lider juvenil 22

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editorial

Howard Andruejol editor ejecutivo

@hac4j

El día que la iglesia dejó de innovar y los innovadores dejaron de ser iglesia na de las reflexiones más importantes que necesitamos hoy en América Latina es acerca de la eclesiología, entiéndase, la enseñanza bíblica acerca de la iglesia. Se supone que nosotros deberíamos saber muy bien qué es y para qué sirve. Sin embargo, la triste realidad es que muchos líderes poseen una visión distorsionada del diseño de Dios. Quizás la mejor comparación que encuentro para describir el lente eclesiológico con el que vemos al cuerpo de Cristo es un cine. Allí, todos vamos a ver qué sucede al frente; nos quedamos viendo fijamente a la pantalla esperando efectos especiales, o escenas que toquen las fibras íntimas del alma. Deseamos una experiencia de aventura, de romance, o de suspenso. Para ello, mucha gente trabajó arduamente e invirtió cantidades millonarias con la esperanza de lograr impresionarnos. El cine no es para dialogar, no es para interactuar con otros, no existe para construir relaciones; es entretenimiento. Al salir, somos los mejores críticos de la película, y hacemos planes de volver a otra función. Con esa mirada, cuando hablamos de innovación hoy, la mente de muchos en liderazgo se torna a cómo producir una mejor película. Cómo crear una mejor experiencia de cine. Si cambiamos las butacas, la comida, iluminación, escenografía, musicalización, duración, sonido, parqueo, eventos, programas y otros efectos más, entonces seremos la mejor iglesia que podemos ser. Nos preocupa cómo hacer correctamente lo incorrecto. Cómo mejorar en lo que no hay que hacer. La iglesia debe renovarse, pero no precisamente en cuanto a métodos. Necesitamos redescubrir desde el texto nuestra esencia: qué somos y para qué existimos. Debemos volver a estudiar las ricas metáforas del Nuevo Testamento escritas para comunicar nuestra función aquí en la tierra y nuestra relación eterna con el Padre.

Con un nuevo enfoque, proseguirán los cambios organizacionales. La iglesia dejará de ser cemento. Ya no girará alrededor de un edificio, doblegará sus estructuras para adaptarse a las personas, y dejará de estar en un sólo lugar porque los templos móviles correrán por la ciudad para ser la sal y luz. Reconozco que han surgido intentos para corregir la carencia innovadora en la iglesia. Muchos emprendieron la aventura de cambiar la iglesia. Son intentos: unos funcionan y otros no. Es aventura, y en el camino, se han perdido algunos. Me enfurece escuchar aún la frase «sueña con la iglesia que quieres». «Imagina la iglesia que deseas ver». Bien intencionados, pero mal direccionados. Innovadores que olvidaron quién murió y ganó la iglesia (Hechos 20:28). Algunos convirtieron la iglesia a su gusto, a lo que su antojó les pidió. Pero Cristo es la cabeza de la iglesia, dueño, amo y Señor. Él tiene la supremacía, y edifica su iglesia para que cumpla la misión del Padre en esta tierra. ¿Cómo quiere Cristo su iglesia? ¿Qué desea Él que seamos hoy? Queridos líderes, nos urge innovar. Necesitamos reinventarnos a la luz del texto bíblico y a la necesidad de nuestro entorno. Debemos estar anclados a tierra firme, a la Palabra, pero volar como un cometa por los vientos de la innovación ante una cultura tan cambiante. Hacer la una sin la otra sería un serio error.

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