sínodo de la Familia y conciencia de su carácter saGrado e inviolable
Así reza una de las invocaciones compuestas por
el Papa Francisco a la Sagrada Familia de Nazaret, “trinidad de la tierra” a la que ha encomendado su iluminación protectora para el desarrollo del Sínodo de los Obispos, el cual tiene lugar al momento que este número de revista HUMANITAS está en impresión: “Santa Familia de Nazaret, que el próximo Sínodo de los Obispos haga tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios”. Ofrecemos las relexiones a este respecto de dos miembros del Consejo de HUMANITAS, el ilósofo alemán, estrecho colaborador de Benedicto XVI, profesor Robert Spaeman y de Monseñor Jean Lafitte, Secretario del Pontiicio Consejo para la Familia. A ellas se agregan apartes del reciente libro “La esperanza de la Familia” (BAC, 2014) del Cardenal Gerhard Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y del Prólogo a dicha obra del Cardenal Fernando Sebastián.
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la esperanza de la Familia E
l cardenal Gerhard-Ludwig Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, concedió una larga entrevista al padre Carlos Granados, director de la BAC, recogida en La esperanza de la familia. Ofrece una panorámica de conjunto sobre la pastoral familiar ante el próximo Sínodo: la preparación al matrimonio, la presencia de Dios en la pareja, el acompañamiento de la Iglesia...; y muestra que, en realidad, la familia no es el problema de nuestro tiempo, sino la verdadera solución
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libro-entrevista con el cardenal müller
Una adecuada preparación al matrimonio: «A los pastores nos preocupa que tantos contrayentes formalmente cristianos de ninguna manera practiquen la fe cristiana», airma el cardenal Müller en La esperanza de la familia (BAC). De momento está «en fase de estudio» la posibilidad de «exigir a los contrayentes una fe más explícita». Además, aunque «hay que insistir en la catequesis previa al matrimonio», la preparación inmediata es «ineicaz» sin una «preparación remota al amor en la familia, ya desde la infancia y la adolescencia». El matrimonio es para siempre... porque está Dios: Para el cardenal Müller, «el para siempre del matrimonio está enraizado en el de una vez para siempre del sacriicio de Jesucristo en la Cruz. Dar la propia vida es la representación del amor, en lo cotidiano, en el día a día». Pero esta entrega es imposible sin Dios, pues «algo tan hermoso también tiene una limitación: no se puede realizar por las propias fuerzas». Desde el principio, «Dios está presente en el matrimonio de una manera sacramental, real, concreta, visible y palpable. Los esposos
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que ponen a Dios como centro de su vida conyugal descubren que su amor se alimenta y crece cada día». Cuando no es así, abundan «los hijos que crecen sin sus padres, huérfanos de los divorcios, quizá las personas más pobres del mundo, los más pobres entre los pobres». Frente a esto, están «los matrimonios que no fracasan, testigos del amor humano», un amor «que protege a los hijos».
Sin fe es muy difícil: El cardenal Müller asegura que, «en el actual contexto cultural, estos postulados resultan muy difíciles sin una fe acogida y vivida». Por eso, es preciso unir familia e Iniciación Cristiana, pues «sin la familia no existe la experiencia básica de la familiaridad con Dios», algo que prueba el que «las vocaciones religiosas mayoritariamente provienen de las familias en los movimientos o parroquias» con una fe viva. Por una Iglesia de las familias: «¡Cuántas familias languidecen por estar encerradas en sí mismas! Es necesario que las familias cristianas se integren en parroquias o movimientos, la representación de la gran familia que quiere Dios. ¡Reivindico una Iglesia de las familias!», afirma el Prefecto de Doctrina de la Fe. Sin embargo, «no hemos sido capaces de ofrecer una auténtica pastoral familiar», y entre las soluciones que propone está la de ofrecer no Misas para los niños, sino Misas para las familias; contar con los abuelos como «fuente de riqueza»; formar sacerdotes «más preparados para atender a las familias»; ahondar en los procesos de canonización de los matrimonios... La alegría de la fecundidad: El cardenal Müller lamenta que «mucha gente ha perdido su confianza en el futuro, influida por la ideología del bienestar: dinero, vacaciones, tiempo libre...», una forma de vivir que «ha destruido a las familias y emponzoñado la alegría de tener hijos». Para salir de esta trampa, «hay que volver a proponer lo evidente: somos felices cuando somos amados y cuando nos damos». Comunión a los divorciados y casados después civilmente: «Ni siquiera un Concilio puede cambiar la doctrina de la Iglesia coniada por Jesucristo», sostiene el cardenal Müller. Asimismo, «la misericordia no puede ser nunca una justiicación para invalidar los
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«El principal problema que tenemos en la Iglesia a propósito de la familia no es el pequeño número de divorciados recasados que desean acercarse a la Comunión. El problema más grave es el gran número de bautizados que se casan civilmente; y el gran número de casados sacramentalmente que no viven su matrimonio de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia»: así de claro lo tiene el cardenal Fernando Sebastián, autor del prólogo de La esperanza de la familia. Para él, «sin fe no se puede celebrar válidamente un sacramento», por lo que, en realidad, «el sacramento del Matrimonio comienza en la conversión cristiana». Ya que «hoy no podemos dar la fe por supuesta», es preciso «repensar el proceso de Iniciación Cristiana de nuestros jóvenes», deiende. En ello está la Iglesia en todo el mundo, en los meses previos al próximo Sínodo de la Familia. Diversas Conferencias Episcopales nacionales han tratado el tema de la familia en sus últimas Plenarias; el Presidente del Consejo Pontiicio para la Familia, monseñor Paglia, ha hablado sobre La pastoral familiar hoy ante los obispos de África Oriental; el CELAM se dispone a celebrar su I Congreso de Agentes de Pastoral Familiar. Y, en España, la Conferencia Episcopal celebra estos días la Jornada Itinerario para la evangelización de la familia actual.
