoraciones colectivas que se han expresado en actitudes, acciones y procesos de tipo histórico-político y social.

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LA RELIGIÓN, LA CULTURA Párrafos escogidos de la intervención del cardenal Jorge Mario Bergoglio, S.J., ante la Asamblea en la V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano. En el orden religioso La ruptura en la transmisión generacional de la fe cristiana en el pueblo católico. Afirmamos la vigencia de la piedad popular católica como forma viva de la inculturación y la comunicación de la fe, pero en las últimas décadas notamos una cierta desidentificación con la tradición católica, la falta de su transmisión a las nuevas generaciones y el éxodo hacia otras comunidades (en los más pobres hacia el evangelismo pentecostal y algunas sectas nuevas) y experiencias (en las clases medias y altas hacia vivencias espirituales alternativas) ajenas al sentido de la Iglesia y su compromiso social. Algunas causas son la crisis del diálogo familiar, la influencia de los medios de comunicación, el subjetivismo relativista, el consumismo del mercado, la falta de acompañamiento pastoral a los más pobres y nuestra dificultad para recrear la adhesión mística de la fe en un escenario religioso plural; se agrava el diagnóstico de Puebla: la fe y la religión popular están en una “situación de urgencia”, sometidas a una “crisis decisiva” (DP, 460). Hay que generar una mayor fervor discipular y apostólico que asuma nuestra sensibilidad religiosa y encuentre nuevos caminos para comunicar la fe. En toda la cultura La crisis de los vínculos familiares y sociales fundantes de los pueblos. Hay una reserva de valores religiosos, éticos y culturales de nuestro pueblo, pero el individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas que forman comunidades y las comunidades formadas por personas. Se notan en los conflictos de la familia, los desgarramientos de la nación y la desintegración del continente. La acción pastoral debe mostrar que la relación con nuestro Padre exige el desarrollo de la unión entre los hermanos. En esta línea el núcleo del contenido evangelizador (cf. NMA, 50-51) busca fortalecer una mayor comunión con la Trinidad en el Espíritu de Cristo que sane, promueva y afiance los vínculos personales en las nuevas expresiones de amor, amistad y comunión a nivel familiar, social y eclesial. Aquí se sitúan tanto la necesidad de una intensa comunión eclesial ad intra que aliente la renovada pastoral orgánica diocesana y nacional, como la exigencia de un servicio ad extra para que la comunión de la Iglesia anime una mayor integración latinoamericana.

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A modo de resumen orientativo de lo recientemente dicho se puede afirmar que la unidad del pueblo se fundamenta en tres pilares que hacen a su relación con el tiempo y que están en tensión dialéctica entre ellos. Primero, la memoria de sus raíces. Un pueblo que no tiene memoria de sus raíces y que vive importando programas de supervivencia, de acción, de crecimiento desde otro lado, está perdiendo uno de los pilares más importantes de su identidad como pueblo.


II. LA UTOPÍA DE REFUNDAR NUESTROS VÍNCULOS SOCIALES

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Segundo, el coraje frente al futuro. Un pueblo sin coraje es un pueblo fácilmente dominable, sumiso en el mal sentido de la palabra. Cuando un pueblo no tiene coraje se hace sumiso de los poderes de turno, de los imperios de turno, o de las modas de turno, imperios culturales, políticos, económicos, cualquier cosa que hegemoniza e impide crecer en la pluriformidad. Tercero, la captación de la realidad del presente. Un pueblo que no sabe hacer un análisis de la realidad que está viviendo, se atomiza, se fragmenta Los intereses particulares priman sobre el interés común, el bien común. Entonces queda atomizado en los diversos intereses particulares que nacen de un mal análisis de la realidad que estaba viviendo. El análisis de la realidad no tiene que ser un análisis de tipo ideológico donde yo proyecto una postura previa sobre la realidad, sino ver la realidad tal cual es y de ahí sacarla. Decía alguien que la realidad se capta mejor desde la periferia que desde el centro, y es verdad. O sea, no vamos a entender la realidad de lo que nos pasa como pueblo, y por lo tanto no vamos a poder construir en el presente el coraje para el futuro con la memoria de nuestras raíces, si no salimos del estado de “instalación en el centro”, de quietud, de tranquilidad, y no nos metemos en lo periférico y lo marginal.

ANTE LA MALA GLOBALIZACIÓN, QUE ES PARALIZANTE, ES NECESARIO DETERMINAR LA UTOPÍA, REFORMULARLA, REIVINDICARLA. CUANDO NO HAY UTOPÍA, PRIMA LO COYUNTURAL Y NOS QUEDAMOS EN UNA ACCIÓN TACTICISTA, O EN LA INVOLUCIÓN.

Decía que ante el desarraigo hay que retomar las raíces constitutivas para construir el futuro desde el presente, un presente que se sienta empujado por la promesa memoriosa hacia el futuro, lo cual lo convierte en un presente en tensión continua entre el centro y la periferia. Revitalizar la urdimbre de la sociedad. (…) No podemos caminar sin saber hacia dónde estamos andando. Es criminal privar a un pueblo de la utopía, porque eso nos lleva a privarlo también de la esperanza. La utopía supone saber hacia dónde tiende cada uno. Ante la mala globalización, que es paralizante, es necesario determinar la utopía, reformularla, reivindicarla. Cuando no hay utopía, prima lo coyuntural y nos quedamos en una acción tacticista, o en la involución. Cuando prima la involución, toda la acción social y política se vuelve sobre el sujeto mismo y anula la edificación del bien común. La verdadera utopía no es ideológica sino que ya está en germen en las raíces fundacionales. Desde allí debe crecer. Reconstruir el sentido de comunidad implica romper con la lógica

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¿EN QUÉ SE FUNDAMENTA LO QUE LLAMAMOS “VÍNCULO SOCIAL”? ¿QUÉ ES LO QUE ME “VINCULA”, ME “LIGA”, A OTRAS PERSONAS EN UN LUGAR DETERMINADO, HASTA EL PUNTO DE COMPARTIR UN MISMO DESTINO? ¿CÓMO REFUNDAR NUESTROS VÍNCULOS SOCIALES?

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del individualismo competitivo, mediante la ética de la solidaridad. La ética de la competencia (que no es más que una instrumentación de la razón para justificar la fuerza, y que contribuye a quebrar los vínculos sociales) tiene plena vigencia en nuestra sociedad. ¿En qué se fundamenta lo que llamamos “vínculo social”? ¿Qué es lo que me “vincula”, me “liga”, a otras personas en un lugar determinado, hasta el punto de compartir un mismo destino? ¿Cómo refundar nuestros vínculos sociales? El valor a plasmar no está sólo atrás, en el “origen”, sino también adelante, en el proyecto. En el origen está la dignidad de hijo de Dios, la vocación, el llamado a plasmar un proyecto que ya está en germen. Se trata de “poner el final al principio” (idea, por otro lado, profundamente bíblica y cristiana). La dirección que otorguemos a nuestra convivencia tendrá que ver con el tipo de sociedad que queramos formar: es el telostipo. Ahí está la clave del talante de un pueblo. Ello no significa ignorar los elementos biológicos, psicológicos y psico-sociales que influyen en el campo de nuestras decisiones. No podemos evitar cargar (en el sentido negativo de límites, condicionamientos, lastres, pero también en el positivo de llevar con nosotros, incorporar, sumar, integrar) con la herencia recibida, las conductas, preferencias y valores que se han ido constituyendo a lo largo del tiempo. Pero una perspectiva cristiana (y éste es uno de los aportes del cristianismo a la humanidad en su conjunto) sabe valorar tanto “lo dado”, lo que ya está en el hombre y no puede ser de otra forma, como lo que brota de su libertad, de su apertura a lo nuevo, en definitiva, de su espíritu como dimensión trascendente, de acuerdo siempre con la virtualidad de “lo dado”. La voluntad común se pone en juego y se realiza concretamente en el tiempo y en el espacio: en una comunidad concreta, compartiendo una tierra, proponiéndose objetivos comunes, construyendo un modo propio de ser humanos, de cultivar los múltiples vínculos, juntos, a lo largo de tantas experiencias compartidas, preferencias, decisiones y acontecimientos. Así se amasa una ética común y la apertura hacia un destino de plenitud que define al hombre como ser espiritual. Esa ética común, esa “dimensión moral”, es la que permite a la multitud desarrollarse junta, sin convertirse en enemigos unos de otros. Pensemos en una peregrinación: salir del mismo lugar y dirigirse al mismo destino permite a la columna mantenerse como tal, más allá del distinto ritmo o paso de cada grupo o individuo. Sinteticemos, entonces, esta idea. ¿Qué es lo que hace que muchas personas formen un pueblo? En primer lugar, hay una ley natural y luego una herencia. En segundo lugar, hay un factor psicológico: el hombre se hace hombre en la comunicación, la relación, el amor


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con sus semejantes. En la palabra y el amor. Y en tercer lugar, estos factores biológicos y psicológicos se actualizan, se ponen realmente en juego, en las actitudes libres. En la voluntad de vincularnos con los demás de determinada manera, de construir nuestra vida con nuestros semejantes en un abanico de preferencias y prácticas compartidas (San Agustín definía al pueblo como “un conjunto de seres racionales asociados por la concorde comunidad de objetos amados”). Lo “natural” crece tornándose “cultural”, “ético”; el instinto gregario adquiere forma humana en la libre elección de ser un “nosotros”. Elección que, como toda acción humana, tiende luego a hacerse hábito (en el mejor sentido del término), a generar sentimiento arraigado y a producir instituciones históricas, hasta el punto que cada uno de nosotros viene a este mundo en el seno de una comunidad ya constituida (la familia, la patria), sin que eso niegue la libertad responsable de cada persona. A partir de aquí, podemos empezar a avanzar en nuestra reflexión. Nos interesa saber dónde apoyar la esperanza, desde dónde reconstruir los vínculos sociales que se han visto tan castigados en estos tiempos. Debemos recuperar organizada y creativamente el protagonismo al que nunca debimos renunciar, y por ende, tampoco podemos ahora volver a meter la cabeza en el hoyo, dejando que los dirigentes hagan y deshagan. Y no podemos por dos motivos: porque ya vimos lo que pasa cuando el poder político y económico se desliga de la gente, y porque la reconstrucción no es tarea de algunos sino de todos (...).

UNA PERSPECTIVA CRISTIANA SABE VALORAR TANTO “LO DADO”, LO QUE YA ESTÁ EN EL HOMBRE Y NO PUEDE SER DE OTRA FORMA, COMO LO QUE BROTA DE SU LIBERTAD, DE SU APERTURA A LO NUEVO, EN DEFINITIVA, DE SU ESPÍRITU COMO DIMENSIÓN TRASCENDENTE, DE ACUERDO SIEMPRE CON LA VIRTUALIDAD DE “LO DADO”.

La cultura del encuentro Para refundar los vínculos sociales, debemos apelar a la ética de la solidaridad, y generar una cultura del encuentro. Ante la cultura del fragmento, como algunos la han querido llamar, o de la no integración, se nos exige, aún más en los tiempos difíciles, no favorecer a quienes pretenden capitalizar el resentimiento, el olvido de nuestra historia compartida, o se regodean en debilitar vínculos, manipular la memoria, comercializar con utopías de utilería. Para una cultura del encuentro necesitamos pasar de los refugios culturales a la trascendencia que funda; construir un universalismo integrador que respete las diferencias; necesitamos también del ejercicio del diálogo fecundo para un proyecto compartido; del ejercicio de la autoridad como servicio al desarrollo del proyecto común (bien común); la apertura de espacios de encuentro y el redescubrimiento de la fuerza creativa de lo religioso al interior de la vida de la humanidad y de su historia, un redescubrimiento que tenga como centro referencial al hombre:

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¿QUÉ ES LO QUE HACE QUE MUCHAS PERSONAS FORMEN UN PUEBLO? EN PRIMER LUGAR, HAY UNA LEY NATURAL Y LUEGO UNA HERENCIA. EN SEGUNDO LUGAR, HAY UN FACTOR PSICOLÓGICO: EL HOMBRE SE HACE HOMBRE EN LA COMUNICACIÓN, LA RELACIÓN, EL AMOR CON SUS SEMEJANTES. (…)

«La pérdida de las certezas nos pone frente a un grave desafío sociopolítico. Este desafío, según Juan Pablo II, “es el riesgo de la alianza entre democracia y relativismo ético, que quita a la convivencia civil cualquier punto seguro de referencia moral, despojándola más radicalmente del reconocimiento de la verdad. En efecto, “si no existe una verdad última —que guíe y oriente la acción política—, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto”». (Veritatis Splendor 101; cita de Centesimus annus, 46).

• Desde los refugios culturales a la trascendencia que funda. Se ha de buscar una antropología que deje de lado cualquier camino de «retorno» concebido —más o menos conscientemente— como refugio cultural. El hombre tiende por inercia a reconstruir lo que fue el ayer. Una cultura que haga del arraigo un lugar estático y cerrado no se sostiene. • Universalismo integrador a través del respeto por las diferencias. Hemos de entrar en esta cultura de la globalización desde el horizonte de la universalidad. En lugar de ser átomos que sólo adquieren sentido en el todo, debemos integrarnos en una nueva organicidad vital

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• El ejercicio del diálogo es la vía más humana de comunicación. Y hay que instaurar en todos los ámbitos, un espacio de diálogo serio, conducente, no meramente formal o distractivo. Intercambio que destruye prejuicios y construye, en función de la búsqueda común, del compartir, y que conlleva intentar la interacción de voluntades en pro de un trabajo en común o de un proyecto compartido. No resignemos nuestras ideas, utopías, propiedades ni derechos, sino renunciemos solamente a la pretensión de que sean únicos o absolutos. • El ejercicio de la autoridad. Siempre es necesaria la conducción, pero esto significa participar de la formalidad que da cohesión al cuerpo, lo cual hace que su función no sea tomar partido propio, sino ponerse totalmente al servicio. Para que la fuerza que todos llevamos dentro y que es vínculo y vida se manifieste, es necesario que todos, y especialmente quienes tenemos una alta cuota de poder político, económico o cualquier tipo de influencia, renunciemos a aquellos intereses o abusos de los mismos que pretendan ir más allá del común bien que nos reúne; es necesario que asumamos, con talante austero y con grandeza, la misión que se nos impone en este tiempo. Cuando la autoridad no es servicio, entonces la conducción se va desviando hacia el propio interés; se echa mano de los recursos demagógicos más variados, se vacían los espacios de confrontación de ideas y proyectos, se compran lealtades y se cae en una política pactista sin proyecto hacia el bien común.

Papa Francisco

de orden superior que asuma lo nuestro pero sin anularlo. Nos incorporamos en armonía, sin renunciar a lo nuestro, a algo que nos trasciende. Y esto no puede hacerse por vía del consenso, que nivela hacia abajo, sino por el camino del diálogo, de la confrontación de ideas y del ejercicio de la autoridad.

(…)Y EN TERCER LUGAR, ESTOS FACTORES BIOLÓGICOS Y PSICOLÓGICOS SE ACTUALIZAN, SE PONEN REALMENTE EN JUEGO, EN LAS ACTITUDES LIBRES. EN LA VOLUNTAD DE VINCULARNOS CON LOS DEMÁS DE DETERMINADA MANERA, DE CONSTRUIR NUESTRA VIDA CON NUESTROS SEMEJANTES EN UN ABANICO DE PREFERENCIAS Y PRÁCTICAS COMPARTIDAS.

• El ejercicio de abrir espacios de encuentro. En la retaguardia de la superficialidad y del coyunturalismo inmediatista (flores que no dan fruto) existe un pueblo con memoria colectiva que no renuncia a caminar con la nobleza que lo caracteriza: los esfuerzos y emprendimientos comunitarios, el crecimiento de las iniciativas vecinales, el auge de tantos movimientos de ayuda mutua, están marcando la presencia de un signo de Dios en un torbellino de participación, sin particularismos (...). Potenciarlo y protegerlo puede llegar a ser nuestra principal misión. • Apertura a la vivencia religiosa comprometida, personal y social. Lo religioso es una fuerza creativa al interior de la vida de la humanidad

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y de su historia, y dinamizadora de cada existencia que se abre a dicha experiencia. ¿Cómo entender que en muchos ámbitos se ponga de moda el tratar todos los temas y cuestiones, pero haya un único proscripto, un gran marginado: Dios? La esfera de lo laico se está deslizando, peligrosamente, hacia un laicismo militante: un dios más del difuso teísmo-profano spray que se nos propone.

CON LA EXPERIENCIA DE LA ORFANDAD Y EL DESARRAIGO, LAS MUJERES Y LOS HOMBRES PIERDEN SUS PUNTOS DE REFERENCIA CON SU LUGAR Y CON SU TIEMPO, LAS RAÍCES DESDE LAS CUALES SE PARAN Y MIRAN SU REALIDAD. SURGE EL RELATIVISMO COMO HORIZONTE DE LA CONVIVENCIA SOCIAL Y DEL QUEHACER POLÍTICO.

• El punto de vista ordenador de una cultura del encuentro debe centrarse en el hombre, principio, sujeto y fin de toda actividad humana. Nos dice Juan Pablo II: “La actividad humana tiene lugar dentro de una cultura y tiene una recíproca relación con ella. Para una adecuada formación de esa cultura se requiere la participación directa de todo el hombre, el cual desarrolla en ella su creatividad, su inteligencia, su conocimiento del mundo y de los demás hombres. A ella dedica también su capacidad de autodominio, de sacrificio personal, de solidaridad y disponibilidad para promover el bien común. Por esto, la primera y más importante labor se realiza en el corazón del hombre, y el modo como éste se compromete a construir el propio futuro depende de la concepción que tiene de sí mismo y de su destino. Es a este nivel donde tiene lugar la contribución específica y decisiva de la Iglesia a favor de la verdadera cultura.” (Centesimus annus 51)

Madurez y libertad Como tópico final sobre “la utopía de refundar nuestros vínculos sociales” cabe una breve reflexión sobre lo que significa la madurez y la libertad en este proceso y cómo han de ser concebidas en el ámbito de la reflexión social y política. La madurez es la capacidad de usar de nuestra libertad de un modo “sensato” y “prudente”. Para llegar a un punto de madurez, es decir, para que seamos capaces de decisiones verdaderamente libres y responsables, es preciso que nos hayamos dado (y nos hayan dado) tiempo. El hombre prudente, maduro, “piensa” antes de actuar. “Se toma su tiempo”. ¿Cómo darnos lugar a “pensar”, a dialogar, a intercambiar criterios para construir posiciones sólidas y responsables, cuando cotidianamente mamamos un estilo de pensamiento que se arma sobre lo provisorio, lo lábil y la despreocupación por la coherencia? Es obvio que no podemos dejar de formar parte de la “sociedad de información” en la cual vivimos, pero lo que sí pode-

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mos es “tomarnos tiempo” para analizar, desplegar posibilidades, visualizar consecuencias, intercambiar puntos de vista, escuchar otras voces... e ir armando, de esa manera, el entramado discursivo sobre el cual será posible producir decisiones “prudentes”. Dicho de otra manera: la libertad no es un fin en sí mismo, un agujero negro detrás del cual no hay nada. Se ordena a la vida más plena del ser humano, de todo el hombre y todos los hombres. Se rige por el amor, como afirmación incondicional de la vida y el valor de todos y cada uno (...). Una personalidad madura, así, es aquella que ha logrado insertar su carácter único e irrepetible en la comunidad de los semejantes. No basta con la diferencia: hace falta también reconocer la semejanza. Insistimos aquí en la exigencia de construir y reconstruir los lazos sociales y comunitarios que el individualismo desenfrenado ha roto. Una sociedad, un pueblo, una comunidad, no es sólo una suma de individuos que no se molestan entre sí. La definición negativa de libertad, que pretende que ésta termina cuando toca el límite del otro, se queda a medio camino. ¿Para qué quiero yo una libertad que me encierra en la celda de mi individualidad, que deja a los demás afuera, que me impide abrir las puertas y compartir con el vecino? ¿Qué tipo de sociedad deseable es aquella donde cada uno disfruta sólo de sus bienes, y para la cual el otro es un potencial enemigo hasta que me demuestre que nada de mí le interesa? No será a través de la entronización del individualismo que se dará su lugar a los derechos de la persona. El máximo derecho de una persona no es solamente que nadie le impida realizar sus fines, sino efectivamente realizarlos. No basta con evitar la injusticia si no se promueve la justicia. No basta con proteger a los niños de negligencias, abusos y maltratos, si no se educa a los jóvenes para un amor pleno e integral a sus futuros hijos. Si no se brinda a las familias los recursos de todo tipo que necesitan para cumplir su imprescindible misión. Si no se favorece en la sociedad toda, una actitud de acogida y amor a la vida de todos y cada uno de sus miembros, a través de los distintos medios con los cuales el Estado debe contribuir. Una persona madura, una sociedad madura, entonces, será aquella cuya libertad sea plenamente responsable desde el amor. Y eso no crece sólo en las banquinas de las rutas. Implica invertir mucho trabajo, mucha paciencia, mucha sinceridad, mucha humildad, mucha magnanimidad. Este es el camino a andar.

LA GLOBALIZACIÓN ES UNA PALABRA CARGADA DE SIGNIFICACIÓN HOMOGENEIZANTE. SE TIENDE A MARCAR UNA SOLA LÍNEA DE PENSAMIENTO, UNA SOLA LÍNEA DE CONDUCTA, UNA SOLA LÍNEA DE SUPERVIVENCIA, Y LO QUE ESTÁ DETRÁS DE TODO ESTO ES UNA ÚNICA DIRECCIÓN CULTURAL DE LA EXISTENCIA.

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Bleib bei uns; denn es wird bald Abend, der Tag hat sich schon geneigt (Lk 24, 29) Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado (Lc 24, 29)

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HUMANITAS Nº 70 pp. 270 - 313


«Tardaremos todos mucho tiempo en asimilar enteramente su legado. Pues, para enseñar el Concilio Vaticano II a la Iglesia y al convulsionado mundo al que le fue entregado, la Providencia quiso juntar —en la coyuntura de un cambio de milenio— a un papa profeta y a este papa doctor, constituyendo entre ambos un hito histórico, no repetible por cálculos o estrategias humanas».

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Benedicto XVI, el Papa de la Modernidad

E

l anuncio con que el lunes 11 de febrero de 2013 Benedicto XVI asombró a

la Iglesia y al mundo, precedido por las palabras “después de haber examinado ante Dios una y otra vez mi conciencia”, vino a revelar nuevamente, a la

misma Iglesia y al mundo entero, con mucha más fuerza que “un relámpago en cielo sereno” —expresión con la que recogió su renuncia en nombre de la

Iglesia el Cardenal Decano, Angelo Sodano—, la magnitud de esta persona-

lidad que gobernó a la barca de Pedro en los últimos ocho años, y que asistió antes por dos décadas el gobierno de su predecesor, Juan Pablo II. Siempre, en efecto, un rasgo evidente en Joseph Ratzinger fue su fidelidad a la conciencia,

entendida ciertamente en la huella de su maestro, el beato Cardenal John Henry Newman, ordenada a Dios y coherente con la razón y la verdad. Sólo

bajo esta luz puede entendérsele en los momentos más luminosos y también más dramáticos de su pontificado, como asimismo en su largo servicio que

parte con la cátedra universitaria, atraviesa su participación como experto en el Concilio, su gobierno episcopal en Baviera y que concluye, antes de su

pontificado, con su histórica prefectura de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el más importante de los dicasterios romanos.

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A diferencia de la anterior renuncia de san Celestino V en el siglo XIII, la

noticia de ésta, en seguida y en muy pocos segundos, dio varias veces la vuelta al planeta. El mundo había perdido la memoria de un hecho así y no era éste algo esperable ni por sus más próximos colaboradores. Pero Ratzinger-Benedicto

XVI, cuyo pensar y hacer refleja en todo su constante diálogo con Dios, no ha

declinado nunca su libertad interior, nacida de ese diálogo, ante ningún poder

ni circunstancia humanos. Es allí donde hace radicar la responsabilidad de lo que dice y actúa. Es pues consistente con ello que, luego de haber razonado sobre su estado, haya expresado entonces que “ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Jesucristo”.

Las principales autoridades del mundo y por cierto también las de la Iglesia

católica en el orbe entero —como humildemente y desde el fondo del corazón

lo hacemos también nosotros— manifestaron en seguida su agradecimiento y

respeto a Benedicto XVI, no habiendo faltado quienes se han lamentado porque echarán de menos su voz llena de sabiduría. Tienen toda la razón. Aunque, por

otra parte, también es verdad que tardaremos todos mucho tiempo en asimilar enteramente su legado. Pues, para enseñar el Concilio Vaticano II a la Iglesia

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y al convulsionado mundo al que le fue entregado, la Providencia quiso juntar —en la coyuntura de un cambio de milenio— a un papa profeta y a este papa

doctor, constituyendo entre ambos un hito histórico, no repetible por cálculos o estrategias humanas.

El marco que rodeó su anuncio, es justo ponderarlo, constituyó una invita-

ción a los cristianos a centrarse en la oración y a cuidar, suplicando la ayuda

de Dios, la comunión de la Iglesia en la esperanza y la fe. No es un hecho que pase desapercibido que Benedicto XVI escogiese para presentar su renuncia al

Consistorio de los Cardenales, la conmemoración de la Virgen de Lourdes, día lunes de una semana en que se daba inicio a la Cuaresma, tiempo por tanto

de conversión y penitencia. A nadie debió sorprender, en sintonía con ello, el alto clima espiritual palpable entre el 11 y el 28 de febrero, cuando se declaró Sede Vacante.

Mientras tanto, toneles de tinta sobre papel prensa e incontables horas de

transmisión televisiva, como era de preverlo, se gastaron y se siguen gastando

en todo el mundo, en querer convencernos, a los cristianos, que con la renuncia y término del pontificado de Benedicto XVI —supuestamente concluida ahora la era Wojtyla-Ratzinger— ha llegado el momento de que la Iglesia entre, de una vez por todas, en la modernidad (lo cual suele encubrirse en términos más

simples y atractivos tales como “renovación”, “transparencia”, “funcionalidad”, etc.). Un problema obvio radica, sin embargo, en que la “modernidad” que esas

voces reclaman para la Iglesia no es distinta en el fondo de la que conciben y

dictan los propio medios de comunicación de la era secularista a través de la

cual se vocifera, lo que nada tiene que ver con las categorías que en rigor la constituyen.

La modernidad, se sabe a partir de la enseñanza escolar, queda definida por

un hombre que sustenta su razón de ser en una clarividencia de pensamiento

capaz de otorgarle una equilibrada autonomía. La misma autonomía que, pensando en el hombre moderno, defiende para la persona humana, por ejemplo, la constitución conciliar “Gaudium et spes” (n. 35-36), mientras advierte que

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Bleib bei uns ésta se trastorna y se pierde cuando se la entiende como “un disponer de todo sin referirlo al Creador”.

Ahora bien, en una época en que al tenor de un discurrir totalísticamente

técnico o tecnológico las personas y las cosas pierden su valor, la mentalidad utilitaria pone a todo un precio —y la razón moderna cede ante la irracionalidad

posmoderna—, paradójicamente surge, en la confusión de la sinrazón, una voz suave y poderosa que, por más de medio siglo, se constituye en la más fuerte

defensa de la auténtica racionalidad, pivote de la modernidad. ¿Quién puede negar, sinceramente, que desde “Introducción al cristianismo”, libro infinitas

veces traducido a las más variadas lenguas, pasando por el definitivo discurso de la Universidad de Ratisbona en septiembre de 2006, y hasta hoy, no existe

pensador contemporáneo alguno comparable al teólogo Joseph Ratzinger en

orden a explicar la importancia y necesidad de “ampliar la razón” del hombre

moderno? No la “praxis”, sino que el “Logos” (la razón) precede al “ethos”, dijo él en una entrevista, más de veinte años atrás (cfr. “El problema de fondo”, entrevista realizada por Jaime Antúnez, en Humanitas, número especial

Habemus Papam, mayo 2005). Precisamente lo que a vista del mundo entero tuvo la clarividencia y valentía de obrar.

Cuando se mide el legado de los dos últimos Papas según el baremo de esa

razón, no reductiva sino ampliada a los horizontes trascendentes que reclama

el alma humana, no puede negársele a la Iglesia católica, iluminada por ese magisterio que fluye del Concilio Vaticano II, el justo título de adelantada de

la modernidad. En este caminar, verdadera travesía del Mar Rojo, Benedicto XVI ha tenido largamente que ver. La ruta hacia Jerusalén que luego se avizora,

será probablemente la de una purificadora marcha por el desierto (cfr. “¿Bajo

qué aspecto se presentará la Iglesia el año 2000?”, por Joseph Ratzinger [1969], en Humanitas n° 59, julio-septiembre 2010).

JAIME ANTÚNEZ ALDUNATE Director Revista HUMANITAS

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8 febrero 2013

Es Pedro quien habla

Tres días antes de presentar su renuncia ante el Colegio de los Cardenales, el Santo Padre Benedicto XVI desarrolló para los seminaristas de la ciudad de Roma, como es ya tradicional, una lectio divina. En ella realizó una riquísima e impresionante reflexión sobre el destino de quien está llamado a presidir la comunión católica, pero también de la Iglesia y de cada cristiano. Con lenguaje bíblico y como un antiguo autor, el Papa describió con imágenes sugestivas y auténticas «el árbol de la Iglesia», que no está moribundo, sino que «crece siempre de nuevo». De hecho Benedicto XVI sabe —muchas veces lo ha dicho y lo experimenta como cada cristiano— que la Iglesia «muere a causa de los pecados de los hombres», pero al mismo tiempo es «el árbol de Dios» y porta en ella la verdadera herencia que permanece. Eminencia, queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, queridos amigos: Cada año es para mí una gran alegría estar aquí con vosotros, ver a tantos jóvenes que caminan hacia el sacerdocio, que están atentos a la voz del Señor, que quieren seguir esta voz y buscan el camino para servir al Señor en este tiempo nuestro. Hemos escuchado tres versículos de la Primera Carta de San Pedro (cf. 1, 3-5). Antes de entrar en este texto, me parece importante estar atentos precisamente al hecho de que es Pedro quien habla. Las dos primeras palabras de la Carta son «Petrus apostolus» (cf. v. 1): él habla, y habla a las Iglesias en Asia y llama a los fieles «elegidos y extranjeros en la diáspora» (ibidem). Reflexionemos un poco sobre esto. Es Pedro quien habla, y habla —como se escucha al final de la Carta— desde Roma, a la que ha llamado «Babilonia» (cf. 5, 13). Pedro habla: es casi una primera encíclica, con la cual el primer apóstol, vicario de Cristo, habla a la Iglesia de todos los tiempos. Pedro, apóstol. Habla entonces aquel que encontró en Cristo Jesús al Mesías de Dios, que habló el primero en nombre de la Iglesia futura: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (cf. Mt 16, 16). Habla aquel que nos ha introducido en esta fe. Habla aquel a quien dijo el Señor: «Te entrego las llaves del reino de los cielos» (cf. Jn 16, 19), a quien confió su rebaño después de la Resurrección,

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diciéndole tres veces: «Apacienta mi rebaño, mis ovejas» (cf. Jn 21, 15-17). Habla también el hombre que cayó, que negó a Jesús y que tuvo la gracia de contemplar la mirada de Jesús, de ser tocado en su corazón y de haber encontrado el perdón y una renovación de su misión. Pero es sobre todo importante que este hombre, lleno de pasión, de deseo de Dios, de deseo del reino de Dios, del Mesías, que este hombre que encontró a Jesús, el Señor y el Mesías, es también el hombre que pecó, que cayó, y sin embargo permaneció bajo la mirada del Señor y así permaneció el responsable de la Iglesia de Dios, encargado por Cristo, portador de su amor. Habla Pedro el apóstol, pero los exegetas nos dicen: no es posible que esta carta sea de Pedro, porque el griego es tan bueno que no puede ser el griego de un pescador del Lago de Galilea. Y no sólo el lenguaje, la estructura de la lengua es óptima, sino también el pensamiento es ya bastante maduro, pues existen ya fórmulas concretas en las cuales se condensa la fe y la reflexión de la Iglesia. Por lo tanto, ellos dicen: se trata de un estado de desarrollo que no puede ser el de Pedro. ¿Cómo responder? Hay dos posiciones importantes: primero, Pedro mismo —es decir, la Carta— nos da una clave de por qué al final del Escrito dice: «Os escribo por medio de Silvano —diaSilvano». Este por medio [dia] puede significar cosas diversas: puede significar que él [Silvano] transporta, transmite; puede querer decir que él ayudó en la redacción; que él realmente era el escritor práctico. En todo caso, podemos concluir que la Carta misma nos indica que Pedro no escribió solo esta Carta, sino que expresa la fe de una Iglesia que ya está en camino de fe, en una fe cada vez más madura. No escribe solo, como individuo aislado, escribe con la ayuda de la Iglesia, de las personas que ayudan a profundizar la fe, a entrar en la profundidad de su pensamiento, razonabilidad y profundidad. Y esto es muy importante: no habla Pedro como individuo, habla ex persona Ecclesiae, habla como hombre de la Iglesia, ciertamente como persona, con su responsabilidad personal, pero también como persona que habla en nombre de la Iglesia: no sólo ideas privadas, no como un genio del siglo XIX que quería expresar sólo ideas personales, originales, que nadie habría podido decir antes. No. No habla como genio individualista, sino que habla precisamente en la comunión de la Iglesia. En el Apocalipsis, en la visión inicial de Cristo se dice que la voz de Cristo es la voz de muchas aguas (cf. Ap 1, 15). Esto quiere decir: la voz de Cristo reúne todas las aguas del mundo, lleva en sí todas las aguas vivas que dan vida al mundo. Es Persona, pero precisamente ésta es la grandeza del Señor, que lleva en sí todo el río del Antiguo Testamento, es más, de la sabiduría de los pueblos. Y cuanto se dice aquí sobre el Señor vale, en otro modo, también para el apóstol, que no quiere decir sólo una palabra suya, sino que lleva en sí realmente las aguas de la fe, las aguas de toda la Iglesia; y justamente de este modo da fertilidad, da fecundidad, y precisamente así es un testigo personal que se abre al Señor, y se convierte en alguien abierto y amplio. Por lo tanto, esto es importante.

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Luego me parece también importante que en esta conclusión de la Carta se nombre a Silvano y a Marcos, dos personas que pertenecen también a las amistades de san Pablo. De este modo, a través de esa conclusión, los mundos de san Pedro y de san Pablo van juntos: no es una teología exclusivamente petrina contra una teología paulina, sino que es una teología de la Iglesia, de la fe de la Iglesia, donde —ciertamente— hay diversidad de temperamento, de pensamiento, de estilo al hablar entre Pablo y Pedro. Es un bien, también hoy, que existan tales diversidades, diversos carismas, diversos temperamentos, que sin embargo no son contrastantes y se unen en la fe común. Quisiera decir otra cosa: san Pedro escribe desde Roma. Es importante: aquí ya tenemos al Obispo de Roma, tenemos el inicio de la sucesión, tenemos ya el inicio del primado concreto situado en Roma, no sólo entregado por el Señor, sino ubicado aquí, en esta ciudad, en esta capital del mundo. ¿Cómo llegó Pedro a Roma? Esta es una pregunta seria. Los Hechos de los Apóstoles nos relatan que, tras la fuga de la cárcel de Herodes, fue a otro lugar (cf. 12, 17) — eis eteron topon—, no se sabe a qué otro lugar; algunos dicen Antioquía, otros dicen Roma. En todo caso, en este capítulo, se dice también que, antes de huir, confió la Iglesia judeo-cristiana, la Iglesia de Jerusalén, a Santiago; y, confiándola a Santiago, él permanece sin embargo Primado de la Iglesia universal, de la Iglesia de los paganos, pero también de la Iglesia judeo-cristiana. Y aquí en Roma encontró una gran comunidad judeo-cristiana. Los liturgistas nos dicen que en el Canon romano hay rastros de un lenguaje típicamente judeocristiano. De este modo vemos que en Roma se encuentran ambas partes de la Iglesia: la judeo-cristiana y la pagano-cristiana, unidas, expresión de la Iglesia universal. Para

Pedro, ciertamente, el paso de Jerusalén a Roma es el paso a la universalidad de la Iglesia, el paso a la Iglesia de los paganos y de todos los tiempos, a la Iglesia siempre también de los judíos. Y pienso que, viniendo a Roma, san Pedro no sólo pensó en este paso: Jerusalén/Roma, Iglesia judeo-cristiana/ Iglesia universal. Ciertamente se acordó también de las últimas palabras de Jesús dirigidas a él, recogidas por san Juan: «Al final, tú irás adonde no quieras ir. Te ceñirán, extenderán tus manos» (cf. Jn 21, 18). Es una profecía de la crucifixión. Los filólogos nos muestran que es una expresión precisa, técnica, este «extender las manos», para la crucifixión. San Pedro sabía que su final sería el martirio, que habría sido la cruz. Y así, se encontrará en el completo seguimiento de Cristo. Por lo tanto, al venir a Roma fue ciertamente también al martirio: en Babilonia lo esperaba el martirio. Por lo tanto, el primado tiene

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este contenido de la universalidad, pero también un contenido martirológico. Desde el comienzo, Roma es también lugar del martirio. Pedro, al venir a Roma, acepta de nuevo esta palabra del Señor: va hacia la Cruz; y nos invita a que también nosotros aceptemos el aspecto martirológico del cristianismo, que puede tener formas muy distintas. Y la cruz puede tener formas muy distintas, pero nadie puede ser cristiano sin seguir al Crucificado, sin aceptar incluso el momento martirológico. Después de estas palabras sobre el remitente, unas breves palabras también sobre las personas a las cuales escribió. He dicho ya que san Pedro define a aquellos a quienes escribe con las palabras «eklektois parepidemois», «a los elegidos que son extranjeros en la diáspora» (cf. 1 P 1, 1). Tenemos nuevamente esta paradoja de gloria y cruz: elegidos, pero dispersos y extranjeros. Elegidos: este era el título de gloria de Israel: nosotros somos los elegidos, Dios eligió a este pequeño pueblo no porque somos grandes —dice el Deuteronomio—, sino porque Él nos ama (cf. 7, 7-8). Somos elegidos: esto, ahora san Pedro lo traslada a todos los bautizados, y el contenido propio de los primeros capítulos de su Primera Carta es que los bautizados entran en los privilegios de Israel, son el nuevo Israel. Elegidos: me parece que vale la pena reflexionar sobre esta palabra. Somos elegidos. Dios nos conoce desde siempre, antes de nuestro nacimiento, de nuestra concepción; Dios me quiso cristiano, católico, me quiso sacerdote. Dios ha pensado en mí, me ha buscado a mí entre millones, entre muchos, me ha visto y ha elegido, no por mis méritos que no existían, sino por su bondad. Ha querido que yo sea portador de su elección, que es siempre también misión, sobre todo misión, y responsabilidad por los demás. Elegidos: debemos estar agradecidos y alegres por este hecho. Dios ha pensado en mí, me ha elegido como católico, a mí como portador de su Evangelio, como sacerdote. Me parece que vale la pena reflexionar muchas veces sobre esto, y volver a entrar en este hecho de su elección: me eligió, me quiso; ahora yo respondo.

Tal vez hoy nos tienta decir: no queremos estar contentos por haber sido elegidos, sería triunfalismo. Triunfalismo sería si nosotros pensáramos que Dios me eligió porque soy grande. Esto sería realmente triunfalismo equivocado. Pero estar contentos porque Dios me ha querido no es triunfalismo, es gratitud. Pienso que debemos volver a aprender esta alegría: Dios ha querido que yo nazca así, en una familia católica, que haya conocido desde el comienzo a Jesús. ¡Qué gran don ser amado por Dios, de tal modo

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que he podido conocer su rostro, he podido conocer a Jesucristo, el rostro humano de Dios, la historia humana de Dios en este mundo! Estar alegres porque me ha elegido para ser católico, para estar en esta Iglesia suya, donde subsistit Ecclesia unica; debemos estar alegres porque Dios me ha dado esta gracia, esta belleza de conocer la plenitud de la verdad de Dios, la alegría de su amor. Elegidos: una palabra de privilegio y de humildad al mismo tiempo. Pero «elegidos» —como decía— está acompañado de «parepidemois», dispersos, extranjeros. Como cristianos, estamos dispersos y somos extranjeros: vemos que hoy en el mundo los cristianos son el grupo más perseguido porque no son conformistas, porque es un estímulo, porque están contra las tendencias del egoísmo, del materialismo, de todas estas cosas. Ciertamente los cristianos no son sólo extranjeros; somos también naciones cristianas, estamos orgullosos de haber contribuido a la formación de la cultura. Hay un sano patriotismo, una sana alegría de pertenecer a una nación que tiene una gran historia de cultura, de fe. Pero, como cristianos, somos también siempre extranjeros —la historia de Abrahán, descrita en la Carta a los Hebreos—. Somos, como cristianos, precisamente hoy, siempre también extranjeros. En los lugares de trabajo los cristianos son una minoría, se encuentran en una situación de extrañeza; asombra que uno hoy pueda aún creer y vivir así. Esto pertenece también a nuestra vida: es la forma de ser con Cristo Crucificado; este ser extranjeros, viviendo no según el mundo en el que viven todos, sino viviendo —o tratando al menos de vivir— según su Palabra, en una gran diversidad respecto a lo que dicen todos. Y precisamente esto es característico para los cristianos. Todos dicen: «Pero todos hacen así, ¿por qué yo no?». No, yo no, porque quiero vivir según Dios. San Agustín dijo una vez: «Los cristianos son aquellos que no tienen las raíces hacia abajo como los árboles, sino que tienen las raíces hacia arriba, y viven esta gravitación no en la gravitación natural hacia abajo». Roguemos al Señor para que nos ayude a aceptar esta misión de vivir, en cierto sentido, como dispersos, como minoría; de vivir como extranjeros y ser incluso responsables de los demás y, precisamente así, dando fuerza al bien en nuestro mundo. Llegamos finalmente a los tres versículos de hoy. Quisiera sólo subrayar, o digamos interpretar un poco, por lo que puedo, tres palabras: la palabra regenerados, la palabra herencia y la palabra custodiados por la fe. Regenerados —anaghennesas, dice el texto griego— quiere decir: ser cristiano no es simplemente una decisión de mi voluntad, una idea mía; yo veo un grupo que me gusta, me hago miembro de este grupo, comparto sus objetivos, etc. No: ser cristiano

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no es entrar en un grupo para hacer algo, no es un acto sólo de mi voluntad, no primariamente de mi voluntad, de mi razón: es un acto de Dios. Regenerado no concierne sólo al ámbito de la voluntad, del pensar, sino del ser. He renacido: esto quiere decir que llegar a ser cristiano es sobre todo pasivo; yo no puedo hacerme cristiano, sino que me hacen renacer, el Señor me rehace en la profundidad de mi ser. Y yo entro en este proceso del renacer, me dejo transformar, renovar, regenerar. Esto me parece muy importante: como cristiano no me hago sólo una idea mía que comparto con otros, y si dejan de gustarme puedo salir. No: concierne precisamente a la profundidad del ser, es decir, llegar a ser cristiano comienza con una acción de Dios, sobre todo una acción suya, y yo me dejo formar y transformar. Me parece que es materia de reflexión, precisamente en un año en el que reflexionamos sobre los Sacramentos de la iniciación cristiana, meditar esto: este pasivo y activo profundo del ser regenerado, del devenir de toda una vida cristiana, del dejarme transformar por su Palabra, por la comunión de la Iglesia, por la vida de la Iglesia, por los signos con los que el Señor trabaja en mí, trabaja conmigo y para mí. Y renacer, ser regenerados, indica también que entro en una nueva familia: Dios, mi Padre; la Iglesia, mi Madre; los demás cristianos, mis hermanos y hermanas. Ser regenerados, dejarse regenerar implica, por lo tanto, dejarse voluntariamente introducir en esta familia, vivir para Dios Padre y desde Dios Padre, vivir desde la comunión con Cristo su Hijo, que me regenera mediante su Resurrección, como dice la Carta (cf. 1 P 1, 3), vivir con la Iglesia dejándome formar por la Iglesia en muchos sentidos, en tantos caminos, y estar abierto a mis hermanos, reconocer en los demás realmente a mis hermanos, que junto a mí son regenerados, transformados, renovados; uno lleva la responsabilidad por el otro. Una responsabilidad, por lo tanto, del Bautismo, que es un proceso de toda una vida. Segunda palabra: herencia. Es una palabra muy importante en el Antiguo Testamento, donde se dice a Abrahán que su descendencia heredará la tierra. Y esta fue siempre la promesa para los suyos: Vosotros tendréis la tierra, seréis herederos de la tierra. En el Nuevo Testamento, esta palabra se convierte en una palabra para nosotros: nosotros somos herederos, no de un determinado país, sino de la tierra de Dios, del futuro de Dios. Herencia es una cosa del futuro, y así esta palabra dice sobre todo que como cristianos tenemos el futuro: el futuro es nuestro, el futuro es de Dios. Y así, siendo cristianos, sabemos que el futuro es nuestro y el árbol de la Iglesia no es un árbol moribundo, sino el árbol que crece siempre de nuevo. Por lo tanto, tenemos motivo para no dejarnos persuadir —como dijo el Papa Juan XXIII— por los profetas de desventuras, que dicen: la Iglesia, bien, es un árbol nacido del grano de mostaza, creció en dos milenios, ahora tiene el tiempo tras de sí, ahora es el tiempo en el cual muere. No. La Iglesia se renueva siempre, renace siempre. El futuro es nuestro. Naturalmente, existe un falso optimismo y un falso pesimismo. Un

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falso pesimismo que dice: el tiempo del cristianismo se acabó. No: ¡comienza de nuevo! El falso optimismo era el posterior al Concilio, cuando los conventos cerraban, los seminarios cerraban, y decían: pero... nada, está todo bien... ¡No! No está todo bien. Hay también caídas graves, peligrosas, y debemos reconocer con sano realismo que así no funciona, no funciona donde se hacen cosas equivocadas. Pero también debemos estar seguros, al mismo tiempo,

de que si aquí y allá la Iglesia muere por causa de los pecados de los hombres, por causa de su falta de fe, al mismo tiempo, nace de nuevo. El futuro es realmente de Dios: esta es la gran certeza de nuestra vida, el grande y verdadero optimismo que conocemos. La Iglesia es el árbol de Dios que vive eternamente y lleva en sí la eternidad y la verdadera herencia: la vida eterna. Y, finalmente, custodiados por la fe. El texto del Nuevo Testamento, de la Carta de San Pedro, usa aquí una palabra rara, phrouroumenoi, que quiere decir:

la fe es como «el vigilante» que custodia la integridad de mi ser, de mi fe. Esta palabra interpreta sobre todo a los «vigilantes» de las puertas de una ciudad, donde ellos están y custodian la ciudad, a fin de que no la invadan los poderes de destrucción. Así la fe es «vigilante» de mi ser, de mi vida, de mi herencia. Debemos estar agradecidos por esta vigilancia de la fe que nos protege, nos ayuda, nos guía, nos da la seguridad: Dios no me deja caer de sus manos. Custodiados por la están «los vigilantes», y

fe: así concluyo. Hablando de la fe pienso siempre en aquella mujer siro-fenicia enferma, que, en medio de la multitud, logra llegar a Jesús, lo toca para ser sanada, y es curada. El Señor dice: «¿Quién me ha tocado?». Le dicen: «Pero Señor, todos te tocan, ¿cómo puedes preguntar: quién me ha tocado?» (cf. Mc 7, 24-30). Pero el Señor sabe: existe un modo de tocarlo, superficial, exterior, que no tiene realmente nada que ver con un verdadero encuentro con Él. Y existe un modo de tocarlo profundamente. Y esta mujer le tocó verdaderamente: le tocó no sólo con la mano, sino con su corazón, y así recibió la fuerza sanadora de Cristo, tocándolo realmente desde dentro, desde la fe. Esta es la fe: tocar a Cristo con la mano de la fe, con nuestro corazón, y así entrar en la fuerza de su vida, en la fuerza sanadora del Señor. Pidamos al Señor que podamos tocarle cada vez más de este modo para ser sanados. Pidamos que no nos deje caer, que también ella nos tome siempre de la mano y, de este modo, nos custodie para la verdadera vida. Gracias. (Visita al Pontificio Seminario Romano Mayor con ocasión de la fiesta de la virgen de la confianza. Capilla del Seminario, 8 de febrero de 2013)

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Declaratio / 11 febrero 2013

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DECLARATIO

Fratres carissimi Non solum propter tres canonizationes ad hoc Consistorium vos convocavi, sed etiam ut vobis decisionem magni momenti pro Ecclesiae vita communicem. Conscientia mea iterum atque iterum coram Deo explorata ad cognitionem certam perveni vires meas ingravescente aetate non iam aptas esse ad munus Petrinum aeque administrandum. Bene conscius sum hoc munus secundum suam essentiam spiritualem non solum agendo et loquendo exsequi debere, sed non minus patiendo et orando. Attamen in mundo nostri temporis rapidis mutationibus subiecto et quaestionibus magni ponderis pro vita fidei perturbato ad navem Sancti Petri gubernandam et ad annuntiandum Evangelium etiam vigor quidam corporis et animae necessarius est, qui ultimis mensibus in me modo tali minuitur, ut incapacitatem meam ad ministerium mihi commissum bene administrandum agnoscere debeam. Quapropter bene conscius ponderis huius actus plena libertate declaro me ministerio Episcopi Romae, Successoris Sancti Petri, mihi per manus Cardinalium die 19 aprilis MMV commisso renuntiare ita ut a die 28 februarii MMXIII, hora 20, sedes Romae, sedes Sancti Petri vacet et Conclave ad eligendum novum Summum Pontificem ab his quibus competit convocandum esse. Fratres carissimi, ex toto corde gratias ago vobis pro omni amore et labore, quo mecum pondus ministerii mei portastis et veniam peto pro omnibus defectibus meis. Nunc autem Sanctam Dei Ecclesiam curae Summi eius Pastoris, Domini nostri Iesu Christi confidimus sanctamque eius Matrem Mariam imploramus, ut patribus Cardinalibus in eligendo novo Summo Pontifice materna sua bonitate assistat. Quod ad me attinet etiam in futuro vita orationi dedicata Sanctae Ecclesiae Dei toto ex corde servire velim. Ex Aedibus Vaticanis, die 10 mensis februarii MMXIIIÂ BENEDICTUS PP. XVI

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Traducción al español del texto oficial de la renuncia de Benedicto XVI

11 febrero 2013

Queridísimos hermanos, Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice. Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria. Vaticano, 10 de febrero 2013. BENEDICTUS PP XVI

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Decano del Colegio Cardenalicio, tras la renuncia del Papa Benedicto XVI Palabras pronunciadas en el consistorio del 11 de febrero de 2013 por el Cardenal Angelo Sodano Le hemos escuchado con sentimiento de pérdida, casi incrédulos. En sus palabras hemos notado el gran afecto que siempre ha tenido por la Santa Iglesia de Dios, por esta Iglesia que tanto ha amado. Ahora permítame decirle, en nombre de este cenáculo apostólico —el Colegio Cardenalicio— en nombre de estos sus queridos colaboradores, permita que le diga que le estamos más que nunca cercanos, como lo hemos estado en estos ocho iluminados años de su pontificado. El 19 de abril de 2005, si bien recuerdo, al terminar el Cónclave yo le pregunté, con voz también azorada, por mi parte: ‘¿Aceptas tu elección canónica a Sumo Pontífice?’ Y usted no tardó —también con azoramiento— en contestar diciendo que aceptaba, confiando en la gracia del Señor y en la materna intercesión de María, Madre de la Iglesia. Como María, ese día dio su “sí”, e inició su luminoso pontificado en el surco de la continuidad, de esa continuidad de la que tanto nos ha hablado en la historia de la Iglesia, en el surco de la continuidad con sus 265 predecesores en la Cátedra de Pedro, en el curso de dos mil años de historia, desde el apóstol Pedro, el humilde pescador de Galilea, hasta los grandes papas del siglo pasado, desde san Pío X al beato Juan Pablo II… santo padre, antes del 28 de febrero, como usted ha dicho, día en que desea poner la palabra “fin” a este su servicio pontifical, hecho con tanto amor, con tanta humildad, antes del 28 de febrero, tendremos forma de expresarle mejor nuestros sentimientos; así harán tantos pastores y fieles dispersos por el mundo, así harán tantos hombres de buena voluntad junto a las autoridades de muchos países… además, todavía en este mes tendremos la alegría de sentir su voz de pastor: el miércoles, en la celebración de la Ceniza, después el jueves, con el Clero de Roma, en el Ángelus de este domingo, en las audiencias del miércoles, habrá muchas ocasiones todavía para escuchar su voz paterna… Su misión, sin embargo, continuará: ha dicho que estará siempre cerca con su testimonio y con su oración. Cierto, las estrellas en el cielo continuarán siempre brillando y así brillará siempre en medio de nosotros la estrella de su pontificado. Estamos cerca de usted, Padre Santo, y bendíganos.

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13 febrero 2013

Saludo del Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado Al Santo Padre Benedicto XVI al final de la santa misa del Miércoles de Ceniza. Beatísimo Padre: Con sentimientos de gran conmoción y de profundo respeto no sólo la Iglesia, sino todo el mundo, han recibido la noticia de su decisión de renunciar al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor del Apóstol Pedro. No seríamos sinceros, Santidad, si no le dijéramos que esta tarde hay un velo de tristeza en nuestro corazón. En estos años, su Magisterio ha sido una ventana abierta a la Iglesia y al mundo, que ha dejado filtrar los rayos de la verdad y del amor de Dios, para dar luz y calor a nuestro camino, también y sobre todo en los momentos en los que las nubes se condensan en el cielo. Todos nosotros hemos comprendido que es precisamente el amor profundo que Vuestra Santidad tiene por Dios y por la Iglesia aquello que le ha llevado a este acto, revelando esa pureza de ánimo, esa fe robusta y exigente, esa fuerza de la humildad y de la mansedumbre, junto a un gran valor, que han distinguido cada paso de su vida y de su ministerio, y que pueden venir sólo de estar con Dios, de estar a la luz de la Palabra de Dios, de subir continuamente a la montaña del encuentro con Él para después descender a la ciudad de los hombres. Santo Padre, hace pocos días, con los seminaristas de su diócesis de Roma, usted nos dio una lección especial: dijo que siendo cristianos sabemos que el futuro es nuestro, el futuro es de Dios, y que el árbol de la Iglesia crece siempre de nuevo. La Iglesia se renueva siempre, renace siempre. Servir a la Iglesia con la firme convicción de que no es nuestra, sino de Dios; que no somos nosotros quienes la construyen, sino que es Él; que podamos decir con verdad la palabra evangélica: «Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que teníamos que hacer» (Lc 17, 10), confiando totalmente en el Señor, es una gran enseñanza que usted, también con esta sufrida decisión, nos da no sólo a nosotros, Pastores de la Iglesia, sino a todo el Pueblo de Dios. La Eucaristía es dar gracias a Dios. Esta tarde queremos dar gracias al Señor por el camino que toda la Iglesia ha realizado bajo la guía de Vuestra Santidad y deseamos decirle desde lo más íntimo de nuestro corazón, con gran afecto, conmoción y admiración: gracias por habernos dado el luminoso ejemplo de simple y humilde trabajador de la viña del Señor; un trabajador, en cambio, que ha sabido en cada momento llevar a cabo lo que es más importante: llevar a Dios a los hombres y llevar a los hombres a Dios. ¡Gracias! (Basílica Vaticana, 13 de febrero de 2013)

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27 febrero 2013

Última Audiencia General en la Plaza de San Pedro Cerca de 150.000 personas acudieron el 27 de febrero a la Plaza de San Pedro para despedirse del Papa Benedicto XVI y escuchar su última catequesis en la que fue su última Audiencia General. Le acompañaron en torno a 70 cardenales. A las 10.30 de la mañana comenzaron a sonar las campanas de la Basílica y pocos minutos después salió Benedicto en el papamóvil y recorrió la plaza para saludar a los miles de fieles allí presentes. Aplausos, banderas de multitud de países, carteles de «Viva el papa» y pancartas de «Benedicto, te queremos» dieron color a la Plaza de San Pedro en un día en el que la lluvia dio una tregua a la ciudad eterna. Emoción visible en todos los rostros que acudieron a acompañar al Papa. El Papa comenzó dando las gracias a los presentes por haber venido «tan numerosos», los cuales aplaudieron y el Papa agradeció de corazón, reconoció estar realmente conmovido y viendo una Iglesia viva. El portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi, ha reconocido que el Papa esta mañana transmitía serenidad y que tenía el rostro muy sonriente. En la catequesis dio las gracias a Dios, que «guía y hace crecer a la Iglesia, que siembra su Palabra y así alimenta la fe en su Pueblo». Dijo también que

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Palabras del Decano del Colegio Cardenalicio, Cardenal Angelo Sodano, en el último día del Pontificado Santidad, con gran emoción los Padres Cardenales presentes en Roma se estrechan hoy en torno a Usted, para manifestarle una vez más su profundo afecto y para expresarle su viva gratitud por Su testimonio de abnegado servicio apostólico, por el bien de la Iglesia de Cristo y de la humanidad entera. El pasado sábado, al final de los Ejercicios Espirituales en el Vaticano, Usted ha querido agradecer a Sus Colaboradores de la Curia Romana, con estas conmovedoras palabras: queridos amigos, me gustaría daros las gracias a todos, y no sólo por esta semana, sino por estos ocho años, en que habéis llevado conmigo, con gran competencia, afecto, amor y fe, el peso

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«lleva a todos en la oración, en un presente que es el de Dios, donde recoge cada encuentro, cada viaje, cada visita pastoral». Y reconoce que en este momento tiene gran confianza porque sabe que «la Palabra de verdad del Evangelio es la fuerza de la Iglesia, es su vida». Recordando el 19 de abril de hace casi ocho años, reconoce que se preguntó: «Señor, ¿qué me pides? Es un peso grande el que me pones sobre la espalda, pero si Tú me lo pides, sobre tu Palabra echaré las redes, seguro de que Tú me guiarás, aun con todas mis debilidades. Ahora, ocho años después, puedo afirmar que el Señor me ha guiado verdaderamente». Invitó a todos a renovar la firme confianza en el Señor, a confiarse como niños en brazos del Señor y a sentir la alegría de ser cristiano. También reconoció que no se ha sentido solo nunca en el llevar la alegría y el peso del ministerio petrino y dio las gracias a los «hermanos cardenales», a la Secretaría de Estado y a toda la curia romana, a su diócesis de Roma, a los hermanos en el episcopado, y en el presbiterado, personas consagradas y todo el Pueblo de Dios. Al finalizar la audiencia, miles de personas permanecieron en los alrededores de la Plaza de San Pedro compartiendo la alegría de haber acompañado y abrazado al Papa en este día tan significativo de su pontificado.

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del ministerio petrino. Amado y venerado Sucesor de Pedro, somos nosotros quienes debemos agradecerle por el ejemplo que nos ha dado en estos ocho años de Pontificado. El 19 de abril de 2005 Usted se insertaba en la larga cadena de Sucesores del Apóstol Pedro y hoy, 28 de febrero de 2013,usted se dispone a dejarnos, en espera que el timón de la barca de Pedro pase a otras manos. Así se continuará aquella sucesión apostólica, que el Señor ha prometido a su Santa Iglesia, hasta cuando sobre la tierra se oiga la voz del Ángel del Apocalipsis que proclamará: “Tempus non erit amplius … consummabitur mysterium Dei” (Ap 10, 6-7) “¡Se acabó el tiempo de la espera!.. Se cumplirá el misterio de Dios!”. Terminará así la historia de la Iglesia, junto a la historia del mundo, con el adviento de cielos nuevos y tierra nueva. Padre Santo, con profundo amor hemos tratado de acompañarle en Su camino, reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaús, quienes, luego de haber caminado con Jesús por un buen trecho, se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino?” (Lc 24,32). Sí, Padre Santo, sepa que también nuestros corazones ardían cuando caminábamos con Usted en estos últimos ocho años. Hoy una vez más queremos expresarle toda nuestra gratitud. En coro Le repetimos una expresión típica de Su querida tierra natal: “Vergelt’s Gott”, ¡que Dios se lo pague! (Sala Clementina, 28 de febrero 2013)

Palabras finales de Benedicto XVI al Colegio Cardenalicio Venerados y queridos hermanos. Con gran alegría os acojo y le presento a cada uno de ustedes mi cordial saludo. Agradezco al cardenal Angelo Sodano, que como siempre ha sabido hacerse intérprete de los sentimientos de todo el Colegio, cor ad cor loquitur. Gracias eminencia, de corazón Y quiero decirles tomando como referencia la experiencia de los discípulos de Emaús, que también para mí fue una alegría caminar con ustedes, estos años en la luz de la presencia del Señor Resucitado. Como dije ayer delante de miles de fieles, que llenaron la Plaza de San Pedro, vuestra cercanía y vuestro consejo fueron de gran ayuda en mi ministerio. En estos ocho años hemos vivido con fe momentos bellísimos de luz radiante en el camino de la Iglesia, junto a momentos en los que alguna nube se volvió densa en el cielo. Hemos buscado servir a Cristo y a su Iglesia, con amor profundo y total que es el alma de nuestro ministerio. Hemos dado esperanza, aquella que nos viene de Cristo, el único que puede iluminar el camino. Juntos podemos agradecer al Señor que nos hizo crecer en la comunión y juntos rezarle para que les ayude a crecer aún más en esta unidad profun-

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Bleibe bei uns da, de manera que el colegio de cardenales sea como una orquesta donde la diversidad, expresión de la Iglesia universal, lleve siempre a la superior concorde armonía. Querría dejarles un pensamiento simple que llevo en el corazón, un pensamiento sobre la Iglesia, sobre su misterio, que es para todos nosotros, podemos decir, la razón y la pasión de la vida. Me ayudo con una expresión de Romano Guardini, escrita justamente en el año en que el Concilio Vaticano II aprobaba la constitución Lumen Gentium. Un último libro con una dedicatoria personal para mí, por lo que estas palabras en este libro me son muy queridas. Decía: “La Iglesia no es una institución elucubrada y construida calculadamente. Es una realidad viviente, ella vive a lo largo del curso del tiempo para evolucionar, como cada ser viviente, transformándose, y aun así en su naturaleza permanece siempre la misma, y su corazón es Cristo”. Era, me parece, nuestra experiencia de ayer en la plaza ver que la Iglesia es un cuerpo vivo, animado por el Espíritu Santo, que vive realmente de la fuerza de Dios. Ella está en el mundo pero no es del mundo. Es de Dios, de Cristo, del Espíritu Santo. Lo hemos visto ayer. Por ello es verdadera y elocuente otra expresión de Guardini: “La Iglesia se despierta en las almas. La Iglesia vive, crece y se despierta en las almas

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que, como la de la Virgen María, acogen la palabra de Dios y la conciben por obra del Espíritu Santo. Ofrecen a Dios su propia carne y justamente en su pobreza y humildad se vuelven capaces de generar a Cristo hoy en el mundo. A través de la Iglesia, el misterio de la Encarnación permanece presente por siempre. Cristo sigue caminando a través de los tiempos y en todos los lugares. Permanezcamos unidos, queridos hermanos, en este misterio. En la oración, especialmente en la eucaristía cotidiana, y así sirvamos a la Iglesia y a toda la humanidad. Esta es nuestra alegría que nadie nos puede quitar. Antes de despedirles personalmente, deseo decirles que estaré cerca de ustedes con la oración, especialmente en los próximos días, para que sean enteramente dóciles a la acción del Espíritu Santo para la elección del nuevo Papa. Que el Señor les muestre la que es su voluntad. Entre ustedes, en el Colegio de Cardenales, está también el futuro Papa al que ya hoy prometo mi incondicional reverencia y obediencia. Por todo esto, con afecto y reconocimiento, les imparto la bendición apostólica. (Sala Clementina, 28 de febrero de 2013)


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Últimas palabras del Pontífice Benedicto XVI, en balcón de Castelgandolfo Gracias, queridos amigos. Me hace feliz estar con vosotros, rodeado por la belleza de la creación y por vuestra simpatía, que me hace mucho bien. ¡Gracias por vuestra amistad, por vuestro afecto! Sabéis que este día mío es distinto de los anteriores: seré Sumo Pontífice de la Iglesia católica hasta las ocho de la tarde; después, ya no más. Soy simplemente un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinación en esta tierra. Pero quisiera aún, con mi corazón, con mi amor, con mi oración, con mi reflexión, con todas mis fuerzas interiores, trabajar por el bien común y por el bien de la Iglesia y de la Humanidad. Y me siento muy apoyado por vuestra simpatía. Sigamos adelante con el Señor, por el bien de la Iglesia y del mundo. ¡Gracias!

(Saludo de Benedicto XVI desde el balcón del palacio apostólico de Castelgandolfo, seis menos cuarto de la tarde del jueves 28 de febrero de 2013)

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Benedicto XVI, lo sagrado y lo santo La dolorosa decisión de Benedicto XVI de dejar el pontificado fue desde el principio interpretada de muchas maneras. Una de ellas es la versión desacralizante, según la cual el papado se estaría convirtiendo en un cargo como todos los demás, laicizado, temporal y con una finalidad funcional. El Papa, “uno de nosotros”. Nuestro Observatorio ha sido advertido por estas interpretaciones; sin embargo, se han difundido mucho, incluso dentro de la Iglesia, y especialmente en la base, a través de semanarios diocesanos. En estos días un teólogo ha escrito: “Después de todo, el cristianismo ha desacralizado la religión: Jesús haciéndose carne ha cerrado la brecha con los hombres. Para nosotros los cristianos la grandeza es la santidad, no la sacralidad: la sacralidad indica distancia, a diferencia de la santidad”. El gesto del Papa se ha visto, entonces, como el abandono de la sacralidad para pasar a la santidad. A mi modo de ver en la vida de la Iglesia hay tanto lo santo como lo sagrado. Sin duda, las personas no son sagradas, si acaso santas. Cada fiel está llamado no a sacralizarse a sí mismo, sino a santificarse. Pero esto no quiere decir que no exista también lo sagrado, como depósito objetivo de la gracia a la que recurrir para ser santos. La Sagrada Escritura es sagrada. Los sacramentos son sagrados. La Eucaristía es sagrada. El Sagrario y la iglesia como lugar son sagrados. María es sin duda santísima, pero también es sagrada porque es sagrario viviente. La Iglesia es santa pero también sagrada en cuanto misterio. El sacerdote puede ser más o menos santo, pero es sin duda sagrado, como sagrada es la consagración que él hace en el altar. Nuestro cuerpo tiene su sacralidad porque es templo del Espíritu Santo. El Papa y los obispos pueden ser más o menos santos como fieles, pero también son sagrados, como sucesores de Pedro y de los apóstoles. Cristo ha desacralizado la religión pagana, en cuanto se ha opuesto a la sacralización del mito y ha enseñado a adorar al Padre “en espíritu y verdad”. Él se ha hecho carne, pero no se ha reducido a la carne. Se ha hecho uno de nosotros, pero no se ha reducido a uno de nosotros. Se ha presentado a sí mismo como el Templo y ha dicho que puede ser adorado también fuera de los lugares destinados para ello. Sin embargo, sigue dejándose encontrar en la sacralidad de la gracia divina y en todas las ocasiones sagradas en que la Iglesia lo celebra y lo anuncia. Hablar de santidad cortando los puentes con lo sagrado, o incluso presentar la santidad como lo antisagrado, como el abandono de lo sagrado, es una posición que tiene, en mi opinión, muchos errores. Significa entregarse a la secularización, que es a menudo una desacralización y no por ello conduce a alguna santificación. Regresando a Benedicto XVI, él ha querido continuar viviendo en el “recinto de San Pedro”, considerándolo evidentemente un lugar sagrado. Ha dicho, utilizando una imagen evangélica, que quiere retirarse “al monte”, que bíblicamente es el lugar sagrado por excelencia. Ha dicho que permanecerá unido a la Iglesia

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en la sacralidad de la oración. No se ha convertido en “uno de nosotros”, no ha dejado su vestimenta blanca y no se ha retirado a la vida privada. No es ya el Papa pero tampoco se ha jubilado. Después de esta renuncia, el Papa no se convierte en un empleado del Estado Vaticano, santo, quizá, pero no ya sagrado. ¿El papado es fuerte porque es humano, como titulaba algún periódico? No, gracias. El papado es fuerte porque es divino.

STEFANO FONTANA. Director del Observatorio Internacional Cardenal Van Thuan.

Habla Peter Seewald, quien entrevistó a Benedicto XVI

Final de lo viejo e inicio de lo nuevo

Nuestro último encuentro se remonta a hace unas diez semanas. El Papa me recibió en el Palacio Apostólico para continuar con nuestros coloquios orientados a trabajar sobre su biografía. Su audición se había resentido; por el ojo izquierdo ya no veía bien. No parecía enfermo, pero el cansancio se había apoderado de toda su persona. En agosto, durante un coloquio de hora y media en Castelgandolfo, le pregunté cómo le había afectado el caso Vatileaks. “No me dejo llevar por una especie de desesperación o dolor universal”, me respondió. Nunca le había visto tan exhausto, casi postrado. Con las últimas fuerzas que le quedaban concluyó el tercer volumen de su obra sobre Jesús, “mi último libro”, me dijo con una mirada triste, cuando nos despedimos. Mientras dos años atrás, a pesar de los primeros achaques propios de su edad, parecía aún ágil, casi joven, ahora recibía cada bandeja que llegaba a su escritorio, de parte de la Secretaría de Estado, como un golpe. “¿Qué debemos esperar aún de Su Santidad, de Su pontificado?”, le pregunté. “¿De mí? De mí, no mucho. Soy un hombre anciano y las fuerzas me abandonan.

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Creo que basta lo que he hecho”. ¿Piensa en retirarse? “Depende de lo que me impongan mis energías físicas”. Ese mismo mes, escribió a uno de sus doctorandos que el siguiente encuentro sería el último. Llovía en Roma, en 1992, cuando nos encontramos por primera vez. Los años le pusieron duramente a prueba. Se le describió como perseguidor mientras que era perseguido, el gran inquisidor… Sin embargo, nunca nadie le oyó quejarse. Nadie ha oído salir de su boca una mala palabra, un comentario negativo sobre otras personas, ni siquiera sobre Hans Küng. Cuatro años después pasamos juntos muchas jornadas para hablar del proyecto de un libro sobre la fe, la Iglesia, el celibato… Mi interlocutor no daba paseo por la sala, como suelen hacer los profesores. No había en él la más mínima huella de vanidad. Me impresionó su superioridad. Su pensamiento no salía al paso de los tiempos y me sorprendió oír respuestas pertinentes a los problemas de nuestra época, aparentemente casi irresolubles, tomadas del gran tesoro de la Revelación. Joseph Ratzinger es el hombre de las paradojas. Lenguaje suave, voz fuerte. Mansedumbre y rigor. Piensa en grande, pero presta atención al detalle. Encarna una nueva inteligencia al reconocer y revelar los misterios de la fe; es un teólogo, pero defiende la fe del pueblo contra la religión de los profesores… Es el pequeño Papa que, con su lápiz, ha escrito grandes obras. Nadie antes que él ha dejado al pueblo de Dios durante su pontificado una obra tan imponente sobre Jesús. Ratzinger nunca buscó el poder. Se sustrajo al juego de las intrigas en el Vaticano. Siempre llevó una vida modesta de monje, el lujo le resultaba extraño. Pero vayamos a las pequeñas cosas, a menudo más elocuentes que las grandes declaraciones. Me gustaba su estilo pontificio, que su primer acto fuera una carta a la comunidad hebrea, que retirara la tiara de su escudo, símbolo del poder terreno de la Iglesia… Con Benedicto XVI, por primera vez, el hombre de arriba ha participado en el debate, sin hablar de arriba abajo, sino introduciendo esa colegialidad por la cual luchó en el Concilio. Corregidme, decía, cuando presentaba su libro sobre Jesús. La abolición del besamanos fue la más difícil de llevar a cabo. Una vez tomó del brazo a un antiguo alumno que se inclinó para besarle el anillo y le dijo: “Comportémonos normalmente”. Ratzinger es un hombre de la tradición, se confía voluntariamente a lo que está consolidado, pero sabe distinguir lo que es verdaderamente eterno de lo que es válido sólo para la época en que emerge. Y si es necesario, como en el caso de la Misa tridentina, añade lo viejo a lo nuevo, porque estando juntos no reducen el espacio litúrgico, sino que lo amplían. No lo ha hecho todo bien, ha admitido errores, incluso aquellos (como el escándalo Williamson) de los que no tenía ninguna responsabilidad. Ningún fracaso le ha hecho sufrir más que el de sus sacerdotes, aunque ya como Prefecto tomó las medidas que le permitieran descubrir los terribles abusos y castigar a los culpables. Benedicto XVI se va, pero su herencia se queda. El sucesor de este humilde Papa seguirá sus pasos. Será uno con otro carisma, con otro estilo, pero con la

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misma misión: no incentivar las fuerzas centrífugas, sino aquello que mantenga unido el patrimonio de la fe, que infunda coraje, que anuncie un mensaje y dé un auténtico testimonio. No es casual que el Papa haya elegido el Miércoles de Ceniza para su última gran liturgia. Mirad, parece querer decir, era aquí adonde os quería llevar desde el principio. Desintoxicaos, serenaos, liberaos de la zozobra, no os dejéis devorar por el espíritu del tiempo, desecularizaos… Aligerar la carga para aumentar el peso es el programa de la Iglesia del futuro. Privarse de la grasa para ganar vitalidad, frescura espiritual. “¿Usted es el final de lo viejo —pregunté al Papa en nuestro último encuentro—, o el inicio de lo nuevo?” La respuesta fue: “Las dos cosas”.

