Humanitas 59

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H U M A N I T A S

H umanitas Nº 59 invierno 2010 – AÑO XV

En el Bicentenario 1810-2010 LA IGLESIA Y EL ESTADO A DOSCIENTOS AÑOS DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL Cardenal Tarcisio Bertone

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ACERCA DE LA SANTIDAD EN LA HISTORIA DE CHILE Mauro Matthei O.S.B.

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LOS VALORES DEL EVANGELIO EN LA CULTURA DE NUESTROS PUEBLOS Héctor Aguer

444

Hace 30 años Juan Pablo II en la Unesco ECCE HOMO! Pedro Morandé

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SI TODO ES GRACIA, YA NO HAY GRACIA Cardenal Georges Cottier O.P.

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Política para cristianos SACRALIZACIÓN Y DESACRALIZACIÓN DEL PODER Francesco D’Agostino

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A 15 años de la Evangelium vitae EL SENTIDO SOCIAL EN LA ENCÍCLICA DE JUAN PABLO II Juan de Dios Vial Correa

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EL VATICANO II ANTE NOSOTROS Jean Louis Bruguès O.P.

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¿BAJO QUÉ ASPECTO SE PRESENTARÁ LA IGLESIA EN EL AÑO 2000? Joseph Ratzinger

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Destacamos en NOTAS Laurita Vicuña ¿BEATA CHILENA DESCONOCIDA? Pedro de la Noi

545

Destacamos en LIBROS Juan B. Fuentes LA IMPOSTURA FREUDIANA por Aquilino Polaino-Lorente

602

Música “ATLÀNTIDA”. UNIVERSO MUSICAL Y CULTURAL DE DON MANUEL DE FALLA Fernando Martínez

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En portada: Detalle Fresco, La Resurrección, Giotto. Capilla Scrovegni. S. XIV.

Sumario Editorial Notas La Palabra del Papa Panorama Libros Música Sobre los Autores

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HUMANITAS

quince años sirviendo al encuentro de la fe y la cultura

HUMANITAS (ISSN 07172168) recoge los trabajos de sus colaboradores regulares, nacionales y extranjeros. Asimismo, de otros autores cuya temática resulta afín con los objetivos de esta publicación. Toda reproducción total o parcial de los artículos publicados por HUMANITAS requiere de la correspondiente autorización, a excepción de comentarios o citas que se hagan de los mismos. Diseño y Producción: Publicidad Universitaria UC Impresión: Morgan Impresores Suscripciones y correspondencia: HUMANITAS, Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, 3er piso, Santiago, Chile. Teléfono (562) 354 6519, Fax (562) 354 3755, E-mail: humanitas@uc.cl Suscripción anual, $26.000; estudiantes, $16.000. Valor por ejemplar, $7.000.


HUMANITAS Sumario N° 59 (julio-septiembre 2010)

LA IGLESIA Y EL ESTADO A DOSCIENTOS AÑOS DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL, por Cardenal Tarcisio Bertone. Se reproduce en estas páginas la conferencia pronunciada por el Secretario de Estado de Su Santidad, Cardenal Tarcision Bertone, en la Pontificia Universidad Católica de Chile durante su visita en abril de este año. Se trata de una mirada de fe a la historia de Chile cuya identidad se encuentra profundamente ligada, desde el inicio, a la fe católica, apostólica y romana. El Cardenal recuerda, cara al bicentenario de la independencia, que la ocasión representa “una oportunidad para mirar con gratitud al pasado, para crecer en el amor a la patria y en la concordia nacional, para renovarse en el compromiso al servicio del bien común del pueblo chileno y del bien común de la comunidad internacional”. Humanitas 2010, LIX, págs. 422 - 435 ACERCA DE LA SANTIDAD EN LA HISTORIA DE CHILE, por Mauro Matthei O.S.B. Chile goza de la bendición de dos santos canonizados que han dejado su huella en nuestro territorio, santa Teresa de los Andes y san Alberto Hurtado. Sin embargo también existe una serie de testimonios de vida provenientes de hombres y mujeres a quienes se rinde devoción como beatos, como venerables y siervos de Dios y finalmente algunos que simplemente han muerto con fama de santidad. Los santos en Chile son signo de una fe que no fue impuesta a la fuerza, sino que dio fruto y fue recepcionada y proyectada en la vida. En el presente artículo, como un aporte al bicentenario, se focalizan algunas de las figuras que marcan la ruta de la santidad desde los orígenes, iluminando hasta hoy la historia nacional. Humanitas 2010, LIX, págs. 436 - 441 LOS VALORES DEL EVANGELIO EN LA CULTURA DE NUESTROS PUEBLOS, por Héctor Aguer. Hace más de cinco siglos que la Cruz de Cristo ilumina a América. Para la conciencia primitiva América no existía con una unidad que se expresara en términos de nacionalidad o continentalidad. Lo indígena y lo hispano se fusionaron mediante el mestizaje. Con la erección de ciudades, el establecimiento de instituciones de gobierno y cultura, España fundó a partir de la originalidad del universo precolombino, el Nuevo Mundo. El resultado fue una cristiandad mestiza, con magníficas realizaciones, pero también con deficiencias en la encarnación de los valores católicos dentro de la dimensión cultural, social y política de los pueblos. El ethos tradicional latinoamericano aparece hoy amenazado por la difusión de un relativismo que no reconoce las inclinaciones naturales del hombre: la verdad, el bien, la autoconservación, la familia, la vida social, la justicia y la amistad. La recuperación del lógos de la fe requiere una purificación de la razón organizadora de la sociedad iberoamericana que integre los valores del Evangelio en la cultura actual de nuestros pueblos de manera de establecer un orden humano y dirigido al bien común social. Humanitas 2010, LIX, págs. 444 - 453 ECCE HOMO!, por Pedro Morandé. El 2 de junio de 1980, hacen ahora treinta años, Juan Pablo II pronunció en la sede de la UNESCO en París uno de los discursos más memorables de su pontificado, tratando sobre la cultura humana. La preocupación pastoral de la Iglesia por la cultura actual ya se había delineado en el Concilio Vaticano II con el lema: “procurar hacer cada vez más humana la vida humana”. Juan Pablo II asumió este horizonte en su discurso, cuyo resumen puede expresarse en tres argumentos que manifiestan

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su visión y tarea de futuro: “¡El futuro del hombre depende de la cultura!, ¡La paz del mundo depende de la primacía del Espíritu! ¡El porvenir pacífico de la humanidad depende del amor!”. En él se condensa el derrotero de acción que caracterizó su pontificado y resplandece su pasión por el hombre que le mueve a hacer un llamado: “hay que afirmar al hombre por él mismo, y por ningún otro motivo o razón: ¡únicamente por él mismo!”. Fruto de ello nace una vocación a amar también todas las relaciones que le constituyen: cultura, familia, escuela, nación y trabajo, al darles una dimensión personal como posibilidad de la plenitud del ser del hombre, alejada de la concepción puramente instrumental que se pueda tener de ellas. Humanitas 2010, LIX, págs. 457 - 465 SI TODO ES GRACIA, YA NO HAY GRACIA, por Cardenal Georges Cottier O.P. En relación con nuestra naturaleza herida, la gracia tiene un triple efecto: cura, fortalece, eleva. El pecado como tal no es gracia, sino que mediante el arrepentimiento y la conversión puede ser ocasión del perdón de Dios. Cuando se confiesa la propia falta, se reconoce la miseria personal y se toma distancia de la tentación de envanecerse. Señala el Cardenal Cottier: “lo que es totalmente ajeno a la fe cristiana es la identificación entre gracia y pecado, una concepción perversa que más bien se encuentra en el gnosticismo y en las parodias gnósticas del cristianismo”. Humanitas 2010, LIX, págs. 466 - 471 SACRALIZACIÓN Y DESACRALIZACIÓN DEL PODER, por Francesco D’Agostino. Existe una costumbre de encuadrar la política en el horizonte de la sospecha y la desconfianza. Hoy la pretensión de ligar la política con la virtud, como postulaba el pensamiento clásico, no parece una idea que suscite algo más que incredulidad. En cambio, dentro de la tradición cristiana la tarea de los gobernantes se consideraba excelsa y no se dudaba en calificar de santa la obra de algunos grandes soberanos. El ejercicio virtuosos de la política en pos del bien social supone que ninguna función pública puede concebirse como autorreferente, ningún candidato a un cargo administrativo puede cumplir su labor si no es poniéndose al servicio de aquellos a los cuales administra o gobierna. La política como servicio sólo puede entenderse si es que se introduce un factor metahistórico que la oriente irremediablemente, así por ejemplo la Iglesia, comunidad de los creyentes reunidos en el nombre del Señor. La experiencia histórica eclesial permite a los hombres poseer la vivencia real de que su fraternidad y su igualdad no responden meramente a una realidad ideológica abstracta, y se constituye de este modo en la garantía trascendental de estas aspiraciones sociales fundamentales para el ejercicio político. Humanitas 2010, LIX, págs. 472 - 489 EL SENTIDO SOCIAL EN LA ENCÍCLICA EVANGELIUM VITAE DE JUAN PABLO II, por Juan de Dios Vial Correa. La presente reflexión en torno a la Encíclica Evangelium vitae se ocupa de la doctrina social inscrita en ella. En particular se concentra en la cuestión del aborto, punto especialmente ilustrativo al no representar hoy una discusión meramente médica, sino que un debate ideológico y social. La encíclica publicada hace 15 años da testimonio de una doctrina que no se funda en el poder, el conflicto y la manipulación. La verdadera dinámica de la sociedad humana tal como es querida por Dios en vistas de la paz auténtica no se reduce a no matar o sólo a respetar, sino que puede expresarse en estas palabras: “El Dios de la Alianza ha confiado la vida de cada hombre a otro hombre hermano suyo, según la ley de la reciprocidad del dar y del recibir, del don de sí mismo y de la acogida a otro”. Don y acogida son más perfectos en su gratuidad y por tanto más próximos al desvalido, el nascituro, el recién nacido y el enfermo terminal. Humanitas 2010, LIX, págs. 490 - 507 EL VATICANO II ANTE NOSOTROS, por Jean Louis Bruguès O.P. Se cuenta que siendo interrogado sobre la importancia histórica de la Revolución Francesa, el Primer Ministro del presidente Mao respondió: “Todavía es demasiado pronto para decirlo”. Cuando se trata de evaluar la repercusión del Concilio Vaticano II se presenta la posibilidad de acelerar en exceso el juicio sobre sus consecuencias. Sólo es posible mesurar el impacto de un concilio a largo plazo. Muchos siglos requirió a la Iglesia medir la profundidad de las

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reformas del Concilio de Trento o del de Nicea que dio a luz al actual Credo que hoy sostiene nuestra fe. Lo que en la proximidad parecía determinante se esfumó en unos cuantos años, mientras las generaciones distantes cosechaban frutos inesperados de los acontecimientos. Humanitas 2010, LIX, págs. 508 - 519 ¿BAJO QUÉ ASPECTO SE PRESENTARÁ LA IGLESIA EN EL AÑO 2000?, por Joseph Ratzinger. Se reproduce en estas páginas un clarividente texto del entonces sacerdote y profesor de teología Joseph Ratzinger publicado originalmente en el libro “Glaube uns Zukunft” que reunió una serie de conferencias radiofónicas emitidas por el actual Papa en la Alemania de los sesenta, hace aproximadamente 40 años. El teólogo delinea aquí la imagen que tendrá la Iglesia en el futuro: “(…) tras la prueba de estas divisiones surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplificada, una gran fuerza, porque los seres humanos serán indeciblemente solitarios en un mundo plenamente planificado. Experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo. Como una esperanza importante para ellos, como una respuesta que siempre han buscado a tientas. A mí me parece seguro que a la Iglesia le aguardan tiempos muy difíciles. Su verdadera crisis apenas ha comenzado todavía. Hay que contar con fuertes sacudidas. Pero yo estoy también totalmente seguro de lo que permanecerá al final: no la Iglesia del culto político, que fracasó ya en Gobel, sino la Iglesia de la fe. Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte”. Humanitas 2010, LIX, págs. 520 - 533 Sección NOTAS ¿Beata chilena desconocida?, por Pedro de la Noi. Aunque es poco conocida por su vivencia específica de santidad, Laurita Vicuña tiene algo que la identifica y que la distingue de casi la totalidad de los santos: haber vivido sólo doce años. La infancia santa de esta beata chilena se entiende a la luz y es una actualización de la vida oculta de Cristo, que no fue preparación del evangelio sino pleno evangelio. Sacerdotes y seminaristas hoy, por GianPaolo Salvini y Giuseppe De Rosa. Con ocasión del cierre del Año Sacerdotal se analiza estadísticamente la situación actual de los seminaristas y sacerdotes, concluyendo con una reflexión sobre la prioridad de enriquecer los seminarios y proporcionar medios espirituales y culturales que ayuden a los jóvenes con vocación sacerdotal a recorrer su camino en medio de un mundo adverso. Pensamientos de san Juan María Vianney, Santo Cura de Ars. Publicamos una selección de pensamientos de quien fue el patrón y emblema de este Año Sacerdotal clausurado en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Humanitas 2010, LIX, págs. 534 - 549 LIBROS “La impostura freudiana” por Juan B. Fuentes (Ediciones Encuentro); “Vida y obra de Andrés Bello” por Alejandro Guzmán Brito (Globo Editores); “Evangelizar la cultura de la libertad” por Juan Antonio Martínez Camino (Ediciones Encuentro); “Almácigo. Poemas Inéditos de Gabriela Mistral” Edición abreviada y compilación de Luis Vargas Saavedra (Ediciones UC); “Teología Política según Gueydan de Roussel” por Rafael Breide Obeid (Editorial Gladius); “El amor a la verdad, toda la verdad y en todas las cosas. Ensayos en honor a Josef Seifert” Editado por Carlos A. Casanova (Ediciones UC); “Sacerdotes para nuestro tiempo. Juan Pablo II y Benedicto XVI hablan sobre el sacerdocio” José A. Martínez Puche, O. P. (Editorial Edibesa); “Creed en la fuerza de vuestro sacerdocio”. Palabras del Papa Benedicto a los sacerdotes” Edición de Samuel Fernández; “Ortega y Unamuno en la España de Franco. El debate intelectual durante los años cuarenta y cincuenta” por Antonio Martín Puerta (Ediciones Encuentro); “Libro de las obras divinas” Hildegarda de Bingen (Editorial Herder); “La praxis de la psicología y sus niveles epistemológicos según Santo Tomás de Aquino” por Martín F. Echavarría (Editorial UCALP); “La oración contemplativa” por Hans Urs von baltasar (Ediciones Encuentro);“Human Rights and the Unborn Child” por Rita Joseph (Martinus Nijhoff Publishers); “Le Liban contemporain. Histoire et société” por Georges Corm (La Découverte). Humanitas 2010, LIX, págs. 602 - 618

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EDITORIAL

La Embestida Mediática (y el grano de mostaza)

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o tanto tiempo atrás, el conocido The New York Times desplegaba en su primera página generosas tres columnas acompañadas de una ilustración tan oscura como el tenor de la crónica que allí titulaba “In Tangle of Young Lips Sex Rebellion in Chile”. Un escriba local, contratado como corresponsal, recorría los más bajos fondos de un sábado de noche en Santiago y describía con solaz el ambiente de orgía en que hoy, según su impresión, ya liberada de la represión política, vive la juventud chilena. La generosidad del cotidiano neoyorkino con dicha información que marcaba ese día su portada, continuaba al interior del primer cuerpo, en la pág. A-9, con seis columnas reforzadas por otra ilustración gráfica, llenando con ello media hoja del diario. Al frente, en página de la izquierda (A-8), apenas cuatro columnas, reproducen la fotografía de un “papamóvil” que cruza unas calles vacías de París teniendo como trasfondo la inconfundible silueta de la catedral de Notre Dame. “Pope, Visiting France, Speaks about Role of Faith”, dice el título de la información, que escuetamente se refiere al esperado discurso pronunciado por Benedicto XVI en el Collège des Bernardins ante las primeras autoridades de esa nación y las personalidades más representativas de la cultura de Francia (cf. Humanitas 54, pág. 813). Este “periodismo de bajos fondos” no tiene absolutamente nada de nuevo, pero en el caso del seguimiento noticioso de la Iglesia católica y muy concretamente del actual Pontífice, se va constituyendo en una lacra que vulnera un elemental derecho a la verdad y que orada profundamente la credibilidad de ese mismo periodismo, al menos en un público provisto de cierta instrucción y mínimo sentido crítico. Para observar su proceder –y dejando atrás diversos episodios como el artificial estruendo noticioso provocado a propósito del discurso de Ratisbona en septiembre de 2006– basta fijar la atención en unos pocos hechos recientes. El 13 de mayo pasado el Papa Benedicto XVI se dirige a Portugal, viaje cuyo epicentro es Fátima. Una vorágine noticiosa mundial intenta condicionar su objetivo misional creando una onda emocional que vincula –provocando artificial alarma y desconfianza– el tercer secreto de Fátima con los conocidos pecados de pedolfilia de algunos miembros del clero. El Papa se explica con claridad, consagra a los sacerdotes a la protección de la Virgen, el pueblo fiel se vuelca y concurren a la misa de ese santuario mariano medio millón de fieles, cantidad que supera con mucho la que asistiera a la beatificación por Juan Pablo II de los pastores Jacinta y Francisco el año 2000. La embestida mediática es acallada y en cierto modo retrocede; la verdad se impone aunque en forma restringida (cf. Sección Panorama, “Viaje de Benedicto XVI a Portugal”, pág. 562 de esta edición) Casi exactamente un mes después Benedicto XVI viaja a Chipre, tierra en que estuvieron San Pablo y San Bernabé. Se va a repetir entre él y el patriarca ortodoxo Crisóstomos II

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el histórico abrazo de Pablo VI con Atenágoras. El Pontífice ha venido a entregar personalmente el “Instrumentum laboris” para el Sínodo de Oriente Medio. Cualquiera puede informarse de los varios y trascendentales aspectos que comprende la intensa visita de dos días del Papa en Chipre con sólo abrir la edición semanal en lengua castellana de L’Osservatore Romano de fecha 13 de junio. En el ámbito latinoamericano –con más recato que el NYT, por tratarse de un país de tradición católica, pero siguiendo su mismo espíritu- un prestigioso cotidiano de la cadena Diarios de América, como si no hubiese nada más que decir, luce entretanto este anecdótico y vulgar titular: “Máximo líder musulmán de Chipre ‘dejó plantado’ a Benedicto XVI”. (sic) Al estruendo y a la tergiversación, sigue el silencio de realidades que no hay cómo ocultar. Entre el 10 de abril y el 23 de mayo, dos millones de personas acuden a la catedral de Turín para venerar la Sábana Santa –“Icono del Sábado Santo”, lo definió el Pontífice que fue allí el 2 de mayo- mientras un gran silencio, como el de otro Sábado Santo, se cierne a este respecto sobre el orbe de los grandes medios informativos. Este mismo silencio se repite cuando luego 200 mil fieles se congregan a la hora del Angelus el domingo 16 de mayo (cf. Sección Panorama, “En familia con el Papa”, pág. 587 de esta edición) en Plaza San Pedro, bajo el balcón del Papa, para manifestarle su apoyo ante los ataques de que es objeto en los medios. Al margen de las confusiones desinformativas que esta lacra produce y que habrá que lamentar, alienta entretanto observar el creciente fortalecimiento de un periodismo alternativo y serio que cubre con profesionalismo el ámbito informativo eclesial y pontificio objeto de la referida embestida. Limitándonos a unos pocos ejemplos que toman cuerpo en el mundo de habla hispana –los hay en todas la lenguas– ahí están los esfuerzos desplegados por el madrileño diario La Razón y muy particularmente por el excelente semanario Alfa y Omega, órgano de la arquidiócesis de Madrid, que circula en toda España los días jueves como anexo del diario ABC. Ambos, en especial el segundo, potencian su capacidad comunicativa a través de sus páginas web. En el campo de la red son de destacar el gran portal mexicano Catholic.net y el servicio desplegado en los cinco continentes por las agencias Páginas Digital de España, Aciprensa del Perú y la romana Zenit, que se difunde en seis idiomas y cuyo perfil lo autodefine su epígrafe “El mundo visto desde Roma”. En el plano local se destaca, entre otros, el ágil servicio semanal que viene desplegando VivaChile.org Muchísimas otras posibilidades accesibles en la red de Internet pueden conocerse accediendo a nuestro sitio Humanitas.cl yendo al vínculo Enlaces. También en el campo de la televisión –sumándose al inmenso logro de EWTN– y de la radio, son de gran auspicio iniciativas desarrolladas por algunas diócesis en Argentina, Chile y Perú, en particular el compromiso personal de algunos pastores con espacios en estos medios. Como un grano de mostaza…

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La Iglesia y el Estado

a doscientos años de la Ilandependencia Independencia nacional nacional POR TARCISIO CARDENAL BERTONE

En el Bicentenario 1810-2010

UNA PERSPECTIVA UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA HISTÓRICA DELDEL BICENTENARIO: BICENTENARIO:

“Un pueblo que deja de saber cuál es su propia verdad, acaba perdido en los laberintos del tiempo y de la historia, privado de valores claramente definidos y sin grandes objetivos claramente enunciados”.

(Benedicto XVI, discurso pronunciado en el Centro Cultural Belém de Lisboa. Mayo 2010)

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“No cabe duda que el catolicismo es uno de aquellos elementos que contribuyeron notablemente a conformar la identidad nacional chilena y que hoy continúa representando un valor de primerísimo orden.”

gradezco la invitación que me ha hecho la Pontificia Universidad Católica de Chile para exponer ante este selecto auditorio algunas ideas con motivo de las celebraciones que durante este año están presentes en el corazón de esta noble Nación. Pero, antes de empezar mi intervención, quisiera transmitirles el caluroso saludo del Papa Benedicto XVI, que con gran afecto conserva muy vivo el recuerdo de su visita a Chile en el año mil novecientos ochenta y ocho y, en particular, a esta Universidad, donde pronunció una lección magistral titulada “Una mirada teológica sobre la procreación humana”, cuya actualidad ha ido aumentando con el paso del tiempo. Su Santidad me ha encargado vivamente de hacerles llegar su especial cercanía en estos momentos tan duros para este noble pueblo. El Papa los acompaña con su oración, pidiendo a Dios que Chile supere, con la ayuda de todos, los trágicos acontecimientos que ha vivido recientemente. Queridos amigos, me siento muy honrado de encontrarme con ustedes en este lugar por un doble motivo: porque esta Alma Mater del saber ocupa un puesto de singular importancia en el corazón de la Iglesia y de la nación chilena, y porque aquí, mediante el estudio y la investigación competente y rigurosa en muchas áreas del saber humano, se intenta alcanzar ese fecundo diálogo entre fe y razón, al que en innumerables ocasiones el Santo Padre Benedicto XVI ha alentado. En este sentido, me es grato recordar la figura del obispo

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“La Primera Misa”, óleo de Pedro Subercaseaux, Museo Histórico Nacional, Santiago de Chile.

Conferencia del Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado de Su Santidad, en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Lunes, 12 de abril de 2010.

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1 Benedicto XVI, Discurso en la Universidad “La Sapienza” de Roma, 17-1-2008. 2 Cf. Benedicto XVI, Encuentro con el Mundo Académico de la República Checa, 27-9-2009. 3 Cf. Ibíd. 4 Cf. Ibíd.

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Larraín Gandarillas, impulsor y mentor de esta casa de estudios, así como la de Monseñor Carlos Casanueva, uno de los más sabios y preclaros rectores, y ante cuyos restos, que reposan en la capilla de esta casa central, me he detenido a orar.

La Universidad Católica y su servicio a la verdad Creo, por tanto, que no es ocioso comenzar esta intervención, con una breve reflexión sobre la naturaleza y sobre la misión social de la Universidad y, en concreto, de la Universidad Católica. Con el Papa Benedicto XVI, podemos convenir en que «el verdadero e íntimo origen de la Universidad está en el afán de conocimiento, que es propio del hombre. Quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere la verdad»1. Precisamente, la confianza en la capacidad humana de buscar, encontrar y de vivir según la verdad, constituye una dimensión propia de la fe cristiana; por eso no sorprende que la Universidad haya nacido en el seno de la civilización cristiana2. Ella, por su propia identidad, está por tanto llamada a prestar a la comunidad humana el servicio o diakonía de la verdad, para que, mediante el cultivo de los auténticos valores culturales y espirituales de la sociedad, se enriquezca el patrimonio intelectual de la Nación y se consoliden los cimientos de su desarrollo futuro integral3. Este servicio a la verdad y a la sociedad conlleva la responsabilidad de dar a los jóvenes de hoy una instrucción que no esté orientada sólo a la mera acumulación de conocimientos o habilidades, sino que, ya como en tiempos de Platón, consista en una verdadera paideia, «una formación humana en las riquezas de una tradición intelectual orientada a una vida virtuosa»4. Se trata de despertar en las jóvenes generaciones la pasión por esa gran aventura humana que es el cono-

Una mirada de fe a la historia de Chile Pues bien, en el seno de esta Universidad Católica de Chile, quisiera hoy volver mi mirada hacia el pasado de esta patria chilena, que celebra los doscientos años del inicio de su proceso de independencia. En efecto, el dieciocho de septiembre de mil ochocientos diez quedó establecida la Junta popular que comenzaría a gobernar el reino de Chile en nombre del monarca Fernando VII, cautivo de Napoleón Bonaparte, pues, conforme a la doctrina política escolástica del pactum translationis, el pueblo reasumía la autoridad que había conferido al rey al quedar éste incapacitado para ejercerla. Como todos sabemos, de esta Junta, que tenía el encargo de preparar un congreso general, se originó la llamada Patria Vieja, primera experiencia de gobierno independiente, en cuyos inicios jugó un papel destacado el sacerdote Joaquín Larraín y Salas. En octubre de mil ochocientos catorce las tropas del general Mariano Osorio restauraban el dominio español, hasta que finalmente la histórica victoria de Bernardo O’Higgins en la batalla de Chacabuco, del doce de febrero de mil ochocientos diecisiete, combatida ya bajo el patronazgo de la Virgen del Carmen, abría el período de la Patria Nueva, conquistando una independencia que sería ya definitiva, como se corroboraría el cinco de abril de mil ochocientos dieciocho con la victoria del general José de San Martín en Maipú. La jura solemne de la independencia se realizó el doce de

En el Bicentenario 1810-2010

LA CELEBRACIÓN DEL BICENTENARIO REPRESENTA UNA OPORTUNIDAD PARA MIRAR CON GRATITUD AL PASADO, PARA CRECER EN EL AMOR A LA PATRIA Y EN LA CONCORDIA NACIONAL, PARA RENOVARSE EN EL COMPROMISO AL SERVICIO DEL BIEN COMÚN DEL PUEBLO CHILENO Y DEL BIEN COMÚN DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL, AL CUAL CHILE, DESDE SU RICA CULTURA Y EXPERIENCIA, TIENE TANTO QUE APORTAR.

cimiento pleno de la verdad, que les lleve asimismo a la práctica del bien, ya que, de acuerdo con la intuición socrática, «la verdad nos hace buenos, y la bondad es verdadera»5. Sin embargo, para poder ofrecer este servicio imprescindible a la sociedad, es necesario recuperar la confianza en la capacidad de la razón humana para alcanzar la verdad. Porque una razón que claudique ante la cuestión de la verdad, correrá el peligro de doblegarse ante la presión de los intereses o ante el atractivo de la utilidad6. En este contexto, Su Santidad Benedicto XVI señala también como gran desafío de la Universidad Católica precisamente el de llevar a cabo una «investigación científica, según el horizonte de una auténtica racionalidad, diferente a la que hoy ampliamente domina, según una razón abierta a la cuestión de la verdad y de los grandes valores inscritos en el mismo ser, abierta, por tanto, al trascendente, a Dios»7. Su misión, pues, consistiría en ayudar a «mantener despierta la sensibilidad por la verdad; invitar una y otra vez a la razón a buscar la verdad, a buscar el bien, a buscar a Dios»8, ya que el mensaje de la fe cristiana, que en realidad es un “sí” a la verdad, se constituye así en una «fuerza purificadora para la razón misma, que la ayuda a ser más ella misma»9.

LA LLEGADA DEL BICENTENARIO, COMO OCURRE TAMBIÉN EN OTRAS NACIONES DEL CONTINENTE, SUSCITA EN CHILE UNA IMPORTANTE REFLEXIÓN ACERCA DE LAS CONDICIONES DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS Y SU INTEGRACIÓN EN LA VIDA NACIONAL.

5 Cf. Ibíd. 6 Ibid. Ver además, Benedicto XVI, Carta Enc. Deus caritas est, 28. 7 Benedicto XVI, Carta Enc. Caritas in veritate, 59. 8 Benedicto XVI, A los miembros de la Conferencia Episcopal de Costa de Marfil en Visita «Ad Limina Apostolorum», 3-4-2006. 9 Cf. Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et spes, 76.

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10 Cf. Conc. Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae.

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montura de Pedro de Valdivia, y de los primeros clérigos seculares y misioneros dominicos, franciscanos y mercedarios, y, desde mil quinientos noventa y tres, de los jesuitas y, dos años después, de los agustinos, comenzó el anuncio del Evangelio en esta noble tierra. El bien espiritual y material de los habitantes originarios de Chile fue desde el primer momento una de las grandes preocupaciones de la Iglesia local. Como tempranos ejemplos de la búsqueda de la justicia podemos mencionar al virtuoso párroco Cristóbal de Molina, abogando ante el rey por los indios y mestizos; al ardoroso dominico fray Gil González de San Nicolás, primer protector de indios en esta tierra; o al Obispo fray Antonio de San Miguel, franciscano, quien en mil quinientos setenta y dos logró la orden del rey para que se sustituyera el trabajo personal de los indígenas por un tributo moderado. Fue mérito de varios miembros de la Compañía de Jesús, principalmente del Padre Luis de Valdivia, y del Obispo Juan Pérez de Espinosa, el que esta orden del rey no quedara en letra muerta, sino que, años más tarde, fructificara en la exención del trabajo personal al menos para las mujeres y los menores de edad. Además, la labor educativa del clero y, en particular, de la Compañía de Jesús, fue desde sus inicios de capital importancia para el país. Dicho esto, es preciso añadir también que no se pueden ignorar las sombras que acompañaron la obra de evangelización del continente latinoamericano. Como recordó el Papa Benedicto XVI, «no es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a las poblaciones indíge-

LOS OBISPOS DE CHILE, EN 1925, DESPUÉS DE DICTARSE LA SEPARACIÓN ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO, ESCRIBIERON QUE ÉSTA «PERMANECERÁ PRONTA A SERVIRLO; A ATENDER EL BIEN DEL PUEBLO; A PROCURAR EL ORDEN SOCIAL, A ACUDIR EN AYUDA DE TODOS, SIN EXCEPTUAR A SUS ADVERSARIOS EN LOS MOMENTOS DE ANGUSTIA EN QUE TODOS SUELEN, DURANTE LAS GRANDES PERTURBACIONES SOCIALES, ACORDARSE DE ELLA Y PEDIRLE AUXILIO»

En el Bicentenario 1810-2010

QUERER VOLVER A DAR VIDA A LAS RELIGIONES PRECOLOMBINAS, SEPARANDO A LOS GRUPOS INDÍGENAS DE CRISTO Y DE LA IGLESIA UNIVERSAL, COMO SI EL PASADO NO PREPARARA AL ENCUENTRO CON CRISTO, EN QUIEN HALLA SU SENTIDO Y PLENITUD, O COMO SI LAS PERSONAS ESTUVIERAN AL SERVICIO DE LAS EXPRESIONES CULTURALES EN LUGAR DE ÉSTAS AL SERVICIO DE LAS PERSONAS. EN REALIDAD, ESTO SERÍA UNA INVOLUCIÓN HACIA UN MOMENTO HISTÓRICO ANCLADO EN EL PASADO.

febrero de mil ochocientos dieciocho. O’Higgins contaría siempre en su gobierno con la colaboración del canónigo José Ignacio Cienfuegos, personaje de primer orden en la vida política y eclesiástica de la época. La celebración del bicentenario representa así una oportunidad para mirar con gratitud al pasado, para crecer en el amor a la patria y en la concordia nacional, para renovarse en el compromiso al servicio del bien común del pueblo chileno y del bien común de la comunidad internacional, al cual Chile, desde su rica cultura y experiencia, tiene tanto que aportar. Pensar en la independencia es también pensar en la identidad nacional, repasando los inicios de la vida política nacional y considerando los diversos factores que han configurado la nacionalidad cultural chilena. No cabe duda que el catolicismo es uno de aquellos elementos que contribuyeron notablemente a conformar la identidad nacional chilena y que hoy continúa representando un valor de primerísimo orden. A este respecto, no quisiera dejar pasar la oportunidad para recordar aquí a todas aquellas naciones latinoamericanas, como Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador o México, que celebran asimismo en este año el bicentenario de su independencia. Al igual que en Chile, también en ellas la Iglesia ha tenido un papel destacado en esos momentos tan significativos, contribuyendo a forjar desde el inicio una cultura e identidad nacional inspiradas en los más altos valores humanos y evangélicos. Hoy quisiera evocar con viva cercanía en la oración a todos y cada uno de esos países, a los que acompaño con mi afecto, a la vez que formulo mis mejores votos para que esa importante efeméride les sirva también de impulso en el dinamismo que los caracteriza, y los aliente a construir un presente rico en concordia, solidaridad y armónica convivencia y los abra a un futuro luminoso y sereno. Estos mismos deseos son los que albergo en mi interior para esta querida nación chilena, que hace doscientos años emprendía una andadura independiente que se había venido gestando desde muy atrás. El punto de arranque de su formación se halla en el encuentro de los españoles con los pueblos autóctonos, que puso en marcha un ambivalente proceso de fundación de unas sociedades nuevas, en el cual la evangelización fue un factor relevante, junto con otros de muy diversa índole, en la definición de la idiosincrasia de esas sociedades. Como puso de relieve el Papa Benedicto XVI en su histórico viaje a Brasil: «Del encuentro de esa fe [católica] con las etnias originarias ha nacido la rica cultura cristiana de este continente expresada en el arte, la música, la literatura y, sobre todo, en las tradiciones religiosas y en la idiosincrasia de sus gentes, unidas por una misma historia y un mismo credo, y formando una gran sinfonía en la diversidad de culturas y de lenguas»10. En efecto, con la llegada a mediados del siglo XVI de la pequeña y querida imagen de la Virgen del Socorro, en la

“La histórica victoria de Bernardo O’Higgins en la batalla de Chacabuco, del doce de febrero de mil ochocientos diecisiete, combatida ya bajo el patronazgo de la Virgen del Carmen, abría el período de la Patria Nueva, como se corroboraría con la victoria en Maipú.” (Oleo de M. A. Tapia)

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La unidad en un destino común, una tarea de todos y que incluye a todos

“No pasa desapercibido a quien se acerca a la historia de la independencia chilena el empeño con que muchos de los protagonistas de entonces buscaron la justicia, y la convicción de que ésta requería que Dios tuviera algún tipo de reconocimiento en la esfera pública.” (Retrato de Bernardo O’Higgins. Anónimo)

11 Benedicto XVI, Audiencia General, 23-5-2007. 12 Benedicto XVI, Cart. Enc. Caritas in veritate, 59. 13 Benedicto XVI, Discurso inaugural de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, 13-5-2007.

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En este sentido, la llegada del bicentenario, como ocurre también en otras naciones del Continente, suscita en Chile una importante reflexión acerca de las condiciones de los pueblos originarios y su integración en la vida nacional. El valor y heroísmo con que el pueblo araucano defendió su libertad frente al avance de la conquista causó profunda admiración a los españoles, quedando inmortalizado en el poema épico “La Araucana”, de Alonso de Ercilla y Zúñiga, y que todavía en el presente enorgullece la memoria nacional chilena. Las culturas indígenas están llamadas a seguir enriqueciendo con la aportación de sus tradiciones el bagaje de los auténticos valores nacionales del presente y del futuro. Recuerdo aquí la orden del prócer Bernardo O’Higgins, del tres de junio de mil ochocientos dieciocho, para que en los libros parroquiales no se usaran más los términos de español y de indio, sino que a todos indistintamente se les llamase chilenos. La promoción del bien común objetivo, aquel que corresponde a la verdad del ser humano y de la sociedad, pasa por el camino del conocimiento y del aprecio mutuo, del respeto, del diálogo y de la colaboración entre todos los sectores del pueblo, sin excluir u olvidar a ninguna minoría. Tal como nos señala el Santo Padre Benedicto XVI en su última encíclica, la cooperación para el desarrollo «ha de ser una gran ocasión para el encuentro cultural humano»12, buscando entre todos hacer la «verdad en la caridad» (Ef 4,15), conforme a la enseñanza de San Pablo. Este tema requiere mucho discernimiento y sabiduría en su tratamiento. El Papa Benedicto XVI, en su ya citado viaje a Brasil, decía: «Las auténticas culturas no están cerradas en sí mismas ni petrificadas en un determinado punto de la historia, sino que están abiertas, más aún, buscan el encuentro con otras culturas, esperan alcanzar la universalidad en el encuentro y el diálogo con otras formas de vida y con los elementos que puedan llevar a una nueva síntesis en la que se respete siempre la diversidad de las expresiones y de su realización cultural concreta»13. No dejaría de sorprender querer volver a dar vida a las religiones precolombinas, separando a los grupos indígenas

de Cristo y de la Iglesia universal, como si el pasado no preparara al encuentro con Cristo, en quien halla su sentido y plenitud, o como si las personas estuvieran al servicio de las expresiones culturales en lugar de éstas al servicio de las personas. En realidad, esto sería una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado. Más bien, se debe buscar preservar e incluso hacer brillar la pureza del Evangelio y la sabiduría de los pueblos originarios en un proceso de auténtica inculturación de la fe cristiana. Teniendo como fundamento esta rica base histórica y la multiplicidad de matices, Chile debe continuar trabajando, como lo viene haciendo desde hace mucho tiempo, para que nuestros hermanos de los pueblos originarios puedan recibir plenamente, como miembros activos y decisivos del desarrollo nacional, todos los beneficios que son propios de un Estado moderno, asumiendo al mismo tiempo las obligaciones y responsabilidades que el mismo entraña. Como dejó escrito el Papa Juan Pablo II en su libro Memoria e identidad: «La patria es un bien común de todos los ciudadanos y, como tal, también un gran deber»14.

“El valor y heroísmo con que el pueblo araucano defendió su libertad frente al avance de la conquista causó profunda admiración a los españoles, quedando inmortalizado en el poema épico La Araucana, de Alonso de Ercilla y Zúñiga, y que todavía en el presente enorgullece la memoria nacional chilena.”

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nas, a menudo pisoteadas en sus derechos humanos fundamentales. Pero la obligatoria mención de esos crímenes injustificables –por lo demás condenados ya entonces por misioneros como Bartolomé de las Casas y por teólogos como Francisco de Vitoria, de la Universidad de Salamanca– no debe impedir reconocer con gratitud la admirable obra que ha llevado a cabo la gracia divina entre esas poblaciones a lo largo de estos siglos»11.

Reconciliación nacional en la verdad y el amor Al celebrar el bicentenario y recordar la historia nacional, hay que ser conscientes de que la mirada al pasado entraña siempre el riesgo de reabrir viejas heridas. No todos los miembros de una sociedad comparten los mismos puntos de vista acerca de su pasado común, ni todos han experimentado del mismo modo en su carne y en su espíritu los acontecimientos. El respeto a esta legítima diversidad de sensibilidades históricas es requisito para toda reflexión madura

14 Juan Pablo II, Memoria e identidad, Madrid 2005, p.86.

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15 Benedicto XVI, A los miembros de la Conferencia Episcopal de Costa de Marfil en Visita “Ad Limina Apostolorum”. 3-4-2006.

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En el Bicentenario 1810-2010 Imagen gentileza de El Mercurio

UN ANÁLISIS HISTÓRICO SERIO, SERENO Y OBJETIVO SOBRE LA INTERACCIÓN ENTRE POLÍTICA Y RELIGIÓN EN EL TIEMPO DE LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA Y POR EL ESTABLECIMIENTO DE UN NUEVO ORDEN POLÍTICO EN LA NACIÓN, ASÍ COMO EN EL POSTERIOR DECURSO DE LOS ACONTECIMIENTOS, PUEDE CONTRIBUIR VÁLIDAMENTE A LA PURIFICACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA Y A LA ASIMILACIÓN DE ESTA EXPERIENCIA HISTÓRICA COLECTIVA.

sobre la historia patria, que, como memoria colectiva, es y debe ser patrimonio de todos los hijos de la nación chilena. Sería, por tanto, un error lamentable que la contemplación del pasado sirviera para ahondar las distancias y que las diferencias de sensibilidad histórica degenerasen en el encono de viejas rivalidades. Si la pregunta por la historia es siempre una pregunta por la identidad, la respuesta debe ser siempre un reclamo a la responsabilidad, al compromiso en el presente para la construcción del futuro. Chile, como muchas otras naciones de la tierra, ha vivido antagonismos internos. Algunos han sido difíciles de superar, afectando después de décadas la concordia en la Nación. Al debido y legítimo anhelo de justicia, y de reparación por los daños sufridos, debe acompañarse el también debido deseo de concordia, es decir, de cancelar rencores y superar animadversiones. El Papa Benedicto XVI nos enseña que «el restablecimiento de una paz verdadera sólo será posible mediante el perdón generosamente dado y mediante la reconciliación efectivamente realizada entre las personas y entre los grupos implicados. […] El camino de la paz es largo y difícil, pero nunca es imposible»15. A esta auténtica reconciliación quiere contribuir también la Iglesia. La nación chilena, como cada nación, necesita y merece los esfuerzos de todos sus miembros para ofrecer a las nuevas generaciones un futuro de justicia y de amor.

Las relaciones entre el Estado y la Iglesia en estos 200 años de historia La relación entre el Estado y la Iglesia en los primeros tiempos de vida independiente no fue fácil. Ahora bien, Chile tiene el privilegio de haber sido la primera nación entre todas las de la América independiente en enviar un representante a Roma. El entonces canónigo Cienfuegos llegó a la Ciudad Eterna en agosto de mil ochocientos veintidós con el fin de solicitar al Papa Pío VII un legado pontificio para Chile que pudiera restablecer la organización eclesiástica. La gestión fructificó y el 3 de enero de 1824 llegaba a Sudamérica el Obispo Monseñor Giovanni Muzi, en calidad de Vicario Apostólico, acompañado de Giovanni Maria Mastai Ferretti, futuro Papa Pío IX, quien siempre se interesaría mucho por América Latina, y del sacerdote Giuseppe Sallusti. Su misión, aunque no consiguió mucho en cuanto a la reconstrucción de la vida eclesiástica, queda como testimonio de un temprano y recíproco interés entre Chile y la Santa Sede por mantener algún tipo de relación en beneficio del pueblo chileno. En las relaciones entre el Estado y la Iglesia en Chile durante el primer siglo después de la independencia, constatamos que resultó frecuente e incluso habitual la recíproca injerencia de una institución en los

asuntos propios de la otra, explicable en parte por las condiciones específicas de la sociedad y de la época que se vivía; sin embargo, ello no condujo sino raramente a situaciones conflictivas. Esto nos revela que Chile contó en sus autoridades civiles y eclesiásticas con hombres capaces de diálogo y que supieron anteponer el bien común a intereses de parte. A este respecto, los Obispos de Chile, en 1925, después de dictarse la separación entre la Iglesia y el Estado, escribieron que ésta «permanecerá pronta a servirlo; a atender el bien del pueblo; a procurar el orden social, a acudir en ayuda de todos, sin exceptuar a sus adversarios en los momentos de angustia en que todos suelen, durante las grandes perturbaciones sociales, acordarse de ella y pedirle auxilio»16. Un análisis histórico serio, sereno y objetivo sobre la interacción entre

“Con la llegada a mediados del siglo XVI de la pequeña y querida imagen de la Virgen del Socorro, en la montura de Pedro de Valdivia, y de los primeros clérigos seculares y misioneros dominicos, franciscanos y mercedarios, y, desde mil quinientos noventa y tres, de los jesuitas y, dos años después, de los agustinos, comenzó el anuncio del Evangelio en esta noble tierra.”

16 Obispos de Chile, Pastoral Colectiva sobre la separación de la Iglesia y el Estado, 22-9-1925.

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“Chile tiene el privilegio de haber sido la primera nación entre todas las de la América independiente en enviar un representante a Roma. El entonces canónigo Cienfuegos llegó a la Ciudad Eterna en agosto de mil ochocientos veintidós con el fin de solicitar al Papa Pío VII un legado pontificio para Chile que pudiera restablecer la organización eclesiástica. La gestión fructificó y el 3 de enero de 1824 llegaba a Sudamérica el Obispo Monseñor Giovanni Muzi, en calidad de Vicario Apostólico, acompañado de Giovanni Maria Mastai Ferretti, futuro Papa Pío IX, quien siempre se interesaría mucho por América Latina.” (Retrato de Giovanni María Mastai Ferreti, Beato Pío IX)

Secularismo, un intento errado de desarrollo

17 Cf. Conc. Vaticano II. Const. Gaudium et spes, 76 18 Cf. Conc. Vaticano II. Decl. Dignitatis humanae. 19 Benedicto XVI, Carta Enc. Deus caritas est, 28.

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No pasa desapercibido a quien se acerca a la historia de la independencia chilena el empeño con que muchos de los protagonistas de entonces buscaron la justicia, y la convicción de que ésta requería que Dios tuviera algún tipo de reconocimiento en la esfera pública. Como el Santo Padre nos dice en su última encíclica: «Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre», por lo que, «cuando el Estado promueve, enseña, o incluso impone formas de ateísmo práctico,

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política y religión en el tiempo de la lucha por la independencia y por el establecimiento de un nuevo orden político en la nación, así como en el posterior decurso de los acontecimientos, puede contribuir válidamente a la purificación de la memoria histórica y a la asimilación de esta experiencia histórica colectiva. La esperanza es que, de acuerdo con la tradición de buen entendimiento recíproco, continúe y se intensifique siempre la sana colaboración entre el Estado y la Iglesia en la línea de los deseos expresados por el Concilio Vaticano II.17 Una colaboración fundada en el reconocimiento y respeto mutuo de la autonomía propia de cada institución y encaminada siempre al servicio de la persona humana, la cual tiene derecho a que se garantice su libertad religiosa18. En efecto, que exista la separación entre Estado e Iglesia no significa que haya desconocimiento, ni mucho menos enemistad, entre ambos. Es fundamental distinguir entre la sana laicidad del Estado, por la que éste se mantiene neutral en las cuestiones religiosas, facilitando que sean los ciudadanos quienes expresen libremente su sentir religioso en la vida social, y el laicismo de Estado, por el que éste se arrogaría la facultad de coartar la expresión social de la vida religiosa, inmiscuyéndose por tanto en ésta. En este sentido, la Iglesia, como enseña el Papa Benedicto XVI, es consciente de que «no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a través de la argumentación racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar».19 Me parece que esta visión que nos entrega el Papa, en línea con las enseñanzas del Concilio Vaticano II, ha de iluminar el camino de las relaciones entre la Iglesia y el Estado en una nación como la chilena, donde la fe cristiana está arraigada en la inmensa mayoría de su pueblo y la Iglesia goza de estima, siendo respetada su presencia, su labor y su palabra.

Templo votivo de Maipú

priva a sus ciudadanos de la fuerza moral y espiritual indispensable para comprometerse en el desarrollo humano integral»20. Una de las consecuencias más graves de organizar la vida social de espaldas a Dios es el relativismo, pues dejando de lado a Dios no se tarda mucho en dejar también de lado a la razón natural. «En el laicismo y en el fundamentalismo se pierde la posibilidad de un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa»21, siendo que, como enseña el Papa, tanto la razón necesita ser purificada por la fe como la religión por la razón. Negando la posibilidad de conocer la verdad y, en consecuencia, desconociendo toda exigencia proveniente de la misma, se haría del relativismo el fundamento filosófico de la democracia. «Ésta, en efecto, se edificaría sobre la base de que nadie puede tener la pretensión de conocer la vía verdadera, y se nutriría del hecho de que todos los caminos se reconocen mutuamente como fragmentos del esfuerzo hacia lo mejor. […]Una sociedad liberal sería, pues, una sociedad relativista; sólo con esta condición podría permanecer libre y abierta al futuro»22. Sin embargo, la imposibilidad de acceder a la verdad y de formular por tanto normas éticas universalmente válidas, podría llevar, por su misma lógica interna, a la situación paradójica de admitir la inmoralidad como algo moralmente aceptable, despreciando el juicio de la misma razón natural. Esto, a su vez, conduciría a lo que tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI han llamado dictadura del relativismo, «que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos»23. Todo queda entonces a merced de la fuerza de los votos, de las presiones de los poderosos, de intereses partidistas, triunfando así la razón de la fuerza y no la fuerza de la razón; entonces, afirma el Papa Benedicto XVI, «nuestras

EL RECONOCIMIENTO Y PROMOCIÓN DE LA ESTRUCTURA NATURAL DE LA FAMILIA, COMO UNIÓN ENTRE UN HOMBRE Y UNA MUJER BASADA EN EL MATRIMONIO, EL CUAL CONSTITUYE UN BIEN SOCIAL INSUSTITUIBLE, EXIGE POR PARTE DEL ESTADO UNA PROTECCIÓN Y UN ORDENAMIENTO JURÍDICO EXCLUSIVO, QUE NO SE PUEDE EXTENDER A CUALQUIER OTRO TIPO DE UNIONES.

20 Benedicto XVI, Carta. Enc. Caritas in veritate, 29. 21 Ibíd., 56. 22 Cardenal Joseph Ratzinger, Conferencia en el encuentro de presidentes de comisiones episcopales de América Latina para la doctrina de la fe, Guadalajara (México). Noviembre 1996. (Cf. HUMANITAS nO 6 y nO Especial pp. 30 a 43 ) 23 Cardenal J. Ratzinger, Homilía en la Misa “Pro eligendo Pontífice”, 18-42005.

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Fundar el orden social y político sobre ciertos principios esenciales 24 Benedicto XVI, Encuentro con el Mundo Académico de la República Checa, 27-9-2009. 25 Juan Pablo II, Carta Enc. Evangelium Vitae, 70 26 Benedicto XVI, Carta Enc. Caritas in veritate, 20 27 Ibíd., 45.

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Apreciados amigos, permítanme señalar entre esos principios fundamentales de toda acción política y social, la protección de la vida humana en todas sus fases, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, ya que nunca será lícito en una sociedad moderna que aspire a la justicia y la verdad, introducir normas legales que permitan poner fin a una vida humana ya concebida.

Es justo reclamar además que la apertura a la vida esté en el centro del verdadero desarrollo. En efecto, «cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social»28. De igual modo, el reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, como unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio, el cual constituye un bien social insustituible, exige por parte del Estado una protección y un ordenamiento jurídico exclusivo, que no se puede extender a cualquier otro tipo de uniones29. Deseo destacar asimismo la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas. Esto implica que la autoridad política provea y disponga los espacios necesarios para que este derecho sea realmente efectivo. Es preciso reconocer el servicio social que la Iglesia en Chile realiza en el ámbito de la educación, contribuyendo así no sólo al ejercicio positivo de un derecho de los padres, sino también al desarrollo de la entera sociedad. Por último, no puedo dejar de mencionar que el reciente sismo ha producido en Chile una admirable corriente de solidaridad y fraternidad, que está llamada a proyectarse y perpetuarse en el futuro. El Espíritu Santo la ha suscitado, y quiere sostenerla con la colaboración de todos los chilenos, de manera que el desarrollo, como he dicho, sea de todo el hombre y de todos los hombres30. En este sentido, los hijos de este noble pueblo están llamados a continuar edificando una verdadera fraternidad, cuyo fundamento último sea la paternidad de Dios. Él quiere que Jesucristo sea el primogénito de muchos hermanos, es decir, de todos los hombres. Quiere que todos construyan la civilización del amor, viviendo con solidaridad en Aquel que es nuestra paz (cf. Ef 2,14). Considero que caminar a la luz de estos principios, siguiendo estas huellas de honda raigambre humana y cristiana, es una vía adecuada para el desarrollo humano integral. Al concluir mis palabras, quisiera reiterar mi agradecimiento a todos, y especialmente a las Autoridades de la Pontificia Universidad Católica de Chile, por la invitación que me han hecho para estar con ustedes. En mi intervención, he querido asomarme con respeto y admiración a la historia de esta gran Nación, sirviéndome además de la rica enseñanza del Papa Benedicto XVI, en cuyo magisterio de Sucesor de Pedro podemos encontrar luz y orientación en estos momentos de importantes y apasionantes desafíos, así como un eco del mensaje de salvación y de amor que Cristo ha entregado a su Iglesia, para el bien de toda la humanidad.

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ES NECESARIO ESTAR VIGILANTES PARA QUE ESE DESARROLLO NO VAYA EN CONTRA DE LA IDENTIDAD PROPIA DE LA NACIÓN, O DE ASPECTOS QUE AFECTAN ESENCIALMENTE A LA DIGNIDAD DE LA PERSONA Y DE LA FAMILIA. HAY QUE TENER EN CUENTA, QUE SÓLO PODEMOS HABLAR DE UN AUTÉNTICO DESARROLLO CUANDO ÉSTE RESPONDE A LAS EXIGENCIAS MORALES MÁS PROFUNDAS DE LA PERSONA. ES DE DESEAR QUE EL PUEBLO CHILENO, POR TANTOS MOTIVOS EJEMPLAR, TENGA EL CORAJE DE EVITAR LOS CAMINOS ERRADOS QUE HOY SE LAMENTAN EN OTRAS LATITUDES. (…)

sociedades no serían más razonables, tolerantes o dúctiles, sino que serían más frágiles y menos inclusivas, y cada vez tendrían más dificultad para reconocer lo que es verdadero, noble y bueno»24. A este respecto, qué clarividentes resultan las palabras del Papa Juan Pablo II en la encíclica Evangelium vitae: «En realidad, la democracia no puede mitificarse convirtiéndola en un sustitutivo de la moralidad o en una panacea de la inmoralidad. Fundamentalmente, es un “ordenamiento” y, como tal, un instrumento y no un fin. Su carácter “moral” no es automático, sino que depende de su conformidad con la ley moral a la que, como cualquier otro comportamiento humano, debe someterse; esto es, depende de la moralidad de los fines que persigue y de los medios de que se sirve»25. Chile, en las últimas décadas, ha experimentado un desarrollo económico y social acelerado, que es motivo de alegría y esperanza, y que estoy seguro de que el tesón y la laboriosidad de este querido pueblo no permitirán que se oscurezca, no obstante las dolorosas vicisitudes de semanas pasadas. Pero al mismo tiempo, es necesario estar vigilantes para que ese desarrollo no vaya en contra de la identidad propia de la Nación, o de aspectos que afectan esencialmente a la dignidad de la persona y de la familia. Hay que tener en cuenta que sólo podemos hablar de un auténtico desarrollo cuando éste responde a las exigencias morales más profundas de la persona. «La verdad del desarrollo consiste en su totalidad: si no es de todo el hombre y de todos los hombres, no es el verdadero desarrollo»26. Por este motivo, y con palabras nuevamente del Papa Benedicto, «la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona»27. Es de desear que el pueblo chileno, por tantos motivos ejemplar, tenga el coraje de evitar los caminos errados que hoy se lamentan en otras latitudes. Ello dependerá en buena parte de la actuación responsable y coherente de los católicos en la vida pública, defendiendo aquellos valores “no negociables” que forman parte de la propia e intrínseca dignidad de la persona y que no son por tanto exclusivos de una concepción cristiana del hombre.

(…) ELLO DEPENDERÁ EN BUENA PARTE DE LA ACTUACIÓN RESPONSABLE Y COHERENTE DE LOS CATÓLICOS EN LA VIDA PÚBLICA, DEFENDIENDO AQUELLOS VALORES “NO NEGOCIABLES” QUE FORMAN PARTE DE LA PROPIA E INTRÍNSECA DIGNIDAD DE LA PERSONA Y QUE NO SON POR TANTO EXCLUSIVOS DE UNA CONCEPCIÓN CRISTIANA DEL HOMBRE.

28 Ibíd., 28. 29 Cf. Ibíd., 44. 30 Cf. Ibíd., 18.

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POR MAURO MATTHEI OSB

E

“Hablando en propiedad, sólo tenemos dos santos, Santa Teresa de los Andes y San Alberto Hurtado. Son ellos, empero, los canonizados, los que han pisado la última grada del proceso de canonización; pero en la grada inmediatamente inferior están los beatos, como Laura Vicuña; más abajo, los venerables y los siervos de Dios, y finalmente, quizás los más atractivos, los que simplemente gozan de »fama de santidad«. Se habla de ellos, se los menciona, quizás se los invoca, pero nadie los ha puesto aún en una lista oficial.”

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l renovado interés por la historia de Chile que ha suscitado el Bicentenario también ha removido el recuerdo de los santos y santas que han dejado su huella en dicha historia. Ya es sabido que, hablando en propiedad, sólo tenemos dos santos, Santa Teresa de los Andes y San Alberto Hurtado. Son ellos, empero, los canonizados, los que han pisado la última grada del proceso de canonización; pero en la grada inmediatamente inferior están los beatos, como Laura Vicuña; más abajo, los venerables y los siervos de Dios, y finalmente, quizás los más atractivos, los que simplemente gozan de “fama de santidad”. Se habla de ellos, se los menciona, quizás se los invoca, pero nadie los ha puesto aún en una lista oficial. El tema de los santos es primordial porque atañe a la recepción del mensaje evangélico. Los santos son demostraciones fehacientes de que el mensaje del evangelio no sólo ha sido proclamado, sino también escuchado y puesto en práctica. En otras palabras: los santos publican la eficacia del evangelio. Al considerar el culto de los santos como una excrecencia católica y al desterrarlo del ámbito de su fe reformada, Lutero y Calvino legaron a sus seguidores las carencias de su enfoque kerigmático: el acento de la fe cristiana para ellos estará más en su predicación, su propagación, en el fondo en su propaganda, que en su comprensión profunda, en su vivencia íntima, en su acogida, que es precisamente el rol de los santos. En el caso de Chile y de las demás naciones iberoamericanas hay todavía un segundo aspecto que considerar: con la excepción de México y Perú, éstas no existían como naciones antes de la llegada del evangelio, vivían en la dispersión, en la mutua ignorancia, en la falta de conciencia de una “res publica”. Fue la cultura hispánica, transida de fe católica –con todas sus luces y sombras– la que les dio el status de “reinos”. Antes de 1541 existían tribus diversas, lenguas diversas, quehaceres diversos, pero no un “reino de Chile”. Este fue engendrado, apadrinado y educado por la fe católica y sus legítimos representantes, desde los primerísimos momentos de su vida. Desde los mismos albores del “reino” hubo sacerdotes, hubo misas, hubo catequesis. Y esta presencia de la Iglesia se continuará en forma muy estrecha durante toda su historia. Los santos en Chile son entonces

HUMANITAS Nº 59 pp. 436 - 441

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Acerca de la santidad en la historia de Chile

EN EL CASO DE CHILE Y DE LAS DEMÁS NACIONES IBEROAMERICANAS HAY TODAVÍA UN SEGUNDO ASPECTO QUE CONSIDERAR: CON LA EXCEPCIÓN DE MÉXICO Y PERÚ, ÉSTAS NO EXISTÍAN COMO NACIONES ANTES DE LA LLEGADA DEL EVANGELIO, VIVÍAN EN LA DISPERSIÓN, EN LA MUTUA IGNORANCIA, EN LA FALTA DE CONCIENCIA DE UNA “RES PUBLICA”. (…)

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(…) FUE LA CULTURA HISPÁNICA, TRANSIDA DE FE CATÓLICA –CON TODAS SUS LUCES Y SOMBRAS– LA QUE LES DIO EL STATUS DE “REINOS”. ANTES DE 1541 EXISTÍAN TRIBUS DIVERSAS, LENGUAS DIVERSAS, QUEHACERES DIVERSOS, PERO NO UN “REINO DE CHILE”. ESTE FUE ENGENDRADO, APADRINADO Y EDUCADO POR LA FE CATÓLICA Y SUS LEGÍTIMOS REPRESENTANTES, DESDE LOS PRIMERÍSIMOS MOMENTOS DE SU VIDA. DESDE LOS MISMOS ALBORES DEL “REINO” HUBO SACERDOTES, HUBO MISAS, HUBO CATEQUESIS. Y ESTA PRESENCIA DE LA IGLESIA SE CONTINUARÁ EN FORMA MUY ESTRECHA DURANTE TODA SU HISTORIA. (…)

un signo de que la fe no fue impuesta a la fuerza, sino que dio fruto, fue ratificada por una vida de fe. La violencia no tolera sementeras ni permite que se den flores y frutos. Pocas naciones tienen a su haber regalos de bautismo como los mereció Chile con las cartas del gobernador Pedro de Valdivia al emperador Carlos V, como “La Araucana” de Alonso de Ercilla y Zúñiga, como, en el siglo siguiente, “La histórica Relación del reino de Chile” de Alonso de Ovalle y “El cautiverio feliz” de Francisco de Pineda y Bascuñán. Si las dos primeras obras citadas expresan el amor y el aprecio por Chile y sus habitantes, la “Histórica Relación” y el “Cautiverio”, obras ya de dos “hijos de la tierra”, de criollos, representan los manuales de la mejor convivencia posible entre mapuches y huincas. Su validez permanente se deriva indesmentiblemente de su intuición cristiana, de una visión vigorosa y “santa” de la historia de Chile. Ninguna de estas cuatro “chilensia opera magna” flota en el aire o roza la utopía, puesto que al lado de sus encomios, señalan también los pecados, las injusticias y las limitaciones, tanto de los unos como de los otros. El lunes 19 de abril de este año 2010, el diario El Mercurio publicó un informe exclusivo firmado por el periodista Gustavo Villavicencio, sobre los santos de Chile y los 21 procesos de canonización en curso. Aunque exacto, este informe no es completo, ya que nombra sólo cinco santos anteriores a la Independencia. La omisión de los otros santos del tiempo del reino de Chile en este caso se justifica, ya que ninguno de ellos está en proceso de canonización y están “sólo” en la etapa de “fama de santidad”. De todos modos, vale la pena adentrarse en el tema para percatarse de que la santidad está presente en toda la historia de Chile y no sólo en el período republicano. El tomo I de la reciente “Historia de la Iglesia en Chile. En los caminos de la conquista espiritual” corrige esta mirada demasiado parcial, dando a conocer, con nuevas aportaciones, a los santos anteriores a la Independencia. Dicha obra, impresa el 2009 en la Editorial Universitaria de la Universidad de Chile, es fruto de un trabajo colectivo bajo la dirección de Marcial Sánchez Gaete y figurando Rodrigo Moreno Jeria como editor y Marco León León como coordinador. En el capítulo VII, titulado “Testimonios de santidad en el Chile colonial”, se encuentran, bajo mi firma, los nuevos aportes que arriba mencioné. La primera “novedad” estriba en el hecho de que ya en el tiempo del “reino de Chile” existía el interés por seguir las huellas de hombres y mujeres con “fama de santidad”: refiere el P. Enrich en su “Historia de la Compañía de Jesús” (II, 245) que en 1755 los superiores de la Provincia de Chile de la Compañía de Jesús solicitaron a todas sus casas que proporcionaran una lista de jesuitas que habían dejado “fama de santidad” en nuestro país. Su intención era la composición de un “Menologio” jesuita. Fruto de este encargo fue una lista de

SAN ALBERTO HURTADO

CARDENAL JOSÉ MARÍA CARO

BERNARDA MORIN

MONS. FRANCISCO VALDÉS

“En tomos posteriores esta Historia de la Iglesia en Chile abordaría el tema, ya mucho más conocido, de los santos de la segunda mitad del siglo XIX y del siglo XX. Allí tendría su lugar la beata Laura Vicuña (1988), a cuya santidad se refiere el Pbro. Pedro de la Noi en este mismo número de HUMANITAS (Cf. pág. 545). Pero tampoco habría que olvidar a los siervos de Dios Hno. Pedro Marcet CMF (1963), Sor María San Agustín de Jesús Fernández Concha (1985), M. Bernarda Morin (1997), el cardenal José María Caro (1968), el laico de Schönstatt Mario Hiriart (1998), el obispo Mons. Francisco Valdés (1998), el obispo Mons. Guillermo Hartl (1998), ambos de la Orden de los capuchinos, y Rufino Zaspe (2008). Los años puestos entre paréntesis indican el comienzo de sus respectivos procesos.”

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y Mujica (1777-1849), “mujer prodigiosa de Quillota” como ha sido llamada, con su proceso iniciado en 1991, y el hermano lego franciscano Fray Andrés García Acosta o fray Andresito (1800-1853), cuyo radio de acción fue Santiago. Su proceso fue comenzado ya en 1893. En tomos posteriores esta “Historia de la Iglesia en Chile” abordaría el tema, ya mucho más conocido, de los santos de la segunda mitad del siglo XIX y del siglo XX. Allí tendría su lugar la beata Laura Vicuña (1988), a cuya santidad se refiere el Pbro. Pedro de la Noi en este mismo número de HUMANITAS (Cf. pág. 545). Pero tampoco habría que olvidar a los siervos de Dios Hno. Pedro Marcet CMF (1963), Sor María San Agustín de Jesús Fernández Concha (1985), M. Bernarda Morin (1997), el cardenal José María Caro (1968), el laico de Schönstatt Mario Hiriart (1998), el obispo Mons. Francisco Valdés (1998), el obispo Mons. Guillermo Hartl (1998), ambos de la Orden de los capuchinos, y Rufino Zaspe (2008). Los años puestos entre paréntesis indican el comienzo de sus respectivos procesos. Sin comienzo de proceso, pero con suficiente “fama de santidad”, acreditada por varias biografías, habría que mencionar a la Sra. Juana Ross de Edwards (1830-1913), incansable y desprendida benefactora, y al P. Mateo Crawley-Boevey, SSCC. (1876-1960), ardiente apóstol del Sagrado Corazón de Jesús.

ESTE “MENOLOGIO” DE LOS HOMBRES Y MUJERES CON FAMA DE SANTIDAD EN LOS TRES PRIMEROS SIGLOS DE LA HISTORIA DE CHILE, CON SER IMPORTANTE, ES FRUTO TAN SÓLO DE UN RASTREO SOMERO. UN EXAMEN MÁS ACUCIOSO NOS LLEVARÍA A NUEVOS DESCUBRIMIENTOS.

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(…) LOS SANTOS EN CHILE SON ENTONCES UN SIGNO DE QUE LA FE NO FUE IMPUESTA A LA FUERZA, SINO QUE DIO FRUTO, FUE RATIFICADA POR UNA VIDA DE FE. LA VIOLENCIA NO TOLERA SEMENTERAS NI PERMITE QUE SE DEN FLORES Y FRUTOS.

ocho sacerdotes y dos hermanos coadjutores. De estos sólo uno, el P. Juan Pedro Mayoral, merecería más tarde la incoación de su proceso de canonización: Fue la arquidiócesis de Concepción la que lo emprendería en el año 1910, coincidiendo con el primer centenario de la Independencia. Su tumba sigue solitaria y poco visitada en el pueblito de Rere. No sólo él, sino también al menos otros tres de esta lista merecerían mayor atención: 1) El P. Melchor Venegas (1573-1641), chileno y primer evangelizador de Chiloé; 2) El P. Domingo Marín o Marini (1649-1731), siciliano, que ocupó importantes cargos en la provincia chilena de la Compañía y fue decisivo en la traída a Chile de misioneros alemanes; 3) El P. Ignacio García (1696-1754), escritor, místico y fundador de las monjas rosas de Sto. Domingo. Llama la atención que en este elenco no figuran los llamados “mártires jesuitas”: ni los tres mártires de Elicura, ni los cuatro mártires de Nahuelhuapi. En cuanto a los primeros, su proceso fue incoado en 1665 y figuran, por lo tanto, como “Siervos de Dios”. En cuanto a los segundos, se trata de los PP. Nicolás Mascardi, Felipe Vandermeeren o de la Laguna, Juan José Guglielmo o Guillermo y Francisco José Elguea. En el caso de ellos surge la duda, no de que fueran verdaderos mártires, sino de que su muerte cruenta tuviera lugar en actual territorio argentino. Sin embargo, hay que considerar que: 1) Los cuatro eran miembros de la Provincia chilena; 2) La misión de Nahuelhuapi dependía de las misiones de Chiloé; 3) Los superiores de la provincia de Chile comunicarán expresamente a los superiores de la Provincia del Río de la Plata que Nahuelhuapi se encontraba bajo jurisdicción de Chile. Estos siete mártires tuvieron importante gravitación en la historia patria. El capítulo de los hermanos legos y monjas con fama de santidad nos depara la sorpresa de santos indios: el araucano Ignacio, de la Orden de San Juan de Dios; el cacique Huentemanque, portero y jardinero de las monjas clarisas; la Hna. Constancia, de las monjas agustinas. Entre los hermanos hay que destacar al franciscano Fray Pedro Bardeci, cuyo proceso fue iniciado en 1917 y que ha avanzado del escalafón de los siervos de Dios al de “Venerables”, por haberse aprobado el grado heroico de sus virtudes. Este “Menologio” de los hombres y mujeres con fama de santidad en los tres primeros siglos de la historia de Chile, con ser importante, es fruto tan sólo de un rastreo somero. Un examen más acucioso nos llevaría a nuevos descubrimientos. La edición de la “Historia de la Iglesia en Chile” a que hacemos referencia proyecta ahora un segundo tomo, en que tendrán cabida las historias de dos santos de la primera mitad del siglo XIX, es decir, del tiempo vecino a la Independencia. Ambos muy populares en su época son: la terciaria dominica María del Carmen Benavides

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SANTOS, BEATOS Y SIERVOS DE DIOS

CUSTODIOS DEL ALMA DE CHILE “Madre, yo vengo a llorar a tu regazo querido, que traigo mi pecho herido y mis ojos hechos mar; triste y hondo es el pesar de que a tus plantas me quejo; más sé que su amargo dejo sabrá calmar tu dulzura, pues eres, oh Virgen pura, la Madre del Buen Consejo.”

Hombres y mujeres, que dieron su vida por amor a Cristo dejando una profunda huella en la historia de nuestra patria fueron motivo de una significativa exposición sobre la vida de santos, beatos y siervos de Dios nacidos en Chile o que desarrollaron su misión en esta tierra. La muestra, organizada por la Vicerrectoría de Comunicaciones Sociales y Educación Continua de la Universidad Católica de Chile, reunió un importante conjunto de objetos personales de estos hombres y mujeres de Dios, junto a un material gráfico y una serie de láminas, a través de los cuales se perfilaban sus rasgos esenciales. Esta exposición fue presentada en el Centro de Extensión de la PUC y bendecida el día de su inauguración por el Obispo Auxiliar de Santiago y Vice Gran Canciller de la Universidad Católica, Monseñor Andrés Arteaga. Desde antes de la independencia, hombres y mujeres de distintas proveniencias, consagrándose a Dios entregaron sus vidas a la difusión del Evangelio. El primer venerable de Chile fue el franciscano Fray Pedro de Bardeci, quien siguiendo un llamado de la Santísima Virgen llegó a al país en el siglo XVI y es popularmente conocido (muchos son los fieles que veneran su tumba en la iglesia de San Francisco en la Alameda), como “el padrecito de los pobres”. Del siglo XVII, se recuerdan a los tres misioneros jesuitas conocidos como “mártires de Elicura”, pues murieron sirviendo la fe en Jesucristo a manos de un grupo de mapuches. Del siglo XVIII se destaca la figura del jesuita Juan Pedro Mayoral, quien desarrolló un incansable trabajo apostólico con el pueblo mapuche en la Araucanía. Asimismo el franciscano Andrés García Acosta, tradicionalmente llamado “Fray Andresito” -quien residió en el convento de la Recoleta Franciscana- es también señalado como un ejemplo de caridad y humildad para todos los habitantes de la capital chilena. El religioso claretiano, Mariano Avellana, fue apodado el “Apóstol del Norte” por su incansable trabajo con los enfermos y encarcelados especialmente en las actuales III y IV regiones. De las 19 casas religiosas de las Hermanas de la Providencia que había en Chile hacia 1920, 13 fueron fundadas por la madre Bernarda Morín que fue maestra de novicias a los 25 años y en 1872 fue elegida Superiora General de la Congregación. El beato agustino José Agustín Fariña, gran formador, dejó una profunda huella en esta orden religiosa en Chile y murió luego en su patria como mártir, durante las persecuciones desencadenadas en la Guerra Civil española. Carlos Guillermo Hart, obispo capuchino y vicario apostólico de la Araucanía, consagró sus mayores empeños apostólicos a la formación de los mapuches. Por su parte, la popular “beatita Benavides”, María del Carmen Benavides, optó por la rama laical de la orden dominica y dedicó su vida a la caridad con el próximo en los desposeídos. Entrado el siglo XX, encontramos las figuras de Monseñor José María Caro, primer Cardenal chileno, arzobispo de Santiago y a Monseñor Francisco Valdés Subercaseaux, primer chileno en ingresar a la orden Capuchina y obispo de Osorno y al laico Mario Hiriart, uno de los fundadores del movimiento apostólico de Schoenstatt en Chile. Completan estas vidas admirables los Santos Alberto Hurtado, Teresa de los Andes, los beatos Laurita Vicuña (cf. “¿Beata chilena desconocida”?, pág. 545 de esta edición) y Ceferino Namuncurá. Este digno representante de la raza mapuche, que aunque no alcanzó al orden sacerdotal fue sacristán y catequista distinguiéndose por un gran celo evangelizador en su pueblo

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Beato José Agustín Fariña, O.S.A. Mártir durante la persecución religiosa en España (1879-1936) Siervo de Dios, Monseñor Carlos Guillermo Hart de Laufen (1904-1977)

Quiénes conformaron esta muestra SANTOS Santa Teresa de los Andes (1900-1920) San Alberto Hurtado (1901-1952)

Aspecto general de la exposición “Custodios del Alma” (Centro de Extensión, PUC)

Pasaporte y birrete del Siervo de Dios, Cardenal José María Caro.