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PRÓLOGO CARD. FERNANDO SEBASTIÁN
mandamientos y los sacramentos», ya que «el verdadero alcance de la misericordia de Dios es que nos regala su gracia para que podamos ser ieles», deiende. Ni la Eucaristía ni el Matrimonio son un sentimiento o un asunto de conciencia, por lo que «no se puede subordinar a los propios gustos la recepción de los sacramentos». Por eso, la herida que sufre un cónyuge abandonado «no se cura queriendo sin más partir de cero; se cura ofreciendo a Cristo la herida sufrida». Síntesis realizada por Juan Luis Vázquez
(Alfa y Omega)
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pluralismo de los estilos de vida Familiar y de la vida aFectiva POR JEAN LAFFITTE
Cada familia es única, así como son únicas las personas que la constituyen. Existe pues pluralidad de hecho de las identidades familiares y de sus estilos de vida.
1. En cuanto comunión de personas, el estilo de vida de la familia y sus expresiones afectivas integran las personalidades, el carácter original y el ejercicio de la libertad de sus miembros. Desde este punto de vista, cada familia es única, así como son únicas las personas que la constituyen. Existe pues pluralidad de hecho de las identidades familiares y de sus estilos de vida.
2. Pero hablar de pluralismo no es puramente tomar nota de esta pluralidad de hecho; es promover un derecho a esta expresividad plural. Semejante paso adelante puede parecer evidente a algunos, y es verdad negativamente que imponer un estilo único de vida a las familias constituiría totalitarismo. 3. Sin embargo, se plantea un problema. ¿De qué pluralidad, de qué diferencias se habla? ¿No corresponde distinguir entre aquellas que despliegan positivamente la riqueza de lo humano y aquellas que la deterioran? a) Ciertas diversidades enriquecen a la humanidad. Existen, por ejemplo, familias que desarrollan una verdadera creatividad artística (pensemos en las familias Bach o Mozart). Su experiencia original de la belleza otorga una tonalidad especial a su comunión familiar, e irradia incluso más allá, en la sociedad y en la cultura. Sería al
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mismo tiempo estúpido y totalitario tratar de imponer o de prohibir semejante fecundidad. Lo que es verdad en materia artística, lo es en muchos otros campos: hobbies, deportes, compromisos sociales o políticos, etc.
b) Existen desgraciadamente otras “diversidades” que lesionan la dignidad de las personas y de las familias. Las manifestaciones de violencia familiar, por ejemplo, representan también un “estilo de vida” y un “modo de expresión afectiva”. En los casos más graves, los servicios sociales son habilitados para intervenir con el in de proteger a los más débiles y castigar a los culpables. Obviamente, no se puede transformar esta diferencia en “derecho” Antes de promover el en nombre del pluralismo de las expresiones afectivas. “derecho a la diferencia”
o el principio del “pluralismo de las expresiones afectivas”, es inevitable examinar los contenidos de estas diferencias o de estas expresiones, y evaluarlas desde el punto de vista de la promoción tanto de la dignidad de las personas como del bien de las familias y de la sociedad.
