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House, without chocolates, with cigars
Michel I. Texier Verdugo
Estaes una historia en dos partes, o más correctamente, fruto de dos tiempos. Conocimos Casa Humo Cigars a fines de 2020 en lo que fue nuestra primera aventura fumando en Miami, y volvimos a ella dos años más tarde para encontrarla cambiada, más amplia, bella y acogedora. En una nueva dirección, apenas a unos metros de su locación original, y tras haber soportado estoicamente los tiempos del apocalipsis, sin poder abrir sus puertas por casi dos años.
Tal cual dos años antes, nuestro anfitrión y guía fue, seguro no se sorprenden, nuestro buen amigo Tony Pichs, quien desde las primeras horas de nuestro aterrizaje dedicó su día –y los siguientes–, a acompañarnos por el laberinto interminable de los lounges de Florida, presentarnos nuevos amigos de la industria y darnos tanto quehacer –que tal como la primera vez–, sólo logramos hacer check in en nuestro alojamiento tras 14 horas de fumar y deambular por tabaquerías y clubes de los que Casa Humo fue de los que más nos motivaron a volver y repetir la experiencia en variadas oportunidades.
Juan Viladomat y Félix Garzo, Fumando espero.
Juan Ramón Prieto, Enrique Fermín y Roberto Morales son los socios detrás de este proyecto que, si están Miami y lo suyo es fumar, no pueden dejar de visitar. De hecho, nuestro amigo Jesús Piñate, sommelier venezolano afincado en la ciudad hace algunos años, se volvió habitué tras nuestra visita, y hoy es pieza fija en los encuentros y eventos que abundan en Casa Humo, donde se hacen presentes grandes figuras de la industria.
Aquí siempre cabe la posibilidad que usted se siente al lado de figuras como Néstor Miranda o Manuel Ynoa, sólo por nombrar algunos, y comparta y disfrute con ellos con esa sencillez que caracteriza a los grandes y permite que uno se sienta un verdadero privilegiado, cuando de fumar junto con ellos se trata.
Juan Ramón, en una de nuestras visitas, se dio particularmente a la tarea de agasajarnos y facilitarnos el camino hacia nuevas experiencias, además de sacar lo mejor de su bar para ayudarnos a escoger los maridajes adecuados.
Nos obsequió Barlovento, el puro de la casa, un espectacular box pressed sin anilla, con una capa profundamente oscura cuyo color se alcanza mediante un proceso de congelado que le da un tono azabache que ni siquiera puros coloreados artificialmente logran alcanzar; una capa oleosa y brillante que aporta tonos dulces a la fumada. No le contamos más, para guardarnos a un futuro review y motivarlo a que lo pida cuando se anime a pisar la entrada de la mejor casa de tabaco en Doral.
Por si fuera poco, Juan nos regaló un tip que aparece graficado en una foto y será motivo de un evento futuro en Smoking Garden Club. Si lo suyo es el ron y reconoce en Mantuano, de Diplomático –como nuestro amigo Diego Urdaneta–, uno de los más recomendables a la hora de fumar, no puede dejar de experimentar esta maravilla entre bocanada y bocanada: rodajas de lima o limón (idealmente la primera, o el limón sutil que en Chile liquidamos en la caipirinha) espolvoreadas con azúcar e impregnadas en café molido, mordidos y disueltos en su boca junto con un trago de ron; experiencia sublime y una de las novedades más recientes en esta escuela permanente que es aprender a disfrutar de fumar.
De entrada, Casa Humo nos recibe con alfombra roja y el pabellón nacional flameando (cuando hay viento), la Vespa soñada por todo aficionado a las motorizaciones italianas es parte de la decoración del acceso y en el estacionamiento suele estar aparcado el último modelo de nuestro querido Rafael Zuzolo, un Real Estate Broker que, si de él dependiera, se instalaría en el lounge desde la hora de apertura hasta su cierre, porque cuando conversas con él te convences aún más de que fumar y beber con amigos es parte de la alegría de vivir.