BEATOS E. José Agustín Fariña (1879-1936) Ceferino Namuncurá (1886-1905) Laura Vicuña (1891-1904)

Siervo de Dios, Monseñor Mariano Avellana Lasierra (1844-1904)

SIERVOS DE DIOS Los tres mártires de Elicura (1560-1612) Pedro de Bardeci (1641-1700) Juan Pedro Mayoral Ramos del Manzano (1678-1754) María del Carmen Benavides y Mujica (1777-1849) Fray Andrés García Acosta (Fray Andresito) (1800-1853) Madre Bernarda Morín Rouleau (1832-1929) Monseñor Mariano Avellana Lasierra (1844-1904) Cardenal José María Caro R. (1866-1958) María Crescencia Pérez (1897-1932) Monseñor Guillermo Hart de Laufen (1904-1977) Monseñor Francisco Valdés Subercaseaux (1908-1982) Mario Hiriart Pulido (1931-1964)

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Los valores del Evangelio en la cultura de nuestros pueblos POR HÉCTOR AGUER

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Virgen de Guadalupe

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uinque iam saecula Christi Crux Americam illuminat: Hace ya cinco siglos que la Cruz de Cristo ilumina a América. Así puede leerse en la medalla oficial del pontificado acuñada en 1992. Juan Pablo II quiso otorgar relieve universal a aquella celebración del quinto centenario de la evangelización de nuestro continente, advirtiendo que se trató de un acontecimiento providencial, por la incorporación del nuevo mundo a la ecúmene de los pueblos y por la extensión de las fronteras de la Iglesia. Aquella primera evangelización de América se vio favorecida muy pronto por el movimiento espiritual, apostólico y cultural de la Reforma Católica impulsada por el Concilio de Trento. Como en otras gestas evangelizadoras que señalaron con rasgos insignes momentos cruciales de la vida eclesial, la siembra de la Palabra y la gracia sacramental produjeron frutos de santidad y la creación de una cultura en la que se encarnaron los valores del Evangelio. La evangelización aportó valores cristianos a aquel dramático encuentro de culturas que fue el descubrimiento y la conquista. El filósofo argentino Alberto Caturelli explica que América alcanzó entonces un sentido y una unidad de la que antes carecía. Para la conciencia primitiva, América como tal no existía, pues era una atomización que se ignoraba en virtud de su inmersión en el todo mítico-mágico previo a la conciencia crítica de continentalidad y nacionalidad. Lo indígena y lo hispano se fusionaron en un descubrimiento progresivo que fue al mismo tiempo emersión de lo originario. Mediante el mestizaje, la erección de ciudades, el establecimiento de las instituciones de gobierno y cultura, España funda sobre lo originario la originalidad del Nuevo Mundo; pero no funda ni puede hacerlo sola sino con el mundo precolombino. Esta fusión es, pues, fundación y esta fundación equivale a la fundación de América. El resultado fue una cristiandad mestiza, en la que junto a magníficas realizaciones hubo también grandes deficiencias, sobre todo en lo que respecta a la encarnación de los valores cristianos en la dimensión cultural, social y política de la vida de nuestros pueblos. Se puede

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RECOMENZAR DESDE CRISTO

AQUELLA PRIMERA EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA SE VIO FAVORECIDA MUY PRONTO POR EL MOVIMIENTO ESPIRITUAL, APOSTÓLICO Y CULTURAL DE LA REFORMA CATÓLICA IMPULSADA POR EL CONCILIO DE TRENTO. COMO EN OTRAS GESTAS EVANGELIZADORAS QUE SEÑALARON CON RASGOS INSIGNES MOMENTOS CRUCIALES DE LA VIDA ECLESIAL, LA SIEMBRA DE LA PALABRA Y LA GRACIA SACRAMENTAL PRODUJERON FRUTOS DE SANTIDAD Y LA CREACIÓN DE UNA CULTURA EN LA QUE SE ENCARNARON LOS VALORES DEL EVANGELIO. (…)

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revolucionaria de inspiración marxista. La ideología inmanentista ha encerrado la razón en sí misma, privándola de su apertura propiamente humana a las fuerzas salvadoras de la fe y al consiguiente discernimiento entre el bien y el mal. Sin referencia a la verdad, la libertad –otra de las banderas características de la modernidad– ha perdido su fundamento y su meta (cf. Spe salvi, 23). En la confusa encrucijada de la posmodernidad se empantana el pensamiento filosófico; el divorcio de la razón y la fe desemboca en la pérdida de sentido del hombre tecnológico. Los Estados democráticos se rehúsan a reconocer un fundamento trascendente de la moral social. Proclaman su neutralidad ética, y la de las instituciones, y la justifican ideológicamente como pluralismo, soslayando la referencia a un orden moral objetivo, imprescindible para afirmar la dignidad de la persona humana y su trascendencia. La modernización que se procura con ahínco se presenta ante todo como eficiencia económica, medida con criterios cuantitativos; el mecanismo del mercado se extiende a todas las áreas de la vida social y penetra en el ámbito de la familia y en la intimidad de la vida personal. En este contexto ideológico, social y político, la Iglesia ha de empeñarse en una nueva evangelización, contando con el valor del sustrato cultural cristiano de los pueblos de América latina. El Concilio Vaticano II recogió la obra de los movimientos de renovación que estaban en curso en la Iglesia desde la segunda mitad del siglo XIX. La visión conciliar de la presencia cristiana en la cultura de los pueblos se expresó como discernimiento de las corrientes históricas y en una ponderada valoración de su vigencia y de sus consecuencias. Sobre todo, se transmite en los documentos conciliares una aguda percepción de los cambios producidos en la cultura y de la aceleración de los mismos. La intención del Concilio se expresaba claramente en estas frases de la Constitución Gaudium et spes: “La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas. El Concilio se propone, ante todo, juzgar bajo esta luz los valores que hoy disfrutan de máxima consideración y enlazarlos de nuevo con su fuente divina” (GS. 11). Las conferencias generales del episcopado latinoamericano se sitúan en la continuidad del Concilio y como propósito de concretar su aplicación en el continente. En las asambleas de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida se asume y expresa la conciencia del sustrato cultural que procede de los orígenes y el aprecio de sus valores, que han subsistido, aunque debilitados, a pesar del embate de la ideología de la Ilustración y de los procesos políticos y sociales de los siglos XIX y XX. En el Documento de Puebla se ofrece una buena descripción del

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EL RESULTADO FUE UNA CRISTIANDAD MESTIZA, EN LA QUE JUNTO A MAGNÍFICAS REALIZACIONES HUBO TAMBIÉN GRANDES DEFICIENCIAS, SOBRE TODO EN LO QUE RESPECTA A LA ENCARNACIÓN DE LOS VALORES CRISTIANOS EN LA DIMENSIÓN CULTURAL, SOCIAL Y POLÍTICA DE LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS. EN EL PLANO DE LA EVANGELIZACIÓN ALGO QUEDÓ PENDIENTE Y ABIERTO HACIA EL FUTURO.

afirmar también que en el plano de la evangelización algo quedó pendiente y abierto hacia el futuro. La idea de una nueva evangelización se entronca, aquí, en el proceso iniciado en Jerusalén la mañana de Pentecostés, según el destino señalado a los discípulos por el Señor antes de volver al Padre: recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra (Hech. 1, 8). Los confines de la tierra son también los confines del tiempo, hasta que Él retorne para clausurar la historia. Las repúblicas de la América Latina se conformaron bajo el influjo de la Ilustración. La cultura, sobre todo en las clases dirigentes, se fue impregnando de racionalismo, liberalismo y laicismo; se impuso el divorcio de la razón y la fe, propio de la modernidad. Desde el poder político se promovió activamente la secularización de las costumbres, en un intento de alejar a los pueblos de la tradición cultural fundante. En muchos casos, la ruptura de los gobiernos con la Santa Sede y el sucesivo aislamiento de las iglesias locales unido a la falta de sacerdotes produjeron un vacío pastoral que menoscabó la formación de los fieles y la presencia efectiva de la Iglesia en los centros donde se gestaban las nuevas vigencias culturales. En las últimas décadas del siglo XIX se manifestó una recuperación pastoral de la Iglesia, como fruto del Concilio Vaticano I, con el aporte de nuevas congregaciones religiosas empeñadas en la misión popular, en la educación y en los múltiples servicios de caridad. Aparecieron también grupos de laicos ilustrados que brindaron un buen testimonio e hicieron presente la cosmovisión cristiana en el contexto de las discusiones ideológicas y políticas de la época. Así se configuró una nueva corriente intelectual y cultural católica, a la que hay que sumar la reacción de intelectuales no católicos que, desencantados de los efectos de la ideología surgida de la Revolución Francesa, y refractarios al influjo de la tradición puritana de América del Norte, procuraron expresar un vínculo con la memoria histórica de los pueblos latinoamericanos. León XIII, el Papa de la Aeterni Patris y de la Rerum novarum, convocó en 1899 el Concilio Plenario de América Latina. Esta asamblea reivindicó el carácter y las raíces católicas de nuestros pueblos y favoreció la creación de una conciencia de comunión entre las iglesias particulares del continente. Quedaba así de manifiesto la realidad eclesial forjada por la precedente obra evangelizadora, que había sido menospreciada y combatida por los gobiernos liberales y las logias masónicas. El Concilio latinoamericano, además de su obra de afirmación doctrinal y de organización disciplinar, puso en tensión las fuerzas vivas de la Iglesia para renovar el impulso pastoral y misionero. Las grandes tragedias del siglo XX han mostrado el fracaso de la fe en el progreso, tanto en su versión liberal-burguesa como en la etapa

EL CONCILIO LATINOAMERICANO, ADEMÁS DE SU OBRA DE AFIRMACIÓN DOCTRINAL Y DE ORGANIZACIÓN DISCIPLINAR, PUSO EN TENSIÓN LAS FUERZAS VIVAS DE LA IGLESIA PARA RENOVAR EL IMPULSO PASTORAL Y MISIONERO.

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“Esa cultura, que en los sectores pobres de la población latinoamericana se conserva de un modo más vivo y abarcador, está sellada particularmente por la intuición del corazón, y por lo tanto se expresa sobre todo en la creación artística, en la piedad hecha vida y en la convivencia solidaria, más que en las categorías y organización mental características de las ciencias.”

real sustrato católico de la cultura latinoamericana: “Esta cultura, impregnada de fe y con frecuencia sin una conveniente catequesis, se manifiesta en las actitudes propias de la religión de nuestro pueblo, penetradas de un hondo sentido de la trascendencia y, a la vez, de la cercanía de Dios. Se traduce en una sabiduría popular con rasgos contemplativos, que orienta el modo peculiar como nuestros hombres viven su relación con la naturaleza y con los demás hombres; en un sentido del trabajo y de las fiestas, de la solidaridad, de la amistad y el parentesco. También en el sentimiento de su propia dignidad, que no ven disminuida por su vida pobre y sencilla” (Puebla, 413). Subrayo otra observación muy justa: esa cultura, que en los sectores pobres de la población latinoamericana se conserva de un modo más vivo y abarcador, está sellada particularmente por la intuición del corazón, y por lo tanto se expresa sobre todo en la creación artística, en la piedad hecha vida y en la convivencia solidaria, más que en las categorías y organización mental características de las ciencias.

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EN AMÉRICA LATINA SUBSISTE UN FUERTE APRECIO DEL BAUTISMO, PRINCIPIO DE LA INICIACIÓN CRISTIANA, PERO FALTA UNA PLENA COMPRENSIÓN DEL VALOR DE LA EUCARISTÍA COMO PLENITUD Y ACTUALIZACIÓN INCESANTE DE LA CONDICIÓN CRISTIANA Y DE SU PROYECCIÓN CULTURAL Y SOCIAL.

El Documento conclusivo de la Vª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe registra la novedad de los cambios recientes, que tiene un alcance global, fenómeno que afecta la vida de nuestros pueblos y su sentido ético y religioso. Se describe allí la crisis de sentido que se produce en la percepción de la realidad por la falta de unificación de la experiencia ante la masa de información parcializada y el conflicto de las interpretaciones. Nuestras tradiciones culturales se erosionan y ya no se pueden transmitir de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado. En su lugar se quiere imponer una nueva visión de la realidad, una cultura artificial y homogeneizada en todos los sectores, que se caracteriza por la autorreferencia del individuo, la indiferencia por el otro, la información de último momento, el debilitamiento de los vínculos familiares y comunitarios, las expectativas de prestigio y estima social, la afirmación exasperada de derechos individuales y subjetivos, sin referencia a los respectivos deberes y a los derechos sociales y solidarios. ¿Cómo se puede afrontar esta situación comprometida? La respuesta de los obispos reunidos en Aparecida es profundamente teológica y religiosa: “Los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la vocación humana y de su sentido. Necesitamos hacernos discípulos dóciles, para aprender de Él, en su seguimiento, la dignidad y la plenitud de la vida. Y necesitamos, al mismo tiempo, que nos consuma el celo misionero para llevar al corazón de la cultura de nuestro tiempo, aquel sentido unitario y completo de la vida humana que ni la ciencia, ni la política, ni la economía ni los medios de comunicación podrán proporcionarle. En Cristo Palabra, Sabiduría de Dios, la cultura puede volver a encontrar su centro y su profundidad , desde donde se puede mirar la realidad en el conjunto de todos sus factores, discerniéndolos a la luz del Evangelio y dando a cada uno su sitio y su dimensión adecuada” (Aparecida, 41). Recomenzar desde Cristo… Esta propuesta enlaza la nueva evangelización, entendida principalmente como evangelización de la cultura, con la primera y fundante, que supo encarnar hondamente valores cristianos en la vida de nuestros pueblos. Me permito señalar algunos objetivos y campos de acción para esta nueva etapa de la misión evangelizadora, que quiere desarrollarse en la forma de una Misión Continental.

“ESTA CULTURA, IMPREGNADA DE FE Y CON FRECUENCIA SIN UNA CONVENIENTE CATEQUESIS, SE MANIFIESTA EN LAS ACTITUDES PROPIAS DE LA RELIGIÓN DE NUESTRO PUEBLO, PENETRADAS DE UN HONDO SENTIDO DE LA TRASCENDENCIA Y, A LA VEZ, DE LA CERCANÍA DE DIOS.” (PUEBLA, 413)

1. Los valores cristianos que aún se pueden reconocer en la tradición

cultural de los pueblos latinoamericanos se fundan en el acontecimiento salvífico del bautismo, en el hecho de ser estos pueblos mayoritariamente bautizados. Por el bautismo el hombre se incorpora

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A la izquierda del cuadro, boda de Beatriz Clara Coya, princesa Inca, con Martín de Loyola, Gobernador, Capitán General del Reino de Chile y sobrino de San Ignacio. A la derecha del cuadro, boda de Lorenza Ana María Coya de Loyola, hija del anterior matrimonio, con Juan de Borja, sobrino del Duque de Gandía, San Francisco de Borja, 3er General de la Compañía de Jesús. Este matrimonio cumplió altas funciones diplomáticas en Europa al servicio de la corona de España. (Escuela cusqueña, S. XVIII. Iglesia de la Compañía, Arequipa)

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comunión; la vida eucarística de un pueblo tenderá a expresarse espontáneamente como solidaridad y amistad social (cf. Ecclesia in América, 35). En su discurso inaugural de la Va Conferencia de Aparecida exclamó el Papa Benedicto XVI: “¡Sólo de la Eucaristía brotará la civilización del amor, que transformará Latinoamérica y El Caribe para que, además de ser el continente de la esperanza, sea también el continente del amor!” 2. El segundo objetivo se basa en la confianza que la Iglesia ha de-

positado siempre en la capacidad racional del hombre para buscar y alcanzar la verdad, para comprender el sentido de la realidad y descubrir la presencia de Dios en el cosmos y en la historia personal y colectiva. En la nueva cultura global rige, exacerbada, la autolimitación moderna de la razón que considera científica únicamente el tipo de certeza que deriva de la sinergia entre matemática y método empírico. En su discurso en la Universidad de Ratisbona, Benedicto XVI advirtió que “si la ciencia en su conjunto es sólo esto, entonces el hombre mismo sufriría una reducción, pues los interrogantes propiamente humanos, es decir, de dónde viene y adónde va, los interrogantes de la religión y de la ética, no pueden encontrar lugar en el espacio de la razón común descrita por la ciencia entendida de este modo y tienen que desplazarse al ámbito de lo subjetivo”. El futuro de una cultura auténticamente humana depende de que pueda superarse la limitación que la razón se impone a sí misma cuando se reduce al ámbito de lo que se puede verificar mediante la experimentación. La tradición católica puede y debe inspirar una pastoral de la inteligencia que muestre la amplitud natural del concepto de razón y el dinamismo inherente a su uso. Así se podrá devolver a la investigación científica el contexto en el cual le corresponde desarrollarse, para que se integre en la universalidad del saber y sirva no sólo para procurar útiles tecnológicos de los cuales el hombre se convierte en apéndice, sino para su plena formación y para el desarrollo humano integral. Esta tarea es propia de la universidad, si ha de ser fiel a su esencia y a su genealogía, que se remonta, más allá de los modelos medievales –referencia que no puede olvidar la universidad moderna–, a la Academia imperial fundada por Teodosio II el año 425 y a la Escuela de Platón, edificada junto al bosquecito de Academos. Es en la universidad donde debe verificarse el diálogo de las ciencias con la filosofía y la teología, ya que no puede excluirse a la metafísica y al pensar propio de la fe del campo de ejercicio de la razón. En el ya citado discurso de Ratisbona decía el Papa: “una razón que sea sorda a lo divino y relegue la religión al ámbito de las subculturas, es incapaz de entrar en el diálogo de las culturas”. Este proceso, que

(…) LA LEY NATURAL ES LA EXPRESIÓN, BAJO LA FORMA DE PRECEPTOS, DE LAS INCLINACIONES NATURALES DEL HOMBRE: A LA VERDAD, AL BIEN, A LA CONSERVACIÓN DEL PROPIO SER, A LA FORMACIÓN DE LA FAMILIA Y A LA COMUNICACIÓN DE LA VIDA, A LA VIDA EN SOCIEDAD, A LA JUSTICIA Y A LA AMISTAD. ESTAS INCLINACIONES CONSTITUYEN LA FUENTE DE LA LIBERTAD, QUE NO ES MERA INDIFERENCIA, SINO ORIENTACIÓN PERFECTIVA HACIA LA PLENA REALIZACIÓN DE LO QUE EL HOMBRE ES SEGÚN EL PLAN DE DIOS, HACIA LA FELICIDAD. EXISTE UNA PROFUNDA ARMONÍA ENTRE LA LEY NATURAL Y LA LEY EVANGÉLICA EXPRESADA EN EL SERMÓN DE LA MONTAÑA.

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LOS VALORES DEL EVANGELIO PRESENTES EN NUESTRA CULTURA NO PODRÁN SER RECREADOS SI NO SE RECUPERA EL SENTIDO DE LA CREACIÓN, DEL ORDEN NATURAL Y DE LA LEY DE LA CONCIENCIA QUE PERMITE DISTINGUIR EL BIEN DEL MAL. (…)

a la Iglesia de Cristo y se constituye persona en ella: así descubre en plenitud su dignidad de imagen viva de Dios, de hijo suyo en la familia universal de los hijos, en la que todos son hermanos. En América Latina subsiste un fuerte aprecio del bautismo, principio de la iniciación cristiana, pero falta una plena comprensión del valor de la Eucaristía como plenitud y actualización incesante de la condición cristiana y de su proyección cultural y social. En la última década se ha verificado en la Iglesia un nuevo acento en la centralidad de la Eucaristía, en la importancia del día del Señor y su adecuada celebración. Es ésta una urgencia pastoral de primer orden. Los valores evangélicos encarnados en la cultura de América Latina han sido y son transmitidos sobre todo por la piedad popular; de un paciente y esclarecido esfuerzo para vincular y enraizar la piedad popular en la liturgia, de su referencia explícita a la Eucaristía dominical, puede surgir un nuevo vigor de la vivencia cristiana en el seno de las comunidades eclesiales y en el orden secular. Sería la realización más plena del vínculo entre culto y cultura. La Eucaristía es el sacramento de la caridad, que crea comunión y educa para la

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3. El ethos tradicional de los pueblos latinoamericanos aparece hoy

ESA PURIFICACIÓN DEL “LÓGOS SOCIAL”, DE LA RAZÓN QUE ORGANIZA LA SOCIEDAD, AFECTADA DE CEGUERA ÉTICA POR LA PREPONDERANCIA DE INTERESES MEZQUINOS Y DEL ABUSO DE PODER, QUE SE ENSEÑOREAN EN UNA DEMOCRACIA SIN VALORES, SE REALIZA MEDIANTE LA ILUMINACIÓN QUE PROPORCIONA LA FE.

jaqueado por la difusión global del relativismo, que desconoce la referencia del obrar humano a la naturaleza de la persona y a los principios objetivos y universales que proceden de ella. Los valores del Evangelio presentes en nuestra cultura no podrán ser recreados si no se recupera el sentido de la creación, del orden natural y de la ley de la conciencia que permite distinguir el bien del mal. La ley natural es la expresión, bajo la forma de preceptos, de las inclinaciones naturales del hombre: a la verdad, al bien, a la conservación del propio ser, a la formación de la familia y a la comunicación de la vida, a la vida en sociedad, a la justicia y a la amistad. Estas inclinaciones constituyen la fuente de la libertad, que no es mera indiferencia, sino orientación perfectiva hacia la plena realización de lo que el hombre es según el plan de Dios, hacia la felicidad. Existe una profunda armonía entre la ley natural y la ley evangélica expresada en el Sermón de la Montaña. Más concretamente, las bienaventuranzas presentan los valores evangélicos que integran, en su tenor original, el estilo cristiano de vida, en el cual lo auténticamente humano se realiza en plenitud. Muchos rasgos característicos de la cultura de nuestros pueblos reflejan aún estos valores que brotan de la fe; ellos pueden ser recreados como alternativa a los modelos antropológicos incompatibles con la naturaleza y la dignidad del hombre. En el Documento de Aparecida se encuentra formulado este propósito, que es también una exhortación: “Es necesario presentar la persona humana como el centro de toda la vida social y cultural, resultando en ella: la dignidad de ser imagen y semejanza de Dios y la vocación de ser hijos en el Hijo, llamados a compartir su vida por toda la eternidad. La fe cristiana nos muestra a Jesucristo como la verdad última del ser humano, el modelo en el que el ser hombre se despliega en todo su esplendor ontológico y existencial. Anunciarlo integralmente en nuestros días exige coraje y espíritu profético” (Aparecida, 480). Más aún, podemos agregar, si el anuncio articulado como discurso ético ha de ir respaldado por el testimonio efectivo de una vida según el Evangelio, de discípulos que asumen seriamente su vocación de santidad.

4. En un continente como el nuestro, en el que perduran tantas y

tan graves injusticias, la razón cristiana, el lógos de la fe, no puede sustraerse a una misión específica en el orden económico, político y social. En la encíclica Deus caritas est, Benedicto XVI expresa cuál ha de ser la contribución de la Iglesia a la construcción de un orden

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social justo: “La Iglesia –dice el Papa– tiene el deber de ofrecer, mediante la purificación de la razón y la formación ética, su contribución específica, para que las exigencias de la justicia sean comprensibles y políticamente realizables” (Nº 28). Esa purificación del “lógos social”, de la razón que organiza la sociedad, afectada de ceguera ética por la preponderancia de intereses mezquinos y del abuso de poder, que se enseñorean en una democracia sin valores, se realiza mediante la iluminación que proporciona la fe. En este punto, afirma el Santo Padre, se sitúa la doctrina social católica, cuyo conocimiento y difusión corresponde sobre todo a los fieles laicos, a quienes cabe la misión de configurar rectamente la vida social. Su acción en este orden ha de ser vivida como caridad social. Las situaciones crónicas de subdesarrollo y los nuevos problemas planteados por el proceso de globalización interpelan a los católicos americanos a encarnar, mediante las mediaciones científicas y técnicas necesarias, los valores de justicia y amor propios del Evangelio en la cultura actual de nuestros pueblos. En la encíclica Caritas in veritate se expone y explica otro valor evangélico: el principio de gratuidad, la lógica del don, expresión de la gracia de Cristo que rescata al hombre de su reclusión en la autosuficiencia para vivir la fraternidad. La lógica del don aporta una nueva orientación a la vida económica, política y social, para que se ordene efectivamente al bien común, superando la estrechez de la pura lógica del mercado y sus consecuencias de deshumanización e injusticia. La verdad de la economía reclama esa superación hacia expresiones concretas de gratuidad, que pueden abrirse paso, entre el Estado y el mercado, en el ámbito de la sociedad civil: organizaciones productivas con fines mutualistas y sociales que articuladas debidamente con las formas clásicas de organización empresarial, pública o privada, contribuyan a establecer un orden económico más humano, una verdadera civilización de la economía. Durante el siglo XX, pensadores iberoamericanos –algunos católicos y otros no–, intentaron volver a las fuentes de la identidad y vocación de América. Cito sólo algunos nombres: José Enrique Rodó, Víctor Andrés Belaúnde, Manuel Ugarte, José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña, Joaquín Edwards Bello, Gabriela Mistral, Jaime Eyzaguirre, que como tantos otros buscaron el sentido originario de una posible unión americana. Si conforme a la convocatoria de Aparecida hemos de recomenzar desde Cristo, el discipulado y la misión tendrán que expresarse también en creaciones intelectuales del genio católico que señalen las metas y tracen la ruta hacia la plena realización de nuestro continente en la verdad, la justicia y el amor, como una Patria grande de estos pueblos bautizados que permanecen en el regazo de la Iglesia y aman a María.

EN ESTE PUNTO, AFIRMA EL SANTO PADRE, SE SITÚA LA DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA, CUYO CONOCIMIENTO Y DIFUSIÓN CORRESPONDE SOBRE TODO A LOS FIELES LAICOS, A QUIENES CABE LA MISIÓN DE CONFIGURAR RECTAMENTE LA VIDA SOCIAL. SU ACCIÓN EN ESTE ORDEN HA DE SER VIVIDA COMO CARIDAD SOCIAL.

En el Bicentenario 1810-2010

parece puramente teórico, es clave para enfocar correctamente los problemas más urgentes de la vida personal y comunitaria, del orden político, económico y social.

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PATRIOTISMO, GRATITUD, ESPERANZA Párrafos principales de la Alocución en la celebración de acción de gracias por el bicentenario patrio argentino en la iglesia catedral de La Plata, 25 de mayo de 2010:

En la proclama emitida el 26 de mayo, la Primera Junta –nosotros la llamamos así aunque fue, en realidad, la segunda- exponía por orden de dignidad sus compromisos. Encabezaba la serie de propósitos una declaración que en aquellos días no podría sorprender a nadie; manifestaba un deseo eficaz, un celo activo y una contracción viva y asidua a proveer por todos los medios posibles la conservación de nuestra Religión Santa. El miércoles 30 se celebró en la catedral la instalación del nuevo gobierno. Como es sabido, todo aquello sucedió en Buenos Aires; la conmemoración religiosa tuvo lugar, por lo tanto, en la catedral de Buenos Aires, iniciándose así una costumbre oficial localizada allí que se observó invariablemente hasta hace pocos años. En aquella primera oportunidad hubo misa solemne y Tedeum, con un elocuente sermón del deán del cabildo eclesiástico, Diego Estanislao de Zabaleta. ¿Qué sentimientos, qué actitudes deben inspirar la recordación bicentenaria de aquellos acontecimientos que iniciaron el proceso de nuestra emancipación? Una mirada dirigida hacia el pasado, abarcadora y objetiva, debe movernos a la acción de gracias; si intentamos, en cambio, avizorar el futuro, la posible cautela tiene que ceder su lugar a la esperanza. Dos disposiciones de ánimo, la gratitud y la esperanza, que se fundan en otra, raigal, imprescindible: el amor a la patria. Las tres implican la memoria del don, de los dones recibidos de Dios y de las generaciones que nos precedieron, pero también el reconocimiento de nuestras deficiencias y del estado actual de la sociedad argentina. El amor a la patria se llama patriotismo. Pero esta palabra parece haber caído en desuso; un manto de sospecha la desprestigia, como si el sentimiento que designa pudiera confundirse fácilmente con el alarde excesivo e inoportuno del patriotero. Creo que se conserva todavía en el juramento de los funcionarios públicos, que se comprometen a desempeñar su cargo con lealtad y patriotismo. Amar a la patria significa para sus hijos querer efectivamente su bien y estar dispuestos al sacrificio por ella. ¡Parece demasiado para los tiempos que corren! Los antiguos romanos habían acuñado un término que pasó a la tradición cristiana: pietas, piedad; así se llama el vínculo que religa a los hijos con sus padres y con la tierra de sus padres y que se expresa en el respeto, la veneración, el amor entrañable, sentimientos y actitudes que intentan saldar

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una deuda estrictamente impagable. Es ésta un área espiritual problemática para nosotros, argentinos. En el carácter nacional se insinúa una tendencia a prescindir de la referencia fundante a las raíces, como si fuéramos seres sin herencia; existe, por consiguiente, una falla, una carencia del sentido de lo comunitario. El sentido de pertenencia a una comunidad es algo más profundo y permanente que el entusiasmo futbolístico por el triunfo en “el mundial” y que la ocasional masificación inducida por consignas ideológicas o el clientelismo político. La referencia a las raíces –habría que decir a la tradición, en su significado más noble y esencial– hace posible cultivar el sentimiento y afianzar la conciencia de un destino común. Entre nosotros predomina el individualismo de personas o de grupos, la conciencia y el apetito del bien propio sobre la búsqueda del bien común. De allí la fractura, la estratificación de la sociedad argentina con sus secuelas de injusticia y nuestra inclinación atávica a la discordia. Tenemos que recuperar la pietas para con nuestra patria, el amor a ella: patria, no “este país”, como dicen muchos. Sólo así podremos reconocer gozosamente su belleza, porque el amor nos abre los ojos y nos pone en contacto directo con la realidad, alimenta el coraje y si es preciso el sacrificio, o el llanto. La exhortación del Apóstol: vivan en la acción de gracias (Col. 3, 15) señala el clima espiritual apropiado a esta celebración. Hoy damos gracias a Dios por los doscientos años transcurridos desde aquellos días de mayo y por el tiempo anterior, que no podemos sustraer a nuestra historia, pero sobre todo por el don que es la patria misma. El agradecimiento es siempre la respuesta que corresponde a un regalo, a una dádiva de suyo inmerecida. Otros han sido los instrumentos de la Providencia para darnos una patria, una nación independiente; nosotros asumimos esa herencia para transmitirla si es posible enriquecida a las generaciones venideras. La gratitud por el pasado no es un sentimiento indefinido, supone un discernimiento operado con objetividad y realismo. Existe un drama secular en la Argentina, que es la tergiversación de la historia, en la que se han filtrado imposturas manifiestas canonizadas como dogmas. Así ha ocurrido con sucesos clave del siglo XIX, y ocurre nuevamente con hechos más o menos recientes, observados con mirada tuerta, cuya interpretación sesgada mantiene abiertas heridas dolorosas, incentiva la división, perturba los ánimos y extravía el juicio de los jóvenes y de los desprevenidos. La memoria debe ser integral, la verdad completa; las medias verdades ofrecen mordiente al resentimiento, atizan los rencores, perpetúan el desencuentro. La aspiración ardiente a la justicia no debe servir de disfraz al odio y a la sed de venganza. Todos tenemos que empeñarnos, según la función de cada uno y los medios de que dispone, en procurar la reconciliación y en favorecer la unidad nacional; pero este es un deber sagrado para quienes presiden la comunidad: de su prudencia y magnanimidad depende, ciertamente, la armonía del todo social y la promoción de la paz interior. Una actitud de esperanza es, precisamente, la que corresponde esbozar en una ocasión solemne como ésta de nuestro bicentenario. El objeto de la esperanza es un bien futuro y posible, aunque arduo de alcanzar; en nuestro caso es la plena realización de la nación argentina. La esperanza de personas de fe, de un pueblo mayoritariamente religioso como éste al cual pertenecemos, se apoya en Dios, que en los salmos bíblicos y en los escritos de los profetas aparece designado como roca, escudo, baluarte inexpugnable, peñasco que sirve al creyente de refugio. En el preámbulo de nuestra Constitución se lo invoca como fuente de toda razón y justicia y se apela a su protección. Contamos, por tanto, con la ayuda de Dios; sin embargo, la esperanza requiere nuestra fortaleza, el esfuerzo de realización, la grandeza del alma de quienes se

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arriesgan en el cumplimiento de un destino apetecible, de quienes asumen la vida como una vocación. La esperanza es un valor íntimamente personal, pero se verifica también en un sujeto colectivo en la medida en que éste constituye una auténtica comunidad, cohesionada por la amistad social. El horizonte de la esperanza ha sido trazado en la primera página de la Torá, cuando el Creador bendijo al hombre y a la mujer, plasmados a su imagen, y les encomendó llenen la tierra y sométanla (Gén. 1, 28). Este mandato vale singularmente para el pueblo argentino, que ha recibido el don de una tierra ancha y espaciosa, que mana leche y miel (Ex. 3, 8). La meta de poblar armoniosamente con hijos de esta patria nuestro territorio casi deshabitado es, probablemente, una condición para afrontar la cuestión inaplazable de un desarrollo integral de la nación. El bien común es la perfecta realización de la Argentina, de tal modo que cada uno de los habitantes de esta tierra bendita del pan pueda procurarse todo lo que le baste para vivir y para vivir bien; la totalidad incluye los bienes superiores del espíritu, la educación, la cultura, la libertad. No debe haber hijos y entenados, sino ciudadanos que gocen de plenos derechos y cumplan los correspondientes deberes, no meros habitantes ni clientes del poder de turno. El bien precioso de un recto ordenamiento jurídico de la sociedad es una condición principal de esa totalidad de realización; debe ser tutelado por los tres poderes del Estado y no deturpado por leyes inicuas que alteren la esencia natural del matrimonio, que minen la solidez de la familia y entreguen al estrago la vida de los niños por nacer. No son éstas utopías. El bien que es objeto de la esperanza no se encuentra al alcance de la mano, pero puede ser conquistado si no cedemos a la comodidad y al facilismo; sobre todo si no se ofusca en nuestro espíritu la contemplación de la verdad, si no se apaga en nuestro corazón el amor a la vez racional y apasionado del bien. ¿Qué podemos aportar los cristianos al futuro de la Argentina? Ante todo, el espíritu de las bienaventuranzas del Evangelio, y un compromiso coherente y activo por el bien de nuestra patria temporal. El Santo Padre Benedicto XVI ha recordado hace pocos días que corresponde a los fieles laicos mostrar concretamente en la vida personal y familiar, en la vida social, cultural y política, que la fe permite leer de modo nuevo y profundo la realidad y transformarla. Indicaba también el Papa que es preciso buscar, en la dialéctica democrática un amplio consenso con todos aquellos que se toman a pecho la defensa de la vida y de la libertad, la custodia de la verdad y del bien de la familia, la solidaridad con los necesitados y la necesaria búsqueda del bien común. Estos bienes han de ser objetos privilegiados de nuestra esperanza y nuestra lucha; son irrenunciables, como es irrenunciable el futuro de otra Argentina posible, de una Argentina mejor.

+ HÉCTOR AGUER Arzobispo de La Plata (Argentina)

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Ecce Homo! POR PEDRO MORANDÉ COURT A 30 años del discurso de S.S.Juan Pablo II acerca de la cultura en la sede de la UNESCO

E

l 2 de junio de 1980 Juan Pablo II fue a la sede de la UNESCO en París, para pronunciar uno de sus más importantes y memorables discursos sobre la cultura humana. Poco después, creó el Pontificio Consejo de Cultura para encargarle el cuidado pastoral de ella y promover el diálogo de la Iglesia con todas las culturas. La preocupación pastoral de la Iglesia por la cultura en la época actual viene, en verdad, del Concilio Vaticano II y se expresa en su Constitución Pastoral Gaudium et spes, la que le dedica un entero capítulo. Conocido es el lema que propuso para resumir todo el itinerario cristiano en el ámbito de la cultura y que ha sido recogido en numerosas oportunidades en el magisterio pontificio posterior: “procurar hacer cada vez más humana la vida humana”. Con ello se quiere decir que la vida humana no sólo es un don, individualmente asumido y aceptado, sino también una vocación a la comunión entre personas y pueblos y que, como enseñó posteriormente Pablo VI en Populorum progressio y retomó Benedicto XVI en Caritas in veritate, el auténtico desarrollo y el progreso de la humanidad no sólo implica su bienestar material, sino también y más esencialmente, su desarrollo espiritual en solidaridad y caridad. El Concilio tenía a la vista ciertamente, como contexto, la destrucción de los países europeos producida por la segunda guerra mundial, el reacomodo de la geopolítica internacional a los lineamientos de la guerra fría, la esperanzada creación de un orden jurídico mundial a través de la organización de las Naciones Unidas y el proceso de descolonización producido con posterioridad en vastas regiones del planeta, todo lo cual hacía indispensable el inicio de un nuevo diálogo que, por una parte, tuviese en cuenta la dignidad inviolable del ser humano y, por otra, respetara y fomentara el legítimo esfuerzo de muchos pueblos por recuperar la originalidad de su historia y de sus tradiciones ahí donde habían sido olvidadas o sometidas a los imperativos ideológicos de las potencias dominantes. Hacer más humana la vida humana era, de este modo, un itinerario de reconstrucción y de reconciliación a escala mundial, que la Iglesia quería servir con especial solicitud. Su fe en la encarnación del Hijo de Dios, que hizo suya la condición humana, la llevó a proclamar con

HUMANITAS Nº 59 pp. 457 - 465

EL CONCILIO TENÍA A LA VISTA LA DESTRUCCIÓN DE LOS PAÍSES EUROPEOS PRODUCIDA POR LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, EL REACOMODO DE LA GEOPOLÍTICA INTERNACIONAL A LOS LINEAMIENTOS DE LA GUERRA FRÍA, LA ESPERANZADA CREACIÓN DE UN ORDEN JURÍDICO MUNDIAL A TRAVÉS DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS Y EL PROCESO DE DESCOLONIZACIÓN PRODUCIDO CON POSTERIORIDAD EN VASTAS REGIONES DEL PLANETA. (…)

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“Pensaba, que el ser humano podía alienarse, que el pecado podía obnubilar la recta conciencia de sí mismo, y que en el trágico siglo XX ello había efectivamente ocurrido. Pero para fundar o volver a reconocer su dignidad herida, el ser humano tenía solamente que ser fiel al itinerario de su propia conversión. Esto queda hermosamente reflejado en el momento más emocionante y conmovedor de su discurso en la UNESCO, cuando recordando las palabras de Pilatos, proclama simplemente: »Ecce homo«. Sin proponérselo intencionalmente, Pilatos había pronunciado en ese momento la más profunda verdad sobre el hombre.”

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gran fuerza que “el misterio del hombre sólo se esclarece a luz del misterio del Verbo encarnado” como señaló la frase de la Gaudium et spes (n.22) que Juan Pablo II no se cansó de repetir. Y en ese mismo acápite de la Constitución se sugiere que el Espíritu Santo, aunque de un modo misterioso, suscita frutos de santidad también entre los no creyentes. “Puesto que Cristo murió por todos y la vocación última del hombre es efectivamente tan sólo una, es decir, la vocación divina, debemos mantener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma sólo por Dios conocida, lleguen a asociarse a este misterio pascual”. Por ello, puede considerarse, usando la expresión patrística, que en todas las culturas existen semillas del Verbo, que muestran al ser humano como imagen y semejanza de su Creador. Así, la consideración de la cultura tiene como centro al hombre mismo, su dignidad, su vocación y misterio. Lo recuerda Juan Pablo II en la parte primera de su mensaje a la UNESCO. Afirma ahí que “la dimensión fundamental [de la convivencia humana] es el hombre, el hombre integralmente considerado, el hombre que vive al mismo tiempo en la esfera de los valores materiales y en la de los espirituales. El respeto de los derechos inalienables de la persona humana es el fundamento de todo” (citando su propio discurso a la ONU de octubre de 1979) (n.4). La necesidad de este respeto nace del ser humano mismo, “de la dignidad de su inteligencia, de su voluntad y de su corazón” (ibíd.). Esta dignidad es la premisa de toda cultura. Por esta razón, es interesante destacar que el Papa Wojtyla nunca consideró en su reflexión antropológica que la dignidad humana tuviese que justificarse o deducirse de otros argumentos que no fuese la existencia misma del hombre, consciente de ella desde su inteligencia, su voluntad y su corazón. Pensaba, evidentemente, que el ser humano podía alienarse, que el pecado podía obnubilar la recta conciencia de sí mismo, y que en el trágico siglo XX ello había efectivamente ocurrido. Pero para fundar o volver a reconocer su dignidad herida, el ser humano tenía solamente que ser fiel al itinerario de su propia conversión. Esto queda hermosamente reflejado en el momento más emocionante y conmovedor de su discurso en la UNESCO, cuando recordando las palabras de Pilatos, proclama simplemente: “Ecce homo”. Sin proponérselo intencionalmente, Pilatos había pronunciado en ese momento la más profunda verdad sobre el hombre. Los párrafos siguientes del discurso están dedicados a explicar esta verdad en su íntima e indestructible relación con la cultura. Se apoya para ello en la afirmación de Santo Tomás de Aquino: Genus humanum arte et ratione vivit (n.6). «La significación esencial de la cultura consiste, según estas palabras de Santo Tomás de Aquino, en el hecho de ser una característica de la vida humana como tal. El hombre vive

(…) LO CUAL HACÍA INDISPENSABLE EL INICIO DE UN NUEVO DIÁLOGO QUE, POR UNA PARTE, TUVIESE EN CUENTA LA DIGNIDAD INVIOLABLE DEL SER HUMANO Y, POR OTRA, RESPETARA Y FOMENTARA EL LEGÍTIMO ESFUERZO DE MUCHOS PUEBLOS POR RECUPERAR LA ORIGINALIDAD DE SU HISTORIA Y DE SUS TRADICIONES AHÍ DONDE HABÍAN SIDO OLVIDADAS O SOMETIDAS A LOS IMPERATIVOS IDEOLÓGICOS DE LAS POTENCIAS DOMINANTES.

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“Se puede ser un gran productor sin ser un cultivador. En este sentido, se puede ser civilizado sin cultura, incluso en contra de la cultura. Yo veo cómo la ‘productura’, esta civilización técnica vinculada al tener, se ha reducido a sí misma, se ha encerrado en su propia inmanencia, y automáticamente es anticultura, porque es contraria al amor, la libertad, la dignidad, la justicia y la paz.” (En la imagen Stanislaw Grygiel)

CON RAZÓN MUCHOS PENSADORES HABLAN TAMBIÉN DE LA CULTURA COMO UNA “SEGUNDA NATURALEZA”, PUESTO QUE DETERMINA PARA EL HOMBRE, COMO DICE EL PAPA, SU MODO ESPECÍFICO DE EXISTIR Y DE SER.

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una vida verdaderamente humana gracias a la cultura... La cultura es un modo específico del ‘existir’ y del ‘ser’ del hombre. El hombre vive siempre según su cultura que le es propia, y que, a su vez, crea entre los hombres un lazo que les es también propio, determinando el carácter inter-humano y social de la existencia humana» (ibíd.). Así como nadie elige de quién nacer, ni qué familia tener, tampoco elige la cultura, que pasa a ser para él como el don que lo acoge, el conjunto de las relaciones personales y sociales que le ayudarán a conformarse en la comunidad que tales relaciones hacen posible. Como enseña el filósofo Zubiri, la dinámica de la persona no es la de la formación, sino de la conformación, puesto que antes que la persona pueda tener conciencia de su originalidad y de la responsabilidad única que ello implica, otros han venido primero a acogerlo y a ofrecerle su mundo como algo humanamente digno para habitar. Con razón muchos pensadores hablan también de la cultura como una “segunda naturaleza”, puesto que determina para el hombre, como dice el Papa, su modo específico de existir y de ser. Este modo de inserción del ser humano en la realidad, le invita a comprender que en la cultura se juega antes el “ser” que el “tener”, prioridad que tantas veces se ha visto alterada en la sociedad del bienestar, del consumo y de la opulencia. Dice el Papa: «El hombre, que en el mundo visible, es el único sujeto óntico de la cultura, es también su único objeto y su término. La cultura es aquello a través de lo cual el hombre ‘es’ más, accede más al ‘ser’... La experiencia de las diversas épocas, sin excluir la presente, demuestra que se piensa en la cultura y se habla de ella principalmente en relación con la naturaleza del hombre, y luego solamente de manera secundaria e indirecta en relación con el mundo de sus productos» (n.7). Esta afirmación me recuerda una entrevista hecha al filósofo polaco y discípulo de Karol Wojtyla, Stanislaw Grygiel, aparecida en esta Revista (cf. Humanitas N°31, invierno 2003), en que interpretando el pensamiento del Papa contraponía cultura y “productura”. Señalaba: “La cultura reside en el deseo, en el obrar, es decir, en el amar, en el conocer, en el hacer justicia, hacer la paz, en el obrar pacíficamente. Esta es la cultura. Si reducimos nuestra vida sólo a hacer anteojos, libros, zapatos, a producir cosas, no vivimos en la cultura, sino en la ‘productura’. Se puede ser un gran productor sin ser un cultivador. En este sentido, se puede ser civilizado sin cultura, incluso en contra de la cultura. Yo veo cómo la ‘productura’, esta civilización técnica vinculada al tener, se ha reducido a sí misma, se ha encerrado en su propia inmanencia, y automáticamente es anticultura, porque es contraria al amor, la libertad, la dignidad, la justicia y la paz”. Esta visión tergiversada de la civilización técnica sobre la cultura termina por afectar la imagen que el ser humano tiene sobre sí mismo,

“Así como nadie elige de quién nacer, ni qué familia tener, tampoco elige la cultura, que pasa a ser para él como el don que lo acoge, el conjunto de las relaciones personales y sociales que le ayudarán a conformarse en la comunidad que tales relaciones hacen posible. Como enseña el filósofo Zubiri, la dinámica de la persona no es la de la formación, sino de la conformación, puesto que antes que la persona pueda tener conciencia de su originalidad y de la responsabilidad única que ello implica, otros han venido primero a acogerlo y a ofrecerle su mundo como algo humanamente digno para habitar.” (En la imagen Xavier Zubiri)

poniendo en primer plano los valores de la eficiencia, del rendimiento y de la productividad por encima de la dignidad, del amor y de la libertad. Por ello, continúa el discurso de Juan Pablo II: «Este hombre, que se expresa en y por la cultura y es objeto de ella, es único, completo e indivisible... Según esto, no se le puede considerar únicamente como resultante de todas las condiciones concretas de su existencia, como resultante -por no citar más que un ejemplo- de las relaciones de producción que prevalecen en una época determinada... No se puede pensar una cultura sin subjetividad humana y sin causalidad humana; sino que en el campo de la cultura, el hombre es siempre el hecho primero... y lo es en su totalidad: en el conjunto integral de su subjetividad espiritual y material...” (n.8). En otros documentos de su magisterio se hace residir precisamente en esta subjetividad humana y en la causalidad humana el fundamento de la soberanía y de la libertad de los hombres y de sus culturas. Al mismo tiempo, y como consecuencia, el ser humano está llamado a asumir la responsabilidad ante sí mismo y ante los demás por sus actos soberanos y por las consecuencias de ellos en la conciencia de la dignidad de las personas. En la antropología de Wojtyla, el hombre fue siempre pensado desde sus actos, siendo el pensar uno de ellos, pero que no agota ni su subjetividad ni la explicación de su causalidad. El amor, en cambio, resume de modo más integral la conciencia de la dignidad que el hombre adquiere por su actuar libre. De ahí que pueda calificar a la cultura, en el mismo párrafo antes citado, como un “sistema auténticamente humano, síntesis espléndida del espíritu y del cuerpo”.

NO SE PUEDE PENSAR UNA CULTURA SIN SUBJETIVIDAD HUMANA Y SIN CAUSALIDAD HUMANA; SINO QUE EN EL CAMPO DE LA CULTURA, EL HOMBRE ES SIEMPRE EL HECHO PRIMERO... Y LO ES EN SU TOTALIDAD: EN EL CONJUNTO INTEGRAL DE SU SUBJETIVIDAD ESPIRITUAL Y MATERIAL...” (N.8).

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ESTA AFIRMACIÓN DEL SER HUMANO COMO “SUJETO PORTADOR DE LA TRASCENDENCIA DE LA PERSONA” ME PARECE DE UNA PRECISIÓN Y DE UNA BELLEZA INCOMPARABLE. POR UNA PARTE, RECUERDA QUE EL CONCEPTO DE PERSONA SE APLICÓ ANTES A CRISTO Y A LA SANTÍSIMA TRINIDAD QUE AL SER HUMANO, Y SIN EMBARGO, ESTE ÚLTIMO HA SIDO CONVERTIDO POR LA ENCARNACIÓN DEL VERBO EN ÍCONO DE LA TRINIDAD. (…)

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El Pontífice continúa su discurso hablando de “la relación orgánica y constitutiva que existe entre la religión, en general, y el cristianismo en particular, por una parte, y la cultura, por otra» (n.9), la que se manifiesta en las más diversas expresiones específicas, como la educación y el arte, por ejemplo, sin olvidar tampoco la religiosidad popular de la gente sencilla, que hace de ella un componente esencial de su identidad cultural. Pone como ejemplo a Europa misma, desde el Atlántico hasta los Urales, cuya historia sería imposible de entender sin el sustrato de su experiencia religiosa. Proclama su “admiración ante la riqueza creadora del espíritu humano, ante sus esfuerzos incesantes por conocer y afirmar la identidad del hombre: de ese hombre que está siempre presente en todas las formas particulares de la cultura» (ibíd.). Y concluye esta explicación de los fundamentos antropológicos de la cultura con uno de los párrafos más notables de su enseñanza acerca del sentido de la encarnación y de sus consecuencias acerca de la dignidad humana. Dice el Papa: «Al hablar… ante vuestra Organización... pienso sobre todo en la vinculación fundamental del Evangelio, es decir, del mensaje de Cristo y de la Iglesia, con el hombre en su humanidad misma. Este vínculo es efectivamente creador de cultura en su fundamento mismo. Para crear la cultura hay que considerar íntegramente, y hasta sus últimas consecuencias, al hombre como valor particular y autónomo, como sujeto portador de la trascendencia de la persona. Hay que afirmar al hombre por él mismo, y no por ningún otro motivo o razón: ¡únicamente por él mismo! Más aún, hay que amar al hombre porque es hombre, hay que reivindicar el amor por el hombre en razón de la particular dignidad que posee. El conjunto de las afirmaciones que se refieren al hombre pertenece a la sustancia misma del mensaje de Cristo y de la misión de la Iglesia» (n.10). Esta afirmación del ser humano como “sujeto portador de la trascendencia de la persona” me parece de una precisión y de una belleza incomparable. Por una parte, recuerda que el concepto de persona se aplicó antes a Cristo y a la Santísima Trinidad que al ser humano, y sin embargo, este último ha sido convertido por la encarnación del Verbo en ícono de la Trinidad. Hablar de personas es hablar de Dios mismo, del misterio de la comunión que une a sus personas en una misma naturaleza y dignidad. Aplicar al ser humano el calificativo de persona es, entonces, hablar de su participación en la vocación cristológica, de llegar a ser “hijos en el Hijo”, como define también Gaudium et spes, agregando que “cuando Cristo nuestro Señor ruega al Padre que todos sean «uno»... como nosotros también somos «uno» (Jn 17,21-22), descubre horizontes superiores a la razón humana, porque insinúa una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas

“El Pontífice continúa su discurso hablando de ‘la relación orgánica y constitutiva que existe entre la religión, en general, y el cristianismo en particular, por una parte, y la cultura, por otra’ (n.9), la que se manifiesta en las más diversas expresiones específicas, como la educación y el arte, por ejemplo, sin olvidar tampoco la religiosidad popular de la gente sencilla, que hace de ella un componente esencial de su identidad cultural.”

y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad” (n.24). Esta misma enseñanza que Juan Pablo II aplica a la relación del ser humano con su cultura, la aplicó también al misterio nupcial, dando una impresionante fuerza de renovación a la antropología teológica referida a la persona, al matrimonio y a la familia. En la segunda parte de su discurso ante la UNESCO, el Papa saca las consecuencias de estas afirmaciones antropológicas esenciales, las que enumero brevemente a continuación, en el mismo orden que aparecen:

(…) HABLAR DE PERSONAS ES HABLAR DE DIOS MISMO, DEL MISTERIO DE LA COMUNIÓN QUE UNE A SUS PERSONAS EN UNA MISMA NATURALEZA Y DIGNIDAD. APLICAR AL SER HUMANO EL CALIFICATIVO DE PERSONA ES, ENTONCES, HABLAR DE SU PARTICIPACIÓN EN LA VOCACIÓN CRISTOLÓGICA, DE LLEGAR A SER “HIJOS EN EL HIJO”, COMO DEFINE TAMBIÉN GAUDIUM ET SPES.

a) La educación. La primera y esencial tarea de toda cultura es la

educación. «La educación consiste, en efecto, en que el hombre llegue a ser cada vez más hombre... Para ello es necesario que el hombre sepa ‘ser más’ no sólo ‘con los otros’, sino también ‘para los otros’... Lo más importante es siempre el hombre y su autoridad moral que proviene de la verdad de sus principios y de la conformidad de sus actos con sus principios» (n.11).

b) La familia: «No hay duda de que el hecho cultural primero y funda-

mental es el hombre espiritualmente maduro, es decir, el hombre plenamente educado, el hombre capaz de educarse a sí mismo y de educar a los otros... ¿Qué hacer para que la educación del hombre se realice sobre todo en la familia?» (n.12). La autoridad moral necesaria para educar la tienen fundamentalmente los padres.

c) La alienación y manipulación del hombre: «En el conjunto del pro-

ceso educativo, de la educación escolar particularmente, ¿no ha tenido lugar un desplazamiento unilateral hacia la instrucción en el sentido estricto del término?... Esto lleva consigo una ver-

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dadera alienación de la educación: en lugar de obrar en favor de lo que el hombre debe ‘ser’, la educación actúa únicamente en favor de lo que el hombre puede crecer en el aspecto del ‘tener’, de la ‘posesión’. La siguiente etapa de esta alienación es habituar al hombre, privándole de su propia subjetividad, a ser objeto de múltiples manipulaciones» (n.13). La más importante es enseñar a la manipulación de sí mismo. Estos peligros amenazan sobre todo a las sociedades técnicamente desarrolladas. Existe una creciente falta de confianza en la significación del hecho de ser hombre. A cambio se establecen «imperativos» falsos, como la primacía del comportamiento de moda, de lo subjetivo y del éxito inmediato. d) La nación: «La nación... es la gran comunidad de los hombres ESTA MISMA ENSEÑANZA QUE JUAN PABLO II APLICA A LA RELACIÓN DEL SER HUMANO CON SU CULTURA, LA APLICÓ TAMBIÉN AL MISTERIO NUPCIAL, DANDO UNA IMPRESIONANTE FUERZA DE RENOVACIÓN A LA ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA REFERIDA A LA PERSONA, AL MATRIMONIO Y A LA FAMILIA.

que están unidos por diversos vínculos, pero sobre todo, precisamente, por la cultura. La nación existe ‘por’ y ‘para’ la cultura, y así es ella gran educadora de los hombres para que puedan ‘ser más’ en la comunidad» (n.14). Aludiendo al ejemplo de Polonia, que sobrevivió gracias a su cultura, añade: «Lo que digo aquí respecto al derecho de la nación a fundamentar su cultura y su porvenir, no es el eco de ningún nacionalismo, sino que se trata de un elemento estable de la experiencia humana... Existe una soberanía fundamental de la sociedad que se manifiesta en la cultura de la nación. Se trata de la soberanía por la que, al mismo tiempo, el hombre es supremamente soberano» (ibíd.). Esta es una condición para superar los restos del colonialismo.

e) Los medios de comunicación social: Deben ser expresión de la

soberanía de la nación y no instrumentos de dominación de los agentes del poder político y financiero. Deben servir a la construcción de una vida más humana.

f) La instrucción del pueblo y superación del analfabetismo: La populari-

zación de la instrucción es necesaria para disponer y administrar los medios que se poseen, para bien propio y para el bien común. Evita también las luchas sanguinarias por el poder.

g) Derecho de los católicos a una educación católica: La Iglesia a lo largo

de los siglos ha fundado escuelas y universidades. La Iglesia reivindica «el derecho que toda familia tiene de educar a sus hijos en escuelas que correspondan a su propia visión del mundo, y en particular el estricto derecho de los padres creyentes a no ver a sus hijos, en las escuelas, sometidos a programas inspirados por el ateísmo. Ese es en efecto uno de los derechos fundamentales del hombre y de la familia» (n.18).

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h) El cultivo de la ciencia: La vocación del hombre al conocimiento

es el vínculo constitutivo de la humanidad con la verdad, que se hace realidad cotidianamente en las instituciones de educación, particularmente las universidades (n. 19). Después de rendir homenaje a los científicos, el Papa agrega que «mucho debe preocuparnos todo lo que está en contradicción con los principios del desinterés y de la objetividad, todo lo que haría de la ciencia un instrumento para conseguir objetivos que nada tienen que ver con ella» (n.20). «El futuro del hombre y del mundo está amenazado, radicalmente amenazado... porque los maravillosos resultados de sus investigaciones y de sus descubrimientos, sobre todo en el campo de las ciencias de la naturaleza, han sido y continúan siendo explotados -en perjuicio del imperativo ético- para fines que nada tienen que ver con las exigencias de la ciencia... Mientras que la ciencia está llamada a estar al servicio de la vida del hombre, se constata demasiadas veces, sin embargo, que está sometida a fines que son destructivos de la verdadera dignidad del hombre y de la vida humana» (n.21). El discurso da como ejemplos: la manipulación genética, las experimentaciones biológicas, las armas químicas, bacteriológicas y nucleares. «La causa del hombre será servida si la ciencia se alía con la conciencia» (n.22).

Como conclusión, el Papa realiza tres afirmaciones que resumen los argumentos expuestos y al mismo tiempo expresan una visión y una tarea de futuro: «¡El futuro del hombre depende de la cultura! ¡La paz del mundo depende de la primacía del Espíritu! ¡El porvenir pacífico de la humanidad depende del amor!» (n.56). Muchos de los elementos presentes en este discurso fueron desarrollados más extensamente en otros documentos del fecundo magisterio de Juan Pablo II. El valor de ellos en este documento está vinculado, por una parte, con el hecho de ser un documento temprano de su pontificado, que anunciaría el derrotero futuro. Personalmente, sin embargo, me conmueve su pasión por el hombre, en sus específicas circunstancias históricas y sociales. “Hay que afirmar al hombre por él mismo, y no por ningún otro motivo o razón: ¡únicamente por él mismo!” y por ello, hay que amar todas las relaciones que lo constituyen en su ser: la cultura, la familia, la escuela, la nación, el trabajo. A diferencia de la visión instrumental que suele predominar hoy día sobre todas estas realidades, el discurso de París nos recuerda que todas ellas participan del ser del hombre y de la posibilidad de realizar su vocación de persona.

EN EL PROCESO EDUCATIVO, ¿NO HA TENIDO LUGAR UN DESPLAZAMIENTO UNILATERAL HACIA LA INSTRUCCIÓN EN EL SENTIDO ESTRICTO DEL TÉRMINO?... ESTO LLEVA CONSIGO UNA VERDADERA ALIENACIÓN DE LA EDUCACIÓN: EN LUGAR DE OBRAR EN FAVOR DE LO QUE EL HOMBRE DEBE ‘SER’, LA EDUCACIÓN ACTÚA ÚNICAMENTE EN FAVOR DE LO QUE EL HOMBRE PUEDE CRECER EN EL ASPECTO DEL ‘TENER’, DE LA ‘POSESIÓN’. LA SIGUIENTE ETAPA DE ESTA ALIENACIÓN ES HABITUAR AL HOMBRE, PRIVÁNDOLE DE SU PROPIA SUBJETIVIDAD, A SER OBJETO DE MÚLTIPLES MANIPULACIONES (N.13).

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REFLEXIONES SOBRE EL MISTERIO Y LA VIDA DE LA IGLESIA

Si todo es gracia, ya no hay gracia

POR GEORGES CARDENAL COTTIER, OP

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“El ambiente, la catequesis, pueden ayudar, pero ninguna condición sociológica puede sustituir el atractivo de la gracia, que llama a sí la libertad personal de cada uno. Para la vida de fe se requiere el compromiso personal.”

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ace poco se cumplieron diez años de la firma de la Declaración conjunta entre católicos y luteranos sobre la doctrina de la justificación, es decir, sobre la cuestión en torno a la cual se consumó el cisma de la Reforma protestante (Cf. Humanitas 55: “¿Dónde realmente se sitúa el diálogo católico-luterano?” por el cardenal Avery Dulles). El 31 de octubre de 1999, tras un atento examen de la Congregación para la Doctrina de la fe, el hoy cardenal Walter Kasper y el secretario general de la Federación luterana mundial, Ishmael Noko, firmaron el documento que atestigua un consenso entre luteranos y católicos sobre algunas verdades fundamentales acerca de la doctrina de la justificación. Benedicto XVI, en el Ángelus de la fiesta de Todos los Santos, recordando el décimo aniversario de la firma, repitió que estas verdades «nos llevan al corazón mismo del Evangelio y a cuestiones esenciales de nuestra vida. Dios nos acoge y nos redime; nuestra existencia se inscribe en el horizonte de la gracia, es dirigida por un Dios misericordioso, que perdona nuestro pecado y nos llama a una nueva vida en el seguimiento de su Hijo; vivimos de la gracia de Dios y estamos llamados a responder a su don». Efectivamente, si releemos la Declaración y también los textos de aclaración que la acompañaban, encontramos expresiones claras y eficaces sobre cómo se comunica la fe cristiana en el mundo. Una frase de santo Tomás de Aquino, contenida en el Anexo, resume de este modo todo el corazón de la vida cristiana: «La gracia crea la fe no solo cuando la fe comienza en una persona, sino hasta cuando esta fe termina» («Gratia facit fidem non solum quando fides de novo incipit esse in homine, sed etiam quamdiu fides durat», Summa theologiae II-II q.4 a. 4 ad 3). Justamente la necesidad de la gracia para cada momento de la experiencia cristiana y la dinámica propia de su acción parecen haber desaparecido hoy del debate teológico y de la predicación. Sobre este punto existen también a nivel de la pastoral

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UN PRIMER NIVEL DE CONFUSIÓN LO ENCONTRAMOS EN LA IDEA REINANTE DE QUE LA GRACIA DIVINA ES UN DATO ADQUIRIDO A PRIORI POR CADA HOMBRE, HASTA IDENTIFICARLA SIMPLEMENTE CON LA LUZ INTERIOR DE LA CRIATURA HUMANA (…)

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(…) EXPRESIONES DIFUNDIDAS DE SEMEJANTE CONCEPCIÓN APARECEN TAMBIÉN CUANDO SE ATRIBUYE IGUAL VALOR SALVÍFICO A TODOS LOS ACTOS BUENOS Y A TODOS LOS CAMINOS RELIGIOSOS DE LOS HOMBRES, COMO SI TODO LO QUE ES RELIGIOSO SE PUDIERA ATRIBUIR DE MANERA UNÍVOCA AL ESPÍRITU SANTO. (…)

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ordinaria confusiones, ambigüedades, equívocos, malentendidos que son indicios de un ofuscamiento general respecto a términos y criterios elementales de la doctrina cristiana y de la vida de fe, y corren el riesgo de despistar al pueblo de Dios. Un primer nivel de confusión lo encontramos en la idea reinante de que la gracia divina es un dato adquirido a priori por cada hombre, hasta identificarla simplemente con la luz interior de la criatura humana. Expresiones difundidas de semejante concepción aparecen también cuando se atribuye igual valor salvífico a todos los actos buenos y a todos los caminos religiosos de los hombres, como si todo lo que es religioso se pudiera atribuir de manera unívoca al Espíritu Santo. O cuando se da por descontada la fisionomía cristiana de un pueblo o de una nación, como si la fe cristiana fuera una especie de substrato religioso ya implícito en una determinada identidad étnica, tribal o nacional. Ciertas identificaciones se han de proponer con discernimiento y sin forzamientos. Porque uno nace judío, nace musulmán, pero no nace cristiano. Uno se hace cristiano con el bautismo y con la fe, como ya reconocía Tertuliano. No se fabrican cristianos, como pueden crearse pertenecientes a otras religiones con solo traerlos al mundo. Muchos padres de hoy se dan cuenta, y quizá sufren por ello: no se da por descontado que los hijos, incluso cuando reciben una buena educación cristiana, tengan el don de la fe. El ambiente, la catequesis, pueden ayudar, pero ninguna condición sociológica puede sustituir el atractivo de la gracia, que llama a sí la libertad personal de cada uno. Para la vida de fe se requiere el compromiso personal. Las generalizaciones y los tópicos que dan por descontado el don de la gracia son síntomas del desconocimiento general de algunas distinciones esenciales, siempre reconocidas y tenidas en cuenta en la enseñanza y en la pastoral de la Iglesia, como la distinción entre el orden natural (u orden de la creación) y el sobrenatural de la gracia. Para santo Tomás, todo ser creado tiene una naturaleza que lo impulsa hacia su propia finalidad, y también la capacidad de realizar este fin. Esto valía también para la naturaleza humana, antes de que fuese herida por el pecado original. Después de la caída del pecado, Dios no solamente la ha curado del pecado con la redención, sino que ha llevado a cabo la filiación adoptiva de los hombres, a través del sacrificio de su Hijo unigénito, Señor nuestro Jesucristo. Como escribe san Pablo a los Gálatas, «Al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos

LA NATURALEZA MISMA DEL HOMBRE, MARCADA POR EL PECADO ORIGINAL, ES EN SÍ MISMA UNA PREGUNTA ABIERTA, QUE NO CONOCE SU PROPIA RESPUESTA. Y LA RESPUESTA QUE DIOS HA DADO A TRAVÉS DE SU HIJO JESUCRISTO NO ERA IMAGINABLE, ES SOBREABUNDANTE, NO ERA EXIGIBLE A PARTIR DE LAS INSTANCIAS INHERENTES A LA NATURALEZA DEL HOMBRE. COMO ESCRIBE SAN PABLO EN LA PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS, LO QUE EL SEÑOR PREPARÓ PARA LOS QUE LE AMAN NO SALIÓ DEL CORAZÓN DEL HOMBRE (CF. 1 COR 2, 9).

“Lo que es totalmente ajeno a la fe cristiana es la identificación entre la gracia y el pecado, una concepción perversa que más bien se encuentra en el gnosticismo y en las parodias gnósticas del cristianismo”, señala el cardenal George Cottier, teólogo de la Casa Pontificia con Juan Pablo II.

es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios» (Ga 4, 4-7). Quiere decir que en la libertad de la redención realizada por medio de Cristo hay una segunda gratuidad de Dios, más admirable que la gratuidad de la creación. En la condición de

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OTRA TERGIVERSACIÓN, ES LA MODA DE VER GRACIA POR TODOS LOS LADOS, QUE ESTÁ MUY DIFUNDIDA EN ÁMBITO ECLESIÁSTICO, INCLUSO ENTRE MUCHOS AUTORES Y ORADORES QUE SE CONSIDERAN EXPERTOS EN CUESTIONES ESPIRITUALES.

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criatura, herida por el pecado original, el hombre experimenta su insuficiencia a la hora de tender al cumplimiento de su propia finalidad natural. La aspiración al cumplimiento marca toda la condición humana. La naturaleza misma del hombre, marcada por el pecado original, es en sí misma una pregunta abierta, que no conoce su propia respuesta. Y la respuesta que Dios ha dado a través de su Hijo Jesucristo no era imaginable, es sobreabundante, no era exigible a partir de las instancias inherentes a la naturaleza del hombre. Como escribe san Pablo en la primera Carta a los Corintios, lo que el Señor preparó para los que le aman no salió del corazón del hombre (cf. 1 Cor 2, 9). Otra tergiversación, respecto a lo que Péguy definía «el misterio y la operación de la gracia», es la moda de ver gracia por todos los lados, que está muy difundida en ámbito eclesiástico, incluso entre muchos autores y oradores que se consideran expertos en cuestiones espirituales. Es verdad que también santa Teresa de Lisieux, en su lecho de muerte, repite la frase «todo es gracia» para expresar su abandono en los brazos de la misericordia divina. La misma expresión se halla en la última página del Diario de un cura rural de Bernanos. Pero a menudo son las expresiones que en sus intenciones quisieran afirmar la necesidad y la libertad de la acción de la gracia las que terminan por diseminar ideas fuera de lugar y confundir los ánimos. Como en el caso de encuentros aburridos y repletos de formalismo que se definen retóricamente “hechos de gracia” sin más, quizás incluso antes de comenzar. Se difunde así una imagen errónea, como si la gracia fuera una especie de lluvia que cae indistintamente sobre toda la realidad y lo envuelve todo. O incluso un sello que se pone por estatuto en toda actividad eclesiástica. Mientras que en la economía de la salvación la promesa dirigida a todos se comunica de modo sacramental, es decir, a través de la predilección de un detalle, como muestra también la práctica ordinaria de los sacramentos en la vida de la Iglesia. El abuso de términos y expresiones relativas a la gracia puede dar lugar a consecuencias para nada inocuas. Recientemente, en el ámbito del debate italiano sobre la conducta moral de los políticos, se llegó a escribir (citando una frase inexistente de Agustín) que «todo es gracia, incluso el pecado». En realidad el obispo de Hipona escribía que «todo coopera en bien de los que aman a Dios, también los pecados». En relación a nuestra naturaleza herida, la gracia tiene un triple efecto: cura, fortalece, eleva. No es el pecado como tal lo que es gracia, sino que el pecado, mediante el arrepentimiento y la conversión, puede ser ocasión del perdón de Dios. Cuando se confiesa el propio pecado

y se pide perdón, se reconoce la propia miseria y no se tiene la tentación de envanecerse. Lo que es totalmente ajeno a la fe cristiana es la identificación entre la gracia y el pecado, una concepción perversa que más bien se encuentra en el gnosticismo y en las parodias gnósticas del cristianismo. A ellas se refieren todas las doctrinas, incluso modernas –estudiadas y descritas con especial lucidez por el profesor Massimo Borghesi–, que colocan el mal en Dios mismo, como un momento “negativo” del proceso dialéctico de absorción de toda la realidad en el Pleroma divino. Un planteamiento semejante, tomado de las teorías del zapatero “místico” Jacob Böhme, se encuentra también en Hegel, cuya obra ha sido definida por Karl Löwith como una gran «cristología gnóstica». Pero son innumerables, en el clima espiritual moderno, las tentativas de plantear el mal como principio activo que colabora en la liberación del hombre. Son las teorías aberrantes según las cuales se ha de beber en la copa envenenada del mal para superar la muerte, porque la luz procede de las tinieblas, el camino del cielo pasa por el infierno, la gracia llega mediante el pecado, la redención se obtiene a través de la perversión, y el mundo se salva a través del error. La idea de fondo es que Dios es la unidad de los opuestos. El bien y el mal están los dos en Dios y proceden de Dios, porque sin opuestos no hay progreso. Sin Lucifer no hay liberación, no hay salvación. Por ello, refiriéndose a la gnosis, el filósofo judío Martin Buber escribía: «Ésta –y no el ateísmo, que anula a Dios porque debe rechazar las imágenes que se han hecho de él hasta ahora– es la verdadera antagonista de la realidad de la fe».

EN RELACIÓN A NUESTRA NATURALEZA HERIDA, LA GRACIA TIENE UN TRIPLE EFECTO: CURA, FORTALECE, ELEVA. NO ES EL PECADO COMO TAL LO QUE ES GRACIA, SINO QUE EL PECADO, MEDIANTE EL ARREPENTIMIENTO Y LA CONVERSIÓN, PUEDE SER OCASIÓN DEL PERDÓN DE DIOS. CUANDO SE CONFIESA EL PROPIO PECADO Y SE PIDE PERDÓN, SE RECONOCE LA PROPIA MISERIA Y NO SE TIENE LA TENTACIÓN DE ENVANECERSE.

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POLÍTICA PARA LOS CRISTIANOS

Sacralización y

desacralización del poder POR FRANCESCO D’AGOSTINO

¿En qué horizonte estamos acostumbrados a encuadrar la política? En un horizonte más bien bajo: de la sospecha o al menos la desconfianza. Si tenemos una mirada tan lúcida como para comprender que el leño de la política no sólo nos parece torcido, sino que lo está, ¿por qué no es igualmente lúcido y determinado nuestro deseo de enderezarlo, cueste lo que cueste?

Ícono del Príncipe Vladimir. Novgorod, siglo XV. Moscú, Galería Tretyakov.

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1. ¿En qué horizonte estamos acostumbrados a encuadrar la política? En un

horizonte más bien bajo, debemos reconocer: de la sospecha o al menos la desconfianza. En uno de sus sumamente densos Shorts, W. H. Auden retoma el asunto en muy pocas palabras. Policy ought to conform to Liberty, Law En cuanto es necesario (y and Compassion / but, as a rule, it obeys Selfishness, Vanity, Funk, es decir: por consiguiente natural), “la política debería inspirarse en la libertad, el derecho y la compasión pero no espontáneo (y por / y sin embargo, por regla general, obedece al egoísmo, la vanidad, la lo tanto artificial), el orden cobardía”1. ¿No es esto quizás verdad? ¿Pero cómo es posible que esto político requiere de todas sea verdad? Si tenemos una mirada tan lúcida como para comprender maneras un soberano, que el leño de la política no sólo nos parece torcido, sino que lo está (reto- dotado de una forma mando una célebre metáfora kantiana), ¿por qué no es igualmente lúcido peculiar de inteligencia y y determinado nuestro deseo de enderezarlo, cueste lo que cueste? Es una voluntad igualmente ésta una interrogante tan fácil de formular como terrible de enfrentar, peculiar: inteligencia para lo cual explica la facilidad con que se descarta. comprender las exigencias 2. Cuando hablamos de política, ¿de qué hablamos precisamente? Se sabe

de lo social y voluntad para realizarlas en su objetividad. En la perspectiva del pensamiento clásico, se usaba normalmente el término virtud para designar toda síntesis de inteligencia y voluntad de la cual surgiera un incremento del bien humano.

muy bien que el término alude al carácter que tal vez especifica más que ningún otro al ser humano, es decir, al hecho de que por naturaleza viva junto con sus semejantes, unido a ellos por vínculos no accidentales, sino estructurales y constitutivos, en lo que para los griegos era la polis, para los romanos la civitas y para nosotros la sociedad civil. En esta perspectiva, sólo quien es ciudadano realiza plenamente su propia humanidad: obviamente, no hablamos aquí del ser ciudadano como un status constitucional o una experiencia accidental (en el sentido del que vive físicamente en una urbs), sino de una situación exclusivamente antropológica propia de quien comparte moralmente, por así decir, el destino de todos aquellos que constituyen junto con él una comunidad. El hombre que se niega al vivir social sólo puede definirse como salvaje, en el sentido etimológico estricto de habitante de la selva, de un lugar en el cual por consiguiente es imposible una vida común, donde cada uno se abastece individualmente y por lo tanto muy pobremente en cuanto a su persona y la satisfacción de sus propias necesidades. Sin embargo, los salvajes, como nos ha enseñado la antropología cultural, realmente no existen: en ellos proyectamos, estigmatizándola indebidamente, la distancia que nos separa de culturas diferentes. La verdad es que sólo se puede 1 W. H. Auden, Shorts, Adelphi, Milán, 1995, p. 102.

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EL PORQUÉ DE UNA EXPOSICIÓN EN EL PALAZZO VENEZIA

Bajo los auspicios de la Santa Sede y del Gobierno de Italia tuvo lugar entre octubre del 2009 y enero de este año, en el Palacio Venecia de Roma, una exposición de pintura titulada “El Poder y la Gracia – Los santos patronos de Europa”. Publicamos a continuación la introducción del Cardenal Tarcisio Bertone, que explica el sentido profundo de esta muestra, la cual fue visitada por más de cien mil personas y que en su día final fue honrada por la visita a la misma de Su Santidad Benedicto XVI (cf. Humanitas 58, p. 371). El ensayo del Profesor Francesco D’Agostino, que ilustra el catálogo de la muestra, es un resumen de su libro (escrito en colaboración con Giulio Giorello) “Il peso politico de la Chiesa” (San Paolo, Milano, 2008, 75 págs.), que gentilmente cedió para Humanitas. Las ilustraciones del presente artículo son de cuadros exhibidos en la muestra del Palacio Venecia. Una exposición en la cual se relate la historia de Europa a partir de la historia de sus santos, sus jefes de Estado y los líderes de sus pueblos, constituye una invitación para recordar y pensar. Recordar ante todo: las personas del Viejo Continente son depositarias de conocimientos, principios, valores, instituciones, leyes, tesoros del arte, narraciones, ritos y símbolos que constituyen el patrimonio dejado por el paso de mujeres y hombres santos, discípulos de Cristo y buscadores de la justicia, la belleza y la verdad. Las raíces cristianas de la civilización europea emergen con evidencia irrebatible a un reconocimiento histórico, antes que en un debate filosófico o político: de todo aquello el arte es un documento elocuente y fascinante. La exposición invita además a pensar, a dirigir la mirada hacia el futuro de Europa y el futuro del cristianismo. Entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, no pocos pensadores teorizaron sobre el ocaso de la importancia social y política de la religión, especialmente la cristiana. Semejante anticipación se expresó a veces en tono de auspicio, y en algunos casos se procuró incluso traducir como un efectivo alejamiento de lo religioso de la vida pública de los pueblos; pero el cristianismo no despareció en el curso del siglo XX: cargado de siglos, pero siempre con capacidad de renovación y profecía, especialmente a través de los santos de nuestro tiempo, el cristianismo sigue ofreciendo en la actualidad un aporte significativo al progreso de la civilización occidental. En la conciencia de muchos contemporáneos nuestros, se agudizó –tal vez como nunca– la convicción según la cual la suma de cada uno de los avances –tecnológico, científico, económico, social, político– no da automáticamente como resultado un progreso de la civilización. Ningún mejoramiento de las condiciones sociales y ninguna democracia pueden producir sólo por sí mismos

escapar a la lógica de la polis abandonando la pertenencia al género humano, lo cual es tan posible como salir fuera de la propia piel. 3. Nuestra identidad política es por consiguiente algo al mismo tiempo intrascendible

e inquietante. No faltan precisamente tensiones para forzar esta intrascendibilidad: a nivel teórico, se manifiestan en la fascinación que siempre ha producido la opción solipsista, a pesar de su fragilidad teórica y sus repercusiones más ingenuas y extremas, como la anárquica. Con todo, es suficiente la enseñanza del mito –pensemos en Narciso, que muestra cómo el amor a uno mismo conduce inevitablemente a la muerte– para tomar conciencia de que no estamos en condiciones de construir solos nuestra identidad: ésta siempre se determina y madura gracias al medium

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buenos ciudadanos y vidas plenamente dotadas de sentido; por el contrario, sólo es posible lograr un desarrollo social y una verdadera democracia si se capta el sentido del vivir y se preparan buenos ciudadanos. En esta tarea de edificación de lo humano, la Palabra de Cristo es una fuente fresca y en permanente emanación para todas las aldeas de carácter local y global. El contacto entre el evento cristiano y las culturas de los pueblos europeos fue también trabajo y fatiga, un camino salpicado de exaltantes conquistas y liberaciones, pero asimismo de dolorosas caídas, infidelidades y peligrosas tentaciones. La historia –como lo ilustra esta exposición– indicó un camino que ahora es claro. La relación entre la comunidad civil y política, por una parte, y la Iglesia, por otra, sólo puede inspirarse en el principio de la libertad religiosa, del cual constituye un elemento correlativo el principio de la sana laicidad del Estado. Para destacar estos dos principios, Benedicto XVI subrayó que las limitaciones del derecho a la libertad de religión contrastan con el desarrollo de los pueblos, sustrayéndoles recursos espirituales y humanos (ver Caritas in veritate, n. 29). Movida por este conocimiento, la Iglesia Católica anuncia el Evangelio al mundo, presentándolo como un vigoroso estímulo y una valerosa defensa de la libertad, la racionalidad y la vocación espiritual de toda persona humana. En ese sentido, la auténtica promoción del bien común, básica en toda vida política, no puede no encontrar sinergias con la obra de evangelización y promoción humana de la Iglesia, más bien en el respeto recíproco y la sana colaboración que en la indiferencia recíproca. Es mi deseo que muchos perciban la invitación de esta exposición: experimentar la nostalgia de la santidad. La Iglesia, Europa, la acogida de la diversidad en la fraternidad postulan no sólo políticas inteligentes y diplomacias eficientes: piden europeos santos.

Tabla de Lippo Nemmi con imagen de Santa Isabel de Hungría. Siglo XIV. Museo Poldi Pezzoli, Milán.