4. Así, antes de promover el “derecho a la diferencia” o el principio del “pluralismo de las expresiones afectivas”, es inevitable examinar los contenidos de estas diferencias o de estas expresiones, y evaluarlas desde el punto de vista de la promoción tanto de la dignidad de las personas como del bien de las familias y de la sociedad. Las expresiones afectivas no tienen en sí mismas su propia justiicación. Cuando experimento un deseo, una pulsión o una repulsión, ira o compasión, me falta todavía discernir qué valor tienen desde el punto de vista de mi verdadero bien y del bien de los demás. En este aspecto, nuestra cultura es muy ambigua. Por una parte, promueve una especie de sinceridad subjetiva inmediata, que hace difícil este discernimiento. Dice un eslogan publicitario italiano: “¡Vive tus emociones!”. Por otra parte, después de haber alejado lo más posible esta lógica, uno termina por encontrarse con actos sumamente perjudiciales para las personas de manera que uno cae brutalmente en la condenación. Al respecto es signiicativa la cuestión de la pedoilia desde 1968 hasta nuestros días; pero otro tanto ocurre con las manifestaciones de violencia sexual en general. 5. El problema de la afectividad vivida sin la distancia del discernimiento es que en el momento provoca un sentimiento de total libertad, pero a largo plazo se convierte en una esclavitud: de hecho ahí se pierde todo margen de libertad. “Vive tus emociones” no es por azar un eslogan publicitario: una persona con este comportamiento ciertamente llega a ser totalmente manipulable. El problema residiría en un “pluralismo
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de los estilos de vida y de la vida afectiva” promovido sin plantearse las cuestiones de fondo: supericialmente, se vería allí una gran apertura, una gran tolerancia; ¿pero qué ocurriría a largo plazo en el plano personal y social de una afectividad que tuviera en sí misma su propia justiicación? 6. “Discernir” es tomar cierta distancia para evaluar lo vivido desde el punto de vista de la construcción del verdadero bien. Eso supone tener conciencia de que hay una verdad sobre el hombre y sobre aquello que promueve su humanidad y su dignidad. Es lo que se llama clásicamente la “ley natural”, es decir, los dinamismos profundos que estructuran al ser humano y de acuerdo con los cuales expande su propia humanidad. Así, discernir es integrar en los propios actos y en las propias opciones los impulsos afectivos que permiten El problema de la esta expresión. Serán entonces enriquecidos y reforzados, afectividad vivida y permitirán que se imprima en mayor medida en ellos sin la distancia del la personalidad original que es su fuente. Discernir es discernimiento es que también a corto plazo impedir que un movimiento peen el momento provoca ligroso para mí o para los demás se traduzca en acto: si un sentimiento de total experimento ira contra alguien, es preciso sin duda que libertad, pero a largo reprima mi deseo de golpearlo. A más largo plazo, es traplazo se convierte en bajar el terreno de mi afectividad para que esta se exprese una esclavitud: de cada vez más espontáneamente en el buen sentido. En la hecho ahí se pierde todo enseñanza moral clásica, se trata de la lucha contra los margen de libertad. vicios y la elaboración de las virtudes. En ciertos casos, hoy se agregarían consideraciones de orden terapéutico: la ayuda que una persona a veces necesita para encontrar mayor libertad con respecto a ciertas heridas de su vida anterior. De nuevo, no hay terapia posible si ya no se tienen criterios para distinguir los dinamismos afectivos positivos y constructivos de aquellos que encierran a la persona en diversas formas de esclavitud, y que de manera más amplia hieren a veces el vínculo familiar o social. 7. Así, el “pluralismo de los estilos de vida familiar y de la vida afectiva” solo puede promoverse sobre el fondo de esas referencias vinculadas con la ley natural, la promoción de la dignidad de las personas y de las familias, y el bien común, cultural y social.