Como cuatro parece ser el numero indicado, en Miami Adventure versión 2022, el equipo de asalto estuvo conformado –además del suscrito–, por mi tradicional partner Cigar Voss; el delegado argentino de SGC, Gastón Banegas, que se ganó el derecho –por razones inconfesables–, a utilizar la suite de la casa que alquilamos y fue quien más celebró los colores escogidos por Casa Humo para la caja de Barlovento, una cierta combinación de azul y amarillo que en Chile son los colores de la camiseta de un equipo que me llevé al descenso hace 28 años, y en Argentina algo parecen tener que ver con el futbol, al menos el de barrio.
Finalmente, el incombustible Pedro Fuentes –Fufu para los amigos–, que acumuló cientos de kilómetros como conductor designado y sacrificó su vocación de voluntad fácil frente al alcohol para trasladarnos con seguridad y certeza por las calles y avenidas de Miami, permitiéndonos disfrutar al máximo cada minuto, seguros de que arribaríamos con tranquilidad a casa, aun cuando esto implicara dormir cada día al amanecer.
A estas alturas, algún lector podría preguntarse por qué no hablar de otro cigar lounge, o bien, por qué extenderse tanto en hacerlo. La respuesta es tan fácil como obvia. Al igual que a la hora de ir a comer a un restaurante o beber en un bar, uno remolca consigo ideas previas y expectativas cuando asiste a un lugar público.
Presta atención, sobre todo la primera vez, a los detalles del servicio –la sonrisa y los rizos de Ana ya son suficiente motivo para volver–, a los amigos con los que tuvo la suerte de compartir, esos que aparecen como sin saber, guiados por la intuición de nuestra llegada, como supo hacer Santos Graziani, un autodefinido sibarita de oficio que dedicó varias horas a fumar junto con nosotros a pesar de los requerimientos de su agenda. También, al aprendizaje y a los elementos más imperceptibles que integran la experiencia.
Las ganas de volver surgen de la evaluación subjetiva que toda persona hace de su paso por un lugar como éste, donde la nota puesta está directamente relacionada con el trecho que existe entre expectativa y realidad –ese trecho que cuanto más grande resulta, más lugar deja a las frustraciones–, de tal forma que cuando la realidad logra superar a lo esperado, uno intenta prologar la estadía al máximo.
Ve llegar la hora de cierre con nostalgia, comienza a ver algún sillón o sofá en particular con ojos de propio, se anima a colaborar en las sugerencias a los clientes –al final, todos queremos que otros fumen lo que nos gusta, como el Connecticut de Fuera de Serie Cigars–, y promete volver con voz honesta y timbre ansioso porque sabe que volver nos dará felicidad y ser feliz debiese ser siempre la tarea que tenemos por delante.
Nos hace feliz Casa Humo, es la mejor manera de decirlo. Volveremos siempre mientras mantenga su identidad y capacidad de acogida, esperamos estar ahí para seguir viéndolos crecer y ganarnos algún día el derecho de que una foto nuestra esté colgada en la pared. Digo esto porque hace rato que me ronda la idea de repartir retratos nuestros en los lugares que nos gustan, como un sello de aceptación; por una parte, de calidad en función de nuestros parámetros, y por otra, de un lugar dónde encontrar –en definitiva–, parte de la felicidad.
Es el lugar donde quiero llevar a mis amigos novatos y que me reciban con voz amable, antes de preguntarme: “¿lo mismo de siempre?”. Inquietud mágica que representa el escalón más alto, en lo que a mí respecta, de lo que debe ser el llegar a un sitio donde me sienta como en mi casa, mi Casa de Humo.
Dame el humo de tu boca, dame, que mi pasión provoca; corre, que quiero enloquecer, de placer, sintiendo ese calor, del humo embriagador, que acaba por prender la llama ardiente del amor”.
Fumando Espero.