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Semillas de Vuelta Abajo, nuestras raíces Indianas
Fernando
Por defecto, cuando fumamos un tabaco siempre asociamos un maridaje a una bebida y nos olvidamos de otros placeres que muchas veces “maridamos” cuando fumamos. En este caso, la lectura.
No suelo fumar leyendo y cuando lo hago es porque se trata de una ocasión especial en la que la lectura me absorbe mucho tiempo y no quiero dejar de fumar en ese momento elegido para relajarme un rato.
Es un placer fumar con amigos y compartir una charla, pero no menos placentero es fumar solo, y para ello, en algunas ocasiones no te inclinas por tomar una copa y sustituyes ambos –amigos y copa– por un buen libro, y éste lo es.
Mi género preferido es la novela histórica, más concretamente todo lo que ha escrito uno de mis autores preferidos, Arturo Pérez Reverte, a quien por similitudes de carácter y visión sobre muchos aspectos de la vida me aficioné en leer desde muy joven, empezando con su Club Dumas o La carta esférica.
Al libro al que me referiré le tenía echado el ojo desde la cuna, el proceso de documentación que seguí con mucho interés, y una mañana por fin llegó a mis manos y me dispuse a disfrutarlo con lo mejor de aquellos tabacos palmeros que ya no se fabrican, pero que impregnaran el libro de más historias de isleños y tabaqueros, dando un triple valor al maridaje con lectura.
OLGA Y YO SOMOS ISLEÑOS
Como tantas amistades, Olga es otra de quienes trajo a mi orilla palmera las redes sociales; es guapa, de semblante sereno y de las que no aparentan la edad que tiene, pero su verdadero valor está por dentro. Sólo escuchar su tono pausado y seguro te hace sentir muy cómodo, como si la conocieras de toda la vida.
Olga nació en Vallehermoso, en la isla canaria de La Gomera, a los cinco años emigró con sus padres a Venezuela, donde estudió Filología. Trabajó como profesora y a su regreso a Canarias entró al sector turístico.
Es una apasionada de la novela histórica: “Disfruto mucho de la investigación y el conocimiento de la historia visitando los lugares que me interesan”, señala.
“Mi abuelo fue veguero en el centro de Cuba, en Cabaiguán. Sus historias de trabajo y calamidades nos dejaban a todos embelesados. Tengo una bonita foto donde aparecen mi madre y mis tíos con hojas de tabaco y mazos de puros bajo el brazo; entonces recordé que el abuelo había traído semillas de tabaco. Durante un tiempo las plantó y con la ayuda de sus hijos elaboró puros que luego vendían por los pueblos de la isla. A partir de ese momento ya no podía pensar en otra cosa que en una historia de emigración, tabaco y retorno”.
FUMO Y LEO. LOS PLACERES DE LA CALMA
Para esta ocasión en que el maridaje será para rato, suelo elegir fumadas largas, de más de dos horas. Por eso, como antes dije, si el libro es bueno leo y fumo.
Este libro, Semillas de Vuelta Abajo, me sorprendió. Superó con mucho todas mis expectativas. Debo reconocer que mi primera impresión sobre su obra, como buen palmero, fue negativa. Pero mis viajes por el mundo me han hecho menos crítico y más benévolo. No criticar sin saber, conocer, testar...
Es imposible dejar de leerlo. Son jornadas de amaneceres, cansado pero muy satisfecho, aunque reconozco que en ocasiones elegí una fumada corta (Petit Cetro) un tabaco histórico
que también me transporta al corazón de esta historia. Y mis otros compañeros fueron Capote, Vargas, La Nubia, Santa Cruz, La Rica Hoja y La Exquisita, todas marcas históricas, de la tierra y sólo con una excepción, ninguna se fabrica ya.
Para la travesía larga elegí un puro “que no terminase nunca”. Una vitola de más de dos horas de fumada para disfrutar de un trago largo de historia muy real. Un Churchill, por ser un tabaco con mucha historia para que colaborase en “el viaje” por las letras. Una edición limitada 75 aniversario de la Finca Tabaquera El Sitio, que sin esfuerzo alguno me puso en sintonía para aclimatarme e interiorizar el relato.
Me dejé llevar para fumar en la calle Real de Santa Cruz de La Palma, en la de Virgen de la Luz, que no era calle por esa época; en la casa de Ferrero y en el Palacio de Salazar. Hasta me transporté a la casa hacienda de Carlos, mi amigo del colegio, El Guayabo en El Llanito de Breña Alta, antigua hacienda de tabaco y de tantos otros vegueros/tabaqueros.