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POR ROBERT SPAEMANN
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divorcio y seGundas nupcias
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as estadísticas sobre divorcios en las modernas so- Pero, ¿no podría tal ciedades occidentales son catastróicas. Ellas muestran vez ser disuelta por que el matrimonio ya no se considera como algo nuevo, el consentimiento de como una realidad independiente capaz de trascender ambas partes, o por la individualidad de los esposos, una realidad que, al la voluntad de un menos, no puede ser disuelta por la sola voluntad de una sínodo o de un Papa? de sus partes. Pero, ¿no podría tal vez ser disuelta por La respuesta debe el consentimiento de ambas partes, o por la voluntad de ser negativa, pues un sínodo o de un Papa? La respuesta debe ser negativa, como el mismo Jesús pues como el mismo Jesús declara explícitamente, el declara explícitamente, hombre no puede separar lo que Dios mismo ha unido. el hombre no puede separar lo que Dios Tal es la enseñanza de la Iglesia Católica. mismo ha unido. Tal La concepción cristiana de la vida virtuosa reclama es la enseñanza de la ser válida para todos los seres humanos. Sin embargo, Iglesia Católica. incluso los discípulos de Jesús se sorprendieron por las palabras de su Maestro: “¿No sería mejor, entonces, respondieron, no casarse en absoluto?” El asombro de los discípulos maniiesta el contraste entre la forma de la vida cristiana y el modo de vida dominante en el mundo. Se quiera o no, la Iglesia en Occidente está en vías de convertirse en una contracultura, y su futuro ahora depende principalmente de si es capaz, como la sal de la tierra, de mantener su sabor y no ser pisoteada por los hombres. La belleza de la enseñanza de la Iglesia solo puede brillar cuando no está aguada. La tentación de diluir la doctrina se refuerza en la
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actualidad por un hecho inquietante: los católicos se están divorciando casi tan frecuentemente como sus homólogos laicos. Claramente algo ha ido mal. Va en contra de toda razón pensar que todos los católicos divorciados y vueltos a casar civilmente han comenzado sus primeras nupcias firmemente convencidos de su indisolubilidad y luego han cambiado fundamentalmente su parecer a lo largo del camino. Es más razonable suponer que contrajeron matrimonio sin saber claramente lo que en primer lugar estaban haciendo: quemar las naves tras de sí para siempre (es decir, hasta la muerte), de suerte que la idea misma de un segundo matrimonio simpleLa belleza de la mente ya no existía para ellos. Lamentablemente, la Iglesia Católica no está exenta enseñanza de la Iglesia solo puede de culpa. La preparación para el matrimonio cristiano brillar cuando no está muchas veces no ofrece a las parejas comprometidas aguada. La tentación una imagen clara de las implicaciones de un matride diluir la doctrina monio católico. Si fuese así, probablemente muchas se refuerza en la parejas decidirían no casarse por la Iglesia. Para otros, actualidad por un de seguro, una buena preparación para el matrimonio hecho inquietante: proporcionaría un impulso eficaz para la conversión. los católicos se están Hay un inmenso atractivo en la idea de que la unión de divorciando casi tan un hombre y una mujer está “escrita en las estrellas“, frecuentemente como que perdura en lo alto, y que nada puede destruirla, sus homólogos laicos. tanto “en los momentos buenos como en los malos“. Claramente algo Esta convicción es una fuente maravillosa y estimulante ha ido mal. de fortaleza y alegría para los cónyuges que luchan en medio de sus crisis matrimoniales buscando dar nueva vida a su viejo amor. En lugar de reforzar el recurso natural y obvio de la estabilidad matrimonial, muchos eclesiásticos, incluidos obispos y cardenales, preieren recomendar, o al menos tener en cuenta, otra opción, como una alternativa a la enseñanza de Jesús, y que sería fundamentalmente una capitulación frente al gran público secularizado. Se nos dice que el remedio al adulterio que entraña el nuevo matrimonio de los divorciados, ya no es la contrición, la renuncia y el perdón, sino el paso del tiempo, la costumbre, como si la aceptación social general y nuestra comodidad personal hacia nuestras decisiones y hacia nuestras vidas tuvieran un poder casi sobrenatural. Se dirá que esta alquimia supuestamente transforma un concubinato adúltero que llamamos “segundo matrimonio” en una unión aceptable de ser bendecida por la Iglesia en nombre de Dios. Según esta misma lógica, desde luego, también sería justo para la Iglesia bendecir las uniones homosexuales.
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“Dios creó al hombre a su imagen…, los creó varón y mujer.” (Gén 1,27)
Como nos enseña la Santa Escritura, el matrimonio, antes de ser un Sacramento, es una gran realidad terrena: “Dios creó al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó” (Gén 1, 27). Es necesario siempre volver a esta primera página de la Biblia si se quiere comprender lo que es, lo que debe ser una pareja humana, un hogar… La dualidad de sexos ha sido querida por Dios, para que juntos el hombre y la mujer sean imagen de Dios, y como Él, fuente de vida: “Creced y multiplicaos, llenad la tierra y dominadla” (Gén 1, 28). Una lectura atenta de los Profetas, de los libros sapienciales, del Nuevo Testamento, nos muestra la signiicación de esta realidad fundamental, y nos enseña a no reducirla al deseo físico..., sino a descubrir en ella el carácter complementario de los valores del hombre y de la mujer, la grandeza y las debilidades del amor conyugal, su fecundidad y su apertura al misterio del designio de amor de Dios. Esta enseñanza conserva hoy día todo su valor y nos deiende contra las tentaciones de un erotismo destructor… El cristiano sabe que el amor humano es bueno por su origen, y si ha sido, como todo lo que existe en el hombre, herido y deformado por el pecado, encuentra en Cristo su salvación y su redención… Muchas parejas han encontrado realmente en su vida conyugal el camino de la santidad, en esta comunidad de vida que es la única que puede fundarse sobre un sacramento. La regeneración bautismal obra del Espíritu Santo (cf. Tit 3, 5), nos convierte en criaturas nuevas (cf. Gal 6, 15), “llamadas a vivir una vida nueva” (Rom 6, 4). Esta gran empresa de renovación de todas las cosas en Cristo, el matrimonio, también él, puriicado y renovado, es una realidad nueva, un sacramento de la nueva alianza. Y he aquí que en los umbrales del Nuevo Testamento, como en el dintel del Antiguo, se yergue un matrimonio. Pero, mientras que el de Adán y Eva fue la fuente del mal que se ha desencadenado en el mundo, el de José y María es la cima de donde desciende la santidad por toda la tierra.
