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Adviento entre humos
Nicolás Valenzuela Voss
Estamos en el mes de la Navidad. Los centros comerciales están saturados de personas comprando regalos. Los renos, hombres de nieve y todo tipo de adorno navideño ya se hacen notar. Curiosamente todos son alusivos a una Navidad invernal, siendo que pasamos las navidades en short y polera.
Cada quien tiene sus tradiciones, sus platos típicos, o ha absorbido las costumbres de otros países para hacerlas propias.
Como cristiano, una tradición que rompe fronteras es la de celebrar el Adviento. No importa qué idioma hables ni cuál sea tu trasfondo cultural, los cristianos en el mundo entero celebramos este tiempo.
Adviento viene del latín adventus, que significa “venida”. Esta celebración consiste en las cuatro semanas previas a la Navidad y se celebra cada domingo de esas semanas. Cada día tiene un tema en específico sobre el cual meditar, para preparar nuestros corazones y estar realmente conscientes de lo que está a punto de celebrarse… Navidad.
Esta celebración es para toda la familia y, por lo menos en la mía, teníamos un tiempo todos juntos –los domingos–, y cada día de la semana recibimos un dulce, claramente el del día 24 era el más espectacular. Los dulces se colocaban en un Calendario de Adviento o Adventskalender, en alemán.
Para la celebración familiar se cuenta con el Adventskranz –corona de adviento–, de ramas de pino sintético o natural. En dicha corona se le ponen cuatro velas –en la tradición católica tres son moradas y una es blanca, pero yo soy anglicano, así que en ese tema no me meteré–, y cada domingo se van encendiendo una a una.
Esta celebración es un lindo momento en familia, pero principalmente para recordar que estas fiestas no son para emborracharse o simplemente recibir regalos. Tampoco se trata de la familia, sino de quién vino, quién lo envió y de qué nos vino a salvar.
Este año quise dar un giro a la celebración y a las velas. Opté por seleccionar cuatro tabacos y fumar uno cada domingo. Al momento de escribir estas líneas estamos ad portas del tercer domingo de Adviento, por lo que no te puedo contar cómo ha sido la experiencia completa. Tomar un tiempo en familia para meditar en el significado de la esperanza y la paz, todo desde una perspectiva bíblica. Luego tomar un tiempo de soledad para disfrutar un tabaco, ver sus matices –si es que los tiene– y dar la gloria a Dios por ese momento.
Hasta ahora ya he disfrutado la nueva ligada de Fuera de Serie en su Toro Connecticut, que citando a mi amigo Tony Pichs está “¡Fenómeno!”. Algo que me llamó la atención desde el último viaje a Miami es que todos los dueños de marca o vendedores que tenían ligadas con esa capa siempre decían “yo no fumo Connecticut, pero este es totalmente distinto al típico”.
Algo anecdótico y chistoso, pero este Fuera de Serie es un Connecticut totalmente distinto al resto. Con bastante carácter, redondo; no tan ligero como para la mañana –para mi gusto–, pero eso lo hace especial.
Para el segundo domingo de Adviento me decanté por un cigarro nuevo para mí, un regalo de un buen amigo Jesús Piñate. Tras juntarnos en Miami y haberme visto privilegiado con su generosidad, no fue suficiente con alimentarme junto con Gastón con una terrible hamburguesa de picaña, sino que a cada uno del grupo nos dio un Villiger Exclusivo USA 2021.
Es un cigarro para ser acompañado ya sea con agua, Coca-Cola o algún destilado o licor dulce, pero debe ser acompañado. No por su fortaleza, sino porque tiene ese perfil rústico que muchos cigarros Gurkha también padecen y que no es mucho de mi gusto. Aunque sabiendo encontrar el maridaje correcto, va muy bien y se deja disfrutar.
En tiempos como éstos es cuando más recuerdo las palabras de Charles Spurgeon, que no me cansaré de repetir: “Cuando he encontrado alivio a un dolor intenso, calma para un cerebro atormentado o un sueño reparador a causa de un cigarro, me he sentido agradecido a Dios y he bendecido su nombre”.
Estas fiestas tienen un significado profundo al hacernos recordar quiénes somos, quién es Dios y qué merecemos. Somos criaturas esclavas del pecado, frente a un Dios perfecto y santo y merecemos su castigo. Es por eso que celebramos Navidad, porque “nos ha nacido un niño” (Isaías 9:6), que nos vino a librar del círculo vicioso del pecado y restaurar, por su vida, muerte y resurrección, la relación que un día tuvo el ser humano con su creador.
Te invito a encender ese cigarro reservado para alguna ocasión especial y, si eres cristiano, celebrar juntos la gracia y misericordia obtenida. Si no lo eres, que Dios use esos tiempos de meditación junto a tu tabaco para guiarte a sus brazos.