† CARD. TARCISIO BERTONE Secretario de Estado de Su Santidad

Desde el Vaticano, 23 de septiembre de 2009

de la relacionalidad, es decir, con los demás y mediante los demás, en conformidad con dinámicas de extrema complejidad, cuyo estudio ha ocupado a las mejores mentes del pensamiento occidental y oriental, y que ninguna teoría, por profunda que sea, podrá pretender ni siquiera lograr parcialmente agotar. 4. En este punto se impone una mínima reflexión sobre la relacionalidad. La

dificultad del discurso reside en que ésta se presenta necesariamente como el presupuesto y a la vez el objetivo de nuestro yo. No seríamos nosotros mismos si no estuviéramos insertos en una dinámica relacional. Y al mismo tiempo no podemos vivir precisamente como sujetos sino activando dinámicas relacionales. Por lo tanto, la relacionalidad es simultáneamente un don y una construcción

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un dato que nos antecede y un compromiso que nos califica. Bajo este perfil, también la política, y que, como toda experiencia relacional, se presenta ciertamente como una necesidad natural, pero además está marcada constitutivamente por los rasgos del arte. ¿Cómo resolver este oxímoron? ¿Cómo puede el artificio ser natural? La modernidad insiste desde sus comienzos mismos en este punto: la política no es gestión, sino construcción intencional de una experiencia social, que en sí misma no tendría definición previa alguna. 5. ¿Deberíamos tal vez, siendo modernos, deducir que el mejor hombre político

sería aquel capaz de reconocerse a sí mismo como un artífice? Tal vez sí, pero con la condición de concebir el artificio, elemento constitutivo de la política, como si estuviese dotado de una valencia positiva, lo cual sólo es La tradición hebrea supo posible enfocándolo, en la línea que estamos sugiriendo explícitaenfocar el problema desde su mente, no como una praxis planteada en una antítesis de lo dado su perspectiva sumamente naturalmente, sino como una preciosa modalidad que le permita peculiar: la realeza proviene explicitar todas sus propias potencialidades. En este sentido se de Dios (como lo manifiesta concibe, por ejemplo –y no sólo en el contexto de la política–, la el rito de la unción) y por autoridad. Si reflexionamos en su etimología, el término revela consiguiente no posee en sí todas sus valencias: augeo significa hacer crecer. La auctoritas es por misma la justa medida de su lo tanto la disposición mediante la cual se hace crecer aquello que ejercicio, ya que es Dios quien en sí mismo tiene potencialidad de crecimiento, pero abandonado otorga al rey su juicio puramente a sus fuerzas no lograría crecer en modo alguno o (Sal 72/71). crecería mal o con gran dificultad. Precisamente por este motivo estamos acostumbrados a hablar de autoridad no sólo en la política, sino también en la pedagogía y la ciencia. Estar dotados de autoridad no implica ser titulares de un poder coercitivo (expresión que los latinos sintetizaban en el vocablo imperium, típico del léxico militar), sino de aquel poder, casi inefable, que permite a quien lo ejerce ser inicialmente seguido e imitado y luego a veces superado por los discípulos mismos. Quien está auténticamente dotado de autoridad no ilumina su propio camino, sino el de aquellos que lo siguen, y bien merece el elogio dantesco: Procediste como aquel que va de noche / con una luz detrás, que a él no le sirve, / mas hace tras de sí a la gente sabia2. 6. En cuanto es necesario (y por consiguiente natural), pero no espontáneo (y por lo

tanto artificial), el orden político requiere de todas maneras un soberano, dotado de una forma peculiar de inteligencia y una voluntad igualmente peculiar: inteligencia para comprender las exigencias de lo social y voluntad para realizarlas en su objetividad. En la perspectiva del pensamiento clásico, se usaba normalmente el término virtud para designar toda síntesis de inteligencia y voluntad de la cual surgiera un incremento del bien humano. Hoy puede hacernos sonreír la idea de que los políticos deban ser en primer lugar virtuosos, pero no nos está permitido en modo alguno pensar otra cosa. Platón, con su famosa teoría de los filósofos llamados a convertirse en reyes, captó perfectamente el problema en su verdadero aspecto, aun cuando lo 2 Purgatorio, XXII, 67-69.

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haya exasperado en clave intelectualista. El filósofo debería convertirse en guardián de la polis en su calidad de hombre ocupado de comprender la idea de lo verdadero (vinculada indisolublemente con la idea del bien) y no en cuanto es competente en la filosofía y se dedica a nobles ejercicios teóricos. Es una tarea tan fuera de lo común, tan excelsa, que en la tradición cristiana no se considera absurdo calificar como santa la obra de algunos grandes soberanos. Y es realmente santo –de parte de quienes podrían hacer impunemente todo lo contrario– renunciar a la búsqueda del propio bien privado para implementar el bien de todos. 7. Naturalmente, son numerosas las tentativas de concebir la política de una

manera distinta de la que acabamos de sintetizar. El realismo político –que en su versión extrema se presenta como cinismo propiamente tal– otorga un carácter subjetivo a la idea del bien y quiere desenmascarar el predominio de los intereses privados sobre los intereses públicos como si esto Quien gobierna no es un dios fuera inevitable. La historia de la corrupción, tantas veces narrada ni un semidiós ni un ser dotado y vuelta a narrar3, debería ejemplificar definitivamente los motivos de poderes esotéricos; es un del realismo: sin embargo –y paradojalmente–, sirve también para hombre, que en su humana refutarlo, ya que desde el momento en que muestra el carácter fragilidad necesita una ayuda endémico de la violencia y el engaño, señala su carácter moralmente muy especial de parte de Dios para gobernar con rectitud. insoportable, a pesar de su inextirpabilidad material. 8. Por consiguiente, es otra la verdadera enseñanza del realismo

Precisamente por este motivo es justo –y mas bien un deber– rezar por él, según Pablo.

político. Éste muestra, aun cuando lo haga indirectamente, junto al carácter necesario de la política, su fragilidad, la cual no es diferente, por otra parte, a aquella que caracteriza toda experiencia humana, siempre orientada en principio hacia el bien y siempre expuesta de hecho a la tentación del mal. El hombre político debe obrar por el bien, ¿pero qué puede otorgarle la fuerza adecuada para no convertirse en instrumento del mal? ¿Su bondad natural? ¿Reflexiones sensatas y razonamientos oportunos? ¿Un cálculo utilitarista sumamente sutil? La filosofía política clásica, además de nunca haber respondido estas preguntas, ni siquiera ha logrado jamás planteárselas concretamente. El punto extremo de lucidez al cual parece haber llegado se manifiesta en Séneca, cuando al reflexionar sobre la terrible crueldad de Sila y su increíble suerte llega a atribuir la responsabilidad a los mismos dioses. La enunciación Crimen deorum erat Sylla felix de Séneca es probablemente la profesión más indirecta y al mismo tiempo más trágica de ateísmo que pueda encontrarse en un autor clásico4. 9. La tradición hebrea supo en cambio enfocar de mejor manera el problema,

si bien lo hizo desde su perspectiva sumamente peculiar: la realeza proviene de Dios (como lo manifiesta el rito de la unción) y por consiguiente no posee en sí misma la justa medida de su ejercicio, ya que es Dios quien otorga al rey su juicio (Sal 72/71). Análogamente, ninguna actividad humana puede 3 La exposición más rica e inteligente es la de J. Th. Noonan Jr., Bribes, University of California Press, Berkeley, 1984. 4 Séneca, Ad Marciam, XII.6.

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tener éxito si se centra exclusivamente en sí misma: Si “Yahvé no construye la casa, / en vano se afanan los albañiles; /si Yahvé no guarda la ciudad, / en vano vigila el centinela” (Sal 127/126, 1). Eso no impide, en todo caso, que dada la inescrutabilidad de los designios divinos puede muy bien ocurrir que un rey temeroso de Dios, como Josías, pierda sin tener la culpa el trono, derrotado por sus enemigos5. Precisamente por este motivo, en el Nuevo Testamento –junto a los repetidos llamados a respetar la autoridad como única garante del orden social (ver los famosos textos paulinos en Rm 13, 1-6, Tt 3, 1 y 1 P 2, 13-17)– surge como un deber rezar por el rey y todas las autoridades (1 Tm 2, 2) “para que podamos vivir una vida tranquila y apacible”.

Si el soberano fuese un dios o comparable con un dios, le correspondería exclusivamente la adoración. La oración no debería hacerse por él, sino a él (ad-oratio). Al rezar, en cambio, por la autoridad, los cristianos desacralizan radicalmente el poder, en el momento mismo en que reconocen plenamente su legitimidad.

10. En la advertencia paulina no se percibe consecuencia alguna

de carácter utilitario. No se reza para maximizar el propio provecho cotidiano. Se advierte más bien la conciencia de que no hay que dejar solos a quienes tienen como tarea defender y promover la unidad del cuerpo social. Quien gobierna no es un dios ni un semidiós ni un ser dotado de poderes esotéricos; es un hombre, que en su humana fragilidad necesita una ayuda muy especial de parte de Dios para gobernar con rectitud. Precisamente por este motivo es justo –y más bien un deber– rezar por él, según Pablo. Si el soberano fuese un dios o comparable con un dios, le correspondería exclusivamente la adoración. La oración no debería hacerse por él, sino a él (ad-oratio). Al rezar, en cambio, por la autoridad, los cristianos desacralizan radicalmente el poder, en el momento mismo en que reconocen plenamente su legitimidad. La modernidad secularizada, incapaz de dar sentido a la oración, tiende a secularizarla, transformándola en las características expresiones de esperanza o al menos de auspicio propias de toda campaña electoral o cualquier manifestación política masiva. Traducida a categorías seculares, la oración cristiana asume el valor de una expresión de la solidaridad social, psicológica y moral que debe establecerse entre quienes mandan y quienes obedecen. Por vulgares que sean las formas asumidas por las comunicaciones en los medios de difusión masiva, éstas cumplen en todo caso esta función. Al ser investido de la responsabilidad de representar a los ciudadanos, el político “secularizado” encuentra (o procura encontrar) en la identificación con su electorado su identidad específica de político. Sin embargo, la substancia del problema permanece intacta en toda su carga de provocatoriedad: no existen técnicas a las cuales pueda recurrir un político para garantizar el correcto cumplimiento de sus funciones. Debemos recurrir a su virtud: algo que en suma esté adscrito a su mérito, pero que él no puede activar artificialmente. La oración nos llama constantemente a esta difícil consideración: lo que está dentro de nuestras posibilidades de hacer no puede ser objeto de oración, sino aquello cuya necesidad experimentamos absolutamente, pero comprendemos que no 5 2 R, 23, 29.

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Tabla del altar de Santa Clara, Nüremberg. S. XIV. The Cloisters Collection, Nueva York.

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12. Se puede hablar de muchas maneras sobre el poder. En la antigüedad, a los

Traducida a categorías seculares, la oración cristiana asume el valor de una expresión de la solidaridad social, psicológica y moral que debe establecerse entre quienes mandan y quienes obedecen. Al introducir en la historia el principio de la obligatoriedad de la oración por la autoridad, el cristianismo ha mostrado – objetivamente- cómo el centro de la política se encuentra fuera de la política misma. Tabla con San Francisco de Asís recibiendo los estigmas. Ambrogio da Fossano, llamado el Bergognone S. XVI. Museo Diocesano de Milán.

puede tener carácter de producto y únicamente podemos obtener como don. Por este motivo, aprender a orar tiene una utilidad “secular”: quien aprende a orar, también aprende, sólo por eso, la forma (¡quizás!) de obtener lo que desea, pero que no está a su alcance procurarse. Al introducir en la historia el principio de la obligatoriedad de la oración por la autoridad, el cristianismo ha mostrado –objetivamente– cómo el centro de la política se encuentra fuera de la política misma. 11. Estando des-centrada, la política activa constantemente en los hombres la idea

del límite constitutivo que la caracteriza. Por este motivo, cuando la política, en cambio, se centra en sí misma, adquiere un carácter objetivo inquietante. Es inquietante lo que atemoriza y al mismo tiempo atrae (y también es verdad lo recíproco: es inquietante lo que atrae, aun cuando al mismo tiempo atemoriza). ¿Qué hay de inquietante en la política, es decir, a la vez atemorizador y atrayente? Para dar una respuesta adecuada a esta pregunta, no debemos considerar la política en la forma en que se manifiesta extrínsecamente (es decir, en definitiva, como el juego de fuerzas dirigido a construir el orden social), sino como se insinúa en la psicología de los individuos, activando en ellos –conscientemente o no, tiene poca importancia– un gusto muy particular (o mejor dicho, una tentación muy particular): el gusto por el poder.

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soberanos les gustaba considerarse descendientes de los dioses (o al menos de semidioses) y les gustaba más aún divinizarse a sí mismos. Se ha planteado razonablemente como interrogante si los griegos realmente creían en sus dioses; con mayor razón, podemos preguntarnos si realmente creían en la divinización de sus soberanos o sus emperadores. En todo caso, sin duda alguna, en el mundo antiguo la soberanía tenía en sí misma un aura, que podía otorgar un carácter místico al poder y al límite divino, porque se trata de un fenómeno que no ha desaparecido con el tiempo y no apunta a contextos en general limitados (como el descrito con insuperable ironía por Kipling en el cuento titulado El hombre que quiso ser rey), sino que de alguna manera sigue alimentando la psicología de las En el horizonte de esta religión masas. El término Gloria utilizado en una época no es quizás el civil mundial, que es la más empleado en la actualidad; pero la substancia semántica de la democracia, ningún candidato palabra conserva una increíble fuerza, incluso en las formas más a un cargo administrativo o vulgarizadas (fama, celebridad, popularidad). ¿Es tal vez poca cosa de gobierno puede pedir el ser Rey y entrar triunfante a Babilonia?, se pregunta retóricamente voto si no promete ponerse al Alejandro Magno en el relato de uno de sus biógrafos. Él sabe muy servicio de los gobernados o los bien que la respuesta sólo puede ser negativa en la opinión común. administrados. En la base de En el poder se manifiesta una grandeza específica, que no les está esta inversión de la perspectiva permitido alcanzar a todos los hombres. Esta grandeza sustrae al se encuentra un escándalo poderoso de la medida humana común. En la antigüedad, en algunos teológico, el escándalo casos poco frecuentes, pero emblemáticos, la presunta grandeza del señor que se convierte del poder implicaba la imposibilidad del “poder” de “humillarse” conscientemente en sirviente, a sí mismo descendiendo al nivel del común de los mortales: los escándalo que se transforma en faraones egipcios se casaban con sus hermanas, no porque desconoun anuncio y un precepto. ciesen el tabú del incesto, sino porque deseaban mostrar, violándola públicamente, su naturaleza sobrehumana. La máxima tentación a la cual está sometido el poderoso es hacer coincidir su voluntad con la medida del bien y el mal: si libet, licet, explica complaciente Julia Domna a Caracalla, tentado por el incesto con la madrastra6. De aquí surgen los símbolos del poder, que remiten por una parte a una dimensión cósmica (simbolizada por el globo, que el soberano tiene en su mano), y por otra a la efectividad de la fuerza: el cetro, si bien es de oro o adornado con piedras preciosas, siempre sigue siendo un bastón o en todo caso un arma con la cual el soberano es llamado a manifestar su carácter irresistible. Ciertamente, al soberano se le atribuyen ciertas virtudes, algunas admirables, pero en la antigüedad todas están conscientemente subordinadas a la lógica fría del poder. Remontándose a Eurípides, Cicerón llama a respetar el derecho, pero no hasta el punto de no señalar una excepción única e ineludible: si violandum est jus, regnandi gratia violandum est; aliis rebus pietatem colas. Si es indispensable violar el derecho, que se haga únicamente para conquistar el poder supremo. ¡En cuanto al resto, que se practique la piedad!7 Por lo tanto, en esta perspectiva, la 6 La anécdota es citada por Elio Sparziano en su Vita di Antonino Caracalla, 10, y se puede leer en Scrittori della Storia Augusta, Turín, 1960, p. 224. 7 Cicerón, De officiis, III, 21 (el texto traduce a Eurípides, Fenicie, 524-525).

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única virtud soberana verdadera es la clemencia, que –no por azar– es la virtud comprensible por parte de la sensibilidad moderna. No se refiere a la bondad de ánimo del poderoso ni a su capacidad de compadecerse del súbdito, sino más bien expresa la conciencia de su presunta inaccesibilidad, que debería asemejarlo con la divinidad y por consiguiente constituye el mismo supuesto previo de su divinización. César ordena destruir las cartas y los documentos de los conspiradores pompeyanos: habiéndolos vencido, ya nada más puede temer de ellos. El poder aleja al soberano de la humanidad común y lo pone a resguardo de toda ofensiva. A través del ejercicio de la clemencia, puede mostrar al pueblo que pertenece a otro orden del universo político, donde ni siquiera los conspiradores más crueles pueden penetrar; pero cuando no puede ser de este modo, el ejercicio del poder se manifiesta sin velos, en su intrínseca y durísima crueldad: las últimas palabras de la obra De bello civili, que indican el destino reservado por César a Potino, el traidor, son inequívocas: a Caesare est interfectus8.

San Esteban Rey de Hungría. Talla en madera de tilo, siglo XVI. Galería Nemzeti, Budapest.

13. La fascinación que producía a Maquiavelo la historia antigua tiene proba-

blemente esta motivación: lo convencía de la fatuidad de toda reflexión sobre el poder, que no realzase su carácter autorreferente. Hobbes, dotado de un espíritu más filosófico, pero no más profundo que el secretario florentino, llegó a las mismas conclusiones. Está abierto hasta ahora el debate sobre cuál de los dos es realmente el padre de la ciencia política. Lo cierto es que la ciencia política moderna plantea como postulado propio, en forma maquiavélica y hobbesiana, que no existe un poder que no sea absoluto. Basándose en este presupuesto, se construyó inicialmente la teoría moderna de la soberanía (que incluye la teoría de la democracia como poder fundamental sobre la soberanía popular), y luego la igualmente moderna teoría de la división de los poderes, considerada durante mucho tiempo como el único remedio posible para la inevitable tendencia al despotismo propia del poder absoluto (por consiguiente de todo poder). Evidentemente, con la división de los poderes, es decir, cuando el poder se reparte entre más sujetos, éste puede de buenas a primeras parecer despojado de su carácter absoluto; pero como se ha indicado con lucidez, con la división de los poderes no es el poder lo que se reparte, sino únicamente su ámbito de aplicación9. No deja de ser absoluto un poder totalmente concentrado en un punto. “Cuando empleo una palabra –explica con paciencia Humpty Dumpty a Alicia–, ésta significa exactamente lo que yo decido… ni más ni menos”. Y ante la cortés protesta de la chica, que objeta diciéndole que no es posible atribuir tantos significados distintos a las palabras, él responde bruscamente: “The question is which is to be master – that’s all”. “Hay que ver quién es el que manda… eso es todo”10. Abandonada puramente a sus fuerzas, la modernidad nunca logrará superar este punto.

8 De bello civili, III, 112.12. 9 V. Mathieu, Legittimità e divisione dei poteri, en Id., L’uomo, animale ermeneutico, Giappichelli, Turín, 2000, p. 150. 10 L. Carroll, Through the looking glass, VI, tr. it. de M. D’Amico, con el título Alice, Longanesi, Milán, 1971, pp. 266-267.

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14. ¿Es posible pensar de otra manera en el poder? ¿Y por qué habría que ha-

cerlo? Aun cuando no estamos en mejores condiciones que los antiguos para percibir en torno al poder el aura de lo divino, ¿por qué no tendríamos que resignarnos tristemente a un compacto, irresistible y laico carácter invasivo del poder? ¿Por qué no acercarse al pesimismo irreductible de los realistas, reasumido con fría sobriedad por Burckhardt: “El poder es en sí mismo malo, independientemente de quien lo ejerza11?” ¿Por qué no reconocer la exactitud de la opinión de Simone Weil: “El contacto con la espada contamina de todas maneras, ya sea con la empuñadura o con la punta12?” Semejantes invitaciones parecen multiplicarse en la modernidad, en nombre de la fuerza de las cosas. Es inevitable que se traduzcan en una doble alienación, tanto de quienes gozan del poder como de los que se encuentran violentamente sometidos al mismo. El hecho de que se desee el poder ciertamente no produce asombro. Es mucho más difícil reconocer la esclavitud y que ésta se desee: ¿no nos hemos acostumbrado a pensar en la libertad como el mayor de los bienes? Sin embargo, hace ya algunos siglos, Etienne de la Boëtie, amigo de Montaigne, destacó la presencia en las conciencias de una pulsión hacia la servidumbre voluntaria13. En todas sus variantes, las teorías de la revolución han pensado que el único camino posible para liberarse del espíritu de servidumbre y adquirir la libertad es destruir el poder, para dar definitivamente acceso al género humano a la era de la libertad. El fracaso teórico y pragmático de estas teorías pesa como una piedra sobre la modernidad. Y es un fracaso que permite percibir con precisión la raíz de su error, que se percibe en la pretensión de abolir el poder en vez de resemantizarlo.

San Ladislao Rey de Hungría. Talla en madera de tilo, siglo XVI. Galería Nemzeti, Budapest.

15. Volvamos a Simone Weil: “El contacto con la espada contamina de todas

maneras, ya sea con la empuñadura o con la punta”. En esta idea está presente un eco sumamente evidente de la advertencia de Jesús: “converte gladium tuum in locum suum: omnes enim qui acceperint gladium gladio peribunt”, “vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán”14. De aquí deducimos que los discípulos, o al menos algunos de ellos, estaban armados. ¿Qué puede haber significado para ellos la orden expresa de volver la espada a su sitio? 16. En la versión de Mateo (20, 25-28), leemos un texto evangélico muy famoso,

que también vuelve a aparecer en los evangelios sinópticos. Es la respuesta de Jesús a Santiago y Juan cuando ellos le suplican poder sentarse, en su reino, a su derecha y a su izquierda, ocupando así un “puesto” de máximo prestigio. Los otros discípulos se indignan con los dos hermanos. Y Cristo, con infinita paciencia, los instruye: “Principes gentium dominantur eorum et qui maiores sunt potestatem exercent in eos. Non ita erit inter vos, sed quicumque voluerit inter vos maior fieri, sit vester minister; et qui voluerit inter vos primus esse, erit vester servus” 11 Weltgeschichtliche Berrachtungen, Stuttgart, 1963, pp. 36 y 97. 12 S. Weil, Quaderni, III, Adelphi, Milán, 1988, p. 195. 13 E. de la Boëtie, Discorso sulla servitù volontaria, Jaca Book, Milán, 1979. 14 Mt, 26, 52.

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(“Los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo”). Y para dar un fundamento irrebatible a esta instrucción, agrega una consideración decisiva: “Sicut Filium hominis non venit ministrari, sed ministrare et dare animam suam redemptionem pro multis” (“De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”). Ante expresiones como ésta (o como el lavado de los pies durante la Última cena, una forma de Evangelio no encarnada en la palabra, sino en la práctica), se eliminan de golpe todas las repreNo existe otra posibilidad sentaciones apresuradas –no sabemos si definirlas como ingenuas de pensar en la igualdad o mistificadoras– de la fe como “perturbación neurótica e infantil”, entre los hombres sino como “deseo de obtener la aprobación de seres sobrenaturales”15. concibiéndola como la igualdad La fe no ofrece poder al creyente, orientándolo en cambio al servicio, entre hermanos, hijos de un hasta llegar a la pérdida propiamente tal del sentido de sí mismo. No mismo Padre. Y este carácter es indispensable recordar al respecto las experiencias de los místicos concebible de la igualdad no (que también en la historia no son tan poco frecuentes y constituyen, depende de una opción noble como muy bien comprendió Bergson, una de las claves para interciertamente, pero en definitiva pretarla). Puede ser suficiente recordar intuiciones presentes en todas intelectual, como aquella que las culturas, que se manifiestan en la narrativa de todos los tiempos, es propia del estoicismo, por hasta en la pequeña obra maestra de Oscar Wilde, uno de los textos ejemplo, sino que depende de la más encantadores escritos por él, The Happy Prince.

experiencia histórica eclesial.

17. Probablemente es imposible destacar con toda la fuerza que

sería necesaria la importancia histórica, teórica y sobre todo paradigmática de esta increíble inversión, no tanto del rol, como del sentido, provocada por el Evangelio en la política, entre sus dos figuras constitutivas, el que manda y el que obedece. En esta inversión encontramos la raíz del principio de igualdad, y más aún del principio totalmente moderno de fraternidad entre los hombres y los pueblos, que únicamente en el mensaje cristiano adquiere credibilidad. Por este motivo, evidentemente no podemos no llamarnos cristianos también bajo este perfil, el perfil de la política. Ningún cargo político, en el sentido más amplio de la expresión, incluyendo en ésta hasta la función administrativa de carácter público más sencilla, puede en realidad –en un mundo que haya escuchado el mensaje de Cristo– concebirse como autorreferente. En el horizonte de esta religión civil mundial, que es la democracia, ningún candidato a un cargo administrativo o de gobierno puede pedir el voto si no promete ponerse al servicio de los gobernados o los administrados. Las observaciones (a menudo cínicas) del realismo político resultan, en este horizonte, enteramente débiles: incluso aquel que se negara con obstinación a creer en la buena fe de los gobernantes, no por este motivo –después de escuchar el mensaje de Cristo– aceptaría reconocer como justificado y menos que nunca como glorioso el poder político, precisamente porque (en su opinión) es constitutivamente imposible de reducir a la lógica del servicio. Sin embargo,

“Es una tarea tan fuera de lo común, tan excelsa, que en la tradición cristiana no se considera absurdo calificar como santa la obra de algunos grandes soberanos. Y es realmente santo –de parte de quienes podrían hacer impunemente todo lo contrario- renunciar a la búsqueda del propio bien privado para implementar el bien de todos.” (San Luis Rey de Francia. Oleo sobre tela de El Greco. Siglo XVI. Museo del Louvre, Paris)

15 Ver por último M. Amis, Europa e Islam, en “Repubblica”, 28 de junio de 2007, p. 45.

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en la base de esta inversión de la perspectiva se encuentra un escándalo teológico, el escándalo del señor que se convierte conscientemente en sirviente, escándalo que se transforma en un anuncio y un precepto. Dudo que los que se niegan a aceptar este anuncio y se sustraen a este precepto alguna vez puedan estar en condiciones de construir una teoría humana de la política. Ciertamente, quienes han emprendido esta tentativa sólo han logrado acumular errores y horrores. 18. Lo que he denominado un escándalo teológico no se concibe en forma

reductiva como propio únicamente de la esfera del intelecto llamado a reflexionar sobre sus propias condiciones de posibilidad. No existe, en La catolicidad de la Iglesia otras palabras, la posibilidad de dar una justificación crítica (en representa bajo este perfil la el sentido kantiano del término) de la política como servicio. Si es garantía de que la igualdad posible una justificación de esta categoría, esto sólo es así porque entre los hombres no es en la historia se ha introducido un factor metahistórico, que la ha puramente un ideal, nobilísimo, orientado irremediablemente. Para los cristianos este factor es la pero siempre abstracto; es una Iglesia, y también para muchos no creyentes, al menos aquellos fuerza de emancipación presente que al dirigir su mirada a la historia saben percibir en su interior 16 en la historia universal. la enigmática originalidad del cristianismo . 19. Iglesia indica –como bien sabemos– la comunidad de los creyentes que se

reúnen en nombre del Señor. No se puede creer a solas, porque no es posible inventarse una fe: quien cree, cree porque otro le ha comunicado y transmitido la capacidad de creer. “Una fe que fuese fruto de mi invención sería una contradicción en sus términos, ya que sólo podría decirme y garantizar lo que ya soy y sé, pero nunca estaría en condiciones de superar los límites de mi yo”17. Por consiguiente, sólo existe realmente la posibilidad de ser cristianos en el interior de la Iglesia. Como ya resulta evidente en el Padre nuestro (y en este tema las reflexiones de San Cipriano conservan una increíble actualidad, como recientemente ha vuelto a destacar Benedicto XVI), el cristiano es aquel que al dirigirse a Dios como Padre no lo llama como Padre mío, sino como Padre nuestro, reconoce que la paternidad divina se refiere a todos los hombres, al conjunto de toda la familia humana. Al rezar a Dios, el cristiano reza por sí mismo, reza por los demás, reza por quienes han vivido antes que él, reza por quienes vivirán después de él: ante Dios, los hombres de todas las generaciones y todas las culturas constituyen un solo pueblo. No existe otra posibilidad de pensar en la igualdad entre los hombres sino concibiéndola como la igualdad entre hermanos, hijos de un mismo Padre. Y este carácter concebible de la igualdad no depende de una opción noble ciertamente, pero en definitiva intelectual, como aquella que es propia 16 Ver por último J. Kristeva, Bisogno di credere. Un punto di vista laico, Donzelli, Roma, 2006. “Ante vosotros –explica Kristevahay una mujer no creyente, pero convencida de que el ‘genio del cristianismo’ sigue difundiendo innovaciones radicales en la experiencia religiosa de los seres dotados de la palabra, innovaciones en las cuales todavía no hemos medido plenamente el alcance revelador, y en este sentido revolucionario, que los mismos cristianos no se atreven a reconocer o hacer reconocer como ‘peculiaridad cristiana’ en el encuentro entre las religiones activas” (p. 128). 17 J. Ratzinger, Perché sono ancora nella Chiesa, en U. Balthasar, J. Ratzinger, Perché sono ancora cristiano – Perché sono ancora nella Chiesa, Queriniana, Brescia, 1971, pp. 65-66.

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del estoicismo, por ejemplo, sino que depende de la experiencia histórica eclesial. No por haberlo sostenido así filósofos y filántropos, sino porque existe la Iglesia, los hombres saben que son hermanos y que su fraternidad no pertenece al orden de la ideología, sino al orden de la experiencia. La catolicidad de la Iglesia representa bajo este perfil la garantía de que la igualdad entre los hombres no es puramente un ideal, nobilísimo, pero siempre abstracto; es una fuerza de emancipación presente en la historia universal. En la fe, este horizonte se expresa al proclamarse en el Credo la comunión de los santos. “¿Con quién tienen comunión los santos? –se pregunta Lutero en una página sumamente vigorosa– Con los buenos tanto como con los malos: todo pertenece a todo, como lo representa sensiblemente el sacramento del altar en el pan y el vino. Allí el apóstol nos designa como un solo cuerpo, un solo pan, una sola bebida. Lo que otro sufre, lo sufro y lo soporto yo; lo bueno que le ocurre, me ocurre Santiago el Mayor victorioso. Óleo sobre tela de Giambatista Tiepolo. Siglo XVIII. Museo a mí. También lo dice Cristo, y a Szépmuveszeti Budepest. él le sucede lo que se hace al más pequeño de los suyos… Y así puedo vanagloriarme de los bienes de los demás como si fueran míos, y son realmente míos si me deleito y me alegro. Aun cuando yo sea vituperable y torpe, aquellos a los cuales doy mi aprobación son bellos y agradables. Gracias a este amor, hago míos no sólo sus bienes, sino a ellos mismos, y así, en virtud de su gloria, mi carencia de gloria se convierte en honor; en virtud de su abundancia, se colma mi indigencia; en virtud de sus méritos, han sanado mis pecados. ¿Quién querrá entonces desesperarse por sus pecados? ¿Quién no querrá más bien alegrarse por sus castigos si él mismo no soporta pecados ni castigos, o al menos no lo hace solo, ya que lo asisten muchos santos

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hijos de Dios y Cristo mismo? Algo tan grande es para la comunión de los santos y la gloria de Cristo: tanta res est communio sanctorum et ecclesia Christi”18. 20. En la tradición católica, Iglesia indica una institución. Quien posee sensibilidad

histórica sabe muy bien cuántas diatribas han estallado, cuántos conflictos han surgido, y sin embargo también cuánta sangre se ha derramado en nombre del carácter institucional de la Iglesia Católica. No es necesario citar las virulentas acusaciones del laicismo moderno para comprender la profundidad del problema; puede ser suficiente releer las páginas de autores ortodoxos –Dostoievski, por ejemplo– para comprender que aquí se está reflexionando sobre una herida abierta. Y sin embargo, precisamente y sólo como institución, la Donde está ausente la fe en la Iglesia ha estado en condiciones de evangelizar, y mediante la fraternidad cristiana, es decir, evangelización transformar el mundo, también políticamente. Aduna fraternidad ontológica, viértase: aquí no se trata puramente de transmitir el Evangelio, resulta indispensable construir práctica que en sí misma podría también ser llevada a cabo por sobre otras bases el sentido de individuos o grupos no institucionalizados. Evangelizar no sigfraternidad. Pero la fraternidad nifica puramente relatar un evento, sino proponer como creíble una es una y es la que da la fe, buena nueva, que activa una orientación para el futuro, que posee porque tiene una sola condición inevitablemente una repercusión política, ya que manifiesta su de posibilidad, cual es el valor no sólo para los individuos, sino para toda la polis. En este reconocimiento de un padre sentido, la única anticipación dada en la historia por la Iglesia y su común. rol político se encuentra en el profetismo hebreo. Como muy bien lo percibió Max Weber y lo reafirmó lúcidamente Michael Walzer, los profetas no se interpretan como operadores políticos. No existe precisamente una utopía profética ni los profetas han presentado jamás hipótesis descriptivas de lo que en su opinión debía considerarse el mejor régimen político19. Los profetas son más bien quienes orientan al pueblo en su camino. Los profetas son quienes por gracia de Dios tienen memoria del futuro (retomando el sugerente verso de Manzoni) y en consecuencia están en condiciones de activar las energías necesarias para construirlo, garantizándolo. Con la profecía, se introduce definitivamente en la historia la idea según la cual el futuro es resguardado porque es creíble, y tiene sentido actuar para llevarlo a efecto, porque –al contrario de la tentación diabólica, que desea en forma nihilista sustraer espesor ontológico, es decir, todo valor al mundo20– ha sido creado bueno por Dios21. No cabe en este discurso complacencia dulzona alguna. El profeta no se legitima halagando al pueblo, sino la mayoría de las veces tratándolo con aspereza inaudita, porque todo es concedido al profeta, pero no el engaño. Es más bien el pueblo el que desea ser engañado y pide palabras vanas a los profetas (al igual que a los políticos): “¡No nos hagáis profecías sinceras, decidnos cosas agradables, profetizadnos ilusiones!”22. Si el profetismo se hubiese basado exclusivamente en sí mismo, para los 18 Tessaradecas consolatoria pro laborantibus et oneratis, en Lutero, Werke, Weimarer Ausgabe, vol. VI, p. 131. 19 M. Walzer, Politica e profezia, Edizioni Lavoro, Roma, 1998, p. 120. 20 Denn alles was entsteht/ist vert dass es zu grunde geht (Goethe, Fausto, Primera parte, 1339-1340). 21 Como afirma vigorosamente San Pablo, 1 Tm 4, 4. 22 Isaías, 30, 10.

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profetas habría sido sumamente difícil huir de la tentación de ir al encuentro de estas peticiones; pero el profeta sabe que ha sido constituido como tal por Dios23. Análogamente, la Iglesia sabe que ha sido constituida por Cristo, y esto garantiza su función profética, cuya repercusión política, como ya se ha repetido otras veces, se condensa en un mensaje de fraternidad universal. La profesión de fe en la Iglesia, parte integrante del Credo, no constituye una cláusula, por así decir, de cierre de este texto, sino que lo explicita en su valencia comunitaria, uniéndose al punto central del anuncio cristiano, que es profecía de redención para todos los hombres, en cuanto recíprocamente hermanos, y no para cada uno de ellos como sujeto aislado, como individuo, independientemente de cuáles sean sus méritos. El ser hermanos no se entiende como un título, sino como la revelación de una experiencia: en este sentido, la realidad de la Iglesia sólo puede ser institucional, porque el carácter social humano se manifiesta precisamente en las instituciones. Lo demuestra la permanente –y a la larga siempre fallida– tentativa de todas las demás experiencias político-institucionales de darse símbolos, construirse mitos, elaborar tradiciones, activar dinámicas de identificación colectiva: donde está ausente la fe en la fraternidad cristiana, es decir, una fraternidad ontológica, resulta indispensable construir sobre otras bases el sentido de fraternidad. Pero la fraternidad es una y es la que da la fe, porque tiene una sola condición de posibilidad, cual es el reconocimiento de un padre común. Una vez más no se debe percibir en absoluto en esta afirmación un carácter quejumbroso vacuo: la experiencia fraterna bien puede ser conflictiva, como lo indica la Biblia desde el comienzo, al relatar el caso de Caín y Abel; pero en el conflicto no se reasume, en la lógica de la paternidad común, el sentido original de la relacionalidad24, sino su culpable degradación. Lo muestra el hecho de que al margen de la fraternidad cristiana sólo puede manifestarse una fraternidad ideológica, falsa en sí misma, así como es falso todo cuando se arraiga en la ideología y no en la verdad: esa fraternidad que llega a ser explícita en la increíble alternativa formulada por Chamfort, que adopta perfectamente el espíritu del jacobinismo, y en sentido más amplio del laicismo: ¡sé hermano mío o te mato!25 21. Si el laicismo, desconociendo sus raíces clásicas y cristianas, reasume ade-

cuadamente la modernidad es algo difícil de evaluar. Lo que parece ser cierto es que la fraternidad laica no puede reducirse, sin mediaciones pacientes y a menudo desconocidas, a la fraternidad cristiana. Puede decirse algo análogo para la política: precisamente en este juego de mediaciones debemos ver lo que debe la modernidad al cristianismo y lo que el cristianismo debe reconocer a la modernidad.

23 Amós, 7, 14: “Yo no soy profeta, ni soy hijo de profeta, yo soy vaquero y picador de sicómoros, pero Yahvé me tomó de detrás del rebaño, y Yahvé me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo Israel’ ”. 24 Como procura mostrar, con un increíble e inútil derroche de energías intelectuales, J. P. Sartre, L’être et le néant, París, 1980, p. 431. 25 Véase el penetrante comentario del prefacio (Chamfort o la storia di un lungo suicidio) de G. Macchia a Chamfort, Massime e pensieri. Caratteri e aneddoti, Milán, 1984, p. XII.

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El sentido social en la Encíclica Evangelium vitae POR JUAN DE DIOS VIAL CORREA

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a presente reflexión en torno a la Encíclica Evangelium vitae apunta a la doctrina social en ella inscrita. En orden a simplificar este análisis, cabe concentrarse en la cuestión del aborto, asunto muy ilustrativo por cuanto él no es hoy día tanto un problema médico como ideológico y social. El juicio del pueblo cristiano sobre el aborto ha sido siempre negativo, pero por mucho que la frecuencia de su ocurrencia fuera alta, no se solía pensar que su práctica afectara a la estructura de la sociedad más que lo que la del hurto al derecho de propiedad. La significación social del aborto ha cambiado cualitativamente en estos años. Ese es un hecho fundamental y de extrema importancia del que la Encíclica se hace cargo, y que en cierta forma constituye su razón de ser. Me parece que frente al aborto tal como era entendido hace cuarenta años, no se habría justificado un documento tan extenso y enérgico dirigido a la Iglesia Universal y destinado a reiterar la condenación de hechos que la conciencia común de los cristianos reprobaba desde siempre enérgica y casi unánimemente. En diversos pasajes, Juan Pablo II esboza una nueva significación social de los delitos contra la vida. Podríamos ordenar una breve revisión de esos pasajes recordando sucesivamente la mención del cambio cultural, del rol de las ciencias biomédicas y las consecuencias sociales y políticas. En cuanto a lo primero –el cambio cultural–, la Evangelium vitae1 acentúa lo novedoso de la situación: «...se va delineando y consolidando una nueva situación cultural que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito, y, podría decirse aun más inicuo...» (n° 3). La novedad parece radicar en que «...opciones antes consideradas unánimemente como delictivas y rechazadas por el sentido común moral, llegan a ser poco a poco socialmente respetables...» (n°3), de modo que «...tienden a perder en la conciencia colectiva el carácter de delito y a asumir paradójicamente el de derecho...» (n°11), creándose en la opinión pública una cultura que presenta aquellas opciones como «...un signo de progreso y conquista de la libertad...» (n° 17), pidiendo en consecuencia para ellas que como expresiones legítimas

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LA PRESENTE REFLEXIÓN EN TORNO A LA ENCÍCLICA EVANGELIUM VITAE APUNTA A LA DOCTRINA SOCIAL EN ELLA INSCRITA. EN ORDEN A SIMPLIFICAR ESTE ANÁLISIS, CABE CONCENTRARSE EN LA CUESTIÓN DEL ABORTO, ASUNTO MUY ILUSTRATIVO POR CUANTO ÉL NO ES HOY DÍA TANTO UN PROBLEMA MÉDICO COMO IDEOLÓGICO Y SOCIAL.

1 Encíclica Evangelium Vitae. Las citas de la Encíclica en el presente artículo van acompañadas por el número de su ubicación en el texto de la misma.

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FRENTE AL ABORTO TAL COMO ERA ENTENDIDO HACE CUARENTA AÑOS, NO SE HABRÍA JUSTIFICADO UN DOCUMENTO TAN EXTENSO Y ENÉRGICO DIRIGIDO A LA IGLESIA UNIVERSAL Y DESTINADO A REITERAR LA CONDENACIÓN DE HECHOS QUE LA CONCIENCIA COMÚN DE LOS CRISTIANOS REPROBABA DESDE SIEMPRE ENÉRGICA Y CASI UNÁNIMEMENTE.

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de libertad individual, lleguen a «...reconocerse y ser protegidas como verdaderos y propios derechos...». (n° 18) En cuanto al rol de los adelantos biomédicos, él merece especial atención por cuanto su impacto social es un rasgo muy propio de este siglo. A ello alude la Encíclica con fuerza y concisión: «...la misma medicina que por su vocación está ordenada a la defensa y cuidado de la vida humana, se presta cada vez más en algunos de sus sectores a realizar estos actos contra la persona, deformando así su rostro, contradiciéndose a sí misma y degradando la dignidad de quienes la ejercen...» (n° 3). Es sabido que este apoyo médico no se manifiesta solamente en el plano de la investigación científica o de la práctica médica, sino también por la implicación del personal sanitario (n° 17) y en la intervención gratuita de estos agentes sanitarios amparados por el reconocimiento legal (n° 11). En lo que se refiere a los aspectos jurídicos, hay que anotar que los cambios en la conciencia colectiva junto al progreso científico-técnico, inducen alteraciones importantes en las costumbres y legislaciones, las que son causa de que los males mencionados adquieran por así decirlo carta de ciudadanía, y vicien en su base la convivencia humana. Expresa así la Encíclica Evangelium vitae que «...se ha difundido ampliamente la opinión de que el ordenamiento jurídico de una sociedad debería limitarse a percibir y asumir las convicciones de la mayoría...» (n° 69). Pero entonces podemos llegar y llegamos de hecho «...ante una trágica apariencia de legalidad, donde el ideal democrático que es verdaderamente tal cuando reconoce y tutela la dignidad de toda persona humana, es traicionado en sus mismas bases...» (n° 20). En consecuencia, «...la democracia, a pesar de sus reglas, va por un camino de totalitarismo fundamental...» (n° 20). Pero reivindicar atentados contra la vida en nombre de la libertad, significa atribuirle a ésta un significado perverso e inicuo, de poder absoluto sobre los demás, y eso «...es la muerte de la verdadera libertad…» (n° 20). La legitimación jurídica obliga finalmente a someterse (n° 69) a quienes no estén de acuerdo con mayorías arbitrarias. «Con esta concepción de la libertad, la convivencia social se deteriora profundamente, al mismo tiempo que el valor de la vida pueda sufrir hoy (n° 20) “una especie de eclipse...» (n° 11). La difusión del aborto en la última generación en el mundo occidental no está tan ligada a los estudios científicos o filosóficos sobre el embrión cuanto al florecimiento de ideologías sobre los llamados derechos reproductivos de la mujer. La facultad de abortar ha sido reclamada por muchos movimientos extremos como un derecho incuestionable. Se argumenta, así por ejemplo, que la penalización del aborto implica forzar a toda mujer llevar su embarazo a término, aun cuando

ella no lo desee. Ahora bien, la naturaleza discriminatoria contra la mujer que tiene esta obligación se haría evidente desde el momento en que la mayor parte de las legislaciones conceden que hay ciertas condiciones bajo las cuales el aborto es admisible. En otras palabras el derecho a la vida del nascituro (unborn life) no es ningún absoluto; y las limitaciones que se le imponen estarían revelando el sustrato ideológico de la legislación que las sustenta. En un estudio de Siegel2 se presenta un análisis de la legislación en el Estado de Utah que es ilustrativo sobre este punto de vista. La mencionada legislación establece excepciones «cuando el aborto es necesario para salvar la vida de la mujer embarazada»; en casos en que la «preñez sea el resultado de la violación», o «resultado del incesto» y también «para impedir el nacimiento de una criatura que sería portadora de graves defectos». El Estado, comenta Siegel, no actúa entonces en forma consistente para proteger la vida del nascituro, desde el momento en que se halla de acuerdo en subordinar el bienestar del fruto de la concepción al bienestar de la mujer, pero sólo en aquellos casos en los que ésta sufrirá grave daño físico por el embarazo. De esta manera, el Estado de Utah limitaría su interés en la libertad de la mujer al interés en su mera supervivencia física, como si las mujeres carecieran de identidad social, intelectual o emocional que trascendiera su capacidad fisiológica de portar criaturas en su seno. Análoga crítica le merecen a Siegel las disposiciones que permiten el aborto luego de violación o de incesto. Si se admite entonces que existan algunas condiciones bajo las cuales el aborto sería aceptable, parecería inevitable la conclusión de que cualquier conjunto de reglas de admisibilidad reflejaría un juicio sobre la importancia relativa de las actividades de la mujer, y una restricción de sus derechos, la que no es aplicable al varón, y expresaría por lo tanto una discriminación ilegítima. Así refiriéndose con el mismo criterio a otro caso legal práctico, Siegel hace ver que no sería constitucionalmente lícito impedir a las mujeres en edad fértil el trabajo en condiciones en que arriesgan la salud del feto por emanaciones de plomo, ya que la interesada debería tener siempre abierto el recurso al aborto. De hecho, lo que la legislación hace al recurrir a esta prohibición aparentemente benévola es preferir la condición «natural» de la maternidad a la libertad de trabajo y de aprovechamiento de oportunidades de progreso individual de la mujer. Estas cuestiones nos ponen cerca de la verdadera dimensión social del problema, la que ha sido caracterizada por Kristin Luker diciendo: «(...) el debate sobre el aborto es tan apasionado y duro porque él es un referendum sobre el sitio y significado de la maternidad (...)»3 Nótese que no habla de un referendum sobre la condición o «status» del embrión o feto, sino sobre las condiciones o estado de la mujer.

ESTAS CUESTIONES NOS PONEN CERCA DE LA VERDADERA DIMENSIÓN SOCIAL DEL PROBLEMA, LA QUE HA SIDO CARACTERIZADA POR KRISTIN LUKER DICIENDO: « (...) EL DEBATE SOBRE EL ABORTO ES TAN APASIONADO Y DURO PORQUE ÉL ES UN REFERENDUM SOBRE EL SITIO Y SIGNIFICADO DE LA MATERNIDAD (...)»

2 Reva Siegel. Reasoning from the Body: A Historical Perspective on Abortion Regulation and Questions of Equal Protection Stanford Law Review vol. 44, pp. 261-381, 1992 3 Siegel, loc.cit..

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LA GRAN INTERPRETACIÓN FILOSÓFICA DE ESTA CONDICIÓN HUMANA HABÍA SIDO ADELANTADA EN LA DIALÉCTICA DEL AMO Y EL ESCLAVO DE HEGEL. EN EL FONDO DE ELLA LATE LA SEPARACIÓN DE LO HUMANO EN DOS CATEGORÍAS, POR MEDIO DEL DOMINIO Y LA SUJECIÓN.

Acto académico en la Pontifica Universidad Lateranense. Dirige la palabra al Papa Juan Pablo II el entonces rector y actual Patriarca de Venecia, Cardenal Angelo Scola.

Esta perspectiva ha sido históricamente determinante. En ella aparece como secundario el que la vida que se está destruyendo pudiera pertenecer a un ser humano. Lo esencial es que al «forzar a la mujer a tener su hijo«, se la está obligando a estrechar el horizonte de sus posibles decisiones de vida, y por lo mismo, se le está reconociendo un estado de inferioridad frente al varón: se le está imponiendo «la biología como destino». Aquí se percibe la dimensión social del conflicto, la cual no radica en la determinación biológica o filosófica del status del embrión o feto, sino en el derecho de la mujer a no verse privada por el hecho de ser tal, de ninguna de las presuntas ventajas del otro sexo. Eso es a mi

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entender lo que quiere decir Kristin Luker, y ello coloca a la polémica sobre el aborto dentro del grupo de los grandes conflictos sociales. Vale la pena preguntarse de dónde saca su fuerza esta postura. Yo respondería que al menos una parte de ella proviene de que ella se coloca en la línea de una interpretación de la sociedad que hace radicar la estructura básica de la historia y su dinámica de progreso en el conflicto. Siegel4, comentando el libro de Kristin Luker Abortion and the Politics of Motherhood, dice que ella «demuestra que los conflictos sobre el aborto reflejan puntos de vista divergentes sobre el verdadero rol de la sexualidad, el trabajo y los compromisos familiares (...)» y que en ellos se oponen «(...) aquellos que ven a la maternidad como el rol más importante y más satisfactorio que se le abre a la mujer, y aquellos para quienes la maternidad es uno de los roles posibles, pero que es una carga cuando es definido como el único». Se cree reconocer aquí el eco de las palabras de León Trotzky cuando habla del «antiguo hogar familiar, institución arcaica en la que la mujer del pueblo languidecía condenada a trabajos forzados de la infancia a perpetuidad (...)», a lo cual agregaba, «...es justamente por eso que el poder revolucionario ha conferido a la mujer el derecho al aborto, como uno de sus derechos (...) esenciales»5. En lo cual no hacía sino aplicar las palabras tan conocidas de Engels: «...el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con la aparición del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino (...)”6 . La gran interpretación filosófica de esta condición humana había sido adelantada en la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel7. En el fondo de ella late la separación de lo humano en dos categorías, por medio del dominio y la sujeción. Así se sugiere que la pista para encontrar los orígenes de la mentalidad que defiende y propaga el aborto, pasa por esta interpretación de las relaciones sociales «en clave de conflicto». Ella nace junto a la conciencia que ha crecido a lo largo de la Edad Moderna, del rol del conflicto en la generación de una dinámica de progreso histórico y en la determinación de identidades nacionales y religiosas. Aun ayer, después de la segunda guerra mundial, el largo y amenazante enfrentamiento de la guerra fría delineaba un mundo con identidades definidas desde la perspectiva de un conflicto bipolar. Esta visión se hallaba de tal modo internalizada, que los años posteriores a la caída del muro de Berlín están como marcados por una especie de vacío: ninguna colectividad encuentra un enemigo natural que la ayude a establecer su propia identidad. En la versión que ahora nos ocupa, el conflicto se halla radicado entre los esposos y entre éstos y los hijos. Desde allí infiltra por completo

EL CONFLICTO SE HALLA RADICADO ENTRE LOS ESPOSOS Y ENTRE ÉSTOS Y LOS HIJOS. DESDE ALLÍ INFILTRA POR COMPLETO A LA SOCIEDAD, PROVOCANDO UNA PRUEBA DE FUERZAS DENTRO DE LA PROPIA FAMILIA, LA QUE LLEGA A SER TAN DURA QUE EXIGE LA LEGITIMACIÓN DEL SACRIFICIO DE ALGUNOS DE SUS MIEMBROS. TAL VEZ EL ABORTO TENGA EN NUESTRAS SOCIEDADES EL SIGNIFICADO DEL SACRIFICIO HUMANO EN ALGUNOS CONFLICTOS PRIMITIVOS.

4 Siegel, loc.cit. 5 Leon Trotzky, La Revolución Traicionada, Editorial Yunque, Buenos Aires. 6 Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Premia Editora, Ciudad de México, 1989. 7 G.H.F. Hegel, Phänomenologie des Geistes. Ullstein, 1972.

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PODRÍA SER QUE EL EMBRIÓN FUERA UNA PERSONA Y PODRÍA SER QUE AL MISMO TIEMPO ESTA CONDICIÓN NO FUERA EVIDENTE. ¿CUÁL SERÍA ENTONCES LA CONDUCTA A SEGUIR? SI EN UNA SITUACIÓN DE INCERTIDUMBRE, YO ME COMPORTO ACTIVAMENTE COMO SI EL EMBRIÓN NO TUVIERA CARÁCTER PERSONAL Y APRUEBO SU MANIPULACIÓN O DESTRUCCIÓN, ENTONCES ESTOY DICIENDO QUE LA PERSONA HUMANA EN GENERAL –NO SÓLO LA DE MI VÍCTIMA– TIENE POCO VALOR PARA MÍ. (…)

8 Friedrich Nietzsche, Wille zur Macht n. 208. Las referencias a la obra de Nietzsche usan la edición de Alfred Kröner, Stuttgart 1930: Friedrich Nietzsche, Werke in zwei Bänden. 9 Nietzsche, Wille Zur Macht n 326. 10 Nietzsche, Wille Zur Macht n 460.

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a la sociedad, provocando una prueba de fuerzas dentro de la propia familia, la que llega a ser tan dura que exige la legitimación del sacrificio de algunos de sus miembros. Tal vez el aborto tenga en nuestras sociedades el significado del sacrificio humano en algunos conflictos primitivos. Esta exaltación del conflicto, que ha marcado a nuestra época, se relaciona sin duda con el cuestionamiento de todo sentido para la acción humana, tal como fue planteado hace ya un siglo. «El mundo (...) no tiene un sentido tras de sí, sino incontables sentidos. Perspectivismo. Son nuestras necesidades las que explican (auslegen) el mundo; nuestras propensiones (impulsos ...Triebe) y sus pro y sus contra. Cada impulso es una búsqueda de dominio, cada cual tiene una perspectiva que quisiera imponer como norma de todos los demás».8 Como explicaba el mismo Nietzsche, en un mundo falto de sentido, el hombre puede vivir en la medida en que su voluntad le permita organizar un pedazo de él. De este modo la voluntad de poder llega a ser el sustrato de la realidad. Para la Encíclica, ésta es una raíz importante del fenómeno social que la ocupa. «(...) Cada vez que la libertad queriendo emanciparse de cualquier tradición y autoridad, se cierra a las evidencias primarias de una verdad objetiva y común, fundamento de la vida personal y social, la persona acaba por asumir como única e indiscutible referencia para sus propias decisiones, no ya la verdad sobre el bien y el mal, sino sólo su opinión subjetiva y mudable o, incluso, su interés egoísta y su capricho (...)» (n° 19). Hay entonces una actitud muy difundida para la cual la determinación de la voluntad carece de referencia a la verdad, simplemente porque ésta no existe sino en la medida en que es establecida por la propia autoafirmación del hombre. La última consecuencia ha de verse en esas formas del consenso social en las que la afirmación de la propia libertad no admite otro límite que el de la autoafirmación de los otros individuos, igualmente arbitraria que la mía, pero por lo mismo dotada de fuerzas similares. Hay muchas formas de consenso que parecen simplemente un conflicto entre rivales cansados. Pero en la forma de expandirse los consensos, se advierte sin dificultad el rol que les corresponde a las «grandes muchedumbres»9 para empujar a los individuos a que lleguen a atreverse; y en ese sentido, si alguien hubiera de merecer el calificativo nietzscheano de superhombre en este tiempo, habrían de ser precisamente esas fuerzas de opinión que mueven a las multitudes a fabricar los valores por los cuales habrán de vivir las generaciones futuras10. El juicio social sobre la legitimidad del aborto tiene entonces un carácter algo paradójico. Son numerosos los pronunciamientos éticos que le dan su aprobación, pero ellos aparecen inevitablemente como

juicios «a posteriori» emitidos sobre un asunto que en el sentir de grandes grupos humanos estaba ya juzgado. La praxis se adelantó a la teoría. A pesar de esto, vale la pena detenerse sobre la lucha de ideas aportadas en torno a la legitimación del aborto, porque en ella se reflejan las incertidumbres que afligen a la sociedad de los consensos y del relativismo moral: «...es precisamente la problemática del respeto a la vida la que muestra los equívocos y contradicciones, con sus terribles resultados prácticos, que se encubren en esta postura...» ( n° 70 ). Desde luego, el modo de valoración fundado en la voluntad de poder, se enfrenta a otro, marcado por el humanismo de la ilustración, y para el cual la persona del hombre no puede ser considerada como un medio para nada, sino como un fin en sí misma11. La persona, aun en el simple sentido del Otro12, de uno que desarrolla su propio ciclo de vida humana sin que yo lo haya inventado, y que no debe su existencia a ninguna forma de proyección de la mía propia ni de elaboración de mi inteligencia o postulado de mi voluntad, opone por su sola presencia un límite a mi voluntad de afirmación. En esta perspectiva, cuestiones como la del aborto o la de la experimentación embrionaria, tienen la virtud de que obligan a definir en forma práctica la actitud ante la persona humana, y no sólo la concepción que se tenga del feto o del embrión. Porque habida cuenta de lo que es la persona, mi comportamiento ante el feto o el embrión, aun en situación de incerteza, es una evidencia clara de la forma en la que yo la valoro. En otras palabras, podría ser que el embrión fuera una persona y podría ser que al mismo tiempo esta condición no fuera evidente. ¿Cuál sería entonces la conducta a seguir? Si en una situación de incertidumbre, yo me comporto activamente como si el embrión no tuviera carácter personal y apruebo su manipulación o destrucción, entonces estoy diciendo que la persona humana en general –no sólo la de mi víctima– tiene poco valor para mí. En caso contrario –si respeto su vida– estoy, o bien afirmando su condición de persona, o al menos, suspendiendo el juicio y dándole el beneficio de la duda en atención precisamente al valor inconmensurable de lo que puede estar en juego. Si afirmo valorar altamente la persona, no parece consecuente decir al mismo tiempo que apruebo la manipulación y destrucción de embriones, que podrían tener calidad de tal. Frente a una cuestión difícil de zanjar, es importante mirar cuál es la actitud que se observa ante la incerteza. La Encíclica Evangelium vitae es clara y simple: «Algunos intentan justificar el aborto sosteniendo que el fruto de la concepción, al menos hasta un cierto número de días, no puede ser todavía considerado una vida humana personal (...) está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de

(…) EN CASO CONTRARIO –SI RESPETO SU VIDA–ESTOY, O BIEN AFIRMANDO SU CONDICIÓN DE PERSONA, O AL MENOS, SUSPENDIENDO EL JUICIO Y DÁNDOLE EL BENEFICIO DE LA DUDA EN ATENCIÓN PRECISAMENTE AL VALOR INCONMENSURABLE DE LO QUE PUEDE ESTAR EN JUEGO.

11 Emmanuel Kant, Kritik der Praktischen Vernunf, herausgegeben von Joachim Kopper, Philip Reclam jun., Stuttgart 1978. Es interesante consultar: Gabriel Chalmeta, Il Principio Personalista, Acta Philosophica, Fascicolo I, vol. 3, 1994. 12 Emanuel Levinas Totalité et infini. Kluwen Academia Publishers, 1988.

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LA TECNOCIENCIA TIENDE A VER EN CADA PARTE DE LA REALIDAD UN ELEMENTO DISPONIBLE PARA LA EXPERIMENTACIÓN, LA TRANSFORMACIÓN Y LA SUSTITUCIÓN Y SE SIENTE INCÓMODA FRENTE A TODO TIPO DE REALIDAD QUE TRASCIENDA LA MERA REALIDAD EMPÍRICA COMO PODRÍA SERLO UNA PERSONA DOTADA DE DIGNIDAD. EL EJERCICIO DE UN PODER DISCRECIONAL SOBRE EL NASCITURO CALIFICA A ÉSTE DE HECHO COMO MATERIAL QUE ES UTILIZABLE TAMBIÉN CON DISCRECIONALIDAD.

13 J.G. Boer, Ethical guidelines for the use of human embryonic or fetal tissue for experimental and clinical neurotransplantation and research. J. Neurol. (1994) 242: 1-13.

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la obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un embrión humano (...)” (n° 60). Ya estas consideraciones sugieren que el aborto y la experimentación embrionaria no reflejan tanto una convicción de que el embrión no tiene la condición de persona, cuanto una franca indiferencia a la posibilidad de que la tenga, y por ende una claudicación en la valoración que se le otorga. Particularmente instructivo es el hecho de la experimentación embrionaria. Su sola práctica significa que se ha formulado un juicio sobre la naturaleza del objeto utilizado y se lo ha asimilado en lo principal a todos los objetos con que tratan la ciencia y la tecnología. La tecnociencia tiende a ver en cada parte de la realidad un elemento disponible para la experimentación, la transformación y la sustitución y se siente incómoda frente a todo tipo de realidad que trascienda la mera realidad empírica como podría serlo una persona dotada de dignidad. El ejercicio de un poder discrecional sobre el nascituro califica a éste de hecho como material que es utilizable también con discrecionalidad. Pero –y esto es muy instructivo– frente a esta decisión tomada contra el nascituro, la conciencia moral queda irremediablemente inquieta. Hay muchas indicaciones de este carácter de «espada que divide» que tiene la cuestión del aborto puesta frente a los fundamentos de la vida social. La opción voluntarista enfrenta a una reacción afectiva humanitaria, que no por ser débil deja de ser significativa como testimonio moral. Un ejemplo de ello lo dan las prolijas normas éticas desarrolladas para el empleo de células fetales en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson. Para esto, se emplean células provenientes de un número de fetos que ha variado en las diversas técnicas publicadas, entre uno y cuatro. NECTAR, la Red Europea para el Transplante y Restauración del Sistema Nervioso Central, ha fijado pautas éticas a las que deberían ajustarse los procedimientos. Ellas han sido comentadas en 1994 por G. J. Boer a quien cito: «A causa de consideraciones éticas básicas de respeto hacia el ser humano, el uso de embriones o fetos vivos, aunque no sean viables, no es aceptable en general» (...) «Por causa del respeto hacia la vida humana, el embrión o el feto ex útero hacia la vida humana, el embrión o el feto no viables deben ser mirados como un bebé nacido prematuramente, y tratados como tal. Esto no significa que no se puede hacer investigación en los embriones o fetos no viables, sino que en tales casos se han de seguir las reglas éticas para experimentos humanos...»13 . Es indudable que se está llamando a alguna forma de «respeto» hacia el nascituro, y eso significa que se le reconoce alguna dignidad. Son

"Algunos intentan justificar el aborto sosteniendo que el fruto de la concepción, al menos hasta un cierto número de días, no puede ser todavía considerado una vida humana personal (...); está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de la obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un embrión humano” (Evangelium vitae no 60).

dos cosas notoriamente distintas el respeto que se le debe a un cuerpo humano como un todo y el que se da a los tejidos separados de él, y no es razonable equiparar el respeto a un feto muerto con el que es debido al cadáver de un adulto, a no ser que se concediera que el feto fue también una persona y que se aceptara entonces que fue muerto por el equipo sanitario. «Respeto» significa que se le reconoce alguna «dignidad», y que se siente que es profundamente anómalo usarlo como medio para algo y negarle la posibilidad de mantenerse como un fin en sí mismo, y parece al mismo tiempo que el mínimo de respeto por alguien o por algo exige no privarlo de la existencia. Es importante recordar este «respeto instintivo» que merece el nascituro, porque, a pesar de expresarse de modo inconsecuente, él mantiene una luz de esperanza. Hay en el alma humana una inclinación hacia el bien, y resulta alentador que esta no sea siempre sofocada por criterios como los sostenidos por Warren14 de que el feto no tiene derecho a protección alguna mientras no sea viable. Al mismo tiempo, y para no engañarse sobre el alcance de esta forma de respeto, hay que consignar que se lo suele pedir para no ofender el «sentimiento humano»15, o sea, para evitar reacciones afectivas que provoquen grietas en el consenso social. Para la Encíclica, es otro el criterio que debe prevalecer: « (...) al fruto de la generación humana desde el primer instante de su existencia se ha de garantizar el respeto incondicional que moralmente se le debe al

14 J.G. Boer, Ethical guidelines for the use of human embryonic or fetal tissue for experimental and clinical neurotransplantation and research. J. Neurol. (1994) 242: 1-13 15 G.J. Boer loc.cit.

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FRENTE AL «RESPETO FUERTE» QUE PLANTEA JUAN PABLO II EN ESTE Y EN OTROS PASAJES, HAY ENTONCES UN SECTOR IMPORTANTE DE LA MEDICINA MODERNA QUE PLANTEA LA IDEA DE UN RESPETO «DÉBIL». LAS RAZONES EXPUESTAS ME MUEVEN A PENSAR QUE ELLA RESPONDE A UNA VALORACIÓN «DÉBIL» DE LA DIGNIDAD HUMANA EN GENERAL.

16 Clif ford Grobstein, Biological characteristics of the preembryo. Ann. N.Y. Acad. Sci. (1998) 541: 679682. Norman Ford When did I Begin? Cambridge University Press, 1988.

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ser humano en su totalidad y unidad corporal y espiritual (...)» (n° 60). Frente al «respeto fuerte» que plantea Juan Pablo II en este y en otros pasajes, hay entonces un sector importante de la Medicina moderna que plantea la idea de un respeto «débil». Las razones expuestas me mueven a pensar que ella responde a una valoración «débil» de la dignidad humana en general. La voluntad de poder, el materialismo, el humanismo, el humanitarismo, son fuerzas que juegan su rol importante en este asunto. Pero no debe desconocerse la importancia de un cierto pragmatismo que es muy fuerte en los medios científicos y médicos, y que por extensión se ha propagado al público en general. Para la mentalidad pragmática lo único claro, y ciertamente lo más expedito, es reconocer como titular de derechos sólo « (...) a quien se presenta con plena o al menos incipiente autonomía (...)» (n° 19), lo cual significa algún grado de desarrollo de la vida de relación. Pero ni el más convencido empirismo podría evadir la cuestión acerca del momento en el que las etapas de desarrollo que son previas al establecimiento del proceso de comunicación forman ya un solo todo con él. Por mucho que la comunicación sea la manifestación por excelencia de la persona, ella se encuentra implantada en un sustrato biológico que tiene sus raíces en funciones orgánicas y que se desarrolla en el tiempo. Aunque la visión pragmática aludida, expresada en su forma más extrema, se encuentre presente en muchos de los pronunciamientos éticos y jurídicos sobre el aborto, ella es demasiado simple para ser convincente. Si se quiere ir más allá de los rasgos obvios de la persona, y buscar la aparición de ésta en algún punto temporal anterior a su plena manifestación, no queda otro recurso que estudiar las evidencias biológicas. Como la noción misma de persona es ajena a las ciencias experimentales, los autores se limitan en general a explorar la aparición de las características «individuales» del embrión16. Se parte de la base de que si bien la existencia individual no se acompañaría necesariamente de carácter personal, este último es impensable sin aquélla. Personalmente creo que los esfuerzos de los últimos treinta años para definir el comienzo de un «individuo biológico perteneciente a la especie humana» en algún momento distinto del de la fecundación, han sido notablemente poco exitosos. En realidad el único instante en que sería imaginable hablar de un «individuo humano en potencia» es en la situación previa a la fertilización cuando hay un óvulo rodeado de espermios, de tal modo que de la interacción con alguno de ellos se habrá de originar algún individuo que no está determinado todavía. Después de la fecundación, ya no se puede hablar de desarrollo hacia un individuo dado, sino de desarrollo de un individuo bien determinado. Esta es

la interpretación más simple de los experimentos de geminación o de clonación que han sido hechos en blastómeros de animales de laboratorio o en ganado. El blastómero inicial es simplemente una etapa precoz del desarrollo final del individuo, y no una situación potencial del mismo: si dos individuos son gemelos univitelinos cuando adultos, es que lo eran desde el inicio de su desarrollo. El hecho de que el cigoto pueda dar origen a gemelos no es argumento contra su condición de individuo, del mismo modo que una célula no deja de ser individuo porque sea capaz de reproducirse. El argumento de Ford17 de que « (...) una célula pierde su individualidad ontológica y deja de existir cuando resultan dos células hijas (...) el individuo originario deja de hecho de existir cuando empiezan a existir los dos nuevos ....», suena extraño en biología. Hace ya más de un siglo que August Weissmann18 introdujo como una de las características de la materia viviente, la «multiplicación por fisión», y así como a un biólogo le resultaría extraño aceptar que la célula que estudia no es un individuo, más extraño aun le resultaría escuchar que ella se aniquila en su división. Finalmente el hecho experimental de las quimeras es de compleja interpretación: se sabe bien que se pueden obtener mosaicos genéticos no sólo por fusión de blastómeros, sino también por incorporación al embrión de células provenientes de carcinoma embrionario. No creo que esto último afecte la individualidad del cigoto, ni menos que haga que éste participe de la del animal adulto que fue dador de la célula cancerosa. Cuando no estaba aun en el tapete la cuestión del embrión humano, estas quimeras eran interpretadas como análogas de injertos hechos en edades tempranas de la vida. Habría que decir entonces que los intentos especulativos para situar el comienzo de la vida individual en algún punto más o menos alejado del comienzo del desarrollo embrionario no son convincentes y, en todo caso, van claramente a la zaga de la aceptación social del aborto. Precisamente, dada la presión social favorable a éste, el peso de la prueba debería recaer sobre quienes quisieran negarle al embrión su condición humana, ya que, de estar equivocados, estarían justificando la destrucción de innumerables vidas humanas. Esta falta de correlación entre la gravedad moral de una decisión y el peso de los argumentos que se puedan usar para defenderla, es típica de las opciones colectivas apoyadas en las grandes mayorías. Es lo que expresaba Nietzsche cuando decía: «Afirmación fundamental: las multitudes fueron inventadas para hacer aquellas cosas para las que el individuo carece de valor. Justamente por eso es que las colectividades, las sociedades son cien veces más francas y más ricas en enseñanzas sobre el ser del hombre que lo que lo es el individuo, que es demasiado débil para tener el coraje de sus deseos...»19

SE HA REGISTRADO EN EL TIEMPO UN CAMBIO PROGRESIVO DE LA RELACIÓN ENTRE LA INTELIGENCIA QUE CONOCE Y EL OBJETO DE SU CONOCIMIENTO. EN LA MISMA MEDIDA EN QUE SE IBA PRODUCIENDO EL «DESTIERRO» DE DIOS, DESAPARECIERON PARA LA INTELIGENCIA LA GARANTÍA DE LA VERDAD Y LA JUSTIFICACIÓN DE LA VERACIDAD.

17 Norman Ford, loc.cit. 18 August Weissmann, The Germ Plasm, p. 40 London, 1893. 19 Nietzsche, Wille Zur Macht, n 326.

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LA VOLUNTAD DE PODER JUNTO CON UNA ESPECIAL DIRECCIÓN DE DESARROLLO DE LA VISIÓN TECNOCIENTÍFICA DEL MUNDO HAN CONDUCIDO A UNA DEVALUACIÓN PRÁCTICA DE LA PERSONA, Y QUE ES ESA DEVALUACIÓN, POR MÁS QUE ELLA CAREZCA DE UNA VERDADERA JUSTIFICACIÓN TEÓRICA, LA QUE PERMITE EL CLIMA SOCIAL DENTRO DEL CUAL SE ESTABLECE Y SE PROPAGA LA JUSTIFICACIÓN DEL ABORTO.

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Hay que hacer notar que en su conjunto, las ideologías a las que me he referido, están reforzadas por una especial visión de la realidad que se impone hoy en muchos ambientes, y que es la que se expresa aquí en una concepción «débil» de la persona. En efecto, se ha registrado en el tiempo un cambio progresivo de la relación entre la inteligencia que conoce y el objeto de su conocimiento. En la misma medida en que se iba produciendo el «destierro» de Dios, desaparecieron para la inteligencia la garantía de la verdad y la justificación de la veracidad, y progresivamente fue introducido como único criterio de verdad el de la capacidad de predecir el comportamiento de las cosas y por lo tanto el de ser capaz de moldearlas a la medida de la voluntad. La realidad conocible pasó a ser material apto para la elaboración, según una acepción interesante de la palabra materialismo. La nítida separación entre el objeto conocido y el cognoscente que se hallaba en el trasfondo de esta actitud, sufrió un duro golpe al comienzo de este siglo con los enunciados de la física cuántica. Pero es mi impresión que ella persistió largo tiempo en otras ciencias, singularmente en la Biología. Aquí, sin embargo, no podía evitarse que llegara a hacerse tema del estudio científico al más interesante de todos los objetos, que es el propio «yo». La psicología de profundidad en su versión freudiana representó un primer intento de grandes proyecciones de explorar al «yo» como si fuera asiento de mecanismos que explicaban su funcionamiento al margen de la propia conciencia. Los clásicos estudios etológicos de Lorenz y de Timbergen abrieron los ojos sobre los factores genéticamente determinados que condicionan el modo de «conocer» y de actuar de los animales, y verosímilmente los del hombre. En su conjunto, estos estudios mostraron lo fructífero que resulta analizar el «yo» como un objeto científico cualquiera, lo que significa prescindir de su singularidad para subsumirlo en el dinamismo del sistema de relaciones que describen las leyes de la naturaleza. En esa orientación se ordena el vigoroso desarrollo de la neurofisiología del sistema nervioso central y singularmente de las llamadas «ciencias cognitivas». La ciencia pues, que parecía suponer un «yo fuerte» enfrentado al objeto de su conocimiento, desarrolla y justifica una noción de «yo débil» que está codeterminado con las cosas. Es claro que una evolución semejante guarda un estrecho paralelo con la «devaluación ontológica» del yo en la filosofía contemporánea. No quisiera profundizar en este aspecto, pero lo menciono para hacer ver que la recepción social que se ha hecho en Occidente de la filosofía contemporánea se parece mucho a la aceptación de la persona como una pura libertad sin condicionantes objetivos. Esta noción es estrictamente correlativa de la otra según la cual el modo propio de conocer la naturaleza es expresar sus leyes en la tecnología.

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TESTIMONIO DEL CARDENAL ALFONSO LÓPEZ TRUJILLO

SOBRE EL ORIGEN Y ELABORACIÓN DE LA EVANGELIUM VITAE En una entrevista póstuma el Cardenal Alfonso López Trujillo –quien por 18 años fuera Presidente del Consejo Pontificio para la Familia– habló del origen y elaboración de la encíclica Evangelium vitae de Juan Pablo II. La entrevista había sido realizada por el Dr. Juan Manuel Estrella y fue dada a conocer por Agencia Zenit, dos años después de la muerte del Cardenal. “Como es bien conocido la Evangelium vitae tuvo origen en un Consistorio Extraordinario del Colegio Cardenalicio, el cual solicitó que el Santo Padre con un Documento Pontificio de alto nivel –que de hecho fue una Encíclica– abordara el anuncio del don de Dios de la vida humana, como una buena noticia digna de ser proclamada, defendida, asumida plenamente en una cultura de la vida. Esto tuvo lugar tras de haber examinado la situación en el mundo que ofreció rasgos negativos, preocupantes, amenazantes que mostraron una cultura de la muerte como una difundida agresión en curso, sobre todo contra una categoría de los más débiles y pobres. Este fue el origen de la Evangelium vitae. El Santo Padre tomó decididamente en sus manos tan importante cuestión y consultó personalmente a los Obispos del mundo. La respuesta personal de los Obispos en esta histórica consulta, no conocida que yo sepa, en los últimos Pontificados para una Encíclica, fue estudiada con la debida seriedad. En tal estudio tuvo el honor nuestro Consejo Pontificio para la Familia de recibir la confianza del Sucesor de Pedro de acompañarlo en el análisis de las respuestas que suministraron, por así decirlo, la materia prima para la Evangelium vitae. Luego, Juan Pablo II siguió bajo su personal cuidado las diversas etapas y aportes de quienes colaboraron en estrecha dependencia del Papa en su elaboración. “Nuestro Consejo estuvo muy activo y cercano, en colaboración con el substituto de la Secretaría de Estado, en el conjunto del proceso y en los momentos de mayor significación. Junto con la Congregación para la Doctrina de la Fe ofrecimos nuestra colaboración a lo largo de los años de preparación sobre los temas y puntos que fueron personalmente seguidos por el Santo Padre. También estuve presente en la consulta a unos treinta obispos del mundo reunidos en Roma para algunas cuestiones. Hubo un grande cuidado para sopesar las diversas cuestiones y tuve junto al cardenal Ratzinger la tarea de presentar la Evangelium vitae a los medios de comunicación. Fueron útiles las lecciones de lo acontecido con la Encíclica Humanae vitae, cuyo contenido fue asumido por Juan Pablo II. “En algún momento avanzado de la preparación, ante la duda que algunos introducían en el sentido de que era suficiente la Carta a las Familias y podría ser innecesario un nuevo documento, acompañé al Papa en su renovada decisión de que la Encíclica era necesaria y obedecía a un querer eclesial expresado clara-

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mente por el Colegio de los Cardenales primero y por el concierto de los Obispos del mundo, después. Los primeros comentarios los coordinamos en el Pontificio Consejo para la Familia, aunque fueron publicados por la Academia para la Vida que acababa de ser constituida. La Evangelium vitae hace parte nítidamente del dominio teológico de la familia, pues de otro modo se cercenaría drásticamente la misión y comprensión del matrimonio y la familia. Fue grande nuestra alegría cuando esta Encíclica fue publicada, después de una adecuada preparación y una difícil gestación. “Contamos hoy con este instrumento precioso en el cual de modo personal el Papa se empeñó. “La repercusión ha sido inmensa y una hermosa herencia, que Benedicto XVI, que estrechamente colaboró en su preparación, recibe y sin rodeos se propone alentar, como se ve, junto con la prioridad de la familia. La Evangelium vitae es providencial, especialmente hoy en los Parlamentos mundiales, con tantos avances de la ciencia pero con una «absolutización» denunciada por el Cardenal Ratzinger que pretende no conocer límites e ignorar los principios y valores morales. Se cancela a Dios de la vida social y esto no ocurre impunemente, pues se atenta contra los fundamentos de verdad de toda sociedad. Se desquicia el sentido del derecho y se llega al colmo de la confusión que deshumaniza al hombre, al convertir el delito en derecho, como lo denunció la Evangelium vitae, o como expresó el cardenal Ratzinger, cuando el Estado se arroga prerrogativas abusivas. Zozobran la democracia y «aceptando de hecho que se violen los derechos del más débil, se acepta que el derecho de la fuerza prevalezca sobre la fuerza del derecho» (L’Europa di Benedetto nella crisi della cultura, Ed. Cantagalli, pp. 68-69).”