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ASÍ HABLÓ PABLO VI DE LA FAMILIA
Papa Pablo VI Discurso del 4.V.1970 a los Equipos de Nuestra Señora
Pero esta forma de pensar está basada en un profundo error. El tiempo no es de suyo creativo. Su paso no restaura la inocencia perdida. De hecho, su tendencia es siempre a lo opuesto, es decir, a
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aumentar la entropía. Cada instancia de orden en la naturaleza es arrebatada de las garras de la entropía y con el tiempo termina por caer otra vez más bajo su dominio. Como dice Anaximandro: “De donde surgen las cosas, ellas vuelven tarde o temprano, según la hora señalada“. Sería un error volver a presentar el principio de la decadencia y de la muerte como una cosa buena. No debemos confundir el debilitamiento progresivo del sentido del pecado con su desaparición y atenuar nuestra responsabilidad en relación a ello. Aristóteles enseñó que hay un mal mayor en el pecado habitual que en una simple caída acompañada por el aguijón del remordimiento. El adulterio es un ejemplo de ello, sobre todo La preparación para cuando lleva a nuevos y legales acuerdos de “nuevo el matrimonio cristiano matrimonio” que son casi imposibles de deshacer sin muchas veces no gran dolor y esfuerzo. Tomás de Aquino usa el térofrece a las parejas mino perplexitas para caracterizar casos como estos. comprometidas una Son situaciones de las cuales no se puede salir sin inimagen clara de currir, de un modo o de otro, en alguna culpabilidad. las implicaciones También un solo acto de infidelidad deja al adúltero de un matrimonio en la perplejidad: ¿Debe confesar su acto a su cónyuge católico. Si fuese así, probablemente muchas o no? Si lo confiesa, bien podría salvar el matrimonio parejas decidirían no y, en todo caso, evitar una vergüenza que podría casarse por la Iglesia. terminar por destruir la confianza mutua. Por otra Para otros, de seguro, parte, una confesión podría suponer una amenaza una buena preparación aun mayor para el matrimonio que el propio pecado para el matrimonio (esta es la razón de por qué los sacerdotes a menudo proporcionaría un aconsejan a los penitentes no revelar la infidelidad a impulso eicaz para su cónyuge). Nótese, además, que Santo Tomás enseña la conversión. que nunca caemos en la perplexitas sin un cierto grado de culpabilidad personal, y que Dios lo permite como un castigo por el pecado que en primer lugar nos ha puesto sobre el mal camino. Sostener a nuestros hermanos cristianos en medio de la perplexitas de un nuevo matrimonio, mostrarles empatía y asegurarles la solidaridad de la comunidad, es una obra de misericordia. Pero admitirlos a la comunión sin contrición y regularizar su situación sería una ofensa contra el Santísimo Sacramento, otra más entre las muchas que se han cometido en nuestros días. La enseñanza de Pablo sobre la Eucaristía en la primera carta a los Corintios culmina con una advertencia contra la recepción indigna del Cuerpo de Cristo: “El que lo come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación”. ¿Por qué los reformadores litúrgicos no colocaron
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estos versos decisivos en todas las fiestas y no solo en la segunda lectura de la Misa del Jueves Santo y del Corpus Christi? Cuando toda la asamblea se levanta para recibir la comunión domingo tras domingo, uno debería preguntarse: ¿Es que las parroquias católicas están compuestas exclusivamente por santos? Pero todavía hay un último punto que con todo derecho debe ser el primero. La Iglesia admite que manejó los abusos sexuales de menores sin tener suficientemente en cuenta a las víctimas. El mismo esquema se repite aquí. ¿Alguien siquiera ha mencionado a las víctimas? ¿Alguien habla de la mujer y de sus cuatro hijos que su marido ha abandonado? Ella podría estar Sostener a nuestros dispuesta a recibirlo, aunque solo sea para garantizar hermanos cristianos en que los niños estarán cuidados; sin embargo, él tiene medio de la perplexitas de un nuevo una nueva familia y no tiene intención de regresar. Mientras tanto, el tiempo pasa. El adúltero desea reci- matrimonio, mostrarles bir la comunión de nuevo. Él está dispuesto a confesar su empatía y asegurarles culpa, pero no está dispuesto a pagar el precio, es decir, la solidaridad de la llevar una vida de continencia. La mujer abandonada se comunidad, es