Premio Nobel Mario Vargas Llosa

La más alta expresión del pensamiento Benedicto XVI es seguramente uno de los Pontífices más inteligentes y cultos que ha tenido en toda su historia la Iglesia católica. En una época en que las ideas y las razones importan mucho menos que las imágenes y los gestos, Joseph Ratzinger era ya un anacronismo, pues pertenecía a lo más conspicuo de una especie en extinción: el intelectual. Reflexionaba con hondura y originalidad, apoyado en una enorme información teológica, filosófica, histórica y literaria, adquirida en la decena de lenguas clásicas y modernas que dominaba, entre ellas el latín, el griego y el hebreo. Aunque concebidos siempre dentro de la ortodoxia cristiana pero con un criterio muy amplio, sus libros y encíclicas desbordaban a menudo lo estrictamente dogmático y contenían novedosas y audaces reflexiones sobre los problemas morales, culturales y existenciales de nuestro tiempo que lectores no creyentes podían leer con provecho y a menudo —a mí me ha ocurrido— turbación. Sus tres volúmenes dedicados a Jesús de Nazaret, su pequeña autobiografía y sus tres encíclicas —sobre todo la segunda, Spe Salvi, de 2007, dedicada a analizar la naturaleza bifronte de la ciencia que puede enriquecer de manera extraordinaria la vida humana pero también destruirla y degradarla— tienen un vigor dialéctico y una elegancia expositiva que destacan nítidamente entre los textos convencionales y redundantes, escritos para convencidos, que suele producir el Vaticano desde hace mucho tiempo. A Benedicto XVI le ha tocado uno de los períodos más difíciles que ha enfrentado el cristianismo en sus más de dos mil años de historia. La secularización de la sociedad avanza a gran velocidad, sobre todo en Occidente, ciudadela de la Iglesia hasta hace relativamente pocos decenios. Este proceso se ha agravado con los grandes escándalos de pedofilia en que están comprometidos centenares de sacerdotes católicos.

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BENEDICTO XVI Y SUS OCHO Aテ前S DE PONTIFICADO

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19 DE ABRIL.

Es elegido Papa en menos de 24 horas en el cónclave más numeroso de la historia —los cardenales presentes son 115— y toma el nombre de Benedicto XVI.

24 DE ABRIL.

Inicio solemne del ministerio de pastor universal de la Iglesia.

28 DE ABRIL.

Dispensa de los términos prescritos para el inicio de la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II, al que después beatifica personalmente el 1 de mayo de 2011.

14 DE MAYO.

Primeras beatificaciones con el restablecimiento de la práctica anterior a 1971, según la cual el Papa no preside las ceremonias de beatificación —celebradas en general en las distintas diócesis— sino sólo las de canonización para la proclamación de nuevos santos, que tienen lugar en San Pedro el 23 de octubre de 2005, el 15 de octubre de 2006, el 11 de mayo de 2007 (excepcionalmente en Sao Paulo, Brasil), el 3 de junio de 2007, el 12 de octubre de 2008, el 26 de abril de 2009, el 11 de octubre de 2009, el 17 de octubre de 2010, el 23 de octubre de 2011 y el 21 de octubre de 2012.

29 DE MAYO.

Visita a Bari, al concluir el vigésimo cuarto congreso eucarístico nacional.

24 DE JUNIO.

Visita oficial en el Quirinal al presidente de la República italiana Carlo Azeglio Ciampi.

28 DE JUNIO.

Motu proprio para la aprobación y la publicación del Compendio del Catecismo de la Iglesia católica.

18-21 DE AGOSTO.

Viaje a Colonia para la XX Jornada mundial de la juventud.

20 DE SEPTIEMBRE.

Entrevista a la televisión estatal polaca.

24 DE SEPTIEMBRE.

Encuentro con el teólogo Hans Küng.

2-23 DE OCTUBRE.

Preside la XI Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos sobre “La Eucaristía: fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia”, donde por primera vez se introduce el debate libre y sobre cuya base se publica la exhortación apostólica postsinodal “Sacramentum caritatis” (22 de febrero de 2007).

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18 DE DICIEMBRE.

Durante el Adviento, primera visita a una parroquia romana. Las demás se tienen, durante los tiempos litúrgicos de Cuaresma y Adviento, el 26 de marzo y el 10 de diciembre de 2006, el 25 de marzo y el 16 de diciembre de 2007, el 24 de febrero y el 30 de noviembre de 2008, el 29 de marzo de 2009, el 7 de marzo y el 12 de diciembre de 2010, el 20 de marzo y el 11 de diciembre de 2011, el 4 de marzo y el 16 de diciembre de 2012.

22 DE DICIEMBRE.

Discurso a la Curia romana sobre el Concilio Vaticano II.

25 DE DICIEMBRE.

Encíclica “Deus caritas est” sobre el amor cristiano.

2006 24 DE MARZO.

Primer consistorio para la creación de 15 cardenales. Siguen otros cuatro: el 24 de noviembre de 2007 (crea 23 cardenales), el 20 de noviembre de 2010 (crea 24 cardenales), el 18 de febrero de 2012 (crea 22 cardenales) y el 24 de noviembre de 2012 (crea 6 cardenales).

25-28 DE MAYO.

Viaje a Polonia (Varsovia, Czestochowa, Cracovia, Wadowice, Auschwitz, Birkenau).

8-9 DE JULIO.

Viaje a Valencia, España, para el quinto Encuentro mundial de las familias.

1 DE SEPTIEMBRE.

Visita a Manoppello en Los Abruzos.

9-14 DE SEPTIEMBRE Viaje a Baviera (Munich, Altötting y Ratisbona, donde el 12 tiene una lectio magistralis en la universidad). 19 DE OCTUBRE. 28 DE NOVIEMBRE 1 DE DICIEMBRE.

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Visita a Verona para la cuarta asamblea nacional de la Iglesia italiana. Viaje a Turquía (Ankara, Éfeso, Estambul).


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2007 16 DE ABRIL.

Publicación del primer volumen de Jesús de Nazaret. El segundo volumen se publica el 10 de marzo de 2011 y el tercero, y último, el 21 de noviembre de 2012.

21-22 DE ABRIL.

Visita a Vigévano y Pavía, donde ora ante las reliquias de san Agustín.

9-14 DE MAYO.

Viaje a Brasil. El 13 abre en Aparecida la V Conferencia general del episcopado latinoamericano y el Caribe.

27 DE MAYO.

Carta a los católicos chinos.

11 DE JUNIO.

Motu proprio con el que restablece la norma tradicional sobre la mayoría requerida en la elección papal.

17 DE JUNIO.

Visita a Asís.

17 DE JULIO.

Motu proprio “Summorum pontificum” sobre la liturgia romana anterior a la reforma de 1970.

1-2 DE SEPTIEMBRE. Visita a Loreto. 7-9 DE SEPTIEMBRE. Visita a Austria (Viena, Mariazell, Heiligenkreuz). 23 DE SEPTIEMBRE.

Visita a Velletri.

21 DE OCTUBRE.

Visita a Nápoles.

30 DE NOVIEMBRE.

Encíclica “Spe salvi” sobre la esperanza cristiana.

2008 16 DE ENERO.

Se publica el discurso preparado para una visita a la universidad de Roma “La Sapienza” a la que tiene que renunciar por la oposición de una pequeña minoría de docentes y estudiantes.

5 DE FEBRERO.

Publicación del nuevo “Oremus et pro Iudaeis” para la edición del “Missale Romanum” de 1962.

15-21 DE ABRIL.

Viaje a Estados Unidos (Washington y Nueva York, donde el 18 habla a la Asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas).

17-18 DE MAYO.

Visita a Savona y Génova.

14-15 DE JUNIO.

Visita a Santa María de Leuca y Brindis.

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28 DE JUNIO.

Apertura de un “Año paulino”, concluido el 28 de junio de 2009.

12-21 DE JULIO.

Viaje a Sydney para la XXIII Jornada mundial de la juventud.

7 DE SEPTIEMBRE.

Visita a Cágliari.

12-15 DE SEPTIEMBRE. Viaje a Francia (París, donde el 12 da un discurso en el “Collège des Bernardins”, y Lourdes, en el 150º aniversario de las apariciones marianas). 4 DE OCTUBRE.

Visita oficial en el Quirinal al presidente de la República italiana Giorgio Napolitano.

5-26 DE OCTUBRE.

Preside la XII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos sobre “La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”, sobre cuya base se publica la exhortación apostólica postsinodal “Verbum Domini” (30 de septiembre de 2010).

19 DE OCTUBRE.

Visita a Pompeya.

2009

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21 DE ENERO.

Revocación de la excomunión a los cuatro obispos consagrados en 1988 por el arzobispo Marcel Lefebvre sin mandato de la Santa Sede, a la que sigue el 10 de marzo una carta a los obispos de la Iglesia católica.

17-23 DE MARZO.

Viaje a Camerún y Angola.

28 DE ABRIL.

Visita a Los Abruzos azotados por un grave terremoto.

8-15 DE MAYO.

Viaje a Tierra Santa (Jordania, Israel, Palestina).

24 DE MAYO.

Visita a Cassino y Montecassino.

19 DE JUNIO.

Apertura de un “Año Sacerdotal”, concluido el 11 de junio de 2010.

21 DE JUNIO.

Visita a San Giovanni Rotondo.

29 DE JUNIO.

Encíclica “Caritas in veritate” sobre el desarrollo humano integral.

2 DE JULIO.

Motu proprio “Ecclesiae unitatem” con el que la Pontificia comisión “Ecclesia Dei” se integra en la Congregación para la doctrina de la fe.


Visita a Viterbo y Bagnoregio, donde venera las reliquias de san Buenaventura.

26-28 DE SEPTIEMBRE Viaje a la República Checa. 4-25 DE OCTUBRE.

Preside la segunda asamblea especial del Sínodo de los obispos para África, sobre cuya base se publica la exhortación apostólica postsinodal “Africae munus” (19 de noviembre de 2011), entregada a los episcopados africanos durante el viaje a Benín.

4 DE NOVIEMBRE.

Constitución apostólica “Anglicanorum coetibus” sobre la institución de ordinariatos personales para anglicanos que entran en la plena comunión con la Iglesia católica.

8 DE NOVIEMBRE.

Visita a Brescia y Concesio.

21 DE NOVIEMBRE.

Encuentro con los artistas en la Capilla Sixtina.

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6 DE SEPTIEMBRE.

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2010 17 DE ENERO.

Visita a la comunidad judía de Roma.

15-16 DE FEBRERO.

Encuentro con los obispos irlandeses sobre la cuestión de los abusos sexuales, seguido por una carta a los católicos de Irlanda publicada el 19 de marzo.

14 DE MARZO.

Visita a la parroquia luterana de Roma.

17-18 DE ABRIL.

Viaje a Malta.

1 DE MAYO.

Comunicado sobre la visita apostólica a los Legionarios de Cristo.

2 DE MAYO.

Visita a Turín para la ostensión de la Sábana Santa.

11-14 DE MAYO.

Viaje a Portugal (Lisboa, Fátima, Oporto).

4-6 DE JUNIO.

Viaje a Chipre.

4 DE JULIO.

Visita a Sulmona.

26-31 DE JULIO.

Entrevista con el periodista alemán Peter Seewald sobre el pontificado, la Iglesia y los signos de los tiempos para el volumen “Licht der Welt” (“Luz del mundo”), publicado el 22 de noviembre de 2010.

5 DE SEPTIEMBRE.

Visita a Carpineto Romano.

16-19 DE SEPTIEMBRE. Viaje al Reino Unido. El 17 en Londres habla en Westminster Hall y el 19 en Birmingham proclama beato al cardenal John Henry Newman.

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21 DE SEPTIEMBRE.

Motu proprio “Ubicumque et Semper” con el que se instituye el Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización.

3 DE OCTUBRE.

Viaje a Palermo.

10-24 DE OCTUBRE.

Preside la asamblea especial del Sínodo de los obispos para Oriente Medio, sobre la cual se publica la exhortación apostólica postsinodal “Ecclesia in Medio Oriente” (14 de septiembre de 2012), entregada a los episcopados de la región durante el viaje a Líbano.

18 DE OCTUBRE.

Carta a los seminaristas.

6-7 DE NOVIEMBRE.

Viaje a España (Santiago de Compostela y Barcelona, donde el 7 de noviembre preside la dedicación del templo de la Sagrada Familia).

30 DE DICIEMBRE.

Motu proprio para la prevención y la lucha contra las actividades ilegales en campo financiero y monetario.


17 DE MARZO.

Mensaje al presidente de la República italiana Giorgio Napolitano por el 150º aniversario de la unidad de Italia.

27 DE MARZO.

Visita al mausoleo de las Fosas ardeatinas.

7-8 DE MAYO.

Visita a Aquileya y Venecia.

4-5 DE JUNIO.

Viaje a Croacia.

19 DE JUNIO.

Visita a la diócesis de San Marino-Montefeltro.

24 DE JUNIO.

Ca r ta con ocasión del 150 º a n iversa r io de “L’Osservatore Romano”.

29 DE JUNIO.

Celebra el sexagésimo aniversario de ordenación sacerdotal.

18-21 DE AGOSTO.

Viaje a España para la XXVI Jornada mundial de la juventud.

11 DE SEPTIEMBRE.

Visita a Ancona, al concluir el vigésimo quinto congreso eucarístico nacional.

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22-25 DE SEPTIEMBRE. Viaje a Alemania (Berlín, Erfurt, Etzelsbach, Friburgo). El 22 de septiembre habla al Parlamento federal en el Reichstag de Berlín. 9 DE OCTUBRE.

Visita a Lamezia Terme y Serra San Bruno.

11 DE OCTUBRE.

Con el Motu proprio “Porta fidei” se convoca —en el quincuagésimo aniversario del inicio del Concilio Vaticano II (11 de octubre de 1962)— un “Año de la fe” del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013.

27 DE OCTUBRE.

Visita a Asís para una jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo con representantes de diversas confesiones cristianas, de otras religiones y del mundo laico en el vigésimo quinto aniversario del encuentro convocado por Juan Pablo II (27 de octubre de 1986).

18-20 DE NOVIEMBRE. Viaje a Benín. 18 DE DICIEMBRE.

Visita a la cárcel romana de Rebibbia, donde responde a las preguntas de algunos reclusos.

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23-29 DE MARZO.

Viaje a México y a Cuba (León, Guanajuato, Santiago de Cuba y La Habana, donde el 28 de marzo se encuentra con Fidel Castro).

25 DE ABRIL.

Constitución de la Comisión cardenalicia encargada de indagar sobre la divulgación de documentos reservados y a la que luego recibió en audiencia el 16 de junio, el 26 de julio, el 17 de diciembre y el 25 de febrero de 2013, al concluir su misión.

10 DE MAYO.

Canonización equivalente de santa Hildegarda de Bingen, proclamada luego doctora de la Iglesia junto a san Juan de Ávila el 7 de octubre.

13 DE MAYO.

Visita a Arezzo y Sansepolcro.

1-3 DE JUNIO.

Visita a Milán para la conclusión del VII Encuentro mundial de las familias.

26 DE JUNIO.

Visita a las zonas afectadas por el terremoto de Emilia Romaña.

9 DE JULIO.

Visita a la casa de los misioneros verbitas en Nemi.

15 DE JULIO.

Visita a Frascati.

Bleib bei uns

2012

14-16 DE SEPTIEMBRE. Viaje a Líbano (Beirut, Harissa, Baabda, Bzommar, Bkerké, Charfet). 4 DE OCTUBRE.

Visita a Loreto a los cincuenta años de la peregrinación realizada por Juan XXIII para invocar la protección de María sobre el Concilio Vaticano II.

7-28 DE OCTUBRE.

Preside la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización.

11 DE OCTUBRE.

Abre en la plaza de San Pedro el “Año de la fe” en el 50º aniversario del inicio del Concilio Vaticano II.

10 DE NOVIEMBRE.

Motu proprio “Lingua latina” para la institución de la Pontificia Academica de latinidad.

11 DE NOVIEMBRE.

Motu proprio “Intima Ecclesiae natura” sobre el servicio de la caridad.

12 DE DICIEMBRE.

Al final de la audiencia general lanza su primer tuit en ocho lenguas, a las cuales el 20 de enero se agrega el latín.

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22 DE DICIEMBRE.

Visita en la cárcel a su ex mayordomo —arrestado el 23 de mayo, luego procesado y condenado el 6 de octubre a tres años de reclusión (reducidos a un año y seis meses) por la sustracción de documentos reservados— a quien comunica la concesión de la gracia.

29 DE DICIEMBRE.

Oración en la plaza de San Pedro con los participantes en el Encuentro europeo de la Comunidad de Taizé.

2013 6 DE ENERO.

Ordena obispos a cuatro prelados, entre ellos a su secretario particular Georg Gänswein, nombrado prefecto de la Casa pontificia el 7 de diciembre.

11 DE FEBRERO.

Al final del consistorio ordinario público anuncia la decisión de renunciar al pontificado.

22 DE FEBRERO.

Motu proprio “Normas nonnullas” que sustituye algunas normas relativas a la elección papal y que entra en vigor el 25 de febrero.

28 DE FEBRERO.

A las 20.00 concluye el pontificado. L’Osservatore Romano. 3.III.13

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Tapiz del Apocalipsis. Angers, s. XIV

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"Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabidurĂ­a, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza" (Ap.5)


POR ANSELMO ÁLVAREZ, OSB

“Tiene, últimamente, este pueblo como fin la dilatación del reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra, hasta que sea consumado por el mismo al fin de los tiempos, cuando se manifieste Cristo, nuestra vida, y la creación misma se vea liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Lumen gentium, 9)

L

a introducción de Dios en la escena humana, por la palabra y la presencia, es el hecho central de la historia. Su motivación es el amor de Dios, estimulado por la situación del hombre, que exigía por su parte una acción extraordinaria para restablecer el orden de la creación. El análisis de dicha situación nos lo facilita ante todo la misma palabra de Dios y la teología de la historia. Desde ambas es posible practicar una lectio divina de los acontecimientos humanos, una comprensión de los mismos desde la perspectiva de Dios, tanto para nuestra propia ilustración como para la de los otros. Porque es preciso saber orientar al pueblo de Dios en algo tan decisivo como aprender a leer los signos de los tiempos a la luz de quien es el Señor del tiempo y de la historia, su protagonista central y fuente de toda sabiduría.

Año de la Fe 2012-2013

Pascua es adviento

La historia es palabra de Dios y del hombre. Palabra o acción de Dios como magisterio previo o en respuesta a las del hombre; y acción o palabra del hombre, en sintonía o desacuerdo con las de Dios. La historia humana es siempre historia de la salvación y del reino, subyacente a las historias humanas que tejemos cada día.

El extravío La historia es palabra de Dios y del hombre. Palabra o acción de Dios como magisterio previo o en respuesta a las del hombre; y acción o palabra del hombre, en sintonía o desacuerdo con las de Dios. La historia humana es siempre historia de la salvación y del reino, subyacente a las historias humanas que tejemos cada día. Uno de los rasgos de esa historia que venimos construyendo es el vértigo que estamos imprimiendo en ella, tanto por su aceleración desmedida¡ como por el trastorno profundo a que la estamos sometiendo. El mundo gira como una peonza loca, bajo los efectos de “un vino de vértigo” (Sal 59, 5), que produce una velocidad y un descontrol desenfrenados. Y es, a la vez, el tiempo del absurdo, que sitúa la acción del hombre fuera de la armonía de su naturaleza, y que ha roto todos los equilibrios morales y sofocado casi todos los gérmenes espirituales. El resultado se traduce en esas ‘obras muertas’ de que habla la

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Hemos borrado la memoria del pasado o la hemos reprobado como tiempo de tinieblas, aunque al hombre debiera producirle zozobra vivir de espaldas a todo lo que ha dado vida a las generaciones anteriores, porque la experiencia de las actuales es bastante mĂĄs tenebrosa, a pesar de las ‘luces’ y de la ciencia.

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Año de la Fe 2012-2013 «A pesar de lo cual volvemos a echar la red, cada uno de nosotros, cada generación, con parecido resultado. Y en cada ocasión se nos repite: no os empeñéis en hacer las cosas así; no es eso ni es así; echad las redes en esa otra dirección: la que Yo os he señalado desde el principio; esto es, en la dirección de la única Verdad, de la Libertad y de la Paz que soy Yo mismo. De hecho, todas las iniciativas humanas han tenido siempre un resultado de fracaso hasta que hemos divisado a Dios en la orilla». “La pesca milagrosa”, tapiz de Rafael, s.XVI. Museo Vaticano.

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Escritura (Heb 6, 1; Sant 2, 17), por tanto en una vida que no corresponde a la ley y al sentido de la vida, y que ha olvidado la advertencia de que “el día que comáis de ese árbol moriréis” (Gn 2, 17). En realidad, nos hemos desprendido de lo más cualitativo del hombre: la conciencia de ser imágenes de la divinidad, la presencia de la gracia, la santidad, la verdad, la sabiduría, la belleza, del honor y el amor de Cristo, Hijo de Dios e imagen del hombre perfecto, Cabeza de la humanidad. Todo eso que tendremos que volver a rescatar como condición para reencontrarnos con nuestra verdadera condición humana. En este contexto, hemos borrado la memoria del pasado o la hemos reprobado como tiempo de tinieblas, aunque al hombre debiera producirle zozobra vivir de espaldas a todo lo que ha dado vida a las generaciones anteriores, porque la experiencia de las actuales es bastante más tenebrosa, No es el hombre el que se a pesar de las ‘luces’ y de la ciencia. No es el hombre el que se da la medida de su propia perfecda la medida de su propia perfección, como tampoco ción, como tampoco se ha dado la ley de su naturaleza, es decir, se ha dado la ley de su el orden de su existencia física y racional. No nos podemos reinnaturaleza, es decir, el orden ventar cada día, ni a nosotros mismos ni nuestros proyectos. Ni de su existencia física y podemos deconstruir lo que ha sido hecho por Dios al margen racional. No nos podemos de nosotros, ni impedir que Otro construya en nosotros si es reinventar cada día, ni a mayor que nosotros. Podremos ignorarnos o tal vez trastornar nosotros mismos ni nuestros nuestra entidad humana, pero no engendrar en nosotros una proyectos. Ni podemos novedad distinta, según una imagen y semejanza que responda deconstruir lo que ha sido a una nueva dimensión ideada por nosotros. La verdad no es hecho por Dios al margen de una cuestión de voluntarismo. La realidad se sostiene en sí misma, no depende del apoyo de nosotros, ni impedir que Otro construya en nosotros si es nadie. Pertenece a todo tiempo y todo hombre, aun cuando no mayor que nosotros. fuera aceptada por nadie. Sin embargo, el hombre quiere darse un nuevo estatuto, a sí mismo y al mundo. Es la nueva utopía. Pero si el hombre es obra de Dios, este empeño es estéril. Por eso, preferimos pensarnos como obra del azar, a fin de concluir nosotros mismos lo que habría quedado inconcluso: la formación del hombre superior. Llegamos a creer que nuestra palabra vale más que la de Dios y que finalmente hemos terminado sabiendo más que Él. Nos permitimos entonces corregir las obras, las palabras y las leyes divinas y las sustituimos por las nuestras. Nos gustan más y creemos que están más a nuestra medida. En realidad, llegamos a creer que Dios no es más la medida de la realidad, si es que la ha sido alguna vez. De ahí que hayamos vaciado el mundo de la presencia de Dios y lo hayamos llenado de toda clase de fetiches ante los que, como antaño, hemos dicho: ¡estos son tus dioses, Israel! Sobre esta convicción hemos construido ensueños y esperanzas siempre frustradas. La más tentadora de ellas en nuestro tiempo se convirtió en el engaño más devastador del que las masas han sido objeto: el comunismo. Hablando de él escribió Benedicto XVI: “creían poder transformar las piedras

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Año de la Fe 2012-2013

en pan, pero han dado piedras en vez de pan” (Jesús de Nazaret, p. 58). El hombre pierde la memoria de sí mismo cuando pierde la de Dios. Entonces pierde todo referente acerca de sí: no sabe decir nada ni responder de él, ni identificarse a sí mismo frente a ninguna realidad: “fuentes agotadas, brumas arrastradas por la tempestad” (2 Pe, 2, 17). A pesar de que la elaboración de ideas sobre el hombre desborda todo lo imaginable. La época de las luces ha conducido a la hora de las tinieblas, y la lucha de los titanes contra Dios sólo ha tenido por efecto final el ‘crepúsculo de los dioses’, del hombre pseudodivinizado por sí mismo, pretendido suplantador de Dios. Nos encontramos, pues, extraviados ante el presente y el futuro de la historia humana, crecientemente inhábiles para manejar nuestra historia y resolver los enigmas acumulados, a pesar de que toda la verdad ha sido aclarada ya en el Verbo. Por eso, “somos, de nuevo, los que Tú no gobiernas, los que no llevamos Tu Nombre” (Is 63, 19). Como en el caos primigenio, también hoy la tierra está “desolada y vacía” (Gen 1, 2), desierta de Dios y del hombre. Pero, entretanto, ¿cómo justificar el derroche de tiempo, de Podremos ignorarnos o tal pensamiento y de energía histórica dilapidada en esta tarea de vez trastornar nuestra entidad demolición? ¿Quién va a responder de los estragos producidos humana, pero no engendrar en a consecuencia de esta ofuscación de la imagen del hombre y nosotros una novedad distinta, según una imagen y semejanza de las ruinas morales que ha provocado?

Dios en perspectiva

que responda a una nueva dimensión ideada por nosotros. La verdad no es una cuestión de voluntarismo.

No podemos llegar muy lejos en esta temeraria huida de Dios. Parece evidente que tanto el estado espiritual y moral de la sociedad como la situación global del hombre exigen su transformación integral; parece que el orden de realidades debe ser restablecido, el señorío de la verdad restaurado, el mundo renovado y el hombre devuelto a sí mismo. Ahora bien, esto no está ni en su intención ni, muy probablemente, tampoco a su alcance en las circunstancias presentes. El depósito de creencias y valores primordiales que ha alimentado la historia humana está bajo mínimos y hemos entrado en un estado de demencia tranquila que nos lleva a dar por hecho que la humanidad ha alcanzado por fin la utopía hacia la que ha venido caminando. Sólo la crisis económica actual parece enfriar esa euforia. A la luz de la Palabra de Dios, hemos de entender que lo único decisivo que se juega en la historia es la realización del hombre en ella en conformidad con el proyecto divino sobre él, porque sabemos que “el plan de Dios es que todo tenga a Cristo por Cabeza” (Ef 1, 10). Por consiguiente, debe llegar la hora de Dios, no necesariamente la final, pero sí la que restablezca el imperio de su voluntad en un tiempo en que hemos conocido la reiteración del pecado del paraíso: la decisión de sustituir los designios de Dios por los del hombre.

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Al final de esta larga travesía en la noche también nosotros, como los apóstoles después de aquel intento infructuoso de pesca, nos encontramos exhaustos y vacíos tras un esfuerzo agotador. A pesar de lo cual volvemos a echar la red, cada uno de nosotros, cada generación, con parecido resultado. Y en cada ocasión se nos repite: no os empeñéis en hacer las cosas así; no es eso ni es así; echad las redes en esa otra dirección: la que Yo os he señalado desde el principio; esto es, en la dirección de la única Verdad, de la Libertad y de la Paz que soy Yo mismo. De hecho, todas las iniciativas humanas han tenido siempre un resultado de fracaso hasta que hemos divisado a Dios en la orilla. Escapar de Dios es caminar a la nada y al absurdo. Es lo que ocurre cuando se repite la actitud que denunciaba el profeta de Israel: “caminaban según sus ideas; me daban la espalda, no la frente” (Jer 7, 24). El hombre El Concilio nos ha advertido: no va a encontrar reposo hasta que se reconcilie consigo mismo, “Se termina la representación esto es, hasta que se reencuentre con su verdadera imagen, con de este mundo, deformado su realidad original, la que recibió del Creador. El Concilio nos ha advertido: “Se termina la representación de por el pecado, pero sabemos este mundo, deformado por el pecado, pero sabemos que Dios que Dios prepara una nueva morada y una nueva tierra en prepara una nueva morada y una nueva tierra en que habitará que habitará la justicia… la justicia… En el tiempo presente se nos advierte que de nada le En el tiempo presente se nos sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo” advierte que de nada le sirve al (Gaudium et spes 39). “Nosotros —dice S. Pedro—, confiados en hombre ganar el mundo entero la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra si se pierde a sí mismo” nueva en los que habite la justicia” (2 Pe 3, 13). Cada día, Dios se pone en camino hacia el hombre para (Gaudium et spes 39). responder a esa esperanza, pero podría hacerlo también, de forma singular, para recorrer con él, de nuevo, el camino del desierto a fin de llevar a su pueblo a la libertad y a la heredad preparada por él. Dios volverá para hacer pedazos la falsa imagen que estamos trazando de Él mismo y de nosotros. Vendrá para dar cumplimiento de nuevo a lo anunciado por Isaías: “Yo guiaré a los ciegos por un camino que no conocen, los conduciré por sendas que ignoran; convertiré ante ellos la tiniebla en luz, y lo escabroso en llano” (42, 16). De hecho, Dios está de nuevo en marcha: “ahora me pongo en pie; ahora me yergo, ahora me alzo” (Is 33, 10). “Silencio en presencia del Señor, que se acerca el día del Señor… Se acerca el día grande del Señor; se acerca con gran rapidez” (Sof 1, 7, 14). Porque ahora, y de nuevo, es la hora de Dios, hora que tiene su

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ritmo y sus leyes: llamadas a la conversión, ofrecimiento de la misericordia, advertencias y severidad adecuada a la realidad, oferta de nueva alianza. Este lenguaje, que nos habla en términos tan categóricos de la novedad que está en el horizonte, así como la propia magnitud de la crisis, permite conjeturar que algo nuevo puede acontecer más allá de la intervención de los hombres, a los que parece haberse escapado el control de los acontecimientos humanos: “hacedme caso, pueblos; dadme oído, naciones: de Mí sale la ley; mis mandatos son luz de los pueblos. En un momento haré llegar mi victoria…, mi brazo gobernará los pueblos; me están esperando las naciones, ponen en Mí su esperanza” (Is 51, 4-5). Porque “así dice el Señor al despreciado, al aborrecido de las naciones: Te verán los reyes y se alzarán, los príncipes y se postrarán” (Is 49, 7…). “Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy, pídemelo, te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra… (Sal 2, 7). Porque ahora, y de nuevo, Cierto que, al menos en apariencia, el acontecimiento más sig- es la hora de Dios, hora nificativo que está teniendo lugar en este tiempo es el silencio de que tiene su ritmo y sus Dios, quien está dejando al hombre decir su palabra, expresar sin leyes: llamadas a la cortapisas sus poderes y saberes, su libertad. Pero el Jinete de las conversión, ofrecimiento Nubes se está preparando una calzada. Ya se oyen sus pisadas y de la misericordia, se perciben sus huellas, aunque es necesario tener oídos para oír advertencias y severidad y ojos para ver. adecuada a la realidad, En nosotros llevamos la expectativa, a veces inconsciente, de oferta de nueva alianza. una nueva venida, de un mundo nuevo, de una nueva creación. El que viene nos dice: “Todo lo hago nuevo” (Ap 21, 5), aunque antes de ’edificar y plantar’ sea necesario ‘devastar, destruir y asolar’ (cf Eclo 49, 7) muchas de las obras erigidas por nosotros, porque esas construcciones no han sido levantadas por el Padre. “El día del Señor está cerca” (Is 13, 22), o como leemos en Hbr 10, 37: “un poquito de tiempo todavía, y el que viene llegará sin retraso”, para que se cumpla lo que fue predicho: “verán cara a cara al que traspasaron” (Jn 19, 37). Dios volverá para revelar su Rostro a todos los hombres, porque Él es la Cabeza de la nueva Humanidad, “el Padre del siglo futuro” (Is 9, 5); porque es necesario que Cristo retorne entre nosotros como Luz y como Ley del mundo. La liturgia, en el tiempo de Adviento, nos invita a volver la mirada hacia el que viene: ‘Mirando a lo lejos veo venir el poder de Dios; salid a su encuentro.’ Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación’. Porque Él está a la puerta y llama (cf Ap 3, 20). A ese ‘Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle’.

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¿Por qué un Año de la Fe? Con fecha 11 de octubre de 2011, el Papa Benedicto XVI publicó una Carta Apostólica con el título “Porta fidei” (Puerta de la fe). En ella anunciaba que había “decidido convocar un Año de la Fe” en el cual se conmemorarían dos aniversarios de inmensa relevancia histórica en orden al don de la fe: medio siglo de la inauguración del Concilio Vaticano II y veinte años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Consultado el entonces Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, por el periodista Andrea Tornelli, del diario italiano La Stampa, acerca de “Cómo considera la decisión del Papa Benedicto XVI de instituir el Año de la Fe y de insistir sobre la nueva evangelización”, el entonces arzobispo de Buenos Aires respondió: “Benedicto XVI indica como prioritaria la renovación de la fe, y presenta la fe como un regalo que transmitir, un don que ofrecer, que compartir como acto gratuito. No una posesión, sino una misión”. Después de la publicación de las palabras de ocho obispos chilenos sobre este tiempo de gracia que se leyeron en las páginas de HUMANITAS 68 (octubre-diciembre 2012), y luego que ocho rectores de universidades católicas chilenas respondieran de lo mismo en HUMANITAS 69 (enero-marzo 2013), en la presente edición invitamos a diez mujeres responsables de importantes servicios públicos en el ámbito académico, cultural y asistencial a expresar su voz acerca del significado del Año de la Fe. La importancia de la mujer en la vida de la familia y en la transmisión de la fe es una realidad indesmentible que atraviesa los siglos. Se añade a ello la justa relevancia y reconocimiento que el papel de la mujer ha adquirido en nuestro tiempo en la vida pública. A continuación entregamos sus respuestas a nuestros lectores.

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El llamado a centrarnos en la fe resulta muy oportuno si consideramos los desafíos que estos tiempos plantean a todo cristiano. Así, debemos seguir siendo instrumentos del amor de Dios para los que nos rodean y ser capaces de llevar el regalo de la fe que hemos recibido al mayor número de personas, incluso a quienes quisieran borrar toda referencia a Dios de nuestra cultura. Ambas tareas nos plantean una exigencia común: saber dar razón de nuestra fe. En efecto, siguiendo a San Pablo, nadie puede anunciar de un modo atractivo para otros lo que dice creer si todo su ser no está Carmen Domínguez traspasado de la certeza de que ello puede ser un bien Directora del Centro UC para el otro. Para ello, como el Papa Emérito Benedicto de la Familia XVI nos animaba, debemos ser capaces de subir a la montaña para encontrarnos con Dios y preguntarnos, con el corazón y la razón, si adherimos a las verdades que son base de las convicciones que decimos tener. Entre ellas, urge que profundicemos en el contenido que les damos a las denominadas por Benedicto XVI como “verdades no negociables” en cuanto en ellas se juega el desarrollo futuro de la familia y, con ello, de los países. Si estamos convencidos de que el respeto a la dignidad de la persona no admite excepciones, entonces la destrucción o afectación de cualquier vida humana debiese dolernos. Si creemos que el mayor bien para los hijos es poder contar con un padre y una madre que, unidos en un compromiso para toda la vida, le acompañan en su crecimiento, y que el amor humano llama a la complementariedad entre esos cónyuges, entonces la ausencia de alguno de ellos o la fragilidad de su vínculo debiese dolernos. Y ese dolor, como tantos otros que impactan a la familia y a sus miembros, debiese animarnos a salir de nosotros para dar lo mejor que somos para avanzar hacia un Chile donde todos esos bienes sen promovidos.

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Subir a la montaña

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El sentido de nuestra existencia El Santo Padre Benedicto XVI, antes de renunciar al Solio Pontificio, ha querido dejarnos un tema de meditación que va directamente a la raíz de los problemas más graves de nuestro tiempo. En efecto, si reflexionamos sobre la vida actual, tenemos que reconocer que ella no es capaz de dar a nuestros contemporáneos ninguna felicidad duradera. Las multitudes viven presionadas Gisela Silva Encina por exigencias crecientes y abrumadoras: los estudios, la pro Historiadora fesión, el trabajo cuando no los humaniza una auténtica vocación— se convierten en una carrera agotadora en pos d metas cada vez más difíciles. Incluso los adelantos tecnológicos, que parecen aliviar nuestros esfuerzos, nos esclavizan y arrojan una sombra de sospecha sobre el futuro del ser humano, cuyas facultades naturales corren el riesgo de atrofiarse bajo el poder de la tecnología. Ese frenesí de diversiones, ruido y velocidad que caracteriza el ambiente contemporáneo ¿no es acaso una continua escapatoria?, ¿no es una búsqueda desesperada de aturdimiento ante el vacío interior? Después de los trágicos fracasos históricos que hemos conocido, el ser humano —creatura de Dios y nacida para amarlo— necesita volverse hacia su Creador. Sólo la Fe en Él sitúa nuestra vida en un ámbito de amor. Es evidente que si Dios nos trajo a la vida, es porque nos amaba; y porque tenía un proyecto espiritual sobre cada uno de nosotros. La fidelidad a ese proyecto divino da sentido a toda nuestra existencia. Nos libera de este insensato “vivir para la muerte”, intentando olvidarlo. Al hombre contemporáneo, que se muere de sed, hay que acercarlo a las fuentes de la Fe, agua viva que nos abreva con el Amor de Dios por sus creaturas. Benedicto XVI nos ha dejado un legado espiritual muy valioso. Su última carta, “Porta Fidei”, nos invita a profundizar nuestra Fe, bien supremo del hombre, sin el cual la vida no merece la pena de vivirla.

Desde la humildad, ser hijos Aceptar la invitación del Emérito Papa Benedicto XVI, para celebrar y vivir este año, abriendo “la puerta de la fe“, es una llamada que interpela lo más hondo de nuestra vida. Y que como él mismo dice: “Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia, y el corazón se deja plasmar por la gracia de Dios que transforma”. Es la apertura de las puertas de nuestra alma la que permite caminar hacia la fe, aquellas puertas a las que en el quehacer vertiginoso de

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nuestra vida cotidiana no damos el espacio para su apertura y con ello la posibilidad de experimentar el encuentro radical con Cristo. Este encuentro requiere de un estrecho y radical camino cuyo vértice fundamental es abrirnos a nuestra condición de hijos amados, débiles y vulnerables, que desde lo más hondo de su corazón no pueden, sino decir Abba (papá). Un corazón que, como dice Benedicto XVI, se deje Carolina Dell’Oro plasmar por la Gracia, e inundado de su presencia se Filósofa UC. transforme desde lo más profundo. Esta condición Profesora Universitaria de hijo de Dios no se vive sino desde la más honda humildad, la única que nos hace acercarnos a lo verdaderamente grande. Antes que nada somos hijos, y esta condición nos debiera recordar que ser hijo está lejos de ser autosuficiente y desvinculado; por el contrario, somos necesitados y vulnerables, frágiles y débiles, pero llamados a lo grande. Es esta humildad la que ha testimoniado en estos días nuestro querido Papa Francisco. Una humildad traspasada de actitudes, hecha vida porque ha sido empapada de vida divina, de amor por Cristo, porque en sus ojos no deja de ver a cada uno de los hombres, incluso a lo más alejados y ajenos de la vida de fe, como un hijo de Dios. Abrir la gran puerta de la fe es destrabar el cerrojo, y recibirnos desde la humildad.

Una Noche Luminosa “Entréme donde no supe, y quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo”. San Juan de la Cruz Este año hemos sido invitados por Benedicto XVI, un hombre de una humildad e inteligencia extraordinarias, a cruzar la puerta de la fe. Esta puerta nos lleva a un lugar que va más allá de nuestra naturaleza, un lugar que es, por lo tanto, sobrenatural. Es en este lugar donde hacemos realidad nuestra semejanza Pilar Vigil con lo Divino. Es en este lugar donde trascendemos Profesora Universidad Católica, al tiempo y espacio en el cual nos movemos en esta Presidenta Teen Star International vida y es en este lugar donde podemos vislumbrar lo eterno que hay en nuestro ser. Es también en este lugar donde es de noche. Sin embargo, es esta una noche luminosa en la cual nos encontramos

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con una fuente desde la cual podemos beber un agua pura, cristalina que no está contaminada con todas nuestras inseguridades, temores, ansias de poder, dinero y fama. “Que bien se yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche” (San Juan de la Cruz) Esta fuente es la fe, fuente que nos permite no desfallecer en el camino, pues nos da el agua tan necesaria para vivir. En nuestra vida el Encuentro con Jesucristo nos permitirá reconocernos en nuestra verdad de hijos de Dios y al reconocernos de este modo dejaremos de lado todo resentimiento y podremos agradecer al Creador la vida que nos ha sido regalada simplemente para regocijarnos en amar y ser amados. La fe, este espacio que no comprendemos, será el rayo de luz en la noche que nos irá guiando en nuestro camino de amor. Al cruzar esta puerta nos encontraremos caminando en esta noche luminosa hasta que finalmente podremos cantar llenos de júbilo ¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste Amado con amada, Amada en el Amado transformada!” (San Juan de la Cruz) La invitación a cruzar esta puerta es ,entonces, la invitación más maravillosa que nos puedan hacer, es a animarnos a recorrer este camino que nos llevará a transformarnos en Cristo. Que sea como nos dijo el Apóstol no yo quien vivo en mí, sino Cristo quien vive en mí: amada en Amado transformada. Un año para meditar si queremos traspasar esta puerta que nos conduce, sin duda alguna, al viaje más trascendental de nuestra existencia.

Profunda gratitud a Benedicto XVI Invitación a redescubrir cada día el camino de la fe, un llamado a la conversión, una invitación a estar con ÉL. Mis primeras palabras son de profunda gratitud al Papa Benedicto XVI por este legado, especialmente ahora que nos anunció su retiro. Con su carta nos rescata del desierto, nos conduce a la amistad con Jesús, nos invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente.

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Muchos quisiéramos que la Iglesia se renovara, él nos invita a hacerlo y nos señala: “La renovación de la Iglesiapasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes”: ¿Qué testimonio estamos llamados a dar? La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Esta es la invitación, a ser fecundos, a amar como lo hizo Jesús, a vivir la vida desde el evangelio, su palabra. ¿Qué haría Cristo si estuviera en mi lugar? A gozar la Mónica Jiménez de la Jara presencia silenciosa de Cristo en la Eucaristía. El Ex ministra de educación evangelio es su palabra, la eucaristía su presencia. En la Comunión vivimos la fraternidad, la hermandad, somos hijos de un mismo Padre. Ser cristiano significa, por lo tanto, conocer a Cristo, unirnos a Él y hacer su voluntad. Para lograrlo necesitamos la gracia del Espíritu Santo. “Ven, Espíritu Santo, y enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor”. El Espíritu Santo y nosotros, hombres y mujeres, actuamos juntos, él nos inspira y apoya, nosotros ejecutamos las acciones. Fiel en el fondo, flexible en la forma, para así penetrar todas las culturas. Cuando hablamos de Dios, decimos: Dios Padre es amor; el Hijo es amor; el Espíritu Santo es amor; la Santísima Trinidad es amor. El amor a Dios incluye como un solo y mismo amor el amor a los hermanos. “El que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo podrá amar a Dios a quien no ha visto?

Para que la Fe viva A la luz de la sorpresiva renuncia del Santo Padre, la respuesta a la pregunta de por qué un Año de la Fe adquiere especiales matices. El Santo Padre, ahora emérito, era en el momento de ser elegido Papa un sacerdote, cardenal y teólogo que había servido a la Iglesia en épocas muy diferentes, con desafíos muy diversos y en culturas cambiantes. Conocía los inmensos problemas, pero sabía que su tiempo era limitado. Con la clara visión de un intelectual de excepción y su preparación teológica superior, a mi parecer, se propuso enfrentar durante este papado, evidentemente corto, lo medular. En este contexto la convocación a diversos años adquiere relevancia y lógica.

Christiane Raczynski

Presidenta de Ayuda a la Iglesia que Sufre-Chile (AIS-Chile)

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Primero fue la convocatoria al Año Paulino El Papa resaltaba el ejemplo de este apóstol-mártir que llevó el Evangelio a todos los confines de la tierra y adalid de la unión de todos los cristianos. Su valentía y entrega nos fue presentada como un ejemplo a seguir hoy. Luego siguen el Año del Sacerdocio y el Año de la Fe. Era necesaria y urgente una invitación a los sacerdotes a ser fieles a ese amor primero: Cristo. Luego vino el Año de la Fe. Benedicto XVI había advertido que “excluir a Dios del horizonte de la vida solo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas”. Frente a un mundo secularizado, en que no se vivía ya contra la Fe, sino simplemente como si Dios no existiera, volver a colocar la FE en el lugar que le corresponde, como un hecho real, y con profundas huellas en el hombre y en la cultura, era esencial. Benedicto XVI no nos invitaba a recordar, sino a entrar por la puerta de la FE. Entrar, no como espectador sino como actor. “Profesar con la boca, indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado”. Evangelización y unidad de los cristianos, la santidad sacerdotal y la nueva evangelización es pues una trilogía que marca el Papado de Benedicto XVI. Para quienes colaboramos en la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (AIS), la invitación a un año dedicado a profundizar y revitalizar la fe ha sido un llamado y una confirmación a seguir trabajando para que la fe viva. Nuestro trabajo se realiza a través de la oración, la información y la ayuda concreta. Benedicto XVI en estos momentos no se ha desligado del Año de la Fe. Hoy, a través de su oración, colabora con esta invitación a lograr que la “fe viva” y forme parte de la esencia de la vida de los hombres y de la cultura.

La Fe agrada a Dios

Patricia Matte Larraín

Presidenta de la Sociedad de Instrucción Primaria

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La fe es un don que nos fue regalado en el bautismo. Son especialmente significativas las palabras de Jesús que leemos en el Evangelio de San Juan: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros» (15, 16). Pero es una elección que no nos fuerza. Somos libres de acoger o rechazar el don que Dios nos entregó para hacernos miembros de la familia de su Hijo Jesús, la Iglesia, fruto precioso obtenido con su muerte y resurrección.


Año de la Fe 2012-2013

Esta es la base de nuestra fe. Y a fijar la mirada en este regalo gratuito de Dios es que el Santo Padre Benedicto XVI nos invitó durante el año que vivimos. A profundizar en las bases de nuestra fe, a pedirla con fervor, a ser más conscientes de las implicancias que ella tiene, para así poder hacerla más nuestra, transmitiéndola a los demás, comenzando por la familia y los seres más cercanos. ¿Por qué este año y no después? Lo dice el Papa emérito en la carta Porta fidei por medio de la cual nos convoca: el mundo está a oscuras; quienes gozan de la luz de la fe tienen el deber de moverse para iluminar al mundo. Mostrarle que nuestro Dios es amor y que todos, aun los más pecadores, si se arrepienten, pueden salvarse en su infinita misericordia. Conocer nuestra fe es esencial para dar nuestro asentimiento y, con nuestra inteligencia y voluntad, por la gracia, adherir a ella. Asimismo sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios (Hb. 11, 6). Pero la fe implica necesariamente la caridad. Ambas están indisolublemente unidas. Es por ello que nuestra reflexión, en este Año de la Fe, tiene que incluir también acción. ¿Cómo vamos a poner nuestra fe en obras? Inmensa y maravillosa agenda nos dejó nuestro Santo Padre emérito. Su Santidad el Papa Francisco nos ayudará a transitar a través de este camino y a salir fortalecidos, al anunciar la buena nueva de que Dios es amor.

El legado de Benedicto XVI Entre los muchos y valiosos legados que nos ha dejado el papado de Benedicto XVI, se encuentra la convocatoria al “Año de la Fe”, lo que resulta en un llamado urgente a la conversión. Esta exhortación es una oportunidad para “redescubrir el camino de la Fe”, en momentos que la cultura contemporánea se ve fuertemente influida por tendencias relativistas e individualistas que Francisca Alessandri alejan al hombre de su sentido trascendente, Académica, sumiéndolo en espirales de desesperanza e Centro de Políticas Públicas UC inseguridad. Pontificia Universidad Católica de Chile “El mundo necesita el testimonio de la Fe” nos recuerda la carta Porta Fidei, interpelación que nos llama —desde el ámbito de las comunicaciones— a plasmar aquello que el documento recuerda: “con el corazónse cree y con los labios se profesa” (Rom. 10,10). Los medios y las redes sociales disponibles, que gracias a los avancestecnológicos están al alcance de todos, son una valiosa plataforma para mostrar al hombre en toda su humanidad y así contribuir

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a forjar una sociedad marcada por la esperanza y la caridad. Hoy como nunca la contribución de los medios es determinante en conformar una visión integradora del ser humano en su dignidad y ser luz en este desierto espiritual en el que muchos hoy se encuentran. En su homilía al inaugurar el año de la Fe el Papa alertaba sobre cómo en estos tiempos “se ha difundido el vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer”. Los comunicadores debemos reaccionar ante esta realidad y asumir como propia la misión de subrayar el mensaje de la fe y relevar su importancia de la serie de acontecimientos que hoy opacan la fuerza de la Iglesia. La carta papal nos exhorta a dar testimonio de nuestra fe y, a semejanza de la Santísima Virgen María —“gran ejemplo de Fe”—, estamos llamadas —como mujeres— a transmitirla, desde el seno materno, consolidarla en la familia, para luego proyectarla al resto de la sociedad. Hoy como nunca la transmisión de la Fe depende de madres creyentes que, como las mujeres del Evangelio, sean ejemplo de fidelidad. Evangelizar a través de nuestra convicción y valentía de permanecer fiel a la Iglesia, e impulsar desde nuestros hogares el respeto a la verdad de manera de mantener viva la esperanza y alegría de vivir en encuentro con Cristo. En este tiempo en que el hombre busca asentar sus certezas en la ciencia, en la técnica y en el éxito personal, el llamado papal nos invita a volver la vista a lo Alto, a pedir fe, a renovarla, redescubrirla, actualizarla y proclamarla sin temor; para que nuestro andar no equivoque el rumbo, pues solo la Fe hará de nuestras obras un camino de salvación.

Dos letras, todo un programa

Alexandra de Habsburgo

Presidenta de la Fundación Auxilio Maltés

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El Santo Padre ha llamado a un Año de la Fe porque parece que vivimos una crisis de fe que está llevando a una crisis del hombre. La “fe”: dos pequeñas letras pero que contienen todo un programa. Para algunos, un conjunto de verdades sobre Dios; para otros la confianza ciega en Dios que algunos no poseen y otros sí. La pregunta es ¿cómo hacer creer a estos últimos que Dios existe? La explicación es que alguien vive dentro de nosotros y nos invita a creer, ese divino huésped nos quiere y nos invita a responder a su amor. Como dice San Pablo: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios”.


Año de la Fe 2012-2013

Al don debe seguir la aceptación. Así nace en nosotros la fe que mueve montañas, que permite realizar cosas humanamente irrealizables y creer cosas humanamente increíbles. Al saber por ejemplo que Dios es perfectamente bueno y justo ya no dudaremos que todo lo que nos pasa está inscrito dentro de su plan, aunque supere nuestra inteligencia. También aceptaremos que la cizaña y el buen grano tengan que crecer juntos hasta el Juicio Final. La experiencia histórica nos muestra que en la medida en que el hombre se aleja de Dios, se aleja de la realidad y de la auténtica relación con los otros, y en definitiva de sí mismo. La fe, al ordenar nuestra vida a Dios, le da no sólo plenitud, sino sentido y consistencia. Nuestra fe se hace esperanza y actúa vivamente por la caridad. Este año, a través de la oración, los sacramentos, el estudio y las buenas obras debemos hacer más viva nuestra fe y comunicarla a todos. ¡Qué consolador saber que nuestra fe enternece a Dios hasta el punto de perdonarnos todo: “tu fe te ha salvado”!

Un camino que dura toda la vida El Papa Benedicto XVI nos convocó a “abrir las puertas de la Fe” recordándonos que, al atravesarlas, emprendemos un camino que dura toda la vida. Debemos entregarnos con libertad cada día, para desde nuestro interior, desde la familia, desde el puesto de trabajo y a nuestro alrededor, acrecentar nuestro compromiso con este gran don que es la Fe. Alicia Amunátegui de Ross La cultura del Amor que acompaña a la Presidenta de Fe no se improvisa, se aprende y se enseña La Protectora de la Infancia desde muy temprano. Nos es dada por Gracia a todas las personas al recibir el Sacramento del Bautismo. Redescubriremos al Señor Dios Padre invisible, en las cosas simples y visibles de la vida y sabremos ahí encontrarlo. Busquemos ese apoyo que el Señor Dios nos ofrece, y aceptemos tomarnos de Su mano. Él es incondicional; si caemos o tropezamos, nos levantará haciéndonos ver nuestras heridas, sanándolas. Alejados de esa Luz guía, no es difícil que los hombres se sumerjan en lo amargo de la desorientación y la soledad. Necesitamos hacer oración aportando abnegación, porque la cizaña es astuta y efectiva ante la indiferencia y la frialdad y acosará al buen trigo.

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Por eso, para el correcto desarrollo de este concilio, será fundamental examinar cuidadosamente el mundo intelectual de hoy, donde hay que colocar de nuevo el candelabro del Evangelio de tal forma que su luz no se transforme bajo el celemín en formas obsoletas, sino que ilumine de forma clara a todos los que viven en la casa del momento actual (Mt 5, 15).

Celebración de la Eucaristía durante el Concilio Vaticano II.

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El Concilio frente al pensamiento moderno POR JOSEPH FRINGS – JOSEPH RATZINGER

Algunas semanas antes del inicio del Concilio

Vaticano II, el cardenal Giusseppe Siri, arzobispo de Génova, invitó al cardenal Joseph Frings a

dar una conferencia sobre el tema “El Concilio

Vaticano II frente al pensamiento moderno”. El

anciano arzobispo de Colonia la pronunció el 20 de noviembre de 1961, pero, como estaba saturado de

trabajo, pidió ayuda al entonces joven profesor Joseph Ratzinger, teólogo de su confianza, quien escribió

todo el texto que, después, fue publicado, obviamente, con el nombre del cardenal. Así llegó hasta Juan

XXIII, que lo leyó, y, en una audiencia posterior,

abrazó al cardenal Frings, diciéndole: «Precisamente, éstas eran mis intenciones al convocar el concilio». Entonces, el cardenal sintió el deber de revelar al

Papa quién era el autor de aquellas páginas. El texto expone las transformaciones profundas que habían

ocurrido después del Concilio Vaticano I (1869-1870) y que exigían convocar un nuevo concilio.

La traducción de esta conferencia al castellano

es inédita y ha sido realizada desde su original en

alemán por la Profesora Esther Gómez de Pedro, con la autorización de Librería Editrice Vaticana.

Procesión inaugural de los Padres conciliares en La Plaza San Pedro 11 de octubre 1962.

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Dos consideraciones previas: 1. Concilio y Presente Los concilios emergen siempre en un determinado momento en el que ponen de relieve la Palabra de Dios, tal como sea necesario en ese preciso momento. Ciertamente, lo que se dice en ellos es válido para siempre, porque la verdad siempre válida se encarna en palabras históricas y ligadas al tiempo, pero, al mismo La derrota y el tiempo, llevan impreso de forma inconfundible el rostro subsiguiente espantoso de ese tiempo determinado en el que las exigencias de desenmascaramiento del una situación espiritual muy concreta hacen necesario abismo que significaron estos movimientos, formular acuciosamente un pensamiento, sellar una permitieron al una vez palabra que quedará en adelante para la Iglesia como denigrado liberalismo su posesión permanente y recordará siempre ese deteraparecer de nuevo bajo una minado momento en el que creció y se desarrolló ese mejor luz, de tal manera pensamiento, esa palabra. Si siempre ha sido tarea de los que puede decirse que, de concilios reconquistar de nuevo el arbitrario pensamiento hecho, en muchos ámbitos puede hoy reconocerse allí del hombre con las armas intelectuales que ofrecía cada el inicio de una restauración época y cautivarlo para Jesucristo (2 Cor 10, 5), guiando del liberalismo. Mucho de a la Iglesia a un nuevo crecimiento espiritual y en última lo que tras 1918 parecía instancia a la plenitud en Cristo (Ef 4, 13), también será prácticamente hundido, válido para un concilio cuya misión ha sido caracterientonces retornó y en varias zada por el mismo Santo Padre como “aggiornamento” cosas estamos hoy mucho de la Iglesia. Por eso, para el correcto desarrollo de este más cerca de la situación de 1870 de lo que hubiera concilio, será fundamental examinar cuidadosamente podido creerse hace el mundo intelectual de hoy, donde hay que colocar de veinte años. nuevo el candelabro del Evangelio de tal forma que su luz no se transforme bajo el celemín en formas obsoletas, sino que ilumine de forma clara a todos los que viven en la casa del momento actual (Mt 5, 15). 2. Transformaciones en la situación espiritual desde el Concilio Vaticano I ¿Cuál es entonces la situación intelectual de hoy, a la que el concilio debe aportar una palabra y una respuesta cristiana? Quizás nos sea de utilidad en primer lugar echar una rápida mirada atrás. El último concilio, el primero en el Vaticano, se celebró hace apenas un siglo. Considerado desde la historia mundial es un tiempo breve, pero de

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cara a la rapidez con que hoy se desarrolla la historia, es sin embargo mucho tiempo. En aquella época ascendía poderosamente la estrella (¿o quizás debamos decir la antiestrella?) del liberalismo. Este, que dominaba la política, llevó a la economía a sus primeros grandes éxitos. En el ámbito de la teología, comenzó a celebrar su primer triunfo a través, sobre todo, de la hegemonía del historicismo cada vez más claramente marcada, que en el cambio del siglo llevó a esa crisis dentro de la teología católica, que ha entrado en la historia con el nombre de modernismo. El renacimiento de la teología y de una sana filosofía, indispensable para la primera, había cobrado suficiente fuerza tras las duras sacudidas de la Ilustración, pero la inseguridad latente de un nuevo inicio, que en su resistencia al ataque liberal oscilaba entre los dos extremos del racionalismo y del fideísmo, Quizás pueda simplemente aún no había sido totalmente superado. Además, en ese decirse que nada de lo que nuestro presente establece, momento, estaba ya llamando fuertemente a la puerta el no estaba ya dado en germen materialismo de pensadores como Feuerbach o Haeckel. en la situación intelectual ¡Qué actual nos suena todo esto cuando lo oímos! Y, de 1870, pero las semillas sin embargo, no podemos dejar de considerar cuántos han seguido creciendo, y lo cambios ha habido desde entonces. Si bien el risorgimento que éstas significan hoy se italiano agitaba ya con fuerza las fronteras del Estado de hará visible de una manera la Iglesia, mientras los padres conciliares del Vaticano que antes aún no se podía vislumbrar. I se encontraban reunidos en la ciudad eterna para sus deliberaciones, el árbol secular del patrimonio de Pedro resistía firme a pesar de todo. Su derrumbamiento [de los Estados vaticanos], cuyo quiebre siguió directamente al concilio, fue necesariamente y sin lugar a dudas, uno de los cambios estructurales más importantes en la Iglesia de la modernidad. Cambios parecidos se sucedieron, además, en gran parte del resto del mundo católico: Francia vivió la victoria del laicismo y la separación de Iglesia y Estado; en Alemania el derrocamiento de la monarquía trajo consigo importantes modificaciones para la situación política de la Iglesia; en Latinoamérica se fortalecieron visiblemente las fuerzas que querían desplazar a la Iglesia de la esfera pública. A lo anterior se añade el creciente peso que, en el mundo entero, progresivamente llegó a adquirir el catolicismo norteamericano, que desde siempre había tenido otra orientación en sus relaciones con el mundo, radicalmente distintas a las del catolicismo en Europa. Con estos cambios estructurales que aquí hemos perfilado someramente,

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la relación del catolicismo con el mundo en los últimos cien años fue continuamente transformada, no ciertamente en su esencia, pero sí en importantes elementos de su forma concreta. Lo primero que nos separa de los tiempos del Concilio Vaticano I son dos guerras mundiales, con las consiguientes drásticas implicaciones en la vida física y espiritual. La primera guerra mundial es de relevancia en nuestras consideraciones en tanto que, en gran medida, trajo consigo el fin de la forma hasta entonces imperante del liberalismo. El que colapsó entonces era un mundo liberal cuya orgullosa seguridad se hizo pedazos entre los escombros de la guerra. La caída Mientras que la humanidad había estado repartida hasta del liberalismo pareció prometer un renacimiento de la fe hace poco en una multitud y de la vida católica, de la cual hablaremos más adelante. de culturas nacionales Mas, al menos exteriormente, se mostraron como más particulares, hoy una ciudad fuertes otros dos poderes que aparecieron en escena en de China o Japón no se sustitución del decrépito liberalismo: el marxismo matediferencia en lo esencial de rialista, que en Rusia de hizo con el poder, y el nacionalisotra en Sudáfrica, Europa mo romántico, que en Alemania y (más moderadamente) o América. Las culturas particulares son ocultadas en Italia llegó al poder y celebró su absurdo y sanguinario de manera creciente por triunfo en la segunda guerra mundial. La derrota y el una cultura unitaria técnica, subsiguiente espantoso desenmascaramiento del abismo que deja cierto espacio para que significaron estos movimientos, permitieron al una dialectos particulares pero vez denigrado liberalismo aparecer de nuevo bajo una que en conjunto ha llegado a mejor luz, de tal manera que puede decirse que, de hecho, ser algo así como un lenguaje intelectual unitario de la en muchos ámbitos puede hoy reconocerse allí el inicio humanidad. (…) de una restauración del liberalismo. Mucho de lo que tras 1918 parecía prácticamente hundido, entonces retornó y en varias cosas estamos hoy mucho más cerca de la situación de 1870 de lo que hubiera podido creerse hace veinte años. En este sentido, a una mirada más atenta, se perfila una continuidad de la situación intelectual, que en una primera instancia difícilmente hubiéramos tenido como posible en nuestros cambiantes tiempos. Sin embargo no se da en la historia ningún fácil retroceso al pasado, y lo que ha sucedido no puede dejar de haber sucedido, sino que sigue actuando de alguna manera. Por mucho que se discuta el retorno a la situación anterior, nuestro tiempo, sin embargo, es un tiempo nuevo, determinado por múltiples fuerzas de un siglo lleno de transformaciones, que le afectan. Quizás pueda simplemente decirse que nada de lo que nuestro presente establece, no estaba ya dado en germen en la

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situación intelectual de 1870, pero las semillas han seguido creciendo, y lo que éstas significan hoy se hará visible de una manera que antes aún no se podía vislumbrar. Así, a partir de este momento intentaremos comprender algunas de las principales certezas intelectuales de nuestro tiempo, para lograr captar simultáneamente la misión que le toca en este tiempo al concilio como expresión de la Iglesia en tanto que maestra.

A. El concilio y el moderno espíritu del mundo: situación intelectual de la humanidad en vísperas del concilio (…) La humanidad entera 1. La experiencia de la unidad del género humano Quizás la experiencia más llamativa que caracteriza piensa y habla hoy con las categorías de la civilización la situación espiritual del presente [Nota del Editor: el técnica de corte europeoautor habla a comienzos de la década de los sesenta], de una americano y de esa manera manera radical, es el empequeñecimiento del mundo y se ha entrado en aquella fase una unidad de la humanidad absolutamente novedosa. de unificación que en tiempos Esta experiencia está ciertamente presente por lo menos de Jesús se lograra en la desde el descubrimiento de Cristóbal Colón, pero sólo cuenca mediterránea gracias hoy, ante las inauditas posibilidades de la técnica, alcanza a la cultura unitaria helénica. Está claro que tal situación una desconcertante actualidad, consciente hasta para el a la Iglesia no sólo le hombre más sencillo. Alguien que desayune en Alema- presenta nuevas posibilidades nia, puede estar para el almuerzo en Egipto y tomar su sino también nuevas tareas próximo desayuno en algún lugar del lejano Oriente. El y peligros. que escucha en Londres un discurso del presidente de América por la televisión, percibe sus palabras antes que otro que se siente a sus pies, porque las ondas eléctricas transmiten la palabra con más rapidez que las acústicas. Radio y televisión meten en cada casa el mundo, y en cada gran ciudad pueden además encontrarse hombres de todos los rincones de la Tierra –el mundo efectivamente se ha estrechado. A esto se añade otra cosa: mientras que la humanidad había estado repartida hasta hace poco en una multitud de culturas nacionales particulares, hoy una ciudad de China o Japón no se diferencia en lo esencial de otra en Sudáfrica, Europa o América. Las culturas particulares son ocultadas de manera creciente por una cultura unitaria técnica, que deja cierto espacio para dialectos particulares pero que en conjunto ha llegado a ser algo así como un lenguaje intelectual uni-

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«El renacimiento de la teología y de una sana filosofía, indispensable para la primera, había cobrado suficiente fuerza tras las duras sacudidas de la Ilustración, pero la inseguridad latente de un nuevo inicio, que en su resistencia al ataque liberal oscilaba entre los dos extremos del racionalismo y del fideísmo, aún no había sido totalmente superado. Estaba ya llamando fuertemente a la puerta el materialismo de pensadores como Feuerbach o Haeckel».

tario de la humanidad. La humanidad entera piensa y habla hoy con las categorías de la civilización técnica de corte europeo-americano y de esa manera se ha entrado en aquella fase de unificación que en tiempos de Jesús se lograra en la cuenca mediterránea gracias a la cultura unitaria helénica. Está claro que tal situación a la Iglesia no sólo le presenta nuevas posibilidades, sino también nuevas tareas y peligros. Como Iglesia Catholica ha estado siempre fundamentalmente orientada a la humanidad entera, y el movimiento hacia la unificación de la humanidad que se despliega ante nuestros ojos le ofrece nuevas condiciones para completar su misión universal. Si el momento histórico es en cada caso la expresión de una vocación divina especial, de un kairos, que tenemos que asumir, está claro que la tarea especial de la Iglesia de hoy es una mirada a toda la humanidad.

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Tendrá que ser —en un sentido aún más pleno que el vivido hasta ahora— Iglesia universal. Al establecer unidad en la jerarquía en los países de misión se ha dado un importante paso en esta dirección, al que tendrán que seguir otros. Por eso lo que se ha de reflexionar en primer lugar es que: cuando el cristianismo empezó su andadura en el mundo, encontró por todas partes la así denominada Koiné, es decir, la lengua común de la cultura griega-romana. Este idioma estaba impregnado espiritualmente de la filosofía panteísta-inmanentista del Estoicismo. Pero era la Lo terrible de estas lengua que en todas partes se entendía, en la que se pen- guerras, las atrocidades saba y se hablaba. La misión cristiana no dudó en recoger que fueron cometidas este lenguaje y servirse de él para predicar el mensaje por pueblos llamados de Jesucristo. Y de esta manera, a partir de la Koiné del cristianos, han provocado en el mundo no cristiano antiguo mundo pagano, finalmente se generó una lengua un profundo escepticismo verdaderamente cristiana. Hoy la Iglesia se sitúa de nuevo en relación al cristianismo ante un tipo de Koiné: el que brota del pensar y hablar y sus posibilidades de unitario de la civilización técnica que incluso tiene validez transformar a los hombres más allá de las fronteras que el muro de acero ha trazado y al mundo. El asiático sobre la humanidad. ¿No debería hacer un esfuerzo total- (que viene a colación en mente nuevo para servirse de esta Koiné? En relación a la primer lugar) no distingue entre cristianos y no cuestión misionera se habla mucho de la acomodación, del creyentes que viven en ajuste del depósito de la fe a las distintas culturas nacio- los países cristianos, y nales. Sin pretender negar la perenne relevancia de esta tampoco está preparado cuestión, de la que más tarde nos ocuparemos, podemos para separar claramente sin embargo preguntarnos si la tarea no consistirá, con la razón fundamental del la misma urgencia que entonces, en buscar una nueva cristianismo de los fallos fácticos de los cristianos. forma de anuncio, que capture para Jesucristo el pensar de la cultura técnica, unificada de tal forma que la nueva koiné de la humanidad sea transformada en un dialecto cristiano. Se impone aún un pensamiento más. Y es que la victoria de la civilización técnica representa en sí misma una victoria del europeísmo. Aún más, esta victoria va acompañada de un progresivo fortalecimiento de lo europeo. El intento del dogmático protestante Ernst Tröltsch, emprendido hace medio siglo, de mostrar la superioridad del cristianismo sobre el resto de las religiones a partir de la superioridad de la cultura europea lograda con el cristianismo, sería hoy impensable. A ello se opone la experiencia de dos guerras mundiales, en las que se hicieron patentes lo abismal y las más oscuras

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posibilidades de la cultura europea. Lo terrible de estas guerras, las atrocidades que fueron cometidas por pueblos llamados cristianos, han provocado en el mundo no cristiano un profundo escepticismo en relación al cristianismo y sus posibilidades de transformar a los hombres y al mundo. El asiático (que viene a colación en primer lugar) no distingue entre cristianos y no creyentes que viven en los países cristianos, y tampoco está preparado para separar claramente la razón fundamental del cristianismo de los fallos fácticos de los El emerger de ciertas cristianos. Remite a la realidad de que dos mil años de perspectivas mundiales historia cristiana han estado constantemente plagados nuevas desilusionó a del ruido de batallas y del derramamiento de sangre, de Occidente, le hizo tomar atrocidades, intolerancia y sangrientas persecuciones conciencia de los límites de de creyentes de otras religiones. En cambio al remitir su importancia cultural e histórica, pero juntamente por ejemplo al tolerante genio de la India, y señalar la con ello, retiró uno de los resignada y perdonadora sonrisa de Buda, descubre en apoyos exteriores más ellos una promesa de paz para la humanidad más creíble importantes a su fe en el que la que pueda ofrecer el cristianismo. El fracaso del absoluto cristiano y le ha presente cristiano se le presenta al asiático como una entregado a un relativismo, confirmación posterior de su propio pasado nacional y que es parte de los rasgos religioso. Y así es como hoy vivimos el paradójico fenómás característicos de la vida intelectual de nuestra meno de que, junto con el triunfo de la civilización técnica época, la cual ha penetrado de la humanidad, se desarrolla también una —aunque subliminalmente hasta en las limitada— Renaissance de aquellas culturas nacionales: filas de los creyentes. Latinoamérica vive una ola de indigenismo; los pueblos árabes tratan de repensar la herencia del Corán; Budismo e Hinduismo empiezan incluso a tratar de ganarse el alma del hombre occidental. Al no iniciado naturalmente le suenan mal muchas cosas, pues sabe que en cada uno de estos movimientos late buena parte del espíritu cristiano tácitamente asumido y que, a menudo, es justamente el que da al todo su brillo seductor, siendo que, por otro lado, tampoco puede negar el valor propio de lo extraño, de lo pre y extra cristiano del que aquí estamos hablando. Todo lo anterior tiene repercusiones en la conciencia de la cristiandad que, a causa de la presión que ejercía la poderosa posición política de Europa, estaba hasta ese momento excesivamente inclinada a adjudicar a la herencia cultural de Occidente un cierto carácter de absoluto que, como reflejo, hiciera fácil creer también en el carácter de absoluto del cristianismo. El emerger de ciertas perspectivas

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mundiales nuevas desilusionó a Occidente, le hizo tomar conciencia de los límites de su importancia cultural e histórica, pero juntamente con ello, retiró uno de los apoyos exteriores más importantes a su fe en el absoluto cristiano y le ha entregado a un relativismo, que es parte de los rasgos más característicos de la vida intelectual de nuestra época, la cual ha penetrado subliminalmente hasta en las filas de los creyentes. No hay que engañarse: el relativismo no tiene que ser necesariamente malo en todas sus dimensiones. Cuando lleva a reconocer la relatividad de todas las formas culturales humanas y a adoptar de esa manera una postura discreta recíproca por la que nadie impone su herencia humana-histórica de forma absoluta, entonces tal relativismo puede servir a una nueva comprensión entre los hombres y ayudar a abrir fronteras que hasta ese momento parecían cerradas. Si sirve para reconocer lo relativo y lo, por lo mismo, cambiante de las formas e instituciones meramente humanas, puede ser un aporte

«Lo primero que nos separa de los tiempos del Concilio Vaticano I son dos guerras mundiales, con las consiguientes drásticas implicaciones en la vida física y espiritual. La primera guerra mundial es de relevancia en nuestras consideraciones en tanto que, en gran medida, trajo consigo el fin de la forma hasta entonces imperante del liberalismo. El que colapsó entonces, era un mundo liberal cuya orgullosa seguridad se hizo pedazos entre los escombros de la guerra». Procesión inaugural en la imagen de los Padres conciliares en octubre de 1962.

