Este río les guió hasta una extraña casa que atravesaba el río, ¡Hansel y Gretel no se lo podían creer! ¡Por fín alguien les ayudaría! En la puerta había una viejecita (dueña de la casa) que los invitó a pasar la noche para volver mas descansados al día siguiente. Después de cenar, la viejecita les preparó unas camas cómodas y limpias. Aquella noche sí que iban a dormir bien. Los niños descansaban plácidamente, pero ¡claro!, no podían imaginar que aquella amable ancianita era, en realidad, una malvada bruja que se comía a los niños.