una ve obligada a mirar cómo la Iglesia acepta y bendice la obra de misericordia. nueva unión. Como añadiendo un insulto a la injuria, su Pero admitirlos a la comunión sin abandono recibe un timbre de aprobación eclesiástica. contrición y Entonces sería más honesto sustituir la frase “hasta que regularizar su situación la muerte los separe” por “hasta que el amor de uno de sería una ofensa ustedes se enfríe“, una fórmula que ya está siendo recocontra el Santísimo mendada en serio. Pero hablar aquí de una “liturgia de Sacramento, otra más bendición” más bien que de un nuevo matrimonio ante entre las muchas que el altar, sería un engañoso juego de manos que simple- se han cometido en mente lanza polvo a los ojos de la gente. nuestros días.
* Este artículo fue publicado originalmente por la revista norteamericana First Things.
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N IÓ IC ED TA ES DE RE ER CI AL
DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO AL CONCLUIR EL SÍNODO EXTRAORDINARIO DE LOS OBISPOS SOBRE LA FAMILIA Queridos: Eminencias, Beatitudes, Excelencias, hermanos y hermanas: ¡Con un corazón lleno de reconocimiento y de gratitud quiero agradecer junto a ustedes al Señor que nos ha acompañado y nos ha guiado en los días pasados, con la luz del Espíritu Santo! Agradezco de corazón a S. E. Card. Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo, S. E. Mons. Fabio Fabene, Sub-secretario, y con ellos agradezco al Relator S. E. Card. Peter Erdő y el Secretario Especial S. E. Mons. Bruno Forte, a los tres Presidentes delegados, los escritores, los consultores, los traductores, y todos aquellos que han trabajado con verdadera idelidad y dedicación total a la Iglesiay sin descanso: ¡gracias de corazón! Agradezco igualmente a todos ustedes, queridos Padres Sinodales, Delegados fraternos, Auditores, Auditoras y Asesores por su participación activa y fructífera. Los llevaré en mis oraciones, pidiendo al Señor los ¡recompense con la abundancia de sus dones de su gracia! Puedo decir serenamente que —con un espíritu de colegialidad y de sinodalidad— hemos vivido verdaderamente una experiencia de «sínodo», un recorrido solidario, un «camino juntos». Y siendo “un camino» —como todo camino— hubo momentos de carrera veloz, casi de querer vencer el tiempo y alcanzar rápidamente la meta; otros momentos de fatiga, casi hasta querer decir basta; otros momentos de entusiasmo y de ardor. Momentos de profundo consuelo, escuchando el testimonio de pastores verdaderos (Cf. Jn 10 y Cann 375, 386, 387) que llevan en el corazón, sabiamente, las alegrías y las lágrimas de sus ieles. Momentos de gracia y de consuelo, escuchando los testimonios de las familias que han participado del Sínodo y han compartido con nosotros la belleza y la alegría de su vida matrimonial. Un camino donde el más fuerte se ha sentido en el deber de ayudar al menos fuerte, donde el más experto se ha prestado a servir a los otros, también a través del debate. Y porque es un camino de hombres, también hubo momentos de desolación, de tensión y de tentación, como algunas de las siguientes: — La tentación del endurecimiento hostil, esto es el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos todavía aprender y alcanzar. Es la tentación de los celosos, de los escrupulosos, de los apresurados, de los así llamados «tradicionalistas» y también de los intelectualistas. — La tentación del “buenismo” destructivo, que en nombre de una misericordia engañosa venda las heridas sin primero curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causas ni las raíces. Es la tentación de los «buenistas», de los temerosos y también de los así llamados “progresistas y liberalistas”. * Estos textos pueden leerse en www.humanitas.cl
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— La tentación de transformar la piedra en pan para terminar el largo ayuno, pesado y doloroso (Cf. Lc 4, 1-4) y también de transformar el pan en piedra, y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos (Cf. Jn 8,7), de transformarla en “fardos insoportables” (Lc 10,27). — La tentación de descender de la cruz para contentar a la gente, y no permanecer, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en vez de puriicarlo e inclinarlo al Espíritu de Dios. — La tentación de descuidar el “depositum fidei”, considerándose no custodios, sino propietarios y patrones, o por otra parte, la tentación