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para liberar lo verdaderamente absoluto de las garras del absoluto aparente y verlo más claramente en su verdadera pureza. Sólo si suprime totalmente todo lo absoluto y deja exclusivamente cosas relativas, implica sin ninguna duda una negación de la fe. Como se ve, en cualquier caso [el relativismo] puede obligar a un examen de conciencia a los cristianos y puede señalar una de las tareas de las que tendrá que ocuparse el concilio: abrir la Iglesia, más de lo que está ahora, a toda esa diversidad del espíritu humano Reflexionemos acerca de lo que le adviene por su carácter de Catholica, y que a los siguiente: hasta la fecha, en santos Padres les gusta comparar con la novia sobre la todas las culturas el hombre que el salmista dice que está rodeada por una multitud vivía en una estrecha y (Sal 44, 10). En cualquier caso no se debe olvidar que el directa dependencia de la naturaleza. En la mayoría tremendo movimiento de unificación que hoy se da en de las profesiones, que se le la humanidad está también acompañado de un fuerte presentaban, estaba abocado retorno a los respectivos valores particulares nacionales a un contacto simple y de los pueblos extraeuropeos que han despertado a una directo con la naturaleza nueva conciencia de sí mismos. como tal. Con la aparición La Iglesia debe tomar en consideración ambos mode la técnica esto fue cambiando paulatinamente. vimientos de nuestra época, ambos pueden serle útiles La tecnificación del mundo para su tarea: en tanto que un nuevo pueblo procedente tiene como consecuencia de todos los pueblos trata siempre de impregnar a la que el hombre apenas tiene humanidad del signo de la unidad y completar su miya contacto directo con la sión de paz, en la unidad de la fe y del culto, más allá naturaleza, sino que más de todas las fronteras. Como pueblo verdaderamente bien lo tiene a través de la espiritual, que no se corresponde fácilmente con ningún obra técnica. pueblo histórico terreno, sino que se basa en el nuevo nacimiento del agua y del espíritu (Jn 3, 5), debe mantenerse abierta a todas las múltiples formas del ser humano y hacer valer también la ley de la multiplicidad dentro del marco superior de la unidad. En el siglo de un catolicismo que se hace verdaderamente global y así verdaderamente católico deberá asumir que no todas las leyes podrán ser igualmente válidas en cada país, que ante todo la liturgia debe ser un espejo de la unidad así como una expresión adecuada de las respectivas peculiaridades espirituales, si es que pretende guiar a los hombres a un verdadero “culto espiritual a Dios” (Rom 12, 1). De esto se desprende una intensificación mayor de la autoridad episcopal que efectivamente asuma lo propio del lugar donde se ejerce y por tanto se haga cargo de las especiales tareas de la Iglesia particular,

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pero a su vez, que lo particular se ligue al episcopado universal y de esa manera contribuya a la unidad cuyo centro inamovible es la sede de Pedro.

2. La experiencia técnica El lenguaje unitario intelectual en que la humanidad se comunica hoy fue anteriormente designado como civilización técnica o también como cultura técnica. Hasta ahora nos hemos fijado únicamente en el fenómeno de la unidad como tal. Ahora Si, por consiguiente, el debemos seguir preguntándonos cómo se constituye acceso a la naturaleza es interiormente tal civilización y, sobre todo, qué efectos desfigurado o cambiado fundamentalmente, entonces, tiene sobre el hombre. Esta pregunta es evidentemente como consecuencia, se tan extensa que aquí, en el espacio limitado que tenemos corta una de las fuentes más a disposición, habremos de contentarnos con una alusión originales de la existencia especialmente importante para nosotros, y que se refiere religiosa. El hecho de que el ateísmo de la modernidad a la especial situación religiosa del hombre actual. Reflexionemos acerca de lo siguiente: hasta la fecha pudiera extenderse en primer lugar entre las masas en todas las culturas el hombre vivía en una estrecha y técnicas de los trabajadores directa dependencia de la naturaleza. En la mayoría de industriales y observarse las profesiones, que se le presentaban, estaba abocado en ellos en su forma más a un contacto simple y directo con la naturaleza como operante, tiene variados tal. Con la aparición de la técnica esto fue cambiando fundamentos (empezando paulatinamente. La tecnificación del mundo tiene como con la injusticia del primer consecuencia que el hombre apenas tiene ya contacto capitalismo), pero es cierto que yace [en lo anterior] uno directo con la naturaleza, sino que más bien lo tiene a especialmente importante. través de la obra técnica. Algo tan normal como el agua, por ejemplo, el hombre ya no la recibe de la fuente ni del manantial, sino que le llega a través de un sistema de cañerías, es decir, mediado por múltiples filtros de la obra humana. Y lo mismo sucede con casi todas las demás cosas de la vida cotidiana. El mundo con el que el hombre se relaciona lleva su rostro [de la técnica], está ya previamente formado y está marcado por él. Casi apenas tenemos ocasión de relacionarnos en algún lugar con la naturaleza; más bien estamos tropezando constantemente con nuestra propia obra, con nosotros mismos. Con algo de exageración podría decirse que el hombre ya no se topa con la obra de Dios, sino con las obras del propio hombre, que se han colocado por encima de ella. Está claro que esto tiene repercusiones decisivas en toda su situación intelectual. El encuentro

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Esto también significa que el nuevo paganismo que se está desarrollando desde hace un siglo en el corazón mismo del mundo cristiano, es fundamentalmente distinto del anterior: ya no hay más dioses, sino que irrevocablemente el mundo se ha divinizado, se ha hecho profano, y solamente el hombre sigue apareciendo y experimenta una especie de veneración religiosa hacia sí mismo o en cualquier caso hacia una parte de la humanidad, a la que el progreso técnico tiene que agradecer.

con la naturaleza siempre fue en la historia de la humanidad uno de los puntos de partida más importantes de la experiencia religiosa; de hecho, según las Escrituras, el Dios invisible puede ser contemplado desde el inicio de la creación pensando en sus obras (Rom 1, 20). Si, por consiguiente, el acceso a la naturaleza es desfigurado o cambiado fundamentalmente, entonces, como consecuencia, se corta una de las fuentes más originales de la existencia religiosa. El hecho de que el ateísmo de la modernidad pudiera extenderse en primer lugar entre

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Año de la Fe 2012-2013 «La caída del liberalismo pareció prometer un renacimiento de la fe y de la vida católica, de la cual hablaremos más adelante. Mas, al menos exteriormente, se mostraron como más fuertes otros dos poderes que aparecieron en escena en sustitución del decrépito liberalismo: el marxismo materialista, que en Rusia se hizo con el poder, y el nacionalismo romántico, que en Alemania y (más moderadamente) en Italia llegó al poder y celebró su absurdo y sanguinario triunfo en la segunda guerra mundial.» (En la escena, el cardenal Frings, arzobispo de Colonia, junto a su secretario Joseph Ratzinger).

las masas técnicas de los trabajadores industriales y observarse en ellos en su forma más operante, tiene variados fundamentos (empezando con la injusticia del primer capitalismo), pero es cierto que yace [en lo anterior] uno especialmente importante. Naturalmente ahora hay que tener cuidado con denunciar la técnica. En última instancia el mundo fue entregado al hombre al despuntar la creación para que lo administrara y dibujara su obra en la obra de la creación (Gen 2, 15; 1, 28). Pero esto tampoco lo zanja

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todo. Sólo hay que afirmar que cada situación de la historia humana esconde en sí tanto especiales posibilidades como especiales peligros, y que los peligros actuales son distintos de los de ayer. Tampoco el poder religioso que yace en la naturaleza carecía absolutamente de riesgos. Pues en la historia del hombre tocado por el pecado original casi nunca tal poder le llevó a un conocimiento directo del Creador, sino a la idolatría de su obra, la naturaleza. Así es cómo, en vez de un único Dios verdadero, surgió la multitud de falsos dioses, la adoración de la obra en vez de su Creador que la había hecho (Rom 1, 21-26). La manera más habitual con que el hombre actual puede enDel conocimiento de la Psicología el hombre que contrarse con la naturaleza es a través de los filtros de su recurre al psicoterapeuta propia obra, es decir, de las huellas de su propio ingenio y espera, y quizás no en poder. Por su propio peso, en lugar de la religión natural menor grado, liberarse de entra la religio técnica, esto es, la veneración del hombre la necesidad de la lucha y por sí mismo: la autodivinización del hombre releva, por del fracaso éticos a través una necesidad interna, la divinización de la naturaleza. de una explicación científica Esto también significa que el nuevo paganismo que se que a futuro conserve la complicada estructura está desarrollando desde hace un siglo en el corazón misfuncional de su existencia mo del mundo cristiano, es fundamentalmente distinto anímica sin tener que del anterior: ya no hay más dioses, sino que irrevocablerecurrir a los gravosos mente el mundo se ha divinizado, se ha hecho profano, conceptos de culpa y pecado. y solamente el hombre sigue apareciendo y experimenta una especie de veneración religiosa hacia sí mismo o en cualquier caso hacia una parte de la humanidad, a la que el progreso técnico tiene que agradecer. Esto pone claramente de manifiesto que la situación de la religión en la humanidad ha cambiado radicalmente y que constituirá una de las tareas más urgentes de hoy el interpretar nuevamente la razón que aún le queda al hombre en este mundo cambiante. Y esto hacerlo comprensible de una manera nueva. Pero ¿cómo puede suceder? Para encontrar una respuesta tenemos que poner en marcha aún una nueva consideración. 3. La fe en la ciencia Una de las consecuencias más sorprendentes que resultaron de la marcha triunfal de la técnica es lo que podría llamarse fe o creencia de las masas en la ciencia. El hombre que iba experimentando que se hacía constantemente posible lo que quizás un siglo antes era tenido por imposible, finalmente llegó a no tener ya nada por imposible. Y

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así, lo espera todo de la ciencia, incluso la solución a sus necesidades humanas más profundas acerca de las cuales había pedido hasta ahora consejo a la religión. La promesa de Comte de que la física social, es decir, el tratamiento científico del fenómeno humano, sería exactamente tan positivo como todas las ciencias exactas, tiene repercusiones ocultas y está (consciente o inconscientemente) como trasfondo intelectual de muchos sucesos, como el Informe Kinsey, que a partir de valores estadísticos medios quiere derivar normas de comportamiento humano, en los que la mera información científica sustituya las exigencias éticas. Del conocimiento de la El fenómeno de las Psicología el hombre que recurre al psicoterapeuta espera, ideologías que esos y quizás no en menor grado, liberarse de la necesidad de movimientos acentúan de la lucha y del fracaso éticos a través de una explicación distintas maneras sólo científica que a futuro conserve la complicada estructura puede captarse a partir del funcional de su existencia anímica sin tener que recurrir trasfondo de un mundo que ha llegado a ser profano a los gravosos conceptos de culpa y pecado. y definitivamente ateo, Pero justamente el punto aquí tendría que ser cómo se y en el que la ideología le puede volver a abrir al hombre técnico el sentido de la ocupa el lugar de la fe. El hombre sigue siendo el ser “desconocido” (Alexis fe. Esto le posibilita al Carrel), “el gran abismo” (san Agustín), del que cierta- hombre una interpretación mente se puede aclarar mucho con los métodos científicos sintética del mundo y un actuales, pero del que siempre, sea para la sociología, sentido trascendental de psicología o pedagogía, queda un resto no aclarado ni la vida que, por su parte, no exige creer en un ser aclarable, y este resto es en su fundamento lo realmente trascendente y divino. definitivo, es decir, lo verdaderamente humano del hombre. El amor sigue siendo el gran milagro que desafía todo cálculo, la culpa sigue siendo la oscura posibilidad que ninguna estadística puede agotar, y en el fondo del corazón humano hay una soledad que apela a lo infinito y que, en definitiva, no se puede silenciar con nada más porque sigue siendo válido que “Sólo Dios basta”, únicamente lo infinito es suficiente para el hombre, cuya medida no puede ser menos que lo infinito. ¿Sería imposible hacer recuperar al hombre técnico su conciencia? Incluso cuando ha perdido toda referencia a la naturaleza que le habla de Dios, aún se tiene a sí mismo, cuyo corazón llama a Dios, incluso cuando ni siquiera él mismo entiende este lenguaje de la soledad y necesita un traductor que le abra su sentido. Ciertamente, en la edad técnica la religión tomará en muchos aspectos otra forma, será más escasa en contenido y en forma, pero

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quizás más profunda. El hombre actual debe esperar de la Iglesia, con razón, que le ayude en ese proceso de cambio, que se desprenda de algunas viejas formas que ya no le son adecuadas, que allí donde una situación espiritualmente menos desarrollada admita una cierta mezcla entre visión del mundo y fe, sí, ella le exija, que sin vacilación desprenda lo que es verdaderamente conforme a la fe de su ropaje necesariamente temporal, que en la medida que deje lo caduco señale más claramente lo permanente. El hombre actual debe poder reconocer de nuevo que la Iglesia ni teme ni debe temer a la ciencia, porque está afincada en la verdad de Dios que no puede contradecir El bienestar puede ninguna verdad cierta ni ninguna auténtico progreso. Si ciertamente sustituir el hombre siente la libertad y la seguridad que procede con fuerza el anhelo de de tal certeza, quizás ella llegue a ser para él como un sentido en el hombre, al indicador de aquella fe invencible que el mundo no puede ir temporalmente tras el derrotar, y que por su lado lleva en sí la fuerza que vence logro de la comodidad. al mundo (1 Jn 5, 4). Pero, a largo plazo, esto no puede más que asfixiarlo. Sin duda, en la medida 4. Las ideologías Si se habla del mundo intelectual moderno, se suele en que la ideología, de la que puede prescindirse pensar en primer lugar en las grandes corrientes intemomentáneamente, quiera lectuales de nuestro tiempo: marxismo, existencialismo, entrar de nuevo en escena, neoliberalismo. Quizás llame la atención que hasta aquí en ese momento habrá apenas hayamos hablado de ello. Mas, hay que pensar una nueva situación que inquietará la comodidad que estos movimientos, entre los que habría que contar del hombre. con el mito nacionalista en sus diversas formas, por su parte, son sólo concreciones de una situación intelectual fundamental de la que en realidad hay que partir si se quiere comprender en toda su profundidad real las tareas del presente. El fenómeno de las ideologías que esos movimientos acentúan de distintas maneras sólo puede captarse a partir del trasfondo de un mundo que ha llegado a ser profano y definitivamente ateo, y en el que la ideología ocupa el lugar de la fe. Esto le posibilita al hombre una interpretación sintética del mundo y un sentido trascendental de la vida que, por su parte, no exige creer en un ser trascendente y divino. Esta —la ideología— es el producto propio de un mundo en el que el viejo paganismo es superado definitivamente por la situación técnica, en que los dioses se convierten en imposibles, en la que produce temor el riesgo de una fe en un único Dios y en donde se

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construye una religión sin religión, pues en esto consiste exactamente la esencia de la ideología, que promete cumplir la misión de la religión: el proporcionar sentido, aunque sin ser religión. A este respecto la expresión sustituto de la religión, que hoy se utiliza a menudo, es correcta, pero no totalmente exacta: ideología es algo nuevo, que en la época científico-natural y técnica, se aparta de la referencia total del hombre a sí mismo, el hombre no encuentra ya ningún acceso más a la religión; sin embargo, sigue necesitando lo que la religión una vez le dio: la conexión espiritual y el sentido, sin los cuales no En primer lugar y de forma puede ni siquiera vivir. obvia, se perfila la tarea de En tanto que ideologías dominantes, hay que hablar oponer la fe a las ideologías hoy del marxismo y del neoliberalismo. Incluso aunque como la verdadera respuesta son católicos convencidos quienes, en muchos países ante la búsqueda de sentido occidentales, llevan hoy las riendas (como en Italia, Espa- del hombre. Pero quizás ña, Francia, Bélgica, Alemania y también en los Estados puede añadirse algo más. Incluso cuando el hombre se Unidos) —y la Iglesia allí no sólo goza de libertad, sino equivoque, lo hace siempre también de una influencia no del todo insignificante en la porque le atrae un bien, vida pública— se intenta sin embargo considerar el neo- que falsamente prefiere a liberalismo como el único paréntesis que comprende ese bienes superiores, y que a entramado espiritualmente heterogéneo y para nosotros pesar de todo es un bien. De valioso, que un poco imprecisamente llamamos “Occi- esta forma en los caminos dente”. Entre ambos existen formas mixtas como aquellas errados del tiempo debe haber valores visibles que a las que se da el nombre de socialismo democrático, que, atraigan a los hombres y la junto a los elementos marxistas, ha asumido una buena tarea de la Iglesia será volver dosis de liberalismo; quizás debamos a gran distancia a sacar a la luz esos valores mencionar el existencialismo, convertido en ideología y ponerlos en el lugar que a partir de una filosofía, que en el fondo es liberal pero les corresponde, lugar que que se siente fuertemente atraído por el marxismo. El el hombre ya no cree poder encontrar más a su lado. (…) mito nacionalista está siendo en Europa fuertemente desacreditado merced al quiebre del fascismo; sus nuevos brotes en los pueblos hasta ahora coloniales son aún demasiado imprecisos como para emitir un juicio claro al respecto. Aún una cosa más debemos tener en cuenta en este inventario: oportunamente se ha señalado que allí donde dominan verdaderamente las ideologías, es decir, en Europa, América y Rusia, habría algo así como una desideologización de las masas. El liberalismo y el socialismo habrían perdido en gran parte su carácter universal, el momento del primer inicio combativo se habría evaporado y habría

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quedado una ideología contrahecha muy pragmática que renunciaría a perseguir el paraíso terrenal (lo que ambas originariamente prometían) y que en vez de esto se conformaría con un estándar de vida suficiente que, por así decir, se quedaría tranquilamente sobre el colchón del consumo. En esto hay ciertamente mucho de cierto, pero no se debe exagerar esta ventaja. El bienestar puede ciertamente sustituir con fuerza el anhelo de sentido en el hombre al ir temporalmente tras el logro de la comodidad. Pero, a largo plazo, esto no puede más que asfixiarlo. Sin duda, en la medida en que la ideología, (…) El marxismo es una de la que puede prescindirse momentáneamente, quiera ideología de la esperanza, en entrar de nuevo en escena, en ese momento habrá una la que la esperanza de Israel nueva situación que inquietará la comodidad del hombre. y la fe esperanzada de los No es este el lugar para presentar y refutar las ideolocristianos es transformada en una promesa profana gías nombradas. En vez de eso en este contexto planteaterrena, en la que sin remos la pregunta de la tarea positiva que le imponen embargo se pueden reconocer en este tiempo a la Iglesia. En primer lugar y de forma constantemente los antiguos obvia, se perfila la tarea de oponer la fe a las ideologías rasgos del Reino de Dios, como la verdadera respuesta ante la búsqueda de sentransformado en este caso en tido del hombre. Pero quizás puede añadirse algo más. un reino humano. A este, el existencialismo Incluso cuando el hombre se equivoque, lo hace siempre ha opuesto una filosofía de la porque le atrae un bien, que falsamente prefiere a bienes falta de esperanza, en la superiores, y que a pesar de todo es un bien. De esta que el hombre debe forma en los caminos errados del tiempo debe haber reconocer que nada tiene valores visibles que atraigan a los hombres y la tarea sentido para, a pesar de todo, de la Iglesia será volver a sacar a la luz esos valores y vivir tercamente resuelto a ponerlos en el lugar que les corresponde, lugar que el obrar lo absurdo. hombre ya no cree poder encontrar más a su lado. El marxismo es una ideología de la esperanza, en la que la esperanza de Israel y la fe esperanzada de los cristianos es transformada en una promesa profana terrena, en la que sin embargo se pueden reconocer constantemente los antiguos rasgos del Reino de Dios, transformado en este caso en un reino humano. A este, el existencialismo ha opuesto una filosofía de la falta de esperanza, en la que el hombre debe reconocer que nada tiene sentido para, a pesar de todo, vivir tercamente resuelto a obrar lo absurdo. También en esta perversión el existencialismo testimonia una vez más lo mismo que el marxismo: el anhelo del hombre de una esperanza grande y relevante, de una promesa no para sí mismo,

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sino para la humanidad, para el mundo como un todo. Quizás el cristianismo del siglo pasado se replegó un tanto hacia la salvación del alma del individuo que se obtiene en el más allá, y no haya hablado suficientemente fuerte de la salvación del mundo, de la esperanza universal del cristianismo. De esa forma aumentaría su tarea de meditar a fondo estas ideas y, simultáneamente, de nuevo oponer al nuevo ardor por la tierra, que se constata en el hombre moderno, una consideración positiva de la tierra como creación, que testimonie la grandeza de Dios y esté destinada a la salvación en Cristo, que no sólo es cabeza de su Iglesia, sino también Señor de También en esta perversión la creación (Ef. 1, 22; Col. 2, 10; Fil 2, 9-10). el existencialismo testimonia Se pueden desarrollar consideraciones semejantes al una vez más lo mismo que analizar el liberalismo. La idea de tolerancia, la atención el marxismo: el anhelo del a la libertad interior del resto de los hombres, la incon- hombre de una esperanza dicional voluntad de veracidad en contra de todo patrón grande y relevante, de una mental, son los verdaderos valores que en el liberalismo promesa no para sí mismo cree el hombre tener que buscar y que se atribuye con sino para la humanidad, derecho. ¿Teníamos que dejar que los otros los pusieran para el mundo como un todo. Quizás el cristianismo del por obra o no debíamos más bien recordar que todos y siglo pasado se replegó un cada uno serían impensables sin el cristianismo y que tanto hacia la salvación del no se encontrarían en ningún otro lugar más que junto alma del individuo que se a nosotros? El hombre de hoy que tiene tras sí la infeliz obtiene en el más allá, y no experiencia del totalitarismo y que sigue teniendo la haya hablado suficientemente oportunidad de aprender intuitivamente sobre la esencia fuerte de la salvación del mundo, de la esperanza de lo totalitario es por eso extraordinariamente sensible universal del cristianismo. y crítico contra toda muestra de comportamiento totalitario y precisamente por eso se ha inclinado a huir a lo liberal. Además, rápidamente sospecha, detrás de formas eclesiales tradicionales, como por ejemplo el Index o las prácticas autoritarias, que en el catolicismo no podría haber ninguna verdadera lucha por cuestiones espirituales, sino que sólo habría opiniones dirigidas desde arriba, que deberán ser defendidas por aquel que no las afronta con veracidad personal; temería en función de esto que el concilio no sería un auténtico concilio, que no habría una verdadera búsqueda conjunta de la verdad. Sabemos que no es el caso, pero ¿no deberíamos prestar mayor atención real que hasta ahora a vencer las excusas de este tipo que el hombre pudiera aplicar a la Iglesia precisamente en la medida en que examináramos todas nuestras oportunas praxis?

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BENEDICTO XVI RELATA AL CLERO ROMANO EL ORIGEN DE ESTE DISCURSO: “Comienzo con una anécdota: en el año 59, yo había sido nombrado profesor de la Universidad de Bonn, donde asisten los estudiantes, los seminaristas de la diócesis de Colonia y de otras diócesis vecinas. Por tanto, tuve contactos con el arzobispo de Colonia, el cardenal Frings. El cardenal Siri, de Génova —en el año 61, creo—, organizó una serie de conferencias de diversos cardenales sobre el concilio, e invitó también al arzobispo de Colonia a dar una de las conferencias, con el título: El Concilio y el mundo del pensamiento moderno. “El cardenal me invitó —al más joven de los profesores— a que le escribiera un borrador; el proyecto le gustó, y presentó al público de Génova el texto tal como yo lo había escrito. Poco después, el Papa Juan le llamó para que fuera a verle, y el cardenal estaba lleno de miedo, porque tal vez había dicho algo incorrecto, falso, y se le llamaba para un reproche, incluso para retirarle la púrpura. Sí, cuando su secretario le vestía para la audiencia, dijo el cardenal: «Tal vez llevo ahora esta vestimenta por última vez». Después entró, y el Papa Juan se acerca, lo abraza, y le dice: «Gracias, Eminencia, usted ha dicho lo que yo quería decir, pero no encontraba las palabras apropiadas». Así, el cardenal sabía que estaba en el camino correcto y me invitó a ir con él al concilio; primero como su experto personal y después, durante el primer período —en noviembre de 1962, me parece—, fui nombrado también perito oficial del concilio”. (Sala Pablo VI, 14 de febrero 2013)

El Santo Padre [N. del E: el autor se refiere a Juan XXIII] ha anunciado que el concilio que viene será sobre todo un concilio reformador, de tipo práctico. Precisamente en este examen de viejas formas se abordarán una serie de misiones que exteriormente podrán parecer quizás pequeñas, pero cuyo cumplimiento requerirá mucho más que meras palabras para contribuir a volver a mostrar al hombre contemporáneo la casa de la Iglesia como su casa paterna, en la que pueda vivir alegre y seguro.

B. Consideraciones finales Debemos terminar, aunque es ahora cuando hemos llegado al verdadero núcleo: hasta ahora nos hemos ceñido a hablar exclusivamente de la situación intelectual de la humanidad fuera de la Iglesia —que

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ciertamente se está introduciendo de diversas maneras en la Iglesia misma—, pero aún no de cuál sea la situación de la Iglesia misma. Y es que en la Iglesia se da un rasgo de la situación moderna que no procede como algo negativo de la embestida de la increencia, sino como algo positivo del crecimiento de la fe. La Iglesia sigue viviendo bajo el soplo del Espíritu Santo y precisamente en el último medio siglo ha vivido un tiempo de una fecundidad muy especial, que ha generado en ella una situación que apenas se podría imaginar en los tiempos del Vaticano I. De ahí que tal situación, que se ha desarrollado a partir de la positiva abundancia de la Se pueden desarrollar nueva vida, empuje precisamente hacia un esclarecimien- consideraciones semejantes al analizar el liberalismo. to. Si se entiende por carisma toda acción del Espíritu de La idea de tolerancia, la Dios, que más allá del orden establecido del ministerio atención a la libertad interior genera incalculablemente nueva vida en medio de la del resto de los hombres, Iglesia, entonces se puede decir que nuestro siglo estaría la incondicional voluntad caracterizado por dos grandes movimientos carismáticos de veracidad en contra de que, sin embargo —esto es lo llamativo—, parecen soste- todo patrón mental, son ner una cierta oposición entre sí y que además realmente los verdaderos valores que en el liberalismo cree el fueron y son percibidos como contrarios. hombre tener que buscar y Por un lado está el Movimiento mariano, que recibió que se atribuye con derecho. su gran impulso carismático especialmente a través de ¿Teníamos que dejar que los Lourdes y Fátima y que también fue recogido y asumido otros los pusieran por obra por la Iglesia entera en su ministerio eclesial, especial- o no debíamos más bien mente bajo Pío XII. Frente a eso, por otro lado, está el recordar que todos y cada uno serían impensables Movimiento litúrgico que partió de las grandes abadías sin el cristianismo y que benedictinas francesas, belgas y alemanas —Solesmes, no se encontrarían en Maredsous, Beuron, Maria-Laach— y que hoy, tal como ningún otro lugar más que se ha puesto de manifiesto en el Congreso Eucarístico junto a nosotros? Mundial de Munich en 1960, también ha llegado a ser algo de toda la Iglesia, cuyo magisterio ha tomado postura claramente a favor de tal movimiento por medio de Encíclicas, reformas litúrgicas y otras medidas. Por su parte el Movimiento litúrgico ha generado un auténtico círculo de movimientos concéntricos posteriores que van más allá de él mismo: entre sus consecuencias, se llegó a un nuevo descubrimiento de la Iglesia que se tradujo en una bibliografía sobre la Iglesia increíblemente rica y aún creciente; se produjo además un nuevo descubrimiento de las Sagradas Escrituras y de los Santos Padres; por su parte esto generó nuevas ocasiones en

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el diálogo con las comunidades cristianas separadas, lo que encontró en ese tiempo un hondo arraigo en el ministerio de la Iglesia a través del Secretariado “Ad unitatem christianorum fovendam”. Si resumimos un poco y simplificadamente todos estos nuevos impulsos bajo el nombre “Movimiento litúrgico” y lo oponemos a la corriente mariana, entonces debemos decir que seríamos testigos de dos grandes movimientos que han crecido espontáneamente desde el corazón de la Iglesia, que entre tanto han logrado gozar ambos de la aprobación de su magisterio pero que curiosamente se enfrentan Aún nos queda una cosa por el uno al otro como extraños. La piedad litúrgica, dicho decir al final: a la Iglesia con un tópico algo incierto, es sacramentalmente-objetiva, en nuestro tiempo se le ha la mariana sería personal-subjetiva; la piedad litúrgica exigido el máximo testimonio, se sitúa bajo la ley “per Christum ad Patrem”, la mariana el testimonio del sufrimiento. se formularía: “per Mariam ad Iesum”. Y así podríaNo se debe olvidar que el mos seguir anotando varias diferencias más, hasta los último medio siglo ha dado, frecuentemente marcados límites geográficos, pues el él solo, más mártires que los tres siglos completos movimiento mariano se asienta en Italia y en países de de la persecución romana carácter español y portugués, mientras que el litúrgico a los cristianos. ¿Podemos eclesial más en Alemania y Francia. Es obvio que no se creernos dejados de la mano puede exagerar este sorteo fronterizo porque en toda la de Dios en un siglo que es Iglesia existen hoy ambas realidades, únicamente que se capaz de tales testimonios? mantienen diferentes acentos. Esto puede mostrar nue¿Podemos quejarnos de la poca fe y del cansancio vamente que la multitud de los pueblos es una riqueza de la Iglesia? de la Iglesia, pues cada uno aporta su propio carisma a la unidad del Cuerpo de Cristo y no nos podemos ni imaginar de qué manera pueda crecer esta nueva riqueza de la Iglesia si se incorporan los carismas de Asia y África. Pero quedémonos con la cuestión de la relación de ambas corrientes espirituales, que están activas hoy en la Iglesia. Parece que no estamos tan lejos de ver la unidad interna y con ello de reconocer la dirección en la cual haya de ser promovido el desarrollo posterior. Cada vez se hace más evidente cómo María no se presenta aislada en ella misma, sino que es sin ninguna duda la forma e imagen primigenia de la Mater Ecclesia. Es el signo vivo de que la piedad cristiana no se enfrenta al Dios solitario, de que en el cristianismo no se trata exclusivamente de “Cristo y yo”, sino que en ello está siempre presente el misterio mariano, de que el Yo siempre se encuentra colocado en medio de la comunidad entera de los santos, cuyo centro es María, la

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Madre del Señor. Ella es el signo de que Cristo no quería quedarse solo, sino de que la humanidad salvada y creyente ha llegado a ser un Cuerpo con Él, un único Cristo, “el Cristo total, cabeza y miembros”, tal como ha dicho San Agustín con una belleza insuperable. De esta manera María remite a la Iglesia, a la comunidad de los santos, que se configura en la adoración litúrgica. Será una tarea de las próximas décadas dar alcance al movimiento mariano, a partir de tales consideraciones, en el litúrgico, y ordenarlo a sus motivos teológicos más importantes. El movimiento mariano debería dar al hombre litúrgico algo de su calor entrañable, de su profundidad y emoción El signo del sufrimiento es el personal, de su profunda disposición a la penitencia y signo de su vida invencible. a la expiación y, viceversa, podría recibir del litúrgico Servir a esta vida será la algo de su santa sobriedad y claridad, de la santidad y tarea del próximo Concilio, de la estricta seriedad de las antiguas grandes normas que como un concilio de del orar y pensar cristianos, que mantiene dentro de los renovación tendrá no tanto la límites la estimulada imaginación del corazón amante tarea de formular doctrinas, cuanto la de hacer posible y le muestra su lugar adecuado. de nuevo y de manera más Aún nos queda una cosa por decir al final: a la Iglesia profunda el testimonio de la en nuestro tiempo se le ha exigido el máximo testimonio, vida cristiana en el mundo el testimonio del sufrimiento. No se debe olvidar que el de hoy, de que muestre último medio siglo ha dado, él solo, más mártires que verdaderamente, que Cristo los tres siglos completos de la persecución romana a los no es sólo un “Cristo ayer”, cristianos. ¿Podemos creernos dejados de la mano de sino que es “Cristo ayer, hoy y siempre” (Hebr. 13, 8). Dios en un siglo que es capaz de tales testimonios? ¿Podemos quejarnos de la poca fe y del cansancio de la Iglesia? Que la Iglesia es aún y más que nunca Iglesia de los mártires es la garantía de que el poder del Espíritu Santo vive inquebrantablemente en ella. El signo del sufrimiento es el signo de su vida invencible. Servir a esta vida será la tarea del próximo concilio, que como un concilio de renovación tendrá no tanto la tarea de formular doctrinas cuanto la de hacer posible de nuevo y de manera más profunda el testimonio de la vida cristiana en el mundo de hoy, de que muestre verdaderamente que Cristo no es sólo un “Cristo ayer”, sino que es “Cristo ayer, hoy y siempre” (Hebr. 13, 8).

Traducido del alemán por María Esther Gómez de Pedro

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Newman: acerca de los Concilios y sus consecuencias POR IAN KER

Antes, durante y después del Concilio Vaticano I, Newman bosquejó lo que podríamos llamar una mini-teología de los Concilios de la Iglesia, que tiene mucha relevancia para nuestro propio tiempo posconciliar. El primer punto a señalar es que Newman no tuvo duda de que los concilios habían sido siempre tiempos de gran aflicción.

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n la medida en que el Vaticano II fue un concilio que se refirió casi enteramente a la Iglesia, el documento en el cual se examina la verdadera naturaleza de ésta, Lumen Gentium, debe ser seguramente el más importante. Y es en su eclesiología donde Newman anticipa quizás de modo importante el Concilio. Por supuesto, sabemos muy bien que Newman fue un pionero solitario del laicado en la Iglesia altamente clerical del siglo XIX, y autor del artículo Acerca de la consulta a los fieles en materia de doctrina, reconocido como el texto clásico sobre el laicado. Y no hay duda de que él hubiese dado la bienvenida al capítulo sobre el laicado en la Constitución conciliar. Otro capítulo que atrajo mucha atención durante y después del concilio fue el referido a los obispos. Newman lo habría visto ciertamente como una adición necesaria, y en ese sentido una modificación, a la definición sobre la infalibilidad papal del Vaticano I, que había intentado producir una enseñanza mayor acerca de la Iglesia, intención que quedó frustrada por la suspensión indefinida del concilio. Adaptando palabras de Newman acerca del Papa San León y el concilio de Calcedonia, el capítulo del Vaticano II sobre el ‘colegio apostólico’ (# 22), “sin tocar por supuesto la definición” del concilio previo, equilibró la doctrina completándola.”1 De todos modos, hay otros dos capítulos, que han sido comparativamente ignorados en comparación con los del laicado y de los obispos, pero que constituyen la comprensión fundamental del concilio acerca de la naturaleza de la Iglesia, y que fueron anticipados por Newman. Me refiero, por supuesto, a los dos

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E

* Conferencia del autor en el Simposio previo a la beatificación de Newman (Birmingham – 18 de septiembre 2010).

1 Difficulties of Anglicans, ii. 312.

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primeros capítulos, “El misterio de la Iglesia” y “El pueblo de Dios”, que expresan cuidadosamente en términos escriturísticos y patrísticos la definición del Concilio acerca de lo que Newman habría llamado “la idea de la Iglesia”. Encontramos aquí la misma idea de la Iglesia que Newman había descubierto como anglicano desde sus lecturas de los Padres griegos, quienes veían primariamente a la Iglesia como la comunión de aquellos que han recibido el don del Espíritu Santo en el bautismo, la Iglesia que, en palabras de Newman, es por consiguiente “el lugar especial donde habita” el Espíritu Santo, que ha venido “para hacernos uno en Aquel que ha muerto y está vivo, es decir, para formar la Iglesia”, “el único cuerpo místico de Cristo... vivificado por el Espíritu”, y “uno” por virtud del Espíritu “dador de vida”.2 O, como dice Lumen Gentium, “el Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo” (# 4), los miembros del pueblo de Dios que “renacen... del agua y del Espíritu Santo”, un “pueblo mesiánico” en quien habita el Espíritu como en un templo” (# 9). Sospecho que Newman habría predicho con facilidad las dos consecuencias de desatender estos dos capítulos fundamentales y exagerar la significación de los capítulos sobre los obispos y el laicado: un excesivo énfasis galicano sobre la así llamada ‘colegialidad’, énfasis que ignora el hecho de que la Iglesia es papal tanto como episcopal, y una preocupación con el laicado que ha llevado a lo que yo llamo ‘laicismo’, que a menudo ha tomado el lugar del viejo clericalismo. De hecho, una mirada más atenta al texto Acerca de la consulta a los fieles en materia de doctrina muestra que, mientras en el ensayo Newman habla por cierto de los ‘laicos’, la evidencia que presenta del tiempo de la herejía arriana del siglo IV revela que, cuando él habla de “la fidelidad de los laicos”, el laicado incluye aparentemente “santas vírgenes” y monjes.3 Es aún más notable que en una nota que Newman agregó en el apéndice a la

En otras palabras, prácticamente Newman entiende por ‘laicos’ no simplemente el laicado, sino lo que Lumen Gentium llama ‘el cuerpo total de los fieles’ (# 12). Es decir, que tiene la misma concepción de la Iglesia como la comunión orgánica de los bautizados y no primariamente constituida de clérigos y laicos, un modo de entender que lleva inexorablemente o al clericalismo o a lo que yo he llamado ‘laicismo’.

2 Parochial and Plain Sermons, iii.224, 270; iv. 170-1, 174; v. 41. 3 On Consulting the Faithful in Matters of Doctrine, ed. John Coulson (London: Geoffrey Chapman, 1961), 86, 88-90.

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«El Concilio Vaticano I fue inaugurado por Pío IX el 8 de diciembre 1869. De los 1.050 Padres convocados, estuvieron 700. Las sesiones tuvieron lugar en la Capilla de San Proceso y San Martiniano, en la Basílica de San Pedro».

tercera edición de Los arrianos del siglo cuarto, cuando la repu- El punto más específico es blicó en 1871 en la edición uniforme de sus obras, conteniendo que una enseñanza conciliar una parte del artículo original, incluya algunas enmiendas y no puede ser tomada aislada adiciones, entre las cuales aparece esta extraordinaria afirma- del contexto, o más aún en ción: “Y nuevamente, hablando de los laicos, hablo incluso de este caso sin contexto; si sus párrocos (por llamarlos así), al menos en muchos lugares...”4 bien “la definición estaba En otras palabras, prácticamente Newman entiende por ‘laicos’ fuera de discusión, nos no simplemente el laicado, sino lo que Lumen Gentium llama ‘el hubiera llegado de manera cuerpo total de los fieles’ (# 12), es decir, que tiene la misma muy diferente si aquellos concepción de la Iglesia como la comunión orgánica de los bau- preliminares acerca del tizados y no primariamente constituida de clérigos y laicos, un poder de la Iglesia que modo de entender que lleva inexorablemente o al clericalismo o fueron intentados hubieran a lo que yo he llamado ‘laicismo’. pasado primero”. Y Newman Antes, durante y después del Concilio Vaticano I, Newman esperaba que, de ser posible bosquejó lo que podríamos llamar una mini-teología de los la reapertura del concilio Concilios de la Iglesia, que tiene mucha relevancia para nuestro suspendido, se “ocuparía propio tiempo posconciliar. El primer punto a señalar es que en otros puntos” que Newman no tuvo duda de que los concilios habían “sido siempre “tuvieran el efecto de tiempos de gran aflicción”: la historia mostraba que habían tenido cualificar... el dogma”. “generalmente dos características, gran cantidad de violencia e intriga por parte de sus actores y una gran resistencia a sus definiciones por parte de algunas porciones de la cristiandad”.5 Por entonces tuvo lugar el efecto de una definición como aquella de la infalibilidad papal: aunque en teoría podía decir muy poco, menos que lo que los ultramontanos habían insistido, la realidad fue que, “considerado en sus efectos tanto sobre la mente del Papa como la de su pueblo, y en el poder que le dio a él en la práctica, es nada menos que lanzarse por el Niágara”. El punto más general aquí es que los concilios tienen consecuencias no buscadas, más grandes que las que los mismos textos conciliares parezcan garantizar. 4 The Arians of the Fourth Century, 445. 5 LD xxvi. 281.

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«El Cardenal Manning había empleado una extraordinaria “retórica” en su carta pastoral de octubre de 1870, dando la impresión de que la infalibilidad papal era ilimitada».

El punto más específico es que una enseñanza conciliar no puede ser tomada aislada del contexto, o más aún en este caso sin contexto; si bien “la definición estaba fuera de discusión, nos hubiera llegado de manera muy diferente si aquellos preliminares acerca del poder de la Iglesia que fueron intentados hubieran pasado primero”.6 Y Newman esperaba que, de ser posible la reapertura del concilio suspendido, se “ocuparía en otros puntos” que “tuvieran el efecto de cualificar... el dogma”.7 Por supuesto, lo que Newman está pensando aquí es una enseñanza más general acerca de la Iglesia que hubiera provisto un contexto para la infalibilidad papal. Pero que la Iglesia tuviera que esperar otro concilio para que ocurriera esto no habría sorprendido a Newman: su estudio de la Iglesia primitiva mostraba cómo “avanzó hacia la perfecta verdad por varias declaraciones sucesivas, alternativamente en direcciones contrarias, de ese modo perfeccionándolas, completándolas y proveyéndolas entre sí”. La definición de la infalibilidad papal necesitaba “ser completada”. “Seamos pacientes, tengamos fe, y un nuevo Papa, y un Concilio nuevamente reunido puede equilibrar el bote.”8 Esa profecía se cumplió obviamente con el Papa Juan XXIII y el Concilio Vaticano II. Pero la cuestión general acerca de los concilios que necesitan “ser completados” se aplica no menos a ese último concilio. Y Newman entiende por completar no aumentar lo que ha sido ya enseñado, que en el caso del Vaticano I habría significado reforzar la definición, sino “declaraciones... en direcciones contrarias”. En el caso del Vaticano II eso no sugeriría un Vaticano III, como muchos esperaban al menos hasta no hace mucho, que fuera “más allá” del Vaticano II, sino más bien “declaraciones...en direcciones contrarias” a las del Vaticano II, contrarias no en el sentido de contradictorias, sino de diferentes.

Dado que una de las “desventajas de un Concilio General es que deja en confusión y desacuerdo a unidades individuales a través de la Iglesia”, Newman difícilmente pudo haberse sorprendido ni por el cisma de los Viejos Católicos liderados por Döllinger, ni por el extremismo del partido Ultramontano (…)

6 LD xxv.262. 7 LD xxv. 278. 8 LD xxv. 310.

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Los dogmas de la Iglesia primitiva, observaba Newman, “no fueron impresos de golpe, sino poco a poco, un concilio hizo una cosa, otro una segunda, y así fue construido el dogma íntegro”. Lo que “parecía extremo” necesitaba ser “explicado y completado”.9 Aunque el Vaticano II no fue en su mayor parte un concilio dogmático, sin embargo sus enseñanzas causaron y aún causan considerable disenso. Después del Vaticano I Newman había observado que la Iglesia tardó tres siglos en absorber y digerir el Concilio de Trento, pero “ahora somos niños recién nacidos, el nacimiento del Concilio Vaticano... No sabemos lo que exactamente sostenemos...”10 El hecho desdichado era, según Newman afirmaba, que los concilios “generalmente actuaron como una palanca, desplazando y desordenando porciones del sistema teológico existente”, llevando a controversias amargas.11 Las enseñanzas conciliares requieren interpretación, difícilmente hablan por sí mismas, aunque después del Vaticano se hablaba mucho de ‘implementar’ sus enseñanzas como si fueran en sí evidentes. (…) Tampoco se hubiese No solamente los teólogos tienen que “establecer la fuerza” de una sorprendido por la análoga enseñanza, así como “los abogados explican actas del parlamento”, si bien inversa situación sino “la voz... de toda la Iglesia difusa” tiene que “hacerse oír”, y “los después del Vaticano II, instintos e ideas católicas” eventualmente “asimilar y armonizar” cuando tanto Lefebvre y sus una enseñanza conciliar tipo12. Estaba lo que Newman llamaba la seguidores como los liberales “activa infalibilidad” de papas y concilios, pero estaba también lo en el ala opuesta se unieron que llamaba “la pasiva infalibilidad de todo el cuerpo del pueblo cató- en exagerar el alcance y lico” para determinar la fuerza y el significado de las enseñanzas.13 significado del concilio. Dado que una de las “desventajas de un Concilio General es que deja en confusión y desacuerdo a unidades individuales a través de la Iglesia”14, Newman difícilmente pudo haberse sorprendido ni por el cisma de los Viejos Católicos liderados por Döllinger, ni por el extremismo del partido Ultramontano, en exagerar el alcance de la definición de la infalibilidad papal. Ni tampoco se hubiese sorprendido por la análoga si bien inversa situación después del Vaticano II, cuando tanto Lefebvre y sus seguidores como los liberales en el ala opuesta se unieron en exagerar el alcance y significado del concilio. De todos modos, aunque Newman deploró la manera en que Döllinger apelaba a la historia en contra del concilio como análoga a la apelación protestante a la Escritura en contra de la Iglesia, no podía negar que había sido provocado por los ultramontanos extremos como el Cardenal Manning, quien había empleado una extraordinaria “retórica” en su carta pastoral de octubre de 1870, dando la impresión de que la infalibilidad papal era ilimitada.15 9 LD xxv. 330. 10 LD xxvi. 59-60. 11 LD xxvi. 76. 12 LD xxv. 71, 284. 13 LD xxvii. 338. 14 LD xxvii. 240. 15 LD xxvii. 383; xxv. 230.

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«Tan solo nueve años habían transcurrido cuando el papa Pablo VI publicó, en 1974, Evangelii Nuntiandi, donde llamaba a una nueva evangelización. Aparte del decreto sobre las misiones extranjeras, el Vaticano II estuvo virtualmente silencioso acerca de la evangelización, que llegó a ser ciertamente el gran tema del pontificado de Juan Pablo II».

A esta altura quiero completar estas reflexiones sobre los concilios y sus consecuencias con un punto sorprendente que Newman establece al comienzo de su Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana. En la primera sección de este capítulo, donde está hablando acerca del proceso de desarrollo en las ideas, señala que una idea viva no puede estar aislada “de la relación con el mundo circundante”. Pero argumenta que esta relación es verdaderamente necesaria “si una gran idea debe ser bien entendida y más aún si debe ser plenamente expuesta”. Según la terminología de Newman, el cristianismo es precisamente una “idea” tal. Ahora bien, hay una objeción obvia al argumento que es: cuanto más lejos se aparta una cosa de su origen o fuente, más probable es que pierda su carácter original. Concediendo que, en efecto, existe siempre un riesgo de que una idea sea corrompida por elementos externos, Newman insiste sin embargo en que mientras “se dice por cierto muchas veces que el arroyo es más claro cerca de la fuente”, esto no es verdad en el tipo de idea de la que está hablando. “Cualquiera sea el uso que se pueda hacer rectamente de esta imagen, no se aplica a la historia de una filosofía o creencia, que por el contrario es más uniforme, más pura y más fuerte cuanto más profundo, amplio y pleno ha llegado a ser su lecho. Necesariamente surge de un estado de cosas existente, y por un tiempo sabe a tierra. Sus elementos vitales necesitan librarse de lo que es extraño y transitorio...”16 En otras palabras, la filosofía o creencia llega a ser más verdaderamente ella misma, y no menos, si cambia o se desarrolla en el tiempo. Y es irónico 16 An Essay on the Development of Christian Doctrine, 39-40.

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Año de la Fe 2012-2013 El cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmando el libro de visitas durante el Simposio Académico, “John Henry Newman - Amante de la Verdad” llevado a cabo en la sala Borromini y en la Chiesa Nuova de Roma, en abril de 1990, para celebrar el centenario de la muerte de John Henry Newman.

que las famosas palabras que aparecen en la conclusión de esta sección sean regularmente citadas fuera de contexto para decir lo opuesto a lo que Newman quiso: “En un mundo más elevado ocurre de otro modo, pero aquí abajo vivir es cambiar, y ser perfecto es haber cambiado a menudo”. La cuestión no es que el catolicismo tiene que cambiar o desarrollarse en orden a ser diferente sino a ser el mismo, como lo dice claramente la frase precedente: “Cambia con ellas [las circunstancias externas] en orden a permanecer la misma”17. Ahora bien, si Newman está en lo cierto cuando dice que una “idea” tal como “una filosofía o creencia” llega a ser “más uniforme, más pura y más fuerte” cuando se desarrolla, entonces las enseñanzas del Vaticano II serán “más uniformes, más puras y más fuertes” a medida que pase el tiempo. Aquellos que participaron en el concilio sin duda pensaron que entendían perfectamente bien el significado de sus enseñanzas. Tanto Küng como Lefebvre no dudaban en sus mentes acerca de cómo debía ser entendido el concilio (como una ruptura con la Tradición), e, irónicamente, igual que Döllinger y Manning, estuvieron de acuerdo en su significado. Retrospectivamente, podemos ver mucho mejor el alcance limitado de la definición sobre la infalibilidad papal y apreciar la precisión de la interpretación de Newman. Pero para Döllinger y Manning la definición significaba mucho más que lo que la teología católica había entendido siempre, una comprensión que fue formalmente confirmada por la Iglesia en el Vaticano II. En el caso de este último concilio, de modo similar, tanto Küng como Lefebvre exageraron la naturaleza 17 An Essay on the Development of Christian Doctrine, 40.

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revolucionaria del mismo, aun cuando la así llamada revolución hiciera surgir en ellos sentimientos muy diferentes. Si es apropiado llamar a Newman “el padre del Vaticano II”, entonces no es irrazonable aplicar la mini-teología de los concilios que él bosquejó en tiempos del Vaticano II, junto con su teología del desarrollo, a la cuestión de la recepción e interpretación del Vaticano II, así como a probables desarrollos futuros. Si tomamos a Newman como nuestro guía, entonces podemos usar legítimamente ese pasaje del Ensayo sobre el desarrollo para argüir que aquellos que participaron o vivieron durante el Concilio Vaticano II comprenden probablemente menos que la posteridad el verdadero sentido y significado de sus enseñanzas. Si Newman está en lo cierto, la “idea” del Si Newman está en lo cierto, Vaticano II crecerá “más uniforme, más pura y más fuerte” como la “idea” del Vaticano II el “arroyo” que se aleja de la “fuente” mientras “su lecho llega a crecerá “más uniforme, más ser más profundo, amplio y pleno”. Lejos de haber tenido lugar pura y más fuerte” como el en un tiempo histórico vacío, el Concilio Vaticano II se reunió en “arroyo” que se aleja de la un momento de enorme convulsión en la sociedad occidental, un “fuente” mientras “su lecho tiempo de euforia optimista pero también de gran devastación llega a ser más profundo, moral y espiritual. Tuvo lugar en un período de revolución e inamplio y pleno”. Lejos de evitable “sabor” a la “tierra” de los años 60, del “estado existente haber tenido lugar en un de cosas” de la década, para usar las palabras de Newman. Por tiempo histórico vacío, el consecuencia, sus “elementos vitales necesitan librarse de lo Concilio Vaticano II se reunió que es extraño y transitorio”. Después del Vaticano I, Newman en un momento de enorme constantemente instaba a corresponsales preocupados: “nuestro convulsión en la sociedad deber es tener paciencia...” Un año después del concilio escrioccidental, un tiempo de bió en una carta privada: “Nuestra sabiduría está en ...rezar a euforia optimista pero Aquel que, si ya antes completó un primer concilio con un setambién de gran devastación gundo, puede hacer ahora lo mismo”.18 Por supuesto, Newman moral y espiritual. (…) no estaba rezando por otro concilio que aumentara y reforzara la definición de la infalibilidad papal como los ultramontanos hubieran deseado sin duda, sino por un concilio que modificara la definición al establecerla en la perspectiva mayor de una enseñanza más plena sobre la Iglesia. En nuestro tiempo no ha habido un Vaticano III que haya aumentado y reforzado los textos conciliares equivalentes, como el ala liberal de la Iglesia hubiese deseado, sino que los papas, desde Pablo VI hasta Benedicto XVI, se han empeñado en establecer las enseñanzas del concilio en la perspectiva más amplia de la entera historia y tradición de la Iglesia, de manera que pueda ser entendido en continuidad y no en ruptura con el pasado. Esto nos lleva al segundo tipo de desarrollo del cual habla Newman en su mini-teología de los concilios. Porque no está solamente la cuestión de que el significado de la “idea” del Vaticano II se haga más luminoso a la luz del pasado y del desarrollo de la vida de la Iglesia, sino también de la consideración de que los concilios se abren a futuros desarrollos en razón de lo que no dicen o 18 LD xxv. 278.

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John Henry Newman en su hábito de Oratoriano, diciembre de 1861.

subrayan. En el caso del Vaticano I Newman vio que la enseñanza aislada sobre el papado y la falta de una enseñanza general sobre la Iglesia debía abrirse a un tipo de desarrollo, que se alcanzaría cerca de un siglo después con Lumen Gentium. De igual modo, las prioridades tenían que cambiar después del Vaticano II, tanto por la exageraciones desequilibradas respecto a sus enseñanzas como por la emergencia de nuevos problemas. De hecho, este cambio comenzó a suceder muy pronto después del concilio. Tan solo nueve años habían transcurrido cuando el Papa Pablo VI publicó, en 1974, Evangelii Nuntiandi, donde llamaba a una nueva evangelización. Aparte del decreto sobre las misiones extranjeras, el Vaticano II estuvo virtualmente silencioso acerca de la evangelización, que llegó a ser ciertamente el gran tema del pontificado de Juan Pablo II. Estos dos tipos de desarrollos se han juntado en un fenómeno totalmente inesperado post-Vaticano II, que está vitalmente conectado con la nueva evangelización y que ejemplifica ambos tipos de desarrollo newmaniano de los cuales he venido hablando. La aparición de nuevas comunidades eclesiales y movimientos, algunos de los cuales precedieron de hecho al concilio, por un lado puede decirse que representan una respuesta a lo que el concilio no logró u omitió decir, y por otro lado que hacen más claros y luminosos los dos primeros capítulos de Lumen Gentium, que ya he dicho es el texto clave del concilio, al realizar en lo concreto el sentido y significado real de los mismos. Pues uno debería decir que toda la cuestión acerca de estas comunidades y movimientos es precisamente que no son laicos, aunque a menudo se los llame así, sino comunidades y movimientos eclesiales. Y esto es así porque no están

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integrados solamente por miembros laicos, sino también por clérigos, obispos, y religiosos o miembros laicos consagrados. Para lo cual, lo significativo es que reúnen a los bautizados, cualquiera sea su estatus particular en la Iglesia, en una comunión orgánica. Esta comunión orgánica es la que Newman retrata en la Iglesia del siglo IV en su artículo Sobre la consulta de los laicos en materia de doctrina. Y es esta misma comunión orgánica de los bautizados el tema de los dos primeros capítulos de Lumen Gentium, que evita absolutamente hablar de la Iglesia en los términos usuales clerical-laical, y ni siquiera aparecen, siendo el ‘sacerdocio ministerial o jerárquico’ referido simplemente en conexión con el sacramento del orden sagrado cuando se enumeran los siete sacramentos, que edifican el ‘sacerdocio común de los fieles’ (# 10-11). Este movimiento del Espíritu ha sido un fenómeno nuevo y a (...) Tuvo lugar en un período menudo impopular en una Iglesia que había crecido cada vez más de revolución e inevitable clericalizada hasta que el énfasis del Vaticano II sobre el laicado “sabor” a la “tierra” de los provocó una aguda reacción a favor de una Iglesia laicizada. De años 60, del “estado existente todos modos, el fenómeno estaba enteramente en continuidad, no de cosas” de la década, en ruptura, con la tradición de la Iglesia, en la medida en que era para usar las palabras de simplemente otra manifestación de la dimensión carismática de Newman. Por consecuencia, la Iglesia como opuesta a la jerárquica. A esta dimensión carissus “elementos vitales mática se refiere tres veces la Lumen Gentium en sus dos primeros necesitan librarse de lo que capítulos. Y el redescubrimiento de esta dimensión como uno de es extraño y transitorio”. los ‘elementos constitutivos’ de la Iglesia lo describe Juan Pablo II Después del Vaticano I, como uno de los logros más importantes del concilio.19 Lumen Gentium empleó el nuevo término teológico “carisma”, Newman constantemente instaba a corresponsales una transliteración de la palabra carisma del Nuevo Testamento preocupados: “nuestro deber griego, en lugar de la expresión tomista gratia gratis data (gracia es tener paciencia...” libremente dada). Naturalmente, Newman no usa la palabra. De todos modos, la idea de gracias especiales dadas a individuos para beneficio de la Iglesia estuvo muy presente en el pensamiento de Newman tanto anglicano como católico. El Newman anglicano comprendió bien el inmenso significado del carisma monástico cuando la Iglesia ya no estaba más perseguida pero vino a ser una religión de Estado y estaba en peligro de llegar a ser demasiado de este mundo. El “gran propósito al que respondió” el monasticismo, escribe, “fue mantener la Verdad en tiempos y lugares en que las grandes masas de católicos la habían dejado escapar”. En un tiempo en que los cristianos estaban en peligro de ser “seculares”, los monasterios se convirtieron en “refugio de piedad y santidad”. Por cierto, agrega Newman, “tales provisiones, de una forma u otra, serán intentadas siempre por la parte más seria y ansiosa de la comunidad cuando el cristianismo es generalmente profesado”. En otras palabras, la dimensión carismática de la Iglesia es esencial para los cristianos deseosos de practicar su fe de un modo más comprometido 19 Movements in the Church: Proceedings of the World Congress of the Ecclesial Movements, Rome, 27-29 May 1998 (Vatican City: Pontificium Consilium pro Laicis, 1999), 221.

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y devoto. Donde no existe una salida espiritual para cristianos más serios, éstos cederán a la tendencia de “caer en un separatismo”, “al buscar alguna cosa divina y trascendente”, como en los países protestantes “donde las órdenes monásticas son desconocidas”. Al igual que Lumen Gentium, Newman insiste en que los carismas necesitan que la jerarquía los regule: “el entusiasmo es sobrio y refinado cuando es sometido a la disciplina de la Iglesia, en vez de que se le permita crecer salvaje fuera de ella”.20 Newman era bien consciente de que los carismas no se otorgan simplemente para el beneficio del recipiente, sino que para el conjunto de la Iglesia. Por tanto, son la respuesta del Espíritu Santo a las necesidades particulares de la Iglesia en el momento. Y entonces escribió como católico que mientras “San Benito había llegado como para preservar un principio de civilización, un refugio para aprender, en un tiempo en donde estaba fallando el viejo armazón de la sociedad y nuevas creaciones políticas Los papas, desde Pablo VI estaban tomando su lugar,.... cuando el joven intelecto comenzó a hasta Benedicto XVI, se han agitarse en ellos y se descubrió un cambio de otra clase, apareció empeñado en establecer las entonces San Francisco y Santo Domingo...” Finalmente, concluye enseñanzas del concilio en la Newman, “en la última era de revolución eclesiástica” el carisma perspectiva más amplia de de San Ignacio de Loyola fue dado a la Iglesia para enfrentar la entera historia y tradición nuevas necesidades: “La ermita, el claustro,..... y los frailes, fueron de la Iglesia, de manera adaptados a otro estado de sociedad; con los jesuitas como con que pueda ser entendido en las comunidades religiosas, que son sus hijos”, los “principales continuidad y no en ruptura objetos de atención” fueron nuevos tipos de apostolado tales con el pasado. como la enseñanza y las misiones.21 Después de su conversión, Newman se hizo oratoriano. Pensaba que el carisma oratoriano fue importante en la contrarreforma para la reforma del clero diocesano. No obstante, también veía a los oratorianos parecidos en algunas cosas a los monjes primitivos, que tampoco hacían votos. Pensó que el carisma de San Felipe Neri fue volver audazmente al cristianismo primitivo en su “sencillez y simplicidad”, en lo cual no era lo menos la participación de los laicos, extraordinaria para la época.22 En un sermón de 1850, “La misión de San Felipe”, llama a San Benito, Santo Domingo y San Ignacio “los tres patriarcas venerables cuyas órdenes se dividen toda la historia cristiana”. Ciertamente Felipe fue una figura carismática menor comparada con estos gigantes, pero no obstante Newman señala que él “llegó bajo la enseñanza sucesiva de los tres”. Aunque no aparece el término “carisma” en su vocabulario teológico y aunque vivió en una época en la que la dimensión jerárquica de la Iglesia estaba exagerada, Newman nunca desestimó la significación de la dimensión carismática. Pues estos “maestros en el Israel espiritual” tuvieron, “de un modo especial,... se les había encomendado el oficio de un ministerio público 20 Historical Sketches ii. 103, 164-5. 21 Ibid, 398-9. 22 Newman the Oratorian, ed. Placid Murray, OSB (Dublin: Gill and Macmillan, 1969), 186, 188, 203.

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«Después de su conversión, Newman se hizo oratoriano. Pensaba que el carisma oratoriano fue importante en la contrarreforma para la reforma del clero diocesano. No obstante, también veía a los oratorianos parecidos en algunas cosas a los monjes primitivos, que tampoco hacían votos. Pensó que el carisma de San Felipe Neri fue volver audazmente al cristianismo primitivo en su “sencillez y simplicidad”, en lo cual no era lo menos la participación de los laicos, extraordinaria para la época.» (San Felipe Neri)

en los asuntos de la Iglesia uno después de otros, y ...son, en algún sentido, sus padres nutricios”.23 En 1855 Newman dio una conferencia titulada “Los tres patriarcas de la historia cristiana: San Benito, Santo Domingo y San Ignacio”, de la cual sobreviven algunas anotaciones.24 Escribió quince años después que había pensado escribir un libro con “el contraste histórico de benedictinos, dominicos y jesuitas, que supongo que nunca terminé”. Al final solamente escribió la parte de los benedictinos25, y más tarde explica que esto fue causa de remordimiento para él, pero como después de haber escrito sobre los benedictinos fue criticado por un abad benedictino, sentía miedo de tratar de escribir 23 Sermons Preached on Various Occasions, 220-1. 24 LD xvi.378. 25 LD xxv.228.

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acerca de dominicos, franciscanos y jesuitas. Uno solo puede lamentarse de que Newman no haya podido completar este libro sobre esos tres grandes movimientos carismáticos. Finalmente, es notable que Newman anticipara verdaderamente los movimientos y comunidades eclesiales del siglo XX, y no sólo en su eclesiología de comunión orgánica, sino también en la práctica. Pues él mismo lideró un movimiento en su propia época, el Movimiento tractariano de Oxford, que lejos de ser una asociación clerical, como querían algunos de sus iniciadores, tuvo tanto clérigos como laicos, siendo laicos algunos de sus miembros más prominentes. Más tarde, en la época de la restauración de la jerarquía católica en 1850, Newman esperaba que un movimien- En el caso del Vaticano I, to similar pudiese surgir para apoyar la causa católica, pero Newman vio que la la naturaleza clerical del catolicismo del siglo XIX lo impidió. enseñanza aislada sobre Más aun, la comprensión de Newman acerca de la naturaleza el papado y la falta de una original del Oratorio de San Felipe Neri muestra cómo debía enseñanza general sobre empezar una comunidad eclesial moderna. Había comenzado la Iglesia debía abrirse como una comunidad enteramente laical, no como una orden a un tipo de desarrollo, o congregación sacerdotal. De esta comunidad original surgió que se alcanzaría cerca una comunidad más pequeña de sacerdotes, pero estrechamente de un siglo después con vinculada a la mayor comunidad laical. Juntas, la congregación Lumen Gentium. De igual de sacerdotes y la comunidad de laicos, constituyeron el Ora- modo, las prioridades torio como una comunidad orgánica. tenían que cambiar La importancia, entonces, que Newman atribuyó a la dimen- después del Vaticano II, sión carismática de la Iglesia está plenamente de acuerdo con la tanto por la exageraciones enseñanza de Lumen Gentium. Difícilmente puede exagerarse la desequilibradas respecto a importancia de las grandes figuras carismáticas de la contrarre- sus enseñanzas como por forma en el siglo XVI. Sin San Ignacio de Loyola y la Compañía la emergencia de nuevos de Jesús en particular es difícil de ver cómo podrían haberse problemas. implementado las reformas del Concilio de Trento. ¿No podemos decir, de modo similar, que la verdadera realización de las enseñanzas del Vaticano II, esto es, una realización en continuidad y no en ruptura con la tradición de la Iglesia, es inseparable de los carismas que el Espíritu Santo dio a la Iglesia en la última mitad del siglo XX? Ciertamente, los movimientos y comunidades eclesiales que el Papa Benedicto XVI llamó el quinto gran movimiento del Espíritu en la historia de la Iglesia26, parecen manifestar las dos clases de desarrollos que, de acuerdo con Newman, serían los resultados característicos de un concilio.

26 Movements in the Church, 23, 51.

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PRESENTACIÓN DE LA REVISTA

HUMANITAS en Nueva D

urante dos tardes, en el auditorio de la American Bible Society (ABS) situado en Broadway Av. con la Calle 61, en pleno centro de Nueva York, han tenido lugar a finales de enero pasado, dos conferencias convocadas por la ABS con ocasión del Año de la Fe y que fueron pronunciadas por el director de revista HUMANITAS de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Dr. Jaime Antúnez, y el teólogo chileno, ex vicedecano de su facultad en la misma Universidad, Dr. Rodrigo Polanco, presbítero y miembro del Consejo de Humanitas. Ambas conferencias sirvieron también de marco para presentar al público neoyorquino las ediciones tanto en idioma español como en idioma inglés de HUMANITAS, Revista de Antropología y Cultura Cristianas, de la mencionada Universidad. Las conferencias fueron introducidas por el Director de la American Bible Association, Sr. Mario Paredes, y contaron con la presencia de un apreciable público, entre los que se contaron personalidades como el embajador de Chile ante las Naciones Unidas, Sr. Octavio Errázuriz. Radio María transmitió ambos eventos en forma directa a toda la región de Nueva York. La primera conferencia, en idioma inglés, fue pronunciada por

Un numeroso e interesado público participó en las conferencias.

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El director de Humanitas Jaime Antúnez comentó la conferencia del Padre Polanco.


Padre Rodrigo Polanco, durante su conferencia

el Pe. Rodrigo Polanco. El conferencista, en el contexto del Año de la Fe convocado por el Santo Padre Benedicto XVI, profundizó el significado del acto de fe, mostrando cómo éste no es simplemente un acto intelectual, sino que, mucho más hondamente, implica toda la existencia del creyente. Basado en el concepto bíblico de fe, explicó cómo ella significa confianza en Dios, pero cómo a la vez es una respuesta a la experiencia de Dios, que habiéndonos creado por amor, también confía en la persona. La fe se desarrolla cada día, siendo un camino que paulatinamente asemeja a Cristo, dando con ello la más honda libertad, la de ser hijos de Dios, explicó. La conferencia del director de revista Humanitas, Dr. Jaime Antúnez, tomando como hilo conductor el pensamiento del teólogo y antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger —hoy el Papa Emérito Benedicto XVI—, hizo un repaso y análisis de distintos momentos significativos que van desde la convocatoria del Concilio por el Beato Papa Juan XXIII al presente Año de la Fe. A continuación presentamos el texto de la conferencia pronunciada por el director de HUMANITAS.

Radio María cubrió en directo los dos actos para el público hispánico de Nueva York.

HUMANITAS Nº 70 pp. 370 - 383

Revista HUMANITAS en la ciudad de Nueva York

York

El director del American Bible Association, señor Mario Paredes conversa con el director de Humanitas.

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Auditorio de la American Bible Society en Nueva York, donde tuvieron lugar las dos conferencias de Humanitas en el marco del Año de la Fe.

CONFERENCIA EN NUEVA YORK

DEL CONCILIO VATICANO II AL AÑO DE LA FE 2012-2013 –En el pensamiento de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI– POR JAIME ANTÚNEZ ALDUNATE Entre el cierre del anterior Año de la Fe —proclamado por el Papa Pablo VI para conmemorar los 1.900 años del martirio de San Pedro y San Pablo, que concluyó en julio de 1968— y éste que inauguró el Papa Benedicto XVI el pasado 11 de octubre de 2012, transcurrieron 44 años, densos de historia. Si bien caracterizados por circunstancias culturales muy distintas, tanto 1968 como 2012 advienen para la Iglesia como grandes desafíos para la profundización en la fe. Al momento que Pablo VI concluía el anterior Año de la Fe nadie suponía, en efecto, que ese mismo 1968

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¿Cuál es el contexto de este nuevo Año de la Fe, que será ciertamente central en la historia del pontificado de Benedicto XVI?

Con el nuevo Año de la Fe vienen de encuentro a nosotros dos momentos de extraordinaria riqueza en orden a fortalecer nuestra reflexión de hombres y mujeres de fe: por una parte la conmemoración de la apertura, hace cincuenta años, del Concilio Vaticano II y, por otra, el vigésimo aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. “Para formar la conciencia leed los documentos del Concilio, leed el Catecismo de la Iglesia católica y redescubrid así la belleza de ser cristianos, de ser la Iglesia que ha formado Jesús”, recordó Benedicto XVI al comienzo del pasado verano, convidándonos a preparar el tiempo que estamos viviendo. Al tenor de lo que se conmemora, el Papa nos ha recordado también las palabras del Beato Juan XXIII, el 11 de octubre de 1962, en la solemne apertura del Vaticano II: “Lo que principalmente atañe al Concilio ecuménico es esto: que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado de forma cada vez más eficaz”.1 El Papa Roncalli comprometía así a los padres a profundizar y a presentar esa doctrina perenne en continuidad con la tradición milenaria de la Iglesia, precisamente lo que Benedicto XVI llamó, desde los comienzos de su pontificado, “la hermenéutica de la continuidad y de la reforma” por contraste con una mal entendida “hermenéutica de la ruptura y de la discontinuidad”2, que muchas veces ha prevalecido sembrando la confusión.

Revista HUMANITAS en la ciudad de Nueva York

daría su nombre a una generación (la de los sesenta) ni tampoco que el 25 de julio de dicho año, cuando ese Papa publicara su encíclica Humanae vitae, proclamando su “no” a la anticoncepción artificial, se desencadenaría un verdadero terremoto en la Iglesia de Occidente.

Aquellos tiempos Fue aquel —el de la convocatoria conciliar por Juan XXIII en 1961— un momento de extraordinaria expectativa. Se esperaba que ocurrieran grandes cosas. Los concilios precedentes habían sido generalmente convocados por algo grave a que había que dar respuesta. Esta vez sin embargo no era así, lo cual precisamente acentuaba esta expectativa. En ese momento —el comienzo de los años sesenta— se percibía por otra parte que “el cristianismo, que había construido y plasmado al mundo occidental, parecía perder cada vez más su fuerza eficaz (…). Parecía [el cristianismo] haberse vuelto cansado y parecía que el futuro estuviese determinado por otros poderes espirituales”3, comenta Benedicto XVI, protagonista de esos momentos.

1 Benedicto XVI, Discurso a la Conferencia Episcopal italiana, 24.05.12. 2 Benedicto XVI, Discurso a la Curia romana, diciembre 2005. 3 Benedicto XVI, Castelgandolfo 02.08.12 – fiesta del santo obispo Eusebio de Vercelli.

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POR PRIMERA VEZ EN SIGLOS DE HISTORIA ECLESIÁSTICA LOS CONTENIDOS DE UN CONCILIO, QUE SIEMPRE HABÍAN LLEGADO A SUS DESTINATARIOS A TRAVÉS DE LA VOZ DE LOS OBISPOS, FUERON INICIALMENTE DIVULGADOS EN TODO EL MUNDO MODERNO Y DESARROLLADOS, POR LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS (...)

«El Concilio, lo primero, por sobre todo, anhelaba hablar con Dios y hablar de Dios y en la Constitución Sacrosanetum Concilium profundiza en cómo dirigirnos a Él. Gravita aquí una preocupación central para nuestro tiempo que se hacía ya muy presente desde los orígenes del Movimiento Litúrgico y que, antes ya del concilio, explicaba Pío XII en su encíclica Mediator Dei: el verdadero espíritu de la liturgia debe superar el pensamiento extrinsecista, que la considera como una parte externa y sensible del culto divino o un ceremonial decorativo».

Subrayamos, al recordar esto, que el Beato Papa Juan XXIII convocó el concilio no para contestar a los errores que circulaban sobre la verdad de la Iglesia, sino para disponernos, a todos los católicos, de modo que pudiéramos dar luz y esperanza a aquellos hombres que acababan de salir de la Segunda Guerra Mundial. En esos años, los de J.P. Sartre y Simone de Beauvoir, de la novela Bonjour tristesse de Francoise Sagan, época de apogeo del comunismo, el Concilio Vaticano II fue una llamada para evangelizar de nuevo y de forma más adecuada y profunda la vida de los hombres y de las familias de aquel tiempo y de los que continuarían hasta hoy, situación aquella que, al contrario de reconvertirse, más bien ha ahondado en su desafío a la fe. La percepción de esta pérdida del presente por parte del cristianismo y la ingente tarea que de allí se seguía “estaba bien resumida en la palabra aggiornamento”, explica el actual Pontífice, quien ha recordado, en este mismo sentido, la misión encomendada por Juan XXIII a los padres conciliares en su célebre discurso Gaudete Mater Ecclesiae, pronunciado al inaugurar el concilio: “Transmitir la doctrina pura e íntegra sin atenuaciones o alteraciones, mas de una manera nueva, como exige nuestro tiempo”.