La mecanización de la vida humana y la transformación del hombre en un sujeto que sigue sus deseos, son dos aspectos íntimamente ligados entre sí y conectados a la visión nihilista de la existencia 20. Me atrevería a sugerir que la voluntad de poder junto con una especial dirección de desarrollo de la visión tecnocientífica del mundo han conducido a una devaluación práctica de la persona, y que es esa devaluación, por más que ella carezca de una verdadera justificación teórica, la que permite el clima social dentro del cual se establece y se propaga la justificación del aborto. Así puede decirse que «(...) el hombre no puede ya entenderse como misteriosamente otro respecto a las demás criaturas terrenas; se considera como uno de tantos seres vivientes (...)”(n° 19) y, paralelamente, que «(...) la libertad reniega de sí misma, se autodestruye y se dispone a la eliminación del otro cuando no reconoce ni respeta su vínculo constitutivo con la verdad...» (n° 22). Así no es que se aborte porque se esté convencido de que el embrión no es persona, sino porque el hecho de que pueda serlo tendría una importancia bastante marginal. La postura nihilista, hoy tan difundida, arranca de la idea de la muerte

LA POSTURA NIHILISTA, HOY TAN DIFUNDIDA, ARRANCA DE LA IDEA DE LA MUERTE DE DIOS. LA CONSTRUCCIÓN DE UN MUNDO EN EL QUE SE PRESCINDA DE DIOS HA TENIDO COMO COSTO EL QUE ESE MUNDO NO SEA VIVIBLE PARA EL HOMBRE, QUIEN NO ENCUENTRA SIN EMBARGO MODO DE ABANDONARLO.

20 Keiji Nishitani, Religion and Nothingness. Univ.of California Press, 198.

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SE ENFRENTA LA REALIDAD TERRIBLEMENTE NUEVA DE UNA SOCIEDAD ATEA. EN ELLA DESAPARECE LA COERCIÓN MORAL QUE UNA SOCIEDAD CREYENTE PUEDE IMPONERLE AL ATEO INDIVIDUAL, Y QUE PUEDE INCLUSO CONDUCIR A QUE ÉSTE ADOPTE CON ESPECIAL ÉNFASIS LOS PRINCIPIOS MORALES QUE GUÍAN A LA COLECTIVIDAD. (…)

21 Keiji Nishitani, loc.cit.

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de Dios. La construcción de un mundo en el que se prescinda de Dios ha tenido como costo el que ese mundo no sea vivible para el hombre, quien no encuentra sin embargo modo de abandonarlo. Como lo ha dicho Keiji Nishitani del mundo científico tecnológico indiferente al hecho del hombre: «Por más que sea el mundo en el que vivimos, y que está ligado a nuestra existencia de modo indisoluble, es un mundo en el cual nos encontramos incapaces de vivir humanamente, en el cual nuestro modo humano de vivir es empujado fuera o aun obliterado»21. Esta relación con la «muerte de Dios», hace que merezca particular atención la categórica afirmación de la Encíclica: «La criatura sin el Creador desaparece» (n° 22). Porque hoy día enfrentamos también al ateísmo como un problema social. Se enfrenta la realidad terriblemente nueva de una sociedad atea. En ella desaparece la coerción moral que una sociedad creyente puede imponerle al ateo individual, y que puede incluso conducir a que éste adopte con especial énfasis los principios morales que guían a la colectividad. Una sociedad atea, por el contrario, engreída en un poder sin cortapisas, tiende a modelar la existencia humana como una consecuencia lógica de su decisión de ateísmo, y termina entendiendo su propia vida como una imposición

de la fuerza contra los marginados y los débiles: «La creatura sin el Creador desaparece» (n° 22). La Encíclica Evangelium vitae dedica su primer capítulo a la contemplación del pecado de Caín. Pecado social por excelencia, su marca se extiende por toda una descendencia, y cuatro generaciones más tarde lo encontramos en Lamek22. Pero allí donde Caín había tratado de disimular un solo crimen, Lamek se jacta de dos; y allí donde Caín pide a Yahvé que lo proteja, Lamek se fía en la protección y la venganza de los hombres: si la cólera de Dios había de herir a siete por Caín, la cólera propia herirá a setenta veces siete por Lamek. Es como si el autor sagrado hubiera querido decir que la tentación del homicidio tiene una fuerza expansiva, al multiplicar con cada nuevo pecado, la fuerza de la autoafirmación y el desdén por el otro. La historia bíblica de Caín hasta Lamek nos deja material para pensar sobre la historia social del aborto en nuestro siglo. La comentada Encíclica de Juan Pablo II tiene una enseñanza profundamente evangélica y como tal consoladora. Ella se expresa al recordar que « (...) ante todo se trata de anunciar el núcleo de este Evangelio. Es anuncio de un Dios vivo y cercano (...) es afirmación del vínculo indivisible que hay entre la persona, su vida y su corporeidad (...)», y «(...) la vida humana, don precioso de Dios, es sagrada e Inviolable (...) no sólo no debe ser suprimida, sino que debe ser protegida con todo cuidado amoroso (...)» (n° 81). El anuncio del Evangelio tiene el poder de cambiar las vidas de los hombres. Y la Evangelium vitae recoge los innumerables testimonios de actividades sociales, de acogida, defensa y promoción de la vida, de aceptación amorosa del otro, de su enfermedad, de su debilidad, de su minusvalidez. La enumeración de las obras de caridad hechas en condiciones muy difíciles es hondamente alentadora. Las palabras y las obras son los testigos esperanzadores de que el Espíritu sigue obrando, y tenemos que decir que por débiles y aisladas que parezcan a ratos esas voces, ellas se extienden a la distancia y son como un llamado hecho al despertar de la conciencia humana. Todo ese conjunto da testimonio de una doctrina que es distinta de la que se funda en el poder, el conflicto y el manejo. No se trata sólo de no matar, ni siquiera sólo de respetar. La verdadera dinámica de la sociedad humana, tal como ella es querida por Dios y como puede conducir a una auténtica paz social, se halla expresada en estas palabras: « (...) El Dios de la Alianza ha confiado la vida de cada hombre a otro hombre hermano suyo, según la ley de la reciprocidad del dar y del recibir, del don de sí mismo y de la acogida a otro...» (n° 76). Don y acogida que son más perfectos cuanto más gratuitos, y por lo tanto cuanto más próximos se hallen del desvalido: del nascituro, del recién nacido, del enfermo terminal.

(…) UNA SOCIEDAD ATEA, POR EL CONTRARIO, ENGREÍDA EN UN PODER SIN CORTAPISAS, TIENDE A MODELAR LA EXISTENCIA HUMANA COMO UNA CONSECUENCIA LÓGICA DE SU DECISIÓN DE ATEÍSMO, Y TERMINA ENTENDIENDO SU PROPIA VIDA COMO UNA IMPOSICIÓN DE LA FUERZA CONTRA LOS MARGINADOS Y LOS DÉBILES.

22 Gén.4, 17-24 2

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El Vaticano II ante nosotros POR JEAN-LOUIS BRUGUÈS O.P.

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e cuenta que siendo interrogado sobre la importancia histórica de la Revolución Francesa, Chou En-lai, en ese momento Primer Ministro del Presidente Mao, respondió: “Todavía es demasiado pronto para decirlo”. ¿No sería semejante prudencia algo también apropiado cuando se trata de apreciar las repercusiones del Concilio Vaticano II? Sólo es posible evaluar el impacto de los concilios con lentes de muy largo plazo. ¿Cuánto tiempo requirió la Iglesia para medir la profundidad de las reformas deseadas por el Concilio de Trento, o el alcance del IV Concilio de Letrán, de 1215, que definió la fe católica contra las herejías de los cátaros, o el de Nicea, en el cual nació el Credo, que hasta ahora sostiene nuestra fe, aproximadamente mil setecientos años después? Lo que en su momento parecía determinante se esfumó en sólo algunos años, mientras generaciones más lejanas cosechaban frutos inesperados de aquello. El hecho de usar semejantes lentes nos obliga evidentemente a ir más allá de las pasiones del momento: ¿qué quedará mañana de las querellas del tiempo actual? Esa opción nos obliga además a perder un poco de vista el carácter pertinente de este momento único: no se trata en modo alguno de negar el carácter decisivo de este hecho, no sólo para la Iglesia, sino para el mundo moderno. El general De Gaulle, que conocía bien la historia, reconoció un día que consideraba al Concilio Vaticano II el acontecimiento más importante del siglo XX. En todo caso, ese siglo pasó. La lista de testigos directos o protagonistas es cada día más tenue, y pronto habrá desaparecido completamente. De nada serviría pretender mantener cierto espíritu del concilio más allá de las generaciones: el espíritu no sobrevive si no se encarna en escritos y prácticas. Llega indefectiblemente un día en que las reformas más profundas requieren a su vez ser reformadas. “Todo siempre debe reformarse”, suspiraba el Maestre de Santiago.

EL ESCUCHAR RELIGIOSAMENTE LA PALABRA DE DIOS -ASÍ COMIENZA LA CONSTITUCIÓN- PROPORCIONA EL GUSTO DEL OTRO, EL GUSTO DE DIOS EN PRIMER LUGAR, LUEGO EL GUSTO DEL OTRO HECHO A IMAGEN DE DIOS, Y POR ÚLTIMO EL GUSTO DE TODA LA OBRA DIVINA, DE LA CREACIÓN ENTERA.

* Texto de la conferencia pronunciada por el autor en la catedral de Notre Dame de París en marzo pasado, como parte de la serie que allí tiene lugar todas las Cuaresmas y que este año se tituló «Vatican II, une boussole pour notre temps» (Vaticano II, una brújula para nuestro tiempo).

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ESTA PREOCUPACIÓN POR EL MÁS ALEJADO, NO DEJA DE SOMETER LA TEOLOGÍA CRISTIANA A TEMIBLES INTERROGANTES: ¿CUÁL ES EL LUGAR DE CRISTO EN LA ACCIÓN SALVÍFICA DE LAS RELIGIONES NO CRISTIANAS? ¿PODRÍA DIOS HABER ELEGIDO OTROS MEDIADORES FUERA DE JESUCRISTO, COMO HOY SOSTIENE LA LLAMADA CORRIENTE PLURALISTA?

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Vaticano II ante nosotros: éste es el tema que me han propuesto. Así, agradezco al Señor Cardenal Vingt-Trois por permitirme recobrar el púlpito de la catedral de Notre Dame de París, donde prediqué en Cuaresma durante tres años, y completar la serie actual titulada Vaticano II, una brújula para nuestro tiempo. Una brújula orienta nuestros pasos. ¿Qué futuro preparó y diseñó el Concilio para nuestra Iglesia, pero también en cierto modo para nuestra sociedad? A menudo, suelo permanecer detenido ante un lienzo. Con sus amplios grises, ocres y beiges extendidos, el cuadro aspira a hacernos entrar en armonía. A la izquierda, arriba, de pie y como llevados sobre una línea musical, cuatro personajes se han puesto a hablar. No se ven sin embargo ni sus ojos ni su boca. Forman un coro, un cuarteto; cada uno de esos rostros sumamente estilizados mira en distinta dirección, tal vez un punto cardinal. A la derecha, otro personaje parece sentado sobre una segunda línea musical situada debajo de la primera; su vestimenta más oscura hace pensar que desempeña un rol central. Extiende su cráneo hacia los que están más arriba: escucha, no con sus sentidos inicialmente, sino en lo más profundo de sí mismo. Hay en esta composición cierta reminiscencia de la filosofía de Emmanuel Lévinas: el otro siempre está más arriba; venimos al mundo endeudados, al pie de ese acantilado. Tong, el pintor, puso simplemente a su obra el título El escuchar a los otros. “Escuchar”, una de las palabras más empleadas en la Biblia. “Escucha, Israel…”: así comenzaba, en la primera Alianza, toda comunicación del Señor a su pueblo. Me pareció que ese cuadro también hablaba de nuestro último Concilio. Más aún, nos proporcionaba en cierto modo una clave de interpretación: el Vaticano II quiso situar el escuchar a los otros en el centro de la Iglesia, de la sociedad y por último de toda vida humana. Este escuchar se declina como gusto del Otro, como preocupación por el otro, por último como percepción de uno mismo como otro. Deberían producirse así “tendencias fuertes”, como dicen los economistas, que sin duda irrigarán nuestro futuro. Los otros, ¿pero quiénes son esos otros? El otro es en primer lugar el Otro, con mayúscula, como habría dicho también Lévinas, el TodoOtro, Dios. Si hubiesen preguntado a los Padres, el 8 de diciembre de 1965, en la clausura solemne, cuáles textos tendrían la repercusión histórica más duradera, no es seguro que la mayoría hubiese respondido: Dei Verbum. Cuarenta años después, esa Constitución es considerada como una obertura musical. Es lo que otorga al Concilio su tonalidad dominante. El escuchar religiosamente la palabra de Dios –así comienza la Constitución– proporciona el gusto del Otro, el gusto de Dios en primer lugar, luego el gusto del otro hecho a imagen de Dios, y por último el gusto de toda la obra divina, de la creación entera Dios habla. ¿Cómo escucharlo? ¿Cómo interpretar la Escritura?

El Sínodo de los Obispos de 2008, La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, profundizó sobre una distinción metodológica esencial ya esbozada en la constitución conciliar. Dios habla a la altura del hombre. Es normal por consiguiente que el hombre utilice todos los recursos de su inteligencia científica, gracias a la exégesis académica, para escuchar los textos. Como se trata en primer lugar de una Palabra divina, es conveniente utilizar lo que se podría llamar la exégesis canónica, apoyándose en la tradición viva de toda la Iglesia. La fe está en primero y último lugar; le corresponde guiar el ejercicio de discernimiento. Cuarenta años después del Concilio, habiéndose reforzado el individualismo de las interpretaciones, debemos decir nuevamente: sí, lo Divino interviene en la historia de los hombres. No, los episodios referidos no se reducen a una mera construcción literaria o teológica. Sí, los hechos relatados son hechos verdaderos mediante los cuales el Dios creador pone de manifiesto su bello proyecto de amor para salvar a todos los hombres. Sí, el Verbo realmente se ha encarnado, no es un mito. Sí, el Cristo ha compartido nuestra condición humana, no es una hermosa historia escrita para niños o espíritus simples deseosos de lo maravilloso. Muchos podríamos aquí dar testimonio del gran entusiasmo que se ha manifestado desde hace cuarenta años. Libros, revistas, colecciones, sesiones de formación: el pueblo de Dios se ha apasionado con la Escritura. Los grupos bíblicos han florecido de alguna manera en todas partes, hasta en las parroquias más desprovistas. La Escritura era el alma de la teología, recordaba el Concilio; desde entonces ha llegado a ser familiar para un número considerable de bautizados. Esa primera tendencia duradera ha sido estimulada por la reforma litúrgica, que ha llevado a escuchar una selección más amplia de textos bíblicos en la misa. El éxito suele dar lugar a excesos. Así, el despliegue exagerado de la liturgia de la Palabra condenaba a la liturgia propiamente eucarística a convertirse en una especie de apéndice. Por este motivo, en un lapso de sólo cuatro años, la Iglesia Católica se ha provisto de un cuerpo impresionante en relación con la Eucaristía. El día 17 de abril de 2003, el Papa Juan Pablo II ponía su firma en la encíclica Ecclesia de Eucharistia, que trataba sobre la relación de la Eucaristía con la Iglesia. Poco después, inauguraba un año dedicado a la Eucaristía con la carta apostólica Mane nobiscum Domine. Por último, después de celebrarse un Sínodo dedicado al mismo tema, Benedicto XVI entregó al público su exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, el 13 de marzo de 2007. Esta insistencia debe interpretarse como manifestación de un deseo de fidelidad al Concilio, que ya había abordado ampliamente la Eucaristía en su constitución dogmática sobre la Iglesia y en su constitución sobre la liturgia.

"El general De Gaulle, que conocía bien la historia, reconoció un día que consideraba al Concilio Vaticano II el acontecimiento más importante del siglo XX."

LAS SOCIEDADES MARCADAS POR EL PLURALISMO CULTURAL, COMO LA FRANCESA, YA NO PODRÁN PRESCINDIR DEL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO, QUE HA LLEGADO A SER UN ELEMENTO ESENCIAL DE LA PAZ SOCIAL. LAS RELIGIONES HAN LLEGADO A SER VERDADEROS PARTICIPANTES SOCIALES, LO QUE DESDE HACE UN TIEMPO SE LLAMA EL “LAICISMO POSITIVO”.

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LA IGLESIA FUE FUNDADA UNA Y ÚNICA POR CRISTO; LAS DIVISIONES ENTRE LOS CRISTIANOS CONSTITUÍAN POR TANTO UN RECHAZO DE LA VOLUNTAD DEL SEÑOR Y UN ESCÁNDALO PARA EL MUNDO. CUATRO DÉCADAS DE DIÁLOGO ECUMÉNICO HAN HECHO CAER NUMEROSOS PREJUICIOS; SE HAN ESTABLECIDO PUENTES ENTRE PUNTOS DE VISTA CONSIDERADOS INICIALMENTE IRRECONCILIABLES.

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Lo señalado en este momento parecerá apoyar una opinión que ha llegado a ser común: el Vaticano II fue un concilio esencialmente cristocéntrico. Se podría mostrar que también procuró reaccionar contra un cristocentrismo latino excesivo con el fin de recobrar parte de la riqueza neumática tradicional. Ciertamente, no existe un texto conciliar dedicado a la tercera persona de la Trinidad; pero ya está preparado el terreno para señalizar los caminos del mañana. Después de todo, únicamente en el Espíritu se puede alcanzar a Cristo en su ser mismo. La asamblea cristiana se recibe y reconoce como sacramento de Cristo precisamente en el Espíritu. Es él quien guía a los hombres en su camino hacia el Reino del Padre, él quien ayuda a los bautizados a interpretar las señales de los tiempos, él quien “conduce el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra”. La brújula sobre la cual trata esta serie de conferencias es él en definitiva. Como lo deseaba Pablo VI: “A la cristología y especialmente a la eclesiología del Concilio, deben suceder un estudio nuevo y un culto nuevo del Espíritu Santo, justamente como complemento indispensable de la enseñanza del Concilio” (Audiencia del 6 de junio de 1973). Será largo el camino que queda por recorrer. Visité un día a un sacerdote muy enfermo de edad avanzada. “Con Cristo –me confió– siempre he estado al mismo nivel. Por eso, la misa diaria representa la esencia de mi espiritualidad. Al seguir a Cristo, no es posible no dirigir la mirada hacia el Padre. Y a menudo mis oraciones comienzan con esta evocación: Padre. ¿Pero el Espíritu? Me pregunto si alguna vez le he rezado realmente al Espíritu Santo. Para mí, el Espíritu es el Gran Discreto”. Desde hace mucho tiempo me pregunto si en realidad el Espíritu no es el Gran Discreto de la vida de nuestra Iglesia latina. ¿Cómo dar el gusto del Espíritu Santo? Sostengo que en esto se trata de una segunda tendencia fuerte lanzada por nuestro Concilio. Juan Pablo II procuró llenar este vacío con la magnífica encíclica Dominum et vivificantem, publicada en 1986; pero ésta al parecer cayó en una especie de gran indiferencia. Desde ese momento, le correspondía al Espíritu manifestarse a su manera: provocó, a partir de la década posterior al Concilio, un florecimiento de movimientos y comunidades en los cuales, en la comunión más estrecha, a veces también compartiendo la vida, sacerdotes, religiosos y laicos aspiraban a dar testimonio de los carismas recibidos y volver a encontrar el modelo de las primeras comunidades cristianas. Se habló entonces de una nueva primavera para la Iglesia. A partir del Vaticano II, el magisterio reciente de la Iglesia ha insistido en la acción universal del Espíritu en el mundo: es que el gusto del Espíritu Santo, como acabamos de esbozarlo, conduce naturalmente a la preocupación por el otro. ¿Quién es ese otro? El otro es en primer lugar el más alejado al cual es preciso acercarse y apreciar. En

UN CONCILIO NUNCA TENDRÁ EL PODER DE UN JOSUÉ: NO DETIENE LA HISTORIA. EN EL CURSO DE LOS ÚLTIMOS CUARENTA AÑOS LA ACELERACIÓN DE ESTA ÚLTIMA NO HA TENIDO PARANGÓN. EL CONCILIO ADIVINABA SÓLO APENAS EL ADVENIMIENTO DE LA GLOBALIZACIÓN DE LAS ECONOMÍAS Y LAS CULTURAS (…)

"Como lo deseaba Pablo VI: «A la cristología y especialmente a la eclesiología del Concilio, deben suceder un estudio nuevo y un culto nuevo del Espíritu Santo, justamente como complemento indispensable de la enseñanza del Concilio» (Audiencia del 6 de junio de 1973)."

las relaciones del cristianismo con las religiones que no se refieren a Cristo, el Concilio provocó una especie de revolución copernicana. Dos documentos promulgados en 1965 ilustran este viraje decisivo: la declaración Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, que con el tiempo llegó a ser uno de los textos más decisivos del Concilio, y la declaración Dignitatis humanae, que se refiere a la libertad religiosa. El Concilio aludió a dos nociones en realidad muy tradicionales: la de las “semillas del Verbo”, que inspira la acción de los hombres de buena voluntad más allá de la diversidad de confesiones, y la del respeto a las conciencias, que no podrían ser obligadas, por una presión externa, a adherirse a una

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(…) EL VATICANO II INCULCÓ A LOS CRISTIANOS UN PRINCIPIO DE BENEVOLENCIA PARA CON EL MUNDO TAL COMO ES. ES EN ESE MUNDO, TAN CONCRETO, TAN OSCURO A VECES, Y DE NINGUNA MANERA EN AQUEL IDEALIZADO DE LAS UTOPÍAS, DONDE, COMO DECÍA GAUDIUM ET SPES, EL ESPÍRITU SIGUE ESCRIBIENDO LA HERMOSA HISTORIA DE LA SALVACIÓN.

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fe determinada. Llama a una fraternidad universal. Varios hechos de gran alcance comenzaron a construir esta fraternidad: pienso en el famoso encuentro de Asís del 27 de octubre de 1986, seguido de otros parecidos. Desde las declaraciones de Pablo VI hasta el viaje de Benedicto XVI a Tierra Santa, el año pasado, la enseñanza magisterial aboga con una continuidad notable en favor de un diálogo respetuoso y sincero entre los seguidores de las distintas religiones. Esta preocupación por el más alejado, en la cual advertimos una tercera tendencia fuerte, enriquece los conocimientos mutuos y purifica, en determinados puntos, la comprensión que los fieles tenían de sus propias creencias. Sin embargo, no deja de someter la teología cristiana a temibles interrogantes: ¿cuál es el lugar de Cristo en la acción salvífica de las religiones no cristianas? ¿Podría Dios haber elegido otros mediadores fuera de Jesucristo, como hoy sostiene la llamada corriente pluralista? En contra de esta última, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió en el año 2000 la declaración Dominus Iesus, en la cual se recordaba “la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y la Iglesia”. Las sociedades marcadas por el pluralismo cultural, como la francesa, ya no podrán prescindir del diálogo interreligioso, que ha llegado a ser un elemento esencial de la paz social. ¿Han percibido los poderes públicos que al recurrir al mismo han entrado en un camino de revisión de las prácticas del laicismo? Las religiones han llegado a ser verdaderos participantes sociales, lo que desde hace un tiempo se llama el “laicismo positivo”. Ya no es posible relegarlas al mero ámbito de las convicciones personales. Las comunidades confesionales han adquirido así el derecho a expresarse en cuanto tales en la plaza pública. El otro es también el hermano separado. La preocupación por el otro apunta entonces a superar progresivamente las barreras dejadas por la Historia y el pecado. El Vaticano II afirmó que el restablecimiento de la unidad entre todos los cristianos era una de sus principales preocupaciones. La Iglesia fue fundada una y única por Cristo; las divisiones entre los cristianos constituían por tanto un rechazo de la voluntad del Señor y un escándalo para el mundo. Cuatro décadas de diálogo ecuménico han hecho caer numerosos prejuicios; se han establecido puentes entre puntos de vista considerados inicialmente irreconciliables. Se adoptó una cantidad impresionante de documentos. Pienso en particular en la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación de 1999, que permitió a los católicos y a los luteranos superar conflictos de importancia crucial, que se remontaban al siglo XVI. Esta preocupación por la comunión llegó a ser como un leitmotiv del catolicismo desde hace cuarenta años. La encíclica Ut unum sint de Juan Pablo II,

publicada en 1995, recordaba que el Concilio veía en el movimiento ecuménico una obra del Espíritu Santo que suscitaba en el corazón de todos los fieles de Cristo un deseo ardiente de unidad. Sin embargo, esta cuarta tendencia parece marcar el paso hoy día: el entusiasmo de los comienzos ha dado paso a gestiones más sobrias y moderadas. Hay quienes han llegado a hablar de crisis; pero, como explicaba el Cardenal W. Kasper, “una situación de crisis es una situación en la cual los métodos antiguos han llegado a su fin, pero se abren espacios para nuevas posibilidades”. La intercomunión en la verdad no es para mañana; han surgido nuevos obstáculos, como la ordenación de las mujeres por los anglicanos. El ecumenismo sigue siendo un ardiente llamado a la conversión de los corazones. El otro es también todo el que viene, todo hombre que habite en este mundo. La preocupación por el otro se extiende entonces a una preocupación por el mundo. Un concilio nunca tendrá el poder de un Josué: no detiene la Historia. Ha llegado a ser algo muy común reconocer que en el curso de los últimos cuarenta años la aceleración de esta última no ha tenido parangón. El Concilio adivinaba sólo apenas el advenimiento de la globalización de las economías y las culturas; no podía prever la desaparición de las ideologías ni la caída del muro de Berlín ni la aparición de tesis aludiendo a un conflicto de las civilizaciones ni los prodigiosos avances de la biología dedicada al cuerpo humano ni por último las inquietudes cada día mayores por la salud de nuestro planeta. Hablaba todavía de ateísmo cuando el mayor desafío lanzado a las religiones sería mañana el de la indiferencia y la pérdida de interés en las cosas del sentido. Sin embargo, podemos sostener que el Vaticano II inculcó a los cristianos lo que yo llamaría un principio de benevolencia para con el mundo tal como es, en lo cual podemos advertir una quinta tendencia de largo plazo. Es precisamente en ese mundo, tan concreto, tan carnal, tan oscuro a veces, y de ninguna manera en aquel idealizado de las utopías, donde, como decía Gaudium et spes, el Espíritu sigue escribiendo la hermosa historia de la salvación. Dios ama ese mundo: ¿cómo podríamos no estar llenos de solicitud por el mismo? Esta solicitud no se ha desmentido con posterioridad. Apoyándose en la constitución conciliar, los cristianos han desplegado una ética de los derechos humanos, que ha dado a este mundo como un nuevo peso de gracia. El comunismo soviético ha exhalado el último suspiro de un alma que jamás tuvo; las dictaduras han cedido ante la presión de los pueblos. Pienso con mayor frecuencia especialmente en América Latina, donde la Iglesia se encontró entre las fuerzas de la renovación social. Sin embargo, surge el riesgo de convertir ahora esos derechos en una retórica un poco vacía, cuando el más fundamental de ellos, el derecho a la vida, como lo recordaba la encíclica

LA SECULARIZACIÓN HA DADO FORMA A SOCIEDADES CUYO CARÁCTER NUNCA HABÍAMOS CONOCIDO EN EL PASADO: POR CONSIGUIENTE, ES PRECISO QUE LOS CRISTIANOS INVENTEN UNA EVANGELIZACIÓN DE LA CULTURA Y POR LA CULTURA. LAS FUERZAS VIVAS DE NUESTRA IGLESIA TODAVÍA NO LE HAN TOMADO EL PESO A ESTA TREMENDA OBLIGACIÓN.

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SI NO AMAMOS LA IGLESIA, ¿DE DÓNDE SACARÍAMOS EL VALOR Y EL ORGULLO DE LLAMARNOS CRISTIANOS EN SOCIEDADES QUE YA NO RECUERDAN EN ABSOLUTO LOS ORÍGENES CRISTIANOS DE SU CULTURA?

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"El propósito de Benedicto XVI es aún más audaz. Recordamos que la modernidad se edificó a partir de un acto de fe en la razón humana. A partir de Auschwitz, esta razón experimenta un eclipse que sumerge a esta modernidad en la amargura de las dudas y las tentaciones del nihilismo. Para salvarla de su propio desencantamiento, se requiere por lo tanto restablecer la confianza en el uso de la razón humana pura y simple, en su capacidad de alcanzar un orden de verdad. Es esta tarea ya esbozada por la encíclica Fides et ratio, lo que el pontificado actual ha elegido como línea directriz de su misión."

Evangelium vitae de 1995, es negado cada día a miles de miles de seres humanos inocentes en el comienzo de su existencia. Por último, esta solicitud con el mundo moderno exige a la Iglesia revisar completamente su misión y su modo de presencia. La secularización ha dado forma a sociedades cuyo carácter nunca habíamos conocido en el pasado: por consiguiente, es preciso que los cristianos inventen –y la expresión no es demasiado fuerte– una “nueva evangelización”, una evangelización de la cultura y por la cultura. Desgraciadamente, me parece que todas las fuerzas vivas de nuestra Iglesia todavía no le han tomado el peso a esta tremenda obligación. El propósito de Benedicto XVI es aún más audaz. Recordamos que la modernidad se edificó a partir de un acto de fe en la razón humana. Ahora bien, a partir de Auschwitz, esta razón experimenta un eclipse que sumerge a esta modernidad en la amargura de las dudas y las tentaciones del nihilismo. Para salvarla de su propio desencantamiento, se requiere por lo tanto restablecer la confianza en el uso de la razón humana pura y simple, en su capacidad de alcanzar un orden de verdad. Es precisamente esta tarea gigantesca de cambio total, ya esbozada por la encíclica Fides et ratio de 1998, lo que el pontificado actual ha elegido como línea directriz de su misión. Al hombre que le preguntaba qué debía hacer para ser feliz, Jesús le recomendaba amar a Dios con todas sus fuerzas y al prójimo como a

sí mismo. El Concilio no ha procedido de distinta manera al hablar del gusto del Otro, de Dios y de la preocupación por el prójimo. Amar al prójimo como a uno mismo, recibirse a uno mismo como a otro, para retomar una imagen de Paul Ricoeur: falta entonces evocar ese último tipo de amor, el amor primordial de los bautizados a su Iglesia. Si no se ama la Iglesia, en realidad, ¿por qué se confiaría en ella? ¿Por qué se creería en los dogmas que define y por qué se seguiría la moral que enseña? Si no amamos la Iglesia, ¿de dónde sacaríamos el valor y el orgullo de llamarnos cristianos en sociedades que ya no recuerdan en absoluto los orígenes cristianos de su cultura? Amar la Iglesia como una madre, como escribía Juan XXIII en una encíclica famosa, él que iba a convocar un concilio para que la Iglesia tomara conciencia de su misión de luz, luz para los suyos y luz para el mundo, Lumen gentium Sólo se ama lo que se comprende. En la constitución que tiene este nombre y sobre la cual trato aquí, en una última etapa, el Vaticano II procura dar mayor profundidad a nuestra comprensión de la Iglesia y, si puedo decirlo, un carácter más “afectivo”. Mientras el acento se había puesto durante mucho tiempo en el aspecto jerárquico de la sociedad Iglesia, el Concilio parte del misterio de la Iglesia, que únicamente la fe puede captar. Precisamente en este misterio ella acoge la comunión que une a las personas de la Trinidad y aspira a hacerla pasar a sus miembros antes que brille en el mundo. Cada uno de los miembros del pueblo nuevo, el Pueblo de Dios caminando con los hombres, es incitado a recibir esta comunión divina y a vivirla, ya que absolutamente todos son llamados igualmente a la santidad. La insistencia en la unidad de la santidad renovó en parte el rostro de nuestra Iglesia: jamás, durante su larga historia de dos milenios, el laicado se había valorizado en esa medida. El Vaticano II ya les había recordado sus responsabilidades en la construcción de la Ciudad; a partir de ese momento, la Iglesia abogó incansablemente por que los cristianos se comprometieran en las grandes causas y en los debates decisivos de nuestra época. La preocupación por la justicia y el apoyo a los más débiles no son para ellos materias optativas. Ella explica a los gobernantes que la fe cristiana, cuando apelan a ella, debe iluminar con la misma luz tanto sus decisiones políticas como su vida privada. A tiempo y a destiempo sostiene que nada podría reemplazar a la familia, porque sabe, con un saber a menudo milenario, que la salud de una sociedad despierta en la cuna de una comunión de personas, como decía Juan Pablo II en su exhortación apostólica Familiaris consortio, en 1981. Por último, la Iglesia envió a los laicos a la vanguardia de la misión. El llamado del decreto Ad Gentes fue lanzado nuevamente en dos documentos importantes, la exhortación apostólica de Pablo VI, Evangelii nuntiandi, en 1975,

MIENTRAS EL ACENTO SE HABÍA PUESTO DURANTE MUCHO TIEMPO EN EL ASPECTO JERÁRQUICO DE LA SOCIEDAD IGLESIA, EL CONCILIO PARTE DEL MISTERIO DE LA IGLESIA, QUE ÚNICAMENTE LA FE PUEDE CAPTAR. PRECISAMENTE EN ESTE MISTERIO ELLA ACOGE LA COMUNIÓN QUE UNE A LAS PERSONAS DE LA TRINIDAD Y ASPIRA A HACERLA PASAR A SUS MIEMBROS ANTES QUE BRILLE EN EL MUNDO.

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"El Catecismo de la Iglesia Católica aspiraba a poner las grandes intuiciones del concilio al alcance de todos. Podría llamarse también Catecismo del Vaticano II. La obra reformadora del Concilio de Trento sólo logró conmover y transformar las mentalidades católicas mediante su catecismo, que se mantuvo vigente durante más de tres siglos. Ocurrirá lo mismo con el Vaticano II… ¡si se termina leyendo su catecismo! ¿Quiénes lo conocen, en realidad?"

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y la encíclica Redemptoris missio de Juan Pablo II, que apareció en 1990: “Veo el despertar de una nueva era misionera –escribía este último–, que un día llegará a ser rica en frutos si todos los cristianos (…) responden con generosidad y santidad a los llamados y a los desafíos de nuestra época”. En ciertos íconos, la Iglesia es evocada con la forma de un edificio en el cual el extremo de la punta de la cúpula penetra hasta el interior de la Trinidad. La imagen hace sentir que la comunión de las personas divinas debe descender e impregnar a toda la Iglesia, llamada a convertir sus prácticas y también sus estructuras. Traduzco: las distintas administraciones de la Iglesia, desde la curia romana hasta la organización parroquial, deben siempre estar sometidas a ese primado de la comunión. ¿Ha atravesado el espíritu de algunos Padres conciliares el sueño patrístico de un gobierno de los obispos en comunión entre ellos? Hay seguridad, en todo caso, de que la exigencia de comunión ha asumido el nombre especial de colegialidad, donde advertimos una última tendencia, que lleva a los obispos a reunirse en conferencias provinciales, nacionales, a saber continentales, para intercambiar sus puntos de vista y tomar juntos las decisiones requeridas por la misión de las Iglesias locales. Sobre todo participan con regularidad en lo que viene a ser uno de los florones del Concilio: situado bajo la autoridad de Pedro, encargado de la comunión en el seno de la Iglesia universal, el Sínodo de los obispos se esfuerza por implantar en la Iglesia y el mundo lo que hemos llamado, inspirado por nuestro cuadro inicial, la cultura del escuchar al otro. Vemos ya que el diálogo frecuente, las deliberaciones y las proposiciones hechas al Papa tienden a asegurar un nuevo equilibrio entre la Iglesia universal y las Iglesias particulares. ¿Son suficientes las tendencias que hemos creído advertir -siete en total, número perfecto- para diseñar las grandes avenidas del mañana? La historia se burla a veces de los “futuribles”: alterna entre las páginas luminosas y las páginas más oscuras. El día 2 de abril de 2005 desaparecía el Papa Juan Pablo II. Su obra máxima será ciertamente el Catecismo de la Iglesia Católica. Este catecismo aspiraba a poner las grandes intuiciones del concilio al alcance de todos. Podría llamarse también Catecismo del Vaticano II. La obra reformadora del Concilio de Trento sólo logró conmover y transformar las mentalidades católicas mediante su catecismo, que se mantuvo vigente durante más de tres siglos. Ocurrirá lo mismo con el Vaticano II… ¡si se termina leyendo su catecismo! ¿Quiénes lo conocen, en realidad? ¿Quiénes hablan del mismo? ¿Qué recorrido catequístico se inspira en él? En Francia, por lo menos, este sumario de la fe sigue siendo suntuosamente igno-

"Seis días después, es decir, el 8 de abril, en la plaza San Pedro, el mundo entero se había dado cita. Nunca en la historia, en una reunión internacional, ni siquiera en la ONU, se ha visto reunido simultáneamente semejante areópago de jefes de Estado o de gobierno, todos experimentando la misma emoción. ¡Tenía ahí lugar una cima de la caridad!"

rado. En el mejor de los casos, se acepta mencionarlo como una referencia entre otras, siendo que debería ser la referencia de todas las otras… ¿Sería éste el gran fracaso de Juan Pablo II? Pero este fracaso sería también el del Concilio. Seis días después, es decir, el 8 de abril, en la plaza San Pedro, el mundo entero se había dado cita. Nunca en la historia, en una reunión internacional, ni siquiera en la ONU, se ha visto reunido simultáneamente semejante areópago de jefes de Estado o de gobierno, todos experimentando la misma emoción. Venían, ciertamente, a saludar la memoria del pontífice que marcó su época. ¡Pero en definitiva también estaban participando en una misa! Por un instante, un momento fugaz, la eucaristía se celebraba sobre el mundo. ¡Tenía ahí lugar una cima de la caridad! Y cuando vi con mis propios ojos, en el momento del beso de paz, al Presidente sirio estrechar la mano del Presidente israelí, que a su vez le palmoteó amistosamente el hombro, me dije que en definitiva algo de ese “Concilio del escuchar a los otros”, había terminado por penetrar en la tierra de los hombres.

A TIEMPO Y A DESTIEMPO SOSTIENE QUE NADA PODRÍA REEMPLAZAR A LA FAMILIA, PORQUE SABE, CON UN SABER A MENUDO MILENARIO, QUE LA SALUD DE UNA SOCIEDAD DESPIERTA EN LA CUNA DE UNA COMUNIÓN DE PERSONAS, COMO DECÍA JUAN PABLO II EN FAMILIARIS CONSORTIO.

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¿Bajo qué aspecto se presentará

la Iglesia en el año 2000? POR JOSEPH RATZINGER

Las grandes palabras de quienes nos profetizan una Iglesia sin Dios y sin fe son palabras vanas. No necesitamos una Iglesia que celebre el culto de la acción en «oraciones» políticas. Es completamente superflua y por eso desaparecerá por sí misma. Permanecerá la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia que cree en el Dios que se ha hecho ser humano y que nos promete la vida más allá de la muerte.

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Hace poco más de cuarenta años y casi una década antes de ser nombrado obispo por Pablo VI, el entonces sacerdote y profesor de teología en Tubinga y luego Ratisbona, Dr. Joseph Ratzinger, emitía una serie de charlas en un programa radiofónico de su país. La editorial Kösel-Verlag de München las reunió en 1970 publicando con ellas un libro de cinco capítulos titulado “Glaube und Zukunft”, traducido al año siguiente al español como “Fe y futuro”. Gracias a una gentileza de Editorial Desclee de Brouwer, que ha reeditado “Fe y futuro” de Joseph Ratzinger, reproducimos para los lectores de Humanitas, por su riqueza y candente actualidad, el quinto capítulo del mencionado libro.

El teólogo no es un adivino. Tampoco es un futurólogo que, a partir

de factores calculables del presente, hace cálculos sobre el futuro. Su oficio escapa en gran parte al cálculo; sólo mínimamente podría llegar a ser objeto de la futurología, que no es tampoco un arte En tiempos de violentas adivinatoria, sino que establece lo que es calculable, y convulsiones históricas en tiene que dejar pendiente lo que no es calculable. Dado las que parece desvanecerse lo que ha sucedido hasta ese que la fe y la Iglesia se adentran hasta esa profundidad momento, y abrirse algo que del ser humano de la que surge siempre lo nuevo creativo, es completamente nuevo, el ser lo inesperado y no planificado, de ello se deduce que su humano necesita reflexionar futuro permanece escondido para nosotros, también en sobre la historia, que le hace ver la época de la futurología. ¿Quién hubiera podido predeen su justa medida el instante cir, al morir Pío XII, el concilio Vaticano II o la evolución irrealmente agrandado. posconciliar? ¿O quién se hubiera atrevido a predecir el Vaticano I cuando Pío VI, secuestrado por las tropas de la joven república francesa, murió prisionero en Valence en 1799? Ya tres años antes uno de los dirigentes de la república había escrito: «Este viejo ídolo será destruido. Así lo quieren la libertad y la filosofía… Es de desear que Pío VI viva todavía dos años, para que la filosofía tenga tiempo de completar su obra y de dejar a este lama de Europa sin sucesor»1. Y pareció que realmente era así, hasta tal punto que se hicieron oraciones fúnebres por el papado, que se daba ya por definitivamente extinguido. Ilustración página anterior: Fresco de la Resurrección Giotto. Capilla de los Scrovegni. Padua.

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1. Citado en F.X. Seppelt – G. Schwaiger, Geschichte der Päpste, Kösel, München 1964, pp. 367-368. Cf. también la exposición que se halla en L.J. Rogier – G. de Bertier de Sauvigny, Geschichte der Kirche IV, Benziger, Einsiedeln 1966, pp. 177ss. G. de Bertier de Sauvigny afirma como resumen sobre la situación al final del periodo de la Ilustración: «En pocas palabras: si a principios del siglo xix el cristianismo tenía aún algunas posibilidades de seguir existiendo, estas posibilidades eran manifiestamente más para las Iglesias surgidas de la Reforma que para la Iglesia católica, golpeada en la cabeza y en los miembros» (p. 181).

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“¿Quién hubiera podido predecir, al morir Pío XII, el concilio Vaticano II o la evolución posconciliar? ¿O quién se hubiera atrevido a predecir el Vaticano I cuando Pío VI, secuestrado por las tropas de la joven república francesa, murió prisionero en Valence en 1799? Ya tres años antes uno de los dirigentes de la república había escrito: «Este viejo ídolo será destruido. Así lo quieren la libertad y la filosofía… Es de desear que Pío VI viva todavía dos años, para que la filosofía tenga tiempo de completar su obra y de dejar a este lama de Europa sin sucesor». Y pareció que realmente era así, hasta tal punto que se hicieron oraciones fúnebres por el papado, que se daba ya por definitivamente extinguido.” (Retrato de Pío XII)

Seamos, por consiguiente, prudentes con los pronósticos. Aún es válida la palabra de Agustín según la cual el ser humano es un abismo; nadie puede observar de antemano lo que se alza de ese abismo. Y quien cree que la Iglesia no está determinada sólo por ese abismo que es el ser humano, sino que se fundamenta en el abismo mayor e infinito de Dios, tiene motivos más que suficientes para abstenerse de unas predicciones cuya ingenuidad en el querer-tener-respuestas podría revelar sólo ignorancia histórica. Pero entonces ¿tiene algún sentido nuestro tema? Puede tenerlo si uno es consciente de sus límites. Precisamente en tiempos de violentas convulsiones históricas en las que parece desvanecerse lo que ha sucedido hasta ese momento, y abrirse algo que es completamente nuevo, el ser humano necesita reflexionar sobre la historia, que le hace ver en su justa medida el instante irrealmente agrandado, y enmarca de nuevo ese instante en un acontecer que nunca se repite, pero que tampoco pierde nunca su unidad y su contexto. Ahora podrían ustedes decir: «¿Hemos oído bien? ¿Reflexionar sobre la historia? Pero esto significa dirigir una mirada al pasado, cuando en realidad esperábamos poner la vista en el futuro». Sí, han oído bien, pero pienso que la reflexión sobre la historia, si es bien entendida, comprende ambas cosas: una mirada retrospectiva a lo anterior y, desde ahí, la reflexión

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sobre las posibilidades y las tareas de lo venidero, que sólo se pueden esclarecer si se abarca con la mirada un tramo mayor de camino y uno no se cierra ingenuamente en el hoy. La mirada retrospectiva no permite hacer predicciones del futuro, pero limita la ilusión de lo que se presenta como completamente único, y muestra cómo también en el pasado ha existido algo comparable, aunque no lo mismo. En lo que hay de desigual entre entonces y hoy se fundamenta la incertidumbre de nuestros enunciados y la novedad de nuestras tareas; en lo que es igual se fundamenta la posibilidad de una orientación y una corrección. Nuestra situación eclesial actual es comparable ante todo al período del llamado modernismo, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX y, en segundo lugar, al final del rococó, apertura definitiva de La Ilustración tuvo su la época moderna con la Ilustración y la revolución francesa. movimiento litúrgico, en el La crisis del modernismo no se realizó por completo, sino que cual se intentó simplificar la liturgia, reduciéndola a sus fue interrumpida por las medidas de Pío X y por el cambio estructuras fundamentales y de situación espiritual tras la primera guerra mundial; la originarias; había que eliminar crisis actual es sólo la reanudación, diferida durante mucho los excesos del culto a las tiempo, de lo que empezó entonces. Así, queda la analogía reliquias y a los santos y, sobre con la historia de la Iglesia y de la teología en la Ilustración. todo, había que introducir en Quien la analice más detenidamente se sorprenderá por el la liturgia la lengua vernácula, grado de semejanza entre lo que sucedió entonces y lo que especialmente el canto popular y la participación comunitaria. sucede hoy. La «Ilustración» como época histórica no tiene hoy buena fama; incluso quien sigue tras sus huellas no quiere ser tenido por ilustrado, sino que se distancia del racionalismo de aquella época, demasiado simplista, a su juicio, si se toma la molestia de recordar una historia ya acontecida. Tendríamos ya aquí una primera analogía: el decidido rechazo de la historia, que sólo se considera válida como trastero de lo anterior, que no podría ser útil para un hoy completamente nuevo; la certeza, segura de su victoria, de que ahora no se debe actuar ya según la tradición, sino únicamente de modo racional; el papel en general de palabras como racional, transparente y otras semejantes… todo esto es sorprendentemente parecido entonces y hoy. Pero tal vez antes que estos datos, a mi juicio negativos, se debería contemplar esa extraña mezcla de unilateralidades e iniciativas positivas, que une a los ilustrados de entonces y de hoy y que ya no permite que el hoy aparezca como lo que es completamente nuevo y está fuera de toda comparación histórica. La Ilustración tuvo su movimiento litúrgico, en el cual se intentó simplificar la liturgia, reduciéndola a sus estructuras fundamentales

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y originarias; había que eliminar los excesos del culto a las reliquias y a los santos y, sobre todo, había que introducir en la liturgia la lengua vernácula, especialmente el canto popular y la participación comunitaria. La Ilustración tuvo su movimiento episcopal, que quería subrayar, frente a una centralización unilateral de Roma, la importancia de los obispos; tuvo sus componentes democráticos como, por ejemplo, el caso del vicario general de Constanza, Wessenberg, que exigía sínodos diocesanos y provinciales democráticos. Quien lee sus obras cree encontrarse con un progresista de nuestros días: se pide la abolición del celibato, se admiten sólo formularios sacramentales en lengua vernácula, se bendicen matrimonios mixtos sin el compromiso de la educación de los hijos, etcétera. Que Wessenberg se preocupara de predicar con regularidad y de elevar el nivel de instrucción religiosa, que quisiera crear un movimiento bíblico y otras muchas iniciativas semejantes, esto sólo demuestra una vez más que en aquellas personas no actuaba sólo un racionalismo estrecho de miras. No obstante, la impresión sigue siendo que su figura es contradictoria, porque a fin de cuentas usa sólo la tijera de poda de la razón que construye, que puede hacer algunas cosas buenas pero no es la única herramienta de un jardinero2. Una impresión semejante de incoherencia es la que produce la lectura del sínodo de Pistoya, un concilio de la Ilustración en el que participaron 234 obispos, que fue celebrado en el norte de Italia en 1786 y que trató de traducir las ideas de reforma de aquel tiempo a la realidad eclesial, pero fracasó –y no es ésta la razón menos importante– por

“Seguirá siendo aún necesario el sacerdote que no es especialista, que no se queda al margen cuando aconseja, en el ejercicio de su ministerio, sino que en nombre de Dios se pone a disposición de los demás y se entrega a ellos en sus tristezas, sus alegrías, su esperanza y su angustia.” (San Vicente de Paul recoge a un menesteroso)

2. Cf. el instructivo artículo sobre Wessenberg del arzobispo C. Gröber en la primera edición del LThK X, cols. 835-839; LThK2 X, cols. 1064ss (W. Müller). K. Aland ha iniciado la edición de las obras de Wessenberg.

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una mezcla de auténtica reforma y racionalismo ingenuo. De nuevo cree uno que está leyendo un libro posconciliar cuando encuentra la tesis de que el ministerio sacerdotal no fue instituido directamente por Cristo, sino que procede únicamente del seno de la Iglesia, la cual es sacerdotal en su totalidad sin distinción alguna; o cuando oye que una misa sin comunión no tiene sentido, o cuando se describe el primado papal como algo puramente funcional o, a la inversa, cuando se hace hincapié en el derecho divino del episcopado3. Ya en 1794 fueron condenadas por Pío VI una gran parte de las proposiciones de Pistoya; la unilateralidad de este sínodo había desacreditado también sus buenos planteamientos. Para saber dónde se encuentran, y dónde no, los elementos Pero en estos cambios que portadores de futuro, me parece que lo más instructivo es se pueden suponer, la Iglesia encontrará de nuevo y con reflexionar sobre las personas y sobre los grupos afines de toda la determinación lo que aquella época. Sólo podemos elegir, claro está, algunos es esencial para ella, lo que tipos característicos en los que se muestre la amplitud de siempre ha sido su centro: posibilidades de entonces y, al mismo tiempo y una vez la fe en el Dios trinitario, en más, la asombrosa analogía con nuestro tiempo. En efecto, Jesucristo, el Hijo de Dios están los progresistas extremos, representados, por ejemhecho hombre, la ayuda del plo, por la triste figura del arzobispo parisino Gobel, que Espíritu que durará hasta el fin. La Iglesia reconocerá siguió valientemente todos los pasos del progreso de su de nuevo en la fe y en la tiempo: primero, a favor de una Iglesia nacional constituoración su verdadero centro y cional; después, como si tampoco esto fuera ya suficiente, experimentará nuevamente los renunció solemnemente al sacerdocio, declarando que, sacramentos como celebración desde el feliz inicio de la revolución, no había ya necesidad y no como un problema de de más culto nacional que el de la libertad y la igualdad. estructura litúrgica. Participó en la adoración de la diosa razón en Notre Dame, pero al final el progreso pasó también sobre él: bajo Robespierre, el ateísmo volvió a ser de pronto un delito y el ex arzobispo fue conducido a la guillotina como ateo, y ajusticiado4. En Alemania la situación se presentó más tranquila. Habría que mencionar como progresista clásico, por ejemplo, al director del Georgianum de München, Matthias Fingerlos. En su obra Wozu sind Geistliche da? [Sacerdotes ¿para qué?] explica que el sacerdote debe ser ante todo un maestro del pueblo, que debe instruir al pueblo 3. Cf. los textos en Denzinger-Schönmetzer 2600-2700, especialmente 2602, 2603, 2606, 2628 (texto latino y versión castellana en Heinrich Denzinger – Peter Hünermann, El magisterio de la Iglesia. Enchiridion symbolorum definitionum et declarationum de rebus fidei et morum, Herder, Barcelona 1999, pp. 675-710). Cf. L. Willaert, «Synode von Pistoia», en LThK2 VIII, cols. 524-525. 4. Cf. L.J. Rogier, Geschichte der Kirche IV, op. cit., pp. 133ss.

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“La fe de este pobre panadero resultó ser más humanista y razonable que la racionalidad académica de los racionalistas puros. De hecho, lo que sobrevivió y lo que surgió como futuro de las ruinas de finales del siglo xviii fue (…) una Iglesia que se había hecho más pequeña, que había perdido esplendor social, pero que al mismo tiempo se había hecho más fecunda por la nueva fuerza de su interioridad y que, a través de los grandes movimientos de laicos y en las numerosas y nuevas fundaciones de órdenes, que tuvieron lugar desde mediados del siglo xix, produjo nuevas fuerzas para la formación y la realidad social, hasta tal punto que no es posible imaginar nuestra historia más reciente sin ellas.” (Retrato de San Clemente María Hofbauer).

sobre la agricultura, la ganadería, el cultivo de la fruta, sobre los pararrayos, pero también sobre la música y el arte –hoy se diría: el sacerdote tiene que ser ante todo un trabajador social y debe ponerse al servicio de la construcción de una sociedad racional, purificada de los irracionalismos5 –. En el centro, como progresista moderado, se podría situar la figura del ya mencionado vicario general de Constanza, Wessenberg, que de ningún modo habría participado en una simple reducción de la fe al trabajo social, pero que, por otro lado, mostraba muy poca comprensión por lo que es orgánico, lo vivo, lo que se sustrae a las puras construcciones de la razón. Un orden de valores completamente distinto lo encontramos en la figura del entonces obispo de Ratisbona, Johann Michael Sailer. Resulta difícil clasificarlo. Las categorías habituales de progresismo y conservadurismo fracasan ante él, como muestra ya el desarrollo de su vida: en 1794, acusado de racionalismo, le retiraron la cátedra de Dillingen; todavía en 1819 fracasó su nombramiento para obispo de Augsburgo, entre otras razones por la oposición de Clemens María Hofbauer, más tarde canonizado, que 5. A. Schmid, Geschichte des Georgianums in München, Pustet, Regensburg 1894, pp. 228ss.

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“Están los progresistas extremos, representados, por ejemplo, por la triste figura del arzobispo parisino Gobel, que siguió valientemente todos los pasos del progreso de su tiempo: primero, a favor de una Iglesia nacional constitucional; después, como si tampoco esto fuera ya suficiente, renunció solemnemente al sacerdocio, declarando que, desde el feliz inicio de la revolución, no había ya necesidad de más culto nacional que el de la libertad y la igualdad. Participó en la adoración de la diosa razón en Notre Dame, pero al final el progreso pasó también sobre él: bajo Robespierre, el ateísmo volvió a ser de pronto un delito y el ex arzobispo fue conducido a la guillotina como ateo, y ajusticiado.”

Grabado "Fiesta del Ser Supremo en Las Tullerías, el 20 Prarial año II"

siempre lo tuvo por racionalista. Por otro lado, ya en 1806 su discípulo Zimmer fue alejado de la Universidad de Landshut, con el reproche de reaccionario; en esta universidad se hostigaba a Sailer y su círculo como auténticos enemigos de la Ilustración: el mismo hombre considerado siempre por Hofbauer como racionalista fue tenido por los verdaderos partidarios del racionalismo como su adversario más peligroso6. Tenían razón. De este hombre y del amplio círculo de sus amigos y discípulos surgió un movimiento que tenía en sí mucho más futuro que la arrogante presunción de los racionalistas puros. Sailer era un hombre abierto a todas las cuestiones de su tiempo. La anticuada escolástica jesuítica de Dillingen, en cuyo sistema bien estructurado hacía bastante tiempo que ya no podía penetrar la realidad, debió parecerle insuficiente. Kant, Jacobi, Schelling y Pestalozzi son sus interlocutores: para él, la fe no está ligada a un sistema de enunciados, y no se debe mantener mediante la huida a lo irracional, sino que debe subsistir en abierto contraste con el hoy. Pero el mismo Sailer conocía la gran tradición teológica y mística de la Edad Media con una profundidad insólita en su tiempo, porque no reducía al ser humano al instante presente, sino que sabía que éste sólo consigue adentrarse en sí mismo si se abre con profundo respeto y atención a toda la riqueza de su his6. Sobre Sailer, cf. especialmente I. Weilner, Gottselige Innigkeit. Die Grundhaltung der religiösen Seele nach J.M. Sailer, Pustet, Regensburg 1949; Id., «J.M. Sailer, Christliche Innerlichkeit», en (J. Sudbrack – J. Walsh [eds.]) Grosse Gestalten christlicher Spiritualität, Echter, Würzburg 1969, pp. 322-342. Sobre P.B. Zimmer, cf. la tesis doctoral defendida en Tübingen por P. Schäfer, Philosophie und Theologie im Übergang von der Aufklärung zur Romantik, Vandenhoeck & Ruprecht, Göttingen 1971.

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toria. Y, sobre todo, Sailer no sólo pensaba, sino que vivía. Si buscaba una teología del corazón, no lo hacía por un sentimentalismo barato, sino porque le importaba el ser humano total, que llega a El futuro de la Iglesia puede la unidad de su ser por la compenetración de espíritu y venir y vendrá también hoy cuerpo, de las profundidades ocultas del sentimiento y de sólo de la fuerza de quienes la visible claridad del entendimiento. «Sólo se ve bien con tienen raíces profundas y viven el corazón», dijo Antoine de Saint-Exupéry. Si se compara el de la plenitud pura de su fe. progresismo sin vida de Matthias Fingerlos con la riqueza El futuro no vendrá de quienes y la profundidad de Sailer, se puede comprobar palpable- sólo dan recetas. No vendrá mente hasta qué punto es esto verdad. Sólo se ve bien con el de quienes sólo se adaptan al instante actual. No vendrá corazón: Sailer veía en profundidad porque tenía corazón. de quienes sólo critican a los De él podía surgir algo nuevo, portador de futuro, porque demás y se toman a sí mismos vivía de lo permanente y porque ponía a disposición de como medida infalible. este fin su vida y su propio ser. Y con esto hemos llegado al punto decisivo: sólo quien se da a sí mismo crea futuro. Quien sólo quiere enseñar, quien sólo desea cambiar a los otros, permanece estéril. Mas así hemos llegado también a aquel otro hombre que fue adversario tanto de Sailer como de Wessenberg: Clemens Maria Hofbauer, el panadero bohemio que fue canonizado7. Ciertamente este hombre era, en algunos aspectos, estrecho de miras e incluso un poco reaccionario. Pero era un hombre que amaba, que se ponía al servicio de los demás con toda su pasión intacta. Por un lado, pertenecieron a su círculo hombres como 7. Cf. H. Gollowitzer, «Drei Bäckerjungen»: Catholica 23 (1969), pp. 147-153.

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Schlegel, Brentano, Eichendorff; por otro, estaba incondicionalmente a disposición de los más pobres y abandonados, sin reservarse nada para sí, sino dispuesto a asumir cualquier ofensa si con ello podía ayudar a los demás. Y de este modo los otros podían descubrir a través de él de nuevo a Dios, como él mismo, desde Dios, había descubierto a los demás y sabía que necesitaban algo más que instrucción en el cultivo de la fruta y en la ganadería. En definitiva, la fe de este pobre panadero resultó ser más humanista y razonable que la racionalidad académica de los racionalistas puros. De hecho, lo que sobrevivió y lo que surgió La gratuidad que libera a las como futuro de las ruinas de finales del siglo xviii fue algo personas se alcanza sólo en completamente distinto de lo que habían supuesto Gobel o la paciencia de las pequeñas Fingerlos: fue una Iglesia que se había hecho más pequeña, renuncias cotidianas a que había perdido esplendor social, pero que al mismo tiemuno mismo. En esta pasión po se había hecho más fecunda por la nueva fuerza de su cotidiana, la única que permite interioridad y que, a través de los grandes movimientos de al ser humano experimentar laicos y en las numerosas y nuevas fundaciones de órdenes, de cuántas formas diferentes lo que tuvieron lugar desde mediados del siglo xix, produjo ata su propio yo, en esta pasión nuevas fuerzas para la formación y la realidad social, hasta cotidiana y sólo en ella, se abre tal punto que no es posible imaginar nuestra historia más el ser humano poco a poco. Él reciente sin ellas. solamente ve en la medida en Con esto hemos llegado a nuestro hoy y a la reflexión sobre que ha vivido y sufrido. el mañana. El futuro de la Iglesia puede venir y vendrá también hoy sólo de la fuerza de quienes tienen raíces profundas y viven de la plenitud pura de su fe. El futuro no vendrá de quienes sólo dan recetas. No vendrá de quienes sólo se adaptan al instante actual. No vendrá de quienes sólo critican a los demás y se toman a sí mismos como medida infalible. Tampoco vendrá de quienes eligen sólo el camino más cómodo, de quienes evitan la pasión de la fe y declaran falso y superado, tiranía y legalismo, todo lo que es exigente para el ser humano, lo que le causa dolor y le obliga a renunciar a sí mismo. Digámoslo de forma positiva: el futuro de la Iglesia, también en esta ocasión, como siempre, quedará marcado de nuevo con el sello de los santos. Y, por tanto, por seres humanos que perciben más que las frases que son precisamente modernas. Por quienes pueden ver más que los otros, porque su vida abarca espacios más amplios. La gratuidad que libera a las personas se alcanza sólo en la paciencia de las pequeñas renuncias cotidianas a uno mismo. En esta pasión cotidiana, la única que permite al ser humano experimentar

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“El proceso será largo y laborioso, al igual que también fue muy largo el camino que llevó de los falsos progresismos, en vísperas de la revolución francesa –cuando también entre los obispos estaba de moda ridiculizar los dogmas y tal vez incluso dar a entender que ni siquiera la existencia de Dios era en modo alguno segura– hasta la renovación del siglo XIX.” (París, Notre-Dame, Tímpano de la “puerta roja”: la coronación de la Virgen)

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de cuántas formas diferentes lo ata su propio yo, en esta pasión cotidiana y sólo en ella, se abre el ser humano poco a poco. Él solamente ve en la medida en que ha vivido y sufrido. Si hoy apenas podemos percibir aún a Dios, se debe a que nos resulta muy fácil evitarnos a nosotros mismos y huir de la profundidad de nuestra existencia, anestesiados por cualquier comodidad. Así, lo más profundo en nosotros sigue sin ser explorado. Si es verdad que sólo se ve bien con el corazón, ¡qué ciegos estamos todos!8. ¿Qué significa esto para nuestra pregunta? Significa que las grandes palabras de quienes nos profetizan una Iglesia sin Dios y sin fe son palabras vanas. No necesitamos una Iglesia que celebre el culto de la acción en «oraciones» políticas. Es completamente superflua y por eso desaparecerá por sí misma. Permanecerá la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia que cree en el Dios que se ha hecho ser humano y que nos promete la vida De la crisis de hoy surgirá más allá de la muerte. De la misma manera, el sacerdote que mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará sólo sea un funcionario social puede ser reemplazado por pequeña, tendrá que empezar psicoterapeutas y otros especialistas. Pero seguirá siendo aún todo desde el principio. necesario el sacerdote que no es especialista, que no se queda Ya no podrá llenar muchos al margen cuando aconseja en el ejercicio de su ministerio, de los edificios construidos sino que en nombre de Dios se pone a disposición de los en una coyuntura más demás y se entrega a ellos en sus tristezas, sus alegrías, su favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus esperanza y su angustia. privilegios en la sociedad. Demos un paso más. También en esta ocasión, de la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión. Como pequeña comunidad, reclamará con mucha más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros. Ciertamente conocerá también nuevas formas ministeriales y ordenará sacerdotes a cristianos probados que sigan ejerciendo su profesión: en muchas comunidades más pequeñas y en grupos sociales homogéneos la pastoral se ejercerá normalmente de este modo. Junto a estas formas seguirá siendo indispensable el sacerdote dedicado por entero al ejercicio del ministerio como hasta 8. Sobre esta cuestión, cf. las extraordinarias consideraciones de H. de Lubac, «Der Heilige von morgen», en Geheimnis aus dem wir leben, Benziger, Einsiedeln 1967, pp. 155-162; Id., «L’Église dans la crise actuelle»: Nouvelle Revue théol. 91 (1969), pp. 580-596, especialmente pp. 592ss.

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ahora. Pero en estos cambios que se pueden suponer, la Iglesia encontrará de nuevo y con toda la determinación lo que es esencial para ella, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la ayuda del Espíritu que durará hasta el fin. La Iglesia reconocerá de nuevo en la fe y en la oración su verdadero centro y experimentará nuevamente los sacramentos como celebración y no como un problema de estructura litúrgica Será una Iglesia interiorizada, que no suspira por su mandato político y no flirtea con la izquierda ni con la derecha. Le resultará muy difícil. En efecto, el proceso de la cristalización y la clarificación le costará también muchas fuerzas preciosas. La hará pobre, la convertirá en una Iglesia de los pequeños. El proceso resultará aún más difícil porque habrá que eliminar tanto la estrechez de miras sectaria como la voluntariedad envalentonada. Se puede prever que todo esto Será una Iglesia interiorizada, requerirá tiempo. El proceso será largo y laborioso, al igual que no suspira por su mandato político y no flirtea con la que también fue muy largo el camino que llevó de los falsos izquierda ni con la derecha. progresismos, en vísperas de la revolución francesa –cuando Le resultará muy difícil. también entre los obispos estaba de moda ridiculizar los En efecto, el proceso de la dogmas y tal vez incluso dar a entender que ni siquiera la cristalización y la clarificación existencia de Dios era en modo alguno segura9– hasta la re- le costará también muchas novación del siglo xix. Pero tras la prueba de estas divisiones fuerzas preciosas. La hará surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplificada, una gran pobre, la convertirá en una Iglesia de los pequeños. fuerza, porque los seres humanos serán indeciblemente solitarios en un mundo plenamente planificado. Experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo. Como una esperanza importante para ellos, como una respuesta que siempre han buscado a tientas. A mí me parece seguro que a la Iglesia le aguardan tiempos muy difíciles. Su verdadera crisis apenas ha comenzado todavía. Hay que contar con fuertes sacudidas. Pero yo estoy también totalmente seguro de lo que permanecerá al final: no la Iglesia del culto político, que fracasó ya en Gobel, sino la Iglesia de la fe. Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte. 9. Cf. L.J. Rogier, op. cit., p. 121.

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NOTAS

PENSAMIENTOS DE SAN JUAN MARÍA VIANNEY, SANTO CURA DE ARS.

NOTAS Dios nos ama • Se ama algo en proporción al precio que nos ha costado: ¡juzgad pues el amor que nuestro Señor Jesucristo tiene por nuestra alma, que le ha costado toda su sangre! Por eso Él está hambriento de comunicación y de relación con ella. • La misericordia de Dios es como un torrente desbordado; arrastra a los corazones a su paso. • No hay nada que ofenda tanto al buen Dios como desesperar de su misericordia. • Dios es tan bueno que, a pesar de los ultrajes que le hacemos, nos lleva al paraíso casi aunque no queramos. Es como una madre que lleva en brazos a su hijo al pasar por un precipicio. Está completamente preocupado de evitar el peligro, mientras que su hijo no deja de arañarla y maltratarla. • “Pedid y recibiréis”. Sólo Dios puede hacer semejantes promesas y mantenerlas.

Amar a Dios El Año Sacerdotal recién concluido el 11 de junio pasado, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, tuvo como patrono y emblema al Santo Cura de Ars. Entregamos a continuación una selección de pensamientos suyos.

• El hombre, creado por amor, no puede vivir sin amor: o ama a Dios, o se ama a sí mismo y al mundo… • Amar a Dios con todo nuestro corazón es amarlo sólo a Él, es hacerlo presente en todo aquello que amamos. • Amar a Dios no consiste sólo en decirle con la boca: “Dios mío, te amo”. Amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas es preferirlo a todo, es estar dispuesto a perder los bienes, el honor, la misma vida antes que ofenderlo. Amar a Dios es no amar nada por encima de Él, nada que sea incompatible con Él, nada que comparta con Él nuestro corazón. • Pienso a menudo que incluso aunque no hubiese otra vida, sería ya una felicidad suficientemente grande el amar a Dios en ésta, el servirle y el poder hacer algo por su gloria. • Fuera del buen Dios… nada es estable, ¡nada, nada! Si es la vida, pasa; si es la fortuna, se hunde; si es la salud, se destruye; si es la representación, es menoscabada. Pasamos como el viento… Todo se va a marchas forzadas, todo se precipita. ¡Ah, Dios mío, Dios mío, qué dignos de compasión son los que ponen sus afectos en cualquier cosa!... Los ponen porque se aman demasiado a sí mismos; pero no se aman con un amor razonable; se aman con el amor a sí mismos, buscando a las criaturas más que a Dios. Por eso nunca están satisfechos, nunca tranquilos, están siempre inquietos, siempre atormentados, siempre agitados.

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La divina voluntad • Jesucristo se muestra dispuesto a hacer nuestra voluntad si nosotros comenzamos haciendo la suya. • ¿Qué es lo que hace la vida religiosa tan meritoria? La renuncia de cada instante a la voluntad, esa muerte continua a lo más vivo que hay en nosotros.

Sacerdotes • El sacerdote no es sacerdote para sí mismo. No se da la absolución ni se administra los sacramentos. No es para sí mismo, sino para vosotros.

La cruz • En vuestro bautismo habéis aceptado una cruz que deberéis dejar sólo a la muerte. • ¿Puede ser la vida de un buen cristiano otra cosa que la de un hombre clavado a la cruz con Cristo? • Si alguien os dijese: “Quiero hacerme rico, ¿qué debo hacer?”, le responderíais: “Hay que trabajar”. ¡Pues bien, para ir al cielo hay que sufrir! • La cruz es el libro más sabio que se pueda leer. Los que no conocen este libro son ignorantes, aunque conozcan todos los demás libros. Los verdaderos sabios son sólo los que lo aman, lo consultan, profundizan en él… Cuanto más lo estudiamos, más queremos aprender de él. El tiempo pasa sin hastío. Sabemos todo lo que queremos saber y nunca estamos hartos de lo que en él gustamos. • Aquel que va al encuentro de la cruz camina en sentido inverso a las cruces; puede que se las encuentre, pero se alegra de encontrárselas: las ama, las lleva con valentía. Éstas lo unen a nuestro Señor. Lo purifican. Lo separan de este mundo. Quitan los obstáculos de su corazón y lo ayudan a recorrer la vida como un puente ayuda a cruzar el agua. • Para ir al cielo, amigo, son necesarias la gracia y la cruz.

Vivid en el amor • El medio para abatir al demonio cuando suscita en nosotros pensamientos de odio contra quienes nos han hecho daño es rezar inmediatamente por ellos.

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No entristezcáis al Espíritu Santo • Un cristiano, creado a imagen de Dios, redimido con la sangre de un Dios; un cristiano ¡el hijo de un Dios, el hermano de un Dios, el heredero de un Dios! ¡Un cristiano, objeto de las complacencias de las tres Personas divinas! Un cristiano, cuyo cuerpo es templo del Espíritu Santo: ¡esto es lo que el pecado deshonra!...

Año Sacerdotal

• He aquí pues uno que se atormenta, que se agita, que hace ruido, que quiere dominarlo todo, que se cree algo, que parece querer decirle al sol: “¡Quítate de ahí; déjame iluminar el mundo en tu lugar!...”. Un día este hombre orgulloso será reducido todo lo más a un poco de ceniza que será arrastrada de río en río… hasta el mar. • No es Dios el que nos condena; somos nosotros con nuestros pecados. Los condenados no acusan a Dios. Se acusan a sí mismos. • Nunca nadie ha sido condenado por haber hecho demasiado el mal…

El hombre no es sólo un animal de trabajo • ¡El hombre no es sólo un animal de trabajo, es también un espíritu creado a imagen de Dios! No sólo tiene necesidades materiales y deseos groseros; tiene las necesidades del alma y las exigencias del corazón. No sólo vive de pan, vive de oración, vive de fe, de adoración y de amor. • Id de mundo en mundo, de reino en reino, de riqueza en riqueza, de placer en placer… y no encontraréis la felicidad. La tierra entera no puede satisfacer más un alma inmortal que una pizca de harina en boca de un hambriento.

Permaneced firmes • Así como el buen soldado no tiene miedo del combate, el buen cristiano no debe tener miedo de la tentación. Todos los soldados son buenos en el cuartel: es el campo de batalla el que marca la diferencia entre los valientes y los cobardes. • Así es como él (el demonio) se comporta normalmente con los pecadores que vuelven a Dios. Les deja gustar las dulzuras de los primeros momentos de su conversión, pues sabe bien que no ganaría nada: son demasiado fervorosos. Espera unos meses hasta que su ardor haya pasado; luego comienza haciendo que descuiden la oración, los sacramentos, los ataca con distintas tentaciones. A continuación vienen las grandes luchas: es sobre todo entonces cuando hay que pedir la gracia de no dejarse abatir. • Tres cosas son absolutamente necesarias contra la tentación: la oración para iluminarnos; los sacramentos para fortificarnos y la vigilancia para perseverar en ello.

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SACERDOTES Y SEMINARISTAS, HOY • Las condenas del mundo son bendiciones de Dios. • No os asustéis de vuestra carga; nuestro Señor la lleva con vosotros. El buen Dios hace bien lo que hace, y cuando a una joven madre le da muchos hijos, quiere decir que la juzga digna de educarlos. Es un signo de confianza por su parte. Actuad de modo que vuestros hijos algún día recuerden mucho más lo que os han visto hacer que lo que les habéis dicho.

Caminad bajo el influjo del Espíritu

por GianPaolo Salvini, S. J.

A propósito de lo recordado por Benedicto XVI

María • El buen Dios podía crear un mundo más bello que el que existe, pero no podía dar el ser a una criatura más perfecta que María.

1 Hemos consultado también S. FACHIN, “L’eclissi del sacerdozio”, en 30 Giorni, mayo de 2009. Ver también L. DIOTALLEVI (ed.), La parabola del clero. Uno sguardo socio-demografico sui sacerdoti diocesani in Italia, Turín, Fondazione G. Agnelli, 2005 (ver Civ. Catt. 2006 I 240-250).

• Los que tienen el Espíritu Santo no pueden sufrirse, de tanto como conocen su pobre miseria. • Cuando el Espíritu Santo quiere una cosa, siempre sale bien.

La oración • Sí, con una oración bien hecha podemos mandar al cielo y a la tierra; todo nos obedecerá. • Si os resulta imposible rezar, escondeos detrás de vuestro ángel y encargadle que rece en vuestro lugar. • Cuando rezo me figuro a Jesús mientras reza a su Padre. • Al buen Dios le gusta que lo importunemos.

Llevad una vida digna de vuestra llamada • No se puede entender el poder que un alma pura tiene sobre el buen Dios. No es ella la que hace la voluntad de Dios, es Dios el que hace la de ella. • La humildad es como la cadena del rosario; si la cadena se rompe, las cuentas se salen; si cesa la humildad, todas las virtudes desaparecen. • No todos los que se acercan (a los sacramentos) son santos, pero los santos serán siempre elegidos entre aquellos que los reciben a menudo. • Los santos no han comenzado todos bien, pero todos han acabado bien.

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I Los sacerdotes

hecho las dinámicas han sido distintas, insobre el sacerdocio en la Iglesia y sus auténticas cluso en los desplazamientos de un continencaracterísticas, citamos algunos datos sobre el te a otro (los misioneros), que los religiosos número de sacerdotes presentes actualmente llevan tradicionalmente a cabo con mucha en el mundo, obtenidos del último volumen más movilidad, con lo cual resultan menos del Annuarium Statisticum Ecclesiae1. atendibles las estadísticas geográficas. A La tendencia negativa del número de sacer- nivel mundial, también entre 1978 y 2006, los dotes es común para todos sacerdotes religiosos dismilos países occidentales. Entre nuyeron 14 por ciento, pasanSI BIEN LAS CIFRAS NUNCA 1978 y 2006, los sacerdotes do de 158.000 a algo más de DAN CUENTA DE LA VITALIDAD diocesanos disminuyeron 17 136.000. Más específicamenSUBYACENTE, SON DATOS por ciento en América del te, la disminución fue muy PARA REFLEXIONAR, YA Norte y 20 por ciento en Eurogrande en América del Norte QUE EN LA IGLESIA LA FUNCIÓN pa. En cambio, en ese mismo (-36 por ciento), considerable DEL SACERDOTE ES ESENCIAL período de tiempo, en Áfrien Europa (-22 por ciento) y E INDISPENSABLE SI NO ca, el número de sacerdotes de importancia también en SE DESEA QUE SE EXTINGA se cuadruplicó, pasando de América Latina (-8 por cienLA LLAMA DE LA FE 5.500 a 22.000; en Asia aumento). En África, el número de POR CARENCIA DE QUIENES tó 137 por ciento, de 12.700 a sacerdotes religiosos se manLA ALIMENTEN. más de 30.000, y en América tuvo prácticamente estable, Latina y las Antillas, casi se no obstante el considerable duplicó (+86 por ciento), paaumento de los diocesanos. Únicamente en sando de 23.500 a 43.500. Sin embargo, a nivel Asia aumentaron los sacerdotes religiosos, mundial, el número de sacerdotes diocesanos, pasando de 13.500 a más de 21.000. a pesar de mostrar un leve crecimiento, no Sumando los datos de los sacerdotes diocealcanza a ser proporcional con el número de sanos y los religiosos entre 1978 y 2006, se bautizados: los sacerdotes aumentaron 5 por observa una reducción del número total de ciento y los bautizados 48 por ciento. sacerdotes, si bien es pequeña (-2%), dismiLo anterior incluye puramente a los sacerdo- nuyendo de 416.000 a 407.000, con un consites diocesanos. En cuanto a los religiosos, de derable aumento en África y Asia (casi 100

• Con el Espíritu Santo se ve todo grande: se ve la grandeza de las mínimas acciones cumplidas por Dios y la grandeza de los mínimos errores.