de descuidar la realidad utilizando ¡una lengua minuciosa y un lenguaje pomposo para decir tantas cosas y no decir nada! Queridos hermanos y hermanas, las tentaciones no nos deben asustar ni desconcertar, ni mucho menos desanimar, porque ningún discípulo es más grande que su maestro; por lo tanto si Jesús fue tentado —y además llamado Belcebú (Cf. Mt 12,24)—, sus discípulos no deben esperarse un trato mejor. Personalmente me hubiera preocupado mucho y entristecido si no se hubieran dado estas tensiones y estas discusiones animadas; este movimiento de los espíritus, como lo llamaba San Ignacio (EE, 6), si todos hubieran estado de acuerdo o taciturnos en una falsa y quietista paz. En cambio he visto y escuchado —con alegría y reconocimiento— discursos e intervenciones llenos de fe, de celo pastoral y doctrinal, de sabiduría, de franqueza, de coraje y parresía. Y he sentido que ha sido puesto delante de sus ojos el bien de la Iglesia, de las familias y la “suprema lex”: la “salus animarum” (Cf. Can 1752). Y esto siempre sin poner jamás en discusión la verdad fundamental del Sacramento del Matrimonio: la indisolubilidad, la unidad, la idelidad y la procreatividad, o sea la apertura a la vida (Cf. Cann 1055, 1056 y Gaudium et spes, 48). Esta es la Iglesia, la viña del Señor, la Madre fértil y la Maestra premurosa, que no tiene miedo de remangarse las manos para derramar el óleo y el vino sobre las heridas de los hombres (Cf. Lc 10,25-37); que no mira a la humanidad desde un castillo de vidrio para juzgar y clasiicar a las personas. Esta es la Iglesia Una, Santa, Católica y compuesta de pecadores, necesitados de Su misericordia. Esta es la Iglesia, la verdadera esposa de Cristo, que busca ser iel a su Esposo y su doctrina. Es la Iglesia que no tiene miedo de comer y beber con las prostitutas y los publicanos (Cf. Lc 15). La Iglesia que tiene las puertas abiertas para recibir a los necesitados, los arrepentidos y ¡no solo a los justos o aquellos que creen ser perfectos! La Iglesia que no se avergüenza del hermano caído y no inge no verlo, al contrario, se siente comprometida y obligada a levantarlo y a animarlo a retomar el camino y lo acompaña hacia el encuentro deinitivo con su Esposo, en la Jerusalén celeste. ¡Esta es la Iglesia, nuestra Madre! Y cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en comunión, no puede equivocarse: es la belleza y la fuerza del sensus idei, de aquel
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sentido sobrenatural de la fe, que viene dado por el Espíritu Santo para que, juntos, podamos todos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús en nuestra vida, y esto no debe ser visto como motivo de confusión y malestar. Tantos comentaristas han imaginado ver una Iglesia en litigio donde una parte está contra la otra, dudando hasta del Espíritu Santo, el verdadero promotor y garante de la unidad y de la armonía en la Iglesia. El Espíritu Santo que a lo largo de la historia ha conducido siempre la barca, a través de sus ministros, también cuando el mar era contrario y agitado y los ministros inieles y pecadores. Y, como he osado decirles al inicio, era necesario vivir todo esto con tranquilidad y paz interior también, porque el sínodo se desarrolla cum Petro et sub Petro, y la presencia del Papa es garantía para todos. Por lo tanto, la tarea del Papa es aquella de garantizar la unidad de la Iglesia; es aquella de recordar a los ieles su deber de seguir ielmente el Evangelio de Cristo; es aquella de recordar a los pastores que su primer deber es nutrir la grey que el Señor les ha coniado y de salir a buscar —con paternidad y misericordia y sin falsos miedos— la oveja perdida. Su tarea es la de recordar a todos que la autoridad en la Iglesia es servicio (Cf. Mc 9,33-35) como ha explicado con claridad el Papa Benedicto XVI con palabras que cito textualmente: “la Iglesia está llamada y se empeña en ejercitar este tipo de autoridad que es servicio, y la ejercita no a título propio, sino en el nombre de Jesucristo… a través de los Pastores de la Iglesia; de hecho, Cristo apacienta a su grey: es Él que la guía, la protege, la corrige porque la ama profundamente. Pero el Señor Jesús, Pastor supremo de nuestras almas, ha querido que el Colegio Apostólico, hoy los Obispos, en comunión con el Sucesor de Pedro … participaran en esta misión suya de cuidar al pueblo de Dios, de ser educadores de la