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(…) FUE ESTE, EL ORIGEN DE LO QUE EL PAPA HA LLAMADO LA “HERMENEÚTICA DE LA RUPTURA”. TEMA PROFUNDAMENTE EXPLOTADO POR ESTOS MEDIOS, QUE A TRAVÉS DE DOS CLAVES OPUESTAS, LOGRÓ ABRIR DOS FRENTES ANTAGÓNICOS. TANTO LA CLAVE LIBERAL COMO LA CLAVE TRADICIONALISTA, DE MANERAS DIVERSAS, TERMINARON AFIRMANDO LA MISMA TESIS: EL VAATICANO II FUE UNA REVOLUCIÓN Y UNA RUPTURA.

¿Cómo transcurrieron los hechos en lo inmediato?

Como ha puesto de relieve hace poco Andrea Riccardi —biógrafo de Juan Pablo II y ministro de Estado del gobierno Monti—, por primera vez en siglos de historia eclesiástica los contenidos de un Concilio, que siempre habían llegado a sus destinatarios a través de la voz de los obispos, de las órdenes religiosas o de los participantes en las labores del mismo, fueron inicialmente divulgados —y en general muy mal divulgados— en todo el mundo moderno y desarrollado, es decir, en todo Occidente, por los medios de comunicación de masas. Fue este, sin duda, el origen de lo que el Papa ha llamado la “hermenéutica de la ruptura”. Tema profundamente explotado por estos medios, que a través de dos claves opuestas, lograron abrir dos frentes antagónicos. En efecto, tanto la clave liberal como la clave tradicionalista, de maneras diversas, terminaron afirmando la misma tesis: el Vaticano II fue una revolución y una ruptura. Este desplazamiento de los canales habituales para dar a conocer un concilio, provocó que también al exterior de la Iglesia éste se percibiese como origen de una división. Observa bien Riccardi que

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UN CRUCE ENTRE EL MENSAJE RECORTADO DEL VATICANO II HECHO POR LOS MEDIOS Y EL ESPÍRITU CONTESTATARIO DEL 68 PREDOMINÓ EN LA RECEPCIÓN DEL MENSAJE CONCILIAR Y, PARADÓJICAMENTE, ESTO TUVO MÁS RESONANCIA QUE AQUELLA RECEPCIÓN QUE HUBIESE QUERIDO PABLO VI.

un cruce entre el mensaje recortado del Vaticano II hecho por los medios y el espíritu contestatario del 68 predominó en la recepción del mensaje conciliar y, paradójicamente, esto tuvo más resonancia que aquella recepción que hubiese querido Pablo VI. Interesa observar que una situación bien distinta se vivía, en cambio, detrás de la Cortina de Hierro, entre los católicos del Este de Europa. Así por ejemplo en Polonia, al margen de la influencia de los medios occidentales, bajo la tutela de los obispos encabezados por el Cardenal Wyszynski, la reforma litúrgica se realizaba disciplinadamente, en forma gradual y bien explicada, enteramente bajo el signo de la continuidad, nunca expuesta a la experimentación personalista. El arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, realiza y guía también entonces el Sínodo de esa Iglesia local, de cuyas actas se recogen palabras en que anima a los fieles polacos en la genuina dirección de lo proclamado por el Concilio. Por ejemplo, destacando el nuevo papel de los laicos, advierte que “hay que salir de la sequedad de una Iglesia toda eclesiástica”, a lo que agrega, “pero también de la disolución de una Iglesia en el relativismo”. Elegido Papa en 1978, Juan Pablo II realiza el tercer pontificado más largo de la historia, enteramente volcado a la actualización del Concilio; desde su inicio —con su inmemorable apelo “non abbiate paura, aprite le porte a Cristo”— hasta su fin y su propio testamento —donde denomina al Concilio “brújula y herencia para el tiempo futuro”—. Efectivamente, el Concilio Vaticano II es el puente con la gran tradición de la Iglesia. Si se corta el puente o se le concibe como un abismo, se pierde aquella “brújula y herencia” que nos señaló el Beato Papa Juan Pablo II. El Concilio quiso ser un renacimiento en continuidad con la tradición y no una restauración de la Iglesia del siglo XIX, ni de la tridentina, ni de la primitiva.

Benedicto XVI: Porta fidei A medio siglo de distancia de aquel momento cumbre de la historia de la Iglesia, al convocar a este nuevo Año de la Fe 2012-2013, Benedicto XVI ha querido de nuevo hacernos meditar en que “los cristianos siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común” (…), pero entre tanto “no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas” (Porta fidei n.2). Dicha crisis de fe —como una suerte de resaca de los años sesenta— se manifiesta hoy en una particular crisis antropológica —ampliamente explicada en el magisterio de los dos últimos papas— que va dejando al hombre abandonado a sí mismo, confundido y solo ante fuerzas de las que no conoce siquiera el rostro, mientras carece de una meta a la cual orientar su existencia. He aquí

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entonces una razón fundamental por la que se nos invita a un tiempo en que tengamos “la mirada fija en Jesucristo” (Porta fidei n.13). No es difícil ver que sólo tomando conciencia de esa crisis y de su hondura, se podrá encontrar el camino de la salud, mientras que no podrá haber el tan necesario y anhelado “relanzamiento de la acción misionera, sin la renovación de la calidad de nuestra fe y de nuestra oración” (Ibídem).

En el camino trazado En orden al Año de la Fe, algo debe decirnos el recordar que la primera Constitución aprobada por el concilio fue la Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia. El concilio, lo primero, por sobre todo, anhelaba hablar con Dios y hablar de Dios y en la Sacrosanctum Concilium profundiza en cómo dirigirnos a Él. Gravita aquí una preocupación central para nuestro tiempo —directamente relacionada con el Año que vivimos— que se hacía ya muy presente desde los orígenes del Movimiento Litúrgico y que, antes ya del Concilio, explicaba Pío XII en su encíclica Mediator Dei: el verdadero espíritu de la liturgia debe superar el pensamiento extrinsecista, que la considera como una parte externa y sensible del culto divino o un ceremonial decorativo; tampoco debe entenderla como un conjunto de preceptos a través de los cuales la jerarquía eclesiástica ordena el cumplimiento de los ritos. En su paciente y profundo camino de reeducación litúrgica —en plena sintonía con el Concilio en el que participó como experto— Benedicto XVI sitúa la cuestión litúrgica más allá aún, llegando incluso al centro del orden humano y cósmico: “Un orden de cosas que prescinda de Dios empequeñece al ser humano”, dice en el primer capítulo de El espíritu de la liturgia, obra recién reeditada.4 Y agrega, refutando cualquier tópico litúrgico extrinsecista, que “precisamente por eso, tampoco se puede separar del todo el culto y el derecho: Dios tiene derecho a una respuesta por parte del hombre, tiene derecho al hombre mismo, y donde este derecho de Dios desaparece por completo, se desintegra el orden jurídico humano, porque falta la piedra angular que le dé cohesión”. Esta aserción, verdaderamente esencial —el de esa piedra angular en cuya ausencia se desintegra el edificio social que cobija al hombre—, tiene proyección a un amplio arco de temas actuales relacionados también con el Año de la Fe. Desde luego, con la crisis antropológica a que se ha hecho mención, que se encuentra en el origen de su convocatoria del Año de la Fe 2012-2013. Asimismo, con la estructura general del magisterio desarrollado por el Concilio Vaticano II a través de sus cuatro sesiones, atendiendo a los objetivos que le trazara el Beato Papa Juan XXIII y luego su sucesor, el siervo de Dios Papa Pablo VI.

UNA SITUACIÓN BIEN DISTINTA SE VIVÍA, DETRÁS DE LA CORTINA DE HIERRO, ENTRE LOS CATÓLICOS DEL ESTE DE EUROPA. POR EJEMPLO EN POLONIA, AL MARGEN DE LA INFLUENCIA DE LOS MEDIOS OCCIDENTALES, BAJO LA TUTELA DE LOS OBISPOS ENCABEZADOS POR EL CARDENAL WYSZYNSKI, LA REFORMA LITÚRGICA SE REALIZABA DISCIPLINADAMENTE, EN FORMA GRADUAL Y BIEN EXPLICADA, ENTERAMENTE BAJO EL SIGNO DE LA CONTINUIDAD, NUNCA EXPUESTA A LA EXPERIMENTACIÓN PERSONALISTA.

4 Como ha sido informado en estas páginas (cfr. Humanitas 69, sección Panorama), replicando el orden seguido por los documentos del concilio, el primer volumen de la Opera Omnia de Benedicto XVI, lanzada a fines del 2012 por la Librería Editrice Vaticana en lengua italiana y por la BAC en español, comienzan por sus textos referidos al tema litúrgico.

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EL PERDÓN VERDADERO ES COSA BIEN DIFERENTE A UN DÉBIL LAISSEZ-FAIRE. EL PERDÓN ES EXIGENTE Y COMPROMETE, EN TODO SU SER, TANTO A AQUEL QUE PERDONA COMO A AQUEL QUE RECIBE EL PERDÓN. UN JESÚS QUE APRUEBA TODO ES UN JESÚS SIN CRUZ, PUES ENTONCES YA NO HAY MÁS NECESIDAD DEL DOLOR DE LA CRUZ PARA SANAR AL HOMBRE.

5 J.Ratzinger, Les príncipes de la theologie catholique, Tequi, 1985, pp.59-60. 6 J.Ratzinger, Discurso al recibir el Premio Europa, Subiaco 02.04.05.

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Hagamos aquí una aproximación sumaria al tema de la piedra angular y su relación con aquellos hechos de la historia del fin del siglo XX que, en último término, conducen a la convocatoria del presente Año de la Fe, siguiendo para ello las huellas del pensamiento de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI y sus observaciones relativas a esos distintos momentos, que cronológicamente median entre el concilio y nuestros días. Se ve este problema, de la ausencia de la piedra angular, por ejemplo, en la inspiración que anima a cierto progresismo posconciliar, el cual —en el contexto de transversalidad ideológica vivida en las dos últimas décadas— ha terminado hoy siendo un cántico apoteósico a la burguesía del liberalismo capitalista tardío —por acción a veces u omisión otras— al que ofrece una ambigua aura de religiosidad, en lugar de una crítica con los fundamentos debidos. El reemplazo de un demonio relativamente modesto, comenta Joseph Ratzinger, por siete otros mucho más perversos, que han hecho disipar hoy la anterior ilusión de un progreso tranquilo y sonriente, que tentaba convidando a “convertirse fácilmente al mundo”, debería remecer las conciencias y provocar un cambio. Dicha afirmación sintoniza, por otra parte, con una preocupación general suya expresada así: “Un cristianismo que cree su deber permanecer siempre muy piadosamente [fideísticamente, podríamos traducir] por encima de los tiempos, no tiene nada que decir y nada significa. Podría retirarse tranquilamente”.5 Se refiere, me parece, a esa dualidad fideísta que varias veces ha apuntado — por ejemplo en su último viaje a Latinoamérica—, la cual hace un permanente juego al mundo y sus modas, ideológicas o de poder. ¿Se trata acaso de reivindicar, entonces, como tarea de nuestra fe los muchos moralismos que han alimentado la existencia de católicos en las pasadas décadas y hasta el día de hoy? Más allá de un lenguaje que apela a necesidades a veces reales y urgentes —justicia, paz, conservación de la naturaleza—, el camino del renacimiento no pasa a su juicio por concepciones genéricas, de confrontación partidista, que poco y nada tienen que ver con un deber personal vinculado a la vida cotidiana. En efecto, ¿qué significa justicia en el marco de los debates actuales? ¿Quién la define y en qué fuentes se la busca? Es fácil que, colocando por encima la utopía política —venga de dónde venga, sea del absolutismo tecnicista o de un solidarismo ateo—, se pase a llevar la dignidad del hombre, apreciada en su individualidad y, en nombre de grandiosos objetivos, se llegue a despreciar al hombre.6 No debe olvidarse, ha recordado Joseph Ratzinger, hasta qué punto Marx, Freud y Marcuse son los verdaderos iconos que han alimentado a lo largo de todo el siglo pasado —y alimentan en parte todavía— la común búsqueda de una “salvación” entendida de forma materialista, como mundo sin dolor, enfermedad, ni miseria,


Revista HUMANITAS en la ciudad de Nueva York «No debe olvidarse, ha recordado Joseph Ratzinger, hasta qué punto Marx, Freud y Marcuse son los verdaderos iconos que han alimentado a lo largo de todo el siglo pasado –y alimentan en parte todavía– la común búsqueda de una “salvación” entendida de forma materialista, como mundo sin dolor, enfermedad, ni miseria, que anima, sea reivindicaciones revolucionarias turbulentas, sea también resentimientos por expectativas no cumplidas».

que anima, sea reivindicaciones revolucionarias turbulentas, sea también resentimientos por expectativas no cumplidas. Lo anterior no es ajeno, por su parte, a la actitud científica moderna, sobre todo a su base criteriológica. El horizonte puramente “fenoménico” que aquí prevalece, descarta a veces con obstinación el derecho a fundarse en lo que no sea aparente y tangible, visible y mensurable. ¡Cuántas veces la piedra angular es desechada por los arquitectos de nuestros edificios públicos por considerarse sus razones acientíficas! Esta criteriología “científica” hoy dominante se emparienta íntimamente con aquella que nos dicta que lo que es posible es verdadero, alimentando un verdadero “giro copernicano” de carácter moral. Según éste, para formular el juicio ético ya no debemos partir más de la naturaleza creada, sino situarnos en un autonomismo ajeno al orden creatural.

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TODAVÍA UNA DÉCADA ANTES DE SUBIR AL SOLIO DE PEDRO, JOSEPH RATZINGER ADVIERTE QUE QUIEN EJERCE HOY AUTORIDAD EN LA IGLESIA SE ENCUENTRA CONFRONTADO CON EL PODER DOMINANTE, “CONTRA LA FUERZA DE UNA OPINIÓN PARA LA CUAL LA FE EN LA VERDAD CONSTITUYE UNA PERTURBACIÓN INSOPORTABLE A LA CONCIENCIA”(...)

7 Benedicto XVI, Discurso a la plenaria de la Comisión Teológica Internacional, 07.12.12. 8 J.Ratzinger, Regarder le Christ, Fayard 1992, p.110.

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La raíz teológica de este trastorno de visión fue muy honda y claramente señalada por el Santo Padre Benedicto XVI en el célebre discurso que pronunciara en la Universidad de Regensburg, en septiembre del 2006. Su apelación a una ampliación del “logos” —de la razón— urge a superar una visión reduccionista donde lo moral es dominio exclusivo de la subjetividad y el tema de Dios cae en la órbita de lo precientífico. Es bien atendible pensar que uno de los principales ejes para la superación de esta situación radica en que la Universidad, como fuera antaño, devuelva el lugar debido a las ciencias teológicas. Explicando en las semanas recién pasadas el código genético de la teología católica a la Comisión Teológica Internacional, entre otros temas, el Papa ponía nuevamente el dedo en esta llaga de la cultura contemporánea, apuntando hacia algunas de sus varias consecuencias: “Sin la apertura a lo trascendente, que permite hallar respuesta a los interrogantes sobre el sentido de la vida y sobre la manera de vivir de modo moral, sin esta apertura el hombre se vuelve incapaz de actuar según justicia y de comprometerse por la paz”.7 Lo recién dicho no puede sino estar intrínsecamente unido con el tema de la verdad —que tanto ha ocupado al magisterio de la Iglesia en nuestro tiempo— y a fortiori con la fe. Así lo enuncia ya en 1992 Joseph Ratzinger: “Un Jesucristo que estuviese de acuerdo con todo y con todos, un Jesucristo al cual faltase la santa cólera, la dureza de la Verdad y del Amor verdadero, no sería un Jesucristo verdadero como el que nos muestra la Escritura, sino una deleznable caricatura. Una presentación del Evangelio donde no se encuentre más la gravedad de la cólera de Dios no tiene nada que ver con el Evangelio de la Biblia. El perdón verdadero es cosa bien diferente a un débil laissez-faire. El perdón es exigente y compromete, en todo su ser, tanto a aquel que perdona como a aquel que recibe el perdón. Un Jesús que aprueba todo es un Jesús sin Cruz, pues entonces ya no hay más necesidad del dolor de la Cruz para sanar al hombre”.8 ¿Cómo no ver también en estas ausencias la raíz de la emergencia educativa que recorre a la sociedad secularizada de Occidente entero? A este tenor, es visible en la cultura contemporánea la dificultad o la incapacidad para proponer proyectos creativos que contengan esos principios trascendentales, capaces de atraer a los jóvenes en la profundidad de su ser, en un momento en que, inquietos por su futuro, son tentados por propuestas empobrecedoras, como buscar lo que implica menor esfuerzo, el mínimo suficiente y el éxito inmediato, sin preocuparse de la formación. Así lo hizo ver Benedicto XVI a los nuevos embajadores que presentaron en diciembre pasado sus credenciales ante la Santa Sede. Recordemos en este sentido que ya León XIII, en la Rerum novarum, explicaba que “la verdadera dignidad y grandeza del hombre es toda ella moral, esto es, anclada en la virtud; y la virtud es


patrimonio común, alcanzable por los grandes y por los menores, por los ricos y por los pobres”. Los jóvenes, insiste Benedicto XVI, tienen necesidad de verdad. Hoy, entre tanto, se tiende a vivir sin verdad y promoverla parece haberse transformado en un esfuerzo inútil. “¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?” exclama, San Pablo en su carta a los Romanos, enumerando a seguir las calamidades que lo cercan.9 Todavía una década antes de subir al solio de Pedro, Joseph Ratzinger advierte que quien ejerce hoy autoridad en la Iglesia se encuentra confrontado con el poder dominante, “contra la fuerza de una opinión para la cual la fe en la verdad constituye una perturbación insoportable a la conciencia”. Ese poder no dudará en golpear a quien le contradiga, no obstante —se lo recuerda a sus hermanos en el episcopado— para San Pablo ésta es justamente la condición del apóstol, del testigo de Cristo en el mundo (1 Co 4, 12). La del mártir, quisiera en este punto agregar, esto es, en sentido etimológico, del testigo, que en su plenitud vivencial y escatológica entrega también enteramente su vida. A la luz de la eclesiología que nos lega el Concilio y que conocemos a través de la Constitución Lumen gentium, sabemos muy bien hoy que también los laicos deben estar conscientes de compartir esta misión con sus pastores. Se habla allí, en los capítulos 4 al 7, de los laicos, de la vocación universal a la santidad, de la orientación escatológica de la Iglesia. Está aquí presente el fin intrínseco de la Iglesia, lo más esencial a su existencia, nos recuerda el entonces estrecho colaborador del Beato

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«Así lo enuncia ya en 1992 Joseph Ratzinger: Un Jesucristo que estuviese de acuerdo con todo y con todos, un Jesucristo al cual faltase la santa cólera, la dureza de la Verdad y del Amor verdadero, no sería un Jesucristo verdadero como el que nos muestra la Escritura, sino una deleznable caricatura. Una presentación del Evangelio donde no se encuentre más la gravedad de la cólera de Dios no tiene nada que ver con el Evangelio de la Biblia».

9 “¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 8, 35. 37 – 39).

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(…) ESE PODER NO DUDARÁ EN GOLPEAR A QUIEN LE CONTRADIGA, NO OBSTANTE –SE LO RECUERDA A SUS HERMANOS EN EL EPISCOPADO– PARA SAN PABLO ÉSTA ES JUSTAMENTE LA CONDICIÓN DEL APÓSTOL, DEL TESTIGO DE CRISTO EN EL MUNDO (1 CO 4, 12). LA DEL MÁRTIR, QUISIERA EN ESTE PUNTO AGREGAR, ESTO ES, EN SENTIDO ETIMOLÓGICO, DEL TESTIGO, QUE EN SU PLENITUD VIVENCIAL Y ESCATOLÓGICA ENTREGA TAMBIÉN ENTERAMENTE SU VIDA.

10 J.Ratzinger, La eclesiología de la Constitución conciliar Lumen gentium, Roma, 27.02.2000. 11 J.Ratzinger, La sal de la tierra, Sudamericana, 2005

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«En medio de la confusión de las ideologías que amenaza muchas veces la estabilidad de nuestros sistemas políticos y jurídicos, puede servirnos a los latinoamericanos buscar inspiración en el trasfondo cultural que animó el Farwell Adress de George Washington, primer presidente de los Estados Unidos de América. Se enuncia allí que la religión y la moralidad son un soporte indispensable para todas las disposiciones y virtudes que conducen a la prosperidad política, convicción en que se fundó la grandeza de esta nación».

Papa Juan Pablo II. “Es decir —expresa— se trata de la santidad, de la conformidad con Dios. Que, en este mundo, haya un espacio para Dios, que Él lo pueda habitar y que así el mundo se transforme en su Reino. La santidad es algo más que una cualidad o condición moral. Ella es la presencia de Dios entre los hombres, de hombres con Dios, la ‘tienda’ de Dios entre nosotros y en medio de nosotros (Jn 1,14). Se trata de un nuevo nacimiento, no ya a partir de la carne o de la sangre, sino de Dios (Jn 1, 13). La orientación hacia la santidad es idéntica a la orientación escatológica y, de hecho, a partir del mensaje de Jesús, ella es en adelante fundamental para la Iglesia. La Iglesia existe para llegar a ser la casa de Dios en el mundo y para ser así ella misma santa”.10 Esta santidad apela a la reunión de los cristianos como un rebaño bajo un solo pastor, siendo la dimensión ecuménica cristiana —y también la interreligiosa— uno de los grandes impulsos dados por el concilio. Todavía en 1997 Joseph Ratzinger cree que no se llegará muy rápido a grandes “reunificaciones de confesiones”.11 Alienta entre tanto a ensayar, en los temas esenciales, un testimonio conjunto, tanto para la organización del mundo como para responder a las grandes cuestiones sobre Dios y el hombre. Lo hemos visto realizarse así muchas veces en los últimos años, especialmente haciendo un frente común contra la embestida secularista, así por ejemplo en Francia en el pasado reciente, defendiendo la integridad de la familia tradicional y del matrimonio entre un hombre y una mujer. Las vicisitudes sobrellevadas a través de los siglos por el primado de Pedro, materia de la fe católica, son muchas y provienen de antiguo. En medio de su compleja historia, la Providencia nos regala entre tanto bellas


Adauge nobis fidem! Podemos concluir estas consideraciones en torno al Año de la Fe convocado por el Papa Benedicto XVI, apelando —en orden a nuestra común misión como americanos— al legado que nos dejó el Beato Papa Juan Pablo II con la exhortación apostólica Ecclesia in America, deteniéndome a recordar, sin enumerarlas, lo que me parece hoy un deber no olvidar: las varias tareas comunes que ese santo Pontífice (y los obispos reunidos antes por él en el Sínodo) formularon para nuestras cristiandades a través de ese gran documento. Sin duda que la convergencia de nuestras distintas tradiciones en un solo territorio continental, en el marco globalizado en que vivimos, podría, como Iglesias, ayudarnos y fortalecernos. Cuánto, en efecto —en medio de la confusión de las ideologías que amenaza muchas veces la estabilidad de nuestros sistemas políticos y jurídicos—, puede servirnos a los latinoamericanos buscar inspiración en el trasfondo cultural que animó el Farwell Adress de George Washington, primer presidente de los Estados Unidos de América, donde se enuncia que la religión y la moralidad son un soporte indispensable para todas las disposiciones y virtudes que conducen a la prosperidad política, convicción en que se fundó la grandeza de esta nación.13 Asimismo, cuánto puede enriquecer y enriquece ya a los norteamericanos la fe de esa América del sur, morena y sobre todo mariana, realidad que sin duda inspiró al recordado Papa Juan Pablo II a ponernos a todos, los americanos del norte y del sur, bajo el patronazgo y manto protector de Santa María de Guadalupe. A ella pues pidámosle que fortalezca en estos momentos nuestra fe. Sancta Maria, adauge nobis fidem!

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paradojas. Piénsese, por ejemplo, en la atribulada situación que vivió el papado romano en el siglo XIX, sea a causa de Napoleón Bonaparte como de la unificación italiana, que dejó inconcluso al Concilio Vaticano I. ¿Podría imaginarse alguien, desde esa perspectiva histórica, la inmensa gravitación que habrían de llegar a tener los romanos pontífices a lo largo de todo el convulso siglo XX y hasta ahora? A este mismo respecto, en 1993, Joseph Ratzinger hacía esta interesante observación: “A pesar de todo, encontramos, incluso hoy día, una tendencia positiva en cuanto a que numerosos no católicos sostienen la necesidad de un centro común de la cristiandad. Se hace evidente que un centro de esa naturaleza puede ser un núcleo eficaz frente al deslizamiento hacia una dependencia en relación a las sujeciones culturales que imponen los sistemas políticos: es la única manera para la fe de los cristianos de hacer oír claramente su voz en la confusión de las ideologías”.12

12 J.Ratzinger, Appelés à la communion, Fayard 1993, p.39 13 Es de interés registrar la positiva atención prestada por los romanos pontífices a esta posición sustentada por el Farwell Adress. Así por ejemplo León XIII en Longinqua oceani (1.1.1895) y Pio XII en Sertum laetitiae (1.11.1939).

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NOTAS

JÉRÔME LEJEUNE Y LA ENFERMEDAD DE DOWN por Juan de Dios Vial Correa

Con motivo de la Exposición

PERO PRECISAMENTE AQUÍ LA MEDICINA CIENTÍFICA Y HUMANA VINO A TROPEZAR CON CORRIENTES DEL ESPÍRITU ANTIHUMANO DEL SIGLO XX. LA TÉCNICA DEL RECUENTO DE LOS CROMOSOMAS DE LEJEUNE PERMITÍA EL DIAGNÓSTICO DEL MONGOLISMO INCLUSO EN EMBRIONES MUY PRECOCES, Y ABRÍA LA TENTACIÓN DE SUSTITUIR EL CUIDADO MÉDICO POR EL ABORTO Y MUERTE DEL EMBRIÓN .

sobre Jérôme Lejeune y la enfermedad de Down que tuvo lugar a mediados de abril en la Universidad Católica, vale la pena hacer un recuerdo de las circunstancias que rodearon un descubrimiento que fue al mismo tiempo un gran adelanto de la medicina, y una contribución al tema siempre actual de la defensa de la vida humana. Las ciencias naturales y las técnicas derivadas de ellas, ponen en manos del hombre contemporáneo instrumentos de tan alto poder que su empleo exige a cada paso decisiones éticas de mucha importancia. El caso de la energía nuclear y sus aplicaciones prácticas es evidente, pero la misma índole de problemas surge en todos los terrenos importantes del progreso humano. Las ciencias biomédicas se hallan exigi-

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das continuamente, lo que no es de extrañar, dada la proximidad de sus temas a la propia vida humana. La exposición “Genética y naturaleza a partir del testimonio de Jérôme Lejeune”, nos ha hecho recordar la figura notable del médico y científico francés que aclaró el origen del síndrome de Down, y justamente al hacerlo, debió hacerse protagonista en una lucha en defensa de los más débiles miembros de la humanidad, los embriones. Su vida quedó así asociada a varios de los temas más importantes de la sociedad contemporánea, como son el alcance de la medicina científica, el compromiso humano de la medicina, el valor de la vida humana, la perspectiva cristiana sobre el sufrimiento y la enfermedad. Jérôme Lejeune (1926-1994) fue un médico

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“Queremos agradecer al Creador ‘de Quien toda paternidad toma su nombre’, por el carisma particular del difunto. Se debe hablar aquí de un carisma porque el profesor Lejeune hizo siempre uso de su profundo conocimiento de la vida y sus secretos, para el verdadero bien del hombre y de la humanidad, y solamente para eso”; (Palabras del Papa Juan Pablo II en carta al Cardenal Lustiger, Arzobispo de París, escrita con ocasión de los funerales de Lejeune).

apasionado por su profesión, a la que veía como un instrumento poderoso para superar el sufrimiento. En esa misma perspectiva entendió que las ciencias naturales permitían aumentar la efectividad de la medicina en una proporción gigantesca y por eso participó de la esperanza de que la comprensión de la constitución del organismo humano sería un camino privilegiado de progreso médico. Eso lo movió desde sus días de estudiante en los que se apasionó por la Genética. Desde muy joven se interesó de modo preferente por el mongolismo o enfermedad de Down (más tarde “trisomía 21” para él y su escuela). Este es un desorden constitucional

que afecta más o menos a uno de cada setecientos nacidos vivos. Se caracteriza por trastornos en la apariencia física, retardo mental, y por una capacidad de sobrevida limitada. Es probablemente la causa más importante de retardo mental. Aunque no es propiamente una enfermedad hereditaria, tiene rasgos que harían pensar que lo es: así por ejemplo, en una pareja de gemelos univitelinos (iguales) ocurre siempre que los dos individuos estarán afectos. En cambio en los mellizos (gemelos divitelinos) es muy raro que ambos muestren la enfermedad. Todos los datos de que se disponía hacia 1950 apuntaban a que la enfermedad estaba presente desde el inicio

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«Frente a los embriones afectos de Down, la medicina que partía del viejo aforismo clásico “lo primero es no hacer daño”, se veía empujada hacia una nueva actitud: “lo primero es matar”. Para Lejeune, el golpe fue tremendo. Su conciencia lo llevó a hacerse el campeón de la vida de los embriones, tanto de los que estaban afectados por alguna enfermedad detectable, como de los que eran congelados, ya fuera con propósitos de investigación científica, ya dentro de un proceso de fecundación “in vitro”».

mismo de la vida embrionaria, por lo que se la consideraba un mal “constitucional”. Lejeune participó de la idea de Raymond Turpin de que esta catástrofe precoz del desarrollo tenía que estar ligada a la falla de multitud de genes, y no solo de unos pocos. Esto hacía que se pudiera imaginar que la enfermedad estaba radicada en los cromosomas, corpúsculos contenidos en los núcleos de las células, cada uno de los cuales es portador de numerosos genes. Con la colaboración de Marthe Gautier, una pediatra que se había entrenado en cultivo de tejidos, se dedicaron a buscar alguna anomalía en los cromosomas de los enfermos de mongolismo estudiando la evolución en cultivo de pequeñas muestras de tejidos. Después de una paciente investigación, y de numerosas mejoras en las técnicas empleadas, lograron establecer que las células

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de los mongólicos tenían un cromosoma de más, cuarenta y siete en vez de los cuarenta y seis normales. Un estudio minucioso les permitió asegurarse de que el cromosoma en exceso era en realidad uno de los cromosomas normales, el número 21, que se encontraba en tres ejemplares, en lugar de los dos que eran lo normal, lo que era una indicación cierta de que la pareja de cromosomas 21 de las células germinales no se había separado (disociado) en el curso de alguna división celular, de modo que una de las células hijas había quedado con dos cromosomas, mientras que la otra no recibía ninguno. En la fecundación, al unirse la célula germinal con dos cromosomas a una normal con uno solo se producía un huevo (y como consecuencia un embrión) con tres cromosomas. Así aparecía un nuevo tipo de enfermedad de los cromo-


somas: había un exceso de material genético normal, lo que sería capaz de provocar un profundo y generalizado trastorno del desarrollo del embrión. Al aclararse el origen cromosómico del mongolismo se descartaban las numerosas hipótesis que existían sobre la naturaleza de esta enigmática dolencia, se abría un campo novedoso de investigación y surgía la esperanza de que fuera posible desarrollar técnicas para neutralizar los efectos dañinos del trastorno. Era el nacimiento de una disciplina médico-biológica nueva, la Citogenética, y una demostración brillante de lo que las ciencias naturales clásicas podían aportarle a la medicina. Para el médico que era Lejeune, este triunfo tenía un sabor muy especial porque ofrecía alguna perspectiva de alivio en la condición de un grupo de enfermos con los que se había involucrado profundamente en el curso de su práctica clínica. Los enfermos de síndrome de Down, muy retardados en sus capacidades cognitivas, suelen vivir en cambio una vida emocional intensa con reacciones positivas de afecto y adhesión, y actitudes negativas de obstinación y rechazo. Lejeune se interesaba profundamente en esas vidas truncadas, en sus relaciones humanas, en su aprendizaje, hasta en sus competencias deportivas, las que fomentaba y animaba. Al mismo tiempo cuidaba con afecto paternal de sus familias, apoyándolas y siendo para ellas médico, consejero y amigo. El progreso científico liderado por él permitía vislumbrar una esperanza, al menos para los futuros enfermos de Down. Pero precisamente aquí la medicina científica y humana vino a tropezar con corrientes del espíritu antihumano del siglo XX. La técnica del recuento de los cromosomas de Lejeune permitía el diagnóstico del mongolismo incluso en embriones muy precoces y abría la tentación de sustituir el cuidado médico por el aborto y muerte del embrión. El camino que

¿QUÉ ES EL HOMBRE PARA QUE TE ACUERDES DE ÉL?

E xposición sobre genética y naturaleza a partir del testimonio de Jérôme Lejeune La exposición tuvo lugar en el Patio Juan Pablo II de la Casa central de la Pontificia Universidad Católica de Chile y fue inaugurada el lunes 15 de abril por el rector Ignacio Sánchez Díaz. El viernes 19 tuvo lugar en el Aula Magna del Centro de Extensión UC un foro panel sobre la temática de esta exposición. Tomaron parte el Dr. Manuel Santos, genetista y profesor de la Facultad de Ciencias Biológicas de la PUC; el Dr Juan de Dios Vial Correa, presidente emérito de la Pontificia Academia para la Vida, y la Dra. Pilar Vigil, médico gineco-obstetra, directora del programa internacional Teen Star, experta en fertilidad.

escogieron muchos médicos fue simplemente el de matar a los enfermos pequeños e indefensos. Pero entonces, junto a las técnicas cada vez más refinadas de diagnóstico, se hubo de desarrollar toda una justificación teórica que permitiera superar la repugnancia de matar a un inocente. Así se propuso cambiar el momento del inicio de la vida humana, y no situarlo ya más en la fecundación, sino en períodos más avanzados del desarrollo fetal o embrionario, de modo de quitarle a un embrión, o incluso a un feto, la protección que se le debe a la vida humana. Aparecieron propuestas de legislación que permitían el aborto en forma cada vez más concesiva. Frente a los embriones afectos de Down, la medicina que partía del viejo aforismo clásico “lo primero es no hacer daño”, se veía empu-

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jada hacia una nueva actitud: “lo primero es sencillo, capaz de hacerse entender por el matar”. Para Lejeune, el golpe fue tremendo. público en temas científicos muy complejos, Su conciencia lo llevó a hacerse el campeón y de iluminarlos con la luz del respeto a lo de la vida de los embriones, tanto de los que humano que resplandecía desde su afecto a estaban afectados por alguna enfermedad los niños mongólicos hasta su amistad con los detectable, como de los que eran congelados, más destacados intelectuales. Así, su amigo el ya fuera con propósitos de investigación cien- Papa Juan Pablo II dejó su testimonio en una tífica, ya dentro de un proceso de fecundación carta al Cardenal Lustiger, Arzobispo de París, “in vitro”. Él comprendía muy bien que en el escrita con ocasión de los funerales del sabio: momento en que alguien se Decía el Papa: “Querearrogara el derecho de determos agradecer al Creador TROPEZÓ CON TODAS LAS minar si un miembro de su ‘de Quien toda paternidad FORMAS DE RECHAZO, especie tenía derecho a vivir, toma su nombre’, por el caDESDE LOS INSULTOS A SU lo que se estaba produciendo risma particular del difunto. FAMILIA, HASTA ALGUNA era un cambio fundamental Se debe hablar aquí de un OCASIONAL AGRESIÓN en la concepción que el homcarisma porque el profesor FÍSICA, Y EL FRÍO DESPRECIO bre tiene de sí mismo. En Lejeune hizo siempre uso de DE SUS COLEGAS QUE sociedades científicas, en la su profundo conocimiento de LE REPROCHABAN UNA prensa, en la televisión luchó la vida y sus secretos, para el ACTITUD “SECTARIA”. incansablemente. Alcanzó verdadero bien del hombre y LUEGO DE UNA IMPORTANTE una resonancia mundial al de la humanidad, y solamente CONFERENCIA CIENTÍFICA ser llamado como experto para eso. Llegó a ser uno de los PRONUNCIADA POR por tribunales en los Estados defensores ardientes de la vida INVITACIÓN EN LOS ESTADOS Unidos o al hablar en la Casa de los niños que habían de UNIDOS, LEJEUNE LE Blanca con motivo del otorganacer, la cual se ve en nuestra ESCRIBÍA A SU MUJER: “HOY miento de un premio por su civilización contemporánea a PERDÍ EL PREMIO NOBEL; trabajo científico. Tropezó con menudo amenazada hasta el PERO ESTOY EN PAZ”. todas las formas de rechazo, punto de que se puede pensar desde los insultos a su famien una amenaza programada”. lia, hasta alguna ocasional agresión física, y Hoy se siente agudamente la necesidad el frío desprecio de sus colegas que le repro- de una ciencia al servicio del hombre, de chaban una actitud “sectaria”. Luego de una una medicina solidaria del sufrimiento huimportante conferencia científica pronunciada mano, de una determinación de jugarse por por invitación en los Estados Unidos, Lejeune el hombre y de defender a los más débiles. le escribía a su mujer: ”Hoy perdí el Premio Eso es lo que aportó en una vida trabajada Nobel; pero estoy en paz”. y sufrida el hombre de ciencia brillante que Jérôme Lejeune era un hombre amable y fue Jérôme Lejeune.

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INFLUENCIA DE MARITAIN EN EL CONCILIO VATICANO II por Sergio Fernández Aguayo

«Maritain murió el 28 de abril de 1973. En Chile, ese mismo día, el Cardenal Silva Henríquez escribía una hermosa oración, encontrada en su archivo personal, en la que alude al filósofo como “combatiente en la tierra del relativismo que nos cerca, y nos lanza a la contemplación de la Verdad Absoluta, verdad intransable, exigente y permanente, y nos exige que nuestro amor a los hombres se traduzca en acción eficaz y concreta, preñada de testimonio y consecuencia…”»

¿Cuál fue la influencia que tuvo el filósofo francés Jacques Maritain en el Concilio Vaticano II, cuyo 50° aniversario celebramos? Hay que tener presente que durante algún tiempo su pensamiento “fue considerado sospechoso para los teólogos, porque era filósofo, y para los filósofos, porque su filosofía tenía en cuenta las cosas de la fe”.1 Pero el pensamiento de este laico, apenas convertido a la fe católica, fue enseguida reconocido ampliamente, y continúa inspirando la reflexión sobre los grandes desafíos que la humanidad enfrenta hoy, a saber, la verdad sobre el hom-

bre, la comprensión del pluralismo social y político, el relativismo moral, etc.

La problemática de nuestro tiempo Desde hace al menos dos siglos se vive en el mundo un declive del sentimiento y de las creencias religiosas. Se ha generado un proceso de secularización que ha derivado en secularismo, y que puja por constituirse en la narración predominante. Jacques Maritain, el principal filósofo católico del siglo XX, debió enfrentarse con

1 “Ciencia y Sabiduría”, en OO.CC. de J. Maritain, vol VI, pag. 102.

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esa realidad. Sus ideas, desarrolladas en las La tragedia del humanismo diversas etapas de su vida, contribuyeron de manera muy significativa a la evolución del En este último libro Maritain intenta deterpensamiento social cristiano. minar, desde el punto de vista de una filosofía En una primera etapa, Maritain, recién con- de la historia moderna, la posición concreta vertido, estudió el pensamiento de Tomás de del hombre ante Dios y ante su destino, como Aquino, que constituía la base principal de la características de una época. Analiza la Crisenseñanza católica, y adhirió a él en su forma tiandad Medieval y a pesar de su valorización ortodoxa y clásica. Sin embargo, luego supo positiva, señala que habría sido una sociedad evolucionar a un tomismo más abierto y creativo, excesivamente teocrática. de orientación personalista, que Luego, analiza la época caracterizó su posición madura. moderna con su olvido proEstas etapas están bien ES QUE LA IGLESIA DESDE gresivo de Dios, su centrar al representadas en dos de sus EL SIGLO XVI Y SOBRE TODO hombre en torno a sí mismo, obras fundamentales, Tres ReA FINES DEL SIGLO XVIII, SE lo que a medida de su radiformadores (1925) y Humanismo HABÍA VISTO IMPULSADA calización se convierte en un Integral (1936). En la primera, A TOMAR UNA ACTITUD rechazo de Dios. El resultado su tesis fundamental es que el DEFENSIVA PRIMERO FRENTE es el ateísmo contemporáneo pensamiento moderno se haAL PROTESTANTISMO, y la irrelevancia de Dios en el bía apropiado de las verdades DESPUÉS CONTRA ALGUNAS contexto público. cristianas, despojándolas de CONSECUENCIAS DE LA Para Maritain el Renacisu contenido fundamental, REVOLUCIÓN FRANCESA(…) miento habría tenido pary luego las había puesto en te de razón al oponerse al circulación en el contexto somodelo medieval en que cial y cultural, sin hacer referencia a su origen la relación hombre-Dios estaba desequilicristiano. Los tres reformadores son Lutero, brada. Había que abrir paso al humanismo reformador de la religión; Descartes, reformamoderno. La filosofía no debía estudiarse en dor de la filosofía, y Rousseau, reformador de razón de la teología, la ética en función del la sociedad. Sobre este último, Maritain afirma que “percibió grandes verdades cristianas olvi- confesionario, ni el derecho en función de los dadas en su siglo, y su mérito fue recordarlas, códigos canónicos. Los artistas no tenían por pero las desnaturalizó. Cuando Rousseau qué estar limitados al arte religioso. Los reyes afirma la dignidad esencial de la conciencia y no podían seguir siendo el brazo secular de del sujeto humano, enarbola verdades cristia- la jerarquía eclesiástica, ni la Iglesia debía nas ante sus contemporáneos, pero vacías de tener poder para poner y quitar monarcas. Esos cambios estaban bien, únicamente substancia”.2 que el hombre moderno no sólo se afirmaba Tres Reformadores es un libro que deja la sena sí mismo, sino que se afirmaba a sí mismo sación de una excesiva crítica a la modernidad. contra Dios. Es lo que Maritain llamaba la Pero Maritain advierte que su mira no está puesta en el pasado. Considera la presencia de tragedia del humanismo. El ser humano perdía aspectos de la modernidad integrables a una su humanidad (Freud), perdía su discontiperspectiva cristiana. Esta es su tesis madura nuidad metafísica con el resto de las criaturas y definitiva que expone en Humanismo Integral, (Darwin), Dios se convertía más que nada en una idea (Descartes), en un límite para el proque causó gran revuelo en su época. 2 “Tres Reformadores”, Epesa, 1948, pag. 181.

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greso del mundo (Hegel), hasta que Nietsche quiso anunciar su muerte.

tades modernas contenían su parte positiva. Con la Rerum Novarum este Pontífice asume todo lo que hay de bueno en las aspiraciones de los trabajadores a la justicia social. ¿Qué hacer? Anteriormente, Pío IX había condenado a Los cristianos se preguntaban entonces la modernidad en su Syllabus errorum moder¿cómo había sido esto posible? ¿Cómo se ha- norum. Se vivía nostalgia de la Edad Media, y bía podido pasar de una sociedad medieval, a la Iglesia no se la percibía cercana a la demosustancialmente cristiana, a otra tan irreligiosa cracia. Muchos creían que había que volver al como la europea del siglo XX? pasado, al mundo medieval, en que cristianisEs que la Iglesia desde el mo, cultura y sociedad habían siglo XVI y sobre todo a fines sido un todo indisoluble. (…) Y DEL RACIONALISMO del siglo XVIII, se había visto Maritain se opuso a esa DE LA ÉPOCA DE impulsada a tomar una actiposición, no por pragmaLA ILUSTRACIÓN, tud defensiva primero frente tismo, sino por una convicUN HUMANISMO al protestantismo, después ción largamente meditada. PRÁCTICAMENTE ATEO Y contra algunas consecuencias La Edad Media había sido ADORADOR DEL PROGRESO, de la Revolución francesa y del profundamente cristiana, AUNQUE GUARDABA LAS racionalismo de la época de la pero no era la única cultura FORMAS DE UN TEÍSMO A LO Ilustración, un humanismo cristiana. Porque el cristiaVOLTAIRE. EL VERDADERO prácticamente ateo y adorador nismo trasciende cualquier DIOS ERA EL HOMBRE, SU del progreso, aunque guardacultura, puede encarnarse RAZÓN, SU CAPACIDAD DE ba las formas de un teísmo a en diversas culturas, pero no CREAR UN PARAÍSO EN lo Voltaire. El verdadero Dios se identifica con ninguna. El LA TIERRA, GRACIAS AL era el hombre, su razón, su filósofo lo afirmó así en un AVANCE DE LAS CIENCIAS. capacidad de crear un paraíso discurso sobre “Las civilizaEL MARXISMO SERÍA en la tierra, gracias al avance ciones humanas y el rol de los HEREDERO DIRECTO DE ESA de las ciencias. El marxismo cristianos” dirigido en Roma ANTROPOLOGÍA. sería heredero directo de esa al Movimiento Internacional antropología. Pax Romana, en 1947. Los Pontífices del siglo XIX condenaron La cristiandad medieval había sido una ese tipo de humanismo y veían con reticen- concreción específica del cristianismo cocia una democracia que parecía hacer de la rrespondiente a un período histórico detervoluntad humana la norma absoluta de lo minado, pero no era necesario volver a la justo y de lo injusto; una libertad de pensa- Edad Media, cabían otras posibilidades, en miento, culto y expresión que se basaba en el transcurso de la historia se darían otras un agnosticismo que rechazaba toda verdad cristiandades diversas, según las épocas y absoluta. En realidad la Iglesia fue asumien- culturas. No solo no era necesario volver a la do una posición bastante negativa frente a Edad Media, sino que era imposible. La historia las aspiraciones del hombre moderno. no vuelve atrás. La historia no tiene lugar en Esa actitud comienza a modificarse con vano y no puede repetirse. León XIII, que procura reconciliar a la Iglesia El gran aporte de Maritain consistió en con la cultura moderna. Abriéndose a la evo- proponer una solución nueva. Puesto que lución social y política, reconoce que las liber- la ideología de la sociedad moderna tenía

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vestigios de verdades cristianas, cabía cristiandad” tendría que ser la aceptación del plantearse su transformación. Retomar de pluralismo, no como un mal menor, sino como la Edad Media su fervor y fundirlo con las el resultado necesario y bueno de una sociedad aportaciones de la modernidad: la secula- en que los sujetos son libres y pueden ejercer ridad y la reivindicación de lo humano. Su su libertad. La libertad, incluso en materia llamado a una “nueva cristiandad” era para religiosa, se entiende como un bien que hay vivir el cristianismo en la sociedad del siglo que valorar y proteger. XX, un humanismo integral que hiciera justiOtro aspecto del pensamiento del filósofo cia a las reivindicaciones del Renacimiento, era la autonomía relativa de las realidades temsin olvidar el horizonte de la trascendencia. porales. Frente a una Edad Media que tendía a Humanismo sí, pero humasubsumir todo en la religión OTRO ASPECTO DEL nismo teocéntrico, enraizado y la teología, la nueva crisPENSAMIENTO DEL FILÓSOFO allá donde el hombre tiene sus tiandad debía optar por el ERA LA AUTONOMÍA raíces: humanismo integral, respeto de lo secular y sus RELATIVA DE LAS humanismo de la Encarnación. leyes. También puso mucho REALIDADES TEMPORALES. La propuesta maritainiana énfasis en la centralidad de FRENTE A UNA EDAD MEDIA era tan original como revola persona humana respecto QUE TENDÍA A SUBSUMIR lucionaria. Naturalmente fue a las realidades temporales TODO EN LA RELIGIÓN Y rechazada por muchos, pues el y políticas. El mito de la LA TEOLOGÍA, LA NUEVA pensamiento conservador era fuerza al servicio de Dios se CRISTIANDAD DEBÍA OPTAR muy fuerte en su época. Se le sustituye por la conquista POR EL RESPETO DE LO acusaba de estar propiciando o realización de la libertad. 3 SECULAR Y SUS LEYES. (…) un verdadero secularismo. En la sociedad moderna, el Pero para un grupo imporprotagonismo pasa a ser de tante de intelectuales cristianos, la persona, y en la sociedad religiosos y laicos, significó una profunda política, del ciudadano, que construye cada día liberación y la posibilidad de disponer de un la ciudad que desea. proyecto de futuro. Se rompía con las cadenas La imposición del catolicismo por la vía que ligaban el pensamiento católico a una estatal ha llegado a su fin, o en otras palabras, realidad pretérita; el mundo medieval dejaba el Estado confesional ha dejado de tener sende ser modelo de referencia. Se descubrían tido. Los cristianos son llamados a vivificar aspectos positivos en el pensamiento moder- desde abajo la sociedad en que viven, pero no no. Se procuraba reconciliar a la Iglesia con el a imponer puntos de vista desde los aparatos mundo tal cual era. Dicho de otro modo, saber del poder. leer los signos de los tiempos.

La propuesta maritainiana Maritain no asumía algunos aportes de la modernidad de una manera táctica, como por fuerza mayor, sino porque eran positivos y válidos. La primera característica de una “nueva 3 L.E. Palacios, ”El mito de la nueva cristiandad”, Rialp, Madrid, 1951.

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La convergencia hacia el Concilio

Lo que Maritain fundamentalmente planteaba no era otra cosa que un avance de los grandes temas que la teología católica venía también meditando en décadas anteriores. Karl Rahner, Chenu, Cognar, De Lubac, Jean


Daniélou aportaron mucho al concilio desde de relacionarse de la Iglesia con el mundo. El la teología; el desarrollo de las ciencias his- paso definitivo lo dio Juan XXIII, convocando tóricas tuvo también un efecto estimulante. al concilio. Durante el magno evento la IgleTodo un caudal de reflexión y vida convergía sia, consciente de su misión y situación en el a reinterpretar la experiencia cristiana en mundo, realizó muy seriamente una reflexión la historia, para que la Iglesia condujera al sobre sí misma, no escatimó un ejercicio de autocrítica. Las consecuencias a las que llegó Pueblo de Dios hacia el nuevo siglo. estaban, en cierta medida, en El Papa Juan XXIII dio en áreas en que Maritain se había 1961 en la encíclica Mater (…)TAMBIÉN PUSO MUCHO adelantado. Algunas de ellas, et Magistra un nuevo paso ÉNFASIS EN LA CENTRALIDAD la consideración de la demoadelante en la elaboración de DE LA PERSONA HUMANA cracia como un sistema de la doctrina católica sobre la RESPECTO A LAS convivencia política inspirado entonces llamada “cuestión REALIDADES TEMPORALES en la eminente dignidad de social”; y en 1963, ya iniciado Y POLÍTICAS. EL MITO DE la persona, el reconocimiento el concilio, el mismo Pontífice LA FUERZA AL SERVICIO DE de que la verdad no puede en su encíclica Pacem in Terris DIOS SE SUSTITUYE POR LA imponerse sino mostrarse en se refirió con voz clarividente CONQUISTA O REALIZACIÓN su esplendor, para que el ser a los problemas de la paz DE LA LIBERTAD. EN LA humano la asuma libremente; mundial, la justicia y la liberSOCIEDAD MODERNA, EL el respeto de los derechos y la tad. Con dicha encíclica la PROTAGONISMO PASA A consideración de los deberes Iglesia inicia un movimiento SER DE LA PERSONA, Y EN del hombre, y la proclamación de encuentro positivo con LA SOCIEDAD POLÍTICA, de la libertad religiosa. El las aspiraciones del mundo DEL CIUDADANO, QUE concilio diseñó también una contemporáneo, que culmiCONSTRUYE CADA DÍA LA teología del laicado y precisó nará en el concilio. Este fue CIUDAD QUE DESEA. que el llamado a la santidad efectivamente un acontecies una vocación universal, miento que marcó un cambio en la historia de la Iglesia, no un cambio de los también de los laicos. principios de la antropología católica, fundada sobre la Revelación, sino una toma de posición Acompañando a la Iglesia, franca respecto a cambios esbozados por Pío honrado por ella XI y Pío XII. Pero la influencia de Maritain en el concilio Este último, en su Mensaje de Navidad de 1944, ya había reconocido en esa democracia no fue solamente mediante la amplia obra engendrada aparentemente por una filosofía intelectual de toda su vida. Se dio cita también anticristiana del siglo XVIII, una forma de go- durante el concilio mismo, cuando el filósofo bierno no solamente aceptable, sino recomen- ya vivía retirado, con los Pequeños Hermanos dable. En una alocución a los juristas italianos de Jesús. En diciembre de 1964, Paulo VI envió en 1953, Pío XII había admitido que la sociedad a Toulouse a su secretario Mons. Macchi, para internacional podía, mediante acuerdos jurí- consultar sus criterios frente a puntos de la dicos, comprometerse a respetar los diversos discusión conciliar que aún no habían sido cultos existentes en sus respectivos territorios. concordados por la Asamblea. Maritain ofreció enviar al Santo Padre Pero no bastaba eso. Había que universalizar y proclamar al mundo una nueva manera algunas reflexiones, lo que se concretó luego

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en cuatro Memorandos, el primero sobre la verdad,4 el segundo sobre la libertad religiosa, el tercero sobre el apostolado de los laicos, y el cuarto sobre la oración común y la oración privada, la lengua vulgar y los textos sagrados. En su carta al secretario pontificio decía “he expresado mi pensamiento en una forma muy libre, como es la mía; estoy seguro que el Santo Padre se mostrará indulgente respecto al estilo de un viejo solitario”. Durante el transcurso del concilio, los Memorandos maritainianos fueron naturalmente para el solo conocimiento del Santo Padre, pero luego se dieron a conocer en círculos más amplios y han sido publicados en las Obras Completas del filósofo (tomo XVI, pp. 1085-1130). Ciertamente Maritain logró convencer a Pablo VI de que en una sociedad multicultural el pluralismo religioso y el Estado no confesional debían ser la regla. En la misma Aula Conciliar el Cardenal Journet y el P. John Courteney Murray S.J. defendieron esa tesis, que finalmente prevaleció. En diciembre de 1965, terminado el concilio, Paulo VI entregó públicamente a Maritain, en la Plaza de San Pedro, el “Mensaje del Concilio a los hombres del pensamiento y de la ciencia”, texto en el que varias veces se hace referencia a la verdad, como objeto y finalidad de la búsqueda intelectual y científica. Desde su refugio en Toulouse, Maritain siguió las vicisitudes del posconcilio y, frente a interpretaciones que confundían los espíritus, escribió uno de sus últimos libros, El Campesino de la Garona, que suscitó nuevas polémicas, por la franqueza de su toma de posición. En carta de esa época el filósofo se levanta frente a aquellos que afirmaron que había renunciado a sus posiciones de Humanismo Integral, señalando “sostengo más que nunca

mis posiciones de ese libro El campesino de la Garona no se ocupa de esos temas, sino de la crisis de la inteligencia y de la fe”.5 Maritain murió el 28 de abril de 1973, a los 91 años. Al día siguiente Paulo VI, citando una carta inédita que Maritain le dirigió en 1965, lo recordó como “un gran pensador de nuestros días, maestro en el arte de pensar, de vivir y de orar. Su voz, su figura, quedará en la tradición del pensar filosófico y de la meditación católica”.6 En Chile, ese mismo día, el Cardenal Silva Henríquez escribía una hermosa oración, recién encontrada en su archivo personal,7 en la que alude al filósofo como “combatiente en la tierra del relativismo que nos cerca, y nos lanza a la contemplación de la Verdad Absoluta, verdad intransable, exigente y permanente, y nos exige que nuestro amor a los hombres se traduzca en acción eficaz y concreta, preñada de testimonio y consecuencia…” Podemos terminar estas palabras preguntándonos si están aún plenamente vigentes las orientaciones del concilio, así como el pensamiento del filósofo que comentamos. Sin duda que el concilio tuvo amplia repercusión en la Iglesia, facilitó el ecumenismo, permitió el diálogo interreligioso, y llegó a muchos hombres de buena voluntad, que buscan un mensaje de salvación entendible a la mentalidad contemporánea. Pero sigue siendo necesario profundizarlo, porque aún no ha sido suficientemente asumido por quienes somos sus principales destinatarios, ese Pueblo de Dios que procuramos ser. Naturalmente Maritain fue un hombre del siglo XX y su pensamiento no toca los problemas específicos de la posmodernidad, pero nos proporcionan una base sólida para abordar los retos del nuevo siglo.

4 Maritain tenía la esperanza de que Pablo VI emitiera una encíclica sobre ese tema; tiempo después fue Juan Pablo II quien lo hizo, en su encíclica “Veritatis Splendor”. 5 OO.CC de J.Maritain, Vol. XII, p. 1263, carta a Pierre Barrau. 6 “Enseñanzas de Paulo VI”, Vol. XI pag. 381- 382 citada en”J.Maritain, philosophe dans la cite” Parole et Silence, 2007. 7 Investigación del Dr. Dietrich Lorenz Daiber.

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FAMILIA CRISTIANA

LA PROMESA DEL CONCILIO Y DE UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN por Carl A. Anderson

“La promesa… puede llevarse a cabo cuando el ‘esplendor de Cristo’ irradia verdaderamente desde millones de familias cristianas.”

En la clausura del Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI expresó su gran esperanza en la influencia del mismo en la vida de la Iglesia:

Que surja una nueva chispa de caridad divina en nuestros corazones, una chispa que avive los principios, la doctrina y las propuestas que ha organizado el Concilio y que, inflamados así por la caridad, realmente produzcamos en la Iglesia y en el mundo esa renovación de los pensamientos, las actividades, la conducta, la fuerza moral, la esperanza y la alegría que ha constituido el objetivo mismo del Concilio.1 * “Keeping the World Awake to God’: The Challenge of Vatican II”, Conferencia en el Instituto Pontificio Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, en la Catholic University of America, Washington D. C., 12-14 de enero de 2012. 1 Pablo VI, Homilía, “Clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II”, 8 de diciembre de 1965.

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¡Cuán apropiadas son estas palabras hoy para nosotros! No nos reunimos en calidad de historiadores que recapitulan un hecho histórico de un pasado distante, ya transcurrido, sino como personas que aprecian el Concilio Vaticano II considerándolo algo muchísimo más grande. Como católicos, nos reunimos en calidad de hijos e hijas del Concilio. Nos reunimos como parte de una Iglesia viva cuyo Señor es el Señor de la historia —tanto pasada como futura— y es también, como lo escribiera el Cardenal Ratzinger, un “contemporáneo con nosotros”, al mismo tiempo que “nosotros somos sus contemporáneos”2. Hoy traemos a esta conferencia algo que Pablo VI no pudo aportar: la experiencia de cincuenta años sobre la forma en que el trabajo del concilio ha sido recibido, y especialmente desde la perspectiva de dos grandes papas cuya intención ha sido claramente la implementación de sus “principios, doctrina y propuestas”3.

Pablo VI: ¿Propone el concilio un vano idealismo? Mediante las iniciativas de nuestro actual Santo Padre, estamos abriendo hoy un importante capítulo de la misión pastoral de la Iglesia con el título de la “nueva evangelización”: es una iniciativa para acercarnos más a esa “esperanza y alegría” de la cual hablaba Pablo VI. Y sin embargo, si estamos a punto de entrar a este nuevo capítulo del trabajo evangélico de la Iglesia, en gran medida lo hacemos para responder de manera más determinada al desafío enfrentado por el concilio mismo en su clausura. Al comentar la visión del concilio y de su propuesta al mundo moderno, el Papa Pablo preguntaba:

¿Es un sueño? ¿Es poesía? ¿Es puramente una exageración convencional y sin significado, como suele ocurrir con nuestra expresión cotidiana de buenos deseos? No. Este saludo es ideal, pero no irreal… Cuando nosotros, los hombres, impulsamos nuestros pensamientos y nuestros deseos hacia una concepción ideal de la vida, nos encontramos de inmediato en una utopía, en la caricatura retórica, en la ilusión o la desilusión. El hombre conserva un anhelo inextinguible de la perfección ideal y total, pero es incapaz de alcanzarla por sí mismo, tal vez no como concepto y mucho menos como experiencia o realidad. Esto lo sabemos, es el drama del hombre, el drama del rey caído..4

Este “drama del rey caído” se aplica de diversas maneras a todos nosotros, tanto a quienes están dentro como fuera de la Iglesia; pero este drama también nos obliga a comprender el desafío pastoral que hoy debe enfrentar la Fe en términos de una adecuada antropología a la luz de la enseñanza del concilio.

Benedicto XVI: La reforma dentro de la Iglesia es personal Al establecer el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, el Papa Benedicto hizo una cita de la Exhortación Apostólica Christifideles laici de su antecesor: Ciertamente urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que se rehaga la cristiana trabazón de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones. 5

2 Benedicto XVI (Joseph Ratzinger), “La Eclesiología del Vaticano II”, Congreso Pastoral de la Diócesis de Aversa (Italia), 15 de septiembre de 2001. 3 Pablo VI, “Clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II”. 4 Op. cit. 5 Juan Pablo II, Christifideles laici, 34 (Ciudad del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 1988), citado por Benedicto XVI en Ubicumque et semper, al establecer el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, 21 de septiembre de 2010.

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con Cristo. Se forma principalmente en una Como se sabe, el Papa Juan XXIII señaló vida de oración, en los sacramentos y en las que el Concilio Vaticano II era necesario para actitudes fundamentales de la fe, la espeabrir de par en par las ventanas de la Iglesia ranza y el amor. Por consiguiente, si alguien de tal manera que ésta pudiese mirar hacia preguntase qué debe hacer para llegar a ser afuera y el mundo pudiese mirar hacia adenIglesia y crecer como la Iglesia, la respuesta tro. Esa observación se ha empleado para debe ser: “Tiene usted que convertirse en justificar muchas cosas a partir del concilio, una persona que viva la fe, la pero también se puede visuaesperanza y la caridad”…7. lizar en la misma una clave HOY TRAEMOS A ESTA para comprender el trabajo CONFERENCIA ALGO Prosiguió: de la nueva evangelización. QUE PABLO VI NO PUDO ¿Qué aspecto tiene “la reAPORTAR: LA EXPERIENCIA La naturaleza comunitaria de la constitución del tejido cristiaDE CINCUENTA AÑOS Iglesia supone necesariamente no” de la Iglesia y la sociedad? SOBRE LA FORMA EN QUE su carácter de “nosotros”. La El Papa Juan XXII hablaba EL TRABAJO DEL CONCILIO Iglesia no se encuentra en algún sobre la necesidad de abrir HA SIDO RECIBIDO, Y lugar fuera de nosotros; somos las ventanas de la Iglesia, y ESPECIALMENTE DESDE nosotros quienes constituimos la el Papa Juan Pablo II inició su LA PERSPECTIVA DE Iglesia. Ninguna persona puede papado con una idea parecida, DOS GRANDES PAPAS decir “yo soy la Iglesia”, pero diciendo: “Abrid de par en CUYA INTENCIÓN HA cada uno de nosotros puede y par las puertas a Cristo”6. La SIDO CLARAMENTE LA debería decir “nosotros somos renovación en la Iglesia y la IMPLEMENTACIÓN DE SUS la Iglesia”. Este “nosotros” no reparación del tejido cristiano “PRINCIPIOS, DOCTRINA Y representa a un grupo aislado, de nuestra sociedad constituPROPUESTAS” sino más bien a un grupo exisyen una tarea con consecuentente dentro de la comunidad cias personales, y nos llevan completa de todos los miembros de Cristo, a una consideración sobre la evangelización vivos y muertos. Es así como un grupo puede de acuerdo con la cual todo cristiano es tanto decir genuinamente: “somos la Iglesia”… objeto como sujeto de la evangelización. Y así Repitamos: la Iglesia no se encuentra “en descubrimos que una adecuada antropología algún otro lugar ni es “alguna otra persona”. es inseparable de nuestra consideración sobre Nosotros mismos construimos la Iglesia8. la eclesiología del concilio. El Cardenal Joseph Ratzinger nos entregó El mundo sigue enfrentando hoy a la Iglesia una presentación viva de esta relación al hablar con la misma pregunta con que enfrentó al sobre la eclesiología del concilio en 2001. Él dijo concilio en su clausura: “¿Es posible vivir del lo siguiente: modo que ustedes dicen?”. Y esa pregunta no se puede responder simplemente con palabras en La Iglesia crece desde adentro y se mueve una sala de clases. Sólo puede ser respondida hacia fuera, y no viceversa. Por sobre todo, de manera convincente cuando esas palabras ella es señal de la más íntima comunión 6 Juan Pablo II, “Homilía en el comienzo de su pontificado”, Plaza de San Pedro, Ciudad del Vaticano, 22 de octubre de 1978. 7 Benedicto XVI (Joseph Ratzinger), “La Eclesiología del Vaticano II”, Congreso Pastoral de la Diócesis de Aversa (Italia), 15 de septiembre de 2001, Primera Parte (La Iglesia, el Cuerpo de Cristo), Sección 1 (La Imagen del Cuerpo Místico). 8 Op. cit.

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se reflejan en la vida de los creyentes. Esto se aplica especialmente a la familia cristiana, y se aplica precisamente al tema de nuestra conferencia: “Mantener al mundo en estado de alerta en relación con Dios”. Al dirigir la palabra al Pontificio Consejo para la Familia en diciembre pasado, el Papa Benedicto destacaba el lugar vital de la familia en la nueva evangelización. La nueva evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica…En nuestro tiempo, como ya sucedió en épocas pasadas, el eclipse de Dios, la difusión de ideologías contrarias a la familia y la degradación de la ética sexual, están vinculados entre sí. Y del mismo modo que están en relación el eclipse de Dios y la crisis de la familia, así la nueva evangelización es inseparable de la familia cristiana. De hecho, la familia es el camino de la Iglesia porque es «espacio humano» del encuentro con Cristo. ….La familia fundada en el sacramento del Matrimonio es actuación particular de la Iglesia, comunidad salvada y salvadora, evangelizada y evangelizadora. Como la Iglesia, está llamada a acoger, irradiar y manifestar en el mundo el amor y la presencia de Cristo.9

La promesa del concilio y la promesa de una nueva evangelización pueden realizar-

se cuando el “esplendor de Cristo” irradia verdaderamente desde millones de familias cristianas. Cada familia cristiana que abre de par en par sus puertas a Cristo y llega a ser un lugar donde Dios puede actuar se convierte también en un lugar donde se da testimonio de su esplendor. Mediante estos millones de pequeños cultivos familiares de la fe, podemos remendar el tejido de la sociedad y fortalecer a la Iglesia de una manera que me parece bien descrita en el nuevo libro del Cardenal George titulado God In Action (Dios en acción). Escribe el Cardenal: Es Dios quien “hace ser todas las cosas nuevas”, porque sólo Dios puede crear algo a partir de la nada. Dios no reordena el mobiliario del orden político, económico y social actual; Él proporciona el ser mismo de una raza humana que merece respeto en todas las circunstancias, pero que disfruta de la vida eterna únicamente al ser transformada por la gracia divina. En todas las épocas y en todo lugar, la actividad humana más importante consiste en estar atentos a Dios10.

Es esta “novedad” —la novedad de Dios—lo que da vida, realmente dando esperanza a nuestro mundo moderno mediante el camino del divino Amor.

9 Benedicto XVI, Discurso a los participantes de la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, 1º de diciembre de 2011. 10 Cardenal Francis George, O.M.I., God in Action: How Faith in God Can Address the Challenges of the World (Nueva York, Doubleday, 2011), 214.

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LA PALABRA DE LOS PAPAS SOBRE EL CONCILIO VATICANO II

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EL CONCILIO EN EL MAGISTERIO DE JUAN XXIII

Gaudete Mater Ecclesia Discurso de S.S. Juan XXIII en la sesión de apertura del Concilio Vaticano II, jueves 11 de octubre de 1962

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ócese hoy la Santa Madre Iglesia porque, gracias a un regalo singular de la Providencia Divina, ha alboreado ya el día tan deseado en que el Concilio Ecuménico Vaticano II se inaugura solemnemente aquí, junto al sepulcro de San Pedro, bajo la protección de la Virgen Santísima cuya Maternidad Divina se celebra litúrgicamente en este mismo día.

Los Concilios Ecuménicos en la Iglesia La sucesión de los diversos Concilios hasta ahora celebrados —tanto los veinte Concilios Ecuménicos como los innumerables concilios provinciales y regionales, también importantes— proclaman claramente la vitalidad de la Iglesia católica y se destacan como hitos luminosos a lo largo de su historia. El gesto del más reciente y humilde sucesor de San Pedro, que os habla, al convocar esta solemnísima asamblea, se ha propuesto afirmar, una vez más, la continuidad del Magisterio Eclesiástico, para presentarlo en forma

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La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo difusamente la enseñanza de los Padres y Teólogos antiguos y modernos, que os es muy bien conocida y con la que estáis tan familiarizados. Para eso no era necesario un Concilio. excepcional a todos los hombres de nuestro tiempo, teniendo en cuenta las desviaciones, las exigencias y las circunstancias de la edad contemporánea. Es muy natural que, al iniciarse el Concilio universal, nos sea grato mirar a lo pasado, como para recoger sus voces, cuyo eco alentador queremos escuchar de nuevo, unido al recuerdo y méritos de nuestros predecesores

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más antiguos o más recientes, los Romanos Pontífices: voces solemnes y venerables, a través del Oriente y del Occidente, desde el siglo IV al Medievo y de aquí hasta la época moderna, las cuales han transmitido el testimonio de aquellos Concilios; voces que proclaman con perenne fervor el triunfo de la institución, divina y humana: la Iglesia de Cristo, que de Él toma nombre, gracia y poder. Junto a los motivos de gozo espiritual, es cierto, sin embargo, que por encima de esta historia se extiende también, durante más de diecinueve siglos, una nube de tristeza y de pruebas. No sin razón el anciano Simeón dijo a María, la Madre de Jesús, aquella profecía que ha sido y sigue siendo verdadera: «Este Niño será puesto para ruina y para resurrección de muchos en Israel y como señal de contradicción»1. Y el mismo Jesús, ya adulto, fijó muy claramente las distintas actitudes del mundo frente a su persona, a lo largo de los siglos, en aquellas misteriosas palabras: «Quien a vosotros escucha a mí me escucha»2; y con aquellas otras, citadas por el mismo Evangelista: «Quien no está conmigo, está contra mí; quien no recoge conmigo, desparrama»3. El gran problema planteado al mundo, desde hace casi dos mil años, subsiste inmutable. Cristo, radiante siempre en el centro de la historia y de la vida; los hombres, o están con Él y con su Iglesia, y en tal caso gozan de la luz, de la bondad, del orden y de la paz, o bien están sin Él o contra Él, y deliberadamente contra su Iglesia: se tornan motivos de confusión, causando asperezas en las relaciones humanas, y persistentes peligros de guerras fratricidas. Los concilios Ecuménicos, siempre que se reúnen, son celebración solemne de la unión de Cristo y de su Iglesia y por ende conducen a una universal irradiación de la verdad, a la 1 Lc 2, 34. 2 Ibid. 10, 16. 3 Ibid. 11, 23.

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Para que tal doctrina alcance a las múltiples estructuras de la actividad humana, que atañen a los individuos, a las familias y a la vida social, ante todo es necesario que la Iglesia no se aparte del sacro patrimonio de la verdad, recibido de los padres; pero, al mismo tiempo, debe mirar a lo presente, a las nuevas condiciones y formas de vida introducidas en el mundo actual, que han abierto nuevos caminos para el apostolado católico. recta dirección de la vida individual, familiar y social, al robustecimiento de las energías espirituales, en incesante elevación sobre los bienes verdaderos y eternos. […] Iluminada la Iglesia por la luz de este Concilio —tal es nuestra firme esperanza—, crecerá en espirituales riquezas y, al sacar de ellas fuerza para nuevas energías, mirará intrépida a lo futuro. En efecto, con oportunas «actualizaciones» y con un prudente ordenamiento de mutua colaboración, la Iglesia hará que los hombres, las familias, los pueblos vuelvan realmente su espíritu hacia las cosas celestiales. Así es como el Concilio se convierte en motivo de singular obligación de gran gratitud al Supremo Dador de todo bien, celebrando con jubiloso cántico la gloria de Cristo Señor, Rey glorioso e inmortal de los siglos y de los pueblos. […]


Objetivo principal del Concilio: defensa y revalorización de la verdad El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz. Doctrina que comprende al hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; y que, a nosotros, peregrinos sobre esta tierra, nos manda dirigirnos hacia la patria celestial. Esto demuestra cómo ha de ordenarse nuestra vida mortal de suerte que cumplamos nuestros deberes de ciudadanos de la tierra y del cielo, y así consigamos el fin establecido por Dios. Significa esto que todos los hombres, considerados tanto individual como socialmente, tienen el deber de tender sin tregua, durante toda su vida, a la consecución de los bienes

celestiales; y el de usar, llevados por ese fin, todos los bienes terrenales, sin que su empleo sirva de perjuicio a la felicidad eterna. Ha dicho el Señor: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia» 4 . Palabra ésta «primero» que expresa en qué dirección han de moverse nuestros pensamientos y nuestras fuerzas; mas sin olvidar las otras palabras del precepto del Señor: «... y todo lo demás se os dará por añadidura»5. En realidad, siempre ha habido en la Iglesia, y hay todavía, quienes, caminando con todas sus energías hacia la perfección evangélica, no se olvidan de rendir una gran utilidad a la sociedad. Así es como por sus nobles ejemplos de vida constantemente practicados, y por sus iniciativas de caridad, recibe vigor e incremento cuanto hay de más alto y noble en la humana sociedad.