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por ciento más) y en América Latina (+36 por ciento, mientras se ha observado una considerable disminución en Europa y América del Norte (de 20 por ciento y 25 por ciento respectivamente). Por cuanto en el mismo período aumentó en gran medida el número de bautizados católicos (de 764 millones en 1978 a 1.131 millones en 2006) -aun cuando este incremento se concentró en ciertas partes del mundo-, el número de sacerdotes por cada 100.000 bautizados disminuyó de 55 a 36, o dicho de otro modo, de un sacerdote por cada 1.800 bautizados a uno por cada 2.800. La reducción de esta proporción, como se

decía, es común para todo el mundo, pero con grandes diferencias: en América del Norte se pasó de 120 a 65 (casi 50% menos) y en Europa, de 92 a 70; pero también se produjo en África (de 31 sacerdotes por cada 100.000 bautizados a 21), mientras la disminución fue muy pequeña en América Latina (de 16 a 14) y en Asia (de 16 a 14). Si bien las cifras nunca dan cuenta de la vitalidad subyacente, son datos para reflexionar, ya que en la Iglesia la función del sacerdote es esencial e indispensable si no se desea que se extinga la llama de la fe por carencia de quienes la alimenten, al menos en las modalidades actuales.

EN LOS ÚLTIMOS 10 AÑOS

El número de sacerdotes, tanto diocesanos como pertenecientes a órdenes religiosas, continúa en aumento, aunque muy levemente, aproximadamente un 1% entre el 2000 y el 2008. Hace diez años eran 405.178 y en el 2008 llegaron a ser 409.166. La distribución del clero en los continentes se mantiene todavía caracterizada por un gran número de sacerdotes europeos (el 47,1% del total), mientras que los americanos son el 30%; el clero asiático representa el 13,2%, el africano el 8,7% y el de Oceanía el 1,2%. Pero, si se observa la tendencia entre el 2000 y el 2008, se constata que mientras se mantuvo sin variación el porcentaje de sacerdotes de Oceanía, ha crecido claramente el peso del clero africano, asiático y americano en desmedro del clero europeo, que ha pasado del 51,5% del total al 47,1%. Los seminaristas están en crecimiento. Sus números a nivel global han pasado de 115.919 el 2007 a 117.024 el 2008 (con un aumento del 1%). Los seminaristas aumentaron en África (+3,6%), en Asia (+4,4%) y en Oceanía (+6,5%), mientras disminuyeron notablemente en Europa (-4,3%). En América el número permanece estacionario.

*Del artículo del mismo autor en Civiltà Cattólica, 1 de mayo de 2010.

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II Seminarios y seminaristas por Giuseppe De Rosa, S.J.

Con fecha 5 de agosto de 2009, en la au-

Juan M. Vianney a un ejemplo, aunque sea diencia general del día miércoles, en Castel admirable, de la espiritualidad católica del Gandolfo, el Papa aludió a la figura del Cura siglo XIX, es necesario, al contrario, percide Ars para recordar que durante ese año la bir la fuerza profética, de suma actualidad, Iglesia celebraba el Año sacerdotal, cuyo tema que distingue su personalidad humana y es Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote. sacerdotal. En la Francia posrevolucionaria, que experimentaba una Afirmó el Papa el principio especie de «dictadura del según el cual “de la santidad SAN JUAN MARÍA VIANNEY racionalismo» orientada a depende la credibilidad del ESTABA “ENAMORADO DE borrar la presencia misma testimonio y en definitiva la CRISTO”, Y EL “VERDADERO de los sacerdotes y de la eficacia misma de la misión SECRETO DE SU ÉXITO PASTORAL Iglesia en la sociedad, él de todo sacerdote”. FUE EL AMOR ARDIENTE vivió primero –en los años Hablando del Cura de Ars, QUE SENTÍA POR EL MISTERIO de su juventud– una heroica el Papa recordó, entre otras EUCARÍSTICO, CELEBRADO clandestinidad, recorriencosas, que “fue central en Y VIVIDO, QUE SE TRANSFORMÓ do kilómetros durante la toda su vida la Eucaristía, EN AMOR POR LA GREY DE noche para participar en la que celebraba y adoraba con CRISTO, LOS CRISTIANOS, Y Santa Misa. Luego, ya como devoción y respeto”. Otra POR TODAS LAS PERSONAS QUE sacerdote, se caracterizó “característica fundamental” BUSCAN A DIOS”. por una singular y fecunda de aquél era “el ministerio creatividad pastoral, capaz asiduo de las confesiones”. Él de mostrar que el racionalismo, entonces «reconocía en la práctica del sacramento de la penitencia el cumplimiento lógico y natural dominante, en realidad no podía satisfacer del apostolado sacerdotal, en obediencia al las auténticas necesidades del hombre y, por mandato de Cristo: “A quienes perdonéis los lo tanto, en definitiva no se podía vivir”. pecados, les quedan perdonados; a quienes “Queridos hermanos y hermanas, a los 150 se los retengáis, les quedan retenidos”». San años de la muerte del santo cura de Ars, los Juan María Vianney se distinguió por lo desafíos de la sociedad actual no son menos tanto como óptimo e incansable confesor y arduos; al contrario, tal vez resultan todavía maestro espiritual. más complejos. Si entonces existía la «dictaEn realidad, él estaba “enamorado de Cristo”, dura del racionalismo», en la época actual y el “verdadero secreto de su éxito pastoral reina en muchos ambientes una especie de fue el amor ardiente que sentía por el mis«dictadura del relativismo». Ambas parecen terio eucarístico, celebrado y vivido, que se respuestas inadecuadas a la justa exigencia transformó en amor por la grey de Cristo, del hombre de usar plenamente su propia los cristianos, y por todas las personas que razón como elemento distintivo y constitubuscan a Dios”. Sin embargo –observó el tivo de la propia identidad. El racionalismo Papa– “lejos de reducir la figura de San

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fue inadecuado porque no tuvo en cuenta las limitaciones humanas y pretendió poner la

¿Queréis iros también vosotros?

En el Angelus del 23 de agosto, en Castel Gandolfo, Benedicto XVI, recordando el evangelio transformándola en una diosa; el relatidel día, citó la “provocativa” pregunta de Jesús vismo contemporáneo mortifica la razón, a sus discípulos, refiriéndose a quienes, entre porque de hecho llega a afirmar que el ser sus seguidores, encontraban “dura” –y por humano no puede conocer nada con certeza tanto inaceptable– la palabra de Jesús sobre la más allá del campo científico positivo. Sin Eucaristía y por ese motivo ya no “iban” con él. embargo, hoy, como entonces, el hombre “La enseñanza de Jesús parece «dura», dema«que mendiga significado y realización» siado difícil de acoger y poner en práctica. Hay busca continuamente respuestas exhaustientonces quien la rechaza y abandona a Cristo; vas a los interrogantes de fondo que no deja hay quien intenta «adaptar» su palabra a las de plantearse. modas de los tiempos desna“Tenían muy presente esta turalizando su sentido y valor. “sed de verdad”, que arde en «¿También vosotros queréis SAN JUAN EUDES PROPONÍA A el corazón de todo hombre, marcharos?». Esta inquietante LOS JÓVENES SEMINARISTAS UN los padres del concilio ecuprovocación resuena en nuesCAMINO ESPIRITUAL BASADO ménico Vaticano ii cuando tro corazón y espera de cada EN LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN a f i r ma ron que corresponuno una respuesta personal; SACERDOTAL DE JESÚS Y AL de a los sacerdotes, “como es una pregunta dirigida a CORAZÓN MATERNAL DE MARÍA, educadores en la fe”, formar cada uno de nosotros. Jesús CONSIDERANDO QUE TODO “una auténtica comunidad no se conforma con una perSACERDOTE DEBE SER “TESTIGO cristiana” capaz de preparar tenencia superficial y formal, Y APÓSTOL” DE ESTE AMOR. (…) “a todos los hombres el cano le basta con una primera mino hacia Cristo” y ejercer adhesión entusiasta; al con“una auténtica maternidad” respecto a ellos, trario, es necesario tomar parte durante toda indicando o allanando a los no creyentes “el la vida «en su pensar y en su querer». Seguirlo camino hacia Cristo y su Iglesia”, y siendo llena el corazón de alegría y da pleno sentido para los fieles “estímulo, alimento y fortalea nuestra existencia, pero implica dificultades za para el combate espiritual” (cf.Presbyteroy renuncias porque con mucha frecuencia se rum ordinis, 6). La enseñanza que al respecto debe ir a contracorriente.” sigue transmitiéndonos el santo cura de Ars La provocativa pregunta de Jesús no está es que en la raíz de ese compromiso pastoral dirigida puramente a quienes lo escuchan en el sacerdote debe poner una íntima unión esa época, llegando también a los creyentes y personal con Cristo, que es preciso cultivar hombres de todas las épocas. También en la y acrecentar día tras día. Sólo enamorado de actualidad no pocos quedan “escandalizados” Cristo, el sacerdote podrá enseñar a todos ante la paradoja de la fe cristiana. esta unión, esta amistad íntima con el divisola razón como medida de todas las cosas,

no Maestro; podrá tocar el corazón de las personas y abrirlo al amor misericordioso del Señor. Sólo así, por tanto, podrá infundir entusiasmo y vitalidad espiritual a las comunidades que el Señor le confía”.

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“A la pregunta de Jesús, Pedro responde en nombre de los Apóstoles, de los creyentes de todos los siglos: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros

creemos y sabemos que tú eres el Santo

al movimiento anticristiano, materialista y ateo, que desembocaría en el siglo XVIII y hermanas, también nosotros podemos y en la Encyclopédie de Voltaire, d’Alembert y queremos repetir en este momento la resDiderot, y en la Revolución Francesa. puesta de Pedro, ciertamente conscientes En 1563, el Concilio de Trento estableció norde nuestra fragilidad humana, de nuestros mas para la erección de los seminarios dioceproblemas y dificultades, pero confiando sanos y para la formación de los sacerdotes, en la fuerza del Espíritu Santo, que se exconvencido de que la crisis de la reforma presa y se manifiesta en la comunión con protestante estaba condicionada también por Jesús. La fe es don de Dios al hombre y es, una formación insuficiente de los sacerdotes, al mismo tiempo, confianza libre y total que no estaban preparados para el sacerdocio del hombre en Dios; la fe es de modo adecuado, intelecescucha dócil de la palabra tual y espiritualmente. Con del Señor, que es «lámpara» todo, dado que la aplicación para nuestros pasos y «luz» de las normas de Trento se en nuest ro ca m i no (cf. Sal dilataba tanto en Alemania 119, 105). Si abrimos con concomo en Francia, San Juan fianza el corazón a Cristo, si Eudes, consciente de los nos dejamos conquistar por daños espirituales causados él, podemos exper i menta r por semejante retraso, fundó también nosotros, como por una congregación dedicada ejemplo el santo cura de Ars, de manera específica a la que «nuestra única felicidad formación del clero. en esta tierra es amar a Dios y El primer seminario se funsaber que él nos ama».” dó en Caen. Luego se fundaron también seminarios Retrato de San Juan Eudes en otras diócesis francesas. San Juan Eudes San Juan Eudes proponía a los jóvenes seSiempre en el espíritu del Año sacerdotal, minaristas un camino espiritual basado en durante la audiencia general del 19 de agos- la devoción al Corazón sacerdotal de Jesús y to, en Castel Gandolfo, el Papa se detuvo al Corazón maternal de María, considerando en una figura sacerdotal –San Juan Eudes que todo sacerdote debe ser “testigo y após(1601-80)– poco conocida, pero de notable tol” de este amor. En esa “escuela francesa” influjo en la formación del clero al fundar también se formó, no obstante la modestia la Congregación de Jesús y María (Eudisti) de sus capacidades intelectuales, el Cura de para la formación de seminaristas. San Juan Ars. Así, él y San Juan Eudes constituyen dos Eudes forma parte de un gran movimiento “íconos” sacerdotales que dan testimonio de espiritual, llamado la “escuela francesa”, en la infinita misericordia de Dios con una vida el cual participan el Cardenal De Bérulle, totalmente conquistada por Cristo. San Luis María Grignon de Monfort, San Con la exhortación Pastores dabo vobis, Juan Vicente de Paúl y muchas otras personas, Pablo II retomó las normas e indicaciones hombres y mujeres. Este movimiento cons- del Magisterio anterior y planteó los fundatituyó la respuesta de la Francia cristiana, mentos de una formación seminarista “como devastada por la guerra de los Treinta Años, punto de partida para una auténtica reforma de Dios» (vv. 68-69). Queridos hermanos

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de la vida y el apostolado sacerdotal”. El Papa únicamente de elevar el nivel cultural de los invitó por tanto a rezar “por los sacerdotes jóvenes que se preparan para el sacerdocio, y por quienes se preparan a recibir el don considerando el mayor desarrollo general de extraordinario del sacerdocio ministerial”. la cultura en la sociedad actual, sino, dado Con esta referencia a los jóvenes que se pre- el gran número de problemas culturales y paran para el sacerdocio en los seminarios e científicos presentado por el mundo actual institutos religiosos, el Papa aludió al pro- a la conciencia cristiana, se trata sobre todo blema tal vez más grave, pero ciertamente de dar profundidad a la vida espiritual crismás vital, de la Iglesia de hoy y mañana. tiana de los jóvenes seminaristas de hoy, que Ante todo ocurre el hecho de que, si bien han recibido de sus familias de origen una en África y Asia el número de jóvenes que formación cristiana bastante deficiente. En piden ingresar a los semirealidad, el mundo actual, narios está aumentando, en tan secularizado y sobre Europa y las Américas está todo tan erotizado, no ayuda (…)EN ESA “ESCUELA FRANCESA” disminuyendo considera–y más bien obstaculiza treTAMBIÉN SE FORMÓ, NO blemente. Por otra parte, mendamente– a los jóvenes OBSTANTE LA MODESTIA DE SUS entre quienes ingresan, un que emprenden el camino CAPACIDADES INTELECTUALES, número razonable abandona del sacerdocio. Es por conEL CURA DE ARS. ASÍ, ÉL Y SAN el seminario. El hecho más siguiente necesario un gran JUAN EUDES CONSTITUYEN doloroso y desagradable es compromiso de la Iglesia DOS “ÍCONOS” SACERDOTALES que algunos jóvenes, al cabo en el sentido de proporcioQUE DAN TESTIMONIO DE LA de algunos años de servicio nar a los jóvenes que han INFINITA MISERICORDIA DE DIOS sacerdotal en parroquias u emprendido el camino del CON UNA VIDA TOTALMENTE otros lugares, abandonan el sacerdocio y desean vivirlo CONQUISTADA POR CRISTO. sacerdocio para volver a la en su plenitud evangélica condición de laicos. Estamos los medios espirituales y en presencia de dos hechos –disminución de culturales que los ayuden a recorrer el calos jóvenes que ingresan a los seminarios y mino emprendido con alegría y entusiasmo, abandono de la vida sacerdotal– que hacen encontrando en Jesús, el Señor, “el camino, especialmente difícil, en no pocas diócesis la verdad y la vida”. del mundo occidental, el servicio –a la vez Terminamos con una noticia alentadora: en indispensable e insustituible– del sacerdocio la diócesis de Sydney (Australia), donde se ordenado en la Iglesia Católica. celebró la última Jornada Mundial de la JuNos parece que, en este año sacerdotal, el ventud, el año 2009 alrededor de 60 jóvenes problema de los seminarios debería ser se preparan a ingresar al seminario, siendo prioritario en la reflexión que debe hacer 4 de cada 5 de ellos menores de 30 años. Es la Iglesia sobre la calidad del servicio que un hecho que no se verificaba desde hacía debe entregar al pueblo de Dios. No se trata muchos años.

LAURITA VICUÑA

¿BEATA CHILENA DESCONOCIDA? por Pedro de la Noi

Ciertamente gran cantidad de chilenos cono-

cemos, en alguna proporción, a la Beata Laurita Vicuña; sin embargo, cabe preguntarnos también por los desconocimientos que tenemos de ella y por la medida en que condicionan y limitan la profundidad, amplitud y proyección del conocimiento de ella. Es la pregunta que asumimos en este artículo, distinguiendo desconocimientos menores y de fondo.

Desconocimientos menores Entre los desconocimientos menores, cabe señalar: Lautaro: Suele no darse mayor importancia a Lautaro, lugar donde pasó la Beata sus primeros 8 años, es decir, dos tercios de su vida. No es lo primordial aquel pueblo en sí mismo, como tampoco es primordial conocer en detalle Belén

o Jerusalén, sino lo que ellos representan, por lo que ahí sucedió: en este caso, el nacimiento y la pascua de Cristo y en aquél la infancia de Laurita. No hemos sido todavía capaces de adquirir la propiedad de Riquelme con O’Higgins, en la esquina nor-poniente, cuya adquisición a nombre de la señora Mercedes Pino, consta por la escritura respectiva, fácilmente constatable1. Tampoco hemos hecho un santuario o un centro de espiritualidad en Lautaro. José Domingo Vicuña: con frecuencia se afirma que el papá de Laurita murió a poco de nacer Julia Amanda, la única hermana de Laurita. El error de esa afirmación es evidente, ya que él fue con posterioridad regidor (más o menos equivalente a concejal) de la recién fundada municipalidad de Lautaro. Además, años después, aparece trabajando como corredor de propiedades, cuyos avisos de compra-ventas

1 Pedro de la Noi: Laurita Vicuña, Regalo del Cielo: Santiago (2006), 3ª edición, p. 20.

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figuran en los diarios regionales de la época2. Laurita Vicuña tiene algo que la identifica y que Bibliografía: la Positio3 es la fuente esencial y, la distingue de la casi totalidad de los santos: por tanto, insustituible para el conocimiento haber vivido sólo doce años; su santidad la objetivo, conforme a verdad, de cualquier santo vivió siendo niñita. Pero no es lo principal de o beato. En efecto, es el documento oficial de la diferencia respecto a los demás santos la sola la Iglesia, donde se encuentran los testimo- diversidad de la edad vivida en este mundo, nios auténticos de la vida de un beato o santo, sino lo que subyace detrás de esa niñez vivida expresados en el proceso y avalados por Dios santamente. mediante un milagro y reconocidos como tales, Lo original de la Beata Laurita Vicuña es ser después del elevado proceso la actualización de la infanrespectivo de discernimiento cia de Cristo, de la vida del PARA COMPRENDER LA y el reconocimiento de la auNiño-Dios. VERDAD DE LO QUE SIGNIFICA toridad eclesial superior. LAURITA VICUÑA ES NECESARIO En el caso que nos ocupa, el Identidad original ENTENDER PRIMERO QUE LA documento no ha sido traduVIDA OCULTA DE JESÚS, SU cido, ni está presente en las Parecen ser dos las causas NIÑEZ, NO ES PREPARACIÓN bibliotecas, ni siquiera en las principales de la desatención DEL EVANGELIO, SINO PLENO mejores del país; habitualmena la identidad original de la EVANGELIO: LA BUENA NOTICIA te tampoco es citado. niñita beata: DE LO QUE ES TODO NIÑO DESDE El libro del Padre Ciro Brugna La primera causa es no haber QUE JESÚS FUE UNO DE ELLOS Y sdb: Aportes para el Conocimienaprendido la trascendental LOS ASUMIÓ A TODOS. to de Laura Vicuña. Buenos enseñanza de Cristo, cuando Aires (1990) es un libro muy compara la actitud de las dos documentado, de mucha erudición, muy pro- hermanas de Lázaro –Marta y María– frente lijo en todo tipo de antecedentes del período a Él. Jesús nos aclara que es más importante vivido por la Beata en Junín de Los Andes, lo que Él nos enseña o hace en nosotros que Argentina. Está desde hace años agotado, sin lo que nosotros hagamos por Él, por generoso que haya sido reeditado y ausente en casi todas y bien inspirado que esté: “…una sola cosa es las bibliotecas. necesaria, María escogió la mejor parte y no se la quitarán”4. En el caso que nos ocupa, es más importante lo que Cristo hizo en Laurita que Desconocimiento mayor lo que ella hizo por Él. Ella hizo sólo lo que Prueba de un desconocimiento mayor es el Dios le pidió que hiciera en sus cortos años hecho que se suele dar la identidad de la Beata en este mundo y eso lo hizo heroicamente Laurita Vicuña diciendo que fue una niña que bien, como lo atestiguan inequívocamente “conoció a Jesús” o que “vivió su bautismo”. los testigos en el proceso llevado a cabo en Son totalmente verdaderas las dos anteriores Viedma, Argentina. Era el designio de Dios afirmaciones, pero ello es común a todos los para ella, así como para otros santos niños santos, por lo cual no se la define, al no indicar o adolescentes, a quienes Él llamó desde lo privativo y original de ella. este mundo, sin otorgarles mucho tiempo ¿Y qué es lo propio y distintivo de la Beata en este mundo ni pedirles, en consecuencia, Laurita Vicuña? muchas obras.

En contraste con los niños o adolescentes san- la buena noticia de lo que es todo niño desde tos, hay otros santos, como el Padre Hurtado, que Jesús fue uno de ellos y los asumió a todos. por ejemplo, para quienes el designio de Dios Solo comprendiendo lo anterior, se entiende incluyó un despliegue inmenso de actividad. también la proyección de Jesús Niño en los La segunda causa de la insuficiente valoración niños santos como Laurita Vicuña, Domingo de la identidad santa de Laurita es no compren- Savio, Tarcisio y otros. der la llamada “vida oculta” de Cristo. El fondo Los santos de la historia de la Iglesia y del de la niñez de Jesús era oculto mundo actualizan los sanpara quienes no habían acceditos del Antiguo y Nuevo do a la revelación que iluminaba Testamento, que dejan de LOS SANTOS DE LA HISTORIA el interior de Él; para quienes sí ser sólo relatos de lo que DE LA IGLESIA Y DEL MUNDO accedieron al fondo de Cristo sucedió tiempo atrás, sino ACTUALIZAN LOS SANTOS Niño, Él era resplandeciente. que aquellos anuncios se DEL ANTIGUO Y NUEVO Los magos lo adoraron, poshacen realidad hoy. Si la TESTAMENTO, QUE DEJAN DE trándose ante Él, no por lo que Biblia y los santos son regalo SER SÓLO RELATOS DE LO QUE sería, una vez adulto, sino por del mismo Dios, no pueden SUCEDIÓ TIEMPO ATRÁS, SINO lo que era: “Entraron en la casa, sino complementarse e iluQUE AQUELLOS ANUNCIOS vieron al niño con su madre, María, minarse mutuamente. Así, SE HACEN REALIDAD HOY. SI 5 y postrándose lo adoraron…” ; SiLaurita proyecta y actualiza LA BIBLIA Y LOS SANTOS SON meón, lo reconoce salvador de al Niño Jesús, mientras Él la REGALO DEL MISMO DIOS, NO los pueblos por lo que ya era: eleva e ilumina por sobre las PUEDEN SINO COMPLEMENTARSE “Ahora, Señor, según tu palabra, realidades de este mundo. E ILUMINARSE MUTUAMENTE. puedes dejar que tu sirviente muera ASÍ, LAURITA PROYECTA Y en paz porque mis ojos han visto ACTUALIZA AL NIÑO JESÚS, Proyecciones de la beata a tu salvación, que has dispuesto MIENTRAS ÉL LA ELEVA E Laurita Vicuña ante todos los pueblos como luz ILUMINA POR SOBRE LAS para iluminar a los paganos y como Las proyecciones de la Beata REALIDADES DE ESTE MUNDO. gloria de tu pueblo Israel”6; Santa Laurita Vicuña son muy Isabel, por último, reconoce a concretas y actuales: los María Santísima, su prima, madre de su Señor, niños no pueden ser mirados como futuro del incluso, antes de que naciera Jesús: “¿Quién país o futuro de la Iglesia; si bien lo son, son soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”7. también presente pleno del país y de la Iglesia; El explicitar el trasfondo bíblico de Laurita un seminarista o una novicia no son valiosos Vicuña, como de los demás santos ayuda a la sólo porque probablemente serán sacerdote o mejor comprensión tanto de la Biblia, como de religiosa, sino por lo que son en el presente, la niña santa, a la vez que es fundamental para como lo fue y lo sigue siendo Laurita en su inel ecumenismo. fancia; tampoco un par de novios valen porque Para comprender la verdad de lo que significa probablemente serán esposos, sino por lo que Laurita Vicuña es necesario entender primero son en el presente. que la vida oculta de Jesús, su niñez, no es pre- ¿Es esta proyección de poca o de mucha paración del evangelio, sino pleno evangelio: importancia?

2 Ibidem. 3 Ibidem, p.220 4 Lc 10, 42

5 Mt 2, 11 6 Lc 2, 29-32 7 Lc 1, 44

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“QUIERO MORIR ANTES QUE OFENDERTE CON EL PECADO” Párrafos escogidos de la biografía «Laura Vicuña, una niña Confesora de la Fe” escrita por Monseñor Felipe Bacarreza obispo de los Ángeles. (Colección Honor de Dios, 1991, 53 págs.)

En la joven Laura resplandece la belleza femenina con todo su fulgor, con un brillo que no es de este mundo

y que nos permite captar algo de Dios mismo; es la belleza que consiste en la pureza defendida con ardor y heroísmo. Laura es un testimonio de la promesa de Jesús: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8). La pureza es la virtud que nos permite ya desde esta tierra, vivir lo que anuncia San Juan en su primera carta: “Seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es” (1 Jn 3, 2). *** Luego que conoció la piedad, escribía su directora, la amó, y alcanzó un don de oración tan alto y continuo que se le veía en tiempo de recreo absorta en Dios… “Es que usted –le objetó el Padre (confesor)–, al estar siempre preocupada con este pensamiento, descuidará tal vez sus deberes”. “¡Ah, no, Padre! –repuso ella–. Conozco que ese pensamiento me ayuda a hacerlo todo mejor, y que en nada me estorba; porque no es que esté yo pensando continuamente en él, sino que sin pensarlo estoy gozando de ese recuerdo”. *** Un episodio ocurrido ese año, marcará la vida de Laura. Merece ser revelado, dando para ello la palabra a su jefa de curso, la hermana Azócar: “Recuerdo que la primera vez que le expliqué el sacramento del matrimonio, Laura se desmayó, sin duda, porque de mis palabras dedujo que su mamá estaba en pecado mortal durante todo el tiempo que permanecía en la casa de aquel señor. En ese tiempo en Junín había una sola familia que vivía como Dios manda. Lo referí a la Directora y ella me dijo que volviera a tratar ese tema para ver si verdaderamente Laura sufría por eso y se daba cuenta; y cuando así lo hice, ella palideció de nuevo y debí correr en su ayuda”. *** Desde entonces Laura comenzó a multiplicar sus oraciones y penitencias para obtener la vuelta a su madre a Dios y su separación del hombre con el que convivía. Entre más profundizaba en el conocimiento de Dios, experimentaba un más hondo sufrimiento de saber a su madre alejada de Él. *** A imitación de Santo Domingo Savio, propuesto como modelo de las escuelas salesianas, Laura, para esta ocasión, escribió de su propia mano tres propósitos, que vale la pena reproducir completos: 1. Quiero, Jesús mío, amarte y servirte durante toda mi vida; por eso te ofrezco toda mi alma, mi corazón y todo mi ser. 2. Quiero morir antes que ofenderte con el pecado; y por eso quiero apartarme de todo lo que pueda separarme de ti. 3. Prometo hacer de mi parte cuanto sé y puedo, aun con grandes sacrificios, para que Tú seas siempre más conocido y amado, y para reparar las ofensas que todos los días te infieren los hombres que no te aman, especialmente los que recibes de los míos. ¡Oh, Dios mío, concédeme una vida de amor, de mortificación y de sacrificio! ***

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No en vano, el día de su Primera Comunión había hecho Laura el propósito: “Quiero morir antes que ofenderte con el pecado”. *** No es claro cuándo habrá nacido en ella esta idea. Algunos la sitúan el domingo del Buen Pastor -13 de abril de 1902- como una respuesta a las palabras de Jesús: “El Buen Pastor da la vida por sus ovejas” (Jn 10, 11). Oigamos a su confesor: “Su confianza en la protección de María y en la bondad del Divino Corazón la animaba a insistir en su ruego y, no teniendo ya otra cosa que ofrecer para obtener esa gracia, se decidió a ofrecer su vida misma y a aceptar con gusto la conversión. Pidió permiso a su director, rogándole anticipadamente no ponerle obstáculos, sino más bien bendecir su ardiente deseo. El Padre Espiritual al principio vaciló, pero al fin, en vista de su repetida insistencia, accedió y le dio el permiso que pedía, pues veía patente en ese acto heroico la acción de la gracia. La pequeña Laura no esperó un instante. Corrió inmediatamente a arrojarse a los pies de Jesús y, derramando lágrimas de gozo, en la esperanza de ser escuchada por Dios, se ofreció en holocausto a Jesús y a su querida Madre María”. *** Se acercaba el fin. Estaban presentes, además de su madre y el Padre Genghini, las dos compañeras, María y Mercedes Vera –ambas serían después religiosas Hijas de María Auxiliadora-, la hermana María Rodríguez y el seminarista Félix Ortiz. A las 5 de la tarde, Laura pidió al Padre Genghini llamar a su madre. Esta, comprendiendo que era el momento supremo –así lo refiere el Padre Crestanello- exclamó: “¡Hija mía, hija mía! ¿Me vas a dejar?”. Laura venciendo la impresión que le causaba el dolor de su madre, con voz trémula, pero llena de ternura le respondió: “Sí, mamá, muero porque yo misma se lo pedí a Jesús… Hace casi dos años que le ofrecí la vida para ti, para obtener la gracia de tu conversión a Dios. ¡Oh, mamá! ¿Antes de morir no tendré el gozo de verte arrepentida? Doña Mercedes desconsolada, exclamó: “¡Oh, mi querida Laura, te juro en este momento que haré cuanto me pides… Estoy arrepentida, Dios es testigo de mi promesa!”. *** El seminarista salesiano Félix Ortiz, en el periódico quincenal de Viedma, “Flores del Campo”, del 14 de mayo de 1910, publicó una memoria de los últimos momentos de Laura, de los cuales fue testigo… “También yo fui a visitarla… Acercándome a su cama le pregunté qué era lo que más le agradaba de ese momento. Ella sonriendo me susurró casi al oído: - Lo que más me consuela en este momento es haber sido siempre devota de María. ¡Oh, sí, ella es mi Madre, ella es mi Madre! Nada me hace feliz que pensar que soy Hija de María”. *** Juan Pablo II, en su homilía en la Beatificación, de esta joven chilena, el 3 de septiembre de 1988, dice: “La suave figura de la beata Laura, gloria purísima de Argentina y Chile, despierta un renovado compromiso espiritual en estas dos nobles naciones y a todos enseña que el ideal de inocencia y de amor, aunque denigrado y ofendido, al final brillará e iluminará los corazones. El rito de la beatificación, que con tanta alegría y solemnidad estamos celebrando, nos debe también hacer reflexionar sobre la importancia de la familia en la educación de los hijos y sobre los derechos que éstos tienen de vivir en una familia normal, que dé lugar al amor mutuo y a la formación humana y cristiana. Es un llamado a la misma sociedad moderna, para que siempre cuide más de la institución familiar y la educación de los jóvenes”.

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La Palabra del Papa

NINGUNO DE NOSOTROS HABRÍA LLEGADO A SER SACERDOTE SI NO HUBIESE CONOCIDO SACERDOTES CONVINCENTES EN LOS QUE ARDÍA EL FUEGO DEL AMOR DE CRISTO “El mundo de hoy es tal que casi parece excluida la maduración de una vocación sacerdotal; los jóvenes necesitan ambientes en los que se viva la fe, en los que aparezca la belleza de la fe”, señaló S.S. Benedicto XVI en su coloquio con los sacerdotes al clausurarse el Año Sacerdotal. En la oportunidad cinco sacerdotes de cada uno de los cinco continentes, representando a los miles de presbíteros presentes en la Plaza de San Pedro en la ceremonia de la Vigilia de Clausura, formularon una pregunta que a su turno fue respondida por el Papa. Lo que sigue es la transcripción literal del coloquio traducida al español.

América: P. – Beatísimo Padre, soy don José Eduardo Oliveira y Silva y vengo desde América, precisamente desde Brasil. La mayor parte de nosotros aquí presentes estamos comprometidos en la pastoral directa, en la parroquia, y no solo con una comunidad, sino que a veces somos párrocos de muchas parroquias, o de comunidades particularmente extensas. Con toda la buena voluntad intentamos hacer frente a las necesidades de una sociedad muy cambiada, ya no más enteramente cristiana, pero nos damos cuenta de que nuestro “hacer” no basta. ¿A dónde ir, Santidad? ¿En qué dirección?

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R. – Queridos amigos, ante todo quisiera expresar mi gran alegría porque aquí están reunidos sacerdotes de todas partes del mundo, en la alegría de nuestra vocación y en la disponibilidad de servir con todas nuestras fuerzas al Señor, en este nuestro tiempo. Respecto a la pregunta: soy bien consciente de que hoy es muy difícil ser párroco, también y sobre todo en los países de antigua cristiandad; las parroquias son cada vez más extensas, es imposible conocer a todos, es imposible hacer todos los trabajos que se esperan de un párroco. Y así,

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realmente, nos preguntamos a dónde ir, como usted ha dicho. Pero quisiera decir, ante todo: sé que hay muchos párrocos en el mundo que dan realmente todas sus fuerzas por la evangelización, por la presencia del Señor y de sus Sacramentos. A estos párrocos fieles, que trabajan con todas las fuerzas de su vida, de nuestro ser, apasionados por Cristo, quisiera decir en este momento un gran “gracias”. Dije que no es posible hacer todo lo que se desea, que se debería hacer, porque nuestras fuerzas son limitadas y las situaciones son difíciles en una sociedad cada vez más diversificada, más complicada. Yo creo que, sobre todo, es importante que los fieles puedan ver que este sacerdote no hace sólo un “oficio”, horas de trabajo, y que después está libre y vive sólo para sí mismo, sino que es un hombre apasionado por Cristo. Si los fieles ven que está lleno de la alegría del Señor, comprenden también que no lo puede hacer todo, aceptan sus límites, y ayudan al párroco. Este me parece el punto más importante: que se pueda ver y sentir que el párroco realmente se siente llamado por el Señor; que está lleno de amor por el Señor y por los suyos. Si esto existe, se entiende y se puede también ver la imposibilidad de hacer todo. Por tanto, estar llenos de la alegría del Evangelio con todo nuestro ser es la primera condición. Después se deben tomar decisiones, tener prioridades, ver lo que es posible y lo que es imposible. Diría que las tres prioridades fundamentales las conocemos: son las tres columnas de nuestro ser sacerdotes. Primero, la Eucaristía, los Sacramentos: hacer posible y presente la Eucaristía, sobre todo dominical, en cuanto sea posible, para todos, y celebrarla de forma que se convierta realmente en visible el acto de amor del Señor por nosotros. Después, el anuncio de la Palabra en todas las dimensiones: desde el diálogo personal hasta la homilía. El tercer punto es la «caritas», el amor de Cristo: estar presentes para los que sufren, para los pequeños, para los niños, para las personas con

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dificultad, para los marginados; hacer realmente presente el amor del Buen Pastor. Y después, una prioridad muy importante es también la relación personal con Cristo. En el Breviario, el 4 de noviembre, leemos un hermoso texto de san Carlos Borromeo, gran pastor, que se dio verdaderamente a sí mismo, y que nos dice, a todos los sacerdotes: “No descuides tu propia alma: si la propia alma está descuidada, tampoco puedes dar a los demás lo que deberías dar. Por tanto, también debes tener tiempo para ti mismo, para tu alma», o, en otras palabras, la relación con Cristo, el coloquio personal con Cristo es una prioridad pastoral fundamental, ¡es condición para nuestro trabajo por los demás! Y la oración no es algo marginal: es precisamente rezar la “profesión” del párroco, también en representación de la gente que no sabe rezar o no encuentra el tiempo de rezar. La oración personal, sobre todo la liturgia de las Horas, es el alimento fundamental para nuestra alma, para todas nuestras acciones. Y, finalmente, reconocer nuestros límites, abrirnos también a esta humildad. Recordemos una escena de Marcos, capítulo 6, donde los discípulos estaban “estresados”, querían hacer todo, y el Señor dice: “Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (cfr. Mc 6,31). También éste es trabajo –diría– pastoral: encontrar y tener la humildad, el valor de descansar. Por tanto, pienso que la pasión por el Señor, el amor por el Señor, nos muestra las prioridades, las decisiones, nos ayuda a encontrar el camino. El Señor nos ayudará. ¡Gracias a todos vosotros!

África: P. – Santidad, soy Mathias Agnero y vengo desde África, precisamente desde Costa de Marfil. Usted es un Papa-teólogo, mientras que nosotros, cuando podemos, leemos apenas algún libro de teología para la formación. Nos parece, con todo, que se ha creado

una fractura entre teología y doctrina y, aún más, entre teología y espiritualidad. Se siente la necesidad de que el estudio no sea tan académico sino que alimente nuestra espiritualidad. Sentimos necesidad de esto en nuestro propio ministerio pastoral. Quizás la teología no parezca tener a Dios en el centro y a Jesucristo como primer “lugar teológico”, sino que tenga en cambio los gustos y las tendencias difuminadas; y la consecuencia es la proliferación de opiniones subjetivas que permiten la introducción, también en la Iglesia, de un pensamiento no católico. ¿Cómo no desorientarnos en nuestra vida y en nuestro ministerio, cuando es el mundo el que juzga a la fe y no al revés? ¡Nos sentimos “descentrados”! R. – Gracias. Usted toca un problema muy difícil y doloroso. Existe realmente una teología que quiere sobre todo ser académica, parecer científica, y olvida la realidad vital, la presencia de Dios, su presencia entre nosotros, su hablar hoy, no sólo en el pasado. Ya san Buenaventura distinguió dos formas de teología, en su tiempo; dijo: “hay una teología que viene de la arrogancia de la razón, que quiere dominar todo, hace pasar a Dios de sujeto a objeto que estudiamos, mientras debería ser sujeto que nos habla y nos guía”. Existe realmente este abuso de la teología, que es arrogancia de la razón y no nutre la fe, sino que oscurece la presencia de Dios en el mundo. Después hay una teología que quiere conocer más por amor al Amado, está estimulada por el amor y guiada por el amor. Y esta es la verdadera teología, que viene del amor de Dios, de Cristo, y quiere entrar más profundamente en comunión con Cristo. En realidad, las tentaciones hoy son grandes; sobre todo se impone la llamada “visión moderna del mundo” (Bultmann, modernes Weltbild), que se convierte en el criterio de cuanto sería posible o imposible. Y así, precisamente con este criterio de que todo es como siempre, que todos los acontecimientos históricos son del mismo tipo, se excluye precisamente la

“Tened el valor de resistir a la aparente cientificidad, de no someterse a todas las hipótesis del momento, sino de pensar realmente a partir de la gran fe de la Iglesia, que está presente en todos los tiempos y que nos abre el acceso a la verdad”. novedad del Evangelio, se excluye la irrupción de Dios, la verdadera novedad que es la alegría de nuestra fe. ¿Qué hacer? Yo diría ante todo a los teólogos: tened valor. Y quisiera decir un gran “gracias” también a muchos teólogos que hacen un buen trabajo. Hay abusos, lo sabemos, pero en todas partes del mundo hay muchos teólogos que viven verdaderamente de la Palabra de Dios, se nutren de la meditación, viven la fe de la Iglesia y quieren ayudar para que la fe esté presente hoy día. A estos teólogos quisiera decir un gran “gracias”. Y diría a los teólogos en general: «¡no tengáis miedo de este fantasma de la cientificidad!». Yo sigo la teología desde el 46; comencé a estudiar teología en enero de 1946, y he visto por tanto a tres generaciones de teólogos, y puedo decir: las hipótesis que en aquel tiempo, y después en los años 60 y 80 eran las más nuevas, absolutamente científicas, absolutamente casi dogmáticas, ¡con el tiempo han envejecido y ya no valen! Muchas de ellas parecen casi ridículas. Por tanto, tened el valor de resistir a la aparente cientificidad, de no someterse a todas las hipótesis del momento, sino de pensar realmente a partir de la gran fe de la Iglesia, que está presente en todos los tiempos y que nos abre el acceso a la verdad. Sobre todo, también, ¡no pensar que la razón positivista, que excluye lo trascendente –que no puede ser accesible–

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“La formación es muy importante. (…) Debemos ser también críticos: el criterio de la fe es el criterio con el que ver también a los teólogos y las teologías. El Papa Juan Pablo II nos dio un criterio absolutamente seguro en el Catecismo de la Iglesia Católica: aquí vemos la síntesis de nuestra fe, y este Catecismo es verdaderamente el criterio para ver dónde va una teología aceptable o no aceptable”. sea la razón verdadera! Esta razón débil, que presenta sólo las cosas experimentables, es realmente una razón insuficiente. Nosotros teólogos debemos usar la razón grande, que está abierta a la grandeza de Dios. Debemos tener el valor de ir más allá del positivismo a la cuestión de las raíces del ser. Esto me parece de gran importancia. Por tanto, es necesario tener el valor de la razón amplia, grande, tener la humildad de no someterse a todas las hipótesis del momento, vivir de la gran fe de la Iglesia de todos los tiempos. No existe una mayoría contra la mayoría de los Santos: ¡la verdadera mayoría son los Santos de la Iglesia, y a los Santos debemos orientarnos! Después, a los seminaristas y sacerdotes digo lo mismo: pensad que la Sagrada Escritura no es un libro aislado: está vivo en la comunidad viva de la Iglesia, que es el mismo sujeto en todos los siglos y que garantiza la presencia de la Palabra de Dios. El Señor nos ha dado a la Iglesia como sujeto vivo, con la estructura de los obispos en comunión con el Papa, y esta gran realidad

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de los obispos del mundo en comunión con el Papa nos garantiza el testimonio de la verdad permanente. Tengamos confianza en este Magisterio permanente de la comunión de los obispos con el Papa, que nos representa la presencia de la Palabra. Y tengamos también confianza en la vida de la Iglesia. Ciertamente la formación teológica –esto quisiera decir a los seminaristas– es muy importante. En nuestro tiempo debemos conocer bien la Sagrada Escritura, también precisamente contra los ataques de las sectas; debemos ser realmente amigos de la Palabra. Debemos conocer también las corrientes de nuestro tiempo para poder responder razonablemente, para poder dar –como dice san Pedro– “razón de nuestra fe”. La formación es muy importante. Pero debemos ser también críticos: el criterio de la fe es el criterio con el que ver también a los teólogos y las teologías. El Papa Juan Pablo II nos dio un criterio absolutamente seguro en el Catecismo de la Iglesia Católica: aquí vemos la síntesis de nuestra fe, y este Catecismo es verdaderamente el criterio para ver dónde va una teología aceptable o no aceptable. Por tanto, recomendamos la lectura, el estudio de este texto, y así podremos seguir adelante con una teología crítica en el sentido positivo, es decir, crítica contra las tendencias de la moda y abierta a las verdaderas novedades, a la profundidad inagotable de la Palabra de Dios, que se revela nueva en todos los tiempos, también en nuestro tiempo.

Europa: P. – Padre Santo, soy don Karol Miklosko y vengo desde Europa, precisamente desde Eslovaquia, y soy misionero en Rusia. Cuando celebro la Santa Misa me encuentro a mí mismo y comprendo que allí encuentro mí identidad, la raíz y energía de mi ministerio. El sacrificio de la Cruz me revela al Buen Pastor, que lo da todo por el rebaño, por cada oveja,

y cuando digo: “Éste es mi cuerpo … esta es mi sangre» dada y derramada en sacrificio por vosotros, entonces comprendo la belleza del celibato y de la obediencia, que prometí libremente en el momento de la ordenación. Aún con las naturales dificultades, el celibato me parece obvio, mirando a Cristo, pero me siento trastornado al leer tantas críticas mundanas a este don. Le pido humildemente, Padre Santo, que nos ilumine sobre la profundidad y sobre el sentido auténtico del celibato eclesiástico. R. – Gracias por las dos partes de su pregunta. La primera, en la que muestra el fundamento permanente y vital de nuestro celibato; la segunda que muestra todas las dificultades en las que nos encontramos en nuestro tiempo. Es importante la primera parte, es decir: el centro de nuestra vida debe ser realmente la celebración cotidiana de la Santa Eucaristía; y aquí son centrales las palabras de la consagración: “Esto es mi cuerpo, esta es mi Sangre”; es decir, hablamos in persona Christi. Cristo nos permite usar su “Yo”, hablamos en el “Yo” de Cristo, Cristo nos “atrae hacia sí” y nos permite unirnos, nos une con su “Yo”. Y así, a través de esta acción, este hecho de que Él nos “atrae” a sí mismo, de forma que nuestro “yo” queda unido al suyo, realiza la permanencia, la unicidad de su Sacerdocio; así Él es realmente siempre el único Sacerdote, y aún muy presente en el mundo, porque nos “atrae” en sí mismo y así hace presente su misión sacerdotal. Esto quiere decir que somos atraídos al Dios de Cristo: es esta unión con su “Yo” que se realiza en las palabras de la consagración. También en el “yo te absuelvo” –porque ninguno de nosotros podría absolver de los pecados– es el “Yo” de Cristo, de Dios, el único que puede absolver. Esta unificación de su “Yo” con el nuestro implica que somos “atraídos” también a su realidad de Resucitado, que seguimos adelante hacia la vida plena de la resurrección, de la que Jesús habla a los saduceos en Mateo, capítulo 22: es una vida “nueva”, en la que ya estamos

“Puede sorprender esta crítica permanente contra el celibato, en un tiempo en el que está cada vez más de moda no casarse. Pero este no casarse es algo fundamentalmente distinto del celibato, porque el no casarse se basa en la voluntad de vivir sólo para sí mismos, de no aceptar ningún vínculo definitivo (…) Mientras que el celibato es precisamente lo contrario: es un «sí» definitivo, es un dejarse tomar de la mano por Dios (…) es por tanto un acto de fidelidad y de confianza, un acto que supone también la fidelidad del matrimonio.” más allá del matrimonio (cfr Mt 22,23-32). Es importante que nos dejemos penetrar siempre de nuevo por esta identificación del “Yo” de Cristo con nosotros, de este ser “sacados” hacia el mundo de la resurrección. En este sentido, el celibato es una anticipación. Trascendamos este tiempo y sigamos adelante, y así nos “atraemos” a nosotros mismos y a nuestro tiempo hacia el mundo de la resurrección, hacia la novedad de Cristo, hacia la vida buena y verdadera. Por tanto, el celibato es una anticipación hecha posible por la gracia del Señor, que nos “atrae” a sí hacia el mundo de la resurrección; nos invita siempre de nuevo a trascendernos a nosotros mismos, este presente, hacia el verdadero presente del futuro, que se convierte en presente hoy. Y aquí estamos en un punto muy

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importante. Un gran problema de la cristiandad en el mundo de hoy es que no se piensa ya en el futuro de Dios: parece suficiente solo el presente de este mundo. Queremos tener solo este mundo, vivir sólo en este mundo. Así cerramos las puertas a la verdadera grandeza de nuestra existencia. El sentido del celibato como anticipación del futuro es precisamente abrir estas puertas, hacer más grande el mundo, mostrar la realidad del futuro que es vivido por nosotros ya como presente. Vivir, por tanto, así como en un testimonio de la fe: creemos realmente que Dios existe, que Dios tiene que ver con mi vida, que puedo fundar mi vida sobre Cristo, sobre la vida futura. Y conozcamos ahora las críticas mundanas de las que usted ha hablado. Es verdad que para el mundo agnóstico, el mundo en el que Dios no tiene nada que ver, el celibato es un gran escándalo, porque muestra precisamente que Dios es considerado y vivido como realidad. Con la vida escatológica del celibato, el mundo futuro de Dios entra en las realidades de nuestro tiempo. ¡Y esto debería desaparecer! En un cierto sentido, puede sorprender esta crítica permanente contra el celibato, en un tiempo en el que está cada vez más de moda no casarse. Pero este no casarse es algo fundamentalmente distinto del celibato, porque el no casarse se basa en la voluntad de vivir sólo para sí mismos, de no aceptar ningún vínculo definitivo, de tener la vida en todo momento en una autonomía plena, decidir en cada momento qué hacer, qué tomar de la vida; es por tanto un «no» al vínculo, un «no» a la definitividad, un tener la vida sólo para sí mismo. Mientras que el celibato es precisamente lo contrario: es un «sí» definitivo, es un dejarse tomar de la mano por Dios, entregarse en las manos del Señor, en su “Yo”, y es por tanto un acto de fidelidad y de confianza, un acto que supone también la fidelidad del matrimonio; es precisamente lo contrario de este «no», de esta autonomía que

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no quiere obligarse, que no quiere entrar en un vínculo; es precisamente el «sí» definitivo que supone, confirma el «sí» definitivo del matrimonio. Y este matrimonio es la forma bíblica, la forma natural del ser hombre y mujer, fundamento de la gran cultura cristiana, de las grandes culturas del mundo. Y si desaparece esto, se destruirá también la raíz de nuestra cultura. Por ello el celibato confirma el «sí» del matrimonio con su «sí» al mundo futuro, y así queremos seguir y hacer presente este escándalo de una fe que pone toda su existencia en Dios. Sabemos que junto a este gran escándalo, que el mundo no quiere ver, están también los escándalos secundarios de nuestras insuficiencias, de nuestros pecados, que oscurecen el verdadero y gran escándalo, y hacen pensar: “¡Pero no viven realmente fundados en Dios!”. ¡Pero hay mucha fidelidad! El celibato, precisamente las críticas lo muestran, es un gran signo de la fe, de la presencia de Dios en el mundo. Oremos al Señor para que nos ayude a hacernos libres de los escándalos secundarios, para que se haga presente el gran escándalo de nuestra fe: ¡la confianza, la fuerza de nuestra vida, que se funda en Dios y en Jesucristo!

Asia: P. – Santo Padre, soy don Atsushi Yamashita y vengo desde Asia, precisamente desde Japón. El modelo de sacerdote que Su Santidad nos ha propuesto este Año, el Cura de Ars, ve en el centro de la existencia y del ministerio la Eucaristía, la Penitencia sacramental y personal, y el amor al culto dignamente celebrado. He visto los signos de la austera pobreza de san Juan María Vianney y también de su pasión por las cosas preciosas para el culto. ¿Cómo vivir estas dimensiones fundamentales de nuestra existencia sacerdotal, sin caer en el clericalismo o en una alienación de la realidad, que el mundo de hoy no permite?

R. – Gracias. Por tanto, la pregunta es cómo vivir la centralidad de la Eucaristía sin perderse en una vida puramente cultual, ajenos a la vida de cada día de las demás personas. Sabemos que el clericalismo es una tentación de los sacerdotes en todos los siglos, también hoy; tanto o más importante es encontrar la forma verdadera de vivir la Eucaristía, que no cerrarse al mundo, sino precisamente abrirse a las necesidades del mundo. Debemos tener presente que en la Eucaristía se realiza este gran drama de Dios que sale de sí mismo, deja –como dice la Carta a los Filipenses– su propia gloria, sale y desciende hasta ser uno de nosotros, y desciende hasta la muerte en la Cruz (cfr Fil 2). La aventura del amor de Dios que se abandona a sí mismo para estar con nosotros –esto se hace presente en la Eucaristía– es el gran acto, la gran aventura del amor de Dios y la humildad de Dios que se dona a nosotros. En este sentido la Eucaristía debe considerarse como el entrar en este camino de Dios. San Agustín dice, en el De Civitate Dei, libro X: «Hoc est sacrificium Christianorum: multi unum corpus in Christo», es decir: el sacrificio de los cristianos es el estar unidos por el amor de Cristo en la unidad del único cuerpo de Cristo. El sacrificio consiste precisamente en salir de nosotros, en dejarnos atraer a la comunión del único pan, del único Cuerpo, y así entrar en la gran aventura del amor de Dios. Así debemos intentar celebrar, vivir, meditar siempre la Eucaristía, como esta escuela de liberación de mi “yo”: entrar en el único pan, que es pan de todos, que nos une en el único Cuerpo de Cristo. Y por tanto, la Eucaristía es, de por sí, un acto de amor, nos obliga a esta realidad del amor por los demás: que el sacrificio de Cristo es la comunión de todos en su Cuerpo. Y por tanto, de esta forma, debemos aprender de la Eucaristía, que es además lo contrario del clericalismo, del cerrarse en sí mismos. Pensemos también en

“Cada uno de nosotros debería hacer lo posible para vivir su propio sacerdocio de tal manera que resultase convincente, de tal manera que los jóvenes puedan decir: esta es una verdadera vocación, así se puede vivir, así se hace algo esencial para el mundo. (…) Ninguno de nosotros habría llegado a ser sacerdote si no hubiese conocido sacerdotes convincentes en los que ardía el fuego del amor de Cristo.” la Madre Teresa, verdaderamente el ejemplo más grande de este siglo, en este tiempo, de un amor que se deja a sí mismo, que deja todo tipo de clericalismo, de alejamiento del mundo, que va a los más marginados, a los más pobres, a las personas a punto de morir, y que se da totalmente al amor por los pobres, por los marginados. Pero Madre Teresa que nos dio este ejemplo, la comunidad que sigue sus huellas, suponía siempre como primera condición de una fundación suya la presencia de un tabernáculo. Sin la presencia del amor de Dios que se da no sería posible realizar ese apostolado, no habría sido posible vivir en ese abandono de sí mismos; sólo insertándose en este abandono de sí en Dios, en esta aventura de Dios, en esta humildad de Dios, podían y pueden llevar a cabo este gran acto de amor, esta apertura a todos. En este sentido, diría: vivir la Eucaristía en su sentido original, en su verdadera profundidad, es una escuela de vida, es la protección más segura contra toda forma de clericalismo.

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“Tened el valor de hablar con los jóvenes si pueden pensar que Dios les llama, porque a menudo una palabra humana es necesaria para abrir la escucha de la vocación divina; [se debe] hablar con los jóvenes y sobre todo ayudarles a encontrar un contexto vital en el que puedan vivir.”

Oceanía: P. – Beatísimo Padre, soy don Anthony Denton y vengo desde Oceanía, desde Australia. Esta noche aquí estamos muchísimos sacerdotes. Sin embargo, sabemos que nuestros seminarios no están llenos y que, en el futuro, en varios lugares del mundo nos espera una bajada, incluso brusca. ¿Qué hacer de verdaderamente eficaz por las vocaciones? ¿Cómo proponer nuestra vida, en lo que hay en ella de grande y de bello, a un joven de nuestro tiempo? R. – Gracias. Realmente usted toca de nuevo un problema grande y doloroso de nuestro tiempo: la falta de vocaciones, a causa de la cual iglesias locales están en peligro de volverse áridas, porque falta la Palabra de vida, falta la presencia del sacramento de la Eucaristía y de los demás Sacramentos. ¿Qué hacer? La tentación es grande: de tomar nosotros mismos en mano la cuestión, de transformar el sacerdocio –el sacramento de Cristo, el ser elegidos por Él– en una profesión normal, en un empleo que tiene sus horas, y en el que uno se pertenece solo a sí mismo; y hacerlo así como cualquier otra vocación: hacerlo accesible y fácil. Pero es una tentación, esta, que no resuelve el problema. Me hace pensar en la historia de Saúl, el rey de

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Israel, que antes de la batalla contra los filisteos espera a Samuel para el necesario sacrificio a Dios. Y cuando Samuel, en el momento esperado, no viene, él mismo realiza el sacrificio, aun no siendo sacerdote (cfr. 1 Sam 13); piensa resolver así el problema, que naturalmente no se resuelve, porque toma en manos por sí mismo lo que no puede hacer, se hace él mismo Dios, o casi, y no puede esperarse que las cosas vayan realmente a la manera de Dios. Así, también nosotros, si ejerciésemos sólo una profesión como las demás, renunciando a la sacralidad, a la novedad, a la diversidad del sacramento que sólo Dios da, que puede venir sólo de su vocación y no de nuestro “hacer”, no resolveremos nada. Tanto más debemos –como nos invita el Señor– rezar a Dios, llamar a la puerta, al corazón de Dios, para que nos dé vocaciones; rezar con gran insistencia, con gran determinación, con gran convicción también, para que Dios no se cierre ante una oración insistente, permanente, confiada, aunque deje hacer. Esperar, como en el ejemplo citado de Saúl, más allá de los tiempos que nosotros hemos previsto. Este me parece el primer punto: animar a los fieles a tener esta humildad, esta confianza, este valor de rezar con insistencia por las vocaciones, de llamar al corazón de Dios para que nos dé sacerdotes. Además de esto diría quizás tres puntos. El primero: cada uno de nosotros debería hacer lo posible para vivir su propio sacerdocio de tal manera que resultase convincente, para que los jóvenes puedan decir: esta es una verdadera vocación, así se puede vivir, así se hace algo esencial para el mundo. Creo que ninguno de nosotros habría llegado a ser sacerdote si no hubiese conocido sacerdotes convincentes en los que ardía el fuego del amor de Cristo. Por tanto, este es el primer punto: intentemos ser nosotros mismos sacerdotes convincentes. El segundo punto es que debemos invitar, como ya he dicho, a la iniciativa de la oración, a tener esta humildad, esta confianza de hablar con Dios con fuerza, con decisión. El tercer

punto: tener el valor de hablar con los jóvenes si pueden pensar que Dios les llama, porque a menudo una palabra humana es necesaria para abrir la escucha de la vocación divina; hablar con los jóvenes y sobre todo ayudarles a encontrar un contexto vital en el que puedan vivir. El mundo de hoy es tal que casi parece excluida la maduración de una vocación sacerdotal; los jóvenes necesitan ambientes en los que se viva la fe, en los que aparezca la belleza de la fe, en los que aparezca que éste

es un modelo de vida, “el” modelo de vida, y por tanto ayudarles a encontrar movimientos, o la parroquia –la comunidad en parroquia– u otros contextos en los que realmente estén rodeados por la fe, por el amor de Dios, y puedan estar abiertos para que la vocación de Dios llegue y les ayude. Por lo demás, damos gracias a Dios por todos los seminaristas de nuestro tiempo, por los jóvenes sacerdotes, y oramos. ¡El Señor nos ayudará! ¡Gracias a todos vosotros! (Vaticano 10- VI-2010)

ERA DE ESPERAR QUE AL «ENEMIGO» NO LE GUSTARA QUE EL SACERDOCIO BRILLARA DE NUEVO Párrafos escogidos de la homilía que S.S. Benedicto XVI pronunció durante la solemne Concelebración Eucarística con sacerdotes de todo el mundo en la clausura del Año Sacerdotal.

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l Año Sacerdotal que hemos celebrado, 150 años después de la muerte del santo Cura de Ars, modelo del ministerio sacerdotal en nuestros días, llega a su fin. Nos hemos dejado guiar por el Cura de Ars para comprender de nuevo la grandeza y la belleza del ministerio sacerdotal. El sacerdote no es simplemente alguien que ejerce un oficio, como aquellos que toda sociedad necesita para que puedan cumplirse en ella ciertas funciones. Por el contrario, el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución

de nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios, la situación de nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas del pan y el vino las palabras de acción de gracias de Cristo, que son palabras de transubstanciación, palabras que lo hacen presente a Él mismo, el Resucitado, su Cuerpo y su Sangre, transformando así los elementos del mundo; son palabras que abren el mundo a Dios y lo unen a Él. Por tanto, el sacerdocio no es un simple «oficio», sino un sacramento: Dios se vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él, presente entre los hombres y actuar en su favor. Esta audacia de Dios, que

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“El uso de la vara puede ser un servicio de amor. Hoy vemos que no se trata de amor, cuando se toleran comportamientos indignos de la vida sacerdotal. Como tampoco se trata de amor si se deja proliferar la herejía, la tergiversación y la destrucción de la fe, como si nosotros inventáramos la fe autónomamente. Como si ya no fuese un don de Dios, la perla preciosa que no dejamos que nos arranquen.”

se abandona en las manos de seres humanos; que, aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra «sacerdocio». Que Dios nos considere capaces de esto; que por eso llame a su servicio a hombres y, así, se una a ellos desde dentro, esto es lo que en este año hemos querido de nuevo considerar y comprender. Queríamos despertar la alegría de que Dios esté tan cerca de nosotros, y la gratitud por el hecho de que Él se confíe a nuestra debilidad; que Él nos guíe y nos ayude día tras día. Queríamos también, así, enseñar de nuevo a los jóvenes que esta vocación, esta comunión de servicio por Dios y con Dios, existe; más

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aún, que Dios está esperando nuestro «sí». Junto con la Iglesia, hemos querido destacar de nuevo que tenemos que pedir a Dios esta vocación. Pedimos trabajadores para la mies de Dios, y esta plegaria a Dios es, al mismo tiempo, una llamada de Dios al corazón de jóvenes que se consideren capaces de eso mismo para lo que Dios los cree capaces. Era de esperar que al «enemigo» no le gustara que el sacerdocio brillara de nuevo; él hubiera preferido verlo desaparecer, para que al fin Dios fuera arrojado del mundo. Y así ha ocurrido que, precisamente en este año de alegría por el sacramento del sacerdocio, han salido a la luz los pecados de los sacerdotes, sobre todo el abuso a los pequeños, en el cual el sacerdocio, que lleva a cabo la solicitud de Dios por el

bien del hombre, se convierte en lo contrario. También nosotros pedimos perdón insistentemente a Dios y a las personas afectadas, mientras prometemos que queremos hacer todo lo posible para que semejante abuso no vuelva a suceder jamás; que en la admisión al ministerio sacerdotal y en la formación que prepara al mismo haremos todo lo posible para examinar la autenticidad de la vocación; y que queremos acompañar aún más a los sacerdotes en su camino, para que el Señor los proteja y los custodie en las situaciones dolorosas y en los peligros de la vida. Si el Año Sacerdotal hubiera sido una glorificación de nuestros logros humanos personales, habría sido destruido por estos hechos. Pero, para nosotros, se trataba precisamente de lo

contrario, de sentirnos agradecidos por el don de Dios, un don que se lleva en «vasijas de barro», y que una y otra vez, a través de toda la debilidad humana, hace visible su amor en el mundo. Así, consideramos lo ocurrido como una tarea de purificación, un quehacer que nos acompaña hacia el futuro y que nos hace reconocer y amar más aún el gran don de Dios. De este modo, el don se convierte en el compromiso de responder al valor y la humildad de Dios con nuestro valor y nuestra humildad. La palabra de Cristo, que hemos entonado como canto de entrada en la liturgia de hoy, puede decirnos en este momento lo que significa hacerse y ser sacerdote: «Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29). (…) (…) «Tu vara y tu cayado me sosiegan» (23 [22], 4s): El pastor necesita la vara contra las bestias salvajes que quieren atacar el rebaño; contra los salteadores que buscan su botín. Junto a la vara está el cayado, que sostiene y ayuda a atravesar los lugares difíciles. Las dos cosas entran dentro del ministerio de la Iglesia, del ministerio del sacerdote. También la Iglesia debe usar la vara del pastor, la vara con la que protege la fe contra los farsantes, contra las orientaciones que son, en realidad, desorientaciones. En efecto, el uso de la vara puede ser un servicio de amor. Hoy vemos que no se trata de amor, cuando se toleran comportamientos indignos de la vida sacerdotal. Como tampoco se trata de amor si se deja proliferar la herejía, la tergiversación y la destrucción de la fe, como si nosotros inventáramos la fe autónomamente. Como si ya no fuese un don de Dios, la perla preciosa que no dejamos que nos arranquen. Al mismo tiempo, sin embargo, la vara continuamente debe transformarse en el cayado del pastor, cayado que ayude a los hombres a poder caminar por senderos difíciles y seguir a Cristo. (Vaticano 11- VI-2010)

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PANORAMA

corazón y que querían decir al Papa como pastor y como padre». «Las respuestas fueron sencillas, muy espontáneas, compartiendo el dolor, la oración, el aliento, la esperanza, que el Papa pudiera transmitir a cada uno de ellos. Es importante el que haya sido un encuentro en el que cada uno pudiera expresar su palabra al Papa, pues se trataba de curar las heridas personales profundas y, por tanto, el camino no era gritar mensajes, sino escuchar y dialogar en

profundidad. El Papa pudo hacerlo y concluyó nuevamente con una oración común y con una bendición de este encuentro». «Me parece comprender que los testimonios que han dado los mismos participantes, que han querido hablar de manera libre, han sido sumamente positivos. Yo, que estaba presente, veía un clima muy, muy conmocionado, muy profundo, pero también muy sereno y lleno de esperanza, de curación, y de reconciliación».

2010 / VIAJES DE BENEDICTO XVI MALTA “Poner la confianza en Dios” Párrafos de la homilía pronunciada por el Papa Benedicto XVI el 17 de abril pasado, durante la Misa celebrada en la Plaza Granai de Floriana, ante la iglesia de San Publio en Malta.

proteger del mal, sólo él puede guiarnos a través de las tormentas de la vida, sólo él puede llevarnos a un lugar seguro, como lo hizo con Pablo y sus compañeros a la deriva ante las costas de Malta. (…)

“Sé que la primera lectura de la Misa de hoy es una de las que

“De todos los dones que han llegado a estas costas a través de la historia de sus gentes, el mayor de todos fue el que trajo Pablo, y es mérito vuestro el que fuera inmediatamente acogido y custodiado. Għożżu l-fidi u l-li valuri takom l-Appostlu Missierkom San Pawl. [Conservad la fe y los valores que os ha transmitido vuestro padre, el apóstol san Pablo]. Seguid desvelando la riqueza y la profundidad deL don recibido de Pablo y tratad de transmitirlo no sólo a vuestros hijos, sino también a todos los que encontréis. Todo visitante de Malta debería sentirse impresionado por la devoción de su pueblo, por la fe vibrante que se manifiesta en sus celebraciones, por la belleza de sus iglesias y santuarios. Pero ese don debe ser compartido con los demás, ha de ser comunicado”.

os gusta escuchar, pues relata el naufragio de Pablo en la costa de Malta y la calurosa acogida que le dispensaron sus gentes. Es digno de subrayar que la tripulación del barco, para salir del apuro, se vio obligada a tirar por la borda el cargamento, los aparejos e incluso el trigo, que era su único sustento. Pablo les exhortó a poner su confianza sólo en Dios, mientras la nave era zarandeada por las olas. También nosotros debemos poner nuestra confianza sólo en Dios. Nos sentimos tentados por la idea de que la avanzada tecnología de hoy puede responder a todas nuestras necesidades y nos salva de todos los peligros que nos acechan. Pero no es así. En cada momento de nuestras vidas dependemos completamente de Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos. Sólo él nos puede

La visita del Papa supera las expectativas La mitad de la población del archipiélago de Malta salió al en-

cuentro de Benedicto XVI durante su visita apostólica el 17 y 18 de abril pasado, un dato que permite comprender el efecto de su decimocuarto viaje internacional. A su regreso a Roma, el balance que ha sacado el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, reconoce: «Ciertamente es un balance sumamente positivo, diría incluso superior a las expectativas para los mismos organizadores malteses. Y esto porque el calor de la respuesta, la cantidad espontánea de personas por las calles, todas muy alegres y ordenadas en la manifestación de su entusiasmo, es algo que ha impresionado muy profundamente. Yo creo que se puede decir tranquilamente que unas 200 mil personas, en los dos días han podido ver al Papa. Los habitantes de Malta son algo más de 400 mil, de manera que uno de cada dos ciudadanos han podido acercarse para ver al Santo Padre».

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El padre Lombardi, en los micrófonos de Radio Vaticano, atribuye esta extraordinaria participación a «las raíces cristianas de este pueblo y su gran tradición católica, que se ha manifestado espontáneamente». Este dato, reconoce, es significativo, pues «por algunas discusiones, y lo que había escrito la prensa, no quedaba claro en la víspera cómo podría haber sido la acogida». Por lo que se refiere al encuentro que el Papa mantuvo en la nunciatura apostólica con víctimas de abusos sexuales de clérigos, el padre Lombardi revela que «el encuentro fue muy sencillo y diría que es un mensaje en la misma manera que ha tenido lugar: un encuentro, alejado por decirlo así del ruido de los medios de comunicación y de la publicidad. Quedó enmarcado al comenzar por un momento de oración y luego continuó con una escucha profunda por parte del Papa de las palabras que estas personas deseaban decirle, todo lo que llevaban en el HUMANITAS Nº 59 pp. 562 - 601

PORTUGAL La Historia, con los ojos de Fátima La Visita que Benedicto XVI realizó, entre el 11 y el 14 de mayo, a

Portugal se ha convertido en uno de esos acontecimientos eclesiales que se citarán en el futuro como hito de este pontificado. Semanas antes, publicaciones como el New York Times, en Estados Unidos, o Der Spiegel, en Alemania, habían enrarecido el ambiente, a cuenta de algunos escándalos de pederastia Al regreso de Benedicto XVI de Portugal, los mismos medios que habían sembrado la polémica en las semanas anteriores cambiaban de discurso, y presentaban al Papa como al hombre que ha tenido la valentía de afrontar una renovación y conversión necesaria, no sólo en la Iglesia, sino en toda la sociedad. La percepción por parte de los medios de comunicación ha sufrido un giro tan radical, que

ahora personajes políticos como Evo Morales o José Luis Rodríguez Zapatero anuncian, a bombo y platillo, visitas al obispo de Roma. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué acusadores de este Pontífice, como el diario El País, han publicado análisis en los que presentan al Santo Padre como un ejemplo de determinación e integridad? En las semanas anteriores, los medios de comunicación publicaron noticias y comunicados de la Santa Sede en los que se muestra la determinación de Benedicto XVI para que la Iglesia sea coherente con el Evangelio que anuncia. Pero su primera Visita apostólica a Portugal, la decimoquinta de carácter internacional en este pontificado, ha servido para que los informadores comprendan lo que este Papa dice, piensa y hace.

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La conversión de la Historia En realidad, este viaje -y, en particular, su peregrinación a Fátimaha permitido comprender la visión que tiene el Papa de la Historia, y que en Fátima encontró un elemento decisivo de interpretación. El momento culminante fue la celebración eucarística que presidió en la mañana del 13 de mayo, en la explanada del santuario, ante medio millón de personas, un número desbordante para una pequeña localidad, mayor incluso al de diez años antes, cuando Juan Pablo II beatificó a los pastorcillos Jacinta y Francisco. En la celebración eucarística, Benedicto XVI pronunció una homilía sobre la que llevaba reflexionando muchos años, desde sus tiempos de cardenal, en los que el Papa Karol Wojtyla le encargó, en el año 2000, la interpretación del tercer secreto revelado por la Virgen a los tres pastorcillos. «Se engañaría quien pensase que la misión profética de Fátima ha concluido», afirmó el Santo Padre, sorprendiendo a muchos peregrinos portugueses, quienes habían visto en el atentado contra Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro -sucedido otro 13 de mayo, el de 1981- el cumplimiento definitivo del mensaje de María. El padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Información de la Santa Sede, explica que, con estas palabras, el Papa ha buscado dar a comprender que la profecía de Fátima «significa haber aprendido a leer los acontecimientos de nuestra Historia, el camino de la Iglesia con sus dificultades y sus esperanzas a la luz de la fe, es decir, bajo la mirada de Dios, que sigue a la Iglesia y a la Humanidad en camino, que actúa con su gracia para acompañar a quienes se dirigen a Él, y nos invita a comprometernos en la Historia, comenzando con nuestra conversión para actuar según los criterios del Evangelio. La profecía, entendida como lectura de la realidad y de la historia humana, característica de Fátima, nos ha enseñado a mirar no sólo nuestra vida personal, sino también la vida de la Iglesia y de la Humanidad, bajo la luz de Dios, de su amor, y con el compromiso de convertirnos, de hacernos testigos cada vez más fieles del amor de Dios en el mundo en el que vivimos y en nuestra Historia». Y continúa: «Es un mensaje profético que sigue siendo de gran actualidad, y lo será en el futuro». En su homilía, el Papa expuso así este mensaje que resonó en la Cova de Iria en 1917: «Aquí resurge aquel plan de Dios que interpela a la Humanidad desde sus inicios: ¿Dónde está Abel, tu hermano? La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra. El hombre ha sido capaz de desencadenar una corriente de muerte y de terror, que no logra interrumpir... Con la familia humana dispuesta a sacrificar sus lazos más sagrados en el altar de los mezquinos egoísmos de nación, raza, ideología, grupo, individuo, nuestra Madre bendita ha venido desde el cielo ofreciendo la posibilidad de sembrar en el corazón de todos los que se acogen a ella el amor de Dios que arde en el suyo».

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Ésta es la conversión que pedía la Señora vestida de blanco a los pastorcillos, y que ha hecho de este lugar uno de los más concurridos entre los lugares santos del planeta: cuando parece que la violencia tiene la última palabra, la misericordia de Dios entra en juego, abriéndose espacio, gracias a la conversión de los corazones. Por eso, el momento más esperado de esta peregrinación para este Papa no eran esos encuentros multitudinarios, en los que el pueblo portugués manifestó un amor desbordante (el 10 por ciento de la población salió a las calles para verle de cerca). Para el Papa, el momento acariciado fue la oración en la Capilla de las Apariciones, adonde se dirigió nada más llegar a Fátima, en la tarde del 12 de mayo.

Un Papa portugués Fueron mucho más importantes los silencios que las palabras. Benedicto XVI, ante la imagen de la Virgen, se detuvo en unos intensísimos momentos de oración, totalmente abstraído, mientras, afuera, 300 mil personas se unían a su oración. Fueron momentos de cruces de miradas, interrumpidos con una sonrisa en los labios, cuando el Papa se acercó para regalar a María la Rosa de Oro que le había traído de Roma. El pueblo portugués, que le seguía por televisión, no vio al agudo teólogo o al pastor de la Iglesia universal: vio a un hijo de María. Impactó ver las lágrimas de un albañil portugués de unos 60 años contemplando esa imagen. A partir de ese momento, para él y muchos otros, el Papa alemán se había convertido en un Papa portugués. Y en todo ello no había nada de ficticio ni de teatro. Era sólo cuestión de miradas... Reconocimiento a los sacerdotes El Papa, que en el vuelo de Roma a Lisboa había mostrado cómo la gran persecución que vive la Iglesia en estos momentos viene de dentro, del pecado de sus hijos, quiso que esta peregrinación sirviera no sólo para purificar a los sacerdotes en este camino de conversión eclesial, sino también, en plena tempestad, rendir el homenaje de toda la Iglesia a todos los presbíteros que entregan su vida a Dios y a los hermanos. Por este motivo quiso

presidir en Fátima un acto de consagración de los sacerdotes al Corazón Inmaculado de María, en el que trasladó todo el cariño de la Iglesia por sus sacerdotes: «A todos vosotros, que habéis entregado vuestras vidas a Cristo, deseo expresaros esta tarde el aprecio y el reconocimiento de la Iglesia. Gracias por vuestro testimonio a menudo silencioso y para nada fácil; gracias por vuestra fidelidad al Evangelio y a la Iglesia», afirmó. El acto de consagración culminó las Vísperas con sacerdotes, religiosas, religiosos, seminaristas y diáconos, que llenaban la moderna iglesia de la Santísima Trinidad. Fue un momento al que el Papa quiso dar un ambiente de intimidad: «Permitidme que os abra mi corazón para deciros que la principal preocupación de cada cristiano, especialmente de la persona consagrada y del ministro del altar, debe ser la fidelidad, la lealtad a la propia vocación, como discípulo que quiere seguir al Señor». Pero el protagonista del encuentro no fue el Papa, sino Cristo, presente en la Eucaristía, que fue adorado por los presentes. «Somos libres para ser santos -afirmó el Papa-; libres para ser pobres, castos y obedientes; libres para todos, porque estamos desprendidos de todo; libres de nosotros mismos para que en cada uno crezca Cristo». De este modo, los sacerdotes pueden ser presencia de Cristo, «prestan su voz y sus gestos; libres para llevar a la sociedad moderna a Jesús muerto y resucitado, que permanece con nosotros hasta el final de los siglos y se da a todos en la Santísima Eucaristía».