fe, orientando, animando y sosteniendo a la comunidad cristiana, o como dice el Concilio,“cuidando sobre todo que cada uno de los fieles sean guiados en el Espíritu santo a vivir según el Evangelio su propia vocación, a practicar una caridad sincera y operosa y a ejercitar aquella libertad con la que Cristo nos ha librado” (Presbyterorum Ordinis, 6)… Y a través de nosotros —continúa el Papa Benedicto— es que el Señor llega a las almas, las instruye, las custodia, las guía. San Agustín en su Comentario al Evangelio de San Juan dice: “Sea por lo tanto un empeño de amor apacentar la grey del Señor” (123,5); esta es la suprema norma de conducta de los ministros de Dios, un amor incondicional, como aquel del Buen Pastor, lleno de alegría, abierto a todos, atento a los cercanos y premuroso con los lejanos (Cf. S. Agustín, Discurso 340, 1; Discurso 46,15), delicado con los más débiles, los pequeños, los simples, los pecadores, para manifestar la infinita misericordia de Dios con las confortantes de la esperanza (Cf. Id., Carta 95,1)” (Benedicto XVI Audiencia General, miércoles, 26 de mayo de 2010). Por lo tanto la Iglesia es de Cristo —es su esposa— y todos los Obispos en comunión con el Sucesor de Pedro, tienen la tarea y el deber de custodiarla y de servirla, no como patrones sino como servidores. El Papa en este contexto no es el señor supremo, sino más bien el supremo servidor – “Il servus servorum Dei”; el garante de la obediencia , de la conformidad de la Iglesia
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a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la Tradición de la Iglesia poniendo de parte todo arbitrio personal, siendo también —por voluntad de Cristo mismo— “el Pastor y Doctor supremo de todos los ieles” (Can 749) y gozando “de la potestad ordinaria que es suprema, plena, inmediata y universal de la iglesia” (Cf. Cann 331-334). Queridos hermanos y hermanas, ahora todavía tenemos un año para madurar con verdadero discernimiento espiritual las ideas propuestas y encontrar soluciones concretas a las tantas diicultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar; para dar respuesta a tantos desánimos que circundan y sofocan a las familias, un año para trabajar sobre la “Relatio Synodi” que es el resumen iel y claro de todo lo que fue dicho y discutido en esta aula y en los círculos menores. ¡El Señor nos acompañe y nos guíe en este recorrido para gloria de Su nombre con la intercesión de la Virgen María y de San José! ¡Y por favor no se olviden de rezar por mí! 18 de octubre, 2014
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO EN LA BEATIFICACIÓN DE PABLO VI (DOMINGO 19.X.14) En este día de la beatiicación del Papa Pablo VI, me vienen a la mente las palabras con que instituyó el Sínodo de los Obispos: «Después de haber observado atentamente los signos de los tiempos, nos esforzamos por adaptar los métodos de apostolado a las múltiples necesidades de nuestro tiempo y a las nuevas condiciones de la sociedad» (Carta ap. Motu proprio Apostolica sollicitudo). Contemplando a este gran Papa, a este cristiano comprometido, a este apóstol incansable, ante Dios hoy no podemos más que decir una palabra tan sencilla como sincera e importante: Gracias. Gracias a nuestro querido y amado Papa Pablo VI. Gracias por tu humilde y profético testimonio de amor a Cristo y a su Iglesia. El que fuera gran timonel del Concilio, al día siguiente de su clausura, anotaba en su diario personal: «Quizás el Señor me ha llamado y me ha puesto en este servicio no tanto porque yo tenga algunas aptitudes, o para que gobierne y salve la Iglesia de sus diicultades actuales, sino para que sufra algo por la Iglesia, y quede claro que Él, y no otros, es quien la guía y la salva». En esta humildad resplandece la grandeza del Beato Pablo VI que, en el momento en que estaba surgiendo una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría y con visión de futuro –y quizás en solitario– el timón de la barca de Pedro sin perder nunca la alegría y la fe en el Señor. Pablo VI supo de verdad dar a Dios lo que es de Dios dedicando toda su vida a la «sagrada, solemne y grave tarea de continuar en el tiempo y extender en la tierra la misión de Cristo», amando a la Iglesia y guiando a la Iglesia para que sea «al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombres y dispensadora de salvación».
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