4 Mt 6, 33. 5 Ibid.

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Mas para que tal doctrina alcance a las múltiples estructuras de la actividad humana, que atañen a los individuos, a las familias y a la vida social, ante todo es necesario que la Iglesia no se aparte del sacro patrimonio de la verdad, recibido de los padres; pero, al mismo tiempo, debe mirar a lo presente, a las nuevas condiciones y formas de vida introducidas en el mundo actual, que han abierto nuevos caminos para el apostolado católico. Por esta razón la Iglesia no ha asistido indiferente al admirable progreso de los descubrimientos del ingenio humano, y nunca ha dejado de significar su justa estimación: mas, aun siguiendo estos desarrollos, no deja de amonestar a los hombres para que, por encima de las cosas sensibles, vuelvan sus ojos a Dios, fuente de toda sabiduría y de toda belleza; y les recuerda que, así como se les dijo «poblad la tierra y dominadla»6, nunca olviden que a ellos mismos les fue dado el gravísimo precepto: «Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás»7, no sea que suceda que la fascinadora atracción de las cosas visibles impida el verdadero progreso.

Modalidad actual en la difusión de la doctrina sagrada Después de esto, ya está claro lo que se espera del Concilio, en todo cuanto a la doctrina se refiere. Es decir, el Concilio Ecuménico XXI —que se beneficiará de la eficaz e importante suma de experiencias jurídicas, litúrgicas, apostólicas y administrativas— quiere transmitir pura e íntegra, sin atenuaciones ni deformaciones, la doctrina que durante veinte siglos, a pesar de dificultades y de luchas, se ha convertido en patrimonio común de los hombres; patrimonio que, si no ha sido recibido de buen grado por todos, constituye una riqueza abierta a todos los hombres de buena voluntad. 6 Gen 1, 28. 7 Mt 4, 10; Lc. 4, 8.

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Por esta razón la Iglesia no ha asistido indiferente al admirable progreso de los descubrimientos del ingenio humano, y nunca ha dejado de significar su justa estimación: mas, aun siguiendo estos desarrollos, no deja de amonestar a los hombres para que, por encima de las cosas sensibles, vuelvan sus ojos a Dios, fuente de toda sabiduría y de toda belleza. Deber nuestro no es sólo estudiar ese precioso tesoro, como si únicamente nos preocupara su antigüedad, sino dedicarnos también, con diligencia y sin temor, a la labor que exige nuestro tiempo, prosiguiendo el camino que desde hace veinte siglos recorre la Iglesia. La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo difusamente la enseñanza de los Padres y Teólogos antiguos y modernos, que os es muy bien conocida y con la que estáis tan familiarizados. Para eso no era necesario un Concilio. Sin embargo, de la adhesión renovada, serena y tranquila, a todas las enseñanzas de la Iglesia, en su integridad y precisión, tal como resplandecen principalmente en las actas conciliares de Trento y del Vaticano I, el espíritu cristiano y católico del mundo entero espera que se dé un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias que esté en correspondencia más perfecta con la


fidelidad a la auténtica doctrina, estudiando ésta y exponiéndola a través de las formas de investigación y de las fórmulas literarias del pensamiento moderno. Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del «depositum fidei», y otra la manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse gran cuenta —con paciencia, si necesario fuese— ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter predominantemente pastoral. Al iniciarse el Concilio Ecuménico Vaticano II, es evidente como nunca que la verdad del Señor permanece para siempre. Vemos, en efecto, al pasar de un tiempo a otro, cómo las opiniones de los hombres se suceden excluyéndose mutuamente y cómo los errores, luego de nacer, se desvanecen como la niebla ante el sol.

La Iglesia no ofrece riquezas caducas a los hombres de hoy, ni les promete una felicidad sólo terrenal; los hace participantes de la gracia divina que, elevando a los hombres a la dignidad de hijos de Dios, se convierte en poderosísima tutela y ayuda para una vida más humana; abre la fuente de su doctrina vivificadora que permite a los hombres, iluminados por la luz de Cristo, comprender bien lo que son realmente, su excelsa dignidad, su fin.

Cómo reprimir los errores Siempre la Iglesia se opuso a estos errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad. Ella quiere venir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más bien que renovando condenas. No es que falten doctrinas falaces, opiniones y conceptos peligrosos, que precisa prevenir y disipar; pero se hallan tan en evidente contradicción con la recta norma de la honestidad, y han dado frutos tan perniciosos, que ya los hombres, aun por sí solos, están propensos a condenarlos, singularmente aquellas costumbres de vida que desprecian a Dios y a su ley, la excesiva confianza en los progresos de la técnica, el bienestar fundado exclusivamente sobre las comodidades de la vida. Cada día se convencen más de que la dignidad de la persona humana, así como su perfección y las consiguientes obligaciones, es asunto de suma importancia. Lo que mayor importancia tiene es la experiencia, que les ha enseñado cómo la violencia causada a otros, el poder de las armas y el predominio político de nada sirven para una feliz solución de los graves problemas que les afligen. En tal estado de cosas, la Iglesia Católica, al elevar por medio de este Concilio Ecuménico la antorcha de la verdad religiosa, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella. Así como Pedro un día, al pobre que le pedía limosna, dice ahora ella al género humano oprimido por tantas dificultades: «No tengo oro ni plata, pero te doy lo que tengo. En nombre de Jesús de Nazaret, levántate y anda»8. La Iglesia, pues, no ofrece riquezas caducas a los hombres de hoy, ni les promete una felicidad sólo terrenal; los hace

8 Hch 3, 6.

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participantes de la gracia divina que, elevando a los hombres a la dignidad de hijos de Dios, se convierte en poderosísima tutela y ayuda para una vida más humana; abre la fuente de su doctrina vivificadora que permite a los hombres, iluminados por la luz de Cristo, comprender bien lo que son realmente, su excelsa dignidad, su fin. Además de que ella, valiéndose de sus hijos, extiende por doquier la amplitud de la caridad cristiana, que más que ninguna otra cosa contribuye a arrancar los gérmenes de la discordia y, con mayor eficacia que otro medio alguno, fomenta la concordia, la justa paz y la unión fraternal de todos.

Debe promoverse la unidad de la familia cristiana y humana La solicitud de la Iglesia en promover y defender la verdad se deriva del hecho de que —según el designio de Dios «que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad»9— no pueden los hombres, sin la ayuda de toda la doctrina revelada, conseguir una completa y firme unidad de ánimos, a la que van unidas la verdadera paz y la eterna salvación. Desgraciadamente, la familia humana todavía no ha conseguido, en su plenitud, esta visible unidad en la verdad. La Iglesia católica estima, por lo tanto, como un deber suyo el trabajar con toda actividad para que se realice el gran misterio de aquella unidad que con ardiente plegaria invocó Jesús al Padre celestial, estando inminente su sacrificio. Goza ella de suave paz, pues tiene conciencia de su unión íntima con dicha plegaria; y se alegra luego grandemente cuando ve que tal invocación aumenta su eficacia con saludables frutos, hasta entre quienes se hallan fuera de su seno. Y aún más; si se considera esta misma unidad,

impetrada por Cristo para su Iglesia, parece como refulgir con un triple rayo de luz benéfica y celestial: la unidad de los católicos entre sí, que ha de conservarse ejemplarmente firmísima; la unidad de oraciones y ardientes deseos, con que los cristianos separados de esta Sede Apostólica aspiran a estar unidos con nosotros; y, finalmente, la unidad en la estima y respeto hacia la Iglesia católica por parte de quienes siguen religiones todavía no cristianas. En este punto, es motivo de dolor el considerar que la mayor parte del género humano —a pesar de que los hombres todos han sido redimidos por la Sangre de Cristo— no participa aún de esa fuente de gracias divinas que se hallan en la Iglesia católica. A este propósito, cuadran bien a la Iglesia, cuya luz todo lo ilumina, cuya fuerza de unidad sobrenatural redunda en beneficio de la humanidad entera, aquellas palabras de San Cipriano: «La Iglesia, envuelta en luz divina, extiende sus rayos sobre el mundo entero y, con todo, constituye una sola luz que se difunde por doquier sin que su unidad sufra división. Extiende sus ramas por toda la tierra, para fecundarla, a la vez que multiplica, con mayor largueza, sus arroyos; pero siempre es única la cabeza, único el origen, ella es madre única copiosamente fecunda: de ella hemos nacido todos, nos hemos nutrido de su leche, vivimos de su espíritu»10. Esto se propone el Concilio Ecuménico Vaticano II, el cual, mientras reúne juntamente las mejores energías de la Iglesia y se esfuerza por que los hombres acojan cada vez más favorablemente el anuncio de la salvación, prepara en cierto modo y consolida el camino hacia aquella unidad del género humano, que constituye el fundamento necesario para que la Ciudad terrenal se organice a semejanza de la celestial «en la que reina la verdad, es ley la caridad y la extensión es la eternidad» según San Agustín11. (Vaticano, 11-X-1962)

9 1 Tim 2, 4. 10 De catholicae Ecclesiae unitate, 5. 11 S. Aug., Ep 138, 3.

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EL CONCILIO EN EL MAGISTERIO DE PABLO VI

El valor religioso del Concilio Discurso pronunciado por S.S. Pablo VI durante la sesión pública con que se clausuró el Concilio Vaticano II, 7 de diciembre de 1965.

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ara apreciarlo dignamente es menester recordar el tiempo en que [este Concilio] se ha llevado a cabo: un tiempo que cualquiera reconocerá como orientado a la conquista de la tierra más bien que al reino de los cielos; un tiempo en el que el olvido de Dios se hace habitual y parece, sin razón, sugerido por el progreso científico; un tiempo en el que el acto fundamental de la personalidad humana más consciente de sí y de su libertad tiende a pronunciarse a favor de la propia autonomía absoluta, desatándose de toda ley trascendente; un tiempo en el que el laicismo aparece como la consecuencia legítima del pensamiento moderno y la más alta filosofía de la ordenación temporal de la sociedad; un tiempo, además, en el cual las expresiones del espíritu alcanzan cumbres de irracionalidad y de desolación; un tiempo, finalmente, que registra, aun en las grandes religiones étnicas del mundo, perturbaciones y decadencias jamás antes experimentadas. En este tiempo se ha celebrado este Concilio a honor de Dios,

en el nombre de Cristo, con el ímpetu del Espíritu Santo que “todo lo penetra” y que sigue siendo el alma de la Iglesia para que sepamos lo que Dios nos ha dado (cf. I Cor 2, 10-12), es decir, dándole la visión profunda y panorámica, al mismo tiempo, de la vida y del mundo. La concepción geocéntrica y teológica del hombre y del universo, como desafiando la acusación de anacronismo y de extrañeza, se ha erguido con este Concilio en medio de la humanidad con pretensiones que el juicio del mundo calificará primeramente como insensatas; pero que luego, así lo esperamos, tratará de reconocerlas como verdaderamente humanas, como prudentes, como saludables, a saber: que Dios sí existe, que es real, que es viviente, que es personal, que es providente, que es infinitamente bueno; más aún, no sólo bueno en sí, sino inmensamente bueno para nosotros, nuestro creador, nuestra verdad, nuestra felicidad, de tal modo que el esfuerzo de clavar en Él la mirada y el corazón, que llamamos contemplación, viene a ser el acto

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más alto y más pleno del espíritu, el acto que aún hoy puede y debe jerarquizarse la inmensa pirámide de la actividad humana. […] Tal vez nunca como en esta ocasión ha sentido la Iglesia la necesidad de conocer, de acercarse, de comprender, de penetrar, de servir, de evangelizar a la sociedad que la rodea y de seguirla; por decirlo así, de alcanzarla casi en su rápido y continuo cambio. Esta actitud, determinada por las distancias y las rupturas ocurridas en los últimos siglos, en el siglo pasado y en éste particularmente, entre la Iglesia y la civilización profana, actitud inspirada siempre por la esencial misión salvadora de la Iglesia, ha estado obrando fuerte y continuamente en el Concilio, hasta el punto de sugerir a algunos la sospecha de que un tolerante y excesivo relativismo al mundo exterior, a la historia que pasa, a la moda actual, a las necesidades contingentes, al pensamiento ajeno, haya estado dominado a personas y actos del Sínodo ecuménico a costa de la fidelidad debida a la tradición y con daño de la orientación religiosa del mismo Concilio. Nosotros no creemos que este equívoco se deba imputar ni a sus verdaderas y profundas intenciones ni a sus auténticas manifestaciones.

La Iglesia del Concilio, sí, se ha ocupado mucho, además, de sí misma y de la relación que la une con Dios, del hombre tal cual hoy en realidad se presenta: del hombre vivo, del hombre enteramente ocupado de sí, del hombre que no sólo se hace el centro de todo su interés, sino que se atreve a llamarse principio y razón de toda realidad.

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El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La Religión del Dios que se ha hecho hombre, se ha encontrado con la religión —porque tal es— del hombre que se hace Dios. Queremos más bien notar cómo la religión de nuestro Concilio ha sido principalmente la caridad, y nadie podrá tacharlo de irreligiosidad o de infidelidad al Evangelio por esta principal orientación, cuando recordamos que el mismo Cristo es quien nos enseña que el amor a los hermanos es el carácter distintivo de sus discípulos (cf. Io i3, 35), y cuando dejamos que resuenen en nuestras almas las palabras apostólicas: La religión pura y sin mancha a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y precaverse de la corrupción de este mundo (Iac I, 27); y todavía: El que no ama a su hermano, a quien ve, ¿cómo podrá amar a Dios, a quien no ve? (I Io 4,20). La Iglesia del Concilio, sí, se ha ocupado mucho, además, de sí misma y de la relación que la une con Dios, del hombre tal cual hoy en realidad se presenta: del hombre vivo, del hombre enteramente ocupado de sí, del hombre que no sólo se hace el centro de todo su interés, sino que se atreve a llamarse principio y razón de toda realidad. Todo el hombre fenoménico, es decir, cubierto con las vestiduras de sus innumerables apariencias, se ha levantado ante la asamblea de los padres conciliares, también ellos hombres, todos pastores y hermanos, y, por tanto, atentos y amorosos; se ha levantado el hombre trágico en sus propios dramas, el hombre superhombre de ayer y de hoy, y, por lo mismo, frágil y falso, egoísta y feroz; luego, el


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hombre descontento de sí, que ríe y que llora; el hombre versátil, siempre dispuesto a declamar cualquier papel, y el hombre rígido, que cultiva solamente la realidad científica; el hombre tal cual es, que piensa, que ama, que trabaja, que está siempre a la expectativa de algo, el filius accrescens (Gen. 49,22); el hombre sagrado por la inocencia de su infancia, por el misterio de su pobreza, por la piedad de su dolor; el hombre individualista y el hombre social; el hombre “laudator temporis acti” (que alaba los tiempos pasados) y el hombre que sueña en el porvenir; el hombre pecador y el hombre santo… El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible estatura y, en un cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La Religión del Dios

que se ha hecho hombre, se ha encontrado con la religión –porque tal es- del hombre que se hace Dios. ¿Qué ha sucedido? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podría haberse dado, pero no se produjo. La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. El descubrimiento de las necesidades humanas —y son tanto mayores cuanto más grande se hace el hijo de la tierra— ha absorbido la atención de nuestro Sínodo. Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: también nosotros —y más que nadie— somos promotores del hombre. (Vaticano, 7-XII-1965)

Sed fuertes en la Fe para contrarrestar el poder de las tinieblas De la homilía de S.S.Pablo VI en la Santa Misa por la festividad de San Pedro y San Pablo, 1972.

Por alguna fisura ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios. Es la duda, la incertidumbre, la problemática, la inquietud, la insatisfacción, la confrontación. No se fían de la Iglesia; se fían del primer profeta profano que viene a hablarles, de cualquier periódico, o de cualquier movimiento social para seguirlo y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida.

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[… Por] alguna fisura ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios. Es la duda, la incertidumbre, la problemática, la inquietud, la insatisfacción, la confrontación. No se fían de la Iglesia; se fían del primer profeta profano que viene a hablarles, de cualquier periódico, o de cualquier movimiento social para seguirlo y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida. Por el contrario ya no nos damos cuenta de ser nosotros amos y maestros. Ha entrado la duda en nuestras conciencias y ha entrado por ventanas que, por el contrario, debían estar abiertas a la luz. De la ciencia, que ha sido hecha para entregarse a verdades que no separan de Dios sino que lo hacen acercarse todavía más y


alabarle con mayor intensidad, ha venido, por el contrario, la crítica, ha venido la duda. Los científicos son los que más penosamente y más dolorosamente han bajado la frente. Y acaban por enseñar: “No, no sabemos, no podemos saber”. La escuela viene a ser palestra de confusiones y de contradicciones a veces absurdas. Se celebra el progreso para poder demolerlo después con la revolución más extraña y más radical, para negar todo lo que se ha conquistado, para volver a lo primitivo después de haber exaltado tanto los progresos modernos. También en la Iglesia reina este estado de incertidumbre. Se creía que después del Concilio vendrían días luminosos para la historia de la Iglesia. Por el contrario, han venido días nublados, tempestuosos, vacíos, de búsqueda de incertidumbre. Predicamos ecumenismo y nos distanciamos cada vez más de los otros. Procuramos ahondar abismos en vez de llenarlos.

Ha entrado la duda en nuestras conciencias y ha entrado por ventanas que, por el contrario, debían estar abiertas a la luz. De la ciencia, que ha sido hecha para entregarse a verdades que no separan de Dios sino que lo hacen acercarse todavía más y alabarle con mayor intensidad, ha venido, por el contrario, la crítica, ha venido la duda. ¿Cómo ha ocurrido esto? […] Creemos en algo de preternatural venido del mundo que le es propio para turbar, para sofocar los frutos del Concilio Ecuménico, y para impedir que la Iglesia exultase en el himno de gozo de haber recibido en su plenitud la conciencia de

También en la Iglesia reina este estado de incertidumbre Se creía que después del Concilio vendrían días luminosos para la historia de la Iglesia. Por el contrario, han venido días nublados, tempestuosos, vacíos, de búsqueda de incertidumbre. Predicamos ecumenismo y nos distanciamos cada vez más de los otros. Procuramos ahondar abismos en vez de llenarlos. sí. Por esto queremos ser capaces más que nunca en este momento de ejercitar la función asignada por Dios a Pedro de confirmar en la fe a los hermanos. Nosotros queremos comunicarnos este carisma de la certeza, la seguridad, cuando está fundada en la palabra de Dios… quien cree con sencillez, con humildad, siente que está en buen camino y tiene un testimonio interior que lo conforta en la difícil conquista de la verdad. El Señor se nos muestra a sí mismo como luz y verdad a quien acepta en su Palabra, y su Palabra no es obstáculo a la verdad y al camino hacia el ser, de tal modo que podamos ascender y ser de verdad conquistados por el Señor, que se muestra a través del camino de la fe, anticipo y garantía de la visión definitiva. […] Y veremos que esta fuerza de la fe, que esta seguridad, triunfa sobre todos los obstáculos, triunfa de todos los obstáculos. […] Señor, creo en tu palabra, en tu revelación, creo en los que me has dado como testimonio y garantía de esta tu revelación para sentir y gustar, con la fuerza de la fe, anticipo de la bienaventuranza de la vida con la fe que nos es prometida. (Vaticano, 29-VI-1972)

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EL CONCILIO EN EL MAGISTERIO DE JUAN PABLO II

El Concilio, piedra miliar que se debe llevar cuidadosamente a la práctica

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nte todo queremos insistir en la permanente importancia del Concilio Ecuménico Vaticano II, y aceptamos el deber ineludible de llevarlo cuidadosamente a la práctica. ¿No es acaso este Concilio universal como una piedra miliar, o un acontecimiento del máximo peso, en la historia bimilenaria de la Iglesia, y consiguientemente, en la historia

religiosa del mundo y del desarrollo humano? Ahora bien, el Concilio, igual que no termina en sus documentos, tampoco se concluye en las aplicaciones que se han realizado en estos años. Por eso juzgamos que nuestro primer deber es promover, con la mayor diligencia, la ejecución de los decretos y normas directivas del mismo. (Del primer mensaje a la Iglesia y al mundo, Vaticano, 17-X-1978)

Custodiar y explicar mejor el precioso depósito de la doctrina católica Con la ayuda de Dios, los padres conciliares, en cuatro años de trabajo, pudieron elaborar y ofrecer a toda la Iglesia un notable conjunto de exposiciones doctrinales y directrices pastorales. Pastores y fieles encuentran en él orientaciones para llevar a

cabo aquella «renovación de pensamientos y actividades, de costumbres y virtudes morales, de gozo y esperanza, que era un deseo ardiente del Concilio»1. Después de su conclusión, el Concilio no ha cesado de inspirar la vida de la Iglesia. En

1 Pablo VI, Discurso de clausura del concilio ecuménico Vaticano II, 8 de diciembre de 1965:AAS 58 (1966), pp. 7-8.

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1985 quise señalar: «Para mí, que tuve la gracia especial de participar y colaborar activamente en su desenvolvimiento, el Vaticano II ha sido siempre, y es de modo particular en estos años de mi pontificado, el punto de referencia

constante de toda mi acción pastoral, con el compromiso responsable de traducir sus directrices en aplicación concreta y fiel, a nivel de cada Iglesia y de toda la Iglesia. Hay que acudir incesantemente a esa fuente»2. (De la constitución apostólica Fidei depositum, 11-X-1992)

2 Juan Pablo II, Homilía del 25 de enero de 1985, cf. L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de febrero de 1985, p. 12.

Siempre cuando interviene el Espíritu produce estupor A la Iglesia que, según los Padres, es el lugar “donde florece el Espíritu” (Catecismo de la Iglesia católica, n. 749), el Consolador ha donado recientemente con el Concilio Vaticano II un renovado Pentecostés, suscitando un dinamismo nuevo e imprevisto. Siempre, cuando interviene, el Espíritu produce estupor.

Suscita eventos cuya novedad asombra; cambia radicalmente a las personas y la historia. Esta fue la experiencia inolvidable del Concilio ecuménico Vaticano II, durante el cual, bajo la guía del mismo Espíritu, la Iglesia redescubrió que la dimensión carismática es parte constitutiva de su esencia.

(Del discurso a los participantes en el congreso mundial de los movimientos eclesiales, Vaticano, 27-V-1998)

El eterno Pastor Al estar en el umbral del tercer milenio «in medio Ecclesiae», deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don del concilio Vaticano II, con respecto al cual, junto con la Iglesia entera, y en especial con todo el Episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del

siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo. Por mi parte, doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi pontificado. (Del testamento de Juan Pablo II, Vaticano, 12 a 18-III-2000)

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Si el hombre contemporáneo quiere comprenderse a sí mismo, necesita a Jesucristo y su Iglesia El Concilio ecuménico Vaticano II fue un don del Espíritu Santo a su Iglesia. Por este motivo sigue siendo un acontecimiento fundamental, no sólo para comprender la historia de la Iglesia en este tramo del siglo, sino también, y sobre todo, para verificar la presencia permanente del Resucitado junto a su Esposa entre las vicisitudes del mundo. Por medio de la asamblea conciliar, con motivo de la cual llegaron a la Sede de Pedro obispos de todo el mundo, se pudo constatar que el patrimonio de dos mil años de fe se había conservado en su autenticidad originaria. Con el Concilio, la Iglesia vivió, ante todo, una experiencia de fe, abandonándose a Dios sin reservas, con la actitud de quien confía y tiene la certeza de ser amado. Precisamente esta actitud de abandono en Dios se nota con claridad al hacer un examen sereno de las Actas. Quien quisiera acercarse al Concilio prescindiendo de esta clave de lectura no podría penetrar en su sentido más profundo. Sólo desde una perspectiva de fe el acontecimiento conciliar se abre a nuestros ojos como un don, cuya riqueza aún escondida es necesario saber captar. […] Los padres conciliares afrontaron un auténtico desafío. Consistía en tratar de comprender más íntimamente, en un período de rápidos cambios, la naturaleza de la Iglesia y su relación con el mundo, para realizar la oportuna actualización («aggiornamento»). Aceptamos ese desafío —yo fui uno de los padres conciliares—, y dimos una respuesta buscando una inteligencia más coherente de la fe. Lo que hicimos durante el Concilio fue mostrar que también el hombre contemporáneo, si quiere comprenderse a fondo a sí mismo, necesita a Jesucristo y a su Iglesia, que permanece en el mundo como signo de unidad y comunión. […]

Para recordar el vigésimo aniversario del Concilio Vaticano II, convoqué en 1985 un Sínodo extraordinario de los obispos. Tenía como objetivo celebrar, verificar y promover la enseñanza conciliar. Los obispos, en su análisis, hablaron de «luces y sombras» que habían caracterizado el período posconciliar. Por este motivo, en la carta Tertio millennio adveniente escribí que «el examen de conciencia debe mirar también la recepción del Concilio» (n. 36). […] El trabajo que habéis realizado durante estos días ha mostrado la presencia y la eficacia de la enseñanza conciliar en la vida de la Iglesia. Ciertamente, exige un conocimiento cada vez más profundo. De todas formas, en esta dinámica es necesario no perder la genuina intención de los padres conciliares; más bien, hay que recuperarla superando interpretaciones arbitrarias y parciales, que han impedido expresar del mejor modo posible la novedad del magisterio conciliar. La Iglesia conoce desde siempre las reglas para una recta hermenéutica de los contenidos del

La Iglesia conoce desde siempre las reglas para una recta hermenéutica de los contenidos del dogma. Son reglas que se sitúan dentro del entramado de fe y no fuera de él. Leer el Concilio suponiendo que conlleva una ruptura con el pasado, mientras que en realidad se sitúa en la línea de la fe de siempre, es una clara tergiversación

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La constitución Sacrosanctum Concilium ilustró las premisas para una vida litúrgica que rinda a Dios el verdadero culto que le debe dar el pueblo llamado a ejercer el sacerdocio de la nueva Alianza. La acción litúrgica debe ayudar a todos los fieles a entrar en la intimidad del misterio, para captar la belleza de la alabanza al Dios trino. En efecto, constituye una anticipación en la tierra de la alabanza que los bienaventurados rinden a Dios en el cielo. dogma. Son reglas que se sitúan dentro del entramado de fe y no fuera de él. Leer el Concilio suponiendo que conlleva una ruptura con el pasado, mientras que en realidad se sitúa en la línea de la fe de siempre, es una clara tergiversación. […] El Concilio fue un acto de amor: «Un grande y triple acto de amor» —como dijo Pablo VI en el discurso de apertura del cuarto período del Concilio—, un acto de amor «hacia Dios, hacia la Iglesia, hacia la humanidad» (Insegnamenti, vol. III [1965] 475). La eficacia de ese acto no se ha agotado en absoluto: continúa obrando a través de la rica dinámica de sus enseñanzas. La con st it uc ión dog mát ica Dei Verbum puso con renovada conciencia la palabra de Dios en el centro de la vida de la Iglesia. Esta

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centralidad deriva de una percepción más viva de la unidad entre la sagrada Escritura y la sagrada Tradición. La palabra de Dios, que se mantiene viva gracias a la fe del pueblo santo de los creyentes bajo la guía del Magisterio, nos pide también a cada uno de nosotros que asumamos nuestra responsabilidad en la conservación intacta del proceso de transmisión. Para que el primado de la revelación del Padre a la humanidad conserve toda la fuerza de su novedad radical es preciso que la teología, ante todo, se convierta en instrumento coherente de su inteligencia. En la encíclica Fides et ratio escribí: «Como inteligencia de la Revelación, la teología en las diversas épocas históricas ha debido afrontar siempre las exigencias de las diferentes culturas para luego conciliar en ellas el contenido de la fe con una conceptualización coherente. Hoy tiene también un doble cometido. En efecto, por una parte debe desarrollar la labor que el Concilio Vaticano II le encomendó en su momento: renovar las propias metodologías para un servicio más eficaz a la evangelización. […] Por otra parte, la teología debe mirar hacia la verdad última que recibe con la Revelación, sin darse por satisfecha con las fases intermedias» (n. 92). Lo que la Iglesia cree es lo que asume como objeto de su oración. La constitución Sacrosanctum Concilium ilustró las premisas para una vida litúrgica que rinda a Dios el verdadero culto que le debe dar el pueblo llamado a ejercer el sacerdocio de la nueva Alianza. La acción litúrgica debe ayudar a todos los fieles a entrar en la intimidad del misterio, para captar la belleza de la alabanza al Dios trino. En efecto, constituye una anticipación en la tierra de la alabanza que los bienaventurados rinden a Dios en el cielo. Por tanto, en toda celebración litúrgica habría que dar a los participantes


la posibilidad de gustar anticipadamente, aunque sea bajo el velo de la fe, algo de las dulzuras que brotarán de la contemplación de Dios en el paraíso. Por esta razón, todo ministro, consciente de la responsabilidad que tiene con respecto al pueblo confiado a él, deberá respetar fielmente el carácter sagrado del rito, creciendo en la inteligencia de lo que celebra. «Ha llegado la hora en que la verdad sobre la Iglesia de Cristo debe ser analizada, ordenada y expresada», afirmó el Papa Pablo VI en el discurso de apertura del segundo período del Concilio (Insegnamenti, vol. I [1963], 173174). Con esas palabras el inolvidable Pontífice identificó la tarea principal del Concilio. La constitución dogmática Lumen gentium fue un verdadero canto de exaltación de la belleza de la Esposa de Cristo. En esas páginas recogimos la doctrina expresada por el Concilio Vaticano I e imprimimos el sello para un estudio renovado del misterio de la Iglesia. La comunión es el fundamento en el que se apoya la realidad de la Iglesia. Una koinonía cuya fuente está en el misterio mismo del Dios trino y se extiende a todos los bautizados, que por eso están llamados a la unidad plena en Cristo. Dicha comunión se manifiesta en las diversas formas institucionales en las que se realiza el ministerio eclesial y en la función del Sucesor de Pedro como signo visible de la unidad de todos los creyentes. A todos resulta evidente que el Concilio Vaticano II hizo suyo con gran impulso el anhelo «ecuménico». El movimiento de encuentro y clarificación, que se puso en marcha con todos los hermanos bautizados, es irreversible. La fuerza del Espíritu llama a los creyentes a la obediencia, para que la unidad sea fuente eficaz de la evangelización. La comunión que la Iglesia vive con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es signo de que los hermanos están llamados a vivir juntos.

«El Concilio, que nos ha dado una rica doctrina eclesiológica, ha relacionado orgánicamente su enseñanza sobre la Iglesia con la enseñanza sobre la vocación del hombre en Cristo»: esto lo dije en la homilía durante la misa de apertura del Sínodo de los obispos, el 24 de noviembre de 1985 (n. 5: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de diciembre de 1985, p. 1). La constitución pastoral Gaudium et spes, que planteaba los interrogantes fundamentales a los que toda persona está llamada a responder, nos repite hoy también a nosotros unas palabras que no han perdido su actualidad: «El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (n. 22). Son palabras que aprecio mucho y que he querido volver a proponer en los pasajes fundamentales de mi magisterio. Aquí se encuentra la verdadera síntesis que la Iglesia debe tener siempre presente cuando dialoga con

Por tanto, en toda celebración litúrgica habría que dar a los participantes la posibilidad de gustar anticipadamente, aunque sea bajo el velo de la fe, algo de las dulzuras que brotarán de la contemplación de Dios en el paraíso. Por esta razón, todo ministro, consciente de la responsabilidad que tiene con respecto al pueblo confiado a él, deberá respetar fielmente el carácter sagrado del rito, creciendo en la inteligencia de lo que celebra.

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el hombre de este tiempo, como de cualquier otro: es consciente de que posee un mensaje que es síntesis fecunda de la expectativa de todo hombre y de la respuesta que Dios le da. En la encarnación del Hijo de Dios, que este jubileo quiere celebrar con motivo del bimilenario de ese acontecimiento, es evidente la llamada del hombre. Éste no pierde su dignidad cuando se abandona a Cristo por la fe, porque entonces su humanidad es elevada a la participación en la vida divina. Cristo es la verdad que no tiene ocaso: en él Dios se encuentra con todos los hombres, y todos los hombres pueden ver a Dios en él (cf. Jn 14, 9-10). Ningún encuentro con el mundo será fecundo si el creyente deja de fijar su mirada en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. El vacío que muchos experimentan hoy ante la pregunta sobre el porqué de la vida y de la muerte, sobre el destino del hombre y sobre el sentido del sufrimiento, sólo puede ser colmado por el anuncio de la verdad que es Jesucristo. El corazón del hombre estará siempre «inquieto», hasta que descanse en él, verdadero consuelo para cuantos están «fatigados y sobrecargados» (Mt 11, 28).

La «pequeña semilla» que el Papa Juan XXIII depositó «con el corazón y la mano temblorosos» (constitución apostólica Humanae salutis, 25 de diciembre de 1961) en la basílica de San Pablo extramuros el 25 de enero de 1959, anunciando su intención de convocar el vigésimo primer concilio ecuménico de la historia de la Iglesia, ha crecido convirtiéndose en un árbol que ahora extiende sus ramas majestuosas y fuertes en la viña del Señor. Ya ha dado muchos frutos en estos treinta y cinco años de vida, y dará muchos más en el futuro. Una nueva época se abre ante nuestros ojos: es el tiempo de la profundización de las enseñanzas conciliares, el tiempo de la cosecha de cuanto sembraron los padres conciliares y la generación de estos años ha cultivado y esperado. El Concilio ecuménico Vaticano II fue una verdadera profecía para la vida de la Iglesia: y seguirá siéndolo durante muchos años del tercer milenio recién iniciado. La Iglesia, con la riqueza de las verdades eternas que le han sido confiadas, continuará hablando al mundo, anunciando que Jesucristo es el único verdadero Salvador del mundo: ayer, hoy y siempre. (Discurso en la clausura del congreso internacional sobre la aplicación del Concilio Vaticano II, Vaticano, 27-II- 2000)

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EL CONCILIO EN EL MAGISTERIO DE BENEDICTO XVI

Hermenéutica de la renovación dentro de la continuidad Aparte del discurso de S.S. Benedicto XVI a los miembros de la Curia Romana, diciembre 2005.

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[…] l último acontecimiento de este año sobre el que quisiera reflexionar en esta ocasión es la celebración de la clausura del Concilio Vaticano II hace cuarenta años. Ese recuerdo suscita la pregunta: ¿cuál ha sido el resultado del Concilio? ¿Ha sido recibido de modo correcto? En la recepción del Concilio, ¿qué se ha hecho bien?, ¿qué ha sido insuficiente o equivocado?, ¿qué queda aún por hacer? Nadie puede negar que, en vastas partes de la Iglesia, la recepción del Concilio se ha realizado de un modo más bien difícil, aunque no queremos aplicar a lo que ha sucedido en estos años la descripción que hace san Basilio, el gran doctor de la Iglesia, de la situación de la Iglesia después del Concilio de Nicea: la compara con una batalla naval en la oscuridad de la tempestad, diciendo entre otras cosas: «El grito ronco de los que por la discordia se alzan unos contra otros, las charlas incomprensibles,

el ruido confuso de los gritos ininterrumpidos ha llenado ya casi toda la Iglesia, tergiversando, por exceso o por defecto, la recta doctrina de la fe...» (De Spiritu Sancto XXX, 77: PG 32, 213 A; Sch 17 bis, p. 524). No queremos aplicar precisamente esta descripción dramática a la situación del posconcilio, pero refleja algo de lo que ha acontecido. Surge la pregunta: ¿Por qué la recepción del Concilio, en grandes zonas de la Iglesia, se ha realizado hasta ahora de un modo tan difícil? Pues bien, todo depende de la correcta interpretación del Concilio o, como diríamos hoy, de su correcta hermenéutica, de la correcta clave de lectura y aplicación. Los problemas de la recepción han surgido del hecho de que se han confrontado dos hermenéuticas contrarias y se ha entablado una lucha entre ellas. Una ha causado confusión; la otra, de forma silenciosa pero cada vez más visible, ha dado y da frutos.

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Por una parte existe una interpretación que podría llamar «hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura»; a menudo ha contado con la simpatía de los medios de comunicación y también de una parte de la teología moderna. Por otra parte, está la «hermenéutica de la reforma», de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino. La hermenéutica de la discontinuidad corre el riesgo de acabar en una ruptura entre Iglesia preconciliar e Iglesia posconciliar. Afirma que los textos del Concilio como tales no serían aún la verdadera expresión del espíritu del Concilio. Serían el resultado de componendas, en las cuales, para lograr la unanimidad, se tuvo que retroceder aún, reconfirmando muchas cosas antiguas ya inútiles. Pero en estas componendas no se reflejaría el verdadero espíritu del Concilio, sino en los impulsos hacia lo nuevo que subyacen en los textos: sólo esos impulsos representarían el

¿Por qué la recepción del Concilio, en grandes zonas de la Iglesia, se ha realizado hasta ahora de un modo tan difícil? (…) Los problemas de la recepción han surgido del hecho de que se han confrontado dos hermenéuticas contrarias y se ha entablado una lucha entre ellas. Una ha causado confusión; la otra, de forma silenciosa pero cada vez más visible, ha dado y da frutos.

Por una parte existe una interpretación que podría llamar «hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura»; a menudo ha contado con la simpatía de los medios de comunicación y también de una parte de la teología moderna. Por otra parte, está la «hermenéutica de la reforma», de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado. verdadero espíritu del Concilio, y partiendo de ellos y de acuerdo con ellos sería necesario seguir adelante. Precisamente porque los textos sólo reflejarían de modo imperfecto el verdadero espíritu del Concilio y su novedad, sería necesario tener la valentía de ir más allá de los textos, dejando espacio a la novedad en la que se expresaría la intención más profunda, aunque aún indeterminada, del Concilio. En una palabra: sería preciso seguir no los textos del Concilio, sino su espíritu. De ese modo, como es obvio, queda un amplio margen para la pregunta sobre cómo se define entonces ese espíritu y, en consecuencia, se deja espacio a cualquier arbitrariedad. Pero así se tergiversa en su raíz la naturaleza de un Concilio como tal. De esta manera, se lo considera como una especie de Asamblea Constituyente, que elimina una Constitución antigua y crea una nueva. Pero la Asamblea Constituyente necesita una autoridad que le confiera el mandato y luego una confirmación por parte de esa autoridad, es decir, del pueblo al que la Constitución debe servir.

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La hermenéutica de la discontinuidad corre el riesgo de acabar en una ruptura entre Iglesia preconciliar e Iglesia posconciliar. Afirma que los textos del Concilio como tales no serían aún la verdadera expresión del espíritu del Concilio. Serían el resultado de componendas, en las cuales, para lograr la unanimidad, se tuvo que retroceder aún, reconfirmando muchas cosas antiguas ya inútiles. Los padres no tenían ese mandato y nadie se lo había dado; por lo demás, nadie podía dárselo, porque la Constitución esencial de la Iglesia viene del Señor y nos ha sido dada para que nosotros podamos alcanzar la vida eterna y, partiendo de esta perspectiva, podamos iluminar también la vida en el tiempo y el tiempo mismo. Los obispos, mediante el sacramento que han recibido, son fiduciarios del don del Señor. Son «administradores de los misterios de Dios» (1 Co 4, 1), y como tales deben ser «fieles y prudentes» (cf. Lc 12, 41-48). Eso significa que deben administrar el don del Señor de modo correcto, para que no quede oculto en algún escondrijo, sino que dé fruto y el Señor, al final, pueda decir al administrador: «Puesto que has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de lo mucho» (cf. Mt 25, 14-30; Lc 19, 11-27). En estas parábolas evangélicas se manifiesta la dinámica de la fidelidad, que afecta al servicio del Señor, y en ellas también resulta evidente que en un concilio la dinámica y la fidelidad deben ser una sola cosa.

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A la hermenéutica de la discontinuidad se opone la hermenéutica de la reforma, como la presentaron primero el Papa Juan XXIII en su discurso de apertura del Concilio el 11 de octubre de 1962 y luego el Papa Pablo VI en el discurso de clausura el 7 de diciembre de 1965. Aquí quisiera citar solamente las palabras, muy conocidas, del Papa Juan XXIII, en las que esta hermenéutica se expresa de una forma inequívoca cuando dice que el Concilio «quiere transmitir la doctrina en su pureza e integridad, sin atenuaciones ni deformaciones», y prosigue: «Nuestra tarea no es únicamente guardar este tesoro precioso, como si nos preocupáramos tan sólo de la antigüedad, sino también dedicarnos con voluntad diligente, sin temor, a estudiar lo que exige nuestra época (...). Es necesario que esta doctrina, verdadera e inmutable, a la que se debe prestar fielmente obediencia, se profundice y exponga según las exigencias de nuestro tiempo. En efecto, una cosa es el depósito de la fe, es decir, las verdades que contiene nuestra venerable doctrina, y otra distinta el modo como se enuncian estas verdades, conservando sin embargo el mismo sentido y significado» (Concilio ecuménico Vaticano II, Constituciones. Decretos. Declaraciones, BAC, Madrid 1993, pp. 1094-1095). Es claro que este esfuerzo por expresar de un modo nuevo una determinada verdad exige una nueva reflexión sobre ella y una nueva relación vital con ella; asimismo, es claro que la nueva palabra sólo puede madurar si nace de una comprensión consciente de la verdad expresada y que, por otra parte, la reflexión sobre la fe exige también que se viva esta fe. En este sentido, el programa propuesto por el Papa Juan XXIII era sumamente exigente, como es exigente la síntesis de fidelidad y dinamismo. Pero donde esta interpretación ha sido la orientación que ha guiado la recepción del Concilio, ha crecido una nueva vida y han madurado nuevos frutos. Cuarenta años después del Concilio podemos constatar que lo positivo


es más grande y más vivo de lo que pudiera parecer en la agitación de los años cercanos a 1968. Hoy vemos que la semilla buena, a pesar de desarrollarse lentamente, crece, y así crece también nuestra profunda gratitud por la obra realizada por el Concilio. Pablo VI, en su discurso durante la clausura del Concilio, indicó también una motivación específica por la cual una hermenéutica de la discontinuidad podría parecer convincente. En el gran debate sobre el hombre, que caracteriza el tiempo moderno, el Concilio debía dedicarse de modo especial al tema de la antropología. Debía interrogarse sobre la relación entre la Iglesia y su fe, por una parte, y el hombre y el mundo actual, por otra (cf. ib., pp. 1173-1181). La cuestión resulta mucho más clara si en lugar del término genérico «mundo actual» elegimos otro más preciso: el Concilio debía determinar de modo nuevo la relación entre la Iglesia y la edad moderna.

Es claro que este esfuerzo por expresar de un modo nuevo una determinada verdad exige una nueva reflexión sobre ella y una nueva relación vital con ella (…) En este sentido, el programa propuesto por el Papa Juan XXIII era sumamente exigente, como es exigente la síntesis de fidelidad y dinamismo. Pero donde esta interpretación ha sido la orientación que ha guiado la recepción del Concilio, ha crecido una nueva vida y han madurado nuevos frutos.

Cuarenta años después del Concilio podemos constatar que lo positivo es más grande y más vivo de lo que pudiera parecer en la agitación de los años cercanos a 1968. Hoy vemos que la semilla buena, a pesar de desarrollarse lentamente, crece, y así crece también nuestra profunda gratitud por la obra realizada por el Concilio. Esta relación tuvo un inicio muy problemático con el proceso a Galileo. Luego se rompió totalmente cuando Kant definió la «religión dentro de la razón pura» y cuando, en la fase radical de la revolución francesa, se difundió una imagen del Estado y del hombre que prácticamente no quería conceder espacio alguno a la Iglesia y a la fe. El enfrentamiento de la fe de la Iglesia con un liberalismo radical y también con unas ciencias naturales que pretendían abarcar con sus conocimientos toda la realidad hasta sus confines, proponiéndose tercamente hacer superflua la «hipótesis Dios», había provocado en el siglo XIX, bajo Pío IX, por parte de la Iglesia, ásperas y radicales condenas de ese espíritu de la edad moderna. Así pues, aparentemente no había ningún ámbito abierto a un entendimiento positivo y fructuoso, y también eran drásticos los rechazos por parte de los que se sentían representantes de la edad moderna. Sin embargo, mientras tanto, incluso la edad moderna había evolucionado. La gente se daba cuenta de que la revolución americana había ofrecido un modelo de Estado moderno diverso del que fomentaban las tendencias radicales

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El Concilio Vaticano II, con la nueva definición de la relación entre la fe de la Iglesia y ciertos elementos esenciales del pensamiento moderno, revisó o incluso corrigió algunas decisiones históricas, pero en esta aparente discontinuidad mantuvo y profundizó su íntima naturaleza y su verdadera identidad. La Iglesia, tanto antes como después del Concilio, es la misma Iglesia una, santa, católica y apostólica en camino a través de los tiempos. surgidas en la segunda fase de la revolución francesa. Las ciencias naturales comenzaban a reflexionar, cada vez más claramente, sobre su propio límite, impuesto por su mismo método que, aunque realizaba cosas grandiosas, no era capaz de comprender la totalidad de la realidad. Así, ambas partes comenzaron a abrirse progresivamente la una a la otra. En el período entre las dos guerras mundiales, y más aún después de la segunda guerra mundial, hombres de Estado católicos habían demostrado que puede existir un Estado moderno laico, que no es neutro con respecto a los valores, sino que vive tomando de las grandes fuentes éticas abiertas por el cristianismo. La doctrina social católica, que se fue desarrollando progresivamente, se había convertido en un modelo importante entre el liberalismo radical y la teoría marxista del Estado. Las ciencias naturales, que sin reservas hacían

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profesión de su método, en el que Dios no tenía acceso, se daban cuenta cada vez con mayor claridad de que este método no abarcaba la totalidad de la realidad y, por tanto, abrían de nuevo las puertas a Dios, sabiendo que la realidad es más grande que el método naturalista y que lo que ese método puede abarcar. Se podría decir que ahora, en la hora del Vaticano II, se habían formado tres círculos de preguntas, que esperaban una respuesta. Ante todo, era necesario definir de modo nuevo la relación entre la fe y las ciencias modernas; por lo demás, eso no sólo afectaba a las ciencias naturales, sino también a la ciencia histórica, porque, en cierta escuela, el método históricocrítico reclamaba para sí la última palabra en la interpretación de la Biblia y, pretendiendo la plena exclusividad para su comprensión de las sagradas Escrituras, se oponía en puntos importantes a la interpretación que la fe de la Iglesia había elaborado. En segundo lugar, había que definir de modo nuevo la relación entre la Iglesia y el Estado moderno, que concedía espacio a ciudadanos de varias religiones e ideologías, comportándose con estas religiones de modo imparcial y asumiendo simplemente la responsabilidad de una convivencia ordenada y tolerante entre los ciudadanos y de su libertad de practicar su religión. En tercer lugar, con eso estaba relacionado de modo más general el problema de la tolerancia religiosa, una cuestión que exigía una nueva definición de la relación entre la fe cristiana y las religiones del mundo. En particular, ante los recientes crímenes del régimen nacionalsocialista y, en general, con una mirada retrospectiva sobre una larga historia difícil, resultaba necesario valorar y definir de modo nuevo la relación entre la Iglesia y la fe de Israel. Todos estos temas tienen un gran alcance —eran los grandes temas de la segunda parte del Concilio— y no nos es posible reflexionar más ampliamente sobre ellos en este contexto.


Es claro que en todos estos sectores, que en su conjunto forman un único problema, podría emerger una cierta forma de discontinuidad y que, en cierto sentido, de hecho se había manifestado una discontinuidad, en la cual, sin embargo, hechas las debidas distinciones entre las situaciones históricas concretas y sus exigencias, resultaba que no se había abandonado la continuidad en los principios; este hecho fácilmente escapa a la primera percepción. Precisamente en este conjunto de continuidad y discontinuidad en diferentes niveles consiste la naturaleza de la verdadera reforma. En este proceso de novedad en la continuidad debíamos aprender a captar más concretamente que antes que las decisiones de la Iglesia relativas a cosas contingentes —por ejemplo, ciertas formas concretas de liberalismo o de interpretación liberal de la Biblia— necesariamente debían ser contingentes también ellas, precisamente porque se referían a una realidad determinada en sí misma mudable. Era necesario aprender a reconocer que, en esas decisiones, sólo los principios expresan el aspecto duradero, permaneciendo en el fondo y motivando la decisión desde dentro. En cambio, no son igualmente permanentes las formas concretas, que dependen de la situación histórica y, por tanto, pueden sufrir cambios. Así, las decisiones de fondo pueden seguir siendo válidas, mientras que las formas de su aplicación a contextos nuevos pueden cambiar. Por ejemplo, si la libertad de religión se considera como expresión de la incapacidad del hombre de encontrar la verdad y, por consiguiente, se transforma en canonización del relativismo, entonces pasa impropiamente de necesidad social e histórica al nivel metafísico, y así se la priva de su verdadero sentido, con la consecuencia de que no la puede aceptar quien cree que el hombre es capaz de conocer la verdad de Dios y está vinculado a ese conocimiento basándose en la dignidad interior de la verdad.

Quienes esperaban que con este «sí» fundamental a la edad moderna todas las tensiones desaparecerían y la «apertura al mundo» así realizada lo transformaría todo en pura armonía, habían subestimado las tensiones interiores y también las contradicciones de la misma edad moderna; habían subestimado la peligrosa fragilidad de la naturaleza humana, que en todos los períodos de la historia y en toda situación histórica es una amenaza para el camino del hombre. Por el contrario, algo totalmente diferente es considerar la libertad de religión como una necesidad que deriva de la convivencia humana, más aún, como una consecuencia intrínseca de la verdad que no se puede imponer desde fuera, sino que el hombre la debe hacer suya sólo mediante un proceso de convicción. El Concilio Vaticano II, reconociendo y haciendo suyo, con el decreto sobre la libertad religiosa, un principio esencial del Estado moderno, recogió de nuevo el patrimonio más profundo de la Iglesia. Esta puede ser consciente de que con ello se encuentra en plena sintonía con la enseñanza de Jesús mismo (cf. Mt 22, 21), así como con la Iglesia de los mártires, con los mártires de todos los tiempos. La Iglesia antigua, con naturalidad, oraba por los emperadores y por los responsables políticos, considerando esto como un deber suyo (cf. 1 Tm 2, 2); pero, en cambio, a la vez

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que oraba por los emperadores, se negaba a adorarlos, y así rechazaba claramente la religión del Estado. Los mártires de la Iglesia primitiva murieron por su fe en el Dios que se había revelado en Jesucristo, y precisamente así murieron también por la libertad de conciencia y por la libertad de profesar la propia fe, una profesión que ningún Estado puede imponer, sino que sólo puede hacerse propia con la gracia de Dios, en libertad de conciencia. Una Iglesia misionera, consciente de que tiene el deber de anunciar su mensaje a todos los pueblos, necesariamente debe comprometerse en favor de la libertad de la fe. Quiere transmitir el don de la verdad que existe para todos y, al mismo tiempo, asegura a los pueblos y a sus gobiernos que con ello no quiere destruir su identidad y sus culturas, sino que, al contrario, les lleva una respuesta que esperan en lo más íntimo de su ser, una respuesta con la que no se pierde la multiplicidad de las culturas, sino que se promueve la unidad entre los hombres y también la paz entre los pueblos. El Concilio Vaticano II, con la nueva definición de la relación entre la fe de la Iglesia y ciertos elementos esenciales del pensamiento moderno, revisó o incluso corrigió algunas decisiones históricas, pero en esta aparente discontinuidad mantuvo y profundizó su íntima naturaleza y su verdadera identidad. La Iglesia, tanto antes como después del Concilio, es la misma Iglesia una, santa, católica y apostólica en camino a través de los tiempos; prosigue «su peregrinación entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios», anunciando la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. Lumen gentium, 8). Quienes esperaban que con este «sí» fundamental a la edad moderna todas las tensiones desaparecerían y la «apertura al mundo» así realizada lo transformaría todo en pura armonía, habían subestimado las tensiones interiores y también las contradicciones de la misma edad moderna; habían subestimado la

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peligrosa fragilidad de la naturaleza humana, que en todos los períodos de la historia y en toda situación histórica es una amenaza para el camino del hombre. Estos peligros, con las nuevas posibilidades y con el nuevo poder del hombre sobre la materia y sobre sí mismo, no han desaparecido; al contrario, asumen nuevas dimensiones: una mirada a la historia actual lo demuestra claramente. También en nuestro tiempo la Iglesia sigue siendo un «signo de contradicción» (Lc 2, 34). No sin motivo el Papa Juan Pablo II, siendo aún cardenal, puso este título a los ejercicios espirituales que predicó en 1976 al Papa Pablo VI y a la Curia Romana. El Concilio no podía tener la intención de abolir esta contradicción del Evangelio con respecto a los peligros y los errores del hombre. En cambio, no cabe duda de que quería eliminar contradicciones erróneas o superfluas, para presentar al mundo actual la exigencia del Evangelio en toda su grandeza y pureza. El paso dado por el Concilio hacia la edad moderna, que de un modo muy impreciso se ha presentado como «apertura al mundo», pertenece en último término al problema perenne de la relación entre la fe y la razón, que se vuelve a presentar de formas siempre nuevas. La situación que el Concilio debía afrontar se puede equiparar, sin duda, a acontecimientos de épocas anteriores. San Pedro, en su primera carta, exhortó a los cristianos a estar siempre dispuestos a dar respuesta (apo-logía) a quien le pidiera el logos (la razón) de su fe (cf. 1 P 3, 15). Esto significaba que la fe bíblica debía entrar en discusión y en relación con la cultura griega y aprender a reconocer mediante la interpretación la línea de distinción, pero también el contacto y la afinidad entre ellos en la única razón dada por Dios. Cuando, en el siglo XIII, mediante filósofos judíos y árabes, el pensamiento aristotélico entró en contacto con la cristiandad medieval formada en la tradición platónica, y la fe y


la razón corrían el peligro de entrar en una contradicción inconciliable, fue sobre todo santo Tomás de Aquino quien medió el nuevo encuentro entre la fe y la filosofía aristotélica, poniendo así la fe en una relación positiva con la forma de razón dominante en su tiempo. La ardua disputa entre la razón moderna y la fe cristiana que en un primer momento, con el proceso a Galileo, había comenzado de modo negativo, ciertamente atravesó muchas fases, pero con el Concilio Vaticano II llegó la hora en que se requería una profunda reflexión. Desde luego, en los textos conciliares su contenido sólo está trazado en grandes líneas,

pero así se determinó la dirección esencial, de forma que el diálogo entre la razón y la fe, hoy particularmente importante, ha encontrado su orientación sobre la base del Vaticano II. Ahora, este diálogo se debe desarrollar con gran apertura mental, pero también con la claridad en el discernimiento de espíritu que el mundo, con razón, espera de nosotros precisamente en este momento. Así hoy podemos volver con gratitud nuestra mirada al Concilio Vaticano II: si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia.

(Vaticano, 22-XII-2005)

La verdadera herencia del Vaticano II son sus textos Homilía de S.S. Benedicto XVI durante la Santa Misa con la que inauguró el Año de la Fe, 11 de octubre de 2012. […] El Concilio Vaticano II no ha querido incluir el tema de la fe en un documento específico. Y, sin embargo, estuvo completamente animado por la conciencia y el deseo, por así decir, de adentrarse nuevamente en el misterio cristiano, para proponerlo de nuevo eficazmente al hombre contemporáneo. A este respecto se expresaba así, dos años después de la conclusión de la asamblea conciliar, el siervo de Dios Pablo VI: «Queremos hacer notar que, si el Concilio no habla expresamente de la fe, habla de ella en cada página, al reconocer su carácter vital y sobrenatural, la supone íntegra y con fuerza, y construye sobre ella sus enseñanzas. Bastaría recordar [algunas] afirmaciones conciliares… para darse cuenta de la importancia esencial que el Concilio, en sintonía con la

Con el fin de que este impulso interior a la nueva evangelización no se quede solamente en un ideal, ni caiga en la confusión, (…) he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la «letra» del Concilio, es decir, a sus textos, para encontrar también en ellos su auténtico espíritu, y he repetido que la verdadera herencia del Vaticano II se encuentra en ellos.

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tradición doctrinal de la Iglesia, atribuye a la fe, a la verdadera fe, a aquella que tiene como fuente a Cristo y por canal el magisterio de la Iglesia» (Audiencia general, 8 marzo 1967). Así decía Pablo VI, en 1967. Pero debemos ahora remontarnos a aquel que convocó el Concilio Vaticano II y lo inauguró: el beato Juan XXIII. En el discurso de apertura, presentó el fin principal del Concilio en estos términos: «El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado de forma cada vez más eficaz… La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina… Para eso no era necesario un Concilio... Es preciso que esta doctrina verdadera e inmutable, que ha de ser fielmente respetada, se profundice y presente según las exigencias de nuestro tiempo» (AAS 54 [1962], 790. 791-792). Así decía el Papa Juan en la inauguración del Concilio. […] Con el fin de que este impulso interior a la nueva evangelización no se quede solamente en un ideal, ni caiga en la confusión, es necesario que ella se apoye en una base concreta y precisa, que son los documentos del Concilio Vaticano II, en los cuales ha encontrado su expresión. Por esto, he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la «letra» del Concilio, es decir, a sus textos, para encontrar también en ellos su auténtico espíritu, y he repetido que la verdadera herencia del Vaticano II se encuentra en ellos. La referencia a los documentos evita caer en los extremos de nostalgias anacrónicas o de huidas hacia adelante, y permite acoger la novedad en la continuidad. El Concilio no ha propuesto nada nuevo en materia de fe, ni ha querido sustituir lo que era antiguo. Más bien, se ha preocupado para que dicha fe siga viviéndose hoy, para que continúe siendo una fe viva en un mundo en transformación.

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En estos decenios ha aumentado la «desertificación» espiritual. Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. Si sintonizamos con el planteamiento auténtico que el beato Juan XXIII quiso dar al Vaticano II, podremos actualizarlo durante este Año de la fe, dentro del único camino de la Iglesia que desea continuamente profundizar en el depósito de la fe que Cristo le ha confiado. Los Padres conciliares querían volver a presentar la fe de modo eficaz; y si se abrieron con confianza al diálogo con el mundo moderno, era porque estaban seguros de su fe, de la roca firme sobre la que se apoyaban. En cambio, en los años sucesivos, muchos aceptaron sin discernimiento la mentalidad dominante, poniendo en discusión las bases mismas del depositum fidei, que desgraciadamente ya no sentían como propias en su verdad. Si hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la fe y la nueva evangelización, no es para conmemorar una efeméride, sino porque hay necesidad, todavía más que hace 50 años. Y la respuesta que hay que dar a esta necesidad es la misma que quisieron dar los Papas y los


Padres del Concilio, y que está contenida en sus documentos. También la iniciativa de crear un Consejo Pontificio destinado a la promoción de la nueva evangelización, al que agradezco su especial dedicación con vistas al Año de la fe, se inserta en esta perspectiva. En estos decenios ha aumentado la «desertificación» espiritual. Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza. La fe vivida abre el corazón a la Gracia de Dios que libera del pesimismo. Hoy más que nunca evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, transformada por Dios, y así indicar el camino. La primera lectura nos ha hablado de la sabiduría del viajero (cf. Sir 34,9-13): el viaje es metáfora de la vida, y el viajero sabio es aquel que ha aprendido el arte de vivir y lo comparte con los hermanos, como sucede con los peregrinos a lo largo del Camino de Santiago, o en otros caminos, que no por casualidad se han multiplicado en estos años. ¿Por qué tantas personas sienten hoy la necesidad de hacer estos caminos? ¿No es quizás porque en ellos encuentran, o al menos intuyen, el sentido de nuestro estar en el mundo? Así podemos representar este Año de la fe: como una peregrinación en los desiertos del mundo

Así podemos representar este Año de la fe: como una peregrinación en los desiertos del mundo contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es esencial: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas, como dice el Señor a los apóstoles al enviarlos a la misión. contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es esencial: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas, como dice el Señor a los apóstoles al enviarlos a la misión (cf. Lc 9,3), sino el evangelio y la fe de la Iglesia, de los que el Concilio Ecuménico Vaticano II son una luminosa expresión, como lo es también el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado hace 20 años. Venerados y queridos hermanos, el 11 de octubre de 1962 se celebraba la fiesta de María Santísima, Madre de Dios. Le confiamos a ella el Año de la fe, como lo hice hace una semana, peregrinando a Loreto. La Virgen María brille siempre como estrella en el camino de la nueva evangelización. Que ella nos ayude a poner en práctica la exhortación del apóstol Pablo: «La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente… Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Col 3,16-17). Amén (Vaticano, 11-X-2012) Ver en HUMANITAS 69, pp. 146 y 147, extracto de dos discursos sobre el Concilio Vaticano II pronunciados por SS. Benedicto XVI en la inauguración del Año de la Fe: “Concilio y Aggiornamento” y “El discurso de la luna, 50 años después”.

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E N EL Á M BI TO DE

PANORAMA Sitio web de Humanitas IMPORTANTE AUMENTO DE VISITANTES EN 2012

El sitio web de Revista HUMANITAS (www.humanitas.cl) aumentó el año 2012 la cantidad de visitantes que concurrieron habitualmente en los diez años anteriores, sobrepasando esta vez las 100 mil entradas, y transformándose de esta manera en un referente significativo de los sitios católicos de internet en Hispanoamérica. Los visitantes —ordenados de manera decreciente— provinieron de Chile, México, España, Perú, Argentina, Colombia, Estados Unidos, Venezuela y Ecuador, bien como de otros lugares del planeta. Desde la creación de esta página web, muchos de sus artículos han sido leídos varias miles de veces. Así por ejemplo “Escuela de Humanitas” de Benedicto XVI, “Mark Rothko: Un pintor bajo el umbral de la luz” de Antonio Spadaro, “¿Bajo que aspecto se presentará la Iglesia en el año 2000?” de Joseph Ratzinger, “Lo inmaterial en la economía” de Stefano Fontana o “El proceso en contra de Tomás Moro” de Hernán Corral.

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Cabe mencionar, en este contexto, la buena acogida que tuvo el “Vademecum con definiciones extraídas de las encíclicas antropológicas de Juan Pablo II” que había sido descargado por varios miles de personas cuando se presentó el año 2009, fenómeno que continuó durante el 2012, sumándose a ello el interés que despertó en el presente año 2013 su versión en idioma inglés, (ver subdominio www.review.humanitas.cl). En lo que se refiere a resultados recientes, llamativo resulta el considerable aumento en los últimos dos meses de visitantes provenientes de Argentina, los que han aumentado a casi el doble. Por otra parte, los artículos más leídos durante marzo y abril han sido “Petrus”, “El Papa Francisco en las páginas de HUMANITAS” y “La actualidad de Francisco de Asís”. Entre las razones que explican estos positivos resultados, está el constante afán de innovación de www.humanitas.cl. Destacamos así la puesta a dispoHUMANITAS Nº 70 pp. 430 - 473


HUM A NITA S sición de los números pasados de la revista impresa en formato online y el ingreso de HUMANITAS a las redes sociales tanto Facebook (Humanitas CL) como Twitter (@Rev_Humanitas). El orden de preferencias en los sistemas llamados “tablets” para la lectura de HUMANITAS online es el siguiente: IPad, IPhone, Android, iPod y BlackBerry. Particular importancia reviste, en este contexto, la versión en inglés de Revista HUMANITAS que puede leerse o descargarse en el mencionado subdominio www.review.humanitas.cl. Esta iniciativa de HUMANITAS impulsada por la vaticana Congregación para la Educación Católica, ha recibido el apoyo de importantes miembros de la jerarquía de la Iglesia norteamericana, entre quienes el arzobispo de Boston, Cardenal Sean O`Malley (cfr. Humanitas 67 y 68, sección Panorama). Los lectores de esta versión online en idioma inglés de Revista HUMANITAS, provienen, en orden según la cantidad, de Estados Unidos, Filipinas, Australia, Reino Unido y Canadá. Presentación de la revista HUMANITAS en Nueva York

En el auditorio de la American Bible Society (ABS), en pleno centro de Nueva York, tuvieron lugar a finales de enero pasado dos conferencias convocadas por la ABS con ocasión del Año de la Fe. Estas fueron pronunciadas por el director de revista HUMANITAS, Jaime Antúnez, y el profesor y exvicedecano de la Facultad de Teología de esta Universidad, Padre Rodrigo Polanco, miembro del Consejo de Humanitas. Con estas conferencias fueron presentadas al público neoyorquino las ediciones tanto en idioma español como en idioma inglés de HUMANITAS, Revista de Antropología y Cultura Cristianas. Las

conferencias fueron introducidas por el Director de la American Bible Association, Sr. Mario Paredes, y contaron con la presencia de un apreciable público, entre el que destacaron personalidades como el embajador de Chile ante las Naciones Unidas, Sr. Octavio Errázuriz. Radio María transmitió ambos eventos en forma directa a toda la región de Nueva York. La primera conferencia, en idioma inglés, fue pronunciada por el P. Rodrigo Polanco. El conferencista profundizó el significado del acto de fe, mostrando cómo éste no es simplemente un acto intelectual, sino que, mucho más hondamente, implica toda la existencia del creyente. La conferencia del director de revista Humanitas, Jaime Antúnez, hizo un repaso y análisis de distintos momentos significativos que van desde la convocatoria del Concilio por el Beato Papa Juan XXIII al presente Año de la Fe. En las páginas 368 - 381 de este mismo número se puede leer más sobre dicho evento, como asimismo el texto de la conferencia del Director de HUMANITAS. La exposición del Padre Rodrigo Polanco será reproducida íntegramente en la edición de HUMANITAS en lengua inglesa correspondiente a este mes de abril (N°4 – Year II) Con ocasión de estas conferencias, Humanitas presentó en Nueva York a sus lectores angloparlantes una traducción del VADEMECUM con definiciones extractadas de las encíclicas antropológicas de Juan Pablo II (Evangelium vitae, Veritatis splendor y Fides et ratio), prologado por el actual Decano del Colegio Cardenalicio, cardenal Angelo Sodano, cuya versión descargable gratuitamente en español (www.humanitas.cl) ha tenido ya amplísima difusión. El mismo VADEMECUM puede por tanto ser descargado ahora en forma también gratuita en idioma inglés, desde el subdominio www.review.humanitas.cl Simposio en Nueva York Newman y la Universidad

El lunes 4 de febrero pasado tuvo lugar en el Catholic Center de la Universidad de Nueva York (NYU), un simposio sobre el pensamiento del beato John Henry Newman sobre la Universidad. El Catholic Center es dirigido por frailes dominicos que se reúnen en The Thomistic Institute. Entre tanto los ponentes y comentaristas no sólo eran católicos, sino también había entre ellos anglicanos, evangélicos,

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HUM A NITAS

ENEL EL Á DEDE EN ÁM MBITO BITO

siendo de destacar la participación del rabino Shalom Carmy, de la Yeshiva University. La principal exposición en el papel “Educación universitaria y la unidad del conocimiento de Newman”, que posteriormente se publicará en HUMANITAS, estuvo a cargo del profesor Reinhard Huetter, del Duke Divinity School. Participaron también en este debate el rector de la NYU, profesor John Sexton; el editor jefe de First Things, R.R. Reno, y John Garvey, presidente de The Catholic University of America. HUMANITAS estuvo presente en este simposio a través de su director. Seton Hall University Veladas literarias

Durante la temporada de invierno, en el anfiteatro del Seton Hall University New Yersey, las noches de los días sábados tienen lugar regularmente veladas que juntan a profesores, alumnos e invitados en las que se recrean textos de autores católicos a través de lecturas que realizan actores profesionales. En el curso del mes de febrero, HUMANITAS concurrió a dos de ellas, una sobre Newman novelista y otra consistente en la adaptación del epistolario de Hugh Whitemore. Estas veladas se realizan con la colaboración del G. K. Chesterton Institute for Faith and Culture and the Center for Catholic Studies. Seton Hall University es la Universidad Católica diocesana más antigua de los Estados Unidos. ESTAR CON ÉL Nuevo libro del Obispo emérito Bernardino Piñera

E l pasado viernes 25 de enero, en la Sala América de la Biblioteca Nacional, en Santiago de Chile, monseñor Bernardino Piñera ofreció una Meditación sobre la Fe, ayer, hoy y siempre, basándose en su última obra «Estar con Él» —segunda edición—, libro que dedicó de puño y letra al padre Benito Spoletini, presbítero paulino italiano fallecido el 2012, quien dejara una vasta obra

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sobre la comunicación social en la Iglesia. Monseñor Piñera nació en 1915, quien luego de titularse de médico cirujano (1941) entró al Seminario de Santiago. Ordenado sacerdote y luego obispo de varias diócesis de Chile, participó de todo el Concilio Vaticano II, siendo además presidente de la Conferencia Episcopal de Chile. Fue amigo del padre Spoletini desde su llegada a Chile en 1947, y estuvo en contacto con él hasta sus últimos días. La segunda edición de este libro es una coedición de la Editorial San Pablo Chile, con la Conferencia Episcopal y Ediciones UC. Hoy en el Hogar de Ancianos de las Hermanas de los Pobres, monseñor Piñera sigue cumpliendo su misión de pastor con una lucidez admirable, sobre todo escribiendo y dando conferencias. La ocasión fue propicia para el lanzamiento del sitio web www.bernardinopinera.cl, que contiene todos sus escritos y obras completas del obispo emérito. Monseñor Bernardino Piñera es miembro del Consejo de Colaboradores y Consultores de Revista HUMANITAS, desde su inicio. Hernán Corral Miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales

El académico de la Universidad de los Andes Hernán Corral Talciani asumió como miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. El profesor Corral ocupará el sillón Nº 15 que ocupó al destacado jurista Helmuth Brunner. El acto solemne de su incorporación se realizó en la sede del Instituto el martes 9 de abril pasado. Su discurso de incorporación versó sobre el tema “Ideas para una reforma modernizadora del Código Civil de Chile” y fue presentado por el miembro de número de dicha Academia y profesor de Derecho Civil de la Universidad de Chile, Enrique Barros Bourie, quien destacó que el nuevo miembro es “un académico entregado en cuerpo y alma a la academia, con una vocación entrañable. Es un estudioso con muchos discípulos, generoso y consciente de la huella que debe dejar en los demás”. La Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y


Morales es una de las Academias que integran el Instituto de Chile, organismo que fue creado en el Gobierno del Presidente Jorge Alessandri Rodríguez para agrupar las

seis academias creadas entre el siglo XIX y el siglo XX. El profesor Corral es también miembro del Comité editorial de Revista HUMANITAS.

“UN HOMBRE PROFUNDAMENTE VINCULADO A DIOS…”

“Hacen falta pastores con olor a oveja” Declaraciones del cardenal Bergoglio pocos días antes de ir a Roma para el Cónclave

El padre Ángel Strada, en el programa Alianza de amor de la radio del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, habla sobre el encuentro que tuvieron con el cardenal Bergoglio en la reunión anual de sacerdotes de este movimiento de Argentina y Paraguay, días antes de dar comienzo el cónclave. El padre Strada reconoce la gran sorpresa con la que recibieron la noticia de que el cardenal Bergoglio había sido elegido papa, ya que los medios de comunicación no lo daban como “candidato” por la edad que tiene, aunque el padre Strada admite que los que le conocen sabían que era un gran candidato por sus cualidades. “El nombre que él ha elegido ya es un programa, Francisco fue un Evangelio vivido”, dice en la entrevista. A continuación, cuenta cómo los padres que trabajan en Argentina, Paraguay y Uruguay se reúnen anualmente, y siempre tienen la inquietud de invitar a ese encuentro, que dura varios días, a alguna personalidad para enriquecer, intercambiar y dar a conocer la comunidad de

Schoenstatt. Seis meses antes ya pensaron en el cardenal Bergoglio por el aprecio que le tienen y porque pensaban que por la edad ya iba a presentar su renuncia. El mismo cardenal llamó a la comunidad para avisarles que él viajaba al cónclave pero que el encuentro no se suspendía y que les esperaba el sábado 23 de febrero por la mañana en la curia de Buenos Aires. “Nos dijo que no iba a dar ninguna conferencia, que le hiciéramos preguntas y que quería que intercambiáramos”, cuenta.