Los periodistas, que antes de la Visita del Papa preveían el riesgo de un fracaso, contaron al final un millón de peregrinos abrazados en torno al Papa en todas las actividades que presidió en Lisboa, Fátima y Oporto. Estos números hablan ya de esa nueva evangelización que el Papa ha relanzado desde Fátima. JESÚS COLINA

Un mensaje aún por concluir «Que estos siete años que nos separan del centenario

de las Apariciones puedan apresurar el preanunciado triunfo del Corazón Inmaculado de María»: no es una frase pronunciada al azar. Así terminó su homilía Benedicto XVI, en la explanada de Fátima, el pasado 13 de mayo. La alusión a la segunda parte del secreto de Fátima es clara: Al final, Mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre consagrará Rusia, que se convertirá, y le será concedido al mundo un período de paz. Muchos pensaron que, tras la consagración que hizo Juan Pablo II en 1984, lo profetizado en Fátima podía identificarse con la caída del Muro de Berlín, apenas cinco años después. Sin embargo, el mensaje habla claramente de la conversión de Rusia. En las palabras de Benedicto XVI se observa que él no da ni mucho menos el mensaje por concluido, y hay quien piensa que los sorprendentes avances ecuménicos que están marcando este pontificado tendrán una repercusión significativa en las relaciones con la Iglesia ortodoxa rusa. De momento, la última iniciativa en este sentido es un encuentro que está teniendo lugar esta misma semana en el Vaticano, promovido por el mismo Patriarca de Moscú, Kiril I. El deseo del Papa de ver concluido el mensaje se enmarca dentro de los próximos siete años, cuando se cumplirá el centenario de las apariciones.

Fátima: un punto de inflexión en la crisis mediática Nueva evangelización La conversión y la purificación que el Papa ha promovido en Portugal debe ser seguida ahora por la nueva evangelización de ese país y de Europa. Por eso, al despedirse de ese país, en Oporto, confesó su esperanza en que su primera visita al país sirva para imprimir un nuevo entusiasmo al testimonio del Evangelio para renovar la sociedad. «Que mi visita sea un incentivo para un renovado ardor espiritual y apostólico –dijo Benedicto XVI–. Que el Evangelio sea acogido en su integridad y testimoniado con pasión por cada discípulo de Cristo, para que sea fermento de auténtica renovación de toda la sociedad».

En una entrevista realizada por el periódico Voz da Verdade de

Portugal (30/05/2010) el especialista francés en cuestiones vaticanas Jean-Marie Guénois, comentó en el diario parisino Le Figaro que el viaje de Benedicto XVI a Portugal “quedará en la historia del papado como un punto de inflexión”. —“Varios especialistas internacionales consideran que la peregrinación a Portugal abrió una nueva etapa en este pontificado…” —“Lejos de mí el querer reducir el viaje a la crisis de pedofilia en la Iglesia. Pero el hecho es que este viaje a Portugal –gracias a la mo-

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vilización de los portugueses– marca una ruptura en la historia de esa triste polémica mundial (…) La misa del 13 de mayo, en Fátima, donde hubo medio millón de fieles, produjo un giro informativo. Los portugueses ‘votaron con los pies’, como se dice en Francia, para afirmar que la Iglesia no es la crisis de pedofilia y que el Papa está lejos de encontrarse aislado. Eso impresionó en Francia y cambió la imagen que se ha querido propalar del Pontífice en los medios. “Me parece que este viaje va a quedar en la historia del papado como un punto de inflexión. No marca el fin de la crisis de los sacerdotes pedófilos, sino el fin de la duda. Hizo volver a la Iglesia Católica a sentir lo esencial, esto es, que está compuesta principalmente por los fieles y por sus sacerdotes y obispos. Una iglesia que no puede ser reducida a algunos sacerdotes desviados”. — “¿Tuvo impacto mundial el mensaje del Papa en Portugal? ¿Cuáles fueron los ecos de esta visita en la prensa internacional? —“El impacto sin duda fue mundial y precisamente por causa del contexto y de la capacidad de respuesta del pueblo portugués (…) No podemos decir que la multitud no fue al encuentro de Fátima. En el fondo, el llamado a la misión de los cristianos en la sociedad, lanzado por Benedicto XVI en Portugal, me parece algo completamente inédito en su intensidad. No es como un retorno al pasado, sino como un redescubrimiento de la alegría de los primeros tiempos del cristianismo”. En un artículo escrito por J.M.Guénois en el mismo periódico Le Figaro, el vaticanista agrega: “Medio millón de personas en un país de 10 millones, es mucho. Ciertamente la cantidad no es la calidad, pero ésta estaba precisamente en el fervor de la multitud”.

Donde late el corazón materno

De todo Portugal y de otros países, una muchedumbre de peregrinos rodeó a Benedicto XVI donde María comenzó una serie de apariciones el 13 de mayo de 1917. Ni el viento gélido ni la

amenaza de lluvia detuvieron a más de medio millón de fieles en la Vigilia del 12 de mayo, en la que el Papa guió el rezo del rosario en la capilla de las apariciones, ante la imagen mariana tallada en cedro brasileño en 1920. La corona de la Virgen fue exvoto de las mujeres portuguesas el 13 de octubre de 1942 por la protección del país de las tragedias de la segunda guerra mundial. En la corona está engarzada la bala que hirió a Juan Pablo II en la plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981. Fue donada por el propio Papa Wojtyla en agradecimiento a las manos maternas de María, a las que atribuyó la salvación de su vida. Más de quinientas mil personas participaron en la misa que presidió el jueves 13 de mayo, por la mañana, en la solemnidad de la Virgen de Fátima, el Papa en la explanada del santuario. Al inicio de la misa, en su saludo al Pontífice, se hizo portavoz de los fieles el obispo de Leiría-Fátima, monseñor dos Santos Marto, señalando la “profunda emoción” y la gratitud de todo el pueblo “reunido como en un cenáculo a cielo abierto, donde late el corazón materno de Portugal”. Del prelado se escucharon también palabras de agradecimiento a Benedicto XVI por el “regalo de la rosa de oro con la que ha querido honrar el santuario, signo de su particular afecto”; por brindar “esta extraordinaria experiencia de comunión que constituye la Iglesia unida en torno a su Pastor universal”; y por llegar a tierra lusa a confirmar a los fieles en la fe, “en sintonía con su ministerio de Sucesor de Pedro”. “Su peregrinación tiene lugar en el décimo aniversario de la beatificación de los pastorcillos y en el centenario del nacimiento de la pequeña Jacinta. Son conocidos el afecto, la oración y los sacrificios de los pastorcillos por la persona del Santo Padre y por sus sufrimientos. En este momento deseo también asegurarle, Santidad, la profunda comunión y el sincero afecto de todo nuestro pueblo católico por su persona y su ministerio en la Iglesia y por la humanidad –prosiguió monseñor dos Santos Marto-. Cuente con nuestra oración, nuestra docilidad en la fe y nuestro afecto filial”.

CHIPRE Por tierras de Pablo y Bernabé Al despedirse de Chipre, el 6 de junio pasado, Benedicto XVI

presentó la verdad y la reconciliación como las dos claves que permitirán un futuro de unidad para Chipre. En la ceremonia de despedida, que tuvo lugar en el aeropuerto internacional de Larnaca, en presencia del presidente de Chipre, Demetris Christofias, el Papa confirmó asimismo el compromiso de la Iglesia católica para buscar la unidad plena con las Iglesias ortodoxas y el diálogo con los creyentes en el Islam. Al concluir la primera visita de un obispo de Roma a esta isla, que había comenzado el 4 de junio, el Papa afrontó la separación que

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vive Chipre, con el norte de la isla ocupado por Turquía desde 1974. El mismo pontífice ha sido testigo de esta división, pues durmió en la nunciatura apostólica, que se encuentra en la «línea verde» o zona de separación entre las dos partes de la isla, bajo control del contingente de las Naciones Unidas. «He podido ver personalmente algo de la triste división de la isla, así como darme cuenta de la pérdida de una parte significativa de una herencia cultural que pertenece a toda la humanidad», reconoció. «He podido también escuchar a los chipriotas del norte que querrían regresar en paz a sus casas y a sus lugares de culto, y he que-

dado profundamente impresionado por sus peticiones», añadió. Para el Papa, «la verdad y la reconciliación, junto al mutuo respeto, son el fundamento más sólido para un futuro de unidad y de paz para esta isla y para la estabilidad y prosperidad de todos sus habitantes».

Por último, expresó su esperanza de que juntos, «cristianos y musulmanes, se conviertan en levadura de paz y reconciliación entre los chipriotas, lo que se convertirá en ejemplo para los demás países». La ceremonia de despedida concluyó como había comenzado la visita, con la bendición de un árbol de olivo, símbolo de la paz.

Diálogo ecuménico con ortodoxos y con el Islam

Estadísticas sobre la Iglesia católica en Chipre

Agradeciendo la acogida dispensada por Crisóstomos II, arzobispo ortodoxo de Chipre, confesión a la que pertenece el 81,5 por ciento de la población, el sucesor de Pedro confió en que su visita pueda dar un paso más «en el largo camino que fue abierto con el abrazo en Jerusalén», en 1964, entre el entonces patriarca ecuménico de Constantinopla, Atenágoras, y el papa Pablo VI. A raíz de este encuentro se acordó en 1965 la revocación de los decretos de excomunión mutua lanzados en 1054 y que darían lugar al cisma de separación de las Iglesias ortodoxas de Roma. «Hemos recibido un llamamiento divino a ser hermanos, a caminar uno al lado del otro en la fe, con humildad, ante Dios omnipotente, y con inseparables lazos de afecto mutuo», subrayó. Por eso, aseguró «que la Iglesia católica, con la gracia de Dios, se comprometerá para alcanzar el objetivo de la perfecta unidad en la caridad, a través de una estima más profunda por lo más querido para católicos y ortodoxos».

Con motivo del viaje apostólico de Benedicto XVI a Chipre del 4 al 6 de junio, se dieron a conocer las estadísticas de la Iglesia católica en ese país. Los datos, actualizados al 31 de diciembre de 2008, proceden de la Oficina Central de Estadística de la Iglesia. Chipre, cuya capital es Nicosia, tiene una población de 794.000 habitantes, de los que 25.000 son católicos; el 3,15 por ciento de la población. Hay una circunscripción eclesiástica, 13 parroquias y un centro pastoral. Los obispos son dos, hay 30 sacerdotes, 60 religiosos y un seminarista mayor. Un total de 6.347 alumnos asisten a los 22 centros de educación católicos (escuelas maternas, primarias y secundarias). Por lo que concierne a los centros caritativos y sociales de propiedad de la Iglesia o que son dirigidos por eclesiásticos o religiosos, en Chipre hay: 2 hospitales, 3 ambulatorios, un hogar para ancianos, inválidos y discapacitados y 6 orfanatos y guarderías.

Prefecto de la Congregación del Clero

La clausura del Año Sacerdotal

“Hay un motivo particular que interesa mucho a la Iglesia hoy,

de modo especial al acercarse la conclusión del Año sacerdotal, en Roma: ofrecer al amado Papa Benedicto XVI nuestra solidaridad, nuestro apoyo, nuestra confianza y nuestra comunión. Una cercanía incondicional precisamente ante los frecuentes ataques que sufre en el momento actual por sus decisiones respecto a los clérigos que han cometido abusos sexuales con menores. Las acusaciones contra el Papa son evidentemente injustas, pues se ha demostrado que nadie ha hecho tanto como Benedicto XVI para condenar y combatir correctamente estos delitos”. Lo subraya el cardenal Claudio Hummes, arzobispo emérito de Sao Paulo y prefecto de la Congregación para el clero. “Es verdad –escribe el purpurado- que algunos sacerdotes, han cometido horribles delitos de abusos sexuales de menores, he-

chos que debemos rechazar y condenar de modo absoluto y sin componendas. Deben responder ante Dios y ante los tribunales del mundo, tanto en el ámbito penal como en el civil. Nosotros estamos ante todo cercanos a las víctimas y queremos apoyarlas, ayudándoles en la recuperación de sus derechos violados”. Pero los delitos de algunos –puntualiza el cardenal Hummes- “no pueden en absoluto ser utilizados para manchar a la totalidad de los presbíteros de la Iglesia. Esa fraudulenta generalización constituye una clamorosa injusticia. La Iglesia, especialmente en este Año sacerdotal, quiere decir también esto a la sociedad humana, apelando al sentido común y a la inteligencia de las personas de buena voluntad”. En su mensaje, el cardenal Hummes habla de la misión de los sacerdotes en el mundo. “Una vez más os queremos expresar

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nuestro agradecimiento por lo que sois y lo que hacéis en la Iglesia y en la sociedad. La Iglesia, con el Papa, os ama, os respeta y os admira. También el pueblo de Dios, los cristianos y los católicos del mundo os acogen y os sostienen, sobre todo en estos momentos de sufrimiento”. Como pastores del pueblo de Dios, “demos gracias al Señor por este período privilegiado de oración y de reflexión sobre el sacerdocio y llevemos a la humanidad la novedad perenne del Evangelio poniéndonos con renovada alegría y convicción al servicio de la misión”. Cultura y arte Punto en común para el diálogo con los ortodoxos

La cultura, el arte y la música se han convertido en un punto

indispensable para el diálogo entre católicos y ortodoxos. A través de este lenguaje «podemos decir lo que no podemos expresar con palabras diplomáticas o políticas», dijo el arzobispo ortodoxo Hilarión de Volokolamsk, presidente del departamento de relaciones exteriores del patriarcado de Moscú. El prelado intervino en un encuentro con los periodistas que se llevó a cabo el 19 de mayo en la sede del Consejo Pontificio para la Cultura, a propósito de la Jornada de la cultura y de la espiritualidad rusa que se realizó en el Vaticano. Este evento fue promovido por el patriarcado de Moscú, el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos y el Consejo Pontificio para la Cultura. Dentro de estas jornadas se realizó una exposición fotográfica en la parroquia ortodoxa rusa de Santa Catalina denominada La chiesa ortodossa rusa oggi (La Iglesia ortodoxa rusa hoy), con fotografías de Vladimir Chodakov y un concierto en el Aula Pablo VI del Vaticano, en honor al Papa Benedicto XVI, promovido por el patriarca de Moscú y todas las rusias Su Santidad Kirill I.

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También un simposio denominando Ortodossi e cattolici in Europa oggi. Le radici cristiane e il comune patrimonio culturale di Oriente e Occidente (Ortodoxos y católicos en Europa hoy. Las raíces cristianas y el patrimonio cultural de Oriente y Occidente). El Prelado dijo que tanto en la Iglesia católica como en la ortodoxa «ha crecido la conciencia entre católicos y ortodoxos de no ser una competencia sino de ser aliados» y agregó que las rivalidades del pasado «deben permanecer allí, en el pasado». Señaló también los nuevos retos que hoy deben enfrentarse en este diálogo entre católicos y ortodoxos: «la descristianización de nuestros países. Esta conciencia dará una mayor colaboración». Destacó cómo los cambios culturales exigen cada vez más la necesidad de un diálogo abierto entre católicos y ortodoxos. «Toda la cultura rusa ha sido fundada sobre un mundo cristiano», recordó el arzobispo. «Incluso la música espiritual rusa se escucha mucho en la liturgia católica, sin decir cuántas personas leen a Dostoievski y otros autores», señaló. En cuanto a los temas teológicos del diálogo entre ortodoxos y católicos, señaló que «se prolongará por largo tiempo, durará muchos años y no podemos comprometer la colaboración sobre otros campos». «Cada etapa del diálogo termina con un texto donde los católicos y los ortodoxos dicen algo juntos. Lo importante es que sean recibidos no sólo por teólogos sino también por los fieles», puntualizó. Por su parte el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso aseguró durante este encuentro con los periodistas, que esta iniciativa se puede convertir en una oportunidad «para profundizar en una nueva dimensión de nuestras mismas relaciones ecuménicas». «La triste milenaria separación entre el Oriente y el Occidente no fue causada sólo por las diferencias teológicas ni sólo por los conflictos políticos», recordó el Purpurado «sino especialmente por una lejanía y una alienación cultural que hoy es la señal de la integración entre Europa Oriental y Europa Occidental». Una distancia que «debemos superar» no en el sentido de una nivelación «sino en el sentido de un enriquecimiento recíproco, en una comunión sin fusión o absorción». Esta comunión puede ser «un fuerte testimonio común de la riqueza de la cultura europea y de sus raíces cristianas. Hoy, lamentablemente olvidadas por muchos o incluso negadas y rechazadas». Polonia Sondeo sobre el pontificado de Juan Pablo II

Ante el noventa aniversario del nacimiento de Karol Wojtyla (18

de mayo), el semanario católico de mayor difusión en Polonia, Niedziela, con sede en Czestochowa, publicó en mayo un sondeo

sobre las palabras, los gestos y los momentos más significativos del pontificado de Juan Pablo II. El sondeo fue realizado por el Instituto de Estadística de la Iglesia católica bajo la dirección del padre Witold Zdaniewicz, por encargo del semanario Niedziela. El Instituto escogió una muestra de 500 personas. Según los resultados del sondeo, para 113 católicos polacos encuestados, las palabras que permanecen más en el recuerdo son «¡Descienda tu Espíritu! Y renueve la faz de la tierra. ¡De esta Tierra!» (2 de junio de 1979). Para 54 personas, las palabras más recordadas son «Debéis exigíroslo vosotros mismos, aunque los demás no os lo exijan» (18 de junio de 1983). Y para 34 personas, la frase más memorable es: «¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo!» (22 de octubre de 1978). En cuanto a los gestos y momentos más significativos del pontificado de Juan Pablo II, 30 personas han dicho recordar bien el primer saludo del Papa polaco desde el balcón de la Basílica de San Pedro (16 de octubre de 1978). 28 personas han dicho recordar en cambio los días de la muerte y de los funerales de Juan Pablo II. 24 personas recuerdan el 27 de marzo de 2005, el día de Pascua en el que el Papa, asomándose desde su estudio para la bendición Urbi et Orbi no logró hablar. Para 19 de los entrevistados, la escena más impactante fue la de un Juan Pablo II sufriente estrechando hacia sí la cruz en el Vía Crucis en el Coliseo. 27 de los entrevistados recuerdan finalmente el atentado en la plaza de San Pedro y el encuentro del Santo Padre con Alí Agca. Según los resultados de la encuesta, el 65,8 por ciento de los católicos polacos reza por intercesión de Juan Pablo II; el 21,4 por ciento ha participado en dos peregrinaciones del Santo Padre a Polonia; el 17,7 por ciento ha participado en tres peregrinaciones del Papa a su tierra natal; y el 1,5 por ciento de los católicos ha participado en 8 peregrinaciones. China Diócesis de Shanghai inicia el Año de Matteo Ricci

La diócesis china de Shanghai inició en mayo último el Año de

Mateo Ricci, que celebrará hasta el 11 de diciembre con motivo del aniversario de los 400 de la muerte del misionero pionero en China. Con un acto celebrado en el seminario de Sheshan, a las afueras de la ciudad, comenzó este tiempo especial de gracias en el que la Iglesia pide un impulso a la tarea evangelizadora entre los sacerdotes, los religiosos y los laicos, dijo el obispo de Shanghai, monseñor Aloysius Jin Luxian en la ceremonia.

Retrato de Mateo Ricci

Este acontecimiento «no es sólo una conmemoración, sino también tiene un significado práctico» para los católicos sobre cómo pueden continuar el trabajo de este jesuita de origen italiano de inculturar la fe cristiana en China, explicó. La diócesis ha preparado un programa de actividades para estos siete meses, que incluye un seminario, la composición de un himno, encuentros de oración y una ordenación sacerdotal para cerrar este año especial. El acto oficial de apertura del pasado 11 de mayo se celebró al término de una peregrinación diocesana al santuario mariano de Sheshan. Unos mil católicos se reunieron en la elevada basílica menor de Santa María para rezar por el fortalecimiento en el seguimiento de los pasos del Padre Ricci, que vivió entre los años 1552 y 1610. El Padre Ricci llegó a Pekín en 1601 y el emperador chino le permitió permanecer en la capital hasta su muerte, el 11 de mayo de 1610. Su diócesis nativa, la italiana Macerata, relanzó su proceso de beatificación en enero, y algunos católicos de Shanghai esperan que Xu pudiera tener el mismo honor, empezando su diócesis un proceso similar pronto. Coincidiendo con la Exposición Universal, el Museo de Shanghai exhibe la exposición Matteo Ricci: Un encuentro de civilizaciones en la China Ming, que puede visitarse hasta el próximo octubre. Por su parte, el 29 de mayo pasado, S.S. Benedicto XVI durante la audiencia concedida a los participantes en una peregrinación organizada con ocasión del IV centenario de la muerte del Padre Mateo Ricci, pronunció un discurso en el que señaló: “La historia de las misiones católicas comprende figuras de gran talla por el celo y la valentía de llevar a Cristo a tierras nuevas y lejanas, pero el padre Ricci es un caso singular de feliz síntesis entre

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el anuncio del Evangelio y el diálogo con la cultura del pueblo al que lo anuncia, un ejemplo de equilibrio entre claridad doctrinal y prudente acción pastoral. (…)El padre Ricci no va a China para llevar la ciencia y la cultura de Occidente, sino para llevarle a Dios. Escribe: “Durante más de veinte años cada mañana y cada noche he rezado llorando con la mirada hacia el cielo. Sé que el Señor del cielo tiene piedad de las criaturas vivas y las perdona (…). La verdad sobre el Señor del cielo ya está en el corazón de los hombres. Pero los seres humanos no la comprenden inmediatamente y, además, no están inclinados a reflexionar sobre semejante cuestión” (Il vero significato del “Signore del cielo”, Roma 2006, pp. 69-70). Y precisamente mientras lleva el Evangelio, el padre Ricci encuentra en sus interlocutores la petición de una confrontación más amplia, de modo que el encuentro motivado por la fe se convierte también en diálogo entre culturas; un diálogo desinteresado, sin intereses, que no busca poder económico o político, vivido en la amistad, que hace de la obra del padre Ricci

y de sus discípulos uno de los puntos más altos y felices en la relación entre China y Occidente. El Tratado de la amistad (1595).” Docufilm Un Jesuita en el Reino del Dragón

Con ocasión de la celebración del 400 aniversario de la muerte

del jesuita Matteo Ricci, H2onews (www.h2onews.org), servicio informativo multimedia católico en 9 idiomas, ha presentado y distribuido el docufilm Un Jesuita en el Reino del Dragón. La obra, que recorre la vida del gran misionero, fue filmada entre Italia y China y contiene imágenes originales de los lugares en los que Ricci nació, creció y se formó. Todos los interesados en el dvd «Un Jesuita en el Reino del Dragón» pueden pedirlo al correo electrónico: matteoricci@my-h2onews.org El dvd está disponible en italiano, español, inglés, portugués, alemán, francés y chino.

UNIONES HOMOSEXUALES

DECLARACIÓN DE MÉDICOS CATÓLICOS ARGENTINOS

Declaración del Consorcio de Médicos Católicos de Argentina ante el proyecto de ley que busca en ese país dar un reconocimiento jurídico comparable al del matrimonio a las parejas del mismo sexo.

El Consorcio de Médicos Católicos atento a las pretensiones de redefinir el concepto de matrimonio, expresa una vez más su compromiso de promover y defender el respeto a la vida humana y a la familia. 1. Recordamos que esta materia atañe a la ley moral natural, y por lo tanto exponemos nuestras razones no solamente a los creyentes sino también a todas las personas de buena voluntad. 2. El concepto natural y básico sobre el matrimonio y la complementariedad de los sexos propone una verdad puesta en evidencia por la recta razón y reconocida como tal por todas las grandes culturas del mundo. Ninguna ideología puede cancelar del espíritu humano la certeza de que el matrimonio existe únicamente entre dos personas de sexo opuesto, que se perfeccionan mutuamente para colaborar con Dios en la generación y educación de nuevas vidas. 3. Toda la ley civil debe ser reflejo de la ley moral natural, de lo contrario será una “ley inicua”, a la cual existe la obligación moral de oponerse. 4. Las legislaciones favorables a las uniones homosexuales son contrarias a la ley moral natural porque confieren garantías jurídicas análogas a las del matrimonio a las uniones entre personas del mismo sexo. El Estado no puede legalizar estas uniones sin faltar al deber de promover y tutelar una institución esencial para el bien común como es el matrimonio. 5. El respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. Los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. 6. Por lo tanto el Consorcio de Médicos Católicos reafirma que: “el bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Hay que defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad”. Doctor Alejandro Nolazco, presidente Doctor Antonio Catalán Pellet, secretario

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EL FUTURO DE LA FAMILIA: ¿CÓNYUGE A + CÓNYUGE B?

Es obvio que no tiene sentido rendirle culto a la tradición, pero tampoco rechazarla a priori. «Tradición» viene de

traditio, la acción de entregar o traspasar. El traspaso de la propiedad, lo mismo que el de las enseñanzas, evita que los bienes -las cosas buenas- se pierdan con el transcurso del tiempo. No hay tradición más hermosa que la de la madre que entrega la vida a los hijos, el alimento del propio pecho, las lecciones del hogar. De este oficio materno proviene «matrimonio» (mater munus), institución que funda la familia, la unión estable entre hombre y mujer para amarse y proyectarse en los hijos. Esto es el ABC de la sociedad y corresponde a la tradición más chilena. Para nadie es un misterio que la familia se ha debilitado y que han proliferado las uniones de hecho. El Acuerdo de Vida en Común (AVC) que se ha presentado en el Parlamento es uno de los tantos sucedáneos del matrimonio que intentan cuadrar el círculo; es decir, transformar las convivencias de hecho en una institución. Pero en este proyecto se rebajan los requisitos a tal punto que permite meter en una misma definición a las uniones heterosexuales y homosexuales. La justicia es ciega, pero la ley no lo es. Ella debe ser capaz de distinguir (sinónimo de discriminar) entre una unión matrimonial que tiene como finalidad la procreación, y aquellas uniones que no representan más que una mera opción individual. No toda opción individual tiene derecho a ser reconocida. Las mujeres que aceptan la poligamia no pueden exigir que la ley reconozca su opción. Tampoco la persona que se ofrece voluntariamente como esclava. Situaciones como éstas ponen al descubierto las aporías de la lógica liberal, que desconoce la naturaleza propia de las cosas. Basta repasar la experiencia de otros países en esta materia para comprender la estrategia del lobby homosexual. Comienzan demandando un estatuto de carácter patrimonial para su unión, pero pronto reclamarán efectos personales -como la adopción-, para acabar exigiendo un estatuto que los equipare al matrimonio. Todo esto produce una completa distorsión del Derecho de Familia, y da lugar a aberraciones como las que se han introducido recientemente en España al reemplazar las denominaciones de marido y mujer por las de «cónyuge A» y «cónyuge B», y las de padre y madre por «progenitor A» y «progenitor B». No se trata de una fantasía de Orwell, sino de una espeluznante realidad. El AVC no dice nada acerca de los hijos. Parece como si no existieran. Es un reflejo patente de la ideología que inspira el proyecto: el «contratante A» se une con el «contratante B» sólo para vivir juntos. No interesa si llegan a ser progenitores, o si tienen la diferenciación sexual indispensable para serlo. Se declara de muchos modos la voluntad de que el AVC no debilite al matrimonio, pero es inevitable que eso ocurra. Como dice la conocida ley económica, la mala moneda desplaza a la buena. El «matrimonio barato» socava al verdadero hasta producir una equiparidad entre ellos. Pero ocurre que la precariedad del AVC no puede garantizar ninguna estabilidad a la unión de los padres, y por lo tanto a los hijos. La «voluntad de permanencia» que exige ese contrato no pasa de ser una manifestación de buenas intenciones, pues basta la simple voluntad de una de las partes para ponerle fin. Como bien se ha dicho, la familia estable es la mejor red de protección social. Ella educa y cuida de la salud. Ella aleja a los niños y jóvenes de tantos peligros que surgen del abandono. Ella protege a los viejos. Ella favorece una afectividad sana. Ella incentiva el trabajo y la inversión responsable del patrimonio. Todos estos bienes, y muchos más, son los que la familia defiende. ¿Vamos entonces a abrir la puerta a uniones inestables o caprichosas que desnaturalizan la familia, para luego recoger los destrozos? Está bien que se corrijan situaciones injustas que pueden afectar a las personas que conviven. Pero el mandato constitucional dice que el Estado debe propender al fortalecimiento de la familia, y hacia allá debemos orientar nuestros mejores esfuerzos. Hay mucho por hacer para lograr que la familia chilena goce de mejor salud, incentivando el matrimonio, favoreciendo la natalidad, premiando la fidelidad. La familia del futuro se edifica sobre el auténtico acuerdo de vida en común: aquel que celebran el hombre y la mujer que se unen en matrimonio para toda la vida. SERGIO DÍEZ URZÚA *Publicado por el diario El Mercurio ( 4.VII.10 )

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Bicentenario Argentina Homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio

El cardenal arzobispo de Buenos Aires y presidente de la

Conferencia Episcopal Argentina presidió el sábado 8 de mayo una misa por los festejos del Bicentenario de Argentina en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Luján. En parte de sus palabras dijo el Cardenal Bergoglio: “Aquí en Luján hubo un gesto de la Virgen y nos hace bien recordarlo: en 1630 una pequeña imagen de la Pura y Limpia Concepción, se quedó. Iba a otra parte la caravana, la Virgen provocó la parada. “Desde ese momento en este lugar hubo visitas, peregrinaciones, encuentros con la Virgen. Desde ese momento la Patria tuvo madre. La imagen, al principio, estaba en una taperita, después una iglesia... y hoy la Basílica tan linda y tan cuidada. “Aquí aprendimos a detenernos y recibir vida. Aquí junto a la Madre de Jesús venimos a descansar, a confiarle la vida de otros, la vida que muchos fueron cargando en la peregrinación, en el silencio y la oración por el camino. Aquí el pueblo sencillo y creyente de nuestra patria fue creciendo también en algo tan característico del lugar: la solidaridad y la fraternidad. Y con este modo simple, de encuentro y silencio armó nuestra Madre el santuario: esta es la Casa de los argentinos. La Patria, aquí, creció con la Virgen; la Patria aquí tiene a su madre. “¡En esta su Casa de Luján cuántos vinieron a recibir la fe en el bautismo, a cumplirle promesas o a confiarle su necesidad, sus dolores o sus problemas! Por el templo anterior a esta

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Basílica, cuando la Patria empezaba, pasaron San Martín y Belgrano al principio y al final de sus campañas. Pasaron ellos, como muchos, en medio de la gloria, y cuando quedaron solos y olvidados, le confiaron su tristeza. Sabían que la Patria tenía Madre. “Hoy es su fiesta, al celebrarla a Ella que recoge las visitas y las oraciones de los hijos, le pedimos aprender a ser como el Negro Manuel, silenciosos observadores de la vida y el camino de esta Patria, y a rezar por ella con la fidelidad del pueblo que intuye esta presencia de madre y por eso confía. Somos parte de esta historia del milagro que continúa y se sigue escribiendo. (…) “Hoy vinimos a rezar en esta fiesta de la Virgen, en este año Bicentenario, porque aquí crecimos y aquí nuestra Patria siempre tuvo una bendición, porque tiene una madre. No tenemos derecho a aguacharnos, a bajar los brazos llevados por la desesperanza. Recuperemos la memoria de esta Patria que tiene madre, recuperemos la memoria de nuestra Madre. Miremos a la Virgen y pidámosle que no nos suelte de su mano. Gracias Madre por quedarte con nosotros.”

Por su parte, monseñor Henry ilustra algunas de las cuestiones morales que implica la exposición. “La preocupación de la Iglesia por la dignidad humana se extiende al cuerpo incluso después de que el alma ya no esté presente”, explica. “Los cuerpos de los muertos merecen respeto y caridad, preservando la dignidad otorgada por

Dios a la persona humana”, indica. “Otra cuestión importante es también si los cuerpos han sido obtenidos de una manera apropiada”, advierte el obispo de Calgary. Y concluye reiterando que la moral y la ética deberían ser consideradas por los posibles visitantes de Body Worlds.

Pío XII, maestro de caridad Proyección de un nuevo filme sobre el Papa Pacelli

Exposición Body Worlds “Debe estudiarse algo más que la anatomía”

Hay cuestiones éticas y morales que deben considerarse al

exponer cuerpos humanos reales, afirma el obispo de Calgary (Alberta), monseñor Frederick Henry. Lo señala en un artículo, publicado en la web de la diócesis, sobre la exposición de fama internacional Body Worlds que se abrió al público en la ciudad canadiense el 30 de abril. La exposición presenta cuerpos humanos reales que han sido sometidos a plastinación, lo cual permite a los visitantes ver los detalles de la anatomía humana. Monseñor Henry recuerda en su escrito las críticas realizadas por algunos de sus hermanos obispos. Cuando una exhibición Body Worlds llegó a Cincinnati, el arzobispo Pilarczyk afirmó: “La exhibición pública de cuerpos plastificados, no reclamados, sin identificar, y expuestos sin reverencia es indigna e inapropiada”. En Kansas City, el obispo Finn y el arzobispo Naumann se quejaron: “Esto representa una especie de ‘taxidermia humana’ que degrada a las personas reales que, a través de sus cuerpos, una vez vivieron, amaron, oraron y murieron”.

Pío XII durante una audiencia privada

Apartes del discurso que el Papa Benedicto XVI pronunció el pasado viernes 9 de abril, tras asistir a la proyección, en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, de la película “Sotto il cielo di Roma”, sobre la actuación de Pío XII durante la ocupación alemana de Roma, entre 1943 y 1944. ”Estoy muy contento de haber asistido a la primera proyección del filme Sotto il cielo di Roma (Bajo el cielo de Roma), una coproducción internacional que presenta el papel fundamental del Venerable Pío XII en la salvación de Roma y de tantos perseguidos, entre 1943 y 1944. Aunque dentro del género divulgativo, se trata de un trabajo que, también a la luz de los estudios más recientes, quiere reconstruir aquellos hechos dramáticos y la figura del Pastor Angelicus.(…) Pío XII fue el Papa de nuestra juventud. Con su rica enseñanza supo hablar a los hombres de su tiempo indicando el camino de

la Verdad y con su gran sabiduría supo orientar a la Iglesia hacia el horizonte del Tercer Milenio. Me urge, sin embargo, subrayar particularmente que Pío XII fue el Papa que, como padre de todos, presidió en la caridad en Roma y en el mundo, sobre todo en el difícil tiempo de la Segunda Guerra Mundial. (…) La primacía de la caridad, del amor que es el mandamiento del Señor Jesús: este es el principio y la clave de lectura de toda la obra de la Iglesia, in primis de su Pastor universal. La caridad es la razón de toda acción, de toda intervención. Es la razón global que mueve el pensamiento y los gestos concretos, y estoy contento de que también de esta película surja este principio unificador. Me permito sugerir esta clave de lectura, a la luz del auténtico testimonio de ese gran maestro de fe, de esperanza y de caridad que fue el papa Pío XII”.

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ARTURO FONTAINE ALDUNATE:

EL BIEN ESPIRITUAL DE LA LIBERTAD

Palabras del director de HUMANITAS, Jaime Antúnez, al despedir a don Arturo Fontaine Aldunate durante sus exequias el 18 de mayo pasado. En representación de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile, y en ausencia de su Presidente Don José Luis Cea Egaña, dirijo estas palabras de despedida a nuestro querido académico y entrañable amigo, Don Arturo Fontaine Aldunate. Cuando conocí más de cerca de don Arturo, en 1980, al incorporarme él al diario El Mercurio, recuerdo que estaba todavía fuertemente presente en la debatida atmósfera cultural y política de ese tiempo su discurso de incorporación a la Academia, pronunciado un año antes, en el Aula Magna de la Universidad de Chile, en octubre de 1979, donde fue recibido por el académico don Alberto Baltra. Faltaban diez años aún para la caída del Muro de Berlín, eran tiempos álgidos de la guerra fría y don Arturo, con la enorme versación que siempre demostró y con el gran sentido de la actualidad que imprimía habitualmente a su reflexión, quiso hablar del resurgimiento de la libertad individual y tituló su célebre discurso “Más allá del Leviatán”. Partiendo de las frustraciones que padecía la aspiración de libertad en un mundo amenazado por un totalitarismo ideológico que pretendía gobernar mentes y corazones, aniquilando a su paso tradiciones y creencias, a nuestro académico le preocupaban sobre todo las hondas incertidumbres y la carencia de fe en sus valores de una sociedad libre que no se encontraba a gusto con su propia vocación de libertad. Este era el meollo de su pensamiento en la materia. El permisivismo y el recelo respecto del principio de autoridad, ampliamente difusos en la llamada sociedad libre, le parecía que –para desengaño de muchos hombres libres, entre los que él por cierto se inscribía– abría puertas a un “verdadero despotismo democrático” sometido al impulso de simples mayorías. Liberal, que se reivindicaba cercano a Burke y en las antípodas de Rousseau, don Arturo rechazaba la idea de una sociedad entendida más como una realidad mecánica que como una herencia histórica, adscrita a un concepto de la ley formalista y ajeno a los dictados de la razón y de la tradición. Sin haber leído todavía en ese tiempo su discurso, que conocí años más tarde cuando yo mismo me incorporé a la Academia, el trato diario con el entonces director de El Mercurio me fue revelando los trazos de una personalidad auténticamente liberal, como era la suya, tan arraigada en valores “más allá del Leviatán”, que cuando debí estudiar su pensamiento allí expresado, me era algo ya totalmente conocido. En efecto, premunido de una vasta cultura y de un profundo conocimiento de lo moral –con los ojos bien atentos en el plano cultural y político como en el personal– a esas semillas de falsas liberaciones que consideraba la clave de la desnaturalización de la libertad en el mundo, creo recordar muy pocas personas, como don Arturo, cerca de las cuales se pudiese disfrutar tan honda y genuinamente de libertad. Pues era claro que entendía la libertad, tanto en lo público como en las relaciones humanas, como un bien espiritual que se conserva en un clima adecuado para el florecimiento del espíritu. Todo lo contrario, así, de una visión mecanicista, hija de abstracciones ajenas a la naturaleza y la historia. De ahí también su expresión: “¿Acaso con unos cuantos conceptos morales y jurídicos, podremos defendernos del Leviatán?”

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La explicación de esta lúcida y equilibrada visión de la naturaleza humana y de la sociedad de que gozaba don Arturo hay que ir a buscarla en sus propias confesiones acerca de lo que fue su formación, quiénes fueron sus maestros, cuáles fueron sus grandes amores. Entre estos últimos, desde luego, su madre, la familia en que nació y la que Dios le regaló junto a Valentina. Entre los primeros, el colegio de los Sagrados Corazones, la Universidad Católica, la amistad con el rector Monseñor Carlos Casanueva, con Osvaldo Lira y con Jaime Eyzaguirre. Fue don Jaime, nos contaba, quien le introdujo al mundo benedictino, al interés por el movimiento de renovación litúrgica que naciera en la abadía francesa de Solesmes y que se hacía eco en Chile en la fundación llevada adelante por Fray Pedro Subercaseaux. Bajo ese alero germinó también su interés por la lectura de Romano Guardini. Se nos da luz aquí acerca de las raíces cristianas de la visión del hombre y de la sociedad que animaba a don Arturo. Las circunstancias han querido que en ausencia del Presidente, sea el Secretario de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile quien a nombre de la institución lo despida. La realidad de la existencia ha hecho sin embargo que fuese fuera de la Academia donde más lo traté y conocí personalmente. Las cosas son como son. Después de ese primer tiempo de relación ya referido, de ámbito principalmente mercurial, mediando algunos años, él como decano de de la Facultad de Periodismo en la Universidad Santo Tomás, yo como director de revista HUMANITAS en la Pontificia Universidad Católica, tuvimos un nuevo acercamiento, que se oficializó incluso en su incorporación hasta hoy al CONSEJO DE HUMANITAS. En este contexto quiero referir un breve episodio, más cercano en el tiempo, que nos complementa sabrosamente esa visión del hombre tan suya. Con particular gracia nos recordaba un día que por los años 30, don José Ortega y Gasset contaba que un gitano se fue a confesar y que, precavido, el confesor le preguntó si conocía los Mandamientos, a lo que el buen hombre contestó –en un tono andaluz que don Arturo imitaba bien–: “Mire padre, yo loh iba aprede, pero he oído un runrún de que loh iban a quitaa”. A lo que don Arturo acotaba: “Esto es lo que ocurría en Occidente en los años 30, cuando Ortega escribía La rebelión de las masas; corría en Europa un runrún de que hombres y mujeres podían liberarse de sus deberes morales; pensadores y literatos parece que iban a quitar de las conciencias los Mandamientos”. A lo que, a renglón seguido nuestro académico agregaba: “pues bien, hoy día no se trata ya de un rumor, sino que pensadores y políticos, figuras de la pluma y del espectáculo, artistas y profetas de todo género, aspirantes a íconos de las comunicaciones, se prestan a anunciar que no existen Mandamientos, que no hay más que la libertad de cada cual y la convicción de que cada hombre y cada mujer es dueño exclusivo de sus actos, de su vida, de sus pensamientos y de su propio cuerpo”. Las consecuencias, para don Arturo, de que se esté cumpliendo el runrún del gitano de Ortega son extremadamente graves, y no vale la pena enumerarlas. Insistía, por fin, que lo moral tiene apoyo en una consistencia ontológica y que obliga al hombre cuando no se ha perdido, como sucede hoy, la noción misma de pecado, iluminando su conciencia y su voluntad con la Ley Eterna de su Dios Creador. Así lo consignó expresamente en las mismas páginas de HUMANITAS. Hacia el final de su vida académica, don Arturo Fontaine Aldunate declaró que para él constituía “uno de los honores más grandes ser miembro de nuestra Academia”. La Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile declara por su parte que uno de sus grandes honores es haber contado con don Arturo entre sus miembros de número. JAIME ANTÚNEZ

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MAGISTRADOS COPIAN A DAN BROWN

CRIPTAS, SEPULCROS Y ATAQUES A LA IGLESIA EN BÉLGICA Por Vittorio Messori*

Desde Bélgica, buenas noticias para la Iglesia Católica. ¿Buenas? Tal vez sí, al menos en una perspectiva de Realpolitik. En efecto, también quien puede tener razón, si exagera, pasa al ámbito de la sinrazón. Y siempre es válido el dicho según el cual mata más el ridículo que la espada. Comencemos por la exageración –no se sabe si grotesca o innoble- de la magistratura belga, que envía una brigada de gendarmes para secuestrar a toda la Conferencia Episcopal del país. Severos oficiales confiscan todos los teléfonos de los prelados e impiden toda comunicación con el exterior. ¿Para impedir qué? ¿Que los obispos llamen por teléfono al Vaticano pidiendo un blitz liberador de la Guardia Suiza, sección paracaidistas? ¿O que adviertan a algún monseñor, dedicado a prácticas indecorosas en el mismo edificio, para que de inmediato se recomponga y despida al menor que lo acompaña, dado que han llegado a casa severos custodios de la moralidad laica? ¿Que llamen a sus cómplices de cada diócesis para que hagan desaparecer toda huella de ejercicio sexualmente incorrecto, después que desde hace años en Bélgica –y no sólo allí- todo ha sido cribado tanto por las autoridades religiosas como por las estatales? De vodevil es también lo del coronel comandante de la operación, que ante el pasaporte diplomático del nuncio apostólico, presente en la reunión episcopal, consulta con sus superiores y éstos con el ministro (virtual, por otra parte, dado que hace tiempo Bélgica ya no tiene gobierno). En definitiva, aun cuando se hace con lamentación, se deja salir al Nuncio, al parecer con teléfono celular. Es también astuta y ciertamente provechosa la intervención de los técnicos informáticos para sacar el disco duro de la computadora del ex cardenal primado. Es muy probable, en realidad, que el anciano cardenal tuviese precisamente allí fotos y mensajes comprometedores, acaso intercambios afectuosos con jovencitos seducidos en Facebook. En todo caso, el ridículo más devastador para la magistratura de asalto belga se produjo con las tumbas de los dos cardenales arzobispos en la cripta de la milenaria, espléndida catedral de Malinas –Mechelen en flamenco–, que por antiguo privilegio es todavía la metrópolis religiosa del país. No descartemos el hecho de que, además de Dan Brown, también Umberto Eco podría inspirarse en el episodio para agregar un capítulo a una nueva edición de “El péndulo de Foucault”, que, como se sabe, es una sarcástica tomadura de pelo sobre personajes como estos jueces, obsesionados con enigmas, misterios, códigos secretos: siempre y únicamente católicos, se entiende. Los inquisidores, evidentemente ya crédulos por sí mismos, han caído en la broma de un juerguista: “Id a la antigua catedral, descended a la oscura cripta, abrid los venerados sepulcros de los cardenales: allí encontraréis los pergaminos que demuestran el complot de los sacerdotes actuales, adeptos de cultos pederastas, como ya lo fueron sus antecesores, los templarios”. Todos saben, de hecho, que la manera más rápida y segura de ocultar expedientes comprometedores es convocar una cuadrilla de obreros, hacerlos trabajar durante horas en sarcófagos artísticos para abrir la pesadísima losa de piedra sin dañarla demasiado, levantarla con la maquinaria apropiada y antes de volverla a cerrar y sellar, rellenarla con los documentos que dan testimonio de los ritos obscenos de los prelados. Todo esto se hace de noche, obviamente, dado que la catedral de Malinas es una de las más frecuentadas, no sólo por los devotos, sino también por los turistas, que podrían sospechar del vaivén de albañiles y de medios. ¿Pero qué hacer luego con esos obreros? Se sabe que los egipcios, una vez terminado y cerrado el acceso al laberinto que conducía a la cámara sepulcral de la pirámide, procedían a degollar en el mismo sitio en un ritual a todos aquellos que, habiendo * Artículo traducido del diario Corriere della Sera (27.VI.10)

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trabajado allí, conocían el secreto. Con todo, esto lo recordamos en voz baja, porque no quisiéramos ser tomados en serio por los belgas, que podrían investigar sobre una posible matanza de albañiles ordenada por el Primado. En todo caso, dejando de lado el amargo humor negro, el caso de los abusos sexuales es demasiado grave como para dejarlo en las manos de semejantes inquisidores. El Secretario de Estado de Su Santidad ha cumplido con su deber protestando, pero es preferible que deje de lado comparaciones con bolcheviques rusos y anarquistas españoles, que eran terriblemente serios en su ferocidad. Se podría, en cambio, recordar cosas evidentes, pero olvidadas, de una Bélgica que se jacta de ser uno de los países más secularizados, donde la marginación de los católicos aumenta día a día. El Estado nació, en 1830, de la libre unión de valones y flamencos: hablaban idiomas distintos, tenían tradiciones e historias distintas, pero estaban unidos por un catolicismo sólido y ferviente. Por lo tanto, no soportaban la sumisión al persecutorio calvinismo holandés. La unión duró mientras el país se reconoció católico: ahora, diluido ese único adhesivo, Bélgica es ya una ficción ingobernable. Tal vez también semejantes operaciones confirman la confusión de un Estado que desde hace años no logra expresar ni siquiera un gobierno, pero al menos en la intelligentsia parece unido sólo por la aversión antirromana.

✺ ALLANAMIENTOS EN EL ARZOBISPADO DE MALINAS-BRUSELAS El jueves 24 de junio, agentes de policía y funcionarios judiciales efectuaron registros en la sede del arzobispado de Malinas-Bruselas y la vivienda personal de un cardenal en busca de documentos que corroboraran una denuncia de abuso sexual a menores por parte de miembros de la Iglesia católica. El registro en la sede del arzobispado, la mayor circunscripción administrativa de la Iglesia católica belga, se realizó de forma simultánea a una reunión de la Conferencia Episcopal nacional, a la que asistía el nuncio apostólico. Los investigadores, según un portavoz de la Fiscalía belga, no encontraron ningún documento en la catedral, aunque sí se incautaron de 475 expedientes, ordenadores, CD y DVD en otras dependencias de la Iglesia belga inspeccionadas. La Secretaría de Estado del Vaticano emitió un comunicado sobre estos graves hechos en los que señala: «Los obispos de Bélgica estaban reunidos en el arzobispado de Malinas-Bruselas el 24 de junio a las 10,30 hrs. con motivo de la reunión mensual de la Conferencia Episcopal. Hacia esa hora entraron las autoridades judiciales y la policía, haciendo presente que efectuarían un registro del arzobispado, a raíz de las denuncias de abusos sexuales en el territorio de la arquidiócesis. No fue dada ninguna otra explicación, pero todos los documentos y teléfonos portátiles fueron incautados y se comunicó que nadie podía abandonar el edificio. Este estado de cosas duró hasta las 19,30 hrs. Todos fueron interrogados, tanto los miembros de la Conferencia Episcopal, como los miembros del personal. No fue una experiencia agradable, pero todo se desarrolló con corrección. Los obispos han manifestado siempre su confianza en la justicia y en la labor que desempeña. El registro se ha acogido con la misma confianza y, por tanto, por el momento, se abstendrán de hacer más comentarios. Sin embargo, los obispos, junto con el Profesor Peter Adriaensses, presidente de la comisión para el tratamiento de los abusos sexuales en el marco de una relación pastoral, lamentan el hecho de que durante otro registro,

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AC T I V IDA DES DE

HUM A NITA S

L’OSSERVATORE ROMANO - EDIZIONE QUOTIDIANA - DEL 18 GIUGNO 2010 -

todos los archivos de dicha comisión fueron confiscados. Ese hecho va contra el derecho de privacidad que tutela a las víctimas que han decidido dirigirse a esa comisión. Por lo tanto, una acción como esa afecta gravemente al trabajo, necesario y excelente, de dicha comisión”. «Con la publicación de esta declaración, la Secretaría de Estado reitera su firme condena de todo acto pecaminoso y criminal de abuso de menores por parte de miembros de la Iglesia, así como la necesidad de reparar y de hacer frente a esos actos en conformidad con las exigencias de la justicia y las enseñanzas del Evangelio. A la luz de esas necesidades la Secretaría de Estado expresa también su profundo estupor por la modalidad en que ayer se llevaron a cabo algunos registros por parte de las autoridades judiciales belgas y su indignación por el hecho de que se hayan llegado incluso a violar las tumbas de los cardenales Jozef-Ernest Van Roey y LeónJoseph Suenens, difuntos arzobispo de Malinas-Bruselas. A la consternación por acciones como esas se une el disgusto por algunas infracciones de la confidencialidad, a la que tienen derecho las víctimas por las que se efectuaron los registros. El arzobispo Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados, expresó personalmente esos sentimientos al embajador de Bélgica ante la Santa Sede, Charles Ghislain».

Quando Ratzinger scriveva di football Il calcio interessa e affascina milioni di persone in tutto il mondo, tocca qualcosa di radicalmente umano, scriveva nel 1985 l’allora cardinale Joseph Ratzinger in un testo raccolto nel libro Suchen was droben ist, Cercare ciò che sta in alto; in occasione dei Mondiali di calcio 2010 «Humanitas», la rivista di antropologia e cultura cristiana della Pontificia Università Cattolica del Cile, lo ripropone nel suo sito (www.humanitas.cl). Secondo Ratzinger, i Mondiali, con la loro periodicità quadriennale, hanno un enorme impatto su una moltitudine El cotidiano L’Osservatore Romano fue el primero de muchos diarios de distintos países e idiomas -así como de sitios web- que se hizo eco de la reflexión del entonces cardenal Ratzinger sobre el deporte del fútbol. Para leer el artículo “El juego y la vida: sobre el campeonato mundial de fútbol”, ver www.humanitas.cl

SANTA SEDE: “HECHO SIN PRECEDENTES’ Curso Grandes herejías D E

E X T E N S I Ó N

Grandes Herejías

2 0 1 0

1. Los movimientos gnósticos Lunes 24 mayo, 19 hr.

2. Herejías sobre la Trinidad Lunes 31 mayo, 19 hr.

3. Herejías sobre Jesucristo Lunes 7 junio, 19 hr.

4. Herejías sobre la Gracia Lunes 14 junio, 19 hr.

A ntropologí a

y

San Agustín por Francisco de Goya.

Cult ur a

Cr isti a na s

C U R S O S

Cuaderno Humanitas nº 21

ExposiTor

R E V ISTA

DE

Antonio Amado. Profesor de Metafísica de la Universidad de los Andes. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de Revista HUMANITAS. Lugar: Auditorio 6, Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica (Alameda 390, segundo piso). precio general: $30.000 (incluye suscripción anual a revista HUMANITAS) precio estudiantes: $ 16.000 iNForMACioNEs E iNsCripCioNEs

revista Humanitas Centro de Extensión, Pontificia Universidad Católica de Chile. Alameda 390, tercer piso. Teléfono: 686 6519, Fax: 635 3755

www.humanitas.cl AVISO HUMANITAS.indd 5

humanitas@uc.cl 28/4/10 15:05:54

Como parte de los Cursos de Extensión programados por revista Cardenal Tarcisio Bertone Secretario de Estado: «No existen precedentes (de casos similares), ni siquiera en los antiguos regímenes comunistas» El Secretario de Estado de su Santidad, cardenal Tarcisio Bertone, calificó de «secuestro» y de «hecho inaudito y grave» la retención de obispos belgas con motivo de la investigación abierta a la Iglesia católica de Bélgica por la supuesta ocultación de casos de pederastia. El cardenal Bertone subrayó además que «no existen precedentes (de casos similares), ni siquiera en los antiguos regímenes comunistas» y criticó que los obispos estuvieron retenidos durante nueve horas «sin comer ni beber».

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HUMANITAS para este año, en el mes de mayo tuvo uno que llevó por título “Grandes herejías”. Participaron más de 80 personas y las conferencias estuvieron a cargo de Antonio Amado, profesor de Metafísica de la Universidad de los Andes y miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de Revista HUMANITAS. Las cuatro exposiciones que desarrolló el profesor Amado fueron: “Los movimientos gnósticos”, “Herejías sobre la Trinidad”, “Herejías sobre Jesucristo”, “Herejías sobre la Gracia”. Las conferencias se realizaron en el Centro de Extensión de la Pontificia Universidad Católica. Este mismo curso se podrá seguir por Internet en www.cirilus.net

Con motivo del XXV Aniversario del Tratado de Paz y Amistad entre

Chile y Argentina, revista HUMANITAS publicó en el mes de abril pasado un nuevo Cuaderno con los discursos correspondientes al acto conmemorativo realizado en el Aula Magna de la Pontificia Universidad Católica de Chile en noviembre del año pasado. El Cuaderno se inicia con el Discurso en el XXV aniversario del Tratado de Paz y Amistad de Benedicto XVI en el Vaticano el 28 de noviembre de 2009. A continuación se presentan las palabras del Cardenal Francisco Javier Errázuriz, del Nuncio Apostólico, Monseñor Guiseppe Pinto; la conferencia central de Monseñor Faustino Sainz, y las ponencias de Jaime del Valle y de Ernesto Videla. Este Cuaderno puede leerlo completo descargándolo desde la página www.humanitas.cl

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Francisco Rosende Nuevo miembro del Comité Editorial de Revista HUMANITAS

A partir de julio pasado,

por Decreto de Rectoría, se incorporó como nuevo miembro del Comité Editorial de revista HUMANITAS, el profesor Francisco Rosende, Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de esta Casa de Estudios desde 1995. El profesor Rosende es autor de libros y publicaciones en su especialidad. Es también columnista del diario “El Mercurio” desde 1997 y del diario “El País”, Uruguay, desde 2007. Benedicto XVI recuerda “Jesús ha edificado su Iglesia y la ha hecho más fuerte que el mismo cielo” (san Juan Crisóstomo)

Un importante complejo arqueológico fue inaugurado el pasado

lunes 28 de junio en la basílica San Pablo Extramuros de Roma, tras las vísperas solemnes presididas por el papa Benedicto XVI con ocasión de la solemnidad de San Pedro y San Pablo. Las nuevas obras fueron inauguradas en el contexto del programa de reordenamiento y revitalización esta basílica, que se impulsó con ocasión del Año Paulino, el cual se celebró durante los años 2008 y 2009. Entre los nuevos espacios restaurados están las excavaciones en el hipogeo, que han dado visibilidad al sepulcro de San Pablo y que fue anunciado el año pasado por Benedicto XVI en su homilía al finalizar el Año Paulino. “Se realizó una pequeñísima perforación para introducir una sonda especial, mediante la cual se descubrieron rastros de un valioso tejido de lino teñido de púrpura, laminado con oro coronario, y de un tejido de color azul con fibras de lino”, dijo en aquel entonces el Pontífice. Al finalizar el rezo del Angelus en esa solemnidad, el Papa Benedicto XVI señaló a los fieles: “La Iglesia de Roma festeja sus santas raíces, celebrando a los Apóstoles Pedro y Pablo, cuyas reliquias se custodian en las dos Basílicas dedicadas a ellos y que adornan toda la Ciudad querida por los cristianos residentes y peregrinos. La solemnidad empezó ayer por la tarde con la oración de las Primeras Vísperas en la Basílica Ostiense. La liturgia del día vuelve a proponer la profesión de fe de Pedro frente a Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16). No es una declaración fruto de un

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razonamiento, sino una revelación del Padre al humilde pescador de Galilea, como confirma el mismo Jesús diciendo: “no te ha revelado esto la carne ni la sangre” (Mt 16,17). Simón Pedro está tan cerca del Señor como para convertirse él mismo en una roca de fe y de amor sobre la que Jesús ha edificado su Iglesia y “la ha hecho -como observa san Juan Crisóstomo- más fuerte que el mismo cielo” (Hom. in Matthæum 54, 2: PG 58,535). De hecho, el Señor concluye diciendo: “lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16,19). Carmelo en Rusia Nuevo signo de ecumenismo

E l Carmelo de la Re-

surrección de Cristo, situado en la ciudad rusa de Novosibirsk, está dedicado a la oración por la unidad entre católicos y ortodoxos. En el altar de su iglesia, junto a las reliquias de Santa Teresa de Jesús y de San Rafael Kalinowski, hay también una reliquia de uno de los padres del gran monasterio de Kiev-Pechersk, el más antiguo de Ucrania y uno de los lugares santos de la religión ortodoxa oriental. El monasterio de Kiev-Pechersk es venerado como la cuna del monacato ruso, y el santo monje-diácono, San Martirii, está entre los santos venerados por ambas Iglesias, católica y ortodoxa. Esta reliquia la regaló el obispo ortodoxo de la diócesis vecina y la llevaron hasta allí dos sacerdotes ortodoxos de esa diócesis el día de la bendición del monasterio católico, a fines del año pasado. La presentación de la reliquia en el Carmelo durante la bendición del monasterio constituyó un hermoso gesto ecuménico al que el nuncio del Papa en Rusia, monseñor Antonio Mennini, aludió en la homilía comparando, tanto al Carmelo como a la reliquia, con el grano de mostaza. Monseñor Mennini, que se trasladó para la ocasión desde Moscú hasta Novosibirsk, la tercera ciudad más grande de Rusia después de Moscú y San Petersburgo, también rezó por el crecimiento de la unidad entre las Iglesias católica y la ortodoxa. Precisamente este monasterio acogió, cuando todavía se estaba construyendo, el 25 de marzo del año 2009, la primera profesión solemne de una carmelita en territorio ruso.

A 20 AÑOS DE EX CORDE ECCLESIAE

“Nacida del corazón de la Iglesia, la Universidad Católica se inserta en el curso de la tradición que se remonta

al origen mismo de la universidad como institución, y se ha revelado siempre como un centro incomparable de creatividad y de irradiación del saber para el bien de la humanidad”. Con estas palabras comienza la Constitución Apostólica de SS Juan Pablo II sobre las universidades católicas, que ya cumple 20 años desde su difusión. Puntualiza este documento que nuestra época tiene necesidad urgente de esta forma de servicio desinteresado, el de “proclamar el sentido de la verdad”, valor fundamental sin el cual desaparecen la libertad, la justicia y la dignidad del hombre. Este debería ser el papel de todo proyecto universitario, pero una universidad católica debe tomar el desafío en forma prioritaria, ya que su inspiración cristiana le plantea la obligación de valorar las conquistas de la ciencia y de la tecnología en la perspectiva global del ser humano. De esta forma, las universidades católicas deben tener una continua renovación “tanto por el hecho de ser universidad como por el hecho de ser católica” y hacer una realidad el deseo de Ex Corde Ecclesiae que en la universidad hay que “aprender a razonar con rigor, para obrar con rectitud y para servir mejor a la sociedad”. Al conmemorar hoy el Día del Sagrado Corazón —nuestro patrono—, la Pontificia Universidad Católica de Chile celebra los 122 años desde su fundación en el corazón de la Iglesia, para servicio del país. Nuestra misión y compromiso se iluminan por Ex Corde Ecclesiae. Los lineamientos generales de nuestro Plan de Desarrollo para el período 2010-2015 apuntan a progresar en lo que hemos denominado nuestros focos estratégicos: seguir destinando gran parte del trabajo a promover la excelencia en la generación de nuevo conocimiento y en la formación de personas, fortalecer nuestra identidad católica, potenciar al cuerpo académico, aumentar el ingreso de los mejores alumnos de distintos sectores de la sociedad, acrecentar la internacionalización y nuestro servicio a la sociedad. Todo lo anterior deberá ser realizado perfeccionando nuestra convivencia, con el fin de desarrollar una auténtica comunidad cristiana. Por su misión fundacional, la universidad católica se constituye en un aporte vital a la Iglesia para su misión de evangelización, por medio de “la investigación realizada a la luz del mensaje cristiano, de los nuevos descubrimientos al servicio de las personas y de la sociedad; la formación dada en un contexto de fe, que prepara personas capaces de tener un juicio racional y crítico y conscientes de la dignidad trascendental de la persona humana”. Las universidades católicas deben realizar todos los esfuerzos necesarios para poder formar una comunidad auténticamente humana “animada en el espíritu de Cristo”, lo que le da a la institución su carácter distintivo. Como resultado de este trabajo, la comunidad universitaria se anima por un “espíritu de libertad y de caridad”, que se caracteriza por el respeto recíproco, el diálogo constante y los derechos de cada uno de sus miembros. En su visita a Chile el año pasado, monseñor Jean-Louis Bruguès, secretario de la Congregación para la Educación Católica de la Santa Sede, manifestó la idea de proceder a “una actualización de este texto fundamental, por lo que les pido colaboración, ideas y propuestas concretas”, ya que esta carta “debía ser renovada con el análisis y aporte de todos los miembros de la comunidad de las universidades”. Ello debe hacerse, especialmente iluminado por la nueva relación de la universidad con la sociedad, a la cual hay que aportar soluciones para los problemas más acuciantes que la afligen en los diferentes ámbitos de su quehacer. En la UC queremos entregar lo que se investiga y enseña en nuestras aulas al servicio de la sociedad. En este nuevo aniversario, nuestra universidad liderará un amplio análisis sobre los nuevos aportes que las universidades católicas deben entregar a nuestro país, por lo que el llamado de la Iglesia —por medio de monseñor Bruguès— lo aceptamos como un nuevo desafío y como un estímulo para dar lo mejor de nuestro trabajo a Chile y a la Iglesia. DR. IGNACIO SÁNCHEZ DÍAZ Rector Pontificia Universidad Católica de Chile *Publicado por el diario El Mercurio (11-VI-10)

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Médico de Juan Pablo II El Papa nunca pidió sedantes y abrazó siempre el dolor

¿ELIMINAR A CRISTO? Mensaje escrito por monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos, en abril pasado, sobre “una cultura descarrilada”:

Lo dije en la Catedral el pasado Viernes Santo, porque estoy firmemente

convencido. «La victoria será de Jesucristo. No será de esta sociedad, cuarteada en toda su estructura de valores y herida en sus cimientos morales. Una sociedad que considera progreso matar a sus hijos más débiles, corromper a los niños desde la escuela, incitar a los adolescentes y a los jóvenes al placer sexual más desenfrenado, ejercer la justicia según el color político de los jueces y de los reos, malgastar en cosas suntuarias y superfluas los bienes que son necesarios para la subsistencia de los más necesitados, en una palabra: una sociedad que se tambalea en sus cimientos éticos no puede dar el relevo a Jesucristo». Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza. De ahí que tenga inteligencia para buscar y encontrar la verdad, voluntad para amar y libertad para ser responsable de sus actos. Ahí radica su grandeza y su dignidad. Ahí está también el fundamento de la igualdad radical entre todos los hombres y mujeres. Bien se ciña con diadema real o se vista con harapos de pordiosero, posea un capital multimillonario o no tenga dónde caerse muerto, sea elevado al más alto pedestal u ocupe el más bajo de todos los niveles, ante Dios todo hombre será siempre una imagen suya, un icono suyo, el ser más grande de cuantos viven en la tierra. Por eso, levantará siempre su dedo acusador frente a quienes, sirviéndose de su poder político, económico o mediático, traten de despojar al hombre -a cualquier hombre- de su dignidad y grandeza. Jesucristo todavía ha ido más lejos. Haciéndose él mismo hombre, engendrándole a una vida nueva por su muerte redentora y el bautismo, ha divinizado al hombre hasta un grado tal, que, sin dejar de ser hombre, le ha divinizado. Gracias a ello, ha aparecido una nueva raza de hombre sobre la tierra: la raza de los hijos de Dios, a la que todos los hombres están llamados a pertenecer. San Pablo, con el vigor de su poderosa inteligencia y la convicción de su encuentro personal con el Cristo vivo del camino de Damasco, lo formuló con enorme fuerza: «Ya no hay judío ni gentil, esclavo o libre, hombre o mujer», porque todos los bautizados han sido injertados en Cristo Jesús. Jesús no se hizo hombre y murió por los pobres o por los ricos, por las clases altas o por las proletarias, por los que llamamos buenos y por los que llamamos malos, sino por los unos y los otros, por todos. Y mientras vivía defendió a las viudas, curó a los enfermos, resucitó a los muertos, fustigó a los poderosos que estaban corrompidos, multiplicó los panes para saciar a los hambrientos, amó y mandó amar a los enemigos, no condenó a la mujer sorprendida en adulterio, fustigó con inusitada fuerza las apariencias farisaicas que escondían montones de podredumbre en sus corazones, alabó la minúscula limosna de una viuda más que los grandes donativos de los ricos, abrazó y bendijo a los niños y tuvo en tan alta estima a la mujer, que los primeros testigos de su resurrección fueron unas mujeres Jesús levanta hoy su voz acusadora contra todos los explotadores de la mujer, de los asalariados, de los que asesinan a los inocentes no nacidos y a los ancianos sin familia. ¿Eliminar a este Jesús de la historia, de la cultura, de la economía, de la organización social, en una palabra, del mundo de los hombres? Alguien tan poco sospechoso de creencias católicas, como el filósofo alemán Habermas, ha dicho que la cultura actual ha «descarrilado». Algo así como cuando chocan dos trenes de alta velocidad y sus aparatos sofisticados quedan inservibles, pero reclamando reparación para volver a circular y ser útiles. Jesucristo propone un modelo de hombre capaz de volver a pensar en serio, capaz de amar sin límites a todos y capaz de compadecerse de los más necesitados. ¿Cómo puede tener la pretensión de eliminarlo el pensamiento débil de nuestra época, la actual sociedad egoísta, injusta y moralmente decadente? FRANCISCO GIL HELLÍN Arzobispo de Burgos (España)

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En una entrevista concedida a L’Osservatore Romano, el doctor italiano Renato Buzzonetti, actual médico de Benedicto XVI, relata cómo era su relación y muchas de las vivencias con su querido predecesor, Juan Pablo II, desde que el Papa Peregrino decidiera que él estuviese a cargo de su salud en 1978. Recuerda, entre muchas otras cosas, algunos detalles del atentado del 13 de mayo de 1981, su disposición a abrazar al Señor en la cruz del dolor y los últimos momentos de su vida. Tras resaltar la profunda e impactante espiritualidad del Papa polaco, el médico se refiere al Parkinson que lo afectó desde 1991. «La vida del Papa fue luego más complicada por la sintomatología dolorosa osteo-articular, particularmente importante en la rodilla derecha, que le impedía a Juan Pablo II estar de pie y caminar ágilmente. Eran dos síntomas que, sumados y entrelazados, hicieron necesarios el uso del bastón, y posteriormente la silla de ruedas». Ante el dolor y los impedimentos, cuenta Buzzonetti, Karol Wojtyla «nunca pidió sedantes, ni siquiera en la fase final. Era sobre todo el dolor de un hombre encerrado, postrado en una cama o una silla, que había perdido la autonomía física. No podía hacer nada solo y llegaron los días de total debilidad física: no podía caminar, no podía hablar más que con una voz muy débil, su respiración se hizo fatigosa y entrecortada, se nutría con creciente dificultad». «Cuando llegó la hora de la cruz, supo abrazarla sin atenuantes: Vexilla regis prodeunt (a todo viento las banderas reales ondean)». Seguidamente relata que un momento particularmente dramático de los últimos días del Papa peregrino fue el que siguió a la traqueotomía que tuvo que practicarle: «levantándose tras la anestesia, luego de haber dado su consentimiento, se dio cuenta de que no podía hablar. De improviso se encontró ante una realidad pesadísima. Sobre una pizarrita escribió ‘Qué me han hecho. Totus tuus (Todo tuyo, su lema mariano)’ Era la toma de conciencia de la nueva condición existencial en la que acababa de caer, de pronto sublimado por el acto de confianza en María».

Subraya que «para el médico cristiano la agonía del hombre es la imagen del Señor. Todo hombre tiene sus llagas, porta su corona de espinas, balbucea sus últimas palabras, se abandona en las manos de alguno que inconscientemente renueva el gesto de María, de las pías mujeres, de José de Arimatea. La muerte de Juan Pablo II me involucró aún más». Al finalizar la entrevista, el Dr. Renato Buzzonetti afirma que el tránsito del Papa Wojtyla «fue la muerte de un hombre despojado de todo, que había vivido las horas de la batalla y de la gloria y que se presentaba en su desnudez interior, pobre y solo, al encuentro de su Señor al que estaba por restituir las llaves del Reino. En aquella hora de dolor y estupor, tuve la sensación de encontrarme en las orillas del lago Tiberíades. La historia parecía reajustada, mientras Cristo estaba por llamar al nuevo Pedro».

En las Catacumbas de Santa Tecla, un cubículo que parecía ser una tumba de una noble mujer ha sido el lugar de un importante hallazgo de la arqueología sacra: se trata de las figuras más antiguas (fines del siglo IV) de los apóstoles Pedro, Pablo, Andrés y Juan. El descubrimiento fue presentado por el presidente de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra y presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, monseñor Gianfranco Ravasi, quien señaló que dicho hallazgo es «un testimonio de los primeros siglos del cristianismo». Los arqueólogos del Vaticano descubrieron un fresco con la imagen más antigua de San Pablo en las catacumbas y según los expertos, el fresco data de finales del siglo IV después de Cristo, por lo que se convierte en la imagen más antigua que se conserva del santo. La imagen fue descubierta el pasado 19 de junio durante la restauración de una composición pictórica en estas catacumbas situadas en la Via Ostiense de la capital italiana, cerca de la Basílica de San Pablo Extramuros, gracias a la técnica del láser.

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La Palabra del Papa

ACTUALIDAD DE CALDERÓN DE LA BARCA

En su denso volumen titulado El espíritu de la letra, Antonio Blanch

se pregunta si Calderón puede considerarse un “clásico”, es decir, si su obra tiene validez también en nuestros días. Su respuesta es afirmativa y la justifica con diversos argumentos. Al igual que los grandes artistas del Barroco, Calderón presentó al grueso público los temas más escuchados y debatidos de la fe en forma eficaz y atractiva. Recurrió a la imagen poética, al arte escenográfico, a las alegorías visuales y a la fuerza sonora de sus composiciones líricas para dar un carácter visible, aceptable y cautivante a las verdades del Credo. En esta pedagogía de la imagen, fue un verdadero maestro. Hoy, que la imagen aventaja a la palabra, Calderón puede hacer valer su actualidad. En segundo lugar, Calderón coincide con el hombre actual al denunciar la condición en la cual nos encontramos: pérdida de autenticidad, desorientación ética, soledad, insensatez. Al respecto, Franz Kafka, Luigi Pirandello, Friedrich Dürrenmatt y Samuel Beckett son paradigmáticos. Calderón les da la razón: la condición humana es dramática a raíz de la caída, del pecado original. Cristo reparó esta caída y restauró la condición humana. Quien no lo acepta como redentor se queda con su propia limitación y su miseria. Por último, la actualidad de Calderón es producto de que haya denunciado la cultura de la apariencia, la simulación y la vanidad, que hoy a menudo se consolida de manera ensordecedora. Semejante cultura inyecta en los ánimos esa sensación de escepticismo y agnosticismo que serpentea en las obras de Calderón. Ante el triste desfile de máscaras uno se pregunta dónde está la verdad, dónde la realidad. El teatro de Calderón se apoya en el Credo católico y ofrece una respuesta convincente. Los autores del teatro del absurdo (Samuel Beckett, Arthur Adamov, Harold Pinter, Fernando Arrabal, Jean Tardieu, Eugène Ionesco, que al final se alineó en las posiciones de Calderón) quedaron atrapados en las redes de la nada y la insensatez.

Premio en Francia Documental sobre la vida monástica

cantados en gregoriano. El clip del documental se puede ver en la web de la Abadía www.barroux.org/dvd.html.

U n documental de 52 minutos sobre la Abadía de Santa

Beirut Fundación Oasis: Cristianos y musulmanes, ante el desafío de la educación

Magdalena de Barroux fue premiado por el jurado del Club Audiovisual de París. El premio fue entregado a los cineastas el 15 de febrero, en la sala del Senado de París, por el Nuncio Apostólico en Francia, Mons. Luigi Ventura, y en presencia del Abad de Barroux, Louis-Marie. La película, disponible en DVD, titulada “Vigías en la noche. Una jornada monástica en la Abadía de Santa Magdalena de Barroux”, muestra la vida de oración y trabajo de los monjes benedictinos, teniendo como fondo la armonía de los diferentes oficios del día,

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Alrededor de setenta personas entre investigadores, profe-

sores, obispos católicos y representantes musulmanes de todo el mundo se reunieron a fines de junio pasado en Beirut, Líbano, para reflexionar sobre el tema «La educación entre fe y cultura. Experiencias cristianas y musulmanas en diálogo». Se trata del encuentro anual del Comité científico de la Fundación

La Palabra del Papa El miedo en el “auto” de Calderón El director suizo Volker Hesse, al llevar modernamente a escena El gran teatro del mundo de Calderón, tuvo el propósito de representar el miedo del cual es víctima el hombre actual. En realidad, él advierte esa sensación de miedo, expresada dramáticamente en El grito de Edvard Munch: miedo a fuerzas oscuras que amenazan y a misteriosos gritos que paralizan. El miedo que serpentea en el auto calderoniano es más insidioso, más sutil, más engañoso. Es el miedo a la ausencia de sentido, a la frustración existencial, a la constatación de haber perseguido las sombras. Cuando el yo se identifica con el rol, la personalidad se destroza y nos transformamos en sombras que caminan. En el momento en que uno se percata de esta desventura, la angustia se convierte en una triste compañera de vida y se vislumbra el miedo. Calderón representa plásticamente esta situación cuando –en el cuarto episodio- el Mundo, después de la representación, obliga a los personajes a dejar vestiduras y ornamentos, más bien despojándolos, a la sombra de la Muerte, que vigila las puertas. Para vencer este miedo, Calderón hace resonar en los ánimos de los espectadores una invitación clara y simple y una verdad bíblica repetida en diversas ocasiones: Obrar bien, que Dios es Dios. Obrar bien, con ayuda de la Gracia, y recordar que Dios es lo absoluto y el Señor, y nos espera en su mesa celestial. El auto termina con el canto del Tantum ergo. Fernando Castelli, S.J. * Aparte final del artículo (La Civiltá Cattólica n° 3813) dedicado por el autor al análisis del autosacramental de Calderón de la Barca “El gran teatro del mundo”. Su reflexión sobre la obra calderoniana “La vida es sueño” puede leerse en Humanitas 57 (pp 57) y en www.humanitas.cl (ver n 57)

Oasis, creada en 2004 por el Patriarca de Venecia, el cardenal Angelo Scola, con el fin de promover el diálogo y el conocimiento recíproco entre cristianos y musulmanes, poniendo el acento en las diferencias internas en el Islam. Un encuentro de importancia decisiva, por tanto, si se piensa en el próximo Sínodo de los obispos sobre Oriente Medio, programado para octubre en el Vaticano. Entre los ponentes, muchos nombres relevantes: además del patriarca de Venecia, figuran el cardenal Nasrallah Sfeïr, patriarca de Antioquía de los Maronitas, y el cardenal JeanLouis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Con ellos estarán Hani Fahs, miembro del Alto consejo chiíta del Líbano, y Mohammed Samaha, secretario

general de la Liga para la enseñanza religiosa musulmana. El encuentro en Beirut se inserta en la línea del encuentro del año pasado en Venecia, cuando se reflexionó sobre cómo interpretar las tradiciones en el tiempo del «mestizaje de civilizaciones y culturas», categoría utilizada para explicar y describir el proceso inédito en curso de encuentro entre hombres y civilizaciones, que apela a una nueva síntesis sin que haya confusión de identidades. «Toda tradición se transmite a través de una educación y por tanto viene un poco natural, como un paso muy lógico, el de hacer esta reflexión: después de haber trabajado tanto sobre el tema de las tradiciones y sobre cómo interpretar las tradiciones, hoy la pregunta o el argumento de investigación, si se quiere, es cómo se transmiten estas tradiciones. Cómo pasan

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de una generación a otra», afirmó Roberto Fontolan, director de la revista Oasis. «El tema de la educación es muy fuerte, porque la educación, incluso históricamente, nació como una exigencia de la fe, es decir, la transmisión del valor profundo de la fe a las nuevas generaciones, a los demás, y por tanto se inserta en esta dinámica natural a todo hombre», añadió. Como decía don Giussani, subrayó Fontolan, la educación «es introducción a la relación con la realidad, con la realidad total», es

decir, «es un modo, es el modo con el que cada uno de nosotros se relaciona con lo que es distinto de sí». En este contexto, «el gran desafío de estos años es que las religiones por un lado y las culturas, también las culturas laicas, por otro, ya no pueden dar por descontado este proceso, esta necesidad de construir el puente entre una generación y otra». «¿Qué quiere decir este puente? Simplemente, la forma con que de una generación a otra se interroga sobre la relación con la realidad, que en el fondo es la relación con el destino».