Les aseguro que nunca me había metido tanto dentro de un libro
CHURCHILL 75 ANIVERSARIO, EL SITIO
Este tabaco lo reservaba para una ocasión especial, única, que dejara marcada la fecha en el corazón y el alma. Fue una de mis creaciones en el paso profesional por la industria tabaquera, que al igual que el libro me dejó miles de sinsabores y millones de recuerdos y amigos.
Un puro de 180 milímetros, cepo 50, y 17.6 gramos de tabaco, humectado al 65 por ciento y fumando en la quietud de mi librería.
Los sabores palmeros del tabaco de La Breña, dulces como la miel y el ácido de hojas de lejanas procedencias (Java, Sumatra, Brasil) se entremezclan con el rudo aroma de tabaco canario, que llegó a ustedes con el sudor y esfuerzo de muchas de nuestras familias, hoy desaparecidas, cuyos descendientes sólo en ocasiones como ésta tenemos la suerte y el inmenso placer de recordar. Y parafraseando a mi amigo Asier, El Pájaro: Recordar es, sin duda alguna, volver a vivir.
SU NECESIDAD DE CONOCER, PORQUE NOS ESCRIBISTE
“Semillas de Vuelta Abajo, sin ser una novela histórica al uso, me llevó a conocer parte de la historia de nuestras islas que apenas se mencionan. Es mi segundo libro publicado, el primero siempre deja la necesidad de seguir escribiendo, pero la inspiración no se puede forzar.
“Una cosa sí tenía clara: quería escribir algo donde participara, al menos, una parte de nuestra historia canaria. Comencé mis investigaciones con preguntas
(casi interrogatorios) a mis padres y a una tía que, a pesar de su edad, tiene una memoria privilegiada.
“El tema me iba interesando cada vez más. Busqué información sobre el cultivo del tabaco en Cuba y en las islas. Viajé a Cuba y pude visitar los cultivos de algunas haciendas –nada qué ver con lo que fue el cultivo en el siglo pasado–. Visité chinchales en Pinar del Río y en La Palma, para conocer sobre la elaboración del puro. He de decir que en todos esos lugares fui muy bien recibida y atendida. Conocí historias de canarios que nunca volvieron y que habían dejado familia en las islas, sobre todo en La Palma.
“Creo que lo más difícil fue aprender sobre el cultivo del tabaco: sus fases, el cuidado de los plantones, la cosecha, etcétera. Fue difícil, pero fascinante.
“Palpar la hoja del tabaco sabiendo que era el resultado de un gran trabajo y mimo, me pareció muy estimulante. El aroma de un buen puro me resulta evocador. Creo que, si todos los fumadores de puros conocieran el trabajo que implica lo que están disfrutando, el deleite sería mayor.
“Creí que para mi historia la protagonista debía ser una joven canaria que viviera una serie de situaciones que transformarían su vida, y el hecho de que el personaje fuese una mujer ayudaba a ver el problema desde el punto de vista femenino.
“Quien pasee por Santa Cruz de La Palma puede sentir lo que el personaje sintió al retornar a principios del Siglo XX. Las calles y callejones tienen su historia propia”.
SINOPSIS DE UNA HISTORIA MUY REAL
El día que Catalina partió de su isla natal, con la misma esperanza que todos los que zarparon en aquel barco colmado, producto de la diáspora canaria al terminar la Guerra de Cuba, nunca pensó que su destino estaría determinado por la dolorosa muerte de quien le había dado la oportunidad de un futuro diferente.
Sola, en una tierra desconocida, comprendió que aquel trance era un camino para empezar a tomar sus propias decisiones. Inició su nueva vida siendo la isleña llegada al Valle de Viñales, enfrentándose al miedo en cada descubrimiento, sobre todo al amor. Se reveló en ella su capacidad para defender con fuerza a sus seres amados.
La muerte, como elemento transformador, marcó el camino de su vida, obligándola a tomar decisiones de supervivencia. Los sinsabores, pero también los momentos felices la hicieron desarrollar el carácter y la personalidad determinante para que luego la señalaran como La Indiana de La Calle Real, cuando retornó a La Palma y descubrió que tendría que volver a construir una nueva vida a partir del tesoro que traía en una maleta: la mejor semilla de tabaco de Cuba.
Puede ser que las palmeras en el desierto nos recuerden historias de cacao y amores, pero esta me ha transportado a historias de familia, mi niñez y el tabaco. Quizá la próxima nos veamos en el cine. Pero eso sólo el tiempo lo dirá.
Salud y buenos humos para quienes me siguen y persiguen la noble tarea de Hacer Amigos cada día.