Una de las preguntas que le hicieron fue qué perfil debería tener el nuevo papa. El cardenal Bergoglio les respondió: “Les voy a decir cosas evidentes pero son las cosas en las que yo creo. Primero, tiene que ser un hombre de oración, un hombre profundamente vinculado a Dios. Segundo, tiene que ser una persona que cree profundamente que el dueño de la

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Iglesia es Jesucristo y no él y que Jesucristo es el Señor de la historia. Tercero, un buen obispo. Debe ser un hombre que sabe cuidar, acoger, tierno con las personas, que sabe crear comunión. Y cuarto, debe ser un hombre ahora que ayude a reformar la Curia”. Sin quererlo, continúa el padre Ángel, hizo una descripción de sí mismo. Es “un gran don del cielo que el cónclave le haya elegido”, añade. Hablando a nivel más personal, Strada cuenta lo que sintió cuando se despidió de él. “Me preguntó cómo iba la causa de la canonización del padre Kentenich (fundador del movimiento) y cuando nos despedimos pensé qué lástima que este hombre no vaya a ser elegido papa, pensando en el impedimento de la edad, pero ojalá sea alguien como él”. Cuenta además cómo el cardenal Bergoglio bromeó sobre la posibilidad que lo eligieran, “nosotros le preguntamos cómo estaba la salud de él por el pequeño problema que había tenido en las piernas y nos respondió que ya estaba muy bien. Un padre le dijo que tuviera cuidado porque, ya con buena salud, los cardenales le podían elegir papa, y nos respondió que no nos hiciéramos esa idea y que ya lo tenía pensado, que iba a entrar al cónclave con un

bastón, y los cardenales pensarán que a ese viejito no le vamos a elegir nunca”. “Una idea fija que tiene él —continúa narrando el padre Strada— la expresa con estas palabras: hay que buscar una Iglesia que esté en la calle. Él piensa que la Iglesia no debe cerrarse sobre sí misma porque se enferma. Tiene que ir a buscar a los hombres. Dice que nos equivocamos al pensar que en el rebaño tenemos 99 ovejas y hay una oveja descarriada que está afuera. Y es exactamente al revés, en el rebaño tenemos una oveja y hay 99 que están afuera, y el error nuestro es dedicarnos a la única ovejita que tenemos dentro”.

Cuenta el padre que a ellos les dijo “hoy no hacen falta clérigos, no hacen falta funcionarios clericales, hacen falta pastores que tengan olor a oveja, pastores que estén con las ovejas, que nunca las apaleen sino que las cuiden con mucho amor”. Finaliza la entrevista hablando del aspecto mariano del santo padre, que demostró con su primer gesto como pontífice de acudir a Santa María la Mayor, para hacer una ofrenda con flores a la Virgen, como un niño que le va a regalar flores a su madre. Y destaca también su labor pastoral y de cercanía a los hombres cuando dice que la Iglesia tiene que ser tierna y salir a buscar a los hombres.

Cónclave Unidad instantánea de obispos En entrevista realizada al Cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima y primado del Perú, por el diario El Comercio de Lima, 17 de marzo pasado, comenta en una de sus preguntas, cómo fue el ambiente durante la votación del Cónclave. —Sí podrá contarnos cómo se fue dando el ambiente en el cónclave, cuando en la quinta votación, veían que sí llegaban a los 77 votos… —Cardenal Cipriani: Obviamente, cada uno llevaba sus cuentas de los votos, así que cuando veíamos las cifras ya sabíamos que teníamos papa aunque no hubiera terminado el escrutinio. En ese momento estalló un aplauso, igual como ocurrió con Benedicto XVI en el 2005. Yo no estaba tan cerca del cardenal Bergoglio, pero imagino que para él habrá sido una

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profunda emoción. Es muy bonito ver cómo tras la acción del Espíritu Santo, de la que todos somos conscientes, surge un respeto y amor, una unidad instantánea, no hay manifestaciones raras. Cuando todos notamos que tenemos papa, es algo importante que nos alegremos sinceramente de ver a ese Cristo con nosotros.


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LOS CÓNCLAVES DE LOS ÚLTIMOS SIGLOS

Publicamos a continuación una cronología, facilitada por Radio Vaticano, de los cónclaves de los últimos siglos con algunos hechos curiosos que tuvieron lugar durante su desarrollo. El cónclave más largo de la historia moderna fue en 1740 para la elección de Benedicto XIV; duró del 18 de febrero al 17 de agosto, 181 días; los electores eran 51 y 4 murieron durante el cónclave. En 1758 el cónclave para la elección de Clemente XIII duró del 15 de mayo al 6 de julio (53 días). Entraron 45 cardenales electores, pero en la votación final estuvieron presentes solamente 44. La elección de Clemente XIV en el cónclave de 1769, duró 94 días, del 15 de febrero al 19 de mayo y los electores fueron 46. El Papa Pío VI fue elegido en un cónclave que se desarrolló del 5 de octubre de 1774 al 15 de febrero de 1775 (133 días). Los cardenales electores eran 44, pero dos de ellos murieron durante el cónclave. La elección de Pío VII tuvo lugar en Venecia, ya que Roma estaba ocupada por las tropas napoleónicas. El cónclave duró del 1 de diciembre de 1799 al 14 de marzo de 1800 (105 días). Fue el último cónclave fuera de Roma y en él participaron 34 electores. En 1823 el papa León XII fue elegido después de 27 días (2 de septiembre- 28 de septiembre) y los cardenales electores fueron 49. En 1829 el cónclave para la elección de Pío VIII duró 36 días, del 24 de febrero al 31 de marzo y participaron en él 50 electores.

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Gregorio XVI fue el último cardenal no obispo elegido Papa. El cónclave para su elección duró 51 días, desde el 14 de diciembre de 1830 al 2 de febrero de 1831 (51 días) y los cardenales electores fueron 45. Los cónclaves “cortos” empiezan en 1846 con la elección del beato Pío IX. 50 electores lo eligen Papa en un cónclave que dura 3 días, del 14 al 16 de junio. En 1878 sube al solio pontificio León XIII después de un cónclave que dura 3 días, del 18 al 20 de febrero y en el que participan 61 electores. El cardenal John McCloskey, arzobispo de Nueva York, primer cardenal no europeo que tendría que haber participado en un cónclave, llega demasiado tarde a Roma para hacerlo. En 1903 es elegido papa San Pío X. Durante el cónclave que lo elige se ejerce por última vez el llamado “Ius Exclusivæ” (el derecho de exclusión del que gozaban diversos monarcas católicos de Europa para vetar a un candidato al papado). En esa ocasión fue el emperador Francisco José I de Austria que ejerció el veto sobre el cardenal italiano Mariano Rampolla. El cónclave duró 5 días del 31 de julio al 4 de agosto. Participaron 64 electores y hubo 7 escrutinios Después de su elección San Pío X abolió el derecho de veto. En 1914 el cónclave que elige a Benedicto XV dura 4 días, del 31 de agosto al 3 de septiembre. Los electores son 57 y los escrutinios 10. Se quedan fueran de las puertas de la Sixtina dos cardenales estadounidenses y un canadiense por haber llegado tarde. Sin embargo, por primera vez participa un cardenal de América Latina. En 1922 durante el cónclave que elige a Pío XI vuelven a quedarse fuera 2 estadounidenses y 1 canadiense. Se instituye entonces la regla que establece que desde el inicio de la Sede Vacante los cardenales tendrán un plazo de 15 días para llegar a Roma. Los electores esta vez son 53. El cónclave dura 5 días, del 2 al 6 de febrero y los escrutinios son 7. En el cónclave que elige a Pío XII en 1939, participa el primer patriarca de rito oriental. El cónclave, el más corto, dura dos días; del 1 al 2 de marzo. Los electores son 62 y los escrutinios 3. El beato Juan XXIII es elegido en 1958. Por primera vez participan en el cónclave cardenales chinos, indios y africanos. Los electores son 51. El cónclave dura 4 días, del 25 al 28 de octubre y los escrutinios son 11. En 1963 un cónclave que dura 3 días, del 19 al 21 de junio y en el que participan 80 electores, elige como papa a Pablo VI después de 6 escrutinios. En 1978 el cónclave que elige a Juan Pablo I es el primero donde no participan los cardenales que hayan cumplido ochenta años. El cónclave dura 2 días, del 25 al 26 de agosto, los escrutinios 4 y los electores 111. En el segundo cónclave celebrado ese año, del 14 al 16 de octubre (3 días), 111 electores eligen al beato Juan Pablo II después de ocho escrutinios. En 2005 Benedicto XVI es elegido papa en el cuarto escrutinio de un cónclave que dura 2 días, del 18 al 19 de abril y que contó con 115 cardenales electores. El último cónclave de 2013 se inició el 12 de marzo y tras la quinta votación, a las 19:05 del 13 de marzo, los 115 miembros del Colegio Cardenalicio eligieron como el papa número 266 de la Iglesia católica a Francisco (Jorge Mario Bergoglio). Es el primer latinoamericano y el primer papa jesuita.

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Alfred Xuereb Nuevo secretario del Papa Francisco

Alfred Xuereb, sacerdote de Malta, ha sido nombrado como nuevo secretario personal del papa Francisco. Se da la circunstancia de que Xuareb era hasta ahora asistente personal de Benedicto XVI, su segundo secretario y parte de su equipo más cercano junto con Georg Gasswein. Esto señala la confianza que Bergoglio tiene con el entorno cercano del Papa emérito. El sacerdote maltés, de 54 años, tiene una larga trayectoria dentro del Vaticano. Llegado muy joven a Italia, trabajó en la secretaría de Estado de la Santa Sede y en la Prefectura de la Casa Pontificia, hasta que fue llamado a sustituir al histórico secretario personal de Juan Pablo II, Stanislaw Dziwisz, actual cardenal de Cracovia. Georg Gasswein por el momento sigue siendo el primer secretario personal de Benedicto XVI pero también es el responsable de la Casa Pontificia, por lo que ejerce de enlace entre Francisco y el Papa emérito, dividiendo su tiempo entre Castelgandolfo y el Vaticano. Ayuda al nuevo Papa a asentarse en sus nuevas instalaciones y a conocer sus servicios y estructuras. Celebrado en Santuario de Luján El Cardenal Jorge Mario Bergoglio y el Bicentenario El cardenal arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal argentina presidió el 8 de mayo de 2010 una misa por los festejos del Bicentenario de Argentina en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Luján. En parte de sus palabras dijo el Cardenal Bergoglio:

“Aquí en Luján hubo un gesto de la Virgen y nos hace bien recordarlo: en 1630 una pequeña imagen de la Pura y Limpia Concepción, se quedó. Iba a otra parte la caravana, la Virgen provocó la parada. “Desde ese momento en este lugar hubo visitas, peregrinaciones, encuentros con la Virgen. Desde ese momento la Patria tuvo madre. La imagen, al principio, estaba en una taperita, después una iglesia... y hoy la Basílica tan linda y tan cuidada. “Aquí aprendimos a detenernos y recibir vida. Aquí junto a la Madre de Jesús venimos a descansar, a confiarle la vida de otros, la vida que muchos fueron cargando en la peregrinación, en el silencio y la oración por el camino. Aquí el pueblo sencillo y creyente de nuestra patria fue creciendo también en algo tan característico del lugar: la solidaridad y la fraternidad. Y con este modo simple, de encuentro y silencio armó nuestra Madre el santuario: esta es la Casa de los argentinos. La Patria, aquí, creció con la Virgen; la Patria aquí tiene a su madre. “¡En esta su Casa de Luján cuántos vinieron a recibir la fe en el bautismo, a cumplirle promesas o a confiarle su necesidad, sus dolores o sus problemas! Por el templo anterior a esta Basílica, cuando la Patria empezaba, pasaron San Martín y Belgrano al principio y al final de sus campañas. Pasaron ellos, como muchos, en medio de la gloria, y cuando quedaron solos y olvidados, le confiaron su tristeza. Sabían que la Patria tenía Madre. “Hoy es su fiesta, al celebrarla a Ella que recoge las visitas y las oraciones de los hijos, le pedimos aprender a ser como el Negro Manuel, silenciosos observadores de la vida y el camino de esta Patria, y a rezar por ella con la fidelidad del pueblo que intuye esta presencia de madre y por eso confía. Somos parte de esta historia del milagro que continúa y se sigue escribiendo. (…) “ Hoy vinimos a rezar en esta fiesta de la Virgen, en este año Bicentenario, porque aquí crecimos y aquí nuestra Patria siempre tuvo una bendición, porque tiene una madre. No tenemos derecho a aguacharnos, a bajar los brazos llevados por la desesperanza. Recuperemos la memoria de esta Patria que tiene madre, recuperemos la memoria de nuestra Madre. Miremos a la Virgen y pidámosle que no nos suelte de su mano. Gracias Madre por quedarte con nosotros.” Texto publicado originalmente en HUMANITAS 59, p.572

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PEDRO, GARANTE DE LA LIBERTAD

Tras un mes de vértigo el papa Francisco ha culminado un primer tramo de su camino. La coincidencia con las celebraciones de la Semana Santa y de la Pascua le ha permitido centrar su primer magisterio en el corazón de la fe cristiana: en Jesús muerto y resucitado para salvar a cada hombre. Ha realizado muchos gestos que develan su temperamento misionero y su estilo de pastor decidido a estar cerca de su pueblo. Ha trenzado su eficaz comunicación con los hilos de la misericordia, de la cruz y del vigor apostólico. Pero su gobierno apenas ha comenzado y la impresionante expectación suscitada agranda, si cabe, las lógicas preguntas. Una de ellas se refiere al modo en que Francisco ejercerá su ministerio como sucesor del apóstol Pedro. La cuestión de la modalidad no es baladí: Juan Pablo II, en su encíclica Ut unum sint, dejó planteado el desafío de buscar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar a lo esencial de su misión, pueda ser reconocido y aceptado por todos los cristianos. En la conciencia de los últimos papas ha estado siempre presente la paradoja de que, siendo el ministerio de Pedro un servicio esencial para la fe y la unidad de la Iglesia, explícitamente querido por el Señor, haya sido también piedra de tropiezo para muchos cristianos. Desde su primer saludo Francisco ha querido subrayar con fuerza su condición de obispo de Roma, recordando con la célebre frase de Ignacio de Antioquía que esta sede “preside en el amor a todas las Iglesias”. También ha querido subrayar que el poder recibido por Pedro del Señor sólo puede ejercerse como servicio. Un subrayado, por cierto, que Benedicto XVI realizó también durante su toma de posesión de la cátedra de San Juan de Letrán y que Juan Pablo II había hecho suyo en la mencionada encíclica. Pero ¿cuál es el significado preciso de esta función de la sede romana reconocida ya desde el primer siglo? En el fondo, desde hace más de un siglo los papas han intentado profundizar en esta pregunta, se han esforzado por despojar al ministerio petrino de adherencias temporales, de incrustaciones malsanas y de inercias históricas.

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Es significativo el texto inédito de Joseph Ratzinger que ha publicado L’Osservatore Romano el pasado lunes, en el que explicaba cómo el Concilio Vaticano I dejó a la luz la dimensión espiritual de un papado libre de gangas temporales, y “lo definió nuevamente partiendo del seguimiento de Cristo, privado de poder terrenal, del mismo modo que Pedro el pescador le había seguido, sin poder alguno, hasta su crucifixión en Roma”. Conviene tener presente esta perspectiva cuando tantos describen el primer tramo de Francisco como una ruptura con los pontificados anteriores. Algunos plantean estos días, ya sea en los periódicos o en tribunas especializadas, un primado en la fe y en la caridad que se expresaría únicamente como servicio y no como jurisdicción. No pretendo exponer una tesis sino abordar una cuestión trascendental para cada cristiano y para el conjunto de la Iglesia. Juan Pablo II ya advertía que la función de asegurar la comunión sería ilusoria si el obispo de Roma se viese privado del poder y la autoridad que le son propios. Por su parte Benedicto XVI subrayaba con especial eficacia: “Presidir en la doctrina y presidir en el amor deben ser una sola cosa: toda la doctrina de la Iglesia, en resumidas cuentas, conduce al amor”. En su memorable libro El complejo antirromano, Urs von Balthasar destroza sin contemplaciones la eterna pretensión de vaciar de sustancia el ministerio de Pedro reduciéndolo a un supuesto servicio, artificialmente contrapuesto a la jurisdicción. En el dinamismo propio de la renovación en la continuidad, Francisco buscará su propio estilo y es muy posible que bajo su pontificado se produzcan nuevos pasos en la dirección que auspiciaba la encíclica Ut unum sint. Ciertamente el pontificado de Benedicto XVI, con su concepción profundamente evangélica y sus gestos innovadores, ha preparado el camino. Durante sus casi ocho años ha explicado y mostrado sin cesar que el papa no es un soberano absoluto cuyo pensamiento y voluntad se convierten en ley. Por el contrario, el ministerio de Pedro es la garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. Aquí la continuidad entre Francisco y Benedicto se hace evidente más allá de estilos y temperamentos: el papa no pretende imponer sus propias ideas sino que se sabe unido a la gran comunidad de la fe de todos los tiempos, su poder no está por encima, sino al servicio de la palabra de Dios, y tiene la responsabilidad de hacer que esta Palabra siga resonando en toda su pureza frente a la frivolidad, la moda y la mentira. Un ministerio que el papa Francisco ejercía claramente estos días al recordar “que la fe no se vende ni se atiene a componendas” porque como Pedro “no podemos callar ante aquello que hemos visto y oído”. En la historia del pueblo de Dios siempre ha existido la tentación de eliminar una parte de la fe, advertía Francisco, pero “la fe es tal como la confesamos en el Credo”. Por último. Es comprensible que ortodoxos y reformados contemplen con esperanza este ya largo camino del papado, pero sería deseable que ellos también se movieran en la dirección de la Iglesia indivisa del primer milenio. Y en cuanto al clima que están creando algunos intelectuales católicos, ojalá no necesitemos que un nuevo Vladimir Soloviev, tal vez llegado de Oriente, tenga que recordarnos que Roma es, para todo cristiano, la condición de la libertad. JOSÉ LUIS RESTÁN Página digital

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La voz del Papa Francisco La mujer en la Iglesia

En los días posteriores a la elección, se difundió la falsa información según la cual el Cardenal Bergoglio habría hecho afirmaciones misóginas sobre el compromiso de las mujeres en la política. El sitio Aleteia reconstruyó la falsedad de esta noticia, explicando que se trata de una afirmación carente de todo cotejo colocada en Yahoo Answer por un usuario anónimo. Los de Aleteia fueron más allá y citaron un fragmento del Cardenal Bergoglio extractado de un libro escrito en diálogo con el Rabino Abraham Skorka. En el fragmento se comprende perfectamente cuál es la perspectiva del Papa Francisco sobre la mujer. Citamos algunas frases significativas: “(La mujer) Es quien acoge a la sociedad, quien contiene, la madre de la comunidad. La mujer tiene el don de la maternidad, de la ternura. Si todas estas riquezas no se integran, una comunidad religiosa se transforma en una sociedad no sólo machista, sino también austera, dura y jamás sacralizada”. “En nuestra concepción, en realidad, la Virgen María es superior a los apóstoles. Según un monje del siglo II, entre los cristianos hay tres dimensiones femeninas: María, como madre del Señor; la Iglesia, y el Alma. La presencia femenina en la Iglesia no se ha subrayado mucho porque la tentación del machismo

no ha permitido dar visibilidad al rol que corresponde a las mujeres de la comunidad”. “El lugar donde se reciben más ataques, donde se golpea más, es siempre el más importante. El enemigo de la naturaleza humana —Satanás— prende donde hay más salvación, más transmisión de vida, y la mujer —como lugar existencial— ha resultado ser la más golpeada de la historia. Ha sido objeto de uso, de lucro, de esclavitud, ha sido relegada a segundo plano”. “El feminismo, como filosofía única, no hace favor alguno a quienes dice representar, por cuanto sitúa a las mujeres en un plano de lucha reivindicativa mientras la mujer es mucho más que esto. La campaña de las feministas de los años 20 obtuvo lo que deseaban y ahí terminó, pero ni siquiera una filosofía feminista constante otorga a la mujer la dignidad que merece. A modo de caricatura, diría que corre el riesgo de transformarse en un machismo con falda”. ACTUALIZACIÓN 3 DE ABRIL: el Papa dedicó la audiencia del miércoles precisamente al rol de las mujeres como testigos de la resurrección, y en particular señaló: “Esto nos hace reflexionar también en cómo las mujeres, en la Iglesia y en el camino de la fe, han tenido y tienen también hoy un rol especial en el abrir las puertas al Señor, en seguirlo y en comunicar su Rostro, porque la mirada de fe siempre necesita la mirada sencilla y profunda del amor. Los Apóstoles y los discípulos tienen más dificultades para creer, las mujeres no”.

RENOVACIÓN

Vaticanistas expertos en predecir lo que nunca ocurre, columnistas de política y espectáculos, catedráticos sin licencia para enseñar teología, sacerdotes que han dejado el ministerio, religiosos que dicen estar dentro pero viven añorando y ensalzando lo que está fuera de la Iglesia, coinciden en esperar y exigir que el Papa Francisco renueve la Iglesia. La fe de la Iglesia se sustenta en 4 conocidos pilares. El primero son las verdades reveladas por Dios. ¿Seguirá siendo Uno y Trino? ¿Dejará, Jesucristo, de ser verdadero Dios y/o verdadero hombre? La Iglesia ¿es todavía Esposa y Cuerpo de Cristo? Jesús Resucitado ¿será una mera idealización mitológica de la aspiración humana a trascender? ¿Es, María, la inmaculada y verdadera madre virginal de Cristo, con quien vive y reina en cuerpo y alma en la eternidad? ¿Hay perdón para el pecador, y vida de perenne dicha o condena según las obras realizadas antes de morir? El segundo pilar son los 7 sacramentos instituidos por Cristo. ¿Suprimir, agregar, facilitar?

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¿Bautismo sin enojosos requisitos, comunión eucarística al modo de “comida para llevar”, confesión y absolución mediante mensajes de texto, apertura del matrimonio a toda persona que manifieste indeterminada voluntad de intercambio sexual con otra(s)? El tercer pilar son los 10 mandamientos. ¿Suprimir, agregar, reinterpretar? Honrar padre y madre ¿derecho filial de permanecer indefinida y gratuitamente en casa paterna y apresurar, eutanásicamente, el dulce epílogo de esas “vidas inútiles”? ¿Suprimir la moral sexual y dejar todo el lugar a la moral social? Mentira, falso testimonio, difamación ¿quedarán bajo el amparo ético y jurídico del irrestricto “derecho y libertad de expresión”? ¿Se castigará como pecado de idolatría del dinero la prestación de un servicio bajo pactada certeza de retribución pecuniaria? Derecho a la vida ¿condicionado al juicio inapelable de un progenitor, su obstetra, su siquiatra, o la política estatal de natalidad? El nuevo Papa ¿sentenciará como milenario error de la naturaleza el haber encuadrado, la mutua complementariedad y apertura a procrear y educar la vida, en el riguroso marco del matrimonio heterosexual? El cuarto pilar es la oración. ¿Reformará, el Vicario de Cristo, la oración que Cristo compuso y enseñó? ¿Desalentará la oración como abdicación anestésica de las propias responsabilidades? ¿Derogará el “Ora” y sólo permitirá el “Labora” en los monasterios benedictinos? ¿Instará a conquistar mediante la técnica lo que antes se imploraba en la oración? Los renovadores a ultranza dan por sentado que lo hecho hasta ahora es dramática y culpablemente insuficiente y necesita un cambio radical; que el pueblo de Dios no genera la vida y sus frutos, porque el Espíritu Santo sólo descansa y actúa en el líder; y que el ser y obrar de la Iglesia dependen más de la opinión y afanes humanos que de las certezas y gracias divinas. Para esa “renovación” ningún Papa está disponible. RAÚL HASBUN Artículo publicado originalmente por Diario Financiero. 22.III.13

UNA TEOLOGÍA VIVA

En las palabras que hemos podido escuchar del Papa Francisco hay un rasgo singular. Las primeras que dijo no fueron sino las tres oraciones esenciales de la fe cristiana. La que Jesús enseñó llamando a Dios con el nombre humano Padre pidiéndole la venida a nosotros del reino de Dios, el pan de cada día, el perdón de nuestros pecados y la liberación del mal en la figura concreta del demonio. Luego el Ave María y el Gloria, a la Trinidad Santísima. Se mostró sencillamente como un hombre de Dios: no encuentro mejor expresión. En la homilía de la misa inaugural, el Papa comentó los textos del Evangelio de San Mateo y de una carta de San Pablo que se leen ese día en la festividad de San José. José fue el custodio, el que cuida de otros, el custodio de su mujer, María, y de su hijo, Jesús. Quizá no entendió bien el misterio en el que vivía, pero le fue fiel. El cristiano debe cuidar de quienes tiene en torno, custodiarlos. El Papa se lanzó, entonces, en una vibrante letanía: ¿A quiénes hay que cuidar? Hay que cuidar la

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obra de Dios, que es la creación, y en ella, primero, a la creatura que Dios amó por sí misma, el ser humano. De manera especial, los más débiles, quienes no tienen su corazón puesto en alguna idolatría, los pobres del Evangelio, los que sufren y están llamados a la bienaventuranza, inclusive la naturaleza. Si Benedicto escogió su nombre del fundador de la orden que evangelizó a los bárbaros y rescató las fuentes de la cultura clásica, Francisco se allegó al Santo de Asís, que entonó el canto a todas las creaturas del universo. De San Pablo el Papa recogió luego dos profundas ideas: el poder, dijo, solo puede ser humilde poder de servicio. Y añadió: el horizonte del cristiano ha de ser la esperanza. Son, efectivamente, joyas de la caridad que es Dios mismo. Creo haber escuchado una teología viva y conmovedora. JUAN DE DIOS VIAL LARRAÍN Artículo publicado originalmente por El Mercurio. 22.III.13.

Francisco a la Comisión Bíblica: El centro de nuestra fe no es solo un libro, sino una historia de salvación

Los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica —que preside el arzobispo Gerhard Ludwig Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe— fueron recibidos el 12 de abril pasado por el Santo Padre, al final de su asamblea plenaria anual cuyo tema ha sido “Inspiración y verdad en la Biblia”. En el discurso que les dirigió, el Papa subrayó que ese argumento “atañe no solamente al creyente sino a toda la Iglesia porque la vida y la misión de la Iglesia se fundan sobre la Palabra de Dios, que es el alma de la teología y, a la vez, la inspiradora de la existencia cristiana”. “Las Sagradas Escrituras —ha reafirmado— son el testimonio escrito de la Palabra divina, el memorial canónico que atestigua el acontecimiento de la Revelación. Por lo tanto, la Palabra de Dios precede a la Biblia y la sobrepasa. Por eso el centro de nuestra fe no es solamente un libro, sino una historia de salvación y sobre todo una persona, Jesucristo, la Palabra de Dios que se hizo carne. Precisamente porque el horizonte de la Palabra divina abraza las Escrituras y se extiende más allá de ellas, es necesaria la presencia constante del Espíritu Santo que “guía a toda la verdad”. Es necesario situarse en la corriente de la gran Tradición que, con la ayuda del Espíritu Santo y la guía del Magisterio, ha

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reconocido los escritos canónicos como Palabra dirigida por Dios a su pueblo y no ha cesado nunca de meditarlos y descubrir su riqueza inagotable”. El pontífice recordó que el Concilio Vaticano II lo ha reafirmado con claridad en la constitución dogmática “Dei Verbum”: “Porque todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios”. “De hecho —ha explicado— la Sagrada Escritura es Palabra de Dios en cuanto se le ha dado forma escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo; en cambio la sagrada Tradición transmite integralmente la Palabra de Dios, confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo a los apóstoles, a sus sucesores, para que éstos, iluminados por el Espíritu de verdad, con su predicación la conserven con fidelidad, la expliquen y la difundan”. “La interpretación de las Sagradas Escrituras no puede ser solamente una labor científica individual, sino que siempre debe ser confrontada, insertada y autenticada con la tradición viva de la Iglesia. Esta norma es decisiva para precisar la relación correcta y recíproca entre la exegesis y el Magisterio de la Iglesia. Los textos inspirados por Dios han sido confiados a la Comunidad de los creyentes, a la Iglesia de Cristo para alimentar la fe y guiar a la vida de caridad”.


Papa Francisco en visita a tumba de San Pedro “Cristianos somos levadura en el mundo pagano”

El Papa Francisco visitó la tumba de San Pedro y al ver las numerosas lápidas de los antiguos cristianos perseguidos, recordó que también hoy, los cristianos son la levadura en medio de un mundo pagano. “El Papa ha dicho que —como los cristianos sepultados aquí—, también hoy somos una levadura en medio al mundo pagano”, explicó a Radio Vaticana el Arcipreste de la Basílica de San Pedro, el Cardenal Angelo Comastri, quien acompañó al Papa durante la visita. La tumba del apóstol Pedro se halla en la Necrópolis del Vaticano, situada bajo la cripta y la Basílica de San Pedro. La visita duró cerca de 45 minutos y como un peregrino más, Francisco recorrió las excavaciones de la Necrópolis escuchando las explicaciones del Cardenal Comastri, hasta llegar al lugar exacto de la tumba de San Pedro, situada bajo el altar central de la Basílica. Posteriormente, se acercó a la Capilla Clementina, delante de la tumba, para rezar en silencio durante unos minutos, donde “se le vio emocionado”. El Cardenal Comastri explica que, arrodillado, el Papa repitió las tres profesiones de fe de Pedro que dicen las Sagradas Escrituras: “Señor, Tú eres el Cristo, el Hijo

del Dios viviente”; “¿Señor a dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”, y “Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que yo te amo”. “Ha sido impactante escuchar al Papa casi superponerse sobre estas palabras de Pedro y revivirlas hoy, porque hoy es él quien tiene la misión de continuar aquello que Jesús confió a San Pedro”, señaló. Esta visita “sin duda, hace ver que la Iglesia continúa. Después de más de dos mil años el sucesor de Pedro, con el mismo entusiasmo de los inicios, pero con la misma fragilidad, se encuentra en esta Iglesia, para continuar una misión que hace temblar: la misión de ser la piedra sobre la cual Jesús construyó su Iglesia”. “Se ha visto que el Papa sentía mucho esta responsabilidad, ha mirado atentamente todo lo referente a Pedro, casi para respirar el clima del martirio, del testimonio del apóstol Pedro”. “El Papa vino a respirar el aire del lugar donde vivió su martirio San Pedro”, concluyó el Purpurado. Finalmente, el Papa Francisco recorrió las tumbas de los papas del siglo pasado que están enterrados en la Grutas Vaticanas.

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Papa Francisco visita tumba de Juan Pablo IIen aniversario de su muerte El Papa Francisco reza ante la tumba de Juan Pablo II

El Papa Francisco visitó la tumba del Beato Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro del Vaticano, al recordarse el 2 de abril pasado, el octavo aniversario del fallecimiento del Papa Peregrino. El Papa visitó la tumba y rezó ante ella alrededor de las 7:00 p.m. (hora local) una vez que se cerró al público la Basílica Vaticana. Francisco estuvo un buen rato de rodillas en oración ante los restos del Papa polaco, en la capilla de San Sebastián al interior de la Basílica; y también aprovechó

para rezar ante las tumbas del Beato Juan XXIII y San Pío X. “Como la visita de ayer a la tumba de San Pedro y a las grutas vaticanas, también en esta visita a la Basílica expresa la profunda continuidad espiritual del ministerio petrino de los Papas, que el Papa Francisco vive y siente intensamente”, señala el comunicado del Vaticano. Esa continuidad espiritual del Pontífice de origen argentino quedó demostrada “también en el encuentro y con los repetidos contactos telefónicos con su predecesor, Benedicto XVI”, añade el texto.

El abrazo hasta el fin del mundo Recién elegido Papa, dijo que los cardenales habían ido a buscar al nuevo obispo de Roma “casi al fin del mundo”. Adonde quiso trasladarse idealmente, por unos instantes, al alba del 19 de marzo. A las 3:30 de la mañana, hora de Buenos Aires (/:30 en Roma), inesperadamente el papa Francisco hizo una llamada telefónica a dos horas de la celebración del inicio de su ministerio petrino. Pocos días antes era arzobispo de Buenos Aires: Jorge Mario Bergoglio quiso comunicarse directamente con la Plaza de Mayo, de la capital argentina, colmada de fieles en vigilia desde horas para seguir en pantallas gigantes el inminente rito de la plaza de San Pedro. Acogidas entre fortísimos aplausos, estas son las palabras del Santo Padre que se oyeron en directo, en conexión telefónica, por megafonía:

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“Queridos hijos, sé que están en la plaza; sé que están rezando. Gracias por las oraciones. Las necesito mucho. Gracias por haberse reunido a rezar. Es tan lindo rezar, porque es mirar hacia el cielo, mirar a nuestro corazón y saber que tenemos a un padre bueno, que es Dios. Gracias por eso. Les quiero pedir un favor. Que caminemos juntos todos. Cuídense los unos a los otros. Cuídense entre ustedes. No se hagan daño. Cuídense. Cuiden la vida.


Cuiden la familia. Cuiden la naturaleza. Cuiden a los niños. Cuiden a los viejos. Que no haya odio, que no haya pelea. Dejen de lado la envidia. No le saquen el cuero a nadie. Dialoguen. Que entre ustedes este deseo de cuidarse vaya creciendo en el corazón. Y acérquense a

Dios. Dios es bueno. Dios siempre perdona. Dios comprende. No le tengan miedo. Dios es padre. Acérquense a Él. Y que la Virgen les bendiga mucho. Que ella como Madre les cuide. Y por favor no se olviden de este obispo que está lejos pero les quiere mucho. Recen por mí”.

CHILE: SALUDO DEL EPISCOPADO AL SANTO PADRE El Santo Padre Francisco recibió el saludo de la Iglesia chilena a través de una carta del presidente de la Conferencia Episcopal Chilena y arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati, SDB. A Su Santidad Francisco Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro Ciudad del Vaticano Querido Santo Padre, La Iglesia Católica que peregrina en tierras chilenas se une al gozo del mundo entero por su elección a Sucesor de Pedro y Pastor de la Iglesia Universal y eleva fervientes plegarias por la fecundidad de su Ministerio. Minutos después de haber recibido la bendición apostólica que Vuestra Santidad impartió a la Urbe y al mundo, celebrando la Eucaristía en la Catedral de Santiago, a los pies de la Virgen del Carmen, hemos experimentado una profunda emoción al pedir por nuestro Papa Francisco y a la vez, hemos renovado el propósito de acompañar su ministerio petrino con nuestra leal obediencia y colaboración. Santo Padre, en nombre de la Conferencia Episcopal de Chile y mío personal, reciba nuestro afecto fraterno. Con Pedro y bajo Pedro le ofrecemos nuestra comunión y el compromiso de seguir trabajando por la Nueva Evangelización de nuestro querido pueblo chileno. Con ocasión de la próxima Jornada Mundial de la Juventud en Brasil, la Conferencia Episcopal de Chile, y también el Supremo Gobierno, había extendido a Su venerable predecesor Benedicto XVI, la invitación a visitarnos. Ahora extendemos, de corazón, la misma invitación a Vuestra Santidad. En Chile, Santo Padre, Usted ha vivido un tiempo de formación como jesuita. Sepa que nuestros brazos están abiertos para acogerlo como Sucesor de Pedro, que viene a confirmar en la fe a sus hermanos. Santo Padre, bendíganos. Bendiga el caminar de la Iglesia en Chile, no exento de pruebas y dificultades; bendiga a los Obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas y a nuestros seminaristas. Bendiga a todo el pueblo de Dios, a quienes se han alejado de la Iglesia y a todos los hombres y mujeres de nuestro Chile. Implorando su bendición apostólica de Padre y Pastor, en nombre también de la Conferencia Episcopal de Chile, lo saluda con afecto fraterno, + RICARDO EZZATI ANDRELLO Arzobispo de Santiago Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile

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BENEDICTO XVI Fidelidad a la misión de la Iglesia “Pienso con profundo afecto y profunda gratitud en mi venerado Predecesor, el Papa Benedicto XVI, que durante estos años de pontificado ha enriquecido y fortalecido a la Iglesia con su magisterio, su bondad, su guía, su fe, su humildad y su mansedumbre. Seguirán siendo un patrimonio espiritual para todos. El ministerio petrino, vivido con total dedicación, ha tenido en él un intérprete sabio y humilde, con los ojos siempre fijos en Cristo, Cristo resucitado, presente y vivo en la Eucaristía”. Discurso del Papa Francisco a los cardenales, en la Sala Clementina. (15.III.13)

Para que la caridad no se someta a ideologías Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en la plenaria del Consejo Pontificio “Cor Unum”. Sala del Consistorio, 19 de enero de 2013

A partir de esta relación dinámica entre fe y caridad, querría reflexionar sobre un punto, que llamaría la dimensión profética que la fe infunde en la caridad. La adhesión creyente al Evangelio imprime en efecto a la caridad su forma típicamente cristiana y constituye su principio de discernimiento. El cristiano, en particular, quien

trabaja en los organismos de caridad, debe dejarse orientar por los principios de la fe, mediante la cual nos adherimos al “punto de vista de Dios”, a su proyecto (cf. Enc. Caritas in veritate, I). Esta nueva mirada sobre el mundo y sobre el hombre ofrecido por la fe proporciona también el criterio correcto de valoración, en el contexto actual, de las expresiones de caridad. En todas las épocas, cuando el hombre no ha buscado dicho proyecto, ha sido víctima de tentaciones culturales que han terminado por convertirlo en esclavo. En los últimos siglos, las ideologías que ensalzaban el culto de la nación, de la raza, de la clase social se han revelado verdaderas idolatrías; y lo mismo se puede decir del capitalismo salvaje con su culto de la ganancia, del cual han derivado crisis, desigualdades y miseria. Hoy se comparte cada vez más un sentir común sobre

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la dignidad inalienable de todo ser humano y la responsabilidad recíproca e interdependiente hacia él; y esto en beneficio de la verdadera civilización, la civilización del amor. Por otra parte, por desgracia, también

nuestro tiempo conoce sombras que oscurecen el proyecto de Dios. Me refiero sobre todo a una trágica reducción antropológica que vuelve a proponer el antiguo materialismo hedonista, al cual se añade un “prometeísmo tecnológico”. De la unión entre una visión materialista del hombre y el gran desarrollo de la tecnología emerge una antropología en su fondo atea. Presupone que el hombre se reduce a funciones autónomas, la mente al cerebro, la historia humana a un destino de autorrealización. Todo esto prescindiendo de Dios, de la dimensión propiamente espiritual y del horizonte ultraterreno. En la perspectiva de un hombre privado de su alma y por tanto de una relación personal con el Creador, lo que es técnicamente posible se convierte en


moralmente lícito, todo experimento resulta aceptable, toda política demográfica consentida, toda manipulación legitimada. La insidia más temible de esta corriente de pensamiento es de hecho la absolutización del hombre: el hombre quiere ser ab-solutus, libre de todo vínculo y de toda constitución natural. Pretende ser independiente y piensa que sólo en la afirmación de sí está su felicidad. “El hombre niega su propia naturaleza… Existe sólo el hombre en abstracto, que después elige para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya” (Discurso a la Curia romana, 21 de diciembre de 2012). Se trata de una negación radical de la creaturalidad y la filialidad del hombre, que acaba en una soledad dramática. La fe y el sano discernimiento cristiano nos inducen por eso a prestar una atención profética a esta problemática ética y a la mentalidad que subyace a ella. La justa colaboración con instancias internacionales en el campo del desarrollo y de la promoción humana no debe hacernos cerrar los ojos ante estas graves ideologías, y los pastores de la Iglesia —la cual es “columna y fundamento de la verdad” (I Tim 3, 15)— tienen el deber de poner en guardia contra estas corrientes tanto a los

fieles católicos como a toda persona de buena voluntad y de recta razón. Se trata en efecto de una corriente negativa para el hombre, aunque se enmascare de buenos sentimientos con vistas a un presunto progreso o a presuntos derechos, o a un presunto humanismo. Frente a esta reducción antropológica, ¿qué tarea le corresponde a cada cristiano y, en particular, a vosotros, comprometidos en actividades caritativas, y por tanto en relación directa con muchos otros protagonistas sociales? Ciertamente debemos ejercer una vigilancia crítica y, a veces, rechazar financiamientos y colaboraciones que, directa o indirectamente, favorezcan acciones o proyectos en contraste con la antropología cristiana. Pero positivamente la Iglesia siempre está comprometida en promover al hombre según el designio de Dios, en su dignidad integral, en el respeto de su doble dimensión vertical y horizontal. A esto tiende también la acción de desarrollo de los organismos eclesiales. La visión cristiana del hombre en efecto es un grande sí a la dignidad de la persona llamada a la comunión filial, humilde y confiada. El ser humano no es ni individuo independiente ni elemento anónimo en la colectividad, sino más bien persona singular e irrepetible, intrínsecamente ordenada a la relación y la socialización. Por eso la Iglesia reafirma su gran sí a la dignidad y a la belleza del matrimonio como expresión de alianza fiel y fecunda entre un hombre y una mujer, y el no a filosofías como la del gender se motiva en que la reciprocidad entre lo masculino y lo femenino es expresión de la belleza de la naturaleza querida por el Creador.

“No os dejaré huérfanos” Apartes de las palabras de Monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, publicadas originalmente por el diario ABC el 1 de marzo de 2013

“No os dejaré huérfanos” (Jn 14,18), dijo Cristo a los apóstoles: les prometió que les enviaría el Espíritu Santo, que a su vez les haría más plenamente hijos de Dios Padre. No os dejaré huérfanos: son estas las palabras que me vienen al alma mientras se acaba un pontificado. Benedicto XVI no nos deja huérfanos, porque sigue vivo su magisterio, porque nos acompañará con su oración y con su afecto paterno, porque cada día se hace más fuerte su figura de Buen Pastor y, finalmente, porque el Espíritu

Santo seguirá guiando a su Iglesia con un nuevo Romano Pontífice. El rico magisterio de Benedicto XVI manifiesta su extraordinaria capacidad de conjugar verdades profundas con palabras sencillas. Ha aprovechado el aparente “eclipse de Dios” para invitarnos a redescubrir el sentido de Dios, Creador y Redentor, que actúa siempre en nuestro mundo. Nos ha recordado con fuerza la esencia amorosa de Dios y, por consiguiente, la razón de ser del hombre

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y su camino, que, en este Año de la Fe, encuentra una referencia segura en el Catecismo de la Iglesia Católica y en su Compendio, frutos del Concilio Vaticano II en los que el cardenal Ratzinger jugó un papel fundamental. El Catecismo de la Iglesia Católica nos invita a contemplar y vivir la Iglesia como comunión de los santos, donde ningún bautizado se siente extranjero y donde se aprende a ejercitar la caridad en la verdad. (…) Hay otras palabras de Cristo que vienen espontáneamente a mi memoria: “Ahora os entristecéis”, dice Jesús al confortar a los que va a dejar, pero les profetiza: “Se os alegrará el corazón, y nadie os quitará vuestra alegría” (Jn 16, 22).

Secundando la invitación de Benedicto XVI en su ángelus del 17 de febrero, rezamos ya por el próximo Papa. ¿Sentirnos huérfanos? ¡No! El Espíritu Santo actúa en este tiempo de la Iglesia. Otro Pedro vendrá, con sus redes en la espalda, nuevo obispo de Roma y nuevo padre para la familia de los hijos de Dios. Y al Papa Benedicto XVI, que ahora está a punto de pasar el timón de la barca del pescador de Galilea a su sucesor, le decimos de todo corazón: ¡Gracias, Santo Padre, perdón por nuestras faltas de correspondencia a sus silbidos de Buen Pastor, y le rogamos que no cese de ayudar a todo el pueblo de Dios con la fecundidad de su pensamiento y de su oración!

Monasterio vaticano ‘Mater Ecclesiae’ Futura casa de Benedicto XVI

Benedicto XVI se retirará al lugar que antes ocupara el monasterio de monjas de clausura “Mater Ecclesiae”, situado en el interior del Vaticano, después de que concluyan los trabajos de remodelación de este moderno edificio. El monasterio fue construido en 1992 por deseo del predecesor de Benedicto XVI, Juan Pablo II, y se encuentra en una zona tranquila de los jardines vaticanos. El edificio consta de cuatro plantas y entre el segundo y tercer piso hay doce celdas monásticas, mientras que en la parte baja del edificio se hallan el refectorio, la cocina y la enfermería, entre otras dependencias. La parte de nueva construcción tiene dos niveles y cuenta con una superficie de 450 metros cuadrados, que alberga la capilla y el coro, así como una biblioteca en la planta superior. La única decoración con la que cuenta el edificio son las vidrieras artísticas y las decora-

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ciones sacras, con motivos de inspiración contemplativa. Con la construcción de este edificio, se cumplió el deseo de Juan Pablo II de contar con un espacio que acogiera un convento internacional para la vida contemplativa, en el que las monjas pudieran rezar por el papa y por la Iglesia. En los últimos veinte años se han alternado en este convento diferentes órdenes de monjas de clausura, primero las clarisas, después las benedictinas y las visitandinas, que en noviembre de 2012 tuvieron que dejar el monasterio debido a los trabajos de reestructuración. En los jardines del monasterio pueden hallarse limoneros con los que las monjas elaboran mermelada y licores. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, ha dicho que no vivirá con las religiosas, sin aclarar más sobre la vida futura de las anteriores ocupantes del edificio, que parece reservado a Joseph Ratzinger y sus personas más cercanas. En concreto, Lombardi ha dicho que vivirán con él “toda la familia pontificia”, como se conoce al reducido grupo que cuida al papa. En concreto, ha confirmado que vivirán en el monasterio cuatro consagradas de la familia religiosa Memores Domini que se han ocupado de Benedicto XVI estos últimos años, y también su secretario particular, Georg Gänswein, que mantendrá el título de prefecto de la Casa pontificia. De la “familia pontificia” también forma parte el otro secretario de Benedicto XVI, Alfred Xuereb.


El arte de la oración En la sala Clementina del Palacio Apostólico se expuso un crucifico medieval. Ante él se recogieron los participantes de los ejercicios espirituales del 2013, como hizo Benedicto XVI. Se trata de una obra realizada entre 1335 y 1345 (atribuida a un pintor conocido como Maestro del crucifijo de San Pantaleón) y se inspira en la tradición iniciada en Toscana por Giotto y por Cimabue. Al final de la segunda guerra mundial el crucifijo fue sustraído de la iglesia de San Pantaleón en Venecia. Después de muchos traspasos, entró en posesión de un coleccionista alemán que la vendió a la casa de subastas Lempertz. Reconstruida la historia y comprendida la importancia de la pieza, la citada casa de arte decidió restituir la obra a la iglesia veneciana a la que se había sustraído. La ceremonia de entrega al patriarca de Venecia, monseñor Moraglia, tuvo lugar el pasado 17 de noviembre en Colonia en presencia del arzobispado metropolitano, el cardenal Meisner.

Una imagen inédita en dos mil años de historia de la Iglesia

Las imágenes de los dos Papas que se abrazan, que rezan juntos (casi hombro a hombro), que platican amablemente e intercambian regalos, están destinadas a permanecer esculpidas en la historia. Nunca había sucedido que un Pontífice renunciara por vejez y se quedara cerca del sucesor (y además que vistiera todavía como Papa). Nunca había sucedido que el obispo de Roma estuviera al lado del Papa emérito, para tenerlo como referencia y para pedirle consejo. Las imágenes de los dos Papas vestidos de la misma manera indica una realidad absolutamente inédita. Y al mismo tiempo, gracias a la sensibilidad y a la humildad

de ambos, se trata de una realidad que ya podemos considerar desde ahora “normal”. En estos días, muchos comentadores han subrayado los elementos de novedad en el estilo del Papa Francisco y una especie de discontinuidad con respecto al Pontificado anterior. Hay algunos que se preocupan por el hecho de que el nuevo Papa atrae mucha simpatía por parte de los fieles (y también entre los no creyentes), como si la única actitud verdaderamente católica fuera la de provocar malos humores, polémicas y antipatías. Hay otros que insisten en que Francisco no es “pauperista” y exponen obstáculos político-doctrinales cada

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vez que el nuevo Papa se refiere a los pobres, como si Jesús no hubiera hablado de ellos. Otros, en cambio, puntualizan que el nuevo Papa está en contra del aborto. Pero también hay otra vertiente, aquella en la que se encuentran todos los que subrayan las novedades no tanto para describir a Bergoglio sino para compararlo con su predecesor. Inmediatamente después de la elección, comenzaron a circular leyendas metropolitanas. Según una de ellas, Francisco habría rechazado la capa de terciopelo rojo bordada diciendo al maestro de ceremonias pontificias Guido Marini: “¡Esta se la pone usted! El carnaval ya se acabó”. Un chiste un poco grosero hacia un ceremoniero. Por lo que ha podido constatar Vatican Insider, estas palabras no salieron nunca de la boca de Bergoglio. Francisco simplemente dijo que prefería no usarla, sin hacer ningún chiste sobre el carnaval, sin humillar al obediente maestro de ceremonias. El “aguachirle” sobre la continuidad o la falta de continuidad basada solamente en el uso de paramentos, zapatos rojos o solideos corre el riesgo de hacer que pase a un segundo nivel la verdadera continuidad entre Benedicto XVI y Francisco. La verdadera continuidad entre Benedicto XVI y Francisco radica en muchos aspectos y en muchas alusiones e insistencias que hemos escuchado en estos primeros días del nuevo Pontificado: la humildad, la conciencia de que la Iglesia es guiada por el Señor, el no protagonismo del Papa. Benedicto XVI, después de su elección, dijo: “el Papa debe hacer resplandecer la luz de Cristo, no la propia luz”. Francisco, al reunirse con los periodistas, dijo que el “protagonista” es Cristo y no el Papa. También la sensibilidad ante el cuidado de la creación (cuyo centro es el hombre) y la defensa del ambiente es un elemento común entre ambos Pontífices. Por no mencionar el tema del carrierismo y de la “mundanidad espiritual” en la Iglesia: solamente aquellos que han olvidado las profundas homilías del Papa Ratzinger sobre estos argumentos pueden creer que no hay una conti-

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nuidad esencial. Solamente aquellos que no conocen sus escritos sobre la liturgia pueden pensar que lo más importante eran los tejidos y paramentos. En cuanto a la “discontinuidad” entre Ratzinger y Bergoglio, habría que preguntarse cuánta ayuda recibió Benedicto XVI de sus colaboradores para transmitir el alma de sus mensajes. De esta manera se puede salvar a Pablo VI de ciertos “montinianos” que se consideran los únicos custodios de su memoria. Así habrá que salvar a Benedicto XVI de ciertos “ratzingerianos” que en más de una ocasión han pretendido enseñarle incluso cómo hacer del Papa. Quienes hayan visto el excepcional video del encuentro en Castel Gandolfo, con el Papa emérito y su sucesor arrodillados para rezar, hombro a hombro porque “somos hermanos”, comprenderán muy bien el aprecio recíproco y la profunda comunión entre ambos. Quienes hayan escuchado las palabras del Papa Francisco al regalarle a Benedicto XVI un ícono de la Virgen de la Humildad (“Pensé en usted, porque durante su Pontificado nos ha dado muchos ejemplos de humildad y ternura”) no tienen dudas para reconocer justamente en la humildad una de las características más fuertes y que ambos comparten. Las imágenes de Castel Gandolfo desmienten tanto a los cantores de la discontinuidad, que ironizan sobre el Papa Emérito, como a los que pretenden exaltar a Benedicto XVI para desacreditar tanto a su antecesor, Wojtyla, como a su sucesor, Bergoglio. En la humildad de aquel abrazo ambos parecen indicar que no son ellos los protagonistas y que la tarea de la Iglesia (como en tantas ocasiones lo han recordado ambos) es la de reflejar una luz que no es propia, sino que proviene de lo alto.

ANDREA TORNIELLI Este artículo fue publicado originalmente por Religión en Libertad


Plaza Juan Pablo II en Roma

Inaugurada por el Papa Francisco

El Papa Francisco inauguró la tarde del 7 de abril pasado, minutos antes de la Misa de toma de posesión de la Basílica de San Juan de Letrán, la Plaza Juan Pablo II, en Roma. En presencia del alcalde de Roma y miembros del ayuntamiento, el Santo Padre desveló la placa que lleva el nombre de “Largo Beato Giovanni Paolo II”, a la plaza antes conocida como “San Giovanni in Laterano”.

La esperanza para Europa “Europa parece haber emprendido un camino que la podría llevar a despedirse de la historia”: esta severa advertencia fue pronunciada por Benedicto XVI en un discurso dirigido a los participantes en el congreso que organizó la Comisión de los episcopados de la Unión Europea (COMECE) con ocasión del cincuentenario de los Tratados de Roma (24 de marzo de 2007). La referencia inmediata del Papa tenía que ver con la crisis demográfica del Viejo Continente, pero el discurso, a partir de este hecho emblemático, involucraba los diversos aspectos de la situación actual europea. Estas palabras evidencian la preocupación por la crisis de civilización de nuestro continente: Europa, con el debilitamiento de su identidad cultural

y religiosa, corre el riesgo de reducir a la persona a una sola dimensión: la horizontal. Como si la historia europea del siglo pasado no enseñara nada a los europeos de hoy, como si las trágicas experiencias no testimoniaran que el hombre pierde la orientación y da pasos inhumanos cuando se cierra en sí mismo y suprime a Dios de su horizonte.

Junto a la preocupación por el destino de una Europa donde crece la tendencia a relegar a Dios a la esfera privada y a considerarle como irrelevante y superfluo, siempre ha surgido la confianza de Benedicto XVI en Europa. Es más, él “ha vuelto a dar esperanza a una Europa en crisis”, afirmó en “Avvenire” el pasa-

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do 13 de febrero Julia Kristeva, psicoanalista francesa. “Con el Papa Benedicto XVI se ha abierto una nueva fase de buen pronóstico para el futuro de Europa y la paz del mundo. Y en estas horas de gran polarización mediática pienso que todos son sensibles al hecho de que este filósofo y este humanista ha sido también un gran político”. No son palabras de circunstancia, sino palabras valientes y exigentes, expresadas por una autorizada representante del pensamiento laico europeo.

Son varios los intelectuales europeos que aprecian el significativo empeño de Benedicto XVI por Europa. Pero hay que reconocer que a otros estudiosos no ha agradado su enseñanza. Es más, precisamente de los ambientes del leadership cultural europeo ha brotado el escarnio más o menos cáustico. Aunque hay que tener en cuenta mentalidades y concepciones que relativizan cualquier propuesta ideal y religiosa, no se puede dejar de sorprenderse de la arrogancia del “nihilismo sonriente” que todo succiona en el flujo de la inmanencia. Algunos intelectuales han acogido con frecuencia, o incluso favorecido y acentuado, los ataques de los medios de comunicación, dispuestos a crear un incidente para la polémica y la burla, con referencias parciales y con titulaciones arbitrarias. Las intervenciones de Benedicto XVI han sido sometidas a una auténtica manipulación, con una hostilidad casi instintiva frente a su enseñanza. En muchos —lamentablemente también hay que recordar esto— a menudo ha prevalecido el prejuicio anti-católico y antipapal, sobre todo en los ambientes del norte de Europa. A lo mejor con el paso del tiempo el legado de Benedicto XVI para Europa, para los intelectuales europeos, para todos los cristianos de este continente, se reconocerá como fundamental. Cuando la polémica deje espacio a la reflexión, se tendrá la posibilidad de comprender más a fondo el alcance del pensamiento de Joseph Ratzinger, intelectual europeo que ha amado y ama el Viejo Continente. Como teólogo y como pontífice ha ofrecido a su Europa el gran horizonte donde ésta puede pensar en sí misma y precisar su identidad para desarrollar su misión hoy y mañana. Europa, amada y puesta en guardia, ha sido invitada e impulsada a acoger el desafío cultural de este momento histórico.

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A pesar de las muchas dificultades, la esperanza de un camino distinto de Europa —también por parte del leadership intelectual— está siempre presente en Benedicto XVI. La razón de esta esperanza reside en el deseo de Dios que está presente en el corazón del hombre. La búsqueda de Dios está inscrita en el alma humana y no desaparece. En la vida personal puede suceder que se olvide a Dios, que se le arrincone, igual que ocurre en la vida colectiva. Pero Dios no desaparece. San Agustín,

el gran maestro al que a menudo Benedicto XVI se ha remitido, afirmó que el corazón humano está inquieto hasta que encuentre a Dios. Para Benedicto XVI esta inquietud está viva, bien presente incluso hoy, también en los hombres del Viejo Continente. Ésta puede ser el inicio de un camino hacia Dios, porque el hombre no se contenta con lo finito, con lo pequeño: el hombre, también el hombre europeo, no quiere precipitarse al vacío, sino que quiere dar sentido al propio empeño, a la fatiga, al dolor. El alma cristiana de Europa permanece en sus raíces y también en sus frutos, porque Europa se ha construido sobre los grandes valores y sobre las grandes intuiciones del cristianismo. La Iglesia que peregrina en Europa está llamada a testimoniar que la verdad del Evangelio de Jesucristo no envejece y no se desgasta, sino que responde, en su siempre sorprendente novedad, a las esperanzas del hombre, de su razón, de su humanidad. Europa puede pasar de una secularización que envilece lo humano a una laicidad abierta, capaz de diálogo con todas las expresiones culturales, pronta a reconocer que la fe en Dios no limita la vida, sino que la hace plenamente humana. En este horizonte abierto

y con la esperanza que Benedicto XVI ha dado a una Europa en grave crisis, el camino europeo puede encontrar la luz que necesita para su destino y para su vocación en el mundo. GIANNI AMBROSIO Obispo de Piacenza-Bobbio (Italia); vicepresidente de la COMECE L’ Osservatore Romano


Nuevos bautizados Iglesia de Inglaterra y Gales

Más de tres mil adultos británicos no anglicanos se incorporaron a la Iglesia católica en la fiesta de Pascua recién pasada. En las semanas de Cuaresma los adultos se prepararon para ser bautizados como católicos, así también los que vienen de otras Iglesias cristianas y quieren entrar en plena comunión con la Iglesia católica. Es una cifra un 12 por ciento menor a la de 2012, cuando ingresaron 415 adultos más que este año en la fe católica. En 2011, año de la visita del papa al Reino Unido, fueron 3.943 los adultos

ingleses (y galeses) que se hicieron católicos. Todas estas cifras no incluyen a las personas de tradición anglicana que ingresan en la Iglesia Católica a través del Ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham, presidido por el ordinario Keith Newton, antiguo obispo anglicano, que conserva elementos de la liturgia y herencia anglicana dentro de la Iglesia católica. En 2012 el Ordinariato creció con la incorporación de 200 adultos, y en 2011 fueron 796 los adultos que ingresaron en él. Aún no se conocen las cifras de nuevos ingresos en el Ordinariato para esta Pascua.

Religiosas abandonan anglicanismo Y entran en la Iglesia Católica

Once religiosas de la Comunidad de Santa María Virgen, una de las primeras órdenes anglicanas creadas tras la separación de la Iglesia Católica en el siglo XVI, se unieron al Ordinariato creado por el Papa Benedicto XVI para recibir a ex anglicanos. Las tensiones al interior de los anglicanos se han hecho más fuertes a raíz de que se ha intentado aprobar las ordenaciones de “obispas”, disposición que fue aprobada por los obispos pero rechazada por los laicos en noviembre de 2012. La Santa Sede anunció, en enero de 2011, la creación oficial del Ordinariato Personal de Nuestra Señora de Walsingham para Inglaterra y Gales, como “una estructura canónica que permite una reunión corporativa de tal modo que los ex anglicanos pueden ingresar a la plena comunión con la Iglesia Católica

preservando elementos de su patrimonio anglicano”. Las ex religiosas anglicanas, cuyas edades comprenden entre los 45 y los 83 años, fueron recibidas en la Iglesia Católica el 1 de enero, y serán conocidas en adelante como las Hermanas de la Santísima Virgen María. En su homilía, el P. Daniel Seward, Párroco del Oratorio de Oxford (Inglaterra), dio la bienvenida a las religiosas a la Iglesia Católica, y les aseguró que “a lo que ustedes se están uniendo no es nada extraño o extranjero, sino su propio patrimonio”. “El genio espiritual de San Benito, bajo cuya regla ustedes viven, el estudio y la práctica de la sagrada liturgia, y la veneración y amor a la Madre de Dios, Nuestra Señora de Walsingham, todas estas cosas son parte de la antigua gloria de este país, que fue una vez una isla de santos y de María”.

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Margaret Thatcher Su servicio público se basó en valores cristianos y en la promoción de la libertad global

El papa Francisco, a través del secretario de Estado cardenal Tarcisio Bertone, envió un telegrama de pésame al primer ministro del Reino Unido, David Cameron, con motivo de la muerte de Margaret Thatcher, baronesa, acaecida el 8 de abril pasado. El texto del telegrama: “Su santidad el papa Francisco se entristeció al tener noticia de la muerte de la baronesa Margaret Thatcher. Recuerda con aprecio los valores cristianos que sostuvieron su empeño en el servicio público y en la promoción de la libertad en la familia de naciones. Confiando su alma a la misericordia de Dios, y asegurando a su familia y al pueblo británico un recuerdo en sus oraciones, el santo padre invoca sobre todos aquellos en cuyas vidas ella influyó las abundantes bendiciones de Dios”. Cuba Viernes Santo, día festivo

L os cubanos pudieron seguir los actos del papa Francisco en vivo por Telesur, recién llegada a la Isla, y en diferido por el canal educativo El gobierno cubano declaró que el Viernes Santo será día festivo en Cuba. La noticia se dio a conocer en el diario Granma el 18 de marzo, indicando que la medida se amparaba en la Resolución 24 del 29 de marzo de 2009. En 1998 después de la visita de Juan Pablo II,

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la Navidad fue día feriado. La fecha se hizo oficial al año siguiente. En el caso de la fecha del Viernes Santo la noticia se dio a conocer un año después de la visita de Benedicto XVI a Cuba, que coincide con el inicio oficial del pontificado del papa Francisco. Este nuevo gesto forma parte de las relaciones más abiertas entre la Iglesia y el Estado en Cuba, después de medio siglo de tensiones. Fue a partir de la década de los años 60 del siglo XX, marcada por un período de ideologización y ateísmo cuando desapareció de la sociedad cubana la tradición de la Navidad y el Viernes Santo. En 1961 la Iglesia fue despojada de sus aulas educativas y del acceso a los medios de comunicación Durante esos años, algunos edificios de la Iglesia que se ofrecieron para un servicio transitorio a la población, en momentos de ciclones, necesidades de almacenes o fiestas populares, no fueron devueltos. Más recientemente, la Iglesia ha conseguido el permiso para reconstruir o restaurar algunos templos y ha podido hacerlo gracias a la ayuda financiera de organizaciones internacionales y de donativos de personas. También en algunas provincias, las autoridades han devuelto algunas edificaciones a la Iglesia. En 1993 la Constitución Cubana dejó de definirse como atea y Cuba se identificó como un estado laico. Esta medida provocó que un gran número de personas perdieran el miedo a acercarse a las iglesias y a manifestar su fe. Poco a poco, la población y el mismo gobierno van comprendiendo la identidad y misión de la Iglesia y su labor pastoral más allá de los templos: en la acción social, en centros de formación en las parroquias y en la atención pastoral a las personas en centros penitenciarios en los que, en ocasiones, se han tenido celebraciones con los internos. En Cuba todos los medios de comunicación pertenecen al Estado y no existe una programación religiosa como servicio público. En tres ocasiones durante el año, al inicio de la Semana Santa, en el día de la Virgen de la Caridad y en la Navidad, los obispos que así lo desean pueden dirigirse a la población con programas de media hora; sin embargo, la Iglesia busca una mayor sistematicidad de presencia en los medios.


Cardenal de EE.UU. Visita del Papa Francisco puede revolucionar América Latina

El Arzobispo Emérito de Washington, Cardenal Theodore McCarrick, consideró que la primera visita del Papa Francisco a América Latina puede revolucionar el continente. En un debate celebrado en el centro de análisis Diálogo Interamericano de esta ciudad, el Purpurado de 82 años, consideró que Francisco “puede revolucionar a Argentina y a América Latina. Puedo ver a este hombre explotando en amor, en verdad, en bondad, a lo largo de toda América Latina”.

“De la misma manera que Polonia no fue la misma tras la visita de Juan Pablo II, América Latina no será la misma tras la visita del (primer) Papa latinoamericano”, agregó el Cardenal.

Coquimbo Cruz bendita por Benedicto XVI

El 13 de febrero pasado, el Papa Benedicto XVI bendijo el “Cristo Resucitado” que se instalará luego, en la iglesia de la Cruz del Tercer Milenio, monumento edificado en el cerro El Vigía de la ciudad nortina de Chile, Coquimbo. El padre Ramón Bravo Ardiles, presidente de la Fundación Privada Cruz del Tercer Milenio, reconoce que apenas supo de la noticia que el Papa renunciaría, comenzó a efectuar gestiones para que él tuviese un último gesto con Coquimbo y su Cruz y bendijera este Cristo en bronce, que es una pieza única elaborada por el artista Italiano Albano Poli. El entonces Cardenal Joseph Ratzinger regaló para el Museo de la Cruz del Tercer Milenio, denominado Museo Cardenal Jorge Medina Estévez, un solideo cardenalicio, un anillo y una cruz pectoral. También bendijo el busto en bronce del Papa Juan Pablo II que se ubica en el mirador

de los brazos o travesaño central de la Cruz del Tercer Milenio en la galería de los pontífices del tercer milenio. Ya como Papa, Benedicto XVI donó para el Museo un solideo papal, y una estola y también bendijo varias obras importantes del monumento: como una escultura en bronce del papa Juan Pablo II que se ubica en la iglesia del monumento y la primera estación del Vía Crucis, estaciones en bronce que se encuentran ya ubicadas al interior del Monumento, además de bendecir un portón lateral de la Iglesia hecho en bronce, denominada “Puerta de Chile. La Cruz del Tercer Milenio, obra de 93 metros de altura, se entregó a Coquimbo en 2001 como celebración del Jubileo del año 2000. Se ubica sobre el cerro El Vigía, el más alto de la ciudad, empinándose en total a los 157 mts. permitiendo así una vista en 360 grados de la ciudad.