Una Plaza de San Pedro alegre, serena, una multitud calculada

EN EL AÑO SACERDOTAL

PALABRAS DORMIDAS Este texto del escritor francés Francois Mauriauc pronto tendrá ochenta años. ¿Debido a qué secreto ha envejecido tan poco en medio de cambios tan grandes? (Le Jeudi-Saint, Flammarion, pp.51-53)

El sacramento del orden

El sacerdote, cuyo carácter sagrado oscurece el rostro humano, inquieta por su mera presencia lo que hay en nosotros de acurrucado y subterráneo. El suelo tiembla bajo el pie de Jesucristo. Han puesto al hurón en el conejar… (Paul Claudel)

(…) Esta gracia del Jueves Santo se transmitirá hasta el fin de los tiempos, hasta el último sacerdote que celebre la última misa en un universo semidestruido. El Jueves Santo creó esos hombres, hay una marca impresa en ellos, se les ha dado una señal. Al mismo tiempo iguales a nosotros y tan distintos, nunca tan asombrosos como en este siglo pagano. ¿Dicen ustedes que nos faltan sacerdotes? En realidad, ¡qué misterio adorable que todavía haya sacerdotes! No queda ventaja humana alguna: la castidad, la soledad, muy a menudo el odio, la burla, sobre todo la indiferencia de un mundo donde ya no parece haber lugar para ellos, así es la parte que han elegido. Ninguna grandeza aparente: una tarea que a veces parece material y desde el punto de vista de la multitud los identifica con el personal de las alcaldías y las pompas fúnebres. Un ambiente pagano los baña por todas partes. El mundo reiría de su virtud si creyera en ella, pero no cree. Los espían. Mil voces denuncian a los que caen. Los otros, la mayor parte, de ellos nadie se asombra al verlos afanarse oscuramente, sin salario apreciable, inclinarse sobre los cuerpos que agonizan o esforzarse en sus cursos. ¿Quién hablará de la soledad del sacerdote en el campo, en medio de campesinos tan frecuentemente cerrados u hostiles al espíritu de Cristo? Uno entra a la iglesia de un pueblo: nadie, fuera de un viejo cura arrodillado en el coro, velando solo con su Maestro. Las palabras de Cristo a propósito de ellos se cumplen todos los días: “Os envío como ovejas en medio de los lobos - seréis odiados por todos a causa de mi nombre…”. Desde hace siglos, desde el Jueves Santo, hay hombres para que elijan ser odiados y no ser humanamente consolados. Eligen perder su vida, porque una vez alguien les hizo esta promesa que parece una locura: “El que salve su vida la perderá, y el que la pierda por mí la salvará…”. Y más aún: “Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos”. FRANÇOIS MAURIAC

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En familia, con el Papa

en 200 mil fieles, como una gran familia se reunió en torno al Papa Benedicto XVI para demostrarle afecto y solidaridad: así fue el domingo 16 de marzo en Roma. Una gran pancarta decía: Juntos con el Papa. También para compartir el sufrimiento que en estos últimos meses sacude a la Iglesia. Miembros de todos los movimientos e instituciones eclesiales se estrecharon en torno a Benedicto XVI para rezar con él, para apoyarle en su ministerio evangelizador, para demostrarle afecto y gratitud

por su pasión por Cristo y por la humanidad entera. El cardenal Bagnasco, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, se hizo intérprete ante el Papa de estos sentimientos y pidió a Dios su misericordia, su perdón, por los pecados de quienes componemos la Iglesia y fuerza y purificación en esta hora. Puede decirse que fue también un encuentro de expiación en familia y de intensa comunión especial de todo el laicado con el Vicario de Cristo, que sabe que no está solo, sino que la mayoría del pueblo fiel está con él.

Linchamiento mediático «Sólo favorece» al Papa Benedicto XVI

El filósofo francés de origen tunesino e hijo de padres judíos

Fabrice Hadjadj explica en un interesante artículo que el «linchamiento mediático» que sufre el Papa Benedicto XVI no hace sino favorecerlo, pues reconoce así su importancia moral en medio del mundo, incluso para los no creyentes, y permite que los católicos puedan admirarlo cada vez más por su solidez espiritual a la cabeza de la Iglesia Católica. En el artículo titulado «La última bienaventuranza», publicado en L’Osservatore Romano, este filósofo que en su juventud viviera en medio del anarquismo y el nihilismo, comenta que el Santo Padre es un valiente testigo de aquello que dijo Jesús en el Sermón de la Montaña: «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos». El ahora profesor de literatura en Toulon, Francia, tras recordar la tolerancia cero de Benedicto XVI ante los casos de abuso sexual, se refiere a su carta a los católicos de Irlanda y comenta que los católicos «pueden alegrarse por el linchamiento mediático» del que actualmente es objeto. «Los medios más antipapistas –explica Hadjadj– se convierten sin querer en apologistas de la fe. Que se vean obligados a deformar los hechos, a poner y falsificar información para atacar al Papa y enlodar a todo el clero, es la prueba de que en realidad no tienen mucho que desaprobarles».

«Si fuese en realidad una controversia lúcida y racional, los ataques podrían firmarse. Pero la irracionalidad de sus reacciones no juega a su favor y le da a la mente racional razones para creer en la verdad del magisterio pontificio. Después de todo, cuando el Papa habla, el no creyente no debería preocuparse». El no creyente, prosigue el filósofo, «debería decir que la cosa solo tiene que ver con los católicos, inmersos en el oscurantismo y la rigidez. Ahora, por el contrario, lo tenemos temblando, nervioso, inquieto, como si la voz del Santo Padre lo tocase personalmente». Con una reacción similar, continúa Fabrice Hadjadj, «un observador externo puede fácilmente deducir esto: este no creyente no lo es en realidad, entonces podría decirse que tiene el instinto del magisterio, de la paternidad espiritual del Sumo Pontífice, de su rol de testimonio universal». Si los no creyentes, «se escandalizan especialmente por el hecho de que los abusos sean cometidos por sacerdotes es porque tienen el instinto de la dignidad especial del sacerdocio. Sus ataques son así una contribución involuntaria al Año Sacerdotal y un homenaje a la altísima vocación de pureza del sacerdote». El profesor universitario explica luego la necesidad de recomponer la paternidad de quienes están a cargo de menores, especialmente de los sacerdotes, considerando siempre que «la verdadera justicia

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no puede sino ordenarse a la esperanza». Junto a esta tarea queda siempre el esfuerzo pendiente de atender espiritualmente a los pequeños que han sufrido los abusos pues sobre eso «también se nos habrá de juzgar». Al concluir su artículo, el filósofo francés explica que la vulnerabilidad del Papado «es necesaria para mostrar que el cristianismo no se reduce a la inteligencia anónima de un sistema moral, sino que nace de un encuentro libre y dramático con una Persona. Así entonces, los ataques que Benedicto XVI está sufriendo no hacen sino conformarlo mejor a Cristo y permiten al creyente admirarlo todavía más como su inesperado Vicario». Cristianos en Oriente Medio Una vocación, no un destino

Los 14 millones de cristianos que viven en Oriente Medio, a pesar

de las dificultades y las persecuciones, tienen una misión que cumplir en sus respectivos países, en orden a la paz y la convivencia. Este es uno de los temas que abordó el recientemente nombrado obispo auxiliar del Patriarcado de Jerusalén, monseñor William Shomali, durante una conferencia que pronunció el pasado 13 de mayo en el auditorio de St. Saviour, y de la que Inma Álvarez de agencia Zenit informó. A esta conferencia, en preparación de la próxima Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio, asistieron unos 140 religiosos que trabajan en el Patriarcado Latino, y que han cooperado en el trabajo de los Lineamenta. Monseñor Shomali insistió en la necesidad de que los cristianos de Oriente Medio «descubran su vocación», evitando cerrarse en una «mentalidad de gueto» que podría llevar cada vez más a su insignificancia social. Desde Turquía hasta Egipto y desde Siria hasta Iraq, la situación de los cristianos es de cada vez mayor dificultad, debido por un lado a emigración, y por otro al ascenso de un Islam político que quiere someter a las sociedades árabes. Si bien la situación concreta, de mayor o menor tolerancia, depende de cada país, desde la intolerancia total en Arabia Saudita hasta la libertad de culto de Jordania, sin embargo los cristianos viven en sociedades en las que no existe auténtica libertad de conciencia, y en la que su presencia es tolerada más que admitida. El mayor problema que enfrentan las comunidades cristianas, explicó monseñor Shomali, es el de su propia continuidad, pues son ya más de cien años de éxodo ininterrumpido de cristianos, a lo que se suma el genocidio de maronitas (1860) el de millón y medio de armenios por parte de Turquía (1912), la guerra del Líbano (1975-1990) y la inestabilidad de Iraq (desde 1990). Esta emigración, afirma monseñor Shomali, no sólo «ha de-

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bilitado el tejido de la vida cristiana», sino que «también ha abierto los ojos de los musulmanes moderados, que ven en este éxodo un empobrecimiento de la sociedad árabe y la pérdida de elementos moderados». «Muchos intelectuales palestinos incluyendo al actual Gran Mufti de Palestina, al presidente Mahmoud Abbas y el Primer Ministro Salam Fayyad han dicho que la salida de los cristianos ha sido una pérdida para todos los palestinos, y que terminará poniendo a los judíos y a los extremistas musulmanes frente a frente», afirmó. En este sentido, prosiguió, «los cristianos tienen una contribución que hacer en la solución de los conflictos políticos o religiosos», pero para ello deben «abandonar la mentalidad de gueto» y «participar más activamente en la vida pública». Subrayó Monseñor Shomali la importancia de formar a los fieles en el conocimiento de la Escritura, tal y como propuso el Sínodo de 2008: «En Oriente Medio hay una gran cantidad de piedad y mucha devoción popular. Pero la Palabra de Dios aún no ha tomado su lugar legítimo en la espiritualidad del pueblo cristiano». «Las Sagradas Escrituras, escritas en nuestra tierra y en nuestros idiomas (hebreo, arameo y griego), con expresiones literarias y culturales que sentimos como propias, guiarán nuestro pensamiento» para «descubrir el significado de nuestra presencia, nuestra comunión y nuestro testimonio en el contexto actual de nuestros respectivos países». Por otro lado, se refirió a la relación entre las Iglesias católica y ortodoxa, afirmando, con los Lineamenta, que todas las divisiones entre las Iglesias de Oriente Medio «son frutos amargos del pasado, pero el Espíritu trabaja con las iglesias para reunir y romper las barreras para esa unidad visible querida por Cristo». Jacob Neusner La razón de los ataques al Papa

El motivo de los ataques que está recibiendo el Papa es «su

capacidad para exponer la verdad a la Humanidad entera»: no lo ha dicho un ultracatólico, como se dice ahora, sino un rabino judío norteamericano. Jacob Neusner, el rabino al que se refiere Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret, ha escrito un artículo en el Corriere della Sera, en el que afirma: «Lo que el mundo ha aprendido en estos cinco años respecto al Papa, es el precio que la academia paga por sostener la verdad y mantener la propia integridad». Por otra parte, la Fundación Pave the Way ha organizado un nuevo encuentro de representantes católicos y judíos sobre la figura de Pío XII y su relación con el pueblo de Israel, en particular durante el Holocausto.

CATÓLICOS EN IRÁN: ¿EN PELIGRO DE EXTINCIÓN?

Dado que los cristianos huyen en gran número de Irán, tanto por razones políticas como religiosas, la comunidad cristiana corre verdadero peligro de extinción, dice el periodista y observador de las Iglesias de Oriente Medio, Camille Eid. En esta entrevista realizada por Mark Riedemann para «Dios llora en la Tierra», un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network, de la cual reproducimos partes, el experto explica cómo es la vida para un cristiano que vive en Irán. —Hoy, Irán es más de un 99 por ciento musulmán. ¿Cómo impregna el islam la vida de cada día? —Si usted está en las calles de Teherán, o en cualquier parte del país, usted verá el retrato de los mártires, del Ayatolá, el último Jomeini, el actual Ayatolá Jamenei. Si usted usa el teléfono de una cabina pública, escuchará la voz del imán Hussein diciéndole qué hacer. —De hecho, la imagen del Ayatolá está incluso en la cubierta de los libros de catecismo. —Exactamente y puede que sea una forma de mostrar que los cristianos están bajo la protección del régimen y son considerados dhimmis (personas protegidas) en la shariah islámica. Es una forma de decir que ustedes (los cristianos) están bajo nuestro régimen (islámico). Luego está la policía religiosa. —El número de cristianos es de unos 100.000 en una población de 71 millones. ¿Cómo son vistos los cristianos en Irán? —Los cristianos son vistos como minorías étnicas porque son predominantemente armenios, y siro caldeos. Tenemos 80.000 armenios ortodoxos que también son llamados armenios gregorianos o apostólicos, 5.000 católicos armenios, y cerca de 20.000 asirio caldeos, más otras comunidades como iglesias latinas, protestantes, que, todas juntas hacen entre 100.000 y 110.000 cristianos. Así que son vistos como minorías étnicas y, como tales, no se les permite celebrar sus ritos en parsi, la lengua oficial de Irán. Así que no pueden celebrar la Santa Misa en parsi, sino en armenio o en caldeo. —¿Para distinguirlos como extranjeros? —No sólo por eso, sino para evitar que sean atractivos y sorprendidos por los iraníes locales.

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Mártir polaco Beatificación del padre Jerzy Popiełuszko —¿Para evitar que los iraníes se sientan atraídos por la fe? —Sí, y para evitar que los iraníes comprendan lo que los cristianos dicen. Sólo ha habido un caso; fue en Teherán pocos días después de la muerte del Papa Juan Pablo II y el sacerdote leyó las Escrituras en parsi en presencia de las autoridades. Este fue un caso excepcional. —Pero aún así, el parlamento reserva tres escaños para los cristianos. ¿Por tanto, los cristianos tienen voz dentro de la estructura parlamentaria? —De hecho, la República Islámica ha conservado la Constitución de 1906 que reserva cinco escaños para las minorías, tres para los cristianos, uno para los zoroástricos, y otro para los judíos. También hay que ver que los bahabitas, por ejemplo, que son los no musulmanes más numerosos, no tienen escaño porque se les considera herejes y no una comunidad religiosa y, por tanto, no personas. —¿Están garantizados por la Constitución los derechos de los cristianos? —No, eso no significa que estén garantizados en la Constitución. El artículo 13 menciona que todos los iraníes son iguales por raza y por lengua, pero la religión no se menciona. En el artículo 14, si me permite leérselo: «Todas estas comunidades no musulmanas se abstendrán de tomar parte en conspiraciones contra el islam y contra la República Islámica de Irán». Y por último, el artículo 19 establece: «Todos los iraníes de cualquier grupo étnico deben gozar de los mismos derechos y el color, la raza o la lengua no ofrecen privilegio alguno». Aquí tampoco hay ninguna referencia a la religión.

Catequesis de Juan Pablo II Nueva edición de “El amor humano en el plan divino” Cristo erigido en el lugar del martirio del Padre Popieluszko.

—¿A qué clase de restricciones se enfrentan los cristianos en su vida diaria? —Bien, para los cristianos es difícil encontrar trabajos en la administración pública. Incluso los directores de colegios cristianos son musulmanes con una excepción en Ispahan hace tres o cuatro años, cuando el gobierno nombró un armenio para el Colegio Armenio. Pero en la mayoría de los casos los directores de las escuelas cristianas son musulmanes para los pocos colegios cristianos que quedaron tras la confiscación de 1979 y 1980. Otro ejemplo es el ejército. Hace algunos años descubrieron que un oficial, el coronel Hamid Pourmand, se había convertido al cristianismo. Fue procesado y se llevó ante la corte marcial, pero gracias a la presión internacional pudo abandonar Irán. Es muy difícil que los cristianos estén en altos puestos del gobierno en Irán. —¿Qué vida tiene un musulmán converso? —Nadie puede confesar su nueva fe dentro de Irán. Sólo es posible si se puede ir al extranjero. Dentro de Irán no se puede expresar o mostrar la fe porque se enfrentarían a la muerte. No es fácil. —Quiero tocar la cuestión de la fuga de cristianos de Irán tras la revolución islámica de 1979. Cerca de la mitad de la población cristiana abandonó el país y hay, hasta lo que puedo leer y entender, cerca de 10.000 familias que abandonan Irán cada año. ¿Qué significa esto para la comunidad cristiana en Irán? —Deje que le diga que la presión política la sufren tanto no musulmanes como musulmanes, pero los cristianos la sufren doblemente, porque está la faceta política del régimen que es cuestionada por la mayoría de los iraníes y, encima de esto, la presión religiosa para los no musulmanes, porque sienten que su libertad está coartada. Esa es la razón de esta fuga masiva y, de hecho, hay un verdadero peligro de desaparición, de una extinción del cristianismo en Irán.

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Fue ordenado sacerdote en 1972. Tras la proclamación de la ley marcial, en 1981, Popiełuszko se comprometió en la celebración de las “Misas por la Patria”, en cuyas homilías afrontaba temas religiosos y espirituales, pero también cuestiones de actualidad de carácter social y político-moral, ilustrando los documentos fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia y las enseñanzas al respecto de Juan Pablo II y del cardenal Stefan Wyszyński. Las autoridades comunistas reaccionaron contra la acción pastoral del sacerdote con una intensa campaña de difamación y represión, acusándolo de instigación a la rebelión, turbación de la paz social y actividades ilegales de carácter político. El 19 de octubre de 1984 fue secuestrado por funcionarios de los Servicios de Seguridad del régimen y asesinado. En sus funerales participaron más de mil sacerdotes y centenares de miles de fieles. La ceremonia de su beatificación ha tenido lugar en una fecha significativa para Polonia: en la que el país celebra la “Jornada de Acción de Gracias por la Libertad”, para recordar el primer viaje a la patria de Juan Pablo II, en junio de 1979.

El 6 de junio pasado tuvo lugar en la Plaza del Mariscal Józef

Pilsudski, la beatificación del sacerdote y mártir polaco Jerzy Popiełuszko, ceremonia presidida por monseñor Angelo Amato SDB, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, representante del Santo Padre. Con ocasión de la visita de Benedicto XVI a la isla mediterránea de Chipre, el Pontífice tuvo un pensamiento particular hacia los fieles polacos durante su intervención en el Ángelus dominical, pronunciado al término de la Eucaristía celebrada en el Palacio de los Deportes Eleftheria de Nicosia “Envío un cordial saludo a la Iglesia en Polonia que se regocija hoy por la elevación a los altares del padre Jerzy Popiełuszko”, afirmó. “Su celoso servicio y su martirio son un signo especial de la victoria del bien sobre el mal. Que su ejemplo y su intercesión nutran el celo de los sacerdotes e inflame a los fieles con el amor”. Popiełuszko, sacerdote diocesano, había nacido el 14 de septiembre de 1947 en Okopy, en el voivodato nordoriental de Białystok, en una familia rural profundamente cristiana. Entrado en 1965 en el Seminario Mayor de Varsovia, recibió el año después la llamada a las armas, teniendo que realizar el servicio militar en una unidad especial, donde las autoridades militares comunistas llevaban a cabo una obra de adoctrinamiento antieclesial y antirreligioso para apartar a los seminaristas de su vocación. Fue objeto de vejaciones y persecuciones, que debilitaron su estado de salud.

Fue presentada en Roma, en junio pasado, la nueva edición de

“El amor humano en el plan divino” La redención del cuerpo y la sacramentalidad del matrimonio en las catequesis del miércoles (1979-1984) de Juan Pablo II, dirigida por Gilfredo Marengo y editada por la Libreria Editrice Vaticana. El volumen recoge, en una nueva edición, las catequesis sobre el amor humano que Juan Pablo II pronunció entre el 5 de septiembre de 1979 y el 28 de noviembre de 1984. Esta recopilación de catequesis representa uno de los frutos más característicos del largo servicio petrino de Juan Pablo II. La visión del papa Wojtyla del hombre a través del amor resulta particularmente actual para conocer al hombre contemporáneo e interpretar la complejidad de su vida, precisamente a partir de la experiencia, compartida y accesible a todos, del amor. El volumen está enriquecido con un aparato crítico que permite una aproximación científica a las Catequesis y un ágil estudio de ellas. La sinopsis de la presente edición con la edición de 1985, los índices de las citas bíblicas, de los textos del magisterio y de los nombres ofrecen la posibilidad de penetrar en la riqueza de los textos pontificios, poniendo de manifiesto las profundas raíces bíblicas y su colocación dentro de la tradición eclesial. Esta nueva publicación de las Catequesis de Juan Pablo II se inserta en la obra de profundización del amor como específico de la fe cristiana, es decir, como la cuestión fundamental hacia la cual también la reciente encíclica Deus caritas est ha captado la atención de los creyentes y de la reflexión teológica.

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En vísperas del viaje papal a Chipre Asesinato del Presidente de la Conferencia Episcopal de Turquía

El Prelado recibió al Papa Benedicto XVI en su viaje a Turquía en 2006. También fue quien presidió los funerales por el P. Andrea Santoro. Mons. Padovese se preparaba para trasladarse a Chipre como parte de la delegación de acogida al Santo Padre en su viaje apostólico –del 4 al 6 de junio– a la isla mediterránea, donde entregará el Instrumento de trabajo del Sínodo de los obispos para Oriente Medio que se realizará en octubre en el Vaticano. Celibato No niega sexualidad ni libertad de sacerdotes

En entrevista concedida al diario La Croix, el P. Luc Crepy, SupeEl Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede y de Radio

Vaticano, P. Federico Lombardi, expresó su profundo pesar y consternación al conocer la noticia del asesinato, perpetrado el 3 de junio pasado en Iskenderum, de Mons. Luigi Padovese, Vicario Apostólico de Anatolia y Presidente de la Conferencia Episcopal de Turquía. Según informa la agencia turca Anadolu, el Prelado fue apuñalado en su casa. Al respecto, el P. Lombardi señaló que «se trata de una noticia horrible que nos deja profundamente desconcertados y naturalmente muy doloridos. Monseñor Padovese fue una persona con grandes méritos por el testimonio de la vida de la Iglesia en Turquía, por lo tanto en situaciones también difíciles; fue una persona dedicada al Evangelio, valiente». La muerte de este valiente Obispo, prosigue el sacerdote, trae a la memoria la de otro sacerdote asesinado también en Turquía en 2006, P. Andrea Santoro. El homicidio de Mons. Padovese, continuó, «nos permite ver cómo el testimonio de la Iglesia en ciertas situaciones puede pagarse a precio de sangre. Será necesario comprender mejor las circunstancias o móviles de esta muerte; permanece que es una vida entregada por el Evangelio». Este lamentable hecho, dice luego el P. Lombardi, ocurrió en «la víspera de un viaje del Papa hacia Oriente Medio. También precisamente para alentar a las comunidades cristianas que viven en esta región, este hecho nos permite entender con mucha profundidad cómo la cuestión de solidaridad de la Iglesia universal, de apoyo para estas comunidades cristianas, es absolutamente urgente, necesaria». La cadena española COPE señala que Mons. Padovese, de 63 años de edad, estaba muy comprometido en el ecumenismo, en el diálogo con el Islam y en la reanimación de las distintas comunidades cristianas turcas. Originario de Milán, había ingresado en la Orden de los Frailes Capuchinos. Fue ordenado sacerdote en 1973 y Obispo en 2004.

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rior del Seminario de Orléans en Francia, resaltó que la opción por el celibato en los sacerdotes no niega la recta vivencia de su sexualidad, que no se reduce a la genitalidad, y contribuye a vivir intensamente la libertad en el servicio a Dios y a los fieles En la entrevista dada a conocer por L’Osservatore Romano, el P. Crepy hizo una primera distinción: «primero que nada es necesario precisar que la sexualidad no se limita a su dimensión genital, y así la vida afectiva es bastante más vasta que la vida sexual, si bien además este ámbito es de evidente importancia». Además, dijo luego, «en el seminario no nos interesa solo esta dimensión particular del futuro sacerdote, por más importante que sea, sino que se busca promover un desarrollo integral del futuro sacerdote, teniendo en cuenta el conjunto de la formación humana». Con estas precisiones, el presbítero indicó algunas de las medidas concretas que se ponen en práctica con los sacerdotes, explicitadas por el Papa Juan Pablo II en la carta pastoral Pastor Dabo Bovis: atención a la vida comunitaria, reflexión sobre la sexualidad y desarrollo para la futura vida pastoral. «Se trata de unificar la propia vida, de integrar todas sus dimensiones», explicó. Tras comentar que el sacerdote renuncia libremente a tener relaciones sexuales íntimas, así como lo hace un esposo al renunciar a otras mujeres y amar sólo a la suya, el P. Crepy resaltó que «para que todo tenga sentido es necesario aprender a renunciar». Luego de precisar que «¡no se entra en el seminario sólo para permanecer célibes!», el sacerdote señaló que «el celibato tiene sentido en una perspectiva más amplia, el servicio a la Iglesia, el amor por Cristo. ¿Cómo se inscribe este celibato en un proyecto de vida global? Si se considera como un grillete en los pies, entonces no funcionará. La pregunta que es necesario hacerse es ésta: ¿En el deseo de querer ser sacerdote, cómo se integran y asumen un sentido en el proyecto del sacerdocio el celibato y la renuncia que éste implica? »Seguidamente reiteró: «¡no porque se es sacerdote no se tiene una sexualidad! Es una opción de vida y un modo para darle sentido a la propia sexualidad en un proyecto que la

trasciende sin negarla. En juego está el hecho de vivir la propia sexualidad en modo liberador: en la opción del celibato hay una dimensión de libertad. Pero, cuidado, la sexualidad, ya sea para un célibe o para una pareja, es un equilibrio que siempre debe construirse, en el curso de toda la vida». Entre los retos para vivir una adecuada sexualidad en los sacerdotes, el Superior del Seminario de Orléans señaló que «cada época reelabora el asunto de la sexualidad. No es una cuestión puramente íntima y personal, como con frecuencia se cree. Es inducida por la cultura. Es cierto que en una sociedad muy erotizada, que

valoriza la genitalidad en detrimento de una sexualidad más amplia, esto no es evidente. Se busca sobre todo una inmediatez que va contra la armonía sexual a largo plazo. Creo que la sexualidad es uno de los ambientes más interesantes pero más difíciles en los que se debe ejercitar la propia libertad». El P. Crepy explicó luego diversos modos en los que se acompaña a los sacerdotes como los grupos de presbíteros que se reúnen regularmente, la guía espiritual de otro padre más experimentado, así como los encuentros con los obispos, para evitar la soledad de algunos, que puede ser una experiencia difícil.

BENEDICTO XVI, POR LA SENDA TRAZADA A SU MANDATO

El Papa ha sido objeto, como ningún otro, de críticas injustas. El mismo planteó que esas “habladurías” no lo iban a amedrentar. Con una claridad meridiana, no sólo ha condenado los actos criminales que han perpetrado algunos sacerdotes, sino que además ha dispuesto medidas cada vez más estrictas para que los culpables den cuenta de ello ante las justicias divina, civil y eclesiástica, así como la exigencia de que se reparen los daños causados. Es notable la cobertura que se le ha dado a los ataques al Santo Padre, y no pueden sino que surgir preguntas. ¿Por qué? La respuesta sólo la podemos encontrar en lo que Benedicto XVI es, dice y hace. El Papa representa, dice y hace absolutamente todo lo contrario de lo que la cultura imperante llamada postmoderna dice y hace. Y lo dice con valentía, firmeza, gran poder de convicción y, sobre todo, de verdad. Incómodo resulta para la cultura imperante que el Santo Padre vuelva a reconocer la ley natural como un imperativo que ilumina la conciencia tanto a creyentes como a no creyentes y que constituye la base de la ética que a todos nos debe guiar y que la Iglesia propone. En una sociedad embriagada por un subjetivismo extremo, en la que lo único que tiene valor es lo que “yo pienso” y “yo quiero”, molesta que Benedicto XVI, con la autoridad moral e intelectual que tiene, le recuerde que, independientemente de lo que se piense o se quiera, hay una realidad anterior que posee una verdad intrínseca, y que tiene que reconocer y vivir acorde a ella. He ahí el gran debate cultural: pensar la libertad como el valor absoluto, despojado de todo vínculo con la verdad, o bien volver a sus raíces y reconocer que la verdadera libertad posee un intrínseco vínculo con la verdad inscrita en la misma naturaleza humana que la fe y la razón nos dan a conocer y a la que al hombre le corresponde reconocer y, en consecuencia, aplicar en sus actos. Las consecuencias de estas dos visiones del mundo y del hombre están a la vista. Para los primeros, el aborto y la eutanasia son un derecho y signo de progreso de la humanidad; para el Santo Padre y la Iglesia, son crímenes abominables que no tienen justificación alguna. Para los primeros, la familia fundada en el matrimonio es una construcción cultural que sólo oprime al hombre y a la mujer en su libertad y en sus “derechos sexuales”; para la Iglesia, el matrimonio es la unión indisoluble entre un hombre y una mujer que se comprometen de por vida para amarse mutuamente, en fidelidad, procrear a los hijos y educarlos, constituyéndose en la base de la familia y en el pilar fundamental de la sociedad. Para los primeros, la educación sexual tiene que ir unida a los “derechos sexuales”, lo que implica tener acceso a anticonceptivos, a métodos abortivos y a preservativos, a los que la misma autoridad enseñaba a usarlos, incluso a los 14 años, y sin autorización de los padres; el Papa, en cambio, se inclina por una educación al amor, que implica poner la pulsión sexual al servicio de un proyecto de vida matrimonial o de consagración, lo que implica supeditar el deseo a valores más altos, como la fidelidad o la virginidad. Los primeros creen en un “matrimonio” condicional y soluble; la Iglesia, en el matrimonio para toda la vida. Los primeros creen que lo técnicamente posible es de suyo éticamente aceptable, lo que hace que poder eliminar

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embriones, congelarlos, desecharlos o experimentar con ellos se convierta en signo de progreso. El Papa, en tanto, insiste en que cada ser humano tiene derecho a ser concebido en el contexto del amor matrimonial. Los primeros quieren hacer creer que dan lo mismo las uniones entre heterosexuales que entre homosexuales o bisexuales y que los actos sexuales no tienen connotación moral alguna. El Papa insiste en que el vínculo sexual está al servicio del amor cuando se da en el contexto del matrimonio entre un hombre y una mujer y que los actos homosexuales son inmorales. Mientras algunos piensan que el motor del desarrollo y la vía para superar la pobreza es el mercado, el Papa les recuerda que el amor es el motor del auténtico desarrollo y que ello exige pasar de una sociedad movida exclusivamente por el mercado y la competencia a una movida por la solidaridad, y que la pobreza no se elimina con políticas antinatalistas, sino que promoviendo una nueva cultura, la cultura de la solidaridad. Los primeros creen que es posible construir un mundo sin Dios relegando la religión a un mero mito o a simple magia. El Papa recuerda que construir un mundo sin Dios se volcará en contra del propio hombre –lo que está a la vista–. Lo que hace que el Papa, con gran libertad y clara identidad de ser el vicario de Cristo y sucesor de Pedro, visite la sinagoga y la mezquita. El Santo Padre seguirá nadando contra corriente con alegría y serenidad. Consciente de las dificultades que ello implica, pero confiado en Dios, lo seguirán atacando y criticando e incluso levantándole calumnias. Era difícil esperar otra cosa. Pero el Papa seguirá por esta senda trazada en virtud del mandato recibido y de la belleza del anuncio que le hace a una sociedad que corre mucho, se jacta mucho de sus logros científicos y materiales pero no logra encontrar el destino al que se dirige y se conforma con deambular a ciegas en medio de la moda, las noticias sensacionalistas y los escándalos. Y no podía ser de otra manera, porque dejó de lado la pregunta fundante de todo proyecto social y político: ¿quién es el hombre y cuál es el sentido de su vida? Respuesta que la Iglesia Católica conoce y enseña, aunque muchos, encerrados en su estrecha comprensión de la realidad, no se quieran abrir a ella y opten por la calumnia y las “habladurías” o bien se cuelguen del perchero de los abusos perpetrados por un número muy reducido de clérigos, que condenamos enérgicamente, para atribuirse la licencia para vivir sin ley ni Dios.

EL ARZOBISPO DE MUNICH Y FREISING Y LOS VALORES CRISTIANOS DE LA CDU

La Christilich Demokratische Union (CDU) liderada por la canciller alemana Angela Merkel no se declara con suficiente decisión

“por la fe cristiana y por la Iglesia”. Lo afirma el arzobispo de Munich y Freising, monseñor Reinhard Marx, en una entrevista concedida al semanario “Der Spiegel” del pasado 11 de enero. “Un partido que tiene la “C” en su nombre debe respetar los principios cristianos”, porque “la C” implica obligaciones con Jesucristo”, recordó el prelado, según el cual son especialmente distantes de los principios cristianos las posiciones –presentes en el programa de la CDU- que equiparan las uniones homosexuales al matrimonio, así como la píldora con la que en 2008 se extendió de hecho la investigación con las células madre embrionarias: “Es deplorable que en esa cuestión la CDU no nos siga e incluso haya ablandado su posición”. El prelado también criticó la decisión del ministro de la Familia de incitar a las madres a enviar a sus hijos a la guardería ya a la edad de un año, en lugar de cuidarlos personalmente. “Es absolutamente engañoso que la política quiera hacer creer a la gente que se puede tener todo al mismo tiempo: carrera, sueldos elevados e hijos”. Por último, el arzobispo Marx también recordó la intervención de la canciller Merkel, el pasado año, a raíz de lo sucedido respecto al obispo lefebvriano negacionista del Holocausto: “Todos nos indignamos –explicó- porque el Papa se había expresado de manera inequívoca sobre las declaraciones inaceptables de Williamson. A mi parecer, no era oportuno que la canciller entrara en esa política”. L’Osservatore Romano Mil años Abadía de San Pedro de Solesmes

MONSEÑOR FERNANDO CHOMALI Articulo publicado por revista Capital (20-IV- 10)

XLIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales «La Palabra podrá así navegar mar adentro» Parte del Mensaje de Benedicto XVI para la XLIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

“¿Quién mejor que un hombre de Dios puede desarrollar y poner

en práctica, a través de la propia competencia en el campo de los nuevos medios digitales, una pastoral que haga vivo y actual a Dios en la realidad de hoy? ¿Quién mejor que él para presentar la sabiduría religiosa del pasado como una riqueza a la que recurrir para vivir dignamente el hoy y construir adecuadamente el futuro? Quien trabaja como consagrado en los medios, tiene la tarea de allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a sus

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auténticas necesidades espirituales. Le corresponde ofrecer a quienes viven este nuestro tiempo «digital» los signos necesarios para reconocer al Señor; darles la oportunidad de educarse para la espera y la esperanza, y de acercarse a la Palabra de Dios que salva y favorece el desarrollo humano integral. La Palabra podrá así navegar mar adentro hacia las numerosas encrucijadas que crea la tupida red de autopistas del ciberespacio, y afirmar el derecho de ciudadanía de Dios en cada época, para que Él pueda avanzar a través de las nuevas formas de comunicación por las calles de las ciudades y detenerse ante los umbrales de las casas y de los corazones y decir de nuevo: «Estoy a la puerta llamando. Si alguien oye y me abre, entraré y cenaremos juntos» (Ap 3, 20)”. Leer el mensaje completo en www.humanitas.cl (sección Palabra del Papa).

La Abadía San Pedro de Solesmes cumplirá mil años de existencia

el próximo octubre. Fundado en 1010, comenzó siendo un priorato de la Abadía de La Couture y, a partir siglo XVII, formó parte de la Congregación Benedictina de San Mauro, que se extinguió con la Revolución francesa. Solesmes quedó despoblado de monjes, hasta que fue providencialmente restaurado en 1833 por Dom Próspero Guéranguer (1805-1875), hombre genial, de gran sensibilidad litúrgica y monástica y fidelísimo hijo de la Iglesia. A partir de entonces este monasterio se convertirá en cuna de un importante movimiento de restauración de la vida benedictina que se extenderá hasta nuestra abadía de Leyre. A lo largo de este año 2010, la Abadía de Solesmes irá celebrando el milenario de su fundación. Este jubileo está llamado a ser un año de

gracia, en primer lugar para la Comunidad de Solesmes y, también, para todos los monjes de la Congregación solesmense repartidos en 31 monasterios: todos ellos descendientes de Solesmes –en distintos grados-, todos ellos fruto de la fecundidad espiritual de Dom Guéranguer. Sin duda que estos mil años de presencia benedictina en Solesmes encuentran su culmen a partir de la obra restauradora de Dom Guéranguer, que hizo renacer la vida monástica benedictina en Francia y cuyo impulso renovador benefició a todo el monacato benedictino. El proyecto monástico de Dom Guéranguer se encuentra magníficamente sintetizado en el nº 7 de las actuales Declaraciones de la Congregación de Solesmes a la Regla de San Benito: La Congregación ve en la Regla de N.P.S. Benito su fundamento y maestra, y descubre en ella el camino recto del seguimiento de Cristo, bajo la guía del Evangelio. Encuentra en la misma Regla una doctrina espiritual, basada en los testimonios de los antiguos Padres, y unas normas de vida con las que se busca a Dios mediante la liturgia de la alabanza, la oración alimentada con la lectio divina y el trabajo diario. Esta vida monástica se desarrolla según el género cenobítico; en efecto, en ella, el vínculo de la estabilidad constituye la familia monástica por la caridad, bajo la dirección paternal del Abad. La obra de Dom Guéranguer alcanzará una notable expansión. Actualmente acoge en su seno 23 monasterios masculinos y 8 femeninos, repartidos en 10 países: Francia, España, Luxemburgo, Holanda, Canadá, Reino Unido, Senegal, Martinica, Lituania, EE.UU. y Guinea. En España, la restauración benedictina de Dom Guéranguer se introdujo a raíz de la restauración del monasterio burgalés de Santo Domingo de Silos.

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DON MAREK GANCARCZYK, DIRECTOR DEL SEMANARIO POLACO GOSC NIEDZIELNY

«A DEFENDER LA VIDA LO LLAMAN DISCURSO DEL ODIO»

UN APÓSTOL DE LA CARIDAD CRISTIANA

En el año 2007, el Tribunal europeo de Derechos Humanos condenó a Polonia a indemnizar a una mujer que quiso abortar... por problemas en la vista. El semanario Gosc Niedzielny, de la diócesis de Katowice, criticó entonces esta sentencia, y ahora ha sido condenado, por un tribunal polaco, por ejercer su derecho a la libertad de expresión. Su director, don Marek Gancarczyk, cuenta a Alfa y Omega todo lo que está pasando sobre la implantación de los nuevos derechos en Polonia:

—¿Cuáles fueron los motivos de la condena del Tribunal europeo de Derechos Humanos al Estado de Polonia, en 2007? —Alicja Tysiac tiene una miopía muy grave y otras enfermedades de los ojos. Cuando estaba embarazada, quiso abortar aduciendo que su enfermedad se agravaría. En Polonia, la Ley de aborto es similar a la que existía hasta ahora en España, y para abortar por razones de salud se necesita una opinión de los médicos. El médico de cabecera la envió a los especialistas, y todos los ginecólogos y oculistas decidieron que su enfermedad no estaba relacionada ni con el embarazo ni con el parto. Aun así, después de dar a luz, la señora Tysiac acusó, en Estrasburgo, al Estado polaco, alegando que no le dieron la posibilidad de recurrir la decisión de los médicos. El Tribunal europeo de Derechos Humanos dio la razón a la señora Tysiac, y en la sentencia condenó a Polonia por negar un aborto reclamado por motivos terapéuticos. —¿No es una injerencia del Tribunal europeo en las leyes nacionales de Polonia? ¿Qué ha hecho el Estado polaco desde entonces? —Sí, creo que es una injerencia. Todavía Polonia no ha cambiado la Ley, pero ahora se habla de crear una institución que ofrezca la posibilidad de la apelación médica. —¿Cuál fue la frase, publicada por Gosc Niedzielny, por la que ha sido multado ahora por un tribunal polaco? —Fueron muchas. Por ejemplo: «En Polonia hay una madre que ha recibido dinero por no poder matar a su niña». Éste ha sido, para el tribunal, el discurso del odio. Pero lo más grave, según el tribunal polaco, ha sido un editorial, en el que reprodujimos el diario de un soldado nazi, que después de sus actividades criminales, escribía sobre sus vacaciones, sobre la belleza de la naturaleza. Comparándolo con la sentencia del Tribunal europeo, escribimos: «Los nazis no perdían su buen humor. Eso fue hace muchos años, pero ¿qué sucede ahora? Es diferente, pero también horrible. Porque los jueces han decidido tranquilamente que una niña no tenía derecho a vivir». Fueron palabras fuertes sobre el trabajo de los jueces, pero no sobre la señora Tysiac. Gosc Niedzielny no comparó a la señora Tysiac con los criminales nazis, como ha dicho en su Sentencia el tribunal polaco. —¿Se trata de un ataque al derecho a la libertad de expresión y a la libertad de prensa? —Creo que sí, porque el tribunal polaco ha insistido en que los católicos pueden decir que abortar es lo mismo que matar, pero sólo en un sentido abstracto. No se puede acusar a nadie en concreto de haber matado, un feto, porque eso sería el discurso del odio. —El tribunal polaco les ha condenado a pagar 7.000 euros y a pedir perdón a Alicja Tysiac. ¿Qué va a hacer Gosc Niedzielny ahora? —Pagaremos la multa, pero no podemos pedir perdón según la fórmula que ha dictado el tribunal. Gosc Niedzielny nunca quiso ofender a Alicja Tysiac. Podemos pedir perdón a ella y a sus niños por las molestias, pero no podemos confirmar la mentira de que la hemos comparado con los nazis y que usamos un discurso del odio. Ahora, Gosc Niedzielny va a enviar un recurso de casación al Tribunal Supremo de Polonia. —¿Cree que todo este asunto es un intento de ampliar la Ley del aborto en Polonia? —Sí, por supuesto. Alicja Tysiac es ahora el buque insignia de las organizaciones proabortistas en Polonia. Ella ha dejado claro que lucha por los derechos de las mujeres, y participa en manifestaciones y congresos feministas y proabortistas. Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

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BEATIFICACIÓN DEL JESUITA BERNARDO FRANCISCO DE HOYOS

Un gran testigo de la perfección cristiana. Así definió el arzobispo Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las causas de los santos, a Bernardo Francisco de Hoyos (1711-1735) el 18 de abril pasado, la plaza de Colón y Acera de Recoletos, durante el rito de beatificación del sacerdote jesuita. La beatificación de Bernardo Francisco de Hoyos, como explicó el arzobispo en su homilía, “supone una gran alegría para la Iglesia católica y, al mismo tiempo, un honor para España, tierra noble de santos y de mártires”. Aunque su breve existencia terrena aconteció hace tres siglos, su fama de santidad sobrevivió a los años difíciles de la supresión de la Compañía en 1773 y permanece todavía muy viva en España y en América Latina… Son, además, muy numerosas las gracias obtenidas por su intercesión. “Si bien era pequeño de estatura –recordó monseñor Amato- y de delicada aparencia, el padre Hoyos es un gran testigo de la perfección cristiana, vivida con serenidad y ternura, pero con solidez y sin connotaciones pueriles. Fue un enamorado del Corazón de Jesús, cuya devoción predicó y propagó con todas las fuerzas de su amor y de su celo apostólico”. Ya desde el noviciado, cuando todavía tenía 15 años, recibió gracias espirituales extraordinarias, que se intensificaron en los últimos años de su corta vida. “Siendo joven estudiante de teología, el Señor lo continuó enriqueciendo con visiones místicas especiales que lo llevaron a difundir en España el culto público al Sagrado Corazón de Jesús. Pero Bernardo destacaba también por sus cualidades humanas poco comunes. De hecho, estaba dotado de una notable inteligencia, como lo demuestra el brillante resultado obtenido en la solemne disputa académica que tuvo lugar al final de sus estudios de filosofía”. Su originalidad espiritual consiste en la capacidad de acoger, en armonía con la mística ignaciana, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, según la impronta trazada por santa Margarita María de Alacoque. De hecho, fue el primero en considerar la importancia de esta devoción como un instrumento de santificación personal y de apostolado eficaz. “La devoción al Sagrado Corazón –añadió- no consiste sino en el culto al amor redentor de nuestro Salvador, cuya enseñanza se puede resumir en el único mandamiento del amor a Dios y al prójimo”. Su entusiasmo por la devoción al Corazón de Jesús “no se basaba en un sentimentalismo superficial, sino en una auténtica vivencia de caridad. La espiritualidad del Corazón de Jesús fue para él fuente de una cuádruple experiencia”. Fue ante todo experiencia de transfiguración. “Al poner su corazón junto al Corazón de Jesús –explicó el prelado-, se convierte en un apóstol inflamado de caridad. En el fuego, la leña se quema y da calor. En el Corazón de Jesús su corazón se quemaba de amor”. Comentando a continuación el significado de la beatificación de este joven jesuita, el arzobispo explicó que “es sobre todo un preclaro testimonio de la presencia en la Iglesia de sacerdotes santos”. En este Año sacerdotal. “nuestro beato dice a todos los sacerdotes del mundo una palabra de estímulo para vivir con alegría la sublime misión del anuncio del Evangelio, según el ejemplo de san Ignacio de Loyola, del santo cura de Ars, de san Juan Bosco, de san Damián de Veuster, el héroe de los leprosos de Molokai, y de san Pío de Pietrelcina”.

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Además, “exhorta a sus hermanos, y también a todos los consagrados y consagradas del mundo –prosiguió- a vivir una existencia virtuosa, que sólo es posible como fruto de la gracia, que proviene de los sacramentos de la reconciliación y de la Eucaristía. Sólo es posible superar la fragilidad humana y vivir en gracia si permanecemos estrechamente unidos al Corazón de Cristo y a su perdón y misericordia. No hay atajos ni caminos fáciles. Sin la gracia que brota del Sagrado Corazón de Jesús no se puede vivir la santidad”. Este “joven grácil –añadió- muerto cuando apenas contaba veinticuatro años, pocos meses después de haber sido ordenado sacerdote, es una invitación a los jóvenes cristianos a permanecer firmes en sus buenos propósitos y es también un impulso para aquellos jóvenes que sienten que el Señor les llama a dar una respuesta generosa y definitiva”. Pero su ejemplo constituye también un testimonio para todos los fieles, pues “ofrece un extraordinario mensaje de bondad y caridad. Él es un rayo del rostro pascual de Cristo resucitado. Él nos invita a confiar en el Corazón de Jesús, para obtener en ese copioso manantial el amor que debe animar nuestra vida de familia, nuestra vida social y nuestro trabajo”. “Por último, el beato Bernardo recuerda que todos los bautizados estamos llamados a la santidad. La vocación de los discípulos, de hecho, es la santidad. “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Nuestro beato nos exhorta a vivir como conviene a los santos” (Ef 5,3). La santidad no debe ser exclusiva de los sacerdotes ni de los consagrados. Todos los cristianos estamos llamados a la plenitud del amor. La santidad de los laicos es hoy más necesaria que nunca para promover un estilo de vida más humano y para introducir en la sociedad terrena aquellas virtudes evangélicas que favorecen el bien y la verdad”. Por último, monseñor Amato dirigió su pensamiento al Papa: “Para finalizar, queremos expresar nuestra gratitud al Santo Padre por el precioso regalo de esta beatificación. El Papa ama mucho a España y a todos los españoles y reza para que vuestro pueblo siga dando testigos ejemplares del Evangelio de Jesús, como el beato Bernardo de Hoyos”. L’Osservatore Romano

A imagen del Buen Pastor “En el sacerdote, no hay lugar para una vida mediocre”

Conversión y Misión El mundo necesita sacerdotes convertidos, no ingenieros eclesiásticos

El Arzobispo de Colonia, Cardenal Joaquim Meisner, recordó a los

sacerdotes de los cinco continentes que para un presbítero no puede haber algo más importante que la conversión del propio corazón porque solo así cumplirá con su misión de transmitir a Cristo. El Purpurado ofreció la meditación “Conversión y Misión” ante unos cuatro mil presbíteros de todo el mundo reunidos en la basílica de San Pablo de Extramuros, una de las tres sedes del Encuentro Internacional con el que termina el Año Sacerdotal. El Arzobispo destacó la importancia de que los sacerdotes dediquen tiempo a la confesión –tanto para administrar como recibir el sacramento– y consideró que una de las pérdidas “más trágicas

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percibido por los demás. El obstáculo más grande para permitir que Cristo sea recibido por nosotros, por otros, es el pecado. Previene la presencia del Señor en nuestras vidas y, por lo tanto, para nosotros no hay nada más necesario para la conversión, y esto, también para la misión”. “Esto se da a través del sacramento de la penitencia. Un sacerdote que no se pone, con frecuencia, al otro lado de la rejilla del confesionario sufre un daño permanente en su alma y su misión”, indicó y consideró que “aquí vemos sin duda una de las principales causas” de las crisis múltiples del sacerdocio en los últimos cincuenta años. “Cuando el sacerdote deja el confesionario, entra en una grave crisis de identidad”, agregó y explicó que “a menudo no nos gusta este perdón expreso”. “¿Por qué un sacramento, que evoca una alegría tan grande en el cielo en la tierra evoca tanta antipatía?”, cuestionó y recordó que “sólo con la humildad de un niño, al igual que los santos, vamos a asumir con alegría la diferencia entre nuestra indignidad y la magnificencia de Dios”. En este sentido, reveló que para él “la madurez espiritual de un candidato al sacerdocio, para ser ordenado, se hace evidente que recibe regularmente el sacramento de la reconciliación. Porque es en el sacramento de la penitencia que me encuentro con el Padre misericordioso que tiene los dones más preciosos”. El Encuentro Internacional de Sacerdotes es promovido por la Congregación para el Clero con el tema “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote” y han sido invitados “todos los presbíteros del mundo” a la conclusión del Año Sacerdotal, convocado por el Papa Benedicto XVI en el 150° aniversario de san Juan María Vianney.

En el debate sobre el sacerdocio, es necesario reconocer «la que la Iglesia ha sufrido en la segunda mitad del siglo XX” es la pérdida “del Espíritu Santo en el sacramento de la reconciliación”. “Cuando los fieles me preguntan: ‘¿Cómo podemos ayudar a nuestros sacerdotes?’ yo siempre respondo: ‘Ve y confiésate’”, agregó el Arzobispo y precisó que “cuando el sacerdote ya no es el confesor, se convierte en un trabajador religioso”. Para el Purpurado no basta con querer “hacer solamente correcciones a las estructuras de nuestra Iglesia, para poder hacer un show más atractivo. ¡No es suficiente! Lo que se necesita es un cambio de corazón, de mi corazón. Sólo un Pablo convertido podía cambiar el mundo, no un ingeniero de estructuras eclesiásticas”. Cuando el sacerdote lleva “el estilo de vida de Jesús”, llega “a ser

indiscutible necesidad de que toda forma de existencia sacerdotal tenga un contenido profundo, nítido, vibrante y no adulterado: Cristo conocido, Cristo vivido, Cristo comunicado», considera el cardenal Antonio Cañizares Llovera. El prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos intervino con estas palabras en el congreso «A imagen del Buen Pastor», que se celebró a inicios de junio en el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» de Roma, en la víspera del congreso mundial de presbíteros que clausura el Año Sacerdotal. Si en el fundamento del sacerdocio tiene que estar Cristo, aclaró, entonces «en el sacerdote no hay lugar para una vida mediocre».

«El sacerdote debe ser como Cristo. Debe ser santo. La santidad sacerdotal no es un imperativo exterior, es la exigencia de lo que somos». De hecho, sin la santidad sacerdotal «todo se derrumba». Para el purpurado español, el Año Sacerdotal ha sido «un gran don, una bendición de Dios». «En el futuro constataremos los frutos de la deseada renovación: la fuerza del Espíritu Santo renovador y santificador, impetrada con tanta oración y ayuno en todo lugar, no será vana si se muestra en un testimonio sacerdotal vigoroso y gozoso, renovado y evangélico, que contribuya a la tan necesaria renovación de la humanidad de nuestro tiempo», aseguró. Los presbíteros, «presencia sacramental de Cristo, sacerdote y Buen Pastor de nuestra vida», «son de por sí un don de Dios a los hombres» y «ofrecen a Cristo en persona que es el Camino, la Verdad y la Vida, Luz que ilumina nuestros pasos, Amor que no tiene límites y que ama hasta el final». «Nos anuncian y nos ofrecen su palabra, que es vida, fuerza de salvación para quienes creen, buena noticia que llena de esperanza; nos conceden de parte de Dios el perdón y la gracia de la reconciliación». «Los sacerdotes no son sólo algo conveniente para que la Iglesia ‘funcione’ bien; más bien hay que reconocer que los sacerdotes son necesarios simplemente para que la Iglesia exista». El cardenal expresó «admiración, reconocimiento y gratitud a los sacerdotes», recordando a los que le han ayudado «a ser lo que soy y que de ningún modo merezco ser: un sacerdote, sencilla y gozosamente un sacerdote». «Doy las gracias, por ejemplo, a ese gran santo sacerdote de mi pueblo, durante 45 años, que entre las numerosas manifestaciones de su caridad de buen pastor fue capaz de dejar su casa a los apestados», «y cargó a espaldas a los muertos para darles digna sepultura». «Doy las gracias al sacerdote ejemplar y apostólico que me llevó al seminario y me orientó a través de ese camino que ha llenado de alegría mi vida». «Quiero dar las gracias a tantos sacerdotes que están dedicando toda su vida a las misiones, a los países más pobres y al servicio de los más pobres, de los que nadie se preocupa», «los numerosos sacerdotes que trabajan en el anonimato de las ciudades, que tienen que afrontar dificultades generadas por una corriente de secularización fortísima, y cambios de mentalidad debidos a una nueva cultura». Su reconocimiento se extendió también a los presbíteros que «desempeñan su propia tarea y servicio pastoral en los suburbios y pueblos, que con frecuencia tienen la sensación de ser olvidados y estar aislados, de no saber qué hacer, pero que muestran siempre que Dios se encuentra en lo que es pequeño y en lo que no cuenta a los ojos del mundo».

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MAGISTERIOS PARALELOS O “ANTIMAGISTERIOS”

Fiel a su costumbre, Felipe Berríos S.J. se despide de su audiencia, antes de emprender camino a Burundi, deleitándose en lanzar un

roquet que con inusual osadía apunta esta vez “del Papa para abajo”. No faltan en Chile sacerdotes, sentencia. Más bien le parece que sobran. Los que faltan son aquellos que califica de “sencillos”, que muestren el Evangelio no como una moral (defecto que padecen a su juicio también muchos de nuestros obispos), exordio sorprendente si se considera que, como es habitual en sus declaraciones y artículos, la entrevista que concede a Revista Sábado (05.06.10) constituye una letanía de apreciaciones morales, cargadas incluso de inocultable reductivismo sociológico-político. Fuera con el “infantilismo” de que los sacerdotes deban pensar como sus obispos, pues la Iglesia no es una “dictadura”, dice. Olvidando la obvia interrelación de cultura y espíritu que supone la unión en la caridad, alega que lo anterior es distinto sólo cuando se trata de dogmas de fe. Su olvido, sin embargo, le pasa la cuenta a renglón seguido, pues descarga con entusiasmo profético una serie de diferencias propias en cuestiones dogmáticas o que tocan al dogma de manera directa o indirecta, sin ni reparar en la contradicción de su enunciado. No es del caso repetir, por ya demasiado conocidas, las argumentaciones que formula aquí el P.Berríos acerca del divorcio (del que acabamos de saber que superó en Chile el número anual de matrimonios), sobre el condón (“discutí con los obispos y no me supieron argumentar”, postula), o en torno al problema del homosexualismo (tema del que la Iglesia universal, también en Chile, ha hablado sobradamente). Más que en la fuerza de una verdad que puede sonar incómoda, sus argumentaciones se apoyan en recursos mediáticos de fácil circulación. Sí, entretanto, conviene reparar en su porfiado error doctrinal respecto de la Eucaristía que, con cuidado, omite recordar le valió que la autoridad jerárquica lo obligara en alguna oportunidad a retractarse públicamente. Dice ello relación a su impugnación de la doctrina formulada explícitamente por San Pablo (1 Cor 11, 27-29) y acogida por el magisterio católico de todos los siglos, según la cual debe estarse espiritualmente preparado para recibir la sagrada Comunión. En su entrevista el P. Berríos vuelve sinuosamente sobre su particular posición en el tema, como lo hace también en artículo de igual tenor publicado el 15 de mayo en la misma Revista Sábado, titulado “Un cambio profundo en la Iglesia”. Yendo más lejos, acusa allí a la Iglesia de “inquisidora, moralista y excluyente” por las palabras actualmente en uso en el canon de la consagración eucarística que, reparemos, no son otras que las del mismo Señor Jesucristo en la Última Cena –“pro multis” (Mt. 26, 28)–, fuente más profunda de la señalada doctrina paulina. Lo anterior, de suyo muy grave, toma el verdadero “corpus” de magisterio paralelo en la Iglesia –o más precisamente de “antimagisterio”– cuando el P.Berríos nos dice que desde el Pablo VI de la encíclica Humane vitae a Ratzinger, la Iglesia se deslizó “en dirección opuesta a lo señalado por el Concilio” (Revista Sábado, 15. 05.10), doctrina suya que rubrica en la entrevista de su despedida el pasado sábado con esta afirmación estruendosa: “El Papa Juan Pablo II le hizo mucho daño a la Iglesia”. Nadie con sentido común postularía ser necesario defender la persona ni la obra del venerable Papa Juan Pablo II frente a las diatribas del P.Berríos, por mucho que nos duelan y ofendan. Hay aquí otra cosa en la que sí creo verdaderamente urgente reparar, dado el momento que vive la Iglesia católica. Se lo hice presente al propio P.Berríos, en correo del domingo 16 de mayo que no respondió. Así lo expresa con claridad, en carta dirigida a Benedicto XVI largamente difundida por distintos medios, el obispo italiano de la diócesis de San Marino-Montefeltro, Luigi Negri. En las antípodas de la posición que proclama Felipe Berríos S.J., Negri llama a no esconderse –ante el vendaval desatado en los medios contra la Iglesia por la miserable experiencia de pedofilia de algunos clérigos– detrás de falsos moralismos ni en ingenuidades culturales o antropológicas. Si ha asomado una crisis de credibilidad en la Iglesia a pesar de tener al frente el extraordinario magisterio de Juan Pablo II y Benedicto XVI es, afirma, porque se admiten demasiadas excepciones al magisterio del Papa, dando espacio a “magisterios paralelos que debilitan la fuerza de la Iglesia desde el punto de vista intelectual y cultural”. Con profunda lógica y desafiando lo “políticamente correcto”, cita la opinión de un gran teólogo actual que le escribe lo siguiente: la pedofilia ciertamente desfigura el rostro de la Iglesia, pero la herejía lo desfigura aún más. Con la óptica del discurso de Benedicto XVI en Ratisbona, Negri apela a esa necesaria reforma de la inteligencia y del corazón en la Iglesia –“demasiadas malas teologías, exégesis vacías, desacuerdos explícitos con el Magisterio envilecen hoy la cultura de la Iglesia”- de la que podrá seguir una reforma moral, un nuevo florecimiento de la santidad y de la misión, fuerte, alegre, martirial. “En los momentos más graves de su historia la Iglesia siempre experimentó todo esto”, concluye.

80 mil manuscritos Biblioteca Vaticana digitaliza para internet

L’Osservatore Romano informó recientemente que los cerca

de 80 mil manuscritos religiosos que se encuentran en la Biblioteca Apostólica Vaticana están siendo digitalizados para que estén disponibles en Internet. Se trata de un espectacular proyecto que consiste en fotografiar 40 millones de páginas, en alta definición. Una tarea que podrá tardar diez años hasta que sea concluida. Las imágenes serán convertidas –según narra la agencia ANSA– en el formato Flexible Image Transport System,

elaborado por la NASA y usado para la conservación de datos de misiones espaciales. Fue reestructurada y ampliada en 1475 por el Papa Sixto IV. En la actualidad la Biblioteca Apostólica Vaticana posee un inapreciable patrimonio histórico compuesto por unos 150 mil volúmenes manuscritos, un millón de libros impresos, además de 370 mil objetos diversos: grabados, monedas, medallas, etcétera.

Juan Pablo II el Magno Punto de referencia para la humanidad

En la Universidad Católica de Murcia, España, se realizó el 14 al

17 de abril pasado el Congreso Mundial “Juan Pablo II el Magno”, presidido por el Cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Diecisiete cardenales y diversas personalidades del mundo universitario debatieron durante esos días las facetas más sobresalientes de la figura del recordado Siervo de Dios. “Cada uno de los aspectos específicos (…) presentes en su Pontificado, refleja indudablemente su grandeza”, observó el Cardenal Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la Educación Católica. El prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el Cardenal Franc

Rodé, analizó la “profunda estima y comprensión” del Papa hacia la vida consagrada. Y el presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, el Cardenal Stanislaw Rylko, afirmó que Juan Pablo II fue “una autoridad moral única, y punto de referencia para una humanidad desorientada por un dramático relativismo en materia de valores y verdades”. En declaraciones hechas a la agencia Gaudium Press, tras la clausura del evento, el Cardenal Cañizares lo resumía así: “Hemos podido conocer mejor al Papa Juan Pablo II. Hemos podido adentrar con profundidad en su pensamiento y en su corazón. Por todo esto, el Congreso ha sido un regalo de Dios”.

JAIME ANTÚNEZ ALDUNATE * Publicado por el diario El Mercurio con el título “Diatribas del P.Berríos” (8. VI. 10)

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LIBROS La impostura freudiana Los capítulos 8 y 9 de este estudio crítico de la obra freudiana* son especialmente atractivos, por cuanto en ellos se hace chocar las teorías psicoanalíticas con la modernidad y el desmoronamiento de la vida familiar y comunitaria en la actual cultura. Aunque pueda parecer un tanto extraña, no obstante esa relación tiene mucho sentido.

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l autor es coherente con el título que preside esta publicación, si por impostura se entiende el “fingimiento o engaño con apariencia de verdad” (RAL). Se trata de un discurso abiertamente crítico sobre el psicoanálisis como institución social. El Profesor Fuentes analiza, desde diversas perspectivas, los presupuestos y estrategias psicoanalíticas y el modo en que esos usos se han institucionalizado como una forma de psicoterapia. La hipótesis de partida es que “la institución psicoanalítica […] se asienta en una concepción que lamina de raíz toda auténtica libertad y responsabilidad, y está colaborando más bien al desmoronamiento del mundo” (p. 12). La perspectiva es desde luego original; el autor pone el foco de atención en la persona, tanto en lo relativo a la trama antropológica implícita

que subyace en el psicoanálisis como en sus consecuencias sobre el sentido singular de la vida de los analizados. El análisis crítico se inicia yendo a la raíz de la teoría de la represión freudiana, que revisa en su inicio y evolución (capítulos 3 y 4). La represión, como es sabido, constituye el núcleo principal de la teoría freudiana. Lo que tal vez se ignora es que tal concepto es introducido por Freud, como consecuencia de quebrar la relación intencional desiderativa humana y su contenido de objeto, que no puede dejar de tener, por humano, un formato normativo (moral familiar). Como consecuencia de ello se elude cualquier forma positiva de conformación normativa moral de la afectividad humana. En efecto, la afectividad y los deseos aparecen desconectados de su matriz familiar. Esto cambia sustantivamente la consideración

* La impostura freudiana, por Juan B. Fuentes. Ediciones Encuentro, Madrid, 2009. 171 págs.

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de los valores, que serán mostrados como sustitutivos engañosos de la supuesta represión del supuesto deseo. La devaluación del valor moral de la vida está servida. Los valores morales son apenas revestimientos externos a los que engañosamente se adhiere el supuesto deseo reprimido. Pero esto muy poco tiene que ver con lo que el autor silencia y omite –a pesar de su relevancia–, como el normal desarrollo afectivo del niño, la significativa y constitutiva relación afectiva de apego padres-hijos, el moldeamiento y modulación de la afectividad de acuerdo con la moral básica familiar, etc. Como escribe el Profesor Fuentes, se ha silenciado un hecho cierto consistente en que “como genuinos valores que valen por sí mismos y a los que por lo mismo queda inmediatamente prendida la intencionalidad desiderativa como genuina estimación, que desea o quiere aquello que aprecia y en cuanto que lo aprecia en lo que vale (p. 53).” La teoría del “trauma afectivo” hunde sus raíces en los casos excepcionales de posibles abusos sexuales que Freud supuestamente trató, por cuanto él mismo admite que muchos de ellos eran sólo hipotéticos y no verificados. Más aún, algunos de ellos fueron suscitados más bien por persuasión de Freud, tal vez con el fin de que el paciente asumiera esa ficción biográfica, esa falsedad o ficción conceptual, para que de este modo la terapia progresara. A partir de aquí, la seducción es concebida como una fantasía desiderativa originaria y generalizada a todas las personas, poco importa que las escenas fantaseadas sean auto-constitutivas del talante emocional de esa persona, y que sólo puedan manifestarse confusamente bajo el disfraz de ciertos valores morales engañosos. Es cuando menos paradójico, además de injusto, que una terapia se diseñe a partir de un engaño injustificado (para el paciente y el terapeuta), consistente en la asunción de un significado cognoscitivamente injustificable para ambos. La línea argumental es desde luego tautológica y circular. Los contenidos que en

una perspectiva cognoscitiva son inaceptables para el paciente son finalmente aceptados por éste, en virtud de la sugestión y persuasión de su analista. Freud se sirve de un discurso elusivo y ambiguo, tras el que omite cualquier razón o argumentación acerca de sus descubrimientos en torno a la represión. El fingimiento, por parte del analista, de “la mayor neutralidad descriptiva posible” es en realidad una impostura, pues la misma relación del paciente con el terapeuta es una relación ambivalente (de evitación/aproximación) y conflictiva (neurosis regresiva de transferencia), diseñada desde supuestos implícitos previos no del todo aceptados (resistencia), que es el elemento clave para hacer progresar el discurso, supuestamente terapéutico. Tal relación está además blindada (“alianza” o “pacto” terapéutico), por lo que los pacientes ya “no pueden echarse atrás”. La consecuencia de ello es que se “fideliza” al paciente, puesto que, por definición, todo análisis es de suyo interminable. Estos son los réditos prácticos institucionales, una vez que la terapia psicoanalítica se ha implantado socialmente. El Profesor Fuentes sintetiza a continuación el formato filosófico de las teorías psicoanalíticas (capítulo 7) y sus posibles conexiones con el pensamiento de Kant y los filósofos románticos post-kantianos (Nietzsche, Schopenhauer, etc.) y la exaltación del nihilismo en que unos y otros convergen. Los capítulos 8 y 9, con los que se pone fin a esta publicación, son especialmente atractivos, por cuanto en ellos se hace chocar las teorías psicoanalíticas con la modernidad y el desmoronamiento de la vida familiar y comunitaria en la actual cultura. Aunque pueda parecer un tanto extraña, no obstante esa relación tiene mucho sentido. Se aportan suficientes razones para asistir atónitos ante el progresivo e intenso proceso de desarraigo de la vida familiar y comunitaria, la huida de la responsabilidad y el compromiso, las relaciones sociales de parentesco, el ensamblaje laboral y social, las nuevas

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formas de organización social, las políticas familiares, y sobre todo el desgarramiento del tejido comunitario como efecto de la abstracción reductora y reduccionista de sólo subrayar la lógica inercial del mercado. Se trata de sostener la universal e irrestricta vida comunitaria –el legado de la vieja civilización cristiana–, aunque para ello haya que situar en su justo ámbito el predominio y la imposición abusiva de las relaciones económico-técnicas abstractas. Esto demuestra que la conformación normativa familiar de la afectividad importa –y

mucho– si se opta por formar ciudadanos que se decidan a actuar por el bien común y no sólo por sus propios intereses. La apelación y recuperación de las ideas de “universalidad”, “comunidad” y “trascendencia” resultan hoy vitalmente necesarias si se quiere restaurar y preservar una convivencia social que sea realmente humana.

AQUILINO POLAINO

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Vida y obra de Andrés Bello La biografía* que nos entrega el jurista e historiador Alejandro Guzmán Brito resulta especialmente oportuna en este año en que conmemoramos los doscientos años de la independencia chilena. En sus dos partes: el relato de la vida y la revisión de las principales obras debidas a la pluma de Bello, Guzmán Brito nos ofrece un libro especialmente apreciable por la combinación de dos ingredientes que no suelen ser fáciles de compatibilizar: la concisión y la precisión.

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l 25 de junio de 1829 llegó a Valparaíso procedente de Londres un venezolano con su mujer y seis hijos (a los que se agregarían ocho más nacidos en Chile). Venía contratado como oficial del Ministerio de Hacienda, gracias al buen ojo de Mariano Egaña que lo conoció en Inglaterra y que tuvo la clarividencia de adivinar lo mucho que podía contribuir a la causa de la consolidación de la República independiente. Se trataba de Andrés Bello López, un hombre que pronto se revelaría como esencial para el progreso de las ciencias, las letras, el derecho, las relaciones internacionales, la educación, el gobierno, la prensa y las instituciones políticas del Chile recién emancipado y en búsqueda de constituirse en un Estado en forma. Se comprende y agradece que Globo

editores haya publicado esta nueva relación de la vida y la obra de este venezolano de origen, chileno por radicación y latinoamericano por proyección de su influencia intelectual. Bello no estuvo en Chile en 1810, pero ya abrazaba la causa de la independencia junto con Simón Bolívar, de quien fue amigo y preceptor. De hecho viajó con éste a Londres en julio de 1810, comisionados por la Junta de Gobierno de Caracas para lograr el reconocimiento del nuevo gobierno por parte de Inglaterra. Pero lo cierto es que la independencia avistada en Chile en septiembre de 1810, declarada formalmente en 1818, sólo pudo hacerse realidad en la década de los treinta después de la batalla de Lircay y con la instalación del régimen portaliano. En esta labor de organización y de creación

* Vida y obra de Andrés Bello, por Alejandro Guzmán Brito. Globo Editores, Santiago de Chile, 2009. 130 págs.

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de instituciones que posibilitaran el funcionamiento real de un Estado independiente, la figura de Andrés Bello resultó esencial en muchos aspectos. La biografía que nos entrega el jurista e historiador Alejandro Guzmán Brito resulta especialmente oportuna en este año en que conmemoramos los doscientos años de la independencia chilena. En sus dos partes, el relato de la vida y la revisión de las principales obras debidas a la pluma de Bello, Guzmán Brito nos ofrece un libro especialmente apreciable por la combinación de dos ingredientes que no suelen ser fáciles de compatibilizar: la concisión y la precisión. Normalmente, la labor de síntesis necesita descuidar la precisión; y al revés cuando una obra intenta ser lo más precisa posible en datos, fuentes, interpretaciones, se extiende hasta llegar a un texto voluminoso y difícil de abordar por cualquier lector de cultura media, pero no especializado. Guzmán podría habernos proporcionado una obra de este tipo porque es quizás uno de los expertos más cualificados en la vida y obra, sobre todo jurídica, del biografiado. Con todo, biografías de mayor extensión y detalle existen (Miguel Luis Amunátegui en el siglo XIX e Iván Jaksic en el XX), y hubo de acometer un desafío distinto al serle solicitada por The Global Law Collection una biografía compendiada para uso de juristas europeos. Con buen criterio Globo editores, le solicitó publicar el libro para que fuera accesible al público chileno. Tenemos así una vida de Bello que, reuniendo las fuentes, sobre todo las recientes, más rigurosas y menos hagiográficas, y proporcionando en notas todos los apuntes para que el lector interesado pueda

profundizar, pasa revista de manera simple, breve pero incisiva a la apasionante trayectoria vital de Andrés Bello, desde Caracas, pasando por Londres, hasta llegar a Valparaíso, Santiago y la hacienda de los Egaña en Peñalolén, entonces lejana del ruido capitalino. La lectura de esta obra será especialmente útil para jóvenes y adultos y, en general, para todos los que quieran entender este período tan fundamental de nuestra historia y la intervención de este insólito inmigrante. Pensamos que también lo será para los que ya conocen otras biografías del gran genio americano, porque les permitirá refrescar conocimientos adquiridos pero no siempre bien ponderados y advertir las grandes líneas maestras de la vida de Bello y su sorprendente contribución a la política, el derecho y la cultura de la nación. A modo de ejemplo, indico una que el que suscribe estas líneas, hasta leer esta obra de Guzmán, no había advertido, y es el interés predominante de Bello por el lenguaje y las ciencias que lo estudian: la filología y la gramática. Puede resultar sorprendente que el redactor de nuestro afamado Código Civil, un monumento jurídico, no estudiara nunca formalmente derecho ni fuera abogado (sólo en 1836 y para evitar maledicencias, la Universidad de San Felipe le concedió por conocimientos relevantes el grado de bachiller en leyes). Sus conocimientos de eximio jurista, profesor de Derecho Romano, experto en Derecho Internacional, tuvieron su origen en el estudio que realizó al texto castellano de Las Siete Partidas, Código de leyes promulgado por el Rey Alfonso el Sabio en el siglo XIII, al que llegó por sus estudios sobre el Cantar del Mío

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Cid. En suma, el interés por la lengua le animó a estudiar el fenómeno en que el lenguaje se convierte en normas y leyes que comunican mandatos y reglas para orientar la conducta de los ciudadanos. Una revisión de sus obras tanto jurídicas como no jurídicas realiza el autor en la segunda parte del libro, con informados comentarios sobre el impacto y la influencia que ellas tuvieron. A muchos sorprenderá lo importante que fueron las obras no jurídicas de Bello. Por ejemplo, su Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos es considerada, nos informa Guzmán, una de las mejores gramáticas alguna vez escritas en el mundo y ciertamente la mejor en la lengua castellana (p. 63). Bello murió en Santiago en 1865 a los 84 años de edad, sin haber regresado ni una sola vez a Caracas ni tampoco a Londres. No era

pues sólo chileno por obra de una ley que le concedió la nacionalidad por gracia sino por inserción e identificación en el ser mismo de la chilenidad. No deja de ser significativo que murió siendo Rector de la Universidad de Chile, cargo al que no se le permitió renunciar a pesar de sus problemas de salud y su ancianidad. Sin duda hemos de estarle reconocidos, y libros como el que comentamos nos sirven para no perder de vista el gran aporte que este gigante del pensamiento y la cultura hizo a la construcción de los cimientos en los que se ha asentado nuestra vida nacional, ahora en el bicentenario de su desarrollo independiente.

Evangelizar la cultura de la libertad

cual el ministerio sacerdotal se reduce a ser considerado como un actor más entre muchos otros preocupados del progreso del género humano. Monseñor Martínez Camino ve en la Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores Dabo Vobis un documento de gran valor doctrinal que permite situar la relevancia de la vida sacerdotal, inseparable de la vida de la Iglesia. “No hay Iglesia sin sacerdocio y no hay sacerdocio sin Iglesia”. A la luz de este capítulo pareciera ser impensable el aumento de vocaciones sacerdotales al margen de una reflexión seria respecto de la identidad sacerdotal en el mundo de hoy y de una sólida formación doctrinal. Luego, en el sugerente segundo capítulo –“El Evangelio de Jesucristo”– desarrolla una cristología que desde la Eucaristía y la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo, ilumina la esperanza que tanto necesita el mundo. Este capítulo pretende, además, situar de manera adecuada la relación que existe entre la fe y la razón. La primera se muestra como una forma específica de conocimiento irreductible a la razón pero al mismo tiempo inseparable de ella. El autor se encarga de mostrar el carácter integrador del conocimiento logrado por la fe como un acto humano de gran riqueza y complejidad que implica una entrega generosa y libre al Dios que se ha entregado primero. El capítulo tercero se introduce de lleno en la relación que ha de existir entre la cultura de la libertad y la teología para que esté centrada en el bien del hombre y su dignidad. Sólo a la luz

Juan Antonio Martínez Camino Ediciones Encuentro Madrid, 2002 415 págs.

