Prólogo En 1995, mi predecesor en la rectoría de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Dr. Juan de Dios Vial Correa –presidente ya entonces de la Pontificia Academia Pro Vita y personalidad ampliamente conocida e involucrada en relevantes temas de Iglesia y de la cultura1– consideró ser una verdadera necesidad, como explicó en varias ocasiones, dar fundación a una revista abierta a dicho espectro de asuntos. Se la llamó HUMANITAS Revista de Antropología y Cultura Cristianas, lo segundo por haber nacido vinculada al programa de Antropología y Cultura Cristiana de la Universidad, que dirigía el Profesor Pedro Morandé, entonces prorrector de esta casa de estudios. Su “nombre de pila”, HUMANITAS, como ha sido luego constatado por su fundador y por quienes la dirigen, constituyó un feliz acierto, en cuanto definió el programa que habría de seguir la nueva publicación: “el de ofrecer una contribución modesta, pero decidida, a la inmensa tarea de recuperar el auténtico sentido de lo humano”2. Veinte años han transcurrido desde el inicio de HUMANITAS. Casi diecisiete mil páginas han dado forma a 80 números de la revista, publicados en forma regular cada trimestre desde enero de 1996 hasta ahora, cuatro cada año (más algunas ediciones especiales). Al margen de otras consideraciones, ya estas cifras dejan constancia del gran esfuerzo realizado por la Universidad y por las personas directamente involucradas en esta tarea. Un empeño, lo decimos con satisfacción, que ha valido con creces la pena. Esa “recuperación del sentido de lo humano” a que se ha entregado HUMANITAS, más allá incluso de su materialización en las páginas de la Revista y en varias otras iniciativas, ha descansado, desde sus primeros pasos, en una communio de personas comprometidas con la lectura del misterio del hombre a la luz del Verbo Encarnado (Gaudium et spes, 22) Su camino, guiado por el deseo íntimo de servir al magisterio de la Iglesia, teniendo principalmente en vista la guía de los sucesores de Pedro, hizo de la “vía pulchritdinis” –según la denominación de Benedicto XVI-, casi instintivamente, su más propio instrumento de diálogo con el mundo de nuestro tiempo, y su forma original de comunicar lo verdadero y lo bueno. Tal parecer no Así en la todavía reciente IV Conferencia General del Celam, presidida por San Juan Pablo II en Santo Domingo, en octubre de 1992, donde le fuese encargado abordar ante el plenario precisamente el tema de la cultura. 2 Humanitas 50, Editorial “Humanitas nombre que revela un programa”, por Juan de Dios Vial Correa. 1