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LO SAGRADO, HE AHÍ EL ENEMIGO

Con esa expresión los jóvenes de mayo del 68 marcaban el rumbo a toda una generación, a muchas generaciones por venir. El asalto y profanación de la catedral de Punta Arenas, el domingo 13 de enero pasado, se inserta en esa misma consigna. Los perros son ahora lo sagrado y, por eso, si alguien se atreve a minimizar su excelsa dignidad, será brutalmente agredido (meses atrás, otro grupo de animalistas había destrozado un hall en Medicina de la PUC, por cierto, derribando una estatua de la Virgen). Una imagen suya, dulce pero con una aparente granada explosiva entre sus manos, está expuesta en el Parque Forestal hace ya meses. Para sus autores, lo sagrado es la violencia que –ya lo dijeron los teóricos como Sartre– es purificadora, es causa de sanación. Por eso los santos también deben ser aniquilados. Es el caso del beato Fariña, cuyo martirio compite con las sagradas ideologías de la guerra civil española. Su imagen fue quemada en la santiaguina iglesia de San Agustín, porque repugnó quizás a qué partidarios de la CNT-FAI, el anarquismo español de la época. Y en Los Andes, las imágenes de Santa Teresa también quemadas. Y en varias ciudades, la leyenda “la única iglesia que ilumina es la que arde”. Lo sagrado, dijo Pieper, es “un espacio delimitado expresamente respecto de lo trivial y lo cotidiano”. Un espacio, un tiempo, unas palabras, unas personas. Separadas, segregadas, para que se entienda el respeto, la veneración, el sentido del misterio, de lo alto. Por eso, en la lógica de la enemistad radical con Dios, esos lugares, personas, espacios y palabras deben ser arrasados. Pero, algo de autocrítica también. ¿No hemos sido los mismos cristianos los que hemos facilitado la mentalidad aniquiladora de lo sagrado con nuestra frivolidad? ¿No han sido nuestro aspecto exterior al asistir a los actos de culto, nuestros gestos rituales, algunas palabras ofensivas a los pastores, la pobreza de la arquitectura, música e imaginería religiosa contemporáneas, justamente las puertas de entrada para que se borren los límites entre lo sagrado y lo banal? GONZALO ROJAS SÁNCHEZ VivaChile.org

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Centro UC de la Familia Diplomado en Familia y Sociedad VIII versión 2013

La Pontificia Universidad Católica de Chile, dentro del contexto de su misión al servicio de la Iglesia y la sociedad chilena, quiere contribuir, mediante este Diplomado, a la profundización en el estudio y análisis de lo que importa ser y hacer familia, desde una mirada centrada en el fortalecimiento urgente que ella requiere. Mediante una revisión interdisciplinaria, desde las especialidades que tienen por objeto de análisis a la familia, se persigue efectuar un estudio profundizado de la misma, a través del análisis de su ciclo vital y de sus desafíos presentes y futuros. De este modo, a partir de una revisión conjunta desde la perspectiva antropológica, filosófica, jurídica, psicológica, educativa, sociológica y médica, se quiere otorgar a los profesionales cuyo quehacer se centra en el trabajo con o para la familia, una visión sinóptica, general y actualizada de los fundamentos en torno a los cuales se construye la familia; del tratamiento que ella recibe hoy en el ámbito

jurídico y público y de las distintas vías y redes de apoyo con que ella cuenta o ha de contar. El desarrollo de cada uno de los temas corresponderá a destacados académicos, especialistas en la materia, quienes, desde sus conocimientos y experiencias, efectuarán un estudio global e integral de la familia y de sus desafíos, apuntando a entregar un saber riguroso y serio, conforme a los requerimientos de la más alta calidad académica. El diplomado está dirigido a licenciados o personas que posean título profesional otorgado por universidades o entidades equivalentes, tales como abogados, psicólogos, trabajadores sociales, médicos, enfermeras, matronas, sociólogos, educadores; y en general, personas interesadas en profundizar en las ciencias de la familia y que requieran de un saber interdisciplinario para un mejor ejercicio de su profesión. El curso se desarrollará en cuatro ciclos: “Persona, matrimonio y familia”; “La familia en desarrollo: familia, educación y trabajo”, “La familia al término de la vida” y “Desafíos de la familia en la actualidad” y se realizará desde el 16 de mayo al 12 de diciembre, los días jueves de 14:00 a 18:15 hrs. en la Casa Central UC, Alameda 340. Para informaciones e inscripciones: Centro UC de la Familia. Pontificia Universidad Católica de Chile Alameda 340, 1er piso, oficina 15. Teléfonos: 2354 2152- 2354 18 30. centroucfamilia@uc.cl

MÁRTIRES DE ELICURA:

A 400 AÑOS DEL CRUENTO MARTIRIO DE SACERDOTES Y MAPUCHES

El año 1910 la arquidiócesis de Concepción, Chile, abrió el proceso informativo sobre los tres jesuitas, llamados “Mártires de Elicura”, que fueron ultimados por indígenas araucanos el 14 de diciembre de 1612. Las circunstancias de este martirio fueron particularmente trágicas, porque ocurrieron en un tiempo en que el padre Luis de Valdivia, S.J., estaba logrando el establecimiento de un modus

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vivendi pacífico entre españoles y araucanos en la frontera del Bío-Bío. El celoso jesuita había conseguido del rey, del virrey e incluso del gobernador de Chile, don Alonso de Ribera, el apoyo a su idea política de la guerra defensiva. Consistía esta política fundamentalmente en que por un lado los españoles se comprometían a respetar la integridad del territorio araucano al sur del Bío-Bío y por el otro, los araucanos admitían la presencia de los misioneros y el intercambio comercial. Todo auguraba paz y reconciliación en diciembre de 1612. Se habían sucedido las ceremonias y parlamentos de paz y los tres misioneros designados por el padre Valdivia y aceptados por los indios habían llegado en Elicura a territorio indígena, cuando una circunstancia malhadada vino a entrabarlo todo. Es el caso que una mujer del cacique Anganamón, que era cautiva española, y otras de sus esposas indias, junto con una hija, se habían refugiado en el campo español, solicitando asilo y, en el caso de la indias, bautismo. El cacique, montando en cólera, solicitó la devolución de sus mujeres. El padre Aranda trató de tranquilizarlo y de explicar las condiciones y garantías en que estas mujeres, ya cristianizadas, podrían volver a su tierra. Pero Anganamón no quiso admitir ninguna demora y llamando a sus guerreros penetró en la carpa en que los misioneros se estaban disponiendo a celebrar la misa, los atrapó y los mató a lanzazos y golpes de macana. Enseguida los indígenas arrancaron los corazones de los misioneros, como era su costumbre y procedieron a matar a los indios que se habían puesto de parte de los misioneros. Sólo tres días después los españoles pudieron recuperar los cuerpos de los mártires y sepultarlos en la iglesia de la Compañía de Concepción. El padre Horacio Vecchi había nacido en el año 1577 en Siena, Italia, ingresado a la Compañía en Roma, el año 1597 y pasado al Perú el año 1603, en la expedición del padre Diego de Torres. Había estudiado en 1604 la filosofía en Lima y terminado en 1607 su teología en Santiago de Chile. Había solicitado ir a la Araucanía y expresado privadamente que sería necesario el martirio para que los indios de Chile se salvaran. El padre Martín Alonso de Aranda Valdivia había nacido en el año 1560 en Villarrica, Chile, y siguió la carrera militar, siendo nombrado a los 26 años corregidor en Riobamba, Ecuador. Ingresó a la Compañía el año 1592 en Lima. El hermano Diego Montalbán también había sido soldado hasta su entrada a la Compañía, el año mismo de su martirio. Era originario de México. En octubre de 1999 se inauguró un monumento en honor de los Mártires de Elicura. Un kilómetro al poniente del pueblo de Contulmo, bordeando la ladera sur del Lago Lanalhue, junto a una pequeña vertiente llamada “el agüita de los padres”, se levanta ahora una gran cruz de roble, una fuente de piedras recoge el agua de la vertiente, y una placa recuerda el nombre de los mártires. El “agüita de los padres” había guardado por siglos el recuerdo del lugar donde jesuitas y mapuches entregaron sus vidas por la justicia y la paz. El actual monumento, haciendo una relectura de la historia, conmemora no sólo el martirio de los jesuitas Martín de Aranda Valdivia, Horacio Vecchi y Diego de Montalbán, sino también el de los caciques Utablame, Tereulipe, Coñuemanque, Caniumanque y Calbuñamcu, quienes murieron junto a ellos el 14 de diciembre de 1612. MAURO MATTHEI OSB (Ensayo para un santoral latinoamericano - día 14 de diciembre de 1612)

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Congreso Social de la UC Libro: “La persona en el corazón del desarrollo”

Debido a la alta convocatoria y al excelente nivel de las conferencias que tuvieron lugar en el Congreso Social, organizado por la Pontificia Universidad Católica de Chile hace un año, es que se reunieron las ponencias y conclusiones de esta iniciativa en el libro “La persona en el corazón del desarrollo. Una mirada desde el pensamiento actual”. El Congreso, “La persona en el corazón del desarrollo”, fue presenciado por más de 700 personas, entre los que se encontraron representantes del Gobierno, de la Iglesia, empresarios, académicos, estudiantes y dirigentes del mundo sindical. Esto convirtió a la iniciativa en un tema de discusión de carácter nacional, volviendo así la mirada a la persona en el centro del desarrollo. “La brecha grande que existe en el país entre quienes más tienen y los que menos tienen, en el fondo es porque la persona humana no está en el centro. La persona humana concebida no solamente como individuo sino justamente como persona en relación con los demás, con la sociedad (…) Si la persona fuera el centro de la economía, ciertamente la brecha no sería la que tenemos en este momento”, señaló Monseñor Ricardo Ezzati en la apertura del Congreso. El libro “La persona en el corazón del desarrollo” contiene las conferencias dictadas por expositores como Luigino Bruni, Doctor en Economía; Antonio Argandoña, Profesor de Economía del IESE Business School de la Universidad de Navarra; y Flaminia Giovanelli, Subsecretaria del Consejo Pontificio Justicia y Paz; entre otros. Retorno a la esclavitud

El endiosamiento que alcanzan las nuevas tecnologías en la vida cotidiana trae consigo una enorme paradoja: toda esta comunicación cibernética masiva a través de celulares y redes sociales y la fantasía que provoca vivir aislado en medio de una extensa comunidad, despoja

y aniquila de a poco nuestra identidad, cada vez más invadida y manipulada por las redes que se apoderan de ella e imponen las cadenas de una moderna esclavitud. La percepción de tic que provoca ver los dedos de un vecino, oprimiendo teclas en restaurantes, andando ansioso por la calle, tabulando imágenes en el autobús, detenido y absorto en una luz roja, nos permite observar atentos cómo se expande la semilla de esta singular atadura móvil. El chat o el WhatsApp que desfiguran el lenguaje, nos regresan a una tribu global que se comunica a través de sistemas de señales o jergas, las que finalmente reemplazan la conversación sosegada por otra desprovista de contexto, la mayor parte de las veces envueltas en un frívolo y efímero entretenimiento. Ya no son los antiguos africanos maltratados en una barraca con cadenas en los pies. Somos nosotros que circulamos aparentemente contentos con estos grilletes digitales, acostumbrados a andar con la oficina encima, a estar controlados y sin excusas para no estar conectados; siempre disponibles, atendiendo simultáneamente en todos los espacios; en la mesa de la casa, en el trabajo, en el colegio y por cualquier rendija, con los amigos universales —da igual si en Katmandú o en Melipilla— todos ahí, en el amenazante silencio de un pequeño aparato. La ilusión de que somos libres, orgullosos y que vivimos en una sociedad desarrollada pasa por reconocer que estamos sumergidos en medio de una enorme soledad, con una vida social cada vez más empobrecida e incrustada en la vorágine del trabajo, limitada al “encuentro” que discurre en la escalera del mall o a “toparse” con un conocido en algún supermercado que remata en ese característico “nos vemos”. Una libertad fingida que se va haciendo cada vez más borrosa termina por ser una simple máscara de un estado de solapada esclavitud. Si queremos sobrevivir en forma autónoma, con nuestra identidad a salvo y sin sucumbir a estas invasiones, aprendamos a usar estos medios y sus indiscutibles beneficios en forma ordenada , manteniéndolos a raya en la vida personal, sin que ellos reduzcan nuestro estado a la de simples y adocenados esclavos digitales. ARTURO PRADO PUGA Artículo publicado originalmente por El Mercurio, 26.I.13

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www.vaticanlibrary.va Preciosos manuscritos de la Biblioteca Vaticana Preciosos códigos, manuscritos y cartas que hasta el día de hoy eran accesibles solamente a los expertos acreditados en la Biblioteca Apostólica del Vaticano, ahora podrán ser consultados por quien lo desee con un clic desde cualquier parte del mundo. Los primeros 256 documentos del inmenso tesoro de la “biblioteca de los papas” ya están on-line, y para acceder a ellos basta inscribirse en la página web de la Biblioteca Apostólica. La Biblioteca Apostólica Vaticana (Bibliotheca Apostolica Vaticana, en latín) es la biblioteca de la Santa Sede, ubicada en Ciudad del Vaticano. Lleva el nombre de “apostólica”, porque es una institución que desde su fundación se considera la “Biblioteca del Papa”, ya que le pertenece directamente. Es una de las más antiguas bibliotecas del mundo y custodia una fabulosa colección de textos históricos. El proyecto de la digitalización de los documentos es más ambicioso, indicó el prefecto de la Biblioteca del Vaticano, Mons. Cesare Pasini: todos los conservados en la biblioteca, o sea 80 mil, reportó la agencia de noticias Ansa. Entre los manuscritos históricos también figuran partituras musicales, textos cuneiformes, manuscritos griegos y también judíos. Los textos incluyen obras de Homero, Platón, Sófocles, Hipócrates, los manuscritos judíos más antiguos que se conservan y algunos de los primeros libros italianos impresos durante el Renacimiento. Entre sus joyas está el “Codex Vaticanus”, uno de los más antiguos manuscritos de la Biblia griega del que se tiene noticia. El Papa Nicolás V fundó la biblioteca

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en 1448 reuniendo unos 350 códices griegos, latinos y hebreos heredados de sus antecesores con sus propias adquisiciones, entre las que estaban varios manuscritos de la biblioteca imperial de Constantinopla. Aleteia.org Una red de redes católicas La red Aleteia.org está orientada a compartir temáticas y dialogar sobre asuntos de fe, vida y sociedad, destinadas a todos aquellos “buscadores de la verdad”. Jesús Colina, fundador de Aleteia, indicó que cuando se buscan las respuestas sobre Dios, Jesús, etc, en internet los primeros sitios que indican los motores de búsqueda, como Google, suelen ser los de credos cristianos no católicos. Aleteia es promovida por la Fundación para la Evangelización a través de los Medios, creada para unir esfuerzos y dar una respuesta al llamamiento de Benedicto XVI a una nueva evangelización. Aleteia no es un órgano institucional sino una red. No es un Facebook ni un Twitter católico, sino que allí se comparten los contenidos sobre cuestiones de fe publicados en los sitios web, que por supuesto podrán también estar en las redes sociales. Los formatos son cuatro: preguntas y respuestas, video, librería on line, y noticias producidas por dicha red. “Queremos ser un megáfono, no queremos algo cerrado sino abierto, allí donde está la gente”, indicó Colina. www.nazaret.tv Primer aniversario de Nazaret Tv Nazaret.tv es una iniciativa de fieles católicos, que intentan seguir en su programación la doctrina de la

Iglesia tal como se explica en el Catecismo de la Iglesia Católica, y que están animados por el deseo de aportar su grano de arena a la Nueva Evangelización. Los únicos protagonistas de esta televisión deseamos que sean Jesús, María y José. Por ello se llama Nazaret. tv y por lo mismo fue inaugurada el 25 de marzo, día de la Encarnación del Verbo, el acontecimiento más grande de la historia, que tuvo lugar en la pequeña población galilea de Nazaret. www.antiquities.org Archivos históricos de Tierra Santa Una página web permite descubrir la historia reciente de Tierra Santa a través de textos históricos, dibujos e incluso fotografías. La Autoridad de Antigüedades de Israel lanzó esta página web a principios de año. Son documentos históricos de Tierra Santa pertenecientes al periodo del Mandato Británico de Palestina 1920-1948, antes de la independencia de Israel. Al visitar la página se puede elegir la localización donde fueron encontrados o dónde se redactaron los documentos, por ejemplo Acre en el norte de Israel, o Jerusalén. Los textos son muy variados. Desde una solicitud del gobierno para hacer excavaciones, a mapas de Tierra Santa. También cuenta con documentos administrativos del Consejo de la ciudad de Jerusalén. Los originales se encuentran en el Museo Rockefeller en Jerusalén. La Autoridad de Antigüedades de Israel digitalizó estos archivos usando un método especial de escaneado que ha permitido publicar los documentos sin dañarlos.


Juventud del Líbano Vía Crucis en el Coliseo romano

El papa Francisco fue acompañado por decenas de jóvenes peregrinos de Líbano en las estaciones del Vía Crucis que se celebra cada año en el Coliseo. La juventud del Líbano recibió la invitación del papa Benedicto XVI para participar este año en las Estaciones de la Cruz —o Vía Crucis— después de la visita apostólica del santo padre al Líbano, y les invitó a escribir las meditaciones para el evento. Una delegación de 45 jóvenes libaneses han venido a Roma en peregrinación para el Vía Crucis del viernes por la noche con el papa Francisco. El padre Toufic bou Hadir, coordinador de la Oficina de Juventud en la Iglesia católica maronita del Líbano, dijo a Zenit que estas meditaciones del Vía Crucis representan a los jóvenes libaneses en todos los sectores de la vida: discapacitados, seminaristas y religiosos, jóvenes de movimientos apostólicos, que participan en el diálogo ecuménico e interreligioso o estudiantes universitarios. También incorpora pasajes de la Biblia, así como de la exhortación apostólica Ecclesia in Medio Oriente y otras cartas apostólicas. El padre Hadir relató cómo las meditaciones fueron presentadas al Vaticano para su revisión el 10 de febrero, un día antes de que el papa emérito Benedicto XVI anunciara su renuncia.

Jornada Mundial de la Juventud Papa Francisco: ¡En julio, a Río!

Al culminar la Misa por Domingo de Ramos y tras el rezo del Ángelus desde el atrio de la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco aseguró su presencia en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Río 2013, exclamando “¡En julio, a Río!”. El Santo Padre también pidió a los jóvenes que preparen “espiritualmente el corazón”. “Os encomiendo a María, ante todo a vosotros, queridos jóvenes, y vuestro itinerario hacia Río de Janeiro”. Francisco pidió invocar “la intercesión de la Virgen María para que nos acompañe durante la Semana Santa. Que ella, que siguió con fe a su Hijo hasta el Calvario,

Al escribir las meditaciones Vía Crucis, continuó el padre Hadir, incorporaron todo el sufrimiento de Oriente Medio: “todos los mártires y víctimas, todas las discriminaciones, toda la esperanza de la juventud, todos los problemas de la juventud”. Estas meditaciones, sin embargo, “no son sólo para oriente y los libaneses: son universales. Pusimos mucho cuidado y la profundidad oriental espiritual en estas oraciones, y ahora unimos esta oración a la pasión y el sufrimiento de Jesús, nuestro Señor, y con la oración de la comunión, para ayudarnos a llegar a la Resurrección”. En una región que lucha por una nueva “primavera”, el padre Hadir dijo que su esperanza es que estas oraciones sirvan como recordatorio de que “la única primavera que viene es la primavera que brilla en el camino de la cruz, el camino de la oración, el camino de la fe, la llegada de la primavera de resurrección y la primavera de la esperanza”.

nos ayude a caminar tras él, llevando con serenidad y amor su cruz, para llegar a la alegría de la Pascua”. El Papa también encomendó a “que la Virgen Dolorosa ampare especialmente a quien está viviendo situaciones particularmente difíciles, recordando en especial a los afectados por la tuberculosis”. “¡Buen camino para todos!”, concluyó.

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Boy Scouts En EEUU no admiten gays en sus filas

El Tribunal Supremo estadounidense opina que no se puede obligar a una organización privada a lo contrario de lo que establece en sus estatutos La organización juvenil estadounidense Boy Scouts (BSA) reafirmó que mantiene su política de no admitir en sus filas a chicos abiertamente homosexuales y a líderes adultos de la misma condición. La decisión ha provocado amargas críticas de los grupos que promueven los intereses de gays y lesbianas. Un comité compuesto por ejecutivos de los

scouts y voluntarios adultos, formado en 2010 para examinar confidencialmente el tema, ha concluido por unanimidad que mantener la prohibición es “absolutamente lo mejor” para la organización, fundada hace 112 años. Según el sitio web de los Boy Scouts (www.scouting.org), la revisión efectuada por el citado comité incluyó investigaciones y evaluaciones, tanto por parte de miembros como de no miembros, y reafirmó que los esquemas de la asociación responden

PROFECÍAS DE SANTA HILDEGARDA SOBRE EL REINO DE CRISTO Liber Divinorum Operum Semplicis Hominis, Visión 10, XVII y XX, (P.L. Migne, vol. 197, Col 1020-1023)

Cuando se calme la venganza de Dios con la corrección de los malvados, resplandecerán el orden de la justicia y la quietud de la paz en espera de la segunda llegada del Señor, como resplandeció en espera de la primera. Una parte de los judíos se convertirá y se alegrará, al reconocer que Él ha venido, cosa que ahora niegan. XVII. Sin embargo, como nos enseña el león que he descrito en el libro Scivias, durante el desarrollo de estos acontecimientos estallarán a menudo guerras duras y crueles porque el temor de Dios estará olvidado. Muchos hombres serán muertos, mientras un gran número de ciudades irá a la ruina. Y así como el hombre vence con su fuerza a la debilidad femenina, y el león es más fuerte que los demás animales, así también la crueldad de algunos hombres pondrá punto final a la paz de otros, como si fueran los ejecutores del juicio divino, porque será Dios el que permita a sus enemigos que inflijan penas crueles para purificar el mal, como siempre ha hecho desde el principio del mundo. Y cuando los hombres estén purificados con aquellas aflicciones, se cansarán de luchar e, inspirados por el temor de Dios, reconocerán la justicia de todas las instituciones de la Iglesia aprobadas por Dios, y añadirán muchos otros bienes, tanto en los días de paz como en los de guerra y en los de dolor. Entonces la justicia será llamada lealmente esposa, y será conducida a la cama del rey porque la concubina será expulsada. Esta concubina se había preocupado de fingir que guardaba algunos preceptos de la ley, mientras que en otros momentos se asoció a la práctica de costumbres malvadas. Por eso el rey la echará.

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a las creencias y perspectivas de sus integrantes. El director ejecutivo de la asociación, Bob Mazzuca, aseguró que tanto los líderes como la membresía apoyaban “abrumadoramente” la actual política. “La vasta mayoría de los padres de los jóvenes a los que servimos valoran su derecho a debatir el asunto de la orientación homosexual en el seno de sus familias, con consejeros espirituales, y en el momento y el lugar más adecuados”, apuntó.

Recientemente, Randall Stephenson, miembro ejecutivo de la organización, y candidato a asumir su presidencia en 2014, había dicho que estaba comprometido a levantar la prohibición ahora ratificada. Respecto a las distintas posturas en este asunto, un comunicado de la organización ha dicho que “gentes respetables pueden discrepar personalmente en este tema y continuar trabajando juntos a favor de los jóvenes a través del movimiento scout”.

Porque el tiempo en que en algunas instituciones los hombres observaron los mandamientos de la Iglesia y en otras los descuidaron completamente, fue como una concubina. Entonces, Dios omnipotente, que es el verdadero Salomón, adornará a su novia, es decir a la justicia, con todas sus joyas, es decir con todos los órdenes de la Iglesia. Entonces serán visibles todos sus adornos que la concubina oscureció, como se ha dicho, escondiéndolos a veces de la vista. En aquel tiempo tendrán fin los días estériles y el consuelo echará a la desolación, como la nueva ley cambió a la antigua y como el tiempo de la salvación recondujo hacia el bien el tiempo de la caída. Porque si aquellos males todavía hubieran durado sin que su temeridad y las costumbres escandalosas se modificaran, la verdad hubiera estado tan deslustrada que las torres de la Jerusalén celeste habrían sido sacudidas y toda institución eclesiástica se habría contagiado, como si los hombres estuvieran sin verdadero Dios. Y así los prevaricadores de la justicia serán cubiertos de desprecio, como una mujer que abandona el matrimonio legal y se convierte en adúltera, porque al infringir las normas eclesiásticas será como si hubieran cometido adulterio, por tanto tendrán que soportar aflicción y reproche, como la mujer abandonada por el marido queda privada de su sostén. Entonces aparecerán órdenes de justicia y paz tan nuevos y desconocidos, que los hombres se maravillarán y sostendrán que no han oído nunca hablar ni tenido noticia de tales cosas. Y aunque antes del día del Juicio tengan paz como en el tiempo que había precedido a la venida del Hijo de Dios, no podrán gozar completamente de ella por temor al juicio futuro, sino que buscarán la plenitud de la justicia en la fe católica que brota de Dios todopoderoso y también los judíos se alegrarán y dirán: “Ya está aquí aquel que habíamos negado”. En realidad aquella paz, que precedió a la venida de la Encarnación del Hijo, llegará a la plena perfección en aquellos días, pues entonces se levantarán hombres fuertes y grandes profetas para que entonces pueda florecer toda semilla de justicia en los hijos y en las hijas de los hombres, como dijo por voluntad mía mi siervo el profeta: “En aquel día la semilla del Señor crecerá en honor y gloria, y el fruto de la tierra será sublime, y exultarán los que han sido salvados por Israel”. (Is 4, 2).

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París 1,4 millones marchan por la defensa del matrimonio y la familia

Cerca de millón y medio de franceses participaron el 24 de marzo pasado en La Manif pour Tous (La Marcha para Todos) por las principales calles de París, exigiendo al gobierno socialista de François Hollande que retire el nocivo proyecto de ley que promueve el mal llamado “matrimonio” homosexual y la adopción de parejas gay. Los portavoces de las organizaciones participantes denunciaron que el proyecto de ley del régimen socialista llamado “matrimonio para todos” —aprobado a mediados de abril atenta contra la realidad histórica de la humanidad, y niega el fundamento antropológico de las relaciones humanas. “Crear una filiación ficticia es hacer del niño un objeto”, denunciaron, citados por la plataforma española HazteOír, que se sumó a la marcha con una delegación en París. La Marcha para Todos denuncia toda forma de discriminación hacia las personas homosexuales, pero recuerda con similar firmeza que la relación padre-madre es una ley universal. “El matrimonio civil, como institución, existe precisamente para garantizar esta realidad. El Derecho no puede reinventar los lazos de filiación, que fundamentan nuestra sociedad y protegen al niño”, aseguraron. Para los participantes, “el derecho del niño (y no ‘el derecho al niño’) es una puesta superior que sobrepasa los apuntes ideológicos a los que nos quieren acostumbrar”.

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“¡Todos nacimos de un hombre y de una mujer!”, exclamaron desde la tribuna principal de la manifestación. La Marcha Para Todos busca defender el matrimonio civil entre un hombre y una mujer, amenazado por la ley “Taubira”, que incluye la “procreación médicamente asistida” (PMA) y la “gestación para otro” (GPA). Los manifestantes, muchos de ellos jóvenes, lucieron bufandas con los colores de la bandera francesa, así como pancartas y globos que reivindicaban la defensa de la infancia, la familia y del matrimonio entre un hombre y una mujer. El 13 de enero de este año, en una edición previa de La Manif pour Tous, 800 mil personas marcharon en París con carteles en los que se leía “Los papás y las mamás a las calles descendemos y el matrimonio defendemos”, “Papá más Mamá: No hay nada mejor para un niño”, “Todos nacemos de un hombre y de una mujer”, “Ni progenitor A, ni progenitor B: ¡Papá y Mamá!”. En esa marcha participó Nathalie de Williencourt, fundadora de la organización gay Homovox, una de las más grandes de Francia, quien aseguró que “soy francesa, soy homosexual, la mayoría de los homosexuales no queremos ni el matrimonio, ni la adopción de los niños, sobre todo no queremos ser tratados del mismo modo que los heterosexuales porque somos diferentes, no queremos igualdad, pero sí justicia”.


Se mantiene en Francia La prohibición de investigar con el embrión humano

La organización francesa Alliance VITA se ha congratulado por el mantenimiento por parte de la Asamblea Nacional francesa del principio de prohibición de la investigación con embriones humanos. La Asamblea examinó, el pasado 28 de marzo, la proposición de ley con vistas, sin real debate previo, a autorizar la investigación que destruye el embrión humano. Para Alliance VITA, este texto habría subvertido las condiciones de la investigación con embriones y células madre embrionarias, suprimiendo la prohibición de principio para sustituirla por un marco más amplio y ambiguo. Esta discusión tuvo lugar sin que los franceses hubieran sido previamente consultados por el congreso, como lo prevé la ley de bioética de 7 de julio de 2011. El doctor Xavier Mirabel, presidente de Alliance VITA, se congratula por el compromiso de los diputados. La organización había alertado sobre un texto que “habría

provocado una regresión ética y científica absurda. Pues no hay ninguna razón científica para tratar al embrión humano como a una cobaya de laboratorio. El Premio Nobel de Medicina acaba de ser concedido al japonés Shinya Yamanaka y al británico John Gurdon por sus descubrimientos sobre la reprogramación nuclear, que es una técnica ética. Autorizando explícitamente la investigación con embriones encaminada a su destrucción, la propuesta de ley subvierte un principio bioético mayor que confiere al embrión humano una protección simbólica. Recuerdo que la investigación con embriones no ha dado ningún resultado probado al día de hoy, y que los otros países se vuelven hacia las células madre reprogramadas (iPS). A título de ejemplo, la sociedad estadounidense Geron, que había anunciado un ensayo clínico a base de células madre embrionarias en 2009, ha puesto fin a sus investigaciones en 2011, a falta de resultados probados; en sentido inverso, Japón acaba de anunciar una investigación clínica a base de células iPS relativa a una enfermedad ocular, lo que sería una première mundial muy prometedora».

Lima Más de cien mil personas en marcha por la vida

Mas de 100 mil personas marcharon por las principales calles de la ciudad de Lima, declarando públicamente la importancia de defender la vida desde la concepción

hasta la muerte natural, y el rechazo total al aborto, con ocasión de la Gran Marcha por la Vida - Lima 2013: protegiendo el futuro, que tuvo lugar el 23 de marzo

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___El Comercio ___domingo 24 de marzo del 2013

MARCHA POR LA VIDA - LIMA 2013

Masivo clamor por el derecho a nacer: “Vida sí, aborto no” LINO CHIPANA

GERMÁN FALCÓN

EN FAMILIA. El cardenal Juan Luis Cipriani instó a defender el matrimonio cristiano. Agradeció la presencia de niños y adultos.

Bajo el lema “Protegiendo el futuro” se unieron unas 100 mil personas. Hubo recolección de firmas para promover ley que respete al niño desde su concepción. ROSA AQUINO ROJAS

Jóvenes parejas, escolares, universitarios, mujeres embarazadas y familias con niños en brazos o en coches fueron ayer los protagonistas de la Marcha por la Vida - Lima 2013. Esta iniciativa del Arzobispado de Lima se desarrolla cada año en defensa de la vida desde la concepción. En un ambiente festivo y con el lema “Protegiendo el futuro” grabado en banderillas, globos, polos, gorros de cartulina y pancartas, más de 100 mil personas, según los organizadores, recorrieron el trayecto entre el Campo de Marte, en Jesús María, y el parque Mariscal Castilla de Lince. Durante la movilización, auspiciada por El Comercio, se escucharon frases como: “Vida sí, aborto no” y “Por el derecho a

“Todo niño tiene derecho a nacer desde su concepción y a ser cuidado en un hogar con un padre y una madre, bajo la ley de Dios, que es la ley del amor”. Adriano Tomasi Obispo auxiliar de Lima

la vida, por el derecho a nacer”. “Estoy aquí porque respeto la vida y quiero transmitir ese mensaje de amor a mis hijos”, dijo Celina Figueroa, quien encabezaba la caminata junto con sus dos pequeños, de 3 y 10 años. Ella compartió su testimonio: “Cuando esperaba a mi segundo hijo, el médico me recomendó un aborto terapéutico porque era un embarazo de riesgo, pero me negué. No pierdo la fe de que algún día mi hijo pueda caminar”. “Que tu vientre sea una cuna y no un cementerio”, “Si no me amas, dame en adopción,

pero no me mates”, se leía en las pancartas de los estudiantes de la Universidad Católica Sedes Sapientiae. “Somos la voz de los que no tienen voz”, exclamó una universitaria. Muy cerca de ese grupo iban los niños de la parroquia San Juan Bautista, de El Agustino, que pese al intenso sol avanzaban con alegría: “Bailamos y cantamos como en la catequesis”, señaló Alex, de 9 años. La movilización se detuvo en la sede de la Nunciatura Apostólica, en la avenida Salaverry. Allí los organizadores de la marcha entregaron una carta al nuncio apostólico, monseñor James Patrick Green, en la que expresan su felicitación y cariño al papa Francisco por su nombramiento. “Dios bendiga a Francisco, Papa pro vida”, corearon todos. Al finalizar la caminata, en el parque Castilla, los asistentes realizaron un minuto de silencio por los niños no nacidos, víctimas del aborto. En ese lugar se recolectaron firmas para promover una ley en contra del aborto. Lainiciativaseconvirtióalmediodía en tendencia en el Perú, en la red social Twitter, debido al uso del hashtag #MarchaporlaVida.

MENSAJE DE UNIÓN

Cipriani se dirigió a los jóvenes “Jóvenes, sepan que hay una nueva manera de vivir defendiendo la familia, el matrimonio cristiano, esa moral que nos hace ser felices. Que Dios los fortalezca, los ilumine y mantenga unidos en este largo camino que nos espera en defensa de la vida”, dijo ayer el cardenal Juan Luis Cipriani en la Marcha por la Vida. Lamentó la decisión del Tribunal Constitucional de despenalizar las relaciones sexuales consentidas entre adolescentes y entre mayores de edad y adolescentes. “Se ha dejado desprotegida a la juventud al despenalizar las relaciones de los mayores con los jóvenes. Hay que modificar eso”, opinó. “El Estado debe dejar ese lenguaje falso en el que, diciendo que protege la salud, busca eliminar vidas. Digamos no a ese lenguaje que tantas veces tiene trampa. Digamos no al aborto, a esa acción demoníaca”, dijo el arzobispo de Lima, quien saludó la presencia de políticos como Lourdes Flores.

UNA FIESTA DE UNIÓN. La Avenida de la Peruanidad, en Jesús María, lució colmada durante la marcha ciudadana contra el aborto.

Lima alza la voz hoy por la seguridad

ESTA SERÁ LA RUTA

Portada del diario El Comercio, Lima. seguirán hasta el final de la avenida del Ejército, en el cruce de esta con la Av. Brasil, en el distrito de Magdalena. En total se recorrerán 5,5 kilómetros. Según los municipios de los distritos por donde pasará la marcha, el tránsito vehicular no será interrumpido totalmente. Los conductores podrán seguir conforme avance la movilización. Habrá resguardo policial.

Recorrido: 5 kilómetros y medio

Av.

MAG DALE NA DE L MAR

Llegada

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SAN ISIDRO

Concentración: Parque Kennedy

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CAUSA COMÚN

APOYO CIUDADANO Distintas personalidades confirmaron su presencia en la marcha. Entre ellos el defensor del pueblo en funciones, Eduardo Vega; Beatriz Merino y los periodistas Mónica Delta, José María ‘Chema’ Salcedo, Ana Trelles, Maribel Toledo Ocampo y Juliana Oxenford.

mos decirles que cuentan con nosotros, pero que también estamos muy cansados de que los peruanos mueran en manos de sicarios, de que nos asalten, de salir intranquilos a las calles”, dijo la periodista Milagros Leiva, promotora de la iniciativa. Los manifestantes se concentrarán a las 10 a.m. en el parque Kennedy de Miraflores, luego recorrerán la avenida Pardo y

Av. del Ejército

Av

Bajo el lema “Quiero mi vida y por lo tanto respeto la tuya”, los limeños saldrán hoy a las calles para exigir a las autoridades que tomen medidas ante la ola de crímenes de los últimos meses, como los casos del reportero gráfico Luis Choy y del empresario Félix Gonzales, asesinado en la notaría Paino. “Queremos llamar la atención de las autoridades, quere-

Av. Brasil

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verry Av. Sala

pasado. Durante la marcha, se recogieron firmas para promover la ley que protege a los niños por nacer. “El Estado debe defender la vida, protegerla y dejar de lado un lenguaje falso en el que “diciendo que protegen la salud”, buscan la manera de eliminar las vidas. Digamos ¡no! a ese lenguaje que tantas veces tiene trampa, protejamos la familia y la vida con claridad”, señaló el cardenal Juan Luis Cipriani, durante el evento. “Nos extraña mucho cómo el Tribunal Constitucional de una manera lamentable ha querido dejar desprotegidos a la juventud, al despenalizar esas relaciones de los mayores con los jóvenes, una aberración muy profunda que no debemos permitir ni debemos dejar así, hay que modificar esa decisión”, añadió. Autoridades políticas, líderes de opinión, artistas, deportistas, líderes religiosos de distintas confesiones se sumaron a esta iniciativa. “Estamos todos aquí para decirle sí a la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural. Estamos aquí unidos a Dios para decirle ¡no! a ese asesinato, a esa acción demoníaca del aborto, ¡no al aborto!”, refirió el Arzobispo de Lima. “Hoy en el mundo entero se da una batalla para defender la vida, para defender el matrimonio cristiano, para defender la familia, ¡son valores no negociables! Al mismo tiempo, queremos agradecer a nuestros padres y abuelos, que tuvieron la generosidad de colaborar con Dios en la procreación de cada uno de nosotros. Desde aquí decimos con toda humildad que en Latinoamérica se defiende la vida”, prosiguió. En otro momento, el Cardenal Cipriani reconoció a

M I R AF LOR E S

Océano Pacífico

Fuente: Organizadores

todas las autoridades que en el año 2002 participaron en la promulgación de la Ley que declara el 25 de marzo el Día del Niño por Nacer, en Perú. Finalmente, manifestó que el santo padre Francisco es un firme defensor de la vida; por todo ello pidió estar muy unidos al papa. “Tenemos en el papa Francisco a un defensor de la vida. Es una alegría y gran responsabilidad el que la Iglesia hoy tenga a un santo padre de este continente, eso significa que debemos vivir una vida coherente con nuestros principios”, señaló. En Perú, la marcha se lleva a cabo todos los años dentro del marco del Día del Niño por Nacer (25 de marzo).


Uruguay: Obispos alertan sobre “matrimonio igualitario” Los obispos del Uruguay, a través del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Uruguaya, el 8 de abril pasado, han alertado sobre los riesgos de una nueva ley que afectaría los principios del matrimonio. Reproducimos parte del texto: 1. El Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal

del Uruguay manifiesta su interés a la vez que su preocupación ante la inminente aprobación de la ley llamada de “matrimonio igualitario”, con todas sus implicancias. (…) 2. Como lo afirmábamos hace menos de cinco meses

respecto de la aprobación de la ley llamada de “interrupción voluntaria del embarazo”, entendemos que esta ley es un nuevo retroceso para nuestro ordenamiento jurídico, que ha fundado su existencia en el respeto y la defensa de la institución familiar, base constitucional de nuestra sociedad, núcleo de amor y solidaridad recíprocos, y abierta a la generación de la vida en su seno. 3. Quedó claro desde los comienzos que el objetivo

perseguido no era la protección efectiva de los derechos de parejas homosexuales, ya regulada por ley, y con la existencia de proyectos alternativos de “uniones civiles” o similares que los aumentaban aún más, sino el asimilar estas situaciones de hecho al matrimonio. Llamar de manera igual a realidades desiguales, so pretexto de igualdad, no es justicia sino asimilaciones inconsistentes que sólo harán que se debilite todavía más el matrimonio. Constatar una diferencia real no es discriminar. Pretender “igualar” todo y todos, sin tomar en cuenta la realidad y los principios éticos y morales que la rigen, es equivalente a masificar, despersonalizar. (…) 4. En nuestra sociedad, se legisla siguiendo modelos

provenientes del extranjero, a nuestro juicio sin el debido análisis antropológico y sin profundizar las consecuencias que las alteraciones legales conllevan para el conjunto de la sociedad uruguaya en el tema de la familia. (…)

6. La moralidad de los actos no depende de las leyes

humanas. Recordamos el deber y el derecho de seguir las obligaciones de la ley natural inscritas en la propia conciencia. 7. No escapa a nadie que este tipo de leyes se está

imponiendo en muchas partes del mundo, y podríamos interrogarnos sobre las razones de tal simultaneidad. Es por eso que quisiéramos terminar con las palabras que el actual Papa Francisco escribía a las Hermanas Carmelitas de Buenos Aires cuando todavía era arzobispo de Buenos Aires, poco tiempo antes de la aprobación de una ley similar en el vecino país: “El pueblo argentino deberá afrontar, en las próximas semanas, una situación cuyo resultado puede herir gravemente a la familia. Se trata del proyecto de ley sobre matrimonio de personas del mismo sexo. Aquí está en juego la identidad y la supervivencia de la familia: papá, mamá e hijos. Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Está en juego un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada además en nuestros corazones.” (22 de junio de 2010). Obispos ingleses “Matrimonio” gay tiene consecuencias graves para la sociedad

Los Obispos Católicos de Inglaterra advirtieron que la ley que permite el mal llamado “matrimonio” gay aprobada en un primer paso y recientemente por la Cámara de los Comunes, tiene efectos profundamente negativos en la sociedad. El 5 de febrero la Cámara baja del parlamento inglés en un debate que duró cerca de seis horas, aprobó con 400 votos a favor y 175 en contra el proyecto de ley que permite el matrimonio entre parejas del mismo sexo, y contó con el respaldo del primer ministro, David Cameron. Ese mismo día el vicepresidente de la Conferencia

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Episcopal de Inglaterra y Gales, Mons. Peter D. Smith, dijo que “a pesar que los partidarios de la ley afirmen que el proyecto se centra en la igualdad, la propuesta en realidad busca redefinir el matrimonio y esto tendrá consecuencias graves para la sociedad en general”. Mons. Smith, que también es Arzobispo de Southwark, señaló que “la Iglesia Católica sigue apoyando el matrimonio entendido por la sociedad durante siglos como el compromiso de por vida significativa y única entre un hombre y una mujer para su mutuo bien y estar abierto a la procreación y educación de los hijos”. “El matrimonio se basa en la complementariedad del hombre y la mujer. Por estas razones, la Iglesia se opone al proyecto de ley del gobierno”, agregó el Arzobispo. En el momento de la votación, el tema dividió al partido conservador cuando 127 votaron a favor, 136 se opusieron al proyecto y 35 se abstuvieron, a diferencia de los otros partidos como los laboristas y los demócratas liberales que fueron más uniformes al votar en favor del proyecto de ley. Mons. Smith dijo que la votación mostró que “el gobierno no ha pensado acerca de los problemas que trae este proyecto de ley” y expresó su preocupación por que el proyecto se trate con una completa y cuidadosa consideración en su próxima etapa. Para convertirse en ley, el proyecto debe ser aprobado por la Cámara Alta y pasar por una tercera votación en la Cámara de los Comunes. En declaraciones a Radio Vaticano, el Obispo de Portsmouth, Mons. Philip A. Egan, expresó estar “ muy decepcionado con los deseos del Parlamento en redefinir el concepto de matrimonio”. “El cambio propuesto tendrá consecuencias catastróficas no sólo para el matrimonio como institución, sino también en la vida familiar en Gran Bretaña, y de todas las relaciones humanas, sobre todo entre nuestros jóvenes”, dijo Mons. Egan. Además mencionó que “una posible consecuencia es que la Iglesia se vería obligada a retirarse del registro civil de matrimonios, porque como sucede en algunos países europeos, las parejas antes de ir a la Iglesia a contraer matrimonio visitan el municipio para cumplir con los requerimientos civiles”. El proyecto, al permitir que las iglesias realicen bodas de parejas del mismo sexo, genera preocupación en distintos credos porque pone en peligro la libertad religiosa.

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La Iglesia anglicana, los musulmanes británicos, los judíos y los sikhs se han unido a la Iglesia Católica para defender el auténtico matrimonio conformado por un hombre y una mujer “Este soy yo… humano desde el principio” Los obispos españoles denuncian que la ley del aborto es ‘’gravemente injusta’’

La Conferencia Episcopal Española (CEE) presentó la Campaña por la Vida 2013, que este año tiene como lema “Este soy yo… humano desde el principio”. Como en ocasiones anteriores, tendrá una destacada presencia en las principales redes sociales. En Facebook, se invitará a los usuarios a cambiar su avatar por una ecografía. En Twitter, se difundirá con el haghstag #estesoyyo. Además, la CEE ha creado el micrositio web www. estesoyyo.com, que estará enlazado con la web www. conferenciaepiscopal.es, en el que estarán a disposición todos los materiales, incluido un listado de instituciones de apoyo a la vida, en particular a las mujeres embarazadas, y un vídeo testimonial de dos minutos. Con motivo de la Jornada por la Vida 2013, la Subcomisión Episcopal de Familia y Vida hizo público un mensaje titulado “Humano desde el principio”. En éste, los prelados denuncian que la legislación actual española sobre el aborto es “gravemente injusta” y piden que se modifique “urgentemente”. “Vivir —subrayan— es el primero de los derechos humanos, raíz y condición de todos los demás. El derecho a la vida se nos muestra aún con mayor fuerza cuanto más inocente es su titular o más indefenso se encuentra, como en el caso de un hijo en el seno materno”.


Para los obispos españoles, la tutela del bien fundamental de la vida humana y del derecho a vivir es “la base de la seguridad jurídica y de la justa convivencia” y “forma parte esencial de las obligaciones de la autoridad” que tiene que “recoger la demanda que está presente en la sociedad”. “El derecho a la vida, que no es una concesión del Estado, es un derecho anterior al Estado mismo y este tiene siempre la obligación de

tutelarlo”, añaden. En este sentido, invitan a los cristianos a no favorecer con el voto programas políticos o leyes contrarias a la fe y a la moral. Finalmente, los prelados explican que “la vida humana es sagrada” porque “solo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término” y “nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente”.

“UNA AFRENTA A LA RAZÓN HUMANA”

El arzobispo de Chicago, Cardenal Francis George, en una columna del diario arquidiocesano señaló en enero pasado textualmente: “Las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer son necesariamente diferentes de las relaciones sexuales entre parejas del mismo sexo. Esta verdad hace parte del sentido común de la raza humana. Era verdad con anterioridad a la existencia tanto de la Iglesia como del Estado, y seguirá siendo verdad cuando ya no existan el Estado de Illinois ni los Estados Unidos de América. El propósito de cambiar esta verdad en lo que respecta al matrimonio en la ley civil es menos una amenaza a la religión que una afrenta a la razón humana y al bien común de la sociedad. Quiere decir que se pretende que todos aceptemos algo que sabemos que es físicamente imposible. La asamblea legislativa podría perfectamente abolir también la ley de la gravedad”. (Citado por George Weigel en entrevista con Kathryn Jean Lopez, directora de National Review Online).

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¿Fue sólo Herodes? En Rusia una capilla a los Santos Inocentes

Cuando el pasado julio, en un bosque no lejos de Ekaterinburg, se descubrieron 251 fetos humanos —de edades entre 22 y 26 semanas— en algunos bidones, la población reaccionó con indignación y espanto. Las instituciones sanitarias locales hablaron de ellos como de “residuos médico-biológicos no de un solo hospital, sino de al menos tres clínicas de Ekaterinburg”, capital de la provincia de Sverdlovsk, en Rusia. “Residuos” allí abandonados probablemente por una empresa encargada de la recogida y eliminación de restos hospitalarios. Este es el contexto en el que se ha acogido con especial consenso —como si se tratara de una reparación tras un acto sacrílego— la bendición, el 11 de enero, de una capilla dedicada a los Santos Inocentes de Belén. La ceremonia, como informa Orthodoxie.com citando a Pravoslavie.ru, fue presidida por el metropolita ortodoxo Kiril, de Ekaterinburg y Verkhoturye. “Estamos acostumbrados —dijo durante la liturgia— a acusar sólo al rey Herodes por el asesinato de los santos inocentes en Belén, pero estaban también quienes obedecieron con celo esta orden inhumana. Hoy los hombres no observan las leyes divinas y las leyes humanas son corruptas, pues la violación de las leyes divinas causa el desprecio de las más elementales normas de la moral y de la ética”. La capilla se ha erigido en el territorio de la iglesia de la Transfiguración del Señor. Los fondos destinados a su construcción han sido recogidos, en dos años, por “defensores de la vida” que querían levantar un monumento a los niños a quienes se dio muerte en el vientre materno; pero cuando el metropolita Kiril supo de la iniciativa, les propuso que erigieran una amplia capilla. El lugar de su construcción no se ha elegido al azar. En la iglesia de la Transfiguración se celebran cada martes ritos de intercesión de los santos inocentes por quienes se arrepienten de haber abortado o de haber contribuido a una interrupción voluntaria del embarazo; además tiene un servicio social que ayuda no sólo a personas sin techo, sino también a familias numerosas, madres solteras y mujeres embarazadas. Se ha establecido que, en adelante, los colaboradores del centro en defensa de los niños, denominado “kolybel” (la cuna), se reunirán permanentemente junto a la capilla para dar apoyo y asistencia a las mujeres

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embarazadas que vacilan sobre la oportunidad de traer a un hijo al mundo. En el centro se puede contar también con el asesoramiento de un psicólogo, un abogado, un asistente social, hablar con un sacerdote y recibir ayuda material. Estadísticas oficiales hablan de 500 mil a un millón de abortos ilegales al año en Rusia. En cambio para Elena Mizulina —citada por “Avvenire”—, presidenta del Comité de la Duma para asuntos de familia, mujer e infancia, el número es mucho mayor: de cinco a seis millones. Mizulina también ha denunciado que en el país opera una auténtica industria capaz de proporcionar material abortivo a las casas farmacéuticas y de cosméticos. La bendición de la capilla en Ekaterinburg se celebró a los pocos días de la intervención del Patriarca de Moscú, Kiril, que el día de la Navidad ortodoxa, el 7 de enero, al visitar una clínica en la capital, declaró que por el número de abortos también se juzga el estado moral de una sociedad. “Es un crimen contra el hombre, contra la persona —subrayó el primado de la Iglesia ortodoxa rusa—. Si en cada clínica se persuadiera a las mujeres a dejar nacer a su niño, si los médicos hicieran todo lo posible para que el pequeño viniera al mundo y ayudaran a la mamá a ocuparse del hijo, también en caso de salud complicada, entonces creo que el clima moral en nuestra sociedad cambiaría a la vez”. L’Osservatore Romano

EE.UU. Dakota del Norte blinda vida contra el aborto

Los legisladores de Dakota del Norte (Estados Unidos), aprobaron la primera enmienda nacional que reconoce el derecho a la vida en todas las etapas del desarrollo humano. Esta enmienda a favor de la vida podría incluirse en la Constitución del Estado. Con 57 votos a favor y 35 en contra, la Cámara de Representantes de Dakota del Norte aprobó el 22 de marzo la medida SCR 4009, que señala “el derecho inalienable de la vida para cada ser humano en cualquiera de sus fases de desarrollo, se debe proteger y defender”. Al ser esta enmienda aprobada por la Cámara, pasará ahora a votación en las elecciones generales del Estado en el año 2014. Si los votantes pasan la resolución, ese texto se agregará a la Constitución estatal.


Ese mismo día se presentaron ante la Cámara cuatro enmiendas a favor de la vida, de las cuales se aprobaron 3 de ellas, la SCR 4009, otra que prohíbe el aborto después de las 20 semanas de gestación y una que solicita a los médicos que practican abortos ser licenciados en el Estado y contar con privilegios para la admisión en hospitales cercanos. El Obispo de Bismarck y Administrador Apostólico de Fargo, Mons. David Kagan, expresó: “quiero aplaudir a la legislatura de Dakota del Norte por aprobar una de las más restrictivas leyes contra el aborto en la nación, haciendo el intento de elevar la santidad de toda vida humana”. En declaraciones para ACI Prensa el 25 de marzo, el Director Ejecutivo de la Conferencia Católica de Dakota

del Norte, Christopher Dodson, señaló que la resolución no es una “enmienda de la propia identidad de la persona”, que es una definición que se usa para identificar a la persona como sujeto de derecho a leyes como el mal llamado “matrimonio” homosexual entre otros. Por eso, señaló que los que están en contra de esta enmienda a favor de la vida intentan tergiversarla “porque están tratando de presentarlo como extremo”. El 15 de marzo de este año, el Senado del Estado pasó una norma prohibiendo el aborto en casos de selección de sexo o defectos genéticos como el síndrome de Down entre otros, y después que el latido del bebé sea detectado, que es generalmente a las 5 ó 6 semanas después de la concepción.

SOBRE LOS NIÑOS QUE MUEREN SIN BAUTISMO

Celebraremos la Natividad de San Juan Bautista. Se trata de una fiesta antiquísima; se remonta al siglo IV. ¿Por qué la fecha del 24 de junio? Al anunciar el nacimiento de Cristo a María, el ángel le dice que Isabel, su pariente, está en el sexto mes. Por lo tanto el Bautista debía nacer seis meses antes que Jesús y de este modo se respeta la cronología (el 24, en vez del 25 de junio, se debe a la forma de calcular de los antiguos, no por días, sino por Calendas, Idus y Nonas). Naturalmente estas fechas tienen valor litúrgico y simbólico, no histórico. No conocemos el día ni el año exacto del nacimiento de Jesús y por lo tanto tampoco del Bautista. Pero, ¿esto qué cambia? Lo importante para la fe es el hecho de que ha nacido, no cuándo ha nacido. El culto se difundió rápidamente y Juan Bautista se convirtió en uno de los santos a los que están dedicadas más iglesias en el mundo. Veintitrés papas tomaron su nombre. Al último de ellos, al Papa Juan XXIII, se le aplicó la frase que el Cuarto Evangelio dice del Bautista: «Hubo un hombre enviado por Dios; se llamaba Juan». Pocos saben que la denominación de las siete notas musicales (Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si) tiene relación con Juan Bautista. Se obtienen de la primera sílaba de los siete versos de la primera estrofa del himno litúrgico compuesto en honor al Bautista. El pasaje del Evangelio habla de la elección del nombre de Juan. Pero es importante también lo que se escucha en la primera lectura y en el salmo responsorial de la festividad. La primera lectura, del libro de Isaías, dice: “El Señor desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre. Hizo mi boca como espada afilada, en la sombra de su mano me escondió; hízome como saeta aguda, en su carcaj me guardó”. El salmo responsorial vuelve sobre este concepto de que Dios nos conoce desde el seno materno: “Tú mis vísceras has formado, me has tejido en el vientre de mi madre… Mi embrión tus ojos veían”.

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Tenemos una idea muy reductiva y jurídica de persona que genera mucha confusión en el debate sobre el aborto. Parece como si un niño adquiriera la dignidad de persona desde el momento en que ésta le es reconocida por las autoridades humanas. Para la Biblia persona es aquel que es conocido por Dios, aquel a quien Dios llama por su nombre; y Dios, se nos asegura, nos conoce desde el seno materno, sus ojos nos veían cuando éramos aún embriones en el seno de nuestra madre. La ciencia nos dice que en el embrión existe, en desarrollo, todo el hombre, proyectado en cada mínimo detalle; la fe añade que no se trata sólo de un proyecto inconsciente de la naturaleza, sino de un proyecto de amor del Creador. La misión de San Juan Bautista está toda trazada, antes de que nazca: “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos…”. La Iglesia ha considerado que Juan Bautista fue santificado ya en el seno materno por la presencia de Cristo; por esto celebra la festividad de su nacimiento. Esto nos ofrece la ocasión para tocar un problema delicado, que se ha convertido en agudo a causa de los millones de niños que, sobre todo por la terrible difusión del aborto, mueren sin haber recibido el bautismo. ¿Qué decir de ellos? ¿También han sido de alguna manera santificados en el seno materno? ¿Hay salvación para ellos? Mi respuesta es sin vacilación: claro que hay salvación para ellos. Jesús resucitado dice también de ellos: “Dejad que los niños vengan a mí”. Según una opinión común desde la Edad Media, los niños no bautizados iban al Limbo, un lugar intermedio en el que no se sufre, pero tampoco se goza de la visión de Dios. Pero se trata de una idea que no ha sido jamás definida como verdad de fe por la Iglesia. Era una hipótesis de los teólogos que, a la luz del desarrollo de la conciencia cristiana y de la comprensión de las Escrituras, ya no podemos mantener. Cuando expresé hace tiempo esta opinión mía en uno de estos comentarios dominicales, recibí diferentes reacciones. Algunos mostraban gratitud por esta toma de posición que les quitaba un peso del corazón; otros me reprochaban que entrara en la doctrina tradicional y disminuyera la importancia del bautismo. Ahora la discusión está cerrada porque la Comisión Teológica Internacional que trabaja para la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó el 2007 un documento en el que afirma lo mismo. Me parece útil volver sobre el tema a la luz de este importante documento para explicar algunas de las razones que han llevado a la Iglesia a esta conclusión. Jesús instituyó los sacramentos como medios ordinarios para la salvación. Son, por lo tanto, necesarios, y quien pudiéndolos recibir, contra la propia conciencia los rechaza o los descuida, pone en serio peligro su salvación eterna. Pero Dios no se ha atado a estos medios. Él puede salvar también por vías extraordinarias, cuando la perso-

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na, sin culpa suya, es privada del bautismo. Lo ha hecho, por ejemplo, con los Santos Inocentes, muertos también ellos sin bautismo. La Iglesia siempre ha admitido la posibilidad de un bautismo de deseo y de un bautismo de sangre, y muchos de estos niños han conocido de verdad un bautismo de sangre, si bien de naturaleza distinta… No creo que la clarificación de la Iglesia aliente el aborto; si así fuera, sería trágico y habría que preocuparse seriamente, no de la salvación de los niños no bautizados, sino de los padres bautizados. Sería burlarse de Dios. Tal declaración dará, al contrario, un poco de alivio a los creyentes que, como todos, se cuestionan consternados por la suerte atroz de muchos niños del mundo de hoy. Volvamos a Juan Bautista San Juan Bautista, por El Greco. y a la fiesta del domingo. Al anunciar a Zacarías el nacimiento de su hijo, el ángel le dijo: “Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento” (Lucas 1, 13-14). Muchos en verdad se han alegrado por su nacimiento, si a la distancia de veinte siglos seguimos aún hablando de ese niño. Desearía hacer de esas palabras la expresión de un deseo a todos los padres y madres que, como Isabel y Zacarías, viven el momento de la espera o del nacimiento de un niño: ¡que también vosotros podáis gozaros y alegraros en el niño o en la niña que Dios os ha confiado y os alegréis de su nacimiento por toda vuestra vida y por la eternidad! P. RANIERO CANTALAMESSA Este artículo fue publicado originalmente por Religión en libertad.

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LIBROS El Jesuita Un libro ameno, El Jesuita*, que muestra la rica personalidad del primer sucesor del apóstol Pedro nacido en tierras de América. El recorrido que parte con la historia de la familia inmigrante, sigue con la primavera de la fe en el protagonista, sus alegrías y sufrimientos juveniles que le van conformando en la huella de Cristo su maestro. Sabe también poner a la luz todos los entresijos de su vida pública y salir incluso al paso de imputaciones divulgadas con oscuras intenciones, buscando implicarlo en acusaciones relativas derechos humanos, no obstante haber sido desmentidas muchas veces por testigos insospechados.

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l título de este libro, enunciado a secas, bien podría ser el de una de esas tantas películas que recorren las carteleras cinematográficas del mundo globalizado, no precisamente para decir bien de la Iglesia o de la orden fundada por San Ignacio. En el presente caso se trata, sin embargo, de un gran acierto editorial en el que confluyen el oportuno y bien realizado trabajo periodístico de Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti —que entrevistaron al arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, tres años atrás— y la presteza editorial de Javier Vergara para entregar un libro, amén de grato, de inmensa actualidad a vista de la elección del protagonista como primer iberoamericano sucesor de Pedro. La conversación, que se descubre muy bien preparada por los entrevistadores, fluye siempre en un tono coloquial y sumamente

ameno, salpicado de anécdotas personales, con giros lingüísticos y ejemplos muy familiares al buen estilo de la cultura argentina. Las páginas de El Jesuita se abren con un notable prólogo del rabino Abraham Skorka y con una introducción de los dos autoresentrevistadores. El prologuista denota un gran conocimiento del entonces arzobispo de Buenos Aires y hasta una profunda admiración por su persona y su misión. Dice por ejemplo que, para su gusto, el título de la obra debiera ser otro, “El Pastor”, que a su juicio es lo que realmente define a Bergoglio. Le impresiona al Rabino Skorka la humildad connatural del protagonista —y el reconocimiento de la condición de pecador que emana de su persona—, lo que en expresión muy coloquial él ha llamado el “no creérsela”. Todo lo cual condice también con sus primeras intervenciones en cuanto pontífice

* EL JESUITA. La historia de Francisco, el Papa argentino, por Ambrogetti, Francesca y Rubín, Sergio, Sergio Vergara Editor, Buenos Aires 2010 (reimpreso marzo 2013), 192 págs.

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y con algunas declaraciones suyas previas, así por ejemplo con su elocuente aseveración de que los “pastores deberían oler a ovejas”, lo cual está indicando que la humildad del pastor es una virtud esencial en su prédica del Evangelio. En la misma perspectiva de ponderación espiritual de la persona del Cardenal Bergoglio que enuncia el Rabino Skorka, el libro está atravesado por una religiosidad que a todo momento nos revela, en el entrevistado, una fuerte vida interior, caracterizada por una gran autoexigencia y una honda misericordia con los otros, cuyo tono no es ajeno a la ternura. Es la característica estampa del santo sacerdote y misionero educado en la buena escuela de San Ignacio, sumamente austero, con una espiritualidad centrada en Cristo crucificado, ansioso por salir pronto a evangelizar. Su distancia en relación a la “mundanidad”, como servilismo e idolatría, lo identifica con el Iñigo del discurso de las dos banderas (la de Cristo y la del mundo) y da una clara señal de que la reforma que se dispondría a emprender está tan lejos de las categorías sociológicas y estructurales que reclaman los poderes ajenos y hasta enemigos de la Iglesia, cuanto cerca de las inspiraciones que guiaron la contrarreforma liderada por su fundador. En la línea de la espiritualidad ignaciana de los Ejercicios son particularmente notables las reflexiones que se desarrollan en las páginas 136 – 7 y 143, sobre el arrepentimiento y el perdón. Comenzando por su caracterís-

tico enunciado de principios en forma de trilogía, que en este caso se funden en tres premisas que considera indispensables para una buena vida cristiana: permiso (respeto y caridad con el prójimo), gracias (la mirada creatural puesta en lo alto en reconocimiento por lo recibido), perdón (arrepentimiento de nuestras faltas con Dios y con los otros). El perdón, para ser justo y para poder ser recibido, pasa por una bendición del pasado (gracias) y por un verdadero arrepentimiento del mal cometido. Estar preparados para recibir el perdón es equivalente a estarlo para recibir el amor, siendo el rechazo a éste lo que condena al hombre. A la luz del amor salvador, el perdón requiere arrepentimiento y reparación por parte de quien lo pide; en quien lo otorga podrá haber dolor pero nunca resentimiento, pues ello equivale a una íntima negación del perdón y al destierro del amor. Sus recuerdos parten y tienen siempre como referente la vida familiar junto a sus padres y a sus abuelos. La cercanía a estos últimos le vincula asimismo muy estrechamente con el mundo del Piamonte, tierra de sus ancestros, llegando él incluso, a causa de esta cercanía, a dominar ese idioma regional. El de su familia es un ámbito de esfuerzo y laboriosidad, donde los efectos de la crisis del 29 traen pobreza, pero ni ésta ni la anterior prosperidad turban el horizonte o cambian los estilos esencialmente austeros de vida. El joven Jorge Mario es invitado por su padre a trabajar desde los 13 años y obediente asume

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con gusto las tareas que se le encomiendan. Aparece en estas páginas el pasaje, muchas veces citado, donde él reconoce con agradecimiento, en labores posteriores, la mano exigente y correctiva que le enseña a realizar siempre bien y hasta el fin, todo trabajo. En el ámbito familiar destaca la figura de la abuela, y el entrevistado, revelando algo que habla mucho de sí, cuenta que lleva dentro de su breviario alguna de sus cartas y otros mensajes. Es particularmente significativo el consejo que ella deja a los nietos y que el Cardenal Bergoglio transmite a sus interlocutores (p. 124), apreciándose en esas líneas el noble origen familiar de su devoción al Tabernáculo, “donde está el mártir más grande y augusto”, dice ella, y a María al pie de la cruz. Se descubre una raíz espiritual, anclada fuertemente en la familia, rasgo que lo asemeja a sus antecesores en el sillón de Pedro, lo que igualmente sucede con su devoción a San José y a Sta. Teresita de Lisieux. Mientras el entrevistado no oculta sus fuertes reservas y su preocupación frente al fenómeno que identifica con el término “religiosidad spray”, discernible en las propuestas de alcance panteístico de la New Age, que se propalan como fórmulas de relajación y de “religión a la carta”, se muestra en todo momento un sólido defensor de la religiosidad popular. No sólo es ésta un antídoto frente a lo anterior, sino la base auténtica de una “hermenéutica real, sacada del mismo pueblo”, dice, que cauteriza lo ideológico. El peligro de degradar lo religioso no radica sin embargo solamente aquí. También está la extendida incoherencia entre los principios y la conducta de muchos católicos, especialmente en las clases dirigentes, frente a lo cual cobran eminente actualidad sus expresiones sobre el testimonio o el anuncio kerygmatico.

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En el conjunto del libro, un importante capítulo es el quinto, Educar desde el conflicto, donde desciende a las dificultades reales que plantea la situación actual de la educación y propone avanzar utilizando lo que llama la cultura del naufragio: “el náufrago se enfrenta al desafío de sobrevivir con creatividad; o espera que lo vengan a rescatar o él mismo empieza su propio rescate”. En lo cual se esboza, en el trasfondo, la formulación tan conocida de Newman, de saber cambiar para poder permanecer el mismo. Frente a la gran dificultad educativa que provoca hoy una autoridad en crisis (padres, educadores, etc.), hija de una sociedad que lo pone constantemente todo en duda, el Cardenal Bergoglio llama a partir desde las grandes certezas existenciales, que hechas carne en la coherencia de la vida —una vez más la consistencia entre la cabeza, el corazón y las manos— permiten dar pasos para retomar el camino y poder avanzar. Las raíces griegas del concepto de “crisis” le permiten explicar ésta como un “zarandear” (p. 111) y el debilitamiento de la autoridad que ella provoca, siguiendo la misma línea explicativa, hacer una reivindicación del “augere” (autoridad) como la condición necesaria para “hacer crecer” (p. 65). Su visión del momento actual de la Iglesia queda muy bien reflejada en el capítulo siete, El desafío de salir al encuentro de la gente. El camino a seguir no estriba en quitar unas tantas prescripciones, sino en abandonar el espíritu del “administrador” y cambiarlo por el del “misionero”. Todo lo cual requiere, como explica algunas páginas antes, un parto con dolor, un “transitar la paciencia”, relativizando un poco la mística de la eficacia a todo precio. Es también el caminar hacia el futuro llevando la memoria de las raíces, su pedago-


gía profunda, que se ve bien reflejada en este decir suyo que acude al apoyo de la literatura clásica: “Cuidado, la paciencia cristiana no es quietista o pasiva. Es la paciencia de San Pablo, la que implica soportar, sobrellevar en los hombros la historia. Es la imagen arquetípica de Eneas que, cuando se quema Troya, se pone a su padre en los hombros —Et sublato patrem montem petivi—, se pone su historia en los hombros y va caminando hacia el monte en busca del futuro”. El saber literario constituye un verdadero leitmotiv en el lenguaje de Bergoglio, lo cual no es de extrañar, pues su primer oficio como maestro en la Compañía de Jesús fue enseñar literatura (y no química, sus estudios previos). Las páginas finales de este libro, consagradas a la meditación sobre el poema del gaucho Martín Fierro, son una expresión muy clara de esta cultura literaria y de un fino talento para interpretar las obras en el contexto de la vida real. Del poema nacional argentino saca a luz la rica dialéctica —propia asimismo de la escritura bíblica— donde el relato traslada el fin al comienzo, vale decir, señala de entrada el ideal por donde habrá de transitarse la vida e iluminar la esperanza. En este caso, el del vínculo social que constituirá la patria, concepto muchas veces reiterado en su conversación y que subraya la importancia antropológica y social de la identidad: “Me gusta hablar de patria, no de país ni de nación. El país es, en última instancia, un hecho geográfico, y la nación, un hecho legal, constitucional. En cambio, la patria es lo que otorga la identidad (…) Patria viene de padre, es la que recibe la tradición de los padres, la lleva adelante, la hace progresar. Se equivocan tanto los que hablan de una patria desgajada de una herencia, como aquellos que la quieren reducir a la heren-

cia y no la dejan crecer”. En esta línea de reflexión se sitúan también los comentarios sobre civilización e incivilización, conceptos a propósito de los cuales el arzobispo de Buenos Aires muestra un agudo y vasto conocimiento de las confrontaciones culturales que afectan a distintas regiones del mundo en nuestro tiempo. Como hijo de familia italiana, rodeado de su ambiente y de sus gustos, y más tarde bien formado en la Compañía de Jesús, al arzobispo de Buenos Aires, cardenal y ahora Pontífice romano, se le descubre a todo momento en la conversación su gran cultura humanística, enriquecida por el dominio de varias lenguas. En el ámbito de lo musical, son entrañables los relatos varias veces ya reproducidos de cuando la “nona” reunía a sus hijos para escuchar con ellos la ópera que transmitía la Radio del Estado argentino. Llaman asimismo la atención sus frecuentes ejemplos sacados de la letra de músicas populares y de tangos. Un libro ameno, El Jesuita, que muestra la rica personalidad del primer sucesor del apóstol Pedro nacido en tierras de América. El recorrido que parte con la historia de la familia inmigrante, sigue con la primavera de la fe en el protagonista, sus alegrías y sufrimientos juveniles que le van conformando en la huella de Cristo su maestro, sabe también poner a la luz todos los entresijos de su vida pública y salir incluso al paso de imputaciones divulgadas con oscuras intenciones, buscando implicarlo en acusaciones relativas derechos humanos, no obstante haber sido desmentidas muchas veces por testigos insospechados. JAIME ANTÚNEZ

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LIBROS DE JORGE MARIO BERGOGLIO PAPA FRANCISCO PUBLICADOS HASTA LA FECHA

Mente abierta, corazón creyente

Sobre la acusación de sí mismo

Jorge Mario Bergoglio Editorial Claretiana Buenos Aires, 2012 240 págs.

Jorge Mario Bergoglio Ediciones Claretianas Buenos Aires, 2007 48 págs.

Sobre el Cielo y la Tierra

Corrupción y pecado

Jorge Mario Bergoglio y Abraham Skorka Editorial Sudamericana Buenos Aires, 2010 220 págs.

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Jorge Mario Bergoglio Ediciones Claretianas Buenos Aires, 2006 46 págs.

El verdadero poder es el servicio

La nación por construir

Jorge Mario Bergoglio Ediciones Claretianas Buenos Aires, 2007 368 págs.

Jorge Mario Bergoglio Ediciones Claretianas Buenos Aires, 2005 78 págs.


Ponerse la patria al hombro

Reflexiones en esperanza

Jorge Mario Bergoglio Ediciones Claretianas Buenos Aires, 2004 80 págs.

Jorge Mario Bergoglio Ediciones Universidad del Salvador Buenos Aires, 1992 351 págs.

Educar: exigencia y pasión

Reflexiones espirituales sobre la vida apostólica

Jorge Mario Bergoglio Ediciones Claretianas Buenos aires, 2003 190 págs.

Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro Jorge Mario Bergoglio (editor) Editorial Ciencia y Cultura Buenos Aires, 1998 144 págs.

Jorge Mario Bergoglio Ediciones Diego Torres Buenos Aires, 1986 321 págs.

Meditaciones para religiosos Jorge Mario Bergoglio Ediciones Diego Torres Buenos Aires, 1982

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Amar en la diferencia Parece particularmente inteligente el título del libro que tenemos entre manos: Amare nella differenza*. Se comprende de inmediato que este título remite al amor existente entre un hombre y una mujer, dos seres por naturaleza diferentes. Es políticamente correcto realzar la diferencia, la acogida de la alteridad y los méritos reales o supuestos del crisol social; pero en nombre de una visión igualitaria o más bien uniforme, en suma monista, de la realidad, la sociedad denuncia hoy casi siempre las diferencias también como discriminaciones. Considerada así la diferencia, nos encontramos pues introducidos en la esencia de la problemática

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e pareció particularmente inteligente el título del libro que tenemos entre manos: Amare nella differenza. Se comprende de inmediato que este título remite al amor existente entre un hombre y una mujer, dos seres por naturaleza diferentes; pero posee una especie de dimensión subliminal: Amare la differenza (Amar en la diferencia). Esta dimensión me impactó de tal manera que durante mucho tiempo creí que se trataba del verdadero título. En rea l idad, de este modo el verdadero título mata dos pájaros de un tiro: para empezar, presenta de manera positiva el enfoque cristiano de la sexualidad, y luego destaca una contradicción contemporánea. Efectivamente, es políticamente correcto realzar la diferencia, la acogida de la alteridad y los méritos reales o supuestos del crisol social;

pero en nombre de una visión igualitaria o más bien uniforme, en suma monista, de la realidad, esta misma sociedad denuncia casi siempre las diferencias también como discriminaciones. Considerada así la diferencia, nos encontramos pues introducidos en la esencia de la problemática, mientras todos o casi todos los autores de este volumen se han abstenido cuidadosamente de redactar en un lenguaje polémico. La lectura de esta obra muy bien elaborada y rica en aporte interdisciplinar ha despertado en mí tres preguntas sencillas, casi inocentes. Estas interrogantes no pretenden en modo alguno resumir todo el libro: • ¿Ha dicho realmente la Iglesia lo que se ha creído que decía a propósito de la homosexualidad?

* AMARE NELLA DIFFERENZA, por Melina, Livio y Belidarnelli, Sergio Editores. Librería Editrice Vaticana, Roma 2012, 568 págs

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• Hablando de la homosexualidad del hermano del rey, un gran escritor francés del siglo XVII utilizó esta genial y concisa expresión: “El señor tenía placeres mal explicados”. ¿Tenemos más claridad de visión para comprender la homosexualidad al cabo de casi cuatro siglos? • Durante veinte años, enseñé teología moral fundamental y especialmente la moral familiar y la moral sexual del catolicismo. Si tuviera que impartir ese mismo curso a los estudiantes actuales, ¿lo volvería a hacer de manera idéntica? En otras palabras, ¿en qué se han convertido hoy los conceptos claves que utilicé durante tanto tiempo? 1. ¿Ha dicho realmente la Iglesia lo que se ha creído que decía a propósito de la homosexualidad? Esta obra tiene una presentación totalmente clásica: así, para hablar de la homosexualidad, la tercera parte, dedicada a La testimonianza della Tradizione, pasa revista a lo dicho al respecto por la Biblia, los Padres de la Iglesia, los autores medievales y modernos, y por último el magisterio reciente. Sin embargo —y ahí reside la originalidad— cada autor se ha esforzado por mostrar cómo las problemáticas contemporáneas nos obligan a revisar lo que parecía adquirido desde hacía mucho tiempo. Por ejemplo, Francis Martin nos ofrece una exposición completa y muy bien hecha de los textos bíblicos que tratan sobre la sexualidad humana, mientras el autor siguiente, Jean-Baptiste Edart, nos explica por qué y cómo la lectura tradicional es puesta en tela de juicio en la actualidad: “En los últimos diez años ya no constituye problema el sentido literal, sino su actualización” (p. 256). Las condenas contra los actos homosexuales, especialmente en Rm 1, 25-27, eran válidas para el pasado, pero con los enfoques contemporáneos de la homosexualidad han dejado de ser pertinentes. Aquí encontramos un argumento de peso: los antiguos abordaban el problema

de la homosexualidad de una manera que ha sido despojada de sentido por los estudios contemporáneos (ver los trabajos de Winterer). Cuando los antiguos hablan de la homosexualidad y cuando los modernos por su parte se refieren a ésta, en realidad no están hablando de lo mismo. Y señalar con el dedo el peso de los grupos “gay” en el medio cristiano permite explicar no una evolución, sino un viraje: viene espontáneamente a la mente el nombre de John Boswell, quien en una obra famosa que en 1981 obtuvo el premio al libro de Historia estadounidense, pretendería demostrar que junto al rigor oficial siempre existió en la Iglesia una verdadera tolerancia práctica con los homosexuales, lo cual pone en duda en este libro Maurizio Faggioni (p. 289 s.). 2. ¿Tenemos hoy más claridad de visión al respecto? Me parece que podemos responder esta pregunta en forma positiva a partir de las afirmaciones siguientes: a) La homosexualidad es un fenómeno universal, ya que la encontramos en todas las culturas, incluyendo África, a la cual no se refiere este libro; pero presenta tales particularidades que es preferible emplear el plural y hablar más bien de las homosexualidades. • Las culturas y las religiones orientales conocen todas la homosexualidad, pero en formas culturales tan diversificadas que es posible preguntarse cómo establecer un denominador común entre ellas. Con excepción, por así decir, de la materialidad de los actos homosexuales en sí mismos, pero que no podrían dar cuenta de todas las valencias propiamente culturales. La homosexualidad practicada por los samuráis, por ejemplo, tenía muy poco que ver con las de ciertos medios monásticos budistas (sobre esto es ilustrativo el artículo redactado por Jae-Suk-Lee).