El Obispo auxiliar de Madrid, Mons. Juan Antonio Martínez Camino, es un teólogo de gran vuelo intelectual, que ha profundizado por variados caminos cómo llevar al hombre del siglo XXI al encuentro con Jesucristo. Su obra Evangelizar la cultura de la libertad parte haciendo un análisis de los tiempos que corren, teniendo como trasfondo la pregunta sobre el aporte que la Iglesia realiza. Al respecto desarrolla un análisis lúcido y bien fundamentado de la crisis que vive el propio ministerio sacerdotal, el que hunde sus raíces en una débil teología y en un empobrecimiento de su realidad que muchos, incluso al interior de la Iglesia, la pretenden dar por superada. Una de sus causas es la mala interpretación que se dio del Concilio Vaticano II, realidad que debe entenderse en continuidad con el Concilio de Trento. El autor plantea por lo tanto que desde una teología fiel al Evangelio, a la tradición eclesial y a la enseñanza de la Iglesia será posible recuperar el auténtico valor ministerial del sacerdocio tal como queda expresado en los documentos conciliares. Preocupa al autor una versión secularista del cristianismo, a la luz de la

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HERNÁN CORRAL TALCIANI Adquirir vía Internet en www.globo-editorial.com

del Esplendor de la Verdad (Veritatis Splendor) es posible una comunión del conocimiento que integre el saber y erradique las pretensiones totalizantes de algunas expresiones de éste. Desde esa mirada de rango metafísico el autor postula que la autonomía de la razón y de la ciencia humana no puede hacerse de espaldas a una adecuada antropología, la que es inseparable de nuestra condición de seres creados en Cristo a imagen y semejanza de Dios y, en cuanto tal, eminentemente relaciones. Así, desde nuestra condición de creados en Cristo, adquiere pleno sentido la moral cristiana que se traduce en su seguimiento. Desde allí adquiere también toda su luz y su riqueza la autonomía personal, inseparable de la de los demás. Desde esta perspectiva el autor vuelve a proclamar la doctrina de la Iglesia Católica en cuanto a que el ser humano debe ser procreado y no producido. Es decir ha de ser fruto del amor esponsal de un hombre y una mujer en su condición corporal y espiritual. La posibilidad de clonar seres humanos interpela profundamente la concepción estrecha de la corporeidad humana, que quisiera entenderse separada de lo que el hombre es. El intento de clonar seres humanos es consecuencia de la abdicación frente a la pregunta de qué significa ser hombre. Por último, el cuarto capítulo, eminentemente pastoral, traza líneas de acción para comunicar el Evangelio haciendo referencias a los concilios de la Iglesia. Lo hace desde el Catecismo de la Iglesia Católica del cual encontramos en el texto de Mons. Martínez Camino una interesante e ilustradora síntesis. Se trata, en conclusión, de un texto de gran valor para quien seriamente quiera conocer el momento actual que vive la Iglesia, saber cómo acercarse a la sociedad para comprenderla desde una lectura cristológica y crecer como persona que madura en su fe. Mons. Fernando Chomali Adquirir vía Internet en www.ediciones-encuentro.es

Almácigo. Poemas Inéditos de Gabriela Mistral Edición abreviada y compilación de Luis Vargas Saavedra Ediciones UC Santiago de Chile, 2009 235 págs.

Almácigo es el libro de poemas inéditos de Gabriela Mistral entregado por el profesor Luis Vargas, con la generosidad que ella habría tenido al hacerlo. Editado con bella y cuidada presentación, contiene ciento cuarenta y cuatro poemas que, aunque

tengan un tono muy diverso, muestran algo en común. Se trata de una especie de río subterráneo, de tanteo de todas las cosas. Como el agua va adentrándose y esponjando el grumo de la tierra, bordeando las piedras enterradas, hinchando la ordenada arboladura de raíces, para luego subir a la luz y extenderse con la mirada del que ve por primera vez: así ella conduce desde el interior donde las cosas se reconocen por lo que son, hasta desplegarlas nuevas. El placer que produce la poesía, generalmente, parte por este encajar interno que producen las palabras únicas y, luego puede llegar al encantamiento. Se ha dicho algo que no se podía decir. Es una imagen especial de poeta la que aparece aquí; de uno que en su soledad se acompaña de su “familia de cuadernos” (expresión propia de ella). No parece tener sólo el afán de corregir, sino de pasear nuevamente la mirada. Es fácil confundir esta actitud con la intención de pulir. Creo que se trata de una vena más contemplativa. No un “dar vueltas”, sino el asombro lo que la saca de sí y la impele a buscar nuevamente las palabras necesarias. Suena de verdad a un buen misterio que se describe con la antigua expresión campesina ante el encanto y la belleza: ¡Tengo que hacer con ella! -Tenemos “que hacer” con las creaturas porque ellas tienen “algo que hacer” con nosotros. Las creaturas de ternura hirsuta como la cabra con su vientre redondo, sus patas duras y sus ojos de insolución, o la música grandiosa de los campos, “la marejada del trigal”. Hay cosas aquí que aprender. En lo alto, está “el silencio riguroso como la espada” encima de este espinazo de la verdad que es la cordillera. A la poética, “una sombra morada” le cae y la hace lejana. Nacida como en una cuna de los cerros con el cielo curvo de estrellas, se le ha metido en los huesos el color de la distancia. Muchas veces dijo que le gustaban “las tierras niñas”, con agua, pero no es el verde lo que lleva en los ojos. No es a miel el sabor de su boca. Demasiado alta de espíritu para ser amarga. Demasiado veraz para

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reír sin ganas, no es nunca afán de apariencia lo que la mueve. Se le nota el corazón lleno, un rebalse de amor: “Lo he soñado bajo el cielo, lo he nombrado junto al mar, de los sueños que he soñado ¡ay! Ninguno mordió más”. Es grande en su soledad y es insaciable su deseo de amar y ser amada. “Me mordía el deseo /, el ansia me comía”. Como todos los que seriamente valoran, es severa con la ofensa. No quiere acostumbrarse ni se acostumbra. Del traidor, dice “Nos ha dejado ofendidas / las cosas que son fieles”. Y luego ordena: “No lo llamen a las bodas / de su hija. No se allegue / a la vela de sus muertos / y no lo pongan en el recuento / de los que talan o riegan / y arden de arados y de hoces, / no eche, pasando, sombra / a los niños ni las doncellas / y no lo mientan cuando nombren / ni a los vivos ni a los muertos”. Es necesario oír estas palabras como antídoto contra el veneno de nuestro tiempo. La indiferencia disfrazada de tolerancia y comprensión, es desenmascarada así de un solo gesto. También enseña a entender el santo agradecimiento que es el tesoro secreto de quienes tienen y cuidan, aman y sufren a un hijo enfermo. En el poema del ciego dice que “Nacerá cuando se muera, / sin grito de alumbramiento./ De la matriz de los aires / nacerá en fruto perfecto”. No está en la naturaleza de los hombres, sino en su herida el misterio insensato de la guerra. Y siempre termina por movernos. “Masca la boca siete metales, la noche come una pesadilla”. “La guerra hace que los hombres sean tratados como cosas”, decía Edith Stein, a propósito de su lectura de La Ilíada. Y las cosas vivas, campos, olivos y viñedos aparecen a los ojos humanos destruidos como niños inocentes. Aunque tratemos en nuestros conflictos insensatos de no mirar a la primera muerte, la sombra de Caín, el olor de su sangre que sube del suelo y llega al cielo, no tenemos más remedio que hacerlo. La muerte que mató a la muerte, es la que hace posible lo que escribe de Polonia “y vamos hermosos de la hermosura de ella / que fue remecida como un abedul / y que llovió en sus hijos su coraje”. El insufriblemente largo tiempo de la guerra se convierte en súplica: “Salva a Inglaterra que quemó el miedo / de la vieja Europa demente”. Entregado a escolares, “que no importa”, diría Gabriela misma “que entiendan la mitad”, los poemas de Almácigo serán leídos, ojalá muchas veces en voz alta (siempre en singular) por algunos sin obligación ninguna. Los jóvenes sueltos en un campo de poesía, hacen lo mismo que en un viejo huerto: una mascada por aquí, un sentarse por allá, un subirse al árbol y saborear el perfume de fruta madurada al sol y al canto de cigarras. María Luisa Vial Cox

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Teología Política según Gueydan de Roussel Rafael Breide Obeid Editorial Gladius Buenos Aires, 2010 310 págs.

Se trata de la tesis doctoral –sobresaliente cum laude– defendida por el autor ante la Universidad Abat Oliva – CEU de Barcelona, cuya edición prologa el ilustre filósofo argentino Alberto Caturelli. El concepto de “teología política” tiene una remota raigambre intelectual, de presunta inspiración estoica, en Marco Terencio Varrón, y aludía particularmente a la “religión civil” cuya culminación se plasmaba en el culto al Emperador. No es ese el significado con que la frase renace en la contemporaneidad, por obra de Carl Schmitt. En el libro que lleva precisamente ese título, el maestro renano constata que “todos los conceptos más fecundos de la moderna doctrina del Estado son conceptos teológicos secularizados”. El debate sobre la TP retorna entonces al escenario intelectual de Occidente para no retirarse más, lo que se expresa –entre muchísimos otros– en los aportes de Erik Peterson, Alvaro d`Ors, Barion, Kantorowicz, parte de la intelectualidad de izquierda italiana, etc. etc. Muchos ignorarán que en nuestras tierras vivió por casi medio siglo un profundo pensador francés, discípulo –ciertamente– de Schmitt, quien actualizará una interpretación plenamente católica de la TP: Guillermo Gueydan de Roussel, fallecido en 1996. El hecho de haber vivido en una suerte de fecundo aislamiento en su chacra andina de Lago Puelo, unido al carácter notoriamente fragmentario de la publicación de su pensamiento, contribuyen a esa ignorancia. Bienvenido, pues, el trabajo de Breide que nos introduce a un análisis orgánico y riguroso de la misma. La clave de su unidad, según nuestro autor, la TP gueydaniana constituye, en verdad, “una Iconología Política”, por cuanto la idea central(…) es la del hombre como imagen y semejanza divina” (p. 19). Es a la luz de esta verdad sobre el hombre que se estructura toda la visión

de Gueydan, su Teoría del Conocimiento, su Cosmología Simbólica, su Antropología y su Teoría del Conocimiento. Es en los capítulos VIII, IX y X del texto, donde nuestro autor desarrolla las líneas maestras de la concepción política de Gueydan de Roussel, quien distingue en la Política tres etapas. La agonal, encarnada en el combatiente; una política enferma entendida como juego que se expresa en el espectador (de allí que la opinión reine) y, finalmente, la política metafísica, entendida como remedio a aquel estado morboso y manifiesta en el testigo (potencialmente mártir). Estas tres fases comportan diversas modalidades en cuanto al objeto de la Fe, el principio fundamental, las características de la unión social y de la lucha, la idea del Pueblo y del Ejército, etc. Dada la oscura circunstancia argentina resulta oportuna y esperanzadora esta reflexión de Breide: “Debemos preguntarnos si estos ciclos son de hierro o si por el contrario es posible romperlos e iniciar una etapa de regeneración que salve a una civilización de la descomposición y de la muerte. Gracias a Guillermo Gueydan de Roussel podemos afirmar que se puede superar la decadencia de un pueblo y romper el ciclo fatal”(p.198). M.A.I. El amor a la verdad, toda la verdad y en todas las cosas. Ensayos en honor a Josef Seifert Editado por Carlos A. Casanova Ediciones UC Santiago, 2010 518 págs.

Este volumen es un merecido homenaje a uno de los pensadores más brillantes y profundos de la filosofía contemporánea. El recorrido del Profesor Josef Seifert, actual Rector de la Academia Internacional de Filosofía, constituye un ejemplo de lo que es la filosofía y de las virtudes y afanes propios de la labor filosófica. Es muy de

agradecer que un nutrido grupo de reconocidos especialistas de diversos lugares del mundo se reúnan para dar honores a quien se ha constituido en un verdadero maestro del quehacer filosófico. En el libro encontramos una introducción general; una alabanza de Josef Seifert, escrita por John Henry Crosby; cartas inéditas de Juan Pablo II o de la Secretaría de Estado Vaticana al profesor Josef Seifert; el texto de otorgamiento del doctorado honoris causa por la Universidad Franciscana; una lista de todos los libros publicados por el profesor Josef Seifert, en todas sus ediciones. Encontramos, además, un total de veintidós aportaciones de filósofos de distintos lugares del mundo, ordenadas en nueve partes gracias al buen trabajo del editor, Carlos Augusto Casanova: 1. Presentación general de las doctrinas de Josef Seifert; 2. Metafísica y teología natural; 3. Filosofía de la física y de la matemática; 4. Teoría general del conocimiento; 5. Filosofía de la persona humana; 6. Metafísica de la ética; 7. Ética; 8. Filosofía política; y 9. Historia de la filosofía. Es cierto que estas colaboraciones tienen una gran diversidad temática, y también que contribuyen a elaborar un minucioso paisaje de la fenomenología realista y del personalismo, no por tratarse de comentarios históricos, sino algo mucho más valioso, por estar muchas de ellas internamente movidas por estas corrientes filosóficas. También, algunas contribuciones replantean problemas del pensamiento kantiano y marxista, o bien profundizan en conceptos como el de “razón” o “justicia” que no son en absoluto ajenos a estas tradiciones. Hay una, incluso, que entra en polémica respetuosa con algunos aspectos centrales de la metafísica seifertiana. La variedad de temas y autores que componen el libro muestra al mismo tiempo el empaque y el horizonte de la filosofía de Josef Seifert, así como la admiración que ha producido y produce. A nuestro juicio, este homenaje, además de oportuno y merecido, constituye un servicio a la comunidad filosófica que difícilmente podría haber sido abordado de otra manera. El motivo es que el pensamiento del Profesor Seifert contiene una serie de características que le han llevado a ser con frecuencia incomprendido en nuestro tiempo, y que esta publicación contribuye a presentar y aclarar. La obra del filósofo austríaco surge de una forma de entender la filosofía que le eleva desde y sobre su circunstancia histórica, a la que por supuesto atiende, para volverla “clásica”, en el sentido tanto de modélica como de universal. Aparece ante nosotros un trabajo tan contemporáneo como atemporal, tan bello como riguroso, que despierta el asombro y la admiración por una manera de vivir y ejercer la filosofía que temíamos tener que considerar un ideal romántico, inalcanzable. Al volver a encontrar la unidad orgánica y teleológica de la filosofía y su tensión hacia la verdad volvemos a creer que pensar, un pensar riguroso y por riguroso universal, es posible. Para valorar adecuadamente la filosofía de Josef Seifert se hace fundamental la contribución de Rocco Butiglione. El filósofo y

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actualmente también político italiano hace comparecer la unidad interna del proyecto filosófico del homenajeado como la labor de una vida dedicada a la búsqueda y explicitación de la verdad; una labor que tiene su anclaje en un tiempo, con sus maestros reconocidos (Dietrich von Hildebrand, Baldwin Schwarz, Gabriel Marcel, Karol Wojtyla), sus influencias (Platón, San Agustín, San Buenaventura, Santo Tomás, Descartes, Husserl, Max Scheler, Adolf Reinach,…), y sus antagonistas (Kant, Hegel, el historicismo,…); pero que sobre todo destaca por un apasionado y sesudo esfuerzo por ir “a las cosas mismas” sin renunciar a ninguno de los factores que se hacen explícitos en la atención a los objetos, ni a la persona como acceso privilegiado al ser. La filosofía de Seifert es mucho más que una presentación de la fenomenología realista como propuesta alternativa al idealismo trascendental, porque sobrepasa en su ejercicio el ámbito académico de la discusión entre escuelas. Es más bien el ejercicio de un encuentro con la realidad desde una “actitud fundamental” de apertura a la verdad, cuyo correcto desarrollo hace compatible y fructífero el camino desde la metodología fenomenológica a los temas y planteamientos de la metafísica, sin dejar de ser una filosofía plenamente actual y particularmente reveladora. En definitiva nos complace recomendar este libro, en el que el lector podrá encontrar una forma de enfocar la actividad del filósofo en términos que no son los acostumbrados: como una defensa racional y brillante de la posibilidad del conocimiento y como una demostración de los frutos que produce el ejercicio tenaz de nuestra humana razón. Marcelo López Cambronero Adquirir vía Internet en www.uc.cl/edicionesuc

Sacerdotes para nuestro tiempo. Juan Pablo II y Benedicto XVI hablan sobre el sacerdocio José A. Martínez Puche, O. P. Editorial Edibesa Madrid, 2009 380 págs.

Cuando el Papa Benedicto XVI convocó el lunes 16 de marzo de 2009 el Año Sacerdotal, a desarrollarse entre el 19 de junio de 2009 y el 19 de junio de 2010, con el lema “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”, José A. Martínez pensó acertadamente en este libro, como en una ayuda adecuada a los sacerdotes para meditar sobre el significado de la fidelidad de la que habla el lema. Convencido de la legitimidad e importancia de la pregunta sobre

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la identidad del sacerdote del siglo XXI, el autor pensó justamente que, entre las posibles distintas respuestas, fuera sumamente oportuno y útil escuchar aquella que ha dado el magisterio ordinario al final del siglo pasado y al inicio de éste. Por eso el libro ofrece una rica selección de las intervenciones que Juan Pablo II y Benedicto XVI han hecho sobre el sacerdocio en variadas ocasiones, y termina con el texto integral de la exhortación apostólica postsinodal, Pastores dabo vobis, de 1992, que recoge la doctrina sobre el sacerdocio aprobada en el Sínodo de 1990. Tengo que decir que la lectura del libro me cautivó. Soy sacerdote desde casi treinta y cinco años y me sorprendí profundamente agradecido por la oportunidad de hacer memoria, a través de las palabras de los últimos Pontífices, del significado del ministerio sacerdotal: fue para mí como volver a descubrirlo nuevamente, como si fuera la primera vez que me lo dijeran. La conocida frase del Santo Cura de Ars: “¡Oh, qué grandeza es el sacerdote! Si lo comprendiera, moriría”, citada por Juan Pablo II en su visita a Ars, sintetiza el contenido de los textos seleccionados y el efecto que han provocado en mí. Se puede decir que las palabras del magisterio van perfilando los factores de esta grandeza. Podríamos preguntarnos: ¿de qué experiencia y de qué corazón el Santo Cura saca esta exclamación?, ¿de qué grandeza está hablando? A nadie se le ocurriría pensar que se trata de una autoexaltación. Es evidente que él está asombrado y agradecido de algo que se le está donando. Se puede comparar con el grito gozoso de Adán cuando ve a Eva, en el segundo capítulo del Génesis: “¡Ésta sí que es hueso de mi hueso y carne de mi carne!”, en el que se expresa toda la dicha por recibir por fin en don una presencia que es una ayuda adecuada, con que se puede vivir una comunión. El Santo Cura está hablando de la grandeza de un hombre, elegido gratuitamente, sin ningún mérito especial, para ser identificado con Cristo. Sólo un hombre que ha cedido con sencillez al atractivo de Jesucristo, reconociendo que sólo Él se toma en serio toda su humanidad, todas las dimensiones de su humanidad y el

deseo infinito de su corazón, puede pronunciar aquellas palabras con la certeza, la gratitud y el gozo que percibimos al solo leerlas o escucharlas y que nos hacen tanto sentido. Es como percibir el mismo estupor que se transparenta en las palabras de Dionisio el Areopagita (siglo V): “¿Quién podrá hablarnos el amor singular que tiene Cristo al hombre desbordante de paz?”. Es la grandeza del mismo Cristo que salva toda su humanidad, que lo hace grande, la que conmueve y alegra al Santo Cura. En su última carta a los sacerdotes para el Jueves Santo de 2005, su Testamento Sacerdotal, Juan Pablo II escribía: “Cuando repetimos en el recogimiento silencioso de la asamblea las palabras venerables de Cristo, nosotros, sacerdotes, nos convertimos en anunciadores privilegiados de este misterio de salvación. Pero ¿cómo serlo eficazmente sin sentirnos salvados nosotros mismos? Somos los primeros a quienes llega en lo más íntimo la gracia que, superando nuestras fragilidades, nos hace clamar ‘Abba, Padre’ con la confianza propia de los hijos”. La tarea de este hombre salvado, en el sentido de colmado en todo su deseo humano por la presencia de Cristo, es la de actuar in persona Christi, siendo Cristo mismo el que actúa en él. Es algo tremendamente objetivo, de la objetividad del ex opere operato, por lo cual al pronunciar las palabras de la consagración, realmente acontece la transubstanciación; al pronunciar las palabras de la absolución, realmente quedan perdonados los pecados. Por eso es una grandeza que es toda una gracia, llevada en vasijas de barro. Es la posibilidad extraordinaria de que un hombre, frágil como todos los demás, lleve a todos la gracia de Cristo indispensable para que cada hombre viva, sea salvado. ¿Qué puede aportar a esta grandeza la vasija de barro? El sí consciente, humilde, agradecido y fiel a Cristo que llama, en la pertenencia apasionada a la Iglesia, a la compañía vocacional del presbiterio guiado por el Obispo, a servicio de todo el pueblo cristiano y tendencialmente de toda la humanidad. Sin embargo, este sí no es apenas asumir el compromiso de cumplir con una tarea, cosa que además sería imposible justamente por la grandeza de la misma. No, pronunciar este sí es, con palabras de Benedicto XVI en la homilía de la Misa Crismal de 2009, dejarse “consagrar en la verdad”. Son las palabras del capítulo 17 de San Juan, que Jesús pronuncia en la oración sacerdotal a propósito de sí mismo, pidiendo al Padre que consagre igualmente también a los suyos. Es como “un cambio de propiedad”, comenta Benedicto XVI: la consagración significa ser apartados del mundo y ser hechos propiedad, parte de Dios, del Santo. Es, en este sentido, sacrificarse. Esto que acontece con la ordenación sacerdotal, permanece efectivo para el bien de la persona del sacerdote y la fecundidad de su ministerio, si él se deja continuamente consagrar en la verdad, en la celebración de la Misa, recibiendo él mismo el perdón de sus pecados, si lleva una vida de oración.

Volvamos, entonces, a la pregunta inicial, que también aparece en el título del libro: ¿qué sacerdotes para nuestro tiempo? Justamente porque el contexto cultural actual es más violento en cuestionar y más exigente en pedir razones, me atrevería a decir que, más que nunca, lo único esencial que se requiere, y que nos recuerda el magisterio, es lo siguiente: que seamos realmente hombres y simplemente sacerdotes, sine glossa; hombres, con todas las dimensiones y las exigencias de lo humano (de verdad, de justicia, de belleza, de felicidad) vividas apasionada y plenamente; sacerdotes, es decir, definidos y determinados por el sí a Cristo, al hacer experiencia de que Él es el único que responde plenamente todas estas exigencias, y el sí a la vocación que nos da de identificarnos con Él y actuar in persona Christi. Una figura sacerdotal, así de humana y así de cierta y enamorada de Cristo y de la humanidad, puede responder a todo cuestionamiento y dar todas las razones que se le pidan, no en un ejercicio dialéctico estéril, sino ofreciendo humildemente el testimonio de cómo Cristo salva lo humano. Este libro puede ser una buena compañía para estar siempre haciendo memoria de lo esencial. Padre Antonio Giacona Adquirir vía Internet en www.edibesa.com/

“Creed en la fuerza de vuestro sacerdocio”. Palabras del Papa Benedicto a los sacerdotes. Edición de Samuel Fernández Santiago de Chile, 2009 214 págs.

El Año Sacerdotal, convocado por el Papa Benedicto XVI y recientemente concluido, ha sido ocasión de redescubrir el gran don de Dios a su Iglesia en el sacerdocio ministerial. Entre las iniciativas que ha implicado, se incluye la publicación de una serie de textos y reflexiones dedicadas al tema, que no sólo ayudan a los sacerdotes, sino también a toda la Iglesia en cuanto a “renovar el reconocimiento gozoso de la grandeza del don de Dios”. En esta línea, el libro “Creed en la fuerza de vuestro sacerdocio”, contiene documentos propios del Año Sacerdotal, homilías, mensajes, audiencias, pláticas con sacerdotes y discursos del Santo Padre, que se refieren al ministerio. La selección ha sido realizada por el presbítero Samuel Fernández, profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, quien ha tenido la capacidad de recoger los textos más significativos en la reflexión del Papa, sobre el sacerdocio.

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El libro se distribuye en dos partes, la primera contiene documentos propios del año sacerdotal; la carta convocatoria y diversas audiencias generales. En una de ellas, la del miércoles 1 de julio de 2009, el Papa nos recuerda un elemento que siempre es necesario tener presente: “Habiendo recibido con su ‘consagración’ un don de gracia tan extraordinario, los presbíteros se convierten en testigos permanentes de su encuentro con Cristo. Partiendo precisamente de esta conciencia interior, pueden realizar plenamente su ‘misión’ mediante el anuncio de la Palabra y la administración de los sacramentos”. La segunda parte consta de documentos anteriores al Año Sacerdotal, mensajes, homilías y discursos. Entre ellos se encuentra una clarividente respuesta del Papa en la que refuerza una idea crucial que explica la fuente de la que brota la fuerza y el misterio del sacerdocio: “la vida interior (…) es esencial en nuestro servicio sacerdotal. El tiempo que dedicamos a la oración no es un tiempo sustraído a nuestra responsabilidad pastoral, sino que es precisamente ‘trabajo’ pastoral, es orar también por los demás”. Finalmente, es interesante destacar las palabras que el Papa dirigió en Aparecida a los sacerdotes. Frente a los desafíos de la pastoral vocacional, coloca el acento en aquello que nunca debemos olvidar: “El testimonio de un sacerdocio bien vivido ennoblece a la Iglesia, suscita admiración en los fieles, es fuente de bendición para la Comunidad, es la mejor promoción vocacional, es la más auténtica invitación para que también otros jóvenes respondan positivamente a la llamada del Señor. Es la verdadera colaboración para la construcción del reino de Dios”. La recopilación de Samuel Fernández se puede interpretar como un regalo, recién acabado este año dedicado al sacerdocio, por lo iluminadora que resulta la lectura de estos sustanciosos textos. Como dice el Papa en su carta convocatoria al Año Sacerdotal, hay que “promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo”. Ricardo Morales O. de la M. Ortega y Unamuno en la España de Franco. El debate intelectual durante los años cuarenta y cincuenta Antonio Martín Puerta Ediciones Encuentro Madrid, 2009 319 págs.

E ste libro expone, contextualiza y evalúa una polémica religioso-cultural que remeciera a la España de los años 40 a 50. ¿Debía España, regresando a un catolicismo tradicional,

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restaurar cuanto la Guerra Civil estragara; o debía España sintonizarse a un eclecticismo cultural que implicaba un catolicismo ecuménico? Resumida así, la polémica parece una colisión de polo a polo, cuando en la realidad estuvo jaspeada de matices. Tradicional, sí, pero no fosilizada; abierta, sí, pero no extranjerizada. (Es el mismo que-sí-que-no de los rusos antes de la Unión Soviética, oscilando entre europeización o eslavismo). El autor se propuso una noble objetividad mediante citas bien enmarcadas de las aseveraciones de ambas orillas de la disputa, de manera que leemos las palabras mismas y dentro del momento histórico, con que se gestó, enardeció y apaciguó una confrontación que el Concilio Vaticano I I y el advenimiento de la monarquía y la democracia post Franco terminaron de prescribir. Antonio Martín Puerta, al dar por superada y olvidada la pugna, casi caduca su propio libro, pues ¿cuál es entonces el valor de este recuento de una batalla de ideas ya preteridas? ¿Fue un nuevo bizantinismo igualmente desechable? Considero que esta obra permite rastrear el inicio de la erosión espiritual de España. Nos ayuda a entender cómo se fue corroyendo la fe hasta dejarla en láminas o en ciscos, reducida y maltrecha hasta lo irreconocible. Excede a su propósito informador el ofrecer augurios, el esperanzar un retoñamiento o un progreso. Pero cada lector podrá considerarlos, abastecido con el acopio de factores que le han sido desplegados. También de manera personal me he asombrado de las herejías de Unamuno, quien, junto con José Ortega y Gasset, constituyó la proa bifronte del aperturismo español. A pesar de su punzante anhelo de trascendencia, Unamuno no aceptaba, según el obispo de Las Palmas, don Antonio Pildain, los siguientes dogmas: la Santísima Trinidad, la Encarnación del Verbo, la creación del mundo, la divinidad de Jesucristo, la inmortalidad del alma, el pecado original, la gracia sobrenatural, la inspiración de la Biblia, la infalibilidad papal, la transubstanciación eucarística, la eternidad de las penas del infierno, la existencia del infierno, el purgatorio y la gloria del cielo. Por tales descreencias, sus libros “Del sentimiento trágico de la vida” y “Agonía del cristianismo” fueron vedados en el Índice, por Decreto de la Suprema S. Congregación del Santo Oficio, en 1957. Unamuno desconfiaba a tal punto de la razón como instrumento cognoscitivo, que exageraba lo emocional y perpetraba lo absurdo, adoptando ideas y posturas contraproducentes. Su hipérbole y su alarde le dieron un perfil netísimo, fácil de reconocer como un logo de propaganda y esto permitió que sus obras fueran abarcadas sin las ambigüedades que desdibujaban y volvían escurridizo el pensamiento caleidoscópico

de José Ortega y Gasset. Los cambios y contradicciones, de libro a libro, dificultan la aprehensión de su pensamiento, o más bien de sus pensamientos. En la lidia de sus atacantes y sus defensores, Antonio Martín Puerta nos señala una discrepancia de ecuanimidad, pues a José Ortega y Gasset se le acusó entonces de carecer de la metafísica que propugnan sus denostadores, y se le exige haber hallado respuestas y haber cuajado un corpus filosófico. Sin acaso atreverse a ostentar la tajante claridad de las herejías de Unamuno, se definió como no católico en bloque pero sin abjurar en detalle, solo situándose en un existencialismo sui generis, egocéntrico en su orgullo de persona que vive y se vive según dónde y cuándo está: lo que famosamente llamara “circunstancias.” Ese vaivén de libre albedrío y determinismo, excluyendo toda divinidad, suscitó un conato de condena católica oficial que no prosperó, gracias a Juan XXIII y el Concilio. Es decir, gracias a una pastoral de conciliación, a una avenencia inspirada que busca lo válido donde sea. Constituye la moraleja de su libro, esenciada en la cita que da de San Justino: “Cuantas cosas han sido dichas con acierto, nos pertenecen a nosotros los cristianos.” Todo eso está muy bien documentado en estas páginas, revelando una sólida bibliografía bien asimilada y una preparación filosófica capaz de esenciarnos los conceptos de ambos escritores. También es de celebrar el buen estilo de la redacción, que no se espesa con recovecos ni adornos superfluos y que siempre nos conversa sin oratoria ni pedantería. Luis Vargas Saavedra Adquirir vía Internet en www.ediciones-encuentro.es

Libro de las obras divinas Hildegarda de Bingen Traducción de María Isabel Flisfisch y María Eugenia Góngora, en colaboración con María José Ortúzar. Editorial Herder Barcelona, 2009 615 págs.

En la visión mi espíritu asciende, tal como Dios quiere, hasta la altura del firmamento (…) nunca he sentido la ausencia del éxtasis. Veo estas cosas despierta, tanto de día como de noche. Con estas palabras describía Hildegarda las “visiones-audiciones” místicas que recibía en éxtasis, transmitiéndolas al monje Guilbert

de Gembloux hacia el año 1175. Aclaraba así la raíz divina de las mismas visiones, lo trascendental de lo recibido y el espíritu que la animaba a continuar recibiéndolas durante su vida: el éxtasis del Espíritu Santo. Nació Hildegarda en las cercanías del Rhin, cerca de Maguncia en 1098 y falleció en el monasterio por ella fundado de Rupertsberg, Bingen, en 1179. Cuando ya han transcurrido novecientos años desde las visiones de la santa, ésta continúa irradiando desde la sociedad medieval como abadesa benedictina, como consejera espiritual de los más conspicuos personajes de la época, como predicadora, como creadora de música, de poesía, de una obra de teatro, como aficionada a la botánica y además como estudiosa de los reinos animal y mineral. Sus diversas obras abarcaron todos estos ámbitos. El apoyo del Papa Eugenio III a la predicación y publicación de las visiones, la amistad con San Bernardo y otras autoridades espirituales de la época, permitieron a la santa mujer mantener una profunda influencia en sus contemporáneos. Así, hoy en día, el creciente interés de la crítica por su obra, desde la publicación en París del volumen nº 197 de la serie Patrología Latina de J.P. Migne, en 1855, ha extendido su fama por las varias ediciones de la misma y, aunque su obra aún no ha sido traducida completamente del latín, crece el interés por su interpretación actual. Un ejemplo de ello lo tenemos en la actividad desplegada por Azucena Fraboschi en su “Centro de estudios hildegardianos” de la Universidad Católica de Buenos Aires, donde ha publicado varios trabajos y emprendido en 2006 la traducción del «Scivias» (”Conoce los caminos del Señor”), primera obra mayor de Hildegarda.. Después del “Scivias” la abadesa escribiría el “Liber vitae meritorum” y como tercera obra el “El Liber divinorum operum” o “Libro de las obras divinas”, que es el que tradujeron al castellano las académicas chilenas de la Universidad de Chile María Isabel Flisfisch y María Eugenia Góngora, en colaboración con María José Ortúzar. El valor de esta edición chilena radica en que reúne las

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ventajas de una versión crítica con el respeto a la belleza del texto. Al mismo tiempo supera las dificultades del pensamiento de la autora medieval y de la cosmovisión de la época y desentraña los misterios del latín que Hildegarda dictaba a sus secretarios. Teniendo en cuenta las no pocas dificultades que suscita este tipo de obras universitarias de carácter humanista, no es menor el mérito de las académicas el haber conseguido el apoyo financiero de Fondecyt y la calidad de presentación que les asegura la editorial Herder de Barcelona. El resultado final se distancia en su fondo y forma magistrales de otras traducciones. El “Libro de las obras divinas” es una obra cosmológica y teológico-exegética de un vasto horizonte, que trata temas tales como la historia de la salvación y la condenación, las edades del mundo y la creación y el final de los tiempos; además intenta la interpretación de manifestaciones divinas, potencias del amor de Dios, que han creado y sostenido el mundo: Sapientia y Caritas. Por un lado, la obra de la santa representa una creación poética y simbólica característica de la cosmología de ciertos textos medievales como los bestiarios y, por otro lado, está presente la exégesis de lo manifestado a ella por la Voz Divina. Lo particular de Hildegarda es que “ve y escucha” (“vidi/ audivi”). Ella “enseña” sus visiones en una exégesis visionaria que relativiza su autoría personal y privilegia la inspiración y revelación divinas. En la primera parte se presenta la imagen percibida; en la segunda, esa imagen es interpretada mediante una exégesis bíblico-alegórica (sobre todo del evangelio de San Juan, del Libro del Apocalipsis y del Libro del Génesis). En principio lo hace a través de una caracterización del conjunto de la imagen visionaria y, en seguida, a través de una interpretación de todos los detalles a lo largo de los textos. Las disquisiciones de los casos corresponden a problemas teológicos y morales, especialmente de las virtudes y su ejercicio. En su pensamiento trata de fundir lo platónico y neoplatónico en los relatos de la creación. Así, la descripción del Opus Dei va gradualmente llegando a su plenitud a través del desarrollo de las visiones recibidas, describiendo la relación entre Dios, el hombre y el mundo (la naturaleza) como una “variación musical”. Otra característica es que estas visiones no ocurren en el sueño, sino cuando está despierta y durante toda su vida, desde la infancia. Su carácter “científico-matemático” le dio a Hildegarda cierta reputación y credibilidad en los ambientes seculares y eclesiásticos que recibieron su influencia a través de los siglos, dependiendo de la coyuntura del momento; y en ello radica, hoy en día, su interés. “Dios, que todo lo ha creado, hizo al hombre a su imagen y semejanza, y en él puso su sello tanto a las criaturas superiores como a las inferiores; y lo tuvo en tan grande dilección que los destinó al lugar donde había sido arrojado el ángel caído, para

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disponerlo a la gloria y el honor que aquel caído había perdido en la bienaventuranza. Y esta visión esto representa” (Libro de las obras divinas. Primera visión de la primera parte, número III, pag. 137). Rafael Maillet Aránguiz, OSB Adquirir vía Internet en www.herdereditorial.com

La praxis de la psicología y sus niveles epistemológicos según Santo Tomás de Aquino Martín F. Echavarría Editorial UCALP La Plata, 2009 725 págs

La presente obra puede resultar adecuada tanto a los especialistas en psicología como para los amantes del saber en general; esto por dos razones: por un lado, esta disciplina se ha convertido en la piedra de toque de la cultura contemporánea, es decir, ha excedido sus propios límites y se ha tornado, si se permite la expresión, “una cierta filosofía”; por otro lado, el método por el que ha optado el autor se sostiene nítida y explícitamente en el realismo, por lo que, a fuerza de establecer sus fundamentos epistemológicos, establece –a contraluz– sus posibilidades intelectuales, más allá de los límites de la psicología. Conviene señalar que la presente obra consta de un Prefacio, una Introducción General y seis capítulos. El capítulo primero, “Filosofía de la historia de la praxis de la Psicología”, se detiene en el concepto de personalidad en los clásicos, en la tradición Patrística y Escolástica y, por último, en la Modernidad; especial atención merece “La actitud nietzscheana de Freud y su proyecto filosófico cultural” (pp. 69-77), en tanto que señala la continuidad Nietzsche – Freud a través de Genealogía de la moral y sus con-

secuencias antropológicas. El capítulo segundo, “Fundamentos antropológicos: Estructura de la personalidad y finalidad” (pp. 97-244), estudia las nociones de finalidad, la dimensión cognitiva, la dimensión afectiva, el carácter, yo, conciencia e inconsciente y la vida humana plena. En el capítulo tercero, “Normalidad y virtud” (“Normalidad” aquí asume el significado de norma en tanto define el desarrollo hacia el fin último, es decir, “normal” como sinónimo de “virtuoso”) estudia, por un lado, la actualidad del tema de la virtud en la psicología y, por otro, las virtudes propiamente dichas, sin excluir la dimensión sobrenatural. El capítulo cuarto se aplica a “Las enfermedades del alma” (pp. 375-562) y a los distintos sentidos en que puede entenderse la expresión; especial atención merecen los apartados dedicados a “La pasión de la tristeza” entendida tanto como envidia cuanto acidia; asimismo al temor, la avaricia, los desórdenes sexuales, la neurosis y la perversión. El capítulo quinto –“Consecuencias para la praxis: la cura del alma o psicoterapia tomista”– es el más personal del libro, pues implica extraer todas las consecuencias de los anteriores. Como señala el autor: “Es claro que en santo Tomás no se encuentra presente una psicoterapia sistemática con las modalidades y características que ésta presenta en la actualidad. Sin embargo, si se lee bien, en su obra no está ausente el núcleo de la actividad de ‘cuidar el alma’” (p. 563). El sexto y último capítulo se aplica a “Los niveles epistemológicos de la praxis de la psicología”. Se trata, en suma, de un trabajo de novedad evidente y de rigor científico incuestionable, pues no sólo ofrece una lectura e interpretación de los textos de santo Tomás, sino también convida a pensarlos a la luz de la problemática psicológica y de la actualidad concreta de aquellos textos, confrontándolos con autores contemporáneos como Freud, Adler, Jung, Schneider, Frankl, Fromm y Lacan, entre los más destacados. La exhaustiva bibliografía que cierra la obra (pp. 703 – 718) realza ciertamente su valor científico. Ethel B. Junco Infórmese vía Internet www.ucalp.edu.ar

La oración contemplativa Hans Urs von Balthasar Ediciones Encuentro Madrid, 2007 214 págs.

Si bien se trata aquí de un estudio muy conocido, por cierto valiosísimo, que ha impregnado su espíritu diáfano a muchos lectores desde que apareció en 1965 bajo el título original “Das betrachten-

de Gebet”, la presente tercera edición resulta significativa. Pues el texto de bellísimo formato –escogido con esmero por Ediciones Encuentro (Serie Ensayo 327)– invita a sumergirnos una vez más en las profundidades de la oración contemplativa. En efecto, la lectura de estas 214 páginas nos brinda una posibilidad genuina de saborear a fondo la belleza de Dios, gracias a un guía experimentado tanto en la vida espiritual cuanto en los fundamentos dogmáticos subyacentes como es Hans Urs von Balthasar. El teólogo suizo sabe tomar al lector de la mano para acompañarlo en un aprendizaje prolongado, difícil y siempre nuevo, donde Dios tiene la iniciativa, y donde el ser humano se pone en camino al escuchar la Palabra de Dios, que le posibilita una respuesta originaria. De tal modo, no sólo el rostro humano resplandecerá con aquel ardor que enciende nuestro corazón en cuanto amor abrasador del Padre en el Hijo por el Espíritu Santo, sino que nos dispone también a “servirle mejor en adelante”. El texto se divide en tres capítulos: I) El acto de la contemplación; II) El objeto de la contemplación; y III) La contemplación y su campo de tensiones. Expone los aspectos significativos de este acontecimiento que Hans Urs von Balthasar concibe fundamentalmente como “la disponiblidad cordial para el actuar de Dios”. Pero lejos de ser un acontecimiento meramente subjetivo, el autor resalta su dinamismo objetivo que proviene precisamente del actuar de Dios Uno y Trino. Es entonces que a través de estas bellas páginas emerge toda la profundidad del encuentro de Dios con el hombre, que pese a la importancia que tiene el obrar divino no deja de ser un acto genuinamente humano, tanto individual como colectivo, es decir, mediado por la Iglesia y su Liturgia. Además, la contemplación involucra no sólo al hombre en cuanto creatura, sino que también apunta a su totalidad, es decir, a relaciones totales, aunque siempre tensionadas, como lo atestigua la esencia en su interrelación con la existencia, el espíritu con el cuerpo, el cielo con la tierra

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y la resurrección con la muerte. Es decir, a través de aquellas tensiones fundamentales, propias de la contemplación, que caracteriza la vida humana anticipada por la de Dios. Más allá de la importancia que Von Balthasar le atribuye al sujeto, tanto a Dios cuanto al ser humano, destacando la mutua compenetración de ambos sin confusión ni separación y siempre guardando la trascendencia con respecto a la inmanencia, tal como Dios se hace presente en el ser creado por amor e invitado a amar, el Objeto de la contemplación resulta decisivo. De ahí la relevancia incomparable y única del Verbo encarnado para la oración contemplativa. En la segunda parte el misterio de la Encarnación emerge como aquella condición de posibilidad, que permite dilucidar las profundidades más originarias de la contemplación, a la vez que impregna el ritmo al corazón humano que busca el rostro del Padre. El hilo conductor de la argumentación se concentra así en la persona de Jesús, amada sobre todas las cosas por aquel que le sigue. Pero es el Espíritu Santo quien introduce, en definitiva, en las profundidades de Dios, permitiendo allí saborear con la libertad propia y también constitutiva del espíritu humano. De este modo el Espíritu Santo se une a nuestro espíritu en cuanto situado en el mundo. La actualidad perenne que conserva este texto se debe por cierto a su riqueza teológico-bíblica y a la vez al hecho de que descansa en los presupuestos filosóficos preferidos por Von Balthasar en toda su inmensa obra. Dichos presupuestos aparecen y reaparecen de esta forma como los motivos y conceptos que el teólogo suizo aplica, piensa y repiensa. Subrayamos algunos tales como la distinción real, es decir, la distinción entre existencia y esencia; la preferencia por lo concreto con respecto a lo abstracto, que el teólogo suizo no menosprecia, pero sí comprende como compenetrado por la belleza, la bondad y la verdad en cuanto trascendentales del ser. La cuestión del ser, aparentemente lejana y enigmática para el existir de todos los días, que se transforma así en un misterio de vida y muerte, a través del cual emerge el dato dogmático fundante, para un desarrollo finamente hilado de la oración contemplativa. Mientras tanto, es también aquí que esta cuestión adquiere su verdadera vitalidad, en la medida en que la argumentación balthasariana avanza hacia la visión eterna beatífica del Dios Uno y Trino, visión iniciada en la contemplación. Anneliese Meis Adquirir vía Internet en www.ediciones-encuentro.es

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Human Rights and the Unborn Child Rita Joseph Martinus Nijhoff Publishers Boston, 2009 350 págs.

El nuevo libro de Rita Joseph, Human Rights and the Unborn Child, es el primero sobre la protección de los derechos del niño no nacido en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, sin perjuicio de excelentes artículos afines escritos por otros autores. El texto constituye una revisión documental de los principales tratados internacionales de derechos humanos y principales resoluciones adoptadas por órganos internacionales judiciales y cuasi-judiciales principalmente en relación al derecho a la vida del no nacido, así como su personería jurídica y su derecho a la no-discriminación. Ante la constante distorsión de los tratados internacionales de derechos humanos por individuos miembros de organismos internacionales que abusan de su posición para intentar crear a nivel internacional un ficticio derecho al aborto (entre otros “nuevos derechos”) se vuelve imperioso el recuperar las verdaderas raíces ontológicas de los Derechos Humanos. Éstos están fundados en gran parte en el derecho natural y en principios judeo-cristianos que reconocen el valor de la vida e integridad física del niño no nacido desde la concepción, como efectivamente reitera el presente volumen. La autora, profesora del John Paul II Institute for Marriage and Family Studies en Melbourne, Australia, ha hecho estudios especiales sobre la mujer y la familia para la Santa Sede y es veterana en representación de su gobierno y de organizaciones no gubernamentales ante las Naciones Unidas, particularmente ante la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo en el Cairo y sus reuniones de seguimiento. En los primeros capítulos, Joseph señala que el proceso de adopción de los principales tratados internacionales de Derechos Humanos demuestra la existencia en la comunidad internacional de un opinio iuris a favor del derecho a la vida del niño no nacido,

expresada explícita o tácitamente en disposiciones relativas al derecho a la vida. Por una parte, los Preámbulos de la Declaración y de la Convención sobre los Derechos del Niño señalan explícitamente el deber de los Estados de otorgar protección legal al niño “tanto antes como después del nacimiento”. Igualmente, el artículo 24 de dicha Convención establece una obligación estatal de asegurar la salud pre-natal tanto para el no nacido como para la madre. Por otra parte, los travaux préparatoires de los textos de las principales Convenciones de Derechos Humanos, como la Declaración Universal y los Pactos Internacionales de derechos de primera y segunda generación demuestran un consenso internacional en torno a la inclusión del no nacido como sujeto de derechos, incluyéndole tácitamente en los términos “ser humano” e “individuo”. Existía en dicha época una aceptación general de la dignidad de la persona humana desde el momento de la concepción, principio básico del derecho natural, siendo el aborto ilegal condenado en prácticamente todos los países del mundo por la profesión médica, que lo aborrecía y consideraba violatorio del juramento de Hipócrates. En cuanto a los instrumentos regionales de Derechos Humanos, Joseph indica que a pesar del reconocimiento que los Estados partes originalmente han dado al derecho a la vida del no nacido, las Cortes e individuos interesados han tratado de distorsionar la letra de los instrumentos regionales de derechos humanos. De especial interés para el lector latinoamericano será el capítulo 11, relativo al Sistema Interamericano de Derechos Humanos. La autora destaca el artículo 4(1) de la Convención Americana como aquel que otorga el más explícito reconocimiento del derecho a la vida del niño no nacido hasta la fecha, protegiendo la vida “desde el momento de la concepción”. Esta disposición, única en su género, extiende manifiestamente al niño no nacido la calidad de “persona” y “ser humano”. Desafortunadamente, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ha intentado oscurecer la interpretación de la Convención Americana encontrando una excepción que crearía un inexistente derecho al aborto. Examinando los travaux préparatoires de la Convención Americana, la autora atribuye la inserción de la expresión “en general” al artículo 4(1) a la inquietud de los Estados de reflejar asuntos prácticos respecto a la responsabilidad estatal en instancias de embarazos tempranos, donde puede darse una imposibilidad de determinar la existencia de un embarazo para propósitos de responsabilidad criminal. Por tanto, la expresión “en general” dejaría la posibilidad a los Estados de limitar la criminalización del aborto a aquellos casos en que exista conocimiento de la concepción por parte del Estado. Sin embargo, la Comisión utilizó incorrectamente esta expresión para justificar una total despenalización del aborto y remoción de toda protección legal al niño no nacido, en contradicción con el objeto y propósito del tratado, violando la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados.

No obstante, Joseph resalta que la Corte Interamericana de Derechos Humanos no se ha pronunciado a favor de la creación de un derecho al aborto; por lo tanto, no existe hasta la fecha ningún precedente vinculante en este sentido. Además, la Corte Interamericana ha reiterado varios principios en relación al derecho a la vida en su jurisprudencia, que serían directamente aplicables a la protección de la vida desde el momento de la concepción: igualdad ante la Ley, inalienabilidad e indivisibilidad del derecho a la vida, no-derogabilidad del derecho a la vida, el principio que afirma que la interpretación debe guiarse por la primacía del texto y que el derecho interno no puede ser utilizado para justificar el no cumplimiento de obligaciones, entre otros. Finalmente, la autora denuncia las presiones existentes a nivel mundial por parte de organismos no gubernamentales y algunos organismos regionales como el Consejo Europeo para forzar a los Estados a dar reconocimiento al aborto como un derecho humano. Basados en consideraciones pragmáticas, no en derecho internacional, dichos individuos y grupos crean una divergencia entre los textos de los instrumentos internacionales de derechos humanos y su verdadera interpretación de acuerdo a la hermenéutica jurídica en Derecho Internacional. Incoherencias como el otorgar protección al niño no nacido cuando es deseado y declarar el aborto como un derecho humano cuando se trata de un niño no deseado, resultan en inequidades que violentan las reglas de interpretación de los tratados. El libro señala que los órganos internacionales de Derechos Humanos tienen el deber de preservar el sistema deontológico de deberes y derechos naturales subyacente en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Asimismo, recuerda al lector que los verdaderos fundamentos de los Derechos Humanos se encuentran en los instrumentos adoptados democráticamente por los Estados partes, no en recomendaciones no-vinculantes emitidas por órganos no judiciales de derechos humanos ni en declaraciones de individuos en su capacidad personal, cuyo cumplimiento no crea obligación alguna para ningún Estado. Plantea asimismo reformar los órganos de monitoreo de los tratados de derechos humanos de manera que no excedan su competencia en cuanto a la interpretación de éstos, negando la existencia de derechos humanos ya reconocidos, como es el derecho a la vida del ser humano desde la concepción, establecido en la Convención Americana. La obra de Rita Joseph es un llamado decisivo a los defensores del derecho a la vida a hacer uso del Derecho Internacional para reforzar la protección legal de la vida del no nacido y a reiterar, mediante sus herramientas legales, un correcto entendimiento del mismo. Ligia De Jesús Adquirir vía Internet en www.brill.nl

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Le Liban contemporain. Histoire et société Georges Corm La Découverte Paris, 2005 318 págs.

El Líbano ha estado durante mucho tiempo bajo los focos de atención de la prensa internacional: en primer lugar como modelo de prosperidad y convivencia entre las distintas confesiones religiosas, después como escenario de un conflicto cada vez más caótico y sangriento. Tras el final de la guerra civil, sin embargo, el país ha quedado en la sombra de la que sale sólo ocasionalmente, cuando se verifica algún hecho excepcional como el asesinato del Presidente Hariri en 2005 o la guerra entre Israel y Hezbolá en el verano de 2006. Por lo general falta un análisis completo que una los hechos con sus antecedentes ocultos. Y de esta manera aumenta el sentido de desconcierto ante una realidad que nos parece indescifrable. El volumen de Georges Corm, publicado originalmente en francés y ampliado para la edición italiana, representa una introducción útil a las circunstancias contemporáneas del Líbano, escrita con gracia y tono decidido, pero sin sacrificar en absoluto la amplitud de la documentación que se usa. Por otro lado una cronología razonada al final del volumen ayudaría al lector a orientarse entre los acontecimientos de una historia complicadísima y caracterizada por una extrema mutabilidad en las relaciones de poder y en las alianzas. Tras una amplia introducción, en la que destaca por lucidez, el párrafo dedicado al discurso de los libaneses sobre ellos mismos, la narración parte de la realidad feudal del Monte Líbano bajo el emir Fakhr ad-Din II (1572-1635), fundada en la alianza entre drusos y maronitas en la lucha anti-otomana. Fakhr ad-Din ya había establecido relaciones con Occidente, pero es a partir del siglo XIX cuando la presencia inglesa y sobre todo francesa se hace más tangible. Tras las terribles masacres entre maronitas

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y drusos en los años 1840-1860 se creó una región autónoma. Se trata del núcleo del actual Líbano, que ampliado para incluir algunas ciudades de la costa y del valle de Bekaa, fue asignado por la Sociedad de Naciones a Francia al término de la Primera Guerra Mundial. Independiente desde 1943, el Líbano conoce una creciente prosperidad, pero desigual, que fue interrumpida bruscamente por el estallido de la guerra civil en 1975. Inicialmente, el enfrentamiento parece oponer a militantes de la OLP (“de izquierdas”) y falangistas (“de derechas”), pero muy pronto el conflicto implica a todos los componentes de la sociedad y el Líbano se convierte en un campo de batalla para las potencias regionales, ante todo para Siria e Israel, existiendo además múltiples intervenciones de paz de fuerzas internacionales. Tras los acuerdos de Taif de 1990, el país se mantuvo bajo el control de Siria hasta 2005, excepto la parte del sur, desocupada por Israel sólo en el 2000. La lectura habitual de la historia del Líbano sostiene que la clave de comprensión del país se encuentra en el equilibrio entre las comunidades, que se manifestaría elocuentemente en el sistema de pesos y contrapesos que regula la distribución de los cargos públicos (el presidente de la República es cristiano maronita, el primer ministro sunita, el presidente del Parlamento chiíta). La tesis Corm es que esta lectura falsifica los datos de campo. En su opinión, mientras la existencia de las distintas comunidades (que no son ni etnias ni naciones) es un dato de hecho, el comunitarismo político es fruto de la modernidad, resultado de la intervención de las potencias europeas en los asuntos del Imperio Otomano. Según esta original clave de lectura, el autor afronta el desarrollo de los acontecimientos de la guerra civil y la fatigosa posguerra, con la llegada al poder del primer ministro Hariri. En la última parte, el volumen se convierte en una crónica y, aunque pierde distancia respecto a los acontecimientos, sin embargo ofrece numerosos puntos de información, especialmente respecto a la reconstrucción de la posguerra: el autor, en efecto, ha sido ministro de Economía entre 1998 y 2000. Las páginas conclusivas pueden ser consideradas un testimonio indirecto de la actual polarización que invade la sociedad libanesa, profundamente dividida en dos agrupaciones del 14 de marzo y del 8 de marzo. En ausencia de un cuadro compartido es necesario contentarse con estos fragmentos. En su conjunto la obra es muy rica. El punto de vista adoptado es ciertamente inusual respecto a los análisis comunes sobre el Líbano, pero precisamente por esto merece ser conocido y verificado. Martino Diez OASIS Adquirir vía Internet en www.editionsladecouverte.fr


MÚSICA

“Atlàntida”.

Universo musical y cultural de don M anuel de Falla POR FERNANDO MARTÍNEZ GUZMÁN

A l morir Manuel de Falla, el 14 de noviembre

de 1946 en su casa de Alta Gracia, en la Sierra de Córdoba, Argentina, dejó en su escritorio un gran paquete con hojas pautadas y colmadas de escritura. Eran los esbozos de “Atlàntida”, cantata escénica en un prólogo y tres partes, basada en el poema homónimo de Jacinto Verdaguer, que Falla trabajó más de dieciocho años sin poder terminar. Los papeles llegaron a España, donde después de largas vacilaciones se encargó a un compositor y ex alumno de Falla, Ernesto Halffter, la terminación de la obra, sobre la base de la enorme cantidad de material existente. El trabajo fue difícil y de gran responsabilidad, pues algunas escenas tenían varias versiones y muy diferentes, y otras apenas estaban esbozadas. Así, el mundo de la música esperó con impaciencia el estreno de la obra póstuma de uno de sus grandes maestros. Finalmente, el 24 de noviembre de 1961 se pudo oír en el Teatro Liceo de Barcelona los fragmentos más importantes de “Atlàntida”, en formato de concierto, dirigidos por Eduardo Toldrá. El estreno de la versión escenificada tuvo lugar en junio de 1962 en el Teatro alla Scala de Milan, en idioma italiano, bajo la dirección musical de Thomas Schippers.

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Inspiración y trama Difíciles fueron para Falla tanto la elaboración del libreto como la concepción escénica de “Atlàntida”, hasta el punto de que sus dudas no dejaron de repercutir en la desesperante lentitud con que avanzaba la obra. Otros motivos contribuyeron también en el mismo sentido: la salud debilitada del compositor, la falta de paz espiritual que dificultaba su concentración en el trabajo, los acontecimientos que acabaron en la guerra civil, la vivencia del exilio –que no por ser voluntario dejó de ser traumático– y las preocupaciones económicas. Texto y música quedaron incompletos y, en cuanto a la concepción escénica, ésta no sólo nunca estuvo perfilada sino que, tras la muerte del artista José María Sert (1945), Falla comenzó a referirse a su obra como oratorio, aunque la ficha técnica indica “Cantata escénica en un prólogo y tres partes”. Debemos preguntarnos entonces por la motivación de Falla al emprender esta composición basada en el poema catalán de Verdaguer, que en opinión de algunos intelectuales cercanos a Falla, se alejaba del pensamiento austero y concentrado hasta lo esencial del maestro gaditano. Sin embargo, ya en 1927, Falla

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Pablo Picasso, retrato de Manuel de Falla, Museo Picasso de Barcelona.

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En el ambicioso proyecto se vierten, unificadamente, diversos “sueños” de Falla: en primer lugar, la consideración del Descubrimiento de América como empresa española de la Catolicidad, aspecto esencial para Falla, donde Colón es visto como portador de la fe católica y estandarte de la evangelización.

Manuel de Falla y Leónide Massine en los jardines de la Alhambra de Granada en 1916.

declaraba al diario “Ahora” de Madrid: “Atlàntida es la obra en la que he puesto mayor entusiasmo. Desearía tener salud para poder terminarla. Será bastante compleja y en ella he respetado el texto de Verdaguer, no sólo por la profunda admiración que el poeta catalán merece, sino también porque “Atlàntida” existía dentro de mí desde los años de la infancia. En Cádiz, mi ciudad natal, se me ofrecía el Atlántico a través de las columnas de Hércules y mi imaginación volaba hacia el más bello jardín de las Hespérides”. En el ambicioso proyecto se vierten, unificadamente, diversos “sueños” de Falla: en primer lugar, la consideración del Descubrimiento de América como empresa española de la Catolicidad, aspecto esencial para Falla, donde Colón es visto como portador de la fe católica y estandarte de la evangelización; en segundo lugar, la expresión de una música religiosa que alienta la tercera parte de “Atlàntida”, y como tercer aspecto, el tratamiento del catalán, el idioma de sus antepasados, no sólo por la gratitud que Falla tenía por Cataluña y Barcelona en especial, sino además por la estimación del idioma catalán como lengua viva y el peso de su poética y

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literatura. Su “Atlàntida” era la oportunidad de sumergirse en la cultura catalana, a través de los textos de Verdaguer (1845-1902) y las sugerencias plásticas de Sert. Verdaguer era el poeta más importante en lengua catalana y su imponente poema épico “L’Atlàntida” contenía imágenes grandiosas con un lenguaje romántico suntuoso, vibrante y brillante. Por otra parte, Falla no era un artista de improvisaciones, sino de lento estudio y analítico, así es que como premisa indispensable, estudió el catalán para abordar su obra póstuma con pleno conocimiento de causa. Es comprensible también que Falla, que hasta ese momento se había ocupado de cosas más bien “pequeñas” (escenas populares andaluzas o algún episodio extraído del Quijote), pensara durante tantos años en crear una obra “grande” y que el poema de Verdaguer le pareciera ideal para ello. La "Atlàntida" de Verdaguer constituirá naturalmente la base del libreto; sin embargo, con el desarrollo de la idea, la fidelidad al texto se irá alejando en ciertos aspectos y Falla adoptará

las escenas que más le convienen, empleando al mismo tiempo un fragmento del “Colón” (del mismo Verdaguer), una “Salve” a partir de textos medievales, una cita de Séneca y diversas prosas latinas de la liturgia religiosa; por lo demás, algún fragmento compuesto por Falla quedará sin texto atribuido y, así, será José María de Sagarra quien escribirá el “Hymnus hispanicus”. La cantata escénica transcurre en la mítica isla de la Atlàntida, el Mediterráneo y después en España, durante los viajes de Colón, en una prehistoria legendaria y luego hacia el año 1492. Se trata de una gigantesca epopeya de dioses y héroes, con múltiples episodios. Falla sitúa la acción en relación con España y hace que Atlàntida resurja en cierto modo en su patria, convirtiendo a España en heredera de la antigua cultura perdida. Para conseguir la unidad en los múltiples y complejos acontecimientos que suceden, Falla presenta al comienzo a un niño huérfano, que en una isla del océano Atlántico oye los relatos fantásticos de un anciano, un verdadero “espíritu del mar”, como señala Verdaguer, y desde ese momento sueña con la lejanía. El niño se llama Cristóbal Colón y un día él hará sus sueños realidad. El anciano le habla del incendio de los Pirineos, del rescate y la muerte de la Reina Pirene, de la fundación de Barcelona, del combate de Hércules con Gerión, del Jardín mágico de las Hespérides, del juego de las Pléyades, de los malvados habitantes de Atlàntida, de la destrucción de la isla pecaminosa anunciada por el arcángel y de su hundimiento en las aguas del océano. El final de la obra representa la visión de la Reina Isabel sobre nuevas islas situadas más allá del océano, el plan de Colón, su partida y triunfo. Al morir Don Manuel, ni música, ni texto quedan ultimados. De la música, si bien algunas partes estaban resueltas como composición, el resto solo sumaba ideas, esbozos o fragmentos, cuya organización, engarce y finalización fue encomendada por sus herederos y por el editor Ricordi a su discípulo, Ernesto Halffter, quien debió trabajar con un ánimo casi adivinatorio, prácticamente imposible. De este modo, tras el esforzado y problemático trabajo de Falla, Halffter también debió emprender su parte; lenta y ardua y dubitativa. Identificado con su maestro, Halffter

perfeccionó y suprimió algo de lo hecho con notable inteligencia, principalmente en la segunda parte, y en 1976 mostró su conformidad con la denominada “versión definitiva o de Lucerna”, que dirigió Jesús López Cobos en la ciudad suiza, y que Rafael Frübeck de Burgos presentaría el año siguiente en el Teatro Real de Madrid. En el año 1992, el director musical Edmon Colomer volvió sobre la misma versión introduciendo pequeñas modificaciones, en búsqueda de una mayor unidad y lógica del discurso.

La música Como plantea Edmon Colomer: “Atlàntida no suena a Falla”. Este no es el mundo sonoro a que nos tiene acostumbrados. No es el Falla de “El amor brujo”. Pero, ¿es el Falla de “El amor brujo” el mismo que el de “Homenaje a Debussy” o de “Noches en los jardines de España”? ¿Conocemos alguna obra de Falla que repita el planteamiento conceptual de otra obra anterior? o ¿existe un ideal estético común a toda su producción? Si un rasgo encontramos en Falla que se proyecte a través de todas sus obras, es precisamente su propia personalidad, su espiritualidad, entendida no tanto como expresión de principios religiosos concretos sino como identificación de su creatividad con lo más auténtico y genuino de las distintas circunstancias históricas, religiosas o mitológicas que generan el contenido –“el argumento”– de cada obra. Falla es incansable en la búsqueda de la esencia. Y lo esencial se halla implícito, por un lado, en la tradición clásica, heredada de sus ancestros más directos, los grandes polifonistas del Renacimiento, y por otro lado, en la música popular. Ambas fuentes de inspiración determinan la concepción de su obra. Y “Atlàntida” responde a esta concepción, pero también sorprenden su doble paternidad y dimensiones, que exceden el límite de lo que habríamos considerado abarcable en Falla. Y es que el poema de Verdaguer impone las leyes estructurales pero con un notable desequilibrio entre la introducción (naufragio de Colón), el tema central (relato del anciano) y la conclusión (Colón se dirige al nuevo continente con la ayuda de los Reyes Católicos). Por esto, Falla debe realizar una selección y reordenamiento del texto original para compensar la desproporción que

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existe entre el relato del anciano –que ocupa la cuasi totalidad del poema– y las extremadamente breves introducción y conclusión. Falla crea una nueva estructura –Prólogo y tres partes– que prescinde de la introducción de Verdaguer, que arranca con el relato del anciano (prólogo y partes primera y segunda) y concluye en la tercera parte con la incorporación de textos que no pertenecen al poema original pero que subliman la misión divina encomendada a Colón. El prólogo y la primera parte forman un bloque dividido en cinco secciones que empieza con “L’Atlàntida submergida” y concluye con el “Càntic a Barcelona”. “Atlàntida” nos presenta Ta m b i é n s o n un Falla distinto, cinco las secciocompletamente nuevo. nes que conforUn amplio impulso épico man la tercera domina la totalidad de la parte, cuyo conobra; se podría pensar en la tenido religioTetralogía de Wagner so y simbólico (sin que exista parecido const it uye en en la música). sí el medio de expresión más identificado con los ideales de Falla. Desde la profecía de Séneca –“Venient annis saecula seris”– hasta la frase final –“Dies sanctificatus illuxit su terra”– lo divino se yuxtapone a lo histórico con el resultado de “evocación” más que narración. El tratamiento de la orquesta y las voces en Falla, como ocurre en todos los grandes compositores, no se puede desvincular de otros factores como el ritmo, la melodía, la armonía, los timbres, las dinámicas o las articulaciones. En el prólogo, por ejemplo, la descripción de lo inalcanzable, de la inmensidad y las grandezas implícitas en la leyenda de la Atlántida exige una gran densidad sonora, inhabitual en Falla, pero perfectamente coherente con el planteamiento armónico y orquestal de una sección tan diferente como “Gerió el tricèfal” (un monstruo de tres cabezas que en la obra canta con tres voces), donde la disposición de los intervalos, en una clara amalgama entre voces e instrumentos, dibuja y acentúa magistralmente el carácter grotesco del personaje. La intervención de Halffter como orquestador es especialmente afortunada en el “Ària de Pirene”, “Els jocs de les Plèiades” y “El somni d’Isabel”.

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Un tratamiento cuidadoso de la orquesta y un respeto por el carácter de cada fragmento, son cualidades que favorecen la descripción de los personajes femeninos, cuyo lirismo se opone a la rudeza de los personajes masculinos que aparecen en el relato mitológico. Es interesante observar cómo la presencia de los personajes femeninos, ocupando el centro de cada parte de la obra, constituye en sí un elemento de equilibrio formal, al igual que las fanfarrias –herencia del “Retablo de maese Pedro”– que coinciden con el inicio de cada parte importante. Cuando Halffter asume la responsabilidad de completar “Atlàntida”, se enfrenta con el mismo problema que Falla tenía para continuar: un prólogo terminado y las partes primera y tercera si bien no completas, considerablemente elaboradas y formalmente equilibradas una con respecto a la otra. ¿Cómo tratar entonces un tema mitológico de tan vastas proporciones como la descripción del “Jardín de las Hespérides” conectado con el hundimiento de la “Atlàntida” y el consiguiente castigo divino? Quizás no era posible dar respuesta a todas las interrogantes planteadas a la muerte de Falla, pero sí propiciar un acercamiento al espíritu de la obra. Y Halffter a su manera lo consigue. “Atlàntida” nos presenta un Falla distinto, completamente nuevo. Un amplio impulso épico domina la totalidad de la obra; se podría pensar en la Tetralogía de Wagner (sin que exista parecido en la música). El peso recae en los coros; las partes solistas son muy breves; muchas incluso renuncian a la palabra y al canto, y se representan sólo en forma de pantomima. Se trata, sin dudas, de una obra importante. “Atlàntida” es el mejor compendio del universo de Manuel de Falla, una gran “suma” musical y cultural. Los casi veinte años de bocetos de composición nos dejan multitud de referencias profundamente asimiladas: Monteverdi, la polifonía española y la italiana, los cancioneros castellanos, tal vez Puccini…, y todo junto a los refinados juegos tímbricos y armónicos de la orquesta, comparables a los más destacados momentos en Debussy, Ravel o Mahler. No sólo las enseñanzas de su maestro, Felipe Pedrell, o la admiración que profesaba por sus amigos Debussy, Albéniz, Ravel y Stravinsky, forman parte del mundo de Falla. No sólo el París anti-romántico de principios de siglo, también el romanticismo

“ATLÀNTIDA” – CANTATA ESCÉNICA EN UN PRÓLOGO Y TRES PARTES Prólogo: L’Atlàntida submergida - Hymnus hispanicus. Primera Parte: L’incendi dels Pirineus - Ària de Pirene - Càntic a Barcelona. Segunda Parte: Hèrcules i Gerió el tricèfal - Càntic a l’Atlàntida - Els jocs de les Plèiades - Arribada d’Alcides a Gades Veus missatgeres - La veu divina. Tercera Parte: El Pelegrí - El somni d’Isabel (Gallarda) - El somni d’Isabel (Romanso) - Les caravel-les - La Salve en el mar La nit suprema. La partitura de Falla contiene tanto el texto catalán de Verdaguer como la traducción castellana, de modo que ambos idiomas se pueden considerar originales. Personajes Protagonistas: El Corifeo (barítono); El Niño (voz blanca); La Reina Pirene (mezzosoprano); Gerión (2 tenores y 1 barítono); las siete Pléyades: Maya (soprano), Aretusa (soprano), Caleno (mezzosoprano), Eriteia (soprano), Electra (mezzosoprano), Asterope (mezzosoprano) y Alción (contralto); Una Dama de la corte (mezzosoprano); Un paje (voz blanca); La Reina Isabel (soprano); y Coro mixto. Representaciones de “Atlàntida” El estreno se llevó a cabo en versión de concierto en el Teatro del Liceo de Barcelona, el 24 de noviembre de 1961, con Victoria de los Angeles y Raimundo Torres como principales solistas, bajo la dirección musical de Eduardo Toldrá. La primera versión representada se realizó en el Teatro alla Scala de Milán, en idioma italiano, el 18 de junio de 1962, bajo la dirección escénica de Margarita Wallman y dirección musical de Thomas Schippers. Nuevamente en formato de concierto “Atlàntida” pudo escucharse durante 1962, en San Jerónimo de Granada, Usher Hall de Edimburgo, Plaza Porticada de Santander, Victoria Eugenia de San Sebastián, Philharmonic Hall de Nueva York, Deutsche Oper de Berlín (bajo la dirección escénica de Franco Zeffirelli y musical de Eugene Jochum) y Palacio de la Música y Monumental de Madrid. Poco después, el 3 de mayo de 1963, “Atlàntida” llegó al Teatro Colón de Buenos Aires, bajo la batuta de Juan José Castro. La versión «definitiva» de “Atlàntida”, concluida por Halffter, fue presentada en la Kunsthaus durante el Festival de Lucerna, el 9 de septiembre de 1976, bajo la dirección de Jesús López Cobos y luego con algún retoque final, en el Teatro Real de Madrid, el 20 de mayo de 1977. Tras el homenaje inicial de las primeras representaciones, la obra ha tenido su éxito más clamoroso gracias a las interpretaciones de comienzos de los años 90 dirigidas por Edmon Colomer. Obra musical de Manuel de Falla (1876-1946) Nacido en Cádiz en 1876 y muerto en Alta Gracia, Argentina, en 1946. Después de haber dejado España en 1939 tras la guerra civil, la vida de Falla está marcada por cinco ciudades: Cádiz, Granada, Madrid, París y Buenos Aires. Entre 1907 y 1914, Falla vivió en París, donde conoció a Debussy, Dukas y Ravel, y en 1915 estrenó en Madrid “El amor brujo”. De ese período es también “El sombrero de tres picos”, ballet estrenado en Londres en 1919 y de las obras más brillantes montadas por Diaghilev. “Noches en los jardines de España” (1916); “El retablo de maese Pedro” (1923); “Concierto para clavicémbalo y orquesta”, estrenado en Barcelona por Wanda Landowska (1926), y “Atlàntida”, son sus obras más destacadas.

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germano y la música medieval estaban en su cabeza. Los cancioneros españoles del siglo XV, la polifonía de Tomás Luis de Victoria, Palestrina, los cánticos de la liturgia bizantina, la música de Beethoven, Wagner, Mahler, Grieg, Mussorgski; todo ello es parte de un universo musical, tan amplio como la cultura y la curiosidad que delata su correspondencia y los apuntes en libros y partituras que estudió a lo largo de su vida. La música popular y el folklore también forman parte de su universo, con patrones rítmicos y giros melódicos continuamente recreados y reinventados. “Atlàntida” cierra y corona la obra de Falla, el más importante compositor español desde Tomás Luis de Victoria y el andaluz más universal junto a Picasso. Durante casi veinte años (desde 1927 hasta su muerte en 1946), Don Manuel trabajó con ilusión y dificultades en su “cantata” sobre el poema de Jacinto Verdaguer. Como indica Colomer, “Atlàntida es fruto de las transformaciones y vicisitudes que se producen durante los últimos veinte años de la vida de Falla y que dilatan infinitamente el proceso de composición”. Muchos encontrarán en ella el resumen de una vida, mientras otros echarán de menos la espontaneidad que caracteriza al Falla anterior. Suena lógico que el planteamiento estético inicial haya sufrido la evolución que impone el tiempo y que inevitablemente haya conducido a un nuevo y singularísimo aporte a la obra del propio compositor y a la literatura musical del siglo XX. “Atlàntida” es el testamento musical de un artista comprometido consigo mismo, que busca entregar al mundo un mensaje de belleza y que en su intimidad siente como encargo de la Divina Providencia.

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Profundizando “Atlàntida” Pese a ser escasos los registros de la obra, destacamos dos de ellos que se caracterizan por el altísimo nivel interpretativo y una notable dirección orquestal y coral: 1. En primer lugar, el registro efectuado en 1992 por la Joven Orquesta Nacional de España, conducida por Edmon Colomer, con la participación de importantes solistas, destacando: Simon Estes (Coryphée), Maria Bayo (Reine Isabel), Teresa Berganza (Reine Pirene); y diversos grupos corales como: Coral Universitat de les Illes Balears (Dir. Joan Company); Coro Polifónico Universitario de La Laguna (Dir. Carmen Cruz); Orfeón Navarro Reverter (Dir. Josep Lluís Valldecabres); Pequeños Cantores de Valencia (Dir. Jesús Ribera). Registro Auvidis Ibérica. 2. Versión muy interesante es tambié el registro, en idioma italiano, interpretado por la Orquesta del Teatro alla Scala de Milan, conducida por Thomas Schippers, con la participación de otros destacados solistas: Giulietta Simionato, Roger Browne, Teresa Stratas y Gustavo Halley.

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Sobre los Autores JOSEPH RATZINGER-BENEDICTO XVI. El presente artículo corresponde a una reflexión hecha por su autor en la década del sesenta casi 10 años antes de su consagración episcopal.

MAURO MATTHEI O.S.B. Monje benedictino de la Abadía de la Santísima Trinidad de Las Condes. Historiador y Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS.

CARDENAL TARCISIO BERTONE. Secretario de Estado de Su Santidad.

FELIPE BACARREZA. Obispo de Los Ángeles (Chile). Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS.

HÉCTOR AGUER. Arzobispo de La Plata, Argentina. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS. PEDRO MORANDÉ. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Miembro de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales. Miembro del Comité Editorial de revista HUMANITAS. CARDENAL GEORGES COTTIER O.P. Teólogo emérito de la Casa Pontificia. El presente artículo fue publicado originalmente por la revista 30 Días. FRANCESCO D’AGOSTINO. Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Tor Vergata de Roma. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS. JUAN DE DIOS VIAL CORREA. Médico cirujano. Presidente emérito del Pontificio Consejo para la Vida. Ex Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Miembro de Número de la Academia de Ciencias del Instituto de Chile. Miembro del Comité Editorial de revista HUMANITAS. JEAN-LOUIS BRUGUÉS O.P. Arzobispo-obispo emérito de Angers. Secretario de la Congregación para la Educación Católica. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS.

GIAN PAOLO SALVINI / GUISEPPE DE ROSA. Sacerdotes. Redactores de la revista italiana La Civiltà Cattolica. La presente crónica proviene de dicho medio. PEDRO DE LA NOI. Sacerdote. Por muchos años profesor formador de futuros sacerdotes en Seminarios chilenos. AQUILINO POLAINO-LORENTE. Catedrático de Psicopatología. Director del Departamento de Psicología de la Universidad San Pablo-CEU. Miembro del Consejo de Consultores y Colaboradores de revista HUMANITAS. HERNÁN CORRAL. Profesor de Derecho Civil y ex Decano de Derecho de la Universidad de los Andes. Miembro del Comité Editorial de revista HUMANITAS. AUTORES EN PANORAMA

IGNACIO SÁNCHEZ. Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile SERGIO DÍEZ URZÚA. Ex Presidente del Senado FERNANDO MARTÍNEZ. Encargado sección Música en Revista HUMANITAS. JAIME ANTÚNEZ ALDUNATE. Director de revista HUMANITAS. VITTORIO MESSORI. Escritor y periodista italiano. FRANCISCO GIL HELLÍN. Arzobispo de Burgos, España. FERNANDO CHOMALI. Obispo Auxiliar de Santiago.

COMITÉ EDITORIAL DE HUMANITAS Jaime Antúnez. Director de revista HUMANITAS. Doctor en Filosofía. Miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Hernán Corral. Doctor en Derecho. Ex decano y profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes. Samuel Fernández. Doctor en Teología. Ex decano y profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Director del Centro de Estudios Padre Alberto Hurtado. Gabriel Guarda O.S.B. Abad emérito del Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad de Las Condes. Premio Nacional de Historia 1984. Miembro de número de la Academia de la Historia del Instituto de Chile. René Millar. Doctor en Historia. Profesor titular del Instituto de Historia. Ex decano de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la P.U.C. Miembro de número de la Academia de la Historia, del Instituto de Chile. Pedro Morandé. Doctor en Sociología. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la P.U.C. Miembro de de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales y miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Ricardo Riesco. Doctor en Geografía. Rector de la Universidad San Sebastián. Francisco Rosende. Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Católica de Chile. Master of Arts en Economía, Chicago. Juan de Dios Vial Correa. Ex Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ex Presidente de la Pontificia Academia para la Vida. Miembro de Número de la Academia de Ciencias del Instituto de Chile. Juan de Dios Vial Larraín. Ex Rector de la Universidad de Chile. Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 1997. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Arturo Yrarrázaval. Doctor en Derecho. Decano de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

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