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• La homosexualidad femenina difiere de la masculina, como lo muestra Gintautas Vaitoska (p. 157 s.) b) Los orígenes: los azares de la construcción de la personalidad. El artículo del francés Tony Anatrella me pareció uno de los más iluminadores. Él propone distinciones que resonarán también como provocaciones en los oídos de algunos: • distinción entre la identidad sexual y una orientación sexual (p. 65 s.), o también distinción entre orientación y deseo; • distinción entre homosexualidad y homoerotismo, que permite no situar en paralelo homosexualidad y heterosexualidad; • distinción entre amor y sentimiento. Cito una frase: “El amor que es un orden relacional basado en la alteridad sexual del hombre y de la mujer no es un sentimiento” (p. 69). Lo imaginamos sin los gritos de horror de todos los románticos que atribuyen al sentimiento la consistencia misma del amor. • distinción entre el número muy pequeño de homosexuales estructurales —alrededor del 4% de la población global— y el inmenso impacto social de la cultura gay. Todo se produce —pero se trata ahí de una interpretación personal— como si después de haber revestido a los homosexuales de una reprobación masiva durante siglos, la sociedad contemporánea, presa de remordimiento de conciencia, procurase compensar la devaluación de ayer con una sobrevaluación actual: en suma, un exceso de tolerancia tras un exceso de irrisión. • distinción, por último, entre los azares de la construcción narcisista y los problemas (habría que decir las patologías) psíquicas vinculados con la homosexualidad. c) Cuando pensábamos visualizar con más claridad el origen de la sexualidad, la teoría de género, que en definitiva no es sino el último

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avatar del idealismo o —mejor dicho— del voluntarismo filosófico trastorna todo procurando hacernos creer que la identidad sexual no es producto de la naturaleza sino de la voluntad del sujeto. Esta teoría (ver Giuseppe Angelini) representa una verdadera revolución cultural, más fuerte que la de mayo de 1968, en la medida en que genera una reforma completa de la legislación de familia. Así, en varios países ya no se habla de padre y madre, sino de padre 1 y padre 2 (ver la sexta parte, y en especial: Francesco D’Agostino y Gabriella Gambino), abriéndose así la puerta a los matrimonios entre personas del mismo sexo y a la adopción de hijos por esas mismas personas. 3. Si tuviera que enseñar de nuevo la moral sexual… a) ¿…cómo podría referirme al concepto de naturaleza humana con aquello que supone de estable y durable —algunos dirían de estereotipado, es decir, de reaccionario— cuando las relaciones familiares o de pareja del pasado ceden en lo sucesivo su lugar a las “experimentaciones sociales cotidianas” que caracterizan no sólo a la vida familiar de hoy, sino a la totalidad de la sociedad (Sergio Belardinelli) b) ¿…hablaría yo de la identidad personal de la misma manera? Si, como lo reiteraba, la identidad es el camino hacia la alteridad, y en modo alguno lo contrario, siguiendo a Rabbi Hillel, que escribía hace más de mil años: “Si no soy yo mismo, ¿quién lo será por mí?” Y si no vivo para mí mismo, ¿quién vivirá para mí?”. Cuando los factores sociales vienen a vivir como parásitos de la estructuración de la identidad sexuada (Maria Luisa Di Pietro). c) ¿…cómo podría yo explicar “las almas divididas son desgraciadas”, para retomar una expresión apreciada por los estoicos, cuando la homosexualidad ya no se percibe como


una patología, ni siquiera como un problema, sino, por el contrario, como un paradigma del comportamiento sexual, una sexualidad como cualquier otra, en paralelo con la heterosexualidad? ¿Cómo hablar de la verdad del hombre y del amor humano? d) ¿…qué consejos daría yo a los pastores con quienes dialogaba en Toulouse y luego en Friburgo? ¿…qué educación sexual preconizar ante los padres y los educadores de las escuelas católicas cuando los hijos se encuentran tan pronto inmersos en una

sociedad en la cual se pretende poner en el mismo pie todas las prácticas sexuales? Yo diría, como conclusión, que el concepto de diferencia elegido como hilo conductor de la obra está bien elegido. Sería un error, sin embargo, creer que su transparencia es inmediata y accesible para todos. MONS. JEAN-LOUIS BRUGUÈS Adquirir vía Internet en www.libreriaeditricevaticana.com

“NUNCA ME HE SENTIDO SOLO”

PUBLICADO EN ESPAÑOL LIBRO CON LOS ÚLTIMOS DISCURSOS DE BENEDICTO XVI

“Nunca me he sentido solo”, la frase pronunciada por el pontífice emérito durante su última audiencia en la plaza de San Pedro el 27 de febrero, da título a este libro*. El volumen presenta una recopilación antológica de las últimas enseñanzas de Benedicto XVI, importantes y luminosas, acerca del Magisterio de la Iglesia viva, de su futuro en Cristo y de la confianza en Dios. El volumen recoge las catequesis, los ángelus y los diversos discursos pronunciados por el papa emérito desde el anuncio de su renuncia a la Cátedra de Pedro, el 11 de febrero, hasta el inicio de la sede vacante, el 28 de febrero de 2013. Al tiempo, este libro es un pequeño homenaje de la Librería Editorial Vaticana (LEV), signo de la fidelidad de la LEV al santo padre, y de Romana Editorial, que contribuye a la difusión del Mensaje del papa en lengua española. Una muestra de reconocimiento y de gratitud a la figura de Benedicto XVI, en un momento crucial en la vida de la Iglesia. Zenit

Adquirir vía Internet en www.romana-editorial.com

* Joseph Ratzinger/Benedicto XVI, Nunca me he sentido solo, Editorial Romana, Madrid 2013, 112 págs.

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EDICIÓN ARTÍSTICA DE LA LIBRERÍA EDITORIAL VATICANA DE LAS ÚLTIMAS CATEQUESIS DEL PAPA EMÉRITO

LAS CATEQUESIS DE BENEDICTO XVI EN EL AÑO DE LA FE

Esculturas, los mosaicos de Estambul, Ravenna y Monreal, un icono ruso, retablos, fotografías de autor, vidrieras, cuadros y frescos de distintas épocas: son numerosas las expresiones artísticas seleccionadas para acompañar el último volumen de las catequesis de Benedicto XVI, “En el año de la fe”*, que la LEV publica ahora en edición artística. La obra —que tiene en la portada los Artículos del Credo con frescos de Vecchietta en el Baptisterio de Siena y en las páginas de apertura el Triunfo de la fe realizado por Tiepolo en Venecia, en la iglesia de la Piedad—, recoge 19 catequesis del pontífice en las audiencias generales del miércoles, entre el 10 de octubre de 2012, vigilia de apertura del Año de la Fe y el 27 de febrero de 2013, penúltimo día de su pontificado. En las diferentes catequesis, el pontífice responde a interrogantes fundamentales como: “¿qué es la fe? ¿Tiene todavía sentido la fe en un mundo en el que la ciencia y la técnica han abierto horizontes hasta hace poco tiempo impensables? ¿Qué significa creer hoy?”, reflexionando después sobre temas como la profesión comunitaria de la única fe de la Iglesia, sobre “deseo de Dios”, que el ser humano lleva en el profundo de sí mismo y aún hoy se ve en muchos aspectos al corazón. Zenit Adquirir vía Internet en www.libreriaeditricevaticana.com

* Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Nell’Anno della Fede, Librería Editrice Vaticana, Roma 2013,

Mi Cristiandad. Discursos fundamentales Benedicto XVI-Joseph Ratzinger Planeta Testimonio Madrid, 2012 301 páginas

E l presente libro, que lleva como segundo epígrafe El pensamiento de un Papa singular, es una traducción hecha por José Aníbal Campos de la edición original realizada el año 2005 por la Academia Católica de Baviera, dirigida entonces por Florián Schuller, quien compiló los once textos que la componen. Hasta ese año, eran diecisiete las ocasiones en que,

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a lo largo de cuarenta años, Joseph Ratzinger —a la sazón Benedicto XVI— había participado como ponente invitado en la mencionada academia bávara. Once de aquellas ponencias habían sido en su momento revisadas por el autor y publicadas por esa institución. Al ser elegido Sumo Pontífice de la Iglesia católica surgió la buena idea de reunirlas en un solo volumen, que ahora Editorial Planeta entrega en lengua castellana. Cuatro partes reúnen estas once ponencias. La primera, El ministerio de Pedro, incorpora cuatro trabajos sobre el tema del primado. El apartado siguiente, sobre la Iglesia, incorpora dos discursos iluminadores de la eclesiología del teólogo Joseph Ratzinger, el segundo de ellos su conocida conferencia “Por qué estoy todavía en la Iglesia”. La tercera parte, titulada Sobre la misión universal de la fe cristiana, junto a otros dos trabajos, reproduce la reflexión planteada por el Cardenal, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina


de la Fe, en el debate realizado en enero de 2004, con el filósofo alemán Jürgen Habermas, la cual alcanzó gran repercusión internacional. Los dos trabajos que comprende el apartado final, Homenajes, incluyen una hermosa reflexión sobre la liturgia y la cristología de Romano Guardini, un maestro al cual Joseph Ratzinger siempre estimó profundamente. A la sección de notas, que completan muy bien los textos, sigue un nutrido índice onomástico, que facilita el uso por los estudiosos. Sin duda este libro es un muy valioso aporte, a la alcance de lectores no necesariamente especializados en teología o temas de Iglesia, para la comprensión general del pensamiento de Ratzinger. De ahí, también el acierto de su título, Mi cristiandad. Marta Irarrázaval Zegers Adquirir vía Internet en www.planetadelibros.com

Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo Juan Donoso Cortés Homo Legens Madrid, 2012 234 págs.

Juan Donoso Cortés (1809-1853) es uno de los más destacados pensadores católicos españoles del siglo XIX. Para muchos, sin embargo, Donoso Cortés es hoy un desconocido, su olvido quizás pueda explicarse en el hecho que el español llegó a ser un agudo y duro

crítico del liberalismo, y al mismo tiempo un profético diagnosticador de la amenaza que suponía el emergente socialismo; precisamente, las dos corrientes políticas que han dominado Occidente, desde su muerte en París en 1853. En otras palabras, Donoso Cortés terminó siendo lo que hoy se llama “un político incorrecto”, sus ideas fueron incómodas para la atmósfera ideológica del mundo contemporáneo. No obstante, los escritos de Donoso, el Ensayo y sus principales discursos, renacen de tiempo en tiempo, por su profundidad y su análisis teológico-político, que entre otras ideas sugirió, que tras toda gran cuestión política se encontraba un asunto teológico. Para el español, en la profundidad de los grandes problemas políticos las diferencias cruciales estarían, a fin de cuentas, sostenidas por cosmovisiones teológicas opuestas. La tesis es tan atractiva y polémica hoy como lo fue también a partir de las primeras ediciones de su Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, aparecidas paralelamente en Madrid y París en 1851. Fue compleja pero muy interesante la trayectoria política del español. Ésta lo llevó desde el liberalismo hacia posiciones contrarrevolucionarias. En sus inicios, difundió en España la vertiente liberal doctrinaria francesa, la de Royer-Collard, Guizot y Cousin, que propició el dominio político de la burguesía, mediante el sufragio censitario, y la búsqueda del “justo medio” entre el antiguo régimen y la revolución. Más tarde, rompió con el liberalismo, luego de un estudio profundo de los procesos revolucionarios del 48 europeo, que coincidió con su personal itinerario espiritual, que lo comprometió con el catolicismo social y el ultramontanismo. Así, los discursos de Donoso, llenos siempre de fervor romántico, fueron en sus comienzos, liberales. En su etapa final, en cambio, sus discursos, junto con el Ensayo que nos ocupa, han sido de las más agudas páginas que se han escrito contra el liberalismo y de las más clarividentes respecto al socialismo. La lectura de Donoso no dejó indiferente a nadie, ni en su tiempo, ni, pienso, tampoco los dejará ahora, su estilo romántico y decimonónico, es provocador, rotundo, genial y vehemente. Quizás lo que más ha llamado la atención del político, periodista y diplomático español fue su tono profético. Su clarividencia sigue sorprendiendo, aún en nuestro siglo XXI, y por ello podemos clasificarlo, como diría Mario Góngora, entre los grandes diag-

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nosticadores; tales como Burke, Tocqueville, Ortega y Solzhenitsyn, es decir, entre aquellos intelectuales que al analizar sus respectivas épocas, advirtieron con anticipación hacia donde, en el futuro, conducirían algunos procesos en ellas iniciados. Un solo ejemplo, Donoso anunció, que el comunismo puede llegar antes a San Petersburgo que a Londres. Sin alcanzar a leer a Marx, divisó la relación entre Rusia y el comunismo, antes de 60 años del estallido de la revolución bolchevique. Una vez abandonado el liberalismo, esto es desde 1847-48, Donoso pronunció, todavía como diputado, pero libre ya de compromisos partidistas, los discursos que le darían fama europea, entre ellos, el discurso de la dictadura, el de España y el de Europa. Muy sugerente, aún hoy, es también su Carta al cardenal Fornari, en respuesta a una solicitud de la Santa Sede para conocer su análisis del devenir filosófico e intelectual de la época, es decir, de mediados del siglo XIX. Tras su abandono expreso del liberalismo, entonces en el poder en España, el reconocimiento intelectual de Donoso lo llevó a París, como embajador de Isabel II ante la corte de Luis Napoleón Bonaparte, muy pronto Napoleón III. En la capital francesa, se conectó con diversos ambientes católicos, participaba de las Conferencias de San Vicente de Paul y, entre sus amistades destacaron las de Louis Veuillot, el activo y polémico director de L’Univers, principal publicación ultramontana; y Montalembert, también destacado intelectual católico y promotor de la libertad de enseñanza. De estos años fue el Ensayo, si bien venía madurando su contenido desde hacía un tiempo. Las ideas de Donoso fueron originales, provocativas y sugerentes. Fue el pensador español quien relaciona el liberalismo y el socialismo. Para él ambas corrientes no tienen, a diferencia de lo que se cree comúnmente, diferencias de fondo, sino más bien de actitud. El liberalismo así fue el generador del socialismo; pero éste, en su opinión, terminará devorándose a su progenitor. En consecuencia, y en tono sin duda estremecedor, el socialismo, que recién aparecía, se impondrá, provocando una “nueva atmósfera social”, racionalista, materialista y sin Dios, ante la cual, el catolicismo se le presenta como el único remedio posible. Desencantado con los rumbos de la política, viudo sin hijos, y comprometido con obras sociales, Donoso Cortés pensaba dejar también la diplomacia y ordenarse sacerdote. Problemas cardíacos le provocan una muerte prematura, en 1853, sin cumplir aún los 45 años. La actual edición de Homo Legens incluye un

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luminoso prólogo de José Luis Comellas, destacado catedrático de Historia Contemporánea, quien, como es ya su costumbre, nos acerca con pluma ágil, amena y certera a temas relevantes de la cultura. Gonzalo Larios Adquirir vía Interne en www.homolegens.com

Epigramas Tomás Moro Ediciones Rialp Madrid, 2012 186 págs.

En el mundo de habla hispana, Tomás Moro (14781535) es conocido por el testimonio de fidelidad a su conciencia y a la fe católica hasta ofrendar su vida en el cadalso por oponerse al divorcio del Rey Enrique VIII y a su pretensión de constituirse en cabeza suprema de la Iglesia en Inglaterra. Poco se sabe de su carrera como abogado, juez, estadista y sobre todo como uno de los más grandes pensadores y literatos del Renacimiento, junto a Erasmo de Rotterdam, Francisco Vives, Guillermo Budé y otras figuras de ese movimiento renovador de las letras y las artes en sintonía con la unidad de la Cristiandad, de alguna manera tronchado por la revolución luterana. De esta faceta la obra que ha brindado celebridad a Moro ha sido Utopía, muchas veces traducida al castellano, en numerosísimas ediciones. Pero la producción literaria del humanista inglés va mucho más allá que ese “librito áureo” como él lo calificaba. Piénsese que sus obras completas, editadas por la Universidad de Yale, ocupan 15 gruesos volúmenes.


La mayoría de estos textos permanece ignorada para los lectores hispanos. Sólo en las últimas décadas, y gracias al esfuerzo principalmente de Álvaro Silva, se ha traducido al castellano su epistolario y algunas de sus obras de reflexión cristiana: Un hombre para tofdas las horas. La correspondencia de Tomás Moro (14991534), Rialp, Madrid, 1998; Un hombre solo. Cartas desde la Torre, Rialp, 3ª edic., Madrid, 1990; Diálogo de la Fortaleza contra la Tribulación, Rialp, 2ª edic., Madrid, 1999; La agonía de Cristo, Rialp, 3ª edic., Madrid, 1989; Piensa la muerte [=The Four Last Things], Ediciones Cristiandad, Madrid, 2006. En este contexto no puede sino aplaudirse que aparezca ahora en castellano la traducción y edición anotada de los Epigramas de Moro, bajo el sello editorial de Rialp. La Epigrammata moreana es una colección de poemas, sentencias y consideraciones versificadas en latín (la lengua culta e internacional de la época) sobre los más diversos temas. Algunos son ejercicios de traducción de composiciones de la cultura griega, otros reformulaciones imitativas de textos procedentes de la antigüedad grecolatina (cuya fuente principal es la Anthologia Palatina Planudea); hay también composiciones del todo originales. La colección de epigramas se editó por primera vez en Basilea en 1518, en conjunto con la Utopía y algunos poemas de Erasmo. La epigramata tuvo mucho éxito en su tiempo, prueba de lo cual es que sólo dos años después aparecerá su tercera y definitiva edición (1520). Al leer la traducción al castellano que nos proporciona Concepción Cabrillana se tiene la impresión de que el genio de Moro permanece insólitamente actual, como sucede con los grandes clásicos. El lector verá desfilar en estas páginas reflexiones versificadas de tópicos que son próximos a la realidad humana más cotidiana: la fugacidad de la vida, las veleidades de la fortuna, las comicidades de la avaricia y el apego a los placeres mundanos, las amenazas del poder tiránico, las atracciones de la mujer y su perecedera belleza, las bondades y penas del matrimonio y la familia, sin faltar alusiones a la enfermedad y a aspectos más prosaicos de la fisiología humana (incluidos los gases intestinales y el mal aliento). Los epigramas contienen paradojas, juegos de palabras, refranes de época, y muchas alusiones a la mitología y a la historia antigua. Debe agradecerse la minuciosa labor desarrollada por la traductora de ir apuntando a notas de pie de páginas las explicaciones que el lector moderno —en esto mucho más inculto que los contemporáneos de Moro—, necesita para comprender

las alusiones a nombre de dioses, ninfas, héroes y seres mitológicos de la cultura greco-latina. Ciertamente recorre toda la obra un trasfondo educativo: los humanistas creían en la posibilidad de lograr una comunidad mejor si se lograba que los ciudadanos fueran más virtuosos, pero el autor nunca incurre en el tono pedante del moralizador. Lo impide el sabor humorístico, e incluso irónico, que tiene la mayoría de los epigramas. Se aprecia este tono festivo en el epigrama 86: “Una esposa es una carga, pero podría ser útil si, muriéndose de prisa, te deja lo que tiene”; o en el 120 respecto de la seguridad de los reyes: “No protege a un rey ni el miedo odioso ni los altos palacios ni la riqueza robada a un pueblo. Tampoco la severa escolta contratada a cambio del vil metal; ella servirá a un nuevo amo como sirvió al antiguo”. Esta comicidad semiseria, en la que Moro fue célebre, llega a su culmen en epitafio que dedica a su primera mujer, Jane Colt, después de cuya prematura muerte se casó con Alice Middleton, que crió a sus hijos y con la que vivió hasta su ejecución en 1535; alabando a sus dos mujeres termina el epitafio diciendo: “¡Oh, qué felizmente habríamos podido vivir los tres juntos si el destino y la religión lo permitiesen! Pero la tumba nos unirá y pido al cielo que nos una también: así la muerte nos dará lo que la vida no pudo darnos”. La traducción de la profesora Cabrillana, según ella misma nos anuncia en la presentación, ha intentado ser más fiel a las formas literales de expresión de Moro que a la idea subyacente que podría expresarse de otro modo para hacerla más comprensible al lector de lengua castellana (en oposición a la traducción al inglés de la edición de Yale). Ello explica que a veces sea necesario releer algún epigrama para captar bien su sentido. Pero, a su vez, tiene la ventaja de que se hace posible apreciar más genuinamente el estilo lírico de los epigramas, lo que no deja de ser importante tratándose de este género literario. Aunque estemos ante una obra poética, el libro es útil también para vislumbrar aspectos del pensamiento y la vida de Tomás Moro en sus años de juventud. Así, por ejemplo, se observa su temprano repudio del tirano y del mal gobernante; queda en evidencia, además, que el humanista inglés no teme usar el sarcasmo y la ironía punzante contra sus adversarios literarios: a Germain de Brie, humanista francés que escribió una diatriba titulada Antimorus, le dedica frases como esta: “En el poema, Germain, nos prometes una historia, pero puesto que no es toda verdad, tampoco es historia” (188). También se explaya sobre cómo debería un hombre escoger a la mujer

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con la que va a casarse, advirtiendo que esa decisión no debe ser tomada únicamente sobre la base de la belleza de la novia o de la cuantía de su dote (143). El poema más íntimo es el dedicado a una cierta Isabel, a la que el autor que habría amado siendo un adolescente de 16 años: “Los años siempre envidiosos de la belleza joven te han robado a ti misma, pero no te han podido robar de mí. Esa belleza de rostro a la que se pegaban mis ojos, ocupa ahora mi corazón” (263). En nota, la traductora nos informa que el poema parece ser autobiográfico. La traducción al catellano de la epigramata moreana nos permite apreciar cómo existen máximas de sabiduría que perviven desde la antigüedad grego-latina, rescatadas por el movimiento humanista del siglo XVI, y que han sido remozadas por el ingenio, el optimismo humorístico y la experiencia de aquel ilustre abogado inglés que llegaría a Lord Canciller de su reino, y al que, en frase de Álvaro Silva, “se le cortó la cabeza porque ella era lo que sus enemigos no pudieron conquistar en él”. Hernán Corral Talciani Adquirir vía Internet en www.rialp.com

La democracia en Aristóteles. os orígenes del régimen republicano Oscar Godoy Arcaya Ediciones Universidad Católica de Chile Santiago de Chile, 2012 384 págs

Una lectura cuidadosa de la Política de Aristóteles, con todo lo que ella implica, es un requisito fundamental ineludible, piedra angular de cualquier estudio

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serio sobre la política. Es lo que Oscar Godoy nos ofrece en este libro con lucidez y rigor. Ya en sus Índices —temático, analítico— nos da buena cuenta del rico contenido del libro, asimismo de lo comprehensivo del estudio, que si bien se centra en la Política de Aristóteles, muestra su alcance Ético, su relación con la Biología, con la Retórica, la Lógica, naturalmente con la Metafísica. En cada una de las cuatro partes y 24 capítulos que contienen las casi 400 páginas, el autor se empeña por situarnos y resituarnos en su contexto, preocupado de que no perdamos el hilo de su ceñida exposición. Es este un signo de cortesía que el lector agradece. No es fácil sintetizar este gran libro, un genuino tratado acerca de la Política de Aristóteles, que pone el ojo en la Democracia y la estudia en todos sus detalles. De entrada se ha de destacar del texto su discurso, que no desvía el foco, se fija bien su norte y esa visión se mantiene firme hasta el final como hace el buen navegante. Otra virtud es que, no obstante los 25 siglos que nos separan de Aristóteles, es genial la actualidad que se reconoce en su propuesta política; el profesor Godoy se empeña con éxito para iluminarnos esta realidad tan bien pensada. Las cuatro partes que el texto abarca se pueden caracterizar sintéticamente. La primera, que es de índole histórica y cultural, pone efectivamente la mirada en la teoría democrática, mostrándonos con lucidez un hecho tan relevante como irrefutable: que con Aristóteles se forja, se funda, una Ciencia Política, con mayúscula; cualquiera que lea esta parte reconocerá eso, y también advertirá lo influyente que dicha visión sigue siendo hoy entre nosotros. La segunda parte del texto nos introduce de lleno en esta nueva Ciencia, se recorren los conceptos en ella involucrados: comunidad, ciudad, ciudadano, régimen, justicia…; se expone aquí el núcleo central de la rigurosa teoría política de Aristóteles. En la tercera parte se entra con más precisión en el estudio específico de los regímenes que Aristóteles distingue como los componentes de la mezcla que constituye la “Politeia”, la “República”, el régimen ideal o el mejor régimen posible según piensa el filósofo griego. La Democracia y la Oligarquía, en efecto, son estudiadas primordialmente y a fondo junto a las otras formas de gobierno. A la luz de esas ideas se hace el diagnóstico, con rigor, como el médico hace con las enfermedades, de lo relativo al cambio político, sus causas, que son


un tema medular de la Política. La última parte del libro aborda lo que concierne a la prudencia política, a la deliberación y a la participación en la vida política, todos temas muy determinantes. El estudio culmina con una gran visión, tan bella como decisiva, acerca de la amistad política, su relación con la justicia, la confianza y con la vida feliz. La obra de Oscar Godoy no sólo contiene un recorrido muy exhaustivo por la obra de Aristóteles, específicamente centrado en la Política, sino una fidelidad rigurosa con sus fuentes y sus comentaristas. Las consecuencias sociales devastadoras de la guerra del Peloponeso, la muerte de Sócrates, entre otros, son hechos que mueven a Aristóteles a estudiar el problema de la ciudad y su organización. Revisa 154 constituciones; no cabía sino el mayor realismo. En ese contexto Aristóteles elaboró este texto fundacional sobre la Política. Es patente su visión acerca de la ciudad, ámbito o concepto que preside y donde culmina un proyecto de la naturaleza, desde la que se despliega la vida individual y colectiva, con miras a su máxima autosuficiencia o perfeccionamiento, de cara a la felicidad. Es patente también cómo, en esta visión, juega un rol decisivo el concepto de una mayoría, bien integrada con la minoría, organizadas por una ley que da forma a un régimen —forma de vida de la ciudad— y forja con ello un cuerpo político incluyente y moderador, que es clave para a su vez darle forma a las necesarias virtudes políticas que hacen posible un equilibrio individual y social estable, que es el que garantiza la seguridad, tema clave en la Política aristotélica. Es tal el alcance y vitalidad de esa gran visión intelectual que, consciente o inconscientemente, todos nosotros habitamos hoy bajo su techo protector. A poner esto de relieve Oscar Godoy ha dedicado una vida de estudio y de vivo trabajo docente, que corona con este excelente libro que leemos con interés, en el que encontramos una contribución auténtica y oportuna para pensar mejor la “filosofía de las cosas humanas”, especialmente la Política; disciplina a la que le viene bien una ayuda como esta que contribuye a mirarla con profundidad en un amplia perspectiva histórica, que ayuda a refrescarla, a mejorarle el aire que debe respirar. Aníbal Vial Echeverría Adquirir vía Internet en www.ediciones.uc.cl

Oráculos de la ciencia Karl Giberson y Mariano Artigas Ediciones Encuentro Madrid, 2012 376 págs.

Entre los textos de divulgación científica publicados recientemente, llama la atención la cantidad que se refiere explícitamente a la existencia de Dios, siendo más numerosos los que la niegan que aquellos que la proclaman. Surge entonces la pregunta acerca del porqué de esta aparente explosión literaria contra la fe, esta obsesión con el tema religioso en circunstancias que es bastante aceptado en la comunidad científica que la indagación acerca de la materia y las cuestiones del espíritu se mueven por separado, que la fe es un asunto íntimo de la persona y no se resuelve con ecuaciones o experimentos de laboratorio. Que, como lo dijera Galileo, la religión no enseña “come va il cielo, ma come si va in cielo”. La verdad histórica sin embargo es que fe cristiana y ciencia se han encontrado a menudo, y no pocas veces en forma de conflicto. Notorias ocasiones han sido, por ejemplo, la adopción en los siglos XVI-XVII del modelo copernicano para el sistema solar, que desplaza su centro de la Tierra al Sol, el determinismo mecánico heredado de la física de Newton en el siglo XVIII, que levanta preguntas complicadas acerca de la libertad, la teoría de la evolución enunciada por Darwin en el siglo XIX y, más recientemente y con agudeza, controversias acerca del origen e inicio de la vida, de la conciencia y del Universo mismo. Pero la cercanía entre las preguntas que conciernen a la naturaleza y las referidas a la fe no es la única circunstancia que habrá incentivado a los divulgadores a

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referirse a Dios y la religión en sus escritos. El creciente prestigio adquirido por la ciencia en los últimos tres siglos ha concitado fuertes desafíos a sus afirmaciones. Es el caso de ciertas posturas fundamentalistas surgidas en comunidades protestantes de los Estados Unidos que se oponen a la enseñanza de la evolución darwiniana en las escuelas, o la de una cosmología que sostiene que el Universo tiene miles de millones de años superando tan de lejos los supuestos seis o siete milenios bíblicos. También, para los pensadores que no tienen creencias religiosas, son incomprensibles los fanatismos en sectas no cristianas que, privilegiando miradas radicales a su fe y una interpretación literal de los textos que la inspiran, ignoran contexto, razón y prudencia, instigando desmesurada violencia especialmente en el medio oriente. Es en estas circunstancias que aparece Oráculos de la Ciencia: Científicos famosos contra Dios y la religión, un análisis crítico de textos recientes de seis autores seleccionados por sus aportes a la ciencia, su popularidad y su elocuencia en las referencias a la fe religiosa y el sentido de la vida. Se trata de los biólogos Stephen Jay Gould, Richard Dawkings y Edward O. Wilson, y los físicos Stephen Hawkins, Carl Sagan y Steven Weinberg, todos afamados científicos y divulgadores, cuyos textos alcanzaron el carácter de bestseller. El último, Steven Weinberg, obtuvo el Premio Nobel de Física en 1979 por una teoría que unifica dos de las cuatro interacciones fundamentales de la naturaleza, la fuerza nuclear débil responsable de la radioactividad, y la fuerza eléctrica que da origen a los átomos que conforman nuestro mundo. Su fama como divulgador se inicia poco antes de obtener su premio, cuando publicó Los tres primeros minutos, un fascinante y detallado relato de lo que siguió al Big Bang como lo describe la física. Los autores de Oráculos, el sacerdote y doctor en ciencias físicas, y en filosofía, Mariano Artigas, y el doctor en física y experto en la relación entre ciencia y religión Karl Giberson, autor de varios libros, tienen también amplio reconocimiento. El primero es Premio Templeton 1995, un galardón anual creado para reparar la ausencia de temas del espíritu en los Nobel. Dotado de un monto en dinero que por estatutos debe superar al que entrega cada año la distinción sueca, fue otorgado en su primera versión (1973) a la Madre Teresa de Calcuta y en su última (2012), al Dalai Lama, no un mal linaje. El segundo fue por años editor de Science and Theology News.

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De modo que estamos en presencia de grandes, que hacen crítica a también grandes. Y se nota en la lectura de esta obra. Lejos de presentar una apología liviana o resentida de una religión ofendida por sus detractores, se trata de un análisis serio y respetuoso de los rasgos biográficos, aportes a la ciencia, y concepción religiosa a partir de sus escritos, de los científicos mencionados. Se trata de dos intelectuales con una cultura y vivencia profunda de fe, que, teniendo una sólida formación científica, discuten las alusiones a la religión de seis connotados expertos en otras áreas que, siendo ateos y ajenos a la experiencia religiosa, aluden con mucha intención a Dios en sus populares escritos. Esta asimetría en la autoridad para opinar tal tema es lo que hace particularmente interesante (y oportuno) este libro. Los oráculos son presentados en el texto como embajadores de la comunidad científica ante la cultura general, pero en realidad no lo son. La divulgación se hace a título personal y las reflexiones filosóficas que suelen aparecer en esos libros son controversiales en la propia comunidad. Por ejemplo, Steven Weinberg es un reduccionista extremo, en el sentido que en su libro El sueño de una teoría final afirma que la “teoría del todo”, una formulación breve y final de las leyes de la naturaleza abarcando toda la realidad, es posible y está a la vuelta de la esquina. Otros pensamos que no, que en la esencia de la actitud científica está la apertura a la sorpresa, al descubrimiento, lo que impide decir tajantemente “esto ya terminó”, además de guardar reserva acerca de qué tan lejos puede llegar la ciencia como método para entender toda la realidad. En materia religiosa hay también suficiente diversidad, con más de la mitad de los científicos declarándose religiosos en cierto grado (Lea Plante, Science and Theology News 6.2 (Octubre 2005) pp. 7-8). En los cursos y charlas de divulgación son frecuentes las preguntas del público acerca de Dios y la ciencia, revelando una preocupación auténtica y transversal. Esto lo sabemos bien quienes hemos participado como expositores y al momento de escribir un libro es evidente que referirse al tema incide sobre las ventas. Hay quienes lo han tocado con delicada prudencia, como Paul Davies, Premio Templeton 1995, con títulos tan explícitos como “La mente de Dios”. Los oráculos escogidos por Giberson y Artigas son en cambio provocativos, dicen frases como “Cuanto más


comprensible parece el Universo más sin sentido parece también” (Weinberg), o que buscamos una teoría de todo porque al encontrarla “conoceríamos la mente de Dios” (Hawking). Su influencia sobre ya millones de lectores, muy legítima en cuanto a los hallazgos científicos, es indebida en lo que respecta a la intimidad de la fe. Es por esto principalmente que celebramos Oráculos de la ciencia, lamentando al mismo tiempo que, mereciéndolo, es poco probable que su carácter más analítico lo sitúe como un favorito bestseller, a la par con los textos que critica. Francisco Claro Adquirir vía Internet en www.ediciones-encuentro.es

Por Europa Robert Schuman Ediciones Encuentro Madrid, 2006 163 págs.

De la mayor actualidad resulta este libro Por Europa en el cual, su autor, Robert Schuman, narra los principios sobre los cuales se asienta la creación de la Unión Europa. Hoy, cuando sus integrantes enfrentan una de las peores crisis desde su creación, parece oportuno recordar los pilares que sustentan esta unión que va mucho más allá de una mera conveniencia económica, sino, como lo narra su fundador en esta obra, es una iniciativa cuyo propósito fue construir los cimientos de una convivencia pacífica y duradera entre los pueblos europeos.

Como “hombre de frontera” —fue ciudadano alemán y francés— Schuman comprendió tempranamente que la manera más eficaz y perdurable de evitar la guerra en suelo europeo —después de las traumáticas experiencias de la Primera y Segunda guerras mundiales— era establecer canales efectivos de diálogo y entendimiento, especialmente con Alemania. Aprovechando su amistad con el canciller Konrad Adenauer, “ambos crearon… esa unión de inteligencia y acción que constituye la esencia del arte de la política”, destaca en el prólogo Marcelino Oreja Aguirre, ex ministro de Relaciones Exteriores de España y presidente de la Real Academia de Ciencias Políticas y Morales. Si bien la integración europea comienza en 1950 con la creación de la Comunidad del Acero y el Carbón, se trata de un proyecto más ambicioso, que corresponde a una visión política. Así queda planteado en la llamada Declaración de Schuman, donde se apela a una “solidaridad de hecho”, la que desbordó los límites de una simple coordinación conduciendo a la integración de las naciones, como afirma Oreja. Desde los diversos cargos que debió ejercer, Robert Schuman, conocido como “el padre de Europa”, tuvo como leit motiv de su actividad política la integración de las naciones europeas, convencido que lo supranacional descansaba sobre bases nacionales. Su proyecto de paz marcó el destino de Europa, pues trabajó bajo el convencimiento que “al igual que la paz, la seguridad se ha hecho invisible”. Su mirada de interdependencia permeó las relaciones internacionales. Al equilibrio de poderes propio de la realpolitik y a la confrontación ideológica que caracterizaba la naciente —en esos años— Guerra Fría y que se traducía en una competencia planetaria entre las dos superpotencias por ganar influencia, Schuman propone el entendimiento y la solidaridad entre los pueblos, traspasando el quehacer político de una mirada cristiana ajena a los intereses mezquinos que dividen, sino que buscando aquellos aspectos que unen. El autor afirma: “la tarea del hombre político responsable consiste en conciliar en una síntesis, a veces delicada pero necesaria, estos dos órdenes de consideraciones, lo espiritual y lo profano” (pág. 45). Agrega que ese espíritu cristiano debe inspirar el orden político democrático y, —afirma el autor— “la democracia (…) no se improvisa; Europa ha empleado

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más de mil años de cristianismo en elaborarla”. Es este sistema político contemporáneo el que ofrece —a su juicio— una justa comprensión de los valores espirituales y religiosos. Para el fundador de la Unión Europea e inspirador de la visión interdependiente que hoy cruza el sistema internacional, Europa —con una Francia y Alemania unidas en el núcleo— es clave en la paz del continente y del mundo. Esa comunidad de naciones distintas, pero capaces de hacer un esfuerzo de asociación en lo defensivo y constructivo, debe constituirse en un ejemplo de armonía y conciliación. Para Schuman, “la integración es la soldadura orgánica y permanente de lo que una vez fue independiente; la integración presupone la subordinación a una autoridad que se ejerce en común” (pág. 120), requiriendo una real voluntad política que —traducida en acción— permita sumar las contribuciones particulares para formar esa unidad. Consciente de las dificultades que este proceso implicaba, el autor menciona los aspectos psicológicos que están involucrados al momento de la renuncia a poderes soberanos. Es por eso que a las buenas intenciones, debe sumarse la voluntad política para lograrlo. “La Europa contemporánea y cada uno de los países europeos han de tener, de algún modo, el instinto de esa interdependencia, vivir y trabajar, en un nuevo clima de confianza y voluntad, donde cada uno aporta a la comunidad el máximo posible, de acuerdo con su idiosincrasia. De este modo Europa, Occidente, podrán salvarse frente a las coaliciones hostiles que amenazan su civilización”, afirma. En momentos que la unidad de Europa —todavía con Alemania y Francia como sus puntales— se ve debilitada por una crisis económica que deja en evidencia la fragilidad de algunos liderazgos políticos, la mayor amenaza al proyecto europeo de Schuman parece venir desde el interior, debido al porfiado desconocimiento de sus raíces cristianas que le dieron su identidad de origen. Europa hoy busca —a ratos a tientas— mantener y fortalecer ese espíritu unitario que sus fundadores forjaron. Solo volviendo a sus fundamentos —descrito en las páginas de este libro— podrá seguir su camino de unidad. Porque, según el proyecto de Schuman, solo la suma de las voluntades europeas permite

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construir una Europa en paz, dialogante, solidaria y en busca de un destino común. Francisca Alessandri Adquirir vía Internet www.ediciones-encuentro.es

El desafío de la unidad del carisma y la Trinidad La sfida dell´unità i carisma e la Trinità Marc Ouellet Le Cattedrale di Sophia- Città Nuova Roma, 2011 88 págs.

El cardenal Marc Ouellet prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina constituye uno de los teólogos más representativo del movimiento ecuménico actual. Es así como su escudo episcopal lleva como divisa: Ut unum sint. Sin embargo, la premisa de la unidad no sólo implica el dialogo ad extra de la Iglesia Católica, sino ad intra. El Concilio Vaticano II en palabras del autor constituye una manifestación del Espíritu Santo en cuanto despliega una nueva síntesis eclesiológica a partir del misterio trinitario. El presente libro corresponde a una conferencia dictada en Viena por el purpurado al movimiento sacerdotal focolar. El tema fundamental es el de la unidad carismática pensada desde la Trinidad misma. La influencia del teólogo suizo Hans Urs von Balthasar


es notoria, ya el Cardenal Canadiense había escrito un artículo titulado el mensaje de la teología de Balthasar a la teología moderna. El presente texto profundiza en la unitas divina como arquetipo de la unidad de la Iglesia. Esta unidad en el amor posee una característica esencial es su dimensión kenótica. Así el amor del Padre por la humanidad que entrega a su Hijo en el Espíritu expresa el don del ser mismo de Dios. La entrega de cada una de las personas se fundamenta en la unidad. La paternidad, la filiación y el amor constituyen esa unidad-diversa. Una situación similar ocurre en la Iglesia con los carismas. Estos dones son diversos, pero enriquecen la única misión de ella: llevar a Jesucristo hasta los últimos confines del orbe. El misterio de la salvación ofrecido a la humanidad por Dios en su Hijo tiene una particular manifestación en la paternidad espiritual del sacerdote. Éste es quien ofrece su vida por sus ovejas. Al igual que Cristo en la Cruz. Una posible tensión con la identidad del laico es solucionada desde una dimensión nupcial del fiel cristiano. La figura de María como expresión plena del sí a Dios es un ejemplo de la idea anterior. La dignidad del laico y del sacerdote confluyen en la Trinidad misma. El sacerdocio común y el sacerdocio ministerial no constituyen un peligro. Por el contrario, son un don para la Iglesia. Así como el sacerdote se identifica con la paternidad y el laico con la nupcialidad. La vida consagrada desarrolla la esponsalidad de Cristo con su Iglesia. Los distintos institutos y movimientos dan cuenta de ello. Nuestro autor a partir de tres palabras: paternidad, nupcialidad y esponsalidad profundiza en la identidad unitaria y común de la Iglesia. En definitiva, el cardenal Marc Ouellet despliega la eclesiología del evangelio de san Juan y de sus epístolas (1 Jn 5, 20). El principio de la unidad y de la diversidad dan sentido al ministerio sacerdotal, a la vida consagrada y a la misión de todo laico dentro de la Iglesia. Las relaciones que se establecen entre ellas sólo se entienden desde una teología de la comunión. Por ello, nos encontramos ante un pequeño tratado filosófico-escriturístico que sienta las bases de una eclesiología del post-concilio. Bernardo Álvarez, O.S.B. Adquirir vía Internet en www.cittanuova.it

Iban a la muerte como a una fiesta Plácido M. Gil Imirizaldu Ediciones Encuentro Madrid, 2012 189 págs.

Un adolescente en la retaguardia. Memorias de la guerra civil 1936-39 Plácido M. Gil Imirizaldu Ediciones Encuentro Madrid, 2006 213 págs.

El autor de estos libros fue un monje del Monasterio Benedictino de Leyre, ya fallecido. En su adolescencia vivió y compartió la preparación al martirio de 18 monjes del Monasterio de Nuestra Señora del Pueyo, donde él cursaba sus estudios. Estos fueron sacrificados en Barbastro, en los primeros días de la Guerra Civil Española, junto con los seminaristas del Corazón de María y los padres escolapios. Cien nuevas víctimas incorporadas al largo y fecundo martirologio cristiano del siglo XX. Con posterioridad a la ejecución de los monjes, el estudiante de 15 años —llamado entonces Miguel— pudo abandonar Barbastro y, siempre dentro de la zona republicana, vivió una serie variada de aventuras, que justifican el título del primero de sus libros: Un adolescente en la retaguardia. A pesar del notable interés que tiene este relato, sin duda la experiencia más fuerte que vivió el autor fue compartir con los monjes benedictinos del Pueyo —sus queridos maestros— un mes de fervorosa preparación al martirio.

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Sólo cinco días antes de la ejecución, los milicianos rojos decidieron separar a Miguel y sus cuatro compañeros, todos alumnos entre 12 y 15 años, de los sacerdotes que velaban sobre ellos. Separación ésta muy dolorosa, pero que fue la señal de que se les permitiría sobrevivir. Por lo demás, los días que habían compartido juntos, ya habían modelado el alma de los muchachos y encendido en ellos la vocación martirial. “Más que una prisión —recuerda el autor, refiriéndose al colegio de los Escolapios, donde estaban recluidos— aquello era un santuario de Fe”. Y añade: “… en nuestro interior había surgido el deseo de morir por Cristo”. Dos circunstancias contribuyeron a fortalecer a los futuros monjes mártires. Una de ellas fue la comunión eucarística. Las sagradas formas, consagradas el primer día y cuidadosamente ocultas, permitieron a los benedictinos alimentarse espiritualmente de ellas, casi hasta los últimos días, sin haber sido jamás sorprendidos por sus carceleros. La otra circunstancia, fue la presencia entre ellos del Obispo, Monseñor Florentino Asensio. Este fue el primero de todos en ser llevado a la muerte, después de haber sido bárbaramente torturado, pero dejó entre los suyos el recuerdo emocionante de su caridad y de su ejemplar fortaleza ante el sufrimiento. Cuando llegó la hora esperada, las almas de los 18 benedictinos, vivían una ferviente alegría. Arriba del camión que los llevaba al martirio estallaron en cánticos de alabanza y en vivas a Cristo Rey. El furor de los milicianos intentó hacerlos callar a golpes, pero todo fue inútil. La comitiva cruzó al amanecer por las calles silenciosas de la ciudad, dejando un testimonio tan impresionante de fervor y de alegría que los moradores de Barbastro no lo olvidarían. El título de este libro no lo ha inventado su autor. Fueron los propios verdugos quienes —en un lenguaje popular— comentaron: “Iban a la muerte como si fuera una juerga”. Está demás decir que estos libros son impresionantes. Como ocurre siempre con las experiencias vividas, su relato adquiere un realismo y una fuerza excepcional. Con mayor razón en este caso en que se nos da la rara oportunidad de conocer, día a día y hora a hora, como se preparan las almas llamadas por Dios al martirio. Gisela Silva Encina Adquirir vía Internet www.ediciones-encuentro.es

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Hacia la luz. Arquitectura del Mediterráneo y del Valle Central de Chile Raúl Irarrázabal Covarrubias Ediciones Universidad Católica Santiago, 2012. 199 páginas

En una especie de “vuelo mediterráneo” que trae al recuerdo la figura y la cosmovisión de Antoine de SaintExupéry, el arquitecto Raúl Irarrázabal nos descubre, en una reflexión que parte por la arquitectura que bordea la cuenca del milenario Mare Nostrum, su gran pasión que es la LUZ. Las casi 200 páginas de este libro que se compone de tres partes —además del prólogo y la introducción— y que el autor titula sucesivamente Tierra de Luz, Un orden en el valle y La casa patronal, están escritas cuidadosamente y a mano alzada, y en ellas encontramos dibujos de plazas, edificios monumentales en perspectivas exteriores e interiores, mapas y planos. Tienen, entre otros, el gran mérito de enseñarnos las raíces culturales y geográficas, mediterráneas, de la arquitectura colonial chilena. El conjunto guarda en todas sus partes un aspecto de excelencia profesional, de gran pulcritud y belleza artística, y de horizonte contemplativo, en donde la luz terrena se nos figura un reflejo de la luz divina. El trabajo constituye también una expresión de la existencia personal y familiar del autor, que hace viva una genuina tradición. De hecho, al recorrer estas páginas, junto con su autor vamos atravesando diversos espacios geográficos y tiempos que quedaron acuñados en el arte arquitectónico. Asimismo, podemos ver que sus reflexiones y observaciones nacen a cada momento del ambiente en que se él formó desde niño y en el que desarrollo su propia vida familiar. El valor y la oportunidad de esta publicación, debe destacarse como una buena iniciativa de Procultura,


por cuanto pone al alcance de los interesados en estas materias tres investigaciones fundamentales realizadas por Irarrázabal en los años sesenta y setenta, ya completamente agotadas. Francisco Tagle Montt Adquirir vía Internet en www.ediciones.uc.cl

Curso de Metafísica Juan Antonio Widow Antoncich Globo Editores Santiago de Chile, 2012. 157 páginas.

Con esta obra se nos hace entrega del fruto maduro de la extendida actividad docente del autor: filósofo tomista, quien cuenta entre sus maestros al Padre Osvaldo Lira SS.CC. y al filósofo español Antonio Millán-Puelles. La larga trayectoria del autor y sus eminentes maestros no son los únicos elementos que inspiran respeto, sino también su capacidad de transmitir el gusto por la filosofía, como lo sugiere la dedicación del libro a cuatro de sus diez hijos, quienes se desempeñan como profesores de filosofía. Con todo, la dedicatoria puede considerarse de algún modo extensible a todo profesor de Metafísica y a todo aquel que haya madurado el interés, la determinación y las condiciones para estudiarla. El libro presenta los temas ordenados según un esquema tradicional de la filosofía tomista, y su explicación se encuentra continuamente reforzada por textos de Aristóteles y Tomás de Aquino. De acuerdo al puesto

que ocupa un curso de Metafísica en el contexto de un plan de aprendizaje, si se quiere lograr una acabada comprensión de la terminología, de la argumentación y de algunos ejemplos empleados en el libro, no puede considerarse prescindible el conocimiento previo de otras materias de la filosofía aristotélico-tomista cuales son la lógica, la física filosófica y la filosofía del alma. Los cuatro primeros capítulos contienen el tratamiento de temas introductorios: la naturaleza y el objeto de la Metafísica, y cuestiones metodológicas y terminológicas. En el primer capítulo Widow muestran la prioridad de la Metafísica por la radicalidad de su objeto y por su conveniencia para la perfección o felicidad del hombre. En el siguiente capítulo, se muestra la necesidad de una ciencia primera y unificadora que tenga como objeto lo más inteligible, vale decir, las primeras causas, lo más universal y lo más inmaterial. Todas estas propiedades se encuentran en la noción de ente, la que, contrariamente a lo sostenido por Cayetano, no se obtiene por abstracción de la materia, sino por el juicio que resulta del conocimiento de nuestro propio entender y en el que se niega que todo ente sea corpóreo. En el capítulo tercero se profundiza la comprensión del ente en cuanto ente como objeto formal terminativo de la Metafísica. Se aclara el significado y universalidad del término, se expone la razón por la que no es definible y se muestra que el modo metafísico de aproximación al ente está dado por la consideración del ente en cuanto ente. La universalidad del ente no va en desmedro de una mayor inteligibilidad, porque la noción de ente es el supuesto de la inteligibilidad de toda otra noción, dado que es principio de la simple aprehensión y del juicio al ser el principio de contradicción la primera y más fundamental aserción verdadera. Finalmente, en el cuarto capítulo se presenta un glosario de términos de la Metafísica y una explicación del uso de la analogía. Terminados los temas introductorios, comienza propiamente el estudio del ente en cuanto ente. En el capítulo quinto el autor expone las nociones trascendentales. Primero las presenta todas esquemáticamente y luego desarrolla en detalle las razones por las que las nociones de verdad, bien y belleza son convertibles con la noción de ente. En los capítulos sexto y séptimo, Widow desarrolla la exposición de lo que distingue o divide al ente, es

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decir, los predicamentos y el acto y la potencia. A continuación, Widow presenta una selección de textos de Tomás de Aquino que manifiestan que el acto de ser es la máxima perfección y lo más íntimo de todo ente. Sin embargo, el autor aclara que la perfección del ser no es de tipo formal, sino que es aquella perfección “gracias a la cual la forma es efectivamente”. En el capítulo octavo el autor profundiza el estudio del ente que tiene mayor “grado de dignidad entitativa”: la hipóstasis y, más propiamente, la persona. Por el acto de ser, y no por la forma, el ente tiene unidad, que en el orden de la predicación conlleva la subsistencia entendida como “incomunicabilidad del singular respecto de inferiores”, mientras que en el orden del ser se refiere a “la incomunicabilidad de lo existente respecto de otros existentes”. Sin embargo, la mayor dignidad es reconocible por una mayor comunicabilidad, no del ser, sino de la operación, como es manifiesto en los individuos racionales. El último capítulo está dedicado al estudio de la causalidad. La relación causal es propiamente inteligible, aunque el irracional puede conocerla, porque donde hay sensibilidad hay también “una cierta presencia intelectiva participada”. Widow define la causa como “principio real positivo del cual algo procede con dependencia en el ser” y determina los términos implicados en toda relación causal: lo que comunica perfección, el término y el fundamento. Después de estudiar propio de toda causa, comienza la determinación de los distintos tipos de causas. El término “causa” se predica análogamente. Se distinguen las causas intrínsecas (forma y materia) de las causas extrínsecas (la eficiente, final y ejemplar). El autor desarrolla luego una exhaustiva exposición de los distintos tipos de causas eficientes y finales, y explica la mutua dependencia de las causas y el orden que tal dependencia supone. Finalmente, se estudia el principio de causalidad y su aplicación en el estudio de la causa a partir del efecto: por un efecto particular se conoce una causa particular, mientras que por un efecto universal (el ser en todo lo generado) se conoce una causa universal. Nicolás Olivares Adquirir vía Internet en www.globoeditores.com

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Agustín de Hipona. Una introducción Christoph Horn Traducción de Patricio Domínguez Colección IES Santiago de Chile, 2012 173 págs.

Abarcar la obra de un autor clásico como es Agustín de Hipona en un formato introductorio es una ardua tarea, considerando las múltiples influencias que recibió su filosofía, la evolución temporal de sus concepciones en relación a las etapas de su historia personal, la profundidad metafísica de sus reflexiones, la diversidad temática de sus escritos, y la variedad de interpretaciones que sus postulados han experimentado en su proyección al futuro hasta nuestros días. Se trata de un importante trabajo de síntesis y de ordenación sistemática de una variedad de elementos complejos con el fin de presentar del modo más adecuado posible al lector no iniciado a una de las figuras más influyentes para el pensamiento del mundo occidental. Este libro de Christoph Horn (profesor de filosofía de la Universidad de Bonn), recientemente traducido por Patricio Domínguez desde su original publicado en 1995 y editado por el Instituto de Estudios de la Sociedad; forma parte de una colección de obras introductorias que ya cuentan entre sus publicaciones dos volúmenes dedicados al pensamiento de Aristóteles y Platón. El libro consigue, sin duda, mostrar de forma clara, en una visión general y particularmente ordenada, la amplitud de la obra de Agustín. Mérito adicional corresponde a la


organización interna de los tópicos, pues como afirma Patricio Domínguez en la obra de Agustín carece de “la separación metódica a la cual estamos acostumbrados” (p. 11). Quizá el mayor riesgo es el de la simplificación de un autor como Agustín cuya obra nace y está entremezclada con una búsqueda personal del sentido de la existencia y, consiguientemente, con acontecimientos concretos que contribuyeron al desarrollo de su carácter. En este aspecto, Christoph Horn logra reflejar un espíritu objetivo y siempre delimitado a la naturaleza del trabajo de presentación de la obra de san Agustín, que se manifiesta en su mesura en el tratamiento de los temas. Aparecen, sin duda, mostradas las posibles interpretaciones de las distintas líneas de pensamiento frente a los postulados de Agustín, pero Horn no se excede en la exposición de los temas concretos, consciente de que su labor en este caso es precisamente la de hacer una presentación de un escenario complejo, cuyo futuro análisis requiere avanzar hacia un estadio posterior de lectura y reflexión, y no una profundización exhaustiva destinada a agotar un aspecto particular de esta totalidad. Esta mesura en la acotación al formato introductorio, y ante todo el orden logrado en la labor de sistematizar la obra de Agustín, no oculta el profundo conocimiento del autor sobre la totalidad del mundo agustiniano. La obra se inicia con una primera parte dedicada a la biografía de Agustín y una posterior revisión de los aspectos controvertidos de las fases de los acontecimientos más relevantes de su historia, pues según dice Horn: “una exposición de las etapas biográficas externas no abarca todavía los problemas de su biografía filosófica. Los motivos más importantes de desplazamiento deben ser explicados objetivamente; a saber, la conversión de Agustín, su influjo neoplatónico y su descubrimiento de la doctrina de la gracia. Estos tres momentos cruciales han producido notable divergencia en la investigación” (pp. 28-29). En la segunda parte, Horn se adentra en los principales temas teológicos y filosóficos de la obra del Obispo de Hipona, dividiendo sus consideraciones en la filosofía temprana de Casisiaco, que comprende el análisis de sus posturas relativas a la certeza; la ética de la felicidad; mal y orden, libertad y providencia; belleza, arte y música; y finalmente educación.

A ello sucede una explicación de la teoría del conocimiento y el concepto de ascenso en san Agustín que se refiere tanto a las facultades de la sensibilidad, a la memoria y autoconsciencia y luego a la teoría de la iluminación y al cogito agustiniano como descubrimiento del mundo interior. Este capítulo es de especial interés en su exposición sobre asuntos como la estructura triple de la mente que reúne la existencia del yo, el saber sobre el yo y el amor del yo. También en el planteamiento del descubrimiento del “mundo interior” como posibilidad de encontrar lo indubitable. Aunque se vincula con el futuro discurso cartesiano, Horn se ocupa de remarcar que este acento en la autoconciencia no puede ser interpretada sólo desde la perspectiva moderna de la configuración de una idea de la interioridad sin mundo, sino que debe ser unida al hecho de que el objetivo de la introspección está orientado al ascenso a partir de ella: “no es el yo independiente, sino su relación con Dios” (p.93), que para Agustín es “más interior que lo más íntimo mío y más elevado que lo más sumo mío”. Seguidamente se exponen capítulos dirigidos a su teoría del lenguaje y el maestro interior, de los aspectos subjetivos y objetivos del tiempo, la filosofía de la historia y su teología filosófica en la que destaca su tratamiento de la Trinidad que brota de la inmersión en propia interioridad, el descubrimiento de su estructura inmanente y su analogía con la realidad divina; dentro de otras consideraciones como las de la prueba de la inmortalidad del alma y la teología negativa o mística. La última parte es una infaltable sección centrada en la historia de la recepción de Agustín. Su persona es prominente en el Medioevo como uno de los “grandes doctores de la Iglesia” y considerado en el renacimiento carolingio como “el maestro más importante después de los apóstoles” (p. 161). Aparecen así ante el lector las posibilidades que abre el pensamiento de Agustín en diálogo con sus antecesores y con la tradición filosófica inaugurada por él y con los corrientes que han recibido y reinterpretado aspectos siempre novedosas de su pensamiento. Bernardita M. Cubillos Adquirir vía Internet en www.ieschile.cl

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El cuento tradicional chileno. Estudio estético y antropológico. Antología esencial Fidel Sepúlveda Llanos Ediciones Universidad Católica de Chile Santiago de Chile, 2012 521 págs.

Para los cuentacuentos, para los poetas, para los maestros y ¡ojalá! para los niños este es un libro imperdible y singular. Tiene más de 400 páginas de cuentos tradicionales chilenos seleccionados de las obras de expertos recolectores del género: Ramón A. Laval, Yolando Pino, Ernesto Montenegro, la colección FUCOA del Ministerio de Agricultura con historias tradicionales del mundo rural y algún otro, como Juan Bahamonde y Blanca Santa Cruz. Las ilustraciones —en blanco y negro— están a la altura del material escogido. La mayoría son de Ricardo Santos Tornero y Claudio Gay. Por sus páginas desfilan Pedro Urdemales, por supuesto, pero también Juan Miseria y su perro Pobreza, Mariquita trenzas de oro, la princesa Blanca Cebolla, Saltín saltón, la tenquita coja, la sapa encantada, el medio pollo y el culebrón. La colección va precedida de un estudio estético y antropológico y todo el libro es obra póstuma de Fidel Sepúlveda Llanos, ensayista, poeta y profesor quien fuera por 17 años director del Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Para Fidel Sepúlveda, gran oidor de cuentos, las narraciones chilenas oscilan entre dos mitos poderosos, el Invunche con la constelación del temor y la Tierra de Jauja o Ciudad de los Césares y el reino del deseo.

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“El universo del Invunche, la red del miedo —explica el autor— está constituido en primer lugar por los brujos, sus señores, que pueblan la cueva de Salamanca, ´que abarca subterráneamente toda la extensión del país` y en donde los a los hombres que entran a ella ´les roban la sombra`, símbolo del vaciamiento ontológico que opera el mal”. Hay, pues, “una larga y angosta playa que se cae al mar del miedo que es Chile”. Por otra parte “En el sur de Chile, en un lugar de la Cordillera de los Andes que nadie puede precisar, existe una ciudad encantada de extraordinaria magnificencia. Todo en ella es oro, plata, piedras preciosas. Nada puede igualar a la felicidad de sus habitantes, que no tienen que trabajar para subvenir a las necesidades de la vida…” El día de Viernes Santo se puede ver a lo lejos como brillan sus techos y sus torres de oro y plata —dice la leyenda— y el día que se desencante será el último del mundo. Al chileno —cree Fidel Sepúlveda— lo tironean ambos mitos pendularmente y no le han dejado espacio ni tiempo para tejer el “entre” de una relación estética, creadora con su entorno natural y cultural. Por motivos varios es un “desarraigado”, sin embargo hay un área que propone una articulación integradora, y esa puede ser la narrativa chilena tradicional. “Estos cuentos ayudan a leernos”, y en ellos el autor recrea al “héroe” y a su reverso, el personaje del cuento humorístico, como Pedro Urdemales, quien representa a “la infinita familia de ‘rotos’ que han negociado y burlado al diablo,”…también a los tontos pillos y a los tontos inocentes. Tan significativo o más es el mundo femenino, que en el corpus de cuentos chilenos es un universo bipolar. De una parte, un núcleo de bondad, belleza, sabiduría y frescura vital, de otra, una realidad altamente desconfiable, traicionera y frágil. El estudio concluye que los cuentos nos revelan “una parte significativa de lo que podría postularse como un arte de vivir de los chilenos. Arte de vivir que se juega en un nivel, donde la realidad visible, mensurable, planificable se proyecta en una realidad inconmensurable, imprevisible y donde es posible sentir la vida con espacio y tiempo para lo esencial”. Elena Vial Adquirir vía Internet en www.ediciones.uc.cl


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Sobre los Autores ANSELMO ÁLVAREZ OSB. Abad del Valle de los Caídos. MUJERES Y EL SIGNIFICADO DEL AÑO DE LA FE Carmen Domínguez. Directora del Centro UC de la Familia. Gisela Silva Encina. Historiadora. Carolina Dell’Oro. Filósofa UC y profesora universitaria. Pilar Vigil. Profesora Universidad Católica, Presidenta Teen Star International. Mónica Jiménez de la Jara. Ex ministra de Educación. Christiane Raczynski.Presidenta de Ayuda a la Iglesia que Sufre-Chile. Patricia Matte Larraín. Presidenta de la Sociedad de Instrucción Primaria. Francisca Alessandri. Académica, Centro de Políticas Públicas UC. Alexandra de Habsburgo. Presidenta de la Fundación Auxilio Maltés. Alicia Amunátegui de Ross. Presidenta de La Protectora de la Infancia. JOSEPH FRINGS (Arzobispo de Colonia 1942 - 1969) / JOSEPH RATZINGER (Teólogo, asesor del Arzobispo de Colonia 1961). IAN KER. Sacerdote y profesor de teología en Oxford University. Anteriormente enseñó en otras universidades en Inglaterra y Estados Unidos. Reconocido como autoridad mundial en relación al beato John Henry Newman, sobre quien ha escrito más de 20 libros, entre los que destaca una biografía traducida a varios idiomas.

COMITÉ EDITORIAL DE HUMANITAS

JAIME ANTÚNEZ ALDUNATE. Director de Revista HUMANITAS. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. JUAN DE DIOS VIAL CORREA. Médico cirujano. Presidente emérito del Pontificio Consejo para la Vida. Ex Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Miembro de Número de la Academia de Ciencias del Instituto de Chile. Miembro del Comité Editorial de revista HUMANITAS. CARL ANDERSON. Caballero Supremo de los Caballeros de Colón. SERGIO FERNÁNDEZ AGUAYO. Abogado, ex diputado y embajador, Presidente del Instituto Jacques Maritain – Chile. AUTORES EN PANORAMA Y LIBROS JEAN-LOUIS BRUGUÉS. Bibliotecario y Archivista de la Santa Iglesia Romana. MAURO MATTHEI, OSB. Del Consejo de revista HUMANITAS. RAÚL HASBUN. Del Consejo de revista HUMANITAS. JOSÉ LUIS RESTÁN. Periodista español. Redactor de Páginas Digital. P. RANIERO CANTALAMESSA. Predicador de la Casa Pontificia

Jaime Antúnez. Director de Revista HUMANITAS. Doctor en Filosofía. Miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Hernán Corral. Doctor en Derecho. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Samuel Fernández. Doctor en Teología. Ex decano y profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Director del Centro de Estudios Padre Alberto Hurtado. Gabriel Guarda O.S.B. Abad emérito del Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad de Las Condes. Premio Nacional de Historia 1984. Miembro de número de la Academia de la Historia, del Instituto de Chile. René Millar. Doctor en Historia. Ex decano de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la P.U.C. y profesor titular del Instituto de Historia. Miembro de número de la Academia de la Historia, del Instituto de Chile. Pedro Morandé. Doctor en Sociología. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la P.U.C. Miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Ricardo Riesco. Doctor en Geografía. Rector de la Universidad San Sebastián. Miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Francisco Rosende. Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Católica de Chile. Master of Arts en Economía, Chicago. Juan de Dios Vial Correa. Ex Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ex Presidente de la Pontificia Academia para la Vida. Miembro de Número de la Academia de Ciencias del Instituto de Chile. Juan de Dios Vial Larraín. Ex Rector de la Universidad de Chile. Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 1997. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Arturo Yrarrázaval. Doctor en Derecho. Ex Decano de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

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HUMANITAS Revista de Antropología y Cultura Cristianas Publicación trimestral de la Pontificia Universidad Católica de Chile La revista HUMANITAS nace de la conveniencia de que la Universidad disponga para el servicio de la comunidad universitaria y de la opinión pública en general, de un órgano de pensamiento y estudio que busque reflejar las preocupaciones y enseñanzas del Magisterio Pontificio (Decreto Rectoría Nº 147/95, visto 2º). DIRECTOR Jaime Antúnez Aldunate COMITE EDITORIAL Hernán Corral Talciani Samuel Fernández Eyzaguirre Gabriel Guarda, O.S.B. René Millar Carvacho Pedro Morandé Court Ricardo Riesco Jaramillo Francisco Rosende Ramírez Juan de Dios Vial Correa Juan de Dios Vial Larraín Arturo Yrarrázaval Covarrubias SECRETARIA DE REDACCIÓN Marta Irarrázaval Zegers CONSEJO DE CONSULTORES Y COLABORADORES Presidente Honorario: S.E.R. Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa. Arzobispo Emérito de Santiago. Héctor Aguer, Anselmo Álvarez, O.S.B., Carl Anderson, Andrés Arteaga, Francisca Alessandri, Antonio Amado, Felipe Bacarreza, Rémi Brague, Jean-Louis Bruguès, O.P., Rocco Buttiglione, Massimo Borghesi, Carlos Francisco Cáceres, Cardenal Carlo Caffarra, Cardenal Antonio Cañizares, Jorge Cauas Lama, Guzmán Carriquiry, William E. Carroll, Alberto Caturelli, Cesare Cavalleri, Fernando Chomali, Francisco Claro, Ricardo Couyoumdjian, Mario Correa Bascuñán, Francesco D’Agostino, Adriano Dell’Asta, Vittorio di Girolamo, Carmen Domínguez, José Manuel Eguiguren, Carlos José Errázuriz, Jesús Colina, Luis Fernando Figari, Juan Ignacio González, Stanislaw Grygiel, Gonzalo Ibáñez Santa-María, Raúl Hasbun, Henri Hude, José Miguel Ibáñez, Raúl Irarrázabal, Lydia Jiménez, Paul Johnson, Jean Laffitte, Nikolaus Lobkowicz, Alfonso López Quintás, Alejandro Llano, Raúl Madrid, Javier Martínez Fernández, Patricia Matte Larraín, Carlos Ignacio Massini Correas, Mauro Matthei, O.S.B., Cardenal Jorge Medina, Livio Melina, Augusto Merino, Dominic Milroy, O.S.B., Antonio Moreno Casamitjana, Fernando Moreno Valencia, Rodrigo Moreno Jeria, José Miguel Oriol, Francisco Petrillo, O.M.D., Bernardino Piñera, Aquilino Polaino-Lorente, Rodrigo Polanco, Cardenal Paul Poupard, Javier Prades, Dominique Rey, Florián Rodero L.C., Alejandro San Francisco, Romano Scalfi, Cardenal Angelo Scola, David L. Schindler, Josef Seifert, Gisela Silva Encina, Robert Spaemann, Paulina Taboada, William Thayer Arteaga, Olga Ulianova, Luis Vargas Saavedra, Miguel Ángel Velasco, Juan Velarde Fuertes, Aníbal Vial, Pilar Vigil, Richard Yeo, O.S.B.

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Andrés Arteaga: Obispo Auxiliar de Santiago. Profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. (UC) Francisca Alessandri: Profesora de la Facultad de Periodismo, UC. Antonio Amado: Profesor de Metafísica de la Universidad de los Andes. Felipe Bacarreza: Obispo de Los Ángeles, Chile. Carlos Francisco Cáceres: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Jorge Cauas Lama: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Fernando Chomali: Arzobispo de Concepción. Miembro de la P. Academia Pro Vita. Francisco Claro: Decano Facultad de Educación, UC. Ricardo Couyoumdjian: Profesor del Instituto de Historia, UC. De la Academia de la Historia del Instituto de Chile. Mario Correa Bascuñán: Secretario General de la Pontificia Universidad Católica. Profesor de la Facultad de Derecho, UC. Carmen Domínguez: Abogado, Directora del Centro UC para la Familia. Vittorio di Girólamo: Profesor de la Universidad Gabriela Mistral. José Manuel Eguiguren Guzmán: Fundador del Movimiento Apostólico Manquehue Carlos José Errázuriz: Consultor Congregación para la Doctrina de la Fe. Profesor de la Pontificia Università della Santa Croce. Jesús Colina: Director de Aleteia. Juan Ignacio González: Obispo de San Bernardo, Chile. Raúl Hasbun: Sacerdote de Schöenstatt. Profesor del Seminario Pontificio Mayor de Santiago. Gonzalo Ibáñez Santa-María: Profesor y ex rector de la Universidad Adolfo Ibáñez. José Miguel Ibáñez Langlois: Teólogo y poeta. Raúl Irarrázabal Covarrubias: Arquitecto. Presidente de la Asociación Chilena de la Orden de Malta. Raúl Madrid: Profesor de la Facultad de Derecho, UC. Patricia Matte Larraín: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Presidenta de la Sociedad de Instrucción Primaria. Mauro Matthei, OSB: Sacerdote y monje benedictino. Historiador. Cardenal Jorge Medina: Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Augusto Merino: Cientista político, profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez. Antonio Moreno: Arzobispo Emérito de Concepción. Fernando Moreno: Filósofo, director del programa de Ciencia Política de la Universidad Gabriela Mistral. Rodrigo Moreno Jeria: De la Academia Chilena de la Historia. Bernardino Piñera: Arzobispo Emérito de La Serena. Rodrigo Polanco: Presbítero, profesor de la Facultad de Teología de la UC. Alejandro San Francisco: Profesor del Instituto de Historia, UC. Gisela Silva Encina: Escritora. Paulina Taboada: Médico. Miembro de la Pontificia Academia Pro Vita. William Thayer Arteaga: De la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Olga Uliánova: Doctora en Historia por la Universidad de Lomonosov, Moscú. Investigadora de la Universidad de Santiago. Luis Vargas Saavedra: Profesor de la Facultad de Letras, UC. Aníbal Vial: Ex rector Universidad Santo Tomás. Pilar Vigil: Médico. Miembro de la Pontificia Academia Pro Vita.

Héctor Aguer: Arzobispo de la Plata, Argentina. Anselmo Álvarez, OSB: Abad de Santa Cruz del Valle de los Caídos. Carl Anderson: Caballero Supremo de los Caballeros de Colón. Rémi Brague: Premio Ratzinger 2012. Titular cátedra Romano Guardini, Universidad de Munchen. Jean-Louis Bruguès, OP: Archivista y bibliotecario de la Santa Iglesia. Obispo emérito de Angers, Francia. Massimo Borghesi: Filósofo italiano. Catedrático de la Universidad de Perugia. Rocco Buttiglione: Filósofo político italiano. Cardenal Carlo Caffarra: Arzobispo de Bolonia. Cardenal Antonio Cañizares: Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Guzmán Carriquiry: Secretario de la Comisión Pontificia para América Latina. William E. Carroll: Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad de Oxford. Alberto Caturelli: Filósofo argentino. Cesare Cavalleri: Director de Studi Cattolici, Milán. Francesco D’Agostino: Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Tor Vergata de Roma. Ex Presidente del Comité Nacional de Bioética en Italia. Adriano Dell’Asta: Profesor de la Universidad Católica de Milán. Luis Fernando Figari: Fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, Lima. Stanislaw Grygiel: Filósofo polaco. Titular de la Cátedra Juan Pablo II en la Universidad Lateranense, Roma. Henri Hude: Filósofo francés. Ex rector del Colegio Stanislas, París. Lydia Jiménez: Directora General del Instituto Secular Cruzadas de Santa María Paul Johnson: Historiador inglés. Jean Laffitte: Obispo de Entrevaux. Secretario del Consejo Pontificio para la Familia. Nikolaus Lobkowicz: Director del Instituto de Estudios de Europa del Este y Central de la Universidad de Eichstätt, Alemania. Alfonso López Quintás: Filósofo español. Miembro de Número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Alejandro Llano: Filósofo español. Javier Martínez Fernández: Arzobispo de Granada, España. Carlos Ignacio Massini Correas: Catedrático de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Livio Melina: Presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia. Dominic Milroy, OSB: Monje de Ampleforth, ex-rector de Ampleforth College, York, Gran Bretaña. José Miguel Oriol: Presidente de Editorial Encuentro, Madrid. Francesco Petrillo, OMD: Superior General de la Orden de la Madre de Dios. Aquilino Polaino-Lorente: Psiquiatra español. Cardenal Paul Poupard: Presidente emérito del Pontificio Consejo de Cultura. Javier Prades: Rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, Madrid. Miembro de la Comisión Teológica Internacional. Dominique Rey: Obispo de Frejus-Toulon, Francia. Florián Rodero L.C: Profesor de Teología del Ateneo Regina Apostolorum en Roma. Romano Scalfi: Director del Centro Rusia Cristiana, Milán. Cardenal Angelo Scola: Arzobispo de Milán. Josef Seifert: Es Rector de la Academia Internacional de Filosofía de Liechtenstein desde 1986, y desde 2004 en Chile, IAP-PUC. David L. Schindler: Director del Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre Matrimonio y Familia, Washington D.C. Robert Spaemann: Filósofo alemán. Miguel Ángel Velasco: Director de Alfa y Omega, Madrid. Juan Velarde Fuertes: De la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales (1992). Richard Yeo, OSB: Abad Presidente de la Congregación Benedictina de Inglaterra.


Joseph Frings – Joseph Ratzinger EL CONCILIO FRENTE AL PENSAMIENTO MODERNO Hablan las mujeres ¿POR QUÉ UN AÑO DE LA FE? PRESENTACIÓN DE HUMANITAS EN NUEVA YORK

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R E V I S T A DE A n t r op ol o g í a y C u lt u r a C r i s t i a n a s / N º 70 / A ÑO X V I I I

BUSCAR EL CAMINO HACIA EL FUTURO, LLEVANDO CONSIGO LA MEMORIA DE LAS RAÍCES Por Jorge Mario Card. Bergoglio

AÑO XVIII

REEDICIÓN

NÚMERO EN HOMENAJE AL PAPA FRANCISCO Y AL PONTÍFICE EMÉRITO BENEDICTO XVI


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